Artículos
Recepción: 04 Octubre 2023
Aprobación: 10 Marzo 2024
Publicación: 30 Abril 2024
Resumen: El artículo reconstruye una serie de agrupaciones juveniles de la Universidad de Buenos Aires identificadas con la facción yrigoyenista de la Unión Cívica Radical (UCR), entre 1923 y 1930. Se recurre a un corpus de fuentes compuesto por noticias de la prensa política partidaria y por publicaciones de dichas entidades y de sus afiliados. La hipótesis que guía la investigación afirma que un sector de las juventudes universitarias radicales ocupó un papel relevante en la reorganización de la UCR, acaecida en torno al cisma del partido en 1924. Asimismo, se sostiene que ese proceso incidió en la configuración de un nuevo tipo de militancia estudiantil, que elaboró y promovió una síntesis novedosa entre los contenidos del reformismo y del radicalismo. A partir del caso de estudio abordado, las conclusiones proponen aportar elementos a la comprensión del proceso de politización partidaria de las juventudes universitarias y reflexionar sobre los aportes que brinda la historia de las juventudes al estudio de los partidos políticos, como agentes centrales en el desarrollo de la experiencia democrática- electoral a partir de 1912.
Palabras clave: Unión Cívica Radical, Reforma Universitaria, Militancia, Historia de las juventudes, Historia política.
Abstract: The article reconstructs a series of youth groups affiliated with the Yrigoyenista faction of the Unión Cívica Radical (UCR) at the University of Buenos Aires between 1923 and 1930. The research draws from a corpus of sources, including news from the political party press and publications associated with these entities and their members. The guiding hypothesis of this study posits that a segment of radical university youth played a pivotal role in the reorganization of the UCR, during the party's schism in 1924. Furthermore, it asserts that this process shaped a novel form of student activism, one that fostered a unique synthesis of reformist and radical contents. Building on this case study, the conclusions aim to provide insights into the process of party politicization of university youth and reflect on the contributions of youth history to the study of the political parties, as central agents in the development of the democratic-electoral experience after 1912.
Keywords: Unión Cívica Radical, University Reform, Militancy, History of youth, Political history.
Introducción [1]
Los estudios sobre la dimensión política de la Reforma Universitaria han centrado su atención en las distintas formas de intervención política e intelectual que involucró dicho movimiento, las cuales en el caso argentino se desarrollaron mayoritariamente por fuera de las opciones partidarias.[2] La distancia entre el reformismo y los partidos explica que el papel de las juventudes estudiantiles dentro de esas estructuras no haya ocupado un lugar significativo en las investigaciones académicas referidas al periodo inicial de la Reforma, acaecido en los años veinte, luego de las protestas estudiantiles en la Universidad Nacional de Córdoba y de la modificación de los estatutos de las universidades nacionales como consecuencia de esa movilización. Esa vacancia se plantea de modo más acusado en relación con el estudio de las vinculaciones entre el movimiento estudiantil y la Unión Cívica Radical (en adelante, UCR), a raíz de los conflictos y manifestaciones de oposición de gran parte de sus organizaciones frente a ese partido, especialmente durante la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen (1928-1930). El artículo se propone abordar dichas relaciones, las cuales si bien han sido analizadas en los años siguiente al golpe de estado que derrocó a ese gobierno en 1930 (Giménez, 2012, 2013a, 2013b; Romero, 2018) permanecen aún poco exploradas en el periodo anterior.[3]
En continuidad con investigaciones previas sobre este problema (Carreño, 2023a) el trabajo reconstruye distintas agrupaciones juveniles radicales nucleadas en torno a la Universidad de Buenos Aires (UBA), que se configuraron en vísperas del cisma de ese partido en 1924 (Persello, 2007: 58-60). De modo específico, se centra en las juventudes universitarias identificadas con la facción yrigoyenista, aunque también se consideran los antagonismos con aquellas que adhirieron al antipersonalismo. Se recurre a un corpus de fuentes compuesto principalmente por noticias de la prensa política partidaria y por publicaciones de dichas entidades y de sus afiliados.[4]
La hipótesis que guía la investigación contiene dos partes que se analizan en los apartados del trabajo. En el primer apartado se buscará demostrar que las juventudes universitarias radicales (que habían hecho su ingreso al partido en paralelo a la emergencia de la experiencia democrática y de la Reforma) ocuparon un papel relevante en la reorganización de la UCR durante el cisma, que se expresó en la renovación de sus contenidos sociales y en la función de reclutamiento de nuevos cuadros jóvenes. En el segundo apartado se estudia cómo ese proceso incidió en la configuración de un nuevo tipo de militancia estudiantil, que elaboró y promovió una articulación novedosa entre los contenidos del reformismo y del radicalismo.
A partir del caso de estudio abordado, el artículo propone aportar elementos a la comprensión del proceso de politización partidaria de las juventudes universitarias y de su periodización. Paralelamente, el trabajo se inscribe dentro del campo de estudios sobre historia de las juventudes,[5] desde el cual busca establecer un diálogo con la historia política. En los últimos años la historiografía sobre el radicalismo ha renovado su agenda de investigaciones para incluir nuevos interrogantes que toman por objeto la relación entre los partidos y la sociedad a través de las dinámicas electorales (Valdez, 2012; 2022); la construcción de identidades políticas (Reyes, 2022); la incidencia de los códigos culturales (el honor, la virilidad, la territorialidad) en las praxis y concepciones de civismo (González Alemán, 2012; 2014), el papel de las juventudes como actores políticos dentro del partido o de los antecedentes a su constitución (Giménez, 2012; Navajas, 2019), entre otros aspectos.[6] Desde esa intersección, las conclusiones del trabajo proponen reflexionar sobre los aportes que brinda la historia de las juventudes al estudio de la configuración de dichos procesos y de los partidos políticos, como agentes centrales en el desarrollo de la experiencia democrática- electoral a partir de 1912.
