Dossier
Recepción: 15 Junio 2022
Aprobación: 26 Julio 2022
Resumen: Partiendo del desborde memorial articulado principalmente a través de la oralidad o la palabra escrita que tuvo lugar alrededor del Mendozazo en ocasión de su quincuagésimo aniversario, el presente texto busca volver sobre el hecho histórico desde las imágenes que en distintos momentos han sido puestas en circulación por la academia, a fin de reflexionar en torno a su lugar en las narrativas que se pretenden entramar, y vislumbrar qué tipo de representaciones sociales construyen. A tal fin resulta necesario volver sobre una breve descripción del hecho que nos convoca, para luego espejar los relatos escritos sobre el Mendozazo con las fotografías que a lo largo de estas décadas han circulado de modo predominante por la retina de las y los mendocinos/as y recuperar aquellas que han quedado en los márgenes.
Palabras clave: Memorias, Imágenes, Historiografía, Historia local, Mendozazo.
Abstract: Departing from the “memorial overflow” arisen mainly through orality or written words that took place around the fiftieth anniversary of the “Mendozazo”, this article seeks to return to the historical event through the images put into circulation by the academy at different moments, in order to reflect on their place in the intended narratives, and glimpse what kind of social representations they build. To this end it is necessary to return to a brief description of such upsurge, to then compare the stories written about the Mendozazo with the photographs that throughout these decades have predominantly been disseminated and recover those that have remained in the margins.
Keywords: Memories, Images, Historiography, Local History, Mendozazo.
50 años y un desborde memorial en palabras
Las notas que siguen presentan un ensayo de reflexión y auto-reflexión sobre la práctica historiográfica en torno a un hecho emblemático de la historia local de la provincia de Mendoza, el Mendozazo, ocurrido en abril de 1972.
Transcurridas cinco décadas, un repaso por ámbitos variados como son el de la academia, la militancia, o el periodismo en sus múltiples formatos, permiten advertir que el mismo continúa siendo un hecho vivo y en disputa. La realización en abril de este año de las Jornadas sobre historias, memorias y experiencias de la Mendoza subalterna: “A 50 años del Mendozazo” da cuenta de que el Mendozazo sigue ocupando numerosas hojas de reflexión en ámbitos de debate político-académico: desde la reivindicación de distintos sectores y grupos en los hechos, la reflexión en torno a cómo abordarlo de modo significativo en espacios áulicos, o la búsqueda de los hilos que lo entraman con luchas actuales (sindicales, feministas, socioambientales), el Mendozazo opera como un caleidoscopio.1 A su vez, un repaso por periódicos impresos, blogs, notas radiales y medios digitales durante la semana en que se cumplía el quincuagésimo aniversario, arroja importantes horas de lectura o escucha de testimonios y opiniones de investigadoras.2
Desde este desborde memorial articulado principalmente a través de la oralidad o la palabra escrita, el presente texto busca volver sobre la insurrección popular desde las imágenes que en distintos momentos han sido puestas en circulación por la academia, a fin de reflexionar en torno a su lugar en las narrativas que se pretende entramar, y vislumbrar qué tipo de representaciones sociales construyen. A tal fin resulta necesario volver sobre una breve descripción del hecho que nos convoca, para luego espejar los relatos escritos sobre el Mendozazo con las fotografías que a lo largo de estas décadas han circulado de modo predominante por la retina de las y los mendocinos/as.
El vínculo entre imagen(es) y memoria(s) ha sido ampliamente explorado (Huyssen, 2009; Berger, 1998). En su doble condición de reflejar y producir una realidad, la fotografía histórica es documento pero también es discurso ideológico; cuyo mensaje depende de quien la produce, de quien la circula, y de quien la lee. Es, así, un dispositivo de -o para- la memoria que, como ésta, no acepta que se establezcan correspondencias lineales ni unívocas entre imagen y memoria, ni admite lecturas en singular en relación a los sentidos de reapropiación de las mismas (Jelin, 2002; Feld y Stites Mor, 2009).
Un Mendozazo posible
Es necesario comenzar recordando lo que resulta hoy una obviedad–gracias a un conjunto amplio de investigaciones producidas en las últimas dos décadas-, esto es, que la provincia aquietada y conservadora era un poco más bulliciosa de lo que se creía. Efectivamente, el proceso de activación político-social que atravesó al país y a la región empapó las áridas tierras cuyanas. Mendoza estuvo atravesada por las dinámicas, discursos, deseos y disputas que tensionaban a la Argentina y al mundo –contexto que no es necesario recordar aquí-.
Para tomar un punto de arranque compartido por la historiografía sobre historia reciente (Franco y Levin, 2007), desde 1955 en la provincia irá tomando forma, con distintos ritmos, y en un recorrido no exento de contradicciones y dificultades, un entramado de actores individuales y colectivos para quienes cuestionar aquello que se consideraba injusto se tornaba cada vez más cotidiano e iba generando un clima de creciente indisciplinamiento social (Baraldo y Scodeller, 2006).
