Tema Central

El Chimborazo. Una imagen de la integridad geográfica de la primera república de Colombia.

Juan Felipe Urueña Calderón
Universidad Nacional de Colombia, Colombia

Claves. Revista de Historia

Universidad de la República, Uruguay

ISSN-e: 2393-6584

Periodicidad: Semestral

vol. 8, núm. 15, 2022

revistaclaves@fhuce.edu.uy

Recepción: 26 Junio 2022

Aprobación: 29 Noviembre 2022



DOI: https://doi.org/10.25032/crh.v8i15.3

Resumen: El presente artículo muestra el modo cómo el volcán Chimborazo sirvió para representar la integridad geográfica de la primera república de Colombia. Este volcán hizo parte desde muy temprano de la imaginería con la que la Gran Colombia pretendía mostrarse al mundo y organizar un relato coherente que integrara sus diferentes partes. Concluye mostrando que los procedimientos a partir de los cuales se elaboran dichas imágenes están atravesados por pugnas en las que los diferentes componentes de la comunidad política luchan por verse representados.

Palabras clave: Geografía, Gran Colombia, Soberanía, Chimborazo.

Abstract: This article shows how the Chimborazo volcano served to represent the geographical integrity of the first republic of Colombia. This volcano was part of the imagery with which Gran Colombia tried to show itself to the world and organize a coherent story that integrated its different parts. Its concludes by showing that the procedures from which these images are elaborated are crossed by struggles in which the different components of the political community struggle to be represented.

Keywords: Geography, Gran Colombia, Sovereignty, Chimborazo.

1 Introducción

El artículo pretende mostrar la manera cómo la geografía sirvió en el siglo XIX para hacer visibles, y mostrar como íntegras, entidades políticas apenas en construcción. En particular, nos fijaremos en el caso de la primera república de Colombia (1819-1830). Un experimento republicano que proyectó la construcción de un país colosal, cuya realización fue pensada e imaginada pero no logró ser concretada. La Gran Colombia, como se la conoce historiográficamente, fue una de las comunidades políticas que se formó gracias a los procesos de independencia del mundo iberoamericano. Oficialmente fue creada por el Congreso de Angostura de 1819, mediante la Ley Fundamental de la República, y ratificada después por el Congreso de Cúcuta de 1821. Este acto unió inicialmente a Venezuela y a la Nueva Granada en una sola Republica, a la que luego se adhirieron Panamá (1821), Quito y Guayaquil (1822). Una de las maneras de dar forma a ese proyecto, fue el de dotarlo de una integridad territorial que permitiera darle coherencia a la unión de entidades políticas que seguían una lógica de soberanía local todavía extraña al territorio abstracto que la soberanía popular requería para su funcionamiento. La manera de fundamentar la existencia de la integridad territorial fue por medio de la actualización de un discurso geográfico producido en el período de vigencia de la Monarquía hispana por naturalistas como Alexander von Humboldt y Francisco José de Caldas. Este discurso se expresó no solo en textos científicos, sino que que circuló en variados recursos lingüísticos, cartográficos y visuales.[1]

En particular queremos llamar la atención de una imagen que sirvió para condensar la integridad territorial de la nueva república. Se trata de un paisaje compuesto que integraba los elementos conformados por las unidades políticas que habrían de unirse para dar forma a Colombia. Esta imagen era coronada por el Chimborazo, un volcán ubicado en la hoy república del Ecuador, de aproximadamente 6300 metros sobre el nivel del mar y que durante mucho tiempo se consideró el más alto del mundo. En la imagen de la que hablamos, este volcán tenía la función de condensar el relieve que se encuentran entre la cuenca del Amazonas y el Orinoco, y la costa pacífica. De esta manera, el volcán Chimborazo se usó para alegorizar la riqueza de recursos naturales y minerales, así como las potencialidades de un paisaje en el que la cadena montañosa de los Andes se despliega sobre el trópico en toda la línea equinoccial.

En la Ley fundamental del congreso de Angosura de 1819 y posteriormente en la constitución de Cúcuta de 1821, se cambió el nombre Santafé, capital de la Nueva Granada, por Bogotá. Asímismo, se postuló esta ciudad provisionalmente como capital de la nueva República. A medida que se consolidaba el proyecto de unión empezaron a tener lugar ciertas tensiones entre sectores que propendían por una gobierno central dirigido desde Bogotá, con otros que hacían valer su autonomía territorial heredada de las formas de organización por cabildos del período colonial. Así, mientras los defensores de la unión en Bogotá se esforzaron por mostrar la integridad geográfica del territorio como sancionada por la naturaleza, algunos de los miembros de la unión, como por ejemplo los cabildos de las localidades de Quito, Guayaquil y Valencia, mantuvieron argumentaciones convencionales que les permitían observar la vigencia de la unión solo en la medida en que se cumplieran los pactos y las expectativas con las que habían decidido formar parte de Colombia.

De esta manera queremos hacer evidentes las tensiones existentes entre el discurso centralista de Bogotá, respaldado entre otros factores por la fundamentación científica de una integridad territorial construida a partir de propuestas de naturalistas como Alexander von Humboldt y Francisco José de Caldas y, los discursos que sustentaban la soberanía en una concepción territorial local que todavía mantenía lógicas de la organización por cabildos del período colonial. Así, se mostrará el papel que tuvo la geografía para servir de fundamento en la construcción de argumentaciones de unidad territorial de las nacientes comunidades políticas del siglo XIX.

El procedimiento que seguiremos será el de seguirle la pista al volcán Chimborazo en diferentes fuentes primarias de naturaleza discursiva (relatos de viaje, relaciones geográficas, prensa, legislación), cartográfica (mapas, cartuchos, tablas de datos y observaciones) y visual (pinturas, grabados, heráldica, acuarelas). Esto lo haremos revisando el período de la Gran Colombia (1819-1830), pero también, junto con Humbodt y Caldas la colonia tardía(1800-1808), momento en que se elaboraron las bases geográficas que después serían reelaboradas y actualizadas por los primeros repúblicanos. Todos estos casos muestran la existencia de una episteme que permitió enunciar, figurar y elaborar discursos, imágenes y mapas con efecto de verdad, en el contexto de las pugnas por construir una unión política que finalmente no se concretó. Así, mostraremos el efecto performativo que las imágenes, los mapas y los discursos tuvieron en relación con la construcción de las nacientes comunidades políticas del siglo XIX temprano. En especial fijaremos la atención en la manera cómo estos efectos están relacionados con luchas y pugnas concretas que llevan a cabo los miembros de dichas comunidades para ver representados sus intereses.[2]

En primer lugar nos fijaremos en el poema de Simón Bolívar escrito en 1822 denominado Mi delirio sobre el Chimborazo, en el que el volcán sirve para otorgar, en medio de un arrebato visionario, una perspectiva privilegiada del vasto territorio de la naciente república. El poema nos devolverá al ascenso de Humboldt al Chimborazo, un antecedente invocado por Bolívar, que puede ayudar a entender el significado que el volcán tiene como un símbolo que articula la integridad geográfica de la república colombiana. De la misma manera retomaremos el encuentro de Humboldt y Caldas. Para el Sabio neogranadino el volcán también fue importante en su manera de imaginarse una geografía de las plantas. Ambas figuras serán importantes en el discurso geográfico de Colombia y son invocados como precursores de la concepción geográfica de la república. Acto seguido, nos fijaremos en el mapa de 1922 denominado «Humboldt y otras autoridades recientes» (Walker), para ver un caso específico en que se expresa la narrativa de la integridad geográfica de la república de Colombia. Del mismo modo nos detendremos en los frutos que esta narrativa tuvo en las audiencias internacionales a través de las descripciones geográficas hechas por Guillaume Lallement en su Histoire de la Colombie y de las imágenes que acompañan el mapa publicado en esta obra. Señalaremos las tensiones que se manifiestan en el mapa de José Manuel Restrepo de 1827 y su versión manuscrita de 1825, respecto a la representación de los departamentos del sur (del Castillo, Entangled Fates). Nos fijaremos en la significación del nombre Ecuador -que por primera vez es usado para designar una entidad administrativa- y en el uso del mapa de Pedro Maldonado de 1750, documento que fue actualizado por los independentistas en Quito para afianzar sus vínculos territoriales. Mostraremos que las manifestaciones de estas tensiones pueden interpretarse a la luz de la resistencia de los departamentos del sur a la ley territorial de 1824 y de las expresiones de soberanía local referidas en los pronunciamientos asamblearios de 1826 (Cabrera). Por último, mostraremos la manera como el Chimborazo es reapropiado en el escudo de armas para la narrativa nacional del Ecuador una vez consumada la disolución de la Gran Colombia.