Las juventudes universitarias radicales y la reorganización partidaria
Si bien la formación de agrupaciones universitarias radicales registra antecedentes desde los orígenes del partido,[7] la reincorporación de la UCR a la contienda electoral a partir de la denominada “ley Sáenz Peña” y el acceso de su candidato, Hipólito Yrigoyen, a la presidencia de la nación implicaron nuevas funciones para el desarrollo de estas entidades. La constitución del Comité Universitario Radical (en adelante, CUR) a finales de 1915, implicó un marco organizativo relativamente estable en el que se encuadró orgánicamente la participación del estudiantado de las distintas facultades de la UBA dentro del partido. Durante la primera presidencia de Yrigoyen (1916-1922) esa agrupación se destacó por combinar una intensa labor propagandística y proselitista con una particular forma de militancia estudiantil, que rescataba las dimensiones educativa y democrática del movimiento de la Reforma, en adjudicación directa con la obra del gobierno radical (Carreño, 2023a). A partir de 1923 (a tono con los conflictos que antecedieron al cisma del radicalismo en 1924) se configura una nueva etapa dentro del proceso de organización de las juventudes universitarias radicales, las cuales se dividieron de acuerdo con las dos facciones (antipersonalista e yrigoyenista) del partido.
En la visión retrospectiva de uno de sus protagonistas, Raúl Molina, quien fue uno de los presidentes de la junta central del CUR en 1922, esa última etapa implicó un nuevo protagonismo de las juventudes universitarias vinculadas al yrigoyenismo:
Una gran reacción se operó entonces en sus filas y surgió una corriente de jóvenes universitarios que pugnaban por llegar a los puestos representativos, y de esta colaboración intelectual surgió el pseudo izquierdismo de que nos venimos ocupando.
Hartos de repetir los preceptos ingenuos de la carta orgánica del partido, que se reducían a la moral administrativa y al respeto de la Constitución, decidieron darle un contenido ideológico, más en consonancia con el momento universal que se vivía. Así surgieron los nombres de Diego Luis Molinari, Jorge Raúl Rodríguez, Mario Jurado, y de muchos otros [...] que constituyeron grupos en la capital federal y en las provincias, al margen de los comités y de las convenciones.
Fue el proceso de su doctrina destacar y engrandecer la política obrerista embrionaria del ex presidente, poniéndola por delante de las simplicidades que hasta entonces habían servido de bandera para el reclutamiento. Yrigoyen aparecía así como el abanderado de la clase trabajadora.
[...]
Este mito se hizo carne en el pueblo a través de la prédica callejera por el calor de esa juventud que lo inculcó en el partido, a pesar de su jefe y se apoderó de la masa, pero cediendo toda su obra a favor del viejo caudillo. [nota al pie: Años más tarde, esta juventud daría origen a la Fuerza Organizadora de la Juventud Argentina (sic.) (F.O.R.J.A], que encauzó a gran parte del partido hacia la nueva orientación] (Molina, 1963: 283).
Esta extensa cita resulta clave para indagar en el papel organizador, renovador y aún doctrinario de las juventudes universitarias yrigoyenistas que se toma por objeto en este trabajo, aunque las interpretaciones retrospectivas que allí se trazan plantean algunas cuestiones a tener en cuenta. Así, las continuidades y la incidencia que se establece entre dichas juventudes y sus sucesoras forjistas, parecen extrapolar rasgos de estas últimas sobre las primeras, en tanto que la señalada independencia “al margen de los comités y las convenciones” no se corresponde con la inserción que contaron estos jóvenes dentro de esas estructuras partidarias.[8] Asimismo, el lugar marginal de Yrigoyen frente al papel de las juventudes en la elaboración de este izquierdismo, debe al menos matizarse, considerando su cercanía y la activa participación (en especial la de Diego Luis Molinari y la de otro de estos jóvenes, Silvio Bonardi) en las reuniones y deliberaciones políticas que se celebraron en la casa del ex presidente a partir de 1924 (Persello, 2017). Más allá de estos recaudos, la cita resulta importante por el valor testimonial que aporta, aunque no reivindica, su autor, quien había integrado la dirigencia y los círculos de sociabilidad política en torno al CUR hasta el momento de su escisión, cuando optó por adherir a la facción antipersonalista.[9]
El papel allí atribuido a las juventudes yrigoyenistas se confirma en la prensa política representativa de ese sector del partido, la cual a través de su cobertura de noticias permite reconstruir las conferencias y actividades de las que formaron parte. Además de la prédica sobre el obrerismo en las tribunas callejeras, que consignaba Molina, esas fuentes revelan también el protagonismo que cobraron los universitarios en la definición del cisma partidario y la función proselitista que desempeñaron en ese contexto, especialmente en la organización de las juventudes radicales en general y, como veremos en el próximo apartado, de las universitarias en particular.
De modo concreto, ese liderazgo fue asumido por los integrantes de la Juventud Universitaria Radical Intransigente (en adelante, JURI), constituida luego de una asamblea en conmemoración de la revolución del 90, en julio de 1923. Esa agrupación reunió a graduados y estudiantes que habían transitado y comenzado su trayectoria política y universitaria dentro del CUR, de modo paralelo al desarrollo de la experiencia democrática y de la Reforma. Entre sus principales animadores junto con los citados casos de Diego Luis Molinari, Silvio Bonardi y Mario Jurado se añaden los nombres de Gerónimo Grisolía, Abelardo Álvarez Prado, Elbio Rossi Montero, Guillermo Watson, Eduardo Araujo, Francisco Saa, Eduardo Eiriz Maglione, Luis Raskowsky, Arturo B. Dragonetti, entre otros, cuyo perfil etario se ubicaba por entonces alrededor de los 25 años.[10] En el manifiesto de dicha asamblea, la “juventud universitaria” se presentaba como fuerza rectora de la UCR para defender sus principios, que identificaban con el gobierno de Hipólito Yrigoyen pero (en repudio de “toda complicidad [...] con el “régimen”) no extendían al “segundo gobierno surgido del partido” sobre el que se reservaban aun el juicio definitivo.[11] A partir de lo cual la relevancia de estos jóvenes, como “francotiradores de la nueva generación” según los calificó Félix Luna,[12] se advierte en su papel catalizador respecto al cisma que se desarrollaría en los próximos meses dentro de la UCR, pero también en las mismas acciones que llevaban a cabo, las cuales resultaban expresivas de los componentes que caracterizaron dicha escisión y la cultura política lo largo de esa década.
