Dossier
Recepción: 15 Junio 2022
Aprobación: 05 Julio 2022
Publicación: 30 Diciembre 2022
Resumen: En este artículo revisitamos entrevistas realizadas a militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo en Mendoza, buscando detectar su participación en las jornadas de abril del ‘72 conocidas como el Mendozazo. Este fenómeno político de masas ocurrió antes del surgimiento de la regional mendocina perretista. Por ello, la participación en aquellas luchas de calles de quienes luego integrarían la organización guerrillera se dio desde identidades gremiales y políticas previas o de manera dispersa. Además, prestamos atención al proceso de formación de dos agrupamientos (el Movimiento Socialista de Base y el Movimiento 4 de abril) que surgieron al calor del Mendozazo y constituyen los orígenes locales del PRT-ERP. Nos interesa pensar al Mendozazo a raíz de las transformaciones políticas por él habilitadas en los sectores subalternos.
Palabras clave: Mendozazo, PRT-ERP, experiencia política, historia reciente, lucha armada.
Abstract: In this article we revisit interviews made to militants of the Revolutionary Workers Party - People's Revolutionary Army (PRT-ERP) in Mendoza, trying to identify their participation in the April 1972 days, commonly known as “Mendozazo”. This massive political event happened before the emergence of the Mendoza regional party. For this reason, the participation in those street fights of those who would later incorporated to the guerrilla organization occurred from previous trade-union and political identities or in a dispersed way. In addition, we pay attention to the process of conformation of two groups (the Socialist Base Movement and the April 4 Movement) that emerged with the Mendozazo experience and constitute the local origins of the PRT-ERP. We are interested in thinking about the Mendozazo as a result of the political transformations enabled by him in the subaltern sectors.
Keywords: Mendozazo, PRT-ERP, political experience, recent history, armed struggle.
Lecturas e interpretaciones sobre el Mendozazo y un tema pendiente
Hasta la última década y media, el pasado reciente mendocino constituía un tema de estudio casi maldito. No había sido abordado, excepto por unos pocos trabajos correspondientes a una mirada hegemónica. Pero a mediados de la primera década del nuevo siglo, aquellos silencios se fueron rompiendo y apareció en escena un nuevo repertorio de voces con diferentes tonalidades para indagar y contar la historia local. Si recortamos el enfoque específicamente a las jornadas de principios de abril de 1972, conocidas como el Mendozazo, podemos identificar tres miradas o interpretaciones bien distintas. La primera de ellas corresponde a una lectura conservadora, concentrada en el devenir político-institucional desde una perspectiva que se asume católica y nacionalista (Santos Martínez, 1979; Cueto, Romano y Sacchero, 1994; Sacchero, 2001; Romano, 2009). Desde esta lectura, el Mendozazo es descripto acudiendo a las nociones de disturbios, desmanes, pillaje, saqueo, vandalismo, lucha campal, corridas descontroladas, caos, anarquía y desolación. Acciones protagonizadas por grupos enardecidos que destrozaban todo lo que encontraron a su paso. Ese sería el sujeto social del Mendozazo: agitadores de la revolución popular, subversivos profesionales o infiltrados. En contraste, las fuerzas represivas son presentadas a través de su denodado esfuerzo por impedir el caos y restablecer el orden. Se trata de una mirada histórica que repite la interpretación ofrecida en 1972 por el Partido Demócrata (PD), espacio político al que pertenecía el interventor depuesto: había razones justas -pedido de aumento de sueldo docente y malestar por el excesivo incremento en las tarifas eléctricas- para una protesta pacífica, pero esta fue aprovechada por infiltrados y subversivos a sueldo, desatando actos de violencia ajenos y contrarios a la tradicional tranquilidad provinciana. Afinca allí un núcleo interpretativo clave, en la idea de que la provincia de Mendoza cuenta con algo así como una esencia, una tradición caracterizada por ser “tranquila, siestera y conservadora”2 (Romano, 2009: 187). A la hipótesis de los infiltrados, la historiadora Carina Sacchero agrega la conjetura de la conspiración al afirmar que el Mendozazo habría obedecido en gran parte a las internas militares frente al Gran Acuerdo Nacional y la salida institucional que este suponía (Sacchero, 2001). Esta corriente reduce el Mendozazo a la jornada del 4 de abril, cuando los enfrentamientos se desarrollaron en la zona céntrica, silenciando los días posteriores en los que la disputa se trasladó a los barrios populares.3 A la hora de reflexionar en torno de las consecuencias, estas se limitan a la renuncia del gobernador interventor, Francisco Gabrielli, con la correspondiente deslegitimación política del PD, y a los daños en términos de muertas/os, heridas/os, detenidas/os, pérdidas materiales y costos económicos, descuidando el análisis de las transformaciones en las relaciones de poder.
Una segunda mirada se puede encontrar en dos obras que propusieron una distancia con la lectura conservadora y buscaron ubicarse dentro de los márgenes de la nueva historia, sosteniendo un paradigma interpretativo crítico. Pero aquí es preciso efectuar una distinción ya que sus lecturas no resultan idénticas. En el caso del historiador Lacoste, se puede observar un desplazamiento al describir al Mendozazo como una protesta popular, sin acudir a la imagen de los infiltrados. No obstante, en su relato emergen algunos de los conceptos nodales de la historiografía hegemónica local, como es la idea de la existencia de algo así como “un estilo mendocino” caracterizado por su “tradicional moderación” (Lacoste, 2004: 341). En tanto que, a la hora de pensar en las consecuencias del Mendozazo reaparece el recuento de muertas/os, heridas/os y detenidas/os, la renuncia de Gabrielli y el desprestigio del PD. En cambio, la segunda obra realiza un breve rastreo de las experiencias de lucha previas de estudiantes y docentes, da cuenta del Mendozazo a través de un período de duración más amplio que la jornada del 4 de abril, llama a la represión por su nombre y revisa las distintas lecturas que hicieron del hecho el gobierno, las y los participantes de las movilizaciones y los partidos políticos. Explican al Mendozazo como “una rebelión popular que iba más allá de una reivindicación puntual”, dando cuenta de su dimensión política (Bracheta, Bragoni, Mellado, y Pelagatti, 2011: 164).
Finalmente, una tercera corriente de interpretación reúne a un conjunto de investigaciones preocupadas por proponer reconstrucciones empíricas sustentadas en fuentes orales y documentales y acompañadas de análisis exhaustivos en relación a las experiencias organizativas y métodos de lucha de los sectores subalternos. Si en la primera corriente primaba una mirada histórica-ideológica desde arriba, aquí emerge su contrario, la lente de las y los de abajo (Baraldo y Scodeller, 2006; Scodeller, 2006 y 2009; Fantomas, 2012; Rodríguez Agüero, 2013). Estas investigadoras posibilitan la observación de unos cuantos aspectos descuidados por los trabajos precedentes. El Mendozazo es analizado en tanto proceso social inserto en la dinámica de la lucha de clases provincial, y no como hecho aislado, sin conexiones ni relaciones con la conflictividad local. Su descripción general se ofrece en términos de salto cualitativo en las luchas obreras, ruptura del orden social vigente, momento más agudo en el ciclo de protestas local, inflexión o bisagra en la lucha de clases en tanto constitución de una fuerza social que se radicaliza y da paso a nuevas formas de poder. Su temporalidad es extendida, contempla desde las movilizaciones, asambleas y mesa redonda que se llevaron a cabo desde el 30 de marzo de 1972 hasta el desplazamiento de los enfrentamientos a los barrios obreros, con barricadas que desafiaron el toque de queda, la declaración de zona de emergencia y la ocupación territorial por parte del Ejército, por lo menos hasta el día 7 de abril inclusive. Sus protagonistas ya no son los infiltrados foráneos ni los subversivos, sino sectores sociales con experiencias y recorridos propios, entre quienes se destacan las maestras del gremio del Magisterio,4 los obreros de la fábrica de cemento CORCEMAR, los contratistas de viñas y frutales y sus familias, las y los vecinos agrupados en Uniones Vecinales, el estudiantado, la recientemente creada Coordinadora No Pague la Luz, la CGT, el Movimiento Intersindical Provincial, entre otros. En tanto, las consecuencias también son analizadas desde una mirada que rebasa lo inmediato, aunque incluso el corto plazo pasa por el tamiz de una lectura que, parada desde otro sitio, puede observar lo no visto. Es decir, la renuncia de Gabrielli no es descripta prestando atención al costo político de su partido, sino a su significado en tanto victoria popular, que también se expresa en el retroceso por parte del gobierno nacional en el aumento de las tarifas eléctricas.5 Extendiendo el límite de las consecuencias inmediatas, muestran la modificación en las relaciones de fuerza a través de la reconstrucción y análisis del surgimiento de nuevas organizaciones entre los sectores populares: el SUTE (Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación), el SOEP (Sindicato de Obreros y Empleados Públicos), la Intersindical de Gremios Estatales, la elección de Comisiones Gremiales Internas (CGI) en los bancos junto con el desarrollo de la Escuela Sindical Bancaria (ESB) y también la pueblada conocida como Malargüinazo6 en el sur provincial en julio del mismo año. Estas experiencias gremiales y sociales marcaron el pulso de la protesta en los años posteriores.
