Tema Central
Recepción: 30 Agosto 2022
Aprobación: 15 Noviembre 2022
Resumen: El artículo indaga acerca de los orígenes de la Universidad Obrera Nacional (UON) –Facultad Regional La Plata― hoy conocida como Universidad Tecnológica Nacional (UTN), durante los primeros gobiernos peronistas en Argentina (1946-1955). La UON fue una institución de educación superior creada en 1948 que se organizó de forma regionalizada, adaptada a las industrias de los principales centros urbanos dónde se instalaron sus «facultades regionales». Su objetivo fue formar ingenieros especializados de origen obrero que fomentaran el desarrollo industrial, a los que otorgaría el título de «Ingeniero de Fábrica» en determinada especialidad. En ese sentido, el trabajo describirá los orígenes de la Facultad Regional La Plata, analizando las principales articulaciones socio-económicas y político-institucionales que presentó en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires.
Palabras clave: UON, La Plata, Ingeniería.
Abstract: The article inquires about the origins of the Universidad Obrera Nacional (UON) – La Plata Regional Faculty -now known as the National Technological University (UTN)- during the first Peronist governments in Argentina (1946-1955). The UON was a higher education institution created in 1948, which had a regionalized structure, adapted to the industries of the main urban centers where its «regional faculties» were installed. Its objective was to train specialized engineers of working-class origin that would promote industrial development, to whom it would grant the title of «Factory Engineer» in a certain specialty. In this sense, the work will describe the origins of its La Plata Regional Faculty, analyzing the main socio-economic and political-institutional articulations that it presented in the city of La Plata, capital of the province of Buenos Aires.
Keywords: UON, La Plata, engineering.
1 Introducción
La crisis financiera internacional de 1930, ocurrida tras la caída de la bolsa de Wall Street, produjo cambios considerables en el modelo de acumulación de capital primario-exportador, que había regido en América Latina hasta entonces. Una de sus primeras consecuencias fue el derrumbe del régimen multilateral de comercio y de pagos, la caída de los precios de los bienes primarios que la región exportaba, igual que su demanda en el mercado internacional.[1] A la merma de los ingresos por exportaciones se le agregó la imposibilidad de tomar créditos externos y numerosos países latinoamericanos ingresaron en cesación de pagos.[2] A estos eventos, luego se le sumaría el desenlace de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), que perturbó aún más la actividad comercial internacional, las finanzas y las inversiones internacionales (Ferrer, La economía Argentina239-245; Schvarzer 153).
Estos sucesos en el orden global tendieron a estimular un proceso interno de industrialización en gran parte de los países de la región. En ese sentido, el caso argentino se destacaba previamente debido a que el país contaba, desde inicios del siglo XX, con el desarrollo industrial más importante de América Latina.[3] Hacia el año 1929 el PBI industrial de Argentina llegó a ser más del doble que el brasileño y el triple del mexicano (Belini y Korol 57; Scheinkman y Odisio 84). La crisis de 1930 y la Segunda Guerra terminaron por dinamizar la industrialización, convirtiendo al sector en el «motor» de la economía nacional. Además, se produjo la emergencia de nuevos actores sociales ligados a este proceso, modificando las relaciones sociales y políticas en el país. Por otra parte, por primera vez la industria se consolidó como eje específico de la intervención estatal en la economía, suceso que tendió a generalizarse en diversos grados a escala regional (Sowter y Mason 145).
Un claro ejemplo de este tipo de políticas de promoción industrial ―que forma parte de la temática que nos interesa a lo largo de este trabajo a partir de un estudio de caso―, es la intervención de políticas estatales de capacitación y de formación técnico-profesional. El proceso de industrialización, que requirió de aprendizaje y cierto dominio tecnológico, tornó necesario la formación de mano de obra calificada y de profesionales capaces de llevarlo adelante. Por ello, gobiernos de distintos signos en América Latina, incluyendo Argentina, buscaron dar respuesta a esta necesidad mediante la intervención de políticas públicas. Entre algunos ejemplos podemos mencionar a la creación del Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial (SENAI) de Brasil; el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en Colombia; el Servicio Nacional de Formación y Trabajo Industrial (SENAT) en Perú; el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE) de Venezuela; el Instituto Nacional de Capacitación (INCAP) y la Universidad Técnica del Estado (UTE) en Chile; el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en México; y la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (CNAOP) y la Universidad Obrera Nacional (UON) en Argentina, entre otros (Álvarez de Tomassone 35-36).
En ese sentido y enmarcada en este contexto, esta investigación buscará generar aportes a la temática ligada a la historia de la educación profesional en Argentina desde el ámbito de la ingeniería, disciplina vinculada a los procesos de desarrollo tecnológico y la conducción de las actividades productivas. El artículo buscará en particular indagar acerca de los orígenes de la Universidad Obrera Nacional (UON) –Facultad Regional La Plata, durante los primeros gobiernos peronistas (1946-1955), analizando sus implicancias económicas, sociales y políticas en la ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires.
