Dossier
Recepción: 15 Junio 2022
Aprobación: 16 Agosto 2022
Publicación: 30 Diciembre 2022
Resumen: Este trabajo tiene un doble objetivo. En primer lugar, dar cuenta de la participación de los/as trabajadores/as bancarios/as en el Mendozazo y de la lectura del mismo que efectuaron en su prensa gremial. En segundo lugar, busca aproximarse a sus formas de organización y de lucha antes y después de aquel hecho de masas, abordando en profundidad el caso del Banco de Previsión Social (BPS) durante la década 1963-1973. Como anticipación de sentido se plantea que la actividad sindical no formalizada en Comisión Gremial Interna fue, de todos modos, prefigurativa de la misma y que a través de ella los/as trabajadores/as del BPS (re) construyeron una experiencia de clase que se planteó el problema del poder, la disputa de la totalidad social.
Palabras clave: Mendozazo, trabajadores/as bancarios/as, actividad sindical, comisiones gremiales internas, prefiguración.
Abstract: The aim of this paper is twofold. Firstly, to give an account of the participation of bank workers in the “Mendozazo” and their reading of it in the trade-union press. Secondly, it seeks to approach their forms of organisation and struggle before and after that mass event, dealing in depth with the case of the Social Security Bank [Banco de Previsión Social (BPS)] during the decade 1963-1973. It is argued that the trade-union activity not formalised in an Internal Trade Union Commission was, in any case, prefigurative of it and that through this the workers of the BPS (re) constructed a class experience that posed the problem of power, the dispute of the social totality.
Keywords: Mendozazo, bank workers, trade union activity, internal trade union committees, prefiguration.
Introducción
De acuerdo con Scodeller (2009), en el movimiento de la sociedad los “Azos” no sólo ilustran una acumulación cuantitativa sino cualitativa, en cuanto los reclamos de tipo económico son superados por una lucha política contra el Estado, que en su despliegue combina formas de violencia de masas. Siguiendo a la misma autora, el Mendozazo (abril de 1972) fue producto de un proceso de intensificación de la lucha de clases y al interiorde la clase obrera, donde se produjeron prácticas de autonomización de ciertos sectores laborales respecto a sus dirigencias sindicales. Durante la lucha de calles que lo caracterizó, se profundizó la alianza de los/as trabajadores/as con otras fracciones sociales, llevando a cabo acciones que no respondían a normativas previamente establecidas y con las que cuestionaron el statu quo.
En este trabajo hacemos nuestros dos planteamientos. En primer lugar, el que señala que el Mendozazo “representa un salto cualitativo en el proceso de luchas que se desarrollan en la provincia, implica un cambio en las conciencias, que se expresará en las formas de organización y lucha producto del mismo” (Scodeller, 2009: 114). El énfasis aquí está puesto en la acumulación que supuso en términos de organización y unidad, más que en cantidad de conflictos.
En segundo lugar, el que sostiene que “el factor organizativo fue tanto condición como resultado de la lucha”, por lo cual el Mendozazo es entendido “como un momento bisagra, una suerte de kairos, es decir, de condensación de experiencias que permitieron a los/as sujetos emergentes en el conflicto recuperar experiencias anteriores, a la vez que asumir un presente novedoso” (Rodríguez Agüero, 2013: 73).
En base a esas premisas, este artículo asume en su recorrido una temporalidad no lineal para un doble propósito. El primero, dar cuenta de la participación de los/as bancarios/as en el Mendozazo, así como de la lectura que efectuaron sobre el mismo en su prensa gremial. El segundo busca aproximarse a las formas de organización y de lucha de este colectivo laboral en el lugar de trabajo, antes y después de abril del ‘72. Para ello se aborda en profundidad el caso del Banco de Previsión Social (BPS). El período considerado es la década 1963-1973, con líneas de fuga hacia atrás y hacia adelante cuando el análisis lo ha requerido.
Como anticipación de sentido se plantea que la actividad sindical del BPS no formalizada en Comisión Gremial Interna (CGI) fue, de todos modos, prefigurativa de la misma y que a través de ella los/as bancarios (re) construyeron una experiencia de clase (trabajadora) que se planteó el problema del poder, la disputa de la totalidad social.
A lo largo del texto, especialmente en el tratamiento del segundo objetivo, dialogamos brevemente con algunos estudios centrados en experiencias de organización sindical desarrolladas durante el período abierto con el Rosariazo y el Cordobazo, clausurado por el golpe de Estado de 1976. Entre ellos destacamos los de Santella (2007) y Basualdo (2011), referidos al caso de los obreros metalúrgicos de Villa Constitución, así como los aportes de esta autora acerca de las instancias de representación de base (Basualdo, 2010).
Respecto a la icónica provincia de Córdoba, recuperamos reflexiones de Gordillo (2019) en torno al Sindicato de Mecánicos y Afines al Transporte Automotor (SMATA), gran protagonista la rebelión de mayo del ‘69, así como la investigación de Mignon (2014) referida a la etapa clasista del Sindicato de Trabajadores de MaterFer (SITRAM). Por cuestiones de espacio no han podido incluirse aquí otros valiosos trabajos, como los de Laufer (2017a y 2017b) enfocados en el clasismo cordobés y salteño. Finalmente, nos remitimos a la experiencia organizativa de los trabajadores de la fábrica Norwinco en Tucumán, reconstruida por Jemio (2022).
En cuanto al sector laboral que analizaremos, retomamos aportes de Mangiantini (2018) sobre la organización sindical en el Banco Nación de Buenos Aires, impulsada entre 1968 y 1974 por militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores-La Verdad (PRT-LV), única contribución sobre los/as bancarios/as en este período hallada a la fecha. Por último, acudimos a la imprescindible investigación de Acha (2008) sobre el proceso de construcción de clase de estos/as trabajadores/as, sedimentado en las huelgas nacionales de la década del ‘50 que, como se verá, se encuentran estrechamente ligadas al caso estudiado.
El trabajo que presentamos constituye una reconstrucción histórico-empírica que, sin pretender respuestas definitivas, se orientó por los siguientes interrogantes: ¿Fueron los/as bancarios/as parte activa de la lucha de calles que caracterizó al Mendozazo? ¿Cómo interpretaron dicha rebelión y con qué propósitos? ¿Qué formas de organización y de lucha se dieron en el lugar de trabajo, en torno a qué demandas y experiencias? ¿Fue el Mendozazo detonante del proceso de organizativo? ¿Quiénes impulsaron y/o dinamizaron ese proceso y cuáles fueron sus trayectorias de formación como “organizadores”? ¿Qué identidad social se asumía o construía en la actividad sindical? ¿Qué tipo de relaciones se establecían con la entidad patronal, colaboración o antagonismo? ¿Se plantearon objetivos o definiciones político-estratégicas? ¿Qué vínculo existió entre militancia en organizaciones políticas y práctica sindical?
Aun siendo de corte empírico, nuestra investigación se nutre de las contribuciones teóricas de Edward Thompson y Antonio Gramsci. Del primero, retomamos su clásico postulado de que la clase obrera (y más ampliamente, trabajadora) no ingresa lista, como una “cosa” monolítica, a la lucha de clases. Por el contrario, constituye una “relación histórica” que se forma en la lucha y a partir de “experiencias” entre quienes comparten condiciones materiales de existencia, “sienten” e identifican intereses en común que antagonizan con los de otros grupos sociales (Thompson, 1989). Esas experiencias son elaboradas desde esquemas cognitivos, conceptuales, pero también morales y afectivos; lo que le lleva a formular la noción de “conciencia afectiva y moral” (Thompson, 1981).
Sintonizando en muchos aspectos con el planteo anterior, el legado gramsciano ha permitido tomar distancia del mecanicismo antidialéctico que opera dicotomizando lo económico de lo político; lo espontáneo de lo consciente; la práctica de la teoría; así como la cultura, la religión y la educación de la política. El teórico y político italiano ratifica la improductividad de esas escisiones en el propio análisis histórico, en el modo en que se construye y reproduce la hegemonía.
Desde su perspectiva, la elaboración de una nueva hegemonía de los/as subalternos/as, liderada por la clase trabajadora, implica desarrollar un “espíritu de escisión”, una concepción del mundo integral e independiente de las clases dominantes (Gramsci, 1981). Ello requiere un trabajo pedagógico, amplio y sistemático, que partiendo del sentido común de las clases subalternas lo supere, no sin antes recuperar los elementos de su “buen sentido” (aprendizajes críticos de lo dominante producto de su experiencia histórica), articulándolos en una concepción “superior” de la vida”. Tarea ésta última de los/as “intelectuales orgánicos/as”(organizadores/as) en cada trinchera de la sociedad, unificados en el intelectual colectivo: el partido, aunque éste inicialmente pueda tomar múltiples formas y nombres. Todo lo anterior puede y debe contribuir a edificar a los/as trabajadores/as en clase dirigente antes de la toma del poder, inclusive como condición de esto último.
Ahora bien, el cuestionamiento de Gramsci a las dicotomías anteriormente mencionadas no pierde de vista que existen distintos niveles o momentos de la conciencia colectiva, según el grado de “homogeneidad”, “autoconciencia” y “organización”de las clases (Gramsci, 2006). La construcción de hegemonía implica necesariamente el salto desde los intereses inmediatos (donde prima una conciencia económico-corporativa) a la disputa de la totalidad social, que es el momento de la conciencia estrictamente política. La complejidad que nos advierte el autor radica en que no sólo infra y superestructura se condicionan recíprocamente sino que, además, hay una temporalidad no inmediatista del proceso mismo. En el presente en el cual se actúa en pos de superar la civilización capitalista se articula el pasado y el futuro. Hay un componente prefigurativo en la concepción gramsciana de la política que, como se verá más adelante, se expresa de un modo particularmente luminoso en el concepto de “espíritu estatal” (Gramsci, 1999).
Prologando los aspectos metodológicos, tomamos nota de las contribuciones de Basualdo (2011 y 2010) y Rodríguez (2011) con el fin de explicitar las limitaciones y alcances de nuestro trabajo. En primer lugar, quedan sin tratar los factores estructurales de la segunda etapa de sustitución de importaciones y sus implicancias en la reconfiguración del sector bancario. Por lo mismo, se dificulta dar cuenta de los cambios en el proceso de trabajo y su consiguiente impacto en las condiciones laborales. Otra limitación refiere al vínculo del caso de estudio con los ciclos de protesta del período, los que son tangencialmente aludidos a los fines de enmarcar la actividad sindical del BPS a la luz de los objetivos e hipótesis propuestos.
Cuestiones de espacio y nuestro recorte en el Mendozazo, en las formas de organización al interior de la clase (Basualdo, 2011), así como su relación con la construcción y disputa de hegemonía explican, en parte, aquellas limitaciones. Naturalmente, también incide la opción teórico-metodológicaadoptada..
La investigación, de carácter sociohistórico, siguió un enfoque cualitativo que combinó dos tipos de observación. La primera apeló a investigaciones específicas, al registro periodístico y documental para dar cuenta de la participación de los/as bancarios en las jornadas de abril del ‘72 y de los procesos de lucha de una parte de ellos/as en su lugar de trabajo (BPS).
