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Recepción: 01 Junio 2021
Aprobación: 10 Agosto 2021
Resumen: En esta pequeña biografía, el autor hace un viaje cronológico en la vida del hombre Marinus Braspenning, en su búsqueda por encontrar una finalidad en la vida y el puesto justo donde ejercer su labor misionera. El autor no busca santificar su persona ni otorgarle cualidades mesiánicas, al contrario, su propósito es situarlo en relación con la sociedad por él elegida, la ilobasquense; en esa sociedad donde desarrolla su vínculo social y deja una huella, la evidencia de su presencia en la gente de sus parroquianos. En Ilobasco, donde se le honorificó erigiendo un centro educativo con su nombre y que en la actualidad forma parte del quehacer cotidiano: muchos jóvenes año tras año estudian y se gradúan en el Colegio “Presbítero Marino Braspenning.”
Palabras clave: Braspenning, Marino Johannes 1916-1997 – Cristianismo - Biografías, Sacerdotes - Biografías, Iglesia católica – Biografías, Misioneros – Vida religiosa.
Abstract: In this short biography, the author follows a chronological journey through the life of Marinus Braspenning, in his search to find a purpose in life and the right place to exercise his missionary work. The author does not seek to sanctify him or give him messianic qualities; on the contrary, his purpose is to give him a place in relation to the society that Father Braspenning chose: that from Ilobasco. It was in that society where he developed his social bond, leaving his footprint, the evidence of his presence in the people of his parishioners. In Ilobasco he was honored by the foundation of an educational center bearing his name, and which educational work is currently part of their daily life: many young people study and graduate from the private school “Priest Marino Braspenning” every year.
Keywords: Braspenning, Marino Johannes 1916-1997 – Christianity - Biographies, Priests - Biographies, Catholic Church – Biographies, Missionaries – Religious life.
El padre Marinus tenía una voz débil, era un hombre tímido por naturaleza, no era un orador prodigioso, pero era un hombre portador de cualidades unificadoras que llevaron a la población ilobasquense a valorar su persona, a lo mejor por su entrega a los principios paulinos de caridad: no descuidar a los pobres y a los excluidos, en su caso, una elección personal muy definida. A esto hay que agregarle la transmisión acertada del sentido de pertenencia transmitida a sus feligreses. Por otra parte, tenemos su tarea de guía espiritual; la tarea de evangelizar, en la que nunca faltaron los principios básicos de tolerancia y la obligación diaria de todo ser humano a mejorarse como persona. Principios universales y entendibles en cada cultura.
Datos biográficos
El padre Marinus Johannes Braspenning nació el 29 de octubre de 1916 en Zundert, provincia de Brabant (Países Bajos), como hijo de Cornelis Braspenning, sastre de profesión, y Maria Johanna van Baal, ama de casa. Se puede decir que era proveniente de una familia pobre y de principios religiosos muy sólidos. Era un paisano del famoso pintor postimpresionista Vincent van Gogh, que había muerto 26 años antes. De los primeros años de su vida se sabe poco, supuestamente haría las mismas cosas de todo niño de su época: ir a la escuela local y vivir en una pequeña ciudad bastante vecina a la vida campesina, como lo es Zundert, ciudad conocida por su arboricultura. De su carácter se sabe que era bastante independiente, de mente emprendedora y muy sincero.
Estudiante en el Seminario de Panningen (Países Bajos)
A la edad de 20 años, ingresó a la Congregación de la Misión, lazaristas1, en Panningen, Limburg, más conocidos en Centroamérica como padres paulinos, una congregación con mucho trabajo misionero de diversas partes del mundo, África, Asia y el continente americano.
Como joven estudiante en el seminario de Panningen, sus superiores lo describieron como un joven de espíritu emprendedor, bastante independiente e impaciente, pero al mismo tiempo buen estudiante, experimentado, generoso y de buen corazón. Esta impaciencia se explica fácilmente desde la perspectiva de un joven misionero ansioso por iniciar su obra misionera. Ya en 1942, un año antes de su ordenación sacerdotal, expresó en estas citas de una carta dirigida al Provincial Visitador, su deseo y la naturaleza de esta impaciencia: “Es mi deseo más ferviente poder partir más tarde a la misión de China, una vez que sea ordenado como sacerdote por gracia de Dios”. “Sin embargo, partir hacia China debido a las circunstancias, me encantaría ir a Brasil. Si tan solo pudiera convertirme en misionero. Me siento menos apto para la vida de estudio o seminario, dada mi naturaleza inquieta y vivaz”.