En tal sentido, los disturbios que rodearon la celebración de la asamblea (que incluyeron disparos de armas de fuego dentro y fuera del teatro y el saldo de dos heridos) expresaba elementos de violencia política que se intensificaron hacia finales de los años veinte, en distintos enfrentamientos callejeros durante la segunda presidencia de Yrigoyen. Según ha analizado González Alemán, en ese marco valores asociados al coraje y al combate a la hora de defender públicamente las opiniones y de enfrentar a los adversarios remitían a una concepción de civismo, que provenía de la experiencia republicana de la segunda mitad del siglo XIX y de los orígenes revolucionarios de la UCR (2014). En el caso de la asamblea, tanto la dinámica de esos enfrentamientos (que emergían en general en réplica a provocaciones verbales) como los atributos de coraje y arrojo para “tomar la calle”, que analiza la autora, se hicieron presentes en la versión de los jóvenes sobre lo ocurrido, quienes luego de los disturbios provocados entre los palcos tras pronunciarse vítores a Yrigoyen declararon haber intentado “desalojar a los intrusos del vestíbulo” mediante mangueras de incendios y chorros de agua y optaron por “suspender el acto y salir a la calle a exteriorizar la más enérgica protesta por los hechos producidos”.[13]
Por otro lado, al llevarse a cabo en una fecha central del “martirologio” radical (como lo era la conmemoración de la revolución de 1890 y de sus caídos) la asamblea condensaba, desde una dimensión simbólica que han analizado Reyes y Valdez, una disputa por la identidad del partido y por definir quiénes podían apelar legítimamente a su pasado revolucionario (2021). En este caso, era “la juventud universitaria” la que se arrogaba ese derecho (apelando para ello a la figura de Yrigoyen) y la que, en distintas ocasiones, se autodenominaría como “vanguardia del partido [...] ejemplo [...] de dignidad y de lealtad” y sería reconocida por sus mayores como defensora “de las conquistas de los viejos” radicales.[14]
Sin embargo, junto a esas concepciones heredadas de civismo y a la función de relevo generacional que se le asignaba y se arrogaba la juventud radical en la coyuntura del cisma partidario, la acción de los miembros de la JURI también planteaba elementos novedosos provenientes de la experiencia de la militancia en el CUR y de la adhesión a los principios de la Reforma que había hecho aquella agrupación. Así, el estudiante de ingeniería Eduardo Eiriz Maglione incorporaba las denuncias por los presidios de los intelectuales españoles bajo la dictadura de Primo de Rivera (tópico presente en las publicaciones y agrupaciones del reformismo) en una conferencia callejera organizada por la Juventud Radical Intransigente, en la cual también rescataba la política educativa (“miles de escuelas fundadas” [...] “la Universidad del Litoral como complemento”) y obrerista (“la legislación a la que dio lugar la huelga ferroviaria”) del gobierno de Yrigoyen.[15] A su vez, en la inauguración del Comité de la Juventud “Elpidio González” Silvio Bonardi arengaba a “la juventud argentina” “a afrontar las exigencias sociales y evolutivas que son reclamadas anhelosamente por los trabajadores y los que sufren el país”.[16] Ambos componentes (la promoción de la política obrerista de Yrigoyen y la defensa de la Reforma) se integraron a la prédica de estas juventudes desplegada en varias conferencias callejeras en el marco de las campañas electorales y en los actos de los distintos comités juveniles que se crearon a partir de entonces.
En esa oratoria, el elemento doctrinario que señalaba Molina (el cual, según sus palabras, contribuyó a “destacar y engrandecer [...] la política obrerista del ex presidente” por encima de “sus simplicidades” propagandísticas) fue otro rasgo distintivo de la acción de estas juventudes, quienes aportaban sus saberes académicos para explicar y promocionar el carácter innovador y de avanzada de dicho gobierno en materia social. Así, en una conferencia en la esquina de Rivadavia y Liniers, en el marco de la campaña electoral municipal de 1924:
el joven universitario Luis Raskowsky [...] puso de relieve la obra social desarrollada por el primer gobierno radical, trató los numerosos proyectos presentados al parlamento cada uno de los cuales tendía a defender los intereses del pueblo, contemplando las necesidades del obrero.
