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Comunicación y extensión. Perspectivas, concepciones y preguntas para un abordaje situado de los procesos socioterritoriales
Communication and extension. Perspectives, conceptions and questions for a situated approach of socio–territorial processes
Comunicação e extensão. Perspectivas, concepções e questões para uma abordagem situada dos processos socioterritoriais
+E: Revista de Extensión Universitaria, vol. 12, núm. 17, e0016, 2022
Universidad Nacional del Litoral

Perspectivas

+E: Revista de Extensión Universitaria
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 2346-9986
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 17, e0016, 2022

Recepción: 28 Julio 2022

Aprobación: 06 Septiembre 2022

Resumen: El presente artículo se aboca a presentar diversas perspectivas, concepciones y preguntas para un abordaje situado de la comunicación en las prácticas sociales constitutivas de la extensión universitaria. El mismo se desarrolla sobre la base de reflexiones y sistematizaciones de diferentes experiencias que se produjeron en instancias múltiples devenidas del encuentro con la comunidad, lo cual se dio en el marco de proyectos particulares de las carreras del Departamento de Comunicación de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de San Luis.

Palabras clave: comunicación, prácticas sociales, experiencias sociocomunicacionales, extensión universitaria.

Abstract: This article focuses on presenting various perspectives, conceptions and questions for a situated approach to communication in the constitutive social practices of university extension. It is developed on the basis of reflections and systematization of different experiences carried out in multiple instances resulting from the encounter with the community within the framework of particular projectsof the careers of the Department of Communication of the Faculty of Human Sciences of the National University of San Luis.

Keywords: communication, social practices, sociocommunicational experiences, university extension.

Resumo: Este artigo tem como foco apresentar várias perspectivas, concepções e questões para uma abordagem situada da comunicação nas práticas sociais constitutivas da extensão universitária. Desenvolve-se a partir de reflexões e sistematizações de diferentes experiências realizadas em múltiplas instâncias resultantes do encontro com a comunidade no âmbito de projetos particulares dos cursos do Departamento de Comunicação da Faculdade de Ciências Humanas da Universidade Nacional de San Luis.

Palavras-chave: comunicação, práticas sociais, experiências sociocomunicacionais, extensão universitária.

Introducción

El presente trabajo se propone ordenar una serie de perspectivas, concepciones y preguntas desde la comunicación que permiten generar reflexiones en torno a una mirada situada políticamente respecto de las prácticas de extensión que se despliegan en los territorios de intervención.

La pregunta central, por tanto, problematiza los fundamentos conceptuales y metodológicos de una perspectiva de la comunicación en relación con los procesos sociales que son interpelados desde los proyectos que desempeñamos actualmente en las actividades de extensión universitaria de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de San Luis en el marco del Proyecto de Extensión con Interés Social (PEIS) “Mujeres rurales y su aporte a la Economía Social y Solidaria (ESS). Fortalecimiento de las prácticas asociativas en el noreste de la provincia de San Luis”1 y otras participaciones anteriores.

El artículo se organiza en cuatro momentos. En primer orden, fundamentamos la importancia de un abordaje político de la comunicación para comprender los procesos socioterritoriales de la extensión universitaria. En segundo orden, presentamos diversas perspectivas de la comunicación en los mismos que problematizan las relaciones sociocomunicacionales que posicionan al sujeto de la extensión y a los actores sociales desde miradas disímiles. En tercer orden, nos detenemos en concepciones posibles para pensar políticamente la comunicación desde una perspectiva situada. Luego, cerramos este escrito con sitios de interrogación para seguir pensando el tema.

¿Por qué pensamos la comunicación desde una perspectiva políticamente situada?

Cuando nos vinculamos desde nuestra carrera con proyectos de extensión, las demandas comunicacionales que hallamos tienen que ver con —al menos— tres esferas de intervención: la pública, la organizacional y la comunitaria2.

Las expectativas referidas a la esfera pública son aquellas en las que se procura fortalecer los procesos mediáticos para favorecer la visibilidad de estos en los medios de comunicación. La segunda esfera supone una acción comunicacional relativa a las dinámicas organizacionales internas o externas de las experiencias. Y la tercera alude a la vinculación de la comunicación para el cambio social como apoyo a las instancias de participación comunitaria.

