Recepción: 05 Febrero 2019
Aprobación: 24 Junio 2019
Resumen: Quiero a partir de este escrito deconstruir los tópicos, lugares comunes que son movilizados por el colectivo imaginario existente en relación con la minoría gitana, desandar el camino, para encontrar el origen de aquello que hoy se nos aparece como verdad absoluta, prejuicios en base a los que basamos nuestra percepción y juicios valorativos sobre las personas. Comencemos por la denominación “Gitanos”. Se trata de una categoría colonial, que devino categoría despectiva o peyorativa, algunos investigadores dicen que deriva de la palabra "egyptanos", porque los primeros Romaníes que entraron a Europa decían provenir de Egipto Menor, región que suele ser localizada en la actual Turquía (Estambul, otrora Constantinopla) o incluso en la zona del Peloponeso, Grecia. Hoy en día no suele utilizarse, salvo en España, donde los Calé son denominados y en ocasiones se autodenominan de este modo. Algunas personas sostienen que, para utilizar la palabra como etnónimo, pero sin el tinte despectivo, debe hacerse con la "G" mayúscula. No hay consenso al respecto, pero podríamos decir que en rasgos generales en el caso de los Gitanos se opta por el uso del término “Romaní” como políticamente correcto, palabra designativa de este pueblo expresada en su propia lengua, el romanó. Cabe aclarar que la palabra “romaní” nada tiene que ver con “rumano” (referido al país de Rumanía), ni con “romano” (referido a Roma, Italia), resulta un error muy común confundir dichos términos, por lo cual en ocasiones se opta por agregar una “r” a romaní, de modo que en muchos escritos aparece como “Pueblo Rromaní” o “Pueblo Rromá”. En este escrito opto por utilizar el gentilicio “Gitano” con la primera letra en mayúscula.
Palabras clave: gitano, occidente, deconstrucción.
Abstract: From this writing I want to deconstruct the clichés, common places that are mobilized by the existing imaginary collective in relation to the gypsy minority, retrace the path, to find the origin of what today appears to us as absolute truth, prejudices based on those who base our perception and value judgments on people. Let's start with the name “Gypsies”. It is a colonial category, which became a derogatory or pejorative category, some researchers say that it derives from the word "Egyptians", because the first Roma who entered Europe said they came from Minor Egypt, a region that is usually located in present-day Turkey ( Istanbul, once Constantinople) or even in the Peloponnese area, Greece. Nowadays it is not usually used, except in Spain, where the Calé are called and sometimes call themselves this way. Some people argue that, to use the word as an ethnonym, but without the derogatory tinge, it must be done with the capital "G". There is no consensus in this regard, but we could say that in general terms, in the case of the Gypsies, the use of the term “Romani” is chosen as politically correct, a designative word of this people expressed in their own language, Romano. It should be noted that the word "Romany" has nothing to do with "Romanian" (referring to the country of Romania), nor with "Roman" (referring to Rome, Italy), it is a very common mistake to confuse these terms, so in Sometimes it is chosen to add an “r” to Roma, so that in many writings it appears as “Pueblo Rromaní” or “Pueblo Rromá”. In this writing I choose to use the name "Gypsy" with the first letter capitalized.
Keywords: gypsy, western, deconstruction.
Quiero a partir de este escrito deconstruir los tópicos, lugares comunes que son movilizados por el colectivo imaginario existente en relación con la minoría gitana, desandar el camino, para encontrar el origen de aquello que hoy se nos aparece como verdad absoluta, prejuicios en base a los que basamos nuestra percepción y juicios valorativos sobre las personas.
