Artículos científicos

Diversificación productiva y mercados de trabajo en una zona rural del Estado de México

Productive diversity and labor markets in a rural area of the State of Mexico

Eduardo Cerón Aparicio
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México

Población y Desarrollo: Argonautas y Caminantes

Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Honduras

ISSN-e: 2221-7002

Periodicidad: Anual

vol. 17, 2021

mae.demografiaydes@unah.edu.hn

Recepción: 30/05/2021

Aprobación: 06/07/2021



DOI: https://doi.org/10.5377/pdac.v17i2.12747

Resumen: El presente trabajo tiene por objetivo analizar los cambios en la configuración productiva y territorial de las áreas rurales que se localizan más allá de la periferia urbana, que difieren por completo del periurbano, pero que son parte de los intersticios rurales que conforman la estructura metropolitana. Todo ello, desde la mirada de la nueva ruralidad, que alude a los cambios en la funcionalidad de las sociedades rurales, como consecuencia del reciente proceso urbano. La estrategia metodológica se centró en un análisis deductivo de la información derivada de las entrevistas. El lugar de trabajo y las actividades productivas realizadas por los residentes de San Miguel Atepoxco, permitieron definir la conformación de la estructura productiva y los vínculos laborales entre el ámbito rural y su entorno rural urbano circundante. De acuerdo con el análisis, se observa, por un lado, una estructura ocupacional diversificada, con un claro predominio de las actividades no agrícolas, en su mayoría, terciarias y; por otro, una preeminencia del mercado de trabajo rural, puesto que gran parte de los empleos se reparte en localidades rurales (menos de 5,000 habitantes) a no más de los 10 kilómetros.

Palabras clave: nueva ruralidad, pluriactividad, mercado de trabajo rural, diversificación productiva.

Abstract: This work aims to analyze the changes in the productive and territorial configuration of rural areas that are located beyond the urban periphery. These areas are part of the rural interstices that conform the metropolitan structure but completely differ from the peri-urban. This analysis is carried out from the perspective of the new rurality that alludes to the changes in the functionality of rural societies, as a consequence of the recent urban process. The methodological strategy focused on a deductive analysis of the information derived from the interviews. The workplace and productive activities carried out by the residents of San Miguel Atepoxco, made it possible to define the conformation of the productive structure and the labor links between the rural setting and its surrounding rural-urban environment. According to the analysis, we observe a diversified occupational structure, with a clear predominance of non-agricultural activities, mostly tertiary activities and preeminence of the rural labor market, since a large part of the jobs are distributed in rural localities (less than 5,000 thousand inhabitants) no more than 10 kilometers away.

Keywords: new rurality, multiple activity, rural labor market, productive diversification.

I. Introducción

La tendencia de la ciudad a la dispersión y fragmentación, en tanto lógica de organización territorial, favorece una mayor apertura e integración del territorio, con implicaciones socioterritoriales de gran relevancia que ha cambiado la perspectiva y análisis del territorio. En el ámbito rural, la nueva condición del proceso urbano ha dado lugar a procesos socioeconómicos y territoriales nuevos que han cambiado por completo su funcionalidad.

La manifestación más clara, es la profunda transformación que experimentan las periferias rurales como resultado de la dispersión progresiva de las pautas urbanas, que posibilita una intensa articulación con las ciudades, con las cuales se genera un tipo de intercambio o dependencia funcional (Entrena, 2006, p. 180). Por lo general, en la literatura se reconoce a estos ámbitos territoriales como periurbanos, identificados como zonas de contacto entre dos espacios que tradicionalmente se consideraban opuestos: el rural y el urbano (Ávila, 2009, p. 98). En la actualidad, la concepción del periurbano como espacio cercano que envuelve a la ciudad, identificado a partir de sus rasgos morfológicos y funcionales, es una de las definiciones más frecuentemente utilizadas por diferentes perspectivas científicas (Allen, 2003, p. 10). En ellos, se expresa con mayor nitidez la redefinición socioterritorial y funcional de lo rural, dado que es el lugar donde ocurren los procesos de cambio más intensos.

