Factores psicológicos que influyen en la conducta agresiva de niños y niñas de 8 años de edad
Psychological factors that influence aggressive behavior in 8-year-old boys and girls
Revista Iberoamericana de Bioeconomía y Cambio Climático
Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León, Nicaragua
ISSN-e: 2410-7980
Periodicidad: Semestral
vol. 2, núm. 1, 2016
Recepción: 11 Febrero 2015
Aprobación: 19 Abril 2016
Autor de correspondencia: martha.barrios@post.unanleon.edu.ni
Resumen: El presente ensayo se centró en una revisión bibliográfica sobre la conducta agresiva infantil. Se utilizó un enfoque basado en la estabilidad relativa en el transcurso del tiempo y su conexión consistente a una variedad de resultados negativos, incluyendo la delincuencia, el uso de drogas o sustancias químicas, problemas de conducta, poca adaptación y dificultades académicas (como notas bajas, suspensión, expulsión y abandono de la escuela). Una de las característica de la familia nicaragüense es el ser extensa. Es muy raro encontrar un hogar compuesto solamente por la pareja y los hijos o por la mujer sola con sus hijos. La presencia de abuelos, tíos u otros parientes es bastante común. Los factores económicos determinan en buena medida esta realidad. La escasez de vivienda y la gran cantidad de mujeres que tienen que sostener el hogar o reforzar su economía- requieren la presencia de otros adultos en el hogar, que se transforma así en un pequeño y eficaz núcleo de organización, en donde todos los miembros son interdependientes y en donde las responsabilidades están repartidas en función de las posibilidades de cada uno y de la común supervivencia de todos. Las dificultades familiares como: discordia entre pareja, poco control de impulsos de los padres, alcoholismo, hijos no deseados, trastornos nerviosos entre otros contribuyen a la agresión infantil. El medio familiar es el lugar de génesis y desarrollo de la personalidad de niños específicamente influida por la imitación del comportamiento del padre, madre y demás personas del contexto familiar y social.
Palabras clave: Discapacidad, Estilo de crianza, Autoestima, Complejos, Disfunciones, Aprendizaje social.
Abstract: This essay focused on a literature review of childhood aggressive behavior. An approach was used based on relative stability over time and its consistent connection to a range of negative outcomes, including delinquency, drug or chemical use, behavioral problems, poor adjustment, and academic difficulties (such as poor grades). , suspension, expulsion, and withdrawal from school). One of the characteristics of the Nicaraguan family is that it is extensive. It is very rare to find a homemade updo just for the couple and the children or for the woman alone with her children. The presence of grandparents, uncles or other relatives is quite common. Economic factors largely condition this reality. The shortage of housing and the large number of women who have to support the home or strengthen its economy, require the presence of other adults in the home, which thus becomes a small and effective organization nucleus, where all the members are interdependent. and where responsibilities are distributed according to the possibilities of each one and the common survival of all. Family difficulties such as discord between couples, poor parental impulse control, alcoholism, unwanted children, nervous disorders, among others, contribute to childhood aggression. The family environment is the place of genesis and development of the personality of children specifically influenced by the imitation of the behavior of the father, mother and other people in the family and social context.
Keywords: Parenting style, Self-esteem, Complexes, Dysfunctions, Social learning.
Introducción
El problema de la agresividad infantil es uno de los trastornos que más invalidan a padres y maestros. A menudo se enfrentan a niños agresivos, manipuladores o rebeldes pero no saben muy bien cómo se debe actuar con ellos o cómo poder incidir en su conducta para llegar a cambiarla.
El comportamiento agresivo complica las relaciones sociales que va estableciendo a lo largo de su desarrollo y dificulta su correcta integración en cualquier ambiente. Para que derive hacia un estilo de comportamiento asertivo.
