Reseñas
Reseña de Católicos y política en América Latina antes de la democracia cristiana (1880-1950)
Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 0327-4934
ISSN-e: 2250-6950
Periodicidad: Semestral
vol. 65, núm. 2, e0078, 2024
Castro Martín, Mauro Diego. EDUNTREF. 2019. Sáenz Peña. EDUNTREF. 276 págs.pp.. ISBN: 978-987-4151-95-7 |
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Católicos y política en América Latina antes de la democracia cristiana (1880-1950). Castro, Martín y Mauro, Diego (comp.).
Reseña por Mariano Rainieri
Católicos y política en América Latina antes de la democracia cristiana se inscribe dentro de la creciente historiografía que ha privilegiado en las últimas décadas el estudio de los vínculos entre partidos políticos e Iglesia Católica, sin perder de vista al heterogéneo ideario de los católicos sobre la política y a sus prácticas. La compilación en cuestión es el resultado del trabajo en conjunto gestado recientemente al calor de la celebración de distintas jornadas académicas. El abordaje de los autores y las autoras que contribuyeron con sus investigaciones se inclina hacia una perspectiva comparativa y transnacional en aras de ofrecer un relato más integrado del catolicismo político sudamericano de la primera mitad del siglo XX, que identifique vasos comunicantes entre las diferentes experiencias nacionales, así como también divergencias. Es por ello que el libro presta particular interés en atender tanto a las organizaciones políticas como a los intelectuales del catolicismo europeo ya que constituyeron faros muy influyentes en la órbita de América Latina. La compilación brinda un conjunto de investigaciones diversas –en cuanto a la periodización, la escala de análisis y los objetos de estudio dentro del vasto campo del catolicismo político– que se centran en distintos casos sudamericanos. El común denominador de los trabajos es el foco puesto en explorar las diferentes iniciativas políticas de los católicos que a partir de la conformación de un mosaico de organizaciones y propuestas buscaron intervenir en los escenarios políticos locales y regionales con una impronta socialcristiana.
En el estudio introductorio realizado por los compiladores –Martín O. Castro y Diego Mauro– se manifiestan una serie de planteos e hipótesis que articulan a las distintas investigaciones. En principio, los autores parten de una definición de catolicismo político, en base a una conceptualización propuesta originalmente por Martin Conway, que incluye no solamente a partidos políticos confesionales sino también al amplio conjunto de organizaciones socio-económicas e intelectuales de inspiración católica, en muchos casos no avaladas por las jerarquías eclesiásticas ni alineadas necesariamente con ellas. Dentro de esa miríada de iniciativas políticas también se consideran, por ejemplo, la creación de instituciones para la formación intelectual de las dirigencias y la constitución de ligas o uniones coyunturales en cuyas metas y planes de acción figuraba la intención de involucrarse en el escenario electoral y competir por los resortes estatales.
Asimismo, Castro y Mauro subrayan la importancia de evitar lecturas teleológicas que tiendan a plantear un desarrollo demasiado lineal entre los partidos católicos formados a finales del siglo XIX y los partidos democristianos propios de la segunda posguerra. En este sentido, si las formaciones partidarias decimonónicas tenían el objetivo privilegiado de defender los intereses de la Iglesia Católica frente a la profundización de la laicización y el avance de sectores anticlericales variopintos, las dos primeras décadas del siglo XX ofrecieron novedades al organizarse algunos partidos que sumaron principios del catolicismo social a sus agendas políticas. De todas maneras, como sugiere Eduardo Posada-Carbó en su contribución sobre el caso colombiano a comienzos del siglo pasado, no hay que perder de vista que las divisiones partidarias en torno a la cuestión religiosa distaron de ser dicotómicas y se hicieron oír voces como las de la Unión Republicana liderada por Carlos E. Restrepo que ofrecían una línea dentro del catolicismo político de mayor tolerancia hacia otros cultos, en contraste con las posiciones ultramontanas del Partido Conservador.