Desde la Resistencia Peronista –aunque con acciones de poca envergadura-, hasta las ocupaciones fabriles del ‘64 en el marco del Plan de lucha de la CGT (Álvarez, 2007), pasando por las grandes huelgas de petroleros y ferroviarios durante el frondicismo (Scodeller, 2007), nos encontramos con un movimiento obrero en sintonía con la conflictividad nacional. Ya con Onganía se sumaron a los reclamos obreros los de estudiantes y pequeños comerciantes (Brachetta et al., 2011). Las manifestaciones contra la dictadura comenzaron a escalar a partir de marzo de 1971. No fue solo una cuestión de intensidad, muchas y muchos profundizaban sus planteos, y comenzaban a darse pasos firmes hacia una articulación entre los diversos agrupamientos políticos y sectores sociales que ocupaban la escena local (Baraldo y Scodeller, 2006). Estudiantes secundarios y universitarios, de establecimientos públicos como privados, fueron uno de los actores clave del periodo. Su lucha contra el “limitacionismo” llevaba de fondo un fuerte cuestionamiento a las políticas educativas del régimen (Cobos et al., 2007; Bravo y et al., 2014). Otros colectivos que también aportaron desde sus prácticas cotidianas al proceso de politización fueron las/os artistas (Ayles Tortolini, 2014; Ramírez, 2021; Chaves et al., 2017) y los curas tercermundistas (Molina Guiñazú, 2018; Chaves et al., 2011). Aunque con menor presencia –o menos estudiado aún- que en otras regiones, también activaron las organizaciones político-militares (Ayles Tortolini, 2020). Distintas experiencias de organización vecinal –donde se cruzaba la militancia de grupos políticos con la de curas, estudiantes, y asistentes sociales-, muestran a los barrios populares como otro espacio en donde se avanzaba desde reivindicaciones puntuales a cuestionamientos socioeconómicos y políticos más radicales (Baraldo, 2006; Chaves et al., 2019; Molina Guiñazú, 2018).
En cuanto al sindicalismo, desde fines de los sesenta la escena pública estuvo ocupada, principalmente, por las y los trabajadores de la educación y de la sanidad. Sin embargo, a pesar de sus extensos planes de lucha, rara vez lograron interpelar al gobierno provincial –que desde julio de 1970 estaba en manos de un civil puesto por la dictadura, Francisco Gabrielli, una de las principales figuras del Partido Demócrata. También hubo, aunque de menor envergadura, numerosos conflictos en el ámbito privado (Scodeller, 2008; Rodríguez Agüero, 2013). Cabe recordar que si bien se había formado la CGTA, integrada por numerosos aunque pequeños gremios, ésta no logró aglutinar a artistas, intelectuales y estudiantes, como sucedió a nivel nacional (Emili, 2012). Fueron los sectores más dialoguistas dentro del peronismo quienes mantuvieron la representación de los principales gremios y de la CGT Regional (Álvarez, 2007; Scodeller, 2008).
Este es, a grandes rasgos, el mapa de actores que vamos a encontrar llegando a 1972.
A fines de marzo, en un contexto en que el costo de vida se incrementaba constantemente, la empresa Agua y Energía de la Nación dispone un aumento del 300% en las tarifas eléctricas, que va a impactar sobre el conjunto de la población.3 Rápidamente aparecen las quejas, reclamos y protestas. Comienzan los apagones en los negocios del centro, colocándose en las vidrieras carteles que llamaban a no pagar las boletas. En los barrios también comienzan a realizarse apagones nocturnos durante los cuales se encendían velas, mientras que automóviles y casas mostraban su franja impresa o escrita a mano con la consigna “Yo no pago la luz, y usted?” y otras similares. Las reuniones en los distintos barrios se multiplican y a su vez, las uniones vecinales se fueron aglutinando por coordinadoras zonales que finalmente confluyen en la Coordinadora Provincial No pague la Luz. Ésta resolvió apoyar la marcha hacia la Casa de Gobierno con destrucción de boletas –medida propuesta por una vecinal de la Cuarta Sección- convocada para el domingo 2 de abril.
Esta primera movilización, descripta por un cronista de la época como “una entusiasta e informal asamblea pública”,4 reunió –según las fuentes- entre 10 y 20 mil personas: varones, mujeres, jóvenes y niños/as de distintos niveles sociales. Portaban leyendas alusivas a los aumentos, y en sus cánticos expresaban críticas tanto al gobierno como a los militares.
Al día siguiente se realiza una nueva reunión en la sede de la CGT local, con la presencia de agrupamientos sindicales, vecinales, estudiantiles y políticos; donde se decide sumarse al paro y concentración que tenía dispuesto la central obrera para el martes 4 y arrimar, en ese marco, un petitorio al gobernador-interventor Gabrielli exigiendo el retorno a las tarifas anteriores. Por su parte, el gobierno provincial va a emitir un comunicado anunciando que dicha manifestación no sería autorizada, y advertía a la población que la situación de descontento podría “ser aprovechada por elementos interesados en alterar el orden público y efectuar desmanes”.5
Hasta aquí podemos señalar un primer momento cuya característica es la fuerte unidad entre distintos sectores en torno a un reclamo común. Cánticos y carteles van mostrando que aquello que empezó como una protesta contra una política del gobierno, se convirtió en un repudio al gobierno mismo. Se extendía además un clima deliberativo en cada lugar de residencia o de trabajo, potenciado por los espacios de coordinación y movilización. Como se mencionó, frente a todo esto el Ejecutivo provincial va a recurrir a la amenaza para impedir que la sociedad volviese a movilizarse el día martes.
Con la realización, a pesar de tal prohibición, de la movilización del 4, podemos marcar el inicio de un segundo momento, donde queda claro que la convicción en la justicia del reclamo y en la necesidad de oponer una resistencia colectiva a la medida supera ampliamente al miedo que se buscaba instalar desde el poder. Este primer cuestionamiento a la autoridad luego se verá reforzado con la lucha de calles que desborda, primero a la policía y luego a la gendarmería y al ejército, poniendo en jaque, con una dinámica muy similar a la de otros “azos” de la época, el monopolio de la fuerza por parte del Estado.
