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Sobre capitalismos y órdenes de la vigilancia. Algunos comentarios a la obra de Shoshana Zuboff
Perspectivas: Revista de Historia, Geografía, Arte y Cultura, vol. 11, núm. 21, pp. 73-77, 2023
Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt

Ensayos

Perspectivas: Revista de Historia, Geografía, Arte y Cultura
Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt, Venezuela
ISSN: 2343-6271
Periodicidad: Semestral
vol. 11, núm. 21, 2023

Recepción: 05 Diciembre 2022

Aprobación: 16 Enero 2023

Los autores mantienen los derechos sobre los artículos y por tanto son libres de compartir, copiar, distribuir, ejecutar y comunicar públicamente, para fines no comerciales y bajo la licencia Creative Commons (BY-NC-SA).

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen

La categoría capitalismo de la vigilancia alude a un orden tecnoeconómico basado en la explotación comercial de datos personales extraídos de los internautas sin el consentimiento expreso de estos o sin que al menos tengan una noción adecuada del uso que se le da a esa información capaz de predecir sus conductas. Esto deriva en una distopía alienante que conculca derechos y origina asimetrías riesgosas para el ejercicio efectivo de la democracia y la ciudadanía. El ensayo aborda algunos aspectos de esta problemática con base en la obra La era del capitalismo de la vigilancia, de la socióloga estadounidense Soshana Zuboff, quien repasa el contexto histórico que define las condiciones de posibilidad del fenómeno y de cómo este es resultado de una elección consciente en el marco del capitalismo financiero, especulativo y globalizado y no un producto inevitable del desarrollo de las tecnologías de información. Se concluye con algunas observaciones críticas sobre el análisis y la propuesta de la autora para enfrentar esta situación.

Palabras Clave: Capitalismo de la vigilancia, distopía alienante, capitalismo financiero, especulativo y globalizado.

Abstract

The surveillance capitalism category alludes to a techno-economic order based on the commercial exploitation of personal data extracted from Internet users without their express consent or without at least having an adequate notion of the use that is given to that information capable of predicting their behaviors. This results in an alienating dystopia that violates rights and creates risky asymmetries for the effective exercise of democracy and citizenship. The essay addresses some aspects of this problem based on the work The era of surveillance capitalism, by the American sociologist Soshana Zuboff, who reviews the historical context that defines the conditions of possibility of the phenomenon and how it is the result of an election. conscious within the framework of financial, speculative and globalized capitalism and not an inevitable product of the development of information technologies. It concludes with some critical observations on the author's analysis and proposal to deal with this situation.

Keywords: Surveillance capitalism, alienating dystopia, financial, speculative and globalized capitalism.

Introducción

Capitalismo de la vigilancia es una categoría acuñada por la socióloga estadounidense Shoshana Zuboff para aludir a un orden económico basado en la extracción y procesamiento de la información personal de los usuarios, sin su consentimiento o valiéndose de estratagemas que encubren el proceso, con el fin de venderla como mercancía capaz de predecir conductas e incluso facilitar su manipulación. De acuerdo con la investigadora, la manera en que este se ha desarrollado entraña serios riesgos para la democracia debido a las asimetrías que le son inherentes y la conculcación de derechos de la cual parte.

Zuboff compila en su voluminoso libro La era del capitalismo de la vigilancia (2020) una serie de conceptos, datos y reflexiones asociados a esta lógica de acumulación, que contextualiza en unas condiciones históricas, geográficas y políticas concretas. Detalla cómo tales circunstancias terminaron dando al traste con la utopía de una relación retroalimentada, igualitaria y de mutuo beneficio entre usuarios y anunciantes en Internet.

La autora sostiene que este modelo no es consecuencia inevitable de la evolución de las tecnologías que le brindan soporte sino de decisiones fraguadas al calor de las exigencias del capital financiero en su urgencia de recuperar inversiones durante la llamada crisis de las puntocom.

A continuación, se exponen algunos de los elementos nodales de la primera parte de la obra. Apelaremos también a fuentes externas y consideraciones propias para complementar la comprensión de un fenómeno que ya a nadie resulta ajeno, aunque el horizonte civilizatorio que dibuja continúa signado por paradojas inquietantes.

