Dossier
Recepción: 06 Octubre 2021
Aprobación: 01 Noviembre 2021
Publicación: 30 Diciembre 2021
Resumen: En las provincias de creación más reciente, como La Pampa, la universidad ha sido clave para entender los procesos de emergencia y consolidación estatal. La provincialización del Territorio Nacional, la organización de la nueva provincia en 1951 y la creación de la Universidad Provincial en 1958 formaron parte de un proceso que tuvo influencias e interdependencias mutuas. En ese marco, el objetivo de este estudio es analizar los posicionamientos intelectuales sobre la región esgrimidos por académicos involucrados en el proceso de creación de la universidad local y sus articulaciones con el contexto social y político regional.
Palabras clave: región, universidad, producción de conocimiento, imaginarios, gobierno.
Abstract: In the more recently created provinces, such as La Pampa, universities have been crucial to understand the processes of emergence and state consolidation. The provincialization of the National Territory, the organization of the new province in 1951 and the creation of the Provincial University in 1958 were part of a process that had mutual influences and interdependencies. In this framework, the objective of this study is to analyze the intellectual positions on the region wielded by academics involved in the process of creating the local university and its articulations with the regional social and political context.
Keywords: region, University, knowledge production, imaginary, government.
En la Universidad de La Pampa (1958), así como en el caso de otros centros universitarios fundados en el periodo analizado, el estudio de la región y las problemáticas regionales fueron centrales en los lineamientos académicos fundacionales. En este trabajo, analizaremos algunas de las argumentaciones y discursos sobre la región esgrimidas por académicos y autoridades involucradas con el proceso de la creación de la universidad.2 Al respecto, nos preguntamos cuáles eran las principales argumentaciones y criterios utilizados para definir lo regional desde el discurso académico, cuáles eran las problemáticas involucradas, así como las representaciones que portaban los discursos esgrimidos por autoridades y referentes universitarios y en qué medida estos discursos fueron cambiando, a lo largo del período en estudio, en el marco de las tramas de relaciones académicas y sociopolíticas de un estado provincial en proceso de conformación.
En la primera parte del trabajo, para dar cuenta del entramado de representaciones sobre la región, se presenta un panorama de la situación sociopolítica local y, en otro apartado, se consideran los estudios precedentes que han indagado en la trama de las representaciones e imaginarios nativos sobre la región y lo regional. En una segunda parte, se analizan los discursos esgrimidos por las autoridades y académicos de la universidad, atendiendo a los itinerarios de las primeras autoridades del rectorado. En una tercera instancia, se focaliza en discursos y publicaciones institucionales de la Universidad de La Pampa en los años 60, reparando en las transformaciones planteadas hacia finales de los años 60 y 70.3 Estos textos serán explorados tomando en consideración las argumentaciones utilizadas para definir lo regional, los criterios utilizados, las problemáticas involucradas y las representaciones supuestas.
La categoría“región” ha sido un marco de referencia nodal para las ciencias sociales latinoamericanas. Distintos estudios precedentes (Fernández, 2015; Leoni, 2018) reconocen la relevancia de las interpretaciones del trabajo de Eric Van Young (1987) como esquema interpretativo central. En sus estudios, consideraba a la región como un espacio construido, resultado de un proceso histórico y social, que no puede ser definido a partir de categorías administrativas constituidas a priori. Ricardo Kaliman (1999) ha definido las regiones culturales como las circunscripciones espacio-temporales desde las cuales se abordan experiencias y subjetividades para producir conocimiento: “la región no es el conjunto de realidades materiales contenidas (…), el constructo mental o social, según el marco conceptual en el que estemos trabajando, en el cual imaginamos esos límites” (1999:130). En tanto, en un dossier reciente sobre la historia regional/local, Susana Bandieri (2018) ha planteado la perspectiva como “recurso metodológico para el análisis científico, (…) de una realidad social determinada en un espacio acotado, siempre el relación con una totalidad más abarcativa” (Bandieri, 2018:7-8), mientras que Ernesto Bohoslavsky (2018) señaló el crecimiento de la práctica de la historia regional a partir de los años 80, centrada en criterios socioeconómicos, así como un menor desarrollo de líneas de trabajo orientadas a la explicación de los procesos más recientes, y propone una historia conectada para comprender los distintos flujos (materiales, sociales y simbólicos) de circulación entre regiones.
Otra línea de estudios, relacionada con las universidades, ha indagado en la relación entre las políticas desarrollistas y las universidades nacionales (Buchbinder, 2005). Bajo el influjo de los lineamientos desarrollistas, la universidad ha sido analizada como una pieza clave para pensar el desarrollo en espacios provinciales (Pereyra, 2015). A su vez, esos posicionamientos propiciaron un contexto de estructuración o renovación que alcanzó a algunas casas de estudios en el país a partir de 1955. Algunas investigaciones (Orbe, 2008; Leoni y Carnicer, 2018) han examinado la forma en que esos procesos impactaron de manera diferenciada y articulada entre ciertos espacios regionales, más allá de las particularidades institucionales de las universidades y los marcos políticos provinciales.
