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El turismo social en Chile: 1937-1941. El caso de las colonias obreras de vacaciones

The Social Tourism in Chile: 1937-1941 The case of the Vacation Colonies for Working-Class

Juan Carlos Yáñez Andrade
Universidad de Valparaíso, Chile

Avances del Cesor

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 1514-3899

ISSN-e: 2422-6580

Periodicidad: Semestral

vol. 19, núm. 27, 2022

revistaavancesdelcesor@ishir-conicet.gov.ar

Recepción: 08 Julio 2021

Aprobación: 07 Marzo 2022

Publicación: 05 Diciembre 2022



DOI: https://doi.org/10.35305/ac.v19i27.1686

Financiamiento

Fuente: Proyecto FONDECYT de Iniciación núm. 11190167 titulado “Los trabajadores se toman un descanso. Las políticas de promoción del tiempo libre y el turismo social en Chile: 1927-1973”

Resumen: El objetivo del presente artículo es analizar el programa de colonias obreras de vacaciones promovido durante el último periodo del gobierno de Arturo Alessandri (1932-1938) y el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), el que permitió que un número creciente de trabajadores pudieran acceder a la experiencia de las vacaciones. Aspecto para destacar es el papel que jugaron el Estado y los empresarios en la formulación de programas como las colonias colectivas de verano. Se concluye que este programa, desarrollado entre 1937 y 1941, fue un avance en las políticas sociales de inclusión para los trabajadores y sirvieron de modelo para futuros programas de turismo social en Chile.

Palabras clave: colonias obreras, vacaciones, turismo, turismo social, Chile.

Abstract: The objective of this article is to analyze the workers vacation colonies programs promotes during the last period of the government of Arturo Alessandri (1932-1938) and the government of Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), which allowed a growing number of workers could access the vacation experience. One aspect to highlight is the role that the State and businessmen played in the formulation of programs such as the collective summer camps. It is concluded that this program, developed between 1937 and 1941, was an advance in social inclusion policies for workers and served as a model for future social tourism programs in Chile.

Keywords: working-class colonies, vacation, tourism, social tourism, Chile.

Introducción

La historia del turismo en general y el turismo social en particular han tenido un importante desarrollo en los últimos años, insertándose dichos fenómenos en el marco de la expansión del consumo y la conformación de la sociedad de masas en la primera mitad del siglo XX (Archila, 1991; Smith, 2003; Leonardi, 2014). En América Latina al turismo social se lo ha vinculado con los procesos políticos de algunos países del continente durante la década de 1930 y 1940. En el caso del Perú, los gobiernos populistas de Benavides (1933-1939) y Prado (1939-1945) vieron el turismo como parte de una política social destinada a formar ciudadanos saludables que se sintieran orgullosos de su país (Rice, 2021, p. 150). En Argentina, Juan Domingo Perón (1946-1955) ofreció a los trabajadores nuevos rituales de ocio y recreación a través de los programas vacacionales (Scarzanella, 1988; Pastoriza, 2008; Comparato, 2014). Por su parte, los trabajadores se aseguraron de promover sus propias prácticas recreativas, incluso antes de la década de 1930. En este caso, las prácticas emancipatorias como los picnics o paseos dominicales y campestres (Camarero, 2005; Porrini, 2011 y 2020; Leiva, 2020) se distanciaron de proyectos políticos como los promovidos por el peronismo.

Las elites chilenas no estuvieron ajenas al conocimiento de estas experiencias sobre el turismo —sumado a las prácticas recreativas vinculadas con el ocio y el tiempo libre— como elemento de política social. Instituciones como la Organización Internacional del Trabajo (en adelante, OIT) permitieron que se concertaran a nivel internacional medidas legislativas que apuntaron en la década de 1920 a la reducción de la jornada de trabajo y hacia mediados de la siguiente a la obtención de una semana de vacaciones pagadas (OIT, 1919 y 1936). Tanto los intereses sindicales como empresarios vieron en estas medidas legislativas las condiciones favorables para el desarrollo de un incipiente turismo nacional, luego de los primeros esfuerzos de los países del continente americano en atraer turistas extranjeros de alto poder adquisitivo (Vidal, 2018; Armas, 2018).

Si bien es posible identificar el interés por promover el uso del tiempo libre y el descanso entre los trabajadores desde la década de 1930 (Yáñez, 2016), el marco temporal de la investigación privilegia los últimos años del gobierno de Arturo Alessandri y el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, es decir el periodo que va desde 1937 a 1941.