Esa observación se articuló con otra que atendió a los significados atribuidos por los/as protagonistas a esas luchas, combinando fuentes periodísticas y orales. Estas últimas, además, resultaron imprescindibles para conocer los procesos de organización en el banco, el modo en que fue configurándose una experiencia e identidad colectiva, las trayectorias y tareas de los activistas, sus concepciones acerca de ese accionar, entre otros aspectos.
En ese sentido, hay momentos en que nuestro análisis adquiere la forma de una toma microscópica, aproximándose tal vez a lo que Clifford Geertz (2003) denominó “descripción densa”. Al igual que el autor, en esta oportunidad confiamos en que los “pequeños hechos” pueden hablar de grandes asuntos.
La combinación de diversas fuentes atiende al señalamiento de Carnovale (2007) acerca de la insuficiencia de cada tipo de fuente para dar cuenta por sí misma de la totalidad de la experiencia histórica; totalidad a la que, por otra parte, sería imposible aproximarnos aquí en virtud de las limitaciones mencionadas.
Los testimonios orales se recabaron mediante entrevistas en profundidad semiestructuradas a ex delegados bancarios. Para su tratamiento, tomamos en cuenta algunos señalamientos de Portelli (1989) sobre las distintas operaciones que realizan los/as sujetos en el acto de recordar: los énfasis atribuidos a determinados aspectos así como los olvidos y silencios en otros; las disímiles formas de “descomposición del tiempo”y “trasposición de contextos” que alteran el sentido de un acontecimiento, dando lugar a memorias diversas sobre un mismo hecho.
Consideramos que los mecanismos de aniquilamiento y destrucción subjetiva1 propios del dispositivo genocida (1974-1983),2 constituyen factores insoslayables que también operan o inciden en las memorias de nuestros entrevistados. Ello, no obstante, no ha impedido reconstruir aspectos nodales del proceso de organización del que fueron parte, de su lógica de construcción político-sindical. Lo anterior ha sido posible mediante el contraste de las fuentes orales entre sí y de éstas con los documentos de época, los cuales contextualizan las acciones en el espacio-tiempo en que fueron realizadas y permiten aproximarse a los sentidos atribuidos entonces.
I. Los/as Bancarios/as “en” el Mendozazo
Este apartado no aborda en detalle estas jornadas de lucha sobre las que existen estudios específicos realizados por Scodeller (2009 y 2006) sino que, basándose en ellos, reconstruye el modo en que participaron los/as trabajadores/as bancarios/as. Esto es posible por cuanto la autora realiza una pormenorizada reconstrucción día por día del conflicto, dando cuenta de los actores que intervinieron y cómo lo hicieron. Nos apoyaremos en su investigación doctoral (Scodeller, 2009) así como en algunas informaciones de la revista Claves3 y del Centro de Estudios y Difusión Peronista (CEDIP).4
Si bien el Mendozazo tuvo lugar los primeros días de abril de 1972, estuvo precedido por un paro general no activo convocado por la Confederación General del Trabajo (CGT) para el 29 de febrero y el 1 de marzo de ese año. De acuerdo con Scodeller (2009), en Mendoza tuvo el mayor acatamiento de los últimos años, que en el caso de los/as bancarios/as representó entre el 90 y el 99%. El reclamo se centró en la política salarial del gobierno, el aumento del costo de vida y en la exigencia de paritarias. Sin embargo, siguiendo a la misma autora, este paro se diferenció de los anteriores no sólo por el alto nivel de acatamiento por parte de los/as trabajadores/as de los distintos gremios, sino por la presencia de elementos nuevos (actos previos a la medida, atentados y detenciones), que dan cuenta del grado de “disposición a la lucha” de algunas de sus fracciones, que cuestionaban tanto al gobierno dictatorial como a sus representaciones sindicales.
Entre las detenciones se encontró la de la comisión directiva completa de la Asociación Bancaria (en adelante AB), comenzando por el secretario de prensa un día antes, mientras entregaba volantes en una concentración. Ante estos hechos, el gremio denunció públicamente el accionar policial y reafirmó su decisión de continuar la lucha por la “liberación nacional y social”, sobre la base de la unidad y organización de la “clase trabajadora”.
Ya en abril, con el detonante del drástico aumento de las tarifas eléctricas que aglutinó a distintos sectores sociales, “Bancarios” (así se refiere la revista Claves)5 asistieron a la mesa redonda convocada por la CGT regional para el lunes 3,6 donde se realizó un plenario de todos los sectores. Según ese medio gráfico, la medida de paro activo a concretar el día siguiente, fue propuesta por el gremio de los/as trabajadores/as de la salud (ATSA), apoyada por “Bancarios”y aceptada por unanimidad.7 Sin embargo, en un número muy posterior Claves señala que el carácter activo de la medida fue una moción de Armando Surballe, secretario general de la AB, que se habría impuesto sobre la más moderada, que sólo planteaba entregar un petitorio y dialogar con el gobierno.8
Los/as bancarios/as se hicieron presentes entonces el martes 4, durante la medida convocada por la CGT, prohibida por el gobierno. Según registra Scodeller (2009), en su recorrido junto a obreros/as del vidrio, entre otros/as, pasaron por la sede gremial de ATSA, cuyos/as trabajadores/as se sumaron a la numerosa columna encabezada por los/as bancarios/as, con destino a Casa de Gobierno. Mientras tanto, grupos de manifestantes levantaban algunas barricadas en otros puntos de la ciudad, produciéndose enfrentamientos con la policía. Hubo represión en la sede del Magisterio y de la CGT, donde los obreros respondieron con piedras.
En el teatro Independencia un grupo de trabajadores/as formado por bancarios/as y mecánicos encendía una barricada, cuando apareció Carlos Fiorentini (secretario general de la CGT) llamándoles a retornar a la central obrera. Pero en respuesta, comenzaron a movilizarse al grito de “lucha, lucha” (Scodeller, 2009: 128) siguiendo su marcha con carteles de ambos gremios. Al llegar a la zona de entidades bancarias se encontraron con mujeres, obreros/as y estudiantes que procuraban encender barricadas con automóviles. La columna de bancarios/asy mecánicos avanzaba armándose de improvisados proyectiles que, al son de consignas antiimperialistas, eran lanzados contra algunos símbolos del paraíso financiero y el poder dominante: City Bank, Banco Unión Comercial e Industrial (BUCI),9 la aseguradora Leng Robert, diario Los Andes y también, un camión del Ejército. Los/as manifestantes continuaron multiplicando barricadas sobre la base de taxis, autos y colectivos. Algunos de sus conductores también se unieron a la lucha.
La crónica del CEDIP menciona que entre las columnas que efectivamente llegaron a Casa de Gobierno, se encontraba la de bancarios/as. Luego se pierde el rastro de su accionar, tanto durante el momento del discurso del Secretario General de la CGT como cuando se desató la represión y comenzaron los enfrentamientos. De todas maneras, ese registro no existe sobre ningún gremio o sector en particular, producto de la dinámica misma de los acontecimientos que marcaron la jornada.
Al día siguiente, trabajadores/as bancarios/as asistieron al entierro del canillita Ramón Quiroga, asesinado por las fuerzas represivas el día 4. En el marco de un paro decretado por la central obrera como forma de repudio y luto, miles de personas acudieron al cementerio de la capital provincial. Hasta aquí llega la información disponible sobre la participación de los/as empleados/as de entidades financieras. Descontando algunos enfrentamientos callejeros que se produjeron en el radio céntrico al finalizar el sepelio, en los días posteriores la lucha se desarrolló mayormente en los barrios obreros,10 hasta el 7 de abril cuando merma, para finalmente dispersarse. Con un saldo de casi 500 detenidos/as, cerca de 200 heridos/as y tres muertes, el desenlace inmediato de del Mendozazo es ampliamente conocido.11
En cuanto a sus efectos en el campo de las clases subalternas, como se dijo, Scodeller (2009) destaca la acumulación en el plano organizativo más que en la cantidad de conflictos que le sucedieron. Expresión de lo anterior fue la constitución del Sindicato de Obreros y Empleados Públicos (SOEP) en mayo del ‘72 y, meses más tarde, de la Intersindical de Gremios Estatales con la que solidarizarán activamente los/as bancarios/as. En cuanto a éstos últimos, Scodeller (2009) plantea que el gremio conformó Comisiones Gremiales Internas (CGI), mientras que Rodríguez Agüero (2013) afirma que éstas se fortalecieron producto del Mendozazo. También los/as docentes profundizaron su conciencia de clase, dando origen al Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación (SUTE). Por otra parte, Ayles Tortolini (2022) identifica la importancia de esta rebelión en las trayectorias vitales y experiencias de politización de personas de distintos sectores que ingresaron más tarde al Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), entre quienes también se encontraron algunos/as bancarios/as.
Habiendo tenido entonces una activa y combativa intervención en el Mendozazo, nos interesa a continuación indagar en el modo o los modos en que los/as trabajadores/as bancarios/as significaron este hecho político de masas.
II. Los/as Bancarios/as “sobre” el Mendozazo
El Mendozazo fue leído y significado in situ por distintos sectores, a través de la prensa y/o de publicaciones específicas. Scodeller (2009) investigó el discurso hegemónico en el diario Los Andes, como así también la lectura efectuada desde lo que la autora denomina el “campo del pueblo”. En este último se ubican, por ejemplo, el folleto de Benito Marianetti, que expresa la posición del Partido Comunista (PC),12 o el del CEDIP, ligado al Peronismo de Base (PB). Por su parte, Gregorio (2022) analizó la cobertura realizada por medios gráficos porteños de alcance nacional, como las revistas Primera Plana, Panorama y Siete DíasIlustrados, así como los diarios Clarín, La Opinión y La Prensa.
Dichas publicaciones resultan imprescindibles para comprender la lucha político-ideológica, las disputas por el sentido de este hecho histórico de masas. En lo que sigue, sumamos una fuente más a las lecturas realizadas desde el “campo del pueblo”, cuyo análisis hace a los objetivos específicos del presente trabajo: la revista Democracia Sindical (en adelante DS).
DS fue el órgano de prensa de la AB, del que sólo aparecieron dos números:13 el primero en mayo del ‘73 y el segundo en octubre del mismo año. Su director era el Secretario General, Armando Fuad Surballe, oriundo del Banco de Previsión Social (BPS), quien encabezaba la conducción del gremio desde 1971. Proveniente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el ‘73 fue designado delegado regional de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP-Montoneros). Por su parte, la coordinación de la revista estaba a cargo del Secretario de Prensa, Pablo Alberto Marín, también del BPS, quien se identificaba ideológicamente con la izquierda no peronista; opción que poco tiempo después de salido el primer número, encauzó orgánicamente en el PRT.14
El corpus a analizar está compuesto por cinco notas del primer número de DS. Como puede advertirse, a diferencia de las publicaciones arriba mencionadas, las interpretaciones que analizaremos no fueron realizadas inmediatamente sucedido el Mendozazo. Además de ser la única fuente documental de los/as bancarios de la provincia hasta ahora disponible, consideramos pertinente la indagación por su valor heurístico: la reflexión de los/as trabajadores/as15 que se objetiva en la revista, permite explorar la construcción de sentidos sobre la rebelión del ‘72 en una coyuntura nacional –el triunfo de Cámpora– donde predominó la lucha político-ideológica (stricto sensu), la disputa por la hegemonía, lo cual se vincula la hipótesis planteada.