Derivas de la trama política y social local
Todos los indicadores han mostrado que en los años 40 y 50 La Pampa se vio sometida a un proceso de estancamiento, “es la jurisdicción que presentó el mayor decrecimiento de población intercensal entre 1947 y 1960 de todas las provincias argentinas: -5,2” (Lluch, 2017:22); además, fue afectada por una crisis agroclimática entre 1949 y 1950. La crisis impactó en la provincia, dado su perfil productivo agropecuario, con escaso desarrollo de la actividad industrial. Sin embargo, el proceso político que implicó la provincialización (1951) estuvo acompañado por una serie de cambios en la estructura del empleo y un crecimiento de actividades independientes del sector agropecuario, que redundó en un incremento de sectores medios urbanos, favorecido también por la radicación de numerosos técnicos de la burocracia provincial e instituciones como el INTA y la universidad (Di Liscia et al., 2011:67-68).
Desde 1959, la provincia estuvo gobernada por Ismael Amit;4 primero, como interventor elegido por Frondizi y, luego, como gobernador electo por dos períodos hasta 1966. En ese marco, los sectores dirigentes promovieron un discurso unánime orientado a impulsar el desarrollismo en la provincia (Lluch y Comerci, 2011).
A partir de la provincialización, se institucionalizaron algunas agencias estatales locales vinculadas a la gestión cultural, como la Dirección de Cultura. Las políticas culturales se iniciaron con las gestiones de Ricardo Nervi, Armando Forteza, Rodolfo Capón Filas y Fernando Aráoz en 1971. Estos actores estaban vinculados con agrupamientos de productores culturales y con el Instituto Provincial del Profesorado Secundario (1962)5 y la Universidad Provincial (1958). Hasta los años setenta, pese a las diferencias ideológicas de cada director, las políticas culturales se caracterizaron por ser de intervención (Salomón Tarquini y Laguarda, 2012:112), sin plantear programas a largo plazo ni mayores iniciativas de cooperación entre los grupos.
Las marcas identitarias en el imaginario sobre la región
Los contextos políticos y sociales diferenciados por los que atravesó la provincia tuvieron su impacto y promovieron la emergencia de textos, representaciones6 e imaginarios7 sociales acerca de lo regional. Desde los primeros años del repoblamiento, distintos medios gráficos habían vehiculizado representaciones que referenciaban a un imaginario del Territorio Nacional de la Pampa Central focalizado en la modernidad, el progreso y la modernización económica (Laguarda,2010). Esos discursos y representaciones, que circularon a través de la prensa y otras publicaciones de la época, se concentraban en mostrar el Territorio Nacional de la Pampa como un espacio homogéneo surcado de progreso y “civilización”. Se ponía énfasis en el poblamiento del Territorio, que se mostraba como prolongación de la pampa bonaerense, y eran sus elementos emblemáticos la inmigración y el ferrocarril.
Esas representaciones que abrevaban y, a su vez, conformaban el imaginario de la modernidad se vieron renovadas desde la década de 1910. De ese proceso, dio cuenta la producción de una serie de publicaciones periodísticas y ensayos gestados desde los movimientos provincialistas, de amplia circulación en el espacio local. Estas narrativas estaban centradas en el Territorio, en mostrar cómo el proceso de modernización había impactado en algunas áreas (nordeste pampeano) y enfatizaban en resaltar ciertos logros intelectuales que harían factibles la ciudadanía política y la autonomía territorial (Lanzillotta, 2016). De forma simultánea, en la producción literaria local, tuvieron amplia circulación representaciones vinculadas con el imaginario de La Pampa “gringa”, a través de los textos de Julio N. Rubio8 y Blanca Rosa Gigena de Morán9 y de los primeros escritos de Juan Ricardo Nervi.10
Esos sustratos incidieron también en la conformación de la denominada “cultura de la adversidad” hacia finales de los años 50, una especie de mito o figura fundante, que de acuerdo a Edgar Morisoli marcó la producción literaria y cultural pampeana (Maristany et al., 1996). En esa década, las representaciones de La Pampa “gringa” comenzaron a ser reemplazadas por otras como, por ejemplo, La Pampa “adversa” de Morisoli (Laguarda y Lanzillotta, 2017). Así, la región, entonces, identificada con la provincia, pasó a ser el paradigma de la adversidad, entendido como la “cultura de la resistencia” forjada en un clima intelectual atravesado por esquemas interpretativos centrados en la teoría de la dependencia y la situación social de la nueva provincia. De esta forma, como advierte Omar Lobos (2020) acerca de las vivencias del monte en la producción literaria, las experiencias de otros espacios, como el caldenal y el oeste pampeano, comenzaban a presentarse como emergentes en la producción literaria local.
No obstante, en la década del 60, entre las narrativas sobre la región que circularon en las tres revistas publicadas en Santa Rosa, vinculadas a temáticas culturales de la época,11 continuó teniendo un lugar relevante un relato histórico centrado las problemáticas de asimilación de los inmigrantes y la invisibilización de los pueblos indígenas como matrices centrales de lo regional, aunque hubo matices entre los distintos grupos (Salomón Tarquini et al., 2016). Esos emprendimientos servirán de canales de difusión de grupos emergentes como “la joven poesía pampeana”.12
Tales discursos daban cuenta de la vigencia de narrativas identitarias nativas acerca de lo regional que comenzaban a presentar la diversidad provincial-regional y mostraban, de alguna manera, el nuevo clima de época. Simultáneamente, el interés por el desarrollo regional y la regionalización también eran temas que iban cobrando mayor visibilidad en las distintas agendas de los gobiernos nacional y provincial.
