Artículos
Recepción: 14 Abril 2023
Aprobación: 21 Julio 2023
Publicación: 30 Agosto 2023
Resumen: En los últimos años, el crecimiento y uso de las redes sociales ha sido exponencial. En Facebook, una de las formas de utilización está vinculada con la participación en grupos que se crean con el objetivo de compartir información en torno a un tema de interés en común. En este artículo, partiendo de un problema de investigación específico relativo a las experiencias de trabajo y de consumo en la gastronomía marplatense en la segunda mitad del siglo XX, analizamos un grupo de Facebook focalizado en la historia de la ciudad de Mar del Plata y reflexionamos en torno a la posibilidad de incorporar la información que allí circula en carácter de fuente histórica. Abordamos las particularidades que tienen las intervenciones en los grupos, los reparos metodológicos que deberían tenerse en cuenta para su utilización, las nuevas preguntas que habilitarían y sus principales limitaciones.
Palabras clave: gastronomía, historia, memoria, fuentes históricas, redes sociales.
Abstract: In the last years, the growth and use of social networks has been exponential. On Facebook, one of the forms of use is linked to participation in groups that are created with the aim of sharing information about a topic of common interest. In this article, starting from a specific research problem related to work and consumption experiences in Mar del Plata gastronomy in the second half of the 20th century, we analyze three Facebook groups focused on the history of the city of Mar del Plata and we reflect on the possibility of incorporating the information that circulates there as a historical source. We address the peculiarities of interventions in groups, the methodological objections that should be taken into account for their use, the new questions that they would enable and their main limitations.
Keywords: gastronomy, history, memory, historical sources, social networks.
Introducción
“¿Recuerdan el restaurant Cantábrico? Creo que sigue abierto”,[2] publicó Alicia S. el 26 de marzo de 2022 en un grupo de la red social Facebook denominado Historia de Mardel. Unos días antes Norma G. había publicado “Restaurant ‘El Cubanito’ Rambla... al lado ‘La Pilarica’”,[3] junto a una foto en la que aparecen comiendo el reconocido actor y humorista argentino Alberto Olmedo con su familia. Estas son solo algunas de las cientos de publicaciones que aparecen en diversos grupos de Facebook y que tienen como finalidad compartir recuerdos (muchos de ellos acompañados por imágenes) de la ciudad de Mar del Plata. La mayoría de dichas publicaciones no solo movilizan los recuerdos del resto de los participantes del grupo quienes, a través de los comentarios ratifican la información, la discuten, la matizan, la niegan, agregan nuevos datos, se reconocen a sí mismos o a personas cercanas en experiencias similares, sino que también contribuyen a crear memorias en común.
En los últimos años, el crecimiento de las redes sociales ha sido exponencial y su uso se ha extendido en distintos sectores sociales y etarios (Van Dijck, 2016). La mayoría de las personas con acceso a internet hacen diversos usos de ellas. Actualmente, la red social Facebook ha sido relegada por los jóvenes de menos de 25 años, pero ha persistido su utilización por parte de personas de mayor edad que la emplean por diversas razones como socializar, distraerse, mantenerse en contacto con familiares, informarse, entre otras (Morales y Aristizábal, 2016; Wilson, Gosling y Graham, 2012). Una de las formas de utilización, y es la que nos importa aquí, está vinculada a la participación en los denominados grupos de Facebook, comunidades virtuales que se crean con el objetivo de compartir información en torno a un tema de interés en común.[4]
Algunos de dichos grupos tienen como finalidad intercambiar datos y pareceres en torno a un pasado con el cual sus integrantes sienten algún tipo de identificación y, cuya evocación, despierta una variedad de atractivos y emociones. A partir de la intervención de múltiples personas que construyen recuerdos de manera conjunta y que, en muchos casos, también incluyen materiales como fotografías, publicidades, diarios, imágenes de objetos, etc., esos grupos se constituyen como un importante reservorio de información sobre el pasado (Egido y Eiroa, 2017; Stock, 2016). El grupo “Historia de Mardel” (forma de referir abreviada y afectuosamente a Mar del Plata), del cual tomamos las citas con las que iniciamos este texto, es de carácter público y fue creado a mediados de julio de 2021. Cuenta al día de la fecha con 57.500 miembros y con más de 650 publicaciones realizadas en el último mes.[5] Ahora bien, ¿qué información se comparte allí? Las intervenciones realizadas ¿podrían ser construidas y utilizadas como fuentes históricas? ¿Mediante qué procedimientos? ¿Qué características particulares tendrían? ¿Qué reparos metodológicos deberían tenerse en cuenta para su utilización? ¿Qué vínculos podrían establecerse con otras formas de hacer historia, como la historia oral, en las que la memoria juega un papel fundamental? Además, ¿qué temas o problemas históricos permitirían iluminar? ¿Qué nuevas preguntas habilitarían? ¿Cuáles serían sus principales limitaciones?
En este artículo abordamos estos interrogantes a partir de un problema de investigación particular: las experiencias de trabajo y de consumo en la gastronomía marplatense en la segunda mitad del siglo XX. Nos referimos, específicamente, a establecimientos de carácter privado emplazados en la esfera pública y especializados en la elaboración, servicio y venta de alimentos y bebidas (restaurantes, bares, confiterías, entre otros). Un recorrido solo por uno de los tantos grupos focalizados en historia y/o recuerdos sobre la ciudad de Mar del Plata permite advertir la importante cantidad de publicaciones que sus integrantes realizan en relación a esta temática ya sea compartiendo algún recuerdo de forma escrita o a través de imágenes (en su mayoría, fotografías). En ese sentido, en este artículo sostenemos que el volumen de información que circula y se genera en dichos espacios virtuales puede ser utilizado de diversas maneras en investigaciones históricas que focalizan en temas asociados a la vida cotidiana. Asimismo, esos registros permiten acceder a ciertas dimensiones subjetivas y centradas en las experiencias de las y los sujetos, a las que sería más difícil acceder a partir de documentos tradicionales.