La Universidad Obrera fue una institución de educación superior creada por el gobierno del General Perón en 1948, mediante la ley 13.229, como culminación de un circuito de enseñanza técnica de tres ciclos ciclos correlacionados y de graduación ascendente: un ciclo básico de tres años que formaría a los «Expertos Obreros», un ciclo técnico de cuatro años donde se graduaban los «Técnicos de Fábrica» y uno superior de cinco años ―al crearse la UON― de donde egresarían los «Ingenieros de Fábrica». Esta última institución buscaba formar ingenieros especializados de origen obrero y fomentar el desarrollo de la industria nacional. Como el resto del circuito técnico, dependió de la ya mencionada Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (CNAOP),[4] creada en 1944 desde la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, luego transformada en Ministerio de Trabajo y Previsión.
Entre los requisitos de ingreso de la UON, solo podrían hacerlo quienes hubiesen finalizado el ciclo Técnico que impartían los establecimientos de la CNAOP o quienes fueran técnicos egresados de las existentes Escuelas Industriales de la Nación,[5] dependientes de la Dirección General de Enseñanza Técnica del Ministerio de Educación: la UON equiparó así ambos títulos. También exigió la presentación de un certificado de trabajo por parte de sus estudiantes y exigió que los mismos estudiaran en la especialidad de ingeniería que se desempeñaban en las fábricas.
La estructura de la UON se diseñó de forma centralizada, con un rectorado ubicado en Buenos Aires, pero con sus Facultades Regionales distribuidas de forma federal, adaptadas a las especialidades en ingeniería de las industrias de cada región. Comenzó a funcionar en 1953, cuando se crearon las Facultades Regionales de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Rosario y Mendoza. En 1954 se fundaron las de La Plata (entre 1952-1955 llamada ciudad «Eva Perón»), Bahía Blanca y Tucumán. Por último, en 1955 se creó la de Avellaneda. En cuanto a su estructura de gobierno, el Rector y los Decanos debieron ser dirigentes sindicales egresados de la Escuela Sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT), mientras que su Vicerrector y sus Secretarios Académicos debían ser ingenieros y tener experiencia técnico-educativa, pues a su cargo estaría el diseño de proyectos de planes de estudio. La Universidad contó, además, con un Consejo Asesor Industrial donde se encontraron representados miembros de la CGT y la Confederación General Empresaria (CGE). Su función estaría en aconsejar al Rector y proponer la creación de nuevas especialidades. (reglamento de funcionamiento).
Tal y como ha afirmado Marcela Pronko (2000) en su trabajo sobre los antecedentes de Universidades Obreras en Argentina y Brasil, la bibliografía existente en Argentina sobre la UON parte en sus análisis de una preconcepción dada sobre peronismo como fenómeno político, para luego pasar a categorizar a la institución dentro de la dicotomía entre «segmentación» y «democratización» educativa.[6] Si bien a lo largo de este trabajo intentaremos interpretar a las políticas públicas del gobierno peronista, trataremos evitar dicha dicotomía, apostando sobre todo a señalar la importancia de la perspectiva de los actores involucrados en el territorio en donde esta política pública se insertó.
El objetivo principal de este trabajo será, en ese sentido, rastrear los orígenes de la Facultad Regional La Plata, analizando las articulaciones socio-económicas y político-institucionales con la región platense. En primer lugar, los vínculos con los trabajadores y técnicos del cordón industrial del Gran La Plata, entonces uno de los más importantes del país al contar con industrias caracterizadas por una elevada intensidad del capital y mano de obra especializada –como la refinería de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) y el Astillero Río Santiago (ARS)-. Además, debemos sumar la presencia de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la UNLP, que albergó a un fuerte movimiento estudiantil reformista anti-peronista y que desde principios del siglo XX dictaba carreras vinculadas a la ingeniería. La presencia de esta última facultad nos llevará a indagar acerca de sí ambas instituciones cumplieron los mismos objetivos y sobre el sentido y la dinámica de su coexistencia.
Las hipótesis que manejamos consiste en que: 1) la Facultad Regional La Plata tuvo desde sus inicios un fuerte vínculo con las industrias regionales, principalmente con las empresas más grandes e intensivas en capital; 2) si bien la UON y la UNLP cumplieron el rol de formar profesionales capaces de insertarse en el aparato productivo, ambas tuvieron funciones sociales diferentes y por ello no fueron necesariamente contradictorias entre sí; 3) esto último no impidió que el vínculo entre ambas instituciones fuera conflictivo, principalmente en términos políticos y profesionales.
Dadas las características de nuestro objeto de estudio y los objetivos de investigación, se optó por un diseño de investigación flexible centrado en estrategias metodológicas de tipo cualitativo. En cuanto a las técnicas e instrumentos de recolección de datos, se utilizarán fuentes documentales oficiales, fuentes periodísticas locales y entrevistas en profundidad a ex estudiantes del período e informantes claves.
Por último, el abordaje de la Universidad Obrera –Facultad Regional La Plata nos parece importante debido a que esta institución fue planificada para vincularse tanto con la estructura productiva local como con los sectores ligados al mundo del trabajo. En ese sentido buscaremos desde la poco estudiada regional platense, generar aportes a la construcción de la historia de la Universidad Obrera Nacional, hoy conocida como Universidad Tecnológica Nacional (UTN), institución que en la actualidad forma a más de la mitad de los ingenieros en el país (Álvarez de Tomassone).