La Universidad de La Pampa y las redes institucionales
En ese marco sociocultural pampeano, la universidad fue tejiendo lazos con distintos actores del campo político y cultural. En sus orígenes, la institución fue una de las insignias de la nueva gestión del gobernador Ismael Amit en el contexto de la necesidad de formar un cuerpo técnico de burocracias locales para delinear políticas de desarrollo regional y, también, una forma de acercamiento con los sectores medios, en especial para aquellos que habían podido cursar estudios secundarios en la provincia. La creación de la institución universitaria (1958) y del Instituto Provincial del Profesorado (1962) se produjo en un contexto de expansión de la enseñanza media y diversificación de la oferta educativa (Pruzzo y Bustillo, 1982; Billorou Sánchez, 2011) que había comenzado en la década anterior.
En materia educativa, las políticas desarrollistas propiciaron un contexto favorable para el crecimiento de distintas ofertas educativas consideradas como factor indispensable para alcanzar el desarrollo económico.13 El contexto nacional favoreció la emergencia de nuevas carreras y grupos de investigación en los centros universitarios del país y la creación de nuevas universidades, ligadas a las necesidades sociales y de las agencias estatales que se encontraban desempeñando funciones vinculadas con la planificación estatal.
En el ámbito universitario regional, las recientemente creadas Universidad Nacional del Sur (1956) y la Universidad de La Pampa (1958) fueron concebidas bajo la “tutela” de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Los lineamientos y formas organizativas académicas del ámbito platense, ya consolidado, fueron reconfigurados en ambos espacios por actores sociales que participaron como nexos entre las nuevas universidades.
En La Pampa, los vínculos con la UNLP tenían larga data; allí, estudiaban o habían estudiado la mayoría de los sectores medios y altos locales con acceso a la universidad. En la primera etapa de su creación, la institución pampeana tenía una clara dependencia de la universidad platense. En consecuencia, docentes de aquella universidad integraban cátedras y efectuaban controles en los exámenes y, de ese centro, procedían los planes de estudios y los regímenes de promoción de las carreras de ingeniería agronómica y de contador público, organizadas en la institución local.
Por otra parte, la UNS se creó en la ciudad de Bahía Blanca en 1956, con los antecedentes del Instituto Tecnológico del Sur (ITS). La entidad, en su etapa formativa, estuvo asociada a sectores de las élites y a la experiencia previa del Colegio Libre de Estudios Superiores, actores que pensaron en la universidad como un espacio que consolidaría el liderazgo de la ciudad como centro de desarrollo, y también intelectual, regional de la Patagonia (López Pascual, 2015, 2017). Esos sectores propiciaron la autonomía de la Universidad de La Plata y presentaron ciertas resistencias ante la creación de la universidad pampeana. Para esta última, la casa de estudios bahiense se conformó, en los primeros años, en un marco de referencia. Tal como expresará el rector de la universidad pampeana, Mario Valls en una conferencia de 1960 sobre los problemas de la universidad local:
La formación integral del alumno está contemplada en un instituto de Extensión Cultural donde se impartirán las materias humanísticas necesarias para ello. Se destacó el ejemplo de Martínez Estrada, que creó en la Universidad del Sur "Sociología Rural de la Llanura".14
A una década de su creación, a partir de 1968, la institución pampeana dio paso hacia la autonomía al aprobar el estatuto de la Universidad con la atribución de la emisión de títulos ajustados a la normativa nacional; de ahí en más, la entidad local se fue dando sus propios lineamientos y programas académicos. En los años iniciales, el itinerario de los primeros rectores nos muestra distintas articulaciones con las tramas del cuerpo docente de la universidad platense, con el gobierno provincial y con otros organismos estatales nacionales.
Las primeras gestiones del rectorado y sus relaciones con la burocracia provincial
En esa etapa de conformación institucional, para la integración del cuerpo docente, el gobierno provincial apeló a ciertos perfiles académicos formados fuera de la provincia. El análisis de las trayectorias de los primeros rectores de la universidad nos permite delinear fuertes vínculos entre la institución y los poderes estatales locales en proceso de conformación, con las agencias de la justicia provincial, en principio, y con otras áreas de las burocracias locales luego.
El gobierno de Amit mostró a la universidad como una instancia central de la gestión y del proyecto político. Hubo una simbiosis marcada entre las burocracias provinciales y los agentes que ocuparon el cargo de rectores de la universidad. Los vínculos entre los cargos universitarios y el Superior Tribunal de Justicia, en esa etapa, fueron centrales.
Los primeros rectores no eran egresados de las carreras que se iniciaban en la universidad provincial, pero detentaban trayectorias académicas en la Facultad de Ciencias Económicas de La Plata y se convirtieron en actores centrales de la justicia provincial. Ernesto Bonicatto (1958-1959)15 y Mario Francisco Valls (1959-1961)16 eran abogados con un perfil académico ligado a la UNLP: el primero también fue ministro del Superior Tribunal de Justicia pampeano y asesor del gobierno provincial para la realización de códigos de la nueva provincia; en el caso del segundo, funcionario.