Al igual que ocurre cada vez que se plantean formas innovadoras de hacer historia (como ocurrió con el uso de fuentes orales o con la adopción de la perspectiva de género, por ejemplo), en los inicios es necesario problematizar diversos aspectos, justificar y evidenciar por qué se abre un nuevo camino para la investigación plausible de ser recorrido (Pita, 2016; Portelli, 1991; Scott, 1999). Si bien desde hace unas décadas se ha estado reflexionando en torno a los vínculos entre los recursos digitales y la investigación en Ciencias Sociales en general y en Historia en particular, aún es un campo en exploración (Melo Florez, 2011; Noiret, 2019; Putnam, 2016; Quiroga, 2022).
Este artículo se propone dos objetivos: por un lado, aportar al debate en torno a la posibilidad de incorporar en carácter de fuente histórica material de distinto tipo que a priori forma parte de recuerdos y memorias de las y los sujetos o de archivos de carácter privado. Dichos documentos, creados de manera analógica, gracias a la mediación de la tecnología se convierten en digitales y públicos gracias a las posibilidades de intercambio que habilita la red social Facebook. Una de las particularidades de dichos reservorios –y que los diferencian del material digitalizado por instituciones especializadas en el resguardo de documentación (Pons, 2011)–, es su carácter colaborativo y abierto, en tanto se construye a partir del material aportado por las y los miembros de los grupos, hombres y mujeres “de a pie”. Asimismo, siempre son archivos “en construcción” dado que (a menos que sea cerrado) la posibilidad de incorporar nuevo material es permanente y continua.
Dicho objetivo se desprende de la reflexión en torno a un proceso de investigación particular en el cual, como ocurre la mayoría de las veces, la búsqueda de fuentes y la construcción de un corpus documental que contribuyera a dar respuesta a algunos de los interrogantes que planteamos, adquirió centralidad. Así, por otro lado, pero de forma estrechamente relacionada con el objetivo anterior, nos proponemos esbozar algunos de los temas y/o problemas vinculados a la historia de la gastronomía marplatense que podrían abordarse a partir de dichas fuentes y que dieron origen a esta indagación. Sumado a ello, plantearemos algunas de las nuevas preguntas y dimensiones de análisis que los archivos aquí contemplados habilitan.
Partimos de la idea de que la red social Facebook y, más específicamente, los grupos que allí se conforman permiten recuperar aspectos de experiencias construidas en torno a la gastronomía marplatense entendida en su doble dimensión de práctica de trabajo y de consumo. A pesar del lugar destacado que estas prácticas han tenido a lo largo del siglo XX en el escenario nacional y, particularmente, en ciudades como Mar del Plata (Garazi, 2020; Pastoriza y Torre, 2019), tanto la elaboración como el consumo de alimentos en la esfera pública han recibido una atención menor por parte de la historiografía local, aunque con importantes excepciones (Gayol, 2000; Remedi, 2006; Vidal Buzzi, 2002). Probablemente, ello se explique por la necesidad de apelar a fuentes no tradicionales para su abordaje. Así, este artículo busca indagar en las potencialidades y limitaciones del material reunido en grupos de Facebook para una historia de las prácticas de trabajo y de consumo que tenían lugar en establecimientos gastronómicos de distinto tipo.
El artículo está organizado en dos apartados. En el primero hacemos referencia a algunas de las características que presentan los “archivos” aquí analizados, focalizando en su carácter polifónico y dinámico. En el segundo reflexionamos en torno a las potencialidades y limitaciones de dichos reservorios para el abordaje de la gastronomía marplatense, problematizando el vínculo entre presente y pasado a partir del papel de la memoria y el lugar que ocupan las fotografías en los procesos de recuerdo. Asimismo, daremos cuenta de los nuevos interrogantes de investigación que se abren a partir de su abordaje.
Archivos polifónicos, dinámicos y en constante construcción
Un grupo de Facebook es un espacio dentro de dicha red social que permite que sus usuarios se nucleen en torno a intereses comunes y compartan información de distinto tipo. Los mismos pueden ser públicos, es decir, que cualquiera puede unirse, participar y visualizar el contenido sin solicitar autorización; privados, en los que la participación y visualización del contenido debe ser autorizada por quien administra el grupo; y secretos, aquellos a los que solo es posible acceder si un miembro del mismo envía una invitación.
Aquí particularmente analizamos parte del contenido y algunas de las interacciones que se generaron en el grupo “Historia de Mardel”. Tal como indica su descripción, el mismo tiene como objetivo compartir “fotos y narrativas de la historia de Mar del Plata”.[6] Fue seleccionado por su alto volumen de publicaciones mensuales en comparación a otros grupos y por su gran dinamismo (interacciones entre los participantes a través de comentarios), lo que podría deberse a su creación relativamente reciente (julio de 2021) y a su cantidad de integrantes.