Comencemos por la denominación “Gitanos”. Se trata de una categoría colonial, que devino categoría despectiva o peyorativa, algunos investigadores dicen que deriva de la palabra "egyptanos", porque los primeros Romaníes que entraron a Europa decían provenir de Egipto Menor, región que suele ser localizada en la actual Turquía (Estambul, otrora Constantinopla) o incluso en la zona del Peloponeso, Grecia. Hoy en día no suele utilizarse, salvo en España, donde los Calé son denominados y en ocasiones se autodenominan de este modo. Algunas personas sostienen que, para utilizar la palabra como etnónimo, pero sin el tinte despectivo, debe hacerse con la "G" mayúscula. No hay consenso al respecto, pero podríamos decir que en rasgos generales en el caso de los Gitanos se opta por el uso del término “Romaní” como políticamente correcto, palabra designativa de este pueblo expresada en su propia lengua, el romanó. Cabe aclarar que la palabra “romaní” nada tiene que ver con “rumano” (referido al país de Rumanía), ni con “romano” (referido a Roma, Italia), resulta un error muy común confundir dichos términos, por lo cual en ocasiones se opta por agregar una “r” a romaní, de modo que en muchos escritos aparece como “Pueblo Rromaní” o “Pueblo Rromá”. En este escrito opto por utilizar el gentilicio “Gitano” con la primera letra en mayúscula.
El origen del Pueblo Gitano ha sido – y aún hoy es- tema de no pocos debates. No obstante, varios autores han coincidido, basados en pruebas históricas, lingüísticas y genéticas (Sordé, Flecha y Alexiu, 2013; Aparicio Gervás, 2014; Alfonso-Sánchez et al, 2017) que, en sentido amplio, se trata de una inmigración antigua, un éxodo en torno al año 1000 D. C desde la Región del Punjab, en el Norte de la India. Algunos otros datan la salida incluso antes, estableciendo un primer desplazamiento desde la zona de Rajashtan, hacia el Norte de la India. Los recientes estudios genéticos (Alfonso-Sánchez et al., 2017) se suman a la versión que desde el siglo XVIII vienen afirmando los lingüistas (Gamella et al., 2011), la misma sostiene que existe una raíz común entre la lengua romaní, el hindi y el sánscrito. Según el lingüista francés Marcel Courthiade (2019), el romané se encuentra relacionado con el sánscrito, lengua de la que derivan todas las lenguas indo-arias modernas, y se desarrolló hasta el siglo XI junto a otras lenguas habladas en la India. Al emprender su viaje, la lengua romaní tomó “préstamos” de los países por los cuales pasaban, la lengua persa, el armenio, el griego bizantino, el antiguo eslavo y el rumano, hasta llegar a Grecia en el siglo XIV, punto en el cual se realiza una bifurcación de caminos y el grupo se divide.
A nivel histórico, la estigmatización de los Gitanos es producto de un largo proceso de más de cinco siglos, iniciado a partir del encuentro entre las sociedades de los diferentes países europeos y los grupos Gitanos o Romaníes a partir del siglo XIV. Como lo expreso en mi tesis de doctorado -acerca de la discriminación por “apariencia gitana” en el acceso al empleo, la educación y la vivienda en España-, la persecución de los Gitanos y otros grupos de origen nómada está vinculada directamente al surgimiento del capitalismo como modo de producción de riquezas. Tiene que ver con un modelo de dominación colonial, un modo específico de ejercer el poder para el control social, político y económico de una diversidad de seres y haceres que comenzó en el siglo XV, pero que aún hoy tiene efectos en la sociedad. Esto es lo que Aníbal Quijano (2014) denomina “colonialidad del poder”. Como decía Frantz Fanon (2009), la racialización de la cultura es responsabilidad de Occidente, quien ha opuesto la “cultura blanca” a las otras culturas, y creado el concepto de “negritud”, como una zona de no-ser, de no humanidad. El racismo es funcional a la jerarquización social, porque deshumaniza al otro, y justifica la desigualdad y marginalidad que con frecuencia experimentan los racializados (Gitanos, indígenas, “negros”). Asimismo, aquellos grupos cuyos modos de existencia desafiaron la lógica capitalista occidental de generación de plusvalor (ganancias), que a partir de sus modos alternativos de subsistencia se resistieron a la relación de dominación, fueron tildados hegemónicamente como “vagos”, “lumpenes”, “salvajes”. Seres a los que es necesario pasar por el “tamiz” civilizatorio para convertirlos en cuerpos útiles y “civilizados”, imaginarios que aún hoy existen en los discursos que circulan en la sociedad.