Los próximos dos rectores tuvieron una trayectoria en la Facultad de Ciencias Económicas. En caso del tercer rector, Víctor Baltasar Durand (1961-1963), era doctor en Jurisprudencia por la UNLP y se había desempeñado, desde la creación de la universidad, en distintas cátedras de la Facultad de Ciencias Económicas. Compartía, como los anteriores, estrechas vinculaciones con la justicia provincial, dado que fue ministro del Superior Tribunal, para, luego de dejar el cargo universitario, transformarse en presidente de ese tribunal.
A partir de 1963, quien asume el cargo de rector es Eduardo Rodríguez Pozo (1963-1971), la figura más estable entre el cuerpo de rectores de este primer periodo. Era un arquitecto, egresado de la Universidad de Buenos Aires; a poco de recibirse y con una corta experiencia en la municipalidad de Buenos Aires, es designado director de Arquitectura y Subsecretario de Obras Públicas de la Provincia, y también dictaba cátedras de la Facultad de Agronomía. Fue representante de la provincia en la Comisión Técnica Interprovincial del Río Colorado. El eje de su itinerario parece estar centrado en la planificación y la obra pública. Este, a diferencia de los anteriores, logró afianzarse en su función y también en cuerpos colegiados profesionales locales: fue presidente del Consejo Profesional de Ingeniería, Arquitectura y Agrimensura de la provincia de La Pampa y miembro fundador de la Alianza Francesa.
Estas trayectorias dan cuenta de algunas particularidades y de ciertos avatares y dinámicas de la institución. Las modificaciones sucesivas en el rectorado son indicativas de la emergencia de una universidad con escasa autonomía, estructuras institucionales endebles con amplios márgenes de dependencia de los cuadros de la burocracia provincial, así como, aunque en menor medida, del patrocinio de la universidad platense.
A partir de los recorridos, se observa una relación de complementariedad entre las burocracias del estado provincial y la legitimación de las autoridades de la universidad. En principio, los marcos institucionales universitarios exógenos ofrecieron cierta legitimación que primó para ocupar el cargo de rector, a partir de posicionamientos precedentes con la UNLP, pero estos se modificaron desde la segunda mitad de los años sesenta con la consolidación de los marcos institucionales propios. Después de las dos primeras gestiones del rectorado, parecería primar una legitimidad atravesada por entidades y agrupamientos locales, el desempeño y las redes establecidas con el campo de las agencias estatales y las corporaciones profesionales.
En esta primera década, los campos y las lógicas disciplinares más específicas parecen estar desdibujados en los ámbitos del rectorado; a priori, se observa, a nivel de las unidades académicas, diferencias en relación con los recursos destinados a la investigación. En el área local, el campo de investigación agronómico pareció conformarse más tempranamente. Federico Martocci (2018) ha examinado, en sus estudios, la formación del campo agronómico en La Pampa a partir de la creación de las sinergias entre varias instituciones, como el INTA, la Escuela de Administración Rural y la universidad. Un elemento indicativo de estos procesos fue que las escasas dedicaciones exclusivas o de tiempo completo en el ámbito de la universidad estaban radicadas en esa facultad (Bonacci, 2021), situación que perduró hasta la década de 1970.
El discurso académico: universidad, economía agraria y desarrollo provincial
Ahora cabe pensar desde qué esquemas estos actores universitarios pensaron la región y pusieron en circulación discursos institucionales sobre las diversas problemáticas, y cuáles fueron las tensiones o ligamientos con las narrativas de amplia circulación en el espacio local.
La Universidad de La Pampa fue pensada, desde los sectores de poder, como una posible respuesta a las adversidades que dificultaban el desarrollo de la naciente provincia. A partir de esa simbiosis, fue diseñada para posibilitar un desarrollo dentro de los contornos políticos provinciales específicos. En ese marco, preocupaba, en especial, la situación del este pampeano, el estancamiento que se remitía más a factores climáticos y poblacionales que a las políticas específicas de los gobiernos anteriores. Aunque el tipo de discurso era diferente a los abordajes literarios, las argumentaciones y las distintas explicaciones que justificaban su creación detentaban clivajes comunes, mostraban ciertas convergencias con la “cultura de la adversidad”. Un elemento central en los distintos discursos estuvo conformado por tópicos recurrentes y centrales sustentados en la necesidad de construir un conocimiento científico regional para resolver el problema del estancamiento, del atraso agrícola-ganadero y del desequilibrio poblacional y económico de la provincia, así como las problemáticas vinculadas con la escasez de recursos humanos, profesionales y técnicos y la emigración de los jóvenes como los dilemas centrales para el desarrollo de la economía provincial.
Para el gobierno provincial, el agente dinamizador de la economía seguía siendo la producción agropecuaria y, para sacarla del estancamiento, era necesario implementar obras de infraestructura y tecnificación de la producción agropecuaria (Cantera, 2017). En el discurso del gobernador Amit (1958) al crearse la nueva casa de estudios, se resaltaba el “Drama de la época: las erosionadas tierras pampeanas” los recursos de la nueva universidad fueron pensados para dar respuestas a esos problemas económicos y sociales. Así, se justificaba la creación de la Facultad de Agronomía. Además, a esa unidad académica, se la dotaría de instituciones de nivel intermedio orientadas a la producción agraria, la Escuela de administración rural y la Escuela de peritos ganaderos (Martocci, 2018).