Agregó que esa vasta obra social tenía una ratificación amplia con las determinaciones tomadas por el Congreso Social que se celebra en estos días en nuestra capital, y que ello comprueba que el doctor Yrigoyen, con su espíritu de estadista, adelantóse a esas conquistas de legislación.[17]
En este ejemplo, los señalados capitales académicos y de sociabilidad política que aportaban los universitarios a los partidos y, específicamente, a la república radical (Ferrari, 2008: 122-127), se divulgaban también en las tribunas callejeras, como principales espacios de propaganda política en constante proceso de trasformación e innovación desde la reforma electoral de 1912 (Palermo, 2020; Valdez, 2012; 2022, entre otros). En ese marco, cabe señalar que, si bien el componente doctrinario e “izquierdista” ganaba protagonismo en la prédica de las juventudes radicales, su elaboración formaba parte de un proceso más amplio y complejo en el que se llevó a cabo la formulación del obrerismo dentro del partido (Horowitz, 2015; Reyes, 2022: 159-168). A partir de lo cual, la prédica de la JURI tenía antecedentes inmediatos en la misma acción propagandística desarrollada anteriormente por el CUR, aunque omitía o se distanciaba de las adhesiones que habían hecho algunos de sus miembros a los aspectos más críticos de ese obrerismo, relativos a las respuestas y episodios de represión durante el gobierno de Yrigoyen frente las protestas obreras, especialmente durante la denominada “Semana Trágica”.[18]
Por otra parte, tal como se observa en los ejemplos citados sobre las conferencias de Eiriz Maglione y de Bonardi, los miembros de la JURI tuvieron un importante papel en la renovación de los cuadros jóvenes del radicalismo, que si bien ya se habían destacado por su activismo durante la primera presidencia radical (Carreño, 2023b) debieron reorganizarse entonces tras la escisión del partido. En ese proceso, en el cual proliferaron varios comités de la juventud denominados “intransigente”, “independiente” o más comúnmente “Hipólito Yrigoyen”, los miembros de la JURI participaron como presidentes, organizadores y oradores de estas agrupaciones, a la vez que la entidad también contó con sus propios comités adheridos en distintas circunscripciones electorales de la ciudad.[19]
En dichos espacios, la misma trayectoria de los universitarios dentro del partido podía constituir un aliciente para la militancia de los que recién se incorporaban a sus filas, tal como se observa en el discurso de Diego Luis Molinari en la inauguración del Sub comité de la Juventud de Balvanera norte (cuyo comité parroquial el mismo presidía). En esa ocasión “Se refirió a su actuación como presidente del Comité Universitario y demostró cómo todo lo que era, lo había conseguido merced a su partido y a sus ideales de juventud. Primeramente, por la decisión de las autoridades de la U.C. Radical ocupó posiciones destacadas y luego por la voluntad del electorado llegó al alto puesto que actualmente desempeña”[20] como diputado por la capital. De ese modo, la pugna “por llegar a los puestos representativos”, a la que aludía Molina, se correspondía con la inserción en las candidaturas y cargos legislativos o dentro del partido que lograron los primeros militantes del CUR y de la JURI,[21] situación que también se replicaba en el campo antipersonalista, como lo muestra la misma trayectoria de Molina, quien con 28 años fue candidato a diputado en las elecciones de 1926. Esa tendencia se reproducía en el lugar concedido a los jóvenes en los cargos gubernamentales durante las dos presidencias de Yrigoyen, lo cual, según el testimonio del escritor José Gabriel, fue un rasgo negativamente interpretado en la época, aunque no por Gabriel, quien, pese a su postura opositora, lo reconoció como una de las “adivinaciones” de Yrigoyen el advertir que “el mundo le pertenecía a los jóvenes” y tratar de “de ir poniéndolo en sus manos”.[22] A su vez, no solamente los jóvenes se beneficiaban con las posibilidades que, según estudió Ferrari, ofrecía el cursus honorum para hacer una carrera dentro del partido (2008), sino que también aportaban a ese espacio los disputados atributos de la “juventud” de los que eran portadores (Carreño, 2023b). A través de sus trayectorias, esos atributos eran capitalizados en las luchas de la UCR con sus rivales en el campo político (especialmente con el socialismo y el antipersonalismo) contribuyendo a forjar una representación del radicalismo yrigoyenista como fuerza en la que confluían “jóvenes universitarios llenos de nobles idealidades u hombres curtidos en el sufrimiento y en el trabajo”.[23]
Sin embargo, la intensa labor propagandística desplegada por la JURI no logró instituirse de modo definitivo. En septiembre de 1924, sus representantes optaron por derogar la organización y dar lugar a que sus adherentes formen parte de otras asociaciones a crearse, reafirmando no obstante los principios del manifiesto de la asamblea del año anterior.[24] Es posible que la resolución del cisma del partido influyera en esa decisión o bien que sus afiliados optaran por integrar otros espacios de militancia vinculados con la reorganización del CUR, que se estaba gestando de modo paralelo. Según se analiza en el próximo apartado, sus integrantes continuaron vinculados a la organización de entidades estudiantiles radicales con sedes en las distintas facultades de la UBA. Pese al término acotado de esta experiencia, la configuración de una renovada orientación partidaria que hacía hincapié en sus conquistas sociales y educativas, promovidas por los miembros de la JURI, se incluye como uno de los factores para explicar la incorporación de nuevas camadas de juventudes estudiantiles al radicalismo yrigoyenista.
Reformistas y radicales. Nuevas militancias desde la universidad
La elaboración de una síntesis entre el reformismo y el radicalismo, si bien como mencionamos ya había estado presente en el discurso inicial del CUR, adquirió otros componentes a partir de la incorporación de nuevas militancias estudiantiles. Ese proceso coincidió con la división y reorganización de esa entidad luego de la escisión de la UCR en 1924, por la cual se constituyeron dos nuevos comités que reivindicaron para sí la denominación de CUR, replicando de ese modo las disputas por el monopolio legítimo del nombre del partido que atravesaron al campo radical luego del cisma.[25] Este desdoblamiento repercutió en la complejidad organizativa de las juventudes universitarias radicales. Las noticias de la prensa política de ambas facciones partidarias, dan cuenta de la fragmentación y de la emergencia de otras agrupaciones universitarias radicales paralelas a los respectivos CUR, lo cual respondía por lo general a las coyunturas electorales a lo largo de la década del veinte. Pese a ello, estos registros permiten advertir, especialmente entre las juventudes yrigoyenistas, la continuidad en la estructura con base en diferentes facultades de la UBA y la existencia de comités análogos en otras universidades del país.[26]
En ese contexto, identificamos distintas vinculaciones que, a través de la participación conjunta en revistas, espacios de sociabilidad e iniciativas intelectuales, comunicaron a las juventudes universitarias reformistas con el yrigoyenismo. En primer lugar, una de las instancias más significativas de estas conexiones se trazó alrededor del periódico Acción Universitaria. Según ha analizado Bustelo, esta publicación, fundada en agosto de 1924, se incluyó dentro de una serie de revistas y agrupaciones que animaron en los años veinte la red latinoamericanista de la Reforma, comunicada a través de colaboradores y temáticas en común, como la denuncia del imperialismo estadounidense. En esa trama que reconstruyó la autora, Acción Universitaria se valió de prácticas innovadoras y consagradas para la reorientación del reformismo, como la difusión radiotelefónica de sus conferencias y la elaboración de una encuesta sobre la Reforma que contó con la participación de Alfredo Palacios y Gabriel del Mazo, entre otros intelectuales (2021: 305-306). Las vinculaciones con el radicalismo no aparecían explícitas en la publicación, pero pueden advertirse en las trayectorias de los responsables del equipo editorial, compuesto por tres estudiantes que ya formaban parte o pasarían a integrarse entonces al CUR, Luis Petraglia, Elías Jaskevich y Arturo B. Dragonetti.[27] Sin embargo, lejos de implicar una identificación partidaria de la Reforma con la obra del gobierno radical (que resultaba contraria al principio de autonomía del reformismo e inadmisible para sus intelectuales que allí participaban) se interpreta que estas vinculaciones eran representativas de la simultaneidad en los espacios de militancia que se habilitaban desde la universidad y de una instancia de sociabilidad en la cual se articuló la confluencia, de temáticas y actores, que acercarían al reformismo con el radicalismo, especialmente a partir de la denuncia del imperialismo estadounidense y la defensa de la Reforma. En ese último tópico, la elaboración propuesta por los editores y colaboradores de Acción Universitaria se destacó por promover la misión científica y social de la universidad y una función intelectual de sus militantes frente a los problemas de la sociedad, cuestiones que, aunque comenzaban a estar presentes entre las juventudes radicales, excedían las referencias del CUR sobre este movimiento (Carreño, 2023a).