A nivel representaciones se produce una doble operación, el estereotipo positivo del Gitano hace referencia a su romantización folclórica, se ensalza lo gitano a partir de su valía para el arte, la música, la danza. Esa es la parte de lo gitano que puede ser apropiada para fines comerciales, transformada en un bien o mercancía. Políticas de reconocimiento que no son tales, son incompletas en tanto no reponen la historia, sino que privilegian la mercantilización de su cultura. Así es el caso de patrimonialización del flamenco por parte de la UNESCO, en el cual se invisibiliza que el flamenco es Patrimonio cultural de los Calé españoles, originado en un tipo de canto llamado “queja de galeras”. Este canto ya se encuentra documentado en fuentes históricas hacia el siglo XVIII, que retratan su surgimiento entre los Gitanos españoles condenados a trabajos forzados en las Galeras y Minas de Azogue. El no reconocimiento del flamenco como gitano sino como “andaluz” es visto frecuentemente por los propios Gitanos como una operación más de dominación colonial y apropiación cultural.
Pero el Gitano real es visto a partir de estereotipos negativos, vinculado a situaciones de marginalidad. Son representaciones, “imaginarios” heredados de la visión que la “cultura europea” -y su influencia en las elites intelectuales y políticas americanas- ha desarrollado durante más de quinientos años en torno a este grupo, en la literatura, en la pluma de sus funcionarios, en sus leyes, en la prensa escrita, en los medios masivos de comunicación, en las películas, series y los programas de televisión. Estigmatizaciones alimentadas por la criminología positivista del siglo XIX que pretendía asociar ciertas tendencias delictivas a cuestiones psicológicas o raciales, políticas eugenésicas que fueron utilizadas por los Estados-Nación para el control de las masas, y base de justificación de tragedias históricas, como el genocidio de judíos y gitanos en el Holocausto perpetrado por la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Es importante aclarar que no es correcto hablar de “clanes gitanos”. Antropológicamente hablando, los clanes son formas de organización social que reconocen un ancestro común, real o totémico (imaginario), forma de organización social que no se ajusta en absoluto a los Gitanos. Según la antropóloga española Teresa San Román (1997) la forma correcta de denominar la forma de organización social de las familias gitanas es de grupo o comunidad (patrigrupo o patricomunidad), con la peculiaridad de que, al igual que en muchos otros grupos culturales humanos, existe un predominio de la familia extensa, es decir una comunidad local de parientes con fuertes lazos de solidaridad y cooperación, frente a la familia biparental o mononuclear que encontramos hoy en la sociedad mayoritaria. A nivel valores, culturalmente prima lo colectivo por sobre lo individual. Esto significa que se trata de una comunidad con un alto grado de cohesión social, donde no se duda en ayudar al necesitado. Cada uno de los integrantes de la familia es importante, los niños y los ancianos se cuidan con especial esmero y son centro de la vida social. Frente a la sociedad mayoritaria que promueve la juventud como valor máximo y pretende eternizar este momento a través de cirugías y otros artilugios modernos, las familias gitanas brindan una posición de privilegio a los ancianos, quienes son considerados sabios y figuras de referencia para la comunidad. Mientras que en la sociedad mayoritaria se condena la falta de autonomía, se envía a los niños a guarderías desde los tres meses y se “interna” en geriátricos a los mayores (a causa de enfermedades o edades avanzadas), en las familias gitanas se cuida y acoge en su seno a aquellos integrantes más necesitados, los mayores y niños son el centro.
¿Por qué entonces se insiste en hablar de clanes en los medios masivos de comunicación? Se trata a todas luces de una forma despectiva, estigmatizante, de referirse a ellos. Se alude así a imaginarios que los vinculan con lo “primitivo” y “salvaje”. Palabras como “clanes” y “mafia” son palabras cargadas de sentidos negativos en nuestra sociedad, y que asociadas con el estereotipo negativo que recae sobre este grupo produce una re-estigmatización. Son palabras peligrosas, que promueven el racismo, no debemos desdeñar el poder que los discursos tienen en la vida real de las personas.