2 El delirio de Bolívar en el Chimborazo

Bolívar hizo mención al Chimborazo en un poema de 1822 denominado Mi delirio sobre el Chimborazo. La escritura de esta obra se llevó a cabo en Riobamba en el contexto de la llamada campaña sur (Ojeda, Martínez, Ortiz). Empieza con Bolívar, enunciándose en primera persona, envuelto en el manto de Iris, quien, «desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco» pasando por las «encantadas fuentes amazónicas», se desplaza hacia la «atalaya del universo», buscando «las huellas de La Condamine y Humboldt» (124). Se puede leer como un viaje alegórico cuyo desplazamiento recrea aquel de la campaña libertadora y también como el que está convirtiéndose en Colombia: desde el Orinoco venezolano, pasando por Nueva Granada, hasta las regiones del sur donde se encuentra el Chimborazo. Así, este poema puede insertarse en una tradición en la que el espacio físico y la alegoría poética se entrecruzan y se confunden. Al respecto, podemos mencionar referentes como la Divina Comedia de Dante Alighieri,[3] o La Subida al monte ventoso de Petrarca.[4] Obras en las que el ascenso en un espacio físico con una ubicación geográfica específica es a la vez una alegoría de ascenso espiritual de corte místico, humanista o religioso. El poema está lleno de referencias geográficas que pretenden establecer una relación estrecha entre la ubicación y un significado alegórico coherente con el programa perseguido. Es interesante notar, por ejemplo, que los antecesores citados por Bolívar no son poetas sino dos científicos (La Condamine y Humboldt), cuyas investigaciones fueron importantes para el conocimiento de la geografía del Nuevo Mundo por parte de las comunidades científicas europeas. Bolívar afirma estar buscando y aun sobrepasando sus huellas.

El yo del poema afirma desfallecer «al tocar» con su «cabeza la copa del firmamento», el éxtasis se completa con una posesión operada por el «dios de Colombia», quien embarga su mente de «un delirio febril» y lo enciende «con un fuego extraño y superior» (Mi delirio…, 124). Este ascenso sin precedentes logrado por Bolívar, que es a la vez físico y místico, habilita al yo del poema a hablar directamente con los dioses, en este caso, con el dios Tiempo. Este le muestra, después de hacerlo consciente de su pequeñez, el paso mismo de la historia. Esta visión le asigna una misión «prometeica» (Ojeda, Martínez, Ortiz s/p): el yo debe conservar en su mente lo que ha visto y debe dibujar en los ojos de sus semejantes «el cuadro del universo físico, del Universo moral», debe «decir la verdad a los hombres»(125). Al final, «la tremenda voz de Colombia» resucita de un grito al yo del poema y este confirma que se había transformado en otra cosa durante un breve momento, pues vuelve «a ser hombre» y deja testimonio de su experiencia escribiendo su «delirio»(125).

El aspecto geográfico del poema permite potenciar la observación de la «atalaya» a la que Bolívar reclama estarse subiendo. El ascenso hace posible un punto de vista privilegiado a partir del cual, de un solo vistazo, se puede divisar todo el territorio que deberá conformar a Colombia.[5] La integridad territorial que Bolívar observa desde la posición privilegiada del monte más alto del mundo,[6] cumple una función ideológica y utópica (Ricoeur), pues proyecta sobre el territorio, por medio de la imaginación, una poética que lo dota de un significado funcional al proyecto de la unión grancolombiana. Desde este registro más bien poético e imaginativo, el modo de integrar el territorio del sur se da a partir de la afirmación de una integridad geográfica «natural» entre los componentes de la unión, como la restitución de algo que debe ser de esa manera, porque siempre ha sido así.

3 El ascenso de Humboldt y el mapa del Chimborazo

La referencia a Humboldt en el poema de Bolívar debe ser tomada en cuenta con seriedad. No solo por la importancia que el Chimborazo tiene en la obra científica de prusiano y en la construcción de su figura mítica y su iconografía, sino por la manera cómo sus concepciones sobre la geografía vertical de la América equinoccial, sintetizadas en una visualización que tenía al volcán como protagonista, fueron actualizadas por precursores de la república colombiana como Francisco Antonio Zea y José Manuel Restrepo.

En su viaje a América (1799-1804), Humboldt estuvo dos veces en la región equinoccial (1799-1800 y 1801-1803). En su segundo viaje, el cual realizó por territorios de la Nueva Granada, Quito, Lima y Guayaquil, llevó a cabo en junio de 1802 un reconocido intento de escalar el volacán Chimborazo (Humboldt, Vues I 128; «On two attemps»). En el momento en el que hizo su ascenso, que no logró coronar, este era considerado el monte más alto del mundo. Esta hazaña contribuyó a dibujar el perfil de Humboldt como uno de los científicos viajeros más afamados e influyentes, pues condensaba el tipo de práctica científica que le era característica. Esto es, convertir en datos un gran número de observaciones a partir de la experiencia directa que le permitía el viaje.[7] Esta gran «gesta» (Pimentel 187), se convirtió en un índice de reconocimiento para Humboldt a lo largo del Viejo Mundo. Tanto así, que el Chimborazo se volvió uno de los atributos más usados en la iconografía del naturalista prusiano (Lubrich), como puede verse en las pinturas de Friedrich Georg Weitsch, Karl von Steuben y Julius Schrader, quienes pintaron a Humboldt en las inmediaciones de la montaña.

En 1804 Gay-Lussac ascendió en globo aerostático a más de 7.000 metros y en 1807 Crowford reveló, para occidente, el hallazgo de que las cumbres del Tíbet eran más altas que el Chimborazo (Humboldt, Vues I 201). Ante esta circunstancia, que Humboldt acepta a «regañadientes»(Pimentel), no le quedó más remedio que reinterpretar su gesta. Después de restarle importancia, al asegurar que la altura absoluta de las montañas es de poca importancia «a los ojos de un verdadero geólogo» (Humboldt, Vues I 202), afirmó en la introducción de su obra Cosmos (1846-1862) que a pesar de que haya otras cumbres con elevaciones que excedan por mucho las de las americanas, estas no pueden, sin embargo, «ofrecer la misma variedad de fenómenos, a causa de su posición geográfica» (Humboldt, CosmosI 10). El paisaje tropical y de las zonas ecuatoriales es superior porque hay una mayor cantidad de manifestaciones de la naturaleza en una extensión inferior.

Ilustración 1.
Ilustración 1.

Tableau phisique. Fuente: David Rumsey Historical Map Collection. En: http://www.davidrumsey.com/luna/servlet/s/52mk19

Esta imagen se convertirá en un paradigma de la visualización de espacios verticales y de la visualización de datos en general y, servirá de fuente y de motivo de inspiración a la ciencia ambiental (Zimmer). Este diagrama permite, de un vistazo, integrar múltiples elementos propios de la «mirada fisionómica»(Poole, 70), característica de los métodos de visualización de Humboldt. Aquellos que le permiten conformar «escenas» o «cuadros de naturaleza» y mostrar de manera compenetrada diversos elementos que se interpenetran entre sí (Puig-Samper y Rebok) En efecto, el Tableau phisique es parte íntegra del Essai sur la géographie des plantes (1807), en el que todo el aparato de argumentación está al servicio de la descripción e interpretación de esta visualización. Humboldt se propone desde el prólogo presentar «una visión general (…) sobre los fenómenos observados», para elaborar un «cuadro de la naturaleza» en los países de la América equinoccial (Humboldt, Essai VI). De esta manera, Humboldt pretende que su cuadro pueda «hacer nacer conciliaciones inesperadas en el espíritu»(Humboldt, Essai 43), capaces de «ocupar nuesta imaginación» y de «elevar nuestras concepciones más sublimes»(44). Es así como Pedro da Costa Gomes, afirma con acierto que los cuadros elaborados por Humboldt no eran meros instrumentos gráficos o ilustraciones, sino «propiamente una forma visual de pensar»(60).