Cabe aclarar que dicha simultaneidad en los espacios de militancia no contemplaba un embanderamiento partidario dentro de la universidad o de las agrupaciones reformistas. Aunque los miembros del CUR podían extender en ese terreno su acción propagandística y conseguir desde allí nuevas afiliaciones, no apelaron a ejercer una representación política en los cargos que pudieran ocupar o disputar dentro de los centros de estudiantes, consejos directivos o dentro de las agrupaciones estudiantiles en general. Así, durante la reaparición de Acción Universitaria en 1929 sus editores debían apelar a “razones doctrinarias y éticas” en contra de “cualquier intromisión política en las aulas” y a su repudio frente a los intentos de “penetración del comité”, para defender la candidatura de Diego Luis Molinari, a delegado titular por la Facultad de Ciencias Económicas.[28] Asimismo, ese mismo año, la renovación de autoridades del Círculo Médico Argentino-Centro de Estudiantes de Medicina (CMA-CEM), si bien dio lugar a la elección de un afiliado del CUR de Ciencias Médicas, Ernesto V. Marsico, como presidente, no implicó una reivindicación partidaria dentro de ese espacio. De este modo, el principio de neutralidad y autonomía continuaba estando operativo, aunque su aplicación continuaba siendo objeto de distintos conflictos y acusaciones de intromisión partidaria.[29]
En segundo lugar, la defensa de las conquistas y derechos estudiantiles de la Reforma, en el contexto de retracción institucional de ese movimiento durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear,[30] se interpreta como otro elemento que favoreció el acercamiento de un sector de las juventudes reformistas con el radicalismo yrigoyenista. Por un lado, esa vinculación se advierte de modo directo en la presencia de representantes del radicalismo que, aunque sin apelar a sus credenciales partidarias, acudieron en apoyo de distintos reclamos estudiantiles. Se citan así los casos de los legisladores Leopoldo Bard y Diego Luis Molinari, quienes acompañaron las demandas de entidades estudiantiles del nivel secundario y universitario en distintos conflictos mantenidos con las autoridades del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y de la Intendencia Municipal.[31] Por otro lado, la porosidad de las fronteras entre los dos espacios políticos se observa en las trayectorias de militantes que habían obtenido lugares de reconocimiento en ambas instancias, como los casos de Guillermo Watson y Eduardo Araujo,[32] o en la participación conjunta en determinados eventos de sociabilidad (banquetes u homenajes en honor a alguna figura del reformismo o del radicalismo).[33]
En tercer lugar, las distintas instancias de confluencia que venimos enumerando incidieron también dentro del CUR, cuya reorganización a partir de 1925 implicó un recambio en su dirigencia y la incorporación de estudiantes procedentes del reformismo. Así, junto con los casos que identificamos dentro de Acción Universitaria, en 1925 la reorganización del CUR de medicina incluyó entre sus promotores un elenco de estudiantes que no contaban, según nuestros registros, con antecedentes dentro del partido y que presentaron un programa que (además de la propaganda del radicalismo en los círculos estudiantiles) se comprometía con la “función social que les está encomendada” a los jóvenes de “aliviar los sufrimientos físicos de las clases obreras” mediante la instalación de consultorios médicos gratuitos y el desarrollo de la extensión universitaria dentro de los comités.[34] Si bien ambas prácticas, especialmente la apertura de consultorios, no resultaban innovadoras dentro del radicalismo, al ser promovidas por estudiantes para desarrollarse de modo conjunto se emparentaban directamente con los programas de las agrupaciones reformistas.
De modo aún más explícito la articulación entre reformismo y radicalismo tuvo lugar en la Facultad de Derecho, a partir del señalado proceso de reorganización del CUR en 1925. En ese marco, en junio de 1928, la sección de derecho de esa entidad publicó un manifiesto con motivo del décimo aniversario de la Reforma, el cual luego de ubicar a este movimiento, antecedido por “la ascensión del radicalismo en 1916”, dentro de una misma atmósfera de renovación, afirmaba que:
La juventud intuyó el divorcio de la cultura universitaria con la vida y detuvo su marcha para analizar la cruz de los falsos dogmas y buscar nuevos rumbos. Quizá esto halla aparejado un trance de turbia incertidumbre, pero bien sabemos que las revoluciones, de cualquier especie y trascendencia, son instantes terribles de duda, pero que por su fundamental fecundidad, señalan días distintos en el año eterno de la vida.