Dicho esto nos preguntamos: ¿cómo y para qué fue leído el Mendozazo en DS? Comenzamos por una nota que lo aborda en particular, con motivo decumplirse el primer aniversario.
“Presencia del Sindicato bancario en la recordación del Mendozazo”.16 Así se titula el texto que fue redactado originalmente como adhesión del gremio al acto de conmemoración que realizaría la Juventud Peronista (JP).
Está encabezado por una fotografía donde aparecen autos destrozados, uno de ellos en llamas, y algunos sujetos varones que observan lo que ocurre. El epígrafe que la acompaña caracteriza a la rebelión del ‘72 como un “despertar”, una “irrupción” de los/as trabajadores/as, el pueblo, que habría echado por tierra la construcción simbólica dominante en torno a la provincia y sus habitantes. Además, el triunfo del tercer gobierno peronista sería una confirmación de ese “despertar”:
El Mendozazo. Violento despertar de un pueblo que repudió la injusticia y el atropello cotidiano. La imagen de “paz y orden” liberal fue destruida para siempre, ante los azorados ojos de los gobernantes que no se explicaron la irrupción de los trabajadores en el escenario mismo de su prepotencia. El 11 de marzo, a casi un año de aquella expresión popular, el mismo pueblo ratificó su decisión de asumir su destino.17
En el texto propiamente dicho, aparecen varios elementos. En primer lugar, se discute y se toma distancia de la interpretación del Mendozazo realizada por la “prensa dependiente y el partido militar”; es decir, su explicación a partir de la “intervención de activistas foráneos”, o como mera respuesta a un reclamo de tipo económico (“tarifazo”). Se considera que dicha lectura “minimiza la magnitud de la primera y gran rebelión obrera y popular”.
Por otra parte, en línea con el CEDIP,18 esa rebelión es significada como el final de un período de lucha iniciado en 1955, que habría sido protagonizado por “pequeños núcleos de activistas revolucionarios”. En cambio, el Mendozazo expresaría “la histórica presencia de la Clase Trabajadora en la calle, liderando el combate, en una verdadera avanzada de liberación”. Inclusive, más adelante se plantea que allí habría renacido “la ideología de la clase obrera”.
Nuevamente parafraseando al CEDIP, casi con sus mismas palabras,19 se destaca quiénes no lucharon, los sectores medios, mientras que:
(…) el enfrentamiento a la represión, la hostigación posterior y durante varias noches a pesar del toque de queda y tableteo de las ametralladoras cipayas, fue de la gente de los barrios.20
“Luego, el 11 de marzo, Mendoza, en su Clase Trabajadora, ratifica aquel memorable y glorioso combate”. Como en el epígrafe, aquí se condensa, desde nuestro punto de vista, el elemento central que caracteriza la lectura del Mendozazo realizada por el gremio, presuntamente por la comisión directiva. El triunfo de la fórmula presidencial Cámpora-Solano Lima y de la integrada por Martínez Baca-Mendoza en la provincia, es el hecho político a partir del cual se rememora e imputa sentido al Mendozazo. La victoria del tercer peronismo es considerada como su decantación natural, como El proyecto político de la clase trabajadora que irrumpió un año antes. Asimismo, la JP es elevada al status de heredera de las banderas del “Azo” del ‘72 y protagonista destacada in situ, aún más que el propio sindicato bancario.21
Finalmente, en el relato hay un análisis de situación desde el cual y para el cual el Mendozazo es también leído y recordado: la lucha por “la toma del poder”, la cual se encontraría en su fase inicial.22
En las siguientes notas, el Mendozazo no es objeto de reflexión principal sino que es aludido con diversos propósitos.
“Presentación. Democracia Sindical: ser y hacer”23 explica que el origen de la revista fue en respuesta “a una necesidad de comunicación sindical de las bases bancarias”, proponiéndose también como instrumento para “organizar, a un nivel de mayor conciencia gremial, la ejemplar combatividad expresada durante los paros y ratificar ese espíritu de lucha con una prédica constante”.
La mención al Mendozazo aparece en el marco de la defensa de la libertad de expresión, en cuanto a la función de denuncia que asume la revista, de vocera de las bases bancarias que informan a través de ella las arbitrariedades patronales. Se afirma una suerte de autonomía, sin establecer en forma directa respecto a quién o quiénes. Las únicas restricciones o limitaciones que los editores pondrían en consideración, serían las planteadas por “las bases”. Las únicas lecciones legítimas emanarían del “pueblo” que se hizo visible en el ‘72 y luego en las elecciones:
Ningún pacto nos somete a cualquier tipo de condicionamientos. No aceptamos ni aceptaremos ninguna imposición que no provenga de las mismas bases bancarias. Nuestra razón de existir, debe buscarse en nuestra necesidad de expresar nuestra rebeldía por los atropellos con que se nos pretende reducir a límites insoportables para la dignidad humana. Si tenemos que recibir lecciones las buscaremos en el pueblo, en ese pueblo que muchos no conocían hasta el 4 de abril de 1972 frente a la casa de gobierno, aquí en Mendoza, y luego del 11 de marzo y el 15 de abril en las urnas y calles.24
“¿Dónde está el Pueblo?”25 se titula el artículo cuyo epígrafe sintetiza la idea principal de la pieza. Ante la pregunta planteada se responde:
El gorilaje nacional, durante muchos años de dictadura preguntaba socarronamente dónde estaba el pueblo. El 11 de marzo, masivamente en Mendoza, como en otros lugares del País, dijo dónde estaba, y qué quería y cómo respondía a la provocación, cárcel, represión y persecución de 18 años de ignominia en una patria ocupada por quienes debían ser sus defensores.26
Como puede observarse, se reedita la idea de que fue en el resultado electoral donde “el pueblo”, la clase trabajadora, confirmó su proyecto histórico.27 El relato efectúa un repaso por las encuestas, el papel de los medios masivos de comunicación y la “maquinaria electoral” (ballotage), en tanto estrategias orquestadas por la “camarilla militar” y los grupos de poder para confundir a la población. Sin embargo, todo ello no habría tenido eficacia alguna frente a la “lucidez asombrosa” de un pueblo con sentimientos y “conciencia de clase” que se pronunció en las urnas. Es para explicar la formación de esa conciencia que es aludido el Mendozazo:
(…) en la zona de una lucidez asombrosa pero históricamente coherente, la imagen del pueblo, sin otros medios que su angustia, su ansiedad de justicia, su hartazgo de mentiras impuestas diariamente, su conciencia de clase –acaso con raíces mucho más profundas de lo que se piensa, en el “cordobazo” y el “mendozazo”–, con un grito continental, como aleluya magnífica, diciendo BASTA. Sin ruidos. En todas las urnas del país.28
Desde la perspectiva antes citada, el Mendozazo (y el Cordobazo) constituiría un momento dentro de un proceso histórico más amplio del desarrollo de la conciencia de clase.29 El triunfo del peronismo constituye el hecho político que da sentido al pasado mediato e inmediato, donde se sitúa el Mendozazo y otros “azos”.
La siguiente nota se denomina “Las injusticias cotidianas van conformando un nuevo frente de lucha desde las bases”.30 Describe la respuesta persecutoria de las entidades bancarias frente a la combatividad de los/as trabajadores/as bancarios/as “más esclarecidos”, tales como traslados (a sectores de trabajo más abrumadores o a sucursales alejadas), cambios de horario con perjuicios económicos o el no reconocimiento de horas extras. Y agrega:
Sin embargo, el efecto logrado es exactamente el inverso al perseguido. Y para ejemplificar esta situación, recuérdese el Mendozazo como explosión colectiva de 1000 abusos. A diferencia, que el compañero bancario sabe perfectamente que la única manera en que podrá revertir los papeles es con su organización desde abajo. Y mientras mayor sea la injusticia y la persecución, mayor será el nivel combativo, la necesidad de agruparse, el fortalecimiento de su conciencia gremial y de clase (…).31
El Mendozazo es evocado aquí por su valor pedagógico. Aparece como ejemplo de los resultados adversos a los que puede conducir una política represiva, de hostigamientos sistemáticos. Pero a su vez, es leído como una “explosión” carente de organización. La lección que se elabora, que ya habría sido aprendida por los/as bancarios/as, es precisamente en torno a la importancia de la organización. En el relato aparecen también otros aprendizajes que provienen de la propia experiencia de lucha: la unidad y la imposible sustitución de “las bases”.
En “Reflexiones en torno a una conquista de los compañeros del BPS”,32 se reiteran algunos elementos de la nota anterior, aunque aquí se recuperan otras “enseñanzas” del Mendozazo. En este relato, se comunica la conquista del pago de horas extras en el BPS, describiendo la modalidad de lucha adoptada (ver apartado III-2) como expresión de una “verdadera conciencia combativa, que obligó a la patronal a modificar su alienado comportamiento feudal”. Los/as trabajadores/as acuden al legado de la rebelión popular cuando reflexionan sobre las condiciones que hicieron posible el triunfo:
Es preciso comprender en toda su magnitud el sentido final y profundo de las consignas populares coreadas por los trabajadores en la inolvidable jornada del 4 de abril: ‘Unidad en la lucha’. En esa dirección apuntó la lucha y por lo tanto se logró el triunfo. Sería absurdo pensar que la conquista del pago de las horas extras se alcanzó por vía de las negociaciones, que sólo podían tener algún sentido con el respaldo de la solidaridad y combatividad de las bases.33
Tanto en esta nota como en la anterior, se advierte la centralidad otorgada al protagonismo de los/as trabajadores/as en la organización y en la lucha, como condición excluyente para el logro de las reivindicaciones. De manera que la consigna del Mendozazo es recuperada a la vez que recreada: no es tan sólo la “unidad en la lucha”. Es la “unidad en la lucha” de las bases.
Tematizando ejes sobresalientes, un elemento común en las notas analizadas es la ausencia de referencia específica a la participación de los/as bancarios/as en el Mendozazo, incluso habiendo tenido una destacada actuación como observamos en el apartado I. Sólo una de las piezas, la primera, menciona que esa participación fue menor en relación a la de una organización política (JP). Por otra parte, en el corpus es posible reconocer dos lecturas de la rebelión del ’72: una que liga causalmente el “despertar” combatiente de la clase trabajadora con el triunfo del peronismo en marzo del ’73. Otra que elabora aprendizajes para fortalecer la lucha y la organización “desde abajo” en el lugar de trabajo. Acerca de este último ámbito versan las páginas a continuación.
III. De la actividad sindical a las Comisiones Gremiales Internas
La Asociación Bancaria había conquistado la normalización institucional en 1970.34 Mientras ese año era elegida una nueva conducción nacional, expresión de una alianza entre peronistas y desarrollistas,35 desde el ‘71, como dijimos, la seccional Mendoza quedaba al frente de Armando Surballe del “Movimiento Bancarios Unidos”. Tanto las fuentes documentales como orales, confirman que el nuevo secretariado no era políticamente homogéneo, sino que en él confluían distintas tendencias ideológicas, aunque no siempre inscriptas orgánicamente. La mención a la Secretaría de Prensa en el apartado anterior, da cuenta de esta situación. Al respecto, la revista Claves habla de un sector “derechista” y de otro “progresista”, cuyas divergencias se habrían manifestado en torno al posicionamiento que debía adoptar el gremio frente a acontecimientos como el Mendozazo, Malargüinazo y la Masacre de Trelew.36 Si bien el primer sector comenzó siendo mayoritario, sostiene el medio, fue perdiendo peso frente al segundo. Sin embargo, la falta de unidad ideológica de la tendencia “progresista” habría sido el obstáculo para “emprender una labor de fondo”,37 por lo menos hasta fines del ‘72.
