Artículos

El «cierre» como mecanismo de conducción en La Matanza (2005-2019)

Conducting La Matanza, the construction of political leadership from the municipal government (1999-2019)

María Cecilia Ferraudi Curto
Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Martina Moriconi
Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín, Argentina

Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 0327-4934

ISSN-e: 2250-6950

Periodicidad: Semestral

vol. 65, núm. 2, e0074, 2024

estudiossociales@unl.edu.ar

Recepción: 25 Agosto 2022

Aprobación: 07 Julio 2023



DOI: https://doi.org/10.14409/es.2023.65.e0074

Resumen: Este artículo apunta a reconstruir el proceso de producción de Fernando Espinoza como «conductor» de La Matanza, atendiendo al «cierre» como mecanismo central a través del cual los actores locales dan cuenta de su permanencia en el gobierno. Nos interesa interrogar una paradoja que surca los análisis sobre su figura: consideran que la pregunta por su permanencia no requiere formularse, a la vez que vaticinan continuamente su derrota. Mostraremos que las imágenes que derivan exclusivamente su poder del aval de Balestrini o de los recursos del kirchnerismo resultan insuficientes. Retomaremos los análisis en torno del Partido Justicialista como «organización desorganizada» para dar cuenta de los cambios ocurridos a lo largo de las últimas décadas. Para ello, recurriremos a un corpus de entrevistas a dirigentes, militantes y funcionarios/as, y consultaremos la prensa escrita.

Palabras clave: La Matanza, peronismo, kirchnerismo, conducción, La Matanza, peronism, kirchnerismo, Politics as profession.

Abstract: This article aims to reconstruct the production of Fernando Espinoza as «conductor» of La Matanza, considering the «cierre» [closure] as the central mechanism through which local actors account for his permanence in government. We are interested in questioning a paradox that runs through analyzes of his figure: they consider that the question of his permanence does not need to be formulated, while they continually predict his defeat. We will show that the images that exclusively derive his power from the endorsement of Balestrini or from the resources of Kirchnerism are insufficient. We will return to the analyzes about the Partido Justicialista as a «disorganized organization» to account for the changes that have occurred over the last decades. To do this, we will resort to a corpus of interviews with leaders, militants and officials, and we will consult the written press.

I. INTRODUCCIÓN

La Matanza constituye un centro político en Argentina, en el que convergen muchas de las imágenes negativas atribuidas al conurbano bonaerense: clientelismo, malestar y violencia política asociados a la pobreza. El intento por comprender los mecanismos de «conducción» en el distrito más populoso del Gran Buenos Aires puede ayudar a desmitificar esas imágenes. A la vez, nos permitirá interrogar un vaticinio usual sobre quien ha conducido el municipio por más de diez años.

Fernando Espinoza se constituyó como intendente de La Matanza cuando el entonces jefe comunal, Alberto Balestrini, fue electo diputado nacional en 2005. En los primeros años, su reconocimiento político estaba asociado a la autoridad de Balestrini, quien era considerado como el «conductor indiscutido» del distrito. Después del alejamiento de Balestrini de la escena política, la caída de Espinoza fue augurada en todos los comicios en los que se presentó como candidato: 2011, 2015 y 2019. Sin embargo, aún frente a la derrota del kirchnerismo, el gobierno matancero logró continuidad e incluso cobijó a los funcionarios nacionales y provinciales abatidos en 2015. ¿Cómo comprender tanto esos presagios nefastos como el éxito en reponerse a coyunturas críticas y sostenerse en el gobierno?

Aquí nos acercaremos a la figura de Espinoza y a su modo de «conducir» La Matanza, a partir de las perspectivas de distintos actores del entramado político del distrito (militantes, funcionarios/as, sindicalistas), más o menos cercanos al oficialismo local[1]. Los modos de conducir han variado históricamente en relación con diversas condiciones del proceso político municipal, provincial y nacional. Aquí resaltaremos tres momentos decisivos: el ascenso político de Balestrini en 2005, el conflicto con los productores agropecuarios en 2008 y la derrota del kirchnerismo en las elecciones nacionales y provinciales en 2015. En este proceso, Espinoza se constituye como sucesor de Balestrini en la conducción del distrito. En tanto «barón del conurbano»[2], la estabilidad de Espinoza en la conducción se ha comprendido asociada a su carácter de delfín del antiguo líder y a la centralidad de La Matanza en el armado kirchnerista en tanto parecía asegurarle los recursos para sostener la maquinaria electoral (OLLIER, 2010; ZARAZAGA, 2011). Aquí intentaremos relativizar esta idea y mostrar otros aspectos relevantes para comprender su supervivencia, sorteando la enfermedad de Balestrini y los avatares de la relación con el kirchnerismo a lo largo del tiempo. Para ello, a partir de un trabajo que combina las voces de militantes, dirigentes y funcionarios/as matanceros/as con fuentes periodísticas y documentales[3], mostraremos la centralidad del «cierre» como mecanismo de conducción política de Espinoza.

Retomamos este término de nuestros/as interlocutores/as, quienes referían al «cierre» de Espinoza para diferenciarlo de Balestrini. En sus visiones, se trataba de un cambio en el estilo de hacer política que se conectaba con una reducción de las posibilidades de crecimiento político a lo largo del tiempo. Algunas voces referían a la conformación de un equipo político más estrecho que el de su antecesor. Otras describían mecanismos para mantener el control del entramado político local. A través del «cierre», el gobierno de Espinoza monitoreó y limitó las posibilidades de crecimiento de dirigentes y militantes de distintas vertientes del peronismo local así como los intentos de construcción política de La Cámpora (LC) y otras organizaciones kirchneristas en La Matanza. Así, para algunos, cuidó y fortaleció lo heredado: la agrupación Ramón Carrillo (RC). Entendemos este movimiento en el marco de una gestión nacional que buscó desplazar las mediaciones territoriales para distribuir recursos más escasos, ante la retracción económica y la reconfiguración política luego del conflicto con los productores agropecuarios. Por último, mostramos cómo la derrota del peronismo en 2015 en provincia y nación tensionó el «cierre» como mecanismo de conducción, en tanto el municipio recibió a funcionarios/as nacionales y provinciales desplazados/as por la derrota. A lo largo del texto, se buscará dar cuenta de la potencia heurística de esta noción a partir de la cual nuestros interlocutores/as comprenden la conducción de Fernando Espinoza.

II. LA QUINTA PROVINCIA

Diferentes análisis académicos, periodísticos y militantes han señalado la importancia de La Matanza en términos de su peso poblacional[4]. Según sostienen, este distrito del oeste del conurbano bonaerense podría considerarse como la quinta provincia del país en términos demográficos. Sin embargo, ni su presupuesto ni las normas que la rigen le permiten la autonomía de una provincia. Esa tensión es clave para entender su protagonismo y sus vicisitudes.

Desde la prensa, su «magnitud» se combinó históricamente con una imagen de carencias que puede rastrearse al menos desde fines de los años setenta («La Matanza, un partido con magnitud provincial», Clarín, 28/06/78, citado en SEGURA, 2016: 136). En 2017, una nota de La Nación profundiza la imagen monstruosa del distrito:

«LA NACION recorrió durante tres semanas la geografía feroz de este distrito, mítico feudo del PJ. Por momentos resulta un descenso a los infiernos. Apenas hay que asomarse y aparecen hospitales colapsados, zonas colonizadas por el narco, inseguridad, corrupción, mafias, un sinnúmero de calles de tierra, cientos de basurales a cielo abierto y caseríos de mala muerte que periódicamente son arrasados por las inundaciones». (Roberts, C. «La Matanza: una Argentina marginal y feroz en el corazón del conurbano», en La Nación 18/06/17).