El capitalismo de la vigilancia

Tal como lo define Zuboff (2020, p. 51), el capitalismo de la vigilancia es aquel que “reclama para sí la experiencia humana como materia prima gratuita aprovechable para una serie de prácticas comerciales ocultas de extracción, predicción y ventas”, subordinándose a una “arquitectura global de modificación conductual”. En lo político, pretende “imponer un nuevo orden colectivo basado en la certeza absoluta”, lo que implica derrocar la soberanía popular. A su juicio, representa para la naturaleza humana una amenaza equiparable a la que significó para el mundo natural el capitalismo industrial de los siglos XIX y XX.

Más adelante, luego de esta emotiva caracterización, explica que en el curso del capitalismo contemporáneo se suceden dos modernidades: la primera, inaugurada por Ford en la industria automotriz; la segunda, digital, propiciada por el ecosistema tecnológico de Apple con centro en la descarga de contenidos musicales. Google y Facebook, nacerían durante esta etapa.

La distinción es relevante. El fordismo como paradigma que se extendería al resto de las ramas productivas favoreció el crecimiento del consumo y originó una transformación radical de la faz socioproductiva de Occidente y en particular de Estados Unidos. Luego, con el surgimiento y expansión del Estado de bienestar como estrategia de contención al comunismo soviético, las sociedades capitalistas avanzadas vivieron su época dorada durante los 30 años posteriores a la II Guerra Mundial.

El ciclo concluyó a medidados de la década de 1970 con el abandono de las fórmulas económicas keynesianas y, hacia el final del decenio, la Reserva Federal emprendió “una transformación draconiana de la política monetaria estadounidense… que vaciaría las fábricas y resquebrajaría los sindicatos en Estados Unidos y llevaría al borde de la insolvencia a los países deudores, iniciándose la larga era del ajuste estructural” (Harvey, 2007, p. 30). Como apunta Rodríguez Victoriano (2005, p. 88), “la reorganización del sistema capitalista que surge de este periodo se ha concretado en un incremento de la vulnerabilidad social y en el crecimiento estructural de las desigualdades sociales”.

En este contexto, ahora hegemonizado por el capitalismo financiero, florece en suelo norteamericano la versión neoliberal del capitalismo (el cual ya se había exportado y ensayado en las dictaduras del Cono Sur desde 1973) hasta convertirse en su más acabada expresión. El conjunto de transformaciones ideológicas, políticas, sociales e institucionales que vinieron aparejadas a él generó un nuevo tipo de individuo “atomizado y aislado, condenado a una vida de competencia perpetua y desconectado de familia, amistades, comunidad y sociedad” Zuboff (2020, p. 51) y provocó que,

… volviéramos nuestra mirada hacia los empoderadores recursos ricos en información del nuevo medio ambiente digital, que ofrecían nuevas formas de amplificar nuestras voces y de forjar nuestros propios patrones elegidos de contacto y conexión con otras personas. Tan profundo es este fenómeno que puede afirmarse sin temor a exagerar que el individuo como autor de su propia vida es el protagonista de nuestro tiempo, tanto si vivimos esa realidad como algo emancipador como si es para nosotros un motivo de aflicción. (p. 56)

No solo estaba servido el escenario cultural y tecnológico para que emergiera el capitalismo de la vigilancia. Los capitales de riesgo invertidos durante la burbuja de las puntocom (corriente especulativa de empresas basadas en Internet entre 1997 y 2001) comenzaron a desesperarse frente a las posturas idealistas de dos jóvenes innovadores que, recelosos del mercado publicitario, habían desarrollado un motor de búsqueda que apuntaba a la reciprocidad en la Red, aunque sin demasiados visos de rentabilidad hasta ese momento.

Larry Page y Serguei Brin, creadores de Google, habían creado un algoritmo que se alimentaba de las consultas de los usuarios para ofrecerles contenidos relevantes. Las palabras clave introducidas por los internautas se asociaban con anuncios en la página del buscador en función de ciertos parámetros que se fueron ajustando con el tiempo para satisfacer las exigencias de los inversionistas, aunque no sin algunas reticencias por parte de estos programadores.

Pero la lógica capitalista es implacable. Al calor de esta presión, a mediados de la primera década del siglo XXI, el equipo que lideraban terminó descubriendo que mucho más allá de las palabras clave, el caché del navegador iba registrando datos residuales de extraordinaria utilidad predictiva. Cauterizadas sus conciencias bajo la amenaza de retirarles el respaldo financiero, sacrificaron la intimidad de los usuarios que tan pudorosamente habían defendido en el pasado, mientras que el ascenso exponencial de las ganancias se encargaba de barrer todo remordimiento. Nacía así el capitalismo de la vigilancia gracias al desarrollo de la publicidad dirigida, la cual ofrece la capacidad de “construir unas historias detalladas sobre cada usuario -sus ideas, sus sentimientos, los temas que le interesan- a partir de la estela de señales no estructuradas que iba dejando con cada una de sus acciones en línea” (Zuboff, 2020, p. 100).