La identificación de estos factores permite señalar la relevancia y la necesidad de desarrollar intervenciones específicas encaminadas no solamente a reducir los factores de riesgo, sino a elaborar intervenciones que promuevan el desarrollo de factores protectores en la familia: el entrenamiento de los padres en las habilidades de la crianza, la comunicación, la supervisión, la interacción social, y las actividades planeadas; y las intervenciones dirigidas a los niños: enseñarles habilidades sociales, a controlar su ira y a solucionar sus problemas. También es importante desarrollar estrategias de intervención en la escuela, como controlar la conducta disruptiva en el salón de clases y en el patio de recreo.
Revisión de la literatura
En la revisión de la literatura encontramos factores psicológicos o personales; éstos se definen como aquellas disposiciones personales las cuales tienen una carga afectiva que lucha por satisfacer necesidades tales como poder ser alimentado, tendencia sexual, necesidad de amar y ser amado, experimentar una esperanza, vivenciar una frustración; va a formar una personalidad. Personalidad es la organización dinámica, en el interior del individuo, de los sistemas psicofísicos que determinan su conducta y su pensamiento característicos.
Concepto de agresión.
La conducta agresiva es un comportamiento básico y primario en la actividad de los seres vivos, que está presente en la totalidad del reino animal. Se trata de un fenómeno multidimensional (Huntingford y Turner, 1987), en el que están implicados un gran número de factores, de carácter polimorfo, que puede manifestarse en cada uno de los niveles que integran al individuo: físico, emocional, cognitivo y social. (Carrasco et al,. 2006)
En el caso de los niños la agresividad se presenta generalmente de manera directa ya sea de acto violento físico (patadas, empujones, entre otros) como verbal (insultos). También podemos encontrar agresividad indirecta o desplazada, según la cual el niño agrede contra los objetos de la persona que ha sido el origen de conflicto, o agresividad contenida según la cual el niño gesticula, grita o produce expresiones faciales de frustración.
Las teorías del comportamiento agresivo se engloban en: Activas y Reactivas.
1. Las Activas: son aquellas que ponen el origen de la agresión en los impulsos internos, lo cual vendría a significar que la agresividad es innata, que se nace o no con ella. Defensores de esta teoría: Psicoanalíticos y Etológicos.
2. Las Reactivas: ponen el origen de la agresión en el medio ambiente que rodea al individuo. Dentro de éstas podemos hablar de las teorías del impulso que dicen que la frustración facilita la agresión, pero no es una condición necesaria para ella, y la teoría del aprendizaje social que afirma que las conductas agresivas pueden aprenderse por imitación u observación de la conducta de modelos agresivos (Pintado, 2003).
Características del agresor
Olweus (1979) describe al agresor como un muchacho con temperamento agresivo e impulsivo, y a las víctimas de temperamento débil y tímido. De lo que se recoge que los agresores suelen tener deficiencias en habilidades sociales para comunicar y negociar sus deseos, y las víctimas acusan falta de autoestima y asertividad. Igualmente (Olweus, 1980), encontró que existía una correlación entre los agresores y la procedencia de hogares con un alto nivel de agresiones y violencia entre los miembros de la familia.
Patterson, Ramsay (1989) sugieren que los factores familiares que predisponen para un alto nivel de agresión son: falta de cariño entre los padres o en la familia, el uso de la violencia física dentro de la familia y falta de normas de conducta claras y constantes. Otra interpretación mantiene que los padres de niños socialmente agresivos emplean técnicas inadecuadas para su control.
Consecuencias
Para la víctima, puede convertirse en motivos de trauma psicológico, riesgo físico, causa de profunda ansiedad, infelicidad, problemas de personalidad y, en definitiva, un sinfín de insatisfacciones y riesgos innecesarios y lesivos para el desarrollo de cualquier individuo. También tiene implicaciones escolares tales como fracaso escolar y pobre concentración, absentismo, sensación de enfermedad psicosomática debido al estrés, que se manifiesta al llegar la hora de ir al colegio, además de problemas en el sueño que impiden un correcto reposo (Fernández,1998).
La actividad mental que se produce desde que nacemos provoca un diálogo interior que va creando afirmaciones positivas o negativas. Ese diálogo va a ser decisivo para enseñar a vivir y ser feliz, que es la meta de todo padre para sus hijos.