Frente a este panorama, no menos amplio de todo lo que hay que hacer y rehacer, que el que ofrecen las erosionadas tierras pampeanas, se ubica nuestra Universidad, urgida de apetencias y de angustias, es decir futuro que alienta y pasado que retrasa.
Los estatutos que se elevan a consideración de VE marcan solo lineamientos básicos cuya proyección la irán dando los diversos Institutos y Facultades en aparición sucesiva y metódica, de las cuáles, la de Agronomía será la primera, porque así lo indican la realidad del país y la Provincia.17
Ese marco de relaciones estrechas entre el poder político provincial y la universidad se conjugó con redes de contactos, con otras universidades de la región, en un clima de época signado por procesos de renovación de las universidades de Buenos Aires y La Plata (Buchbinder, 2005), así como los inicios de la radicalización estudiantil en las principales universidades nacionales a partir del conflicto “laica o libre” (Millán, 2019). En consonancia con lo que había expresado el rector Bonicatto en el acto de creación de la universidad:
A partir de hoy en la pampa, en la pampa ancha cargada de remembranzas de malones y tacuaras y de gauchos legendarios, se eleva la Universidad.
Ya no se evocarán gauchos y malones. Se ha roto el sortilegio de la recordación equivocada. Ahora. La Pampa es ciudad, La Pampa es aula, laboratorio, gabinete de estudios, voluntad que mira al progreso.18
Estos procesos simbólicos y materiales incidieron también en las marcas identitarias de la nueva institución. La elección para presentar la casa de estudios fue la siguiente: Sciencia et labor cum constantia et probitate. El lema elegido era similar, en parte, al de otras universidades, pero también indicativo de una institución nueva y distinta, en el plano provincial, que se presentaba como generadora de un conocimiento científico y, a la vez, receptiva de los intereses de distintos sectores de la sociedad, y abierta a las posibilidades de todos en función del mérito, el trabajo y la responsabilidad individual, en la que se eliminaban tácitamente todo tipo de sectarismos y divisiones.
Las tramas de la identidad institucional en los años sesenta: “enraizar la universidad en la región”
En 1964, en los inicios de la gestión más extensa del rectorado, la del arquitecto Rodríguez Pozo, egresaron los primeros profesionales de la Universidad de La Pampa y, con motivo de ese evento, se iniciaron algunas publicaciones en el ámbito universitario. Entre ellas, se destaca el Anuario.19 El objetivo explicitado en el prólogo de la publicación era presentar los logros de la institución a la sociedad: “mostrar el desarrollo de las actividades realizadas y el grado de cumplimiento”. En primer lugar, después de una breve presentación, se incluyeron datos de la matrícula y la nómina de los primeros egresados con fotos de la colación de grado, realizada en La Plata. En casi todas las imágenes se destacaba la figura del rector y del gobernador local. En segundo término, exhibían rasgos de una institucionalidad universitaria con lógicas diferenciadas, se presentó una lista de los concursos docentes desarrollados en la Facultad de Agronomía y, luego, se enumeraron las actividades de extensión desarrolladas, especialmente conferencias y cursos realizados en las distintas poblaciones del interior provincial y en la capital, así como también la participación en congresos de los docentes en otras universidades e intercambios con instituciones del exterior. Los escritos son cortos, de carácter informativo y se acompañan de fotografías, en su mayoría de la Facultad de Agronomía. La edición fue realizada en los talleres de la imprenta de la provincia y, a través de ella, se dieron a conocer nuevos elementos identitarios de la entidad.
El escudo se conforma en un elemento interesante para analizar los procesos identitarios a nivel institucional y, en cierta medida, complementa y reafirma lo sostenido en el lema fundacional. La publicación presenta el resultado del concurso para dotar a la universidad de un escudo, reproducido en la tapa. Una explicación de los elementos que conforman sus partes expresaba:
El Escudo representa un libro estilizado, en el que se observan dos campos negro y gris (que representa el paso de la oscuridad hacia la luz) con una llama central de tres colores (rojo, amarillo y anaranjado) que simbolizaban el conocimiento, la sabiduría y con una pluma de ganso que representa la difusión del conocimiento.20
El símbolo condensaba el ideal de la “universidad de la luz” que venía a transformar un entorno local llano. Un espacio vacío o vaciado, sin anclajes locales, que iba a ser transformado partir de una institución abocada a la producción y difusión del conocimiento escrito.
El Anuario cierra con palabras que sintetizan y refuerzan las expresiones vertidas en su interior sobre la orientación regional como eje y destino de la investigación y extensión, estos serían los factores que impulsarían la transformación económica y social de una región cuya identidad se presentaba desprovista de elementos precedentes y residuales como medio para “superar sectarismos y unilateralidades ”al tiempo que incluían una proyección al futuro, enfocado en la técnica y la “neutralidad” del conocimiento científico. Esos posicionamientos pueden ser interpretados como resultado del clima de conflictividad política de la historia provincial reciente.21 Ahora bien, esos elementos también expresan ciertas dificultades que hallaron los referentes universitarios, en los primeros años, para interactuar con distintos sectores de la sociedad, reclamo del que se hicieron eco algunas producciones de la prensa local,22 lo que marcaba una diferencia del Instituto del Profesorado, cuyas actividades y acciones tenían mayor presencia en la prensa local consultada.