En la imagen aparece un corte transversal en el que se integran los andes ecuatoriales, la costa pacífica y las tierras bajas del Amazonas. Zimmer destaca que este mapa ofrece una ilustración del modelo conocido como la «triada canónica»: tierras bajas de la costa del Pacífico, tierras altas de los Andes, tierras bajas de los bosques lluviosos de la cuenca amazónica» (Zimmer, 128). Nótese que este justo es el paisaje recorrido por Bolívar durante su delirio y es también, a grandes rasgos, el territorio de la unión grancolombiana.

4 El Chimborazo entre Humboldt y Caldas.

En Guayaquil Humboldt redactó en 1802 la primera versión del Essai, al tiempo que elaboraba un boceto del mapa del Chimborzo hecho en acuarela, que se denominó Géographie des plantes près de l´Equateur. Tableau physique des Andes et pais (sic) voisins, dressé sur les observations et mesures faites sur les lieus en 1799-1803 (Ilustración 2).

Ilustración 2
Ilustración 2

Géographie des plantes près de l´Equateur. Tableau physique des Andes et pais (sic) voisins, dressé sur les observations et mesures faites sur les lieus en 1799-1803. Fuente: Museo Nacional de Colombia. Registro 1204.

El naturalista prusiano envió los primeros bocetos a José Celestino Mutis a través de Juan Pío Montúfar (1758–1819), marqués de Selva Alegre, quien a su vez los envió al director de la expedición botánica, con dos meses de retraso, por medio de Francisco José de Caldas (Gómez 24-25). La obra sería publicada por Humboldt en 1807 en París (Humboldt, Essai) acompañada de un grabado basado en la acuarela original, denominado Géographie des plantes équinoxiales. Tableau physique des Andes et Pays voisins (1807) (Ilustración 1). También será publicada una traducción al español elaborada por Jorge Tadeo Lozano en 1809 en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada editado por José Francisco Caldas. En el «Prefación» elaborado por Caldas para contextualizar la obra de Humboldt se lee que no se pudo acompañar con la lámina por «falta de planchas y de Gravadores» (126), se ofrece los servicios de don Antonio García para calcar una copia exacta y así «sacar todo el fruto que promete la Geografía de las plantas»(126).

Cuando Caldas envió a Mutis la copia de la acuarela y el manuscrito de Humboldt en abril de 1802, añadió un texto suyo al que se refirió como «friolera» (Caldas, Memoria127). Allí le comunicaba al director de la Expedición botánica, que venía trabajando de manera independiente en un tema semejante al del prusiano, acompañando el manuscrito con una imagen manuscrita con perfiles y elevaciones barométricas de plantas (Caldas, Memoria). Este es la continuación del Plan de un viaje proyectado de Quito a la «América setentrional» que Caldas había propuesto a Mutis exactamente un año antes, en abril de 1802. También le envió en septiembre de ese año una imagen conocida como Nivelación de 30 especies de plantas puestas sobre la vista occidental de Imbabura, montañas en las cercanías de Ibarra. Es decir, seis meses antes de conocer la acuarela de Humboldt. Esta coincidencia entre los programas de investigación ha llevado a la historiografía de la ciencia contemporánea a calificar a Humboldt y a Caldas como «gestores simultáneos» (Gómez, 46), que ejercieron entre si una «influencia mutua» (Päßler), para la postulación de la disciplina científica de la fitogeografía o la Geografía de las plantas.

Caldas seguirá proyectando su obra. En textos posteriores se encarga de delinear las características que tendría este trabajo. Así, para este proyecto también prepara un acompañamiento visual. Dice que la obra tendrá 19 láminas de las cuales hay elaboradas a esa fecha 9. Además, detalla la manera como será elaborada la Carta Botánica del Reino. Afirma que «el lugar que ocupan los pueblos, las villas, las ciudades, las colinas, los arroyos, lo llenan las producciones vegetales del Virreinato» (Caldas, Informe 220). También afirma que no solo manifestará la localidad de las plantas, sino que ha formado perfiles de los Andes que suponen «el ojo del observador a muchas leguas de distancia al Occidente de esta famosa cadena de montañas» y «las proyecta al Oriente sobre un fondo azulado mezclado de nubes». De esta manera espera mostrar «la fisonomía de las puntas más elevadas, los volcanes, los pueblos, las ciudades, los valles, las plantas proyectadas a la altura en que nacen» y posibilitar que de una «simple ojeada», se pueda saber la «altura sobre el nivel del Océano y qué latitud tiene cada ciudad, cada punto de estos perfiles» (Caldas, Informe 220). Entre los documentos cartográficos de Caldas se pueden observar 2 series de láminas con perfiles de los Andes que probablemente estén relacionadas con las mencionadas en su informe.[8] En la lámina 7 de la primera serie llamada Perfil [Vista] de los Andes, de Loja a Quito, se puede observar al volcán Chimborazo coronando el panorama (Ilustración 3).

Ilustración 3
Ilustración 3

Lámina 7, Perfil [Vista] de los Andes, de Loja a Quito Fuente: Nieto Olarte, Mauricio. La obra cartográfica de Francisco José de Caldas. Bogota: Uniandes-ACCEFYN-ACH-ICANH, 2006.

La relación entre Humboldt y Caldas ha llevado a investigadores como Jorge Cañizares Esguerra a postular la necesidad de tener en cuenta la experiencia americana en la elaboración del Tableau physique (Cañizares-Esguerra, n36 152; Cañizares-Esguerra y Thurner, Andes). Esta se suma a otras propuestas de la historiografía como la hecha por Sylvie Romanowski, quien afirma que la inspiración es derivada de la representación de los perfiles de Quito, que se encuentran en la lámina 3 del Journal du voyage fait par ordre du roi, a l’équateur (Paris, 1751), de Charles-Marie de La Condamine; la de Güttler, quien argumenta que también se basó en el modelo del Coup verticale des montagnes vivaroises del Abbé Jean-Louis Giraud-Soulavie y, Patrick Anthony, quien ha insistido en la necesidad de volver sobre la formación de Humboldt como minero en el cameralismo prusiano para encontrar la génesis de su preocupación por la espacialidad vertical. La evidencia contundente que ha presentado la historiografía en favor del desarrollo independiente de las concepciones de Caldas sobre la fitogeografía, no niega necesariamente que Humboldt haya tenido a su disposición todos los recursos mencionados, sino que afirma la necesidad de reconocer que estos se afianzaron y lograron nuevas dimensiones por el hecho de la afectación que tuvo que tener sobre el prusiano el paisaje vertical andino y la red de actores que le permitió pensarlo, recorrerlo y habitarlo de un cierto modo.

Es necesario reconocer que el debate sobre la representación de la naturaleza americana también era estético. Involucraba una exploración sobre maneras de construir imágenes que permitieran mostrar las particularidades geográficas de los reinos de América, así como su riqueza natural. Estas imágenes fueron elaboradas en el contexto de una alta valoración de los materiales visuales como un modo de hacer visibles los dominos el imperio hispano para posibilitar su gobierno. Se trata de imágenes producidas por ilustrados y pintores criollos, exploradores científicos de las expediciones hispánicas y burócratas virreinales: ilustraciones botánicas que flotan descontextualizadas en un fondo blanco (Bleichmar, Visible), pinturas de casta (Carrera) y de mestizaje (Bleichmar, Visible), cuadros de historia natural (Bleichmar Seeng Peruvian), ilustraciones en documentos virreinales (Peralta Ruiz), álbumes y colecciones de láminas de tipos y especímenes de fauna y flora hechos con sensibilidad ilustrada (Berquist) y las cartografías verticales como las de Caldas que ya hemos mencionado (Nieto, La obra cartográfica). En general obras que se produjeron en un contexto de discusiones internacionales acerca de su supuesta inferioridad en relación con las del Viejo Mundo (Gerbi), en un contexto de competencias por la hegemonía imperial (Elliott), de disputas al interior de la Monarquía hispana por lograr prerrogativas locales y de grupo en medio de la reorganización borbona (Kuethe y Andrien), en un contexto de profundas transformaciones sociales, políticas, científicas y tecnológicas que darán forma al mundo moderno (Bayly).