2 Universidad, ciencia, tecnología e ingeniería
El trabajo clásico de Juan Carlos Portantiero (13-29) caracteriza a las universidades ―en tanto escalón superior del sistema educativo― como un correlato de la dominación social, debido a la forma institucional en que los conocimientos son transmitidos. Con ello hace referencia al rol de las universidades como reproductoras de funciones y jerarquías sociales, desde donde se legitima a una determinada estratificación de la sociedad. Este proceso de estratificación se encuentra vinculado a la división social del trabajo que separa a los «trabajadores manuales» ―la clase obrera― de los «intelectuales» o de los «trabajadores intelectuales». Si bien la Universidad ha fomentado un imaginario democratizador en las clases medias en ascenso, el mundo universitario, en tanto depositario de esta «actividad intelectual», aparece como beneficiario de dicha estratificación.
Para nuestro caso de estudio los vínculos entre Universidad y estructura social se vuelven fuertemente relevantes, no solo por referirnos a una institución que buscó el ingreso de sectores del mundo del trabajo a la educación superior, sino también porque las universidades establecen, al mismo tiempo, vínculos directos con las relaciones de producción capitalistas. Al respecto, tal y como menciona Jover (2007), las universidades gestan vínculos estrechos con el sistema productivo mediante dos funciones fundamentales: la generación de conocimiento científico y tecnológico ―actividades de Investigación y Desarrollo (I+D)― por un lado y la formación de profesionales capaces de crearlo, reproducirlo y aplicarlo, por otro.
Al respecto, una de las profesiones más vinculadas al ámbito productivo ha sido la ingeniería. Según Enrique Silva (2016), el término «ingeniero» proviene del vocablo latino «ingenium», que significa «ingenio» y que se vinculaba en sus orígenes a la construcción de máquinas o artefactos mecánicos. (21-22) Existe, en ese sentido, un vínculo estrecho entre las nociones de «ingeniería» y «tecnología». Remarcando dicha relación, el Ing. Marcelo Sobrevila (1995) define a la disciplina como «(…) el principio, el origen, porque es la disciplina intelectual, metódica y sistemática que crea, construye, perfecciona y hace funcionar las tecnologías. La ingeniería es el sustento intelectual de toda la tecnología y es anterior a ella» (3).
En tanto, la Accreditation Board for Engineering and Technology ―de EEUU―, define a la ingeniería como «la profesión en la que el conocimiento de las ciencias matemáticas y naturales adquiridas mediante el estudio, la experiencia y la práctica, se emplea con buen juicio a fin de desarrollar formas en que se puedan utilizar, de manera económica los materiales y las fuerzas de la naturaleza, en beneficio de la humanidad» (Silva 23).
La definición anterior nos incluye una nueva dimensión a tener en cuenta: los vínculos entre la ciencia, la tecnología y la ingeniería. La formación de los ingenieros se vincula de manera íntima con la enseñanza de las llamadas «ciencias exactas», en especial la física, la matemática y la química. La utilización de estos conocimientos científicos como herramientas en el proceso productivo ha llevado al debate acerca de si la ingeniería consiste o no en una «ciencia aplicada», es decir, si esta es una mera derivación, mediante su aplicación práctica, de las ciencias duras. Este debate tiene por detrás a dos grandes posturas acerca de cómo debe entenderse los vínculos entre ciencia y tecnología y, por lo tanto, en el quehacer del ingeniero profesional.
En primer lugar, encontramos el modelo lineal, que propone interpretar al «cambio tecnológico» o la «innovación» como un movimiento secuencial y unidireccional, que va desde el desarrollo de las ciencias básicas a la innovación, aplicación y comercialización de los productos de las innovaciones. El cambio técnico es exógeno para esta corriente, es decir que el conocimiento proviene del exterior de las actividades productivas, desde el desarrollo científico o de la ciencia básica. Desde esta perspectiva, parte la noción de que la tecnología debería definirse como «ciencia aplicada» y por tanto, del ingeniero como un mero aplicador de ciencias (Buttigliero).
En contraposición se encuentra otra postura ―asociada a las teorías económicas regulacionistas y schumpeterianas―, que conciben al cambio tecnológico como un modelo basado en interrelaciones de múltiples actores. Esta concepción se caracteriza por entender los vínculos entre ciencia y tecnología de forma interactiva, acumulativa y basada en el aprendizaje. Consideran a la innovación como endógena al sistema productivo, es decir que depende de la organización económica y los procesos de aprendizaje de dicho sistema. De hecho, la tecnología tendría la finalidad de buscar la resolución de necesidades o problemas concretos ―ya sean de índole económica, social o política―, los cuales demandarían que se lleve adelante la investigación aplicada. La ciencia pura no se basa en estos principios, sino en la mera producción de conocimiento en sí. El proceso de producción tecnológica, para estas posturas, ya no sería unidireccional sino dialéctico, con intervención de múltiples actores económicos, sociales y político-instituciones, en los procesos de innovación y circulación de conocimientos y tecnologías (Sosa 2010; Buttigliero 2010).
Dentro del pensamiento latinoamericano podemos incorporar en la corriente interactiva al tecnólogo argentino Jorge Sábato (2014), el cual destacó la importancia de los vínculos e interrelaciones que deben tenderse entre el Estado, la estructura productiva y el sistema científico-tecnológico ―en este último se incluye a las universidades―, como forma de romper con las relaciones de dependencia tecnológica de América Latina respecto a los países centrales. Estos tres sectores componen los vértices de su famoso «triángulo». Este autor rechaza la idea de que la tecnología sea «ciencia aplicada» y la define como un conjunto ordenado de conocimientos de distinto tipo empleados en la producción y comercialización de bienes y servicios. Este conjunto de conocimientos, provienen no solo de la ciencia sino también de la experiencia empírica, de la tradición oral o escrita, de aptitudes específicas, etc. A este conjunto de conocimientos articulados, el autor denomina «paquete tecnológico».