Tal como estaba previsto, a partir de las 10 de la mañana las y los trabajadores que abandonaban sus tareas se congregaban en cada sede sindical, desde donde marcharían en primer lugar hacia la CGT. Lo mismo hacían las uniones vecinales desde sus respectivas plazas departamentales, para confluir luego en la Casa de Gobierno. La infantería intentaría sin éxito frenar todos estos desplazamientos, hasta que frente al local del Magisterio ejecutan su primer ataque, ante una orden -no atendida por las maestras- de desconcentrarse en un minuto. Algo similar ocurre luego en la sede de la central obrera, por lo cual en su recorrido hacia el punto de encuentro final, los trabajadores fueron atacando edificios asociados al poder político y económico. Ya en Casa de Gobierno, sobre unas 15 a 30 mil personas -según la fuente que se consulte- se da la orden de reprimir. Los enfrentamientos se suceden por más de tres horas, extendiéndose por las principales arterias céntricas. El saldo: numerosos detenidos, heridos y un muerto, el canillita Ramón Quiroga.
El Poder Ejecutivo Nacional declara entonces a Mendoza zona de emergencia y el toque de queda a partir de las ocho de la noche, mientras que Alejandro Lanusse anuncia que las tarifas no se tocarían. Gabrielli renuncia y ahora sí, asume como interventor un militar, aunque rápidamente se volverá a designar a otro miembro del Partido Demócrata como gobernador, Félix Gibbs. Funcionarios entrantes como salientes, adjudicaron el hecho a “gente extraña”, “perturbadores”,6 quienes -argumentaban- buscaban impedir la próxima salida electoral.
La activación popular, con distintas intensidades, se va a prolongar por varios días. A partir de aquí se puede caracterizar un tercer momento dentro del proceso, donde el foco de los enfrentamientos se traslada hacia los barrios populares del Gran Mendoza. El miércoles 5, en el marco de un paro total en repudio a la represión, vuelven a producirse choques callejeros luego del acompañamiento masivo al entierro del canillita asesinado en Casa de Gobierno. Al igual que el día anterior, el jueves 6 la lucha callejera inicia en la zona céntrica a partir de una concentración espontánea, para rápidamente moverse a los barrios aledaños en busca de resguardo. Allí, el conjunto de las familias trabajadoras sostiene la resistencia por varios días, al punto que las fuerzas represivas tendrán importantes dificultades para entrar y controlar estos territorios. El viernes, en el departamento de Las Heras eran asesinados una comerciante de 42 años y un joven estudiante de 18, Susana Gil de Aragón y Luis Mallea.
Si en estos días las fuerzas represivas habían logrado dispersar a las y los manifestantes en el casco céntrico, a fin de intentar normalizar el desarrollo de las actividades económicas y administrativas, el traslado del combate a algunos barrios obreros, los que fueron prácticamente sitiados por sus habitantes, radicalizó el contenido y las formas de la protesta. Sin embargo, la resistencia vio mermar el número de participantes, para finalmente decaer.
Recién el sábado 8 la ciudad comienza a recuperar su ritmo habitual. La noche anterior Lanusse, buscando encauzar el conflicto, anunciaba la suspensión de los aumentos. Las conducciones de los sindicatos de la sanidad y del magisterio, que venían con importantes planes de lucha, resuelven levantar o posponer sus medidas de fuerza contribuyendo así a la “pacificación provincial”;7 en la misma línea la CGT en un plenario de balance auguraba que todo se fuese a “normalizar gremialmente”8 habiéndose dado marcha atrás con el aumento y liberado a los detenidos. Para la gran mayoría se había triunfado, y era momento de retornar al curso cotidiano de actividades.
Para sintetizar, muy a tono con las protestas de la época, si bien la chispa que encendió la organización y movilización fue un aumento desmesurado en las tarifas eléctricas, la rebelión fue mucho más allá, rebasando los canales institucionales. Se había puesto en jaque la imagen de Mendoza como una provincia sin conflictos. El grito de “Mendoza despertó”9 durante las jornadas iba al nudo de esa disputa simbólica. Era un momento de ruptura, conceptualizado por algunos como de desorden, y por otros y otras, como de búsqueda de un nuevo orden. Entre éstos/as, ya sea que el horizonte fuese una sociedad más democrática, o la superación de la existente, el movimiento entroncaba con las luchas del periodo.
El Mendozazo como texto visual
No nos detendremos en estas líneas en los sucesos posteriores, ni en la manera en que el Mendozazo fue procesado e interpretado por las y los actores de la época. En cambio, nos interesa referirnos a algunas lecturas que se hicieron posteriormente sobre el hecho, deteniéndonos en lo que la historiografía ha dicho sobre el mismo a la luz de las imágenes que puso en circulación.
a) Negativos, para una historia sin sujetos/as
Los textos académicos que se produjeron desde la última dictadura hasta los años noventa en el ámbito de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, privilegiando una perspectiva político institucional y de corte conservador, en general, no se preocuparon por dar cuenta del conflicto social.10 De allí que se mencione al Mendozazo tangencialmente, y reproduciendo las interpretaciones que en su momento pusieron en circulación las clases dominantes: un hecho ajeno a la idiosincrasia del “laborioso y pacífico pueblo mendocino”; y acorde con esto, motivado por “elementos subversivos”, también “extraños a la provincia”, que pretendían alterar su “tradicional forma de vida”. Nos referimos –cronológicamente- a la obra de: P. Santos Martínez (1979), A. Cueto, A. Romano y P. Sacchero (1995), N. Carrizo de Muñoz (1996), C. Sacchero (2001) y Romano (2009).11
Aquí se puede encontrar una línea argumental que reduce al Mendozazo temporal y espacialmente al 4 de abril y al casco céntrico –véase Figura 1-; y en términos de contenido, a un movimiento de clase media, acotado a un reclamo económico y, por tanto, cuyos efectos quedaron desvanecidos una vez anulado el aumento. Esta historiografía realizó además una operación burda pero efectiva, que fue aislarlo de toda la trama nacional y contextual más amplia donde tenían lugar diversas búsquedas de transformación más o menos radicales de la sociedad. De más está decir que en tanto acontecimiento aislado, tampoco podía ser conectado con una trama de actores y acciones insurgentes hacia el pasado provincial.