Diversas disciplinas retoman el concepto de la nueva ruralidad para explicar las nuevas tendencias sociales, económicas y territoriales que ocurren en el campo, que evidencian la emergencia de transformaciones amplias a partir de su relación con la ciudad. El análisis del territorio ha privilegiado, por un lado, el incremento de las actividades no agrícolas, en el que la pluriactividad es el elemento central que explica los cambios en la estructura productiva y; por otro, la creciente vinculación socioterritorial entre las urbes y el espacio rural, que plantea nuevas formas de organizar el territorio donde la movilidad se constituye como el factor determinante en la delimitación del territorio.

La nueva ruralidad se ha enfocado mayormente en los procesos que ocurren en la periferia de las ciudades, que ha sido el punto de atención de los estudios territoriales y urbanos. No obstante, se incorporan otros escenarios rurales más allá de las coronas periféricas que difieren por completo del periurbano, pero que son parte de los intersticios rurales que conforman el entramado urbano regional. Se trata de zonas rurales extensas, ocupadas por vastas extensiones de cultivos y áreas de reserva natural, así como por una gran cantidad de asentamientos rurales pequeños. Dichos espacios se localizan generalmente lejos de las ciudades importantes, donde la extensión y dispersión urbana es poco visible y, en muchas ocasiones, enfrentan una sociedad agrícola aún consolidada.

En el contexto urbano, estos escenarios rurales no experimentan los mismos procesos de difusión e interacción territorial que el periurbano, pues en términos morfológicos y funcionales, no expresan las mismas condiciones territoriales, como tampoco las mismas características socioeconómicas y culturales. No obstante, aun cuando las urbes no ejercen una influencia directa sobre ellos, son ámbitos en los cuales, si bien aún persiste la vida rural tradicional vinculada al campo, se observa una estructura ocupacional cada vez más diversificada, con un claro predominio de las actividades terciarias.

Al parecer, son zonas rurales con poco desarrollo, no integradas a la dinámica urbana, pero inmersas en un ámbito fuertemente urbanizado y bien comunicado que permite articular un territorio cada vez más extenso y complejo. En razón de lo cual, se asume que dichos espacios, pese a que se encuentran distantes de las metrópolis, se ven de alguna manera afectados e influenciados por éstas. Por tanto, dado el contexto territorial, resulta conveniente preguntarse ¿en qué medida los cambios en la estructura ocupacional son resultado del proceso de dispersión de las pautas urbanas y, sobre todo, ¿los factores asociados con el reciente proceso urbano –vías de comunicación y sistemas de transporte- y posibilitan una mayor apertura del territorio, como parte de las ventajas inherentes que favorecen la integración del espacio rural a la dinámica urbana?

El presente trabajo tiene por objetivo analizar los cambios socioeconómicos y territoriales que han experimentado los ámbitos rurales que no se encuentran bajo la influencia directa de las zonas metropolitanas, es decir aquellos espacios distantes que se localizan más allá de las coronas periurbanas. Todo ello, desde el contexto del reciente proceso urbano, que privilegia nuevas articulaciones espaciales y productivas que han cambiado por completo la organización del territorio.

II. Metodología

El estudio de investigación pretende resaltar los cambios en la funcionalidad de los espacios rurales que se ubican lejos de las periferias urbanas, como consecuencia de los procesos urbanos contemporáneos. Para el análisis se consideran las condiciones territoriales y productivas que prevalecen en estos ámbitos rurales, contrario a los escenarios que predominan en los espacios periurbanos. Con ello, se busca definir, por un lado, la conformación de la estructura productiva a partir de las ocupaciones que los residentes realizaron en el momento de la entrevista y, por otro, los vínculos laborales que se generan a partir de la incorporación del trabajo no asalariado.

En virtud de ello, se buscó, por un lado, un escenario rural con una tradición agrícola importante que perteneciera a una subregión con un alto grado de urbanización, con ciudades que ejerzan una fuerte influencia sobre el resto del territorio y; por otro, una zona con infraestructura carretera regional y disponibilidad de transporte público, lo cual ofrece ventajas territoriales que posibilita la apertura e integración de los espacios rurales a la dinámica urbana.

Se optó por San Miguel Atepoxco, una localidad rural con una población de 1,231 habitantes (INEGI, 2010), ubicada aproximadamente a 71 kilómetros de distancia de la Ciudad de México, que es la zona metropolitana más grande e importante en la región, con una población de casi 20 millones de personas (INEGI, 2010). Otra metrópoli de importancia, es la Zona Metropolitana de Pachuca, una ciudad grande, que en el año 2010 tenía casi 350 mil habitantes, ubicada alrededor de 46 kilómetros. Asimismo, se distinguen otros poblados urbanos de menor tamaño, como Texcoco y Tepexpan, ambos con una población de 100 mil habitantes; Tizayuca, con 43 mil residentes; y Teotihuacán, con 23 mil personas.