Cada una de las tres enunciadas puede ser abordada desde diversas perspectivas conceptuales y metodológicas. El sujeto parte de una concepción de comunicación particular —más o menos manifiesta— y desde allí construye su vínculo con los otros en sus prácticas extensionistas.

De modo hegemónico, las demandas más comunes de las organizaciones socioterritoriales respecto de la comunicación se enmarcan en una perspectiva basada en una imperativa concepción instrumental, donde su concepción se reduce a una mera transmisión informativa. Dicho lugar deviene en un posicionamiento teórico–epistemológico desde el cual el saber–hacer basado en una racionalidad instrumental intenta prevalecer. Es posible dar cuenta de esto con ciertas dicotomías visibilizadas de manera lineal en las figuras de emisor–receptor, sujeto–objeto, etc., y de la preeminencia de los resultados por sobre los procesos.

El desafío consiste, entonces, en incorporar sujetos y contextos, los cuales atraviesan, materializan y manifiestan de forma más compleja las prácticas sociocomunicacionales. Tal perspectiva busca entramar sentidos y construir otros a partir de las interacciones —reales y/o simbólicas— que se reconocen.

A partir de lo expuesto, consideramos que los espacios sociales posicionan al sujeto de la extensión y a los actores desde miradas disímiles. Esto se puede comprender desde su reconocimiento y (re)construcción de manera situada. Reconocer tales distinciones orienta/direcciona los sentidos hacia la configuración del modo de hacer extensión que desde nuestras instituciones/carreras impulsamos.

En este marco situamos la importancia de pensar la comunicación como una categoría esencialmente política y que, por tanto, no puede ser definida de antemano a la intervención propiamente dicha. En otras palabras, la concepción de comunicación debe ser comprendida como un “ser con otros”, a diferencia de las perspectivas que se erigen sobre las proposiciones que implican el mero “hacer”. Esta distinción resulta clave para interpelar la dimensión política de la concepción de comunicación con la cual intervenimos desde este campo de conocimiento.

En un trabajo anterior, nos detuvimos en la importancia de las implicaciones políticas de este campo de conocimiento (Hidalgo, 2017). En dicho texto, argumentamos que la concepción de comunicación vinculada a lo instrumental ha sido funcional a un patrón de acumulación y a un sistema geopolítico particular que se expresa en nuestros territorios en relaciones de poder desiguales.

Así, en las tradiciones del campo de investigación en comunicación tras la Segunda Guerra Mundial se extendió la noción de la “comunicación para el desarrollo”, cimentada sobre una idea de progreso que respondía a una clara metodología global de incorporación de nuestros territorios a patrones de acumulación funcionales a ciertas tendencias globales. Además, la sobreeconomización del mundo (Leff, 2005) indujo una considerable homogeneización de los patrones de producción y consumo que propició la difusión de una concepción instrumental de la comunicación.

Y tal como el concepto de desarrollo fue adquiriendo diversos adjetivos que ampliaron su perspectiva —en cuanto a sus objetivos (crecimiento sostenido, bienestar social, sustentabilidad ambiental), con sus dimensiones (económico, institucional, social, ambiental, humano; etc.), con los territorios (nacional, regional, local, urbano, rural)—, la noción de comunicación fue enriqueciéndose a partir de conceptos complementarios que procuraron su complejidad. Pero, ¿de qué estamos hablando exactamente? ¿Todos comprendemos por comunicación la alusión a los mismos sentidos? ¿Sigue siendo un campo de conocimiento válido para acompañar nuestras actividades de extensión?

“la noción de comunicación se asocia a las tecnologías, a sus actores, a las instituciones que participan en su carácter de masividad. Pero todas esas particularidades contribuyen a generar en torno a la noción una idea de neutralidad y de técnica ‘apolítica’”. (Hidalgo, 2017, p. 65)

¿Cómo comprender la comunicación, entonces, desde una perspectiva políticamente situada que suponga una superación de los abordajes normativos vinculados al “deber ser”? La respuesta a tal interrogante implica problematizar las concepciones políticas de los sentidos territoriales, siendo el espacio social una construcción y, por tanto, como dice Massey (2007), producto de acciones, relaciones y prácticas sociales. Y en tanto producto social, nada en él puede ser natural, sino que es atravesado por construcciones políticas y tensionadas por diversos modos de poder social (Hidalgo, 2019).