La imagen que muchas veces acompañó estos relatos en los medios gráficos de la provincia fue la que por entonces fue tapa del diario de mayor tirada, que bajo el título “Violenta jornada sufrió Mendoza”, ofrecía una desoladora vista panorámica de la Casa de Gobierno tapada por el humo negro, y con total ausencia de sujetos (Figura 2). La historiadora Patricia Chaves (2010), al analizar las imágenes audiovisuales12 de la época, destaca que los medios de comunicación promovieron un imaginario de “disrupción” del orden, fomentado por escenas de control, dispersión y represión donde el protagonista principal son las fuerzas de seguridad.
b) Sobre revelado, para una lucha callejera masculinizada
Aquella construcción historiográfica recién va a empezar a ser revisada y discutida desde mediados de los años 2000, en parte a la luz de preguntas que abría el 2001 y gracias al crecimiento, a nivel nacional, tanto del campo de estudios sobre historia reciente como de aquel referido al mundo del trabajo. Desde estos nuevos anclajes, pero discutiendo con la interpretación anterior, se volvía acuciante recuperar la imagen de una provincia combativa en los setenta; había que contextualizar al Mendozazo y a su vez, enlazarlo en una genealogía de luchas a nivel local de más largo plazo. Ubicamos aquí los trabajos, en orden cronológico, de: Scodeller (2006), Colectivo Fantomas (2012).
Eso llevó, a nuestro entender, a sobredimensionar el lugar de determinados sujetos y prácticas. Si como vimos el conjunto de quienes se movilizaron durante el Mendozazo fue muy diverso en términos de clase, género y edad, importaba mostrar que los trabajadores habían salido a la calle. Y si la concepción de clase trabajadora en la que dichos estudios abrevaban era amplia, la necesidad de mostrar el contundente carácter de clase y combatividad de la movilización llevó a recortar dicha participación, en términos de imágenes –visual y textual-, a un sujeto masculino: metalúrgicos, ferroviarios, cementeros, mecánicos, etc. Entonces y hoy, operaba el Cordobazo como modelo de rebelión popular, y había que estar a la altura del mismo.13 Había que buscar y mostrar a nuestros obreros mendocinos igualmente combativos y clasistas, aunque la realidad fuese otra. No sólo sus recorridos y tradiciones sindicales eran bien diversos, sino que el componente social que se expresaba en las calles era más heterogéneo14. Como decíamos, si más que enfocarnos en las argumentaciones lo hacemos en las imágenes que acompañaban las palabras escritas, parecería que no había conflicto si no estaba la combatividad de un grupo en particular, que sin negar a otros, fue puesto en el centro de la escena. Hacemos hincapié en que tal reduccionismo no estaba planteado así en los textos, a la vez que enfatizamos la potencia performática, persuasiva, de las imágenes en términos de memorias.
Así, en esta nueva clave historiográfica, las fotografías elegidas para ilustrar el relato componían ese concierto de virilidad y hombría; ya fuese en referencia a los enfrentamientos en la Casa de Gobierno y adyacencias del martes (figuras 3 y 4), o al dar cuenta de la movilización, represión y barricadas tanto en el centro como en los barrios, ocurridos entre el 5 y 7 de abril (figura 5 y 6).
Una década atrás, en el marco del 40 aniversario del Mendozazo,15 quienes escribimos este texto, junto a un colectivo de investigación publicamos un trabajo de divulgación denominado “El Mendozazo, herramientas de rebeldía”.16 En el relato cobraban mayor presencia las maestras. Esto no implica que en la bibliografía precedente no estuviesen. De hecho, fueron en parte el centro del debate en tanto como foco primario de la represión policial, quedaron grabadas en la memoria colectiva, reapareciendo constantemente y con distintos significados en las narrativas académicas, militantes o de quienes tenían un recuerdo de los hechos sin haber participado directamente. Eran presentadas por ciertos/as investigadores como víctimas inocentes,17 blanco de un accionar policial inexplicable ya que se trataba del “segmento más débil de los disconformes” (Lacoste, 2004), una “agrupación pacífica” formada por “mujeres cultas”.18 Frente a lo cual, había que señalar su lugar en el hecho en tanto trabajadoras y no como segundas madres –cumpliendo con una culturalmente impuesta “vocación de servicio”- por un lado, y por otro, reponiendo el perfil combativo del magisterio, que por entonces era uno de los sindicatos más importantes numéricamente, con un alto nivel de movilización, con plenarios masivos, y que en ese momento se encontraba atravesando una huelga por tiempo indeterminado (Scodeller, 2008; Rodríguez Agüero, 2014).
Volviendo sobre el libro al que nos referíamos (Colectivo Fantomas, 2012), decíamos que reubica a estas maestras más claramente en la escena de los enfrentamientos, junto a aquellos varones de la CGT o a los jóvenes que incendiaban trolebuses y levantaban barricadas. Esto no sólo tenía que ver con la renovación que hacía ya tiempo habían traído los estudios de género (Lobato, 2008; D’Antonio y Viano, 2018; Andújar y D’Antonio, 2020), sino también a la reapropiación del hecho y de su lugar –como protagonistas- en el mismo que se hacía desde el propio gremio docente, reponiendo esta doble condición de trabajadoras en lucha.19 Son numerosas las fotografías que dan cuenta de distintas escenas de resistencia a la represión frente a su sede sindical: insultando a la policía montada, aplaudiendo o con puños en alto mientras les cantaban el himno nacional –acción típica de la época-, esquivando el chorro hidrante que las marcaría de azul o esperándolo en modo desafiante (Figuras 7 y 8).