Humboldt conocía todo este material visual. Cuando se detuvo en Madrid en 1799 para tramitar su permiso para ir a América, pudo tener acceso al conocimiento que se había producido sobre el Nuevo Mundo. Esto incluye de modo especial los resultados de las diferentes expediciones científicas borbónicas. Allí se relacionó con el círculo científico del Jardín Botánico del Prado y visitó lugares en donde se encontraban algunas de las obras que representaban la naturaleza americana con «color local»,[9] tales como las pinturas de mestizaje de Vicente Alban y el Quadro del Perú comisionado por Lequanda. Estas obras se encontraban en el Real Gabinete de Historia Natural, que había sido inaugurado en 1776. Todos estos contactos y visitas sirvieron a Humboldt en su labor de documentación para el viaje y para aumentar sus conocimientos acerca de los territorios americanos. A esto es necesario sumar el hecho de todos los científicos, funcionarios y guías con los que estuvo en contacto mientras hizo su recorrido.

El viaje de Humboldt tuvo lugar durante el período de vigencia de la Monarquía hispana. De la misma manera, la obra de Caldas fue producida en el contexto de la ciencia imperial del período borbón (como sucedió con tantos otros naturalistas criollos que después estarían involucrados en sus propios procesos independentistas a lo largo de la América hispana). A pesar de esto, las obras de Humboldt y Caldas fueron usadas por los primeros colombianos para fundamentar la naciente ciencia que estaría al servicio de la contrucción de la república. Sus obras fundamentaron algunos de los relatos que articulaban los cimientos de la nueva comunidad.

En el caso de Humboldt, es famoso el encuentro entre el sabio y Bolívar en Europa, donde escalaron juntos el Vesubio. Alguna historiografía y relatos patrios fundacionales han especulado acerca de las conversaciones acerca de América y sus volcanes que debieron haber tenido mientras llevaban a cabo esta travesía. Incluso hay quien ha afirmado que fue Humboldt quien impulsó a Bolívar en la búsqueda de la independencia, pero como mostraron Rippy y Brann, no hay nada que pruebe que el prusiano pudiera imaginar el futuro de Bolívar.

Si bien es cierto que el autor de la Geografía de las plantas se mostró en varios contextos crítico con el gobierno hispano ―especialmente en sus diarios―,[10] también es cierto que no siempre fue optimista acerca de la posibilidad de la independencia, le preocupaba la discordia entre los diferentes segumentos de la población de América, dudaba de la existencia de un sujeto político que lograra la tarea, consideraba peligroso un levantamiento popular que degenerara en violencia y siempre mantuvo respeto ante las autoridades de la Monarquía hispana. Por ejemplo, todas las ediciones del Ensayo político del Reino de la Nueva España mantuvieron su dedicatoria al rey Carlos IV, incluso la de 1825 (Humboldt, Essai politique I). Esto a pesar de las críticas que en ese libro se pueden encontrar sobre el hecho de que los «dos millones y medio de indios de Nueva España no estuvieran en absoluto protegidos por las leyes españolas, en general sabias y humanas» (Humboldt, Essai politique 6). Su opinión al respecto moduló a medida que se iban desenvolviendo los acontecimientos del proceso independentista (Zeuske).

Caldas, por su parte, produjo su obra como súbdito de la Monarquía hispana. Si bien participó en la declaración de independencia de Santafé, se suele olvidar que él no pidió la independencia de Fernando VII, sino de las cortes españolas. Así como los otros criollos involucrados, la acción se producía como respuesta a la crisis de soberanía que dejaba la vacancia real. Su posición contra la Monarquía se fue radicalizando con posterioridad al inicio del proceso de independenica, en el que se desempeñó como ingeniero militar en el bando de las Provincias Unidas de la Nueva Granada durante el período del «interregno» y luego, en el bando republicano durante el período de La Restauración.[11] Este fue el contexto en el que Caldas fue ejecutado. Su muerte en manos de las tropas de la Restauración sirvió para que se construyera sobre él una hagiografía de sabio solitario que hizo su obra a pesar de la represión hispana. Este tipo de relatos tienden a pasar por alto el hecho de que la producción de Caldas se dio en el contexto de la ciencia imperial borbona, de la que participó junto con un buen número de actores en el reconocimiento de los límites, las plantas, los metales y en general las riquezas del imperio y sus diferentes reinos. Asímismo, se tiende a borrar la rica producción cartográfica llevada a cabo por los ingenieros militares de la corona española, como es el caso del Mapa corográfico de la Nueva Granada (1808-1810) de Vicente Talledo, calcado por Caldas en el proceso de realización del mapa de las Provincias Unidas de la nueva Granada (1811-1815) (Mejía, 4-5). Lina del Castillo se ha acercado a la manera como los líderes de la primera Colombia editaron y reimprimieron las palabras de Caldas para encausar las prioridades de la nueva república, de manera que su figura fue presentada como la del «Galileo de la primera república de Colombia» (del Castillo La invención 3).

Sin embargo, es necesario contextualizar el alcance de las obras de ambos personajes. Por un lado, Humboldt usó los datos de su viaje a América para iniciar un estudio comparativo de alcance global en el que involucraba relaciones entre las culturas, paisajes, gentes y artefactos de diferentes lugares y períodos históricos.[12] En efecto, después de volver de su viaje americano en 1804, Humboldt se radicó en París y desde allí, inició un diálogo con especialistas de los más variados saberes científicos en un intento por lograr una visión orgánica de la naturaleza.[13] Menos de un año después de su regreso a Europa, en 1805, realizó un viaje a Italia que le permitió hacer mediaciones geológicas y meteorológicas en lugares como el volcán Vesubio ―lo que llevó a inevitables comparaciones con el Chimborazo―, visitar los archivos del vaticano, trabar relaciones con eruditos en arqueología e historia antigua y con artistas que le ayudaron a confeccionar las láminas de Vues (Bourguet).[14] Por su parte, el alcance de la obra de Caldas es más local. Aunque no deja de participar en debates globales, como el denominado por Gerbi «la disputa sobre el Nuevo Mundo» (Caldas «Influjo»), sus investigaciones sobre la geografía de las plantas están orientados a una «geografía económica» (Caldas Estado de la Geografía),[15] en la que el estudio de la botánica y su distribución por el territorio vertical andino es instrumental en relación con el objetivo del progreso de la Nueva Granada. Vemos, entonces, que la diferencia entre ambos actores tiene que ver con el alcance de su obra. Este alcance, sin embargo, no es meramente conceptual. También lo es de tipo práctico relacionado con lo que podríamos caracterizar como una Geopolítica del conocimiento. Esto porque, según resalta Mauricio Nieto, el carácter global de la obra de Humboldt es resultado de su «capacidad de movilizar recursos, datos e información en una escala a la que un criollo en América jamás tendría acceso» (Nieto Orden Natural 219).

Pese a estas precisiones, la obra de Humboldt y Caldas ha servido para construir una agenda de fundamentación de la geografía nacional, que aun resuena en la imagen que los colombianos tienen hoy de Colombia. Por eso es necesario distinguir la obra de Humboldt y Caldas de lo que se ha hecho con la obra de ambos.[16] Tópicos relacionados con la biodiversidad, los múltiples climas y las diferencias entre los paisajes y los habitantes de las tierras altas y bajas hacen parte del repertorio con el cual se reconocen las características geográficas de Colombia. Una de las formas que tomó el desarrollo de esta agenda, en el momento específico en el que fue construida, fue la de fundamentar la existencia de una integridad geográfica con características específicas, que justificarían la unión entre las diferentes unidades políticas que por aquel entonces conformaron la primera Colombia.

5 El Chimborazo en el mapa Humboldt y otras autoridades recientes

En 1823 Francisco Antonio Zea patrocinó la publicación de dos volúmenes editados por Alexander Walker (1822), en inglés y en castellano. Estaban basados mayormente en el archivo londinense de Francisco Miranda, dirigidos a los lectores británicos, sobre todo a comerciantes y colonos.[17] El hecho tuvo lugar en el contexto de las funciones de Zea como ministro plenipotenciario en Europa, quien, por encargo de Bolívar, buscaba en países como Gran Bretaña y Francia reconocimiento diplomático, ayudas económicas, promoción para la migración einversiones. La estrategia era la promoción de los recursos naturales y mineros de Colombia (del Castillo Entangled). La publicación del mencionado texto de Walker estaba precedida por un mapa conocido con el nombre de Humboldt y otras autoridades recientes (del Castillo y Díaz; Duque 100-101) (Ilustración 4).