La creación de este tipo de grupos y la participación de la gente en ellos pueden ser entendidas como parte del proceso de multiplicación, descentralización y democratización de la memoria que ha tenido lugar en el último tiempo, en donde “cada individuo se ha vuelto creador y reproductor cotidiano de archivos” (Caimari, 2020: 227). Cuanto menos extraordinario es un testimonio, más pareciera dar cuenta de la mentalidad, experiencias y prácticas de la gente “común” (Nora, 2008). Específicamente, el grupo analizado reúne a miembros de la red social en torno a un interés compartido: la historia de la ciudad de Mar del Plata. Pero no la Historia en singular y con mayúsculas, es decir, los relatos académicos y oficiales en torno a la ciudad, sino a historias con minúscula y en plural, relatos con múltiples sentidos que hombres y mujeres construyeron y construyen en torno a experiencias que tuvieron a la ciudad como escenario y que, al mismo tiempo, contribuyeron a definirla como tal.
Una particularidad de dichos espacios de intercambio es que en ellos se comparten recuerdos de manera voluntaria lo que, en cierto sentido, también es un indicio de aquello que las personas desean conservar del pasado. Así como Arlette Farge ha señalado para el caso de los diarios íntimos que “quien lo escribió (…) pensaba que los acontecimientos de su vida necesitaban ser escritos” (Farge, 1991: 12), las intervenciones en los grupos de Facebook dan cuenta de aquellas experiencias individuales y colectivas que se tornaron significativas para las y los sujetos y que, por lo tanto, necesitan ser compartidas y conservadas.
La ciudad de Mar del Plata no es una más en el contexto nacional sino que, para gran parte de las y los argentinos, adquiere significados particulares y, por diversos motivos, moviliza una gran cantidad de sentimientos y emociones. Desde fines del siglo XIX se erigió como una exclusiva villa balnearia de la elite porteña y con el paso de los años comenzó a abrirse a nuevos sectores sociales. Ya en la década del treinta se vislumbraban algunos cambios que anunciaban su futuro de balneario de masas. Hacia mediados del siglo XX, gracias a la extensión de las políticas de bienestar durante el gobierno de Juan D. Perón, Mar del Plata comenzó a recibir un número cada vez mayor de turistas provenientes de diversos sectores sociales: hombres, mujeres, adultos/as, jóvenes y niños/as, familias y grupos de amigos/as podían disfrutar de unos días de vacaciones cerca del mar. Si en los años del gobierno peronista se sentaron las bases del turismo de masas, las décadas siguientes fueron testigos de su expansión: en la década del ’60 la industria del veraneo experimentó un notable crecimiento (Pastoriza y Torre, 2019). Desde entonces, la ciudad conserva dicho atractivo para una parte considerable de la población.
Para muchos, Mar del Plata fue el lugar ideal para tomarse un descanso de la rutina diaria y disfrutar de la playa, sin perder de vista los demás atractivos que presentaba como su variada oferta gastronómica o comercial. En el grupo de Facebook analizado también puede advertirse el significado simbólico que adquirió la ciudad para muchos argentinos y argentinas. En ellos no solo participan personas que vivieron o viven actualmente en ella, sino que también forman parte, publican y comentan gran cantidad de personas de otros lugares del país que, por diversos motivos, en su gran mayoría asociados al turismo de verano, la visitaron en una o más oportunidades.
En ese sentido, el 30 diciembre de 2021 Ariel F. publicó una foto en la que aparece él de bebé junto a su familia (una prima, su madre, un tío, su abuela –que lo sostiene en brazos– y su hermana, según se puede saber por un comentario que agregó) en las playas de la zona de La Perla. La misma está acompañada del siguiente texto:
Con mucho respeto y si me lo permiten, me tomo el atrevimiento de compartir esta foto que es un poco la demostración del amor que tengo por Mar del Plata. Ha sido tomada en marzo de 1969. Son mis primeras vacaciones con apenas seis meses (nacido en Sep 68) junto a parte de mi familia en la playa La Perla, zona Alfonsina. Es increíble y gratificante ver como aún quedan construcciones de esa época salpicadas entre los edificios luego de 53 años.[7]
En primer lugar, Ariel F. solicitó permiso para realizar la intervención, en una muestra de respeto tanto al administrador del grupo como a sus integrantes. Luego de esa solicitud –casi retórica–, narró un fragmento de la historia de su familia en relación a la ciudad de Mar del Plata. Probablemente el pedido de “autorización” esté vinculado al hecho de que, desde su perspectiva, la experiencia relatada es pequeña, personal y quizás poco significativa para las y los demás participantes. Sin embargo, la foto recibió más de 140 comentarios entre los que se destacan los de otras personas con relatos similares, lo que da cuenta del carácter compartido y común de la experiencia de Ariel:
Ariel F. hermosos todos, soy del 65 y tengo varias fotos de bebe con mis padres también en la playa y en el puerto, voy a subirlas (Claudia C.); Muy bonitos recuerdos (tengo fotos similares, increíble, con la familia y en esa zona (Diana N.); Puede ser la playa San Sebastián? Nosotros también íbamos a la Perla al Hotel Storni. Hermosos recuerdos Gracias!! (Lichi L.).[8]
Como puede observarse, los recuerdos de las y los veraneantes ocupan un lugar central. Algunas investigaciones han mostrado que los viajes de ocio y turismo adquieren sentidos particulares para los distintos grupos sociales y que los registros sobre las experiencias de viaje, permiten indagar en sus significaciones, en los imaginarios que se pusieron en juego y las prácticas que se activaron (Walton, 2005). Para el caso de Argentina, algunos estudios han avanzado en esa línea recuperando las representaciones sociales en torno a dichas prácticas que aparecían en revistas ilustradas de distintas épocas (Kaczan, 2020). Aquí, sostenemos que las publicaciones e intercambios realizados en los grupos analizados también permiten acercarnos a ellas. A diferencia de otras redes sociales (como Twitter o Instagram), Facebook habilita que los usuarios interactúen entre sí a partir de intervenciones escritas que, en muchos casos, pueden adquirir cierto carácter narrativo (Van Dijck, 2016). Ello permite recuperar la dimensión subjetiva de las experiencias construidas en los relatos y los significados que –evocados desde el presente– adquirieron tanto en términos individuales como colectivos (Scott, 1992).
