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Resumen: Françoise Choay, en su antología Le Patrimoine en questions. Anthologie pour un combat, hace un llamamiento para recuperar los valores de nuestro patrimonio cultural, que se pierden cada vez más en el curso de la globalización y la comercialización. Choay defiende, en última instancia, una configuración del medio ambiente basada en el patrimonio. Reúne en su antología, publicada en 2009, varios de los textos fundadores indiscutibles de la conservación del patrimonio. Su selección, sin embargo, sigue siendo extrañamente retrospectiva y carece de textos más recientes e innovadores. Ampliamos el discurso convocando a un movimiento por la Baukultur de alta calidad integral de los edificios. De este modo, se disipa el antagonismo conflictivo de la conservación del patrimonio y la creación contemporánea, y se entiende el tratamiento del entorno construido como una unidad. Si se apuesta por una calidad holística y de alto nivel, y se sitúan en el centro las necesidades funcionales, sociales y culturales de las personas, se refuerza también la preservación y el mantenimiento del patrimonio cultural como referencia central de cualquier estrategia de desarrollo. Esa nueva narrativa nos parece hoy tan importante como necesaria para superar los actuales y evidentes déficits de calidad de nuestro entorno construido.
Cuestiones de Baukultur
La crisis
La conservación de los monumentos históricos está en crisis. Ésta es la conclusión a la que llegamos como lectora y lector de la antología de Françoise Choay, Le Patrimoine en questions, de 2009. Leemos que, en el curso de una globalización normalizadora, nuestro patrimonio cultural se estaría musealizando y comercializando cada vez más, y la gente estaría perdiendo el acceso auténtico a su patrimonio. Compartimos la crítica de Choay al desarrollo del cadre bâti.[1] Sin embargo, a primera vista, el llamado de Choay a la resistencia y a la lucha, hoy resulta extrañamente retrógrada. Sus reflexiones semánticas, basadas en Alois Riegl, son sagaces, pero parecen alejadas de los problemas de la Realpolitik de nuestro tiempo. Su crítica a la globalización permanece en una actitud culturalmente pesimista y, al igual que su polémico rechazo de las convenciones, recomendaciones e iniciativas de la cooperación multilateral, contribuye con poco ánimo constructivo al debate. Sin embargo, al final de la antología bajo el título “L’avenir”, El futuro, Choay se siente obligada a aclarar su posición en unas pocas líneas:
Mi pesimismo aparente responde, como el de Günther Anders, a un recurso retórico y no debe enmascarar un optimismo fundamental. De igual modo, el interés que tengo por el patrimonio construido, histórico o no, no debe interpretarse de ninguna manera como una actitud retrógrada. Yo lucho contra todas las formas actuales de museificación, pero soy a favor de una práctica de la memoria que condiciona la innovación[2] (Choay, 2009: 209).
Con estas palabras, Choay reclama una configuración del ambiente basada en el patrimonio. Ampliamos este concepto a un enfoque global y por principio orientado a la calidad: la aspiración a una Baukultur de alta calidad.