Por ello, el pensamiento y prácticas situadas en un estudio territorial concreto de las expresiones socioterritoriales que acompañamos desde la extensión suponen recuperar una concepción particular para reconocer que:

“la sociedad no es proceso sino acción común, proposición de fines y creación de un ethos institucional. (…) Una concepción de este tipo implica reconocer la índole política de la sociedad, es decir, la conciencia de que la forma que adopte nuestra convivencia social es fruto de nuestra consciente y deliberada determinación colectiva. El hombre es social por naturaleza y la sociedad es política por naturaleza. Pero esto no significa que haya un orden político predeterminado, sino que este debe ser configurado y reconfigurado constantemente en forma activa y común”. (Auat, 2011, p. 101)

Siguiendo a este autor, se sostiene que este tipo de estudios requiere un pensar situado porque se constituye en un horizonte hermenéutico de comprensión particular. Y como situación de comunicación específica, precisa un lugar de lectura para aproximarnos a ese horizonte que es interpelado desde las propias preguntas por nosotros respecto del conocimiento (Zemelman, 1998).

Por tanto, la situación no es el conjunto prefabricado de circunstancias que rodean a un hecho y que son del orden de lo dado, sino que se propone un quehacer intelectual diferente. “Situar un pensamiento es comprenderlo dentro de aquella estructura histórica (es decir, no meramente formal) en relación con la cual el pensamiento se expresa y dentro de la cual adquiere su especificidad” (Casalla, 2011, p. 316). La riqueza de una lectura culturalmente situada de los procesos políticos de comunicación con referencia a las expresiones de las prácticas de extensión universitaria permite avanzar sobre la noción de lo “universal situado”, en el reconocimiento de la singularidad de los territorios atravesados por las relaciones de poder que los materializan.

De lo contrario, se insiste en una paulatina invisibilización de la simultaneidad epistémica del mundo y de las diversas expresiones de vida. Un andamiaje político cultural que ha permitido la impugnación del otro diferente.

Entonces, comprendemos que:

“La comunicación surge de las ganas de vivir, de aportar, de compartir, de las causas grandes, del compromiso, de la diferencia, de la aventura, de la determinación, de la singularidad, de los sentimientos, de los valores cívicos, del amor hacia los ciudadanos y la ciudad, de la experiencia propia y común, del talento, del trabajo personal y en equipo”. (Puig, 2004, p. 21)

En este sentido, recuperamos el planteo inicial de pensar la comunicación como un “ser con otros” antes que un “hacer” técnico. Asumir tal posicionamiento implica quitarse los ropajes de la visión reduccionista que —durante mucho tiempo— ha monopolizado al campo disciplinar para lograr otras acepciones que se construyen en torno a un posicionamiento político desde donde se asumen “otros”.

Pensar la comunicación. Perspectivas hacia los procesos socioterritoriales

Para comenzar, sería preciso preguntarnos: ¿qué entendemos por comunicación en estas actividades? ¿Cómo concebimos la relación con la intervención social que desarrollamos? ¿De qué modo puede incidir en los cambios sociales en función de las interacciones que se propician en un espacio social determinado?

La noción de comunicación abarca una multitud de sentidos. La proliferación de las tecnologías y la profesionalización de las prácticas no han hecho sino sumar nuevas voces a esta polifonía en un final de siglo que hace de la comunicación la figura emblemática de las sociedades del tercer milenio. Situados en la confluencia de varias disciplinas, los procesos de comunicación han suscitado el interés de ciencias tan diversas como la filosofía, la historia, la geografía, la psicología, la sociología, la etnología, la economía, las ciencias políticas, la biología, la cibernética o las ciencias del conocimiento. Por otro lado, en el transcurso de su elaboración, este campo concreto de las ciencias sociales se ha visto acosado por la cuestión de su legitimidad científica. Esto ha llevado a buscar modelos de cientificidad y a adoptar esquemas propios de las ciencias de la naturaleza adaptados a través de analogías (Mattelart y Mattelart, 1997, p. 9).

