El Puntero

José Martí, los trabajadores y la independencia de Cuba (Ensayo)

José Martí, the Workers and the Independence of Cuba. (Essay)

Pedro Lázaro Mariño Montano
Universidad de Granma Sede Blas Roca Calderío. Manzanillo. Cuba., Cuba

ROCA. Revista Científico-Educacional de la provincia Granma

Universidad de Granma, Cuba

ISSN-e: 2074-0735

Periodicidad: Frecuencia continua

vol. 18, núm. 2, 2022

roca@udg.co.cu

Recepción: 12 Octubre 2021

Aprobación: 21 Enero 2022



Universidad de Granma

Resumen: El artículo aborda un aspecto poco conocido o divulgado del pensamiento martiano. Se trata de sus concepciones acerca del trabajo, su identificación con los trabajadores y la contribución obrera a la causa de la emancipación nacional. El propósito de este trabajo es ofrecer un pequeño aporte de carácter expositivo que sirva de base a estudios más profundos sobre el tema, tomando como referencia los estudios realizados por el investigador e historiador cubano José Cantón Navarro (1925 -2008), quien expone en su obra amplios elementos sobre el tema. La importancia radica en la necesidad de poner a disposición de los interesados las opiniones de José Martí (1853-1895) sobre el trabajo, que se conozca su identificación con los trabajadores y sus estrechos vínculos con ellos, así como el aporte que hicieron los obreros a las luchas por la independencia en el siglo XIX.

Palabras clave: trabajo, trabajadores, obreros, contribución, independencia.

Abstract: The article addresses a little-known or revealed aspect of Marti’s thought. It is about their conceptions about work, their identification with the workers and the workers contribution to the cause of national emancipation. The purpose of this work is to offer a small contribution of an expository nature that serves as a basis for more in-depth studies on the subject, taking as a reference the studies carried out by the Cuban researcher and historian José Cantón Navarro (1925 -2008), who exposes in his works extensive elements on the subject. The importance lies in the need to make available to those interested the opinions of José Martí on work, that their identification with the workers and their close ties with them is known, as well as the contribution that the workers made to the struggles for the independence in the 19th century.

Keywords: work, workers, laborers, contribution, independence.

Introducción

El estudio relacionado con la vida, obra y pensamiento de José Martí, héroe nacional, el apóstol de la independencia, y el autor intelectual de la Revolución cubana triunfante del siglo XX, se considera de gran importancia. Particular significado tiene la temática abordada en este trabajo si la Revolución que se construyó es de los humildes, con los humildes y para los humildes, una república en la que todos los hombres y mujeres vivan de su trabajo propio, como Martí lo anheló.

José Martí no es solamente el héroe nacional y el apóstol de la independencia, además de un grandioso heroísmo y de su entrega total y absoluta a la causa por la emancipación nacional, hay en él un sistema de ideas y principios esenciales que lo hicieron ideólogo y organizador de la Revolución, ejemplo y defensor del pueblo humilde de todos los que construyen con sus propias manos un mundo nuevo de solidaridad humana, de libertad y de justicia; precursor de una sociedad de trabajadores.

Desarrollo

La procedencia social de Martí no es obrera, pero si humilde. Desde muy niño padece las dificultades económicas del padre, solo gracias a la ayuda de manos amigas puede realizar estudios avanzados.

Según Cantón (2005) en su libro Martí y los trabajadores:

Don Mariano, su padre, había sido obrero cordelero y sastre; después, sargento artillero, celador y juez pedáneo. Sus ingresos fueron siempre insuficientes para cubrir las necesidades de una familia que llegó a contar con diez miembros: los padres y ocho hijos. Doña Leonor y sus hijas se vieron precisadas a realizar trabajo a domicilio: confección de ropas y otras labores. Es decir, dependieron en cierta medida, y durante determinados períodos, de un trabajo manual, uno de los peor pagados, por cierto. (Cantòn, 2005, p. 23)

En el joven Martí ejercen decisiva influencia los principios éticos de sus padres, y en particular de Don Mariano.