Desde la perspectiva del viajero, la nota destaca carencias de infraestructura y servicios, atribuyendo la responsabilidad al peronismo. Se recurre a imágenes vívidas, a las voces de los actores y a textos académicos para respaldar el análisis. Si bien señala las heterogeneidades sociales, la crónica destaca los rasgos atemorizantes. Desde aquí, nuestra pregunta tiene una respuesta evidente. Otras investigaciones nos ayudan a problematizar la cuestión.

Desde 1983, numerosos análisis intentaron comprender los modos en que las transformaciones socioeconómicas se articulaban con los procesos políticos, a los fines de dar cuenta de las especificidades de la democracia en Argentina. Varios de ellos referían a La Matanza.

Inicialmente, el foco se colocó sobre la territorialización de la politicidad popular tanto a través de acciones colectivas --asentamientos, saqueos y más tarde cortes de ruta- (MERKLEN, 1991, 2005) como de una reformulación del PJ de un movimiento cuya columna vertebral eran los sindicatos a una «organización desorganizada» protagonizada por «punteros» (LEVITSKY, 2005), en el marco de una reconfiguración del régimen de acumulación. La «caza» de recursos estatales fue vista como respuesta frente a la pobreza. Ante la crisis del trabajo, las redes políticas territorializadas se constituyeron como mediadoras entre Estado y pobladores. En estos análisis, la cuestión de la conducción política se desdibujaba, para atender a los modos de organización colectiva.

Mientras en la década de 1990 el problema de la desocupación fue tomando centralidad en la escena pública, después de la crisis de 2001 (y en relación con la multiplicación de recursos estatales orientados a paliar la «emergencia») varias etnografías profundizaron en los modos en que las organizaciones populares se entramaban en el Estado a partir de la gestión de políticas de transferencia condicionada de ingreso, alimentarias y habitacionales, tomando diferentes barrios de La Matanza como lugar de análisis (MANZANO, 2013; COLABELLA, 2012; FERRAUDI CURTO, 2014). Si los primeros análisis sociológicos y politológicos constituyeron un diagnóstico de la situación más general, las etnografías mostraron posibilidades diversas a través de las cuales diferentes actores leían su propia situación y actuaban frente a ella a lo largo del tiempo. Mientras describieron los modos en que la estatalidad se particularizaba a través de diferentes dispositivos y redes, también permitieron entender diferentes articulaciones entre los tejidos organizacionales y el PJ en La Matanza así como elementos de la relación de todos ellos con el proceso político nacional. Sin embargo, estas etnografías se enfocaron en tejidos locales, tomando la centralidad del PJ en el gobierno municipal como un dato.

Análisis politológicos más recientes, en cambio, retomaron la pregunta por la continuidad del PJ en el gobierno, ya sea para detallar los momentos electorales (ENTIN, 2004; ROCCA RIVAROLA, 2006), para mostrar los modos en que el kirchnerismo elaboró vínculos diferenciales con los intendentes del conurbano disponiendo de los recursos del estado central para disciplinarlos o potenciarlos, de acuerdo a una evaluación de su lealtad con el gobierno (ZARAZAGA, 2011) o para problematizar la figura de los «Barones del Conurbano», mostrando heterogeneidades entre distritos y a lo largo del tiempo (VOMMARO, 2015). Si bien dan cuenta de elementos relevantes que aquí retomaremos, es preciso trabajar nuevos materiales e interpretaciones para intentar comprender la continuidad de Espinoza en el gobierno distrital.

El PJ matancero se mantuvo en el gobierno a través de la recomposición de los liderazgos partidarios entre 1983 y 1999 (LEVITSKY, 2005; VOMMARO, 2015). Desde entonces, en cambio, Balestrini logró sostenerse, sobrepasó la crisis de 2001 e incluso eligió a su heredero. Espinoza también logró sostenerse, sobrepasó la crisis de 2008, la enfermedad de su mentor y la derrota kirchnerista de 2015, y eligió a su sucesora. Muchos análisis tendieron a asociar esta continuidad con el kirchnerismo, en relación con la variedad de recursos estatales que se encarrilaron por vías organizacionales (especialmente a través del PJ). A la vez, La Matanza fue central para pensar el armado político kirchnerista a lo largo de los años: la mayoría de las campañas electorales se cerraron aquí y los resultados electorales mostraban su importancia. Avalados por esos hechos, los análisis tendieron a ver este municipio desde el centro, a partir de un interés por la política nacional. Esta perspectiva opacó la pregunta por la continuidad de Espinoza. Aquí intentaremos mostrar cómo procuró sostenerse en la cima distrital en un contexto conflictivo y cada vez más adverso. Se trata de constituir La Matanza como centro para entender la política desde allí. Para eso, acompañamos los análisis de baquianos/as para preguntarnos por la continuidad de Espinoza como conductor distrital.

III. ESPINOZA COMO SUCESOR DE BALESTRINI

Desde la transición democrática, el gobierno matancero fue ocupado por dirigentes peronistas: Federico Russo (1983-1991), Héctor Cozzi (1991-1999), Alberto Balestrini (1999-2005), Fernando Espinoza (2005-2015/2019-hoy), Verónica Magario (2015-2019). Tanto en 1991 como en 1999, quienes lideraban el PJ matancero sufrieron derrotas internas que abrieron lugar al triunfo electoral de líneas opositoras dentro del propio partido. Desde 1999, en cambio, el intendente saliente ha elegido a su sucesor/a en el cargo.

En principio, esta continuidad es asociada con dos cuestiones relacionadas entre sí. Por un lado, se suelen valorar las cualidades de Balestrini como «conductor indiscutido» del distrito. Su desempeño como gobernante le permitió sortear la crisis de 2001 (La Matanza fue epicentro de los cortes de ruta más extensos entre 2000 y 2001) y constituirse en un apoyo fundamental para el gobierno de Néstor Kirchner, condicionado por una débil legitimidad de origen. Por otro lado, ese apoyo redundó en recursos estatales para el distrito, en un momento de ampliación de las políticas públicas orientadas a paliar la crisis, reducir los índices de pobreza y reactivar la economía:

«No se olviden que hasta ese momento la imagen de Matanza era lo que había puesto Pinky, ‘Bienvenidos al hambre’, el cartel que estaba en la autopista Ricchieri [durante la campaña electoral de 1999]. Y después tuvimos la etapa de los Kirchner ‘Nunca vi tanta sobra’ decía un cartelito en un pueblo de Brasil» (Aldo, ex-concejal, 06/12/16).

La centralidad del distrito en el armado inicial kirchnerista (cuando Kirchner buscaba independizarse de Eduardo Duhalde) no sólo llevó recursos al distrito sino que también facilitó el crecimiento político de su intendente. En diciembre de 2005, Balestrini asumió como Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación y dejó a su primer concejal, Fernando Espinoza, en la intendencia:

«Alberto un día llamó a un grupo de dirigentes: «Yo me tengo que ir. Vamos a apoyar a Fernando». Quedamos con Fernando como conducción política. Fernando es un tipo trabajador, es práctico, conoce, tiene información, es hábil en el manejo personal, en la charla, es una forma más moderna de conducir, es pragmático y práctico. Ha sostenido esa forma de conducir desde Balestrini a hoy, veinte años» (Roberto, ex-concejal, 29/08/19).

