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EL VESRE EN EL ORIGEN DEL LUNFARDO
Gramma, vol. 32, núm. 67, 2021
Universidad del Salvador

Lenguaje

Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 67, 2021

Recepción: 24 Septiembre 2021

Aprobación: 17 Octubre 2021

En la presente columna, indagaremos en el vesre, proceso de formación de palabras del lunfardo que consiste en la inversión de sílabas de una unidad (café > fecha; conventillo > llotivenco / yotivenco), desde una perspectiva histórica. En efecto, haremos un rastreo por las fuentes del lunfardo de finales del siglo xix y de principios del xx con el objetivo de datar las primeras apariciones del vesre y, asimismo, caracterizar el lunfardo en su etapa de origen y formación.

Debemos recordar que el lunfardo se define como

[e]l argot originado en Buenos Aires, en la segunda mitad del siglo xix y que, con innovaciones y modificaciones, constituye el habla espontánea de las masas populares de dicha ciudad y —en mayor o menor grado— de buena población argentina. Además, la influencia del lunfardo se extiende al Uruguay, por lo que se lo podría considerar, en sentido amplio, un habla rioplatense (Teruggi, 1979, p. 15).

En particular, Teruggi reconoce la existencia de tres etapas:

  • Período de desarrollo (1865-1870 a 1914-1918)

    Se caracteriza por la presencia de préstamos del italiano, de los dialectos del español peninsular, del portugués, del francés, etc. Este es el período en el que los hablantes suelen evocar al pensar en el lunfardo y, también, es el momento en el que se lo asocia con el habla delictiva[1].

  • Período de asimilación (1914-1918 a 1950)

    El lunfardo se expande desde las clases populares a otros estratos sociales. Se reduce la cantidad de préstamos, y comienzan los procesos de formación de palabras locales. Se produce también la expansión geográfica motivada por la radiofonía, el teatro y las publicaciones periódicas.

  • Período de Rebrote (1950 - actualidad)

    El lunfardo se nutre casi de unidades generadas a partir de sus propios procesos de formación de palabras. Alcanza a todo el país y, también, a países cercanos. Los jóvenes se convierten en los grandes innovadores, y el lunfardo incorpora sus aportes.

Puntualmente, en Bohrn (2015), hemos definido al vesre como el proceso de reestructuración o reordenamiento silábico por el cual se invierte el orden de las sílabas de una palabra para expresar un matiz apreciativo, en particular lúdico, afectivo o despectivo. Los patrones de inversión están condicionados, como es de esperar, por la cantidad de sílabas presentes en la palabra. De esta forma, las palabras de dos sílabas presentan un patrón de inversión simple, en tanto la sílaba 1 (S1) se antepone a la sílaba 2 (S2).

(1) Palabras bisílabas:

Patrón 1: S1-S2 → S2-S1 // ca-fé → fe-ca. Ejemplos: ñoba, rioba, feca, jonca, lleca, mionca, etc.

En el caso de las palabras trisílabas, es posible reconocer cuatro patrones de inversión diferentes, que listamos a continuación, ordenados por frecuencia:

(2) Palabras trisílabas:

  • Patrón 2: S1-S2-S3 → S3-S2-S1 // a-mi-go → go-mí-a. Ejemplos: chegusán, chochamu, dorima, llobaca, tegobi, toraba, troesma, zabeca, etc.

  • Patrón 3: S1-S2-S3 → S3-S1-S2 // tra-ba-jo → jo-tra-ba. Ejemplos: choborra, ciapoli, dobolu, ñocorpi, ñorcompa, sopermi, zochori, etc.

  • Patrón 4: S1-S2-S3 → S2-S3-S1 // pa-be-llón → be-llom-pa. Ejemplos: bareca, cheronca, jeropa, manife, sadapa, talompa.

  • Patrón 5: S1-S2-S3 → S1-S3-S2 // com-pa-dre→ con-dre-pa.

