Secciones
Referencias
Resumen
Servicios
Descargas
HTML
ePub
PDF
Buscar
Fuente


Carlos Alberto Brocato: otros años 60 (y setenta). Tres retazos de una trayectoria intelectual
Carlos Alberto Brocato: other 60s (and seventies). Three snippets of an intellectual career
El taco en la brea, núm. 19, e0144, 2024
Universidad Nacional del Litoral

Dossier

El taco en la brea
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 2362-4191
Periodicidad: Semestral
núm. 19, e0144, 2024

Recepción: 19 Diciembre 2023

Aprobación: 14 Febrero 2024

Para citar este artículo:: Manduca, R. (2024). Carlos Alberto Brocato: otros años 60 (y setenta). Tres retazos de una trayectoria intelectual. El taco en la brea, (19) (diciembre–mayo). Santa Fe, Argentina: UNL. e0144 DOI: 10.14409/eltaco.10.19.e0144

Resumen: Las dinámicas del campo intelectual argentino entre los años 60 y 70 han sido un objeto de estudio visitado asiduamente en las últimas décadas. En su gran mayoría las investigaciones al respecto han puesto énfasis en los cambios producidos durante esos años al calor de la «radicalización política», limitando, en muchos casos, su alcance a la adhesión de una fracción del campo intelectual a la lucha armada. El canónico trabajo de Oscar Terán al respecto sin dudas ha proporcionado una de las principales claves de lectura en ese sentido. En este caso reconstruiré la trayectoria de Carlos Alberto Brocato, quien transitó esos años a contracorriente de sus compañeros de pluma. Recorreré sus principales aportes y debates desde su expulsión del Partido Comunista y su rol como director de la revista La Rosa Blindada en 1964 hasta su ruptura con el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de orientación trotskista, visitando antes los aportes realizados en esta organización en pos de la organización de los intelectuales y artistas. A lo largo de esos tres momentos nos interesa ver el modo en que fue madurando la concepción de «intelectual militante» con la que el escritor definía su praxis.

Palabras clave: intelectuales, militancias, Nueva Izquierda, cultura, trotskismo.

Abstract: The dynamics of the Argentine intellectual field between the 1960s and 1970s have been an object of study visited assiduously in the last decades. Most of the research on the subject has emphasized the changes produced during those years in the heat of the «political radicalization», limiting, in many cases, the scope of the same to the adhesion of a fraction of the intellectual field to the armed struggle. The canonical work of Oscar Terán in this regard has undoubtedly provided one of the main keys to reading in this regard. In this case I will reconstruct the trajectory of Carlos Alberto Brocato, who went through those years against the current of his fellow writers. I will go through his main contributions and discussions since his expulsion from the Communist Party and his role as director of the magazine La Rosa Blindadain 1964 until his break with the Trotskyist‒oriented Partido Socialista de los Trabajadores (PST), visiting before the contributions made in this organization in pursuit of the organization of intellectuals and artists. Throughout these three moments we are interested in seeing the way in which the conception of «militant intelectual» with which the writer.

Keywords: intellectuals, militancy, New Left, culture, trotskyism.

En su canónico trabajo sobre los años 60 en Argentina, Oscar Terán (2013), en un ejercicio oscilante entre lo historiográfico y lo biográfico, entre la historia y la filosofía, construye una cartografía que ha sido una las guías principales desde la cual pensar las trayectorias del campo intelectual argentino desde la caída del peronismo en 1955 hasta 1966. En ella sitúa la configuración de una nueva izquierda intelectual[1] que abonó a la constitución de, o confluyó con, la nueva izquierda armada en los años posteriores.[2] Justamente ese hasta 1966, es relativizado por el mismo autor que sugiere también otros alcances de las cronologías, ya que las formaciones intelectuales de ese período, en su mirada, son los gérmenes de acontecimientos posteriores. En términos de José Luis de Diego (2003), la continuidad de los 60 en los 70 está dada por la primacía de la política en el campo intelectual, más allá de que de una década a otra, el signo de lo político haya sufrido alteraciones.

En este derrotero el asumirse como intelectuales comprometidos, bajo la influencia de los planteos sartreanos o como intelectuales orgánicos, tendiendo a un mayor intrincamiento con la clase obrera y las organizaciones políticas que se reconocían como representantes de esta, fue una tensión que supuso préstamos y pasajes para nada lineales (Terán, 2013:46). El recorte de Terán no es aleatorio. Él mismo reconoce que es indudable la existencia de otras trayectorias y propuestas pero que, sin embargo, la decisión de centrarse en ese sector de la intelectualidad que se peronizó al calor de la proscripción y radicalizó producto de los vientos que soplaban desde Cuba, obedeció a que los restantes no tuvieron la incidencia y los alcances de esa fracción.

Justamente sobre esa zona de la intelectualidad menos visitada que habitó los pliegues de la marginalidad es que me detendré en este trabajo. Visitaré la trayectoria de Carlos Alberto Brocato como un tránsito singular por esos años sesenta, expandiendo nuestro análisis hasta los 70 dictatoriales. El punto de partida es común con Terán, tan cercano que sus escritos circularon por las mismas páginas de La Rosa Blindada .LRB). Los planteos que allí fue volcando Brocato hasta su ruptura con el colectivo editorial fueron también los anuncios de sus derroteros posteriores. Al igual que otros aspectos de las izquierdas no armadas,[3] las trayectorias intelectuales y artísticas de este sector requieren aun de mayor atención. La figura de Brocato pensamos que arroja aspectos sumamente productivos para ello. Un militante comunista durante su juventud en los años 50, animador de los ámbitos intelectuales de la nueva izquierda en los 60, que hacia los 70 se incorporó al trotskismo morenista[4] y al romper con esta tradición, en 1979, asumió de manera prematura un posicionamiento de rasgos autonomistas con el que continuó su intervención intelectual hasta 1996, año de su muerte. Su vasta trayectoria, plagada de polémicas, no es posible de ser resumida en un artículo. Aquí haré un recorrido arbitrario por retazos de ella entre 1965 y 1979, es decir desde su ruptura con el Partido Comunista Argentino (PCA) y su participación en LRB, hasta su distanciamiento del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) al cual se había incorporado en 1974. Será sobre su intervención en esta última organización que se concentrará buena parte del escrito. Para los objetivos que me planteó tomaré como fuentes sus publicaciones dentro de LRB, documentos internos del PST que forman parte del archivo de la Fundación Pluma y algunas colaboraciones del escritor en la prensa partidaria, Avanzada Socialista (AS). Quedarán excluidas las producciones poéticas y literarias durante este período, así como sus ensayos humorísticos bajo el seudónimo de Cayetano Bollini.[5] Pienso que este recorrido de rasgos biográficos puede iluminar otros itinerarios, proyectos y caracterizaciones al interior del campo intelectual y de la nueva izquierda durante los años sesenta y setenta. Más precisamente los de ese sector, unos «pocos despistados» a decir de Brocato, que desde un posicionamiento ético y político se opusieron a la tendencia general de apoyo a la lucha armada y expresaron otras derivas de ese mismo proceso de radicalización del campo intelectual y artístico entre los 60 y 70.

Antes de adentrarme en los aspectos puntuales, es necesaria una consideración general respecto a esta figura. Su trayectoria y obra aún no han sido objeto de un estudio sistemático.[6] Es posible encontrar referencias superficiales en estudios que, como el de Néstor Kohan (1999), se han centrado en la experiencia de LRB durante los años 60, pero en los que sin embargo su rol, pese a ser uno de los directores y fundadores, aparece de manera totalmente soslayada. Otras investigaciones, como la de Evangelina Margiolakis centrada en las revistas culturales subterráneas durante los años de la última dictadura (2016) retoman su participación en algunas de esas publicaciones, así como también las polémicas que planteó respecto al exilio en los ochentas posdictatoriales.[7] Someras o nulas son sus menciones en los estudios que se han concentrado en la tradición política encabezada por Nahuel Moreno a la que Brocato adscribió entre 1974 y 1979 (Mangiantini, 2018; Osuna, 2015). Como aportes acotados, pero relevantes ya que condensan los rasgos generales de sus itinerarios intelectuales y políticos, se destacan el prólogo de Emilio Cafassi (2000) a la edición póstuma de ¿A dónde va la democracia? y la más reciente «entrada» confeccionada para el diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas del Centro de Documentación e Investigación de las Culturas de Izquierda (CeDInCI) por Horacio Tarcus (2020). Ambas contribuciones han servido de brújula para situar la prolífica producción del escritor.

