Recepción: 14 Noviembre 2023
Aprobación: 27 Diciembre 2023
Resumen: La desigualdad laboral es un fenómeno estructural en México que afecta a amplios sectores poblacionales. El objetivo del artículo es analizar la situación de desigualdad laboral en la población en edad productiva (joven y adulta) de la megalópolis del centro de México; además se identifican los factores que influyen en las diferencias laborales en esta región territorial. Se estimó un modelo de regresión logística binaria con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para el año 2023. A través de los momios de probabilidad, se muestra que las características laborales tienen mayor impacto en la desigualdad laboral que las características individuales de los ocupados. Las conclusiones fueron que al considerar la variable de tamaño del establecimiento la edad pierde su significancia y con ello la relevancia en la explicación de este fenómeno.
Palabras clave: desigualdad laboral, población en edad de trabajar, megalópolis, jóvenes, México.
Abstract: Labor inequality is a structural phenomenon in Mexico that affects large sectors of the population. The objectiveof the article is to analyze the situation of labor inequality in the population of productive age (young and adult) of the megalopolis of central Mexico; In addition, the factors that influence labor differences in this territorial region are identified. Methodology: estimated a binary logistic regression model was estimated with data from the National Survey of Occupation and Employment (ENOE) for the year 2023. The results found, through probability odds, show that job characteristics have a greater impact on employment labor inequality than the individual characteristics. Conclusions: when considering the variable of size of the establishment, age loses its significance and with it the relevance in the explanation of this phenomenon.
Keywords: labor inequality, working-age population, megalopolis, young people, Mexico.
Introducción
El análisis de la población en edad productiva representa un tema prioritario por su volumen demográfico. En particular en México en el año 2023, los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) que levanta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2023) muestra que los jóvenes de 15 a 29 años representaron 31.3 millones de los 129.1 millones de habitantes (24.2%); mientras que los adultos de 30 a 59 años eran 49.6 millones (38.4%). Es importante señalar que en la actualidad la población trabajadora cuenta con mayores niveles de escolaridad; sin embargo, los mercados de trabajo se han precarizado con un fuerte impacto en las condiciones materiales de los trabajadores y la reproducción de la mano de obra en México.
En este marco, los datos del INEGI (2023) muestran que una gran proporción de la población en edad productiva que se desempeña en el sector informal, tiene características sociales, educativas y demográficas tanto del ámbito individual como familiar que la coloca en una condición distinta en términos individuales y familiares que confirman la situación de desventaja, vulnerabilidad y riesgo respecto a la población que se ubica en un empleo formal (Román, 2017). En promedio, la población en edad productiva que se encuentra en la informalidad tiene dos años menos de edad que aquellos que se ubican en la formalidad, tiene niveles de escolaridad más bajos, viven en el área rural y en su mayoría son mujeres. Además tres de cada diez trabajadores informales ganan menos de dos salarios mínimos, entendiendo por ello un ingreso laboral por debajo de la línea de pobreza por día (Román, 2017). Una situación similar en encontró en una investigación más reciente de Argentina, donde se comprobó la brecha de las remuneraciones entre la población ocupada en el segmento formal y no formal (Paz, 2021).
A partir de lo anterior, el presente artículo tiene como objetivo analizar la situación de desigualdad que enfrenta la población en edad productiva (joven y adulta) en la megalópolis del centro de México y se pretende identificar los factores que influyen en las diferencias laborales en esta región. Para ello se estimó un modelo de regresión logística binaria con datos de la ENOE para el año 2023.
La importancia del estudio reside en analizar dos etapas determinantes en la vida del ser humano: la juventud y la adultez. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2021) la juventud que es per se vulnerable, no solo porque los jóvenes tienen poca experiencia a su corta edad, sino porque están en una fase en la que se experimentan transiciones rápidas; de ahí que resulte urgente abordar los desafíos que este sector poblacional enfrenta.
En ese mismo sentido, la trascendencia de analizar las desigualdades que la juventud y la adultez experimentan es parte de las vulnerabilidades que son producidas y reproducidas en sus comunidades, estados y países. Los riesgos que la población en edad productiva, tanto joven como adulta, experimenta significa una respuesta a la pobreza, la desigualdad y la exclusión social. Por ello, abordar las condiciones desiguales asociadas con este grupo de población significa analizar las disparidades y desventajas sistémicas que disminuyen las oportunidades en la vida a escala local y regional, para ofrecer más oportunidades y soluciones más justas, equitativas y progresivas (ONU, 2021; Montes de Oca, Alonso, Montero-López y Vivaldo, 2021).
La elección de realizar el análisis en la megalópolis del centro de México se debe a tres razones principales. La primera porque las siete entidades (Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo, Puebla, Morelos, Querétaro y Tlaxcala) que la conforman concentran a casi 45 millones de personas (25.3 millones de jóvenes y adultos en edad productiva), es decir, una de cada tres personas que vive en el país reside en alguna de estas siete entidades. La segunda razón se debe a que al ser la zona urbana más grande del país, tiene el mayor dinamismo económico, social y demográfico. Desde 1998 hasta 2008 esta área representó poco más del 40% del valor agregado total metropolitano (Trejo, 2013). La última razón es porque la megalópolis constituye un referente territorial obligado en materia económica, social, cultural y política; al interior de esta región las entidades tienen una tradición industrial, turística y empresarial importante. Estos aspectos hacen de esta región un lugar que permite contrastar las hipótesis de desigualdad laboral que enfrenta la población en edad productiva.
El artículo se compone de cuatro apartados. El primero expone perspectivas teóricas más importantes desde la cuales se ha abordado el tema de los mercados de trabajo, de manera específica se destaca el enfoque de desigualdad laboral. El segundo contextualiza las condiciones desiguales que enfrentan los jóvenes y los adultos. El tercero describe la pertinencia de la ENOE como fuente de datos, describe los fundamentos estadísticos del modelo de regresión logística binaria. Por último se describen, analizan y discuten los resultados obtenidos de los modelos y su vínculo con la perspectiva de desigualdad. Se agregan argumentos a manera de conclusiones, limitaciones y nuevas interrogantes derivadas de este estudio.