De hecho, hoy día debemos reconocer que no es sólo la disciplina de la conservación del patrimonio la que está en crisis, mas es toda la gestión del ambiente construido la que muestra un creciente déficit cultural. Esta constatación es evidente en muchos lugares del mundo y va más allá del estado del patrimonio. La crisis es el resultado de una disparidad que ha persistido durante décadas y que, al final, demuestra de manera evidente el fracaso de las políticas públicas territoriales. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, hemos ido perdiendo de manera progresiva la cultura de la planificación y la construcción. Las crecientes posibilidades económicas, constructivas y de materiales de construcción influyeron en la forma de edificar y planificar; sin embargo, apenas fueron acompañadas por un amplio discurso sobre la cultura de la construcción. Como mucho, este discurso fue conducido por expertos, y rara vez de manera transdisciplinaria. Hoy carecemos de la capacidad social para tomar una posición precisa sobre la calidad del espacio. Este déficit cultural ha dado preponderancia a los aspectos técnicos y económicos en el arte de la construcción. Durante demasiado tiempo, el debate ha girado en torno al desarrollo funcional y técnicamente controlable del espacio, en lugar de focalizarse en el arte de construir ciudades, pueblos e infraestructuras, que es ante todo una tarea cultural. Queda por ver si esta prevalencia de los aspectos técnicos, como insinúa Choay, es una consecuencia de la globalización o debe entenderse como un legado del Movimiento Moderno. El debate acerca del clima, por ejemplo, también está dominado por las cuestiones relativas a las posibilidades técnicas y los aspectos económicos de la eficiencia energética, mientras que los aspectos culturales y sociales, que también son importantes para alcanzar los objetivos climáticos, se dejan de lado. En relación con esos cambios, la conservación del patrimonio se encuentra en una situación ambivalente: por un lado, satisface una amplia necesidad de memoria, identidad territorial y belleza, que no tiene una motivación sólo comercial; por otro lado, se le critica con mucha frecuencia como un impedimento para la innovación y el desarrollo, lo que la margina peligrosamente en el contexto de este debate climático, justo. Nadie pone en discusión la protección y el cuidado adecuado de los monumentos importantes. Además, aquellos monumentos que son valiosos desde el punto de vista regional y local, el “petit patrimoine”[3] cotidiano, el paisaje urbano y las estructuras de los asentamientos, así como los paisajes culturales, sufren. Esto difícilmente se debe a la musealización y comercialización que Choay pone en primer plano y que como mucho puede aplicarse a unos pocos hotspots del turismo, sino a las intervenciones a menudo del todo insensibles, justificadas con la adaptación a los llamados estándares contemporáneos y a las necesidades funcionales; es decir, a una construcción adicional sin valor y sin ninguna pretensión cualitativa.
De todas formas, ya no es posible hacer una distinción clara y sensata entre el tratamiento del patrimonio histórico construido y la planificación y construcción del nuevo. El patrimonio cultural y los beneficios de su conservación cobran sentido como parte de una consideración cualitativa global de todo el entorno construido, y esto es justo lo que importa: que la sociedad vuelva a reconocer como tales los valores culturales –y naturalmente, también los valores de la naturaleza– de todo su espacio vital, y los exija vivamente en el marco de cualquier actividad que modifique el espacio, no limitándose al patrimonio o al monumento declarado y protegido, que por su propia naturaleza tiene un inherente carácter elitista. Lo nuevo es igual de importante. Por decirlo de manera directa, ¿de qué me sirve un antiguo “Riegelhaus”[4] maravillosamente reparado, si para alcanzarlo tengo que abrirme paso a través de un insoportable aglomerado de fragmentación urbana sin inspiración? Las causas del malestar al que nos enfrentamos hoy pueden ser múltiples, pero no se puede obviar la deprimente constatación: existe un enorme y creciente déficit de calidad arquitectónica general en todas partes. La conservación del patrimonio por sí sola no nos resolverá el problema.
