Bibliográficas
| Trochon Ivette. Las pacifistas en un mundo de catástrofes (1914-1945). 2021. Montevideo. Editorial Fin de siglo |
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Esta obra de Yvette Trochon ofrece la posibilidad de incursionar en un tema escasamente tratado por la historiografía regional y menos aún por la uruguaya: el pacifismo femenino. La autora nos introduce en el mundo de la guerra y la paz, rescatando el rol de las «pacifistas», aquellas mujeres «que hicieron públicas sus inclinaciones por la paz a través de la literatura, el periodismo, el arte o la militancia en organizaciones creadas específicamente para tales fines» (16). El hilo conductor de la obra es el análisis de las reflexiones femeninas sobre la paz y las prácticas concretas que llevaron a cabo para alcanzarla o defenderla. Sin dejar de lado, a las voces masculinas que también abogaron por la paz, desde diversas perspectivas: filosóficas, jurídicas, historiográficas, socialistas. Si bien el pacifismo no surge en este período, fue en estas décadas que adquirió un carácter masivo, por la emergencia de asociaciones con marcados discursos antimilitaristas, opuestas al servicio militar obligatorio y promotoras de la objeción de consciencia.
La obra se detiene en coyunturas puntuales en décadas atravesadas por guerras y frustrados intentos por alcanzar o mantener la paz: Primera Guerra Mundial, Revolución Rusa, Posguerra, Guerra Civil Española, Segunda Guerra, Segunda Posguerra. Cada una de ellas analizadas desde distintos enfoques ideológicos y a tres niveles. Un primer nivel, que se desarrolla en los escenarios concretos en que sucedieron los hechos. En ellos, la autora identifica figuras femeninas de destaque, con nombre y apellido, cuyos aportes y trayectorias vitales evidencian el compromiso con la causa, así como dan cuenta de la heterogeneidad de mujeres que izaron la bandera de la paz. Así nos encontramos con la austríaca Bertha von Suttner, la estadounidense Jane Adams, la noruega Anna Rogstad, la húngara Rosika Scwimmer, la española María Lejárraga, la inglesa Virginia Woolf, la holandesa Aletta Jacobs, por citar algunas de las muchas que transitan por la obra. De esta forma, Yvette se introduce en la historia de las mujeres, las rescata como sujetos históricos y abona la tesis de que los acontecimientos históricos, al cambiar el foco prestando atención a las mujeres, emergen con un relato diferente. No obstante, en este tema en particular lo más interesante es evidenciar el carácter relacional entre mujeres y varones, porque el pacifismo femenino fue la contracara de las guerras que hicieron (y hacen) culto a una virilidad hegemónica caracterizada por la violencia, el coraje, el honor y el nacionalismo.
En un segundo nivel, la obra se detiene en el espacio rioplatense, analiza el impacto de estos acontecimientos en Argentina y Uruguay en términos de pacifismo. La autora también alude a las repercusiones de un conflicto puntual de la región, la Guerra del Chaco (1932-1935) entre Paraguay y Bolivia, destacando las acciones llevadas adelante por las pacifistas argentinas y uruguayas.
Por último, la obra hace foco en las pacifistas uruguayas, especial atención merece la labor llevada adelante por la médica socialista Paulina Luisi. Figura que ha sido tratada historiográficamente desde sus múltiples facetas, como médica, feminista, socialista, abolicionista, pero no como activa defensora de la paz mundial y regional. De ahí que esta obra es un aporte más para la reconstrucción biográfica de una de las personalidades femenina más destacadas de la primera mitad del siglo XX en el país y en la región.
Otro aspecto a destacar de esta investigación es su riqueza heurística, aspecto que ya es distintivo de la labor historiográfica de Yvette. Se pueden identificar múltiples medios de prensa (diarios y revistas) nacionales, argentinos, españoles e ingleses, Diarios de Sesiones parlamentarias, diversas obras editas de mujeres y varones que refirieron el tema de la guerra, al antibelicismo y a la paz, actas de los congresos más emblemáticos de las asociaciones femenina pacifistas, memorias, testimonio, entre otras. Se detiene, también, en el relevamiento de los archivos personales de dos figuras claves del feminismo socialista y pacifismo rioplatense: las doctoras Alicia Moreau de Justo y Paulina Luisi. Esta heterogeneidad de fuentes, supone un gran desafío metodológico, que Yvette sortea sin dificultad.