La autoestima es un sentimiento de aceptación de uno mismo, generador de confianza. Bernabe Tierno sugiere “hay que invertir los términos habituales hoy imperantes a saber: Por cada elogio el niño recibe diez reprimendas o valoraciones negativas”. Si las experiencias negativas se codifican en el cerebro como fracasos personales, los sentimientos de inferioridad se harán fuertes.
Los autores han dado una gran importancia a la educación en los primeros años (Incluso antes, en el seno materno) porque muchos complejos y disfunciones se adquieren en esos años. De hecho el futuro se edifica sobre esta etapa para muchos intrascendentes. El sentimiento de aceptación y de seguridad es esencial al punto de que una autoridad como Bertrand Russel dijo; <<La felicidad es absolutamente necesaria para la producción del mejor tipo de ser humano>> refiriéndose así a la estabilidad emocional del mismo.
En cuanto a la educación tanto en el área rural como urbana, Salazar (1996), expresa que, la percepción acerca de la escuela es ambivalente en las familias. Por una parte se valora la posibilidad de aprender a leer y escribir, pero por lo menos un sector de padres rurales percibe esta educación como irrelevante, y cuando los horarios de la escuela y del trabajo se contraponen, tienden a privilegiar el trabajo, por cuanto éste tiene beneficios inmediatos evidentes para la subsistencia de la familia; la asistencia a la escuela, en cambio, no. Es la disyuntiva entre la posibilidad de movilidad social futura que les abre la escuela y las urgencias de la sobrevivencia presente. Muchos padres temen a la escuela y al estudio. “Yo aprendí así”, es común que digan. Recoger su propia experiencia anterior como niños trabajadores para justificar el trabajo de sus hijos es uno de los mecanismos más utilizados. Considero que la familia como principal modelo a seguir, al enseñar e imponerle este estilo de crianza a sus hijos e hijas, desmotiva de gran manera a los niños y niñas en su interés por tener una preparación educativa formal.
Aspectos familiares
La familia es un agente muy influyente sobre la capacidad intelectual y el rendimiento escolar. Los padres y hermanos mayores pueden ejercer una acción altamente positiva sobre los más jóvenes. En un ambiente tranquilo, que disponga de suficientes libros y material didáctico, con la debida atención y con una actitud mental positiva, el niño comienza desde el mismo nacimiento a beneficiarse de los factores que sientan las bases del éxito intelectual y escolar. Los padres nunca deberían creer que este asunto es responsabilidad exclusiva de la escuela. De hecho el aprendizaje infantil depende en gran medida de la actitud y acción directa de los padres.
La familia es un agente clave para el sano desarrollo del autoconcepto. Las bases de una autoestima saludable se sientan en el hogar desde los años preescolares. Los padres tienen en su poder un arma de doble filo que, o bien hará de sus hijos sujetos con seguridad personal y razonablemente satisfechos de sí mismo, o por el contrario los hará inseguros, temerosos y convencidos de que el éxito es para otros. Este principio consiste fundamentalmente en el reconocimiento de los logros de sus hijos, el ánimo sincero y alentador hacia sus tareas, la frecuente mención de las cualidades positivas y el apoyo en la consecución de los objetivos de todo tipo (Posse & Melgosa, (1999).
Factores influyentes de la conducta agresiva
a. El factor sociocultural del individuo, ya que es el responsable tanto de los modelos a que haya sido expuesto, como de los procesos de reforzamiento a que haya sido sometido el individuo. Si en él abundan modelos agresivos, la adquisición de estos comportamientos desadaptados será muy fácil. Si el ambiente sociocultural refuerza el comportamiento agresivo, el mantenimiento del mismo está asegurado. Los elementos más importantes del ámbito sociocultural del niño son: a) la familia, pues las interacciones con los padres y hermanos proporcionan modelos y refuerzos responsables de la conducta agresiva, y b) un ambiente más amplio, como profesores, amigos, y medios de comunicación entre otros que, en numerosas ocasiones, modelan y refuerzan modos agresivos de comportamiento.
b. Factores orgánicos, como una lesión cerebral o una disfunción, estados de mala nutrición o problemas de salud específicos que también se relacionan con el comportamiento agresivo, puesto que pueden originar en el niño una menor tolerancia a la frustración por no conseguir pequeñas metas.
c. El repertorio conductual, como la ausencia de habilidades para resolver conflictos, tales como habilidades cognitivas de autorregulación, o que permitan utilizar estrategias verbales que actúen como mediadores, o determinadas habilidades sociales.