En el plano de la organización en los lugares de trabajo, existían Comisiones Gremiales Internas (CGI) sólo en algunas entidades financieras. No obstante, aunque en la mayoría de los bancos aún no se habían conformado, existía una embrionaria actividad sindical. Fue desde estas condiciones que los/as trabajadores/as bancarios/as participaron en el Mendozazo. Por otra parte, el panorama organizativo no se modificó inmediatamente luego de éste. Al respecto, en octubre del ‘72 la revista Claves reseñaba lo siguiente:
El próximo paso de la organización de la Asociación [Bancaria] es la puesta en marcha de las comisiones internas, que sólo existen en algunos bancos que las han formado por sí solos. En los otros, no se llamó a elecciones cuando se debió hacerlo ni se decide aún hacerlo ahora por esa falta de decisión de los secretarios (…) Librados a su propia suerte, los afiliados indican como causal de la inoperancia de hoy al letal y efectivo problema de la burocratización.38
En cuanto a la prensa gremial, en DS aparece una sola mención a las CGI en el N° 2 (octubre del ‘73), donde se informa sobre la conformación de la del BPS, en julio de ese año. Inclusive, en el índice de la publicación se dice: “La primera comisión gremial interna bancaria fue constituida. BPS”.39 Fue recién en el ‘74 cuando se evidenció claramente la presencia de estos organismos de base en buena parte de los bancos de la provincia. Como analizamos en otro lugar (Baraldo, 2018), en abril de ese año el Plenario de CGI, representativo de bancos estatales y privados, condujo un plan de lucha en el que se enfrentó con la conducción de la AB. Ésta terminó posicionándose públicamente en contra de la medida de fuerza adoptada por las CGI –paro por tiempo indeterminado con movilización–, alineándose con las disposiciones del Ministerio de Trabajo y las patronales del sector.
El conflicto tuvo un alto valor pedagógico, en el que se fortaleció la identidad de los/as bancarios/as como parte de la clase trabajadora. Por otra parte, como ha estudiado Rodríguez Agüero (2013), las luchas encabezadas por las CGI se prolongaron durante ese año y el siguiente. Esta experiencia puede inscribirse en una tendencia general de la etapa, observable sobre todo en el ámbito fabril. Como señala Basualdo (2010: 294), las CGI fueron ámbitos donde se tramitaron y resolvieron las disputas por “la identidad de clase y su relación con el capital”, mostrando un extraordinario dinamismo no sólo en el plano económico-corporativo sino en las luchas sociales y políticas.
Lo dicho hasta aquí permitiría pensar, a modo de hipótesis, que la constitución de la mayoría de las CGI en los bancos mendocinos (y la renovación de la composición de las pocas ya existentes), se realizó entre fines del ‘73 y comienzos del ‘74. A pesar de su tardía conformación, la capacidad de movilización y conducción que demostraron en las mencionadas luchas del ’74-‘75, pone de manifiesto un proceso de construcción y organización previo de los/as trabajadores/as desde sus lugares de trabajo. Para dar cuenta de lo anterior, nos detenemos en el caso del BPS.
III-1 Generaciones
Era lograr que esas luchas de los años 50, que evidentemente había un nivel de conciencia muy interesante, se repitieran en los años ‘70. [Aunque] el proyecto era superador de eso, porque creíamos que la clase trabajadora tiene que tener un salto cualitativo.[40]
Luego del derrocamiento del peronismo en 1955, las políticas económicas implementadas crearon las condiciones para la liberalización del sistema financiero, lo cual explica el significativo y sostenido crecimiento cuantitativo de sucursales bancarias en el país (Acha, 2008) y con ello, el incremento de la demanda de fuerza de trabajo.
En Mendoza, el BPS –entidad de propiedad enteramente estatal– llegó a emplear a aproximadamente 900 personas en el período estudiado, entre las que hubo un importante número de mujeres que inicialmente se concentraron en el sector de la Lotería. Con 18 años y una experiencia laboral previa como cadete de una casa de fotografía, Jorge “Coco” Yáñez comenzó a trabajar en el área administrativa de la sucursal de Tribunales. Corría el año ‘63: “Yo venía muy, muy crudo, en todo sentido. Hasta ese punto no había tenido ninguna actividad ni gremial ni política”.41 Por otra parte, de acuerdo a su testimonio, la actividad sindical en el BPS era nula en esos momentos.
La quietud en el banco parecía contrastar con la intensificación de la conflictividad obrera en el país, la que se manifestó en forma virulenta en el ‘64. Con el plan de lucha nacional impulsado por la CGT fueron ocupados 10.000 establecimientos laborales (Nievas, 1999). De ese total, 143 fueron fábricas de Mendoza (Scodeller, 2009).
El golpe de Estado del 1966, encabezado por J. C. Onganía, encontró a Jorge Yáñez realizando el servicio militar. Para él y sus compañeros este hecho careció de significación, no fue “nada diferente a cualquier día. Los golpes estaban como naturalizados”, describe. Sin embargo, el servicio fue de algún modo un momento iniciático de su politización: allí compartió sus primeras “charlas”. Al regresar al BPS: “ya volví con otra cabeza un poco más abierta a la realidad política”. En cambio, la conflictividad social y política de la etapa parecía no permear a gran parte del personal del banco, “los viejos” para la generación del entrevistado:
(…) cuando uno hablaba de que “esto está mal porque acá tendríamos que pedir que nos paguen las horas extras” y qué se yo, la generación esa de 40 años, los viejos, tenían una experiencia difícil. Que fue durante el Plan CONINTES, año 57,58, por ahí, hubo una huelga bancaria muy importante. Una duró 60 y pico de días. Agarraron, los metieron adentro de los camiones y se los llevaron a Uspallata a un montón de bancarios, los metieron presos en los cuarteles de Uspallata y Campo Los Andes. Entonces había una experiencia que había sucedido no hace tanto tiempo, y en la que muchos no querían ni hablar de reivindicaciones de ningún tipo. A muchos los echaron.
La memoria de Jorge Yáñez condensa aspectos centrales de dos grandes huelgas bancarias nacionales que Acha (2008) estudió en profundidad como hitos de un proceso de construcción de clase, mediante el cual los/as bancarios/as se integraron cabalmente a la clase obrera argentina.
La huelga de 1958 tuvo lugar entre el 21 de enero y el 17 de marzo. La medida fue adoptada por el gremio bancario y el del seguro por demandas de aumento salarial y la reincorporación de los/as trabajadores/as despedidos desde el ‘55, obteniendo un triunfo total. Para Acha, ello fue producto de la intersección entre dos factores: “el renacimiento de prácticas democráticas de representación de la base y el débil momento de un gobierno militar en retirada” (2008: 218).
La radicalidad de la lucha desarrollada es difícil de asimilar a la representación tradicional del empleado bancario. No sólo se trata de la duración de la huelga, sino de las condiciones en que la sostuvieron y las represalias de las que fueron objeto. Cuando las negociaciones entabladas durante los primeros días del conflicto fracasaron, el gobierno del Gral. Pedro Aramburu dispuso la “movilización militar” de los trabajadores varones y se produjo la ocupación militar del sistema bancario. En Mendoza, siempre siguiendo la investigación de Acha, la División Seguridad del Comando de la Agrupación Montaña “Cuyo” comunicó que el personal bancario debía presentarse en el lugar de trabajo en un plazo de 48hs, o bien serían incorporados a las Fuerzas Armadas y sometidos a sus reglamentaciones. Los trabajadores acudieron, pero desobedecieron:
Debido a la actitud de los bancarios de Mendoza, quienes el jueves 13 [de marzo] concurrieron a sus oficinas pero se negaron a trabajar, se dispuso el traslado de 437 empleados a las dependencias de la Agrupación Montaña “Cuyo”, ante la protesta de madres y esposas que rodearon los camiones que los transportaron. Una vez llegados a los regimientosfueron rasurados, vestidos con ropas de fajina y sometidos a un examen médico. Al siguiente día se sumaron 270 empleados (Acha, 2008: 149).
La reclusión en reparticiones militares alcanzó a aproximadamente 8000 trabajadores bancarios y del seguro en todo el país. Aun así, la huelga continuó hasta que finalmente el gobierno y las entidades empleadoras de ambos sectores aceptaron todas las demandas.
A diferencia de la anterior, la huelga del ‘59 (14 de Abril al 22 de junio)42 constituyó una derrota que dejó un saldo de aproximadamente 5000 empleados bancarios y del seguro despedidos en el país y a la AB intervenida hasta 1961 (Acha, 2008: 219). En un contexto internacional alborotado con el reciente triunfo de la Revolución cubana, el gobierno de Arturo Frondizi apelaba a la figura de la “subversión” para referirse al movimiento huelguístico. Por otra parte, una vez finalizado el conflicto, las direcciones de las entidades financieras sentaron las bases para neutralizar cualquier futura rebelión sindical:
Las gerencias de los bancos estipularon duras condiciones para el retorno al trabajo. El personal retornado quedó expuesto a las sanciones que se decidieran, sin posibilidades de apelación. [Por ejemplo en el Banco Provincia de Buenos] El empleado solicitaba su reincorporación sin condición alguna, comprometiéndose a no realizar acciones de protesta en el futuro. Si reincidiera en el abandono de tareas, la cesantía definitiva se haría efectiva “sin más trámite” (Acha, 2008: 211).
Desde nuestra perspectiva, la represión mediante el confinamiento en unidades militares –primero– y la derrota traducida en cesantías masivas –después–, desarticularon la experiencia y la conciencia de clase de los/as trabajadores/as del BPS, configurando una memoria traumática y, por tanto, disciplinadora. Tal como procuraron las clases dominantes, sus efectos no sólo se traducirían en la negativa de esta generación a involucrarse sindicalmente sino también, ya entrada la década del ’60, en la asunción de posiciones patronales:
(…) era difícil en esos sectores, que ya en ese momento muchos eran jefes de área, empezaron a ocupar cargos un poquito más altos y querían desactivar cualquier movimientoque hubiera, cualquier reivindicación.43
El ingreso de Jorge Yáñez al banco no se inscribió en una incorporación masiva de personal. Esto último ocurrió recién a partir de fines de la década del ‘60 cuando, como en otras entidades bancarias de la provincia, se produjo la entrada de muchos/as jóvenes entre 20 y 25 años que cursaban (o cursarían más tarde) estudios universitarios. Esto marcaría un punto de inflexión. Continúa el entrevistado:
Ahí empiezo a charlar con algunos compañeros. Entra a trabajar Mario Santos44 y en la misma oficina, Manuel Corominola.45 Los dos venían de la Iglesia, del Seminario junto con Luis Ocaña, lo conozco a Luis también. Entonces ahí… ¡puc! la cosa cambia. Yo ahí ya estaba más cercano con alguna otra gente, algunas reuniones del peronismo, algunos acercamientos. Y ahí nos empezamos a relacionar varios y comienza todo este movimiento (…).