Un poco más adelante, Zuboff (2020) profundiza sobre este punto, explicando cómo la información residual captada de los usuarios pasa a convertirse en una valiosa materia prima a ser rentabilizada por su valor para develar hábitos y preferencias y, a partir de allí, anticipar comportamientos.

Los anuncios ya no seguirían estando ligados a las palabras claves usadas en una consulta de búsqueda, sino que irían «dirigidos» a cada individuo en particular. (…) para lograr ese nuevo objetivo, Google iba a tener que… explotar sensibilidades que solo sus datos conductuales colaterales (exclusivos y detallados) sobre millones… de usuarios podían revelar. Para conseguir ese nuevo objetivo, hubo que supeditar a toda prisa y en secreto el ciclo de reinversión del valor conductual a una empresa más amplia y compleja. Las materias primas que, hasta entonces, solo se habían utilizado para mejorar la calidad de los resultados de las búsquedas iban a ser usadas también para seleccionar y «dirigir» publicidad hacia los usuarios individuales. Algunos datos seguirían empleándose para mejorar los servicios, pero las crecientes existencias de señales colaterales almacenadas iban a ser reconvertidas en datos destinados a mejorar la rentabilidad de los anuncios tanto para Google como para sus anunciantes. (p. 110)

Volviendo a los factores contextuales necesarios para comprender el emplazamiento de esta modalidad de la economía, encontramos los ataques suicidas del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas del World Trade Center. Siguiendo lo sostenido por Klein (2011), la conmoción social producida por este acontecimiento creó un escenario que fue aprovechado por el estamento político para imponer rápidamente transformaciones que con dificultad habrían sido aceptadas por la ciudadanía. Este río revuelto también favoreció la mutación operada en el modelo de negocio de Google. La empresa habría descubierto así “sus afinidades electivas con la CIA; por su parte, los aparatos de seguridad estadounidenses estaban felices de eludir los controles constitucionales entregando la tarea de recopilar datos a un sector privado muy poco reglamentado.” (Lucas, 2020, p. 51).

Pero no solo el miedo creado por un estado de conmoción jugaría a favor del decomiso de la intimidad de los usuarios. Desde entonces, la estrategia del capitalismo de la vigilancia ha girado cada vez más en torno a captar la atención de los internautas el mayor tiempo posible para maximizar el proceso de desposesión de datos, sin reparar en las consecuencias sobre su salud psicológica. A tal fin, promueve “modos patológicos de socialidad mediante técnicas derivadas de la industria del juego, incapaz de forjar un sentimiento de identidad adecuado.” (Lucas, 2020, p. 53).

Llegado este punto, es oportuno tomar nota de la siguiente observación de Zukerfeld (2021):

Bajo la apariencia de que el explotador cede o incluso regala algo, en realidad toma gratuitamente algo más valioso: la atención humana y la posibilidad de aprovechar el entramado cognitivo, afectivo y emocional de los actores explotados para desembarcar allí sus conocimientos publicitarios. (…) Además, por lo general no intervienen intercambios monetarios en la relación y, de hecho, no resulta nada claro que los explotados realicen algo que convenga llamar “trabajo” … Mientras incluso el más alienado de los trabajadores es consciente de que participa en un proceso productivo, los explotados por atención se perciben en procesos de consumo ocioso. (p. 122)

En tal sentido, de un tiempo a esta parte la palma se la llevan las plataformas de redes sociales, que han elevado a un nivel muy superior la capacidad para mantener enganchados a sus usuarios. La consecuencia directa de este afán ha sido la explosión de un narcisismo sin precedentes que reclama constante atención de parte de tramas de seguidores que pueden alcanzar una extensión considerable, como en el caso de los denominados influencers, aunque en el caso de estos últimos suele mediar un interés pecuniario en tanto han logrado capitalizar a su favor las reglas del juego. En cualquier caso, según Soto, García y Hernández (2018):