En este artículo se argumenta que, no obstante el inicio de las colonias obreras de vacaciones se produjo al finalizar el gobierno de Alessandri, fue durante el Frente Popular que se dieron las condiciones para incorporar el turismo como parte de una política más formal y sostenida de mejoramiento de las condiciones de los trabajadores, quienes eran una importante base de apoyo electoral y elemento central del discurso que aglutinaba la alianza de partidos, en particular en el caso del Partido Socialista y el Partido Comunista. En este sentido, la promoción de las prácticas turísticas podía ser tan efectiva para cumplir con el programa del Frente Popular como el resto de las medidas de política social que buscó llevar a cabo, como los aumentos salariales, la creación de poblaciones obreras o la apertura de restaurantes populares, en especial cuando el turismo se rodeó de una serie de atributos que iban desde lo sanitario hasta lo económico, pasando por lo recreativo y cultural (Cross, 1989).

La presente investigación es de carácter exploratoria y busca ofrecer un primer análisis sobre la importancia del turismo social a fines del gobierno de Arturo Alessandri y durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, identificando actores públicos y privados en su formulación y gestión. Por la variedad de ofertas que los trabajadores pudieron disfrutar en el periodo de estudio, la investigación se centra en aquellos dispositivos gubernamentales y empresariales que apuntaron al traslado de los trabajadores y sus familias lejos de sus vivencias cotidianas, como fueron las colonias obreras de vacaciones.

Las fuentes comprenden documentación, especialmente folletos del Ministerio de Fomento, donde estaban radicadas las funciones turísticas del Estado. La prensa del periodo resulta fundamental porque registra casi a diario muchas de las prácticas turísticas, sobre todo en el periodo estival, revisándose de manera exhaustiva el periódico de gobierno La Nación, además del periódico Frente Popular y La Opinión, proclives a la alianza de centro izquierda

El artículo se organiza en dos secciones principales. En primer lugar, se aborda la política social del periodo de estudio, colocando énfasis en los programas de promoción del tiempo libre y las vacaciones, así como los esfuerzos desplegados por las autoridades para que los trabajadores, junto con sus familias, pudieran conocer el país. En una segunda sección, se hace un recuento de las iniciativas en torno a las colonias obreras de vacaciones promovidas por las autoridades gubernamentales y sectores privados para ofrecer a la población trabajadora una alternativa al uso de sus vacaciones.

La promoción de las vacaciones para la familia obrera

Para algunos historiadores la política de turismo en Chile habría estado dirigida entre la década de 1920 y 1930 al mercado externo, con la finalidad de atraer divisas (Vidal, 2018). Las discusiones legislativas, así como los esfuerzos en materia de inversiones y propaganda, confirmarían el interés de las autoridades en atraer a los turistas extranjeros y sus divisas. En este marco el diseño institucional de la política turística se habría caracterizado por su importante centralización en torno a un Departamento de Turismo —creado en 1929— dependiente del Ministerio de Fomento y que proyectó el turismo como una actividad económica relevante para el país (Yáñez, 2018).

Durante los años treinta se llevaron a cabo importantes medidas de fortalecimiento de la infraestructura de servicios, en especial con la creación de hoteles, mejoramiento de infraestructura y de sitios turísticos (Booth, 2010, 2013). En este objetivo ayudó la recuperación económica que experimentó el país a partir de mediados de la década, luego de la Gran Depresión, lo que permitió acompañar la política turística con alguna inyección de recursos (Fermandois, 1997). Por ejemplo, y solo a modo ilustrativo, se puede señalar que a partir de 1935, el presupuesto destinado al turismo creció desde los $386.000 pesos, destinados especialmente al pago de sueldos del personal, hasta los $3.400.000 en 1946, lo que incluía un importante ítem destinado a la recuperación de sitios turísticos y la propaganda (República de Chile, 1946).

En una dimensión más cultural, a partir de los años treinta se consolidó un discurso sanitario que promovió el mejoramiento de las condiciones de vida de los sectores populares en un contexto de crisis económica y deterioro de sus expectativas de vida (Cruz-Coke, 1938). A partir de la década de 1930 la familia obrera fue objeto de muchas iniciativas en materia de estudio y de políticas sanitarias, considerando los efectos que tuvieron en ella los procesos de industrialización y urbanización, comprendido el desarraigo producto de la ruptura de los vínculos tradicionales (Delgado, 1990; Salazar, 1990; Milanich, 2001). Durante la década de 1930, se aprobaron iniciativas dirigidas a enfrentar el cuidado de los menores de las familias de escasos recursos, así como los problemas en la condición nutricional de sus miembros (Zárate, 2008).