Esta zona se caracteriza por disponer de una infraestructura carretera de gran relevancia para la comunicación regional, que enlaza prácticamente a todo el sistema de ciudades y centros urbanos, lo cual permite una mayor apertura del territorio. En este contexto, la localidad se sitúa sobre la autopista federal México-Tuxpan, que es una vía primaria de importancia que se conecta, al sur, con la Ciudad de México y, al norte, con Tulancingo y el Estado de Veracruz hacia la región de Tuxpan. Asimismo, a través de ella se puede acceder a la Autopista Arco Norte en dirección a Querétaro y Puebla, así como a la carretera Ciudad Sahagún-Pachuca, mediante la cual se puede llegar a la Zona Metropolitana de Pachuca. Además, por vías secundarias se puede acceder a otras carreteras federales de importancia regional.

Vías de comunicación de la región de estudio: San Miguel Atepoxco
Mapa N°1
Vías de comunicación de la región de estudio: San Miguel Atepoxco
Fuente: elaboración propia con base en Marco Geoestadístico, 2010 (INEGI).

Se consideró a la vivienda, y al interior de ésta, al hogar como la unidad de análisis, del cual se captó información de los residentes con actividad económica, ya sea por cuenta propia o asalariada. La selección de la muestra consistió, primero, en registrar el total de las viviendas habitadas partiendo de un listado de viviendas proporcionado por las autoridades locales, el cual se actualizó en campo registrándose un total de 354 viviendas y; segundo, mediante la técnica de muestreo aleatorio simple se seleccionaron 105 viviendas, con un nivel de confianza del 95%.

Posteriormente, se realizó un análisis deductivo de la información derivada de las entrevistas, que incluyeron preguntas como actividad económica, lugar de trabajo, condición de actividad, ingresos, medios de transporte utilizados y propiedad de tierras ejidales, entre otras. Asimismo, la estrategia metodológica se enfocó en la revisión de bibliografía especializada sobre procesos urbanos y rurales, nueva ruralidad, pluriactividad y periurbanización.

III. Discusión de los datos

3.1. Nueva ruralidad: cambios socioeconómicos y territoriales en los espacios rurales

La extensión y dispersión de las ciudades plantean nuevas lógicas territoriales que han cambiado por completo la funcionalidad del espacio rural. Se puede afirmar que el ámbito rural ya no es más aquel espacio cerrado y autárquico, asociado a la actividad agropecuaria y subordinado a la ciudad. Ahora es un espacio mucho más abierto e integrado a la dinámica urbana, que ha dado lugar a procesos socioeconómicos y territoriales nuevos, que han transformado el mundo rural de manera radical en los últimos años.

La transición de lo rural propone nuevas perspectivas teóricas y metodológicas para describir las múltiples realidades que se observan en las sociedades rurales. La nueva ruralidad es un concepto que ha sido retomado por diferentes disciplinas, entre ellas, el urbanismo, la geografía y la sociología rural, para dar cuenta de los cambios que han ocurrido en el ámbito rural. El incremento de actividades distintas a la actividad agrícola y la pérdida de la importancia relativa de la agricultura en la contribución del ingreso familiar, se presenta como uno de los argumentos centrales de la transformación del espacio rural. Este cambio en la estructura ocupacional viene siendo denominado pluriactividad, que se constituye en el elemento básico de la investigación desde el marco de una nueva ruralidad.

El concepto enfatiza la creciente importancia de las actividades no agrícolas tanto en el seno de los hogares como en el medio rural, que adquiere un carácter multifuncional. Bajo el término pluriactividad se engloban una diversidad de actividades no agrícolas en asociación con las labores del campo. De manera más puntual, diversos autores coinciden en que la pluriactividad en el ámbito rural es la combinación de por lo menos dos actividades productivas al interior de la unidad familiar, en el que una de ellas corresponde a las actividades agrícolas. (Bardají y Giménez, 1995, p. 151; Schneider, 2009, p. 210; Grammont, 2009a, p. 277).