Apelando a esta idea de Sábato, Aldo Ferrer (2012), plantea que estos paquetes tecnológicos poseen ciertos componentes «medulares» y otros «periféricos». Los componentes medulares difieren de sector a sector y suelen a hacer referencia al diseño de los procesos o las características de los productos. En tanto, los periféricos consisten en las técnicas indispensables para la ejecución, puesta en marcha, operación y mantenimiento de los proyectos productivos y sus instalaciones. Entre estos dos componentes encontramos a las actividades básicas de la ingeniería.
Para finalizar este apartado, concebimos que la postura interactiva es la más enriquecedora en términos analíticos para nuestro trabajo. Esto implica indagar acerca de cómo el entorno económico-social de la ciudad de La Plata influyó en los orígenes y las actividades de la Facultad Regional de la Universidad Obrera y viceversa. Consideramos que las necesidades sociales y productivas, así como las pugnas políticas no deben ser ignoradas en el análisis de las instituciones educativas, universitarias o científico-tecnológicas, como tampoco los vínculos gestados que permiten poner en circulación a los conocimientos, las tecnologías, la calificación de la mano de obra y los profesionales, dentro de un determinado sistema social.
3 Los orígenes de la Universidad Obrera Nacional - Facultad Regional La Plata/Eva Perón [7]
Breve contexto socio-económico de la ciudad de La Plata/Eva Perón
El conflicto armado de 1880 entre el Ejecutivo Nacional y la Provincia de Buenos Aires, luego de décadas de guerras civiles, culminó con la federalización de la Ciudad de Buenos Aires y su separación de la provincia bonaerense. Esta última entidad se quedó sin su capital administrativa, siendo creada para tal fin la ciudad de La Plata en el año 1882. El Partido de La Plata, durante la primera mitad del Siglo XX, además de abarcar a la ya mencionada ciudad del mismo nombre, también comprendió a la región portuaria de los distritos de Berisso y Ensenada. Con el correr de las décadas, esta última región iría conformado un importante cordón industrial. Durante la década de 1930 tuvo un fuerte crecimiento como consecuencia del proceso de industrialización por sustitución de importaciones y de las migraciones internas –en expansión desde entonces, con dirección preferencial hacia la provincia de Buenos Aires-.
Entre los partidos de la Provincia de Buenos Aires que más crecieron en esos años se cuentan los de Avellaneda, Quilmes, Lanús, San Martín y La Plata, que gradualmente pasaron a ser la sede de los principales complejos industriales provinciales. Si se observa el censo industrial de 1947, se advierte que La Plata se ubicaba como la segunda jurisdicción de la provincia con mayor cantidad personal ocupados detrás de Avellaneda:
El cordón industrial de Berisso y Ensenada se encontró alimentado por grandes fábricas y una fuerte concentración obrera. Un caso paradigmático fue el de los frigoríficos de capitales extranjeros, Swift y Armour, instalados en Berisso, que desde la Segunda Guerra Mundial habían convertido a este distrito en una de las mayores concentraciones de obreros industriales del país, debido al auge de exportaciones de la carne. Estos trabajadores tuvieron un gran protagonismo los días 17 y 18 de octubre de 1945, que culminaron en la libertad del Gral. Perón –en esos días había sido depuesto de sus cargos y detenido en la Isla Martín García- y lo catapultaron a la presidencia (Pis Diez, 63-93; James).[8]
Además de los frigoríficos, las empresas de mayor tamaño e intensivas en capital de la región pertenecían al Estado, principalmente la refinería de YPF instalada en 1925 ―en ese entonces la más grande de Latinoamérica y aún hoy la más importante del país―, a la que en 1946 se le sumó el Astillero Río Santiago (ARS). El Astillero, además de concentrar la producción naval, también se especializaría en la producción metalmecánica de bienes de capital complejos.
Junto a estas grandes empresas también es posible encontrar en la región del Gran La Plata a una buena cantidad de pequeños establecimientos, entre los que pueden mencionarse, por ejemplo, empresas metalmecánicas dedicadas a la producción de repuestos y autopartes para automóviles, articuladas con las automotrices instaladas en Córdoba. Entre ellas se encontraban la Sociedad Industrial Aparatos de Precisión (SIAP), Aeroplata, Cattelán Hnos., o Grafitex (Roma).
Por su parte, la ciudad de La Plata contaba con una histórica composición de clases medias: además de cumplir la función de ser la Capital de la Provincia de Buenos Aires, con la fundación de la Universidad Nacional de La Plata en el año 1897, ―llamada hasta su nacionalización Universidad Provincial de La Plata― la ciudad adquirió su estatus de ciudad universitaria. Sus primeras tres facultades fueron: la Facultad de Derecho, la de Ciencias Físico-Matemáticas ―donde se dictaban carreras de ingeniería― y la de Química y Farmacia. En 1905, el ministro nacional de Educación Pública, Joaquín V. González, llevó adelante la iniciativa de nacionalizar la institución y bajo su gestión, la UNLP iría adquiriendo una fuerte impronta académica ligada a la investigación científica bajo la inspiración de la filosofía positivista, la extensión universitaria y al intercambio permanente de profesores con centros universitarios extranjeros (Barba).
