Recepción: 09 Febrero 2016
Aprobación: 17 Agosto 2016
Resumen: Nuestra fundamentación como república está relacionada con nuestras luchas por la soberanía y la recuperación del territorio que se nos fue arrebatado por el Tratados Hay-Bunau Varilla de 1903 (Castro, 1986). A partir del 31 de diciembre de 1999, cuando se consumó el tratado Torrijos- Carter y se recuperó ese territorio, nuestra lucha se ha pasmado. Mientras que la posición de Estados Unidos es la misma, de seguir teniendo patio trasero (Borón, 2014), pero ahora con la novedad de que el Canal lo “administran” los panameños. Aunado con la crisis de legitimación (Gandásegui y otros, 2010), la cuestión es más compleja. A pesar de todo, no hemos dejado de ser un espacio estratégico que la política exterior norteamericana maneja con cautela y recelo.
Palabras clave: ciclos históricos, Panamá, lucha, ciclos históricos, Panamá, lucha.
Abstract: Nuestra fundamentación como república está relacionada con nuestras luchas por la soberanía y la recuperación del territorio que se nos fue arrebatado por el Tratados Hay-Bunau Varilla de 1903 (Castro, 1986). A partir del 31 de diciembre de 1999, cuando se consumó el tratado Torrijos- Carter y se recuperó ese territorio, nuestra lucha se ha pasmado. Mientras que la posición de Estados Unidos es la misma, de seguir teniendo patio trasero (Borón, 2014), pero ahora con la novedad de que el Canal lo “administran” los panameños. Aunado con la crisis de legitimación (Gandásegui y otros, 2010), la cuestión es más compleja. A pesar de todo, no hemos dejado de ser un espacio estratégico que la política exterior norteamericana maneja con cautela y recelo.
¡Bonito sería que el país
que recuperó el Canal ayer erradicara la pobreza hoy!
Fuente: Pedro Rivera
Palabras preliminares
Nuestra fundamentación como república está relacionada con nuestras luchas por la soberanía y la recuperación del territorio que se nos fue arrebatado por el Tratados Hay-Bunau Varilla de 1903 (Castro, 1986). A partir del 31 de diciembre de 1999, cuando se consumó el tratado Torrijos- Carter y se recuperó ese territorio, nuestra lucha se ha pasmado. Mientras que la posición de Estados Unidos es la misma, de seguir teniendo patio trasero (Borón, 2014), pero ahora con la novedad de que el Canal lo “administran” los panameños. Aunado con la crisis de legitimación (Gandásegui y otros, 2010), la cuestión es más compleja. A pesar de todo, no hemos dejado de ser un espacio estratégico que la política exterior norteamericana maneja con cautela y recelo.
Nuestra historia republicana ocupa gran parte al Canal de Panamá y el control de Estados Unidos de la zona de tránsito, porque lo que se ha gestado en torno a este ha sido el leit motiv de ver la historia de la relación asimétrica con Estados Unidos[1]. Es decir, el Canal de Panamá es el péndulo de estas relaciones.
Nuestra historia republicana reciente tiene ciclos históricos y, a partir de estos, se reestructuran nuevas formas de organización. Esto no es tan evidente como para ser captado por el sentido común. Estos ciclos cambian – es decir termina uno e inicia otro – por su agotamiento, por sus contradicciones.
Vamos a ensayar dos ciclos históricos para intentar periodizar nuestra historia republicana reciente donde la izquierda ha jugado un papel importante en las diversas luchas, como por ejemplo la de la soberanía, pero que, a la misma vez, no tiene una presencia consecuente por sus contradicciones internas.
Este breve artículo es un ejercicio para comprender nuestra historia política reciente y los retos actuales en materia de la democracia y la soberanía.
La lucha por la soberanía
Desarrollar la lucha por la soberanía, al menos en Panamá fue también plantearse el antiimperialismo, más cuando se está en el rango de acción inmediata del Imperio, donde nuestro espacio geográfico es vital para el control geopolítico de la región. Nuestra experiencia con la invasión norteamericana evidenció empíricamente que estamos bajo su sistema de dominación.
Paradójicamente, cuando más los panameños exigimos soberanía, desde la “Operación Soberanía” (1958) y la “Gesta Patriótica” de enero de 1964, es cuando el Imperio (Estados Unidos) se consolida (Katz, 2011 y Borón, 2014) como tal, con todo y los reveses ideológicos y militares que sufría globalmente con la fallida invasión a bahía de Cochinos (1961) y la derrota en la Guerra de Vietnam (1959-1975).