Este mapa, así como el texto que lo acompaña, nos interesan porque en ellos aparece representado el volcán del Chimborazo en la manera que este «portento natural» se incluye en la narrativa con la que Colombia se quiere presentar hacia el exterior y hacia su interior. El primer aspecto que es necesario rescatar es el cartucho del mapa (Ilustración 5).

Ilustración 5
Ilustración 5

Detalle. Humboldt y otras autoridades recientes. Fuente: Walker

Allí aparecen personalizaciones que representan los diferentes componentes de la república. El Orinoco, que hace las veces de Venezuela, es personificado por un hombre de tez clara, que apoya su bastón de mando y se reclina sobre un jarrón con aguas que fluyen. Por su parte, la Nueva Granada, personificada por el Río Magdalena, aparece como una mujer, también blanca, con frutas en sus manos mientras se reclina sobre otro jarrón. Detrás de ellos podemos observar la cumbre nevada del volcán Chimborazo. La imagen alegoriza la integración de las diferentes unidades políticas que conformarían a Colombia a comienzos de 1820. Este cartucho se puede leer como un paisaje compuesto en el que se integran elementos múltiples y deferenciados en una unidad. Tal y como lo han tratado de hacer muchas imágenes políticas al hacer frente al problema fundamental de la política moderna, integrar lo diverso en la unidad.[18] Allí se hace evidente la importancia que tuvo para la integridad territorial de la república la aglomeración de los elementos geográficos. El mensaje que expresa el cartucho del mapa es claro: la naturaleza misma es la que da fundamento a la unidad geográfica de la naciente república. A esto debemos sumar el hecho de que el título del mapa invoca la autoridad científica de Humboldt, el más reconocido estudioso de la geografía equinoccial, lo cual retóricamente puede tener el efecto de reforzar su veracidad y aceptación ante las audiencias locales e internacionales.

Esta unión, además de estar representada en la interacción entre las figuras -Venezuela, Nueva Granada y el escenario geográfico del volcán-, también lo está en las diez estrellas que se encuentran en la parte superior del escudo, que hacen las veces de las provincias que, por aquel entonces, componían Colombia. Martínez afirma que la imagen del cartucho puede ser considerada como un diseño provisional de las armas de Colombia, que tuvieron un modelo paralelo que se puede ver en el sello de una carta despachada el 1º de agosto de 1820 desde Londres por Francisco Antonio Zea (Ilustración 6), custodiada en el Archivo de la Cancillería Colombiana (251). En este escudo no está el Chimborazo, pero el deseo de integrar al reino de Quito ya se puede observar en las tres estrellas que se divisan en su parte superior. El diseño definitivo se aprobó por el congreso general de Colombia en la sesión extraordinaria nocturna del 4 de octubre de 1821: «Artículo 1°. Se usará en adelante, en lugar de armas, de dos cornucopias llenas de frutos y flores de los países fríos, templados y cálidos».[19] La referencia a los productos de diferentes climas nos recuerda las ideas sobre la biodiversidad que ya hemos comentado. Esto muestra que, de acuerdo con la imagen oficial de la república, la diversidad de climas era considerada una fuente de la fortaleza de Colombia (Afanador).

Ilustración 6
Ilustración 6

Diseño provisional de las armas de Colombia, 1822. Fuente: Martínez.

La imagen del Chimborazo no necesariamente debe interpretarse como un escenario pasivo. Juan Pimentel nos recuerda que una de las innovaciones que Humboldt aportó a la vulcanología fue la de la postulación de la teoría que distinguía entre la procedencia endógena de las rocas eruptivas y la procedencia exógena de las sedimentarias. En el contexto del debate sobre el carácter impúber y degenerativo del Nuevo Mundo (canónicamente reconstruido por Antonello Gerbi), esto significaba «apoyar el papel generativo de los volcanes en la historia geológica de la tierra, para afirmar la primacía del paisaje andino también en este terreno» (Pimentel, 207).[20] Esto quiere decir que los volcanes no solo interesaban como parte del paisaje «sino como fuerzas productoras de la naturaleza» (207). Esta interpretación es extendida por Pimentel al plano ideológico y social, en el que se afirma que «lo volcánico era (y en parte sigue siendo) lo revolucionario» (207). El sentido liberador y emancipador del volcán activo que puede generar la historia, es lo que está en la base del poema de Bolívar. El Chimborazo no es un escenario pasivo en el que la escena toma lugar, sino la fuerza activa que la hace posible.

Así, la humeante cima del volcán ofrece un ambiente montañoso sin el cual la variedad de climas no podría ser aprovechada. Gracias a ese ambiente montañoso es posible contar con altiplanos de clima templado en donde se pueden ubicar las ciudades con habitantes benignamente afectados por el clima y que, con su industria, pueden aprovechar las bondades de la biodiversidad. En el mapa este aspecto también se hace visible por la manera como están representadas las montañas que componen lo cordillera de los Andes, cuyo sombreado «las hace mucho más dramáticas» (del Castillo, Gran Colombia 143) (Ilustración 4). En un detalle del mapa, podemos observar cómo se resaltan las montañas individuales en el conjunto de la cordillera. Entre estas, el Chimborazo destaca por su volumen.

En el texto de Walker, precisamente en el contexto de la descripción geográfica de Colombia, se resalta el paisaje de los Andes como integrador geográfico de Colombia. Walker afirma que la mayor altitud de los Andes tiene lugar cerca al Ecuador, donde el Chimborazo se alza a una increíble (amazing) altura sobre el nivel del mar (2). Hacia el sur es donde las montañas de los Andes se ven en sus «formas más sublimes» (in their most sublime forms) (3): ascienden hasta los cielos y sus conos blancos contrastan con el azul oscuro de firmamento circundante (3-4).

6 El Chimborazo en el Mapa de la Historia de Colombia de Lallement.

En el siguiente caso podemos observar los frutos de la imagen que se proyectaba desde Colombia, pues es un mapa que aparece en una historia de Colombia publicada en Francia en 1826, escrita por Guilaume Lallement (Ilustración 7). Este es un buen ejemplo para mostrar qué tan efectiva fue la narrativa de la biodiversidad y el portento natural colombiano construida alrededor del Chimborazo en la comunidad internacional. Esto es porque este libro no fue del agrado de Bolívar, lo cual muestra que no fue un libro realizado con propósitos propagandísticos a favor de los intereses del libertador, contrario a lo que podría decirse de la Historiade José Manuel Restrepo.

Ilustración 7.
Ilustración 7.

Mapa de Colombia. Fuente: Lallement.

Según Luis Peru de La Croix (1780-1837), Simón Bolívar dijo que el libro de G. Lallement era «una farmalla» y que comparado con el de Restrepo resultaba pobre y mentiroso (Cardona). De este libro también puede encontrarse una reseña en la Gaceta de Colombia, en la que se afirma que no se desestimaba «el trabajo del señor Lallement» y se apreciaba el «concepto ventajoso que ha hecho de la república de Colombia, de sus leyes, del LIBERTADOR (…)» (Nº 292, 20 mayo 1827, p. 4), pero se observa que «un extranjero que nunca ha visitado a Colombia no puede menos que escribir una historia equivocada» (2). En la reseña se indican «aunque rápidamente los errores que contiene este volumen», sobre todo en lo que se refiere a detalles de las campañas libertadoras. Entre las imprecisiones se señala una «falla de nociones en la geografía de Colombia»(2), citando el ejemplo de una imprecisión geográfica en la narración de las campañas en el llano.

Para nuestros intereses es pertinente señalar que el mapa con el que abre la obra está rodeado por unas imágenes que hacen las veces de marco, y que cumplen la función de complementar la información cartográfica con un acercamiento corográfico, aportando información visual sobre vistas, tipos sociales y personajes notables que pueden hallarse en el territorio descrito por el mapa. En este marco de imágenes destaca Bolívar, quien preside la parte superior en el centro. A sus lados se encuentra una vista del Puente de Pandi y otra del salto de Tequendama. En la parte inferior podemos observar, ocupando toda la sección, al Chimborazo. En los costados se encuentran algunos tipos sociales tomados del relato de Gaspar Mollien publicado en 1825, que a su vez fueron tomados de originales de Francois Desiré Roulin. En primer lugar, es necesario resaltar que las vistas usadas fueron popularizadas por Humboldt en su obra Vues des Cordillèras y fueron reproducidas por un buen número de viajeros que, a lo largo del siglo XIX, siguieron sus pasos. También es necesario resaltar que la mayoría de las imágenes, excepto la del Chimborazo, se refieren a tipos y vistas de las tierras altas de la Nueva Granada. Asimismo, las montañas de la cordillera de los Andes, del mismo modo que en el mapa de Humboldt y otras autoridades recientes, han sido resaltadas de modo dramático.