En el BPS fue el encuentro generacional en la nueva coyuntura de radicalización abierta por el Cordobazo, así como la politización por distintas vías,46lo que en parte explica el inicio de un nuevo ciclo de organización y de lucha.
Según Bonvillani, Itatí Palermo, et al (2010), la cuestión generacional, particularmente el rol de la juventud, no ha sido prácticamente tematizada como tal en las investigaciones sobre conflictividad y participación social y política en los ’60 y ‘70, siendo que fueron los/as jóvenes quienes en distintos puntos del país protagonizaron, en gran medida, las experiencias sindicales clasistas y combativas, además de las organizaciones políticas y político-militares de la nueva izquierda.
Dicho protagonismo se constata en Gordillo (2019), cuando identifica la importancia de los trabajadores jóvenes entre los afiliados a la seccional cordobesa del SMATA, raigambre de una “tradición sindical” en esa provincia basada, entre otros aspectos, en “una conciencia sindical proclive al ejercicio de la acción directa y la movilización” Gordillo (2019: 24), tal como se ratificó en el Cordobazo. De igual modo, dando cuenta de las experiencias sindicales que se robustecieron a partir de esa rebelión popular, Mignon (2014) destaca la composición juvenil de gran parte de la fuerza laboral de la fábrica Fiat, así como de los miembros del comité ejecutivo y de los delegados del SITRAM y del Sindicato de Trabajadores de Concord (SITRAC), cuyas edades mayormente oscilaban entre los 20 y los 30 años. Por ello, el autor caracteriza al sindicalismo clasista como “una verdadera rebelión generacional” (Mignon, 2014: 81).
III-2 Digna rabia
Cuando la bronca se canaliza en una mínima organización con objetivos claros, los
resultados siempre resultan gananciosos para la clase trabajadora.47
En 1968 y con 21 años, Luis Ocaña ingresó como empleado administrativo en Casa matriz y estudió durante algún tiempo Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Cuyo. Antes de comenzar en el BPS, como otros bancarios de la sucursal Tribunales, había transitado por el Seminario Diocesano de Lunlunta, hasta que éste fue cerrado por la jerarquía eclesiástica a mediados de esa década. Allí comenzó una vivencia formativa con un grupo de curas que conformaron más tarde el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), leyendo y debatiendo a Camilo Torres y Paulo Freire, entre otras referencias que acompañarán sus pasos en el banco.
En Mendoza, el MSTM no sólo hizo su “opción por el peronismo” (Concatti, 1972), sino que gran parte de sus integrantes la concretó orgánicamente en el Peronismo de Base (PB). Fue en este último donde Luis Ocaña comenzaría su militancia política, aunque no en el frente gremial de esa organización sino en tareas barriales. Sin embargo, al momento de ingresar al banco, ni él ni sus compañeros/as tenían experiencias previas de sindicalización ni de organización político-partidaria. Expresa:
Éramos en realidad un grupo de gente en el banco, nos hicimos rápidamente muy compañeros y formamos alrededor del 68, 69, viendo que este movimiento crecía, la influencia de mayo del 68 en Francia, toda aquella onda de la frase de mayo de 68 que repetíamos y pintábamos en cuanta pared encontrábamos, pero sin ningún tipo de enrolamiento político ni sindical. Esto me parece muy importante. Por qué, porque estábamos medio estudiando, entonces estábamos viendo qué era el sindicato.48
Antes de ser Secretario de Prensa de la AB, Pablo Marín trabajaba junto a Luis Ocaña en el BPS. Había finalizado la escuela secundaria en el Liceo Militar General Espejo y en las épocas del banco cursaba la carrera de Derecho.49 Como se observó anteriormente en el análisis de la prensa sindical, una de las formas de abuso patronal consistía en el traslado de los/as trabajadores/as “más esclarecidos” a sectores y tareas poco agradables o en horarios que distaban de lo convenido. Por causa de este tipo de hechos cotidianos comenzó la organización, caracterizada por Luis Ocaña como “muy espontánea y poco esquemática”:
(…) el flaco Marín, por ejemplo, condenado a venir a la tarde a laburar solo. Entonces qué hacíamos los demás: “¡esto no puede ser!”. Y lo decíamos dos, tres, cuatro, cinco, seis días. [Evocando el diálogo colectivo, continúa] “Y no, llamemos a una asamblea, hagamos una asamblea”. “¿Y cuándo?”. “Y en horario de trabajo (…)”.
Retomando nuestro epígrafe, las nacientes instancias de deliberación colectiva eran motivadas por “la bronca” ante situaciones vivenciadas y definidas como injustas así como por la solidaridad entre pares, tal como ilustra el relato del entrevistado. También emergían otras disconformidades vinculadas a la vestimenta y la presencia en general que exigía el tradicional status del empleado bancario. Cuando lo desobedecían, recibían sanciones o llamados de atención, por ejemplo por asistir sin corbata o no llevarla bien puesta, vestir ropa de colores llamativos, usar barba o pelo largo. Además, como trataremos enseguida, un problema acuciante era el de las horas extras no remuneradas.
La percepción de este abanico de atropellos, fue generando entre los/as trabajadores/as distintas respuestas colectivas. A partir de las fuentes consultadas, es posible identificar algunas acciones que se desarrollaron en esta emergente actividad sindical del BPS, aunque no resulta factible presentarlas en todos los casos en forma cronológica. Esto se debe a que algunas de ellas han sido registradas a partir de los testimonios orales, en los cuales existen diferencias de interpretación en cuanto al momento en que esas acciones se realizaron, por lo que se les atribuyen sentidos distintos. Es decir, estaríamos en el terreno de las trasposiciones de contexto frecuentes en el acto de rememorar que nos advertía Portelli (1989).
Entre esas acciones se encontraron: asambleas espontáneas en cada sector; paros con asistencia al lugar de trabajo usando vestimenta informal; festejos del aniversario del banco paralelos al oficial y abandono de tareas, como negativa a cumplir horas extras no remuneradas.
Jean, alpargatas y sin corbata fue el atuendo que eligieron para protestar por los bajos salarios: “a nosotros no nos alcanza el dinero entonces venimos vestidos así, de jean y alpargata. Yo me acuerdo que alguien dijo: ‘sí, tenemos que venir con la ropa que lavamos el auto’”, recuerda Jorge Yáñez. Desde su punto de vista, ese tipo de planteo no expresaba precisamente “una gran conciencia de clase trabajadora. Pero bueno son bancarios, nosotros éramos bancarios”.50 Consideramos, sin embargo, que con esta modalidad de protesta también desacataban el mandato de prestigio y diferenciación social respecto de otros/as trabajadores/as, incluidos sus propios pares del sector de ordenanza y maestranza. Fue con ese traje de “lavar el auto” que asistieron al banco y atendieron al público, generando simpatía en este último y perplejidad en el personal jerárquico.
Para Luis Ocaña, este tipo de rebeliones eran también expresión de un “espíritu libertario” que rozaba planteos existenciales.51 Pero serían, además, los “aires del Mendozazo”. Para Jorge Yáñez, en cambio, esa protesta fue realizada en el “fandango” de los años ‘73-‘74, ya conformada la CGI, en un contexto de agudo enfrentamiento con el directorio del banco.
Una medida similar, atención al público con vestimenta “estrafalaria”, habían implementado entre fines del ‘71 y principios del ‘72 los/as empleados/as de un banco de Buenos Aires. En la nota de DS que la reseña, se destaca el valor de lo “inusitado” y su efectividad para el logro de reivindicaciones, en este caso por aumento salarial:
La firmeza y coherencia de estas expresiones de repudio a la tozudez patronal, señalaban claramente la identificación en un objetivo común y el comentario más allá de las puertas del banco, facilitó, en una medida no despreciable, la concreción del Convenio.52
Fue precisamente a propósito de esta conquista en Buenos Aires y a la forma de lucha adoptada, que la nota finaliza con las palabras elegidas como epígrafe de este apartado. Esos sentimientos de rabia e impotencia ante la injusticia, que podrían vivenciarse exclusivamente en el plano individual sin encontrar resolución, eran encauzados mediante la organización colectiva hacia la lucha por transformar aquello que generaba el malestar: magros salarios, un indicador de la intensificación de la explotación.
En ese marco, iban socializándose lecturas de situación y problematizándose causas. Se gestan experiencias en torno a lo común, fortaleciendo la pertenencia, la unidad, profundizando la definición de un “nosotros/as” frente un “ellos/as”, construyendo así una identidad colectiva. En lo que sigue, se presenta otra modalidad de acción que habría tenido lugar luego del Mendozazo:
(…) se celebraba el aniversario del banco, todos los años y qué hacían… subían a la terraza del banco de gerente para arriba, con las señoras de los gerentes con tapado de piel y todo eso, y hacían un copetín y pagaba el banco y toda la historia. Y los empleados ni idea, o sea, ni idea, ni participaban, seguían laburando. Entonces con el flaco Marín, con Pablo Marín, llegó un aniversario y dijimos, no, pará loco. El flaco tenía una estanciera, cazamos la estanciera, hablamos con todos los compañeros de laburo, puso 50 guitas cada uno y fuimos a comprar pan y unas mortadelas bocha e hicimos sándwiches de mortadela. No en la terraza, sino en el subsuelo. Y había en la terraza los tipos que entregaban medallas a los que cumplían 25 años de servicio y que sé yo, y 800 empleados en el subsuelo del banco comiendo sándwiches de mortadela. Y habíamos fabricado unas medallas de cartón que entregábamos al último empleado que había entrado, y no al chupa media que llevaba 25 años laburando.53
Puede observarse cómo los trabajadores más activos impulsaban instancias en las que primaba la fraternidad y el mutuo reconocimiento entre compañeros/as del banco, las cuales a su vez cuestionaban –desde la sencillez y el humor– la práctica elitista, excluyente y meritocrática de la entidad empleadora. Así, estas experiencias colectivas reforzaban sentimientos y posiciones anti-patronales.Para otros activistas, el sentido del aniversario del subsuelo se vinculaba con demostrar un tipo de representación gremial que antagonizaba con la esperada por la gerencia:
Desde el punto de vista político no sé si tiene algún valor. Sí de mostrarles a los compañeros que nosotros no éramos lo que el banco quería ser. Nuestro interés estaba… nuestra lucha estaba en los intereses de los compañeros.54
Un sector de esta “CGI embrionaria” consideraba que a través de ese tipo de acciones sus compañeros/as iban tomando conciencia. Esto último era una preocupación importante del activismo. Hay consenso entre los entrevistados de que en esta etapa no se gestaron instancias sistemáticas de formación. La concientización, pensaban algunos, ocurría en la acción directa.55 Al parecer, tampoco esta nueva generación de organizadores sindicales se formaba teóricamente. Felipe Cervine, que ingresó al banco a mediados de 1969, señalaba al respecto:
(…) no teníamos experiencias políticas y la conciencia política era muy baja. No manejábamos mucha teoría política. Éramos más que todo activistas, es decir hacíamos sin tener análisis políticos más profundos.56
El inicio de su experiencia sindical y de (auto) formación política transcurrió durante el vertiginoso año que transcurrió desde la rebelión del ’72 hasta la masacre desatada por la derecha peronista en el recibimiento del líder del movimiento:
En mi caso, cuando empecé a acercarme a lo gremial fue luego del Mendozazo. Y luego de Ezeiza, cuando rompo con el peronismo, empiezo a leer y a estudiar marxismo. Discuto con todas las tendencias: foquistas, castristas, estalinistas, maoístas, peronistas, etc.