Con todo, la misma publicación universitaria explicita otros criterios y esquemas discursivos que permeaban al interior de la institución y se configuraron en lineamientos recurrentes para definir las problemáticas regionales desde universidad.
Creemos que la Universidad debe buscar hoy más que nunca su razón de ser en la esencia de la Provincia que la cobija y la nutre. La identificación con La Pampa, que representa toda la zona semiárida de nuestro país debe ser cada día más estrecha. Debe exceder los límites estrictos de la provincia y abarcar los de toda la región hasta hoy abandonada y semidesértica que tiene derecho a la parte activa y dinámica de la vida de la Nación y que recién ahora comienza a despertar. La Universidad debe ser el instrumento que termine con ese abandono técnico y cultural y lo dirija y proporcione los instrumentos necesarios para su desarrollo.
Creemos para ello necesario darle a la Universidad de La Pampa, una decidida orientación regional, para que sus egresados no sean meros profesionales sino especialistas en problemas regionales. La orientación final hacia una economía agraria debe ser la meta de nuestros esfuerzos. La riqueza y el progreso de toda la zona de influencia de la Universidad se basan en una economía agraria. Nuestros profesionales deben ser idóneos para poder desarrollarla. Los esfuerzos de los organismos de desarrollo económico, tanto internacionales como extranjeros, como nacionales insisten en ese planteo (…).23
Se trata de un cambio significativo que, en este texto de cierre, está dado por el planteamiento de la proyección de la institución hacia un horizonte más amplio que la escala provincial. Esa proyección se recorta como regional a la denominada “zona semiárida”,24 y podría pensarse la incidencia de un área específica de conocimientos del campo agronómico que, en principio, se construyó con experiencias locales y los aportes de un corpus generado para otros espacios25 y tuvo una presencia central en el planteamiento de las discusiones sobre la región. Por una parte, el perfil de la universidad, marcado por los referentes en la publicación, estaba orientado a mejorar las condiciones técnicas agronómicas de esa región como factor clave del desarrollo local. Las referencias regionales estuvieron centradas en el conocimiento y manejo de los suelos, de los marcos espaciales, en los contornos del paisaje “natural” y por una incipiente sociología rural que, acorde con la cultura de la adversidad, destacaba la “estoicidad de la vida campesina” (Graciano y Martocci, 2021). Por otra, en esa primera década, a pesar de los intentos por consolidar espacios de investigación en la universidad sobre problemáticas regionales en forma integrada entre distintas disciplinas, estos no tuvieron la continuidad y tampoco los recursos para poder afianzarse en una época signada, además, por una fuerte inestabilidad política.26
Hasta finales de los 60, los debates acerca de la región empiezan a complejizarse entre los actores sociales de gestión en la universidad y, en esa discusión, la presencia de agentes de la Facultad de Ciencias Humanas facilitó aportes claves; además, se promovieron lineamientos que se institucionalizaron con la creación del Instituto de Estudios Regionales (IER), dependiente del rectorado, en 1974.
Nuevas miradas sobre la región en algunos discursos académicos de los primeros 70
Además de los cambios políticos que afectaron al país durante el onganiato, la universidad local se vio atravesada por una serie de cambios institucionales. En el ámbito de la universidad, a principios de los años setenta, se inició un proceso que conllevó a la creación de nuevas facultades27 y a la posterior nacionalización, llevada a cabo en 1973. El rectorado de Rodríguez Pozo finalizó en el clima impulsado por la nacionalización de distintas universidades, en el contexto del Plan Taquini (Crochetti, 2008:44). La oposición presentada por el rector a la nacionalización determinó su renuncia, en 1971, en un ambiente de creciente movilización estudiantil.
Más allá de los conflictos y tensiones, el proceso de nacionalización se desarrolló con amplia participación del movimiento estudiantil y de asociaciones civiles. En tanto, algunos agentes de la universidad y del gobierno provincial venían analizando la posibilidad de la nacionalización y, en ese contexto, elaboraron documentos para justificar futuros cambios institucionales. Estos Informes de Factibilidad para la Nacionalización de la Universidad de La Pampa fueron realizados, en 1972,28 por una comisión especial integrada por los decanos de la Facultad de Agronomía y Facultad de Ciencias Económicas y representantes del gobierno provincial.29
En estas producciones, se mostraba un panorama económico y social de la institución en vistas a la nacionalización. Así, los actores sociales y los espacios de inserción profesional vinculados a la universidad se modificaron en relación con el periodo precedente. En principio, aparecen otras agencias del Estado provincial que fueron clave en las trayectorias de los miembros de la facultad como Contaduría y Tribunal de Cuentas de la provincia, para el caso de los contadores, junto a los colegios profesionales de ciencias económicas e ingeniería agronómica.30 Estas redes insumieron a los agentes un espacio de representatividad institucional.