Esto es algo que se corresponde con la descripción que Lallement hace de la geografía colombiana. Allí se pueden identificar algunos de los tópicos que hemos venido mencionando respecto de la valoración positiva que tienen la diversidad de climas en una sociedad. Esto, tanto referido a la biodiversidad: «variedades hacen posible cultivar con éxito todas las producciones del mundo, criar y alimentar a todas las especies de animales conocidas»(9), como a las ventajas del clima templado para la civilización: «las regiones más ricas y pobladas están como suspendidas entre la tierra y el cielo»(9). El Chimborazo es el portento natural que corona este paisaje biodiverso y apto para la civilización: «Finalmente, los nevados (terreno cubierto de nieve) coronan las cordilleras, cuya altura más alta, el Chimborazo, es de tres mil trescientas cincuenta brazas sobre el mar»(10).

Otro caso que podemos mencionar brevemente es el relato de Gaspar Mollien (1825). Llama la atención el momento en que describe su experiencia en el salto del Tequendama. Mollien afirma que nunca había experimentado «una impresión tan fuerte como la que me causó esa catarata» (82). Para describirla, utiliza un símil sugerente, afirma que el agua cayendo de las cataratas es semejante a un «alud desprendido de la cima del Chimborazo»(82). Estando muy lejos del volcán, Mollien no puede evitar establecer una comparación entre ambos portentos naturales. Tal vez porque estaba acostumbrado a que las imágenes de estos dos fenómenos naturales fueran presentadas de manera concomitante, como representaciones del territorio equinoccial, en múltiples relatos de viajeros y en otro tipo de publicaciones, evidentemente influidas por las imágenes de Humboldt en obras como Vues. Tal es el caso del mapa de Lallement que acabamos de comentar.[21]

7 Tensiones en las representaciones hechas por el gobierno central de los departamentos del sur.

El siguiente punto que mencionaremos está relacionado con la ley territorial de 1824 y el mapa de José Manuel Restrepo, tanto en su versión manuscrita de 1825, como en la publicada en Paris en 1827 integrado en el Atlas que hace las veces de volumen XI de la Historia de la revolución de la República de Colombia (Ilustración 8). Nos interesan estos documentos, no tanto por la manera como allí aparece representado el volcán Chimborazo, sino por las tensiones que en ocasión de su publicación e implementación tuvieron lugar en relación a las pretensiones centralistas del gobierno central de Bogotá y los reclamos de autonomía territorial de los departamentos del sur.

Ilustración 8
Ilustración 8

Carta de la República de Colombia. 1927. Fuente: Restrepo

El mapa de Restrepo fue elaborado en el registro utópico e ideológico que comentamos con respecto al Delirio de Bolívar. En el momento en que se elaboró ya se habían manifestado algunas de las crisis que mostraban la poca estabilidad que tenía la República, como son los casos de la Cosiata en Valencia y las manifestaciones de las municipalidades de Quito, Cuenca y Guayaquil a favor de una revisión de la constitución de Cúcuta. Estas fueron situaciones en que las expresiones de soberanía local pusieron en entre dicho la soberanía general defendida por el centralismo desde Bogotá (Cabrera, La sobernía; La incorporación; MorelliUna gran asociación. Territorio). En este sentido, el mapa de Restrepo ha sido interpretado como parte de un conjunto de publicaciones orientadas a que las audiencias nacionales e internacionales recibieran una «imagen de la República de Colombia que reflejara una fuerza política coherente y dominante sobre los territorios que reclamaba como propios» (del Castillo,La cartografía impresa). En el afán de proyectar una realidad política coherente, lo que el mapa refleja es un «deber ser», es decir, lo que las autoridades centrales colombianas deseaban que fuera el país (Díaz; Muñoz; Nieto, 36).

El mapa fue en gran parte el trabajo conjunto de Restrepo con un gabinete de cartógrafos entre los que se encontraban algunos de los miembros de la expedición contratada por Zea para determinar las riquezas naturales y minerales de Colombia, con el ánimo de asegurar reconocimientos económicos y diplomáticos a nivel internacional. Entre estos, en especial José María Lanz, quien dibujó la base del mapa de 1825. Las observaciones y estudios de estos científicos también sirvieron como sustento para la formulación de la ley de ordenamiento territorial de 1824, de acuerdo con la cual se organizó el territorio en departamentos, provincias y cantones. Esta ley organizó los territorios del sur en tres departamentos, Ecuador, Guayaquil y Asuay (Gaceta de Colombia, 142 (1824). 4 jul.).

Lina del Castillo ha llamado la atención sobre el nombre de uno de estos departamentos (Entangled). Según nos dice, Restrepo y su gabinete de cartógrafos tenían que saber que Quito era conocido como El Ecuador en círculos europeos. Este era el nombre que le había dado La Condamine en la expedición geodésica de la primera mitad del siglo XVIII que pretendía medir la curvatura de la tierra. La ley territorial de 1824, y el mapa manuscrito de 1825, fueron los primeros documentos en los que oficialmente se usó el nombre Ecuador para designar un cuerpo administrativo. En esta ley también se creó la provincia Chimborazo, que también aparece por primera vez representada en el mapa de 1825.

La intención tanto de la ley territorial como del mapa era romper viejas jerarquías territoriales que pudieran poner en cuestión la posición de Bogotá como autoridad central. El mapa, como se dijo, una vez publicado en Europa debería mostrar a Colombia y el mundo el «deber ser» según el cual el control territorial ejercido por la nueva república sobre el norte de Sudmérica era incontestable. Sin embargo, afirma del Castillo, «Restrepo y su gabinete de geógrafos no previeron que el esfuerzo por parte de Bogotá de implementar la nueva ley territorial ayudaría a desatar la eventual separación de la república»(Entangled 421). Según ha mostrado Federica Morelli, la ley de división territorial de 1824 falló en su objetivo de romper el control que ciudades como Quito tenían sobre sus tradicionales dominios y ocasionó una fuerte resistencia por parte de las elites de estos territorios (Morelli, Territorio).

Hay otro detalle que debe ser resaltado en el mapa de Restrepo de 1827 y que ayuda a respaldar lo dicho por del Castillo y Morelli. Este mapa, que ha sido caracterizado como un «bricolaje» (Díaz, Muñoz, Nieto 40), se despliega gracias a un ensamblaje de piezas entre las cuales llama la atención, en lo que tiene que ver con nuestros propósitos, el componente que sirvió para elaborar la parte relativa a «los departamentos de la antigua presidencia de Quito (…)»(39). Para estos efectos, afirma Restrepo en la introducción a su Atlas, «se ha copiado el mapa de don Pedro Maldonado, que se considera bien exacto»(39).

Llama la atención el poco detalle que dedica a explicar las fuentes de las que deriva la parte sur del mapa. Esto en oposición a lo sucedido con la Nueva Granada y Venezuela, casos en los que se esmera mucho más por acreditar las fuentes usadas. El mapa de Maldonado citado por Restrepo fue publicado póstumamente en París en 1750 (Ilustración 9).

Ilustración 9.
Ilustración 9.

Pedro Maldonado, Carta de la Provincia de Quito y de sus adjacentes, 1750, París. Fuente: Library of Congress Geography and Map Division Washington, D.C. 20540-4650 USA dcu

Es importante recordar que Maldonado, originario de Riobamba, fue el acompañante criollo de la expedición geodésica comandada por La Condamine, de la que según afirmamos anteriormente, se derivó el nombre de Ecuador para designar la ubicación geográfica en referencia a donde se halla la latidud cero. Neil Saifer destaca el hecho de que este mapa se haya convertido en un patrimonio cultural que fue actualizado por las élites criollas de Quito para su apropiación intelectual, así como para su apropiación territorial (Saifer, 204).