Él educaba a sus hijos en el rechazo a los privilegios injustos, a la holgazanería y a otros vicios; predicaba con el ejemplo la honradez, la austeridad, la sencillez, la humildad, entre otras virtudes. Por eso Martí fue formando en profundos sentimientos de gratitud y reconocimiento a los valores de su padre, sentimientos que expresa en cartas, poemas y otros escritos. (Cantòn, 2005, p. 23)

Indudablemente, el medio familiar creó condiciones propicias para el desarrollo de sentimientos de simpatía a los trabajadores en José Martí.

Espoleado por la situación precaria de su familia, dotado de una inteligencia muy superior a la normal y convertido en alumno de Rafael María de Mendive -un eximio patriota-, muy pronto ha de comprender lo que representa para Cuba su estatus colonial y lo necesaria que le es la independencia. Desde las mismas aulas comienza, pues, junto a sus compañeros y maestros, la lucha contra la dominación española, que a partir de entonces constituiría la razón esencial de su vida. (Cantòn, 2005, p. 24)

Según expone Cantón (2005):

Que nosotros sepamos, Martí no tuvo relaciones con obreros de la ciudad ni del campo cuando vivió en Cuba. De su estancia en el Hanábana sabemos poco en ese sentido: sólo nos han quedado referencias a su encuentro con ciertos problemas de la esclavitud rural y aquellos versos suyos (El Rayo surca, sangriento, / El lóbrego nubarrón:), inspirados en la crueldad con que se trataba a los negros. Aunque solo cuenta entonces nueve años, ese contacto con la realidad social de tierra adentro deja en él una impresión imborrable. (Cantòn, 2005, p. 24)

El ambiente familiar tampoco es propicio a contacto con personas de ideas radicales. La ideología independentista de Martí se enfrenta, desde sus inicios, a la oposición de sus padres, quienes desaprueban rudamente los ideales de su hijo. Según Cantòn (2005) “Ellos son, por encima de todo, españoles, presienten el riesgo que tales concepciones pueden acarrear a Martí y piensan que al abrazar el joven la causa de la revolución, se tronchará inevitablemente su futuro prometedor” (p. 24).

Preso y condenado a trabajos forzados, su contacto tampoco es esencialmente con obreros. Conoce allí al anciano de sesenta y cinco años Nicolás del Castillo, de procedencia campesina, de quien dicen que es brigadier insurrecto; a Lino Figueredo, niño de doce años, cuyos padres fueron asesinados por apoyar la causa independentista. Al anciano y al niño se les impuso una lenta muerte a latigazos; al segundo con la agravante de obligársele a trabajar al sol y a la lluvia pese a estar enfermo de viruelas.

En el presidio político, los torturados son humildes e insurrectos; los torturadores, los asesinos representan el poder colonial de Cuba en España. Estos hechos reafirman el ideal patriótico de Martí, dejan en su alma una huella mucho más profunda que la llaga marcada en su pierna, para siempre, por el grillete. (Cantòn, 2005, p. 25)

Deportado, consagra casi por entero su estancia en España a plantear el problema de Cuba ante la opinión peninsular; visita Centro y Sudamérica, conoce a los indios, se identifica con los campesinos trabajadores, entabla relaciones con la intelectualidad progresista, discute con políticos y economistas. Pero solo enfrenta en toda su crudeza el problema social de la época cuando llega a los Estados Unidos, donde ya acaba el domino de la libre concurrencia y en el que surgen las contradicciones inherentes a la fase imperialista del modo de producción capitalista.

Los primeros contactos conscientes de Martí con los obreros se produjeron en España.

Según testimonio de Pablo Iglesias, líder proletario y fundador del Partido Obrero Socialista español, cuando el joven cubano de dieciocho años es deportado a la península se interesa vivamente por los problemas sociales. Tanto en Madrid como en Zaragoza, además de su actividad a favor de la independencia de Cuba, asiste con frecuencia a los círculos de republicanos progresistas (seguidores de Pi y Margall) y a los del proletariado español. Iglesias presenta a Martí como un “joven delicado que siempre anduvo en reuniones obreras y republicanas, en las redacciones de los periódicos avanzados, en el ateneo y en las sesiones de las Cortes” (Domenech, 1949, p. 19).