Perspectivas teóricas del mercado de trabajo: La desigualdad laboral
La situación laboral de la población ha sido analizada desde diferentes perspectivas teóricas. Desde las económicas, hasta las sociológicas, las psicológicas entre otras. Todas las perspectivas han aportado conocimiento sobre las necesidades, las demandas, los riesgos y las amenazas que enfrenta la población. En la presente investigación se expone una breve presentación de las perspectivas más importantes; sin embargo, nuestra atención se centra en el enfoque de desigualdad (ver esquema 1).
En lo que respecta a la teoría neoclásica, la desigualdad laboral tiene explicación en la profesionalización; lo que se denomina la economía de la educación, es decir, el nivel de ingresos está relacionado con el nivel de especialización del trabajo, del conjunto de responsabilidades, capacidades, habilidades y experiencia. En este sentido, la edad tiene importancia, pues al inicio de la vida laboral las personas tienen menor experiencia y especialización. El contexto familiar también se considera importante al igual que el tipo de actividad económica (Miranda; Maldonado y González, 2023; Mirafuentes, 2020).
En lo que respecta a la población en estudio, los jóvenes se encuentran en desventaja, debido a que en esta etapa inicia su vida laboral bajo la lógica de aprendizaje y exploración, con alta movilidad horizontal. Según la teoría neoclásica, la movilidad ascendente ocurre cuando la población joven acumula cualificaciones laborales (experiencia) junto con la responsabilidad familiar que se daría alrededor de los 28 a 30 años de edad. Bajo esta mirada la situación laboral de la población joven es resultado de las diferencias del capital humano y de la experiencia laboral derivados de esfuerzos individuales y familiares para acceder a las fases de exploración y aprendizaje en las que opera el mercado de trabajo (Miranda; Maldonado y González, 2023; García y Gutiérrez, 1996).
En el planteamiento de la teoría del capital humano, la desigualdad laboral tiene su origen en el nivel de escolaridad, elemento que está relacionado con el cambio tecnológico, pues contar con bajos niveles de especialización conduce a empleos con adversas condiciones laborales; de ahí que se sostenga que la desigualdad es resultado del capital humano deficiente, o dicho de otra forma de la carencia de conocimientos y habilidades acordes al desarrollo tecnológico (Mirafuentes, 2020). Estos planteamiento conducen a pensar la desventaja de la población joven, pues la decisión acerca de la escolaridad se realiza en el ámbito familiar de origen. Las decisiones son tomadas por los padres o tutores y en este sentido, la familia tiene un papel trascendental al decidir el tiempo dedicado a obtener credenciales educativas, así como en el tipo de especialización (la preferencia de carreras educativas) que tendrá la población joven (García y Gutiérrez, 1996).
Por otro lado, en la perspectiva teórica de los mercados de trabajo segmentados la desigualdad laboral constituye un eje central. El mercado de trabajo se concibe como un “subsistema tripartito de relaciones industriales dentro del sistema social, condicionado por las características tecnológicas, los imperativos presupuestarios o de mercado y la distribución desigual del poder” (Fernández, Riquelme, y López, 2020). De ahí que los planteamientos teóricos de este enfoque sea la segmentación (división) del mercado de trabajo, donde los trabajadores tienen restricciones a la movilidad, intervienen tanto factores de oferta como de demanda y aspectos geográficos. De manera tal que se sostiene que la desigualdad no solo obedece solo a las diferencias en el nivel de escolaridad, sino que es consecuencia de otros factores como la oferta y demanda de trabajo, características sociales, de localización espacial, desde las clases sociales, la raza, y sus efectos en los distintos segmentos del mercado laboral (Miranda; Maldonado y González, 2023; Fernández, Riquelme, y López, 2020).
Bajo esta perspectiva teórica, los jóvenes se encuentran en el segmento de menores privilegios como resultado de la existencia de barreras ocupacionales dentro de los mercados de trabajo que conducen a diferentes grupos ocupacionales que repercuten en una diversidad de trayectorias laborales, así como a la competencia desigual por los puestos de trabajo. Los planteamientos de esta teoría ubican a la población joven en el sector secundario donde prevalecen las micro y pequeñas empresas con tecnología sencilla, pero intensivas en trabajo, empleos con salarios bajos, inestabilidad laboral y escasa promoción laboral (Miranda; Maldonado y González, 2023; García y Gutiérrez, 1996). Por su parte la población adulta se encuentra en el sector primario y con mejores condiciones laborales.
En el enfoque de la heterogeneidad estructural la desigualdad laboral es parte del encadenamiento de desigualdades que no puede explicarse sin la heterogeneidad de la estructura productiva (pensamiento estructuralista cepalino). Se reconoce la brecha interna y la externa de este fenómeno (estructuras ocupacionales y de ingresos segmentadas) y de hecho se consideran otras dimensiones como la heterogeneidad regional, la diferencia de género y territorial (Bernasconi, Golovanevsky y Romero, 2019; Alfaro, Escoto y Sánchez, 2006). De tal manera que esta perspectiva considera la desigualdad como multidimensional (económica o de ingresos), pero también de multinivel (personas u hogares) y acepta que la desigualdad se produce y reproduce en función de la dinámica socioeconómica y laboral que conduce a patrones de consumo estratificados (Bernasconi, Golovanevsky y Romero, 2019), así como la coexistencia de ramas económicas de alto y al mismo tiempo bajo nivel de productividad (Alfaro, Escoto y Sánchez, 2006).
Este marco teórico evidencia la sesgada distribución del progreso técnico entre las economías capitalistas centrales y periféricas, sobre todo los países latinoamericanos, mismos que repercuten en diferencias significativas de productividad e ingresos de la población ocupada. Los jóvenes son vistos como un grupo de trabajadores con empleos de productividad baja, pues los atributos de este conjunto de mano de obra son inferiores al resto de los trabajadores en los que se encuentra la población adulta (Infante, 2009; Alfaro, Escoto y Sánchez, 2006).
Respecto a los enfoques clásicos de estratificación social, las perspectivas más importantes son: la marxista, el enfoque weberiano, la funcionalista y la familiar (Seid, 2021; Galassi, 2010). Los planteamientos teóricos destacan que en las sociedades antiguas las clases se relacionan con la división del trabajo, por ello la agricultura y la domesticación de los animales acentuaron las desigualdades de poder y riqueza; mientras que en las sociedades capitalistas modernas las desigualdades sociales se organizan en torno a la posesión de capital. Bajo el pensamiento sociológico, la estratificación y las desigualdades no son naturales y no dependen de la categoría de nacimiento (Seid, 2021). Desde el funcionalismo, la desigualdad está asociada a las posiciones que pueden ocupar los individuos. Otras formas de estratificación social consideran que en la desigualdad influyen factores como el tiempo, las posibilidades económicas y condiciones de vida (Seid, 2021).