La Universidad albergó a un movimiento estudiantil nutrido de un importante número de estudiantes provenientes de distintas provincias del país, como también de otros países de América Latina, que crearon en 1911 la Federación Universitaria de La Plata (FULP). Los estudiantes universitarios de la ciudad tuvieron una gran participación en el movimiento de la Reforma Universitaria de 1918 y fueron protagonistas de uno de sus conflictos más radicales y violentos del proceso. Años más tarde, la FULP se opuso férreamente a los gobiernos peronistas. El modelo peronista de universidad, que negaba los postulados de la Reforma Universitaria como la autonomía y el cogobierno universitario, no pudo haber hecho más que llevar a la oposición al estudiantado de la ciudad de La Plata, donde el reformismo era la ideología hegemónica entre los estudiantes de la UNLP.[9] El principal reflejo de estas políticas fueron las leyes 13.031 de 1947 y la posterior 14.297 de 1954, que anularon oficialmente los principios de la Reforma, buscando garantizar un mayor control centralizado del Estado sobre el funcionamiento y el gobierno de las universidades, a la vez que se tomaron medidas para ampliar el ingreso a estas de los sectores populares (Buchbinder 152-153; Pronko 229-265; Pis Diez 63-93). [10]
La Universidad Obrera en la ciudad Eva Perón
En el contexto socio-económico y político mencionado sería creada la Universidad Obrera Nacional-Facultad Regional La Plata/Eva Perón. La misma fue inaugurada en 1954 por iniciativa de los técnicos industriales de la región, sobre todo de aquellos que se desempeñaban en la Refinería de YPF. Como afirma el relato testimonial inédito de Ing. Alcides Eyherabide ―uno de los primeros estudiantes que se desempeñó en dicha refinería―, la Facultad Regional comenzó a gestarse en 1953
Los técnicos platenses que trabajaban en la zona conformaron una comisión que realizó las gestiones a nivel nacional, provincial y municipal hasta conseguir las autorizaciones correspondientes para la instalación de una Facultad Regional en la ciudad.
Por aquellos primeros meses de 1954, la Revista de la Universidad Obrera Nacional informaba los detalles de los actos inaugurales de las nuevas Regionales de Tucumán, Bahía Blanca y Eva Perón, con las cuales se concretaban «las aspiraciones de los Centros de Técnicos y de las organizaciones gremiales que en forma reiterada peticionaron su creación».[11]
La Facultad Regional La Plata/Eva Perón comenzó sus clases en marzo de 1954, en las instalaciones del Colegio Normal N° 1 Mary O. Graham, ubicado en la calle 51 entre 14 y 15. Al inaugurar la Facultad el Rector Cecilio Conditti aseguraba que el dictado de los cursos en dicha sede sería provisorio, hasta que la nueva Facultad contara con su propia casa de estudios.[12] Las especialidades que dictaría la nueva Facultad serían las de construcciones mecánicas, construcciones electromecánicas, construcciones navales, construcción de obras e industrias químicas.[13] El primer Decano fue Miguel Araujo ―gremialista egresado de la Escuela Sindical de la CGT y ex embajador obrero en EEUU― y el Secretario Académico Ing. Domínguez.
Según el Ing. Eyherabide, los ingresantes eran técnicos con mucha experiencia en la industria local, la mayoría bastante mayores de edad, «muchos casados, con hijos» (Eyherabide). Según los testimonios que pudimos recolectar, los estudiantes de las primeras camadas provenían en su gran mayoría de las empresas estatales, es decir, el Astillero Río Santiago y la refinería de YPF, que como hemos mencionado eran las empresas más grandes e intensivas en capital. Había pocos de las industrias privadas.[14]
Uno de sus primeros graduados recuerda a esa primera camada como «el grupo de los mayores, porque era gente realmente mayor.» Otro de esos primeros miembros afirmaba en el año de apertura de la Facultad «llegamos a una casa de altos estudios cuando creíamos que nuestras aspiraciones de capacitación estaban cerradas, […] iniciamos una carrera universitaria a una altura de la vida donde se estudia porque se quiere y porque se siente la inquietud de aprender».
Sin embargo, un primer punto a remarcar acerca del funcionamiento de la Facultad Regional en sus primeros años es la baja matriculación estudiantil que reflejan las estadísticas. De hecho, como puede verse en el siguiente cuadro, la institución platense no superó los 100 estudiantes hasta 1959. Si lo comparamos con la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la UNLP, en esta la matriculación estudiantil creció entre 1945 y 1965 de 2.000 a 9.855 estudiantes (Pis Diez 46). La Facultad de Ingeniería de la UNLP era más grande que la sumatoria de todas las Facultades Regionales de la UON juntas.
En ese sentido, una primera afirmación que podría hacerse es que el ingreso de trabajadores técnicos no fue masivo en el caso platense. Vale la pena preguntarse cuáles fueron las causas concretas del bajo nivel del ingreso en esta facultad en particular y en la Universidad Obrera en general, en tanto el discurso político peronista planteaba la necesidad de promover la democratización social del ingreso a la educación superior. ¿Esta cuestión fue un aspecto no deseado de la política pública?