Choay ilustra sus argumentos, en favor de la comprensión de la calidad histórica del espacio y del refortalecimiento de las cualidades regionales, con una muy selectiva elección de textos. Su antología sigue, en esencia, a los padres fundadores de la disciplina. La contribución pionera, y en ocasiones en extremo clarividente de estos últimos al desarrollo de la conservación del patrimonio (europeo) y de su institucionalización, es indiscutible y no es necesario debatir esto. Sin embargo, a las preguntas del siglo XXI ya no se puede responder de forma convincente sólo con estos textos y sus enfoques inherentes. Choay omite contribuciones más recientes e igualmente centrales al tema. Al final de la colección, se citan extractos de la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO de 1972, en cierta medida como ilustración de la vehemente crítica a la UNESCO, que se presenta como símbolo de la globalización y de la normalización del patrimonio cultural. Las críticas a la Convención del Patrimonio Mundial pueden justificarse bajo varios aspectos, pero sus méritos siguen siendo impresionantes: durante décadas ha posibilitado un debate mundial sobre los conceptos y las prácticas del patrimonio natural y cultural, y el vínculo inicial entre el patrimonio natural y el patrimonio cultural por sí solo marcó una tendencia. El debate del paisaje cultural ha sido marcado de forma significativa, o por lo menos ampliamente cimentado por la UNESCO; el debate internacional acerca del tema de autenticidad deriva del sistema del Patrimonio Mundial; y la Recomendación sobre el Paisaje Histórico Urbano[5] –aprobada después de la publicación de la antología de Choay– ha llevado adelante el debate sobre cómo enfrentarse con estructuras urbanas complejas, por nombrar sólo algunos ejemplos. En muchos países, la Convención también ha contribuido de forma muy concreta a la protección y conservación de sitios muy importantes. Reducir el Patrimonio Mundial al algunas veces desafortunado vínculo sinérgico con la industria del turismo o a un presunto lo-mejor-del patrimonio cultural no es suficiente. Aparentemente no hay textos dignos de mención para Choay del periodo posterior a 1980. ¿Qué hay del Convenio de Faro[6] de 2005 del Consejo de Europa y su concepción pionera del patrimonio cultural como un recurso para la sociedad, la cual con su participación le da valor al patrimonio? Con respecto a esto, ¿cómo debería clasificarse el cambio de perspectiva del objeto al ser humano? ¿Cuál es la relación del patrimonio con el discurso de la sostenibilidad? Choay no dice nada al respecto. Por tanto, su llamamiento se queda sin una fuerte visión de futuro y se limita a tres exigencias: un progreso de la educación y de la formación en el ámbito del patrimonio cultural, una potenciación de la apropiación de los monumentos para un uso contemporáneo (hoy hablaríamos de “adaptive re-use”[7]) y una participación de la población. Significativamente, esos postulados son también temas importantes en los mismos textos que Choay no incluyó en su antología.
Diez años después de la publicación de Le Patrimoine en questions, el momento parece más que propicio para ir hacia adelante en la dirección que tomó Choay, y disolver el supuesto antagonismo entre patrimonio y creación contemporánea. No es suficiente negarse a utilizar herramientas digitales para dibujar y convertir los palacios históricos en edificios universitarios, ejemplos que Choay utiliza para explicar sus exigencias. ¿No se basa nuestra crisis de tradición precisamente en la insistencia de una interpretación soberana y en la falta de apertura al desarrollo de nuestros conceptos teóricos y enfoques prácticos?
Baukultur
Estoy convencido de que debemos adoptar un nuevo enfoque para tratar nuestros monumentos y, por tanto, también una nueva narrativa que sitúe a las personas y sus necesidades culturales y sociales en el centro; es decir: un nuevo enfoque de la construcción comprometido con el bien común. Esto es, Baukultur de alta calidad.
Debemos aprender a entender el entorno construido, el espacio, como una unidad, y orientar su inevitable transformación hacia un conjunto de valores comunes: una alta calidad para el bienestar humano. En la actualidad, el mandato de conservación del patrimonio cultural debe ampliarse (¡y en ningún caso sustituirse!) con un mandato de diseño cualitativo para todo el entorno construido. Así, la conservación del patrimonio pasa a formar parte de la búsqueda de la calidad que se aplica a cualquier tarea de construcción.
La relación con el patrimonio construido en este contexto es sencilla, pero requiere una declaración precisa para evitar cualquier malentendido: el patrimonio cultural es una referencia central para nuestra cultura de la construcción. La conservación de los monumentos históricos y las medidas arqueológicas son, entre otros aspectos, una parte importante de cualquier estrategia de desarrollo sostenible. Por tanto, la comprensión holística del desarrollo espacial, orientada a la alta calidad, no debilita la protección, el cuidado y la preservación del patrimonio cultural, sino que, por el contrario, refuerza la relación con los edificios existentes y la comprensión común del valor del monumento. Sólo cuando la referencia histórica se reconozca como parte de la alta calidad de todo el espacio, la conservación del patrimonio podrá afirmarse y garantizar un tratamiento prudente del patrimonio cultural de forma sostenible y continua.
