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Introducción
La historia de San José, como pasa con muchos otros departamentos en Uruguay, ha contado desde hace más de un siglo con abordajes que, en mayor o menor medida, han consolidado un relato sobre su pasado. Estos han recalado en temas y problemas comunes conformando, solo con algunas recientes excepciones, una historiografía enfocada en los ámbitos de poder o los episodios bélicos, limitada a la actual ciudad de San José de Mayo, procurando destacar la «excepcionalidad» de esa historia y su lugar en un relato mayor de la historia nacional. Son, en definitiva, abordajes que, al decir de Serna y Pons, podemos catalogar de «localistas».[1]
Algunos «mojones» en el derrotero de una historiografía
La historia que se ha escrito sobre San José fue iniciada en el siglo XIX, por una historiografía cultora del nacionalismo. Sus esfuerzos redundaron en construir relatos generales del país, que incluyeron testimonios sobre algunos de sus pueblos y ciudades, por considerarlos parte constitutiva de la Historia de la República. Esta historiografía destacó dos temas principales que se transformaron en los lugares comunes de los esfuerzos explicativos posteriores: la fundación de la Villa y los hechos acaecidos en el marco de la revolución en la banda oriental, entendidos estos como un jalón más en las luchas de independencia. En esta línea, se destacan autores como Juan de la Sota, Isidoro de María, Orestes Araújo y Francisco Bauzá.[2]
Así, los episodios de 1811 en San José,[3] captaron la atención de esos abordajes nacionalistas. Ejemplo de ello es el proyecto Episodios de la Independencia de la editorial El Ateneo, que produjo trabajos escritos y representaciones pictóricas de estos hechos. Sobre San José se publicó Paso del Rey y San José. Abril 21, 22 y 25 del año XI, de Enrique M. Antuña, quien relató con carácter de crónica heroica esos sucesos.[4]
A inicios del siglo XX surgieron trabajos que continuaron con la misma línea temática. La fundación de la villa mereció la atención de Alberto Jones Brown quien, de manera original, planteó este tema como un problema histórico, reconstruyendo el poblamiento como parte del fracasado proyecto poblador de la Patagonia. El autor polemizó sobre la fecha de fundación, el nombre de la ciudad y la cantidad de fundadores, publicando por primera vez la nómina de estos. El trabajo presentó largas citas documentales como «pruebas» para corregir «errores» de interpretaciones previas. Sobre el tema, se sumó la contribución de Blas C. Martínez Fundación de Melo y San José, que intentó fijar la «verdadera fecha» fundacional con documentos encontrados en los archivos municipales.[5]
Por su parte, los hechos de 1811 fueron trabajados por Lorenzo Barbagelata quien, a través de la publicación de una serie de documentos históricos, intercalados con comentarios personales, trató de dilucidar la veracidad de algunos enfrentamientos previos a la Toma de San José. Asimismo, Ramón Llambías de Olivar los abordó en su Ensayo sobre el linaje de los Artigas en Uruguay.[6]
La historia del departamento también generó interés de autores del ámbito local que, según el historiador Arturo Bentancur, podrían ser caracterizados como «aficionados amables», representantes de la llamada «vieja Historia» de tipo «localista, celebratoria, acrítica, superestructural, banderiza, de personalidades y héroes», que además «suele exhibir el dato costumbrista y social, casi siempre bajo apariencia anecdótica […] sin preocupación por indicar las fuentes».[7]
Entre ellos se destacó Rafael Sienra, escritor costumbrista, cronista histórico, miembro de la notabilidad local, descendiente de las familias fundadoras y del primer Alcalde Ordinario de San José. Ocupó relevantes cargos públicos, como Juez de Paz y cónsul uruguayo en Barcelona. En su obra El Terruño, reunió importantes documentos, en su mayoría propiedad de familiares y conocidos, a los que acompañó de evocaciones de la memoria oral de vecinos y familiares; no faltando las presunciones del autor. Su obra sentó las bases de lo que terminó siendo una suerte de «relato de los orígenes» de San José, que destacaba el heroísmo, moral, hidalguía y sencillez de los fundadores del terruño maragato. Recuperó personajes, anécdotas y episodios de la cotidianidad pueblerina para ser resguardados del olvido. En su preocupación, se preguntaba «¿qué queda hoy de todo ello? ¿qué, de aquellas patrióticas y brillantes fiestas cívicas; qué, de la vieja quinta y de la tradicional sociabilidad del villario maragato, de los tiempos del General Garzón y de Bonpland; de los tiempos de antaño? Un recuerdo que se borra, un montón de escombros, un puñado de cenizas…».[8]
