Dossier
Recepción: 19 Diciembre 2023
Aprobación: 28 Febrero 2024
Para citar este artículo:: Abbate, F. (2024). La escritora como mujer que combate: U.H.P. Mineros de Asturias de María Luisa Carnelli. El taco en la brea, (19) (diciembre–mayo). Santa Fe, Argentina: UNL. e0138 DOI: 10.14409/eltaco.10.19.e0138
Resumen: El artículo analiza el libro U.H.P. Mineros de Asturias (1936) de María Luisa Carnelli, valorizando su papel como cronista y militante a partir de la insurrección de Octubre de 1934 en Asturias. En esta obra olvidada y pionera, que se distingue por haber sido escrita por una mujer extranjera, Carnelli no solo documenta los acontecimientos insurreccionales e interviene denunciando la represión posterior, sino que también refleja su evolución personal de escritora a activista cultural comunista. El análisis resalta la importancia de la obra en el contexto de la literatura argentina y su contribución a la historia de la resistencia antifascista, destacando especialmente la participación de las mujeres.
Palabras clave: Revolución de Asturias 1934, María Luisa Carnelli, mujeres antifascistas, crónicas, comunismo argentino e historia intelectual.
Abstract: The article analyzes the book U.H.P. Miners of Asturias(1936) by María Luisa Carnelli, valuing her role as a chronicler and militant from the insurrection of October 1934 in Asturias. In this forgotten and pioneering work, which is distinguished for having been written by a foreign woman, Carnelli not only documents the insurrectional events and denounces the subsequent repression, but also reflects her personal evolution from writer to communist activist. The analysis highlights the importance of the work in the context of Argentine literature and its contribution to the history of the anti-fascist resistance, especially emphasizing the participation of women.
Keywords: Asturias Revolution 1934, María Luisa Carnelli, antifascist women, chronicles, argentine communism and intellectual history.
Introducción
En este trabajo quisiera iluminar la importancia del libro U.H.P. Mineros de Asturias, de María Luisa Carnelli, que fue publicado en Buenos Aires en 1936, contemporáneamente al comienzo de la Guerra Civil Española. En mayo de ese año, Carnelli da a conocer el capítulo V del libro en la revista Actualidad —dirigida por Elías Castelnuovo—, bajo el título «La moral de la revolución» y el subtítulo «(Del libro en preparación Mineros U.H.P.)» (1936c:10‒13); y, en agosto, bajo el encabezado «Una novela», publica otro fragmento del libro en el cuarto número de la revista chilena Presente. Semanario de Cultura Contemporánea (1936d). En febrero, ya había publicado un artículo desde Asturias («Asturias, pujante tierra», 1936b), en la revista Unidad, el órgano de prensa de la AIAPE (Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores, cuyo lema era «Por la defensa de la cultura»), fundada por Aníbal Ponce y que habría de convertirse en el principal grupo intelectual antifascista en Argentina.[1] Carnelli fue una de las pocas personas de la comunidad intelectual internacional que viajaron a España ya antes de que la guerra se desatara, tras sentirse interpelada por los sucesos conocidos como la Revolución de Octubre de 1934. La escritora, periodista y militante llegó a Asturias en junio de 1935 y permaneció varios meses; volvió a Buenos Aires en 1936 y, al año siguiente —luego del comienzo de la Guerra Civil—, regresaría a España para quedarse durante casi dos años.
La insurrección de Octubre de 1934 fue una respuesta frente al retroceso en las reformas que había emprendido el gobierno republicano de izquierdas durante el bienio anterior, un retroceso debido al triunfo electoral de la derecha en noviembre de 1933, y la entrada al gobierno de tres ministros fascistas, pertenecientes a la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Desde Asturias lanzaron un llamado a la Huelga General Revolucionaria, que se replicó en otras regiones de España, especialmente en Cataluña. Pero en Asturias y el norte de León, donde el movimiento obrero era fuerte, estaba mejor organizado y contaba con el liderazgo del poderoso sindicato minero, la convocatoria a la huelga se transformó en una potente insurrección armada. La ciudad de Oviedo fue el epicentro de un intento revolucionario, y en todas las ciudades y pueblos de la región se desplegaron diversos movimientos de ocupación para iniciar el avance hacia Madrid. Sin embargo, la insurrección duró solamente dos semanas, ya que el gobierno consiguió aplastarla, y fue seguida de una durísima represión en los meses siguientes.
Pese a la derrota, los sucesos acaecidos en Asturias fueron interpretados por los militantes de las izquierdas como una muestra del protagonismo histórico del proletariado revolucionario español; como señaló Aznar Soler: «El octubre asturiano demuestra que la lucha de clases no era, en la España de 1934, un tópico retórico de la teoría marxista sino una realidad histórica y social que se cuantificaba trágicamente en una ominosa cifra de españoles muertos, heridos o encarcelados» (2010:256). Además, el llamado a la huelga general en Asturias tuvo la particularidad de haber sido convocado conjuntamente por todas las organizaciones obreras. De ahí que la consigna del movimiento haya sido U.H.P. (¡Uníos Hermanos Pr: comunistas, socialistas y anarquistas. Esta unidad es uno de los puntos más enfatizados en el libro de Carnelli —ya desde su título—, y es una de las razones por las cuales la fallida sublevación despertó interés internacional y concitó la atención de los militantes y simpatizantes de las izquierdas.
Como dije, a pesar de la derrota, de los miles de detenidos y de los meses de persecución policial, el resultado no fue en modo alguno el desánimo revolucionario: la historia de los fusilamientos de los obreros asturianos ya rendidos fortaleció las denuncias contra el gobierno español, y fueron varios los periodistas y escritores que se encargaron de documentar los sucesos, pero Carnelli se distingue entre ellos por ser mujer y extranjera.[2]
En ese sentido, quisiera destacar el carácter de giro político que reviste su decisión de viajar a España. Hasta entonces, Carnelli había sido ante todo una mujer de letras; había publicado tres libros de poesía y una novela,[3] y se ganaba la vida trabajando como periodista y letrista de tango con seudónimo masculino (con un gran éxito ya que escribió para famosos compositores e intérpretes, como Juan de Dios Filiberto y Carlos Gardel).[4] A partir de este libro, Carnelli se entrega a una labor que podríamos llamar —lisa y llanamente— «militante»; y puede inferirse que esa transformación se vincula también con su mayor acercamiento al Partido Comunista a partir del Golpe de Estado de 1930 en Argentina.