Podría considerarse que el uso por parte de Restrepo de este mapa como fuente para construir la imagen cartográfica de los departamentos del sur, obedeció a una operación de transposición y de borradura; un documento simbólico para la constitución de la identidad territorial de los quiteños, traspuesto y reinterpretado para ser incluido como uno más de los elementos en un mapa-bricolaje que tenía la pretensión de afianzar territorialmente la unión grancolombiana. Esta trasposición se hace evidente en las líneas amarillas que en el mapa de Restrepo resaltan las divisiones territoriales instauradas por la ley de 1824. En el caso del mapa de Maldonado las divisiones territoriales son sutiles líneas punteadas que señalan linderos entre corregimientos y gobernaciones. La línea roja que de manera notoria atraviesa el mapa de Maldonado es la que señala al «ecuador equinoccial». Podría argüirse sin embargo, que esta borradura no pudo ser efectuada de manera definitiva y que en el mapa de Restrepo supervive la latencia del de Maldonado.

Las tensiones entre las pretensiones de un gobierno central fuerte por parte de Bogotá y los reclamos de autonomía territorial de los departamentos del sur, se manifiestan en las discusiones al respecto de cómo los diferentes actores entendían las condiciones bajo las cuales se había dado la integración ente las diferentes partes de la unión colombiana. A este respecto, las discusiones sobre la anexión de Quito durante el congreso de Cúcuta, son un ejemplo interesante. Algunos de los representantes consideraban que la discusión era irrelevante puesto que Quito integraba «naturalmente» el Virreinato (Cabrera, La incorporación 70). Frente a esta postura, también había voces que veían improcedente la incorporación porque no se conocía la voluntad de afiliación por parte de los quiteños. Santiago Cabrera ha mostrado que, frente a estas diferentes posturas, el congreso decidió resolver el asunto de manera ambigua. Esto es porque la formulación de la composición territorial de la república no dejó claro si la voz «Nueva Granada» incluía o segregaba a la audiencia de Quito.

La expresión de estas diversas interpretaciones acerca de lo que es la soberanía y las condiciones bajo las cuales podía configurarse la unión entre pueblos que se percibían a sí mismos como distintos, se manifiesta de modo paradigmático en el modo como se expresó, por parte de Quito, la «voluntad» de integrarse a la república en el acta del 29 de mayo de 1822. Cabrera afirma que el lenguaje utilizado en esa acta muestra la expresión de una interpretación «local» de la soberanía, debido a que, en primer lugar, se legitima por medio de las autoridades municipales que actuaban en nombre de la audiencia y por el «deseo de los pueblos» y, en segundo lugar, porque se hace bajo el condicionamiento «pactista» de recobrar la soberanía si no se concede suficiente representación (Acta de capitulación de Quito, 25 may, 1822). Una interpretación semejante de la soberanía sería la que habría actuado en las expresiones municipales de Guayaquil, Quito y Cuenca en las crisis de 1826 (Cabrera, La soberanía) y en la crisis del sitio de Guayaquil por parte de la tercera división en 1827 (Morelli, Una gran asociación), así como en los pronunciamientos de la asamblea en Riobamba cuando se separaron lo departamentos del sur para forjar la unidad política que luego se conocería como Ecuador (Cabrera, La soberanía). De acuerdo con Federica Morelli, estas expresiones territoriales y localizadas de la soberanía tienen raíces en los cabildos coloniales y se afianzaron durante el juntismo gaditano en el contexto de la crisis imperial hispánica (Morelli, El territorio).

Esto contrasta con las representaciones que, como la del Chimborazo, permiten integrar el territorio del departamento sur a la unidad geográfica colombiana. Es decir, mientras desde el centro, en la narrativa de sujetos como Bolívar, Zea y Restrepo, el departamento del sur hacía parte de la unión debido a la integridad geográfica de la «América equinoccial», para los habitantes de estos territorios esta integración no era «natural», sino que era expresión de una soberanía local que podía revisar los términos del «pacto» si no se cumplían las expectativas con las que esta unión se había aprobado. Las tensiones en torno a la interpetación de la soberanía se manifiestan tambien en tensiones y disputas en torno a los símbolos que pretenden representar la ingridad de la unión de una comunidad política. Como veremos en el siguiente apartado, el Chimborazo se convertirá, más adelante, después de la disolución de la unión, en un símbolo de indentidad corográfica de la naciente República del Ecuador.

8 El Chimborazo en los símbolos nacionales después de la disolución de la república de Colombia

Santiago Cabrera muestra que es del ejercicio de la soberanía local, en un ambiente de negociación contingente entre las diferentes sedes departamentales del sur, que se deriva la conformación del espacio territorial ecuatoriano y no directamente del modelo territorial de la audiencia de Quito. En estas negociaciones estaban en juego, entre otras cosas, mejores condiciones de representación política. Prueba de ello fueron los acuerdos a los que arribaron las tres ciudades regionales sobre el tipo de representación política que tendrían en el Congreso de Riobamba de 1830, una vez consumada la disolución de la Gran Colombia.

El camino que se inicia con la disolución puede también analizarse desde el punto de vista de los símbolos, a partir de los cuales las nacientes repúblicas pretendieron diferenciarse del antecedente grancolombiano y en los cuales sus miembros también buscaron ser representados. Este es el sentido con que Georges Lomné ha interpretado lo que él denomina la entropía del signo heráldico (El espejo roto). El autor muestra cómo la heráldica de las tres repúblicas que surgieron de la disolución ha evolucionado hasta mediados de siglo XIX, pasando de un mero afán de diferenciación emblemática con la Colombia bolivariana al registro semiótico del progreso y la identidad corográfica.

El caso de Ecuador es muy diciente a este respecto. El primer escudo apenas se diferenciaba de las armas de la desaparecida república de Colombia. Esto es porque cuando el congreso reunido en Riobamaba aprobó el 19 de septiembre de 1830 la ley que designó las nuevas armas de Ecuador, todavía pensaba que estas solo debían distinguir al Ecuador entre los demás estados de la misma república. Esta es la razón del lema «El Ecuador en Colombia» (Martínez). El camino de diferenciación se fue acentuando y uno de los índices fue, como bien lo señala Lomné (El espejo roto), el de la identificación corográfica, que desembocaría en el uso de una imagen del protagonista de este trabajo: el volcán Chimborazo. En el escudo de 1835, basado en un diseño acuñado por Juan José Flores en 1833, pueden verse los volcanes que rodean a Quito descritos de la siguiente manera en un decreto del 14 de junio de 1836: «Los dos de la izquierda del escudo (derecha, visto de frente) representan el Guagua Pichincha, con un cóndor en su cima y el volcán Ruco Pichincha» (Martínez 259) En el escudo de 1843 la convención nacional reunida en Quito el 18 de junio, bajo la presidencia de Francisco de Marcos, resolvió cambiar el escudo de armas de la República. En este nuevo diseño se pueden divisar, entre otras figuras: «azul un río sobre cuyas aguas, se representará un barco; (…) un volcán» (260). Como vemos, los volcanes de Quito son reemplazados por un volcán genérico que no refiere específicamente a ninguno de los volcanes ecuatorianos. Finalmente, en 1845 aparece la imagen que, con algunas variaciones en 1860 y 1900, perdurará hasta nuestros días (Ilustración 10). En la descripción hecha por José Joaquín Olmedo se puede leer lo siguiente: «en la parte inferior, a la derecha, se representará el volcán Chimborazo, del que nacerá un río, y donde aparezca más caudaloso estará un buque a vapor que tenga por mástil un caduceo como símbolo de la navegación y del comercio, que son la fuente de prosperidad del Ecuador» (260).

Ilustración 10
Ilustración 10

Escudo de la República de Ecuador, 1845. Fuente: Martínez.

En la imagen se logra una suerte de compromiso que permite integrar de alguna manera a los componentes de esta naciente unión. La representación del río que surge del volcán Chimborazo, por la que navega un barco, se las arregla para incluir referencias al paisaje de la sierra de Quito, el de las montañas de Cuenca, y el curso descendente hacia las costas de Guayaquil.

9 Conclusión

John Quincy Adams, presidente de Estados Unidos en los años 1825-1829, afirma en una declaración que la democracia era, en su esencia, iconoclasta: «no tiene monumentos. No forja medallas. No lleva la cabeza de ningún hombre en una moneda» (citado en Bredekamp, Thomas Hobbes152). La experiencia de los estados políticos modernos ha probado de manera sobrada que la afirmación de Adams era equivocada. Lo cierto es que necesitan de imágenes y símbolos para funcionar del modo que lo hacen. Los procedimientos a partir de los cuales se elaboran dichas imágenes están atravesados por pugnas en las que los diferentes componentes de la comunidad política luchan por verse representados.