El concepto de Baukultur se ancló en el ámbito político en Europa con la Declaración de Davos 2018: Towards a high-quality Baukultur for Europe,[8] y ha tenido una amplia respuesta positiva. Al adoptar la Declaración de Davos, los ministros de cultura europeos se comprometieron a reforzar nuestra Baukultur. Desde entonces, el objetivo de un ambiente construido de alta calidad ha sido una exigencia explícita de la política cultural. Todo nuestro ambiente construido es una expresión de nuestra Baukultur. Cómo tratamos el patrimonio construido, cómo protegemos y cuidamos los monumentos o los abandonamos; cómo tratamos a los legados arqueológicos enterrados, cómo planificamos nuestras ciudades y pueblos, qué procesos utilizamos para ello, qué métodos y materiales de construcción aplicamos, qué impactos ambientales desencadenamos con la construcción y el uso del patrimonio construido: todos éstos son aspectos de nuestra cultura de la construcción. Incluso los proyectos que se planifican y se realizan sin alguna pretensión –pero que, sin embargo, son legales–, y el edificio descuidado desde un punto de vista constructivo, también es una expresión de nuestra Baukultur contemporánea. Lo que pretendemos es una Baukultur de alta calidad o, en otras palabras, el resurgimiento de los valores culturales en el trato con el espacio. En varios idiomas no existe un término con un equivalente exacto para el concepto de cultura de la construcción. Por eso, por ejemplo, el término alemán Baukultur se adoptó en inglés y español. En otras lenguas se hizo una traducción o se utilizaron construcciones conceptuales.[9] Al final, la terminología elegida no es de la mayor relevancia, pero sí lo es la comprensión común del principio en el que se basa: se trata de una percepción global del tratamiento del ambiente construido. Por tanto, no hay que confundir la Baukultur de alta calidad con la llamada “buena arquitectura”, un concepto mucho menos abarcador.
Calidad
El concepto de “calidad” desempeña un papel fundamental. La Declaración de Davos se refiere a la calidad como un imperativo estratégico. Si la Baukultur de alta calidad debe juzgarse también en relación con el tiempo y el contexto, entonces no es ni una impresión totalmente subjetiva ni una cuestión puramente formal. La experiencia individual de la calidad de un lugar puede variar según las situaciones de la vida, pero, sin embargo, se pueden definir y evaluar objetivamente denominadores comunes y valores de la alta calidad.
Por tanto, para cualquier debate futuro es indispensable tener una comprensión común de la definición de alta calidad de Baukultur y de la posibilidad de evaluarla. Las consideraciones sobre este punto ya han sido objeto de debate durante un tiempo. Sin embargo, en la actualidad no existe ningún método o herramienta para evaluar la calidad de Baukultur de un lugar de forma integral. Los distintos instrumentos, iniciativas, principios o incluso sistemas de certificación existentes sólo abordan diferentes aspectos individuales de Baukultur de manera integral.[10] No se refieren de forma global a Baukultur con todos sus aspectos, incluyendo el patrimonio cultural, la creación contemporánea, todas las partes del ambiente construido, así como los procesos de su cambio.
Sistema de Calidad de Davos para Baukultur
Por ello, durante el Proceso de Davos se desarrolló el Sistema de Calidad de Davos para Baukultur.[11] Por Proceso de Davos entendemos el esfuerzo de muchos actores públicos y privados para seguir concretando la Declaración de Davos 2018. Es necesario profundizar en los distintos aspectos de Baukultur y en las formas de alcanzar los objetivos de la Declaración de Davos; al mismo tiempo, el tema Baukultur debe seguir siendo de actualidad en la agenda política.
El Sistema de Calidad de Davos para Baukultur opta por un enfoque multidimensional y coral para trazar el concepto holístico de Baukultur de alta calidad. Propone ocho criterios y principios de calidad para definir y evaluar la calidad de la construcción y los aspectos culturales de los edificios. Por tanto, es el primer enfoque que pone los criterios sociales, culturales y emocionales al mismo nivel con los criterios técnicos, ecológicos y económicos más difusos, dándoles la debida importancia en una evaluación global y equilibrada.