Para nuestros/as entrevistados/as, la sucesión es presentada como una decisión exclusiva (e incuestionable) del conductor distrital, justificada por su ascenso político. La figura de Espinoza como heredero de Balestrini ya aparecía previsible por la cercanía entre ambos desde los inicios de la agrupación RC -fundada por Balestrini a mediados de la década de 1990- así como por su posición entonces como primer concejal. Es posible que los/as mismos/as militantes y funcionarios/as vieran el ascenso de Balestrini como un reconocimiento esperado y lo celebraran porque repercutía sobre sus carreras políticas (actualizando sus expectativas de crecimiento político). Avalaban la decisión de Balestrini pero valoraban menos a Espinoza. ¿Eso les habilitaba a desafiarlo? O, más bien, ¿Espinoza sería quien desafiaría a Balestrini? Los tiempos electorales eran las instancias en que los/as diferentes jugadores/as buscaban señales para predecir los movimientos, impedirlos o propiciarlos, y hacer sus propias apuestas. La «traición» es un modo habitual de interpretar las acciones y especialmente las derrotas (BOIVIN, ROSATO Y BALBI, 2003).

En el marco de las entrevistas, en cambio, los actores buscaban explicar los diferentes modos de conducir el distrito y atribuían esas diferencias a rasgos personales. Balestrini era reconocido como «zorro viejo». Se valoraba que «hablaba con todos y a todos les sacaba algo para Matanza». Se distinguía como un señor, a la vez que se reconocía su astucia. Espinoza, por su parte, se destacaba por su practicidad y su «conocimiento de todo lo que se movía en La Matanza». Asimismo, otros/as entendían sus defectos como cualidades: Balestrini lo eligió porque no podría opacarlo.[5]

Los análisis académicos también registraron diferencias entre sus mandatos, atendiendo especialmente a las redes políticas en las que se sostenían los gobiernos. ROCCA RIVAROLA (2006) destaca el heterogéneo núcleo de la primera gestión de Balestrini, integrado por diversos perfiles (no sólo de otras agrupaciones del PJ sino incluso con técnicos, funcionarios, dirigentes ajenos al partido) si bien asignó lugares claves a la cúpula de su agrupación, como Daniel Castro y Fernando Espinoza. ZARAZAGA (2011) marca la habilidad de Balestrini para unificar a dirigentes de las distintas líneas peronistas bajo su agrupación y mantener el control ante la competencia de peronistas de otras agrupaciones, fundamentalmente en su segundo mandato (2003-2005). Así, dan cuenta del proceso de su consolidación distrital.

La sucesión implicó un desafío. Según ROCCA RIVAROLA (2006), Espinoza inició su gestión confrontando con los sectores duhaldistas, en continuidad con lo ocurrido a nivel nacional pero «peronizando» la campaña. Según ZARAZAGA (2011), siempre se apoyó en los mismos tres pilares de su círculo íntimo: Daniel Barrera (Subsecretario de Gobierno), María Laura Ramírez (Secretaria de la Juventud) y Liliana Pintos (líder de una rama femenina de la RC).

Tras dos años interino, Espinoza enfrentó las urnas. Mientras Kirchner propiciaba las listas colectoras[6], Balestrini se opuso para proteger a Espinoza. Kirchner cedió a las presiones de Balestrini, a cambio de que éste accediera a postularse para vicegobernador con el entonces vicepresidente, Daniel Scioli, a la cabeza. Espinoza resultó electo intendente con el 50,1% de los votos frente a sus adversarios, Rubén Ledesma y Alberto Samid:

«Néstor le pide a Alberto que se baje de ser presidente de la Cámara de Diputados de la Nación a vicegobernador acompañando a Scioli, por un pedido puro de Néstor, porque para Alberto imagínate que era como volver a renegar con algo que no quería renegar más, siempre cediendo esos espacios para otros compañeros» (Claudia, referente de juventud de la RC, 11/12/18).

El relato sobre la cesión de espacios se mostraría central para la perspectiva más cercana al oficialismo matancero. Desde otras trayectorias políticas, en cambio, el foco se colocó en las tensiones que habitaban el armado político kirchnerista. La maniobra de Balestrini para asegurar La Matanza, generó fuertes rispideces entre el gobierno nacional y referentes sociales afines, quienes tenían pretensiones electorales en el distrito: Jorge Ceballos, de Barrios de Pie, comunicó públicamente que Balestrini lo «proscribió» y Luis D´Elía, de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV), recriminó al gobierno nacional el incumplimiento de un acuerdo electoral (25% de los lugares para los movimientos sociales). La elección del candidato a gobernador también fue cuestionada en estos círculos: «Cuando lo pone a Scioli de gobernador en el 2007, no había pasado el conflicto del campo. A nosotros nos pareció que estábamos fuertes, no teníamos necesidad de poner a un tipo que no fuera representativo» (Joaquín, referente movimiento social, 06/10/17). La construcción política kirchnerista implicaba un equilibrio inestable entre numerosas fuerzas. No siempre las decisiones del líder eran incuestionables. Desde varias perspectivas ligadas a sectores de izquierda y movimientos sociales, Scioli era un motonauta devenido político durante el menemismo con un débil armado político propio. El kirchnerismo buscaba sostenerse en la cúpula política: evitar competidores internos fuertes en los cargos claves, articular diferentes fuerzas sociales y elaborar un armado político heterogéneo. En ese marco, las tensiones se multiplicaron.

Para ZARAZAGA (2011), Kirchner usó recursos y listas colectoras para disciplinar a los intendentes. En su análisis, La Matanza ocupó un lugar intermedio entre los «barones» que tenían el control político de sus distritos y quienes enfrentaron la competencia de listas colectoras por haber apoyado a Duhalde en 2005. En La Matanza, la conducción local lidiaba con un peronismo disperso y desafiante pero era leal al presidente; por lo tanto, no fue forzada a enfrentarse con la competencia interna. Si bien registra el resultado final, Zarazaga tiende a absolutizar la lealtad como sostén de los vínculos, desdibuja las negociaciones que condujeron a bajar las listas concurrentes y minimiza los malestares producidos en todos/as los/as involucrados/as, resquebrajando la coalición gobernante a nivel nacional. El conflicto con los productores agropecuarios en 2008 sería el escenario en que las diferentes disensiones se manifestarían. Como señalaba el referente social entrevistado, ese conflicto marcaría el fin de una época del kirchnerismo, a partir del cual se debilitaría.

Las retenciones a la exportación de commodities fue un mecanismo central de financiamiento del Estado luego del default, aprovechando las rentas extraordinarias del sector durante los primeros años kirchneristas En 2008, el gobierno de Cristina Kirchner buscó imponer una tasa de retenciones variable vinculada al precio internacional del grano (Resolución 125) pero se encontró no sólo con la protesta de los productores agropecuarios sino con un amplio abanico de malestares que se manifestaron en apoyo al «campo». La complicada salida del conflicto (que culminó en la derrota legislativa del kirchnerismo por el voto «no positivo» del vicepresidente) generó la polarización del campo político en términos de kirchnerismo/antikirchnerismo. Frente a la derrota, una estrategia del gobierno fue fortalecer las organizaciones más cercanas. Entre ellas, se destacó La Cámpora (LC), una organización juvenil liderada (entre otros) por el hijo mayor del matrimonio presidencial. A la vez, el conflicto fue leído en términos de «batalla cultural» por el kirchnerismo, conduciendo a una política agresiva de construcción de una «verdad oficial» en los medios de comunicación estatales, en los discursos presidenciales por cadena nacional y en la intervención del organismo a cargo de las estadísticas, fuertemente contestados desde los conglomerados mediáticos.

Ante las elecciones legislativas de 2009, Kirchner encabezó la lista en la provincia de Buenos Aires como modo de relegitimar al gobierno nacional desgastado por el conflicto. A la vez, exigió que el gobernador y los intendentes encabezaran sus respectivas listas legislativas, como «candidatos testimoniales». En su contra, se había forjado una coalición identificada como PRO-Peronismo bajo la candidatura de Francisco De Narváez (aliada al gobierno de la CABA, gobernado por un nuevo partido de centroderecha desde 2007). En La Matanza, la oposición fue encabezada por Ledesma (el primer dirigente local que había apoyado a Kirchner en 2003). Si bien el oficialismo ganó en el municipio, Kirchner perdió en la contienda provincial «por poquito». Las acusaciones de traición hacia los conductores de municipios afines invadieron las primeras planas.