En ese punto exacto se ubica el presente artículo. Compartiendo los nudos de interpretación de esta corriente que se sitúa en la historia desde abajo, nos interesa pensar en el terreno de las transformaciones políticas producidas por el Mendozazo, empujando la frontera del análisis un poco más allá. Luego de las jornadas de lucha callejera de abril de 1972, los sectores populares mendocinos gestaron también otro tipo de organizaciones, todavía escasamente investigadas. Nos referimos al surgimiento en la provincia de organizaciones revolucionarias con estrategias de lucha armada. A excepción del Peronismo de Base–Fuerzas Armadas Peronistas (PB-FAP) que se había constituido en Mendoza a fines de la década del ‘60, las otras organizaciones guerrilleras tuvieron sus orígenes locales poquito tiempo después del Mendozazo. Ya para mediados de 1973, Montoneros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y el Poder Obrero (luego Organización Comunista Poder Obrero) se encontraban constituidos, con una vertiginosa inserción obrera, estudiantil, barrial y cultural y accionando militarmente (Ábalo y De Marinis, 2005; Baraldo y Scodeller, 2006; Ayles Tortolini, 2020a).
No se trata de que estas experiencias, al igual que las gremiales, fueran consecuencia directa y exclusiva del Mendozazo. De todas ellas se puede reconstruir un recorrido denso y extenso en términos temporales, no exento de contradicciones, frustraciones y disputas. De lo que se trata es de poder comprender al Mendozazo como una experiencia social y política de masas que operó como momento de condensación, siguiendo la noción benjaminiana, y precipitó otro tiempo y características en la lucha de clases provincial (Benjamin, 1982). Si durante el Mendozazo las masas desbordaron los canales institucionales y llevaron su lucha al espacio público, a la geografía callejera, el desarrollo de las organizaciones guerrilleras vino a materializar ese salto político en la confrontación de clases, que ahora asumía una forma menos larvada y subterránea.7
En este artículo no presentaremos una reconstrucción empírica del Mendozazo que, de todos modos, se podrá ir conociendo a través de los relatos que lo hilvanan. En cambio, prestaremos atención a la participación en aquellas jornadas de algunas personas que poco tiempo después dieron vida al PRT-ERP mendocino. Claro está que esta intervención no se dio desde esa identidad política que todavía no existía en la provincia, sino desde otras identidades y las más de las veces de manera dispersa. Pero el recorrido por esos fragmentos permite vislumbrar al Mendozazo como experiencia política, en un sentido thompsoniano, que dibujó una huella y posibilitó la imaginación de nuevos horizontes, por fuera de los límites tradicionales (Thompson, 1989).
Lo que aquí exponemos se sustenta fundamentalmente en el análisis de fuentes orales. Se trata de diez entrevistas realizadas entre los años 2010 y 2012 (a excepción de una más reciente), con personas que fueron militantes del PRT-ERP en la provincia. Sólo uno de las y los entrevistados procedía de Córdoba y fue parte de la dirección regional. Las otras/os nueve entrevistadas/os son oriundas/os de Mendoza y eran trabajadoras/es de diversos sectores -teatro, bancos, medicina, bodegas y estatales- y/o estudiantes universitarios. Las fuentes orales fueron producidas a través de entrevistas mediante la técnica de historia de vida, semiestructurada y con repregunta, en el marco de una investigación de largo aliento para la reconstrucción de la historia del PRT-ERP mendocino. La técnica de historia de vida fue escogida para que la etapa de la militancia revolucionaria pudiera ser narrada en la trama continuada vital y no como segmento recortado. Aquí revistamos aquellas entrevistas prestando atención exclusivamente al período del Mendozazo.
Un dato significativo a tener en cuenta a la hora de pensar los contextos de producción de estas fuentes, es que en Mendoza el primer juicio instruido por delitos de lesa humanidad tuvo lugar en 2010. No obstante, se trató de un juicio breve (tres meses y medio) que se circunscribió a hechos acaecidos en San Rafael, al sur de la provincia.8 Recién para fines de 2012, las audiencias del tercer juicio en Mendoza comenzaron a involucrar a personas que militaron en el PRT-ERP. Esto quiere decir que, para el momento de realización de las entrevistas, estas personas todavía no habían brindado testimonio en los juicios ni habían vivido la intensa actividad de escucha y/o lectura de las declaraciones de otras y otros, que deviene en la construcción de un tejido memorial colectivo. Sus memorias personales aún no habían transitado la pregnancia de esta enriquecedora experiencia del contar y oír lo sucedido en el pasado reciente. Una entrevista escapa a este contexto, realizada en dos momentos entre 2020 y 2021, no sólo contaba con la reconstrucción posibilitada por el desarrollo de once juicios en Mendoza, sino que la situación de pandemia y las consiguientes políticas de aislamiento social, obligaron a realizarla de manera no presencial, a través de videollamada. En ese sentido, es una fuente de su época en el pleno sentido del concepto.
Para exponer el análisis de estas entrevistas y de algunas pocas fuentes documentales halladas en relación al objeto de estudio, en primer lugar, repasaremos la participación dispersa de distintas personas que luego ingresaron al PRT-ERP. Experiencias que, como veremos, a veces no fueron más allá de la de un espectador/espectadora atraída por un fenómeno novedoso y otras veces las de quienes desempeñaron un papel protagónico. En segundo lugar, observaremos el trayecto de dos agrupamientos (el Movimiento Socialista de Base y el Movimiento 4 de abril) que surgieron al calor del Mendozazo y confluyeron dando vida al PRT-ERP local, a partir del arribo a algunas premisas comunes tales como la perspectiva socialista y la necesidad de la lucha armada para una victoria definitiva de los sectores populares.
El trabajo de revisión de las fuentes orales es desarrollado en tensión con el estado de la cuestión presentado en este primer apartado. En esa dirección rastrearemos qué imágenes, sentidos y sujetos emergen en los relatos de quienes protagonizaron aquellas jornadas, a la vez que nos instalaremos en la temporalidad más amplia de las consecuencias políticas. Ambas dimensiones serán contrastadas con las expuestas por las diversas corrientes historiográficas mendocinas.
Sensibilidades, acercamientos y participaciones en el Mendozazo
En un trabajo previo referido a la regional mendocina del PRT-ERP buscamos identificar los trayectos, escenarios y sensibilidades que posibilitaron la politización de quienes se integraron a esta organización marxista con una estrategia de lucha armada. En ese ejercicio pudimos concluir que no hubo una dimensión que resultara claramente preponderante sobre las demás, sino que lo escenarios de politización fueron tan variados como las propias trayectorias vitales de las y los militantes. Lo que para algunos/as sucedió en el barrio y con el grupo de amistades, para otras/os fue en el trabajo, en la universidad, en la exploración artística o incluso en el seminario para curas o las guías argentinas.9
No obstante, en tanto experiencias de politización, un hito que atraviesa casi todas las trayectorias de los/as futuros/as militantes perretistas es el Mendozazo (abril de 1972). A excepción de quienes para la fecha no se encontraban en la provincia, para la mayoría fue una situación clave. Una experiencia común que las/os atravesó de distintas maneras, pero simultáneamente, más de un año antes de que el PRT-ERP tomara forma en Mendoza. Por ello, en este primer apartado repasaremos testimonio por testimonio buscando identificar esas huellas en sus aspectos comunes y singulares.