Es imperioso que al igual que en otras partes del mundo, también en Argentina contemos con un observatorio de buenas prácticas de comunicación en los medios, caso contrario seremos responsables de la profundización de la situación de discriminación que ya sufren los ciudadanos Gitanos en nuestro país. Los medios de comunicación tienen una gran llegada a amplios sectores de la población, debemos ser muy cuidadosos con ese gran poder, difundir masivamente “discursos de odio” no es gratuito para la sociedad, tiene efectos directos sobre los grupos involucrados. La operación mediante la cual ante un hecho delictivo se marca a un grupo en lugar de al individuo es una operación muy usual de discriminación y estigmatización. Se le adjudican características negativas a todo un grupo de pertenencia en lugar de al individuo, mientras que en la sociedad mayoritaria se le individualiza. Este tipo de operaciones son peligrosas porque pueden derivar en episodios de violencia masiva contra todo un grupo a causa de unos pocos, generando persecución, genocidios y pogromos.
Por otro lado, tenemos varios ejemplos históricos que retratan las persecuciones, asesinatos, torturas, genocidios y pogromos que ha sufrido este pueblo en varias partes del mundo, mencionarlos aquí excede el espacio asignado, se trata de una lista interminable. Tenemos casos actuales, como la crítica situación de los Gitanos de origen bosnio que se asentaron en Italia hace casi treinta años como refugiados de guerra (Guerra de Bosnia, 1991) y que hoy son expulsados de sus campamentos, perseguidos y expropiados de sus medios de transporte. Como la trágica situación de persecución y hostigamiento que sufren los Gitanos en Hungría, Rumanía, Francia, España y otras partes de Europa. Es preocupante el súbito ascenso de los partidos de ultraderecha en varios países del mundo: La Liga Norte de Salvini (Italia), la Agrupación Nacional de Le Pen (Francia), y el partido VOX de Abascal (España) que foguean la intolerancia frente a la diversidad, ya sea ésta, de género; étnica; regional; religiosa; idiomática o de país de origen. En un contexto adverso, existen numerosos estudios sociológicos que marcan que los sectores medios y medios-bajos desempleados o con trabajos precarizados vuelcan sus frustraciones hacia abajo contra aquellos que subsisten a partir de trabajo informal y ayudas del Estado, aumentando su rechazo hacia “los excluidos de siempre”, entre los que podríamos citar a las capas socioeconómicamente más desfavorecidas entre los Gitanos. Debemos aprender de esos errores, y dejar de culpar a las minorías y de externalizar responsabilidades por males que son inherentes al modo de producción, gestión y gobierno que detenta la sociedad mayoritaria. Los “problemas delictivos” no tienen nada que ver con una cuestión cultural, se asocian al igual que en el resto de la sociedad a experiencias de marginalidad y de segregación, al empobrecimiento producto de una sociedad profundamente desigual, que clasifica la posición social de las personas a partir de una jerarquización basada en categorías de clase, género, etnia-raza. “Etiquetas” en las cuales fundamentamos nuestra percepción sobre las personas, que se muestran como “esencias indiscutibles” pero que son construcciones sociales e históricas. Hemos olvidado que somos nosotros mismos, nuestros ancestros, los que han cargado de sentidos esas palabras, asignándoles valoraciones positivas o negativas, “marcas” que establecen una clasificación de personas como “buenas” o “malas”, por su pertenencia a tal o cual grupo. Tenemos la urgente necesidad de aportar a sociedades más igualitarias en lugar de reforzar estereotipos negativos que incrementen la desigualdad, y que nada tienen que ver con la realidad de las familias Gitanas.
Para terminar, cierro con una pregunta que me han hecho recientemente desde un medio de comunicación hegemónico, con motivo de una nota periodística: ¿es posible que los Gitanos sean aceptados? Creo que los primeros que tenemos que pensar en la respuesta somos la sociedad mayoritaria, ¿es posible que nosotros los reconozcamos como iguales sin pedirles a cambio que diluyan en la cultura hegemónica su historia, raíces y modos de existencia? ¿estamos abiertos a abordar el desafío de una sociedad intercultural sin creer etnocéntricamente que la propia cultura es superior a las otras?
Bibliografía
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