Este giro político se manifiesta al inicio del libro, cuando afirma: «En mitad del camino estoy de cara al porvenir. Soy una mujer que combate. Y marcho, soldado de acción de inmensas muchedumbres ardientes, hacia la “verdad que es revolucionaria”» (6). Con esa rotunda y sorprendente frase, Carnelli se presenta a sí misma no ya como una mera periodista, sino como «una mujer que combate», confiriéndole a su texto el sentido de una acción de contribución a la lucha. Me interesa resaltar la construcción de esta figura de mujer que combate poniendo el cuerpo para realizar una acción que será consumada a través de la escritura. Con este posicionamiento, Carnelli se anticipa a una figura de intelectual militante que habría de ser representativa del trayecto que recorrieron numerosos escritores de las izquierdas a lo largo de la década del 30, particularmente en el contexto de la Guerra Civil.[5]
Como es sabido, la causa republicana y la resistencia al fascismo suscitaron una inmensa adhesión internacional, que condujo a escritores de numerosos países a tomar partido a través de una escritura con compromiso político. En este sentido, cabe puntualizar que Carnelli —a diferencia, por ejemplo, de otros escritores extranjeros que en 1937 participaron del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura—[6] no hizo una visita de apenas unos días a España ni se limitó a apoyar la causa a través de actividades culturales como congresos, declaraciones y libros de poesía, sino que se implicó concretamente en la acción, convirtiéndose en una de las primeras mujeres cronistas de guerra, visitando las trincheras y arriesgando su vida en los campos de batalla, a tal punto que fue herida tres veces por el fuego del ejército franquista.[7]
Considerando esos acontecimientos posteriores, el hecho de que en U.H.P. se presente como «una mujer que combate» puede ser leído como un anticipo de lo que habría de venir en su trayectoria como escritora: volvió a dejar Buenos Aires en febrero de 1937 y estuvo en España hasta fines de septiembre de 1938, publicando sus crónicas en diversos medios de las izquierdas españoles y argentinos, especialmente el diario El Sol, que había sido cooptado y convertido en un órgano de prensa del Partido Comunista Español. Pero el sintagma «mujer que combate» resalta, además, la marca de género, desafiando los límites impuestos a la población femenina, a la que los propios dirigentes del PC imaginaban más bien destinada a cumplir solamente con labores de apoyo en la retaguardia.
Las tres partes de U.H.P.
El libro de Carnelli está estructurado en tres partes. En términos generales, el texto se inscribe en el género de la crónica; y en la primera y la segunda parte recurre, alternativamente, a tres subgéneros: la crónica de viaje, la crónica histórica y la crónica de guerra, en ese orden.
El primer tramo de la primera parte (5 a 37) se destaca por un uso fuerte de la primera persona. Al principio del relato, la protagonista es la propia cronista, quien narra su llegada a Asturias le permitan ingresar a recorrer a las minas, así como también para ganarse el respeto de los pobladores y combatir el rumor de que ella es una espía, echado a correr por guardias civiles.
Desde el principio, Carnelli explicita que está siendo vigilada por la Guardia Civil y denuncia lo que les ha sucedido a otros periodistas:
Estoy una vez más en la «Fonda Vallina», donde me hospedo. Desde una ventana del comedor distingo al policía vestido de paisano que acecha mis salidas. Los dos soplones que me escoltaron hasta la puerta misma de la pensión se han esfumado. (...) Su plan, claro, era el de hacerme marchar cuanto antes. Periodistas y escritores no adictos al Borbón, a la CEDA o al gobierno burgués son siempre huéspedes poco gratos. Hay que hostigarlos, hay que acosarlos hasta el fin, y en todo caso si es preciso, desembarazarse de ellos. Algo semejante a lo que a mí me pasa le ocurrió a Ramón Sender cuando fue a informarse por lo de Casas Viejas, y algo mucho peor al periodista Sirval, asesinado alevosamente por un teniente mercenario del ejército.[8] (1936:25)
Tras haber planteado la situación y el conflicto de la narradora —con el señalamiento de la peligrosidad que suponía la labor periodística en aquella coyuntura— se aboca al objetivo principal del primer tramo de la crónica, que es la investigación en terreno del mundo de los mineros y la descripción de su trabajo. La cronista se encuentra alojada en Sama de Langreo y, desde allí, se traslada en tren para cumplir su objetivo de visitar las minas. Habiendo logrado que el capataz le permita el ingreso, describe las tremendas condiciones de insalubridad, explotación y peligro de muerte en que se desarrolla la labor de los mineros. La descripción de las minas es construida a través de metáforas cuya referencia intertextual parece ser el infierno dantesco. Ella misma está, como Dante Alighieri, «en mitad de camino», pero «de cara al porvenir», decidida a mostrar la sórdida realidad que condujo a los mineros a iniciar una revolución:
Aquí estoy ahora, con ropa de minero y boina, pendiente de mi brazo la pesada campanilla de carburo. Baja la jaula espaciosa y descendemos en ella el capataz, un vigilante de minas y yo, doscientos y pico de metros hasta las galerías. Las botas de mis acompañantes retumban sobre los duros pedazos de roca que se amontonan a trechos en el suelo. Solo mis alpargatas de soga huellan silenciosamente las piedras.
Hemos recorrido ya varios kilómetros apretándonos. contra las vigas y paredes cada vez que los vagones a paso de mula transitan a lo largo de los túneles.