Por su parte, las palabras de cuatro sílabas constituyen un grupo muy reducido. Identificamos también cuatro posibilidades de combinación silábica en estos casos, con frecuentes metátesis.

(3) Palabras de cuatro sílabas:

  • Patrón 6: S1-S2-S3-S4 → S2-S3-S4-S1 // cal-zon-ci-llo → sol-si-llon-ca.

  • Patrón 7: S1-S2-S3-S4 → S3-S4-S1-S2 // com-pa-ñe-ro → ño-re-com-pa.

  • Patrón 8: S1-S2-S3-S4 → S4-S3-S2-S1 // con-ven-ti-llo → yo-ti-ben-co.

  • Patrón 8: S1-S2-S3-S4 → S4-S2-S3-Ø // u-ru-gua-yo → yo-ru-gua- Ø.

El vesre se comporta de manera similar a otros recursos apreciativos del español, como pueden ser los sufijos diminutivos y aumentativos. Los ítems léxicos resultantes pueden interpretarse de manera afectiva, despectiva, eufemística o atenuativa, pero siempre implicarán información de tipo lúdico, asociada a una interpretación informal, creativa, chistosa o burlona. El valor apreciativo de la palabra vésrica no es constante, sino que da lugar a que una misma unidad pueda oscilar entre una lectura positiva y una negativa, dependiendo de factores oracionales, por un lado, y contextuales, por el otro. De esta forma, por ejemplo, en 4. a-b, observamos que la unidad javie presenta una carga afectiva negativa y/o despectiva en el ámbito de una relación de proximidad, mientras que, en los ejemplos 4. c-d, el valor apreciativo es positivo e implica un vínculo afectivo:

(4)

  • Qué clase de persona de mierda es tu javie.

  • La javie de mi novio es de lo peorcito que hay.

  • Feliz día a mi javie que me está mirando :P.

  • Mi javie querida. Mi viejita adorada; Hoy nos dejaste solitos.

Para relevar la existencia del vesre en el primer período demarcado por Teruggi, confeccionamos un corpus a partir de tres conjuntos de materiales: textos periodísticos y libros sobre criminalística; una serie de diccionarios del español de la Argentina y obras ficcionales. Coincidimos con Teruggi (1979) en el hecho de que el lunfardo tuvo que circular con anterioridad a la fecha de publicación de los materiales que presentaremos, tras un período de gestación, del que no ha quedado documentación. Esta época está marcada por la presencia de la inmigración masiva, lo que determina que el vocabulario lunfardo absorba gran cantidad de préstamos. En este sentido, es esperable que la proliferación de vesres y de lunfardismos surgidos de procesos de formación de palabras del español rioplatense sea acotada, aunque no inexistente. Esta observación es consistente con lo recogido en el primer grupo de textos abordados, las crónicas periodísticas y los textos de criminalística, en los que no hemos hallado palabras en vesres. En la tabla 1, listamos las obras consultadas, junto con su año de publicación y algunos ejemplos de los lunfardismos que, efectivamente, se consignan allí. En esta tradición de estudios del ámbito policial o criminalístico, merecen un comentario especial Coa. Jerga de los delincuentes chilenos. Estudio y vocabulario (1910), de Julio Vicuña Cifuentes, y El lenguaje del bajo fondo. Vocabulario lunfardo (1915), de Luis Contreras Villamayor. Ambas pertenecen a la misma década, presentan sendos estudios preliminares en los que se detallan diversos aspectos de los respectivos argots e incluyen sus propios vocabularios. Vicuña Cifuentes incorpora cuatro vesres con la indicación de que pertenecen a la variedad diatópica del sur de Chile, que reproducimos en (6).