Deteniéndonos en este punto, debemos considerar que la Universidad Obrera se proyectó primero y se ejecutó luego en dos momentos distintos en términos políticos y económicos. La ley que proponía su creación ―Ley 13.229― se sancionó en el año 1948, en pleno auge del Primer Plan Quinquenal (1947-1951), de carácter mercado-internista y distribucionista. Sin embargo, la institución tardaría alrededor de cinco años en ponerse en marcha, coincidiendo con el Segundo Plan Quinquenal (1953-1955) que, tras las sequías de principios de la década del cincuenta y el estrangulamiento de la balanza de pagos, estuvo más abocado a la búsqueda del aumento de la productividad (Belini y Korol 141-156).
Una de las explicaciones posibles de esta demora en la puesta en marcha de la institución pudo deberse a la propia inmadurez del nuevo sistema de educación técnica, dados los requisitos de ingreso que se establecieron: los estudiantes de las Escuelas-Fábricas dependientes de la CNAOP requerían de al menos siete años de estudio previos antes de poder ingresar a la UON –tres del ciclo básico y cuatro del ciclo técnico-. Dado que el sistema de educación técnica peronista comenzó a funcionar entre 1946/1947, los primeros «Técnicos de Fábrica» recién egresarían a finales de 1952. Como puede vislumbrarse de los datos de la Ministerio de Educación, entre 1952 y 1955 los técnicos de fábrica se elevaron de menos del 2 % del total de los egresados del sistema a casi el 20 %.
En números absolutos, los técnicos de fábrica se incrementaron de solo 38 egresados anuales en 1950 a 955 en 1955. A pesar de estos resultados positivos en el cambio de la composición de los graduados al final del período, el sistema de formación obrera se caracterizó por el predominio relativo del ciclo básico ―formación en oficios― durante todos estos años.[15] Aun así, en los documentos de reglamentación de la Universidad Obrera de enero de 1953, la CNAOP ya preveía una baja inserción en dicha institución, hasta que esta se consolidara en el ambiente industrial. Sin embargo, la UON buscaría regirse bajo el principio de «asegurar en primer término la calidad de los futuros ingenieros de fábrica, más que la cantidad.» A lo que agregaba: «en la mayor parte de los casos, la cantidad es una condición contraproducente de la calidad». Con este concepto se buscaba que los egresados lograran tener una rápida inserción en el medio industrial y una buena remuneración de ingresos. En cuanto creciera la matrícula de la UON, estaba previsto que se impondría una selección para los ingresantes. De hecho, como veremos un poco más adelante, el sistema pedagógico de la UON fue pensado para grupos pequeños de estudiantes a fin de mejorar los procesos de aprendizaje. Por tanto, en primera instancia, la nueva institución no preveía una inserción obrera a gran escala ni tampoco parecía proponérselo entre sus objetivos prioritarios.[16]
A pesar de estas cuestiones acerca del ingreso, creemos necesario diferenciar dos dimensiones de análisis en relación a la Universidad Obrera - Facultad Regional La Plata: por un lado los objetivos y la planificación de la política pública por parte del gobierno peronista y por otro, la forma en que los actores sociales se adaptaron, re-significaron o confrontaron con dichas políticas en cada territorio particular. En ese sentido, es necesario preguntarse ¿qué motivó a los técnicos de la región a organizarse y pedir por la creación de una Facultad Regional de la UON, existiendo la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la UNLP? En esta última se dictaban especialidades bastante similares, con excepción de la ingeniería naval en la que la UON de La Plata fue pionera, principalmente en vinculación con el Astillero Río Santiago. Entre estas se pueden mencionar la Ingeniería civil ―ligada a la construcción de obras, con ramificaciones hacia la hidráulica en la UNLP―, la electromecánica, la aeronáutica ―industria concentrada en la provincia de Córdoba―, metalurgia, telecomunicaciones y desde el Segundo Plan Quinquenal de gobierno, la Ingeniería Química.[17]
La respuesta más evidente fue la necesidad social de un sector de los trabajadores del Gran La Plata, aquellos que contaban con un mayor grado de formación y que en muchos casos se desempeñaban como mandos medios en la industria.[18] La Facultad Regional La Plata fue creada como opción o alternativa para aquellos técnicos que al desempeñarse en las industrias regionales, se les hacía imposible estudiar en la Universidad Nacional de La Plata, institución de la que se veían excluidos al no disponer esta última de horarios vespertinos completos. Esta situación fue explicitada en las entrevistas realizadas por el autor a los primeros estudiantes: «Para mí era vital trabajar. Entonces en la otra [UNLP], yo no podía cursar porque los horarios de cursada eran incompatibles con el trabajo mío. En esa época yo empecé a viajar a Ducilo, entré como proyectista».[19]
La Facultad Regional de la Universidad Obrera y la Facultad de la UNLP fueron en ese sentido dos instituciones dirigidas a sujetos sociales diferentes, con sistemas pedagógicos distintos y por lo tanto con perfiles de formación de profesional diferentes. En ese sentido el ing. Rubén explica como el sistema de enseñanza de la UON-FRLP se adaptaba de forma directa a las actividades laborales de los mandos medios de las industrias regionales:
En la UON las cursadas se realizaban en horarios vespertinos completos –se cursaba de 19hs a 23hs-. La UON no solo hacía posible que los trabajadores, luego de su jornada laboral de ocho horas pudieran asistir a la Universidad, sino que esto era un requisito excluyente. Los estudiantes que quisieran ingresar en la UON - Facultad Regional La Plata debían obligatoriamente trabajar en las industrias regionales del Gran La Plata y estudiar aquella especialidad de ingeniería correspondiente con su trabajo. Aquel que no trabajara no podría estudiar allí. Además, las clases en la UON tenían un carácter obligatorio, es decir que perderían el año aquellos estudiantes que se excedieran en la inasistencia a clases. Los cursos requerían de una aprobación durante el año y entre los meses de diciembre y marzo se rendirían los exámenes finales, no pudiendo adeudarse muchas materias entre un año y otro.