Por su parte, Luis Ocaña ha mencionado espacios informales de discusión e insistido enfáticamente en el carácter pedagógico del “ambiente” nacional (como los “azos”) e internacional de esos años. Destaca particularmente la importancia del clasismo cordobés en su formación y la de otros activistas cercanos; experiencia con la que se vincularon también en forma directa participando, por ejemplo, en encuentros en la fábrica IKA-Renault. Agustín Tosco y René Salamanca constituían referencias para la propia práctica sindical.
En la naciente práctica gremial de Jorge Yáñez fueron importantes sus diálogos con grupos peronistas. Rememorando, para él y otros compañeros bancarios el Mendozazo significó, fundamentalmente, la toma de conciencia sobre las dimensiones de la represión. Se trata, desde nuestra perspectiva, de un “aprendizaje situado”. Esto porque buena parte de su participación en la rebelión transcurrió con cámara en mano, registrando el avance de las fuerzas represivas y la respuesta enardecida de los/as manifestantes.57 Realizaba una cobertura como reportero gráfico de un diario porteño de alcance nacional, donde trabajaba desde 1970 en simultáneo con el empleo en el banco.
Retornando al BPS, una de las luchas que este entrevistado recuerda como la primera que unificó a los/as empleados/as, fue la emprendida en torno a las horas extras no remuneradas. Ese trabajo no reconocido era para el banco una forma de “colaborar con la institución”,58 que más tarde les sería compensada a los/as obedientes. En mayo del ‘73, la revista DS describía la situación como sigue:
Los compañeros de cuenta corriente, por ejemplo, que debían abandonar sus tareas a las 14.30, eran obligados a seguir trabajando hasta las 14.30 [sic] o 16, debiendo, muchas veces, retornar a la tarde o a las 22.30 hasta las dos o 3 de la mañana.59
En la lectura que realizan los/as trabajadores/as sobre el conflicto, la relación con los empleadores se concibe en términos de oposición. La “patronal” del BPS es caracterizada, además, como portadora de una “mentalidad feudal”.
Siguiendo la crónica de DS, el pago de horas extras se conquistó luego de una medida de fuerza que consistió en el “abandono de tareas” al término de la jornada laboral correspondiente (y no la extendida por el directorio sin remunerar), dejando al personal jerárquico y encargados/as continuar con las labores que no podían ser suspendidas (como las de la caja).
Se enfatiza que la victoria fue posible por “el alto nivel de conciencia de lucha y esclarecida mentalidad reivindicativa” de las bases,60 así como por la “unidad en la lucha” que, como analizamos en el apartado II, fue recuperada en esta nota como la enseñanza fundamental del Mendozazo. Se plantea, además, la intención de ofrecer lo que podríamos denominar un modelo de acción sindical a otros bancos que atravesaban similares situaciones, como el de Crédito de Cuyo.
A modo de recuento y significación del repertorio presentado hasta aquí, decía Luis Ocaña: “Esas eran, por ejemplo, las acciones que nos unían en realidad. Y así empezamos, estoy hablando del 68 para acá esto. Después las cosas se fueron agudizando, en el sentido político (…)”.61
Acerca de la experiencia clasista del SITRAC entre el ‘70 y el ‘71, Mignon (2014) destaca la escasa o nula experiencia sindical de los jóvenes trabajadores. En el origen de sus prácticas autónomas –de marcado carácter espontáneo, que estuvieron en la base (o fueron coetáneas) de formas de lucha más radicalizadas, como las tomas de fábricas–, el autor considera importante atender los factores culturales. Es decir, no son los objetivos o motivos económicos los que necesariamente desencadenan la acción.
Al igual que los bancarios, los obreros cordobeses se resistían a la disciplina laboral, a sus construcciones simbólicas, desafiaban las reglas y parodiaban a la patronal. En una oportunidad, un miembro de la gerencia de Fiat se refirió alegóricamente a los trabajadores como “indios” en alusión a que, producto de sus constantes medidas de fuerza, la empresa había perdido su tranquilidad y sentido de autoridad. En respuesta, dos mil obreros entraron al comedor fabril con vinchas y plumas, y dejaron un mensaje escrito: “Indio malo no ser instruido/pero conocer billete grande” (Mignon, 2014: 91).
Esta acción colectiva, sostiene el autor, da cuenta de un tipo de “cultura del antagonismo” –nutrida del clima más epocal de revuelta cultural– que logró configurarse como un “sentido común” que permeaba e influía en las ideas y acciones de muchos trabajadores, quienes de partida podían no comulgar en posiciones políticas o ideológicas. Esa “cultura del antagonismo” también fraguaba la experiencia y la conciencia de los/as bancarios/as del BPS. Era una preocupación del activismo moldearla en un sentido anti-patronal y anti-burocrático. Si bien se confiaba en la “acción” como generadora de conciencia, posteriormente se avanzó en la gestación de un espacio educativo sistemático, aunque para un sector específico del colectivo laboral.
III-3 “Contra la Educación Bancaria”62
Si bien el BPS había incorporado nuevo personal para el sector administrativo, también lo hizo para el área de maestranza y ordenanza, cuyo máximo nivel educativo era el primario. El título secundario no sólo era condición excluyente para ascender en la carrera dentro del banco, sino que también representaba un incremento salarial. Esa fue la motivación inicial para generar un espacio educativo.
Luis Ocaña y Pablo Marín, ambos del área administrativa, tomaron así la iniciativa de comenzar a impartir clases en el subsuelo de la casa matriz. Preparaban a sus compañeros/as para rendir los exámenes en forma libre en instituciones educativas oficiales, una estrategia que también se planteó el sindicato Luz y Fuerza de Córdoba en el ‘74 (Baraldo, 2020a). Según estimaciones resultado de la triangulación de fuentes orales y documentales, estas clases se habrían desarrollado a partir del ‘71, aunque también podrían haber comenzado antes. Para ese año, dos trabajadores del BPS formaban parte del secretariado provincial del gremio: el propio Pablo Marín en la secretaría de Prensa y José Lozano en la de Acción Social.
Jorge Yáñez, sin haber participado directamente, valoró especialmente estas clases como parte de la actividad sindical de la etapa. Sin embargo, compartió el dolor que le produjo el hecho de que algunos/as de los/as trabajadores/as que ascendieron a puestos administrativos gracias a la obtención del título, “inmediatamente se convirtieron en enemigos, así concretamente. Ni siquiera eran adversarios, enemigos”.63
A poco andar, los promotores de la iniciativa del subsuelo conocieron la Escuela Sindical Bancaria/Centro Educativo de Nivel Secundario (CENS) N°8 de la seccional Buenos Aires, el primer centro de estas características que la AB inauguró en el país. En efecto, a fines de agosto del ‘71 el gremio había firmado un convenio con la Dirección Nacional de Educación del Adulto (DINEA),64 que permitiría a distintas seccionales la apertura de CENS.65 De esa manera, el activismo del BPS articuló su incipiente experiencia educativa con la demanda de una instancia escolar sistemática, disponible en la estructura sindical.
La Escuela Sindical Bancaria (ESB)/CENS N° 26 de Mendoza fue inaugurada el 22 de enero del ‘73, luego de varias tensiones con la comisión directiva de la AB local que dilataba la apertura por razones políticas. Miembros de la “CGI embrionaria” del BPS y delegados de la CGI del Banco Mendoza organizaron en conjunto la implementación de la ESB. Y aunque se desempeñaron en cargos no docentes (preceptores, secretarios), cumplieron una función político-pedagógica fundamental. En el funcionamiento cotidiano contaron con la colaboración permanente de los secretarios de Prensa y de Acción Social, este último enlace formal del sindicato con el Centro educativo. El mismo fue el primero de su tipo en Mendoza y no sólo estuvo destinado a trabajadores/as del BPS sino de todos los bancos. Inclusive, también asistieron de otros gremios como mosaistas y comercio.
Posteriormente debió emprenderse una lucha por la “oficialización” por parte de DINEA, lo que era condición excluyente para concretizar el pago de salarios del personal y garantía para la obtención del título de los/as futuros/as egresados/as. Llegado el mes de septiembre del ‘73 y ante la falta de respuesta por parte de las autoridades, se pasó a la acción directa en la que tuvieron gran protagonismo las/os estudiantes (tomas de la escuela, manifestaciones céntricas, ocupación de la delegación provincial de DINEA), obteniendo finalmente la conquista.
En cuanto al sentido político-pedagógico de la ESB, a la vez que se cumplimentaban los contenidos escolares (con orientación en Técnicas Bancarias e Impositivas) se apostaba a la “concientización”, entendida ésta desde una diversidad de perspectivas que parecían coincidir en tres aspectos: el horizonte “anti-patronal”, “anti-burocrático” y “liberador” al que debía contribuir la educación. La concepción “problematizadora” de Paulo Freire contra la “educación bancaria” norteó la tarea educativa desde sus comienzos, en el verano del ´73. Luis Ocaña sintetiza los propósitos en los siguientes términos:
(…) la escuela se ajustaba estrictamente a los parámetros y a lo que indicaba el Ministerio de Educación, la DINEA. Lo que queríamos era: a partir de esos instrumentos que existían y que eran legalmente reconocidos, crear un modo de pensar, una forma de conciencia… acrecentar el nivel de conciencia sindical y política de la gente con la cual laburábamos.66
Por otra parte, en la prensa gremial la ESB era caracterizada como un “parche” en la medida en que no se transformaran las “estructuras capitalistas” –origen de las desigualdades educativas, los privilegios– y se construyera en su lugar la “patria socialista”.67
Es interesante dimensionar esta conquista de la “CGI embrionaria” (junto a la del Banco Mendoza). En primer lugar, le dio al CENS un sentido político-pedagógico que no estaba planteado en el origen de estas escuelas; origen asociado a la necesidad de calificación y control ideológico de fuerza de trabajo útil al capital, que la dictadura de la “Revolución Argentina” se propuso garantizar a través de la creación de la DINEA (1968). En tanto, durante la gestión del tercer peronismo el proyecto de los/as bancarios/as mendocinos/as tomó distancia del contenido doctrinario –la concepción de “comunidad organizada”– que estructuró los lineamientos de la DINEA para estos centros.
III-4 “Todo para todos”68
La conformación de la Intersindical de Gremios Estatales (octubre del ‘72), se basó en la aspiración de la “unidad de la clase trabajadora estatal”. Si bien expresó un avance en el grado de conciencia y organización de los/as trabajadores/as de distintos gremios,69 no superó las reivindicaciones inmediatas; es decir, no aparecieron planteos de tipo político-estratégicos (Baraldo y Scodeller, 2006), que sí comenzaron a bosquejarse en la iniciativa reseñada a continuación.