De acuerdo a duek e Inda (2006) las clases sociales constituyen la jerarquía específica del orden económico; entendiéndose por clase como el conjunto de posibilidades para proveer bienes y servicios, que derivan dentro de una determinada posición económica, que depende del poder de disposición, o carencia de éste, sobre los bienes y los servicios así como las maneras para obtener ingresos (Duek e Inda, 2006). En este sentido, la población joven se identifica dentro de la clase social con menores privilegios y se circunscribe como una clase social con menor acceso a los medios de producción, la menor probabilidad de apropiación de sus productos y, menores mecanismos entre las relaciones de poder y dominación; así como escasas oportunidades de ascenso de movilidad social (Seid, 2021; Galassi, 2010).
El enfoque de estructura de oportunidades fue propuesto por Kaztman y Filgueira (1999) para acercarse a la estimación del riesgo (Galassi, 2010). Este hace referencia a la relación que existe entre los activos, la generación y reproducción de éstos. Se puede definir como el conjunto de posibilidades de acceso a bienes, servicios o actividades que inciden sobre el nivel de bienestar de la población y por hogar. “Las principales estructuras de oportunidades están constituidas por el mercado, el estado y la comunidad” (Galassi, 2010), de tal manera que se afirma que los recursos existentes se convierten en activos y ésos en oportunidades cuando dichas estructuras así lo permiten (Kaztman y Filgueira,1999; Kaztman, 1999).
El mercado involucra los aspectos relacionados como el empleo, ingreso, el consumo y el ahorro. El estado mantiene el rol como principal fuente de oportunidades, de proveedor directo de activos físicos y humanos, de proveedor indirecto facilitando el acceso de los hogares a determinados activos nuevos (Galassi, 2010). La comunidad o sociedad civil contempla fuentes de activos: redes políticas, las familias y redes extrafamiliares en la comunidad. La estructura familiar sigue siendo la fuente de oportunidades en las primeras etapas de la vida de un individuo (Galassi, 2010).
Bajo este enfoque la población joven constituye un grupo en desventaja en las tres estructuras de oportunidades; en el mercado representa mano de obra barata y secundaria, en el Estado son excluidos de las esferas de educación gratuita y de calidad; en la familia y comunidad son considerados integrantes sin voz ni voto. En otras palabras al existir un segmento de jóvenes con posibilidad de adquirir los activos que los habilitan para aprovechar los canales de movilidad e integración en el mercado, se debe tener precaución para que no ocurran consecuencias negativas en las oportunidades de movilidad e integración en la sociedad como la segregación residencial y de segmentación de las estructuras educativas, para evitar lo anterior algunos autores recomiendan las políticas públicas dirigidas a este segmento poblacional (Kaztman y Filgueira, 1999; Kaztman, 1999).
Para Amartya Sen el concepto de igualdad de oportunidades es un término de la misma disponibilidad de los medios particulares, aplicabilidad o no de algunas barreras o restricciones específicas. Para este autor “la verdadera igualdad de oportunidades tiene que pasar por la igualdad de capacidades” (Sen, 1995), es decir, la eliminación de desigualdades de capacidad. Los requerimientos de la igualdad de capacidades tienen que observarse en el contexto de las exigencias contrarias de la eficiencia y en general de las preocupaciones agregativas (Sen, 1995).
El enfoque de vulnerabilidad es amplio, complejo, multidimensional y de larga trayectoria, el término central es la vulnerabilidad que se define como la cualidad de lo que puede ser herido o recibir una lesión física o moralmente, como consecuencia de tres elementos: un evento potencialmente adverso, inseguro, una incapacidad de respuesta, y una inhabilidad para adaptarse a un nuevo escenario (Kaztman y Filgueira, 1999; Kaztman, 1999; Galassi, 2010). En otras palabras, la vulnerabilidad se caracteriza por la capacidad para controlar las fuerzas que lo afecta, por un déficit de activos, su devaluación, o la inhabilidad de manejarlos, creando debilidades en los individuos u hogares para afrontar los riesgos sociales y básicos; entonces se trata de un proceso donde los activos configuran un entramado social que impide o propicia el bienestar (Ramos, 2019; Galassi, 2010; Kaztman y Filgueira, 1999; Kaztman, 1999).
Caroline Moser (1998) planteó el enfoque de vulnerabilidad de activos como marco analítico para analizar las estrategias de los hogares pobres, cuando enfrentan situaciones de crisis. Su objetivo era conocer la forma de obtención de los activos por parte de los hogares, su acumulación, su preservación, su consumo e inversión. En este enfoque intervienen al menos tres tipos de capital: físico, financiero o productivo y social (Moser, 1998 en Galassi, 2010).
En sentido amplio la vulnerabilidad se encuentra enmarcada por la incertidumbre laboral, inestabilidad familiar y debilitamiento de las estructuras comunitarias; la combinación de dichos riesgos hace que algunos segmentos sociales sean más o menos vulnerables (Kaztman y Filgueira, 1999; Kaztman, 1999).
Desde este enfoque, la población joven tiene el menor capital físico, con los recursos productivos más bajos, sin tenencia de una vivienda y con escasos o nulos bienes durables de consumo. Pero al mismo tiempo con el capital humano más corto. Respecto al capital financiero, los jóvenes tienen un gran potencial laboral, pero el tipo de empleo, la estabilidad laboral y los ingresos son más bajos (Moser, 1998 en Galassi, 2010).
Respecto al enfoque de desigualdad, existe una amplia literatura sobre el tema. Tan antiguo es la existencia de la desigualdad social como el interés por el análisis de la calidad de vida en individuos, hogares y comunidades (Galassi, 2010). La desigualdad se trata de un fenómeno de carácter multidimensional (Galassi, 2010), cuyo concepto opuesto es la igualdad; Amartya Sen (1995) hace la pregunta igualdad ¿de qué? igualdad al mismo ingreso, a los mismos niveles de bienestar, a la misma ponderación de las utilidades, a los mismos derechos y libertades. Desde el punto de vista de este autor, la idea de igualdad se enfrenta a dos tipos de diversidades: 1) la heterogeneidad de los humanos y 2) la multiplicidad de variables externas (Sen, 1995).