A partir de 1920 irrumpió la figura de Vicente T. Caputti, tanto con sus trabajos escritos como con su labor heurística y su integración a redes intelectuales nacionales. Publicó sobre diversos temas en diferentes medios de prensa de San José y de Montevideo. Se destacó por haber logrado, a raíz de sus exhumaciones documentales, configurar una tesis sobre la independencia nacional. De este modo, se logró insertar en los debates historiográficos nacionales, defendiendo el 4 de octubre de 1828, día de la ratificación de la Convención Preliminar de Paz, como la «verdadera fecha» de la independencia.[9]
Entre sus obras se destacan Investigando el pasado, donde abordó temas y sucesos locales, vertebrados por los diversos documentos rescatados en los archivos. Además de la fundación y el Combate de 1811, destacó la actuación de los vecinos de la ciudad durante el período de las luchas de independencia, la justicia colonial, el artiguismo en San José, entre otros. El contexto del centenario del Uruguay, propició en Caputti la dedicación a uno de sus principales temas, la Constitución de 1830 y la primera Asamblea Constituyente instalada en San José en 1828. Sus esfuerzos produjeron una importante obra, Rememoraciones Centenarias, la que contó con el financiamiento de la Comisión de los Festejos del Centenario.[10]
Durante las décadas de 1940 y 1950 surgieron distintos proyectos institucionales o periodísticos, como la fundación del Instituto Histórico Cultural y Museo Departamental de San José. Según consignan sus estatutos, a nivel de la disciplina histórica, fomentaba la creación de distintas secciones, entre ellas las de un Museo Histórico Departamental y la de «centros de investigación histórica». Aunque la Institución logró concretar algunas acciones, como la conformación de una colección, la apertura de una biblioteca y el montaje de exposiciones, no así el desarrollo de un área de investigación con el nivel proyectado.[11]
También en este período surgieron publicaciones de importancia para el círculo de lectores josefinos, sirviendo de incentivo y divulgación de trabajos historiográficos, como fue la revista Mundo Maragato, en la cual algunos historiadores y memorialistas locales, publicaron diversos artículos de Historia local con una amplitud temática mayor. Allí se destacaron figuras como Bernardo Dela Hanty, dueño de un importante archivo heredado de sus antepasados, muchos de ellos antiguas autoridades locales, el que aumentó con otros documentos facilitados por sus vínculos sociales; que utilizó en la publicación de diversas crónicas sobre el pasado josefino. También se destacaron otros, como Atilio Giacosa Bértoli, enfocado especialmente en el análisis de San José bajo el período cisplatino, tema casi inédito para la historiografía local del momento.[12]
Ese «clima cultural» y distintas efemérides, sin dudas contribuyeron a dar impulso a nuevos trabajos. En este contexto algunos historiadores josefinos radicados en Montevideo, como Carlos A. Larriera Bonavita, realizaron diversas pesquisas documentales tanto en Uruguay como en Buenos Aires. Su vasta recopilación le permitió publicar San José. Su origen y fundación. 1 de junio de 1783, que se transformó en una obra de referencia local. Con un abordaje de pretensión abarcativa, de tipo descriptivo y por momentos evocativo del pasado pueblerino y familiar, la obra reunió múltiples documentos que fueron ordenados temáticamente, hilvanados por comentarios del autor. Incorporó una renovación temática que tocó lo social, lo religioso, la vida cotidiana y lo genealógico desde la fundación hasta finales del siglo XIX.[13]
En torno a instituciones educativas, como el Liceo Departamental o el Instituto Normal, surgieron algunos docentes abocados a la investigación, que con los años se transformaron en referentes. Mantuvieron enfoques de tipo tradicional, rescatando episodios o personajes considerados angulares en la formación de la identidad local. Aunque no se desprendieron de un estilo descriptivo de los documentos, avanzaron en planteos analíticos, con énfasis en lo social y desarrollando un tipo de Historia basada en la investigación. En ellos, primó el estilo ensayístico, despojándose de lo evocativo que distinguió a sus predecesores. En algunos casos, su labor estuvo marcada por la proscripción que la dictadura cívico-militar les aplicó. Al ser apartados de la enseñanza, se abocaron aún más a la investigación comenzada anteriormente.