La UNLP estaba diseñada en cambio, para el estudiante de las clases medias y altas tradicionales, aquel que contaba con los recursos económicos suficientes para dedicarse a tiempo completo a estudiar una carrera universitaria. En ese sentido, en términos de horas cátedra, la UNLP contaba con una mayor cantidad de horas semanales de clases, cuyos planes de estudio establecían alrededor de 32-36 horas. En el caso de la UON eran solo alrededor de 20-24 horas semanales (Eyherabide).
Sin embargo, a pesar de la menor cantidad de horas ―principalmente de trabajos prácticos―, la UON buscó compensarlo a partir de la innovación de combinar la práctica del trabajo en las fábricas con la enseñanza teórica del aula, algo de lo que carecía el estudiante de la UNLP. Esta innovación pedagógica producía, según Eyherabide, que los profesores consiguieran una rápida asimilación de conocimientos por parte de los estudiantes: los contenidos no les eran ajenos debido a que ya conocían o trabajaban con los aparatos o métodos en cuestión, a partir de su desempeño en las industrias regionales. Como nos explicaba un ex docente de la UTN La Plata: «no es lo mismo explicar cómo funciona una bomba de vacío a alguien que nunca vio una, que alguien que se vincula diariamente con ella en el trabajo».[21] Esto explica la obligación de trabajar y hacerlo en la especialidad que exigía la UON: era un requisito del sistema pedagógico. En la UNLP, en cambio, en términos generales la inserción laboral se producía luego de obtener el título universitario.
En cuanto a la cuestión de la baja matrícula estudiantil, esta tuvo efectos también en el régimen de enseñanza: en la Facultad Regional La Plata de la UON se formaron inicialmente cursos muy pequeños de estudiantes, lo cual permitió la generación de clases dinámicas, con un mayor intercambio entre docente y alumnos. Se gestaron así clases teórico-prácticas de tipo seminario. En tanto en la UNLP, este tipo de cursadas eran imposibles de realizar por la cantidad de alumnos que cursaban en ellas –en algunos casos superaban los cien estudiantes por cursada. Las clases dictadas en esta Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas eran, por tanto, más del tipo de la tradicional «clase magistral», es decir, clases de tipo teórico-expositivo con pocos intercambios entre los docentes y los educandos: «Yo me acuerdo haber ido a la otra Facultad (UNLP) y asistir a clases de matemática colgado de la ventana. Ni tomar apuntes ni nada… Acá (en la UON) éramos diez o doce, ¡y te imaginás que análisis!».
Los planes de estudio en la Universidad Obrera se planificaron de cinco años, siendo los dos primeros iguales en todas las especialidades, con el objetivo de que los estudiantes alcanzaran una sólida base de conocimientos físico-matemáticos. Además, se incluían materias no contempladas en las universidades tradicionales como Historia Sindical y Legislación Laboral. En la UNLP en cambio, durante la década de 1950 fueron aprobados planes de estudio de cuatro años con un ciclo superior de dos años más de especialización, para obtener el título máximo de Ingeniero Superior en determinada especialidad.[22]
Finalmente, aunque no menos importante, en términos de la conflictividad política y universitaria de la época, la Facultad Regional La Plata fue creada en un particular momento universitario. Desde los inicios de la década del cincuenta, el gobierno peronista pasó de una etapa en la que se intentó neutralizar lo que consideraba una «excesiva politización» de las casas de estudios ―fuertemente opositoras―, a otra en la que buscó avanzar en la politización o «peronización» de estas instituciones (Buchbinder 164-168). Ni la Universidad Obrera ni la Universidad Nacional de La Plata quedaron afuera de estos proyectos.
En términos estudiantiles, por aquellos años fue conformada la Confederación General Universitaria (CGU),[23] la cual permitió al gobierno contar con una organización peronista que funcionara como alternativa frente a la reformista y antiperonista Federación Universitaria Argentina (FUA). En la ciudad de La Plata, la CGU tuvo presencia en siete facultades de la UNLP y en la Escuela de Bellas Artes. También desde 1954, parece haber tenido representación dentro de la Facultad Regional La Plata de la Universidad Obrera, según se afirma en la revista oficial de la institución, aunque ello no aparezca reflejado en nuestras entrevistas.[24] De todos modos, a pesar de que la CGU fue la única organización estudiantil reconocida legalmente por el gobierno, en la UNLP la Federación Universitaria de La Plata (FULP) fue la principal representante del estudiantado en el período, con una marcada tendencia opositora al gobierno peronista. Por aquellos años, la FULP caracterizaba a la CGU como una «organización pseudo-estudiantil que no representa a nadie, que realiza una descarada propaganda partidista y cuyos dirigentes se reparten puestos y dineros oficiales mientras escamotean o tratan de escamotear un título profesional» (Pis Diez 89).