Los temas sobre los que se realizan publicaciones en los grupos son múltiples y variados: desde fotos de familiares paseando por la rambla o en la playa, personajes célebres nacidos de la ciudad como el músico y compositor Astor Piazzolla, casas, edificios y construcciones arquitectónicas, hasta eventos desafortunados como incendios o inundaciones. Sin embargo, dentro de las publicaciones puede advertirse un patrón común: remiten a eventos de la vida cotidiana, pero no aquella que transcurría en entornos privados o domésticos sino más bien aquella que tenía lugar en espacios públicos y que, en algún sentido, era –o podía ser– común a otros/as. Como ha sostenido Halbwachs (2004), si las impresiones se basan no solo en el recuerdo individual, sino también en los de los demás, la confianza en la exactitud del mismo será mayor. De esta manera, los relatos e imágenes allí presentes contribuyen a construir memorias y narrativas sobre la ciudad desde la perspectiva de quienes la habitaron de múltiples formas.
Ahora bien ¿cómo se construyen estos “archivos”? En primer lugar, es necesario destacar que quienes participan y colaboran en los grupos no lo hacen con la finalidad de construir un archivo organizado y sistematizado. Las intervenciones suelen ser más bien azarosas, no presentan un orden o criterio de organización, sino que el único aspecto que tienen en común es remitir a eventos ocurridos en la ciudad de Mar del Plata. Suele argumentarse que, en el caso de los archivos digitales, para superar el desafío que presentan las enormes cantidades de datos es necesario aplicar métodos de abordaje específicos vinculados a la infometría y la historia cuantitativa (Briseño Senosain, 2021; Stock, 2016; Winters y Prescott, 2019). No obstante, consideramos que ello no es privativo de este tipo de reservorios ¿acaso no ocurre en archivos analógicos en los que historiadores/as deben seleccionar –en función de algún criterio o de manera azarosa– entre miles de expedientes o de periódicos? Si quisiéramos hacer un análisis de todo lo que se publica en ellos casi con seguridad deberíamos recurrir a las metodologías antes señaladas. Sin embargo, aquí proponemos realizar un uso de los grupos en clave “artesanal”: acotamos la exploración gracias a las funciones de búsqueda que habilita la página (por ejemplo, si utilizamos el criterio de búsqueda “restaurant”, “bar”, “confitería”, “comer”, etc. el grupo nos muestra únicamente las publicaciones en las que aparece dicha palabra); parte de la información que circula en ellos fue descargada y organizada en bases de datos (en los casos en los que la página lo habilita, como en el de las fotografías) y en otros, fue consultada en línea (como en el caso de los comentarios publicados). Este modo de utilización de los grupos, sin embargo, no carece de ciertos riesgos a los que se deben prestar atención. En primer lugar, como han señalado distintos estudios, es necesario destacar que las funciones añadidas a Facebook son resultado de algoritmos y protocolos cuyos objetivos son los de personalizar y optimizar la experiencia de cada usuario y que, por lo tanto, inciden en los procesos de búsqueda y en los resultados obtenidos (Van Dijck, 2016). En segundo lugar, los grupos son archivos dinámicos que se transforman constantemente por lo que su contenido puede variar e, incluso, desaparecer completamente. Por esa razón, deben desarrollarse diversas estrategias para resguardar la mayor cantidad de información posible. A pesar de ello, y con especial atención a estos posibles sesgos y dificultades, el/la historiador/a puede hacer una selección de material según criterios propios, darle cierto orden y, en algún sentido, construir un archivo acorde a sus intereses y preguntas de investigación. ¿Qué nos dicen estos materiales respecto de nuestro tema de investigación en particular? ¿Qué información brindan? ¿Qué aspectos permiten problematizar?
Recuerdos y representaciones de la gastronomía marplatense: entre el consumo y el trabajo
Si bien desde la modernidad, la alimentación ha sido una práctica asociada con el entorno y el trabajo doméstico (De Vault, 1991; Pahl, 1991), una gran cantidad de estudios sociales e históricos han dado cuenta de la existencia de espacios que, en la esfera pública, se especializaron en la elaboración y venta de comidas destinadas a satisfacer diferentes tipos de necesidades (Ferguson, 2005; Freedman, 2014; Higman, 2012; Pitte, 2004). Dichos sitios constituían lugares de encuentro entre quienes brindaban los servicios y quienes los consumían. Una de las particularidades del sector de los servicios personales, dentro del cual ubicamos la gastronomía, es que las prácticas de trabajo de quienes se desempeñan allí se encuentran estrechamente relacionadas y se superponen con las prácticas de consumo de las y los clientes. En las cocinas de hoteles, restaurantes, cafés, etc. se producían bienes no duraderos, elaborados y servidos para personas determinadas que se encontraban presentes en el momento en que se llevaba a cabo el proceso de producción y que lo consumiría de forma inmediata (Gorz, 1995). Entendemos que las experiencias de trabajo y consumo en establecimientos gastronómicos no pueden ser abordadas de manera escindida y sin considerar las relaciones establecidas entre productores/as y consumidores/as (Elias y Dunning, 1992; Hochschild, 1979).