Sin embargo, la combinación de actividades agrícolas y asalariadas no es un fenómeno reciente, pues ya estaba presente en el ámbito rural. Las familias campesinas obtenían sus ingresos de otras fuentes distintas a la agricultura, particularmente de diversas modalidades de trabajo asalariado. Si bien esto ha sido uno de los rasgos más consistentes y persistentes de las familias rurales en México (Arias, 2009, p. 175), actualmente se reconoce que la agricultura ha dejado de ser el eje central de la economía campesina y se admite hoy día que la pluriactividad es una constante en la economía de las sociedades rurales.

Derivado de ello, la pérdida de la centralidad de la agricultura se percibió como un fenómeno novedoso. De acuerdo con Grammont (2009b), se transitó de una sociedad agraria dominada por las labores agropecuarias, a una sociedad rural con una estructura económica más diversificada, en el que la actividad agrícola es menos importante tanto en términos de la población ocupada, como de la participación de los hogares y del ingreso obtenido, en el que las actividades asalariadas dejaron de ser un recurso temporal (p. 274).

En México, el proceso de declive del campo y del trabajo agrícola en general, ha reorientado la fuerza laboral hacia otras ramas productivas fuera del sector agrícola. La crisis de rentabilidad de la economía campesina a raíz de los ajustes estructurales asociados a la apertura comercial y el retiro de las políticas agrarias, han obligado a las familias campesinas a recurrir a la venta de su mano de obra para contrarrestar los efectos de los bajos precios de los productos agropecuarios. Esto ha dado paso a nuevas estrategias de subsistencia que se sustentan en la diversificación de actividades al interior del hogar, esencialmente fuera del sector agrícola, en el que la parcela aún se mantiene como un recurso importante en la vida de los productores agrícolas, y que ha influido en el arraigo de éstos al lugar, al ejido y al campo.

Diversos estudios plantean que el empleo y los ingresos no agrícolas constituyen un medio importante para aminorar la pobreza. Éste representa una opción para muchos hogares rurales que carecen de los recursos necesarios para intentar otras opciones de progreso, como puede ser la emigración o el trabajo agrícola por cuenta propia (Berdegué et al., 2001, p. 2). La estrategia se basa en integrar el mayor número de miembros del hogar a las actividades productivas, lo cual es una condición no sólo de los hogares agrícolas, quienes están vinculados directamente con el campo, sino también de los hogares que no tienen acceso a la tierra y que viven sólo de su trabajo asalariado. De modo, que la diversificación puede ser resultado de un conjunto variado de actividades distintas a las labores del campo, o bien de la asociación de actividades agrícolas y no agrícolas.

Para propósitos del estudio, el punto de referencia es el hogar, el cual se define según las actividades que se realizan al interior en función del origen de sus ingresos, que puede ser en asociación o no con la tierra. Esto permite distinguir dos tipos de hogares: agrícolas y no agrícolas. Los hogares agrícolas son aquellos que están vinculados parcial o totalmente con las labores del campo, y generalmente alguno de sus miembros es ejidatario, posesionario o dispone de una parcela. Por su parte, los hogares no agrícolas se distinguen básicamente porque no están vinculados con las labores propias del campo y sus ingresos provienen exclusivamente del trabajo asalariado, que se puede generar dentro o fuera del sector agrícola. Estos hogares están formados por ex-ejidatarios, hijos de ejidatarios o habitantes nativos que ya no tuvieron acceso a la tierra, así como por vecinos que llegaron a la localidad de otro lugar.

La transformación de la estructura productiva ha dado lugar a una compleja asociación de actividades productivas, en el que las actividades agrícolas han perdido la centralidad en la economía campesina. Éstas han disminuido a la vez que la economía experimenta un proceso de recomposición que permite una mayor diversificación productiva, que se centra principalmente en las actividades no agrícolas. La extensión de las actividades productivas al interior del hogar es uno de los rasgos más distintivos que caracteriza a los ámbitos rurales hoy en día, que garantiza el mantenimiento tanto de los hogares agrícolas como de los no agrícolas.