Eugenio “Keno” París -quien se sumó a la Juventud Guevarista y al PRT-ERP en 1975, cuando ingresó a estudiar a la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCuyo-,10 para el Mendozazo era un estudiante secundario en el Colegio Nacional Agustín Álvarez (ubicado en calle Chile, frente a la Plaza Independencia). Resulta significativo hacer notar que él mismo refiere al Mendozazo cuando se le pregunta respecto de cómo fue su proceso de politización. Es decir, el hecho no fue introducido por la entrevistadora sino por el entrevistado. En el relato respecto de su propia politización, da cuenta sobre la influencia de determinadas personas en su vida, el sentimiento de bronca con la policía e inmediatamente da paso al Mendozazo: “Y hay un hecho que a mí me termina de marcar mucho, mucho que es la cuestión del Mendozazo”.11 Esa marca tuvo doble huella, ambas vinculadas a las consecuencias de la represión. Por un lado, un amigo suyo del barrio es detenido en Godoy Cruz por ser partícipe de la movilización organizada desde ese departamento por las Uniones Vecinales y la Coordinadora No Pague la Luz. Se trata de Daniel Moyano, quien al año siguiente se sumaría al PRT-ERP y que se encuentra desaparecido desde mayo de 1976. Por otro lado, su compañero de banco de la escuela, Luis Mallea, fue uno de los tres muertos del Mendozazo, siendo asesinado por el Ejército el viernes 7 de abril en el departamento de Las Heras frente al Zanjón de los Ciruelos. De su presencia en primera persona durante las jornadas, el relato remite casi a una dimensión lúdica del adolescente. Salieron de la escuela y se encontraron con la batalla campal. Con sus compañeros caminaron por calle Mitre y, divertidos, vieron cómo los/as manifestantes volcaban autos y tiraban piedras a la policía que venía montada a caballo. Según sus propias palabras, entre las determinaciones que lo llevaron a militar “la situación social y política de lo que fue el Mendozazo y la muerte específica de mi compañero de banco me marcaron muchísimo”.12
La dimensión lúdica emerge también en el relato de Monona, quien se encontraba recién llegada de General Alvear, desde donde había viajado a la Ciudad para estudiar en la Escuela de Comunicación Colectiva. Monona se alojaba en una pensión para estudiantes ubicada en la céntrica intersección de las calles España y Colón. Ella observó las movilizaciones desde su balcón y lo vivió, en sus propias palabras, como una gran aventura. Un tiempo después se puso en pareja con uno de sus compañeros de estudio, Amadeo Sánchez Andía, y ambos fueron de las primeras personas en Mendoza en integrarse al PRT-ERP. Amadeo le contó a Monona sobre su participación en los enfrentamientos callejeros durante el Mendozazo y le mostró con orgullo una foto suya publicada en un diario local.13 A través del relato de Monona accedemos a su impresión del Mendozazo en tanto espectadora desde el balcón, pero también a la participación de Amadeo, quien fue el primer asesinado en la provincia cuyo cuerpo fue arrojado en Canota en junio de 1975.14
En el caso de Sirio Vignone, quien fue colaborador del PRT-ERP, el Mendozazo lo tomó por sorpresa. En 1972 trabajaba en el Palacio Judicial (frente a Casa de Gobierno), pero recuerda que ese día pidió permiso para retirarse porque tuvo que llevar a su hija mayor, que tenía otitis, a una clínica. Al regreso a su casa, en el centro mendocino, se encontró con los enfrentamientos callejeros. Sin comprender lo que sucedía, recuerda que dejó el auto y su familia en casa e intentó volver caminando hasta su trabajo y se encontró con “los gendarmes cuerpo a tierra en el playón sur del Palacio y un quilombo de autos incendiados”.15 Aún sin entender, regresó a su casa y por la radio pudo enterarse de algo de lo que había sucedido. El Mendozazo no se redujo para él a ese desconcierto inicial, sino que implicó también la búsqueda de un compañero de trabajo y militancia gremial, el Gallego, que había sido detenido en Las Heras y que finalmente fue liberado: .Lo encontramos en Caballería y lo habían pelado, pobre Gallego”.16 Otra marca, esta vez material y concreta, fueron las condiciones de trabajo pos Mendozazo:
En Tribunales estuvimos como un mes para que pusieran los vidrios que estaban todos rotos. No se podía laburar del frío que hacía. Yo laburaba en la Primera Fiscalía que dan todas las ventanas al sur, así que hacía un frío de cagarse.17
Para Mariú Carrera, actriz mendocina que se integraría al PRT-ERP un año después en Buenos Aires y volvería a la provincia ya como militante perretista, la palabra Mendozazo no es testimonio en primera persona, ya que no participó de aquellas jornadas. Sin embargo, su mención evoca inmediatamente el recuerdo de su tía, que era maestra y fue reprimida frente a la sede de su sindicato.18
Roberto Chediack, el Turco, médico y activo colaborador del PRT-ERP en los años venideros, estuvo presente aquel 4 de abril. En evocación de los días previos señala: “Yo me acuerdo muy patente del tema ese del aumento desmesurado de la luz, que la gente empezó a poner cartelitos ‘No pague la luz’”.19 Fue junto con su esposa a la movilización del martes 4, y la corrida durante dos o tres cuadras desde la Casa de gobierno para escapar de la policía fue memorable ya que allí le apareció una arritmia cardíaca que lo acompañaría de por vida.
El caso de Raúl Acquaviva guarda algunos aspectos comunes con el de Keno. No sólo porque integraron el mismo grupo de jóvenes que se sumaron a la Juventud Guevarista y al PRT-ERP en 1975, sino también porque el Mendozazo es introducido por él en la entrevista cuando se le pregunta por los hechos que lo marcaron y llevaron a militar. Inmediatamente, responde:
El Mendozazo. El Mendozazo a mí me marcó, porque fue la primera vez que yo viví un enfrentamiento del Ejército y de la ocupación territorial por parte del Ejército y la policía en represión a toda la gente que se estaba sublevando.20
Para 1972, Raúl era estudiante secundario de la escuela Química y vivía en la Quinta Sección de Capital. De su casa fue caminando hasta el centro por curiosidad, porque quería ser testigo de lo que estaba pasando. Allí lo detuvieron y llevaron a Caballería del Ejército, en calles Boulogne Sur Mer y Fader. El mismo lugar donde se encontraba el Gallego, compañero de Sirio Vignoni.
Por último, otro de los entrevistados perretistas que participó del Mendozazo es Luis “Pelado” Ocaña. Luis era trabajador bancario, desempeñando tareas administrativas en el Banco de Previsión Social que se ubicaba en la esquina de las calles Gutiérrez y España. También fue de los primeros en integrarse al PRT-ERP en Mendoza cuando la organización comenzó a desarrollarse a mediados de 1973. Para 1970 se había ido a Formosa por invitación de un ex compañero del Seminario de Lulunta que se encontraba en la provincia norteña de donde era oriundo, trabajando con el pueblo toba e intentando conformar una cooperativa de trabajo ya que muchos de ellos eran hacheros. Allá fue Luis y pasó unos años colaborando con aquella experiencia de organización. Pero cada tanto viajaba a Mendoza y en uno de esos viajes lo encontró el Mendozazo. No faltó a las jornadas de lucha. Allí estuvo con su amigo, dirigente sindical, futuro militante perretista y desaparecido desde 1977, Pablo Marín. También movilizaron con el Gordo Surballe que dirigía la Asociación Bancaria. Recuerda Ocaña cómo dieron vuelta un carro de asalto y lo arrojaron desde el puente que cruza la calle Pedro Molina. También fue detenido en esa jornada porque llevaba un bolso repleto de bolitas para arrojarle a los caballos de la montada. Cuando lo interrogaron, le preguntaron por las bolitas y dijo que eran para sus sobrinos… nadie lo creyó. Pero la detención se extendió por pocas horas. Según su explicación, la brevedad obedece a que “en ese momento no andaban buscando organizaciones, no. Entonces, chau, un par de chirlos y fuiste, me largaron”.21
Hasta aquí el repaso por los testimonios de quienes participaron de manera dispersa, o desde otras identidades, como los trabajadores bancarios, en aquellas jornadas de lucha de calles. Ahora daremos paso al análisis de dos experiencias que devinieron en agrupamientos políticos transitorios, constituyéndose en los orígenes locales del PRT-ERP.
