Videre

Río Quieto

Christian Proaño
FLACSO, Ecuador, Ecuador
Anamaría Garzón Mantilla
Universidad San Francisco de Quito, Ecuador

post(s)

Universidad San Francisco de Quito, Ecuador

ISSN: 1390-9797

ISSN-e: 2631-2670

Periodicidad: Anual

vol. 4, 2018

posts@usfq.edu.ec

Recepción: 15 Junio 2018

Aprobación: 25 Agosto 2018



DOI: https://doi.org/10.18272/posts.v4i1.1317

Cómo citar: Proaño, C., Garzón, A. (2018). Río Quieto. En post(s), volumen 4 (pp. 168-191). Quito: USFQ PRESS.

Río Quieto

¿Cuáles fueron los primeros sonidos que se escucharon en el planeta? En uno de los primeros capítulos de The Soundscape: Our Sonic Environment and the Tuning of the World, Murray Schafer responde sin temor a dudas: las voces del mar, las caricias de las aguas (1994, p. 15). El paisaje sonoro de las aguas se transforma según peróodos climáticos y zonas geográficas. Una gota de agua nunca suena igual a otra. Cada río tiene su propio canto. Y en la serie Río Quieto, Christian Proaño (Quito, 1978) vuelve los oídos al sonido del agua en flujo para encontrarse con el río y cantar junto a él. No es cualquier río. Es un río que atraviesa el bosque nublado y que pasa por su casa, en Mindo, a unos 80 km al noroeste de Quito.

En las obras de Christian Proaño, el sonido se entiende siempre desde una agencia política que atraviesa las relaciones sociales, desde las lecturas del espacio, los afectos, lo humano y lo no humano. Sus resoluciones pasan por el registro sonoro, pero también por la creación de elementos visuales que se extraen de su interpretación del sonido. La relación del arte con el sonido empieza a mapearse desde la publicación del manifiesto de Luigi Russolo, El arte de los ruidos (1913) y desde la década de los sesenta con los movimientos artísticos que desmaterializaron el arte y rechazaron la predominancia de lo visual y, como Suzanne Delehanty (1981) anota:

La entrada del sonido, escuchado como no escuchado, en las artes plásticas anunciaba un nuevo comienzo. En este comienzo estaban la palabra, la palabra hablada, el sonido ambiental, el ruido, la música y el silencio; todos permitieron a los artistas transformar las artes visuales en un nuevo y tercer ámbito. En este ámbito, compuesto en la mente del artista por una realidad física y una metafísica, las relaciones, que una vez fueron discretas y estáticas, entre el artista, el objeto artístico y el espectador comenzaron a temblar y resonar.... El sonido anunció que la experiencia humana, siempre cambiante en el tiempo y el espacio —la sustancia de la vida misma—, se había convertido tanto en el tema como en el objeto del arte.

La experiencia de Christian Proaño en Río Quieto permite reflexionar sobre las posibilidades de registro, la desmaterialización y el acontecimiento en las práctica sonoras. Las obras que se presentan muestran un trabajo que empieza con el registro del sonido del mar y el río, con la voz del artista, entrenado en canto armónico, cantándole al río. Los textos son extractos de pensamiento que detonan el proceso de creación y los discos de acrílico intervenidos, muestran la manera en que el artista utiliza el soporte de lo musical para grabar e intervenir. Trabaja con los registros de sus grabaciones, pero también dibuja ondas en Ilustrador y dibuja frecuencias audibles. Aunque no podamos escuchar, sus discos son audibles. El ruido en la obra de este artista tiene una condición matérica: lo coge, lo lleva, lo filtra, lo amplifica y con él, construye espacios. Son espacios inmersivos. En sus dibujos, hay frecuencias y silencios.

Desde su interés por el paisaje construido desde el sonido, Proaño explora las relaciones de los humanos con la naturaleza, las relaciones entre los cuerpos, la escucha, el sentido del sonido y el silencio. A continuación, las imágenes de Río Quieto acompañadas por reflexiones del artista sobre su proceso creativo.



Me alejo de la noción de Heráclito

que mete el pie en el río y el río pasa.