Periodo 1946-1951: Tianjin (China)
En 1943, después de su ordenación como sacerdote, su congregación decidió que el sacerdote Braspenning sería enviado a China. Sin embargo, solo se le permitió partir después de la liberación de los Países Bajos y después de seguir, en el mismo año, en Nijmegen, un curso de especialización en misionología. En 1946 fue enviado al norte de China, junto con otros seis sacerdotes jóvenes, a Tianjin (antes: Tientsin), donde los lazaristas franceses ya tenían una larga tradición como misioneros desde 1697. Esta ciudad portuaria es conocida hoy día por el ensamblaje de aviones Airbus y por la hermosa Catedral de San José, construida en estilo románico entre 1913 y 1916. Desde su llegada a Tianjin, se dedicó a aprender mandarín, la lengua oficial china, una lengua difícil para un neerlandés; y a trabajar con exiliados de la guerra civil. En 1949, Mao Zedong proclamó la República Popular China. La población de China había sufrido mucho a lo largo de los años, primero bajo el dominio japonés, luego por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y finalmente por la guerra civil entre nacionalistas y comunistas, los últimos dirigidos por Mao Zedong. Entre 1946 y 1951 vivió en un país devastado por la guerra civil y el caos que terminó en 1950 con la victoria de los comunistas. Los problemas llegaron muy pronto para el joven sacerdote. Al nuevo régimen le desagradaban los misioneros y los veía como una extensión más del odiado colonialismo y como parte de la nueva dominación imperialista del capitalismo. En 1951 fueron expulsados del país y el padre Marino regresó a los Países Bajos junto con otros misioneros. Esta salida forzada de China no socavó su deseo de trabajar como misionero.
Cotulla, Texas (Estados Unidos), periodo 1952-1961
Después de pasar cuatro meses en Holanda, fue trasladado a Cotulla, Texas (EE. UU.), en 1951, pero más tarde y después de haber tenido contactos con miembros de su misma congregación en Panamá y Guatemala, finalmente fijó su deseo de continuar su trabajo de misionero en Centroamérica. El Provincial de Estados Unidos, P. James Stakelum, c.m., le aconsejó que por el momento se quedara en Cotulla, que trabajara con los mexicanos y que pospusiera su deseo por un tiempo, seguramente para que aprendiese mejor el castellano o tal vez por razones organizativas que posiblemente en ese momento limitaban su nombramiento. En 1957, se le concedió la ciudadanía estadounidense. El tomar la ciudadanía estadunidense tenía un carácter práctico, porque así no se necesitaba tener visa de entrada al país. Tal medida no era una excepción, ya anteriormente otros religiosos habían hecho esa misma elección en vista de que daba menos problemas aduaneros. En diciembre de 1961, en una carta dirigida al Superior de su congregación reafirmó su deseo de continuar la obra misionera en Centroamérica y le pidió interceder en su favor. Ahora el idioma español ya no sería un problema, y tampoco lo sería su salida de Cotulla: “La Provincia Americana no perderá mucho conmigo. No soy un buen predicador ni un buen maestro, y el trabajo que hago aquí en la parroquia podría ser hecho igual o mejor por un confrade estadounidense”.
El Superior de su congregación le dio la buena noticia, el Consejo Provincial había aprobado su nombramiento en Centroamérica. El Visitador para Centroamérica, el padre José Álvarez, lo recibió en Guatemala, donde pasó algún tiempo en la Casa Provincial hasta diciembre de 1962, cuando se oficializó su nombramiento como sacerdote en Ilobasco, El Salvador.
Ilobasco (El Salvador): 1962-1997
Cuando el padre Braspenning llegó a Ilobasco en 1962, la ciudad y sus alrededores contaba con más o menos unos 30.000 habitantes, unos 10.000 en la región urbana y otros 20.000 en zonas rurales, cantidad que se mantuvo hasta casi antes de la guerra civil. Hoy en día, Ilobasco es una ciudad próspera, dinámica, con 75.000 habitantes, una universidad, muchos servicios y una posición comercial estratégica que en pocos años le ha permitido un gran desarrollo económico.
Desde que inició su nueva función sacerdotal en la Iglesia de San Miguel Arcángel, se dedicó a continuar la obra misionera de los lazaristas, iniciada en 19422, y lo hizo con los medios a su alcance: a pie, a caballo, en burro o con jeep y con la ayuda de las diferentes organizaciones católicas ya existentes en la ciudad3.
Muchas circunstancias influirían en su trabajo. En aquel entonces, la ciudad no contaba con grandes recursos financieros, una red de seguridad social y tenía poca o ninguna atención médica para la ciudad y el campo. Ilobasco tenía 18 cantones, 118 caseríos, unos 30.000 católicos, 40 iglesias y capillas dispersas en toda la región. Tres años después, en 1965, en una carta dirigida al Visitador de su congregación, escribía: “Aquí es un trabajo duro, muchas salidas en Jeep o a caballo o en mula, pero esa vida agitada me va muy bien, me encanta, no me gusta estar sentado en una silla”. Aparte del buen clima, hacer sus visitas al campo era uno de sus grandes placeres, ya fuese en jeep o a caballo. Esas visitas las echaría de menos hasta en los últimos momentos de su vida.