Entre ellos destacamos a Héctor R. Olazábal quien realizó tanto trabajos monográficos como panorámicos de la Historia local. Entre estos últimos, se destaca Cronistas del San José Antiguo, un abordaje cronológico sobre diferentes «mojones» del pasado josefino, junto a una selección de relatos que diferentes personalidades habían escrito del lugar a lo largo del tiempo. En la década de 1970 integró el equipo multidisciplinario que publicó la colección Los Departamentos, siendo coordinador del número sobre San José y encargado del apartado de historia de aquella publicación. Por la misma línea que Olazábal, se destacó su esposa, Margarita Patrón, quien fue acogida en el Archivo Parroquial durante su proscripción, lo que le permitió trabajar con esos materiales, de los cuales recopiló múltiples datos que, sumados a otros documentos particulares, como los coleccionados por Olazábal, fueron utilizados en publicaciones posteriores. Entre ellos se destaca San José. Apuntes para una Historia, obra formada con trabajos que, al decir de Patrón, «puedan ser considerados como un aporte para posteriores estudios».[14]
Para este período, y bajo las influencias del revisionismo histórico, surgieron importantes aportes que realizaron un abordaje amplio y exhaustivo de diversos temas locales, como fueron las obras de Aníbal Barrios Pintos. Su amplia labor heurística le permitió consultar repositorios muy diversos de Montevideo y San José, gracias al apoyo de la intendencia, recopilando diversa documentación inédita y rescatando múltiples datos que, en diálogo con historiadores locales, dieron forma a una suerte de «Historia total» del Departamento. Trabajos como este, al igual que la prolífica obra histórico-genealógica de Juan Alejandro Apolant, Operativo Patagonia, que aportó una reconstrucción social sobre el proceso de fundación de San José; se transformaron en referencia y fuente de información para los investigadores josefinos, máxime cuando abordaron tópicos ya tradicionales.[15]
En esta misma década se afirmó otro referente de la investigación local: Daniel Ramela. Bisnieto del primer actuario del Juzgado de San José, emparentado a su vez con los primeros pobladores, recibió en herencia un amplio y variado archivo de la familia Dela Hanty, compuesto por piezas que datan del siglo XVIII. Reunió también otros materiales que, sumados a los parroquiales, le permitió desarrollar su labor de recopilador de datos, que unió a su afición de genealogista. Desde la crónica periodística, pero con algunas publicaciones independientes, su trabajo retomó una línea de abordaje ya configurada en la historiografía local, destacando efemérides, hechos y personalidades pueblerinas.[16]
En los últimos años, la historiografía local ha tenido novedades y permanencias. Patrón, por ejemplo, ha desarrollado algunos trabajos a partir de su labor como miembro de la Comisión de Patrimonio local. Se ha interesado en la Historia de algunos edificios históricos de la ciudad y su contexto social. Ha integrado redes de investigadores locales del interior, como el grupo Geo-Historia, participando en eventos y jornadas académicas. Forma parte del grupo «Compartir», integrado por docentes de Historia jubilados, el cual ha respaldado sus trabajos y propiciado eventos y actividades de divulgación histórica.[17]
En paralelo, se ha iniciado una profesionalización en el campo historiográfico local con investigadores formados en ámbitos universitarios. Tal es el caso de Andrés Azpiroz, quien abordó temas originales al estudiar el asociacionismo y la inmigración española en la segunda mitad del siglo XIX o el accionar de la Iglesia Católica en el período de posguerra, a través del abordaje de las acciones del primer Obispo de San José, Luis Baccino.[18]
Desafíos, perspectivas, caminos a seguir
En el presente, los impulsos desarrollados en pos de la profesionalización de la historiografía local de San José continúan en marcha. En lo referente a mi trabajo, el proyecto de investigación para mi tesis de maestría, tiene como tema la configuración de las estructuras de poder judicial en San José y su jurisdicción, durante la primera mitad del siglo XIX.[19] Los diferentes cursos del posgrado han sido ocasiones para abordar temáticas que, en sintonía con sus propuestas, dialoguen con el tema de mi tesis.[20]
Sin embargo, aunque el camino historiográfico local ha sido largo y en el presente se han dado avances, aún quedan desafíos por delante.