Desde Maipú, desde los barrios: construcción del Movimiento Socialista de Base
En la entrevista a Avelino Domínguez, otro futuro militante perretista, el Mendozazo emerge ligado de manera inseparable a la fundación del Movimiento Socialista de Base (MSB). No se trata de una asociación retórica, sino del relato de una experiencia de participación política colectiva que se venía construyendo y encontró en las jornadas de abril del ‘72 la condensación necesaria para dar paso a lo nuevo.
El MSB fue un grupo conformado mayoritariamente por habitantes de los distritos de Gutiérrez y Luzuriaga en Maipú (departamento mendocino con gran concentración de industrias y bodegas). La coincidencia temporal entre la constitución del MSB y el Mendozazo no fue casual. La mayoría de quienes integraban el grupo eran obreros y obreras rurales, de la construcción, de bodegas (como Giol o Tupungato) y de fábricas (como SASETRU), más algunas/os estudiantes. Se trataba de amigas/os del barrio, vecinas/os, que en pocos años ya contaban con una intensa experiencia de luchas contra las patronales del campo y de las fábricas. Otro rasgo característico de sus integrantes era su activa participación en las uniones vecinales de la zona. Varias/os habían desarrollado una militancia previa en el Partido Comunista (PC) y en el Partido Comunista Revolucionario (PCR), pero ambas habían terminado en alejamientos o expulsiones que tuvieron al estalinismo como agua divisoria.
Al rememorar las búsquedas políticas previas a integrar el PRT-ERP, Avelino Domínguez cuenta que después del Cordobazo viajó a Córdoba para intentar entablar contacto con alguien de allá “porque siempre andábamos buscando el partido de la revolución o el frente de liberación o que alguien hiciera algo”.22 Varias/os de ellas/os habían leído sobre la Revolución Cubana y habían seguido con angustia las noticias en los días que se anunciaba la muerte del Che Guevara, hasta que esta fue confirmada por Fidel Castro. Vieron con expectativa el Cordobazo y fantasearon con su réplica en Mendoza. Entonces, definieron que iban a crear un espacio político local para que cuando apareciera ese partido de la revolución que buscaban, las/os encontrara organizadas/os.
Antes de fundar el MSB, este grupo inorgánico participaba de las luchas de sus barrios. Habían impulsado la conformación de una instancia llamada Movimiento de Entidades de Bien Público de la que participaban sindicatos (como el SOEVA o el Químico), pequeños comerciantes, delegados/as de uniones vecinales de los barrios de la zona, un médico (Roberto “el Turco” Chediack) y un cura. Este último presidía el Movimiento. Solían tener sus reuniones en la sede del Sindicato Químico de Gutiérrez, pero luego de ser amenazadas/os allí por la policía, el cura propuso que pasaran a reunirse en la parroquia, donde esta no ingresaría. Es decir, abordaban con amplitud las luchas de la zona que habitaban, abarcando aspectos gremiales, barriales y de salud comunitaria. Chediack se había recibido de médico en 1964 y ese mismo año abrió un consultorio en Gutiérrez, donde trabajaba como médico de familia. Allí fueron a hacer guardias algunos residentes de Medicina que luego se integraron al PRT-ERP, como Carlos Espeche. En el consultorio atendían a trabajadoras/es de Giol y del SOEVA, y sus hijas e hijos, lo que los vinculaba con sus luchas.23
El domingo 2 de abril de 1972, dos días antes de la gran jornada de lucha de calles del Mendozazo, unas cincuenta personas se encontraban reunidas en Maipú para celebrar el congreso fundacional de su nueva organización. El encuentro había comenzado en una bodega cerrada y luego se había trasladado a la casa de la hermana de Avelino. El temario acordado contemplaba el análisis de la situación internacional, nacional y local, la resolución sobre la forma que asumiría la nueva organización, el nombre que llevaría y los frentes de masas en que intervendría. Se trataba de una instancia significativa para ese grupo de activistas que hacía tiempo buscaba ser partícipe de una organización política, por lo que preveían que se extendiera por tres o cuatro días. Pero cuando estaban reunidas/os se anoticiaron de que ese día se realizaría una movilización en contra del reciente anuncio de un incremento del 300% en las tarifas eléctricas.24 El hecho de no participar de la movilización y, en lugar de eso, propiciar una reunión propia, les trajo algunas contrariedades. Así lo relata Avelino:
Estamos en ese congreso fundacional y nos enteramos de la marcha. Algunos mocionamos que suspendiéramos el congreso y participáramos de esa manifestación. Y casi nos mandan a la mierda. Incluso, con estas palabras contestó uno que era uno de los ideólogos, dice: “Nos pueden pasar mil huelgas, mil manifestaciones por encima, pero si no hacemos la organización revolucionaria es al pedo”. Charlamos entre nosotros y a mí se me ocurre proponer… porque uno me dice: “Yo voy a ir igual”. “Pará –le digo- tengo una idea”. Entonces, propongo una moción: “¿Por qué no enviamos una delegación de algunos a ver qué pasa?” Porque otros dijeron que era una manifestación en Mendoza, un domingo a las 10 de la mañana ¿quién te creés que va a ir? “Bueno, nos ofrecemos a ir nosotros tres” dijimos. A la manifestación vinimos 10.000 personas Sí, en Mendoza un día domingo. Y a duras penas, la conducción de la manifestación (que ahí se metió también la CGT y el PC tenía su influencia a través de las uniones vecinales) los lograban parar, de que no fueran a Agua y Energía.25
Efectivamente, ese domingo 2 de abril una multitud se concentró frente a la Casa de Gobierno. Según indica la historiadora Gabriela Scodeller, el diario Los Andes dijo que habían sido 8.000 personas, en cambio, el diario Mendoza y las revistas Claves . Primera Plana informaron la participación de 10.000 manifestantes, mientras que el folleto editado por el dirigente comunista Benito Marianetti indicó que fueron 20.000. La movilización llegó hasta el edificio de Agua y Energía, donde las y los manifestantes colgaron varios carteles e improvisaron una asamblea. Lo interesante del fragmento del testimonio de Avelino es que da cuenta de un debate generalizado en la época que, evidentemente, no era ajeno para este grupo de mendocinas/os: la necesidad de estar organizadas/os políticamente. Pero, además, refleja el clima de época, puesto que no cualquiera se encuentra con que la fecha pautada para dar nacimiento a la nueva organización coincide con el día en que estallan las jornadas de lucha del Mendozazo.26
En esa ocasión, el dilema se resolvió con la aprobación de la moción propuesta por Avelino: algunos irían a la movilización a fin de analizar cuál era el clima de lucha mientras el resto continuaba con su reunión. Cuando la comisión regresó, quienes se habían quedado ya estaban al tanto de los hechos que eran relatados minuto a minuto por los programas de radio. Luego de un informe oral, resolvieron por unanimidad suspender el congreso fundacional y abocarse al conflicto que prometía continuidad, ya que la CGT había convocado a un paro y movilización para el próximo martes 4. En Maipú no existía una “Coordinadora no pague la luz”, como ya había en otros departamentos. Esta ausencia probablemente obedeciera a que todavía no habían llegado las boletas de luz con el aumento. El servicio eléctrico era bimestral y ya se había cobrado en otros departamentos, como Capital o Las Heras, pero a Maipú llegaba un mes diferido. Entonces, el grupo suspendió su congreso y se propuso aportar para que Maipú participara de la movilización del 4, apoyándose en las uniones vecinales, a las que identificaba como el motor de esta lucha.