Después de su experiencia en China, no le sorprendieron las condiciones en su nuevo destino, al contrario, siempre se sintió bien con su tarea encomendada. Era un emprendedor nato, un hombre tranquilo que podía hacer bien su trabajo gracias al apoyo desinteresado de organizaciones locales de feligreses. Se sentía bien en su iglesia y consideraba a Ilobasco, religiosamente hablando, una de las mejores parroquias de El Salvador, aunque se debe tener en cuenta que en este país la religión católica, aunque no sea la oficial, históricamente se ha considerado la religión del pueblo.
Es indudable que desde su llegada a Ilobasco fue consciente de su posición como sacerdote extranjero y de que debía obrar con el debido tacto y prudencia. Ilobasco era un reflejo de los problemas sociales de El Salvador, problemas que resaltaban a la vista de todos, tales como la corrupción política (políticos que trabajaban más para su bienestar personal que para su población), la corrupción en el sistema judicial (jueces poco confiables, sobornables); belicosidades sobre todo dentro del campesinado, el hacer justicia con sus propias manos: los ajustes de cuentas, macheteados4 en fiestas religiosas; problemas de alcoholismo; las enormes diferencias entre el campo y la ciudad, en muchos casos el campo sin escuelas, sin electricidad, sin agua potable y en caminos poco transitables5.
En una sociedad como la nuestra era necesario maniobrar de tal manera que fuese posible crear espacios que le permitiesen llevar a cabo su trabajo misionero, cosa que no todo el tiempo le fue fácil; se tenía que ser consciente de la diversidad ideológica con la gente que se relacionaba. Por otro lado, lo atractivo de la propagación de la fe era su fascinación para un pueblo religioso que, a pesar de cualquier negatividad, no perdía la fe y siempre seguía adelante. Ejemplo de ello es que, a pesar de la guerra, el fervor religioso seguía en pie y las celebraciones religiosas seguían imparables. Otro ejemplo de ello fueron todas las actividades para recaudar fondos para la reconstrucción de la Iglesia del Calvario, cosa que en ningún momento paró.
Desde el inicio dirigió su atención a los más desfavorecidos y con la ayuda de organizaciones como Memisa6 y voluntarios se preocupó por mejorar las instalaciones de la Casa de Ancianos San Vicente de Paúl, como baños, instalaciones sanitarias, alcantarillado, etc. (octubre de 1978), así como gastos de mantenimiento y sustento de los ancianos. Los ancianos formaban un punto de su atención. En diversas ocasiones recolectó medicinas, ropa para ellos por medio de amigos, otros sacerdotes y familia. En su avanzada edad, cuando ya casi no tenía dominio mental de sí mismo, aún conservaba medicinas para los ancianos, y en algunos casos ya vencidas.
El conflicto armado 1980-1992
En lo que refiere a la situación política y frente al conflicto armado, supo tener en cuenta su posición de sacerdote extranjero y lo importante que era para él mantener cierta neutralidad que le permitiese continuar su tarea evangelizadora. Durante el periodo duro del conflicto armado (1989), cuando el sacerdote J. Groetelaars le pregunto si no era prudente que él regresase a los Países Bajos, su respuesta fue muy corta: “Esa miseria pasará”. No era la primera vez en su vida que se veía en medio de situaciones peligrosas. En su vida (1940-1945) había sido testigo de la invasión, capitulación y ocupación de su país por el régimen nazi. Durante su tarea misionera en China, en el periodo 1946-1951, había trabajado con refugiados de la guerra civil. Se debe tener en cuenta que cuando el primer pastor lazarista llegó a vivir a la pastoría de Ilobasco, por miedo le pidió a los Caballeros de Cristo Rey que se encargaran de cuidar la pastoría. En 1984, los caballeros se intercambiaban en grupos y tenían una lista interna para turnarse, cuidando de que ninguno de ellos supiese en qué grupo y con quién le tocaba hacer la vigilancia. Esa tradición ya venía desde años, cosa que a los lazaristas posteriores les favoreció y les debió dar cierta sensación de seguridad. Durante la guerra, en Ilobasco creció el número de habitantes a causa de la llegada de los desplazados provenientes de ciudades vecinas de Tejutepeque, Jutiapa, Cinquera, Chalatenango, etc., así como de los cantones vecinales a Ilobasco. Esta gente, víctima de la guerra, se vio obligada a abandonar sus casas por incursiones del ejército y la guerrilla, por falta de víveres o simplemente por miedo a ser víctima de violencia. El Salvador en ese tiempo era un terreno peligroso. La pregunta interesante es cómo puedes ejercer tu función sacerdotal en una sociedad violentada; cuando eres testigo del sufrimiento de las personas, de muertes anónimas de campesinos, del reclutamiento de niños en filas de la guerrilla, de los muertos en tu iglesia, como los hechos que ocurrieron en la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados y no esclarecidos, y otros ejemplos de violaciones a los derechos humanos. Naturalmente ese fue uno de los periodos más difíciles de su vida en los que más de una vez manifestó su pesar a sus cofrades.