La delincuencia en la familia, la presencia de reclusos y la integración social inadecuada son factores señalados por diversos autores como recurrentes en familias agresivas y niños agresivos. También el alcoholismo se encontró como factor incrementador de la agresividad: a como expreso (Noroño Morales, 2002) la mayoría de los niños se sienten rechazados por el medio familiar. Se ha demostrado que el rechazo materno y paterno tiene gran influencia en los trastornos conductibles de los niños.
Admitamos, dice STERN, que el niño en su lenguaje se limita a copiar en todo al adulto. Falta todavía pensar que esta copia contenga muchos elementos de espontaneidad.
En efecto el niño no lo copia todo. Su imitación es de selección: ciertos rasgos los que copia inmediatamente; otros son eliminados durante años enteros.
STERN formula, pues, con mucha razón, la hipótesis de que el niño digiere lo que le prestan y lo hace conforme a una química mental que le es propia. Con cuanta mayor razón son válidas estas consideraciones en el dominio del pensamiento, en el cual la parte de la imitación, como factor de formación, es evidentemente, mucho más débil.
En efecto, encontraremos a cada instante, en lo que concierne a las representaciones, lo que vemos raramente a propósito del lenguaje: conflictos reales entre el pensamiento del niño y el de su alrededor, conflictos que conducen a la deformación sistemática de los propósitos de los adultos en el espíritu del niño (Piaget, 2001).
También (Martínez et al., 2010) expresa que los padres, en el proceso de socialización, actúan como modelos que los hijos imitan, al tiempo que estimulan o inhiben determinados comportamientos en función de los estilos de crianza que practican. Los padres deben ofrecer pautas educativas que fomenten la madurez personal y, al mismo tiempo, que eviten la impulsividad, la agresividad, el aislamiento y otras conductas inadaptadas.
No obstante, los padres son agentes socializadores no sólo cuando se proponen intencionalmente unos objetivos educativos concretos y explícitos, sino siempre que interactúan con los hijos. En este sentido, podemos considerar que la educación en el ámbito familiar es más inconsciente que intencional, pues el aprendizaje se realiza por imitación e identificación con los progenitores, con quienes los hijos mantienen una conexión afectiva.
Los padres actúan como una institución que filtra aquello que consideran importante en la sociedad. Únicamente se puede educar, si se sabe o se quiere, y sólo se transmite aquello en lo que realmente se cree (Froufe, 1995).
Algunos estudios como los de (Schwebel et al., 2004) coinciden en que los niños temperamentalmente difíciles necesitan una mayor cantidad de tiempo y de recursos para alcanzar un adecuado desarrollo social. También (Galián & Huéscar, 2007) analizaron las relaciones entre estilos de crianza, temperamento y ajuste socioemocional en la infancia y proponen los modelos interactivos que los estilos de crianza influyen diferencialmente en el ajuste en función del temperamento de los niños y niñas. Además, es importante tener en cuenta otras variables como la etapa evolutiva, el género del niño, los recursos económicos, las características de la personalidad de los padres, entre otros (Martínez, 2010).
Webster-Stratton y Taylor (2001) establecen un modelo sobre los factores de riesgo asociados con las conductas problema de los niños durante los primeros años de vida y en el periodo de la educación infantil. Los autores señalan tres ámbitos de influencia directa en el comportamiento de los niños: las prácticas de crianza de los padres, los factores individuales y los factores contextuales. La presencia combinada de éstos puede aumentar el riesgo de forma más sinérgica que aditiva y el impacto de un factor particular puede depender enteramente de la presencia y número de otros factores de riesgo.