El paro de la CGT provincial estaba convocado a partir de las 10 de la mañana del 4 de abril, con una duración de escasas dos horas (a las 12 del mediodía había que volver al trabajo) y sería acompañado de una movilización. La Coordinadora Provincial “No pague la luz” resolvió adherir al paro. El lunes 3 de abril se hizo una mesa redonda en la sede de la CGT, donde otros sectores anunciaron su participación en la movilización del día 4 -como por ejemplo el Magisterio, que era el sindicato docente- y también elaboraron el petitorio que se entregaría en Casa de Gobierno exigiendo el retorno a las tarifas anteriores, sin ningún aumento. Ese mismo lunes 3, el interventor Francisco Gabrielli -hombre del Partido Demócrata, que proveyó funcionarios a los gobiernos dictatoriales- declaró ilegal la movilización por el estado de sitio que imperaba en el país y argumentó que el gobierno provincial se estaba ocupando del asunto de las tarifas y que una movilización podría “ser aprovechada por elementos interesados en alterar el orden público y efectuar desmanes”.27 Quien sería depuesto en pocos días, ya preparaba su relato de los hechos.
En ese contexto y con una militancia contrarreloj, el grupo que había suspendido su congreso dispuso cuerpo y mente a la tarea de garantizar la participación maipucina en la movilización del 4. Varios de sus integrantes trabajaban en bodegas y no acordaban con que el paro fuera de dos horas. Por su trabajo, sabían que el lunes 3 a las 19hs habría una asamblea sindical en la sede del SOEVA (Sindicato de Obreros y Empleados Vitivinícolas y Afines) de Maipú. Entonces, no sin una buena cuota de picardía, apostaron sus esfuerzos a convocar a las/os dirigentes de las uniones vecinales que conocían a raíz del Movimiento de Entidades de Bien Público para que asistieran a la asamblea del SOEVA, pero sin dar aviso al propio SOEVA. Volviendo al relato de Avelino sobre los sucesos del 2 de abril:
Ese mismo domingo a la noche yo hablo con el dirigente de la unión vecinal mía y hacemos una reunión un poco chica, pero por el poco tiempo. La Comisión Directiva, nos juntamos en mi casa y el presidente de la unión vecinal –era peronista, después nos peleamos con él, pero en ese momento estaba combativo- dice: “Usted, lo delegamos –me dice- a usted para que combine con las otras uniones vecinales que ya conocen a través de ese movimiento que se ha creado y que se busque la manera de participar de la concentración. No sólo de hacer una Coordinadora para no pagar la luz en Maipú, sino para participar activamente del movimiento”. Y entró un vecino y dice: “Yo ofrezco mi camioneta”. Y otro dice: “Y vamos con carteles de la unión vecinal”. Bueno, todos se entusiasmaron.28
Ese domingo por la noche y el lunes a la mañana, las/os militantes del grupo que todavía no tenía nombre fueron a los loteos de la zona, hablaron con las uniones vecinales, con los gremios y con los centros de estudiantes secundarios y los convocaron a la asamblea de las 19hs que se realizaba en el local del SOEVA Maipú. Socarronamente, Avelino bromea con que todo Maipú sabía de la asamblea a las 19hs en el SOEVA, excepto los del propio SOEVA. Incluso, se sorprendieron al escuchar por el altoparlante de un auto que convocaba a movilizar contra el aumento de las tarifas eléctricas, las mismas frases que ellas/os decían al hablar con las vecinas y vecinos. La idea había prendido.
El lunes por la tarde, la gente va llegando a la asamblea:
(…) y en la asamblea estaban leyendo los estatutos del gremio que habían hecho una reforma. Y claro, y empiezan a mirar y llegaba gente y llegaba gente. Y entonces García, que era el tesorero del gremio, un tipo más abierto (yo era amigo del hijo y de las hijas) me identifica a mí y se me acerca. Y le digo: “Che, estos compañeros que vienen conmigo son de varias uniones vecinales y de los centros de estudiantes también que venimos a ver qué van a hacer mañana porque la idea nuestra es que hay que participar”. “Cierto, esperá un poquito que estamos con esto –dice- y…” A todo esto, ellos tenían un matón, viste, el pesado, el burka, que le decían el Buey y era hermano del secretario. Ya estaba diciendo: “¿Y esa gente? ¿esos extraños?” Viste, ya nos quería sacar cagando. Y aparte ya nos conocía, sabía que pensábamos distinto: “estos son los ultras, los revoltosos”.
Bueno, hasta que por fin los que venían con nosotros, que ya eran muchos, empezaron a decir: “Pero ¿qué es lo que están leyendo estos?” Claro, el tema era la luz ahí. Hasta que el tipo cerró el libraco y dice: “Bueno, hasta acá la lectura de los estatutos”. “Pido la palabra” dice uno que no sé quién era. “Sí, tiene la palabra el compañero”. Dice: “¿por qué estamos pelotudeando con esto de los estatutos cuando el tema del país son las tarifas eléctricas y el tema de mañana es la movilización?” Aplauden todos. Y entonces, dice: “Paren, esperen, esperen un poco” dice uno de la Comisión Directiva que era muy canchero y dice “me parece que el compañero no sabe que esta asamblea era continuación, que estábamos en un cuarto intermedio y habíamos empezado con esto de los estatutos, teníamos que terminar”. Entonces, pide la palabra el secretario, Brizuela era, lo mataron después… lo mataron a él y a García.29 Y entonces se manda un discurso muy bueno. Claro, era un cuadro. Dice: “es evidente que el tema fundamental es ta, ta, ta…” Peroró bien, revolucionario el tipo, y dice: “Y además quiero avisar a la asamblea que se han hecho presentes –dice- compañeros de uniones vecinales y del movimiento estudiantil que vienen para coordinar con nosotros qué vamos a hacer mañana. Pido un aplauso para ellos”. Nos aplauden, después que nos estaban por echar y dice: “que se presenten, que pasen para adelante”.30
Luego de las presentaciones de las vecinas y vecinos de los distintos barrios (Villa Francis, Loteo Vargas, Barrio Barrasquín, etc.) y delegadas y delegados de otros gremios -como el Químico- y fábricas -como la Cristalería de Cuyo-, comenzaron a coordinar cómo sería la participación en la movilización del día siguiente. El martes 4 de abril, una nutrida columna maipucina, de composición eminentemente obrera, se dirigió hacia el centro. No habían organizado una estrategia de autodefensa como las que se vieron en el Cordobazo, el Viborazo u otras luchas de calles. No llevaban miguelitos, ni molotov, ni bolitas para la caballería. Sin embargo, ante el primer jeep de la policía que intentó frenar la marcha de los camiones maipucinos, varias/os bajaron a buscar piedras para defenderse. Probablemente, la autodefensa todavía no era un asunto debatido y sobre el cual tuvieran decisiones colectivas y disciplinadas, pero sí era una necesidad de la que popularmente se tenía conocimiento y había una forma espontánea, para nada pasiva, de responder frente a un posible avance de las fuerzas represivas.31 De hecho, además de los camiones, varias personas habían ido en sus motos y en reiteradas oportunidades se adelantaban para alertar cómo estaba el camino y si había retenes u otros grupos que se dirigieran a la movilización y precisaran ayuda. Antes de cruzar de Godoy Cruz a Capital, decidieron estacionar los camiones con los que no podrían llegar hasta el centro y continuar caminando. Según el recuerdo de Avelino, esperaban en la vereda de Avenida San Martín a que se hiciera un hueco para que ingresara la columna maipucina. Pero no paraba de pasar gente, por lo que tuvieron que volcarse a la calle como pudieron.
La participación del grupo en la jornada del 4 fue activa. Diseminadas/os entre las decenas de miles de personas que protagonizaron el Mendozazo,32 estuvieron en el acto en Casa de Gobierno, compartieron la bronca contra una burocracia sindical que jugaba a contener la movilización, se indignaron al recibir la noticia de la represión a las maestras, padecieron los primeros gases de la policía y las corridas por el Parque Cívico en busca de refugio para luego regresar. Igual que en los otros azos, la lucha se dio con avances, repliegues y nuevos avances de los sectores populares frente a la policía primero, y luego ante la embestida de Gendarmería y Ejército. Iban y venían, retrocedían y avanzaban en un cuerpo a cuerpo con los represores. Piedras y fuego de un lado, gases y balas del otro.