Sin embargo, si miramos las fotografías que se rescatan en el libro “El Mendozazo: herramientas de rebeldía”, o aquellas (más numerosas inclusive) que formaron parte de la exposición artística que acompañó su presentación-,20 no estaban éstas últimas imágenes, sino buena parte de las anteriores (véase Figura 10). Tampoco se rescataban aquellas de los días previos al martes 4 de abril, donde la participación femenina había sido significativa, tanto en las asambleas barriales como en la concurrida movilización del domingo 2 de abril (Figura 9) Es decir, se seguía prefiriendo a una parcialidad de la clase trabajadora. Se seguía asociando combatividad a masculinidad. La rebeldía a la que apelaba desde su título, era aún evocada en términos selectivos, sexo-genéricos. La misma sintonía se trasluce en la muestra que en abril de 2022 montó la Asociación Bancaria seccional Mendoza (Figura 11); no así la que acompañó las Jornadas académicas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNCuyo) organizada por varias de quienes participamos de este dossier, donde se buscó ajustar la narrativa visual a la revisión que aquí estamos desarrollando (Figura 12).
c) La imagen latente, para reponer a las infancias
Siempre limitándonos a las fotografías que ofrece la prensa gráfica de la época, es decir, sin explorar otros formatos o repositorios públicos o personales de resguardo material de memorias, es notable como un conjunto no menor de imágenes fueron desatendidas, corridas a los márgenes por las distintas producciones y corrientes hasta aquí mencionadas, y por tanto retacearon sujetos/as y formas de participación en el Mendozazo.
Volviendo sobre ellas después de cinco décadas de haber quedado veladas, y gracias al nuevo prisma que nos propone una historia social en constante renovación (Barrancos, 1987; Suriano, 1983; Lobato et al., 2019; Anapios y Caruso, 2019) y un paulatino cambio, también, en las sensibilidades sociales, podemos reubicar a las infancias formando parte de variadas escenas durante el Mendozazo.
La mayoría de las fotografías corresponden al proceso de asambleas barriales y protestas de los días previos, donde se ve a niñas y niños en distintas actitudes, la mayoría de las veces más bien acompañando a sus madres o padres, situación en la que no parecen estar pasando un gran momento (Figura 13). Pero también hay otras en las que, en un número no menor, participan de los actos y marchas que se hacían por los barrios, e inclusive posan en la primera línea para el fotógrafo (Figuras 14 y 15). Aquí ya se los observa en una posición mucho más movediza, levantando sus pequeños brazos y con ello manifestando, quizá, una decisión propia de estar allí. Sobre todo, se notan alegres, viviendo –podemos imaginar- ese momento de lucha casi como un festejo... ¿jugaban a luchar?, o quizá, efectivamente, también luchaban. Asimismo, se los y las puede ver el mismo 4 de abril en la explanada de la Casa de Gobierno. En otros registros aparecen, aunque un poco más grandes de edad, durante las acciones de los días posteriores. En la movilización en la zona céntrica del día jueves (Figura 16), es interesante como entre el caos de las corridas el fotógrafo ubica a un pequeño como protagonista destacado en su captura. Y finalmente, aunque en menor número y ya en edades que podemos estimar de una temprana adolescencia, también estaban en las barricadas que se levantaron por los barrios del Gran Mendoza (Figura 17).
Como decíamos, estos personajes, tan evidentes y a la vez tan ausentes, encuentran hoy otras condiciones de visibilidad, que nos permite reponer sujetos/as, repensar formas de acción, y reformular preguntas de investigación. Es dable pensar, a partir de estas instantáneas que, en épocas de insubordinación, las infancias cursaran sus propios procesos de construcción de autonomía. Cabe destacar, sin embargo, que estas fotografías son de los pocos registros que dan cuenta de su presencia en el Mendozazo.
Los documentos de organizaciones políticas de izquierda que al calor del acontecimiento brindaron su análisis, no les prestaron mayor atención. Se trata de dos folletos publicados en julio de 1972, el primero elaborado por el Centro de Estudios y Difusión Peronista, vinculado al Peronismo de Base; y el segundo escrito por Benito Marianetti, uno de los principales dirigentes del Partido Comunista (PC).22 En el primero no hay referencia alguna a las infancias. En el segundo es mencionada esporádicamente, aunque en un lugar más bien pasivo, casi como una extensión del cuerpo de sus madres, a quienes -según el autor- acompañaban a las asambleas convocadas por las uniones vecinales durante los días previos al 4. No sabemos mucho más acerca de qué hacían en esos espacios, qué pensaban o de qué hablarían mientras, podemos aventurar, socializaban con otros niños y niñas.