Los seres humanos somos diferentes tanto en características internas (edad, sexo, capacidades generales, talentos particulares, propensión a una enfermedad); como a las circunstancias externas (propiedad de activos, la extracción social, los problemas de circunstancia, el patrimonio heredado o el ambiente natural y social en el que vivimos) (Sen, 1995). En este sentido, las características físicas y sociales hacen a los seres humanos diferentes, donde la desigualdad previa tiene un efecto importante en la desigualdad actual (Sen, 1995).
En este sentido y desde hace décadas, existen argumentos en contra de la igualdad, por ejemplo William Letwin (1983) critica la distribución igual que los ingresos, él sostiene que las personas al no ser iguales es lógico suponer que no deberían ser tratados por igual, es donde tiene cabida la desigualdad. Se puede decir entonces que la desigualdad es una consecuencia de la no igualdad (Sen, 1995).
Desde el enfoque de la demografía de la desigualdad se percibe a ésta última como un fenómeno relacional y estructural que va más allá del análisis de niveles de desagregación, sino que pretende inmiscuirse en las relaciones, los procesos y las estructuras de distinción social ubicadas en cada categoría de diferenciación demográfica. De manera tal que la propuesta analítica pretende resignar la descomposición por sexo, etnia o condición migratoria y otras variables como modos de desigualdad categorial, debido a que dichas categorías se explican más allá de los rasgos individuales, sino que dependen de la organización, la creencia y la imposición sociales extensivas (Canales, 2021; Montes de Oca et. al., 2021).
Recientemente ha surgido la demografía de la desigualdad como una perspectiva analítica que busca dar explicación a las diferencias sociales, a partir de aportar elementos teórico-analíticos y críticos que converjan en el entendimiento de la diversidad de situaciones así como sus procesos de reproducción; dicha perspectiva pretende identificar además de la estimación cuantitativa el origen, las consecuencias y manifestaciones de la desigualdad. Bajo esta lógica se trata de “condiciones de diferenciación entre sujetos sociales, que se constituyen como tales a partir de un sistema de relaciones que los vincula entre ellos”.
Desde el enfoque de la demografía de la desigualdad se percibe a ésta última como un fenómeno relacional y estructural que va más allá del análisis de niveles de desagregación, sino que pretende inmiscuirse en las relaciones, los procesos y las estructuras de distinción social ubicadas en cada categoría de diferenciación demográfica. De manera tal que la propuesta analítica pretende resignar la descomposición por sexo, etnia o condición migratoria y otras variables como modos de desigualdad categorial, debido a que dichas categorías se explican más allá de los rasgos individuales, sino que dependen de la organización, la creencia y la imposición sociales extensivas (Canales, 2021; Montes de Oca et. al., 2021).
¿Qué sabemos de la desigualdad laboral de la población en edad productiva?
La problemática de las desigualdades, la polarización y la vulnerabilidad han ocupado un lugar importante en las investigaciones socioeconómicas (Montes de Oca et. al., 2021; Ramos, 2019; Rózga, 1994). La desigualdad social y laboral es uno de los aspectos que distingue a América Latina en el contexto mundial. Existen largos y constantes periodos de crisis en los que el crecimiento del Producto Interno Bruto de la región ha registrado una desaceleración, debido en gran parte a las fuertes contracciones económicas que ocurren en Brasil, México, Argentina, Uruguay entre otros (Ariza y De Oliveira, 2007).
Como consecuencia de la pandemia del virus Sars Cov-2 en América latina aumentó la desigualdad laboral en la población económicamente activa; uno de los sectores más afectados fue el grupo de trabajadores del sector informal (140 de los 500 millones), junto con aquellos que quedaron desempleados (se perdieron 34 millones de empleos) en México la cifra ascendió a 12 millones, donde nueve de cada diez se encontraban en la informalidad (Aragón, 2021).
Brasil y México son dos países que han puesto de manifiesto que el bajo ritmo de expansión de la economía y una marcada desigualdad de ingresos puede dificultar el aprovechamiento del llamado bono demográfico; ninguno de los dos países han logrado el ritmo de crecimiento económico requerido para generar la cantidad de empleo necesario para absorber la mano de obra joven qué trata de ingresar al mercado laboral cada año (Ariza y De Oliveira, 2007).
La falta de buenas oportunidades de empleo para los jóvenes y los adultos se observa en casi toda América Latina. La inserción laboral de la población joven representa un signo de la desigualdad existente en los mercados laborales, donde destacan situaciones crónicas o latentes de desempleo, prolongación de la dependencia social en la familia, falta de acceso a empleos, a la educación y a la salud de calidad, factores que afectan su ingreso y permanencia en las actividades productivas bien remuneradas. La etapa juvenil muestra la transición social de la posición en el sistema educativo, las posiciones desiguales en el mercado de trabajo, la posición de la familia de origen y la independencia con ésta (García y Gutiérrez, 1996; OCDE/CEPAL/CAF, 2017).
México no se encuentra ajeno a esta problemática y la desigualdad también se hace presente; sin embargo, estudios previos (Szekely, 2005; Castañeda y Bengtsson, 2020; Esquivel, 2020) muestran que para los periodos de 1895- 1940 y 1950-1984 se presentaron reducciones importantes de pobreza y desigualdad, lapsos que coinciden con el rápido proceso de industrialización y por el crecimiento económico que se estaba viviendo en el país. No obstante, de 1984 al 2004 se mostró un ligero aumento de la desigualdad y se encontró un valor del Coeficiente de Gini con un valor de 0.46 (Esquivel, 2020).
Durante el periodo 1950-2012 se pueden observar resultados contrastantes; al comparar algunas cifras oficiales con otras ajustadas se nota una tendencia diferencial; las cifras oficiales mostraron un decremento; mientras que las ajustadas muestran un aumento de la desigualdad en México; sobre todo a partir de 1990 cuando se observa una tendencia creciente con los datos ajustados (Del Castillo, 2015 citado en Esquivel, 2020).