La extendida mirada instrumental sobre la comunicación ha conducido a una simplificación de las prácticas sociales que privilegian el estudio de los medios por sobre las reflexiones de las mediaciones culturales ante las solicitudes/expectativas de la intervención a la cual los docentes universitarios acudimos en nuestras actividades extensionistas. La premura en dar respuesta a las demandas de los actores sociales con los cuales nos vinculamos desde la extensión, sumada a la simplificación de la visión restrictiva de las mediaciones, ha devenido en un privilegiado uso instrumental de la comunicación sin posibilidad de espacios de reflexión que resitúen las significaciones acerca de los usos, los resultados, los propósitos que acompañamos desde la universidad pública en una clave de lectura que interpele el horizonte hermenéutico de comprensión de los otros.

La comunicación es inherente a los intercambios que se desarrollan en las funciones extensionistas, es parte de la movilización social y de la producción de sentido que permiten la definición de marcos de referencia en la integración de las redes sociales en las cuales intervenimos. Por tanto, no comprendemos la comunicación como un subproducto derivado de las prácticas sociales sino como parte constitutiva de lo humano. Entonces, la pregunta acerca de cómo entendemos la comunicación en el encuentro con otros es fundante de las acciones que desempeñamos en los territorios.

Así, consideramos relevante distinguir al menos tres nociones distintas con referencia a la misma que nos permiten clarificar cómo pensamos y desarrollamos la extensión cuando desde nuestro campo disciplinar concebimos el encuentro con otros. En otras palabras, las estrategias de comunicación que se asuman en la escena social podrán dar cuenta de modelos culturales diferentes que suponen una relación con el otro diversa en función de tres racionalidades culturales también disímiles, en las cuales se implican una concepción de la misma, el modelo de organización que la lleva adelante, y el proyecto sociocultural al que alude.

El modelo informacional de la comunicación está orientado a la transmisión de contenidos, supone un esquema lineal de codificación y privilegia la circulación de información. Este paradigma de comprensión de la mediación asume la perspectiva de la importancia de la estructura de planificación de los medios, sus objetivos y efectos buscados. Se reconoce una asimetría de poder en la cual el planificador es quien controla la intervención y quien, además, organiza toda posibilidad de aprendizaje. De este modo, el receptor es pensado como un mero decodificador del mensaje, sin posibilidad de una apropiación creativa del proceso, puesto que es un modelo esencialmente unidireccional. En consecuencia, el mensaje se piensa en términos de eficacia en función de los objetivos planteados. El contexto sociocultural no es relevante porque el acento se ubica en la transmisión del mensaje.

Este modelo comunicacional es uno de los más difundidos en las ciencias sociales y encuentra su inspiración teórica en la monografía The Mathematical Theory of Communication (1948) del norteamericano Claude Elwood Shannon. Esta teoría se extendió significativamente y permitió el establecimiento de una transposición de modelos científicos propios de las ciencias exactas a la comunicación. De esta forma, la asimilación de la noción de “información” a las experiencias comunicacionales adquirió una relevancia considerable en términos de símbolo calculable.

“Aunque el proceso de comunicación está relacionado con los vínculos que ponen en juego máquinas, seres biológicos u organizaciones sociales, responde a este esquema lineal que hace de la comunicación un proceso estocástico (es decir, afectado por fenómenos aleatorios) entre un emisor que es libre de elegir el mensaje que envía y un destinatario que recibe esta información con sus obligaciones; en todo caso esta es la visión a la que llegan investigadores pertenecientes a numerosas disciplinas después de la publicación del texto de Shannon. De él toman las nociones de información, transmisión de información, codificación, descodificación, recodificación, redundancia, ruido disruptivo y libertad de elección. Con este modelo se transfiere el presupuesto de la neutralidad de las instancias ‘emisora’ y ‘receptora’ a las ciencias humanas que se valen de él. La fuente, punto de partida de la comunicación, da forma al mensaje que, transformado en ‘información’ por el emisor que lo codifica, se recibe al otro lado de la cadena. Lo que llama la atención del matemático es la lógica del mecanismo. Su teoría no tiene en absoluto en cuenta el significado de los signos, es decir, el sentido que les atribuye el destinatario, ni la intención que preside su emisión”. (Mattelart y Mattelart, 1997, p. 43)