La atmósfera enrarecida está traspasada de un olor terroso y humedecido. Una superposición de pensamientos me trae el recuerdo del grisú (...) Como si me hallase ante una aparición espeluznante y horrible aprieto los párpados desesperadamente. Pero la visión ya está dentro de mi retina, fija allí como un caleidoscopio y no puedo sustraerme a ella. Cuerpos mutilados, rostros quemados y escocidos por el lenguetazo de las llamas, miembros sangrantes y rotos, cráneos aplastados bajo los escombros.
—Por aquí señorita.
La voz del capataz me sacude. Salgo estremecida de ese cuadro de pesadilla y me deslizo por un agujero sombrío. (14‒15)
Luego de dejar testimonio sobre el trabajo cotidiano de los mineros, comienza el segundo tramo de la primera parte (37 a 56), donde la crónica de viaje se suspende para dar lugar a una crónica histórica. En este tramo, la primera persona de la cronista pasa a segundo plano, se desdibuja en una voz en tercera, dado que el objetivo del relato es la reconstrucción histórica del pasado político del pueblo minero. Para ello, la voz narrativa se remonta a principios del siglo y va dando cuenta de toda una tradición de lucha. Comienza en el período de la Primera Guerra Mundial, con la neutralidad de España en la contienda y, a partir de ese momento, señala una serie de hitos: 1917: «La memorable huelga revolucionaria con miras al derrumbamiento de la monarquía», «Esa huelga que dura en el país una semana se mantiene en Asturias más de un mes» (39). 1922: La famosa «Huelga de Marzo», que dura noventa días, «bajo cuya bandera ¡Ni un minuto más, ni un céntimo menos! se alistó la casi totalidad de los mineros de Asturias» (40):
Ceñidos por la noche más densa en el ejercicio de un trabajo brutal, acaso el más agobiador que existe, moviéndose entre gases deletéreos muchas veces, agotados por la falta de sol y de aire puro, constantemente escoltados por la muerte, con los cuerpos ennegrecidos hasta debajo de la epidermis por la penetración del polvillo del carbón a través de los poros, con los rostros y los miembros rubricados por las cicatrices de los innúmeros accidentes sufridos, y con la garganta y los pulmones carcomidos muchas veces por la tuberculosis implacable, justo es que rechazaran con indignación la propuesta que pretendía hundirlos una hora más cada día en el infierno subterráneo, terrible y devorador como una fosa. (42)
1927: Cuando «intenta de nuevo La Patronal arrancarles a los mineros su jornada de siete horas», el Sindicato Único «declara una huelga que dura cuarenta días y que adquiere en algunos sitios como Langreo y Turón caracteres violentos», ya que «motivó una represión feroz de parte del gobierno» (44). Después, acercándose a su presente, Carnelli repasa las huelgas de 1931 y 1932, que habrían vuelto a poner a los mineros de Asturias a la vanguardia de la lucha; y comenta el ascenso de las derechas en 1933. De este modo, la primera parte termina en la antesala de la insurrección de Octubre de 1934. Aquí la cronista justifica la decisión de tomar las armas como respuesta al fascismo: «Desde que el fascismo muestra abiertamente sus intenciones de apoderarse de España, los obreros se arman en Asturias por su propia cuenta» (53).
La segunda parte del libro (57 a 120) relata, día por día, la insurrección de Octubre, narrada en el registro de una crónica de guerra: una guerra de clases. Está dividida en quince episodios, que van desde el 4 al 19 de octubre de 1934, cubriendo los acontecimientos de cada jornada. No voy a detenerme en cada una de las partes del relato. Tan solo señalar que se trata de una narración vibrante y desgarradora, que podría vincularse con el género de la epopeya trágica, ya que los revolucionarios, a medida que avanzan los días, deben pasar del ataque a la resistencia y, finalmente, los espera la derrota.
Pero ese derrotero es progresivo, dado que al inicio la huelga es un éxito. En los primeros días, los revolucionarios logran tomar el control de la cuenca minera. Desde los centros de operaciones, situados en Mieres y Sama de Langreo, se coordinan las acciones que llevan a la rendición de veintitrés cuarteles de la Guardia Civil en las primeras horas. A ese éxito sin precedentes, se suma el triunfo de las milicias obreras en las inmediaciones de Oviedo. A tres días de iniciada la insurrección, buena parte de Asturias se encontraba en manos de los mineros, incluidas las fábricas de armas de La Vega y Trubia. La crónica de Carnelli relata la toma de esta última:
Los obreros de la fábrica de armas de Trubia han asistido al trabajo.
Al instante, y al grito sacramental de ¡Viva la Revolución!, comienzan a posesionarse de los talleres.
Los jefes se refugian en las oficinas y en sus residencias particulares y desde esos sitios resisten a los obreros. Muere un comandante y la desmoralización cunde entre los demás jefes, que se van entregando uno a uno.
La fábrica pasa a poder de los revolucionarios, quienes se apoderan de varios cañones de distinto calibre (...) Rendido al fin el cuartel de la Guardia Civil, toda la villa de Sama queda en poder de los insurrectos. (75)
La República de las derechas pierde el control de la región y se ve en la necesidad de enviar refuerzos para aplastar la sublevación. El despliegue contrainsurgente se realiza por los cuatro frentes, y, además del Ejército regular, el gobierno decide enviar —por consejo del General Francisco Franco— a los legionarios y el Ejército de África, formado por militares profesionales que habían combatido en Marruecos y estaban acostumbrados a una guerra sin reglas.[9]
En el relato de Carnelli, todo cambia desde el momento en que comienzan los bombardeos aéreos (88). Se trata de un punto de giro en la crónica, que refleja la sorpresa ante aquellos primeros ataques sobre la población civil, un hecho que reviste significancia histórica por su carácter novedoso en territorio europeo:
Los aviones comienzan a manchar el cielo, describiendo círculos y parábolas de mal presagio.