Para el caso de la Universidad Obrera y su estudiantado, el convivir en una ciudad universitaria donde los estudiantes de la UNLP confrontaban fuertemente con el gobierno de Perón, no hizo fácil los primeros años de funcionamiento de la nueva institución. Eyherabide afirma sobre aquellos primeros dos años: «Si bien el desarrollo académico fue normal, era constante en esta ciudad la lucha contra la Universidad y, por ende, contra nuestra Facultad, desde distintos ángulos universitarios, el Centro de Ingenieros (…) lo que obligaba a los estudiantes a un desgaste casi permanente. No obstante, nunca bajamos los brazos…». En este sentido, no solo se menciona la oposición de sectores estudiantiles o universitarios, sino también de ámbitos profesionales como el Colegio de Ingenieros (Eyherabide).
Otro de nuestros entrevistados agrega que los estudiantes de la UNLP los «miraban por encima del hombro».[25] Según él, la subestimación provenía del difundido prejuicio de que estudiar en la UON permitía obtener el título de forma sencilla, casi sin esfuerzo, cuestión «que no fue en absoluto». Para otro de los ingenieros entrevistados, el prejuicio estaba relacionado con el origen político de la UON, es decir, haber sido creada por el peronismo.
Otro argumento que, según los testimonios, explica esa oposición hacia la Universidad Obrera, ―además de los preconceptos―, radicaba en que el establecimiento de la Facultad Regional La Plata provocaba una sensación de competencia en el plano profesional entre los sectores ligados a la ingeniería de la UNLP. En ese sentido, uno de los entrevistados afirma: «¿Quiénes eran los que tiraban esa onda? Los que estudiaban en la Universidad de La Plata, porque eran en definitiva los que le iban a hacer la contra» en el plano profesional una vez egresados.[26]
El conflicto político terminaría de estallar luego del golpe de Estado de 1955 que derrocó al gobierno peronista. Desde ese momento la Universidad Obrera estaría en peligro de ser cerrada en medio de las políticas de «desperonización» de la sociedad. En ese contexto, sus estudiantes se movilizarían y buscarían transformar la universidad en lo que hoy se conoce como Universidad Tecnológica Nacional, hecho logrado finalmente mediante la Ley 14.588 de 1959, bajo el gobierno de Arturo Frondizi. La institución sostendría un tiempo más su sistema pedagógico vinculado al estudiante-trabajador, aunque adquiriendo ciertas características del resto de las universidades nacionales ―autonomía, cogobierno y actividades ligadas a la investigación científica-. Con todo esto, los primeros 15 graduados de la Facultad Regional La Plata llegarían en el año 1958, en plena transformación de la Universidad.
4. Reflexiones finales
De lo expuesto hasta aquí podemos afirmar que el origen de la Universidad Obrera - Facultad Regional Eva Perón o La Plata, si bien no albergó a una parte significativa de los trabajadores de la región ―como tampoco parecía pretender hacerlo―, sí se vinculó estrechamente con las necesidades socio-económicas de un sector de estos, sobre todo de los mandos medios industriales vinculados a las empresas estatales. La creación de la institución sirvió para responder a una determinada demanda social y también económica, es decir, abastecer de profesionales capacitados para conducir la producción y los procesos tecnológicos en las industrias regionales más dinámicas, en particular el astillero y la refinería ―aunque no exclusivamente―, a la vez que les permitiera a los graduados mejorar sus condiciones socio-económicas y profesionales. De todos modos, los cambios políticos iniciados con el derrocamiento del peronismo en 1955 y las transformaciones posteriores que interrumpirían el funcionamiento original de la UON, tienden a imposibilitar un análisis acabado sobre los resultados socio-económicos de la institución en la región. Los primeros egresados recién llegarían, de hecho, en 1958, en plena transformación de la Universidad.
En el plano de las relaciones con la UNLP queremos rescatar que si bien las especialidades que dictaban ambas facultades no diferían mucho entre sí ―y que por ello podían alimentar fácilmente a las industrias regionales―, estas cumplieron funciones diferentes. La principal forma de diferenciación provino del sujeto social que era centro de los procesos de enseñanza: en el caso de la UON a sectores provenientes del mundo del trabajo y en la UNLP a las clases medias y altas tradicionales. Consideramos que el sistema de la UON iba mucho más allá que meramente abrir cursos en horarios vespertinos. Esta institución contó con un sistema pedagógico coherente y sistemático, adaptado de forma concreta a un determinado perfil social del estudiante.
Hemos visto también que el conflicto estuvo fuertemente presente entre la UON y la UNLP. Esto se expresó en términos políticos, es decir, la UON representando a una política del gobierno peronista y la UNLP siendo el bastión del anti-peronismo en la ciudad. Y este conflicto también fue expresado en términos profesionales, dado que la nueva institución habría fomentado la competencia por el monopolio del ejercicio profesional entre distintos sectores sociales. ◊
5 Obras citadas
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5.2 Fuentes
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Escrito inédito
Eyherabide, Alcides. Sin fecha ni datos de edición.
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Entrevistas
Mauro Rodríguez, Entrevista a Diego (La Plata, Argentina, may 27, 2019)
Mauro Rodríguez, Entrevista a Raúl (La Plata, Argentina, jun 20, 2019)
Mauro Rodríguez, Entrevista a Gustavo, (La Plata, Argentina, enero 28, 2022)
Notas