En nuestro país, la población joven presenta situaciones de vulnerabilidad y desventaja. De acuerdo a Orlandina De Oliveira (2006) a pesar de su heterogeneidad sociodemográfica, la mayoría de la población asalariada se inserta en los mercados de trabajo en empleos que se caracterizan por grados de precariedad que van de moderados a muy altos (De Oliveira, 2006). Solamente cerca de un tercio de ellos desempeñan actividades no precarias o de baja precariedad Este hallazgo pone de manifiesto una vez más la situación de vulnerabilidad laboral y social a la que está sujeta la población en edad productiva, que tanto hombres como mujeres, sobre todo éstas últimas, enfrentan situaciones de incertidumbre en el mundo laboral, ya sea por la falta de protección o estabilidad laboral, por los bajos salarios o escasas prestaciones. Por su parte Emma Navarrete destaca la heterogeneidad al interior de la población trabajadora mexicana, la autora afirma que a pesar de que las y los jóvenes tuvieron mayores oportunidades de acceso a la escuela que las que tuvieron generaciones anteriores, tienen condiciones laborales más precarias (Navarrete, 2001).
En México a partir de la llegada del virus SARS-CoV-2, en marzo del año 2020 diversas investigaciones destacan que la desigualdad se profundizó en el país. Al respecto, Montes de Oca y otros (2021) afirman que la desigualdad se recrudeció en diferentes poblaciones; y que las difíciles condiciones de salud son resultado de las desigualdades estructurales que se normalizan en los mercados de trabajo y la dinámica social o familiar (Montes de Oca et al., 2021). Estos mismos autores encuentran relación entre la mayor mortalidad masculina con la informalidad en el mercado de trabajo, al mismo tiempo que la población que no recibe remuneración fija estuvo más expuesta al riesgo de contagio a la enfermedad. De tal manera que los autores concluyen que la desigualdad estructural del país impactó directamente primero en la mortalidad, sobre todo la masculina, y después en el mercado de trabajo, pero también en el hogar y la familia.
Además de lo anterior, en su investigación Aragón (2021) destaca que la pandemia del virus SARS-CoV-2 afectó además de segmentos poblacionales tradicionalmente aceptados como vulnerables, surgieron nuevas o renovadas desigualdades como aquellas relacionadas con el tele-trabajo. Empleos que son desarrollados sobre todo por población en edades centrales (Aragón, 2021).
Estrategia metodológica: Modelo de regresión logística binaria
La revisión de la literatura muestra que existen varios indicadores, técnicas, estrategias y métodos para analizar la desigualdad. Desde indicadores sintéticos, tablas sociales, curvas Three “I” de pobreza, índice de miseria, índices de vulnerabilidad por componentes principales, algunas medidas de exclusión social, estadística descriptiva e inferencial, entre otros (Montes de Oca et.al., 2021; Esquivel, 2020; Aguilar, 2000).
Para el presente estudio y con la intención de identificar las variables que influyen en la desigualdad laboral de la población en edad de trabajar se estimaron modelos de Regresión Logística Binaria. Dicha técnica estadística pretende la modelización de la relación entre una variable dicotómica dependiente observada y una o más variables independientes, asumiendo la existencia de una variable latente continua subyacente (Escobar, Fernández y Bernardi, 2012).
Matemáticamente el modelo logístico se puede representar de la siguiente forma:
Las variables incluidas en el modelo de regresión logística binaria se pueden observar en la tabla 1. Como variable dependiente se utiliza la desigualdad laboral basada en el contrato de trabajo que es un aspecto central en la certeza laboral de los trabajadores y tiene un impacto relevante en la desigualdad en el mercado de trabajo (Organización Internacional del Trabajo, 2021). En lo que respecta a las variables independientes se asocian con aspectos sociodemográficos y laborales.
Para la elección final del modelo de regresión logística binaria se usó la técnica de selección por pasos, es decir, se introdujo una a una las variables para llegar al modelo más parsimonioso. En este sentido se fueron añadiendo las variables y se revisó la significancia del modelo. En total se estimaron 14 modelos. El primero fue solo para conocer la relación entre la desigualdad laboral y el sexo de los trabajadores (Modelo 1). Los siguientes tres fueron para identificar si la variable de “edad” debía incluirse como continua (Modelo 2), en dos categorías (Modelo 3), o en tres categorías (Modelo 4). Los consecutivos tres modelos fueron para identificar la variable de escolaridad: agrupada en tres categorías (Modelo 5), continua (Modelo 6) o en dos categorías (Modelo 7). Posteriormente se agregó la variable de estado conyugal (Modelo 8) y así sucesivamente (ver tabla 2).
Respecto al nivel predicción del modelo se puede observar que solo considerando el sexo de los ocupados se identifican cerca del 55.8% de los casos. Al incluir la edad y el nivel de escolaridad se incrementa al 68.3%, mientras que al agregar el estado conyugal, tipo de empleo y las prestaciones el número de casos correctos aumenta a 92.1%. Cabe destacar que la variable de edad dejó de ser estadísticamente significativa hasta que se incluyó en el modelo la variable tamaño del establecimiento (Modelo 12). El modelo final (Modelo 14) estimó 92.68% de los casos, en éste se decidió eliminar la variable de estado conyugal, debido a que no era estadísticamente significativa.
La elección del modelo 14 como final se debe a que los valores en los Criterios de información de Akaike y Bayesiano (AIC y BIC) fueron los más bajos (tabla 2). Por lo tanto, el modelo más parsimonioso fue el siguiente,
A partir de los coeficientes estimados del modelo de regresión logística binaria se puede inferir que el tipo de empleo, las prestaciones, la jornada y el tamaño del establecimiento influyen de manera positiva en el logaritmo ponderado de las posibilidades a favor de estar empleado sin contrato. En contraste, el sexo, los años de escolaridad y los ingresos son variables que inhiben la ocupación en desigualdad. Todas las variables estadísticamente significativas (tabla 2).
A través de los momios de probabilidad se puede observar que las características laborales tienen mayor impacto en la desigualdad laboral que las características individuales de los ocupados. De hecho, al considerar la variable de tamaño del establecimiento la edad pierde su significancia y con ello la relevancia en la explicación de la desigualdad laboral.