Luego de la derrota electoral en 2009, el kirchnerismo sumó otra estrategia clave: la Asignación Universal por Hijo (AUH), una política de transferencia condicionada de ingreso orientada a quienes no formaban parte del mercado formal de trabajo. Al eliminar la mediación de municipios y organizaciones sociales en la gestión, la AUH también imponía un límite fuerte al crecimiento de las redes políticas territoriales -si bien otras políticas, como el Argentina Trabaja, permitieron que algunos tejidos se sostuvieran- (D’AMICO 2018). La acusación de traición hacia los intendentes del conurbano se traducía en una política pública que relegaba los tejidos organizativos territoriales mientras reorientaba y amplificaba un organismo público del Estado nacional: ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social). Si bien la AUH parecía fortalecer el vínculo del kirchnerismo con el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores más postergados, el conflicto con los productores agropecuarios mostraba algunos límites del crecimiento económico y de las posibilidades de redistribución que habilitó. La inflación apareció como problema. Si la relación aceitada con el gobierno nacional fue clave en el fortalecimiento de Balestrini como conductor distrital, ¿cómo impactaría este giro del kirchnerismo en La Matanza?

Mientras la duda sobre la lealtad o la traición de los dirigentes políticos cercanos fue central en las decisiones tomadas por la cúpula kirchnerista, dentro de La Matanza la relación entre Balestrini y Espinoza no pareció deteriorarse con el alejamiento del líder. El vaticinio malicioso que asevera que al elegir al sucesor, un dirigente elige por quién quiere ser traicionado, no se cumplió en este caso (por más que la prensa lo augurara)[7]. Quizá el reconocimiento de Balestrini y su posición dentro del armado político más amplio dificultaran ese movimiento. Quizá la continuidad de una parte significativa de su círculo más estrecho como funcionarios/as del gobierno municipal también fuera un reaseguro. O quizá el curso de los acontecimientos tomó otro rumbo antes de que ese conflicto asomase.

IV. EL CIERRE DE ESPINOZA

La recomposición oficialista era incipiente cuando la muerte trastocó todo. En abril de 2010 Balestrini sufrió un accidente cerebro vascular. En octubre del mismo año Kirchner murió repentinamente. Ambas desgracias afectaron profundamente a los actores políticos en La Matanza (y no sólo a ellos). El velatorio de Néstor fue un acontecimiento nacional que duró varios días. Mientras tanto, las misas por Alberto se sucedieron semanalmente en la Catedral de San Justo por más de un año. La conmemoración del conductor contribuyó a constituir a Espinoza como su heredero. Sin embargo, el silencio del líder también abrió el espacio para las disidencias.

Para ZARAZAGA (2011), este momento marca los límites del liderazgo de Espinoza y la dispersión del peronismo local. Sin el respaldo de Balestrini, Espinoza debió lidiar con las ambiciones a intendente de Daniel Castro (presidente de la legislatura municipal y miembro de la RC) y Juan Carlos Sluga (titular del Sindicato de Trabajadores Municipales). Asimismo, encontró oposiciones en otros actores locales ligados al kirchnerismo: el referente de la FTV, Luis D’Elía, y los empresarios de la carne, Alberto Samid (vinculado al gobernador Daniel Scioli) y Ricardo Bruzzese (vinculado al Secretario de Comercio, Guillermo Moreno). Sin embargo, en 2011 Espinoza ganó las primarias y logró la reelección con el 60,6% de los votos, mientras Cristina alcanzaba un histórico 54% en la elección nacional. Verónica Magario[8] se convertía en primera concejal, abandonando un lugar menos visible pero también central, la Secretaría Privada de la Intendencia. Así, ocupaba el mismo cargo que Espinoza había tenido antes de la intendencia (y que Daniel Castro ocupara durante el primer mandato de Espinoza).

Más que los límites de Espinoza, las elecciones de 2011 mostraron los problemas derivados de la sucesión de un liderazgo fuerte a la vez que permitieron comprenderlo como un proceso. Espinoza gobernó a la sombra de Balestrini. Esa tensión constituyó una marca profunda en su gobierno que no sólo fue desafiado en cada elección sino que muchos observadores dieron por caído más de una vez. En 2007, Balestrini mismo negoció con Kirchner para evitar competidores (y aceptó «bajar» a la vicegobernación provincial a cambio) mientras Ledesma, el primer apoyo de Kirchner en La Matanza en 2003, se presentó desde la oposición. En 2011, Espinoza soportó competidores más o menos cercanos (apoyados por diferentes funcionarios del armado oficialista) en las primarias y venció para ganar cómodamente en las elecciones generales, en un contexto marcado por el triunfo arrollador del kirchnerismo en las urnas luego de la muerte de Néstor Kirchner.

Mientras al observar las elecciones de 2007 ZARAZAGA (2011) elaboraba una clasificación que tendía a oscurecer los procesos políticos por los cuales se actualizaban alianzas, malestares y distanciamientos dentro del kirchnerismo, ante las elecciones de 2011 parecía ignorar los mecanismos que sostenían el gobierno de Espinoza, derivándolo casi exclusivamente del apoyo de Balestrini. Así, la continuación del mismo aparece como una incógnita. Desde una mirada central, el triunfo de Espinoza podría explicarse por el auge del kirchnerismo. Pero así se olvida la competencia en las internas y la redefinición que el kirchnerismo experimentó luego del conflicto con los productores agropecuarios. Para nuestros/as interlocutores/as locales, la comparación con Balestrini es ineludible.

«Balestrini era más político, vos lo ibas a ver en este bar tomando café con alguien, tomaba café con todo el mundo, era muy político. Fernando se cerró más, y la gente que tiene Fernando… por ejemplo el sábado fui a cenar con un funcionario de acá, y obviamente hablamos de Matanza, y le digo ‘che cayó Pablo Pimentel [referente de la APDH Matanza] allá’, y me dice ‘sí, igual ojo con Pablo’. ‘¿Por qué ojo con Pablo?’. Me dice ‘es kirchnerista pero no es peronista’, está ese discurso... más ahora que se acercan las elecciones. Con Bachi [párroco de Villa Palito] pasa eso, no les termina de cerrar, les sirve porque vinieron arquitectos de todo el mundo a ver la urbanización, la foto se la saca. Cristina le dio un lugar enorme; Fernando no, lo tuvo que aceptar, no quedó otra, y como eso mucho» (Gustavo, militante social, 7/10/2016).

Tanto al referirse a sus círculos como al hablar de su relación con el kirchnerismo, diferentes interlocutores/as aluden al «cierre» de Espinoza. Si bien ellos/as atribuyen los cambios a las cualidades personales de los conductores, las condiciones imperantes ayudan a comprender que esos diferentes estilos de dirigencia tuvieran éxito en diferentes momentos políticos. La convergencia virtuosa que se dio entre el gobierno nacional y el municipal en los tiempos de Balestrini (nuestros/as interlocutores/as referían al ensanchamiento de la Ruta 3, a la ampliación de la red de agua, a la urbanización de Villa Palito, entre otras políticas), se vio trastocada posteriormente. Los modos de circulación de recursos estatales (más escasos ante el deterioro económico creciente) se modificaron, mientras se resquebrajaban las relaciones entre el poder central y los tejidos organizativos locales (ya fueran municipios u organizaciones sociales). En La Matanza, un militante se refiere a este cambio a través de la generalización de una forma de intervención estatal: el operativo.