(6)

  1. Coba. f. Metátesis de boca

  2. Jermu. f. Mujer. Metátesis.

  3. Rope. m. Perro. Metátesis.

  4. Taplue. f. Puerta. Metátesis con permutación de l por r.

(7) policía > ciapolí; compadre > condrepa; marroco > corroma; gurda > dagur; querida > daqueri; vida > davi; debute > detebu; farra > rafa; mujer > germu; gente > tegén; gringo > gongri; tengo > goten; negro > grone; cajón > jonca; fémina > manife; comedor > mecodor; cana > naca; pierna > naerpi; mina > nami; tiempo > potién; cara > raca; queso > soque; vento > tovén; patrón > trompa; patrona > tronapa; llave> vella; cabeza > zabeca.

Este aumento significativo de la cantidad de vesres es indicativo de la proliferación de este tipo de voces hacia la segunda década del siglo xx, ya en vistas al inicio del segundo período del lunfardo. Volveremos a referirnos a Villamayor, en relación con su obra literaria La muerte del pibe Oscar (célebre escruchante).

En el ámbito lexicográfico, hemos consultado los diccionarios de la Academia Argentina de Ciencias, Letras y Artes (1875-1879)[2], Garzón (1910) y Segovia (1911). No obstante, si bien incorporan lunfardismos, en ninguno de los tres se consignan vesres.

Finalmente, el tercer subconjunto de materiales que forma parte de nuestro corpus inicial reúne una serie de textos literarios de diferentes subgéneros. En 1898, Juan de Nava (1856-1919) publica El payador oriental, texto en el que presenta dieciocho composiciones en verso. La sexta tiene por título «El Lunfardo», y refiere al acto delictivo de un ladrón, narrado por un ciudadano, en una noche oscura. Al final del texto, incorpora un glosario mínimo, en el que se registra tanto la forma botón, ‘vigilante’, como el ítem resultante de la inversión silábica tombo, ‘vigilante’. A continuación, recuperamos el listado de vocablos lunfardos. Puntualmente, la estrofa en la que debería haberse incluido tombo es la siguiente:

  1. (8) Luego á la noche en el Corso,

  2. estaba punguiando un danti,

  3. Cuando en esto descuidao,

  4. me echó en cana el Vigilante,

  5. y yo que no soy muy lelo,

  6. metí un barullo muy grande,

  7. el chafe se descuidó,

  8. y entonces yo batí espiante.

Sin embargo, como puede observarse, en la composición poética no se utiliza la palabra tombo. Podríamos especular que Juan de Nava sustituyó tombo o bien por vigilante o bien por chafe (variante de chafo, del italiano ciaffo, agente policial; Conde, 1998), pero olvidó enmendar el vocabulario. Gracias a este olvido accidental, hemos logrado identificar esta primera unidad vésrica. Las razones que llevaron a Nava a reformular su poema permanecerán en el misterio de la labor creativa del poeta, aunque no podemos descartar que optara por palabras de mayor circulación y accesibilidad para los hablantes, lo que indicaría que el vesre, para ese momento, estaba en proceso de gestación, pero aún no contaba con una frecuencia de uso alta. Esto implicaría que, para 1898, ya existían formas vésricas, a pesar de que no estaban plenamente extendidas.

En el ámbito propiamente de la literatura lunfardesca, ya Soler Cañas (1965) recopila una cantidad importante de textos ficcionales en los que se recrea el ámbito del arrabal y se apela a los términos lunfardísticos para reproducir las formas de habla de los personajes típicos de ese ambiente. De allí, hemos extraídos dos producciones del joven Juan Francisco Palermo (1885-1942), datadas apenas unos años después de la producción de Juan de Nava, y en las que, por supuesto, se utilizan vesres.

(9)

  • Cómo se mató Cantalicio Gauna (Palermo, 1902, como se citó en Soler Cañas, 1965): «El que no sabe de los secretos del alma del copetín [...] no sabe ni medio de la gran familia universal de shofiacas».