De manera específica los resultados destacan que el tipo de empleo es la variable que más influye en la desigualdad laboral; estar ocupado en un empleo informal aumenta la razón de probabilidad de estar en desigualdad laboral en 22.74 veces en comparación con un empleo formal; mientras que estar ocupado en un micronegocio aumenta la razón de probabilidad en 6.43 veces más que en los pequeños, medianos o grandes establecimientos; un empleo sin prestaciones incrementa la razón en 4.53 veces que contar con éstas, una jornada mayor de 48 horas la aumenta en 24%. Por el contrario, por cada año de escolaridad que incrementa la población ocupada la razón de probabilidad de estar en un empleo sin contrato se reduce en 10%, así mismo ser mujer reduce la probabilidad de la desigualdad laboral en 26%, respecto a los hombres. Respecto a los ingresos, los datos permiten observar que un mayor número de salarios mínimos reducen la razón de probabilidad de la desigualdad laboral (tabla 2).
Los efectos marginales del modelo de regresión logística corroboran los resultados anteriores. Los trabajadores que se encuentran en un empleo informal registran 65.1% mayor probabilidad de estar en empleado sin contrato escrito en comparación con aquellos que tienen un empleo formal. Asimismo, los trabajadores empleados de los micronegocios registran 43.4% mayor probabilidad de estar en desigualdad laboral que aquellos que se ubican en pequeños, medianos o grandes establecimientos, los ocupados que no tienen prestaciones reportan 36% más de probabilidad de estar en desigualdad laboral que cuando tienen alguna prestación laboral. Por el lado de las características individuales, las mujeres tienen 7.3% menor probabilidad de un empleo desigual que los hombres; por cada año de escolaridad que se incrementa la probabilidad de tener desigualdad laboral se reduce 2.6%. El aumento en el salario mínimo reduce la probabilidad de la desigualdad laboral en 6.2% (ver gráfica 1).
Población joven versus población no joven
Además del modelo de regresión logística binaria anterior se estimaron dos modelos más. El primero fue exclusivamente para analizar la desigualdad laboral de la población joven, mientras que el segundo fue para la población no joven, se consideraron las mismas variables del modelo 14, pero se agregaron interacciones de algunas de éstas.
Al comparar los efectos marginales de ambos modelos se puede destacar la similitud de los efectos que tienen las variables en la desigualdad laboral, salvo algunas diferencias: como que las mujeres jóvenes son ligeramente más propensas a tener un empleo sin contrato que los hombres; el incremento en los años de escolaridad tiene mayor efecto en la población joven que en la no joven para la desigualdad laboral, o que el tipo de empleo informal afecta más a los jóvenes que a los no jóvenes para una desigualdad laboral (ver tabla 3).
Al estimar la interacción entre el sexo, la edad y los años de escolaridad, los resultados arrojan que dichas variables solo tienen efectos principales, pero no conjuntos. Dicho en otras palabras, que las variables sí influyen sobre la desigualdad laboral de forma separada, pero no juntas al no ser estadísticamente significativos los coeficientes. No obstante, sí se observan efectos conjuntos en las variables de sexo y prestaciones, al respecto los momios de probabilidad indican que ser mujer y estar empleada sin recibir prestaciones reduce la razón de probabilidad de desigualdad laboral en 58% (tabla 3).
Otras interacciones muestran mayor efecto en la desigualdad laboral, tal es el caso en el que con un empleo informal en un micronegocio la razón de probabilidad de tener un empleo sin contrato aumenta 225.2 veces más en relación a los pequeños, medianos o grandes establecimientos. En ese mismo sentido, tener un empleo informal con prestaciones aumenta la razón de probabilidad de desigualdad laboral en 25.2, pero cuando no se recibe alguna prestación la razón de probabilidad aumenta a 108.3 veces (tabla 3).
Discusión y conclusiones
La pandemia del virus Sar Cov-2 en México tuvo un impacto no solo en el nivel de mortalidad del país, y claro del mundo, sino que tocó otras esferas como los aspectos económicos, sociales, culturales y por supuesto laborales. Dicho evento ha sido calificado como un fenómeno social sin precedentes en la historia de la humanidad, cuya relación de eventos demostró la fragilidad y el riesgo por morir o infectarse, debido a que una de cada tres personas fallecidas era de América Latina, donde además una proporción elevada de población sufrió desempleo, informalidad, pobreza y desigualdad (Aragón, 2021).
En este sentido, aunque la desigualdad existe desde tiempos inmemorables, a nivel global la desigualdad tiene ciertas características, que algunas veces distan de la desigualdad local que se puede observar al interior de cada país. La megalópolis del centro de México es una urbe de gran dinamismo económico y social, donde conectan siete entidades federativas haciendo de ésta la zona con mayor importancia en términos de flujos económicos y humanos, pero al mismo tiempo con grandes problemáticas que enfrentar como la desigualdad laboral.
La desigualdad laboral analizada en este estudio como la disyuntiva de tener o no contrato de trabajo resultó interesante y al mismo tiempo preocupante. Pues el contrato laboral se asocia con la incertidumbre e incrementa la desigualdad en los mercados de trabajo, de ahí que se identifiquen a trabajadores en condiciones laborales desiguales, algunos con empleos estables y otros en empleos inestables. Aquella población ocupada con contrato escrito tiene en general mejores condiciones de trabajo, ingresos más altos y mayor acceso a la seguridad social; en el lado opuesto se encuentra el grupo de trabajadores con menores ingresos, escasas prestaciones, alta movilidad, mayor informalidad y menor acceso a la seguridad social; resultados semejantes con otros estudios como el de Cervantes (2017).
La existencia de la desigualdad laboral en el mercado de trabajo de la megalópolis del centro de México no es un hecho fortuito o aleatorio, se trata de un fenómeno donde intervienen tanto las características individuales, pero sobre todo las laborales; al respecto los modelos estimados permiten ver que este evento no solo afecta a jóvenes inexpertos, sin experiencia o con baja escolaridad, sino también a adultos con escolaridad media y alta, casado o solteros, a hombres y mujeres; este fenómeno va más allá de los aspectos que podemos tener los seres humanos que nos hacen únicos, esas características individuales como las llama Amertya Sen; la desigualdad laboral se explica principalmente por las características externas a los individuos, más que sociales son laborales; los resultados permiten visualizar que la desigualdad laboral de debe principalmente al tipo de empleo y al tamaño del establecimiento.