La aceptación social, la autoestima, están asociados a número de seguidores de un video, un comentario o una publicación, lo que es tan volátil que mueve a las personas a intentar mantener niveles de popularidad a través de dar a los seguidores un estándar de insumos que les permita mantener ese estatus por sobre la construcción de una verdadera red social que sea permanente y estable. (p. 52)

En otras palabras, a una expropiación del excedente conductual sin demasiadas retribuciones en una primera etapa le siguió otra en la cual, de una manera velada, se procedió a seducir al usuario mediante técnicas diversas a objeto de captar su atención, un bien que en la sociedad de consumo informacional viene a tornarse escaso y en consecuencia a desatar entre sus demandantes una competencia feroz según Espinosa Yánez (2021);

… una vigilancia sutil, transparente, que en parte es alimentada por el propio sujeto observado, un sujeto sujetado. (…) Hay un perfeccionamiento continuo de los mecanismos de sometimiento, ahora el turno de la maquinaria invisible para el sometimiento corporal (con un entrenamiento-confinamiento previo para engancharse a las redes), y psíquico. (p. 50)

Lo preocupante es que, lejos de observarse algún indicio que sugiera el equilibrio de esta tendencia, todo apunta más bien a su profundización. La colusión de fuerzas políticas y de plataformas de vigilancia acabó trasladándose a ámbitos como el electoral, donde incluso se han desatado escándalos como el protagonizado por la consultora Cambridge Analytica y el entonces candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump, mostrando así una de las facetas más oscuras del fenómeno. El objetivo fundamental es conquistar grados de predicción crecientes y en un nivel agregado, más que el interés por el seguimiento a individuos particulares (sin que se pretenda restarle valor a esta posibilidad), Gorriti (2021) refiere;

El gobierno algorítmico no tiene, entonces, puesto el foco sobre los individuos sino sobre las relaciones entre variables conductuales observables y medibles como nunca antes. La mediación computacional de las interacciones sociales abrió la posibilidad de cuantificar, evaluar y clasificar comportamientos con una precisión inédita. (p. 9)

Insistimos, todo este proceso sigue su curso de manera silenciosa, gracias en parte a un público que ha naturalizado tales mecanismos y se muestra cada vez más indiferente y conformista frente a la toma de control social en marcha por parte de fuerzas corporativas, con todos los riesgos que puede entrañar tan peligroso juego. Por otro lado, esto también es atribuible a que las personas “no son conscientes de que sus hábitos, por mínimos que sean, generan dinero a conglomerados. Estos hábitos son datos que se convertirán en información que luego se monetizará y no beneficiará al individuo fuente.” Chaparro, Osorio y Sandoval, (2020, p. 42).

Reflexiones finales

Hasta aquí la reseña de algunos elementos puntuales de la caracterización planteada por Shoshana Zuboff sobre el denominado capitalismo de la vigilancia. En particular, hemos querido destacar, en sintonía con lo afirmado por la autora, que esta modalidad del actual régimen hegemónico de acumulación y explotación no es un fruto natural ni espontáneo de la evolución tecnológica, sino que expresa la dialéctica entre sus necesidades de reproducción y toda la trama de legitimación que ha venido construyendo a lo largo de más de dos siglos, fundada en principios como la libertad de elección y el derecho a la intimidad. No obstante, diferimos del tono a la vez apologético y nostálgico que pretende sembrar la esperanza en un capitalismo librado de esta desviación de su espíritu.

A nuestro juicio, esta variante no entraña ninguna novedad sustantiva con respecto a la lógica del capitalismo, que durante un trecho del siglo XX no se hizo supuestamente más humano en los países centrales ni menos colonial en los periféricos por fuerza de algún proceso de refinamiento, sino como respuesta a la amenaza que se cernía sobre él por el avance del socialismo. Ahí donde pudo obrar sin violencia demasiado explícita se mostró progresista, pero donde quiera que se viera amenazado o vio una oportunidad de fortalecerse a expensas de la democracia no dudó en implantar dictaduras o vulnerar conquistas logradas al calor de la lucha de clases o por los derechos civiles.

A la par de las condiciones de posibilidad ofrecidas por el desarrollo de las tecnologías de información, el agotamiento del modelo keynesiano, la pérdida de competitividad frente a sus propios aliados (en especial Alemania y Japón) y el fin de la Guerra Fría indujeron presiones desde el complejo militar industrial norteamericano para aglutinar a su sociedad frente a un nuevo y necesario enemigo, conjurando así cualquier amenaza interna al stablishment. En ese nuevo mundo unipolar, globalizado y financierizado, se configura y demoniza la amenaza del terrorismo yihadista como manifestación del choque de civilizaciones (Huntington, 1996).