Los debates en torno al tiempo libre luego de la jornada de trabajo y las vacaciones anuales sirvieron para movilizar una serie de conceptos sobre el ideal sanitario (Pérez, 1942; Bello, 1944). Si bien la preocupación de las autoridades por el uso del tiempo libre de los trabajadores se remontaba al siglo XIX bajo el concepto de regeneración de la raza (Grez, 1997) que hizo suyo el mutualismo (Illanes, 1990), la discusión de los años treinta se dio en un contexto histórico donde los trabajadores habían conquistado un conjunto de derechos laborales, entre ellos la jornada de ocho horas en 1924 y las vacaciones anuales de una o dos semanas en 1931 (República de Chile, 1931).

En esta discusión participaron las visiones eugenésicas de mejoramiento de la raza en boga en el periodo, en particular en torno a la alimentación (Pohl-Valero, 2016; Sánchez, 2018) y las prácticas deportivas (Cid, 2009; Durán, 2014). El diagnóstico de médicos e higienistas sobre la condición sanitaria de los trabajadores era lapidario, lo que ayudaba a explicar las altas tasas de mortalidad infantil y general, y enfermedades como la tuberculosis y la sífilis. Las dificultades en el acceso a bienes esenciales eran achacadas a los bajos salarios, los cuales según diversos estudios no permitían cubrir una ingesta calórica mínima, ni satisfacer del todo las necesidades de vivienda y vestuario (Dragoni y Burnet, 1938; Allende, 1939). En otros casos se colocaba el énfasis en la ausencia de lugares de esparcimiento sanos para los trabajadores:

¿Dónde, pues, dirigirá sus pasos nuestro obrero después de sus faenas? —se preguntaba una editorialista—. Al único sitio que hay para él, donde puede llegar sucio y desgreñado, confiado en que siempre se le recibirá: al chinchel amigo, donde encuentra el vino barato y envenenado que mata las penas y embrutece el pensamiento. Vemos, pues, en toda su desnudez cuál es el problema de las “horas libres” del trabajador en nuestro país.1

La Ley de Medicina Preventiva de 1938 (República de Chile, 1938) supuso un avance en el tratamiento sanitario de la población, al asegurar el reposo y rehabilitación de los diagnosticados con tuberculosis. Es así como la ley destinó fondos a casas de reposo, centros de reeducación profesional, colonias agrícolas y colonias de verano (Santander, 2019, p. 95).

En un editorial del diario de gobierno La Nación —imbuido del espíritu de previsión— se señaló que la política sanitaria debía estar destinada no a cuidar a los enfermos sino a los sanos, destacándose entre esos cuidados los descansos reparadores luego de la jornada laboral y las vacaciones anuales.2 Las vacaciones, en este contexto, pasaron a desempeñar un factor determinante de lo que se identificó con una “cruzada nacional de salud pública”:

Estos centros veraniegos —se señaló en 1946—, organizados y dirigidos científicamente, existen en Chile y su función en nuestro país está desempeñando una verdadera cruzada de salud pública y de recuperación. Es allí donde podemos esperar que se produzcan los procesos biológicos en forma controlada, gracias a la dosificación del baño de sol, agua y aire puro oxigenado y saturado de yodo y aroma a hierbas (Kocian, 1946, p.118).

En cuanto a los espacios, la playa se transformó a partir de 1930 en un signo de democratización de los lugares de descanso y esparcimiento previo al avance del turismo de masas de los años cuarenta y cincuenta (Corbin, 1993; Boyer, 2007). Balnearios en la zona central del país, como Cartagena y San Antonio, comenzaron a ser visitados por grupos de empleados y trabajadores, permitiendo que accedieran a recreaciones que antaño estaban restringidas a los sectores aristocráticos (Castagneto, 2010; Cortez, 2014). La playa, de acuerdo con un editorial, había democratizado su acceso, dejando de ser un lujo para los privilegiados.3

Es en el cruce de estos debates sobre la importancia de implementar medidas sanitarias para un correcto uso de las horas libres y las vacaciones, por una parte, y la intención de incorporar a la experiencia del bienestar a los sectores que tradicionalmente habían quedado relegados de las prácticas de ocio, por otra, se formularon propuestas para que los trabajadores conocieran el país.4