En este sentido, las variables externas a los individuos son las que determinan la desigualdad laboral, de tal manera que por más que los jóvenes se esfuercen en estudiar más, en permanecer solteros, en adquirir más experiencia; o su parte los adultos obtengan mayor cualificación, asistir a cursos de capacitación y querer ser indispensables en las empresas será insuficiente para eliminar la desigualdad laboral. Las opciones que pueden cambiar el panorama sobre la desigualdad laboral en la megalópolis se centran en las decisiones empresariales; el contexto macroeconómico y también el tema político.
Respecto a las decisiones empresariales se tendría que analizar el tipo de empleo ofertado y sus características laborales; en cuanto al contexto macroeconómico habría que impulsar el crecimiento económico del país, para que las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas puedan crear mejores empleos, a través de la generación de clústeres que impulsen el crecimiento de los micronegocios y cadenas de valor; con relación al tema político resultaría prudente revisar las propuestas para eliminar definitivamente el outsourcing, y que no sea una simulación empresarial.
En esta investigación, la desigualdad laboral se remite a un análisis microeconómico, ante esto es posible visualizar las desventajas que tienen los empleos desiguales, es decir, carecer de un contrato de trabajo a nivel individual puede generar poca estabilidad en el empleo, mayor rotación de personal, despidos con mayor frecuencia, recibir un menor número de prestaciones, ingresos laborales más bajos, menor probabilidad de que los jóvenes logren emanciparse, mayor vulnerabilidad al desempleo y en general a reducir las condiciones de vida de los individuos y de sus familias. No obstante, habrá otro grupo de trabajadores que tenga mejores condiciones de trabajo que repercutan en mejores estándares de vida; aquellos que puedan lograr adquirir una vivienda, acceder a mejores servicios de salud, lo que converge en una desigualdad eterna y heredada; esa desigualdad previa que denomina Amartya Sen, pero que se reproduce y continúa sin poder detenerse.
Este estudio tiene varias limitaciones, la primera es que se trata de un análisis transversal, no se puede ver la dinámica de la desigualdad laboral, se trata solo de una fotografía y no de una película que pueda identificar y cuantificar los cambios de este fenómeno multidimensional. La segunda es un análisis microeconómico que contempla solo la visión de los individuos en cuestión, por ello resulta de suma relevancia retomar este estudio en su visión macro, meso y micro.
Por lo anterior resultaría muy interesante considerar nuevas preguntas de investigación ante este fenómeno, tales como: ¿cuáles han sido los cambios y efectos de la desigualdad antes y pos Covid-19 en México?, la desigualdad ¿afecta con la misma intensidad todas las regiones de México?, indagar más elementos sobre la sociodemografía de la desigualdad y encontrar y cuantificar dentro de la desigualdad qué elementos son heredados y cuáles actuales.
Referencias
Aguilar, Genaro (2000). Desigualdad y pobreza en México, ¿son inevitables?, México: UNAM/IIE/IPN/CIECAS.
Alfaro, G., Escoto, A., & Sánchez, E. (2006). La heterogeneidad estructural y la dinámica laboral en El Salvador. Trabajo de graduación para optar al grado de licenciada en Economía. Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. San Salvador, El Salvador
Aragón, Jaime (2021). “Pandemia global y desigualdades locales: implosión política, económica y social en México”, en Études caribéennes, Núm. 49. Francia: Institut des Sciences Humaines et Sociales (CNRS). Disponible en: https://journals.openedition.org/etudescaribeennes/21569?lang=es [25 de noviembre de 2021].
Ariza, Marina y De Oliveira Orlandina (2007). “Familias pobreza y desigualdad social en Latinoamérica: una mirada comparativa”, en Estudios demográficos y urbanos, vol. 22, núm. 1, México: El Colegio de México. Disponible en: https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0186-72102007000100009 [18 de agosto de 2019].
Bernasconi, Mariana Soledad; Golovanevsky, Laura Andrea y Romero, María Agustina (2019). “Desigualdad y desarrollo: Multidimensionalidad y heterogeneidad estructural”, en Revista de Estudios sobre Cambio Estructural y Desigualdad Social, núm. 29, Argentina: Instituto de Investigaciones Gino Germani. Disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/120985/CONICET_Digital_Nro.0acdb103-fcf7-4fd2-b1e2-d636dea59be4_A.pdf?sequence=2&isAllowed=y [9 de febrero de 2020].
Canales, Alejandro (2021). “Demografía de la desigualdad”, en Nueva Sociedad, núm. 293. Argentina: Fundación Friedrich Ebert (FES). Disponible en: https://nuso.org/articulo/demografia-de-la-desigualdad/ [5 de noviembre de 2021].
Castañeda, Diego y Bengtsson Erik (2020). “Income inequality in México 1895-1940: industrialization, Revolution, Institutions”, en Lund Papers in Economic History, núm. 212, Suecia: Department of Economic History.
Cervantes, David (2017). "Inestabilidad laboral en México: análisis de trayectorias, movilidad e impacto del tipo de contratación, 2005 - 2015". (Tesis de Doctorado). México: Universidad Nacional Autónoma de México. Disponible en: https://repositorio.unam.mx/contenidos/75460 [6 de marzo de 2019].
De Oliveira, Orlandina (2006). “Jóvenes y precariedad laboral en México”, en Papeles de Población, vol. 12, núm. 49, Toluca: Universidad Autónoma del Estado de México.
Del Castillo, Miguel (2015). “La magnitud de la desigualdad en el ingreso y la riqueza en México: una propuesta de cálculo”, en Serie Estudios y Perspectivas, núm.167, México: CEPAL.
Duek, Celia e Inda Graciela (2006). “La teoría de la estratificación social de Weber: un análisis crítico”, en Revista Austral de Ciencias Sociales, núm. 11, Chile: Universidad Austral de Chile. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=45901101 [6 de junio de 2019].
Escobar, Modesto; Fernández, Enrique y Bernardi, Fabrizio (2012). Análisis de datos con Stata. Cuadernos metodologícos, Núm. 45. Segunda edición, España: Centro de Investigaciones Sociológicas.