Los ocho criterios de calidad son Gobernanza, Funcionalidad, Ambiente, Economía, Contexto, Diversidad, Genius Loci y Belleza. Los criterios individuales están interrelacionados y hay superposiciones temáticas en su contenido, pero todos los criterios son igualmente importantes. Si un sitio cumple con todos ellos, se trata de Baukultur de alta calidad.
La Gobernanza en el sentido de Baukultur de alta calidad promueve procesos orientados a la calidad y específicos para cada lugar, dirigidos por figuras cualificadas que trabajan en equipo. La Gobernanza facilita el compromiso público y contribuye a una toma de decisiones participativa, transparente e inclusiva, a la gestión y al mantenimiento del lugar. La Funcionalidad se expresa en métodos de diseño y construcción que satisfacen las necesidades humanas de salud, comodidad, seguridad y accesibilidad. Los lugares con Baukultur de alta calidad son duraderos y se adaptan a los usos y propósitos existentes y a los cambios, mientras que el patrimonio construido sigue conservado. Desde el punto de vista del Ambiente, Baukultur de alta calidad es sostenible; ayuda a conservar los recursos naturales y la biodiversidad, y a mitigar el cambio climático. Preserva, promueve y desarrolla un entorno natural intacto y diversos paisajes culturales y naturales mediante un uso responsable del suelo y la urbanización, la movilidad sostenible, la eficiencia energética y el uso de materiales y métodos de construcción duraderos, teniendo en cuenta todo el ciclo de vida. Desde el punto de vista de la Economía, Baukultur de alta calidad da prioridad a los valores culturales y a los beneficios económicos a largo plazo, por encima de los de corto plazo, preserva y mejora el valor económico y produce lugares de alta calidad de uso. Preserva y desarrolla los recursos mediante usos a largo plazo adaptados al lugar y al diseño, mediante la economía en la construcción y en el mantenimiento, y mediante la construcción de edificios duraderos y de buena calidad. Baukultur de alta calidad responde a las demandas de Diversidad social, promoviendo sociedades inclusivas y usos diversificados. Facilita la colaboración y la responsabilidad compartida, lo que conduce a la cohesión social y espacial. Contribuye a una cultura de planificación abierta a la diversidad. Los lugares donde existe Baukultur de alta calidad, también se relacionan con su Contexto construido y natural. Abarcan el patrimonio construido y el diseño contemporáneo, y dialogan con las condiciones locales y sus características en términos de tiempo, dimensión, tipología y materialidad. Baukultur de alta calidad contribuye al Genius Loci: presenta características que fomentan la respuesta emocional de las personas y su relación positiva con el lugar. Promueve el vínculo con el lugar mediante su fuerte identidad y carácter distintivo, contribuyendo a la satisfacción de las necesidades sociales, psicológicas y culturales. Por último, Baukultur de alta calidad conduce a la Belleza. Considera la percepción sensorial y la comprensión de la relación entre los objetos, los espacios y las personas, mejorando así la satisfacción y la calidad de vida de las personas. Resalta la necesidad de una apreciación estética positiva y una relación satisfactoria entre las personas y el lugar.
El Sistema de Calidad de Baukultur propone una serie de preguntas centrales a las que hay que responder para cada criterio en la evaluación de un lugar. Quienes deseen ir más allá pueden objetivar estas preguntas –y sobre todo las respuestas a ellas– y medirlas con índices adecuados y puntos de referencia apropiados. Es cierto que la evaluación concreta de un lugar requiere una aplicación de los criterios en función del contexto y una determinación individual de las cuestiones pertinentes o incluso de los índices. Como marco general, el sistema sirve de base para una visión holística del espacio orientada hacia la calidad, precisamente hacia Baukultur de alta calidad.