Creen los revolucionarios que se limitarán a arrojar hojas y volantes como en el día anterior, pero sordas explosiones rectifican sus creencias. El bombardeo aéreo ha comenzado. (...) No solamente persiguen a los camiones cargados de insurrectos, también lanzan los aviones bombas sobre los coches de la Cruz Roja y sobre grupos de personas ajenas a la lucha. Mujeres y niños son las primeras víctimas inocentes del bombardeo. (...) En las laderas de los montes se amontonan los cadáveres y los hospitales de sangre están llenos de heridos. Camionetas y automóviles conducen incesantemente los muertos al cementerio. Se abren fosas y se depositan en cada una de esas tumbas colectivas de cincuenta a sesenta cadáveres. Desde lejos se percibe el hedor putrefacto de los cuerpos descomposición.[10] (88)
Cabe comentar que los mandos del Tercio y la Legión partían de una hipótesis típicamente colonialista, trasplantada ahora a Europa; esta hipótesis era que el triunfo de las insurrecciones no se daba solo por los combatientes armados, sino también por el apoyo de las familias y la comunidad. La novedad de los bombardeos aéreos sobre poblaciones civiles es destacada por la cronista bajo la forma de una suerte de advertencia sobre esa estrategia contra‒insurgente que podría repetirse en futuras sublevaciones: «Importa tener en cuenta para el futuro el papel jugado por la aviación durante los combates de Asturias» (155). Y Carnelli no estaba equivocada: ese tipo de ataques fueron primero ensayados sobre las cuencas mineras asturianas, y luego causarían dramáticos episodios en Durango, Guernica, Madrid y Barcelona entre otras ciudades bombardeadas durante la Guerra Civil.
Según la crónica, ante el acecho constante de los aviones, el pueblo se refugió en las casas y solo quedaron en las calles los combatientes, que fueron quedándose sin municiones, hasta limitarse a resistir. El Comité Revolucionario Provincial, que era la dirección central de la insurrección, decidió rendirse. Carnelli denuncia la claudicación de dicho comité, y ensalza la actitud de jóvenes mineros comunistas y socialistas, que continuaron resistiendo. Hacia el décimo día, la consciencia de la derrota parece total:
El triunfo pudo y debió ser clamoroso, formidable, pero nadie se hace ilusiones ya. España entera abandonó a los mineros en la lucha. Como una barca en medio de la tempestad, así quedaron de solos los insurrectos asturianos frente a las furiosas acometidas del Estado burgués.
Cada minero, cada obrero revolucionario sabe que a la altura que han llegado los hechos, pensar en el triunfo es soñar, pero aún sabiéndolo así, no hay uno solo que no desee llevar la lucha hasta el fin, esperando tan sólo que ese sacrificio sea ejemplar para la próxima batalla. (102‒103)
El día trece, Oviedo es recuperada por las tropas gubernamentales. La segunda parte del libro culmina así con la insurrección vencida. Los insurrectos pactan el armisticio, sin saber que luego sobrevendría un terror aun mayor. El general Franco, que ya había reprimido la gran huelga general de 1917 en Asturias, fue en 1934 quien estuvo a cargo de dirigir desde Madrid las operaciones militares, mientras los generales Yagüe y López Ochoa se encargaban de las operaciones sobre el terreno. Tras haberse rendido los revolucionarios, en las derechas se impuso la posición de los partidarios de un castigo ejemplar.
La tercera parte de la crónica (121 a 158) constituye una denuncia de la represión posterior. Para ello, Carnelli recurre a materiales documentales, como los «expuestos al Presidente de la República por el ministro y diputado don Félix Gordón Ordás y el testimonio remitido al Fiscal de la Nación por los mismos presos torturados en la cárcel de Oviedo» (124). Esta parte aparece subdividida en partes más breves que llevan como títulos casos particulares (Caso el Moscón, Caso de Javier Bueno, Caso de Valentín Fernández de la Riva, El caso de Luis Sirval, El caso de Carbayin, Las razzias de Villafria), y está elaborada a partir de un compendio de testimonios que ofician como denuncia de los fusilamientos y la aplicación sistemática de torturas sobre diversas personas que mayoritariamente no eran combatientes sino parte de la población civil (por ejemplo, el concejal Moscón, el barbero Fernández de la Riva, y dos periodistas, Bueno y Sirval). Carnelli incorpora relatos de testigos que mencionan cadáveres arrojados a fosas comunes y refieren tormentos como «aplicación de fuego a los órganos sexuales», «retorcimiento de testículos, introducción de palillos entre las uñas y la carne de los dedos», «empleo del trinquete, el potro», «el baño María» (122), entre otros, y denuncia también la complicidad de la Iglesia Católica en la brutal represión. «El caso Carbayín» se refiere a un convento de Oviedo que había sido transformado en una cárcel donde fueron fusilados decenas de presos, y en «Las razzias de Villafria» transcribe declaraciones que describen la incursión del ejército en las barriadas, el saqueo de hogares, violaciones y el fusilamiento de familias enteras.