El Comité Universitario Radical de la Sección Derecho, aprovecha el décimo aniversario de la jornada de Córdoba, para ratificar la dualidad de su credo reformista-radical. Dualidad que consideramos compatible por las razones mencionadas. Resulta clara la existencia de una similitud entre los dos movimientos, por la identidad de causas y consecuencias, por el sincronismo de sus procesos y sobre todo por la analogía de sus móviles más trascendentes; ambas esculpirán en sus diversos campos de acción, el mármol de la nueva Argentina. Además están hermanados por el sacrificio ante el común enemigo; por el pasado, donde el radicalismo comprendió y apoyó oficialmente a la reforma y por el porvenir donde la reforma acercará la amplitud de su ideario, a los partidos políticos.[35]
Varias cuestiones de este manifiesto, y de las condiciones en las que se enmarca su producción, permiten delimitar el carácter innovador de la articulación entre reformismo y radicalismo que allí se promovía. Por un lado, la construcción y argumentación de un “credo dual” supone una diferencia con las anteriores identificaciones que desde el CUR se elaboraron sobre la Reforma, las cuales, si bien también reconocían el apoyo oficial del radicalismo hacia este movimiento, diluían el papel innovador y promotor de las juventudes en ese proceso. El manifiesto en cambio no solo ponía en primer plano el papel de las juventudes en la democratización de la universidad, sino que también les otorgaba una función en la construcción de la “nueva argentina”. Por otro lado, el carácter novedoso de este acercamiento puede ser leído como una expresión del clima de reflexión sobre los alcances sociales y políticos de la Reforma, el cual llegó incluso a dar lugar a la creación de un Partido Nacional Reformista (Bustelo, 2021; Rodríguez, 2018; Graciano, 2008) y, en este caso, a traducirse en una revisión sobre el inicial “trance de turbia incertidumbre”, en que se habría situado inicialmente ese movimiento, y en una propuesta de aporte de las juventudes reformistas al servicio de los partidos. Finalmente, el orden de los componentes de ese credo, que anteponía la identificación reformista a la radical, confirma el señalado proceso de renovación en las organizaciones universitarias radicales, gracias a la incorporación de estudiantes reformistas. Esto se observa en las trayectorias de algunos afiliados del CUR de Derecho, en quienes se advierte esa migración o simultaneidad en los espacios de militancia, que señalamos en el caso de Acción Universitaria. Así, entre sus integrantes identificamos que Carlos C. Menica, Alberto May Zubiría, Raúl F. Guacheron, Luis A. Cerruti, Juan Antonio Rivera, Arturo M. Jauretche y Homero Manzione eran miembros del Partido Reformista de Centro Izquierda (principal agrupación reformista en la Facultad de Derecho) y, los dos últimos, se destacarían posteriormente dentro del radicalismo de las juventudes forjistas.[36]
Paralelamente, junto a las citadas trayectorias, otros casos confirman el recambio en la composición del CUR y el proceso de migración estudiantil hacia la UCR. Así, dentro de la misma sección de derecho, su presidente saliente en 1929, Carlos Menica refería que dentro de la reorganización de la entidad operada desde 1925, pese a los fines perseguidos de “afiliar el mayor número posible de universitarios”, se había optado por un criterio poco amplio en las admisiones, rechazando solicitudes de estudiantes que habían pertenecido, hasta antes de la victoria electoral de Yrigoyen en 1928, a entidades políticas cuya única misión era la oposición a esa candidatura. Producto de lo cual se había logrado obtener más de trecientas afiliaciones de las carreras de abogacía, notariado y procuración, procedentes en su mayoría de alumnos de primer año “que por entrar recién a la facultad no habían podido pertenecer antes al comité.”[37] A su vez, a inicios de 1930, la incorporación al CUR de un núcleo de alrededor de cien estudiantes de odontología se fundaba en el análisis que hacían sus miembros de la situación política “con la imparcialidad que puede darnos nuestra situación de universitarios que no han actuado aun políticamente”.[38]
La relevancia del manifiesto del CUR de derecho se advierte en el voto de solidaridad que obtuvo por parte de la Junta Central de la entidad.[39] Asimismo, se observa en la promoción de otro tipo de actividades a las que dio lugar, que resultaban representativas de la dualidad que allí se sostenía y del señalado papel que ocupó la defensa de las conquistas institucionales de la Reforma durante la presidencia de Alvear como factor para ese acercamiento. Se cita así la conferencia radial a cargo de Carlos G. Menica, sobre “El estatuto reformista de la Universidad Nacional de Buenos Aires del 11 de septiembre de 1918”, que versaría también sobre “las reformas que se introdujeron a ese estatuto en el año 1923, a raíz del movimiento iniciado en la Facultad de Derecho que provocó la caída del decano reformista Mario Saénz” y demostraría “cómo esas modificaciones falsearan, en gran parte, el espíritu que inspiró el decreto del Dr. Hipólito Yrigoyen”.[40]
Sin embargo, no solamente la militancia en el reformismo y la defensa conjunta de sus conquistas operaron en esa síntesis. Otros dos factores relacionados entre sí (la campaña por la nacionalización del petróleo y la ya señalada acción proselitista y doctrinaria de los primeros militantes del CUR y de la JURI entre el estudiantado) intervinieron en este acercamiento.
La importancia de la campaña del petróleo ya sido señalada en distintos estudios para ilustrar las novedades que se llevaron a cabo en la segunda presidencia de Yrigoyen y trazar antecedentes de la politización de las juventudes radicales en los años treinta. En el análisis de Halperín Donghi dicha campaña no solo resultaba innovadora por la incorporación de rasgos programáticos que hasta entonces habían estado ausentes en el partido, sino también por la misma acción parlamentaria de los congresistas personalistas, quienes recurrieron a la búsqueda de consensos a favor de la medida en vez de apelar a las oposiciones y a la retórica común entre el yrigoyenismo que dividía a la nación en dos campos irreconciliables (2007: 299). En afinidad con ese planteo, Giménez ha destacado que esa modificación incidió en la conformación de agrupaciones intelectuales favorables al radicalismo (como el Comité de Jóvenes intelectuales y la Asociación de Estudios Políticos de la UCR) que insinuaban nuevas formas de vinculación entre estos últimos y la política, en la cual se vencían antiguas reticencias hacia los partidos de masas (2012: 35-38). Esa misma confluencia puede advertirse en los antecedentes que reconstruyó Romero para destacar la incidencia de la experiencia reformista en la conformación de las agrupaciones universitarias radicales forjistas en los años treinta. Según el autor, en torno a la cuestión del petróleo los temas antiimperialistas de la Reforma se superponían con el discurso de una zona del yrigoyenismo, configurando una red laxa de solidaridades y vínculos, la cual ejemplifica en la trayectoria de Arturo Jauretche (2018: 207- 213).