«En la época de Cristina termina siendo una llegada del Estado básicamente externo al lugar y a las personas, la lógica del operativo: el operativo es una bajada, veinte personas de Nación. Obviamente el peronismo territorial qué hacía, rodeaba esos operativos de cuestiones municipales e incluso de organización: de ordenar la fila, de conseguir la comida, el agua caliente y de paso se conseguía un par de números para poder sacar el documento… los favores barriales. Entonces había una combinación entre la lógica de un Estado presente pero ajeno y la lógica de un Estado local y una militancia local en donde la cotidianeidad es pura, es real, es decir el tipo que está ahí es un vecino del barrio» (Antonio, militante de Virrey del Pino, 28/08/17).

De este modo, una política más centralista (y desconfiada de los dirigentes locales) por parte del gobierno nacional luego del conflicto de 2008 (profundizada después de la muerte de Kirchner en 2010) coincidió con el apartamiento de Balestrini de la política y el «cierre» de Espinoza, en un contexto de retracción económica. La distancia entre kirchneristas y peronistas (ya presente anteriormente) se amplió. Mientras tanto, el armado político territorial del peronismo continuó operando, adaptándose a las nuevas condiciones: algunos grupos se acercaron al kirchnerismo y a las organizaciones afines (especialmente, LC), otros se mantuvieron más cercanos a Espinoza y otros se aproximaron a la oposición. LC desarrolló trabajo político en el distrito, pero no logró posicionarse dentro del poder político local (como en Hurlingham, Merlo o Moreno).

En este marco, la explicación que deriva la continuidad de Espinoza del apoyo del gobierno nacional también resulta insuficiente. No sólo los recursos mermaron sino que las redes políticas se distanciaron a lo largo de estos años. La presencia de LC en el territorio matancero junto con una «bajada» del Estado nacional a través de los operativos implicaron una mayor competencia dentro del armado oficialista. Frente a ello, Espinoza se cerró: mientras los puestos claves fueron asignados a los/as dirigentes de su «banda», algunos/as entrevistados/as refieren a una vigilancia de los/as militantes cercanos/as al kirchnerismo o a la oposición (y en ocasiones amenazas) así como a la desarticulación de tejidos organizativos emergentes a través de la multiplicación de trabas administrativas para su funcionamiento y la creación de oficinas gemelas dentro del municipio.

En un análisis detallado de los actos kirchneristas de 2003 a 2015, ROCCA RIVAROLA (2018) señala un proceso de «cierre» del kirchnerismo en torno de la militancia comprometida a partir de 2011. Si bien aquí también hablamos de «cierre» de Espinoza, y consideramos que estuvo condicionado por la reorientación del kirchnerismo, es preciso marcar diferencias en los modos en que ese proceso se concretó. En La Matanza, los vínculos entre conductor y seguidores no se construyeron sobre la figura de una militancia apasionada sino más bien como un ejercicio «pragmático» de control territorial construido sobre la red organizativa partidaria. Mientras lograba responder a los problemas emergentes con variada eficacia, se sostenía sobre el trabajo de militantes y dirigentes con expectativas de crecimiento político en suspenso.

V. CARRERAS POLÍTICAS EN LA MATANZA: LEALTAD, SALIDA O VOZ

Mientras los malestares parecían diversificarse y profundizarse con los años, diferentes actores buscaban modos de trazar sus carreras políticas, ante una evaluación compartida que refería al «cierre» de Espinoza.[9] En el encabezado del apartado, retomamos el título del libro clásico de HIRSCHMAN (1977) para tratar de entender los modos en que militantes y dirigentes fueron definiendo sus horizontes: aceptar las decisiones de Espinoza, disputar internamente contra las líneas oficiales o salir del PJ. Cuando FREDERIC (2004) analiza la profesionalización de la política en Lomas de Zamora durante la década de 1990, sostiene que los militantes políticos que habían impulsado la causa villera en la década anterior se sentían desplazados pero encontraban difícil dejar el peronismo o alejarse de la política. En nuestra investigación, en cambio, ese límite parece menos sólido. Aquí, el testimonio de alguien que salió del PJ y devino opositor:

«Empecé con el peronismo, lo que me pasó es que no pude nunca ser parte del PJ. Yo siempre pensé que iba a ser parte del Consejo del PJ el cual a mí siempre me pareció bastante admirable en algún punto de vista de construcción de mi lógica peronista: esta cosa de la agrupación Carrillo con los aliados y el Consejo del PJ y esta convivencia entre el Comando de Organización y los montos [Montoneros][10], digamos. Pensá mi generación, era una cosa que a mí me llamó siempre la atención. La imagen de Federico Russo [intendente de La Matanza, 1983-1991]... por ahí esta visión idílica del peronismo de La Matanza, «somos todos peronistas». Lo que me pasó es que obviamente los muchachos tienen un sistema muy cerrado y muy perfeccionado, y no me dejaron entrar. No hay ninguna posibilidad que un tipo que lee dos párrafos seguidos y vean que tiene alguna pizca de… pescás al tipo y pum son maestros… No dejan entrar a nadie que tenga alguna posibilidad de crecimiento… Se llame Juan Enriquez [referente de Villa Palito] o nosotros, es decir, a todo tipo que tenga una posibilidad de destacarse en algo un poquito, a ese tipo se le niega el ingreso. En los inicios yo hablé con Raúl Magario. Ahora si vos pensás que es Raúl Magario que se planta por diferencias ideológicas, te digo que no: yo por generación soy más facho que Magario porque el peronismo al que entramos nosotros después del 83 (si entrabas del lado del oficialismo) era un peronismo más derechoso, Raúl venía de los montos, entonces nosotros éramos más ortodoxos, más del peronismo ortodoxo. Entonces hasta inclusive esos temas ideológicos intentamos hablar… Raúl es un tipo que se puede hablar mucho y bien, intentamos articular… Pero con Espinoza es imposible, no hay posibilidades. Lo que yo veía es que Raúl intentaba que yo entrara digamos, pero era él nomás. Eso fue en 2009, 2010... Entonces cuando vi que no teníamos posibilidades, empecé a armar lo propio» (Manuel, referente de Cambiemos en La Matanza, 11/12/17).

A lo largo del tiempo, diferentes/as entrevistados/as mostraban frustraciones pero no todos/as se alejaban del PJ como este referente opositor. Nuestra charla con Manuel tuvo lugar cuando Verónica Magario, hija de Raúl, era intendente. Quizá por ello, él resaltó la centralidad de Raúl desde los inicios de Espinoza como jefe comunal. Otros/as entrevistados/as, en cambio, eludían referir a Magario o le atribuían un rol subsidiario. En la prensa, sobre todo después del ascenso de su hija, su nombre aparecía dictando los movimientos detrás de escena (destacando su papel como tesorero de Montoneros en tiempos del secuestro de los hermanos Born). A la vez, Manuel fue uno de los pocos que repuso una historia más larga del PJ distrital, leída en términos ideológicos. Según nos contó entonces, entre 2009 y 2010, también intentó armar una lista interna junto con Moyano para competir contra Espinoza, con el aval de Kirchner[11]. Pero ese armado se desarticuló al morir Kirchner. Según su explicación, Moyano retrocedió y Cristina nunca se ocupó de armar el PJ como Néstor. Ante lo que diagnosticó como una inhabilitación para competir en elecciones internas, el análisis de nuestro entrevistado lo llevó a alejarse del justicialismo.