No obstante, las fuentes utilizadas tradicionalmente para la historia del trabajo y la historia del consumo nos dicen poco acerca de dicha relación e, incluso, la historiografía sobre trabajo y sobre consumo han corrido por caminos paralelos que poco se han cruzado. ¿Qué aporta la información que circula en los grupos de Facebook al respecto? ¿De qué maneras permiten desdibujar la frontera que la historiografía ha marcado entre ambas prácticas?
Las intervenciones realizadas en los grupos de Facebook, no solo brindan información y datos concretos sobre algunos aspectos de la gastronomía de la ciudad (establecimientos, ubicación, platos destacados, precios, etc.) sino que, sobre todo, permiten recuperar algunas dimensiones de las vivencias de las y los individuos en relación a ella. Al igual que lo ha señalado Suely Kofes para los relatos de vida, las intervenciones realizadas en los grupos pueden ser consideradas como fuentes de información, en el sentido en que hablan de una experiencia que sobrepasa a quien relata; como evocación, ya que transmiten una dimensión subjetiva interpretativa; y como reflexión, debido a que contienen un análisis sobre la experiencia vivida (Kofes, 1998). Al igual que ocurre con la historia oral, una de las particularidades de los testimonios publicados en Facebook es que nos dicen más sobre el significado de los acontecimientos que sobre éstos mismos. Sin embargo, mientras los relatos construidos a partir de los métodos propios de la historia oral son, en parte, producto de los intereses del historiador/a, aquellos presentes en los grupos son, más bien, en términos de Pierre Nora, testimonio de la voluntad de memoria de las personas (Nora, 2008).
Más allá de habilitar un mayor acceso a determinada información del orden de lo privado, el mayor potencial de este tipo de archivos digitales radica en que las y los sujetos participan activamente en la producción de conocimiento históricamente relevante, en tanto pueden publicar textos, imágenes, videos, etc. de su propia elaboración (Nack, 2012). Sus experiencias contribuyen a elaborar narrativas en torno a la historia de la ciudad. Como hemos señalado, las intervenciones vinculadas a la gastronomía ocupan un lugar central en el grupo analizado. ¿Quiénes realizan las publicaciones? ¿Por qué la gente recuerda especialmente cuestiones relativas a la gastronomía? ¿Qué lugar tiene la comida en esos recuerdos? ¿A qué la asocian? ¿Qué lugar ocupan las emociones?
La mayoría de las publicaciones son realizadas por residentes locales o turistas que refieren a distintos establecimientos que brindaban servicios gastronómicos variados y que, al mismo tiempo, se erigían como espacios de sociabilidad. Estas experiencias, además, generaban marcas y poseían una dimensión emocional. En las publicaciones y en los comentarios se cuelan diversas representaciones sociales en torno a la práctica de comer afuera. En el caso de quienes residían en la ciudad, ésta se erigía como una práctica que permitía el acceso a un tiempo de descanso, ocio y recreación fuera del entorno doméstico. En el caso de las y los turistas, el comer afuera era una de las experiencias asociadas con las vacaciones ya fuera porque no disponían de espacios donde elaborar alimentos o porque formaba parte de las actividades y experiencias propias que definían a las vacaciones. Veranear en Mar del Plata era también disfrutar de su oferta gastronómica.
En el grupo analizado hemos identificado dos tipos de intervenciones relativas a la gastronomía: por un lado, aquellas que consisten únicamente en un texto escrito que, en general, tiene como propósito interpelar al resto de las y los miembros del grupo y realizar un intercambio a través de los comentarios en torno a un tema, por ejemplo: “Recuerdan el restaurant el 100?”;[9] “Alguien recuerda el bar–restaurant del tano dario vittori??”;[10] “Alguien se acuerda del restaurant Ligure en Independencia y Belgrano”.[11] Este tipo de publicaciones habilitan una gran cantidad de comentarios de personas que reafirman la calidad de la comida, con quién solían ir y en qué fechas, su precio, su ubicación, etc. y de otros que, en cambio, manifiestan no recordarlos.
Por otro lado, hay publicaciones que comparten una o más fotografías y que, en la mayoría de las ocasiones, son acompañadas por un texto que permite situarlas o contextualizarlas. Se encuentran imágenes del frente de establecimientos gastronómicos o de sus salones con o sin gente; de personas posando para la cámara mientras comían o tomaban un café; de trabajadores/as en su labor cotidiana, solos o en grupo; de sus dueños/as y sus familias, etc. Más allá del uso de las fotografías e imágenes como fuentes históricas, sobre las que mucho se ha escrito (Burke, 2001; Jelin, 2012; Príamo, 1999; Torricella, 2011), aquí queremos focalizar en las especificidades que adquieren en el marco de los grupos. En primer lugar, es dable destacar que, como señalamos en la introducción, el material reunido en ellos pone a disposición de un público amplio material que forma parte de acervos privados a los que, de otra manera, sería más dificultoso acceder. En segundo lugar, otro aspecto importante es el papel que juegan las fotografías en las y los miembros de los grupos como disparadoras de recuerdos individuales y como configuradoras de memorias colectivas (Halbwachs, 2004).