  • El tano Vicurria (1903, en Soler Cañas, 1965): «Parece una colosal corona, nimbada de áureas facas, ciñendo pomposamente la zabeca de este valle de lágrimas. […] Los chomas han fugado, los unos a sus laburos; los otros… pal boliche, seguramente a comentar las fulerías del tiempo».

También pertenecen al ámbito de la literatura lunfardesca dos textos que muestran una mayor proliferación de vesres. Una de estas obras es La muerte del pibe Oscar (célebre escruchante), novela escrita por Luis Contreras Villamayor, quien, como ya mencionamos, en 1915, publicó El lenguaje del bajo fondo. En el estudio preliminar realizado por Conde, se establece que el texto completo se dio a publicación en 1926, pero los capítulos iniciales aparecieron, como folletín, en la revista Sherlock Holmes, en 1913, es decir, unos trece años antes. Específicamente, en la novela identificamos treinta y cuatro ítems léxicos vésricos:

(10) pabellón > bellompa; boca > cabo; hembraje > bramaje; bacán > camba; macho> choma; macho + -ito > chomita; policía > ciapoli; médico > codemi; milico > colima; compadre > condrepa; querida > daqueri; vida > davi; café > feca; amigo > gomía; tango > gotán; mujer > jermu; viejo > jovie; calle > lleca; cana > neca; mina > nami; vino > novi (manyar el); tiempo > potién; farra > rafa; casa > saca; cafishio > shiofica; botón > tombón; gente > tegén; botón > tombo; litro > troli; patrón > trompa; patrona > trompa; caballo > yobaca; cabeza > zabeca.

Ahora bien, lo que resulta especialmente significativo para nuestro relevamiento es que, en esas publicaciones parciales en la revista Sherlock Holmes, de 1912 y 1913 (incluidos en la edición crítica de Conde, 2015), ya se utilizan unidades vésricas.

(11)

  • Pibes y canillitas (Sherlock Holmes. 10 enero de 1912, como se citó en Conde, 2015)[3]: «Cuando termina la música, casi siempre en lo mejor, porque el “trompa” de la misma a la fija ya ha “manyao” que le quieren “afanar” una tropilla de tangos […]. Solamente dependerá de las circunstancias que se le presenten en la “davi” […]».

  • Dechavando la cana (Sherlock Holmes. 15 de octubre de 1912, en Conde, 2015): «[…] y de haberle manyado esta habilidad no les habría hecho ni diome, pues en la plaza nomás le hubiera pegado el esquinazo».

  • La muerte del pibe Oscar (célebre escruchante) (Sherlock Holmes. 24 de junio de 1913, en Conde, 2015): «En el “Encanadero de Caseros” supo porqué y cuándo se decía “punga”; […] lo que es un “bulín ciofica”, una “rafa” a la “dagar”; lo que es “engrupir” a un “fabarute” o “botón” de la “ciapoli”, cómo era necesario “chamuyarla” para “afilar” a los “tombos” […].

Villamayor muestra así consistencia en el uso de ítems vésricos, en sus folletines, en su obra lexicográfica y en la edición final de su novela, en el año 1926.

El segundo texto próximo a estos años que presentaremos es Versos rantifusos (1916)[4], de Felipe Fernández «Yacaré», en el que se utilizan los siguientes veintitrés vesres:

(12) bacán > camba; macho > choma; loco > colo; vida > davi; café > feca; funyi > ghifún; mango > gomanes; tango > gotán; negro > grone; vieja > javie; mujer > jermu; trabajo > jotraba; viejo > jovie; mina > nami; farra > rafa; cabrero + plural > robrecas; mozo > somo; botas > tasbo; bute > tebu; corte > tecor; botón > tombo; patrón > trompa; cabeza > zabeca.

Recuperamos, a continuación, algunos de los versos en los que los utilizan estos vesres.

  1. (13) a. «[…] La más honda miseria peliaguda

  2. me tiene sin amargos y sin feca.

  3. ¡Vení, vento, en mi ayuda!