¿Qué pistas tenemos de una participación más activa? Nora (2016), entonces estudiante y militante de una agrupación guevarista, recuerda que en el departamento de Las Heras, “(...) los niños chiquitos, con las gomeras, les tiraban a los focos llegada determinada hora, para poder... que hubiera oscuridad... Nos avisaban (sonríe), los niños viste, avisaban que venía el ejército (...)”. Destreza ésta que ya habían demostrado los “pilluelos” que andaban por las calles porteñas allá por 1919, cuando tiene lugar la Semana Trágica (Silva, 2001). Según el folleto de Marianetti,23 hubo niños entre los heridos por las razzias que se produjeron a partir del 5 de abril, lo cual corroboraría que eran parte de las acciones de resistencia. De hecho, menciona también que entre los detenidos había jovencitos de 13 - 14 años. Valeria (2021), hija de militantes del PC, todavía hoy, a pesar de sus escasos cinco años, recuerda la marca de aquellos días en donde, como dice “en los ritmos de la casa se sentía que algo estaba por pasar”. Junto a su hermano, de siete, participaron tanto de las marchas, “que no eran un paseo” –aclara-, como de las reuniones y asambleas donde como rememora, jugaban mucho, dibujaban, pero también escuchaban lo que allí se discutía.
Como decíamos, es difícil saber cómo participaban estos niños y niñas en la protesta: si asumían un rol específico; si tenían sus propias formas y lógicas, o más bien acompañaban la de los y las adultos/as. Es también difícil de imaginar una respuesta buceando en episodios similares, ya que si bien los contornos de las infancias comienzan a aparecer en estudios sobre la protesta de las primeras décadas del siglo XX (Silva, 2001; Scheinkman, 2016) o para nuestro presente más inmediato (Llobet, 2013; Frasco Zuker, Fatyass y Llobet, 2021), lejos de cualquier sujeto revolucionario imaginable, no parecen haber captado la atención de las y los historiadores para la Argentina de los años sesenta y setenta; mientras que quienes han sostenido una mirada crítica sobre el periodo, desde una clave adultocéntrica, rápidamente ubicaron a las infancias como –nuevamente- víctimas inocentes, ahora de la militancia política de sus familiares (Feierstein, 2000). Hoy se vuelven visibles, así como en otro momento histórico los testimonios se volvieron audibles. Será tarea para las nuevas agendas de investigación–abrevando en los sustanciosos avances de los estudios sobre historia reciente en la provincia, de los trabajos sobre infancias para otros periodos y regiones, y a la luz también de las elocuentes imágenes sobre su participación en otros momentos de insurrección popular como las de la Semana Trágica (Glasman y Rot, 2020)- incorporarlas en la continua reescritura del (y los) Mendozazo(s), volverlas acontecimiento (Sontag, 2006).
Ajustando la lente a la potencia de lo local
Si el Mendozazo permanece o vuelve a la memoria es porque aún tiene aristas para hacernos reflexionar, en tanto allí afloraron y es posible advertir algunas tramas particulares de lo local; y porque pone en tensión cierto sentido común en relación a una identidad conformista y conservadora. Las múltiples reapropiaciones del hecho que llegan hasta hoy hablan de esa disputa viva por un acontecimiento del pasado, que implica la posibilidad de construir horizontes futuros. El lugar de la historiografía en ese proceso, ya sea mediante la recuperación, silenciamiento o tergiversación del Mendozazo, no es menor. Aquí intentamos mirar los sentidos puestos en circulación a partir de sus textos visuales, de aquellas fotografías de época seleccionadas para acompañar sus interpretaciones, dada su potencia para construir memorias. Más que medir su impacto en las representaciones sociales, nos propusimos un ejercicio de (auto)reflexión en torno a la correspondencia entre los mensajes en imágenes y aquellos en palabras.
En este sentido, advertimos que la historiografía oficial mantuvo una continuidad en el tiempo y una coherencia en el modo en que trasmitieron visualmente su concepción de un hecho caracterizado por una violencia inexplicable para la idiosincrasia local. Con mayor complejidad, la producción que desde distintas disciplinas discutió la perspectiva anterior, se vio atravesada por los aportes de la historia reciente, de la historia social del trabajo y los estudios sobre género; sin embargo, recaló poco en una reflexión sobre el uso que hizo de las imágenes. De allí que haya potenciado una mirada masculinizada de la protesta social. Como se dijo, en parte la elección del contrincante historiográfico explica ese desfasaje, que condujo a reducir la potencialidad de la lucha a una parcialidad del colectivo en movimiento. Aunque opuestas en términos de los imaginarios e identidades sociales que buscan componer, ambas corrientes fueron selectivas.
Afortunadamente, la historiografía local sobre historia reciente está hoy lo suficientemente robusta como para comenzar a reponer otras/os sujetos y formas de acción; y en este recorrido, avanzar también en advertir los contornos y matices de lo local en relación a otras experiencias y dinámicas de la etapa. Reentrenar la mirada a fin de lograr ver las riquezas de lo local sin caer en un “localismo estrecho” (Andújar y Lichtmajer, 2021), ejercicio en el cual tenemos mucho que aprender de la historiografía sobre otros espacios regionales, es quizá el desafío a encarar, a fin de abrir y tensionar la historia “nacional” por abajo –desde las clases subalternas, pero también desde lo sub o intranacional (French, 2011). En este recorrido, en un ámbito en el que carecemos de fuentes y archivos, las fotografías cobran un valor particular, sobre todo cuando les –y nos- permitimos, siguiendo a Didi-Huberman (2011), que florezcan las paradojas desde los pliegues que conectan imagen e historia.
Referencias
Álvarez, Yamile (2007). De la proscripción al poder. Historia, evolución y luchas del peronismo en Mendoza (1955-1973). Mendoza: EDIUNC.
Anapios, Luciana y Caruso, Laura (2019). “Del canillita alciruja: políticas, experiencias y representaciones sobre del trabajo infantil en la Argentina del siglo XX”. En: Organización Internacional del Trabajo. 100 años, 100 voces: el trabajo infantil en primera persona. [Recuperado 12/09/2022: http://www.ilo.org/legacy/spanish/argentina/100voces/recursos/articulo_anapios_caruso.pdf].