Mientras Cristina mantuvo tensiones con el PJ, el partido fue central para el gobierno matancero. Por un lado, las redes políticas del PJ distrital excedían ampliamente al grupo dominante. Debido en parte a la dimensión del territorio municipal (y a su historia política) así como a la historia del peronismo (donde agrupaciones sindicales y territoriales conviven), las redes de militancia no están unificadas. El Consejo del PJ está compuesto por 189 agrupaciones, las cuales se encuentran organizadas bajo 16 consejos de Unidades Básicas. Por otro lado, la agrupación RC, creada por Balestrini, es la predominante: «el mismo Fernando ha dicho que nosotros somos La Cámpora de Matanza, como para cerrar esa isla que es Matanza», comentó un asesor del Concejo. Otro funcionario de la RC planteó que la agrupación sola ya tiene la capacidad de fiscalizar el 80% de las mesas del distrito. Por otra parte, dirigentes ajenos a la misma remarcaron su heterogeneidad interna, por oposición a LC: «al ser una franquicia, vos le ponés Ramón Carrillo a una excelente Unidad Básica en tal lugar, pasas a ser de la Carrillo, ¿se entiende? Hay lugares donde está mejor y lugares donde está más débil»». Según quien la evalúe, la RC constituye un modo de cerrar el distrito como una isla o de habilitar una franquicia disponible para quien quiera sumarse. Quizá esté asociado al aspecto que enfatizan: lo territorial o lo ideológico. En ambos casos, comparaban con LC por su centralidad dentro del kirchnerismo. De cierto modo, el PJ matancero actualizaba la «organización desorganizada» a la que refería Levitsky en los años noventa y mostraba diferencias: las posibilidades de ascender políticamente conectaban cima y bases de modo variable a lo largo del tiempo, y el «cierre» podía generar malestares, conflictos y decisiones de «armar lo propio» por fuera del PJ.

En 2013, las elecciones legislativas constituían un escenario de prueba entendido en relación con las presidenciales de 2015. Mientras se hablaba de la posibilidad de que la presidenta buscara reformar la constitución para habilitar su re-reelección, diferentes pretendientes ansiaban posicionarse para ascender políticamente. En ese marco, la cuestión «inseguridad» se constituyó como uno de los ejes de la campaña bonaerense, en tanto el Frente Renovador con Sergio Massa, el principal candidato opositor (y ex jefe de gabinete de Cristina), fundaba su campaña en el éxito de la política securitaria en su distrito. La Matanza ocupó las primeras planas con la «ola» de casos y las protestas, asociado a su centralidad en el armado oficialista (FERRAUDI CURTO, 2018). La articulación entre los gobiernos municipal y provincial a través de la combinación de varios dispositivos (policía de proximidad, destacamentos, alarmas vecinales y cámaras) junto con la rápida resolución de las causas emblemáticas, logró desarticular los reclamos antes de las elecciones. De todos modos, los resultados electorales fueron desalentadores para el oficialismo: triunfó pero retrocedió en La Matanza (45,8% frente al 38,4% del segundo) y perdió en la provincia (16 diputados para el Frente Renovador, 12 para el Frente para la Victoria). La nueva fuerza electoral mostraba un perfil heterogéneo en el que predominaban intendentes peronistas del GBA. El conurbano se mostraba como espacio de proyección política nacional al desarticular las pretensiones de la presidenta para la re-reelección (ERYZEWICZ, 2017).

El gobierno nacional atribuyó la derrota a un malestar económico. Si en 2009 el anuncio central fue la AUH, ahora la respuesta fue un cambio de gabinete. Axel Kicillof (entonces viceministro) asumió como ministro de economía: las políticas tendieron a promover el consumo, a través del crédito subsidiado, y se produjo una devaluación brusca del peso. De todos modos, no lograron frenar la inflación ni unificar el mercado cambiario, mientras el organismo productor de las estadísticas oficiales continuó intervenido.

En La Matanza, algunos dirigentes sindicales intentaron plantear los problemas que veían en el Consejo del Partido:

«Yo era parte del consejo del partido. Me sacaron. Me hicieron un favor porque con mi forma de pensar tenía mucho roce. Yo no sirvo para que la gente de Virrey del Pino no tenga las luces arregladas. No sirvo para que no ande una máquina en la calle. Lo digo. No puede ser que gente que no tiene zapatos tenga que pisar barro y ni siquiera tenga una cuadra conectada con la otra para que el agua circule. Esas cosas te cuestan y cuando lo decía, chocaba. Hay gente a la que le molesta que se digan. Yo estoy contento de no estar en el consejo del partido… bah, el otro día fui, me sentaron en la mesa y todo, y ningún problema. Pero voy a seguir siendo el mismo tipo de siempre, y cuando tenga que decirles algo les voy a decir exactamente lo mismo.

P: ¿Y quienes participan, entonces, del consejo del partido?

R: Y el consejo del partido está armado por un montón de autoridades (...). Hay un montón de cosas que no se hacen porque no se quiere, según mi visión. (...) Por ejemplo, hay un barrio, no sé si todavía estará porque hace mucho que no voy, Barrio San Carlos, km 47. San Carlos tiene 5 cuadras de asfalto, lleno de negocios, todo muy lindo, todo bien, cuadras de calles de tierra llenas de barro porque no hay alguien que haga esa conectividad; y al fondo se había llenado de gente y faltaban todos los palos de luz, la gente llegaba, ponía un palo mal y llevaba los cables puestos por la misma gente al tendido de luz. Ahora, eso, el municipio, cómo no lo va a ver, cómo no puede hacer que vaya Edenor y haga la instalación como corresponde; sin embargo, no se hace.

P: ¿Pero en esas reuniones también había funcionarios del municipio?

R: Siempre, siempre hay funcionarios. El consejo del partido lo componen los funcionarios del municipio. (...) Vos planteas situaciones…esto, esto es lo que yo veo como falta de gestión. Está bien, es muy grande el municipio, pero para eso tenés funcionarios. Yo le decía en una oportunidad, (...) tenés que tener 5 alcahuetes, título: alcahuete, entonces vos les das un coche y anda a recorrer La Matanza y me traes toda la información y entonces vas y arreglas. Y así tendría que gestionar». (Arturo, dirigente sindical, 05/03/18).

Para nuestra sorpresa, el órgano central del PJ distrital funcionaba en la práctica como oficina municipal. Y eso era tomado con naturalidad por Arturo. Allí, él había intentado plantear problemas a la intendencia que evocaban las imágenes de carencias citadas al inicio del artículo pero no como escándalo sino como cuestiones cotidianas a gestionar. Alzó la voz… pero sólo por un tiempo. Luego, no abandonó el PJ como Manuel pero lo «sacaron» del Consejo partidario (ya no es parte del mismo aunque eventualmente asiste a las reuniones). En 2015, este grupo de dirigentes sindicales buscó otra alternativa.

En ese entonces, el problema de la sucesión golpeaba a la Presidenta que no podía aspirar a otra reelección. Mientras ella definió a Scioli como candidato presidencial (a pesar de las desconfianzas que generaba en el kirchnerismo y de las dificultades de su gestión en la provincia de Buenos Aires), la candidatura a la gobernación se decidió a través de elecciones primarias. Espinoza intentó proyectarse como futuro gobernador pero no logró el respaldo necesario, quedando como precandidato a vicegobernador por pedido de la Presidenta. La fórmula Julián Domínguez-Fernando Espinoza debió competir contra Aníbal Fernández-Martín Sabbatella y perdió en las primarias.[12] En La Matanza, esta división se replicó: una lista conformada por actores centrales del sindicalismo local (liderada por Gdansky de la UOM y Cayuqueo de la UOCRA) compitió contra la lista oficialista. Si bien a nivel provincial parecía primar una distancia entre peronismo y kirchnerismo, la forma que tomó la disputa en La Matanza combinaba otros clivajes locales: parte significativa del sindicalismo se atrevía a disputar abiertamente al oficialismo. A diferencia de lo señalado por Levitsky sobre el PJ en los noventa, ahora el sindicalismo no era reemplazado por la red territorial sino que constituía un foco de posible disensión dentro del PJ. Esta situación también marca distancia con lo que analizaba FREDERIC (2004) en Lomas de Zamora durante la década de 1990, donde los peronistas evitaban alejarse del partido pero presentaban disensiones a través de actos de conmemoración a militantes históricos o chusmeríos. Aquí, en cambio, el tejido político del PJ parecía fragmentarse a lo largo del tiempo, ya fuera que emergieran líneas internas o armados opositores. Sin embargo, estas diferencias no conseguían imponerse electoralmente en La Matanza. A diferencia de la Provincia (y Nación), aquí la elegida de Espinoza logró consagrarse.