Documentos y testimonios se alternan con partes noveladas, para concluir con la idea de que la lucha no ha terminado, a pesar del «dolor de saber que 5000 hombres han muerto en los combates y en la represión» (149). Sobre el final, el tono de la cronista vira al de un ensayo político, que ofrece un balance a partir del estado de situación. Entre las conclusiones que extrae de lo ocurrido, resulta importante señalar que lo caracteriza como un hecho «de importancia mundial» y que afirma que «la victoria y la derrota de la insurrección asturiana» ha dejado como principal enseñanza que el proletariado, para triunfar, debe «unificar sus fuerzas», además de resaltar que «numerosos elementos de la clase media y la pequeño‒burguesía participaron en la lucha» (154‒155). En relación con esto, quisiera hacer referencia al impacto de la fallida revolución asturiana en Argentina.[11] En su artículo sobre el significado de la revolución asturiana en el proceso de des‒sectarización del comunismo argentino, Augusto Piemonte apunta a demostrar la influencia que ejerció la insurrección en el trazado de la orientación política del Frente Popular, que supuso para el comunismo español el abandono del ultraizquierdismo sostenido hasta entonces, pero, además —poniendo el eje en las interpretaciones que hizo de ella el Partido Comunista Argentino—, sostiene que aquello sucedió también en nuestro país:
Cerca de dos años después de haberse producido, Aníbal Ponce diría con originalidad y audacia que: «La insurrección de Asturias, derrotada porque no tuvo la colaboración que le era necesaria, dejó sellado, creo yo que para siempre, el frente único del proletariado revolucionario: socialistas, anarquistas y comunistas pelearon hombro a hombro con igual denuedo. Y esa unidad de los trabajadores que la lucha impuso, repercutió́ en la doctrina y en la táctica de sus propios jefes» (Ponce, 1939:247‒248). (2014:14)
Piemonte recupera esa apreciación de Ponce sobre el efecto que tuvo lo de Asturias para la inminente conformación del Frente Popular español, así como también de la política frentista del PCA: «La historia oficial del comunismo dejó asentada esta preocupación del partido por comenzar a imprimir en el país la nueva táctica que proponía el comunismo internacional» (Piemonte, 2014:17). El libro de Carnelli parece en línea con esa idea del PCA, ya que sugiere la eficacia y la necesidad de combatir al fascismo llevando adelante una política de frentes populares, y no ya solamente de comunistas.
Las mujeres en la crónica de Carnelli
Quisiera detenerme ahora a analizar el lugar destacado que ocupa en el texto la representación de las mujeres. En el inicio de la primera parte, cuando la cronista se enfrenta al problema de que todos desconfían de ella, las mujeres del pueblo aparecen como las primeras en deponer esa actitud de sospecha. En esta escena, al notar que un grupo de mujeres murmura al verla, se acerca y las interpela con confianza:
Me dirijo a la más levantisca, a la que aflautaba su voz de una manera por demás estridente.
—Dime, ¿quién te ha dicho a ti que soy una espía? Me mira un poco por el costado de los ojos, y susurra:
—El otro día cuando usted pasó por aquí abajo camino de San Vicente, mi hermano vio a dos guardias que la iban siguiendo desde arriba, por entre el monte: lo contó en la taberna y allí supo que usted era «eso». Los mismos guardias lo habían dicho.
No preciso grandes recursos dialécticos para convencerlas de que no soy «eso». Les hablo, me escuchan, y queda establecida de inmediato la corriente de solidaridad.
Es una camarada, dicen ahora satisfechas, a un grupo de mujeres, lavadoras de carbón, que se han incorporado al grupo. (11)
Eso que llama «la corriente de solidaridad» parece repetirse en el párrafo siguiente, donde son las lavadoras de carbón quienes toman el lugar protagónico. La narradora, en tanto mujer intelectual, no se vincula con ellas desde un supuesto saber superior, sino que describe un vínculo horizontal, en que adopta el lugar de la escucha:
Ellas, las lavadoras de carbón, me relatan azares cotidianos de sus vidas: la brutal rudeza del trabajo, la exigüidad de los jornales, la escasez de días laborables. Hablamos de miserias y de liberación, y todas juntas somos una en comprender por qué bajaron las mujeres de las montañas en Octubre, al lado de los hombres, y por qué murieron muchas como ellos empuñando los fusiles. (12)
La fuerza de esa metáfora que dice «y todas juntas somos una en comprender...», se destaca por un modo particular de representación de la toma de conciencia como un proceso colectivo horizontal, que complementa la idea de «corriente de solidaridad». Este pasaje resalta también el coraje de las mujeres y su disposición a dar la vida por la causa, poniendo de relieve la existencia de aquellas que tomaron las armas durante la insurrección. De esta manera, Carnelli presenta a las mujeres no ya en una actividad secundaria, sino que las sitúa a la par de los hombres, dispuestas a correr los mismos riesgos.
En la segunda parte del libro, la única individualidad que aparece representada en una escena heroica —el único nombre propio que sobresale en un relato donde el bando insurgente siempre es referido bajo nombres colectivos— remite a una mujer. Sobre el final de su crónica de los días insurreccionales, Carnelli narra la escena de la muerte de esa joven militante que habría de quedar en la historia de las luchas obreras de España: Aída Lafuente. Formada políticamente en una familia de comunistas, esta militante era una figura conocida por su participación en el movimiento juvenil de Oviedo. Luego de su asesinato, sería convertida en un símbolo del ímpetu revolucionario juvenil y en un mito de heroísmo, a tal punto que hoy en día hay una estatua de Lafuente en el lugar donde murió.[12]
Dicha conversión de la historia de Lafuente en mito heroico comenzó de forma contemporánea a los hechos, y Carnelli fue una de quienes contribuyeron a forjarla. La escena narrada por la cronista puede considerarse uno de los primeros relatos que apuntan a transformarla en heroína. La narradora describe allí un combate que dura varias horas. En el momento en que los revolucionarios advierten que las municiones escasean, tratan de abandonar el lugar y replegarse hacia San Pedro de los Pilares. Para cubrir la retirada, solo quedan quince hombres y, con ellos, Aída Lafuente, quien ve a sus camaradas caer asesinados en torno suyo, y al quedar sola realiza un último acto de resistencia:
Al fin, Aída Lafuente se yergue sola junto a la ametralladora silenciosa. Quedan aún algunos peines; la muchacha ha visto cómo cargaban y disparaban los camaradas que aún muertos la siguen rodeando en un círculo trágico.
Al frente, a escasa distancia, están los soldados del Tercio; no titubea. Se sienta sobre el sillín de la ametralladora, establece bien la puntería y uno tras otro va disparando todos los peines. El rojo pañuelo anudado a su cuello flamea al viento como una bandera.
Al frente, más cerca cada vez, están los legionarios. La muchacha empuña ahora su pistola, humea aún entre sus manos cuando el teniente que manda el pelotón la intima que dé mueras a la revolución.