En ese marco, el caso analizado del CUR añade que tanto la participación intelectual como la fluidez de los vínculos y discursos entre el reformismo y el radicalismo se canalizaron también en una estructura organizativa colectiva, cuyo campo de acción resultó ser más estable y duradero que el de las citadas agrupaciones intelectuales. En tal sentido, tanto la reorganización del CUR de derecho como la de otras secciones en las demás facultades, estuvieron animadas por la campaña de la nacionalización del petróleo, a la cual dedicarían gran parte de sus actividades durante la segunda presidencia de Yrigoyen. Mediante variadas iniciativas (que incluyeron la realización de mítines callejeros y, especialmente, de distintos ciclos de conferencias radiotelefónicas y la publicación de un libro de distribución gratuita)[41] el aporte de los estudiantes y del ideario reformista a los partidos políticos (que auspiciaba el manifiesto citado más arriba) se concretó en una labor de extensión cultural, que se promocionaba por encima de la agenda electoral del partido y como portadora de los saberes específicos de las distintas facultades de los universitarios.[42] Asimismo, la relevancia de la causa de la nacionalización, como factor aglutinante de la militancia reformista en torno a la UCR, y de la promoción de la acción cultural del CUR por sobre de la meramente electoralista, puede advertirse en la continuidad y extensión de sus actividades, las cuales no solo no se limitaron a la campaña por la segunda presidencia de Yrigoyen sino que se intensificaron posteriormente a fin de lograr su aprobación en el Senado, cuando inclusive el tema del petróleo parecía haber perdido interés dentro del mismo radicalismo (Halperin Donghi, 2007: 308-311).
Sin embargo, cabe señalar que las funciones culturales y de defensa del movimiento reformista (entendido en su significación más vasta “que lo saca de los muros universitarios para convertirlo en un problema vinculado íntimamente con la cultura popular, así como también, con las cuestiones sociales”)[43] que promovía el CUR convivían también declaradamente, con las tareas de propaganda electoral. En esas actividades, los señalados atributos que aportaba la juventud a la representación del partido como movimiento de trabajadores y juventudes, se actualizaban en los actos públicos multitudinarios del CUR, en función de contrarrestar las manifestaciones de oposición provenientes de otros sectores del estudiantado universitario, como la Unión Cívica Universitaria o los Centros de Estudiantes de Derecho e Ingeniería.[44] Así, en la campaña por las elecciones legislativas de inicios de 1930, la entidad llevó a cabo un vasto plan de propaganda que incluyó la realización de conferencias semanales en las principales plazas de la ciudad (Constitución, Italia, Once y Congreso) con el objetivo de “demostrar que no solamente entre los obreros, entre las clases menesterosas y entre los trabajadores del campo es mayoría la Unión Cívica Radical sino también entre los universitarios [...]”.[45] A la vez, esa representación resulta expresiva de la superposición, que ha analizado Valdez, entre dos ideas de sociedad que convivían dentro del partido, en la cual si bien éste último construía una identificación con la nación y con el pueblo (como conjunto indiferenciado), también podía apelar, especialmente en épocas electorales, a intereses diversos y sectoriales (profesionales, etarios, étnicos, etc.) para interpelar a la sociedad (2012). Desde esos criterios, la defensa de la Reforma, como revolución estudiantil pero también como obra del gobierno radical, pasó a ser objeto de la propaganda electoral realizada por estas juventudes, tal como se observa, en esa misma campaña, en la publicación de una circular del CUR dirigida a los 10.000 estudiantes de la UBA, en la cual se les recordaba el apoyo del gobierno a sus principales conquistas.[46]
Finalmente, el último factor, permite añadir otros detalles sobre las dinámicas que adoptaba la ya señalada acción proselitista de los primeros militantes del CUR y de la JURI y destacar su incidencia en el proceso de politización partidaria de las juventudes reformistas. En estas dinámicas, a la acción propagandística y de organización, desplegada en las tribunas callejeras y en la fundación de comités de juventudes, se sumaba la labor de persuasión y explicación doctrinaria establecida por medio de contactos personales. Estos recursos no eran novedosos, sino que se vinculaban con los componentes del enigma, que analizó Halperin Donghi, en torno a la figura de Yrigoyen, en los cuales se combinaban la enorme capacidad organizativa que aportó el líder al partido con la pervivencia de métodos (como la convicción ejercida hombre a hombre) que precedían a la política de masas (2007: 241; 1998: 13). Las felicitaciones de Silvio Bonardi al presidente del CUR de derecho, tras la publicación del manifiesto por el décimo aniversario de la Reforma, resultan elocuentes de este punto, cuando expresaba su “viva satisfacción al ver corporizado al pie del mismo, en autoridades, todo un grupo de nombres que me produce la emoción de quien contempla un ejército en marcha, en cuya formación se ha sumado hombre por hombre, tras larga, paciente e idealista labor”.[47] Esa misma tarea y el papel de quien por entonces era secretario del Comité Nacional del partido, fue reconocida explícitamente en la reorganización del CUR a partir de 1925, la cual según el testimonio de sus autoridades se atribuía directamente a la “perseverancia y dinamismo” de Silvio Bonardi, cuya iniciativa había conseguido
reunir a un considerable número de jóvenes pertenecientes a las distintas facultades, los que reunidos, se organizaron en ‘juntas empadronadoras provisorias’, [...] que tuvieron por misión engrosar el número de afiliados y luego presidir la elección de las autoridades definitivas.[48]