Hubo hazañas que pronto se convertirían en sus heroicas anécdotas, como la del joven del barrio que era atleta y que mediante la técnica de lanzamiento de bala arrojó una piedra con la que logró romper el último vidrio que quedaba sano entre las ventanas de Casa de Gobierno. La gente alrededor festejaba y aplaudía. Lo mismo que la posibilidad de abalanzarse sobre un carro hidrante y, gracias a las herramientas de la bodega que llevaba uno de los obreros, desenroscarle la manguera y dejarlo fuera de juego. O cómo hicieron bajar al policía que conducía un Ford 300 blindado y se llevaron el transporte de trofeo para pasar gloriosos frente a la gente que todavía se abatía a piedrazos con la policía, y finalmente arrojarlo desde un puente en el Parque Cívico.
Al llegar la Gendarmería, que avanzó disparando, las columnas movilizadas se desplazaron hacia el casco céntrico. Según las personas entrevistadas, de los locales chicos salía gente a aplaudir la movilización porque el blanco de los piedrazos no eran sus negocios, sino los edificios emblemáticos de la gente del poder. De una pinturería sacaron un pincel y un tarro de pintura con el que escribieron consignas como “Luchar, vencer, el pueblo al poder”. O recogieron una señalización de tránsito que indicaba “prohibido girar a la izquierda” y tacharon el “prohibido”. Eso es lo que hay que hacer, arengaba alguien, ir a la izquierda. Cada acción desataba aplausos y festejos. Y luego, cuando el Ejército comenzó a bajar desde Boulogne Sur Mer, la gente aprendió a montar barricadas con materiales de lo más diverso -muchos de ellos aportados por vecinas y vecinos- y encontrar el momento justo para darle fuego y correr hasta otra esquina a montar una nueva barricada.
La experiencia del Mendozazo cimentó nuevos niveles de conciencia en las personas que habían interrumpido su congreso fundacional para participar de esas históricas jornadas de lucha popular. Pasados los días de combates callejeros, el grupo retornó a sus debates. Al cabo de un tiempo resolvieron la fundación de una nueva organización que debía ser partícipe de las luchas del pueblo por la revolución socialista. Simultáneamente, explorarían qué espacios existían o surgían a nivel nacional para sumarse como un aporte ya organizado. Con esa intención, pusieron en práctica algunas políticas de seguridad, como la de usar nombres falsos para que no se conociera su verdadera identidad. Para su nuevo agrupamiento consideraron algunos nombres, entre los que Avelino recuerda Organización de Izquierda Revolucionaria (OIR), pero cuya conclusión fue la formación del Movimiento Socialista de Base (MSB).
Un año después, el MSB se incorporó al PRT-ERP, constituyendo su origen local. Las cosas siguieron más o menos el siguiente curso: en junio de 1973, recién liberada por el Devotazo, llegó a Mendoza una pareja cordobesa de militantes perretistas, Diana Triay y Sebastián Llorens.33 Un integrante del MSB, Hugo Pacheco,34 hizo contacto con esta pareja y empezaron a tener reuniones. En primer lugar, el MSB comenzó a participar de las asambleas del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS) que el naciente PRT impulsaba en Mendoza y de las que participaban otras organizaciones, como El Obrero.
En el FAS, eligieron a Avelino como delegado por Mendoza al Comité Nacional, allí conoció a Tosco, Jaime y Gaggero. En un proceso simultáneo, en los meses de junio a noviembre de 1973, las/os integrantes del MSB tuvieron debates políticos y entrenamiento militar con las/os recién llegadas/os militantes perretistas, fueron activas/os organizadoras/es del viaje al V Congreso del FAS en Roque Sáenz Peña (Chaco) y, desde el FAS también, colaboradoras/es en la tarea de ayudar a las/os exiliadas/os chilenas/os con alojamiento. El ingreso del MSB al naciente PRT-ERP mendocino tuvo lugar en esos meses, conformando distintas células partidarias (Ayles Tortolini, 2020b).
Santiago Ferreyra, un perretista cordobés que integró la dirección de la regional mendocina de la organización, recuerda al MSB como un grupo de unas treinta personas, con muy buena formación y una predominante composición obrera:
Por estos compañeros que venían del MSB, teníamos un trabajo territorial, teníamos casas, teníamos amigos. Y eso repercutía porque muchos de esa misma zona iban a la Universidad. Y ese Movimiento Socialista de Base tenía como una periferia universitaria, porque eran chicos que hay que destacar el origen obrero de ellos, de la mayoría, pero tenían una vocación a superarse intelectualmente. Es decir, todos ya tenían una formación en el marxismo-leninismo.35
Desde las facultades: surgimiento del Movimiento 4 de abril
Hubo otro espacio político de existencia previa al PRT-ERP local, creado por mendocinos, con un horizonte revolucionario socialista y vinculación directa con el Mendozazo. Si bien fue un agrupamiento mucho más pequeño que el MSB y no contó con la inserción obrera y experiencia militante de aquel, resulta relevante puesto que su preexistencia al partido da cuenta de los recorridos previos y los ensayos revolucionarios transitados por quienes dieron vida al PRT-ERP mendocino y entre quienes se hace notoria la relevancia política de la experiencia del Mendozazo. Nos referimos al Movimiento 4 de abril.
Gracias a la entrevista con uno de sus integrantes, Rafael Bonino, se pudo hacer una incipiente reconstrucción de esta experiencia hasta ahora desconocida. En principio, se trató de un grupo de amigos que se conocía por haber compartido la escuela secundaria (el Liceo Agrícola y Enológico, dependiente de la UNCuyo) o por ser vecinos del barrio (la Sexta Sección de Capital). Tenían entre 18 y 20 años y se reunían frecuentemente a comer, tocar la guitarra y hablar de chicas, según la memoria de Rafael. Estos encuentros se hacían en la casa de la mamá de Mario Camín, ubicada en calle Martínez de Rosas a pocas cuadras de Jorge A. Calle. La mamá y papá de Mario habían militado en el Partido Comunista y estaban separados, ella era médica por lo que trabajaba muchas horas fuera de la casa, que era aprovechada por los jóvenes.
Entre fines de 1971 y principios de 1972, los amigos decidieron constituir un grupo de formación política con perspectiva marxista. Ante la pregunta de si además del marxismo contemplaban algunas lecturas provenientes del peronismo, Rafael fue categórico: “Nooooooo, éramos marxistas, olvidate. Noooo, nooo, era todo estudio del marxismo”.36 Probablemente, esta inclinación política obedeciera, por una parte, a la reciente militancia comunista de la mamá y papá de Mario. Aunque habían dejado de militar en el PC, el papá seguía acercándoles la prensa Nuestra Palabra a los jóvenes. Por otra parte, también ha de haber ejercido influencia la presencia de Carlos Requena, el integrante más grande del grupo (apenas unos años más que el resto), que era estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras y también había militado en el Partido Comunista. Entre los textos que leyeron y debatieron, Rafael recuerda El Estado y la revolución de Lenin y algunos trabajos de Marx y Engels. Curiosamente, esta influencia de ex militantes del PC puede haber jugado un rol de orientación hacia la izquierda, pero no hacia ese partido al que los jóvenes criticaban con dureza, como veremos más adelante. Recordemos que varias/os de quienes fundaron el MSB habían militado previamente en el PC o el PCR y habían sido expulsadas/os o se habían ido de esos espacios orgánicos con críticas a lo que denominaron una visión estalinista, burocrática y verticalista. Hay allí una dialéctica que observar entre el acercamiento y alejamiento de esas experiencias, los aprendizajes que ellas ofrecieron y la permeabilidad de las ideas de izquierda.