Esquivel, Gerardo (2020). Indicadores de desigualdad. Conceptos y evidencias para México, México: Banco de México. Disponible en: https://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/articulos-y-otras-publicaciones/publicaciones-junta-gobiern.html [4 de junio 2020].
Fernández, Ana María; Riquelme, Prudencio José y López, María (2020). “El enfoque de los mercados de trabajo segmentados: origen y evolución”, en Cuadernos de Relaciones Laborales, vol.38, núm. 1, España. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7443369 [4 de julio 2021].
Galassi, Gabriela (2010). "Hacia la matriz vulnerabilidad–clases sociales: Enfoques de Rubén Kaztman y Susana Torrado", en Leandro González, [comps.], Lecturas sobre vulnerabilidad y desigualdad social, Argentina: Centro de Estudios Avanzados. Disponible en: http://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar:8080/bitstream/CLACSO/597/3/Lecturasvulnerabilidad.pdf [5 de noviembre 2020].
García, José María y Gutiérrez, Rodolfo (1996). “Inserción laboral y desigualdad en el mercado de trabajo: cuestiones teóricas”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 75, España: Universidad de Oviedo. Disponible en: https://www.jstor.org/stable/40184036 [7 de julio 2020].
Infante, Ricardo (2009). “Capítulo III. Heterogeneidad productiva y del mercado laboral", en Sunkel, Osvaldo e Infante, Ricardo [comps.]. Hacia un desarrollo inclusivo: el caso de Chile. Chile: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Diponible en: https://repositorio.cepal.org/handle/11362/1384 [5 agostode 2019].
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2020). Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) (2023). Microdatos. México: Disponible en: https://www.inegi.org.mx/programas/enoe/15ymas/ [4 de febrero 2019].
Kaztman, Ruben (1999). Activos y estructuras de oportunidades. Estudios sobre las raíces de la vulnerabilidad en Uruguay, Uruguay: CEPAL. Disponible en: https://repositorio.cepal.org/handle/11362/28651 [10 de julio 2020].
Kaztman, Ruben y Filgueira, Carlos (1999). “Notas sobre el marco conceptual”, en Kaztman, Ruben, (1999) (comps.), Activos y estructuras de oportunidades. Estudios sobre las raíces de la vulnerabilidad en Uruguay, Uruguay: CEPAL. Disponible en: https://repositorio.cepal.org/handle/11362/28651 [10 de julio 2020].
Letwin, William (1983). Against equality: readings on economic and social policy. London: Macmillan in association with the Foundation for Education in Economics.
Mirafuentes, César (2020). Desigualdad: una crítica a la teoría ortodoxa (Tesis de Maestría). Universidad Autónoma Metropolitana. Disponible en: https://repositorio.xoc.uam.mx/jspui/retrieve/377b45ce-d547-4f04-8d1e-c13da9596c0b/cdt030821104647rqvo.pdf [10 de agosto 2020].
Miranda, J.; Maldonado, S. y González, X. (2023). Desfragmentación social y transmisión intergeneracional de desigualdades educativas en jóvenes colombianos. Pensamiento Americano, e#:582-6(31), 1-18. DOI: https://doi.org/10.21803/penamer.16.31.582
Montes de Oca, Verónica; Alonso, María del Pilar; Montero-López, María y Vivaldo, Marissa (2021). “Sociodemografía de la desigualdad por Covid-19 en México”, en Revista Mexicana de Sociología, vol. 83, núm. Especial, México: UNAM. Disponible en: http://revistamexicanadesociologia.unam.mx/index.php/rms/article/view/60169 [2 de diciembre 2021].
Moser, Caroline (1998). “The asset vulnerability framework: Reassessing urban poverty reduction strategies:”, en World Development, vol. 26, núm. 1, Estados Unidos de América: The World Bank. Disponible en: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0305750X97100158 [9 marzo 2019].
Navarrete, Emma Liliana (2001). Juventud y trabajo: un reto para principios de siglo, México: El Colegio Mexiquense.
OCDE/CEPAL/CAF (2017). Perspectivas económicas de América Latina 2017: Juventud, competencias y emprendimiento, OECD Publishing, Paris. Disponible en: http://dx.doi.org/10.1787/leo-2017-es [13 julio de 2019].
Organización de las Naciones Unidas (2021). Juventud. Estados Unidos de América. Disponible en: https://www.un.org/es/global-issues/youth [11diciembre de 2021].
Organización Internacional del Trabajo (2021). Las desigualdades y el mundo de trabajo Ginebra, Suiza: Oficina Internacional del Trabajo. Disponible en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_norm/---relconf/documents/meetingdocument/wcms_792136.pdf [4 diciembre de 2021].
Paz, Jorge (2021). "La brecha de remuneraciones entre segmentos del mercado de trabajo en la Argentina", en Revista Desarrollo y Sociedad, vol. 88, núm. 7. Bogotá: Universidad de los Andes – CEDE. Diponible en: http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-35842021000200239 [11 octubre de 2021].
Ramos, D. (2019). “Entendiendo la vulnerabilidad social: una mirada desde sus principales teóricos”, en Estudios del Desarrollo Social, vol. 7, no.1. La Habana, Cuba.
Román, Yuliana Gabriela (2017). “Jóvenes y sector informal en el Estado de México. Un grupo en desventaja”, en Revista Perspectivas Sociales, vol. 19, núm. 2. México: Facultad de Trabajo Social y Desarrollo Humano.
Rózga, Ryszard (1994). “La polarización espacial en las teorías de desarrollo regional”, en Gestión y política pública, vol. 3, núm. 1, México: Centro de Investigación y Docencia Económicas.
Seid, Gonzalo (2021), “Invariablemente móvil. Una revisión sobre estratificación y movilidad social”, en Miríada: Investigación en Ciencias Sociales, vol. 13, núm. 17, Argentina: Instituto de Investigación en Ciencias Sociales. Disponible: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=8154432 [24 noviembre de 2021].
Sen, Amartya (1995). Nuevo examen de la desigualdad, España: Alianza Economía.
Szekely, Miguel (2005). “Pobreza y desigualdad en México entre 1950 y 2004”, en El trimestre económico, vol. 72, núm. 288, México: Fondo de Cultura Económica.
Trejo, Alejandra (2013). Las economías de las zonas metropolitanas de México en los albores del siglo XXI, en Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 28, núm. 3, México: El Colegio de México.