Artículos
Recepción: 13 Marzo 2023
Aprobación: 27 Marzo 2023
Resumen: Este trabajo analiza las construcciones discursivas utilizadas en la prensa argentina durante el Mundial de fútbol de 1978 con el objetivo de explorar la relación entre lenguaje y poder. El estudio se centra en las publicaciones periódicas Para Ti y Gente, considerándolas como vehículos activos que influyen en la conformación de espacios sociales y en la toma de decisiones políticas y de interés público. Como marco de análisis se retoma la obra de Jacques Rancière en relación al poder simbólico de la comunicación como producto cultural estratégico. Así, partiendo del estudio de la figura de la mujer durante el Mundial, se diferencian posicionamientos individuales y colectivos de subjetivación e identificación y se indaga el rol de los medios en la reproducción de prácticas hegemónicas, identificando también momentos políticos de ruptura en la jerarquía de representación y saber en la repartición de la experiencia de lo común.
Palabras clave: dictadura militar argentina, prensa argentina; Mundial 78, Jacques Rancière, fútbol y mujeres.
Abstract: This paper analyzes the discursive constructions used in the Argentine press during the 1978 World Cup with the aim of exploring the relationship between language and power. The study focuses on the periodicals Para Ti and Gente, considering them as active vehicles that influence the shaping of social spaces and the making of political and public interest decisions. As a framework of analysis, the work of Jacques Rancière is taken up again in relation to the symbolic power of communication as a strategic cultural product. Thus, starting from the study of the figure of women during the World Cup, individual and collective positions of subjectivation and identification are differentiated and the role of the media in the reproduction of hegemonic practices is investigated, identifying also political moments of rupture in the hierarchy of representation and knowledge in the distribution of the experience of the common.
Keywords: Argentine military dictatorship, Argentine press, World Cup 78, Jacques Rancière, soccer and women.
Introducción
El propósito de este trabajo es analizar diversas construcciones discursivas que circularon en la prensa local argentina en torno al Mundial de fútbol organizado en 1978. El objetivo es indagar en la relación entre el uso del lenguaje y el ejercicio del poder y en la distribución jerárquica de los cuerpos y de la palabra en la sociedad en tiempos de dictadura.
Partiremos del rol del discurso como productor y reproductor de relaciones sociales de poder y dominación retomando las palabras de Foucault (1977) que define el discurso como un conjunto de verdades o prácticas que se dan por supuestas y que, de manera sistemática, estructuran los objetos que son en él referenciados, al tiempo que da cuenta de las reglas que orientan la producción discursiva dentro de un determinado campo discursivo. Por ello, se retoman las categorías del análisis crítico del discurso al orientar la mirada sobre el modo en que las relaciones desiguales de poder son producidas, reproducidas y desafiadas por los textos en el contexto social y político (Van Dijk, 1990). Se retomará el marco interpretativo de la Lingüística Crítica que considera los distintos niveles de organización discursiva como centrales para el análisis crítico, ideológico y funcional del discurso y se tomará el plano léxico-gramatical como una de las dimensiones de análisis así como los niveles de la negociación, identificación, conjunción e ideación, organizados en relación con las metafunciones interpersonal, textual, lógica y experiencial (Halliday, 1973).
El corpus de análisis se centra en dos publicaciones periódicas de público masivo en la época: Para ti y Gente[1].Se entienden las publicaciones periódicas no solo como mero soportes de ideologías sino también como vehículos activos destinados a la conformación de espacios sociales, la construcción de públicos, la legitimación de corrientes de opinión, la influencia concreta en las decisiones políticas y de interés público. Es decir, como un actor político que debe ser analizado teniendo en cuenta su capacidad de influir en la toma de decisiones colectivas cuya configuración institucional se realiza en torno al poder político y al poder económico (Borrat, 1989).
Como marco para el abordaje del trabajo retomaremos la obra de Jacques Rancière que ubica la cultura, en sus dimensiones simbólicas y afectivas, como terreno eminente de la disputa entre política igualitaria y reparto de lo sensible. Es por ello que relevaremos el diálogo entre el corpus de revistas mencionado y otras producciones culturales de la época. Nos interesa resaltar el poder simbólico de la comunicación como producto cultural estratégico, al mismo tiempo que analizar la manera en que estas construcciones influyeron en el reparto de lo sensible.