En los días previos al estallido del Mendozazo, el grupo de amigos y su naciente espacio de formación política asistió a las asambleas y mesas redondas propiciadas por la Coordinadora No Pague la Luz y la CGT. También sostuvo una activa participación en la movilización del martes 4 de abril y en los combates con las fuerzas represivas frente a la Casa de Gobierno y zonas aledañas, con corridas, gases, repliegues, avances y autos incendiados. Al igual que el MSB, estos muchachos también se volvieron con sus propias hazañas grabadas en la retina. Como la de la corajuda señora que al grito de “¿No les da vergüenza tirarle al pueblo?” le dio una cachetada a un policía que se quedó impávido mirándola. O la del tablón que entre dos sacaron de una obra en construcción y con el cual prepararon la defensa para arremeter contra la policía. Al día siguiente, miércoles 5, participaron del sepelio del canillita Ramón Quiroga, el primer muerto del Mendozazo, y vivieron nuevos enfrentamientos con las fuerzas represivas por la zona del Zanjón de los Ciruelos. Rafael define al Mendozazo como una “experiencia de insurrección popular de gran nivel”, en donde la disparidad entre las fuerzas represivas y la autodefensa popular que disponía de piedras y hondas “marca a fuego a una generación, y más una persona como yo que ya estaba pensando si el cambio venía por otro lado”.37
Esta experiencia los decidió a fundar el Movimiento 4 de abril. La noción de “movimiento” en el nombre del nuevo agrupamiento resuena solemne si se toma en consideración que la cantidad de integrantes no llegaba a diez. Pero la identidad asumida, tomando la fecha clave del Mendozazo, se encontraba estrechamente vinculada con sus aspiraciones. En total, eran cinco muchachos y contaban con unos tres o cuatro simpatizantes. Su práctica consistía en la elaboración de volantes de agitación que repartían en sus respectivas facultades (Agronomía y Filosofía y Letras de la UNCuyo y la Universidad Tecnológica Nacional). Adoptaron una dinámica según la cual cada uno escribía por su cuenta y luego se reunían y hacían una puesta en común bajo la guía de Requena. Además de experiencia política previa, Requena tenía un mimeógrafo que les enseñó a usar y se convirtió en la herramienta grupal para la difusión de las ideas socialistas.
Parece que uno de esos volantes fue publicado por la revista Nuevo Hombre, en formato de carta al lector, bajo la firma del Movimiento 4 de abril y el título “Revolucionarios mendocinos: en torno de los acontecimientos del mendocinazo”.3839 Luego de la entrevista con Rafael Bonino le fue mostrado el documento hallado y confirmó la autoría, señalando que ese era el marco conceptual con el que trabajaban y las conclusiones a que habían arribado. La carta comenzaba afirmando la incorporación de Mendoza “al campo insurreccional del país”, lo que parecía una sorpresa, puesto que nadie imaginaba “que las masas mendocinas estuvieran tan maduras para el enfrentamiento contra el sistema”. Luego reivindicaba el accionar popular que rebasó a la Policía Provincial y Federal, a la Gendarmería y al Ejército, mediante la acción directa y el enfrentamiento “sin otra representación que su propia presencia”. Ese era un elemento significativo para el Movimiento 4 de abril, para quienes el Mendozazo “sepultó para siempre a los servidores del viejo régimen, a sus partidos y dirigentes”. Según su lectura, el pueblo había comprendido que las soluciones a sus problemas no se hallaban dentro de los márgenes del constitucionalismo burgués, ni siquiera en su versión progresista, sino que debía asumir el poder en sus propias manos. Sus críticas no se restringían a la burocracia sindical y los partidos tradicionales. También dedicaron unas líneas al Partido Comunista, a quien acusaron de “diversionista” por utilizar frases de apariencia combativa, pero cuyo contenido tendía a desviar la lucha. Ejemplificaban esto con la consigna “el pueblo unido jamás será vencido”, advirtiendo que desdibujaba las diferencias de clase. A ello le contraponían “el pueblo en armas” que debía luchar por “la socialización de los medios de producción, para que el esfuerzo común sea comúnmente disfrutado y distribuido entre todos los que trabajan”. Para finalizar, consideraban que luego del Mendozazo el pueblo había aprendido que ya no podía permanecer aislado en sus organizaciones gremiales o estudiantiles ni subsistir en la espontaneidad, sino que correspondía estructurar un frente de liberación nacional revolucionario que contara con comités de base y un ejército popular que, mediante la lucha armada, garantizara la toma del poder y el socialismo. En sus palabras, el pueblo comprendió que
(…) a su unidad de combate hay que adicionarle un INSTRUMENTO, que no podrá seguir siendo una piedra, o una honda, sino que a las barricadas que levantó en Guaymallén, y Las Heras, como en esquinas de nuestra Ciudad Capital, hay que agregarle el ARMA, la misma o igual a la que utilizaron las tropas contra él, y toda la metodología de la GUERRA REVOLUCIONARIA.40
De su lectura se desprende que para el incipiente Movimiento 4 de abril, el Mendozazo se destacaba por haber constituido una escuela de lucha en la que el pueblo había extraído unas cuantas lecciones prácticas, vinculadas principalmente a la necesidad de no delegar la política sino asumirla con protagonismo. Se manifestaba la ruptura con los partidos tradicionales y la burocracia sindical, pero también con la izquierda que no avanzaba en la lucha armada. Se observa con claridad el horizonte socialista del naciente grupo y su opción por la guerrilla.
Resulta llamativa la sintonía de lo volcado en la carta-volante con el análisis que realizó en su momento el PRT respecto de los primeros “azos” en Corrientes, Rosario y Córdoba (1969). En una nota titulada “Las movilizaciones populares en todo el país dijeron: ¡Abajo la dictadura de los monopolios!”, publicada en la revista partidaria El Combatiente, el extenso relato de los hechos era articulado con una serie de subtítulos que, enlazados entre sí, mostraban el avance en métodos de lucha. Aquellos subtítulos eran: “De los ‘miguelitos’ a las barricadas... de las barricadas a los francotiradores… de los francotiradores al ejército revolucionario! Todos somos extremistas”.41 La lectura perretista identificaba el surgimiento de coordinadoras populares y organizaciones guerrilleras como un nuevo grado de conciencia política. Reivindicaba el aprendizaje práctico de la autodefensa en los enfrentamientos callejeros. Lo que comenzó con pequeños grupos que avanzaban y replegaban atacando con rudimentarios elementos como hondas y piedras, rápidamente dio paso a la preparación de miguelitos y molotov,42 para ser completado, finalmente, con la presencia de francotiradores/as que desde las azoteas protegían las barricadas y dificultaban el avance de las fuerzas represivas. El Cordobazo había demostrado la inmensa potencialidad de la huelga obrera y la iniciativa revolucionaria de las masas, a la vez que los límites de la ausencia de un programa claro y de una dirección político-militar unificada. Las jornadas de 1969, y el Cordobazo en particular, eran analizadas por el PRT como un hito en la lucha de clases que había llevado al pueblo a su máximo nivel espontáneo de lucha, produciendo un elevado nivel de combatividad y resistencia e incorporando a las masas a la lucha política. A la vez, y en confrontación con las tendencias insurreccionalistas, para el PRT el Cordobazo demostraba que con la insurrección espontánea popular no alcanzaba para derrotar al ejército capitalista y que era imprescindible la acción del partido y el ejército revolucionario. Pero la experiencia directa de las masas en las calles brindaba más lecciones aprendidas que lo que pudiera incorporarse en años de periódicos y folletos de propaganda socialista.43
En similar sentido, luego del Mendozazo el PRT publicó una nota editorial en su periódico en la que saludaba “la victoriosa lucha de las masas mendocinas” por el golpe asestado a “la dictadura de los monopolios”. Señalaban que en “las heroicas jornadas del 4, 5, 6 y 7 de abril”:
Por sobre la traición -¡otra más!- de la burocracia cegetista, por sobre el aparato represivo de la policía, la gendarmería, el ejército, las masas mendocinas infligieron una dura derrota a la dictadura, demostrando la permanente combatividad del pueblo y de la clase obrera y la posibilidad de obtener victorias cuando las medidas de fuerza no consisten en paros domingueros, sino en auténticas movilizaciones del pueblo, que permitan a las masas desplegar toda su potencialidad combativa.44
El mismo análisis podía leerse en la página de Estrella Roja, el órgano de prensa del ERP bajo el título “San Juan, Mendoza: la luz enciende el fuego de la lucha del pueblo”.45 Es posible que los integrantes del Movimiento 4 de abril hubieran tenido acceso a esta lectura, o que llegaran a las mismas conclusiones a través de su propia participación en el Mendozazo. Si bien no se ha podido precisar con exactitud la duración de la experiencia del Movimiento, es claro que surgió luego de las jornadas de abril de 1972 y que cuando nace el PRT-ERP mendocino, en junio de 1973, se disolvió. Dos de sus militantes, Rafael Bonino y Mario Camín, se sumaron a las filas perretistas, mientras que otros tres fueron simpatizantes por un tiempo breve.46
¿Qué se ve si se mira desde abajo? Algunas consideraciones sobre estas experiencias subalternas de politización
Retornando al estado de la cuestión presentado en la introducción de este artículo, podemos observar cómo la imagen de caos, vandalismo y descontrol esbozada por la historiografía conservadora, se desdibuja cuando se escucha la voz de quienes participaron del Mendozazo. Si la fuente oral la constituyen las y los manifestantes en lugar de los funcionarios políticos y jefes militares, la película es otra. En primer plano aparecen los gestos de solidaridad, la ayuda entre quienes se protegen de la represión, la bronca que no se desata irracionalmente “contra todo lo que se encuentra a su paso” sino que se focaliza contra todo lo que representa el orden social vigente y sus injusticias, particularmente las entidades financieras, oficinas de gobierno y fuerzas represivas. La asistencia al velorio de Ramón Quiroga por parte de personas que no lo conocían previamente, sin incentivo económico y enfrentando la militarización de la provincia, expresa un elevado nivel de compromiso y de fuerza moral. Es decir, a pesar de la extendida represión del día previo, a pesar de los golpes, los gases y las heridas, lo que prima no es el miedo, sino el coraje. La lucha parece una fiesta de la desobediencia a las normas impuestas. La alegría, la efusión expresada en arengas, aplausos y risas, parece haber sido el tono de la jornada, aunque resultara imperceptible para quienes miran desde arriba.