Andújar, Andrea y D’Antonio, Débora (2020). “‘Chicas como tú’… Género, clase y trabajo en la Argentina reciente: un balance desde la historia social”. Archivos de Historia del movimiento obrero y la izquierda, (16), pp. 93-110.
Andújar, Andrea y Lichtmajer, Leandro (2021) (coords). “Dossier: Los perímetros de lo local. Reflexiones teórico-metodológicas en torno a la historia argentina del siglo XX”. Anuario del Instituto de Historia Argentina, 21(1).
Ayles Tortolini, Violeta (2020). Tradiciones contrahegemónicas: Experiencias de mujeres y varones en el PRT-ERP en la provincia de Mendoza (1973-1976). Tesis doctoral. Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
Ayles Tortolini, Violeta (2014). “Militancia en las Tablas. Vínculos entre teatro y militancia gremial y política”. Revista La Roca, (1), pp. 93-106.
Bandieri, Susana (2017). “La historia en perspectiva regional. Aportes conceptuales y avances empíricos”. Revista de Historia Americana y Argentina, 52(1), pp. 11-30.
Baraldo, Natalia (2006). “Conflictos y organización barrial en los tiempos del cielo y el asalto. Mendoza 1969-1973”. En: Natalia Baraldo y Gabriela Scodeller. Mendoza ’70. Tierra del sol y de luchas populares. Buenos Aires: Manuel Suárez Ed., pp. 39-61.
Baraldo, Natalia y Scodeller, Gabriela (2006). “Un breve contexto para nuestras historias”. En: Baraldo, Natalia y otras/os. Mendoza ’70. Tierra del sol y de luchas populares. Buenos Aires: Manuel Suárez, pp. 13-38.
Barischetti, Mercedes; Mozzicafredo Romina y Bonomo, Cintia (2022). “Memorias del Mendozazo en conversaciones con maestras mendocinas”. Jornadas sobre historias, memorias y experiencias de la Mendoza subalterna: “A 50 años del Mendozazo”. Mendoza: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo.
Barrancos, Dora (1987). Los niños proselitistas en las vanguardias obreras. Buenos Aires: Centro de Estudios e Investigaciones laborales.
Berger, John (1998). Mirar. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.
Bohoslavsky, Ernesto (Coord.). (2018). “Debates y conflictos de la historia regional en la Argentina actual”. Quinto Sol, 22(3), pp. 1-51.
Brachetta, M. Teresa; Bragoni, Beatriz; Mellado, Virginia y Pelagatti, Oriana (2011). Te contamos una historia de Mendoza (de la conquista a nuestros días). Mendoza: EDIUNC.
Bravo, Nazareno; Molina Galarza, Mercedes; Baigorria Paula y Tealdi Esteban (2014). Apuntes de la memoria. Política, reforma y represión en la Universidad Nacional de Cuyo en la década del 70. Mendoza: EDIUNC.
Carrizo de Muñoz, Nidia (1996). “Motivación y movilización en el Mendozazo”. II Encuentro de Historia Argentina y Regional, Tomo II. Mendoza: FFyL-UNCuyo.
Chaves, Patricia (2010). “El Mendozazo en imágenes: memoria local”. IV Congreso Interoceánico de Estudios Latinoamericanos. La travesía de la Libertad ante el Bicentenario. Mendoza: UNCuyo.
Chaves, Patricia; Paredes, Alejandro y Rodríguez Agüero, Laura (Comps.) (2011). Las redes político religiosas mendocinas de los setenta. Mendoza: FCPyS UNCuyo.
Chaves, Patricia; Paredes, Alejandro y Rodríguez Agüero, Laura (Comps.) (2017). Mosaicos de la memoria cultural de los 70 en Mendoza. Imaginarios, cartografías y trayectorias. Mendoza: Qellqaspa.
Chaves, Patricia; Paredes Alejandro y Rodríguez Agüero, Laura (Comps.) (2019). Memorias sumergidas. Redes barriales en la Mendoza de los setenta. Mendoza: sin editorial.
Cobos, Ayelen y otros/a (2007). “El movimiento estudiantil mendocino entre los años 1971-1973”. En: Pablo Bonavena, Juan Califa y Mariano Millán (Comps.). El movimiento estudiantil argentino. Historias con presente. Buenos Aires: Ed. Cooperativas – Carrera de Sociología UBA, pp. 203-227.
Colectivo Fantomas (2012). El Mendozazo. Herramientas de rebeldía. Mendoza: EDIUNC.
Cueto, Adolfo; Romano, Aníbal y Sacchero, Pablo (1995). Historia de Mendoza. Fascículos 23 y 24. Mendoza: Diario Los Andes.
D´Antonio, Débora y Viano, Cristina (2018). “A propósito de la historia reciente, la historia de las mujeres y los estudios de género”. En: Gabriela Águila, Laura Luciani, Luciana Seminara y Cristina Viano. La historia reciente en Argentina. Balances de una historiografía pionera en América Latina. Buenos Aires: Imago Mundi, pp.19-38.
Didi-Huberman, Georges (2011). Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
El Generador (2012). Relatos de Mendoza, capitulo 3 “Resistencia y Memoria” [Recuperado 15/09/2022: http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8166/2250?temporada=1].
Emili, Marcela (2012). “Experiencias sindicales de la historia reciente en Mendoza: la presencia de la CGT de los argentinos en la provincia”. Cuadernos de Historia. Serie economía y Sociedad, 12(7), pp. 95-109.
Feierstein, Daniel (2000). Seis estudios sobre genocidio. Análisis de las relaciones sociales: otredad, exclusión y exterminio. Buenos Aires: Eudeba.