VI. LA MATANZA COMO BÚNKER

El 10 de diciembre de 2015, Verónica Magario asumió la intendencia en un contexto marcado por la derrota nacional y provincial del kirchnerismo a manos de Cambiemos, la coalición entre la UCR y el PRO. Incluso en La Matanza, se registraba un retroceso del oficialismo en el Concejo Deliberante (retuvo 13 de las 24 bancas). En el acto de asunción, Magario desplegó una estrategia llamativa: designó a seis altos funcionarios kirchneristas en distintas secretarías del municipio . Así, la primera intendenta mujer en la historia del distrito comenzaba con un gabinete conformado por Débora Giorgi en Producción, Roberto Feletti en Hacienda, Claudia Bernazza en Desarrollo Social, Alejandro «Topo» Rodríguez como Jefe de Gabinete, Alejandro Collia en Salud Pública y Silvina Gvirtz en la flamante Secretaría de Ciencia, Tecnología y Políticas Educativas. El protagonismo del distrito en la política nacional tomaba otro cariz.

Mientras Magario y Espinoza referían al «gabinete de lujo», parte de la prensa apeló a categorías como «refugio», «amparo» y «aguantadero»[13]. Una de los protagonistas describió la estrategia:

«Con la derrota electoral del candidato nuestro, se diseña una estrategia del municipio de La Matanza como gran espacio búnker de este proyecto político. Se diseña una estrategia de llamar a funcionarios que habían tenido nivel nacional, para configurar un gabinete municipal que mostrara a La Matanza con vocación provincial y nacional y como interlocutora de María Eugenia Vidal, sobre todo al ser la intendenta mujer. Ella me avisa 48 horas antes, es una estrategia que se tiene muy en secreto por la cantidad de personas de Matanza que esperaban ser ellos subsecretarios. Era una estrategia que si bien era muy potente a nivel comunicacional y hacia afuera, era muy resistida hacia adentro. Entonces, ellos con muy buen criterio, la dejan en silencio. Ella hace una jura de todos nosotros el 10 de diciembre del 2015, frente a la catedral con toda la ceremonia que igualaba, e incluso opacó, la ceremonia de jura de la gobernadora. Fue muy potente, salió en todos los medios» (Liliana, funcionaria, 20/04/18).

El relato muestra la tensión entre un éxito comunicacional y un conflicto político local. Los/as políticos/as matanceros/as esperaban la proyección provincial y nacional de sus carreras políticas. No sólo se sintieron relegados/as en las listas (y así cuentan tanto la trayectoria de Balestrini como la de Espinoza) sino que, además, debieron recibir a los/as derrotados/as para dirigir áreas claves del municipio, viéndose desplazados en su propio territorio. Según los testimonios, la decisión fue acordada por Magario y Espinoza en secreto.[14] Un funcionario de alto rango refirió a la noticia como «un bombazo». En su programa televisivo dominical (PPT), Jorge Lanata, un periodista opositor de estilo espectacularizado, mostró dos carteles colocados en las puertas del Concejo Deliberante: «Grandes sueldos para nuevos funcionarios no matanceros. Bajos sueldos para empleados de carrera»; «Años esperando y trabajamos todos los días y funciona por nuestro trabajo diario». El periodista también aludió a una cuantiosa transferencia de recursos del estado nacional al municipio para sostenerlo como foco de la «resistencia» kirchnerista. Mientras, las acusaciones contra los/as recién llegados/as referían a su desconocimiento del territorio, a su dificultad para amoldarse a las condiciones intensas de trabajo, a sus sueldos privilegiados en un contexto de escasez y a su prepotencia respecto de la lógica política local. También incluían un vaticinio que reproducía los fantasmas sobre la política matancera: «El peronismo se los lleva puestos». El correr del tiempo no menguó los malestares, como nos contaba otro funcionario: «Los compañeros lo mastican, pero ninguna se lo tragó, ni se lo traga todavía». Pero no trajo renuncias, excepto en un caso.

Para mitigar las críticas, los/as funcionarios/as fueron acompañados/as por subsecretarios/as locales. Esta estrategia desató el conflicto en Desarrollo Social -el área con mayor presupuesto[15] y anclaje territorial del poder ejecutivo local-. Claudia Bernazza y la subsecretaria María Laura Ramírez se disputaron el control del área. El tema fue objeto de un melodrama relatado por el periodismo local.

La división de tareas establecida inicialmente («Bernazza hacía la prensa y Ramírez la política», según el semanario QuintoPoder) fue rota cuando Ramírez estaba fuera del país. La compra de alimentos próximos al vencimiento fue el argumento esgrimido para solicitar una auditoría del área. Además, Bernazza buscó un depósito de mercadería alternativo para eludir los manejos de su subsecretaria. Según la prensa, las acciones de Bernazza mostraban una ruptura entre Magario y Espinoza, en tanto Ramírez era del «riñón» de este último. Por último, la disputa se daba en el marco de un deterioro de la situación social que el Consejo del Partido buscaba mapear a través de un censo. Tanto desde la secretaría como desde la militancia, el censo era visto con miedo: ¿podrían responder a la creciente demanda?[16] Finalmente, el conflicto se prolongó por meses hasta que Magario solicitó la renuncia de Bernazza.

La estrategia del «dreamteam» fue resistida. Se debatieron los méritos que justificaban la distribución de puestos políticos: conocimiento local o académico. Los políticos locales reforzaron una idea de La Matanza impenetrable, como forma de excluir a los recién llegados. Cuando funcionó, la división de tareas permitió la convivencia. Mientras tanto, los malestares se acumulaban.

VII. CONCLUSIÓN

«Duhalde representando a Lomas fue gobernador y fue presidente, nosotros no pudimos llegar desde La Matanza teniendo más votos, más antecedentes, más historia. (...) La Matanza está vista con respeto pero también con cierto recelo por el resto de la provincia de Buenos Aires. Entonces, estos dicen, se quieren quedar con todo y en realidad, nosotros nunca pudimos llegar». (Roberto, ex-concejal, 29/08/19)

La pregunta de nuestros/as interlocutores/as por sus carreras políticas nos condujo a una exploración de los modos de conducción en el distrito a lo largo de las últimas décadas. Dentro de este marco, aquí profundizamos en el «cierre» de Espinoza, en tanto lo consideramos un mecanismo clave de su conducción que requería ser comprendido a la vez que contribuía a volver inteligibles las tensiones vividas por dirigentes, funcionarios/as y militantes. Por ello, el «cierre» de Espinoza constituyó el foco de nuestro análisis, desde sus inicios como sucesor de Balestrini hasta la constitución de La Matanza como búnker de los/as funcionarios/as derrotados/as. Se trata de un modo de analizar cómo fue cambiando el modo de conducir a lo largo del tiempo para volver inteligible la continuidad del PJ sin darla por sentado.