Para dimensionar la participación en el Mendozazo de quienes luego integraron el PRT-ERP en la provincia, corresponde tener en consideración que poco más de la mitad de las/os integrantes de la regional mendocina de dicha organización se encuentran desaparecidas/os.47 En algunas ocasiones, podemos saber de su participación gracias al testimonio de sus compañeros/as sobrevivientes. En este trabajo, es el caso de Daniel Moyano, Amadeo Sánchez Andía, Pablo Marín y Mario Camín. Por ello, es dable suponer que la incursión de futuras/os perretistas en aquellas jornadas de masas haya sido más extensa de lo que se ha podido rastrear hasta aquí.
El ejercicio de volver a las entrevistas con quienes integraron el PRT-ERP en Mendoza prestando exclusiva atención a su registro sobre el Mendozazo permite detectar el movilizante influjo que estas jornadas de lucha de calles ejercieron sobre ellas y ellos. Un fenómeno político de masas que no pasó inadvertido para estas personas. Quienes participaron activamente salieron transformados/as y con unas cuantas lecciones aprendidas a fuerza de experiencia propia y colectiva. Pero incluso, muchos/as que no participaron de manera protagónica igualmente fueron testigos, ya fuera porque vivían, trabajaban o estudiaban en el centro, o porque las huellas de las consecuencias represivas se expandían hasta ellas y ellos, como es el caso de Keno y su compañero de escuela asesinado, de Mariú y su tía maestra reprimida o de Sirio y su compañero de trabajo detenido.
Al mismo tiempo, del repaso por los testimonios de quienes tuvieron una participación dispersa se desprenden algunas consideraciones que contrastan con la imagen de la planificación, infiltración y aprovechamiento. A varios de estos y estas futuras militantes revolucionarias, el Mendozazo los/as tomó por sorpresa y despertó su asombro y entusiasmo. En sus memorias emerge como vivencia común la atracción por la reacción popular ante las embestidas represivas que se manifestó en corridas, autos incendiados, pedradas y barricadas. El monopolio estatal de la violencia había sido puesto en cuestión. Por otra parte, para algunos de ellos este hecho de masas también concluyó en su primera experiencia carcelaria. Es el caso de Daniel Moyano, Luis Ocaña y Raúl Acquaviva.
Los recorridos de quienes conformaron el MSB y el Movimiento 4 de abril, si bien disímiles y singulares, les permitieron arribar a algunas conclusiones comunes, como la reflexión acerca de que la lucha debía ir más allá de la dictadura militar y apuntar hacia el sistema capitalista, asumiendo una perspectiva marxista. Aquí se puede observar la permeabilidad de las ideas de izquierda, tensionando la idea del peronismo en tanto identidad política popular absoluta. La confrontación con las fuerzas represivas también había dejado la lección de que no habría transformaciones profundas sin la posibilidad de organizar la violencia popular, condición fundamental para dar el paso hacia la lucha armada. Si casi con nula planificación, se había podido liberar algunas zonas y resistir durante días el ingreso del ejército ¿hasta dónde se podría llegar con una estrategia de lucha armada organizada? Ambos aspectos mencionados, tradición marxista y estrategia de lucha armada, fueron acompañados por el reconocimiento de la importancia de la organización política. La valoración positiva del espacio de reunión, del análisis de situación y el plan de acción común, así como la puesta en práctica de algunas medidas propias de la militancia clandestina, como el uso de nombres partidarios, allanaron el camino que los/as llevó a integrarse al PRT-ERP.
El conocimiento sobre la experiencia del MSB permite aprehender una historia de politización subalterna ciertamente distante de la que impone una imagen de jóvenes universitarios de clase media con ínfulas de rebeldía, soberbia y violencia, dispuestos a provecharse del descontento genuino de una población tranquila y conservadora. El Movimiento Socialista de Base, sólido origen local de la guerrilla marxista, es el resultado de una experiencia transitada desde la periferia de la periferia, teniendo en cuenta que, si bien Maipú es parte del Gran Mendoza, es uno de sus departamentos más alejados y populares. Desde los barrios, con una composición mayoritariamente obrera, un grupo de vecinas y vecinos atravesó una experiencia de politización que le llevó a construir una organización que se definía marxista y revolucionaria. No parece el resultado de una conspiración foránea, sino una dinámica genuina para quienes experimentan en carne propia la cotidianeidad de la explotación laboral y las condiciones de vida de un barrio pobre. El escenario de politización es territorio geográfico y de clase, no sólo por el hecho de vivir en el mismo barrio o en barrios cercanos, sino también por las instituciones en que se tramita el encuentro: la unión vecinal y la sede local del sindicato.
La existencia del Movimiento 4 de abril, aunque menor en relación con el MSB, al igual que él da cuenta de los recorridos y trayectorias previas de varios/as mendocinos/as que darían vida a la regional del PRT-ERP. Provenientes de sectores subalternos, partícipes de las luchas obreras y estudiantiles de su época y con la marca indeleble del Mendozazo, ya se ubicaban en la senda socialista y consideraban la necesidad de un partido de la clase trabajadora que adoptara la lucha armada camino a la revolución. Su visión de la realidad y las tareas del momento no cabían en los marcos del movimiento peronista, ni siquiera en su versión de izquierda, como tampoco en el Partido Comunista. Lejos de la imagen de personas manipuladas por ideas foráneas, sus trayectos evidencian una tradición subalterna de raíces de locales que va a confluir en la dinámica de la lucha de clases nacional.
Si nos atenemos a la evidencia empírica histórica, si no borramos estas experiencias previas, si observamos que para abril del ’72 casi no se habían desarrollado las diversas organizaciones revolucionarias en la provincia, pero luego de él estas se erigieron con solidez, en lugar de infiltradas en la manifestaciones pacíficas podemos afirmar que las organizaciones guerrilleras en su versión local fueron, en parte, producto de ese fenómeno de masas de confrontación abierta que pasó a la historia como el Mendozazo. Escenario donde una fracción de los sectores populares mendocinos radicalizó sus opciones y ofreció la disponibilidad de sus cuerpos para una lucha de largo aliento que no perseguía un horizonte encorsetado en el orden de lo posible, sino en el de la transformación y la creación de un mundo nuevo.
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Notas