Los trastornos de conducta son desviaciones que se presentan en el desarrollo de la personalidad de los menores, cuyas manifestaciones conductuales son variadas y estables, esencialmente en las relaciones familiares, escolares y en la comunidad. Existen diferentes trastornos de conductas: tendencia masculina, tendencia femenina, inadaptación neurótica, conducta disociada, timidez, hipercinesia, fugas, agresividades, etcétera.
La competencia social es una de las habilidades básicas para el desarrollo de la persona en la sociedad. En general, se puede definir como la habilidad para enfrentar las demandas de una situación social de manera adecuada. Se relaciona con otros conceptos como adaptación, habilidades sociales, autoestima, eficacia y comportamiento inteligente, al tiempo que se ve influenciada por el contexto donde el sujeto está inmerso. La competencia social incluye habilidades para iniciar y sostener interacciones sociales positivas y cooperativas, así como saber hacer amigos o solucionar conflictos (Hubbs-Tait, Oso fsky, Hann y Culp, 1994). Ante las demandas de una situación, un niño con competencia social entiende y responde correctamente a las emociones de los otros niños, a la vez que sabe controlar sus propias emociones.
Las personas que rodean al niño van moldeando de forma progresiva sus habilidades y características sociales. Así, se convierten en agentes de socialización del niño, aunque su acción está condicionada también por el marco y la estructura de otras instituciones. La familia, la escuela o el grupo de amigos son marcos más amplios cuyas características y reglas implícitas o explícitas también socializan al niño en una dirección y con unas características determinadas.
En diferentes estudios se ha observado que los niños cuyos padres muestran conductas hostiles hacia sus hijos mediante actitudes disciplinarias rígidas o autoritarias, que utilizan el castigo especialmente el corporal, de forma frecuente, así como la privación de privilegios o las amenazas verbales y que dan órdenes de forma habitual, es más probable que se comporten agresivamente (Conger et al., 1992; Farrington, 1978).
Díaz-Michel et al (2003), define el maltrato intrafamiliar a través de diversas investigaciones como: “Las conductas que atentan directa o indirectamente contra la integridad física y/o emocional de una persona y que se realizan entre los miembros de una familia”. Con base en este concepto, se identifican tres tipos de maltrato: físico, psicológico y sexual que pueden producirse aisladamente, pero es más frecuente que se presenten de manera combinada.
Maltrato físico, se consideraron las acciones y las omisiones intencionales que producen lesiones y daños personales. Bajo el nombre de lesiones se comprenden las heridas, escoriaciones, contusiones, fracturas, dislocaciones, quemaduras, y todo aquello que altera la salud, y que son producidas por causas externas.
El maltrato psicológico incluye a las conductas que atentan directa o indirectamente contra la integridad emocional de una persona.
El maltrato intrafamiliar ha ocupado el interés de diversos investigadores en algunas partes del mundo, debido a su repercusión social. Específicamente el abuso del alcohol, se considera como un indicador predictivo de violencia doméstica, a pesar de que se controlen otros factores económicos y sociales que la favorecen (edad, educación, ingresos económicos, empleo, etcétera).
En investigaciones anteriores se determinó como causa de agresividad infantil, las dificultades familiares como: discordia entre pareja, poco control de impulsos de los padres, alcoholismo, hijos no deseados, trastornos nerviosos entre otros. El medio familiar es el lugar de génesis y desarrollo de la personalidad de niños específicamente influida por la imitación del comportamiento del padre, madre y demás personas del contexto familiar y social.
La influencia del medio familiar es determinante en el desarrollo de la personalidad del niño, pues es en la familia donde se realiza el aprendizaje para la vida social (Márquez Bermúdez, 1997).
Farrell (2009) xpresa que durante los últimos 20 años se ha producido un marcado crecimiento en el desarrollo de la psicología escolar (educativa) como profesión. Aunque este crecimiento se refleja en países del llamado mundo desarrollado, y en desarrollo existen variaciones considerables respecto al papel y funciones del psicólogo escolar en los diferentes países, en el número de psicólogos empleados, en su formación y en sus condiciones de trabajo.