A partir de 1937 —en el último periodo del gobierno de Arturo Alessandri (1932-1938)— es posible identificar las primeras iniciativas del Ministerio del Trabajo con el fin de implementar las vacaciones colectivas para obreros, aunque por las dificultades en conseguir aportes de sindicatos y empresas estas iniciativas pueden ser consideradas como precursoras en lo que vendría a ser una política más sostenida a partir del gobierno de Pedro Aguirre Cerda.5 La constatación de la falta de recursos que tenían los trabajadores llevó a que los partidarios del Frente Popular comprendieran las dificultades de promover las actividades recreativas y vacacionales considerando solo el esfuerzo presupuestario de las familias. La revista del Partido Socialista Rumbo señaló que era deber del Estado costear las vacaciones “ofreciendo gratuitamente el alojamiento, y abonando los obreros los gastos de alimentación”.6

El Frente Popular en Chile llegó al poder a fines de 1938 de la mano de una alianza de partidos de centro izquierda con un programa de reformas sociales y económicas que reconocía en el Estado un actor protagónico (Milos, 2008; Moulian, 2006). En términos temporales comprendió el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), ya que a partir de 1942 pasó a denominarse esta concertación de partidos Alianza Democrática. En términos historiográficos esta etapa también es conocida como el inicio de los gobiernos radicales por el protagonismo que tuvo el Partido Radical en la conducción de dicho proyecto político y el hecho de que los presidentes pertenecieron a este partido.

Los estudios sobre el Frente Popular chileno han apuntado de manera preferente a las variables populistas que estuvieron presentes en su configuración, en particular en el papel del Partido Socialista en la politización de amplios sectores populares (Drake, 1992), así como a la expansión del consumo que se dio en esos años gracias a mecanismos institucionales que permitieron el control de precios (Henríquez, 2014) y programas de alimentación (Yáñez, 2019). Durante el Frente Popular hubo un fuerte interés en que los trabajadores conocieran el país para promover así los valores nacionales (Silva y Henríquez, 2017). También se ha dado cuenta de la exaltación del pueblo, así como del rescate de los valores nacionales y el folklore como estrategia para enfrentar el fuerte influjo cultural y material de los Estados Unidos (Pernet, 2004). En este sentido el desarrollo del turismo interno se puede enmarcar en el objetivo de fortalecer una oferta de productos y servicios de carácter nacional, tal como ha sido estudiado para los Estados Unidos (Shaffer, 2001).

Desde un inicio los dirigentes del Frente Popular buscaron incorporar en su plataforma programática aspectos relacionados con la reducción de la jornada de trabajo y el derecho a las vacaciones. El Partido Comunista propuso para el programa de la candidatura de Pedro Aguirre Cerda una jornada laboral de cuarenta horas y vacaciones anuales pagadas por los empresarios (Ulianova y Riquelme, 2017, p. 446), claramente influenciado por las noticias que llegaban del Frente Popular francés y que la prensa informaba periódicamente. Por su parte el programa del Partido Socialista incluyó en su acción municipal la promoción de colonias escolares y el control municipal de las aguas termales (Milos, 2008, p. 337). En tanto la Confederación de Trabajadores de Chile (en adelante, CTCH) —principal organización de trabajadores del país— incorporó en su propuesta programática presentada al Frente Popular la semana de 40 horas semanales y la construcción de servicios sanitarios como sanatorios, casas de reposo y de clima, además de la construcción de campos de deportes y recreativos destinados a la educación física (Milos, 2008, p. 338-339). Sin embargo, el programa del Frente Popular chileno hizo referencias más bien genéricas y tangenciales sobre aspectos vinculados con el tiempo libre y las vacaciones cuando propuso el perfeccionamiento de la reglamentación de la jornada de trabajo y un plan de “mejoramiento de la salud pública con organización técnica y científica en forma que comprenda especialmente el conjunto de medidas tendientes a la previsión social” (Milos, 2008, p. 341).

Aunque la naciente política turística gubernamental continuó en líneas generales a las implementadas por la administración de Arturo Alessandri, a partir del arribo del Frente Popular a fines de 1938 se incorporaron la dimensión social y cultural en su promoción. De hecho, algunos historiadores han destacado el impulso que tuvieron las políticas de consumo y dentro de ellas las turísticas al promover que los trabajadores conocieran el país como medio de valorizar lo nacional (Silva y Henríquez, 2017; Silva, 2018; Santander, 2019). Es en este contexto que se entiende que durante el Frente Popular se reforzara la idea de viajar y conocer el país como instancia de promoción de los valores nacionales, esta vez en la perspectiva de los funcionarios públicos. En la revista En Viaje —publicación oficial de Ferrocarriles del Estado— se señala en un editorial cuyo título es decidor —conocer el país— lo siguiente:

En otro sentido —y como ya lo hemos dicho anteriormente— conocer el país es conocer la propia historia patria, compenetrarse de las características esenciales de la raza, comprender y sentir la capacidad nacional. Todo esto, unido al solaz que proporcionan los viajes, hace que el turismo sea doblemente provechoso y útil para el país. Creemos, pues, que viajar en la temporada de vacaciones es saturarse de nacionalidad, conocer de cerca las bellezas naturales, buscar las posibilidades que ofrece nuestro territorio y hacer de ellas un elemento de iniciativas provechosas.7

En términos institucionales, el Ministerio del Trabajo jugó un papel importante desde enero de 1938 —periodo estival— en la oferta turística para los obreros, al organizar las primeras colonias de vacaciones colectivas. El ministro del Trabajo Bernardo Leighton llevó a cabo una serie de reuniones con sindicatos y empresarios con el fin de lograr su concurso y desarrollar programas a bajo costo.8 El Ejército colaboró con la cesión de terrenos para instalar las primeras colonias de vacaciones colectivas, además de facilitar equipamientos como carpas.9

El presidente Arturo Alessandri no perdió la oportunidad, el último año de su mandato, de destacar la labor del Ministerio del Trabajo en inaugurar colonias vacacionales para obreros, señalando en su mensaje presidencial que durante el año 1938 los feriados anuales habían favorecido a 118.910 trabajadores de 1.838.363 que comprendía la población activa, quienes habían dejado en beneficio de la economía del país $18.818.682 de pesos.10

Sin embargo, resulta claro que el interés por la promoción de las vacaciones de los obreros tuvo un impulso a partir del ascenso al poder del Frente Popular en diciembre de 1938. El compromiso directo que asumió el presidente Pedro Aguirre Cerda, quien solicitó la formulación de un proyecto que organizara las diversas experiencias en torno a la promoción del tiempo libre, decantó en la creación en 1939 de un organismo dedicado exclusivamente a promover el tiempo libre y la recreación, como fue la Institución de Defensa de la Raza y Aprovechamiento de las Horas Libres (en adelante, DRAHL).11 Esta institución ayudó en la construcción de casas de reposo destinadas al uso de los trabajadores una vez terminada la jornada laboral (Fernández, 1941; Yáñez, 2016) creándose durante el Frente popular al menos tres casas de reposo.12 El mismo Ministerio del Trabajo creó en 1939 un Departamento de Recreaciones Obreras, con la finalidad de colaborar con los sindicatos en el desarrollo de excursiones diarias y vacaciones.13 Por último, es importante consignar que los trabajadores organizados tenían un historial de experiencias de recreación como los picnics y las veladas dominicales, lo que les permitió ser receptivos a las ofertas promovidas por las autoridades.14 Es en este marco de ideas y primeras iniciativas sobre el fomento de las horas libres y las vacaciones que hay que entender la presencia de las nuevas prácticas turísticas obreras, las que serán analizadas en la siguiente sección.

Las colonias obreras de vacaciones

Los balnearios populares tuvieron un importante desarrollo durante la década de 1930 debido a la creciente preocupación por la salud de los trabajadores y el desarrollo de la primera infancia. Los balnearios vacacionales, casas de reposo y colonias escolares formaron parte de las experiencias que permitieron que trabajadores y sus familias tuvieran acceso al disfrute del tiempo libre y las vacaciones. Cada una de ellas estaba dirigida a un público específico y ponía énfasis en las medidas sanitarias, higiénicas o recreativas.

Las colonias obreras de vacaciones tuvieron como foco al trabajador y su familia, apuntando en especial a la recuperación de las fuerzas productivas del primero y la oferta de distracciones sanas al resto de sus miembros, en un periodo donde creció el número de trabajadores que tenían derecho a una o dos semanas de vacaciones debido a la aplicación del Código Laboral de 1931. Estas colonias para obreros aparecieron registradas en la prensa por primera vez en enero de 1938 y beneficiaron a 300 trabajadores sindicalizados de la capital —divididos en tres grupos—, los que visitaron por una semana el campamento instalado por el Ejército en la localidad costera de Cartagena.15 Los obreros —quienes viajaban con un “carnet de veraneante”— recibían de la colonia cuidados médicos, alimentación nutritiva y actividades culturales.16 Este último aspecto era relevante en la política asistencial del periodo y clave para el correcto uso del tiempo libre. Los trabajadores asistían a la presentación de obras teatrales y conjuntos musicales, además de participar en torneos deportivos y concursos donde se premiaba la “carpa mejor mantenida” o el “veraneante más sobrio”.17