Mucho más fuertes y conocidas son las relaciones que establece Martí con el naciente movimiento obrero mexicano entre 1875 y 1877. Colaboró en El Socialista y otros periódicos proletarios; escribió sobre las principales cuestiones que afectaban a los trabajadores aztecas; y elaboró sus primeras concepciones sobre el papel de las clases sociales, las contradicciones entre capitalistas y obreros, la solidaridad proletaria, los métodos que deben utilizar los obreros para conquistar sus reivindicaciones y sobre la lucha de clases en general.

Durante su estancia en México, el joven emigrado promueve la acción unida de estudiantes y obreros, y el intercambio de conocimientos entre ambos componentes de la sociedad. Desde 1875 preconiza algunas ideas que tienen mucha similitud con las que enarbolaría Julio Antonio Mella en 1923, al fundar la Universidad Popular a la que puso el nombre del Apóstol. (Cantón, 2005, p. 26)

Cantón (2005) expresa que:

Reseñando un acto en memoria del héroe mexicano Ignacio Zaragoza, héroe mexicano de la lucha contra los invasores franceses, escribió Martí: “El Gran Círculo de Obreros (…) invitó al Comité Central de las Escuelas Nacionales a que tomaran parte en la festividad de mañana. Los estudiantes son obreros: unos trabajan la industria: otros trabajan la razón. (p. 27)

Martí aspira a que los obreros se enaltezcan mediante el estudio y a que los estudiantes se formen en el trabajo creador. Tan estrechas son las relaciones que Martí establece con los trabajadores mexicanos, que:

… cuando se celebra el primer Congreso Obrero de México, en marzo de 1876, lo eligen delegado. El periódico El Socialista, uno de los más importantes órganos de la prensa proletaria en ese país, cita a Martí como uno de los “jóvenes de provecho que se sientan con la clase obrera, que por ella trabaja, que en la prensa o en la tribuna defiende sus derechos… (Cantón, 2005, p. 27)

Las concepciones de Martí sobre el trabajo.

Para abordar las concepciones de Martí sobre el trabajo, es importante significar que la identificación de Martí con los trabajadores sería incomprensible sin conocer su definición del trabajo y sus criterios sobre el significado de este para el hombre y la sociedad.

Según el Apóstol, dos condiciones esenciales ha de tener el hombre verdadero: trabajar para sí mismo y decir sin miedo lo que piensa. Suele reiterar estos requisitos en muchas ocasiones, refiriéndose a los asuntos más diversos. Generalmente le agrega al término trabajo un calificativo: trabajo directo, trabajo con las propias manos, trabajo útil. (Cantòn, 2005, p. 28)

Al respecto se presentan algunas ideas definitorias que sobre este tema expone Martí: “La actividad es un monstruo que cuando no crea, devora. Es necesario darle empleo” (Martí, t. 9, p. 85).

Sólo del trabajo continuo y numeroso viene la dicha. El trabajo es “fuente de fuentes (…) fuente de orígenes”. El trabajo hace al hombre, lo disciplina, lo embellece, lo alimenta, lo desarrolla; el trabajo cría justicia; es en los talleres donde los pueblos se maduran y se aseguran, donde aprenden el hábito y los métodos de crear. “…el que llevó las estrellas de la guerra no es general de veras hasta que con sus propias manos no se ponga en el hombro las estrellas del trabajo”. El trabajo es el aire y el sol de la libertad. El que no trabaja, abjura; es un desertor”. (Valdés, 2012, p. 654)

Todavía en los últimos tiempos de la colonia, el trabajo manual era considerado deshonroso por aquella sociedad de pensamiento medieval. El apóstol libró muchos combates ideológicos en defensa del trabajo y contra toda discriminación a cualquier trabajador, sin importarle si realizaba una labor de carácter manual o intelectual, calificada o no calificada, bestial o humanizada. “En lo que se trabaja no importa; sino que se trabaje. La esclavitud deshonra al hombre, y el besar manos criminales, no la humildad del oficio” (Martí, t. 1, p. 451).