3.2. San Miguel Atepoxco. Cambios en la estructura ocupacional

Dada la importancia que adquieren las actividades asalariadas con la pérdida de rentabilidad de las labores agrarias, se ha dado un importante crecimiento de los ingresos no agrícolas en las sociedades rurales (Bautista y Ramírez, 2008; Berdegué et al., 2001; Ramírez, 2008; Grammont, 2009b). San Miguel Atepoxco no es la excepción, el 74% de los ingresos provienen del trabajo asalariado. De estas remuneraciones, el 54% proviene de las actividades terciarias, el 17% de las secundarias y el 3% del trabajo agrícola asalariado. Por tanto, es evidente el dominio de las actividades no agrícolas por encima de las actividades tradicionales, en el que las actividades terciarias conforman la mayor parte de la economía rural en lo que se ha llamado la “terciarización del campo”.

La modificación de las estrategias de sobrevivencia de las familias campesinas, que dejaron de girar en torno a las actividades agrícolas, ahora se centran alrededor de las actividades no agrícolas. Actualmente, los ingresos no agrícolas constituyen el principal sustento de los habitantes rurales, sin embargo, aun cuando las labores del campo pasan a ser complementarias en la mayoría de los hogares, se mantienen como un recurso importantísimo en su vida, pues las consideran esenciales para subsistencia. Así, a pesar de la pérdida de la centralidad productiva, las actividades agrícolas siguen siendo parte de la estrategia de reproducción de las familias campesinas, lo que explica que las actividades inherentes al campo no hayan sido desplazadas por completo por las actividades no agrícolas.

Los espacios rurales se han convertido en un ámbito de múltiples ocupaciones. Aquí coinciden los grupos familiares asociados parcial o totalmente con la actividad agrícola y los residentes rurales sin tierra que se incorporan como proletariados. Los primeros, son mayoría, pues constituyen el 60% de los hogares en el campo. De estos, el 56%, además de las actividades relacionadas con las labores de la parcela, se han integrado al proceso económico como semiproletariados. El resto, el 4%, declaró dedicarse exclusivamente a las labores del campo. Por su parte, el segundo grupo, constituye el 40% de los hogares, quienes son familias rurales no campesinas que viven fundamentalmente del trabajo de sus integrantes, que se pueden encontrar localmente o fuera de la localidad (Cuadro N°1).

Cuadro N°1
San Miguel Atepoxco: hogares por condición de actividad
Tipo de hogar (%)
Hogares agrícolas 4.0
Hogares pluriactivos 56.0
Hogares asalariados 40.0
Total 100.0
Fuente: elaboración propia con base en encuestas de campo, 2018.

El predominio de los hogares agrícolas, sin duda, es un hecho relevante, contrario a lo que ocurre en las zonas rurales más cercanas a la ciudad, en el que las familias no campesinas se han extendido considerablemente, debido a diversos factores, como el crecimiento demográfico, el cambio del uso del suelo y el fin del reparto agrario.

La combinación de actividades agrícolas y no agrícolas al interior del hogar, en efecto, es una práctica cada vez más recurrente, dada la crisis de rentabilidad de la economía campesina. Los hogares han tenido que recurrir al trabajo asalariado para lograr el sustento que las actividades agrícolas ya no les pueden proveer de manera suficiente. La estrategia se basa en la extensión del trabajo asalariado sin dejar de lado las actividades agrícolas, las cuales en algunos casos pasan a ser complementarias y, en otros, mantienen la centralidad.

De los hogares pluriactivos de San Miguel Atepoxco, el 43% depende en mayor medida de los ingresos provenientes de las actividades agrícolas, que complementan con el trabajo asalariado, que no deja de ser esencial para su subsistencia. Fuera del ámbito agrario, recurren generalmente a empleos informales complementarios dentro o fuera de la localidad, que realizan de manera ocasional o intermitente, es decir algunos días de la semana o en temporadas de menor trabajo, puesto que la mayor parte del tiempo realizan actividades inherentes al campo. Se emplearon básicamente como albañiles, jornaleros agrícolas, ayudantes generales, comerciantes y choferes en el transporte público y de carga, entre otros empleos.

En cambio, para el 57% de los hogares, el trabajo asalariado representó la actividad principal y la que provee la mayor parte de los ingresos del hogar, que sustituye a las actividades agrícolas que resultan ser insuficientes para garantizar su reproducción. Pero aún con todo, se reconoce que las labores del campo continúan siendo necesarias para la sobrevivencia de las familias agrarias, como parte de las estrategias de diversificación de su fuente de ingresos. En la voz de los propios entrevistados, es un medio importantísimo que les provee de recursos, ya sea en especie o en dinero, con los cuales cubren sus necesidades básicas de consumo.