Durante 1939 y 1940 el Frente Popular inauguró colonias colectivas de vacaciones en Quebrada Verde, ciudad de Valparaíso, y Lipingue, provincia de Los Lagos. La revista Rumbo, al describir la naturaleza de estas colonias, valoró que el Ministerio del Trabajo conciliara “las posibilidades económicas del trabajador, con el superior propósito de contribuir a mejorarle física y espiritualmente, ofreciéndole un descanso en lugares hermosos y saludables”.18

Por su parte, la CTCH respaldó la iniciativa gubernamental y otras organizaciones sindicales se transformaron en activos promotores de las vacaciones. Por ejemplo, los representantes obreros de la ciudad de San Fernando —ciudad ubicada a 200 km. al sur de Santiago— utilizaron los argumentos expuestos por las autoridades y publicados por la prensa para solicitar la gratuidad, o al menos, la reducción de un 50% del valor de los pasajes en ferrocarril hacia la localidad costera de Pichilemu.19

Otras organizaciones de trabajadores también participaron en la promoción de los viajes hacia la costa, aunque con excursiones por el día. Por ejemplo, la Central Mutualista obtuvo para sus asociados una rebaja de un 50% en el valor de los pasajes, lo que permitió que viajaran en tercera clase por tan solo $4 pesos.20 El presidente de la Central Mutualista —Manuel Marchant— agradeció al presidente de la República por la implementación del programa de vacaciones colectivas, el que habría permitido beneficiar, según él, a 10 000 trabajadores, solicitando que dicho programa se transformara en una obra permanente.21

En el universo de propuestas de colonias de vacaciones para obreros, los empresarios las apoyaron como parte del diseño de la política de bienestar social que habían venido implantando desde la década de 1920 (Vergara, 2013; Venegas, 2015). Si bien del análisis de las publicaciones de los propios Departamentos de Bienestar de algunas empresas mineras e industriales se puede concluir que las acciones en beneficio de las vacaciones de obreros fueron más bien reducidas y no tuvieron los alcances de los programas de vivienda obrera, cuidado sanitario, deportes o alimentación popular, algunas empresas se aventuraron en ofrecer instalaciones de recreación para que los trabajadores disfrutaran de sus vacaciones.

El mineral de cobre de El Teniente, perteneciente a la Braden Copper Company, construyó cabañas en la hacienda Cauquenes —zona central del país— destinadas a recuperar a trabajadores accidentados, viviendas que incluían terrenos con árboles frutales y hortalizas para su cuidado.22 Además, la empresa dispuso de una colonia vacacional para los hijos de los trabajadores, donde eran sometidos a exámenes médicos antes del viaje y recibían una alimentación adecuada a sus necesidades. En otro caso, la industria química también promovió las vacaciones para sus trabajadores, junto con los paseos dominicales, iniciativas que habrían estado presentes en el programa de la Confederación de Sindicatos Industriales de Química y Farmacia, recibiendo el apoyo del Ministerio del Trabajo y de Defensa Nacional.23

Sin embargo, es necesario precisar los alcances de estas iniciativas promovidas por los empresarios. El hecho de que fuera una acción más bien periférica dentro de su política de bienestar social puede ayudar a comprender que las vacaciones pagadas hayan sido consideradas como parte de un beneficio que solo un reducido grupo de trabajadores podía obtener. Aunque no se tienen en el estado actual de la investigación cifras confiables sobre los trabajadores que fueron beneficiados por los programas de vacaciones pagadas, del reducido número de experiencias registradas por la prensa se comprende que estaban destinadas a aquellos trabajadores que cumplían con ideal de obrero soñado. A modo ilustrativo, una nota de prensa de 1937 informaba sobre las vacaciones ofrecidas por el Laboratorio Chile al presidente de su sindicato, junto a su familia, en la localidad de San Antonio, litoral central de Chile. Esta experiencia —decía la nota de prensa— es más bien un premio “que el establecimiento concede a los obreros más cumplidores y eficientes en el trabajo”, señalando que era una obra de justicia la designación de Juan Quiñones “pues ha sido el más esforzado impulsor de todos los proyectos de bienestar y de mejoramiento de todo orden”.24