Si el modelo anterior solo tenía en cuenta las características psicobiológicas de los individuos, el siguiente modelo comienza a tomar en consideración la influencia del entorno social, así como los efectos (intermediarios) producidos por las distintas técnicas de análisis empleadas (McQuail, en Álvarez Galvez, 2012). El modelo orientado a los efectos se ocupa del desarrollo de los medios o canales de información en función de una buscada formalización del comportamiento del sujeto. Se procura dar forma a cierto comportamiento del individuo y, en una perspectiva agregada, de la comunidad sobre la cual se trabaja. En estas perspectivas, con frecuencia, se busca involucrar a los actores sociales en la situación comunicacional respecto de los objetivos y contenidos definidos de antemano por el planificador, quien la instrumenta:

“Como indica McQuail (2000:459), en realidad, ‘no era que los medios no tuvieran efectos o influencia; sino que no había un vínculo directo o de uno-a uno entre el estímulo de los medios y la respuesta de la audiencia’. En efecto, la acción de los medios se encontraba sustentada por una estructura social preexistente, así como por un determinado entorno sociocultural, que conjuntamente modulaban la acción y el grado de los efectos que los medios de comunicación de masas pudieran generar sobre las audiencias. En estos años es cuando surge el denominado ‘flujo de la comunicación en dos escalones’ (Two–Steps Flow Communication). Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, con su obra The People’s Choice (1944), de un modo inesperado, descubren la importancia de las influencias personales sobre los efectos de la comunicación de masas. (Álvarez–Gálvez, 2012)

A diferencia de las anteriores, la comprensión de la comunicación como una praxis asume la importancia de que los sujetos sean parte de una transformación. El proceso no se centra en el efecto o producto comunicacional demandado, sino en la posibilidad de generar espacios reflexivos de interacción comunicacional que favorezcan aportes significativos en los espacios sociales de intervención. Por lo tanto, los contextos locales y los modos de interpretación de los sujetos que son parte de ellos son centrales y ponderados por sobre los contenidos.

Desde estas perspectivas se plantea una experiencia de construcción compartida del saber y la búsqueda de una calidad de la interacción social como parte de una construcción de mediación cultural necesaria para desarrollar el sentido buscado. No existe una relación de poder centrada en el sujeto emisor ni el receptor es considerado como un sujeto pasivo. Se contextualiza el conocimiento en función de la situacionalidad comunicativa y cultural que se interpela, en la cual los medios de comunicación son los pretextos para construir un marco de referencia en el cual ese conocimiento se fundamenta.

De este modo, el proceso de mediación es comprendido como una práctica política colectiva de construcción de conocimiento relevante para la comunidad, en el cual el diálogo es el momento privilegiado. Se busca generar instancias de transformación, reflexión, y creación de redes con la comunidad que resulten significativas de las tramas socioterritoriales en las que se procura intervenir. Procura favorecer instancias de reflexión y toma de conciencia colectiva e individual de los sujetos que son parte en una praxis política que asume el compromiso ético con los actores y las necesidades del otro en búsqueda de una modificación de la realidad local/inmediata.

Esta perspectiva interpela los horizontes de comprensión de las representaciones ideológicas culturales diversas del encuentro con otros en contextos democráticos. Pone el énfasis en generar instancias de un desarrollo endógeno y autogestionario de los espacios que privilegia un marco dialéctico de praxis situada en el territorio. Por tanto, busca generar un señalamiento de las asimetrías y desequilibrios de las contradicciones propias del espacio social.

En síntesis, la comprensión explícita y analítica acerca de cómo comprendemos la comunicación nos posiciona en un “informar”, un “dar forma” o un “transformar” los espacios de extensión de los que somos parte.