Al mismo tiempo, a lo largo de los procesos políticos –de lucha por la soberanía–, también es donde el sistema capitalista lanza su contraofensiva: el neoliberalismo. Así que estos ciclos históricos, están en medio de una etapa, el imperialismo neoliberal, donde como señala Claudio Katz “el impacto más visible es la extensión geográfica del capitalismo y el consiguiente incremento de la escala en que se desenvuelven las acciones imperialistas. El sistema dominante ha logrado un inédito nivel de expansión, especialmente luego del colapso de la Unión Soviética y la paulatina incorporación de China al orden global” (Katz, 2011:49).
Nuestra lucha por la soberanía cruza por el momento donde es más difícil emprenderla, por cruzar el momento histórico, donde el sistema lanza su contraofensiva a las alternativas. A parte de estar cerca del Imperio que no deja respirar. En este momento también hay que plantearse la lucha por la soberanía en su uso tradicional, en tres direcciones, que se respete realmente el territorio (libre de bases militares), que se cumplan nuestras leyes (que el órgano judicial sea autónomo) y que podamos elegir nuestros gobernantes (sin el lobby del poder económico y la embajada de Estados Unidos).
Ciclo histórico (1964-1988): soberanía y proceso de liberación nacional
En este ciclo histórico, que se inaugura con el acontecimiento de la Gesta Patriótica de enero de 1964 (Soler, 1972)[2], la idea central es la soberanía territorial en contraposición al colonialismo norteamericano. Inicia con las movilizaciones estudiantiles del Instituto Nacional (Ávila, 1989)[3] y universitarios, pasa por el Tratado Torrijos – Carter y culmina con la invasión norteamericana a Panamá. Este ciclo histórico tiene una duración de veinticuatro años.
En este ciclo hay un periodo de dictadura, de 1968 a 1988. En medio de esta hay dos momentos que se tienen que diferenciar, uno es el de Torrijos (1968-1981) y el otro de Noriega (1983-1988), donde también se reivindicó una posición antiimperialista. También se exacerba un discurso nacionalista a pesar de que a partir de la primera mitad del ochenta en adelante empieza a tener varios reveses con escándalos de lavado de dinero, narcotráfico aunado a un cambio en políticas económicas, sociales y una lucha interna por el poder en la élite económica y militar.
Contradicciones internas en el proceso de liberación nacional: Torrijismo y MLN-29
En medio de este ciclo histórico afloran las contradicciones internas en el proceso de liberación nacional, que tendrá sus consecuencias, donde la izquierda aún no se constituye como una fuerza política real. Hay que tener en cuenta que toda contradicción es interna cuando se trata de un sistema, en este caso y momento capitalista.
Aquí vamos a señalar dos fuerzas políticas que tenían como objetivo la liberación nacional, pero que tomaron caminos y métodos diferentes. Las demás fuerzas políticas se aliaron o quedaron en la periferia[4]. Estás dos fuerzas son el Torrijismo y el MLN-29.
La irrupción, en julio de 1970 del MLN-29[5] a la convulsionada arena política de la época es una variante significativa para analizar las contradicciones internas en el proceso de liberación nacional. A partir de ahí, el MLN-29 se aleja del histórico partido comunista (Partido del Pueblo), proceso que ya se había iniciado desde la fundación del M.U.R; también queda al lado opuesto del proceso torrijista (Rivera, 2014)[6]. Esto tendrá como consecuencia una izquierda sin unidad. Hay dos antecedentes que pueden ayudar a comprender cómo se tensan las relaciones entre el MLN-29 y el proceso torrijista, al punto de que se vuelven irreconciliables. El primer hecho es que al entonces capitán Omar Torrijos le corresponderá la operación para desarticular el movimiento armado que se alzaba en el Cerro Tute (Nelson, 2004), posteriormente, un sector vanguardista de estos combatientes, formarían la estructura orgánica del MLN-29. El segundo momento fue que en el periodo de transición y posterior consolidación del proceso torrijista es donde se desaparece físicamente al mítico líder revolucionario Floyd Britton[7]. Eso hará de estas dos fuerzas políticas de liberación nacional posturas antagónicas.
Ciclo histórico (1989 – actualidad) de la democracia representativa a la decadencia de nuestra cultura política
Este ciclo inicia con el acontecimiento de la invasión norteamericana en diciembre de 1989, pasa por “la restauración del viejo orden” (Noriega, 2014), o lo que Olmedo Beluche (2004) llama “la democracia controlada” (Beluche, 2004) y se encuentra actualmente en el estallido de los escándalos de corrupción[8] que evidencian la decadencia de nuestra cultura política. Tiene una duración de 25 años en curso.