El «cierre» constituyó el mecanismo defensivo del gobierno de Espinoza. Para dar cuenta de las condiciones que lo hicieron posible, combinamos dos argumentos centrales. En principio, la posición de Espinoza como sucesor de Balestrini implicó una cierta dependencia y debilidad inicial. Balestrini se había consolidado por responder a las demandas sociales, especialmente a partir de la multiplicación de políticas públicas después de la crisis de 2001: el gobierno matancero se apoyó en la circulación de recursos nacionales, mientras se ampliaban los horizontes de crecimiento político. Pero la reconfiguración del kirchnerismo después del conflicto con los productores agropecuarios en 2008 redujo los recursos disponibles y conllevó un «cierre» del kirchnerismo sobre las organizaciones más cercanas, la individualización de las políticas de transferencia condicionada a través de oficinas estatales y operativos, y el debilitamiento de las mediaciones organizacionales. Si la reconfiguración kirchnerista también ha sido comprendida como un «cierre» sobre los propios (ROCCA RIVAROLA, 2018), es importante notar las diferencias en los mecanismos implicados: el kirchnerismo se construyó sobre la figura de una militancia apasionada; Espinoza se destacó por su «pragmatismo». Es decir, su estabilidad no era derivada exclusivamente de Balestrini ni del kirchnerismo sino que se construyó también sobre otras bases: el control territorial sostenido en una red compleja de agrupaciones partidarias lideradas por una RC dispersa en torno de dos núcleos centrales, reunidas en el consejo del PJ. En tanto las lentes con las que se lo veía imposibilitaban notar los fundamentos de su poder, su derrota fue vaticinada en cada comicio desde que Balestrini se alejó de la política. Sin embargo, Espinoza logró sostenerse incluso cuando el kirchnerismo perdió. A partir de allí, el gobierno distrital habilitó el ingreso de funcionarios kirchneristas como estrategia ante los gobiernos nacional y provincial adversos, amplificando los malestares ya existentes entre militantes y dirigentes locales. Por último, el «cierre» implicó un mecanismo de conducción exitoso para retener el poder distrital, vinculado con una debilidad para crecer políticamente resentida por militantes y dirigentes. En el largo plazo, fue produciendo un desgranamiento del PJ que favorece en cada comicio la sentencia de derrota inminente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Notas

[1] Aquí usamos el término «conducción» porque es el vocablo usado por los propios actores locales y permite dar cuenta de la continuidad de Fernando Espinoza como dirigente matancero, incluso en el período en que no fue intendente (2015-2019).
[2] El término «barones del conurbano» es utilizado frecuentemente por periodistas y analistas para describir un modo de ejercicio político de los intendentes del GBA, caracterizado por mandatos prolongados y por prácticas de control de la dinámica política en sus territorios. Cuando se moviliza esta noción, prevalecen valoraciones negativas, que resaltan baja intensidad de la institucionalidad democrática y asimilan a los municipios a la imagen de «feudos». Resta aclarar que la difusión del término ocurrió durante la gobernación de Eduardo Duhalde y se asentó con su respectiva consolidación de poder territorial en el GBA. A modo de ejemplo, en un artículo reciente Infobae tituló «Fernando Espinoza, el barón del conurbano asediado desde dentro y fuera del PJ» (25/11/2022)
[3] Este artículo se enmarca en el PICT 2014-2910. Se realizaron alrededor de cincuenta entrevistas a militantes, dirigentes y funcionarios/as, atendiendo a lo territorial, lo sindical, lo estatal y lo partidario así como a las diferentes generaciones y géneros como criterios de selección de entrevistados/as, intentando conocer sus trayectorias políticas y sus análisis sobre la política local. Los nombres fueron modificados para preservar la confidencialidad.
[4] Además de los análisis periodísticos y académicos citados a continuación, nos referimos a otras notas periodísticas (https://www.clarin.com/politica/Matanza-quinta-provincia-botin-electoral_0_HkGOq_62v7x.html) y a blogs (https://deshonestidadintelectual.blogspot.com/2007/12/progresismo-us-026-por-da.html y http://conurbanos.blogspot.com/2010/11/partido-de-la-matanza-analisis-del.html, entre otros).
[5] ¿Por qué fue Espinoza el sucesor? Aunque los balestrinistas destacan la lealtad que mantuvo el intendente con el caudillo, desde la oposición peronista, en cambio, señalan: ‘Es un dirigente sin demasiadas aspiraciones; como Balestrini es un zorro vivo, le entregó el municipio porque Fernando es un tipo dominable’», Ruiz, I. y Peluffo, S. «Espinoza: de chofer a intendente con poder de gobernador», La Nación, 15/12/11.
[6] Diferentes candidatos distritales podían llevar la candidatura presidencial de Cristina Kirchner en la boleta.
[7] Ibañez, P.: «El dilema de la sucesión y otras leyendas peronistas», Ámbito Financiero 03/11/13, (https://www.ambito.com/edicion-impresa/el-dilema-la-sucesion-y-otras-leyendas-peronistas-n3815081)
[8] Hija del tesorero de Montoneros, Raúl Magario, quien se había desempeñado como secretario de ambiente en La Matanza durante la primera gestión de Espinoza.
[9] Este argumento se nutre de los análisis de FREDERIC (2004) sobre la profesionalización de la política en Lomas de Zamora.
[10] Refiere a los dos extremos de la derecha y la izquierda peronista que se enfrentaron en armas a inicios de la década de 1970, y al papel de Russo (intendente de La Matanza en los años ochenta) como «pacificador» de ese conflicto en el marco del proceso de democratización en el distrito (FERRAUDI CURTO, MORICONI Y SEMÁN, 2019).
[11] Moyano, el dirigente camionero que lideraba la CGT entonces, era también el Presidente del PJ provincial.
[12] Julián Domínguez presidía entonces la Cámara de Diputados. Proveniente del interior de la provincia, antes se había desempeñado como Ministro de Agricultura. Aníbal Fernández era una figura fuerte del kirchnerismo: originario de Quilmes, había pasado del duhaldismo al kirchnerismo ocupando diferentes cargos ministeriales a lo largo de los años. En 2015, se desempeñaba como jefe de gabinete. Sabatella, en cambio, había sido intendente de Morón por un partido vecinalista que se sumó al kirchnerismo. Entre 2012 y 2015, presidió el AFSCA (organismo de fiscalización de los medios creado por la Ley 26522/09 de Servicios de Comunicación Audiovisual..
[13] El término «aguantadero» es usado por Toty Flores en la nota realizada para el programa de Lanata y retomado por éste para titular el informe. Clarín, 13/12/15; La Nación, 13/12/15; Perfil, 13/12/15; Infobae, 15/08/16. Disponible en: https://www.clarin.com/politica/matanza-refugio-kirchneristas_0_B1fx5mytPmg.html, https://www.perfil.com/noticias/politica/la-matanza-ampara-a-los-ex-funcionarios-de-kirchner-y-scioli-20151213-0016.phtml, https://www.lanacion.com.ar/politica/la-matanza-refugio-para-el-sciolismo-y-los-k-nid1853801 y https://www.infobae.com/politica/2016/08/15/lanata-presento-un-informe-sobre-el-aguantadero-kirchnerista-en-la-matanza/
[14] Ni en la prensa ni entre los entrevistados encontramos muchas especulaciones sobre las causas de esta decisión. Muchos resaltaron la cuestión simbólica. Quizá también podría conectarse con otro rumor que circulaba entonces: La Matanza recibió recursos extraordinarios del gobierno nacional saliente, para poder sostenerse en la derrota.
[15] Según una funcionaria, Desarrollo Social comprende el 50% del presupuesto municipal y emplea a más de mil personas, distribuidas en veinte edificios a lo largo de todo el distrito.
[16] Semanario Quinto Poder, 20/6/2016. Disponible en http://semanarioquintopoder.com/?p=13242

Información adicional

Registro Bibliográfico: Ferraudi Curto, María Cecilia y Moriconi, Martina. «El «cierre» como mecanismo de conducción en La Matanza (2005-2019)», en: ESTUDIOS SOCIALES, revista universitaria semestral, año XXXIII, n° 65, Santa Fe, Argentina, Universidad Nacional del Litoral, julio-diciembre, 2023.

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