Algunas concepciones posibles para pensar políticamente la comunicación desde una perspectiva situada la comunicación desde una perspectiva situada

Por lo expuesto, resulta necesario complejizar la comprensión de la comunicación desde diversas dimensiones que de modo yuxtapuesto permitan la comprensión de los procesos socioterritoriales de extensión que acompañamos desde la universidad pública. Las diferentes perspectivas que se asuman —manifiestamente o no— acerca de los modos de mediación con otros nos ubican en un lugar respecto del conocimiento y los sujetos con los cuales nos vinculamos desde este campo.

Cada una de las enunciadas en el acápite anterior son más o menos manifiestas en función de las preguntas movilizadoras que nos acompañan para desempeñar las actividades con otros; nos predisponen hacia la voz del/los otro/s y nos ubican en una postura con relación la concepción de comunicación que desempeñamos.

En este apartado son expuestas tales dimensiones de manera desagregada a efectos analíticos. Cabe señalar que cada una de ellas puede ser concebida desde las perspectivas anteriores (“informar”, “dar forma”, “transformar”) conforme a los interrogantes antes expuestos.

Es importante destacar que las dimensiones presentadas a continuación han sido construidas a partir de prácticas de la economía social y solidaria situadas en la provincia de San Luis, en múltiples experiencias con estos colectivos desde 2012 a la fecha. Por tanto, las mismas no tienen la pretensión de generalización de todos los espacios de intervención de extensión universitaria, pero admiten interrogantes analíticos para complejizar el trabajo con la comunicación en los espacios socioterritoriales. De igual forma, estas categorías tienen sentido en el ámbito local de trabajo de los actores antes mencionados y en un recorte espacio–temporal que le otorga las condiciones de posibilidad para su despliegue.

Una primera dimensión que es reconocida en el territorio es la referida a las prácticas y acciones instrumentales. Con frecuencia, los actores del territorio social vinculan los momentos de comunicación a una instancia de envío de mensajes o bien de intercambio de los mismos. En esta dimensión subyace el mencionado esquema de Shannon y Weaver, también referenciado como la Teoría Matemática de la Comunicación, publicado en 1948. En este modelo, los autores reconocen seis elementos presentes en cualquier instancia comunicativa, más allá del contenido del mensaje: una fuente, un transmisor, un canal por el cual circula el mensaje, un receptor, un destino, y el ruido entrópico que puede interferir.

En dicha dimensión comunicativa, es posible reconocer subcategorías que implican determinados haceres simbólicos y materiales diversos: la importancia de los emisores y receptores, los instrumentos intervinientes en el envío y recepción de mensajes, y los obstáculos o ruidos. La alusión a estos elementos u otros dispuestos de modo lineal puede asumir una unidireccionalidad preferentemente en los espacios sociales o en las demandas de las organizaciones con las cuales nos vinculamos.

Una segunda dimensión permite caracterizar el contenido alusivo a la identidad y a la alteridad, subcategoría que emergió con mayor fuerza entre los grupos de los trabajadores y los referentes organizacionales vinculados a las organizaciones sociales del territorio, quienes, mediante sus prácticas discursivas, hicieron factible identificarla con claridad. Esta dimensión posibilita reconocer el contenido del “nosotros”, del “ellos” y de las “dinámicas de exclusión/inclusión” que estos espacios suponen.

La tercera dimensión es la vincular y motivacional, la que permite reconocer fundamentalmente los aspectos de las emociones que manifiestan los actores socioterritoriales en relación con la comunicación. Se clasifican en tres subcategorías, cada una de las cuales presenta diferentes componentes: los lazos, la mística y los imaginarios locales, y las expectativas de transformación del espacio social3.

La cuarta dimensión alude a lo institucional y resulta clave para la comprensión de las redes sociocomunicacionales de los procesos territoriales. En este aspecto, es necesario considerar los vínculos (existentes o no) entre las diversas organizaciones que se encuentran involucradas; el trazado de redes y de mapas de actores es esencial como herramienta cartográfica para delinear relaciones posibles, deseadas y actuales, de las organizaciones conforme a las demandas socioterritoriales.