Invariable con esas ideas, Martí considera que la sociedad no debe permitir en su seno gente ociosa, parásitos que, siendo aptos para realizar una labor socialmente útil, pretenden vivir a costa del esfuerzo de los demás.

Sostiene una y otra vez que nadie debe gozar de un beneficio cuyo precio no haya pagado: “…nadie tiene derecho a lo que no trabaja”; “Es inútil, y generalmente dañino el hombre que goza del bienestar de lo que no ha sido creador”; “Cada cual viva de su sudor, o no viva”. Y sustentando un criterio muy semejante al principio socialista de que “el que no trabaja no come”, afirma de modo concluyente: “Ni indirectamente debe la sociedad humana alimentar a quien no trabaja directamente en ella”. (Cantón, 2005, p. 29)

Sobre este aspecto, Cantón expone un párrafo citado muy pocas veces:

“Pues mi padre, Sres., fue un soldado; pues mi madre, Sres., aunque por una heroica entereza y clarísimo juicio, la tenga yo por más que princesa y más que reina, es una mujer humilde; pues mi hijo, señores, aunque en mis versos lo llame príncipe, será un trabajador, y si no lo es, le quemaré las dos manos”. (Cantòn, 2005, p. 29)

Además de su fuerte concepción del trabajo, Martí, expresa en todas sus obras la identificación y simpatía por los humildes.

Según Cantòn (2005) “Desde sus primeros años, Martí aprendió a querer a los humildes: a los negros esclavos, a los indios excluidos, a los trabajadores honestos y sencillos. Devoción que ha de ser, cada vez en mayor medida, una intacta línea de conducta” (p. 29).

Todavía niño, ante la injusticia del negro ahorcado, se proclama vengador: “y al pie del muerto juró-lavar con su vida el crimen”. A los veintidós años, sin haber estudiado todavía los problemas sociales, se siente obligado a solidarizarse con las justas demandas de los “artesanos”- que es como en esa época solían llamar muchas veces a los obreros-; escribe ardientes páginas sobre ellos con motivo de sus luchas huelguísticas, y condena a aquellos trabajadores que evaden la ayuda a sus hermanos olvidando que: “La fraternidad no es una concesión, es un deber.” (Cantón, 2005, p. 29)

La simpatía de Martí surge espontáneamente en sus cartas, artículos, discursos, poemas. No son solo una bella expresión sino una convicción íntima aquellos versos tan conocidos:

“Con los pobres de la tierra

Quiero yo mi surte echar” (Martí, t. 16, p. 67).

Cuando Martí vive junto a los obreros norteamericanos, esos sentimientos se definen mejor. Al poco tiempo de estar con ellos son, a sus ojos, “los que definen el mundo”; “los héroes humildes, que cual los hindús a las plantas del elefante blanco, se acuestan en la tierra para que la humanidad pase”. (Cantón, 2005, p. 31)

Para Martí, “El trabajo embellece. Remoza ver a un labriego, a un herrador, o a un marinero. De manejar las fuerzas de la naturaleza, les viene ser hermosos como ellas” (Cantón, 2005, p. 31).

Sin embargo, a medida que se compromete con el problema social, va comprendiendo-sin llegar las posiciones del marxismo-el papel que le corresponde a los obreros en la solución de tal problema.

Los trabajadores y la revolución. La contribución principal.

La contribución de los obreros cubanos a la lucha independentista ha sido un tema tratado muchas veces. Pero se ha limitado, salvo pocas excepciones, a la ayuda económica que prestaron los emigrados, sin apreciar otros aspectos en que la presencia obrera fue importante, y, en algunos casos, decisiva: las tareas propiamente militares, el trabajo político y de propaganda, la proyección del programa independentista, entre otras.