Otro ejemplo que muestra cierto diseño quirúrgico en la promoción de las vacaciones al interior de las empresas es la Imprenta Lathrop, la cual señaló en un reportaje de 1939 que las vacaciones pagadas estaban destinadas “a los obreros que cumplan con sus obligaciones, que tengan más años de servicio o demuestren algún cansancio en sus áreas”.25 En otros casos las empresas se orientaron de manera temprana a ofrecer vacaciones a los hijos de los trabajadores. En 1935 la prensa informó sobre la colonia de verano organizada por la Compañía Chilena de Electricidad de Valparaíso en la localidad precordillerana de Los Andes cerca de Santiago, para que los hijos de los tranviarios pudieran pasar sus vacaciones.26 En 1937 la Compañía Carbonífera Schwager organizó una colonia escolar en el sector costero de Hualqui “ideal por su clima, diverso del aire marino a que están habituados los niños”.27 Estas colonias vacacionales operaban de la misma manera que las colonias destinadas a los obreros, como lo muestra el caso de la Cooperativa Chile, la cual organizó una colonia en la localidad costera de Cartagena dirigida a 111 hijos de trabajadores, bajo la guía del consejero general de la cooperativa y algunos profesores, donde se “realizan actos culturales, artísticos y deportivos”.28

De esta forma, hacia fines del gobierno de Pedro Aguirre Cerda se había asegurado un proyecto de turismo social dirigido a los trabajadores que eran la base de apoyo del proyecto político del Frente Popular.

Conclusiones

El presente artículo buscó ofrecer un análisis sobre las colonias obreras de vacaciones desarrolladas a fines del gobierno de Arturo Alessandri y el de Aguirre Cerda. Los programas de colonias de verano para los trabajadores fueron un dispositivo al cual apelaron tanto autoridades gubernamentales como empresarios para mejorar las condiciones sociales de las clases desfavorecidas. Enmarcadas en un periodo donde los ideales higienistas se entremezclaron con las políticas que buscaron el mejoramiento de la condición obrera, la promoción del turismo social sirvió tanto como dispositivo sanitario, así como parte de la construcción de un mercado interno de consumo necesario al cumplimiento de los ideales de integración promovidos en el periodo.

Aunque la promoción de las colonias obreras de vacaciones se había iniciado con el gobierno de Arturo Alessandri y el compromiso de su Ministro del Trabajo, Bernardo Leighton, este programa se masificó con el arribo al poder del Frente Popular a fines de 1938. El compromiso asumido por el presidente Pedro Aguirre Cerda, la creación de instituciones ligadas a la promoción del ocio y tiempo libre en 1939, así como una disposición a incorporar el turismo social como parte de una política más formal y sostenida de mejoramiento de las condiciones de los trabajadores, explican en gran parte la multiplicación de estas experiencias entre 1938 y 1941.

Las ofertas gubernamentales se orientaron de manera preferente a organizar colonias obreras de verano, demostrando que las autoridades ofrecían alternativas efectivas al uso del derecho a las vacaciones consagradas por el Código Laboral desde 1931. Algunas empresas buscaron ampliar su oferta de bienestar social inaugurando colonias de verano para sus obreros, aunque de su análisis se observa que fue limitado y orientado como un premio a los trabajadores que cumplían con los objetivos de la producción.

Las colonias obreras de vacaciones sirvieron para sacar al trabajador y su familia del entorno inmediato y tradicional de vida, ofreciéndoles gracias a la distancia del hogar y de la fábrica nuevas experiencias recreativas. Los obreros —quienes viajaban con un “carnet de veraneante”— recibían de la colonia cuidados médicos, alimentación nutritiva y actividades culturales.29 Este último aspecto era relevante en la política asistencial del periodo y clave para el correcto uso del tiempo libre. Los trabajadores asistían a la presentación de obras teatrales y conjuntos musicales, además de participar en torneos deportivos y concursos donde se premiaba la “carpa mejor mantenida” o el “veraneante más sobrio”.30

En un diagnóstico crítico se puede concluir que muchas de las iniciativas desarrolladas tanto por el gobierno de Alessandri como el de Aguirre Cerda en materia de prácticas turísticas no lograron institucionalizarse del todo, pese a que se creó en 1939 en la Caja del Seguro Obrero un Departamento de Recreaciones y hubo intenciones de proponer un proyecto de ley de vacaciones colectivas para obreros que nunca se presentó.

En esta investigación, que pretende ser una primera aproximación al tema, no se abordaron las experiencias que los propios trabajadores se dieron a través de las organizaciones sindicales y mutualistas del periodo, aspecto que permitiría dimensionar de mejor forma los alcances que tuvieron estas prácticas en la familia obrera. Sin embargo, futuras investigaciones podrán seguir haciendo aportes al conocimiento sobre el turismo social en los años posteriores.