La “transición” de la dictadura a la democracia representativa o controlada fue mediada por una brusca invasión (Beluche, 2004 y Méndez, 1994), donde el sistema de partidos, el cual conocemos hoy, se formó y alió a las élites económicas, estos son los rentistas que regresaron nuevamente. En este ciclo histórico, la idea central es la exigencia de democracia, de ponerle fin al régimen militar. Los sectores conservadores dirán que nuestra democracia aún es joven y tiene que madurar, a pesar que no dar respuestas concretas a las demandas anidadas desde el siglo pasado.
Desde la invasión norteamericana en diciembre de 1989 está instaurada la democracia representativa o controlada, timoneada por el sistema de partidos y las élites económicas (Hughes y otros, 2000)[9]. Dependiendo de la coyuntura, se utilizan entre ambos para ir consolidándose en la estructura de poder. En ocasiones es muy difícil distinguir una cosa de la otra; hay una simbiosis entre la clase política y las élites económicas.
En este ciclo histórico, la política criolla acantonada en el sistema de partidos, empezó a incrementar sus riquezas gracias al erario público, aflorando no solo una debilidad institucional y la impunidad como el resultado de la necesidad de una nueva cultura política y una Constitución que brinde certeza de castigo, sino también la sistematización de corrupción como parte de nuestros valores. Se fue haciendo público los funcionarios que pasaron a ser los nuevos millonarios y los nuevos capitales que emergían de la corrupción en la administración pública, además de actitudes inmorales confesas que demuestran la decadencia de nuestra cultura política.
El bajo porcentaje de participación con respecto a la cantidad de ciudadanos habilitados para votar en las elecciones del 2014, la incorporación de la figura de candidatos independientes como el caso de Juan Jované a la presidencia, y la elección de una diputada independiente indican la falta de respuesta de la democracia representativa o controlada, el sistema de partidos y la necesidad de buscar otras opciones en lo que podría ser el inicio de un nuevo ciclo histórico donde la idea central será mayor participación popular, social y ciudadana consiente de los procesos políticos en marcha.
En estas elecciones se intentó abrir el compás en la democracia representativa o controlada con la incorporación de un partido de izquierda, el FAD (El Cimarrón, 2012)[10] -a pesar de que después de la derrota electoral no está muy claro la ruta, el discurso y las alianzas de este frente-, y un movimiento también de izquierda denominado MIREN, pero el poco apoyo popular a estas opciones demuestran las aún existentes contradicciones internas y la máxima de Maquiavelo divide y vencerás.
Para concluir un debate pendiente
Si queremos hablar de democracia representativa, debemos pensar también en una verdadera representación política donde converjan diversas corrientes ideológicas con proyectos de nación que se planteen el tema de la soberanía y la democracia como una necesidad inherente a la idea de país; no patios traseros, no neo-colonialismo, no discursos abstractos de una representatividad agotada. Es necesaria la apertura ideológica para una verdadera representatividad en la diversidad.
Esta puesta en cuestión de la representatividad es el inicio para otro debate pendiente, la viabilidad de la democracia participativa. Y, el debate entre las fuerzas políticas que en el siglo pasado fueron antagónicas, no tiene nada que esperar.
Esta periodización en ciclos históricos se propone para ir encarando los cambios que ocurren en la arena política, que a veces nuestra cultura política no ve; son una bienvenida a la realidad, donde solo queda cambiar o perecer.
Bibliografía
Ávila, Víctor (1989) La gesta del 9 de enero. Panamá: Ediciones Formato 16.
Beluche, Olmedo (2004) 1991 La verdad sobre la invasión. Panamá: Manfer.
Borón, Atilio (2014) América Latina en la geopolítica del imperio. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.
Castro, Guillermo (1986) Panamá, reencuentro y perspectivas. Panamá: CELA.
El Cimarrón (2012) Interacción entre la línea política del partido, el frente y el instrumento electoral. Panamá: MLN 29, N°28.
Gandásegui, Marco y Castillo, Dídimo (2010) (Coords.) Estados Unidos. La crisis sistémica y las nuevas condiciones de legitimación. México: CLACSO – Siglo XXI.
Hughes, William y Quintero, Iván (2000) ¿Quiénes son los dueños de Panamá? Panamá: Imprenta Articsa.
Katz, Claudio (2011) Bajo el imperio del capital. Bogotá: Espacio Crítico.
Méndez, Roberto (1994) ¿Liberación… o crimen de guerra? Panamá: Cela.
Nelson, Herbert (2004) Los héroes y los mártires del Cerro Tute. Panamá: CIDPA.
Noriega, Rodrigo (2014) “Panamá en el mundo” en Castillero, Alfredo (Dir.) Panamá historia contemporánea. Madrid: Fundación Mapfre – Taurus.
Rivera, Pedro (2014) 46 años después. La Estrella de Panamá. 11 10.
Soler, Ricaurte (1972) Panamá: Nación y oligarquía. Panamá: Ediciones TAREAS.
Notas