Según Cantón (2005):

Esa participación comienza en la guerra del 68 -apenas nacido el proletariado cubano-, crece paulatinamente desde entonces, hasta hacerse decisiva en el 95. Durante este período se crean, solo en Tampa y Cayo Hueso, más de ciento cincuenta clubes revolucionarios, a través de los cuales se canalizó lo esencial de la actividad revolucionaria de la clase obrera. (Cantòn, 2005, p. 101)

La inserción de Martí en la sociedad norteamericana durante quince años le da una nueva visión del problema social. Y es en el Norte donde se vincula definitivamente con el proletariado cubano, a través de la emigración revolucionaria. Allí completa su identificación con la clase obrera partiendo de sus concepciones sobre el trabajo y los trabajadores, y, además, palpando directamente la ejemplar actitud de las masas trabajadoras en la lucha por la independencia de Cuba. Ese encuentro permanente con el proletariado le hace comprender lo que esta clase significa para la causa patriótica.

Martí afirma en varias ocasiones que los obreros fueron “el sostén constante y fecundo” en la guerra de los Diez Años, refiriéndose fundamentalmente a los emigrados ya que, dentro de la isla, el proletariado no pasaba de ser entonces una clase en formación, que daba los primeros pasos para organizarse y carecía de una adecuada preparación político e ideológica y no estaba en condiciones de participar en la contienda como clase independiente y unida, con su propio programa e ideología.

Sin embargo, de forma individual, gran número de asalariados se rebelaron contra el poder colonial. Entre ellos hubo conspiradores, abundantes presos y deportados. Muchos se lanzaron a la manigua como combatientes.

El 9 de abril de 1869, seis meses después del Alzamiento en Damajagua, fueron agarrotados en la explanada de la Punta, en La Habana dos patriotas, tabaqueros de profesión, considerados los primeros mártires obreros en la guerra liberadora: Francisco de León y Agustín Medina”. (Cantón, 2005, p. 102)

Orlando Castañeda (como se citó en Cantón, 2005) describe la conmovedora rectitud de ambos patriotas al ser ejecutados.

De León, el primero en subir al patíbulo expresó con energía y confianza. “Muero convencido de que la insurrección triunfará y de que Cuba ha de ser libre. ¡Viva la independencia!” Y Medina, ante el cuerpo exánime de su compañero, dijo con igual convicción: “No temas, amigo. Tu muerte y la mía no han de ser inútiles. ¡Cuba será libre!”. (Cantón, 2005, p. 102)

En la emigración las condiciones posibilitaban la incorporación de los obreros a la lucha. Allí existía un movimiento sindical bien organizado, en el que participaban también los cubanos; las ideas más avanzadas tenían amplia propagación, y se logra más rápidamente un grado apreciable de conciencia política e ideológica. Además, los trabajadores que emigraban solían tener un mayor desarrollo de la conciencia nacional, y se encontraban fuera del control directo de las autoridades españolas. Todo ello les permitía desempeñar un papel de mucha importancia, como clase en la batalla patriótica.

Los obreros y sus familiares integraron, desde el principio, los clubes revolucionarios en diferentes regiones de los Estados Unidos.

El primer club que se creó, la Asociación Patriótica de Cayo Hueso, estaba integrado en su gran mayoría por obreros. Lo presidía José Dolores Poyo, lector de la fábrica de tabacos de Vicente Martínez Ibor; su secretario era Juan María Reyes, uno de los fundadores de La Aurora, el primer periódico obrero de Cuba; y el tesorero, Antonio Madruga, era tabaquero. (Cantón, 2005, p. 103)

También los obreros integraron las expediciones que trasladaban hombres y pertrechos para los mambises:

La del Virginius en 1873. El barco, de bandera británica, fue apresado por las autoridades españolas, las que comenzaron a fusilar a los expedicionarios; pero la masacre fue detenida por la intervención del cónsul inglés en Santiago de Cuba. Ahora bien, de los sesenta y ocho hombres no fusilados cuya ocupación se conoce, cuarenta y ocho eran obreros (el 61 por ciento), y de ellos, veintitrés tabaqueros. (Cantón, 2005, p. 103)

De la determinante contribución del proletariado a la lucha nacional liberadora dieron certeza muchos patriotas entre ellos el jefe mambí Máximo Gómez Báez (como se citó en Cantón 2005). Quien afirma en su diario de campaña:

Por cada disparo de carabina vieja que apenas alcanzaba 400 metros, surgía en las filas del pueblo un batallón de hombres, pero desarmados (…) Las clases trabajadoras en el destierro les quitaban el pan a sus hijos y daban el dinero para que nos mandaran armas, y con miles de trabajos nos fueron llegando las armas. (Cantón, 2005, p. 103)

Finalizada la Guerra Grande, los obreros rechazaron el Pacto del Zanjón y se fueron sumando a todos los propósitos independentistas, constituyeron un factor determinante en los clubes revolucionarios, como Borinquen y Las Dos Antillas, compuestos casi totalmente por trabajadores; formaron la masa fundamental del Partido Revolucionario Cubano; continuaron nutriendo, en mayor escala, las expediciones; y proporcionando una ayuda económica decisiva a la preparación y luego al desarrollo de la guerra.

Según Castellanos (como se citó en Cantón, 2005), el general Eusebio Hernández cuando participó en el llamado Plan Gómez-Maceo (1884-1886), peregrinó en una ocasión las fábricas de Cayo Hueso a fin de recaudar fondos para la insurrección, labor que tuvo un éxito absoluto entre los obreros, no así entre los industriales. Años más tarde, se refería a hechos como ese en un discurso: “Estos tabaqueros debieron haber sido inmortalizados ya en un monumento que haga imperecedera esta hazaña y que ofrezca a las nuevas generaciones el ejemplo de la historia altísima de sus sacrificios Sin ellos no estaríamos en esta tribuna reconstituyendo nuestra epopeya sin temores como estamos”. (Cantón, 2005, p. 104)

Cuando Martí preparaba la “guerra necesaria”, sobre todo a partir de la fundación del Partido Revolucionario Cubano:

(…) prestó una particular atención a la masa de cubanos asentada en Cayo Hueso, Tampa, Ocala y otros lugares del sur norteamericano. Para que se tenga una idea de la importancia de esa población emigrada, basta decir que en 1890 había unos dieciocho mil cubanos en el Cayo, que constituían más del 70 por ciento del total de cubanos radicados en los Estados Unidos, y de esos emigrados del Cayo, doce mil (el 67 por ciento) eran tabaqueros, que trabajan en ciento noventa y tres fábricas y talleres. (Cantón, 2005, p. 104)

Precisamente a esos bastiones obreros que eran Cayo Hueso y Tampa se dirigió Martí a finales de noviembre de 1891 para organizar el Partido Revolucionario Cubano. Allí redactó los documentos más importantes del Partido, las Bases y los Estatutos Secretos; los discutió con los dirigentes de los clubes y los sometió a la consideración de las masas.

El 5 de enero de 1892, en una importante reunión en la que estaban representados los clubes de Cayo Hueso y una delegación de Tampa, ambos documentos fueron aprobados en principio (Después vendría la discusión y aprobación en cada uno de los clubes). En una fiesta popular a la noche siguiente, el día 6, un tabaquero, Francisco María González, fue el encargado de leer las bases.

Desde ese momento, Martí hace continuos viajes a esas localidades del sur estadounidense.

“En mayo de 1894, durante uno de esos viajes, enfermó repentinamente y fue acogido durante tres días en el hogar de la cubana negra Paulina Pedroso, obrera tabacalera oriunda de Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río” (Cantón , 2005, p. 105)

En el momento en que Martí lleva a cabo su ardua labor organizativa y de unificación se superan muchas debilidades y problemas existentes en relación con los clubes (y con la emigración general), culminado este proceso con la fundación del Partido Revolucionario Cubano. Se estabiliza también entonces la ayuda de los trabajadores.