Quienes mejor lo conocieron lo recuerdan como un sacerdote bien integrado a Ilobasco y con un corazón para su ciudad y su pueblo. Su principio era: “Los pobres son la razón de mi existencia, a ellos me dedico”. El Padre Marino era muy apreciado por los ilobasquenses porque, además de su labor espiritual, era copromotor de proyectos de desarrollo comunal de carácter urbano y rural, actividades de carácter caritativo social y cultural en beneficio de la ciudad7. Se le recuerda como un hombre tolerante, amigo de los pobres y de los ancianos, alguien que no juzgaba fácilmente y presente con quienes lo necesitaban. De él se cuentan muchas anécdotas que pudiesen ser ciertas o parte de la rica imaginación de nuestra gente. Se cuenta que en cierta ocasión fue al campo a visitar a un campesino enfermo. Al verlo, el sacerdote consideró que el hombre debía llevarse a un hospital. El campesino le contestó que se avergonzaba salir porque solo tenía la ropa vieja de trabajo. El sacerdote se salió al patio de la choza, se quitó la sotana, se quitó la camisa y se volvió a poner la sotana. Entró a la choza con la camisa en la mano. “Póntela —le dijo—. Ahora nos vamos”.
Al inicio de su nombramiento, en los años 60, innumerables veces, a altas horas de la noche, por falta de ambulancias, condujo a los pobres enfermos en su jeep hasta el hospital de Cojutepeque, a 22 kilómetros de Ilobasco. En Ilobasco solo existía una pequeña clínica, que más parecía un puesto de salud carente de medicamentos. Fue hasta el año 1988 que Ilobasco contó con un verdadero hospital. A principios de los años 60, la parte de carretera de Ilobasco a San Rafael Cedros (14 kilómetros) todavía no estaba asfaltada; era una calle polvosa sin demarcación, sin señales y con curvas peligrosas. Cosa normal era encontrarse con algún accidente automovilístico. Él mismo tuvo dos accidentes en los que se cuenta que alguien descuidado accidentalmente le dejó caer la tapa del motor en la cabeza y en otra ocasión dio unas cuantas vueltas volteretas con su jeep.
Su muerte
En 1989, el padre Marino contaba con 73 años y su salud iba en detrimento. En 1993, ya su vulnerabilidad física era visible, padecía de mareos, pérdida de memoria y se veía obligado a tomar medicinas. En 1994 ya tenía dificultades para caminar, se lamentaba de no poder usar el jeep ni el caballo para ir de visita al campo. Sin embargo, sentía gratitud a Dios por las oportunidades vividas en otros tiempos, de los que solo conservaba los recuerdos, los mejores de su vida. En marzo de 1996 fue trasladado al hospital Hermano Pedro, y el 6 de julio de 1997 falleció tras una larga enfermedad en el sanatorio El Hermano Pedro. Su deseo, como el de la gente de Ilobasco, fue que lo enterraran en su antigua iglesia. El 8 de julio sus restos fueron trasladados a Ilobasco, y el 9 de julio de 1997 fue enterrado frente a la gruta de Nuestra Señora de Lourdes junto a la iglesia. La gruta también fue construida por otro lazarista holandés, el padre Joseph van Dongen, que en 1992 regresó a los Países Bajos.
Su nombre está ligado la historia de Ilobasco y es parte del quehacer cotidiano ilobasquense, y me refiero a los muchos jóvenes que año tras año estudian y se gradúan en el colegio que hoy lleva su nombre. En vida y como un reconocimiento a su labor social en beneficio de la sociedad, un centro de estudios lleva su nombre desde 1983: Colegio “Presbítero Marino Braspenning”. El 6 de agosto de 1997 la Asamblea Legislativa de El Salvador lo declaró “Mejor Amigo de la República de El Salvador”.
Agradecimientos especiales a:
La Congregación de los Lazaristas de Panningen, Países Bajos, al Erfgoedcentrum Nederlands Kloosterleven de Sint Agatha (Países Bajos), al profesor Juan José Suria Domínguez y su esposa, la profesora Sra. Consuelo Escobar de Suria, al profesor Miguel Ángel Suárez, al Lic. Arturo Martínez y al Ing. Douglas Rivas.
Apéndice
Notas
Notas de autor
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