Ambos factores se relacionaban entre sí, en tanto que la campaña del petróleo incluyó entre sus principales activistas no solo a las juventudes reformistas radicales (quienes aportaban la denuncia contra el imperialismo estadounidense ejercida en sus revistas y agrupaciones) sino también a los primeros miembros del CUR y animadores de la JURI, como lo eran Diego Luis Molinari y Silvio Bonardi. Mientras que el papel del primero se expresó en su actividad legislativa a favor de la nacionalización de ese recurso, la acción del segundo se destacó en su ejercicio como abogado, en el cual renunció a la percepción de sus honorarios profesionales, en defensa de la provincia de Salta ante una demanda de la Standard Oil Company llevada a la Suprema Corte de Justicia (Bonardi, 1928). A partir de su desempeño en ese litigio, permanentemente citado en las conferencias de los estudiantes radicales sobre la cuestión del petróleo,[49] y de la influencia que había tenido este joven abogado en la organización de esos círculos, la figura de Bonardi adquiere un protagonismo central en los factores que comunicaron al reformismo con el radicalismo. En agosto de 1930 la fundación de la Vanguardia Radical “Silvio Bonardi”, que contó con la presidencia del estudiante de derecho Homero Manzione (por entonces con 22 años) y con la participación de otros de sus compañeros del CUR de derecho, resulta una instancia representativa de esa trama de vinculaciones e influencias y del papel activo que afirmaban para sí las juventudes dentro del partido, tal como lo expresaba el joven Manzione con la frase con la que hemos titulado el presente artículo:
Somos la juventud y el partido necesita la afluencia de la juventud. Porque ella trae las palpitaciones de la vida, aporta el soplo de las nuevas verdades y empujando a los fuertes acelera la marcha de la historia. No debe ser por ello el partido radical quien oponga el egoísmo de la puerta cerrada a la generación que llega. Al contrario, por su tradición generosa, ha de ser el techo amigo que cobija la esperanza de tanta gente moza. [50]
Conclusiones
Según el citado análisis de Halperín Donghi, en la segunda mitad de los años veinte ocurrió una especie de metamorfosis dentro del radicalismo, por la cual el partido comenzó a exteriorizar rasgos programáticos (en torno a la cuestión del petróleo y también de la legislación obrerista) que hasta entonces habían estado ausentes, constituyendo así uno de los principales blancos de las críticas opositoras (1998; 2008). Si bien la atribución total de esa metamorfosis a las juventudes universitarias radicales, como pretendía Molina, parece excesiva, el análisis de sus iniciativas nos ha permitido comprobar su papel como actores centrales en la reorganización del partido en los años veinte y en la renovación programática que se operaba en su seno.
En la segunda mitad de la década, dichas funciones favorecieron la confluencia entre las juventudes reformistas y las radicales e incidieron en la configuración de un nuevo tipo de militancia estudiantil, que elaboró y promovió una articulación novedosa entre ambos universos. Sin embargo, tal como se ha buscado demostrar, esa confluencia no se redujo a un proceso de captación o de acercamiento unilateral proveniente del radicalismo, sino que respondió a una convergencia de factores, intereses e instancias en común. Desde el radicalismo, la labor proselitista y de propaganda entre los círculos estudiantiles estuvo ciertamente presente, pero constituía un elemento previo, desde la anterior labor del CUR en esos espacios, que no había logrado hasta entonces generar instancias de acercamiento (sino más bien de conflicto) con el reformismo. En el nuevo contexto, consideramos que la señalada metamorfosis programática vinculada a la cuestión del petróleo y el papel activo otorgado a las juventudes en las filas del partido, generaron condiciones más propicias para establecer un diálogo con el ideario reformista, que aportaba nuevos elementos a su cuestionada faceta meramente electoralista. A su vez desde el reformismo, la configuración de comunes espacios de sociabilidad y de militancia que se habilitaban desde la universidad se sumaron a factores internos del ciclo de politización reformista que propiciaron una reflexión sobre los alcances de dicho movimiento y su posible acercamiento hacia los partidos. Finalmente, como marco o interés común de fondo figuraba la defensa de las conquistas educativas e institucionales de la Reforma, frente al contexto adverso que para esos postulados implicó la política educativa durante el gobierno de Alvear.
La identificación de estos factores busca a aportar elementos a la comprensión del proceso y de las formas de politización partidaria de las juventudes universitarias, los cuales, sin negar el impacto que tuvo el golpe de estado de 1930, en el acercamiento que se produjo a partir de entonces hacia las distintas opciones de militancia política- partidaria, rescatan otros antecedentes que operaron en esa migración. En esa trama más amplia, el papel de las juventudes universitarias radicales orgánicamente afiliadas, si bien presenta contrastes tanto con las formas de intervención política e intelectual predominantes en el reformismo como con las de sus sucesoras de los años treinta (Giménez, 2012; 2013a, 2013b; Romero, 2018) permite poner de relieve la diversidad de formas en las que se operaba esa politización y a la vez plantear interrogantes para futuras investigaciones. Entre estos, las intersecciones conflictivas entre la militancia partidaria y la política universitaria y la relación entre violencia, juventud, masculinidad y política se presentan como temas centrales para profundizar la comprensión de las formas de participación política de las juventudes; de las exclusiones de género a las que daba lugar y del final abrupto de la experiencia democrática dentro y fuera de la universidad, considerando especialmente el rol destacado que ocuparon las juventudes universitarias en ese desenlace.
Por otra parte, en el diálogo propuesto entre la historia de las juventudes y la historia política, el estudio de las juventudes radicales ha buscado destacar los aportes que brinda la consideración del factor etario (y de la juventud como una categoría social, construida e interseccional) a la comprensión de los partidos políticos en la experiencia democrática. En tal sentido, a través de la reconstrucción del activismo de las juventudes en la reorganización partidaria luego del cisma y de los atributos juveniles que se les adscribían a los jóvenes por una condición etaria (y que actuaban como soportes distintivos de su acción política o bien como capitales disputados en el juego político) hemos buscado resaltar cómo los jóvenes intervinieron en las variadas dinámicas (electorales, identitarias o del orden de las praxis y concepciones cívicas) que han sido identificadas por la historiografía reciente sobre el radicalismo. Esta aproximación que implica reponer la agencia de las juventudes, pero también considerar la politización de la categoría de juventud y cómo las juventudes eran interpeladas por esas representaciones en permanente disputa, invita finalmente a profundizar, en futuras investigaciones, en la dimensión comparativa con otros espacios (no solamente partidarios, sino también educativos y culturales) en las cuales también se dirimían las formas de intervención política y la construcción de la ciudadanía.
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Notas