En relación a los temas y períodos estudiados, se impone una renovación que amplíe los tradicionales convocantes. Los últimos años del período colonial y la primera mitad del siglo XIX, han concentrado la mayor parte de la atención. Es necesario continuar con los períodos posteriores, y configurar explicaciones de los procesos locales en una duración temporal más larga. Incluso, sobre los temas comunes, es importante realizar abordajes que superen su caracterización descriptiva y los ubiquen en procesos históricos más amplios y complejos, a la vez que los despojen de esquematismos y excepcionalismos localistas.
Las ausencias en los temas estudiados son notorias. Los grupos notables locales han sido los más atendidos sin incluir, salvo excepciones, a grupos subalternos como amerindios, esclavizados o trabajadores.
A nivel espacial, son necesarios enfoques que dialoguen de forma fluida entre lo regional y lo local, partiendo de problemas de investigación generales, para luego reducir la escala de análisis a San José. Esto supone, además, ubicar los procesos históricos sobre una espacialidad diferente a la actual, por lo cual, los recortes deben tener en cuenta la historicidad de los espacios, cambiantes y dinámicos. Esto supone no seguir acotando la mirada a los actuales límites de San José de Mayo.
Otro gran desafío se refiere a la metodología de trabajo. San José no cuenta con un archivo histórico especializado; pero tampoco existen instituciones que conserven de forma adecuada los materiales históricos, ni una política archivística que cumpla con las disposiciones que marca la Ley Nacional de Archivos para los materiales de este tipo. En algunos casos, los investigadores saben de la existencia de estos documentos, pero desde la institución se presentan diversas situaciones que van desde la negativa a la consulta, hasta el desconocimiento de su existencia o ubicación.[21]
A su vez, los fondos que hemos podido conocer, no presentan orden de los materiales, clasificación ni catalogación de sus contenidos. Se torna muy difícil inferir el destino que pudieron haber tenido algunos documentos que, a priori, deberían existir, pues así sucede en muchos casos para otros departamentos, pero no se encuentran los de San José. Además, existe aún un importante conjunto de documentación que permanece en colecciones privadas y que, sin contar con redes sociales locales, se torna casi imposible su acceso al investigador.[22]
Por último, debemos señalar que, aunque se han divisado positivamente ejemplos de investigaciones de otros espacios del actual departamento, en su mayoría la historiografía local ha sido centralista, con eje en la actual ciudad de San José de Mayo; por lo cual es necesario abordar otros espacios en procura de explicaciones locales más completas.[23]
Considerando esta tradición historiográfica que se ha comentado, son múltiples los desafíos por delante. Se hace necesario un trabajo en conjunto que involucre a diferentes profesionales, instituciones y colectivos locales y nacionales, en procura de generar las mejores condiciones de accesibilidad, profesionalización y difusión de la investigación local. De ello dependerá que se genere un mayor conocimiento de los procesos históricos de San José que, sumado a los realizados sobre otros espacios, contribuya también al análisis de los problemas históricos regionales. ◊
Notas