Retazo 1. Fundación y ruptura. Brocato en La Rosa Blindada .LRB)

Como tantos de su generación, Brocato comenzó la militancia de izquierda dentro del PCA. En su juventud y en las filas del comunismo tuvo experiencias en el plano sindical, tanto en bancarios como en gráficos, así como también colaboró en la revista Cuadernosde Cultura dirigida por Héctor Agosti. Justamente en el seno de ese proyecto fueron formándose otros jóvenes intelectuales que, en la mirada de la investigadora Adriana Petra, terminaron sellando el ocaso del espacio cultural del comunismo argentino hacia la década del 60 (2012:22). La referencia de la autora apunta a los dos grupos que conformaron las revistas Pasado y Presente[8] y LRB, ambos aun al interior del partido, pero rápidamente purgados por la «ortodoxia». Ahora bien, el surgimiento de estos dos emprendimientos político‒intelectuales no solo expresó una ruptura relevante puertas adentro del comunismo, sino que fueron representativos de los cambios generales que en términos sociales, culturales y políticos atravesaron la década del 60.

La formación de Brocato fue autodidacta, forjó por un lado rasgos de periodista, por otro de poeta y también de crítico literario y ensayista. A comienzos de los 60, cuando trabajaba en el diarioDemocracia, dirigido por Mario Vallota, entabló amistad con José Luis Mangieri con quien emprendió un camino propio tras la clausura del periódico por el gobierno de José María Guido (Tarcus, 2020). Mangieri, también militante del PCA, fue el otro director de LRB, que tuvo su aparición pública en octubre de 1964. El colectivo editorial inicial incluía, aparte de los directores mencionados, a Raúl González Tuñón como director de honor; a Juan Gelman, Guillermo Harispe y Ramón Plaza como responsables de la sección poesía; en narrativa a Andrés Rivera, Horacio Néstor Casal, Estela Canto y Octavio Getino; en plástica a Oscar Díaz, Carlos Gorriarena, Hugo Griffoi y Norberto Onofrio; en cine a Roberto V. Raschella, Roberto Aizemberg y Nemesio Juárez; en teatro a Roberto Cossa, Andrés Lizarraga y Susana Vallés; en historia a León Pomer; en literatura infantil a Javier Villafañe y en diagramación a Oscar Díaz (Kohan, 1999:24). Se trataba, por lo tanto, de un elenco de jóvenes (y no tan jóvenes) de cualidades destacadas, que además se identificaban con una de las figuras icónicas de la intelectualidad comunista como era Tuñón. Como ha identificado Néstor Kohan (1999), esta reivindicación era una táctica para inscribirse en las discusiones de la generación de intelectuales comunistas previa. Recuperar a Tuñón era al mismo tiempo desmarcarse de la ortodoxia de Agosti. Siguiendo lo planteado por María Fernanda Alle (2012) la operación de los jóvenes implicaba un doble movimiento: inscribirse dentro de una tradición literaria revolucionaria y disputar un lugar en el campo literario desde una disidencia simultánea en la que se asumía un posicionamiento de izquierda que era también divergente respecto a la de la dirección del partido. Por eso mismo, para Alle, el Tuñón que exaltan es el de la primera parte de los años 30, momento de una escritura vanguardista «que además de oponerse a grupos como Sur también se distanció del modelo tradicional del arte social de cuño boedista, más afín a los dogmas partidarios» (2012:427). La mención como director de honor se sostuvo hasta el número 6 (septiembre‒octubre de 1965) en la que se decidió retirarlo sin mayores aclaraciones debido a las amenazas de expulsión de las filas comunistas del célebre escritor. Brocato fue el único que se opuso a que no se explicitarán los motivos de tal omisión.

La revista publicó en total 9 números entre octubre de 1964 y septiembre de 1966. Hasta el número 4, la tirada fue de 10 mil ejemplares y luego paso a 5 mil (Katchadjian, 2007). El proyecto excedió a la publicación ya que también LRB tuvo su faceta en tanto editorial e incluso como productora de materiales fono‒eléctricos. Entre su abundante catálogo, que al calor de la radicalización iría virando de la poesía a los referentes clásicos y coyunturales del marxismo revolucionario (es decir de Lenin a Ho Chi Min y Fidel Castro), es posible ubicar dos poemarios de Brocato en las primeras series de publicaciones, La sonrisa del tiempo (1962) y Mundo de Sucia Lágrima (1964). En cuanto a sus contribuciones en la revista, Brocato publicó 3 ensayos de crítica literaria y un poema que fue publicado junto a otros en homenaje a los militantes fusilados del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) comandado por Jorge Masetti. En esta oportunidad me centraré en los escritos críticos para extraer de ellos aspectos relevantes respecto a las consideraciones estéticas y políticas, que el autor luego repondría en otros ámbitos de intervención.

En el número inaugural, el artículo que ofició de editorial llevó su firma y se tituló «Reflexión sobre la responsabilidad del escritor» (Brocato, 1964:24). Allí planteaba los dilemas de su generación para dar testimonio de una época, labor que definía como «el propósito entrañable de todo escritor». Para ello se debía romper con los clichés y estorbos a los que se enfrentaban los escritores que, como él, se identificaban con el marxismo. En su concepción, estos dos obstáculos eran el embellecimiento de la realidad y su polo opuesto, el negativismo abrumador. Ese camino debía ser transitado para que el escritor comprometido hablara con su propia voz y no por la de «otros que puedan ser justicieramente sus fiscales y también, si actúan con limpieza, jueces» (24). El compromiso, para Brocato, era moral, y desde allí se debía tomar partido. Pero esa toma de partido no debía constituirse como un lugar de comodidad, a decir del autor, «un oficio para jubilarse sin mayores trastornos cardíacos» (24), sino que por el contrario, implicaba asumirse como un sujeto crítico y por lo tanto dispuesto a cuestionar lo que aparece como dado. En estas pocas páginas aparecía una reflexión que se convertiría en una constante de las formulaciones de Brocato: la autonomía intelectual como fundamento y no como obstáculo de una práctica militante al interior de una organización partidaria. El escritor que toma partido, pero que no traiciona su moral, que habita la incomodidad para sostener su autonomía, pero que no permanece ajeno, como sujeto a la realidad de sus tiempos. En definitiva, un intelectual que, recuperando la máxima gramsciana, se define por su «odio a los indiferentes».[9]

La dirección del PCA entendió a esta declaración de principios como una declaración de guerra y a partir de ella se precipitó la expulsión de los jóvenes escritores. En una entrevista de 1988, con relación a esta expulsión, Brocato afirmaría: «mis divergencias en este terreno [el táctico y estratégico] eran nimias; sólo después se hicieron relevantes. Rompía en verdad por cuestiones metodológicas. Eran los mecanismos del poder partidario, sus distintas formas de estrangularnos, lo que me motivaba».

En el número 3 fue publicado un segundo ensayo del autor titulado «En defensa del Realismo Socialista» (Brocato, 1964). Se trataba de una reflexión que delimitaba de la retórica y normativa que el Estado soviético, a su entender, había construido en torno al concepto de realismo socialista, luego divulgado mediante los aparatos de los PC en todas las latitudes. Brocato remarcaba que, en ese proceso, la dogmática soviética generó sus propios tópicos como el del «optimismo histórico». En sus palabras, esta operación llevó a que dicho optimismo no sea el resultado de «la recreación permanente de la conciencia del comunista que, en la praxis artística y humana lo reconfirma y revitaliza» (1964:5) sino simplemente la «reproducción retórica de la tradición fijada por la estética oficial soviética» (5). Para Brocato, el realismo constituía la corriente artística perdurable a lo largo de la historia que expresó las visiones del mundo de los hombres de distintas épocas. Su rechazo a las corrientes formalistas radicaba en que para él «lo que no es realismo constituye el producto de no mirar el mundo y por ende, renunciar a indagarlo» (6). En tal sentido postulaba que el realismo socialista era la expresión de una visión del mundo desde el marxismo,[10] un concepto que operaba en el nivel gnoseológico, en el plano del conocimiento. Como tal, tenía una naturaleza procesual y estaba sujeto a permanentes revisiones. Desde este lugar alentaba a su recuperación crítica en un movimiento simultáneo que se delimitaba de la ortodoxia soviética. Desde esta posición discutirá, años después, ciertas apropiaciones, a su entender acríticas, de las vanguardias históricas por parte militantes culturales del PST y del propio Nahuel Moreno.[11]