En ese sentido, el 7 de marzo de 2022 Olga B. publicaba una foto en la que ella aparece en primer plano, sonriendo, con su uniforme de trabajo y el pelo cubierto por una suerte de cofia o vincha de tela ancha. La misma fue tomada al aire libre, en la rambla de Mar del Plata; en el fondo se observan mesas y sillas de un restaurant, y un mozo atendiendo a comensales. La imagen está acompañada del texto: “Yo, trabajando en restaurant Carlitos, rambla Bristol, en los 70. Explotaban los veranos, iban todos los artistas. Que hermosa época!”.[12] La publicación recibió 53 comentarios en los que las y los integrantes del grupo emitieron opiniones respecto a la época, a la calidad del establecimiento gastronómico, a su ubicación, a otros/as trabajadores/as que se desempeñaban allí, a proveedores, a cómo se encuentra en la actualidad la zona en la que estaba instalado. Algunos de los comentarios dieron lugar a un intercambio respecto a las relaciones establecidas entre trabajadores/as y clientes/as:
Sergio A.: Hola Olga, cómo leerás soy Sergio, que, de seguro que nos debés haber atendido. Éramos 4 tachero [taxistas] que, íbamos a las 13 hs. a comer los cornalitos,y a las 15 hs. el era nuestro horario de tomar café.[13]
Olga B.: Sergio A. ojalá recordara sus nombres, todos los clientes eran buena onda, era un trabajo sacrificado porque íbamos muy temprano a la mañana para preparar todo y solo parábamos media hora para almorzar, luego hasta la nochecita. Se trabajaba muchísimo. Tengo muy lindos recuerdos.[14]
David M.: Me acuerdo de usted [Olga]...tambien de un mozo que nos atendia generalmente .. se llamaba Esteban...que bien se comia alli..una cartilla muy variada...las picadas con el gancia...y una epoca excelente...mi viejo alquilo por años las carpas 5 y 7 celestes de la Bristol (…).[15]
Como puede observarse, las breves intervenciones realizadas en comentarios brindan interesante información respecto al público que asistía al establecimiento, desde “tacheros” –conductores de taxi– quienes se tomaban allí un descanso de su jornada laboral hasta personas que alquilaban carpas en la playa; los platos y bebidas que se servían; las características de la jornada laboral y el vínculo entre trabajadores/as y clientes/as. Gracias a dichos testimonios se pueden reconstruir prácticas y dinámicas cotidianas de trabajo y de consumo. En el caso de Olga, señala cómo era un día de trabajo y, desde el presente, lo rememora en términos positivos. De igual manera, los comentarios de Sergio y David dan cuenta de acontecimientos cotidianos, rutinarios, quizás inadvertidos en el momento en que ocurrían pero que, la evocación en retrospectiva, les confiere cierta grandeza (Nora, 2008).
En relación al vínculo entre la clientela y el personal puede citarse también la publicación de Ruben C. del día 14 de junio de 2022 quien subió una foto de la heladería Mickey en la que aparecen sus trabajadores. Sobre cada uno de ellos, está escrito su nombre con lapicera azul. Puede leerse: Chileno, Pedro, Miguel, Don Pedro, entre otros. La imagen está acompañada del texto
Heladería “Mickey” Funcionaba en un local de la Rambla Casino. La foto de la decada del 60 y fue muy famosa por aquellos años En esta época la única “Heladería Mickey” registrada era en la Rambla Casino, Local n° 51, con Teléfono 2–2676.[16]
Luego de una hora de su publicación, contaba con 22 comentarios. Algunos de ellos, señalaban:
Me llevaban cuando era chico los mejores recuerdos (Luis Mariano G.); Vivíamos en la calle Arenales 2845 justo al lado de la casa de los dueños y recuerdo las veces que nos traían helado o nos llevaban al local de la rambla (Juan Carlos C.), Los helados en copas (Pedro Antonio D.), Mi papá también trabajaba ahí y siempre íbamos a buscarlo con mamá para tomar esas ricas copas (Graciela Cristina C.), Si abremos ido con mi primo de Rosario (Hugo A.).[17]
Como puede observarse, los comentarios, no solo ratificaban la información provista por quien realizó la publicación respecto a la ubicación del establecimiento y su “fama”, sino que también hacían referencia a otros trabajadores, al servicio que brindaban, con quien solían frecuentarlo.
Otras publicaciones solo comparten fotos de los establecimientos, sin presencia de gente. En ese sentido, el día 3 de julio de 2022, Claudio F. publicó una fotografía del frente de una famosa y tradicional confitería que se localizaba sobre la peatonal de la ciudad. En ella se observa a lo lejos la vidriera del local con algunos de sus productos (casi indistinguibles), parte del salón y su tradicional marquesina que señalaba “Confitería Topsy”. En menos de 24 horas, la publicación recibió 624 “me gusta”, 153 comentarios y fue compartida 59 veces. El texto que la acompañaba indicaba: “UN CLASICO DE NUESTRA CIUDAD, QUE SE EXTRAÑA MUCHO !!”.[18] Dicha imagen dio lugar a que una gran cantidad de personas compartieran relatos sobre su paso por allí movilizados, como sostiene el título de este artículo, por el recuerdo del “gusto” (Howes, 2014). Algunos/as mencionaron los productos clásicos que podían encontrarse en su menú y disfrutar en el salón. Probablemente, algunos de ellos fueran los más consumidos por la clientela:
El lemon pie (Sandra G.); Y los tostados eran gigantes (Sandra G.); Con mi viejo ibamos y nos pediamos licuado de banana, por cada lucuado venia el vaso lleno y ademas una garra con mas licuado (Guillermo P.); Los palos de Jacob , que linda pasteleria tenia (José Luis P.); Ahí comí por primera y única vez la pizza Hawahiana . (Con anana) debut y despedida (Marcelo P.); Ahi tome mi primer Don Pedro!!!! (Vicky M.); Si habré tomado café (de filtro como lo servían) en la barra...por Dios, cuántos recuerdos, siempre llena de gente, en cualquier hora y con buenos productos, una pena que no exista más (Daniel A.); familia Sieyro...españoles siempre ligados a la gastronomía..el budin de pan era exquisito y lo hacían con las mediaslunas del día anterior (Raquel G.); Si habré tomado café con leche y medias lunas !!!! (Carlos A.); Las tartas de frutillas eran famosas (Valentina A.); Esa tarta de almendras con pastelera y gelatina de limón MMMMMMM y la de frutilla? (Adriana L.); Café de filtro y licor libre,se extraña (Graciela C.).[19]