De acuerdo a DS, a fines de octubre del ‘72 los/as trabajadores/as del BPS realizaron una masiva asamblea70 que resolvió por unanimidad comenzar las tratativas para integrarse a un “frente de lucha antipatronal y antidictatorial” junto a los/as estatales. La prensa gremial menciona que fueron varias jornadas de protesta, sin mayor precisión. Nuestro registro se limita a las de enero del ‘73, cuando algunos gremios de la Intersindical, liderados por el SOEP, emprendieron un plan de lucha a cuya medida de fuerza se sumó la AB. Allí el gremio manifestó que sus coincidencias superaban los reclamos que eventualmente pudiera compartir con los/as estatales, asumiendo más bien los de éstos como propios en tanto “clase trabajadora” (Baraldo y Scodeller, 2006: 117). La experiencia en este “frente antipatronal y antidictatorial” fue caracterizada como “un salto cualitativo en la conciencia de clase que día a día, y lucha tras lucha vamos adquiriendo y consolidando los trabajadores bancarios de la provincia”.71
Ya en la nueva coyuntura abierta con el triunfo del peronismo, las “tomas” de establecimientos públicos y privados de diverso tipo72 realizadas en junio del ’73 en todo el territorio nacional, no sólo buscaron frenar el “continuismo” de la dictadura, sino que evidenciaron la disputa por el poder y por distintos (y antagónicos) proyectos de sociedad.73 De las casi 700 ocupaciones que se sucedieron en el país, Nievas (2000) registra cuatro en bancos o entidades vinculadas.74 Sólo una de ellas tuvo lugar fuera de Capital Federal: la del BPS de Mendoza la que, de acuerdo a los estudios específicos sobre este fenómeno en la provincia (Scodeller, 2009), fue el único caso en el sector bancario. Se trató de una “toma y conducción simbólica” de la entidad, decidida en asamblea75 y protagonizada por “las bases”, que en términos políticos puede situarse a favor de la “patria socialista”, siguiendo la categorización de Nievas (2000 y 1999) y Scodeller (2009), la cual incluye (pero excede) a la izquierda peronista.
Desde nuestro punto de vista, la medida expresó un mayor grado de conciencia política de los/as trabajadores/as del BPS, en cuanto puso de manifiesto su disposición a pensar, planificar y/o asumir la organización de (algunas) dimensiones de la totalidad social, de la sociedad que se aspiraba a construir. A través de la “toma” reconocieron explícitamente su adhesión al gobierno provincial encabezado por A. Martínez Baca, vinculado con la “Tendencia revolucionaria” del peronismo. Si bien dicha adhesión debería considerarse como la posición de un sector (sin duda hegemónico), el apoyo al gobierno constituyó el rasgo común de casi todos los casos del país (Nievas, 1999: 358).
Definiendo y asumiendo el antagonismo en términos de “liberación o dependencia”,76 en un comunicado público los/as bancarios/as mendocinos/as se definieron por un “banco del pueblo”, camino a la “cogestión” y se propusieron “demostrar la real vocación de las bases en la dirección de la institución”.77 La cita a continuación es ilustrativa:
Ahora no solamente cobramos por nuestro trabajo, sino que nos interesa saber qué se hace con él, en qué se invierte. De ese modo, hemos roto con la enajenación que equivale a servir de instrumento por un mísero salario.
La toma significa entonces la decisión irreversible de participar y ser artífices del futuro de un banco al servicio del pueblo, así como pretendemos participar y ser artífices del destino nacional.78
La toma simbólica como acción política y más ampliamente la reflexión político-sindical de los/as bancarios/as en esta etapa, estaban atravesadas por debates de fondo en torno a dos grandes ejes. Por un lado, la discusión acerca de la propiedad del sistema bancario (“argentinización” o “estatización”)79 y su rol en el proceso sociopolítico en marcha (cuyas caracterizaciones eran también divergentes). En segundo término, el debate sobre las formas de participación de los/as trabajadores/es en la organización y dirección de dicho sistema (“cogestión” o “autogestión”), junto a las implicancias políticas de cada una de esas formas.
Por ejemplo, cuando en su testimonio Luis Ocaña hacía referencia a la “toma” y a la intencionalidad del proceso, no planteaba la “cogestión” sino la “autogestión”, en tanto expresión del poder político de los/as trabajadores/as que aspiraban construir.
Así, de la profundización de su proceso de formación “como clase” luego del Mendozazo, hermanándose con asalariados/as del sector público, los/as trabajadores/as del BPS ingresaron en el ‘73 al terreno de la confrontación netamente política, donde “tomaron” no solamente su lugar de trabajo sino un sitio en la tribuna de los crispados debates sobre los proyectos históricos en pugna. En la lectura oficial de la ocupación simbólica, el antagonismo “nación- imperio” aparece delimitando los alcances de la transformación social, al menos de esa etapa. Mientras que para otros/as, la “toma” se enmarcaba en un proceso de construcción de poder y autonomía de la clase trabajadora respecto al capital (nacional o extranjero), desde la perspectiva de la lucha por el socialismo.
III-5 Formalización
Al mes siguiente de la “toma” que las habría colocado “a la vanguardia del movimiento bancario mendocino”,80 las “bases” del BPS elegían el 6 de julio a la primera CGI de la entidad. Dice Felipe Cervine: “Cuando entré al banco -2/6/69- no había interna [Comisión interna]. Nosotros fuimos la primera”.81
De acuerdo con DS, se presentaron dos listas: la N°1 llamada “Unidad y Equidad” y la N° 2, “Participación y Cambio”.82 Mientras la primera estaba ligada al personal jerárquico del banco,83 la segunda era integrada por trabajadores (todos ellos varones) que desarrollaron la actividad sindical descripta hasta aquí. Resultó vencedora la N° 2, con 272 votos contra 187, en una elección donde participó el 95% de los/as empadronados/as, sin votos en blanco.84
En la nota se plantea que la constitución de la CGI fue resultado de tres años de trabajo y – remarca Luis Ocaña, también miembro del organismo electo– de la exigencia a la comisión directiva de la AB.85
El triunfo es equiparado en la prensa al obtenido por el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) el 11 de marzo. Explícitamente se caracteriza a la lista perdedora como expresión del “continuismo” y se alerta sobre “la ola maccartista que azota al país, instrumentada por los enemigos de la clase trabajadora, y de la que también ha sido víctima nuestra seccional”.86
Recuperando la clave analítica propuesta por Basualdo (2011), si nos detenemos en los resultados de la votación observamos que la lista perdedora, afín a los intereses del directorio, logró conquistar el apoyo del 40, 7% de los/as empadronados/as. Como señala la autora, ello da cuenta de disputas al interior de los/as trabajadores/as y del enfrentamiento entre corrientes que es necesario plantear en términos de “distintas conciencias y estrategias de clase” (Basualdo, 2011: 256). En consonancia con este planteo, desde nuestro criterio las cifras presentadas hablan de la lista ganadora como una estrategia anti-burocrática y anti-patronal “en proceso”, en plena tarea de construcción de hegemonía –en sentido gramsciano–, entre y con las bases.
Vinculado a lo anterior pero observando un escenario más amplio, si se tiene en cuenta que el BPS empleaba alrededor de 900 personas y votaron 459, significa que prácticamente el 50% del personal estuvo ausente de la elección. Cerca de cuatrocientos cuarenta empleados/as no se expidieron por ninguna de las propuestas en pugna e inclusive, desestimaron empadronarse. En ese sentido, surge un interrogante para futuras exploraciones: ¿sería aquella mitad ausente parte de la generación disciplinada por la memoria traumática de los ’50?
En otro orden, sobre la base de experiencias previas –en algunos casos partidarias–, durante el ‘73 algunos militantes sindicales también concretaron o formalizaron su ingreso a diferentes organizaciones políticas. Jorge Yáñez, quien resultó electo delegado general de la CGI, se enroló en la JTP; Felipe Cervine, delegado titular lo hizo en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Luis Ocaña, delegado suplente, abandonó el PB y se incorporó al PRT.87 Fueron sólo estas tres organizaciones las que se expresaron en la CGI del BPS, con mayoría de la JTP.88
De esta manera, como observa Santella (2007:33) en la experiencia clasista de Villa Constitución, la formación de estos jóvenes bancarios como dirigentes sindicales –que continuó luego del período aquí considerado– no habría estado del todo desvinculada de su formación como militantes de organizaciones políticas. Lo que remite, en términos gramscianos, a la cualidad del partido como educador, como intelectual colectivo. No obstante, hasta la elección de CGI la trayectoria de los activistas involucró diversos “espacios-momentos formativos” (Michi, Di Matteo y Vila, 2012) –no sólo el partidario– que incluyeron, según los casos, experiencias ancladas en el cristianismo posconciliar y tercermundista; el servicio militar o la universidad; aprendizajes políticos-organizativos en torno al sindicalismo clasista –especialmente cordobés– y a la propia práctica de lucha y organización. No menos importante fue el carácter político-pedagógico de los “azos”, de la cultura contestataria y de las gestas revolucionarias que atravesaban continentes.
El ’73 fue entonces un año de “formalización”. Por un lado, de la estrategia desarrollada por la “CGI embrionaria” desde al menos 1970 que, como evidenciaron los comicios, se encontraba en franca disputa con la estrategia solidaria a la entidad patronal. Lo dicho antes confirma, además, que no fue el Mendozazo el detonante del proceso organizativo sino más bien los “aires” del Cordobazo. A sabiendas de que la acumulación en términos de organización y unidad se produjo luego de la rebelión del ’72 –confirmando así la tendencia general señalada por Scodeller (2009) –, aunque ya en los tramos finales de la dictadura encabezada por A. Lanusse.
Por otra parte, en el ’73 el multiforme proceso de politización de los delegados decantó (o se redefinió) en otros compromisos militantes, enrolándose en organizaciones políticas de distintas corrientes de izquierda, incluyendo aquí a su variante peronista.
III-6 “Nos autoimpedíamos”
Entre los entrevistados existe acuerdo sobre un punto fundamental. A pesar de las fuertes discusiones políticas al interior de la CGI, esperables por las distintas tendencias a las que pertenecían, existía una coincidencia básica acerca del tipo de construcción político-sindical.
Esa construcción, con sus tensiones, se basaba en dos posicionamientos centrales íntimamente relacionados: 1) la primacía de los acuerdos tomados en la Comisión y de las decisiones asamblearias por sobre la línea partidaria (con sus intentos de hegemonizar las instancias sindicales). 2) una forma de actuación de los delegados que se diferenciara de la práctica de la “burocracia sindical”.
Enfatizando en las formas de dirimir las discrepancias políticas al interior de la CGI y las tensiones que ello generaba con el partido, señala Felipe Cervine:
(…) cuando decidíamos algo por mayoría, íbamos todos juntos. Cuando no saldábamos las diferencias, apelábamos a la asamblea. Allí planteábamos las posiciones y que la base decidiera. (…) En varias oportunidades tuve que llevar adelante resoluciones de asambleas que no estaban de acuerdo con la línea del partido. Me la tenía que comer, como se dice vulgarmente. En el partido me acusaban de sindicalero, de basista. Mi argumento era que los compañeros del Banco me habían votado como [comisión] interna y no por ser militante del PST.