Para que los psicólogos escolares maximicen su impacto en la ayuda prestada a niños y jóvenes en su desarrollo, es importante que posean un conocimiento detallado de los sistemas en los que los niños viven y trabajan (escuela, familia y comunidad); que desarrollen relaciones de apoyo mutuo y confianza con las personas que trabajan dentro del sistema o con él, incluyendo a los niños; y que trabajen conjuntamente con todas las partes relevantes adoptando un marco de resolución de problema (Farrell, 2009).
Las distintas generaciones y cantidad de personas que habitan en una misma casa, puede ser un factor favorecedor de la violencia doméstica, así ocurre en la población urbana y así también se refiere en la literatura. La contribución básica al gasto familiar por el padre o esposo, coincide con la dedicación al hogar de la madre e influye en los bajos ingresos familiares de casi la tercera parte de la población entrevistada, por debajo de un salario mínimo, familias que pueden ser consideradas con un grado de pobreza extrema (Díaz- Michel, E., & de la Garza-Aguilar, J. 2003).
El marco psicosocial dirige la atención a las respuestas biológicas endógenas a las interacciones humanas, en donde lo que se plantea es el “potencial del estrés psicológico para dañar la salud”, “generado por circunstancias desesperantes, tareas insuperables o falta de apoyo social”. Conceptualizado generalmente en relación con el individuo, su hipótesis central es que los factores agudos y crónicos generadores de estrés en el “ambiente social”: a) alteran la susceptibilidad del huésped o se vuelven directamente patogénicos por alteración de la función neuroendocrina, o b) inducen comportamientos que dañan la salud (especialmente en relación con el uso de sustancias psicoactivas, la dieta y los comportamientos sexuales). El “ambiente social” comprende los factores psicosociales generados por la interacción humana: jerarquías dominantes, desorganización social, cambio social rápido, marginalidad, incluyendo el aislamiento social. Neutralizando a los anteriores, el “capital social” y la “cohesión social” se proponen (y refutan) como ventajas psicosociales poblacionales que pueden mejorar la salud de la población a través de su influencia sobre las normas y del fortalecimiento de los vínculos de la “sociedad civil”, pero con la advertencia de que la pertenencia a determinadas formaciones sociales puede dañar a los miembros del grupo (vg. las normas del grupo alientan comportamientos de alto riesgo) o a quienes no son miembros de él (vg. el daño causado a los grupos sujetos a discriminación por los grupos que apoyan la discriminación).
Comparativamente menos atención, teórica y empíricamente, se otorga a: 1) quién y qué genera las injurias y los protectores psicosociales, y 2) cómo su distribución –junto con la de los agentes patógenos físicos, químicos y biológicos– está determinada por las políticas generales, sociales, y económicas. Es como si, parafraseando a Antonovsky (1987), el estudio de por qué algunas personas nadan bien y otras se ahogan cuando son arrojadas al río, desplazará el análisis de quién arroja a quién a la corriente, y de qué otras cosas deberían estar en el agua (Moiso, 2007).
Conclusión
El comportamiento agresivo de los niños es un problema de relevancia social que requiere de la particular atención ya que ha aumentado la incidencia de la conducta agresiva y antisocial de estos.
La sensibilización a los padres y cuidadores sobre su rol y su responsabilidad en la optimización del desarrollo, las habilidades sociales, emocionales en la infancia y la influencia de los modelos en la familia para el desarrollo de competencias sociales, es trascendental para facilitar la autorregulación emocional o para generar conductas pro- sociales en la infancia.
También considero que es importante involucrar al Psicólogo, en el proceso de educación del niño o niña, el cual tomara en cuenta para poder proveer las respuestas asertivas, la propiedad de la casa ya que refleja las características de las poblaciones estudiadas, por un lado la disposición de áreas físicas en la rural y por otro el déficit de viviendas en el urbano. Esto le permitirá una buena intervención.
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Notas de autor
martha.barrios@post.unanleon.edu.ni