El último de los ensayos publicados en las páginas de LRB formó parte del número 7 (noviembre‒diciembre de 1965), llevó como título «Notas sobre lo nocional y lo emocional en el lenguaje poético» (Brocato, 1965) y puede ser leído como una ampliación de sus escritos previos. En esta oportunidad el interés de Brocato estuvo puesto en la tríada poeta, escritura y lector con el objetivo de identificar la singularidad en la construcción del lenguaje poético. Como todos sus escritos, identificaba antagonistas claros. Nuevamente las fustigadas fueron las corrientes formalistas. Sus notas parciales, como él mismo las define, buscaban ser un aporte para el desarrollo de una visión racional sobre la poesía. El sustento que encontraba Brocato para este abordaje radicaba en la materialidad de las palabras, su significado histórico y su relación con la realidad. Afirmaba que era el vínculo entre realidad y emoción el que lleva a la creación poética. De aquellas vivencias verdaderamente sentidas por el poeta es que se desarrolla su obra. Ahora bien, señala Brocato: «la emoción es inexpresable como tal. Sólo se expresa por equivalentes, los que le ofrece el pensamiento‒lenguaje. De esta relación surge el símbolo, o mejor, el lenguaje simbólico (poético)» (1965:45). El sustento de la creación se encuentra entonces en lo material del lenguaje y en la experiencia de una realidad que no puede ser concebida como universal, sino que tiene sus traducciones de clase. Se trata por lo tanto de una creación que por poética no se aleja de lo concreto. En el reconocimiento de ese objeto devenido símbolo poético se sustenta la posibilidad de que otros «entiendan y sientan su poesía» (46). Por esto mismo, Brocato arriba hacia al final del texto, a lo que define como los problemas de los poetas comunistas (en sentido amplio) para «generar su clientela», ya que de manera inmediata su público no serán los sectores obreros. Esto acarrea dos disyuntivas: o el retroceso y la adaptación a un público elitista o la caída en una poesía proletarizada fundamentada en un posicionamiento ético pero sin contener una verdadera experiencia emocional. Facilitar dicha experiencia es la función que para Brocato deberían cumplir los cuadros políticos en su vínculo con los artistas. Y este punto, sin duda relevante en tanto refuerza los planteos ya esbozados en la editorial del primer número, es rematado del siguiente modo: «Facilitarle: hacerles fáciles [los caminos], no incómodos. Incómodos: caminos que no sean los de él [el poeta] sino los de los que se los ofrecen [los cuadros políticos]» (46). De este modo y de manera elíptica, Brocato sintetizaba los argumentos principales de sus dos intervenciones previas, reafirmando en términos estéticos su defensa del realismo y en términos políticos la autonomía del intelectual aun dentro de una estructura partidaria.

Tras este número, «el narigón» como lo apodaban, se alejó del proyecto editorial debido a diferencias con los principales miembros del comité editorial. La adhesión creciente a la lucha armada de la mayoría de los miembros iniciales aparece como un rasgo insoslayable de ese alejamiento.[12] Sin embargo, nuevamente en la entrevista de 1988 citada más arriba, expresaba:

De inmediato, reaparece la fractura con los compañeros de la revista por razones semejantes, cuya centralidad no radica en las posiciones políticas proguerrilleristas que aquel consejo de redacción había abrazado sino en el hecho de que abrazarlas suponía para mí reincidir en un adhesionismo que nos diluía como intelectuales. Más tarde, como en el caso precedente, mis diferencias políticas se hicieron grandes. Puedo resumir el choque en el rótulo que se me adjudicó: «culturalista». Mi posición fue vista como una «desviación culturalista». Yo me replegué sin fundamentar la mía ni saber con precisión cómo fundamentarla. (Brocato, 1988)

Este repliegue se expresó en la publicación, entre 1966 y 1973, de tres libros. Su tercer poemario titulado Furia y dos ensayos humorísticos, Testimonios marginales (1970) y Manual del Buen Argentino (1972) ya firmados con el seudónimo de Cayetano Bollini, un alter‒ego que acompañará sus intervenciones posteriores en el que lúcida e irónicamente asumía la posición de un liberal que se explayaba sobre diversos aspectos de la realidad argentina. Si un primer momento tras su ruptura se canalizó por estas producciones, entrados los setenta asumiría un nuevo compromiso partidario que sin embargo no implicaría un cambio de posición respecto al rol que debían asumir los intelectuales.

Retazo 2. Momento de convicción trotskista

Brocato ingresó al PST en 1974. La inserción entre los intelectuales y artistas de la corriente fundada por Nahuel Moreno era sumamente incipiente. En la campaña electoral de 1973, encabezada por la fórmula Juan Carlos Coral‒Nora Ciapponi, había logrado cierta visibilidad la figura de Eduardo Pavlovsky[13] como candidato a diputado sentando un mojón para un abordaje más sistemático. Sin embargo, la participación del actor y psicólogo no implicó una estructuración cotidiana en la vida partidaria, sino más bien operaba como una figura amplificadora de la línea en la opinión pública y entre los sectores medios.

Desde su ingreso, Brocato tuvo una participación regular en el periódico Avanzada Socialista (AS) con una columna de humor político (como Cayetano Bollini). Esta colaboración, que se extendió hasta 1976, momento en el que la publicación fue prohibida, estuvo acompañada también por otras intervenciones en la página de arte y cultura, sección regular desde julio de 1974 (número 111 de AS) de la que fue responsable hasta la irrupción del golpe. Conjuntamente fue designado a cargo del flamante frente de intelectuales en marzo de 1975 y cooptado por parte de la máxima instancia de dirección, el Comité Central, desde entonces hasta la agudización de sus críticas a mediados de 1978.

Con motivo de las elecciones en la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) de 1975, sobre las que me detendré en las próximas páginas, Brocato respondía una serie de preguntas en la prensa partidaria y entre ellas esbozaba una definición del rol de los intelectuales. Luego de aclarar que a su entender dicho rótulo involucraba a sectores disímiles de la sociedad, desde los productores medianamente independientes (artistas, escritores, etc.), pasando por sectores de las capas medias ilustradas como los médicos, hasta el «ejército de profesionales» surgido de la industria cultural y los medios de comunicación, postulaba lo que, entendía, era el rol de estos en la sociedad:

Es una astucia del pensamiento burgués pretender una respuesta neutral para el «intelectual en general». Aquí, como en todo, la lucha de clases está presente. Digamos entonces cuál es el rol del intelectual socialista: combatir la ideología dominante desde el pensamiento de la clase obrera, desde el marxismo; en particular, la ideología cultural, las formas de enajenación cultural, desenmascarando sus rasgos de clase. Para esto tiene que hacer una primera tarea: definir cuál es en Argentina, en 1975, la ideología cultural dominante. Otro aspecto surge de nuestra situación de país semicolonial: la penetración cultural del imperialismo. Desde esta perspectiva, la de un país capitalista dependiente, se define nuestra actividad crítica (...). Conocer y trasformar como decía Marx. Una cosa y la otra, sino hay trampa, la vieja trampa del intelectual pequeñoburgués («amigo de la URRS o de la República española» antes y de la Revolución cubana hoy) que tiene una pata en el sistema y otra en la «adhesión» a la revolución. El intelectual socialista se hace en una esforzada (no te la regala el carnet de ningún partido) práctica social por forjar su independencia política y moral de la burguesía. El mayor nivel militante del intelectual es su ligazón orgánica al partido revolucionario. (Brocato, 1975:12)

En estas palabras parecen reverberar las premisas desde las que Antonio Gramsci pensó a los intelectuales orgánicos. Brocato cumplió ese rol al interior del partido asumiendo tanto una función directiva como organizativa. En torno a este último aspecto fue una figura central en la búsqueda de estructurar un abordaje específico hacia los artistas e intelectuales del que la tradición morenista carecía. Asimismo, en el extenso fragmento citado buscaba diferenciarse de los intelectuales que en esos años mostraban simpatía por los procesos de radicalización política pero no asumían un compromiso más allá de sus intervenciones públicas (cuyo caso paradigmático puede sintetizarse, no sin debates, en la figura de Julio Cortázar). Este segundo retazo, entonces, podemos definirlo por el énfasis que el escritor le asignó a la organización partidaria de los intelectuales.

Con su ingreso, las caracterizaciones del PST respecto a la escena cultural argentina comenzaron a madurar y por lo tanto afloraron hipótesis acerca de las tendencias que asumiría este sector conjuntamente con las intervenciones que serían necesarias trazar. Para el PST el camino reaccionario del gobierno tras la efímera «primavera camporista» ponía de manifiesto la inviabilidad de la construcción de una cultura «nacional y popular», aspecto que había llevado a que una parte importante de la intelectualidad adhiera a la izquierda peronista. En una nota publicada a finales de 1974 firmada por Brocato, se avanzaba en este debate señalando que la adhesión de la «pequeñoburguesía radicalizada y culturalizada» compuesta en gran parte por «descendientes del gorilaje en pleno proceso de nacionalización y por «marxistas fatigados de la desilusión stalinista» se mostraba como uno de los grandes problemas debido a que habían aportado un «ropaje revolucionario» al gobierno peronista y por lo tanto habían abonado a la confusión ideológica de las masas. De esa ilusión, para Brocato, no quedaba más que una caricatura siniestra expresada en la figura de Miguel Paulino «Tato»[14] reemplazando a Octavio Getino en el Ente de Calificación Cinematográfica. En el mismo sentido, la nota fustigaba a las prédicas «guerrilleristas» que denostaban la labor intelectual, haciendo de ella y de toda labor cultural el «chivo expiatorio» de sus frustraciones militantes. Ambas conductas, para el autor, expresaban «la impaciencia y desesperación» propia de la mentalidad pequeñoburguesa. La labor intelectual y cultural debía ser considerada como una larga y paciente tarea militante expresada en la construcción de partido (Brocato, diciembre de 1974:10).