El cuerpo de la joven se yergue delicado y magnífico: ¡Viva la revolu...»
Su pecho virgen, traspasado de balas, es un manantial de sangre roja y ardiente. Sobre su cadáver y el de sus quince camaradas avanzan ahora los mercenarios sobre el Depósito de Máquinas. (103‒104)
La escena culmina con la imagen del cuerpo de Lafuente aun erguido: «delicado y magnífico», escribe Carnelli, una descripción que remata en anticlímax («traspasado de balas»), pero no deja de expresar la dignidad en la derrota. Ciertos elementos, como el pañuelo rojo que flamea al viento como una bandera, le dan a la descripción un carácter estilizado y un tono épico consistente con la intención de construir una imagen heroica. La joven parece encarnar el grito de «¡No pasarán!» y se confirma que, para pasar, deben hacerlo «sobre su cadáver» (104).
En la página siguiente, la cronista hace referencia a la violencia sexual contra las mujeres: «Por la Tenderina, Fosaneldi y otros sitios, las fuerzas contrarrevolucionarias han cometido actos de verdadero vandalismo, saqueando, asesinando a gentes indefensas y violando mujeres» (105). Luego refiere que al frente de esa «mesnada, ebria de sangre y de crímenes», que avanza casa por casa, un soldado «enseña victorioso su trágico trofeo: un seno de mujer enarbolado en la punta de su bayoneta» (106).
Otra escena con connotaciones de vejación sexual aparece en la tercera parte, cuando Carnelli se ocupa del caso de la hermana de Aída Lafuente, una militante menos conocida llamada Maruja. Describe cómo, tras haber sido sentenciada a morir, debe soportar que le hagan tres simulacros de fusilamiento estando casi desnuda:
Pero no es la idea de la muerte lo que la tortura (...) lo que atormenta es el estar allí, vejada, insultada de palabra y de intención, semi desnuda (...)
Maniatada, junto a sus compañeros, recibe la noticia por tercera vez:
—Vas a morir, ahora te toca a tí, mocita...
Es un teniente o capitán del ejército el que habla.
La muchacha calla, no teme morir, su corazón es fuerte, pero su pudor de niña de apenas veinte años le sube a los ojos en un llanto ardiente.
La voz del oficial se torna sarcástica:
—Lloras, ¿eh?
—Sí, lloro, pero no de cobarde; lloro de indignación y de asco. (148)
En ese pasaje reaparece el coraje de las mujeres, en este caso, de una sobreviviente. Desde el punto de vista formal, lo más destacable del pasaje es que allí la cronista se deja llevar por procedimientos marcadamente ficcionales, adoptando una voz omnisciente, capaz de dar cuenta de lo que piensa y siente la militante desnuda ante sus verdugos.
Por otra parte, en el episodio de Cabanyín se reconstruye un suceso donde las protagonistas son las mujeres como sujeto colectivo. Según los testimonios recogidos por la cronista, en ese lugar, algunas mujeres, desde unos montes cercanos, habían visto el 24 de octubre a unos guardias civiles haciendo una excavación en la escombrera de una mina. Tres noches después, bajaron hasta el sitio y comenzaron a remover la tierra. A poco de buscar entre los residuos del carbón, tropezaron con un cadáver, luego con otro y así hasta una veintena. La mayoría aparecían mutilados y desfigurados por golpes de martillo, pala y machetazos, y otros al parecer habían sido enterrados con vida. Entre esos cadáveres estaba el del concejal Moscón, el del cartero de Sama y los de dos adolescentes:
Verdaderamente horrorizadas, las mujeres de Carbayín intentaron ir a Oviedo para hablar con el gobernador Velarde, pero la Guardia Civil y la de Asalto les cerró el paso. (...)
De las montañas, aldeas y poblaciones adyacentes bajaron grupos de mujeres hasta formar una columna. Algunas llevan sus hijos en los brazos, otras en las entrañas. Iban a través de las piedras y a través del espanto a exhalar ante el gobernador su grito enorme de angustia. Tenían hermanos, esposos, padres, hijos. Los que no habían muerto ya, estaban en las cárceles... (146)
Carnelli relata el enfrentamiento entre esa columna de mujeres y los guardias, haciendo del suspenso narrativo un procedimiento central. A la vez, adopta a un registro poético —recurre a diversas metáforas: los guardias como «fantasmas» entre los montes, «voces» que emanan de las celdas, sinécdoque de los presos políticos, y las mujeres con «su drama a cuestas»—. Y culmina con una animización del río donde ocurre la masacre, virando hacia un tono elegíaco, hasta cerrar con un apóstrofe que invoca a una de las caídas:
Los guardias surgen como fantasmas de entre los montes, pero son algo más que fantasmas, son formas vivas de verdugos, armados de porras y fusiles.
Las mujeres marchan en columna, con su drama a cuestas cada una y todas protagonistas de la gran tragedia.
Les cierran el camino pero avanzan, las voces de sus hombres las llaman desde el fondo de las celdas.
Las porras comienzan a golpear los lomos sufridos, las culatas de fusiles castigan las espaldas curvadas.
Se oyen gritos, tiros. ¿Al aire? ¿Sobre ellas?
Retroceden ahora, horrorizadas.
El río Candín arrastra murmurando sus aguas turbias. Sólo él sabe si devolvió todos los cuerpos que huyendo cayeron desde el puente o de las barrancas.