Vinculado a esto último, sobre la eventual (o natural) pretensión dirigista de las organizaciones políticas, expresa Luis Ocaña:
(…) en las discusiones y en el accionar sindical impedíamos, nos auto impedíamos, y le bajábamos la caña feo después en reuniones de la comisión interna, a quien por ejemplo [intentaba] hegemonizar el acto que nos convocaba. No nos lo permitíamos eso. Permitíamos más bien: a ver, qué puntos de coincidencia absolutos tenemos en esto para llevarlo adelante, a fin de que la gente entienda de qué estamos hablando y no que la estamos llamando a que se afilie al PST o al PRT.
En cuanto al segundo aspecto, una práctica radicalmente diferente de la burocracia sindical no sólo se basaba en la permanente acción con y desde “las bases”, sino en un componente moral y ético. Por ejemplo, Jorge Yáñez recuerda el caso de un proyecto de vivienda impulsado por la CGI:
Nuestro compromiso era: ninguno de nosotros, tenga o no casa, puede acceder a esos préstamos. Ninguno […] Todos los compañeros que estábamos ahí y algunos más decían “es así, acá nosotros no podemos entrar en lo que hace la burocracia sindical”, que es: accedo al sindicato, accedo a la comisión interna para llenarme los bolsillos. Y lo que me enorgullece es que no hubo peleas, no hubo las brutales discusiones que había a veces por otras cosas que teníamos dentro de la CGI.
Esta experiencia del BPS muestra rasgos radicalmente distintos a la del Banco Nación (casa central) en Buenos Aires, en el mismo período. En ella, siguiendo el estudio de Mangiantini (2018), la confluencia entre izquierda peronista y no peronista (JTP y PST, respectivamente) resultó imposible.
La CGI estudiada integró activamente el Plenario de las CGI que, como reseñamos antes, condujo las huelgas del ‘74 enfrentándose a la conducción de la AB. Es interesante cómo el delegado general de la CGI del BPS explica las razones de la desobediencia a las directivas de esa conducción (levantar el paro), aun cuando él y otros delegados eran militantes de la misma organización político-gremial que el Secretario General, Armando Surballe:
El Surballe del ‘71 no era el mismo que el del ‘74 o ‘75, no, no. Se había convertido en otra cosa. (…) se convierte en un burócrata, lo que nosotros veníamos discutiendo, peleando… se convierte en un burócrata sindical. Por lo menos desde el punto de vista de los que integrábamos el peronismo en la comisión interna y del grupo que estaba con nosotros, de compañeros cercanos. No nos veíamos representados por él, por la comisión de la Asociación Bancaria.89
De manera que en su accionar los delegados parecen haber priorizado los intereses de clase y la democracia sindical por sobre las diferencias (o las coincidencias) ideológico-partidarias. En otras palabras y siguiendo a Basualdo (2011: 260), habrían logrado mantener su lógica de construcción sindical en un contexto fuertemente signado por la lucha política y político-militar. Esto advierte la autora en el activismo de los obreros metalúrgicos santafecinos y también Jemio (2022: 83) para el caso de sus pares tucumanos, en cuya lucha antiburocrática y por reivindicaciones laborales confluyeron distintas corrientes de izquierda (peronista y no peronista), junto a tradiciones de lucha inorgánicas recreadas de la herencia familiar.
Para finalizar, un dato que habla de cómo la radicalidad de la lucha y el avance en la conciencia de clase no constituye un proceso lineal, sino que recupera y se nutre de experiencias anteriores, tal como lo señalaba Rodríguez Agüero (2013). En el balance del conflicto de abril del ‘74, en el que rescataron la unidad, la organización y la conciencia en torno a los oponentes o “enemigos” (“patronal” y “burocracia”), los/as trabajadores/as de los bancos movilizados resolvieron retornar al trabajo usando vestimenta acorde a su condición socioeconómica. “Somos obreros que queremos más guita”,90 coreaban por aquellos días.
Consideraciones finales
El "espíritu estatal" presupone la "continuidad” tanto hacia el pasado, o sea con
respecto a la tradición, como hacia el futuro (Gramsci, 1999: 177)
La participación de trabajadores/as de bancos en el Mendozazo evidencia una actuación en extremo combativa del sector. El día de los enfrentamientos de masas (4 de abril), la existencia de una columna de bancarios/as que desobedece el encuadramiento en la CGT y continúa la lucha junto a otros trabajadores/as, da cuenta de prácticas de autonomización respecto a una dirigencia sindical propensa a la negociación con el régimen. A través de acciones no institucionalizadas, los/as bancarios/as cuestionaron algunas dimensiones del statu quo: los bancos (sus entidades empleadoras) fueron atacados en tanto representación de los intereses de las clases dominantes.
Sin embargo, en la prensa gremial alusiva a la jornada esta actuación está totalmente ausente. Allí el Mendozazo es caracterizado como un “despertar”, una “irrupción violenta” de la clase trabajadora y el pueblo que lidera un combate superador de reclamos económicos. Con todo, en sus páginas es posible reconocer dos lecturas con propósitos distintos: una en clave estrictamente política y otra en clave político-pedagógica.
En la primera, se apela al Mendozazo para legitimar el presente desde el cual se enuncia. El triunfo del FREJULI aparece como decantación natural de las jornadas del ‘72. Las mismas constituirían un momento –aunque fundamental– en la formación de la “conciencia de clase” de los/as trabajadores/as en general, quienes habrían convalidado su proyecto histórico en las urnas.
En la segunda lectura, en clave político-pedagógica, se acude al Mendozazo para elaborar aprendizajes que contribuyan a la lucha y al desarrollo de la “conciencia gremial” y de “clase” de los/as bancarios/as. Se extraen dos grandes lecciones: la necesidad de organización (que evaluaban ausente en la rebelión) y la unidad en la lucha, articulándolas a un componente fundamental de su propia experiencia: el rol protagónico e insustituible de las “bases”.
En la segunda parte de este trabajo bosquejamos momentos de la actividad sindical en el BPS a través de la cual, desde fines de la década del ‘60, una nueva generación de bancarios/as aportó a configurar una experiencia en la que los/as trabajadores/as se reconocieron como colectivo en torno a intereses comunes. Las formas creativas de acción y de lucha contribuyeron a la formación de una conciencia de clase, que disputó los sentidos dominantes acerca de la identidad de los/as bancarios/as (empleado/a de clase media).
Exceptuando al personal jerárquico, gran parte de los/as asalariados/as del BPS (jóvenes en su mayoría) se representaron a sí mismos/as y actuaron como “clase”(trabajadora), participando junto a sus pares de otros bancos en instancias de organización y movilización con otros/as trabajadores/as, como en el Mendozazo y luego al calor de éste. Obtuvieron conquistas en cuanto a reclamos inmediatos (como la remuneración de horas extras) pero también en términos políticos, en relación a los grados de organización, lucha y conciencia expresados en la decisión de integrar un frente común con los/as estatales, en la inauguración de la Escuela Sindical Bancaria y en la “toma simbólica” del banco.
Hasta mediados de 1973 ciertamente todo lo anterior se desarrolló sin haberse constituido formalmente un órgano de representación desde el lugar de trabajo. Establecemos aquí dos excepciones (aniversario del subsuelo y protesta con vestimenta informal), sobre las que no ha podido determinarse con exactitud la fecha de realización. No obstante, eso no impide concluir que se trató de una actividad sindical que anticipó aquello que se formalizó en el ‘73 con la constitución de la CGI (julio) y la oficialización de la ESB (fines del ‘73-inicios del ‘74), formas institucionales en que se expresó la conciencia de clase.
De esa manera, en lo que hemos llamado la “CGI embrionaria” de aquel primer período –es decir, la actividad sindical no formalizada en CGI pero prefigurativa de la misma– puede advertirse un claro “espíritu de iniciativa y organización” (Gramsci, 1999: 370).
Si bien la actividad sindical tenía lugar en diferentes sucursales del BPS, tal vez pueda pensarse alsubsuelo–Casa Matriz- como una metáfora que condensa los sentidos de la experiencia. En primer lugar, el “subsuelo”encierra la imagen de la explotación así como del disciplinamiento a manos del directorio hacia quienes la cuestionaban (la condena al trabajo solitario). Luego, el “subsuelo” cristaliza el intento de construir/profundizar una experiencia e identidad colectiva diferenciada de la patronal (aniversario del banco paralelo al oficial), un “espíritu de escisión”. Vinculado a esto último, el “subsuelo” simboliza también el germen de una instancia sistemática de educación y de formación de la conciencia (“clases de apoyo” que decantaron en la ESB). En síntesis, el “subsuelo” constituye la metáfora de una estrategia de clase autónoma de (y en confrontación con) los/as empleadores/as, basada en una forma de construcción sindical desde abajo, desde “las bases”. Construcción sostenida, además, en una “conciencia moral” en tanto “experiencia vivida”(Thompson, 1981: 267-268) con la que los activistas/delegados buscaban conscientemente diferenciarse de la “burocracia sindical”.
Las iniciativas de la “CGI embrionaria” y las posteriores una vez formalizada como tal, hablan también de un “espíritu estatal”. La elección de la CGI, ese momento específico del tiempo histórico, es parte de un proceso complejo que anuda pasado y futuro. Hacia atrás, acumuló la experiencia iniciada a fines de los ‘60 con los aires del Cordobazo, con el Mendozazo como maestro de la “unidad en la lucha”; con la “toma” como arquetipo de un “banco del pueblo”; con la Escuela Sindical Bancaria como experimentación de una “educación liberadora”. Pero además, en ese presente novedoso pareciera estar operando una “tradición subterránea” (Thompson, 1989) conformada en torno a las grandes huelgas de los ‘50. Una tradición basada en la importancia de las instancias de base y el pluralismo ideológico, con gran presencia de las izquierdas (Acha, 2008).
Hacia adelante, la institucionalización de la CGI del BPS se proyectará en las importantes luchas del ‘74 y ‘75, en las que se hará más explícita la comunidad de intereses con trabajadores/as de todos o de la mayoría de los bancos, superando los reclamos económicos (aunque conteniéndolos). Se profundizarán los niveles de conciencia y de organización como clase, autonomizándose radicalmente de una dirigencia gremial burocratizada y “patronalizada”, destacándose la capacidad directiva del Plenario de las CGI, que disputará en los hechos la dirección del sindicato.
Las implicancias desfavorables de las huelgas de la década del ‘50, elaboradas por los/as bancarios/as del BPS como memoria traumática, desarticularon la experiencia de clase. Serían los activistas de la generación del Cordobazo y del Mendozazo quienes la retomarían, tal vez sin plena conciencia de ello, rearticulándola en un proyecto que desde perspectivas políticas en tensión, comenzó a plantearse el problema del poder. No sólo en el ámbito sindical, sino en la disputa política de algunas dimensiones de la totalidad social, lo cual cristalizó en prácticas que anticipaban elementos de una sociedad alternativa al capitalismo. Fuerzas, para decirlo con Gramsci (1999: 177), que sin ser todavía materiales se sentían activas y operantes en el presente de lucha. Un “como sí”, destellos de socialismo “presentes corporalmente”. Un “espíritu estatal” al que le faltó tiempo. Y las mujeres.91
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Notas