La noción de comunicación es construida no solo a partir de lo hecho o dicho, sino desde la dimensión que denominamos “silencios”. Hace referencia a la ausencia de palabras en el fragmento discursivo trabajado. Los silencios son las pausas en el discurso del sujeto que permiten entender aquello no dicho y resultan fundamentales para la percepción e interpretación de los actores. Asimismo, posibilitan establecer la distancia entre los enunciados y, de acuerdo con ello, determinar en qué momento se debe cesar su interpretación para ceder paso a otras prácticas discursivas (Hidalgo, 2019).

La Figura 1 presenta una infografía a los fines de vincular las dimensiones antes propuestas e ilustrar sus interrelaciones. Esto supone que los aspectos desarrollados pueden ser identificados por separado solo a efectos analíticos; su mayor grado de complejidad se adquiere mediante una lectura complementaria de los mismos.


Figura 1
Dimensiones de la comunicación en las prácticas socioterritoriales
Elaboración propia (2019)

Sitios de interrogación y consideraciones finales

El tema planteado en este artículo nos invita a considerar que los conflictos en la concepción de comunicación no pueden resolverse solo desde una de las dimensiones que se comentan, sino que deben ser considerados de modo complejo y articulado entre sí. Esto supone una mirada política de la misma entendida como inherente a los procesos de sociabilidad.

“La política, en tanto proyecto que los hombres construyen para vivir de una determinada manera, debería plantearse desde una perspectiva estratégica de la vida cotidiana, desde un modelo de ser concreto de los hombres en el mundo. La maraña social debería imaginarse puesta al servicio de ese ordenamiento cotidiano y no al revés, como repetidamente se ha hecho. Se trata de poner énfasis en el estilo de vida, lo que desde otra perspectiva se llamaría modelo o estilo de desarrollo. El estilo de vida tiene que ver con una concepción de cultura, más que con índices cuantitativos de producción y consumo. Debería ser el articulador de las propuestas políticas (que incluye patrones económicos, organización del poder, instrumentación tecnológica) y no permanecer como derivación o consecuencia de cambios en la estructura económica”. (Schmucler, 1981, pp. 83–84)

La dimensión cultural simbólica de la extensión requiere comprender las matrices políticas de los sujetos que somos parte. En otras palabras, el desplazamiento que se propone es partir de la comprensión de nosotros mismos en tanto actores de comunicación para luego pensar en el encuentro con otros y posibilitar el lugar de la pregunta.

Por tanto, no es un problema técnico, como suele interpretarse. Profesionalizar las áreas de comunicación no equivale a la resolución de los conflictos comunicacionales o demandas socioterritoriales si no se problematiza desde dónde se piensan esas intervenciones, quiénes somos parte y con qué propósitos.

Esto asume la compleja tarea de comprender el espacio social y cultural de los sujetos con sus imaginarios y expectativas, que ha de comprender lo invisible y lo no dicho, interpelar la dimensión de lo manifiesto y de lo por venir.

Pensar–nos como actores que promueven, facilitan, disputan ciertos sentidos en los espacios territoriales a los que la universidad abraza es también un desafío. Desafío que (nos) interpela e insta a construir la comunicación que habitamos desde nuestras prácticas docentes, de investigación y extensión.

Creemos en el poder de la transformación social en los territorios a partir de un involucramiento activo, que nos nombra a todos por igual desde las alteridades. Sujetos y contextos que dialogan en una multiplicidad de dimensiones y saberes que nos tienen como protagonistas en la conformación de nuevas y mayores experiencias conjuntas de aprehensión y continuos dinamismos.

Es por esto que, para concluir, retomamos y renovamos los interrogantes iniciales y planteamos otros que direccionen el sendero trazado, de andar colectivo que presentamos: ¿qué comunicación fundamenta nuestras prácticas extensionistas? ¿Desde qué lugar político– epistemológico las asumimos? ¿Cómo promover “otras” formas de construcción de nuestro campo disciplinar de competencia desde las ciencias sociales? ¿Para qué hacerlo? Y fundamentalmente, ¿para quiénes?