Una de las hipótesis que atraviesa la obra es que hacia el Novecientos se afianzó una cultura pacifista crecientemente feminizada. Estas «modernas constructoras de la paz» no solo valoraron su tradicional papel de mediadoras y reguladoras de conflictos en la vida cotidiana, sino que politizaron sus propuestas, negaron a la guerra cualquier autoridad moral y demandaron en pro del arbitraje internacional para dirimir diferencias y con ello evitar los nefastos efectos de la guerra (66). La vinculación de las mujeres con la paz será algo que acompañará por décadas a los programas de las asociaciones femeninas e incluso será un punto de encuentro entre mujeres con credos bien diferentes. La lucha por la paz mundial, las proyectó en el espacio público fortaleciendo su identidad como mujeres. Era un problema que las unía a todas; las mujeres quedaban al margen de la guerra, en tanto no luchaban directamente, y tampoco tenían la posibilidad de intervenir en la toma de decisión de ir o no a la guerra, pero sufrían los costos más dolorosos de esta: ver morir a sus hijos. De ahí que se insistiera en que había una esencia femenina que las inclinaba hacia el pacifismo. Fue por su condición de madres que justificaron sus reclamos por la paz. Aspecto que está en sintonía con el carácter maternalista que tuvieron los primeros feminismos, en tanto en la mayoría de ellos el argumento central para la reivindicación de derechos se asentó en que era una forma de dar cuenta del valor social de la maternidad.
Sin embargo, Yvette procura demostrar que no puede concebirse «el pacifismo [como] hijo del feminismo», porque ambos movimientos «no siempre armonizaron y marcharon al unísono» (10). En efecto, no todas las mujeres estuvieron dispuestas a una «adscripción ética antibelicista», de ahí que, durante la Gran Guerra, las feministas mostraran importantes fisuras al respecto. Quizás el caso más paradigmático fue el de las Pankhurst, quienes en palabras de Yvette: «amnistiadas de su antigua rebeldía, se transformaron, al calor de la guerra, en predicadoras de una propaganda militarista y sexuada similar y casi indistinguible de la utilizada por el oficialismo» (82). Por ello, la autora rastrea, también, cómo el pacifismo femenino se nutrió de otras fuentes de inspiración y no exclusivamente del feminismo. Identifica una numerosa y valiosa lista de «pensadores y escritores ―hombres y mujeres― que reivindicaron la paz como uno de los grandes valores de la humanidad».
De todos modos, muchas feministas abrazaron la causa del pacifismo y en el espacio rioplatense esto fue muy evidente. Asimismo, la autora reconoce que las formas de organización y el modo de operar públicamente de los sufragistas, fue un modelo a seguir por el pacifismo femenino. Por otra parte, el feminismo liberal, al reivindicar los derechos políticos y la participación de las mujeres en la toma de decisiones internacionales, lo hizo argumentando que las mujeres no eran iguales a los hombres ―agresivos, violentos, belicistas― y por ende lograrían un mundo más apacible. En particular se destaca la importancia concedida a las mujeres en la educación por la paz.
Así como hubo un pacifismo liberal, también cobró fuerza el pacifismo socialista y anarquista. En Europa figuras como Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin son ejemplo de ello y en Estados Unidos, la anarquista Emma Goldman. Todas ellas mantuvieron una sostenida cruzada antibélica, llamando a desobedecer las leyes de reclutamiento, con decididos discursos antipatrióticos e internacionalistas, que se mezclaban con tonos maternalitas. En el caso de Rosa y Clara, concibieron como inherente al socialismo la paz y también bregaron por un feminismo socialista.
Para finalizar, elegimos quedarnos con el epígrafe con que concluye la obra, las palabras de la filósofa española María Sembrano: «La paz es ante todo, la ausencia de la guerra, pero es algo más, mucho más, la paz es un modo de vivir, un modo de habitar el planeta» (346). En un presente que continua inmerso en los desastres de las guerras, parece un anhelo inalcanzable un planeta en paz. Quizás para no perder las esperanzas tengamos que seguir apostando, como afirmaban los primeros programas femeninos pacifistas, por la educación. Una educación que integre otras formas de dirimir los conflictos y otras maneras de concebir la virilidad. Sin duda, esta obra de Yvette es un aporte en esa dirección.♦