  4. Protejelo a un modesto caradura.

  5. ¡No me la des así por la zabeca!».

  6. «Himno del Pato…»

Consideramos, también, ejemplos de usos de vesres en textos de la tradición de los payadores urbanos, que, según Soler Cañas (1965), a diferencia de los payadores tradicionales, viven y actúan en la ciudad y en sus alrededores, en zonas limítrofes entre la urbe y el campo. Uno de estos payadores es Antonio A. Caggiano (1884-1955), autor de una serie de poemas, entre los que se destaca Amuro (del Arrabal) (Caggiano, 1915, como se citó en Soler Cañas, 1965), con los siguientes ejemplos de transposiciones silábicas.

  1. (14) Ya me diele la zabeca

  2. del soberbio berretín,

  3. porque el trompa del bulín

  4. se piró con la Rebeca.

En la misma línea que La muerte del pibe Oscar y que Versos rantifusos, la presencia significativa de vesres (zabeca, trompa, potiem, raca, feca) atestigua la proliferación de recurso lunfardístico. En tanto, el payador José Betinoti (1878-1915) también utiliza zabeca y potien en la composición «Del arrabal», del libro Lo de ayer y lo de hoy (1909).

Hasta aquí hemos presentado una serie de documentados variados, entre los que se incluyen relatos policiales, vocabularios, obras lexicográficas, folletines, novelas, poemas y payadas, en un arco temporal que va de 1898 a 1913, si bien mencionamos también la edición definitiva de La muerte del pibe Oscar, de 1926. En la tabla 2, ordenamos cronológicamente las obras citadas.

La cantidad de unidades vésricas es variable entre un texto y otro, aunque es innegable que entre la primera aparición de botón > tombo, en 1898, a la presencia de formas invertidas en Villamayor, veintisiete en su vocabulario y treinta y cuatro en su novela, el vesre ha crecido sostenida y consistentemente. El vesre debió surgir, al menos, unos años antes de que Juan de Nava lo incluyera en «El lunfardo», ya que la representación del habla popular no se construye sobre palabras de inmediata aparición, sino que recupera formas que tienen un nivel de aceptación y de circulación tal que permiten la comprensión del público lector, aun cuando el autor juzgue oportuno la introducción de vocabularios o de glosas explicativas.

De esta forma, hemos analizado el desarrollo del vesre en las primeras de las tres etapas indicadas por Teruggi (1979) a partir de la utilización de un corpus que reúne un conjunto amplio de fuentes documentales (testimonios del lunfardo, textos literarios, diarios, revistas, diccionarios, etc.). Hemos determinado entonces que el vesre ya se utilizaba en el contexto general de formación del lunfardo, en una etapa fuertemente marcada por la presencia de préstamos. Si bien las primeras descripciones sobre el lunfardo en el ámbito criminalístico y en los diccionarios disponibles en la época no incorporan formas vésricas, pudimos atestiguar su presencia en obras literarias, como payadas, textos poéticos y folletines. De esta manera, establecimos que botón > tombo, en «El lunfardo» (1898), de Juan de Nava, es el primer registro de una forma vésrica del que disponemos. En adición, además de las unidades recogidas en la Argentina, observamos también la existencia de vesres en el español de Chile (Cifuentes Vicuña, 1910), por lo que parece necesario, a futuro, llevar a cabo un estudio diacrónico contrastivo para determinar la circulación de las formas vésricas entre estos dos sistemas lingüísticos.

A partir de 1898, entonces, el desarrollo del vesre avanza consistentemente hasta llegar a nuestros días.

Referencias Bibliográficas

Abad de Santillán, D. (1976). Diccionario de argentinismos de ayer y de hoy. Buenos Aires: Tipográfica Editora Argentina.

Anónimo (1878). «El dialecto de los ladrones». La Prensa, 6 de julio. Soler Cañas, Luis (1976). Antología del lunfardo. Cuadernos de Crisis n.º 28. Buenos Aires: Crisis, pp. 7-8.