Referencias

Auat, A. (2011). Hacia una filosofía política situada. Waldhuter Editores.

Álvarez–Gálvez, J. (2012). Modelos teóricos sobre los efectos de los medios de comunicación de masas. Departamento de Sociología IV. Metodología de la Investigación y Teoría de la Comunicación. Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Universidad Complutense de Madrid.

Casalla, M. (2011). América Latina en perspectiva: dramas del pasado, huellas del presente. Fundación Centro de Integración, Comunicación, Cultura y Sociedad (CICCUS).

Hidalgo, A. L. (2017). Comunicación y desarrollo como categorías políticas. Revista Internacional de Comunicación y Desarrollo, 6, 57–68. http://dx.doi.org/10.15304/ricd.2.6.4135

Hidalgo, A. L. (2019). Expresiones de las Desigualdades Sociales Situadas (DSS) en las concepciones de comunicación y desarrollo. Un estudio multiescalar de las prácticas de la Economía Social (ES) en San Luis (2012–2017). (Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales). Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires.

Leff, E. (2005). La geopolítica de la biodiversidad y el desarrollo sustentable: economización del mundo, racionalidad ambiental y reapropiación social de la naturaleza”. En UNESCO (Organización), ponencia presentada en Seminário Internacional REG GEN: Alternativas Globalização. Rio de Janeiro.

Puig, T. (2004). La comunicación municipal, cómplice con los ciudadanos. Paidós.

Massey, D. (2007). Geometrías del poder y la conceptualización del espacio. Conferencia dictada en la Universidad Central de Venezuela.

Matterlart, A. y Mattelart, M. (1997). Historia de las teorías de la comunicación. Paidós Ibérica.

Schmucler, H. (2019). Apuntes para reflexionar sobre política. En La memoria, entre la política y la ética: Textos reunidos de Héctor Schmucler (1979–2015). CLACSO. 1981. https://www.jstor.org/stable/j.ctvt6rm2x.8?seq=3#metadata_info_tab_contents

Zemelman, H. (1998). El conocimiento como desafío posible. Instituto Politécnico Nacional. Ipecal. Colección Conversaciones Didácticas.

Notas

1) PEIS N° 04–0720, aprobado por Res. CS N° 57/2020. Dirigido por la Dra. Ana Laura Hidalgo y codirigido por la Lic. Florencia Guzmán.
2) Las esferas enunciadas se presentan a efectos analíticos y pueden corresponder en cada experiencia concreta a órdenes interrelacionados.
3) El reconocimiento de los “lazos” da cuenta de las relaciones sociales que se establecen por fuera de las organizaciones; son vínculos constituidos entre los actores pero que no son estables. Se manifiestan en las pautas de comportamiento dinámicas en las cuales su permanencia no es resultado de una inercia. “La mística y los imaginarios locales” incluyen las referencias implicadas a la comunicación como momento de vínculo o que pretende conseguir la unión o el contacto con otros, pero de un modo que recrea los imaginarios locales sobre las actividades socioterritoriales. Aparecen también las idealizaciones que se tejen en el territorio sobre las formas en que se despliega la implementación de las actividades de extensión. Los actores depositan en esta denominación una esfera de significaciones que excede los propósitos y en la que se expresan las lealtades. “Las expectativas” implican las intenciones de escenarios futuros que señalan los actores socioterritoriales. Se trata de situaciones esperadas como expresiones de deseo que funcionan en la dimensión motivacional y vincular.

Información adicional

Contribución de las autoras (CRediT): Conceptualización: Hidalgo, A. L. y Galende, B. del C. Curaduría de datos: Hidalgo, A. L. Adquisición de fondos: Hidalgo, A. L. Investigación: Hidalgo, A. L. y Galende, B. del C. Metodología: Hidalgo, A. L. y Galende, B. del C. Recursos: Hidalgo, A. L. Validación: Hidalgo, A. L. Visualización: Hidalgo, A. L. Redacción - borrador original: Hidalgo, A. L. y Galende, B. del C. Escritura - revisión y edición: Hidalgo, A. L. y Galende, B. del C.



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