LEONTINA FERNANDEZ, allí moriste, en el henchido corazón de una cisura sangrienta. Tu voz, tu limpia voz, la estamos oyendo todavía: «¡Ánimo, camaradas!». (147)
De esa poética escena se desprende una figura importante para pensar los momentos posteriores al fracaso de la revolución: la figura de la mujer del preso político, como integrante de un colectivo femenino que a partir de entonces ejercería una fuerte actividad de oposición del gobierno y luego a la dictadura. La académica Giuliana di Febo (1994) fue la primera en categorizar como política a la función de la «mujer de preso». Posteriormente, el trabajo de Fernanda Romeu (1979) también aludió al papel de estas mujeres, que alcanzó su máxima envergadura cuando pasaron de la tarea individual de reclamar y brindar apoyo a sus familiares encarcelados, a la tarea colectiva de convertirse en una organización política. Estas investigadoras mostraron que las relaciones que tejieron entre ellas las mujeres de los presos y de los asesinados fueron el germen de las organizaciones femeninas que surgieron en la clandestinidad durante los años treinta (Yusta, 2005), principalmente de las de carácter comunista, como la organización Mujeres Antifascistas.
El contexto de la derrotada revolución asturiana, que terminó con tantos hombres muertos o en las cárceles, ha sido señalado (Yusta, 2012) como un momento clave para investigar los orígenes de la formación de una cultura política antifascista de la cual fueron las mujeres las grandes protagonistas, y que tuvo ocasión de desarrollarse plenamente a partir de la reacción al golpe de Estado de 1936. Así, el libro de Carnelli parece capturar el clima previo a la politización de las mujeres que se dio durante la Guerra Civil y contribuye a documentar, con un alto grado de elaboración literaria, la participación femenina en los sucesos de Asturias.
Conclusiones
Los primeros comités de solidaridad argentinos con la República española fueron creados durante las jornadas de Asturias. Fue entonces cuando el PCA conformó —siguiendo la línea de la política frentista— el Patronato Español de Ayuda a las Víctimas Antifascistas, cuyas recaudaciones eran centralizadas por el Socorro Rojo Internacional (SRI) (Quijada, 1991:138), una organización a la que Carnelli estuvo vinculada durante la Guerra Civil (Abbate, 2022).
A partir de la represión a la insurrección asturiana, el SRI se establece con firmeza en territorio español y son las mujeres quienes quedan a cargo de la organización, que se convierte en la principal encargada de la ayuda a los presos políticos. Luego, con la Guerra Civil, la intensa presencia de las mujeres sigue consolidándose y la organización se convierte en la base del sistema sanitario militar republicano. Según Branciforte (2009, 2011, 2017), a partir de 1935, el SRI se feminiza, tanto en sus bases como en su dirección, hasta llegar a ser, numérica y cualitativamente en la Guerra Civil, una de las más importantes organizaciones del antifascismo femenino. Las militantes del SRI se ocupaban de rescatar y atender a los heridos, de la provisión de víveres y ropas para los combatientes, de la gestión y provisión de ambulancias, camillas y hospitales de sangre, pero también realizaban tareas de propaganda nacional e internacional, y a eso contribuyó Carnelli (Abbate, 2022).
La escritora María Teresa León dirigía la editorial del SRI en Madrid y le publicó a Carnelli dos folletos de poesía militante: 18 de Julio (1937a) y 4 caminos. Poemas populares de guerra (1937b), y dos de crónicas, Sagunto. Reportages de María Luisa Carnelli (1938b) y Pioneros, estad alertas (1938a). También compiló y publicó el volumen Crónica General de la Guerra civil (1937), un repertorio de crónicas escritas por intelectuales militantes, en su mayoría comunistas y algunos socialistas, entre los cuales aparecen seis mujeres, una de ellas es Carnelli. Las publicaciones en la prensa que he relevado anteriormente permiten afirmar que Carnelli llegó a ser una figura destacada del SRI y de la red de sociabilidad cultural antifascista que se había constituido en Madrid en torno a la causa republicana.
El 27 de septiembre de 1938, en vísperas del regreso de Carnelli a Buenos Aires, el periódico ABC informa que el Socorro Rojo en Madrid le ha organizado «un acto de despedida a la poetisa y escritora argentina» con la presencia de mandos del Ejército popular, así como también representantes de la prensa y de las diversas entidades antifascistas de la capital de la República. Y el suplemento «Blanco y negro» de ABC, uno de los medios donde Carnelli colaboraba, le dedica esta elogiosa semblanza:
Es argentina, y tiene treinta y tres años. (...) Sus crónicas y reportajes marcan día a día la epopeya de nuestra guerra. María Luisa Carnelli, que era una artista, simplemente una artista, sin ribetes de rebeldía, ha sentido en su alma la causa del proletariado y ha puesto su bien cortada pluma al servicio de éste. (...) Hoy, el martirio y gloria de España absorbe los temas de su pluma. Ha sido herida tres veces en el campo de batalla, desempeñando sus funciones de corresponsal de guerra. El tiempo libre —muy poco y muy bien empleado— lo dedica a dirigir la propaganda del Socorro Rojo Internacional. (Nro. 10, 1 de septiembre de 1938:16)
Para finalizar, me interesa plantear que U.H.P. Mineros de Asturias puede ser leída como una obra precursora del tipo de apuesta político‒literaria realizada por Rodolfo Walsh en Operación masacre (1957). Similares incluso en su estructura tripartita (donde se presenta, primero, a los protagonistas; en segundo lugar, la crónica de los hechos; y, en tercer lugar, la evidencia y las denuncias), ambos libros habilitan el mismo tipo de preguntas, cómo qué estatuto darle a la «literaturidad» en esta clase de producciones narrativas, y si acaso se podrían considerar novelas.
El carácter híbrido, en términos de género, de estos dos libros, se vincula evidentemente con el rol de periodistas de sus autores. Si bien encontramos en U.H.P. los signos de un texto altamente novelado .como se aprecia en el manejo del suspenso, la descripción estetizada de las escenas o la libertad para narrar pensamientos que no surgen de documentos sino de la imaginación—, la obra tiene una total vocación testimonial.[13] Carnelli despliega recursos de lo que mucho más tarde .más cerca de Walsh. sería llamado Nuevo Periodismo, como el uso de la primera persona y la puesta en escena del trabajo de investigación por parte del cronista. Tanto Walsh como Carnelli presentan la historia como una suerte de rompecabezas que deben reconstruir, y lo arman de manera novelesca, pero lo urgente es que hay algo que desean denunciar. La voluntad de poner los recursos literarios al servicio de la política es clara: ambos apuntan a intervenir en la disputa simbólica sobre hechos históricos y a producir, a través de la escritura, un aporte a la coyuntura de la lucha política. Y, para armar esa trama, ambos deben recurrir a lo que les cuentan los y las sobrevivientes.