La vuelta al ser humano
A la vista de las tareas actuales, extremadamente urgentes –como la protección del clima, la promoción de la biodiversidad o, de forma más general, la lucha contra la contaminación ambiental de todo tipo, así como los retos sociales y como las crecientes disparidades sociales– parece evidente un retorno fundamental a lo colectivamente humano en tema de construcción. Esto puede parecer ingenuo al principio, pero merece atención. La demanda implica un reposicionamiento político de las esferas pública y privada, lo cual es un punto esencial, en especial en relación con Baukultur. Cómo construimos el ambiente que nos circunda, no es un asunto privado. Baukultur de alta calidad es inclusiva, contribuye directamente al bien común y, por tanto, es de especial interés público. El enfoque dominante –al menos en las sociedades occidentales– sobre la propiedad privada y la libertad que implica no necesita una reordenación revolucionaria, sino un replanteamiento fundamental. La prioridad que nuestra legislación y nuestras normas conceden a la libertad privada parece cada vez más obsoleta, y sería conveniente pensar en una inversión del principio de proporcionalidad. Debería de estar permitido lo que sirve al bien común, no lo que no le perjudica.
Por tanto, hacemos un llamamiento a un movimiento por Baukultur de alta calidad. Y, al igual que Françoise Choay, seguimos siendo optimistas: en los últimos tiempos, el llamamiento a concentrarse nuevamente en los valores humanos está cobrando fuerza y observamos un impulso favorable a los criterios de Baukultur de alta calidad. Esto no es una coincidencia, sino una expresión de la creciente frustración con el aspecto del ambiente que nos circunda. La importancia de los procesos y las herramientas informales y formales para mejorar la calidad es cada vez mayor; numerosas iniciativas dedicadas a mejorar el espacio están cobrando impulso. En esto, el bienestar de las personas es siempre un factor fundamental. Formalmente, eso puede concretarse de muchas maneras diferentes, según el lugar y el contexto, y estamos lejos de querer hacer cualquier prescripción de estilo paternalista.
En Europa se escucha, a veces, un nuevo realismo que retoma de forma sorprendente las premisas del neorrealismo italiano de los años cincuenta. Como reacción a la arquitectura monumental fascista, en la Italia de la posguerra se produjo un retorno a las estructuras vernáculas, a los detalles constructivos y decorativos y a la escala humana. El rechazo del lenguaje desmaterializado, sin dimensión y plano, también se observa cada vez más en la arquitectura contemporánea: las figuras orgánicas, las fachadas rítmicas y hápticamente materializadas, el pequeño tamaño y la escala vuelven a ser leitmotiv de este “segundo neorrealismo”. Fundamental e independientemente de cualquier expresión formal, este retorno a lo humano también abre perspectivas positivas para el cuidado y la preservación del patrimonio cultural como parte del entorno general construido. En combinación con los objetivos globales de sostenibilidad, encarna una concepción que retoma, preserva, reutiliza y, cuando es necesario, renueva las estructuras y los valores existentes. El objetivo no es una arquitectura mimética ni la renuncia a cualquier ruptura e innovación, sino la consideración consciente y debatida de todos los criterios de una alta calidad de Baukultur de los edificios. Si en la actualidad estos planteamientos sólo pueden observarse en su mayoría en lugares seleccionados, normalmente de valor especial, la gran tarea de nuestro tiempo es aplicarlos a todo el territorio. Incluso en lugares donde hasta ahora nadie se preocupaba por la calidad. Ésta es la gran exigencia de Baukultur de alta calidad, y en mi opinión es también la estrategia sostenible para nuestro patrimonio cultural.
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Referencias
Choay, Françoise (2009) Le Patrimoine en questions. Anthologie pour un combat, Seuil, Paris.
Convenio de Faro (2005) Convenio Marco del Consejo de Europa sobre el Valor del Patrimonio Cultural para la Sociedad, Consejo de Europa, Faro.
Davos Declaration (2018) Towards a high-quality Baukultur for Europe [www.davosdeclaration2018.ch] (consultado el 5 de junio de 2021).
The Davos Baukultur Quality System (2021) [https://davosdeclaration2018.ch/quality-system/] (consultado el 5 de junio de 2021).
UNESCO (1972) Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural, UNESCO, París.
UNESCO (2011) UNESCO Recommendation on the Historic Urban Landscape, UNESCO, París.
Notas