Esto es significativo, pues evidencia la importancia que aún tiene la parcela en la vida de los campesinos, a pesar de la baja productividad de los productos agrícolas y la crisis que vive el campo mexicano. Su relevancia radica en que la tierra representa un recurso esencial en el apuntalamiento de otras actividades inherentes al campo, como la cría y engorde de ganado, la producción de especies vegetales y la cría de animales de traspatio, que destinan a la venta y al autoconsumo. Además, el campo les permite la recolección y extracción de especies naturales, como plantas silvestres e insectos comestibles en diferentes temporadas del año, que pueden vender y consumir.

La estructura productiva de San Miguel Atepoxco se ha transformado de manera importante, centrándose en las actividades asalariadas. La pérdida de rentabilidad de la economía agrícola abrió la posibilidad al trabajo remunerado, que representa una opción y una fuente importante de ingresos para la población campesina. Las labores tradicionales perdieron importancia en cuanto al ingreso y población ocupada, contrayéndose a tal grado que hoy día sólo el 24% de las actividades productivas pertenecen a este sector.

La reducción de las actividades agrícolas provocó una mayor extensión de las actividades asalariadas, las cuales se han incrementado de manera significativa. Del conjunto de actividades productivas, el trabajo asalariado representó el 76% de las actividades que realizaron los pobladores. De éstas, la mayoría pertenecen al sector terciario, que sobresale con el 47%. En dicho sector, se incorporaron los comerciantes, los ambulantes, los domésticos, de transporte de carga, de transporte público y los trabajadores en servicios diversos. El resto de las actividades, se vincularon con el sector secundario y primario, que concentraron el 18% y 11% de los empleos asalariados, respectivamente. En el primer grupo, se trata de empleos relacionados con la maquila, la construcción y pequeños establecimientos de manufactura y, en el segundo, se incorporan básicamente los peones o jornaleros agrícolas (Cuadro N°2).

Cuadro N°2
San Miguel Atepoxco: actividades productivas por sector de actividad
Tipo de actividad (%)
Trabajo agrícola 4.0
Trabajo asalariado 76.0
Primario 11.0
Secundario 18.0
Terciario 47.0
Total 100.0
Fuente: elaboración propia con base en encuestas de campo, 2018.

Las actividades agropecuarias, que alguna vez representaron la principal alternativa económica, ahora dejan de ser una opción viable para convertirse en una actividad complementaria. La disminución como actividad principal, ha permitido la entrada y consolidación de otras actividades productivas pertenecientes a diversos sectores, que ha dado forma a una estructura económica dominada por las actividades terciarias, orientadas a un amplio sector de la economía informal debido a un mercado de trabajo precario e incapaz de absorber la mano de obra sobrante del campo. Tal conformación, sin duda, representa un escenario productivo distinto al que prevalecía en décadas anteriores.

3.3 La diversificación productiva y la extensión territorial del empleo

La extensión del trabajo asalariado no sólo ha tenido implicaciones en la transformación de la estructura productiva, sino también en la reconfiguración del espacio rural. Con la ampliación ocupacional, se incrementó la proporción de empleos fuera de la localidad, originando múltiples vínculos territoriales con diversos poblados rurales y urbanos, que conforman el espacio de interacción. Para su delimitación, la identificación del lugar de trabajo representa uno de los elementos territoriales más relevantes en la definición de las áreas laborales. Éste se ha empleado por diversas disciplinas para delimitar el espacio rural periurbano con respecto a las grandes ciudades (Appendini, 2008; Larralde, 2008) y para la conformación de microrregiones económicas (Pérez y Zamora, 2010).

Para el caso que nos ocupa, se definieron las áreas laborales según el tamaño de la localidad, con el propósito de agrupar los mercados de trabajo para su análisis. Se definieron cuatro categorías: rural, mixta-rural, mixta-urbana y urbana1. Así, acorde con el lugar de trabajo, se identificaron los múltiples vínculos laborales que se establecen entre la localidad de San Miguel Atepoxco y el ámbito rural-urbano circundante. Del total de las ocupaciones asalariadas, sólo el 35% se realizaron en la misma localidad. Aquí, los habitantes se ocuparon como dependientes en pequeños establecimientos de comercio y servicios propios (abarrotes, papelería, lechería, estética y reparación, entre otros), en la maquila de ropa, en el servicio doméstico, en la construcción y como jornaleros agrícolas.