En el plano de las perspectivas acerca del conocimiento y del rol de la universidad local, se mantuvieron los tópicos fundacionales centrados en la importancia de los saberes y la investigación de desarrollos agroeconómicos regionales, incorporándose la mención de otras subregiones como el área bajo riego del sudoeste y la zona árida del oeste. También, los documentos ofrecen evidencias acerca de la consolidación de un tipo de conocimiento diferenciado sobre el territorio, centrado en el uso de argumentaciones sustentadas en estadísticas y métodos cuantitativos para dar cuenta de lineamientos presupuestarios, recursos humanos y área de influencia de la institución.
Al mismo tiempo, para el grupo de gestión de la universidad local, la anexión de la Facultad de Ciencias Humanas desde principios de los 70 se realizó, desde un lugar tangencial, en respuesta a la necesidad de formar profesores para la enseñanza media con títulos que tuvieran validez nacional. En el Informe de Factibilidad (1972), después de justificar la necesidad de técnicos y profesionales agropecuarios y de contadores, remite a la Facultad de Ciencias Humanas en estos términos:
Respecto a los profesorados, entiéndese que la provincia necesita incrementar su nivel medio de enseñanza para atender los requerimientos de los niveles ’ocupacionales medios’. Premisa que muestra que, obviamente, la Facultad de Ciencias Humanas tendrá la delicada y trascendente tarea de formar esos cuadros imprescindibles de educadores para el área.31
En la publicación, los aportes de los estudios humanísticos aparecen de manera subordinada en los planteamientos institucionales de la nueva universidad. Para las autoridades universitarias de ese momento, la incorporación de los estudios de tales disciplinas tenía también un rol vinculado a la integración regional y a la cuestión identitaria, presentada de manera general, en tono declamativo. Tal como lo planteó el gobernador Guozden en el decreto de creación de la Facultad: “la nueva Facultad posibilitará el estudio integral de las necesidades regionales así como el conocimiento sistemático de la cultura pampeana”.32
En síntesis, transcurrida la primera década de la universidad, y a pesar de los cambios en los actores que desarrollaban la gestión de la institución, el ideario fundacional de una casa de estudios creada para un cierto tipo de desarrollo regional se mantenía con pocas alteraciones. Los tópicos principales de ese imaginario fundacional estaban centrados en la necesidad de transformar “la adversidad” mediante la aplicación de tecnología la producción agronómica de distintas subregiones de la provincia —cuyas diferencias parecen tener mayor visibilidad—, impulsar la organización económica de entidades económico-administrativas, mejorar las arcas presupuestarias y detener la migración constante de jóvenes de sectores medios y altos, considerados desde una perspectiva elitista y meritocrática, atraídos por otros centros universitarios cercanos.
Que esta creación [de la Universidad de La Pampa] obedeció al propósito de contribuir a modificar la situación general de la Provincia y la fisonomía regional, proveyendo los recursos humanos indispensables para que todo propósito de cambio y para contribuir a la retención de los mejores valores poblacionales y sus respectivos grupos familiares, dado que la región sufre un proceso negativo de migraciones que acentúan el vacío existente en el centro del país, que atenta contra la integración del mismo. Que durante catorce años dicha universidad se ha desenvuelto con normalidad y eficiencia y en un proceso de crecimiento constante demostrando que es una institución apta para los fines perseguidos.33
Los tópicos fundacionales eran recurrentes en toda la documentación consultada. Sin embargo, algunas producciones académicas elaboradas desde la Facultad de Ciencias Humanas pusieron de manifiesto elementos emergentes, como la incorporación de aportes vinculados a la complejidad de definir una región a partir de la trama social y económica local y la necesidad de realizar estudios sistemáticos de esas problemáticas desde distintas áreas del conocimiento. Elementos que, sin duda, se articulaban con un campo cultural “pampeano” atravesado por los vínculos con asociaciones y redes con referentes académicos en las arenas locales.34 Desde lo institucional en este período, algunos de los docentes se involucraron con la creación de la Facultad de Ciencias Humanas y con otras instituciones culturales pampeanas. De forma simultánea, esos mismos actores iban interactuando en espacios públicos y culturales que fueron adquiriendo otras aristas, densidades y nuevas redes con instituciones culturales y referentes de otras regiones del país.
Desde el espacio académico de las humanidades, algunos docentes, que luego intervinieron en la gestión cultural, como el caso de Fernando Aráoz,35 quien fuera director de cultura (1971-1973) y fundador del Archivo Histórico Provincial, pregonaban desde la prensa por un proceso de regionalización desde nuevas aristas e impulsaban críticas a la delimitación regional establecida por las autoridades del gobierno nacional. Desde su perspectiva Aráoz, en los primeros sesenta, bregaba por la conformación de un mapa regional que involucrara la diversidad, sustentado en las realidades y equilibrios del país, a partir un movimiento impulsado desde “las capitales provinciales”. Pensaba la región/provincia desde una perspectiva dinámica e interdisciplinaria, atravesada por la lógica centro-periferia y por procesos culturales y sociales.