Una fotografía que por sí misma aportaría una cantidad limitada de información, en el marco de los grupos de Facebook, contribuye a que las personas compartan recuerdos que adquieren un gran valor en términos históricos. A partir de sus intervenciones, por ejemplo, pueden reconstruirse algunas de las prácticas sociales que tenían lugar en establecimientos gastronómicos, los significados que adquirían para varones y mujeres, la periodicidad o los horarios en que los frecuentaban, el carácter excepcional o no de la práctica, los alimentos o bebidas que solían consumir, las relaciones establecidas con el personal, etc. Esa información se constituye como un indicio de los gustos y comportamientos de las y los sujetos que permiten dar cuenta de parte de su vida social e identificar algunos sentidos de pertenencia socio–cultural (Goody, 1995). En ese sentido, muchos/as recordaron con quién solían ir o eventos significativos de sus vidas que ocurrieron en la confitería antes mencionada:
Primer cita de mi marido en topsy cuarenta de casado y cuarenta y nueve juntos (Susana C.); Lindos recuerdos me trae esta confitería ya desaparecida...ahí concerté mi primera cita con mi primera novia año 1984.... (Gustavo M.); En casa compraban el pan dulce, era riquísimo, amén de las meriendas con tortas, licuados o tostados !!!; Reuniones de colegio, de amigos, era lindísimo, todo un símbolo de la ciudad que se nos fue (Sil P.); Primer desayuno de luna miel!!! (Juan Carlos C.); Infaltables los sábados al medio día después de hacer las compras... (Silvia G.); Cuando nos llevaban a hacernos estudios de rutina, mis padres como premio nos llevaban a Topsy por un licuado y una medialuna tostada con queso.... (Veronica B.); En mi, adolescencia siempre iba ahi, que recuerdos lindos, con todos mis amigos.. (María Teresa H.); Salíamos del secundario e íbamos a merendar o a comer una pizza.... (Cecilia A.); Iva con mi abuela cuando ella cobraba y tomábamos café con leche y las medias lunas fantásticas de Topsy (Pablo D.); Íbamos con Chichi y . tomábamos un Bariloche cada una , que hermosos momentos pasados ! (María Angélica F.); En Topsy hice mi despedida de soltera rebuena (Elsa A.); Mi padre desayunaba todos los días durante años. Yo lo acompañaba cada tanto (Pipo L.); Siempre, a merendar con mi mamá de pequeña! Amabamos Topsy, recuerdo a los mozos tan amables (Susana V.).[20]
Como ha señalado Pierre Bourdieu, a través de las prácticas de consumo las personas se muestran, reconocen, identifican y, en definitiva, se distinguen como integrantes de un grupo del que forman parte. En el caso aquí analizado, no es la práctica en sí misma la que habilita dicha identificación o reconocimiento mutuo sino la evocación de prácticas de consumo del pasado, orientadas por el sentido del “buen gusto” de acuerdo con el grupo social de pertenencia (Bourdieu, 1988). Lo más llamativo es que, en las evocaciones de ese pasado, las prácticas de consumo de unos/as son, en ocasiones, equiparadas con las prácticas de trabajo de otros/as. Es decir, no se establece una jerarquía entre aquellos que disfrutaban de dichos servicios y entre quienes los brindaban. Si bien la desigualdad es un rasgo constitutivo de las relaciones de servicio, con el paso del tiempo parecieran desdibujarse. Asimismo, la posibilidad de posicionarse, en distintos momentos, en uno u otro lugar de dicha relación puede inferir en dicha interpretación. A pesar de sus diferencias, al momento de referir a las experiencias vinculadas a la gastronomía en el pasado, trabajadores/as y consumidores/as se identifican como parte de una misma comunidad (Gregory, 2015) y construyen de manera colaborativa una memoria colectiva común en torno al gusto por la comida y a la sociabilidad que tenía lugar en los establecimientos gastronómicos. En ese sentido, las experiencias en establecimientos gastronómicos –ya fuera como consumidores/as o como prestadores/as del servicio– también contribuyen a formar esa “mesa común” a la que alude Rebekah Pite (2016) para dar cuenta del papel que cumplieron la cocina y la práctica de la comida compartida en la conformación de una identidad nacional en la Argentina del siglo XX.
Si bien, como hemos mostrado, estas fuentes presentan un gran potencial de análisis, también tienen algunas limitaciones. La primera que advertimos se relaciona con la imposibilidad de precisar el momento histórico al que refieren las intervenciones. Salvo excepciones, las referencias están dadas en relación al curso de vida de las personas que intervienen, a través de expresiones como “en mi infancia”, “en mi juventud”, “cuando iba a la escuela”, “cuando me casé”, etc. por lo que sin información respecto a sus biografías es difícil establecer a qué años refiere. Ello solo es posible de salvar cruzando estas fuentes con otras que nos permitan situar cronológicamente (aunque sea de manera aproximada) dichas experiencias. Una posible alternativa puede ser contactar quienes realizaron las publicaciones para realizar entrevistas que permitan profundizar en algunos de los aspectos mencionados en el grupo o indagar en sus perfiles de Facebook (a través de indicios que permitan precisar o estimar la edad). Otra de las posibilidades es buscar marcas en las imágenes que nos permiten realizar un fechado aproximado (la vestimenta utilizada o los productos consumidos pueden ser algunos de ellos).