Barcia, P. L. (2006). Un inédito Diccionario de argentinismos del siglo xix. Buenos Aires: Academia Argentina de Letras.

Bohrn, A. (2015). Inversión silábica y realización de género y número: el caso del vesre rioplatense. Revista de la Sociedad Argentina de Lingüística (RASAL).

Carrizo, F. (1897). Misterios de Buenos Aires. Memorias de un vigilante. Buenos Aires: Biblioteca del pueblo. Disponible en https://biblioteca.org.ar/libros/88756.pdf

Conde, O. (1998). Diccionario etimológico del lunfardo. Buenos Aires: Taurus.

Conde, O. (2011). Lunfardo. Buenos Aires: Taurus.

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De Nava, J. (1898). El payador oriental. Buenos Aires: s. d.

Dellepiane, A. (1894). El idioma del delito. Buenos Aires: Arnaldo Moen editor. Disponible en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/83598477X/1/LOG_0000/

Drago, L. M. (1888). Los hombres de presa. Buenos Aires: Félix Lajouane editor.

Fernández, F. (Yacaré) (1916). Versos rantifusos. Buenos Aires: Andrés Pérez Editor. Disponible en https://digital.iai.spk-berlin.de/viewer/image/835978400/5/#

Garzón, T. (1910). Diccionario argentino. Barcelona: Imprenta Elzeviriana de Borrás y Mestres.

Lugones, B. (1879). «Los beduinos urbanos». Crónicas, folletines y otros escritos (1879-1884). Colección Los Raros n.º 36. Buenos Aires: Ediciones Biblioteca Nacional, 2011.

Lugones, B. (1879). «Los caballeros de la industria». Crónicas, folletines y otros escritos (1879-1884). Colección Los Raros n.º 36. Buenos Aires: Ediciones Biblioteca Nacional, 2011.

Piaggio, J. (1887). «Caló porteño (callejeando)». Soler Cañas, Luis (1976). Antología del lunfardo. Cuadernos de Crisis n.° 28. Buenos Aires: Crisis, pp. 11-14.

Soler Cañas, L. (1965). Orígenes de la literatura lunfarda. Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte.

Teruggi, M. (1979). Panorama del Lunfardo. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

Vicuña Cifuentes, J. (1910). Coa. Jerga de los delincuentes chilenos. Estudio y vocabulario. Santiago de Chile: Imprenta universitaria.

Villamayor, L. (1915) El lenguaje del bajo fondo (vocabulario lunfardo). Río Cuarto: s. d.

Villamayor, L. (1926). La muerte del pibe Oscar (célebre escrushiante). Buenos Aires: Unipe. Editorial Universitaria. Introducción, notas y glosario de Oscar Conde (2015).

Tablas


Tabla 1: Lunfardismos en textos de prensa y materiales criminalísticos (1878-1897)

Apéndice

Tabla 2: Vesres en el período 1898-1916




Notas

* Licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Correo electrónico: andletras@gmail.com
[1] Para la discusión en torno a por qué el lunfardo no es una jerga delictiva véase Conde (2011).
[2] El Diccionario de argentinismos, elaborado por la Academia Argentina de Ciencias, Letras y Artes y recuperado por Barcia (2006), ha sido analizado desde la perspectiva lunfardística por Conde (2011). Reconoce allí noventa y cuatro lunfardismos, entre los que se encuentran agrandado, ‘orgulloso’; basurear, ‘derrotar, vencer’; chupado, ‘beodo’; jabón, ‘susto’; leche, ‘fortuna’; manganeta, ‘ardid’; paquete, ‘el que viste a la moda, con elegancia’.
[3] Indicamos los vesres en cursiva. Las comillas pertenecen a Villamayor.
[4] Agradecemos a Oscar Conde el habernos facilitado este material


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