Esta incipiente formulación encuentra un mayor desarrollo en documentos internos de comienzos de 1975. Junto con el fin del período «camporista» se señalaba en ellos el agotamiento de la etapa de radicalización política. En este marco los desafíos partidarios estaban puestos en lograr interpelar a aquellos desencantados de la «derechización peronista, disputar la orientación reformista del PC», al que identificaban con una «crisis en su construcción cultural» en buena parte fundamentada por el «seguidismo hecho durante esos años al peronismo» y cooptar a la vanguardia artística que se encontraba fuertemente vinculada a las organizaciones «ultraizquierdistas o guerrilleras». El PST se veía como la única opción viable frente a estas variables. Las directrices centrales al respecto encontraban en Brocato al principal demiurgo (s/f, abril de 1975:16‒17).[15]

En el desarrollo de 1975, se lograron algunas inserciones desde las cuales llevar al terreno práctico estas hipótesis. Se comenzó la construcción de una agrupación de sociólogos, germen de lo que luego sería la Agrupación de Intelectuales Socialistas (AIS) y militantes partidarios empezaron a participar de la Agrupación Gremial de Escritores (AGE) de cara a las elecciones de la SADE. Esta asociación desde su fundación en 1928 había contenido a los sectores de la élite literaria y lejos estaba de ser considerada una asociación gremial. Como señala Federico Iglesias (2019), la creciente politización de los años 60 llevó a que desde el campo literario también se cuestione el rol que debía cumplir. En 1973, se conformó una lista opositora que tuvo como principales candidatos a Humberto Constantini (militante del PRT‒ERP) y a Raúl Larra (PCA).

En 1974, surgió la AGE tendiente a continuar la disputa iniciada el año anterior. En ella confluyeron los sectores más radicalizados de esa primera experiencia. Entre sus miembros, aparte de Constantini, estaban Haroldo Conti, Roberto Santoro (estos últimos también militantes del PRT‒ERP), Abelardo Castillo, Liliana Hecker, Elías Castelnuovo, Bernardo Kordon y David Viñas, entre otros.[16] En su primer comunicado de abril de 1975 afirmaban que quienes la conformaban eran «intelectuales y artistas salidos del campo del pueblo, dispuestos a reforzar con su tarea la obra colectiva de hacer efectiva la liberación» (AGE, 1975:3). En el talante de la época no dudaban en afirmar la «decisión de responder con hechos a sus pensamientos» (abril de 1975:2). Asimismo, ponían de manifiesto su disconformidad con el camino asumido por el gobierno peronista, denunciaban la represión estatal y parapolicial y exigían el fin de la censura. En ese escenario se incorporaron a la agrupación 4 escritores vinculados al PST: Nira Etchenique, Guillermo Harispe, Jorge Roces y Brocato, quien llevó la voz cantante.

La búsqueda de construir una lista común entre las agrupaciones que conformaban la Coordinadora de Escritores para la Liberación (aparte de AGE, los escritores vinculados al PCA y al peronismo ortodoxo) de cara a las elecciones, tal como se expresaba en el comunicado número 2 de la AGE, fracasó (AGE, septiembre de 1975:2). El PCA terminó conformando una lista con el oficialismo, fiel a su histórica definición de sostener la influencia en las asociaciones profesionales, que estuvo encabezada por Horacio Esteban Ratti. Por su parte los escritores peronistas ortodoxos también presentaron su lista llevando como candidato principal a César Tiempo. Los sectores liberales y más elitistas si bien presentaron su espacio de la mano de Emilio Villalba Wesh, en el transcurso de la elección se retiraron denunciado fraude. La lista de la AGE fue encabezada por Elías Castelnuovo. Los resultados ratificaron en la conducción al oficialismo. Sin sorpresas, la AGE quedó tercera, pero sosteniendo el mismo caudal de votos obtenidos el año anterior cuando aún estaba vigente la alianza con el PCA. En la lectura de los militantes del PST este escenario confirmaba su hipótesis de que tanto el peronismo como el estalinismo comenzaban a perder lugar, por lo que era necesario comenzar a afinar los posicionamientos de un espacio de izquierda a la altura de las circunstancias. El debate ahora era hacia el interior de la AGE y por lo tanto hacia los sectores vinculados a la izquierda armada.

Inmediatamente finalizados los comicios (realizados el 25, 26 y 27 de septiembre), Brocato, en nombre de los escritores del PST, elaboró un documento de debate al interior de la AGE del que algunos fragmentos fueron extraídos y publicados a modo de nota en el periódico partidario.[17] En el documento dirigido a la agrupación, se señalaba la necesidad de avanzar en discusiones postergadas por las propias elecciones (Comisión de Escritores del PST, 1975). Los escritores del PST veían como prioritario una mayor definición política de la AGE. La discusión establecida con su conducción pasaba por un punto fundamental: el tipo de unidad a construir con el resto de los espacios que intervenían en el sector (Comisión de Escritores del PST, 1975:11). Ahora bien, esa discusión lejos estaba de ser algo meramente «sectorial» sino que involucraba definiciones políticas de fondo. En la mirada de los morenistas la orientación de la agrupación era «frente populista», aspecto que se reflejaba en las categorías mismas con las que se emitían los comunicados, principalmente la apelación a la «liberación nacional» y al pueblo, en lugar de a la clase obrera. Entendían que el uso de estas categorías, «propias de la burguesía y ajenas al marxismo» terminaban abonando a «velar el conflicto de clases» (Comisión de Escritores del PST, 1975:9) aspecto que trataba de atenuarse con la adición del carácter «social» de tal liberación. Contrariamente a esto, postulaban que la única posibilidad de consolidar el rumbo emprendido, que ya había logrado la ruptura de un sector de la intelectualidad con el estalinismo era justamente propiciar un frente único de izquierda que se postulara por el socialismo. Se trataba en definitiva de «tomar partido», pero no en un sentido «partidista», acusación que se vertía sobre ellos, sino como parte de una batalla teórico‒política contra «las concepciones idealistas, las falsificaciones de las clases dominantes, en definitiva, la ideología burguesa» (Comisión de Escritores del PST, 1975:6). En estos argumentos resuena la pluma de Brocato y los postulados ya contenidos en la reflexión sobre la responsabilidad del escritor del primer número de LRB así como también en la entrevista citada que fue publicada en AS. Por último, dentro del posicionamiento aparece otro aspecto a destacar. Para los escritores del PST la razón por la que esta discusión no se había desarrollado antes, más allá de la situación particular de las elecciones, obedecía a un empirismo extremo basado en la lógica de «la práctica resuelve todo» relegando el debate teórico que era inadmisible en la construcción política y más aún en un agrupamiento de intelectuales (Comisión de Escritores del PST, 1975:4). En este posicionamiento contra el antiintelectualismo que caracterizaba a la izquierda (sin excluir al PST) se reflejaba nuevamente la incidencia de Brocato, aunque, como veremos más adelante, no fue una posición que logrará madurar en las filas partidarias siendo por lo tanto uno de los tantos puntos que lo alejarían en 1979.

El debate no prosperó y la creciente represión conllevó a una atomización de la agrupación, entre desapariciones y exilios. Las fuerzas partidarias se inclinaron hacia la construcción específica de una herramienta para el agrupamiento de los intelectuales afines, que, en consonancia con los posicionamientos antes visitados, fuera capaz de asumir la definición del socialismo. Hacia finales de octubre, es decir en el mismo momento en que se daban las discusiones en la AGE se lanzaba la convocatoria a una primera reunión para la conformación de una agrupación de intelectuales socialistas a realizarse el 8 de noviembre de ese mismo año (S/F, octubre 1975). El desarrollo del agrupamiento de todos modos fue acotado. Desde el comienzo la dirección partidaria mostró cierta desconfianza respecto a los objetivos , siendo el golpe de Estado, de todos modos, el factor determinante. Sumado a esto las lógicas personalistas de Brocato para dirigir el frente también acarrearon fuertes tensiones debido a su perfil confrontativo y por momentos de manifiesto maltrato hacia sus compañeros/as (Agrupación de Intelectuales Socialistas, febrero de 1976). Pese a la elaboración de algunos ejes programáticos y la realización de plenarios a los que se acercaron una decena de intelectuales y artistas, la iniciativa fue puesta en suspenso en marzo, momento en el que se planeaba realizar un tercer encuentro. Ya en el contexto dictatorial las discusiones se retomarían. Para el PST el fracaso del peronismo era evidente, la guerrilla compartía responsabilidades con los militares respecto al escenario de violencia creciente y el aval del PCA a la junta llevaría al definitivo alejamiento de las masas y entre ellas, de los intelectuales y artistas.