Por el contrario, el 65% de las actividades asalariadas se realizaron fuera de la localidad, articulando distintas áreas laborales, en su mayoría rurales. Según su localización, el 59% de los empleos se agruparon en diversos poblados rurales, que evidencia la preeminencia indiscutible que tiene el mercado de trabajo rural. Le sigue en importancia un número reducido de poblados mixtos urbanos (entre diez mil y 14,999 habitantes), que concentran el 23% de los empleos. Después de estos, aparecen los poblados mixtos rurales, que agrupan el 8.6%; y los centros urbanos, con el 9.4% de las ocupaciones (Cuadro N°3).

Cuadro N°3
Distribución de empleos asalariados según porcentaje y rango de distancia
Tipo de localidad Localización (%)PoblaciónDistancia
Urbanas 9.4 _ _
Ciudad de México 3.2 19,834,570 71 Km
Z. M. de Pachuca 1.0 349,945 46 Km
Texcoco 2.4 105,165 41 Km
Teotihuacán 2.8 23,325 20 Km
Mixtas urbanas 22.9 _ _
San Martín de las Pirámides 5.4 12,812 12 Km
Otumba 17.5 10,097 7 Km
Mixtas rurales8.6 _ _
San Lorenzo Tlalmimilolpan 2.8 5,386 19 Km
Temascalapa 2.6 6,314 24 Km
Jaltepec 3.2 5,001 16 Km
Rurales 59.1 _ _
Axapusco 20.4 3,324 4.5 Km
Santo Domingo Aztacameca 9.0 3,012 5 Km
Nopaltepec 18.4 3,467 5 Km
Santiago Tolman 6.1 4,402 8 Km
San Felipe Teotitlán 3.1 3,974 8 Km
Cuautlacingo 2.1 3,428 10 Km
Total 100.0 - -
Fuente: elaboración propia con base en encuestas de campo 2018 e información del Censo de Población y Vivienda 2010.

Ahora bien, si se considera la distribución de los empleos con respecto a la distancia, se observa que la mayor proporción se concentró en poblados a no más de diez kilómetros de distancia (76.6%). Por su cercanía, sobresalen las localidades rurales de Axapusco y Nopaltepec, ambas cabeceras municipales, y Santo Domingo Aztacameca que, junto con el poblado de Otumba (mixto urbano y cabecera municipal), agrupan 65.3% de las ocupaciones. En estos lugares, los habitantes se emplearon mayormente como choferes en el transporte de carga y transporte público, ayudantes y costureras en la maquila de ropa, albañiles por cuenta propia, dependientes en diversos comercios, operadores de maquinaria en pequeños talleres de manufactura, vendedores ambulantes y empleados en la administración pública municipal.

Después de los 10 kilómetros, la distribución de los empleos se contrajo territorialmente conforme aumentó la distancia. Entre los 10 y 20 kilómetros, se agrupó 14.2% de las ocupaciones, repartiéndose en poblados mixtos rurales, mixtos urbanos y urbanos. Se distingue San Martín de las Pirámides, ubicado a 12 kilómetros, que concentra la mayor proporción (5.4%); y Teotihuacán, con una población de 23,325 habitantes, es el poblado urbano más cercano a San Miguel Atepoxco, situado a 20 kilómetros, que agrupa a 2.8% de los empleos. En estas áreas, algunas personas entrevistadas trabajaron por cuenta propia en la construcción y en los servicios de reparación (plomería, electricidad y herrería), otros más, como dependientes en el comercio, meseros en el servicio de alimentos, choferes en el transporte de carga, en actividades de intendencia y como profesores en el área de la educación.

Más allá de los 20 kilómetros, se agrupa 9.2% de los empleos, distribuidos en áreas urbanas de distinta jerarquía. En este rango, se ubica Temascalapa, poblado mixto rural, con el 2.6% de los empleos. A 41 y 46 kilómetros se localizan la ciudad Texcoco de cierta importancia económica, con 100 mil habitantes, y la Zona Metropolitana de Pachuca, con 350 mil personas, que en conjunto congregan al 3.4% del trabajo asalariado. Aquí, se em­plearon principalmente en el transporte de carga como chofe­res y ayudantes, operadores y obreros en la industria y en el trabajo doméstico. Por último, a 71 kilómetros se ubica la Ciudad de México, el centro urbano más importante en la región, que concentra 3.2% de los empleos. En ella, los entrevistados tuvieron acceso a empleos formales aun cuando la mayoría fueron de baja calificación. Se emplearon en el sector hotelero, en la industria y en la administración pública (personal militar).