Por todos estos motivos, la recuperación de U.H.P. Mineros de Asturias permite descubrir en retrospectiva las huellas de Carnelli en la historia de la literatura argentina, y, en particular, apreciar un itinerario que refleja las experimentaciones e híbridos de géneros que produjo la emergencia de la política como motor de las escrituras en la década de 1930. Resulta evidente también su interés por representar a las mujeres a la par de los hombres en la lucha política, lo que en su caso la lleva a plantear una novedosa figura de escritora como «mujer que combate», una figura que no había sido explorada en la literatura argentina.
Referencias bibliográficas
Abbate, F. (2018). María Luisa Carnelli. Una pionera en la estela de los años 20. Hispamérica, (141), 2‒14.
Abbate, F. (2019). María Luisa Carnelli: la primera letrista del tango canción. El jardín de los poetas, (8), 19‒43.
Abbate, F. (2022). La trayectoria de la escritora argentina María Luisa Carnelli y su rol en la Guerra Civil Española. Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, (37), 1‒13.
Anguilleta F. (2016). ¡Quiero trabajo!, de María Luisa Carnelli: subjetividad feminista revolucionaria en la Buenos Aires de 1930. Badebec, 6(11), 374‒392.
Aznar Soler, M. (2010). República literaria y revolución (1920‒1939). 2 vol. Renacimiento.
Aznar Soler, M. (1984). La revolución asturiana de octubre de 1934 y la literatura española. Los Cuadernos del Norte: Revista cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, 5(26), 86‒104.
Branciforte, L. (2009). Legitimando la solidaridad femenina internacional: el Socorro Rojo. Arenal, 16(1), 27‒52.
Branciforte, L. (2011). El Socorro Rojo Internacional (1923-1939). Relatos de la solidaridad antifascista. Biblioteca Nueva.
Branciforte, L. (2017). La solidaridad internacional con la República en guerra. Contenciosa, (7), 1‒16.
Cabrera, P.R. (2008). Asturias 1934: La revolución en el escenario de la prensa argentina (Crítica, El Mundo, La Protesta, La Vanguardia). Tesis de licenciatura, UBA. https://www.academia.edu/36021847/Asturias_1934_La_revolución_en_el_escenario_de_la_prensa_argentina_Cr%C3%ADtica_El_Mundo_La_Protesta_y_La_Vanguardia_
Carnelli, M.L. ([1933]2018). ¡Quiero trabajo! Prólogo de Tania Diz. Eduvim.
Carnelli, M.L. (1936a). U.H.P. Mineros de Asturias. Talleres Gráficos A. J. Weiss.
Carnelli, M.L. (1936b). Asturias, pujante tierra. RevistaUnidad, febrero, 7.
Carnelli, M.L. (1936c). La moral de la revolución. Actualidad, 5(1), 10‒13.
Carnelli, M.L. (1936d). Mineros de Asturias. Presente. Semanario de cultura contemporánea, (4), 7‒20.
Carnelli, M.L. (1937a). 4 caminos. Poemas populares de guerra. Madrid, Socorro Rojo Internacional, s/f.
Carnelli, M.L. (1937b). 18 de Julio. Poemas. Madrid, Socorro Rojo Internacional, s/f.
Carnelli, M.L. (1938a). Sagunto. Reportages de María Luisa Carnelli. Madrid, Ediciones Solidaridad. Socorro Rojo Internacional, s/f.
Carnelli, M.L. (1938b). «Pioneros, estén alertas», Madrid, Socorro Rojo Internacional, s/f.
Di Febo, G. (1994). Resistencia y movimiento de mujeres en España, 1936‒1976. Icaria.
Diz T. (2015). El derrotero femenino y la salida revolucionaria en ¡Quiero trabajo! (1933) de María Luisa Carnelli. Nomadías, (20). https://nomadias.uchile.cl/index.php/NO/article/view/39322
Fuentes, V. (1980). La marcha al pueblo en las letras españolas: 1917‒1936. Ediciones de la Torre.
Piemonte, V.A. (2014). El significado de la revolución asturiana de 1934 en el proceso de des‒sectarización del comunismo argentino: los orígenes del «frente popular» en la Argentina. Estudios, (29), 1‒29.
Ponce, A. (1939). Examen de la España actual. El viento en el mundo. El Ateneo.
Preston, P. (2011). El holocausto español: odio y exterminio en la Guerra Civil y después. Debate.
Rogers, G. (2020). Raúl G. Tuñón, poesía y reportaje. UNAM.
Romeu Alfaro, F. (1979). El silencio roto. Mujeres contra el franquismo. J.C. Producción.
Shubert, A. (1984). La epopeya fallida: la revolución de octubre de 1934 en Asturias. En Preston, P. (Ed.), Revolución y guerra en España. 1931‒1939 (pp. 101‒119). Alianza.
Yusta, M. (2005). Las mujeres en la resistencia antifranquista, un estado de la cuestión. Arenal, 12(1), 5‒34.
Yusta, M. (2012). Laura Branciforte, El Socorro Rojo Internacional (1923‒1939). Relatos de la solidaridad antifascista. Mélanges de la Casa de Velázquez, 42(2), 291‒293.
Notas
Información adicional
Para citar este artículo:: Abbate, F. (2024). La escritora como mujer que combate: U.H.P. Mineros
de Asturias de María Luisa Carnelli. El taco en la brea, (19) (diciembre–mayo).
Santa Fe, Argentina: UNL. e0138 DOI: 10.14409/eltaco.10.19.e0138