Retazo 3. Ruptura y crítica. Esbozos de una teoría sobre el poder en las organizaciones políticas

El PST había comenzado a sufrir los efectos de la represión desde 1974, a manos de grupos parapoliciales como la Triple A.[18] A partir de ese momento, la táctica de intervención de claros rasgos legales (con participación electoral inclusive) fue abandonada para adoptar un funcionamiento de tipo semiclandestino (Osuna, 2015). Esto implicaba una restringida actividad pública en los frentes de masas y una nula acción en ese plano como partido. Con la irrupción del Golpe de Estado, el PST asumió una posición no tan distante de lo postulado por el PCA (Osuna, 2007:6). Sin llegar al punto de plantear como táctica de la etapa la «convergencia cívico‒militar», tal como lo hizo el comunismo (Casola, 2015:54), ambas organizaciones identificaban que dentro de las fuerzas armadas había un sector «pinochetista», dispuesto a desplegar de manera feroz la represión, y un ala de carácter más democrático (representado por Videla), que garantizaría en el mediano plazo la restitución de los derechos constitucionales. Esto llevó a que durante algunos meses la organización no pasara totalmente a la clandestinidad. Recién en julio de 1976, con las leyes 21.322 y 21.325 que «disolvieron y declararon ilegales a la mayor parte de las agrupaciones políticas, sindicales y estudiantiles de la izquierda marxista y peronista, entre ellas, al PST» (Osuna, 2015:102) se adoptó este funcionamiento. Fue a partir de entonces que los principales cuadros de dirección se exiliaron en Colombia, estableciendo al mismo tiempo una dirección local compuesta por cuadros intermedios que se quedó en el país. El funcionamiento local se sustentó en un reforzamiento de las medidas de seguridad. A los fines de este trabajo, es importante destacar que uno de los principales órganos de dirección, la Comisión Ejecutiva, estuvo conformada por ocho personas encargadas de seguir el trabajo en distintos frentes de masas en los que se desarrollaba la militancia, entre los que se destacaba el de intelectuales, siendo Brocato quien, no sin conflictos y alternancias, asumiría esa responsabilidad (Osuna, 2011:104).

El rol del frente de intelectuales y particularmente de la figura del escritor fue relevante y disruptiva en los debates que se dieron durante los primeros tres años posteriores al golpe.[19] Al mismo tiempo, las tensiones generadas lo llevaron a alejarse de la dirección del frente durante 5 meses (entre diciembre de 1976 y mayo de 1977) y a una ruptura definitiva a comienzos de 1979. Es posible identificar tres tópicos estrechamente relacionados, en los intercambios del escritor con la dirección partidaria: la concepción política y el método de construcción, el rol de los intelectuales dentro del partido y la intervención específica en el sector. En este caso me detendré en las dos iniciales en tanto permiten dimensionar las críticas que llevaron a su ruptura con el PST.

Respecto al primer punto, un documento con fecha 30 de mayo de 1977, firmado por Brocato y otros dos miembros del frente de intelectuales, desarrollaba una fuerte crítica respecto a la ausencia de insumos de caracterización política profunda a lo largo de 1976, cuya consecuencia principal había sido la imposición de un «practicismo burocratizante» (Brocato, mayo de 1977:12). El sentido que le otorga al mismo estaba vinculado a la ruptura de la concepción dialéctica de la «praxis» en términos marxistas. La imposición del «hacer» sin reflexionar, caracterizar y discutir, anulaba, para el escritor, el desarrollo consciente de la militancia haciéndola solo reproductora de lo que resolvía la dirección. Por esto mismo, derivaba en burocratizante, ya que con ese proceder se devaluaban las posibilidades de discusión por parte de la «base» y no se la dotaba de herramientas para elaborar argumentos. Al mismo tiempo este automatismo militante explicaba, en la mirada del Brocato, los errores para caracterizar y problematizar lo que estaba ocurriendo. De este modo, se soslayaban los efectos de la represión, tanto en las propias filas como en otras organizaciones de izquierda y se relativizaban las deserciones militantes de los «fundidos». Estas últimas terminaban siendo explicadas con argumentos auto‒justificatorios como «el origen de clase» sin profundizar en los «errores políticos cometidos» (10). En definitiva, Brocato lo que identificaba era la configuración de una ideología partidaria que más adelante definirá como «espíritu de secta».

Uno de los detonantes para la renuncia de Brocato a la dirección del frente en diciembre de 1976 fue la repentina quita de la renta partidaria con la que contaba. Este aspecto es relevante porque llevó a la discusión del segundo tópico que me interesa: el rol de los intelectuales dentro del partido. La eliminación de la renta implicaba al mismo tiempo la desprofesionalización militante, es decir, la dedicación jerarquizada de un miembro partidario a las tareas específicas. Asimismo, él era el único rentado del frente, por lo tanto, esta decisión afectaba también a los objetivos que se pudieran trazar en ese plano. En la discusión, que aparece reflejada en varios documentos entre 1977 y 1978,[20] los argumentos esgrimidos por Brocato apuntan a definir la especificidad del intelectual militante dentro del partido, que, a su entender, debía conjugar la elaboración hacia adentro, es decir en términos de formulación de orientaciones políticas, como hacia afuera, en tanto trabajador de la cultura. El escritor sumaba a esto que, bajo las condiciones estructurales del capitalismo, las posibilidades de subsistencia a partir de la producción artística, literaria o intelectual suelen acarrear grandes dificultades, aspecto acentuado en momentos álgidos de censura y represión, por lo tanto, a la doble labor intelectual‒productiva se añadía la necesidad de un trabajo para el sustento material (Brocato, abril de 1978). Sin desconocer la función de un intelectual a la interna de una organización partidaria, Brocato defendía los rasgos autónomos de la producción intelectual. Se ubicaba desde una posición de «intelectual militante», cuyo rol era auxiliar con sus elaboraciones a los devenires de la lucha de clases y cuya obra era una herramienta en ese sentido (Brocato, septiembre de 1978:41).

Las respuestas esgrimidas desde la dirección partidaria tendieron a diluir esta diferenciación acentuando la igualdad de todos los militantes dentro del partido, remarcando que era natural la contradicción de la inserción de sectores intelectuales (debido, nuevamente, a su origen de clase), en un partido que se proponía organizar a la clase obrera y que las situaciones descriptas por Brocato, es decir, tener que trabajar de algo para lo que no se habían formado, no era una cuestión que tuviera que resolver de manera «organizativa» el partido, sino mediante la lucha política por ser una injusticia propia del sistema capitalista (s/f, abril de 1978:1). En su documento de ruptura, Brocato termina adjudicando las argumentaciones de este tipo al «obrerismo» (en tanto una absolutización de los valores de clase) imperante en el morenismo, motivo que llevaba, a su entender, a confundir «el rol auxiliar de los intelectuales con la función de un adorno en los días de fiesta» (Brocato, septiembre de 1978:50). Es decir, una concepción que restringía el papel del intelectual dentro del partido a la relevancia que podía tener su prestigio en determinados momentos.

Pese a las tensiones y diferencias, Brocato volvió a la dirección del frente e incluso, hacia finales de 1977, elaboró un extenso documento de carácter propositivo (Brocato, diciembre de 1977); sin embargo, el camino emprendido no tendría retorno. En 1978 el frente de intelectuales fue intervenido y se reconfiguro su dirección con Alicia Sagranichini a la cabeza. El aislamiento del escritor fue in cresendo. A mediados de ese año envió a la dirección de la IV Internacional un documento con críticas profundas a la tradición política del morenismo. Si bien no podré plasmar un análisis pormenorizado de las 55 páginas que lo componen, veo necesario añadir a lo ya dicho algunos planteos allí presentes que implican no solo una ruptura con una tradición política particular sino también el comienzo de una revisión total de las lógicas partidarias que caracterizó los derroteros posteriores de Brocato.

A lo largo del escrito, al que define como un testimonio de sus cinco años de militancia en el PST, desarrolla un concepto que a su entender sintetiza esa experiencia, el de «espíritu de secta monolitizado» (Brocato, septiembre de 1978).[21] Se encarga de precisar cada término para dar cuenta semántica y políticamente de su paso por el trotskismo. Para el escritor, una secta antes que por su tamaño se caracteriza por ser un grupo que se autolegitima mediante ciertos dogmas internos. A partir de ellos «segrega, destruye o esteriliza» a quienes en su interior se atreven a plantear algún cuestionamiento. En el PST esos dogmas se fundaban en la palabra de Nahuel Moreno, configurando desde allí un pensamiento «monolítico», tanto en las definiciones de la coyuntura política como en otros terrenos, tales como la sexualidad o inclusive el arte. Brocato se encargaba de destacar que, así como a Moreno le cabía la responsabilidad de comenzar ese circuito, era la misma lógica de secta la que llevaba a una retroalimentación y falta de cuestionamiento que derivaba en una militancia sin capacidad de crítica y elaboración propia, sustentada en una suerte de religiosidad. Los cuestionamientos, eran resueltos entonces ya sea apelando a maniobras burocráticas o a una «escolástica de la cita» (Brocato, septiembre de 1978:35) que encontraba sustento en las obras de Trotsky y del propio Moreno, antes incluso que de Marx. La secta en su perspectiva, era la caricatura del partido.