Cada obrero aporta voluntariamente el 10 por ciento de su jornal por la causa liberadora; se crea “El Día de la Patria”, que consiste en la donación del salario un día a la semana, y se realiza otras actividades económicas. Las cuotas se recaudan casi sin interrupción a partir de 1892, haciéndose particularmente importantes desde el inicio de la insurrección. (Cantón, 2005, p. 107)

Estos recursos financieros permiten a Martí comprar armas y preparar expediciones, fundar y sustentar periódicos, ayudar a las familias de los patriotas que se encuentran en Cuba, realizar actividades de organización y propaganda, entre otros.

Una muestra de cómo los obreros responden a las exigencias de la Revolución es la actitud que adoptan ante el fracaso de la Fernandina. Con los grandes gastos que ocasionó la expedición, los fondos quedan agotados, y es de imperiosa necesidad recoger una cantidad adicional para continuar los planes insurreccionales.

“A Tampa se dirige entonces Gonzalo de Quesada con la encomienda de recaudar dos mil pesos en el período más breve. Y basta que una comisión recorra los talleres explicando la urgencia, para que de inmediato se reúna lo pedido” (Cantón, 2005, p. 107)

Los obreros también intervienen directamente en las actividades militares: elaboran planes conspirativos, reúnen armas, organizan expediciones.

La expedición que trajeron a Cuba en julio los generales Serafín Sánchez y Carlos Roloff se nutrió principalmente de obreros tabaqueros. Y un dirigente proletario, Enrique Creci (dirigente obrero cubano de las últimas décadas del siglo XIX), vino en otra expedición y murió peleando en las llanuras de Matanzas. (Cantón, 2005, p. 107)

El trabajo de propaganda de los obreros emigrados a través de revistas, periódicos, folletos y otros medios que circulaban entre los trabajadores de los Estados Unidos, así como los mítines, las labores de convencimiento personal y otras formas propagandística, fueron importante elemento para conquistar el apoyo del pueblo norteamericano a la causa independentista de los cubanos. Muchas voces, principalmente obreras, se levantaron allí a favor de la independencia.

Una de las más importantes contribuciones a la lucha por la liberación nacional, es la base de masas que dio y la fortaleza ideológica que aportó la clase obrera al ideal independentista, hecho que se manifestó tanto en la labor organizativa del Partido Revolucionario Cubano y en el contenido de su programa, como en las proyecciones de Martí para la república futura. García (1961), lo ha precisado así:

Se ha escrito mucho acerca del papel que jugaron los tabaqueros en la independencia nacional, pero hay algo que no se ha dicho, y si se ha dicho, no se ha destacado suficientemente. Es el hecho de que José Martí pudo imponer su concepto de táctica y la estrategia de la Revolución a los viejos caudillos, por la base de las masas, por el esfuerzo económico y por el contenido ideológico que le proporcionaron los tabaqueros. Sin los tabaqueros, Martí hubiera sido, indudablemente, un gran líder; pero con los tabaqueros, con los trabajadores organizados de entonces respaldándole, Martí fue el líder nacional indiscutible. (García, 1961, p. 66)

La lucha revolucionaria de los emigrados era reconocida por el gobierno español, el cual,

según la confesión de uno de sus testaferros Gallego (como se citó en Castellanos, 1935), se hizo el propósito de “destruir los centros tabaqueros de Cayo Hueso y Tampa para aniquilar la organización rebelde”. Se valió para ello de los fabricantes de tabaco de La Habana, del espionaje de los cónsules, de agentes secretos enviados a las tabaquerías, de la sutil campaña divisionista dirigida hacia los obreros, y de la complejidad-primero oculta y después abierta-de las autoridades yanquis. (Cantón, 2005, p. 108)

La respuesta a todas esas provocaciones y artimañas es otro ejemplo de firmeza proletaria.