IV. Conclusiones

La diversificación productiva ha sido el principal determinante en la orientación económica de San Miguel Atepoxco. Entre los factores más importantes del proceso de transformación se reconoce, en primer lugar, la complementariedad entre la agricultura y las ocupaciones asalariadas en la generación del ingreso, en el que las labores del campo paradójicamente aún se mantienen como un recurso valioso en la vida de los campesinos. A tal grado, que para la mayoría de las familias campesinas el campo continúa siendo importante, incluso para aquellas que dependen en mayor medida de los ingresos provenientes del trabajo asalariado, pues éste representa un medio, aunque precario, seguro para su subsistencia. No obstante, la incorporación del trabajo asalariado resultó, sin duda, un suceso relevante para el sustento de los hogares, aun cuando sólo puedan acceder a empleos precarios y de baja calificación. Evidentemente, las actividades agrícolas permiten compensar la precariedad e informalidad del empleo no agrícola, lo cual ha reforzado su arraigo. Su importancia se manifiesta en la composición de los hogares en el campo, pues los hogares agrícolas representan la mayoría, contrario a otros ámbitos rurales (periurbanos) donde los hogares no agrícolas predominan sobre las familias campesinas.

Y, en segundo lugar, la diversificación productiva y la extensión espacial del empleo asalariado que, consecuentemente, posibilitó la multiplicación del trabajo fuera de la localidad, acentuado por el atraso y el escaso dinamismo económico que presentan los ámbitos rurales más pequeños. Derivado de ello, se han originado múltiples vínculos laborales con diversos poblados, en su mayoría rurales. Las áreas laborales se conforman básicamente por mercados de trabajo rurales, generalmente, poco desarrollados y por lo tanto con mayor tendencia a la informalidad y precariedad laboral. En estas condiciones, los habitantes acceden a los mercados de trabajo más cercanos, a pesar de su bajo dinamismo económico y baja productividad, pasando por alto los poblados urbanos de mayor importancia donde se puede acceder a mercados de trabajo más diversificados y con mayor dinamismo económico. Al parecer, la distancia es un factor determinante en los desplazamientos laborales, por encima de la infraestructura y la suficiencia del transporte que permiten, al menos en potencia, ampliar los lugares de interacción, donde las personas se pueden desplazar con mayor facilidad y más lejos.

Parecería que la mayor apertura e integración territorial, que se logra gracias a los factores asociados con el reciente proceso urbano –desarrollo de las vías de comunicación y la ampliación de los sistemas de transporte–, poco o nada posibilitaron la incorporación del espacio rural a la dinámica urbana, pese a que es parte del mismo espacio al que pertenecen las ciudades. Asimismo, la transformación de la estructura productiva de San Miguel Atepoxco, no se debe a la extensión de las pautas urbanas, más bien, se da porque la población se desplaza y se vincula con otro tipo de actividades, pero en otras localidades, lo cual representa uno de los rasgos novedosos más sobresalientes.

Finalmente, los hallazgos empíricos obligan a profundizar y debatir con mayor cuidado lo que se define como nueva ruralidad, sobre todo, por ser un concepto asociado básicamente a los espacios periurbanos, que han sido los puntos de atención de los estudios territoriales y urbanos. Actualmente, la nueva ruralidad engloba múltiples realidades que es necesario traducir y concretar en cada caso particular.

V. Referencias bibliográficas

Allen, A. (2003). La interfase periurbana como escenario de cambio y acción hacia la sustentabilidad del desarrollo, Caracas, año 2003. Cuadernos del Cendes, Vol.20, Núm. 53.

Appendini, K. (2008). La transformación de la vida rural en tres ejidos del centro de México. En Kirsten A. y Gabriela T. (Editores), ¿Ruralidad sin agricultura? (27-58). México. El colegio de México.

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Notas

1 De acuerdo con Luis Unikel (1978, p. 14), la población urbana es aquella que reside en localidades de quince mil y más habitantes; mientras que la población no urbana se clasifica en mixta urbana, entre diez mil y 14,999 habitantes; mixta rural, entre cinco mil y 9,999 habitantes; y rural, con menos de cinco mil habitantes.

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