En el marco de un creciente aislamiento de la vida partidaria, en momentos donde se había conformado una fracción minoritaria en oposición a la dirección y se había realizado una conferencia nacional de cara al congreso que tuvo lugar en 1980, el escritor reclamaba en dos minutas distintas (Brocato, junio de 1979; julio de 1979), la inclusión en los ámbitos orgánicos del partido. En lo que sería su último escrito como militante, una carta abierta que hizo llegar prácticamente de mano en mano a diversos militantes y a la dirección, no dudaba en afirmar que su condición de militante orgánico había sido mutilada dejando sólo vivo «el órgano del acatamiento, la obediencia y la sumisión» (Brocato, julio de 1979:2). Denunciaba allí calumnias múltiples, todo tipo de maniobras para que sus posiciones no lleguen al conjunto de la militancia e incluso la negación a publicar como partido un extenso estudio que había realizado como intelectual orgánico al que había titulado «Literatura y Revolución» en un claro homenaje a la obra de Trotsky. Por último, afirmaba que la condición impuesta para su reincorporación había sido la elaboración de un escrito autocrítico desdiciendo sus documentos, método que era emparentando indefectiblemente a los ya vividos en su militancia al interior del PCA. Pese a esto el escritor sostenía que su identidad con esta corriente política excedía los vicios de secta que identificaba en el morenismo. En sus palabras «soy trotskista no para que me publiquen mi producción ideológica sino, fundamentalmente, para poder, entre otras cosas, opinar y decidir sin trabas en los plebiscitos. Y esto, compañeros, no he podido hacerlo» (Brocato, julio de 1979:1). La búsqueda de otros mecanismos partidarios desde los que evitar el estrangulamiento del aparato persistían en su optimismo, pero, sin embargo, en estos últimos escritos es donde aparecen los esbozos de una crítica que lo alejó definitivamente de este modo de organización para persistir de otras formas de desplegar su rol como intelectual militante.

A modo de confección

Hilvanar estos retazos nos lleva a la confección de una pieza incompleta, una trayectoria con múltiples fugas signadas por la polémica y el debate. Tal como propone Cafassi recuperando una definición de Edward Said (1996), el perfil que Brocato adoptó para intervenir en los debates aquí analizados (y también los que protagonizó a posteriori) podrían ser definidos bajo la figura del «francotirador», es decir, aquel intelectual que perturba el status quo, «un sujeto centrado en el esfuerzo por romper los estereotipos y las categorías reduccionistas que tan claramente limitan el pensamiento y la comunicación» (Said, 1996:12). Por esto, en algún punto, fue también un intelectual a contracorriente, un «paria» que habitó «otros años sesenta» en abierta discusión con los senderos más transitados por sus compañeros de pluma: el de la lucha armada y el de la «peronización».

Ahora bien, me interesa destacar que, en el recorrido hecho hasta aquí, el mismo escritor dejaba planteada una categoría singular para definir su praxis: la de «intelectual militante». En ella, parece conjugarse una síntesis particular de la labor intelectual y su vínculo con la política. Por un lado, se diferencia del «intelectual revolucionario» de mediados de los 60 y principios de los 70 en tanto no está en el horizonte el cambio de «la pluma por el fusil» (Gilman, 2003), es decir la transmutación de su campo de intervención. Tampoco se asimila a la del «intelectual crítico» de estilo sartreano, ya que su acción excede a un cuestionamiento en la esfera pública para conjugar también sus aportes en el desarrollo de un proyecto político particular. No es posible sintetizarla con la del «intelectual disidente», en tanto respuesta individual frente al desmembramiento del campo intelectual, como fueron caracterizados por Mara Polgovsky (2009) aquellos intelectuales de las «catacumbas» durante la dictadura, debido a que aun en ese contexto signado por el terror, buscó generar marcos colectivos de acción y por lo tanto de resistencia. Por último, tampoco encaja en la figura del «intelectual responsable» de la transición democrática (De Diego, 2003) cuya intervención encontró carriles institucionales y mesura respecto a sus ámbitos de incumbencia.

Brocato persistió en su condición de intelectual militante, más aún cuando en los años posdictatoriales logró sistematizar su crítica a lo que definía cómo lógicas de poder al interior de las organizaciones partidarias. Desde esa ruptura, sus aportes confluyeron tempranamente con movimientos sociales, como el movimiento feminista o derivaron en nuevas organizaciones como el Foro Institucional, suerte de agrupamiento político intelectual que se proponía fomentar formas más igualitarias de poder. Quizás sea allí, en ese concepto y en esa praxis, donde debamos continuar escarbando para enriquecer nuestro propio hacer, recuperando trayectorias tantas veces soslayadas, probablemente por su potencial herético, que nos hagan revisar nuestro trabajo y rol en la sociedad.

Referencias bibliográficas

Alle, M. F. (2012). La imagen de escritor de Raúl González Tuñón, de los sesenta a los treinta: relaciones entre literatura y política. A contra corriente. Una revista de Historia Social y Literatura de América Latina, 10(1), 413‒450.

Altamirano, C. (1992). Peronismo y cultura de izquierda (1955–1965). Latin American Studies Center.

Altamirano, C. (1975, septiembre). ComunicadoN° 2. Archivo Fundación Pluma.

Agrupación de Intelectuales Socialistas (1976, febrero). Boletín N°1. Archivo Fundación Pluma.

Asociación Gremial de Escritores (1975, abril). ComunicadoN°1. Archivo Fundación Pluma.

Brocato, C.A. (1964, diciembre). Defensa del Realismo Socialista. La Rosa Blindada, 3.

Brocato, C.A. (1964, octubre). Reflexión sobre la responsabilidad del escritor. La Rosa Blindada, (1), 24.

Brocato, C.A. (1965, diciembre). Notas sobre lo nocional y lo emocional en el lenguaje poético. La Rosa Blindada, (7), 44‒46.

Brocato, C.A. (1975, noviembre). Los escritores votan esta semana.Avanzada Socialista, (164).

Brocato, C.A. (1974, 30 de diciembre). Cultura y política. La Construcción del Partido. AvanzadaSocialista, (134), 10.

Brocato, C.A. (1975, noviembre). Los escritores votan esta semana.Avanzada Socialista, (164), 12.

Brocato, C.A. (1977, mayo). Boletín Interno. Minuta Intelectuales. Archivo Fundación Pluma.

Brocato, C.A. (1977, diciembre). Boletín Interno. Intelectuales. Archivo Fundación Pluma.

Brocato, C.A. (1978, abril). Para superar la situación del frente de intelectuales. Archivo Fundación Pluma.

Brocato, C.A. (1978, septiembre). Contra el espíritu de secta monolitizado. Archivo Fundación Pluma.

Brocato, C.A. (1979, junio). A la dirección del Frente de Intelectuales. Archivo Fundación Pluma.

Brocato, C.A. (1979, julio). Carta abierta a los militantes trotskistas. Archivo Fundación Pluma.

Brocato, C.A. (1988). Izquierda: En busca de la ética perdida. Fahrenheit 450, (3), 20‒23.

Cafassi, E. (2000). Prólogo: Ética y política. Del infeliz matrimonio a la porfía romántica de Carlos Brocato. En Brocato, C. A., ¿Adónde va la democracia? (pp. 7‒30). Areté.

Casola, N. (2015). El PC y la dictadura militar: Militancia, estrategia política y represión estatal. Imago Mundi.

Comisión de Escritores del PST (1975, octubre). Agrupación Gremial de Escritores. Por una agrupación clasista. Archivo Fundación Pluma.

Cormick, F. (2023). La nueva izquierda armada: un actor protagónico en la Argentina de los años ’70. Contenciosa, 13. https://bibliotecavirtual.unl.edu.ar/publicaciones/index.php/Contenciosa/article/view/12530/18476

Cosentino, O. (2008). Eduardo Pavlovsky: soy como un lobo, siempre voy por el borde. Capital Intelectual.

De Diego, J.L. (2003). Campo intelectual y literario en la Argentina (1970‒1986). Tesis de Doctorado. La Plata, Universidad Nacional de La Plata.

Friedemann, S. (2021). Izquierda peronista y nueva izquierda. Archivos, 18, 182–190. https://www.archivosrevista.com.ar/numeros/index.php/archivos/article/view/302

Gilman, C. (2003). Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina. Siglo XXI.

Hilb, C. y Lutzky, D. (1984). La Nueva izquierda argentina: 1960–1980. CEAL.

Iglesias, F. (2019). Escritores, dictadura y resistencia .Un estudio sobre la revista El Ornitorrinco (1977‒1983). Editoriales de la Universidad Nacional de General Sarmiento/ Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata/ Universidad Nacional de Misiones.

Katchadjian, G. (2007). La Rosa Blindada: Entre la cultura de la rebelión y la política revolucionaria. IV Jornadas de Jóvenes Investigadores. Instituto de Investigaciones Gino Germani. Universidad de Buenos Aires https://www.aacademica.org/000-024/119

Kohan, N. (Comp.) (1999). La Rosa Blindada. Una pasión de los ’60. La Rosa Blindada

Manduca, R. (2018). Stanislavski es Stalin: Teatro, experimentación y política en la última dictadura militar argentina (1976‒1983). Kamchatka. Revista de análisis cultural, 12, 435‒454. https://ojs.uv.es/index.php/kamchatka/article/view/11538

Manduca, R. (2021). Surrealismo «anacrónico», internacionalismo y trotskismo en la última dictadura militar argentina (1976‒1983). Sures, 16, 65‒85.