Luego, los análisis del profesor Fernando Aráoz acerca de la región se fueron complejizando: las argumentaciones estuvieron marcadas por otros esquemas y competencias disciplinares. Cuando, a partir de 1966, con el onganiato, se impulsó desde el gobierno central una reorganización, algunas agencias estatales gestadas en el periodo anterior, delimitaron la conformación de ocho regiones de desarrollo: Patagonia, Comahue, Cuyo, Centro, Nordeste, Noroeste, Pampeana y Área Metropolitana (Lluch, 2017). La regionalización establecida incluía a la provincia en un ámbito espacial más amplio, la región del Comahue. Ante estos marcos normativos, el profesor Fernando Aráoz explicitaba, en un estudio, algunas de las dificultades y aciertos de esa medida para la realidad provincial:
La Pampa pasó a integrar la región del Comahue, juntamente con las provincias de Río Negro, Neuquén y 14 (hoy 15) partidos de la provincia de Buenos Aires. Salvo antecedentes históricos similares y una relativa afinidad de paisajes, la región del Comahue es, por el momento una entelequia, a integrarse en el futuro y en un período largo mediante una serie de medidas de estado. Si bien la concepción de La Pampa como afin a la Patagonia del norte, supera el tradicional concepto de región subsidiaria y degradada de la provincia de Buenos Aires, el enfoque, ofrece justificadas dudas para lograr el desarrollo pleno de la provincia.36
De esta manera, las posibilidades de analizar la región fueron examinadas desde otros esquemas interpretativos, como el resultado de un proceso que ponía en consideración la intervención humana. A partir de interpretaciones de geografía francesa, como las de Pierre George (1973) y otros referentes, focalizaba en temáticas como las interrelaciones, las áreas de influencia y la integración de los espacios regionales. Desde esta perspectiva, la atención estaba dirigida a las relaciones de integración/tensión con otras ciudades del país, como Bahía Blanca y Neuquén, y a las problemáticas de las áreas de influencia de los centros urbanos locales. De esta forma, como lo advertimos a partir de los estudios de Aráoz, la producción académica sobre la región iba ofreciendo un corpus de conocimientos situados, construidos en contacto con distintos agentes y redes de académicas locales, de otras universidades y organismos internacionales, sin dejar de reconocer la influencia de los marcos políticos nacionales y provinciales.
Entre 1974 y 1975, en otro contexto político, las nuevas autoridades de la universidad institucionalizaron la investigación sobre la región desde los aportes de diferentes disciplinas a partir de la creación del IER (Instituto de Estudios Regionales).37 Si bien en el Instituto intervinieron intelectuales y referentes de distintos sectores locales, entre sus integrantes, se destacó un núcleo de profesores de la Facultad de Ciencias Humanas, como Julio Colombato, Ana Gispert Sauch Coll, Fernando Aráoz, entre otros.
Consideraciones finales
Las problemáticas socioeconómicas provinciales adquirieron contornos específicos en las décadas de 1950 y 1960, que se articulan en el proceso de pérdida poblacional y crisis agroclimática que impactó en el planteo de respuestas locales de distinto cuño. Los sectores que conformaron espacios decisionales de la universidad local en este período impulsaron nuevos planteamientos a partir de la organización institucional y la producción de un conocimiento científico-tecnológico específico que diera respuestas concretas a determinadas problemáticas de clivaje social.
Como ya lo han advertido otros estudios, el peso de la estatidad en la elaboración de la producción intelectual es central para estudiar la conformación de los campos culturales y la producción intelectual en la provincia. Esta constituyó una marca indeleble en las formas de organizar la primera etapa de la universidad y su inserción regional. Ello puede pensarse, en el largo plazo, como la resultante de una historia territoriana surcada por la condición de subalternización, la preeminencia de las luchas provincialistas, la participación de agentes y actores de un estado provincial, que se fue conformando en los años 50 y 60, que propició las condiciones de posibilidad para pensar la centralidad de lo regional, y para conformar los lineamientos regionales a partir de esquemas interpretativos, en principio, acotados en un imaginario recortado por los límites provinciales, más específicamente del este provincial. Mientras que, en la década del sesenta, se fueron incorporando expectativas y estudios sobre la inserción de una regionalización más amplia, definida, primero, en función de contornos agronómicos, la región semiárida pampeana, a partir de conocimientos sustentados, de forma mayoritaria, desde marcos de nuevo tipo de conocimiento específico. No obstante esa diferencia, la regionalización seguía anclada en lo territorial y en las problemáticas agroecológicas de ese presente.
Hasta finales de los años 60, las autoridades de la Universidad Provincial esgrimieron distancias con esos debates y discusiones en el plano cultural, y pensaron la región a partir de un conocimiento diferenciado relacionado con las problemáticas y las capacidades agroeconómicas que marcaron los límites y contornos para pensar lo regional. En esos años, los debates acerca de la región empiezan a complejizarse entre los actores sociales de gestión en la universidad y, en esa discusión, la presencia de agentes formados en las Ciencias Sociales, quienes hicieron aportes institucionales clave, promovió un sustrato de saberes situados acerca de la región. Desde esos saberes, se fueron conformando marcos analíticos para pensar lo local y lo regional en clave de distintos factores socioeconómicos en respuesta a la dinámica de realidades y configuraciones de poder en el ámbito regional.
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Notas