La emigración cierra fila contra los agentes enemigos, tratando de impedirles por cualquier medio el desembarco en Tampa o Cayo Hueso. Incluso llega a crearse una organización conocida por La Tranca, que, a leñazo vivo, obliga a que reembarque a cuanto español sospechoso logra poner pie en tierra. (Cantón, 2005, p. 109)

Aunque el centro de la actividad insurreccional se encuentra, por razones evidentes, entre los emigrados, los obreros de la isla dan mucho que hacer al gobierno español.

La represión del gobierno español es brutal. Son declaradas ilegales las huelgas, disueltas las organizaciones obreras, encarcelados muchos trabajadores y clausuradas las ya escasas publicaciones proletarias. Todo lo cual contribuye indudablemente a esclarecer más la mente de los trabajadores, haciendo que aumenten las filas patrióticas en mayor número.

Martí está informado de estas luchas que se acrecientan dentro de Cuba, y palpa, porque es parte de ella, la vida revolucionara del obrero emigrados en Tampa, Cayo Hueso, Ocala, Boston, Filadelfia, Jamaica.

…También en Nueva York y en todos los lugares donde hay obreros cubanos emigrados, Martí confirma su espíritu revolucionario y su constancia en el sacrificio. “Ningún bochorno me detiene: lo que no haga, será porque pueda acarrearnos peligro o denuncia, como en este New York, donde los pobres no tienen ya, y los tres o cuatro ricos, más han recibido de mí, ellos o los suyos, que lo que me han de dar. (Cantón, 2005, p. 111)

Es la confirmación diaria de la firmeza de los trabajadores, de su ilimitado espíritu de sacrificio en la sagrada causa independentista, lo que hace que Martí deposite en ellos una absoluta confianza.

Y Martí no descansa. Es entre los obreros donde vive más tiempo, donde redacta y se aprueban las resoluciones que constituirán luego las Bases del Partido Revolucionario Cubano, donde organiza este partido único de la revolución, cuya fuerza radica esencialmente en los trabajadores. (Cantón, 2005, p. 113)

He aquí presentada en apretada síntesis, el tributo fundamental de los obreros a las luchas por la independencia de Cuba durante la segunda mitad del siglo XIX. Posiblemente José Martí tuvo en cuenta todo ese conjunto de ideas, sentimientos, sacrificios, impulsos y acciones ejemplares de esos humildes servidores de la patria, para elaborar una definición de república tan audaz, lúcida y radical como esta: “República es el pueblo que tiene a la derecha la chaveta del trabajador y a la izquierda el rifle de la libertad!”. (Martí, t. 5, p. 43)

Conclusiones

1. El conocimiento de las concepciones martianas relacionadas con el trabajo y su identificación y simpatía por los humildes, permite entender en toda su dimensión el carácter esencialmente humanista del pensamiento y acción del Apóstol.

2. La contribución del proletariado dentro de Cuba y en la emigración fue determinante en las luchas por la independencia durante la segunda mitad del siglo XIX.

Referencias bibliográficas

Cantón, J. (2005). José Martí y los trabajadores. La Habana, Cuba: Centro de Estudios Martianos

Castellanos, G. (1935). Motivos de Cayo Hueso: (contribución a la historia de las emigraciones revolucionarias cubanas en los Estados Unidos). La Habana, Cuba: Ucar Garcia y Cia.

Domenech, F. (1949). Obras, t.3. La Habana, Cuba: Editorial Hispanoamericana.

García, G. (1961). Martí, y los tabaqueros. Islas. (9), mayo-agosto, p. 66.

Martí, J. (1963-1973). Obras Completas, t. 1. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales.

Martí, J. (1963-1973). Obras Completas, t. 16. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales.

Martí, J. (1963-1973). Obras Completas, t. 5. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales.

Martí, J. (1963-1973). Obras Completas, t. 9. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales.

Valdés, R. (2012). Diccionario del pensamiento martiano. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales.

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