Desde una visión budista, no veo el

río como un flujo que pasa mientras

yo estoy quieto, sino que yo soy el río,

encarno el río. No hay separación entre

él y yo. Así cambia la perspectiva en

relación a la naturaleza misma.

Parto de la idea del río como el

deseo. Río de deseo. Torrente. Sentir

el torrente de emociones y pensar en

qué significa eso para mí como cuerpo,

como artista. Quise ser un río vibrante.

En el canto natural armónico se

entiende al cuerpo como un cuerpo

vibrante, la voz pone a vibrar al

mundo. Entonces, en el proceso de

ser río, estaba tratando de sentir al

sonido no solo con el oído y el tacto,

sino también ver las vibraciones

visualmente.

Desde que empecé con el canto

armónico he estado junto a los ríos y

el mar, porque el canto y el río se van

filtrando mutuamente. Se construye un

canto que no existe en realidad, pero se materializa en las relaciones entre

los dos y se va conversando con el río.

El río responde. Tiene sus frecuencias

y su canto.



Esta es una serie que hice a partir del

sonido del mar. Grabé en la orilla y

dibujé la onda en un espiral. Antes

de entrar de lleno en el río, estaba

explorando los lugares del agua, las

fuentes del río. El mar es la primera gran

fuente, el más inmersivo, pero la vida

me fue llevando al río. El sonido del río

es tan distinto al sonido del mar...



Esto es parte de la investigación del

paisaje sonoro. He dejado de hacer

tanto ruido y me he vuelto más

acústico, más discreto, con sonidos más

pequeños, intervenciones más mínimas.

Mantengo mi noción de ruido como

lugar de encuentro, lugar de relaciones

sociales y de resolución de conflictos,

pero he afinado la herramienta para

trabajar en los disensos que me interesan.

Los dibujos son parte del proceso

de investigación. En esta, busqué en

Google Maps la parte del río que

estaba grabando y la dibujé sobre

papel tapiz, utilizando al relieve y la

topografía como al ruido. Me interesan

tanto el paisaje como la voz, pensar

como los murciélagos que arman

topografías con los ecos.




Me interesa la intervención del hombre

en la naturaleza y cómo estamos

interactuando con el ecosistema.

Hacemos bulla y escuchamos de

vuelta. Empecé a preguntarme qué me

dice el paisaje sonoro y no solo cómo

lo construimos. Quiero saber cómo

podemos dialogar con él y no verlo

únicamente como algo construido

desde lo humano.

Para construir otra relación con mi

naturaleza, me fui a vivir en el bosque,

junto al río, a cantar junto al río, a

tocar más la guitarra acústica, con el

mismo principio de entender que el

ruido es un lugar social de construcción

colectiva.

Quiero inscribir el paisaje sonoro en

objetos que sean reproducibles con

la tecnologia actual. Entiendo al disco

como soporte de imagen, más que

como soporte sonoro. Uso tecnologías

de inscripción de información visual

—programas como Ilustrador, que se usa

para trabajar imágenes digitales,

impresoras laser y 3d, informacion

vectorial— para pensar sonoramente.

Grabo con una tascam, traigo los

sonidos, los convierto con un algoritmo

a la información que Ilustrador entiende

y dibujo en los discos.



Llevo los discos al río para completar el ciclo. El disco está grabado ya, el sonido es portátil y lo llevo para que sea del río. Que se moje, que escuche el río, que sea el río, al final, es el río. Uso acrílico por la transparencia, para que se vea el cielo, para que el río vea al cielo pasar.



Referencias bibliográficas

Delehanty, Suzanne (1981) Soundings: An International Survey of Sound in the Plastic Arts. Purchase, New York: Neuberger Museum/State University of New York. Recuperado de: http://www.ubu.com/papers/delehanty.html

Schafer, Murray (1994) The Soundscape: Our Sonic Environment and the Tuning of the World. Rochester: Destiny Books

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Cómo citar: Proaño, C., Garzón, A. (2018). Río Quieto. En post(s), volumen 4 (pp. 168-191). Quito: USFQ PRESS.

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