Este trabajo se esforzó en mostrar que, a este respecto, la Gran Colombia no fue la excepción. El volcán el Chimborazo fue un símbolo que cumplió la función de integrar en la «unidad superior» de la república de Colombia los territorios del sur que devendrían, después de la disolución, en el estado de Ecuador. Mostramos que, en el relato bolivariano ―como puede notarse en su poema- el Chimborazo aparecía como un potente símbolo a partir del cual se podía visualizar la integridad geográfica de una república colosal destinada a ser una potencia mundial. Este relato encontró en la autoridad de Humboldt y de Caldas una legitimación y se divulgó a partir de diversos medios como mapas, símbolos heráldicos, imágenes alegóricas y diferentes discursos con autoridad científica y civil. La eficacia del símbolo fue sin embargo objeto de disputa. Las tensiones que empezaron a darse al interior de la república alrededor de 1826, debido al ejercicio de soberanías locales que pusieron en cuestión el gobierno central fuerte que promovía Bogotá, terminarían contribuyendo a la disolución de la primera Colombia. Este proceso se vio reflejado en una expresión concomitante del ejercicio de la soberanía local, en la resignificación y reapropiación de símbolos como el Chimborazo, que terminarían haciéndose parte de la imaginería nacional de la naciente república del Ecuador.

De esta manera se mostró que el discurso geográfico, en plena transformación epistemológica por aquella época, sirvió de fundamento para la construcción de las argumentaciones de las nacientes unidades políticas del siglo XIX. Así, la transformación de la geografía para convertirse en una disciplina científica moderna está aparejada con la construcción de las comunidades imaginarias llamadas naciones (Anderson). Los mapas, los relatos de viajes, las láminas de viajeros y otra multitud de recursos usados por la geografía, tuvieron un efecto performativo(Bredekamp, Teoría) al afirmar la existencia de límites, cuadrículas, signos distintivos, la extensión y unidad de un territorio que de otra manera sería un pedazo de tierra sin significado para la comunidad política. ◊

10 Obras citadas

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5.2 Fuentes

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Periódicos

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Libros

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- «Colonies (Diario de viaje, Guayaquil (Ecuador), 4 de enero al 17 de febrero de 1803)». Lateinamerika am Vorabend der Unabhängigkeitsrevolution. Berlin: Akademie-Verlag, 1982.

- Essai politique sur le royaume de la Nouvelle-Espagne. Paris: Chez Antoine-Augustin Renouard, 1825.

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Notas

[1] Echeverri, Ortega y Straka afirman la paradoja de que el período que más se nombra en la narrativa histórica popular de Colombia, Ecuador, Venezuela y Panamá sea el menos conocido historiográficamente. También refieren una serie de estudios contemporáneos que están trabajando en novedosos abordajes. Así, el presente artículo propone un entrecruzamiento entre los estudios que abordan el período a partir de la pregunta por la transformación de las lógicas territoriales coloniales y su influencia en la disolución de la Gran Colombia (Cabrera, Morelli), y los estudios que integran la historia política, la historia de la ciencia (del Castillo; Afanador), y la iconografía política (Lomné)
[2] De esta manera, este trabajo sigue el camino abierto por Anderson con respecto a la relación entre la cultura impresa y la formación de las naciones en el siglo XIX. También sigue los pasos de los estudios que reflexionan sobre el papel de la cartografía y al discurso geográfico en las nuevas formaciones nacionales. En nuestro caso, debemos mencionar a Mauricio Nieto (La obra cartográfica; Orden Natural), Lina del Castillo (La invención), Lucía Duque (De la geografía) y Sergio Mejía (Cartografía e Ingeniería). Por último, queremos abogar por la necesidad un diálogo, todavía incipiente, con el campo estudios visuales. Sobre los efectos performativos de las imágenes en las disputas políticas hemos seguido a Horst Bredekamp (Thomas Hobbes; Teoría) Un ejemplo de este diálogo lo encontramos en Carrera (Traveling).
[3] Para un interpretación de la Divina comedia que apoya esta afirmación, Véase: Auerbach; Salazar.
[4] Al respecto véase: Crouzet-Pavan.
[5] En una carta dirigida a Simón Rodríguez en desde Pativilca, Perú, el 19 de enero de 1824, Bolívar se refiere, de una manera similar, al Chimborazo como un punto de observación privilegiado: «desde tan alto tenderá Vd. la vista; y al observar el cielo y la tierra, y admirando el pasmo de la creación divina (…)» (Bolívar, Doctrina 204-205).
[6] Desde 1807 se sabía que el monte más alto ya no era el Chimborazo, sino que se encontraba en el Himalaya. Al respecto ver infra, aparte sobre el ascenso de Humboldt al Chimborazo.
[7] «Práctica disciplinada para observar y medir un número de variables físicas en amplios territorios empleando instrumental de precisión y atendiendo a los posibles márgenes de error» La expresión «Humbldtian science» es acuñada por Susan Faye Cannon y ampliada por Michael Dettelbach. Para una referencia a la ciencia humboldtiana en relación con el ascenso de Humboldt al Chimborazo véase: Pimentel 183.
[8] Para revisar las series completas véase la recopilación de la obra cartógrafica de Caldas realizada por Mauricio Nieto (Nieto La obra 122-145), así como el catálogo de la exposición del Museo Nacional de Colombia Ojos en el cielo, pies en la tierra curada por José Antonio Amaya e Iván Felipe Suárez Lozano (Amaya y Suárez, Ojos 76-80). Además de anunciar la factura de las láminas para acompañar su Carta botánica, Caldas también ofrecía en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada el servicio de hacer copias manuscritas de los perfiles de los Andes para acompañar visualmente lo relatado en las memorias allí publicadas: «Mucho sentimos que el estado de las Artes no nos permita aclarar estas ideas por medio del grabado; pero estoy pronto a manifestar a los curiosos el Perfil de los Andes más Occidentales, que formé en 1804, y también permitir que se copie por un inteligente» (Caldas, «Estado de la geografía» 18)
[9] La expression es de Bleichmar (Visible 149)
[10] Tal vez el mejor ejemplo de su actitud crítica sea el fragmento de diario escrito en 1803 en Guayaquil denominado (Humboldt «Colonies» 64).
[11] Sobre la producción científica y las afiliaciones políticas de Caldas período posterior a la declaración de independencia en 1810, véase Amaya y Suáres 98-117. Sobre el «Interregno» véase: Gutiérres Ardila Un Nuevo Reino. Sobre «La Restauración» véase: Gutiérrez Ardila La Restauración, en donde se ubica el período en el contexto más amplio de las restauraciones monárquicas que tuevieron lugar en Europa como respuesta a las conquistas napoleónicas.
[12] Kwiatkowski refiere que el método que Humboldt utiliza para la construcción de su libro Vues, es el de un comparativismo morfológico. Esto en la medida que establece analogías y relaciones entre artefactos y cultas lejanas sin la necesidad de postular una relación causal común (Kwiatkowski 200)
[13] Para un panorama de los diálogos y el ambiente cultural y científico de la París de la época, véase: Tresch.
[14] Sobre Humboldt como un pensador de la globalidad véase: Ette.
[15] Sobre el interés de Caldas por le geografía económica véase Nieto Orden Natural 95-124.
[16] Seguimos a Dettelbach, quien propuso diferenciar a Humboldt de los humboldtianos, y distinguir la potencia de su visión orgánica de los usos que tuvo en ciertos proyectos nacionales (Dettelbach 288).
[17] Sobre este mapa consultar: (del Castillo: Díaz; Duque 100-101).
[18] Un ejemplo célebre es el del Frontispicio del Leviatán, en el que el soberano es representado por un cuerpo compuesto por la diversidad de la multitud (Bredekamp).
[19] Congreso general de Colombia en la sesión extraordinaria nocturna del 4 de octubre de 1821, Art. 1.
[20] Pimentel El volcán sublime 207.
[21] Beatriz González se refiere a la influencia de Humboldt en la pintura de paisajes del siglo XIX como «escuela de Humboldt». Margarita Serje lo hace respecto a las imágenes del texto de Humboldt, de las que existen numerosas versiones casi idénticas, repetidas por diferentes viajeros-artistas de los siglos XIX y XX, de las que El puente de Pandi y El salto del Tequendama son buenos ejemplos (112).
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