Manduca, R. (2022). «Por una hora menos de sueño»... Militancias culturales vinculadas al Partido Socialista de los Trabajadores en la Ciudad de Buenos Aires durante la última dictadura (1976‒1983). Tesis de Maestría. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.

Mangiantini, M. (2018). Itinerarios militantes. Del Partido Revolucionario de los Trabajadores al Partido Socialista de los Trabajadores (1965‒1976). Imago Mundi.

Mangiantini, M. (2021). La «nueva izquierda» una categoría en discusión.Archivos, 18, 168–175. https://www.archivosrevista.com.ar/numeros/index.php/archivos/article/view/302

Margiolakis, E. (2016). La conformación de una trama de revistas culturales subterráneas durante la última dictadura cívico-militar argentina y sus transformaciones en postdictadura. Tesis de Doctorado. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.

Ollier, M.M. (1986). El fenómeno insurreccional y la cultura política (1969–1973). CEAL.

Osuna, M.F. (2007). Los partidos de izquierda que no adhirieron a la lucha armada durante la última dictadura militar argentina (1976‒1983). El caso del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia. San Miguel de Tucumán, Universidad de Tucumán. https://cdsa.aacademica.org/000-108/710

Osuna, M.F. (2011). Entre la legalidad y la clandestinidad. Un análisis de las prácticas políticas del Partido Socialista de los Trabajadores durante la última dictadura militar argentina. Revista Izquierdas, (11), 87‒117. https://www.izquierdas.cl/images/pdf/2011/12/FlorenciaOsuna.pdf

Osuna, M.F. (2015). De la «Revolución socialista» a la «Revolución democrática». Las prácticas del Partido Socialista de los Trabajadores/Movimiento al Socialismo durante la última dictadura (1976‒983). Editoriales de Universidad Nacional de General Sarmiento/ Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata/ Universidad Nacional de Misiones.

Petra, A. (2012). Intelectuales y política en el comunismo argentino: Estructuras de participación y demandas partidarias (1945‒1950). Anuario IHES, (27), 27‒56.

Polgovsky Ezcurra, M. (2009). Cultura de catacumbas. Grupos de estudio y disidencia intelectual en el Buenos Aires de la última dictadura. Tesis de licenciatura. México, Centro Colegio de México.

Said, E. (1996). Representaciones del Intelectual. Paidós.

s/f (1975, abril). Hacia la construcción de un Frente de Artistas. Archivo Fundación Pluma

s/f (1975, octubre). Convocatoriaa la reunión constitutiva de la Agrupación de Intelectuales Socialistas. Archivo Fundación Pluma.

Spisanti, R. (2005). Miguel Paulino Tato: El crítico censor. Imagofagia. Revista de la Asociación de Estudios de Cine y Audiovisual, (5). http://www.asaeca.org/imagofagia/index.php/imagofagia/article/view/699/678

Tarcus, H. (1999). La secta política. Ensayo acerca de la pervivencia de lo sagrado en la modernidad. El Rodaballo. Revista de política y cultura, (9), 13‒33.

Tarcus, H. (2020). Entrada de Diccionario «Brocato, Carlos Alberto». Diccionariobiográfico de las izquierdas latinoamericanas. https://diccionario.cedinci.org/brocato-carlos-alberto/

Terán, Oscar (2013). Nuestros años 60. La formación de la nueva izquierda intelectual argentina. Siglo XXI.

Tortti, M.C. (1999). Protesta social y Nueva Izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional. En Pucciarelli, A. (Comp.), La primacía de la política (pp. 205‒233). Eudeba.

Tortti, M.C. (2022). Historia Reciente y nueva izquierda: una revisión. Tortti, M.C. y González Canosa, M. (Dirs), La nueva izquierda en la historia reciente argentina (pp. 17‒36). Prohistoria.

Trotsky. L. (2015). Literatura y Revolución. Razón y Revolución.