Si bien los compiladores reparan en las diferencias que existieron entre el mosaico de partidos que nutrieron al catolicismo político del siglo XX, también advierten puntos en común. En tal sentido, los autores destacan el peso conferido a la cuestión social que compartieron las organizaciones democristianas de entreguerras, al proponer diversos programas reformistas alineados en gran medida con la encíclica Rerum Novarum y cierto corporativismo católico. De todas formas, los inestables escenarios nacionales e internacionales generaron sucesivos acercamientos y condenas hacia otros modelos como el fascismo y el comunismo por parte de diferentes grupos católicos. Esto se observa con claridad en el trabajo de Cândido Moreira Rodrigues sobre la revista de la intelectualidad católica brasileña, A Ordem, que pasó de sostener un ideario conservador y antidemocrático a defender posiciones “progresistas” inspiradas en el humanismo cristiano como producto de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco hay que ignorar que algunas coyunturas nacionales de entreguerras reactivaron antiguas disputas entre el Estado y la Iglesia en torno a ámbitos claves como la educación. Este asunto en particular es explorado por Macarena Ponce de León Atria para el caso chileno. En su trabajo se analiza el heterogéneo frente católico que se constituyó a raíz de la discusión sobre la libertad de enseñanza y el “Estado docente”, donde se encontraban desde posiciones defensoras de la educación confesional vinculadas a un conservadurismo más tradicional hasta posturas que abogaban por un pluralismo en la enseñanza sostenidas por diferentes agrupaciones democristianas. Por otra parte, los contextos locales podían ofrecer especificidades dentro del catolicismo político de entreguerras como se aprecia en el caso de Rosario que analiza María Pía Martín donde, por ejemplo, las disputas alrededor de la reforma constitucional santafesina sumadas al faccionalismo político local ofrecieron oportunidades a los católicos para implementar estrategias de acción política –como la Unión Popular de Rosario– inspiradas en la experiencia italiana del Partito Popolare.
Asimismo, la compilación señala que, en un principio, las agrupaciones democristianas compartieron una perspectiva “accidentalista” sobre el sistema político liberal. Es decir que, a pesar de su desconfianza, las mismas participaron en política aceptando en la práctica los mecanismos representativos. Esa postura se fue transformando para dar lugar a posicionamientos de mayor compromiso con instituciones como el parlamento, los partidos políticos y el sufragio popular, a veces combinados con diversos modelos corporativistas católicos como el analizado por Castro en su trabajo sobre las reflexiones de Gustavo Franceschi entre el Centenario y la primera posguerra. Por ello, dentro del escenario electoral comenzaron a surgir partidos de inspiración cristiana –como el Partido Popular porteño estudiado por Mauro en su capítulo– que entrelazaban un reformismo social de tono corporativista con la defensa de ciertos aspectos del parlamentarismo. La mencionada transformación dentro del universo democristiano implicó un proceso de secularización donde afloraron los debates en torno a los partidos y se comenzó a ensayar la formación de agrupaciones políticas independientes de las organizaciones sociales católicas. Los autores advierten que, en muchos casos, ese camino secularizador que llevó a la conformación de partidos democristianos autónomos no fue trazado por una voluntad expresa del laicado, sino que se fue construyendo a raíz de la negativa de las jerarquías eclesiásticas a apoyar abiertamente a partidos confesionales o de inspiración católica. Esta postura de varios Episcopados latinoamericanos parece haber estado relacionada con los desempeños electorales generalmente pobres de las agrupaciones democristianas. No obstante, existieron excepciones nacionales como lo demuestra el trabajo de Susana Monreal sobre la Unión Democrática Cristiana y la Unión Cívica en Uruguay, donde hubo una participación activa de la jerarquía eclesiástica uruguaya para la difusión y propaganda de los cívicos como partido confesional.
Por último, con la primera posguerra se configuró una red democristiana transatlántica donde emergieron referentes insoslayables –como Sturzo y Maritain– para los diferentes escenarios nacionales y se propusieron modalidades de organización y participación que tuvieron como horizonte la consecución de proyectos en torno a la democracia cristiana, entendida como una alternativa superadora tanto del liberalismo como del comunismo y los fascismos. La constitución de un “Atlántico católico” –en los términos que propone Conway en el epílogo– significó una presencia activa de militantes europeos en América acompañada por la colaboración de activistas latinoamericanos que favorecieron el desarrollo de una cultura política católica. Y tal como sostiene Martín Vicente en su trabajo comparativo sobre tres grupos político-intelectuales de la década de 1940 nucleados en diversas publicaciones de la Argentina, Chile y Uruguay, una serie de principios relacionados al humanismo cristiano fueron compartidos por estos militantes latinoamericanos en espacios e instituciones comunes, a pesar de sus diferencias nacionales.
En suma, Católicos y política propone un diálogo fructífero entre diferentes casos latinoamericanos sobre el catolicismo político de la primera mitad del siglo XX. La perspectiva comparada y transnacional que ofrece la compilación favorece una lectura más articulada del universo de agrupaciones de inspiración católica que participaron en los diferentes escenarios políticos de la región. Asimismo, como sugiere Conway, la colección invita a trazar nexos con la historia de la Democracia Cristiana europea para reflexionar acerca de los puntos de contacto y de las especificidades a escala nacional, regional y transatlántica.