Nos atrevemos a sugerir, entonces, que el capitalismo de la vigilancia emerge y se consolida en una coyuntura global signada por la necesidad del poder establecido de potenciar la vigilancia en general, de anticiparse a los movimientos de un enemigo oculto, que acecha desde las sombras, como pretexto para extender esa vigilancia a todos los individuos en un mundo de crecientes desigualdades. Esta urgencia se conjuga con el interés de un sector financiero ávido de valorizar sus inversiones en un orden económico donde los servicios, el entretenimiento y las comunicaciones han restado protagonismo a la producción industrial. Anticipar los movimientos de un consumidor fascinado por tener al alcance de sus dedos la posibilidad de adquirir productos cuyos precios se hacen asequible merced a la maquila y la globalización de los transportes abre oportunidad al negocio más rentable jamás concebido.

La situación que ha prefigurado este orden de la vigilancia pareciera representar una síntesis de dos novelas que, desde ángulos distintos, sin duda han valido a sus autores la resurrección del reconocimiento que en vida les merecieron. Nos referimos, por supuesto, a 1984 de George Orwell, y Un mundo feliz, de Aldous Huxley. La primera de ellas, muestra el sombrío panorama de un mundo espiritual, intelectual y lingüísticamente empobrecido donde sus ciudadanos son espiados hasta el más mínimo de sus movimientos, donde cualquier amenaza al orden establecido augura el suplicio. La segunda, describe una humanidad sometida desde el placer.

Sin embargo, no creemos que la alternativa a la esperanza ingenua en un capitalismo pudoroso sea la capitulación pesimista. La lucha planteada debe ser por la preservación y profundización de las conquistas democráticas de la humanidad y la liberación general de los pueblos, pero esto solo es posible en un marco de lucha integral contra un modelo civilizatorio que ha expropiado desde hace más de cinco siglos todo lo que ha podido convertir en mercancía, incluso a costa de arruinar su propia reputación por contradecir los principios más sublimes que ha proclamado. El problema no es, entonces, el capitalismo de la vigilancia, que a fin de cuentas ha rentabilizado lo que le correspondía al no encontrar razón válida para no hacerlo, sino el capitalismo en todas sus variantes y expresiones.

Referencias Bibliográficas

Chaparro, N.; Osorio, V. y Sandoval, A. (2020). China, Estados Unidos y 5G: Capitalismo de Vigilancia, Geopolítica y Geoestrategia. Perspectivas en inteligencia, Vol. 12(21), enero–diciembre. https://doi.org/10.47961/2145194X.218

Espinoza, A. (2021). La construcción social del capitalismo de vigilancia: el huevo de la serpiente revisitado. Gestión y estrategia, N°. 60, julio-diciembre.

Gorriti, J. (2021). Google y la gubernamentalidad algorítmica: datos, relaciones e individualización. Avatares de la comunicación y la cultura, N.º 22. http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s18535925/9s0s8zg13

Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Ediciones Akal.

Huntington, S. (1996). El choque de civilizaciones y la reconfiguración mundial. Buenos Aires: Paidós.

Huley, A. (2012). Un mundo feliz. Buenos Aires: Arenal.

Klein, N. (2011). La Doctrina del Shock: el Auge del Capitalismo del Desastre. Buenos Aires: Paidós.

Lucas, R. (2020). Capitalismo de vigilancia. Nueva Sociedad. Nº 290 / Noviembre – Diciembre.

Orwell, G. (2017). 1984. México: Editorial Herder.

Rodríguez, J. (2005). El conflicto entre la democratización del conocimiento y la globalización de la ignorancia en el capitalismo informacional. Informar, comunicar, conocer. TEMPORA, 8; diciembre, pp. 79-96.

Soto, A., García, C. y Hernández, T. (2018). El bienestar colectivo como tema de resocialización familiar en la sociedad del capitalismo informacional. Utopía y praxis latinoamericana, año 23(83), (octubre-diciembre), pp. 51-56.

Zuboff, S. (2020). La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Barcelona: Paidós.

Zukerfeld, M. (2021). Explotación, conocimiento y capitalismo: una tipología de la explotación para el capitalismo informacional. Realidad Económica, N.º 344, 16 nov. al 31 dic., pp. 105 a 132.



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