Notas

[1] Es importante señalar que Terán «advierte» sobre su recorte específico en torno al campo de las ideas para utilizar el concepto de nueva izquierda. Es decir, su énfasis puesto en el plano intelectual sin involucrar de manera central —aunque obviamente sin excluirlo tampoco— aquello que sucedía en el plano de los partidos políticos. Se trata entonces de pensar las transformaciones de ese campo intelectual en diálogo con aquellas suscitadas en Europa y Norteamérica, en la influencia del pensamiento de Antonio Gramsci, Jean Paul Sartre, la New Left Review y los movimientos de liberación nacional y sus traducciones al calor de la etapa política abierta en América Latina con la Revolución cubana y en Argentina con la proscripción del peronismo. En una línea similar, pero centrado justamente en estos cambios dentro de la intelectualidad peronista se encuentra el trabajo de Carlos Altamirano (1992). Estos señalamientos son realizados también en un interesante artículo en torno a la configuración del concepto de nueva izquierda escrito por Federico Cormick (2023).
[2] También en este caso ameritan precisiones ya que el concepto de nueva izquierda es objeto aún de discusiones. Planteado inicialmente por una serie de trabajos como el de Claudia Hilb y Daniel Lutzky (1984) o de María Matilde Ollier (1986) para referir las organizaciones de izquierda surgidas a partir de 1970 que adoptaron la lucha armada y rompieron con los partidos tradicionales como el Partido Comunista y el Partido Socialista o a fracciones del peronismo que optaron por esta estrategia, tuvo una revisión influyente a partir de las investigaciones de María Cristina Tortti (1999). Esta autora amplío temporalmente el surgimiento de esta nueva izquierda política, retrotrayendo su análisis a mediados de la década del 60. Consideró para ello las diversas rupturas del Partido Socialista, así como también a actores más amplios, desde los movimientos de protesta juveniles y contraculturales hasta las organizaciones revolucionarias (armadas o no) que fueron configurando una suerte de «campo social y político» con rasgos comunes (Tortti, 2021). Otros autores han planteado una suerte de indefinición del concepto y por lo tanto enfatizaron aspectos puntuales. Es el caso de Sergio Friedemann (2021) respeto a la necesidad de explicitar el rol de las organizaciones peronistas dentro de este fenómeno político incluso de aquellas que no necesariamente incorporaron acervos provenientes del marxismo, o de Martín Mangiantini (2021) respecto a la «ampliación del sujeto revolucionario» que caracterizó a organizaciones como el PST más allá de sostener un tipo de organización partidaria tradicional, entre otros. También para una sistematización de estos debates me remito al trabajo de Federico Cormick (2023).
[3] La utilización de la definición de izquierda no armada diferencia, dentro del conjunto de las organizaciones políticas de la nueva izquierda, a aquellas que no concibieron como estrategia principal la lucha armada. Se trata de organizaciones «insurreccionalistas» que jerarquizaban la huelga general de masas como eslabón estratégico principal en el desarrollo de un proceso revolucionario. Ahora bien, esto no implica que no hayan construido de todos modos un aparato de autodefensa armado. Ver Casola (2015), Mangiantini (2018), entre otros.
[4] El nombre «morenismo» deriva del principal referente de este sector de la izquierda y fundador de los primeros núcleos trotskistas en Argentina, Nahuel Moreno (seudónimo de Hugo Miguel Bressano). Su derrotero, que comenzó con la fundación del Grupo Obrero Marxista (GOM) en 1944, adquirió rasgos propios signados por la polémica, por ello dentro del espectro más amplio del trotskismo, adquirió una identidad diferenciada y un rol destacado, por momentos, dentro de la IV Internacional. Posterior al GOM y producto de diversas confluencias y rupturas, Moreno conformó Palabra Obrera (1957), organización que en 1964 confluyó con el Frente Popular Indoamericano (FRIP) encabezado por Mario Roberto Santucho que tenía cierta influencia en Santiago del Estero y Tucumán. De esta unión surgió el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En 1968, producto de las discusiones en torno a la lucha armada, este partido se dividió en dos, quedando confirmado el PRT La Verdad (comandado por Moreno) y el PRT El Combatiente (dirigido por Santucho). En 1972, el sector de Moreno volvió a unificarse con otra organización, en este caso el Partido Socialista (Secretaría Juan Carlos Coral), un desprendimiento del PS Argentino, dando nacimiento al PST.
[5] Su obra poética en estos años está compuesta por La sonrisa del tiempo (1962), Mundo de sucia lágrima (1964) y Furia (1969). Por su parte los ensayos humorísticos firmados como Cayetano Bollini y publicados en este período fueron Testimonios marginales (1970) y Manual del Buen Argentino (1972).
[6] La única referencia de un proyecto que buscaba abordar la obra de Brocato desde una perspectiva biográfica es el de Daniel Kohen, finalmente abortado.
[7] Me refiero a los planteos de Brocato en el libro El exilio es el nuestro. Los mitos y los héroes argentinos ¿Una sociedad que no se sincera?, publicado en 1986 por la editorial Sudamericana/Planeta.
[8] Pasado y Presente nació en la ciudad de Córdoba en 1963, bajo la dirección de José M. Aricó. Participaron del proyecto inaugural de la revista Oscar del Barco, Samuel Kieczkovsky y Héctor Schmucler, en la ciudad de Córdoba; también Juan Carlos Portantiero, quien acompañó la iniciativa desde Buenos Aires. Forjado al interior del PCA, el proyecto que estos jóvenes desarrollaron proponía una mirada heterodoxa del marxismo con una recuperación novedosa para el ambiente intelectual local de autores italianos como Antonio Gramsci y Galvano Della Volpe. Con la aparición del primer número, su declaración de principios de claro corte generacional confesaba que no reconocían maestros locales. Este gesto parricida llevó a su expulsión del partido. Ver Burgos (2004).
[9] Claro que esta recuperación no es azarosa. Al igual que los jóvenes vinculados a Pasado y Presente, el marxismo italiano tuvo una influencia destacada en los miembros de La Rosa Blindada y Brocato no fue la excepción.
[10] Un aspecto interesante a señalar de esta reivindicación hecha por Brocato sobre el realismo es que se puede pensar en un diálogo estrecho con la definición que arrojaba León Trotsky, tempranamente, en Literatura y Revolución (1923). En palabras del revolucionario bolchevique: «¿Qué entender ahora por el término realismo? En diferentes épocas, el realismo dió expresión a los sentimientos y exigencias de diferentes grupos sociales y además con métodos bastante diferentes. Cada uno de estos realismos es susceptible de una particular definición socioliteraria y de una particular valoración formal‒literaria ¿Qué tienen en común? Ciertos rasgos bastantes importantes de la percepción del mundo: la percepción de la vida tal como es, no apartarse de la realidad sino asumirla artísticamente, un activo interés hacia la realidad en su estabilidad y en su variabilidad concreta, el afán por esta vida —bien por representarla tal cual es o por hacerla cima de la creación artística, bien para justificarla o condenarla, bien para fotografiarla, bien por generalizarla o bien simbolizarla—, pero precisamente por esta vida en nuestras tres dimensiones, como materia suficiente, cabal y válida para la creación artística. En este sentido filosófico amplio y no en el de una escuela literaria cualquiera, podemos decir con certeza que el nuevo arte será realista» (Trotsky, 2015:349).
[11] En su documento de ruptura con el PST, sobre el que nos detendremos en los siguientes apartados, incluye como ejemplo del pensamiento «monolítico» del partido las premisas en torno al surrealismo sustentadas por Nahuel Moreno y apropiadas por diversos jóvenes que protagonizaron iniciativas artísticas durante los años de la última dictadura. En la mirada de Brocato, la oposición antirrealista que terminaba configurándose como el corpus doctrinario no escrito del morenismo era más bien una «extensión emotivo‒doctrinaria» del antistalinismo de la corriente, sin mayores reflexiones estéticas. Para conocer más sobre las concepciones del surrealismo en las iniciativas del morenismo ver Manduca (2018, 2021).
[12] Está crítica a la lucha armada en tanto ética política la profundizará tras la dictadura en su ensayo La Argentina que quisieron, Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1985. Si bien fue editado en 1985 fue escrito en España durante 1980.
[13] Pavlovsky aparte de desempeñarse como director, autor y actor fue una figura relevante en el campo de la salud mental. Cruzó incluso ambas formaciones e introdujo el psicodrama en Argentina. En 1955 terminó la carrera de medicina y al año siguiente comenzó su formación como psicoanalista en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). A partir de experiencias de psicoterapia grupales que desarrolló junto a otros colegas en el Hospital de Niños incursionó de manera intuitiva en el psicodrama. En 1963, viajó a Nueva York con el fin específico de formarse en este campo con Jacob Moreno, médico rumano y creador del psicodrama. La introducción de esta disciplina en una coyuntura donde el psicoanálisis en nuestro país se encontraba en un verdadero «boom» generó tensiones importantes dentro de la APA (Cosentino, 2008:35). En lo que respecta a su formación teatral sus primeros acercamientos fueron a grupos amateurs paralelamente a terminar la carrera de medicina. A comienzos de los 60 arribó a un espacio de formación central en ese momento: el grupo Nuevo Teatro de Alejandra Boero y Pedro Asquini. De esta formación junto a la incursión en textos de autores posvanguardistas como Eugene Ionesco y sobre todo Samuel Beckett, surgió el grupo Yenesí encabezado por él junto a Julio Tahier. Con este grupo comenzaron a poner en escena obras escritas por Pavlovsky tales como La Espera Trágica. A finales de los 60, comenzó a ser convocado como actor para obras que excedían a su grupo. En 1968 trabajó bajo la dirección de Alberto Ure en Atendiendoal Sr. Sloane, de Joe Orton, una obra con muy buena recepción del público y la crítica, que lo consolidó como una figura relevante de la escena teatral. Para un profundo análisis de la trayectoria teatral de Pavlovsky (Dubatti, 2014).
[14] Miguel Paulino Tato fue un crítico de cine, un periodista polémico, nacionalista, católico y cercano a las ligas moralizadoras y a sectores del Ejército, que fue nombrado como interventor del Ente de Calificación por la presidenta María Estela Martínez de Perón en el año 1974 y reafirmado en esa función hasta el año 1978 cuando se jubiló. Cómo periodista había comenzado su trayectoria en los años 30 dentro del diario El Mundo realizando allí las críticas cinematográficas que firmaba con el seudónimo de «Néstor». Fue de los primeros críticos argentinos en viajar asiduamente a Hollywood. Participó de revistas nacionalistas‒conservadoras como Cabildo y Mayoría. En su rol de censor Tato cortó 1200 películas y prohibió 337, más de un 30 por ciento de los films presentados a su consideración durante su gestión, la gran mayoría extranjeras. Para profundizar en su trayectoria ver Spisanti (2005).
[15] Hacia la construcción de un Frente de Artistas, 20/04/1975. Archivo Digital, Fundación Pluma.
[16] Como remarca Federico Iglesias, la Agrupación Gremial de Escritores sufrió la desaparición de seis de sus integrantes: Lucina Álvarez, Oscar Barros, Haroldo Conti, Juan Carlos Higa, Dardo Dorronsoro y Roberto Santoro (Iglesias, 2009:129).
[17] Las notas fueron «La SADE y el camino clasista» en AS N°167, 10/10/1975; «Agrupación Gremial Clasista. Por una agrupación clasista (II)» en AS N°170, 8/11/1975; «Agrupación Gremial Clasista. Por una agrupación clasista (última nota)» en AS N°171, 14/11/1975.
[18] El 29 de mayo de 1974 un grupo parapolicial ingresó por la fuerza al local partidario de Pacheco donde había 6 militantes del PST. Luego de golpearlos y amedrentarlos fueron subidos a dos autos. A tres de ellos (las tres mujeres) las dejaron ir a las pocas cuadras. Los tres restantes fueron acribillados y sus cuerpos encontrados al día siguiente en pilar. Se trataba de Dalmacio Meza (obrero de Astarsa), Marío Zidda (estudiante) y Mario Mosses (obrero de Wobron). Por otro lado, el 4 de septiembre de 1975 Adriana Zaldúa, Hugo Frigerio, Roberto Loscertales, Ana María Guzner y Lidia Agostin fueron secuestrados mientras se dirigían a apoyar un conflicto obrero en la Petroquímica Sudamericana. Al otro día, Oscar Lucatti, Carlos Povedano y Patricia Claverie de la misma regional La Plata, también fueron secuestrados y asesinados. Ver AS, N°106, 4/6/1974 y AS, N°161, 6/9/1975.
[19] Esta afirmación la sustentamos en que aspectos críticos señalados por Brocato a la dirección, pese a su posterior ruptura, fueron tomados para la reorientación de la construcción partidaria a partir de 1979. Son recuperados también en un documento que hace un recorrido de las orientaciones y cambios llevadas adelante desde 1976, elaborado tras el Congreso que el PST realizó en 1980. Se han abordado estas cuestiones en Manduca (2022).
[20] Algunos de estos documentos son: Min. Crítica frente de intelectuales-DN-DR, 11/04/1977; Respuesta crítica sobre intelectuales, 1978; Para superar la situación del frente de intelectuales; 15/04/1978, Archivo Fundación Pluma.
[21] Es oportuno señalar que muchas de las lógicas y argumentos de Brocato en clave de debate político encuentran una traducción teórico‒académica en el artículo de Horacio Tarcus (1998) «La secta política. Ensayo acerca de la pervivencia de lo sagrado en la modernidad».

Información adicional

Para citar este artículo:: Manduca, R. (2024). Carlos Alberto Brocato: otros años 60 (y setenta). Tres retazos de una trayectoria intelectual. El taco en la brea, (19) (diciembre–mayo). Santa Fe, Argentina: UNL. e0144 DOI: 10.14409/eltaco.10.19.e0144



Buscar:
Ir a la Página
IR
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
Visor de artículos científicos generados a partir de XML-JATS4R