Agradecimientos

Este artículo es el resultado del Proyecto FONDECYT de Iniciación núm. 11190167 titulado “Los trabajadores se toman un descanso. Las políticas de promoción del tiempo libre y el turismo social en Chile: 1927-1973”

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Notas

1 Carlota, A. (19 de septiembre de 1938). ¿A qué llamamos horas libres de los obreros?. La Nación, p. 3. Biblioteca Nacional (BN), Santiago.
2 No cuidemos a los enfermos (6 septiembre de 1936). La Nación, p. 7.
3 El balneario y la transformación social (23 de febrero de 1937). La Nación, p. 3.
4 Conozcan la patria (2 de octubre 1936). La Nación, p. 3
5 Una noticia de 1937 se señala sobre un proyecto de crear colonias de verano lo siguiente: “Se nos ha informado que en dicho proyecto se consultan a manera de ensayo vacaciones por el término de una semana para obreros y sus familias en playas o montaña. Se ha calculado que se gastaría por este concepto 100 pesos por persona, suma que sería aportada por partes, entre patrones y sindicatos”, Ver Reunión para tratar del proyecto sobre vacaciones a obreros (20 de noviembre de 1937). La Nación, p.15.
6 Vacaciones para obreros (diciembre de 1939). Rumbo, 7, p. 59. BN.
7 Conocer el país (febrero de 1938). En Viaje, 52 , p. 1. BN.
8 Viajes veraniegos de grupos obreros (14 de octubre de 1937). La Nación, p.13. El objetivo inicial –que nunca vio la luz– era crear el Hogar de Vacaciones de los Trabajadores, que ofertaría balnearios por todo el país.
9 Ministerio del Trabajo (24 de noviembre de 1937). La Nación, p. 11. Dichos terrenos se encontraban en la localidad de San Antonio en la costa y Peñalolén en la cordillera.
10 Mensaje leído ayer por S.E. el Presidente de la República (22 de mayo de 1938). La Nación, p. 30.
11 Ideas fundamentales para dar vacaciones a obreros (5 de enero de 1939). La Nación, p.1
12 Club de las horas libres en barrio Independencia (15 de enero de 1940). La Hora. BN; Segundo club de Defensa de la Raza en barrio Matadero (5 de abril de 1940). La Hora.
13 “Departamento de recreaciones obreras”, La Nación, 12 de enero de 1939, p. 18.
14 Gran Picnic (8 de noviembre de 1936). La Opinión. BN; Gran Picnic (21 de mayo de 1937). La Opinión; Recreos dominicales (29 de agosto de 1938). La Opinión; Picnic homenaje a España (6 de octubre de 1938). La Opinión; Gran picnic tendrán mañana los comunistas (8 de febrero de 1940). Frente Popular. BN.
15 Colonia de vacaciones para obreros (11 de enero de 1938). La Nación, p. 14; Hoy serán atendidos los obreros que van a veraneo colectivo (13 de febrero de 1938). La Nación, p. 21.
16 Hoy se finaliza organización del segundo contingente para vacaciones obreras (19 de febrero de 1938). La Nación, p. 15.
17 Actos de arte y certámenes de orden deportivo y moral en las vacaciones obreras (20 de febrero de 1938). La Nación, p. 17.
18 Vacaciones para obreros (diciembre 1939). Rumbo, 7, p. 59.
19 Obreros de San Fernando solicitan trenes para ir a Pichilemu el domingo (16 de enero de 1938). La Nación, p.13.
20 El salario promedio diario de los trabajadores industriales hacia 1938 bordeaba los 18 pesos diarios (Yáñez, 2019).
21 Mutualistas agradecen a S. E. su ayuda para la realización de las vacaciones colectivas (29 de marzo de 1938). La Nación, p. 14.
22 Cabañas de verano (1 de enero de 1937). La Nación, p. 23.
23 Las vacaciones colectivas llevarán a cabo obreros de la industria química (14 de enero de 1938). La Nación, p. 14.
24 Veraneo a sus obreros y familia costea el Laboratorio Chile (16 de enero 1937). La Nación, p.15.
25 Visitando los modernos talleres gráficos de la capital (12 de marzo de 1939). La Nación, p. 17.
26 Hijos de tranviarios pasarán sus vacaciones en la cordillera (11 de enero 1935). La Nación, p. 10.
27 Departamento de Bienestar de la Cía. Carbonífera Schwager (1 de mayo de 1937). La Nación, p. 35.
28 Colonia veraniega de la Cooperativa Chile (8 de febrero de 1937). La Nación, p. 19.
29 Hoy se finaliza organización del segundo contingente para vacaciones obreras (19 de febrero de 1938). La Nación, p. 15.
30 Actos de arte y certámenes de orden deportivo y moral en las vacaciones obreras (20 de febrero de 1938). La Nación, p. 17.
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