Feld, Claudia y Stites Mor, Jessica (2009). “Imagen y memoria: apuntes para una exploración”. En: Claudia Feld y Jessica Stites Mor (Comps.). El pasado que miramos. Memoria e imagen ante la historia reciente. Buenos Aires: Paidós, pp. 25-42.
Franco, Marina y Levin, Florencia (2007). Historia Reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Buenos Aires: Paidós.
Frasco Zuker, Laura; Fatyass, Rocío y Llobet, Valeria (2021). “Agencia infantil situada. Un análisis desde las experiencias de niñas y niños que trabajan en contextos de desigualdad social en Argentina”. Horizontes Antropológicos, (60), pp. 163-190.
French, John (2011). “Another world history is possible”. En: Leon Fink (ed.). Workers across the Americas: the transnational turn in labor history. Oxford: Oxford University Press.
Furlani, Marcela; Forniés, Leandro y Furlani, M. Laura (2012). Hombres de hierro de León Gieco. Estampas del Mendozazo. Mendoza: EDIUNC.
Glasman, Lucas y Rot, Gabriel (Comps.) (2020). Entre la revolución y la tragedia. Fotografías, documentos y miradas sobre la Semana Trágica. Buenos Aires: El Topo Blindado.
Huyssen, Andreas (2009). “Medios y memoria”. En: Claudia Feld y Jessica Stites Mor (Comps.). El pasado que miramos. Memoria e imagen ante la historia reciente. Buenos Aires: Paidós, pp. 15-24.
Jelin, Elizabeth (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI.
Lacoste, Pablo (2004). “Utopía y resistencia (1955-1973)”. En: Arturo Roig, Pablo Lacoste y M. Cristina Satlari (Comps.). Mendoza a través de su historia. Tomo 1. Mendoza: Caviar Bleu, pp. 335-365.
Llobet, Valeria (Comp.) (2013). Pensar la infancia desde América Latina. Un estado de la cuestión. Buenos Aires: CLACSO.
Lobato, Mirta (2008). “Trabajo, cultura y poder: dilemas historiográficos y estudios de género en Argentina”. Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas, 10(2), pp. 29-45.
Lobato, Mirta (Comp.) (2019). Infancias argentinas. Buenos Aires: Edhasa.
Molina Guiñazú, M. Milagros (2018). De cuando estar fuera de la ley era una opción y no un estigma: la experiencia de la organización territorial en el origen del Barrio San Martín, Mendoza. Tesis doctoral. Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
Ramírez, Ana (2021). Arte impuro y violencia política en la Argentina durante la década del ’70. Los intersticios de resistencia artística en José Bermúdez. Tesis de Maestría. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo.
Romano, Aníbal (2009). “El ‘Mendozazo’ en el contexto de la escisión ideológica nacional”. Revista de Historia Americana y Argentina, (44), pp. 171-194.
Rodríguez Agüero, Laura (2014). “Maestras y madres. Género y lucha docente en el post Mendozazo (1972-1973)”. Millcayac, 1(1), pp. 75–98.
Rodríguez Agüero, Laura (2013). Ciclo de protestas, experiencias organizativas y represión paraestatal: Mendoza, 1972-1976. Tesis doctoral. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP.
Rodríguez Agüero, Laura y Ayles Tortolini, Violeta (2022). “Los estudios historiográficos sobre la clase trabajadora en Mendoza: notas preliminares”. En: Patricia Collado (Comp.). El trabajo y los/lastrabajadores/as en la Mendoza actual. Configuraciones de una realidad compleja y en transformación. Mendoza: EDIUNC.
Sacchero, M. Cristina (2001). El Mendozazo. Tesis de licenciatura. Facultad de Filosofía y Letras -UNCuyo.
Santos Martínez, Pedro (1979). Historia de Mendoza. Buenos Aires: Plus Ultra.
Scheinkman, Ludmila (2016). “Pequeños huelguistas: participación de menores en los conflictos de la industria del dulce en Buenos Aires en la primera década del siglo XX”. Trashumante. Revista Americana De Historia Social, (8), pp. 108–130.
Scodeller, Gabriela (2005). “Una aproximación al estudio de las relaciones entre historiografía y conflicto social: el caso del Mendozazo”. Revista Estudios. Filosofía práctica e historia de las ideas, (6-7), pp. 140-156.
Scodeller, Gabriela (2006). “Paso, paso, paso... se viene el Mendozazo”. En: Natalia Baraldo y Gabriela Scodeller. Mendoza ’70. Tierra del sol y de luchas populares. Buenos Aires: Manuel Suárez, pp. 83-104.
Scodeller, Gabriela (2007). “Conflictos sindicales durante los años del frondicismo en Mendoza. El caso de los trabajadores ferroviarios y del petróleo”. Actas de las XI Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia. Tucumán: UNT.
Scodeller, Gabriela (2008). Conflictos obreros en Mendoza (1969-1974): cambios en las formas de organización y de lucha producto del Mendozazo. Un análisis del 'borramiento' del conflicto como política de la memoria de la historiografía regional. Tesis doctoral. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP.
Silva, Horacio (2001). Días rojos, verano negro: enero de 1919, la semana trágica de Buenos Aires. Buenos Aires: Libros de Anarres.
Sontag, Susan (2006). Sobre la fotografía. Buenos Aires: Alfaguara.
Suriano, Juan (1983). La huelga de inquilinos de 1907. Buenos Aires: CEAL.
Zafiro Contenidos (2012). Ayer y Hoy 2012, capítulo 10 “Mendozazo”. [Recuperado 10/09/2022: https://www.youtube.com/watch?v=34B2KosXwiE].
Notas