Otro aspecto que puede ser entendido como una limitación –o al menos un aspecto a problematizar– está relacionado con las valoraciones respecto al pasado. Las intervenciones realizadas en los grupos de Facebook responden a una memoria selectiva que privilegia aspectos agradables del pasado o aspectos que, desde el presente, son construidos de manera positiva. En su intervención, Olga B. destacaba que su trabajo era “sacrificado porque íbamos muy temprano a la mañana para preparar todo y solo parábamos media hora para almorzar, luego hasta la nochecita. Se trabajaba muchísimo.” Pero, al mismo tiempo, señalaba “Tengo muy lindos recuerdos”'[21] Es decir, si bien menciona el sacrificio que implicaba ese tipo de empleo, el balance general tiene connotaciones positivas. En general los disgustos, preocupaciones, incomodidades, desagrados, no aparecen.
En el caso de la ciudad de Mar del Plata y, particularmente, en las experiencias asociadas a la gastronomía, las lecturas retrospectivas muestran un pasado idealizado, despojado de conflictos y descontentos. Para el caso de quienes trabajaban en el sector, ello puede deberse, en parte, a la asociación de la temporada de verano con un momento de prosperidad en tanto permitía ganar importantes sumas de dinero. Para el caso de quienes consumían, por su asociación con el descanso y el disfrute. Sin embargo, como dijera Juan Pablo Castel, el personaje principal y narrador de El Túnel de Ernesto Sábato, “la frase ‘todo tiempo pasado fue mejor’ no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido” (Sábato, 1948). Más allá de la valoración positiva que Castel hace del olvido, lo cierto es que la historia debería no pasar por alto aquellos aspectos que permanecen en las sombras de la memoria y a los que, probablemente, haya que acceder a través de otros vestigios del pasado.
Consideraciones finales
En los últimos años, el crecimiento y uso de las redes sociales ha sido exponencial. En ellas se genera un importante caudal de información que merece la atención de las y los historiadores. Las reflexiones en torno a su naturaleza, sus posibles usos, sus limitaciones, ya forman parte de las discusiones dentro de la disciplina. En este artículo nos propusimos contribuir a ese debate a partir del análisis de lo que consideramos un archivo particular dentro del gran mundo de las fuentes digitales: los grupos de Facebook. A partir de una experiencia de investigación particular en torno a las experiencias de trabajo y de consumo en la gastronomía marplatense en la segunda mitad del siglo XX reflexionamos en torno a la posibilidad de incorporar la información que circula en dichos grupos en carácter de fuente histórica. Abordamos las particularidades que tienen las intervenciones de las y los participantes, los reparos metodológicos que deberían tenerse en cuenta para su utilización, las nuevas preguntas que habilitarían y sus principales limitaciones.
En relación al problema de investigación que dio origen a este análisis, hemos dado cuenta de que las publicaciones realizadas en los grupos de Facebook presentan una valiosa información en torno a experiencias que varones y mujeres de diversas edades y orígenes han tenido en torno a la gastronomía de la ciudad, ya sea como trabajadores/as, como consumidores/as, o ambas. Como mostramos a lo largo del texto, las intervenciones pueden tomar la forma de publicaciones originales –texto o imágenes– o comentarios a publicaciones realizadas por otras personas. Todas ellas constituyen un sugestivo material que, atendiendo a sus particularidades, puede ser utilizado y problematizado en el marco de investigaciones particulares. El carácter participativo, compartido, público y dinámico de los grupos permite a los/as historiadores/as a acceder a testimonios y registros originales sobre el pasado, que habilitan nuevas preguntas y perspectivas de indagación.
El caso de la ciudad de Mar del Plata y su gastronomía no es una selección arbitraria. El lugar particular que la ciudad ocupa en el escenario nacional y en el imaginario de generaciones de argentinos/as explica, en parte, la existencia de numerosos grupos que tienen como objeto compartir y construir recuerdos y memorias en torno a ella. Como han mostrado diversas investigaciones, desde mediados del siglo XX Mar del Plata fue sinónimo de turismo de masas. Ello dio lugar a una llegada masiva de turistas a lo largo de varias décadas y, en tanto, a un importante crecimiento del sector de los servicios destinados a satisfacer sus necesidades: alojamientos, restaurantes, comercios, etc. Como puede observarse en las publicaciones analizadas, la gastronomía ocupa un lugar central en las memorias tanto de residentes locales como de veraneantes. La importancia económica, social y simbólica del sector se manifestaba tanto en las experiencias del personal empleado en él como en la de consumidores/as que hacían uso de dichos servicios.
Las interacciones que se dan en los grupos pueden tener lugar en tanto las publicaciones realizadas están pensadas para interlocutores/as determinados/as que –se presume– tienen la capacidad de comprender e interpretar el contenido y significado de las mismas. Mientras los intercambios contribuyen a dar más consistencia a los propios recuerdos de las personas y a construir pasados en común, al mismo tiempo, permiten a las y los historiadores acceder a ciertas voces, miradas y perspectivas sobre esos pasados que, de otra manera, permanecerían veladas y solo al resguardo de las memorias personales y/o familiares. Sin desconocer las tensiones que existen entre la memoria y la historia (Nora, 2008) entendemos que, con ciertos reparos, las publicaciones e intercambios que tienen lugar en determinados grupos de Facebook pueden erigirse como una original y singular fuente histórica que habilita nuevos temas, problemas y preguntas de investigación.
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Notas