El análisis busca enriquecer la mirada sobre los modos de subjetivación ciudadana en diferentes campos de acción y profundizar y problematizar el rol de los medios en la reproducción de prácticas hegemónicas, haciendo un énfasis particular en el imaginario configurado en torno a la figura de la mujer durante el mundial de fútbol en 1978. Así, a partir del corpus identificado, diferenciaremos distintos posicionamientos individuales y colectivos de identificación con el orden dominante pero también aquellos procesos de desidentificación y ruptura, aquellos que Rancière denomina procesos de subjetivación.
En este sentido, el trabajo se propone continuar el análisis de los mecanismos de acción psicológica durante la última dictadura militar retomando la hipótesis de Julia Risler (2018) acerca de la “existencia de una dimensión productiva de la dictadura orientada a producir valores, regular actitudes y conductas, y buscar formas de adhesión y participación de la población en base a coyunturas (e intereses) específicos y cambiantes.” (p. 23). Al mismo tiempo que encontrar dentro de este panorama gestos individuales y/o colectivos que hayan significado un punto de inflexión en tanto momentos políticos de ruptura con las asignaciones previas de lugares y funciones dentro de una jerarquía de representación y saber en la repartición de la experiencia de lo común. Es así como podremos entender las acciones impulsadas durante el desarrollo del Mundial por el colectivo de madres y abuelas de Plaza de Mayo.
El mundial de fútbol de 1978
La centralidad de la que goza el fútbol en nuestro país como espectáculo deportivo es innegable, y esto es lo que lo vuelve relevante como espacio posible para pensar tramas sociales, como espacio con influencia en la configuración de identidades nacionales a la hora de fijar ciertas valoraciones sociales.
La organización de la Copa del Mundo de 1978 en nuestro país resulta de particular interés al haber sido fundamental en la estrategia de la Junta Militar para legitimar su imagen frente a la sociedad civil, a nivel local como internacional. De hecho, consciente de la importancia del campo de deporte como espacio de legitimación, en uno de sus primeros discursos públicos, en julio de 1976, el presidente de facto Jorge Rafael Videla se ocupó de declarar que la realización del Mundial en 1978 era una tarea nacional de orden prioritario y que recibiría, por ende, un trato preferencial. Ese mismo año, en 1978, el gobierno encaró una impresionante contra campaña para tratar de mejorar su imagen en respuesta a la campaña de boicot que llegaba desde organismos internacionales en protesta contra la copa mundial. A tal fin, incluso contrató, por una elevada suma de dinero, una empresa neoyorkina especializada en relaciones públicas que se encargaría de limpiar la imagen de la Junta Militar frente a las miradas que a partir del evento deportivo se depositaban en el país (Gruschetsky, 2020). Dos de los slogans más repetidos en los medios durante esa época fueron los ideados por esta firma: “Los argentinos somos derechos y humanos” y “Los 25 millones jugamos el mundial”.
La relevancia que el acontecimiento representó durante la dictadura también era repetida por la prensa, como por ejemplo por la revista El gráfico del 30 de mayo de 1978 al afirmar: “Que este Mundial permita la exaltación de los auténticos valores del deporte y que la verdadera realidad argentina tan maliciosamente distorsionada en algunos países sea bien conocida y comprendida”.
En definitiva, del mismo modo que históricamente otros regímenes totalitarios hicieron uso de los eventos deportivos masivos y populares para transmitir una forma de organización política de supremacía (Mundial de Fútbol en Italia en 1934; las Olimpíadas de Berlín en 1936; Brasil, Chile y Uruguay en los años sesenta, setenta y ochenta) también la Junta Militar intentaría usar el fútbol como medio para reafirmar su autoridad. Es por ello que resulta interesante leer estos sucesos en clave deportiva y comunicacional, observando detenidamente las operaciones mediáticas que se gestaron desde la prensa argentina y que tuvieron un rol primordial a la hora de intervenir en el tejido social para construir el consenso de la población civil.
El reparto de lo sensible en el mundial de 1978
Nos interesa comenzar por llamar la atención sobre uno de los slogans publicitarios mencionados que formó parte de “La marcha oficial del Mundial”[2]: el llamado a los 25 millones de argentinos a jugar el mundial. Hay que entender la lógica de dominación que se desprende de este simple sintagma al ampliar el alcance deportivo del evento haciendo referencia al rol protagónico de la población civil. Se pone en evidencia que el juego iría mucho más allá de la competición futbolística. Y es que en el marco de la importancia asignada por la Junta Militar al mundial, el llamado se puede entender como una invitación a cooperar con el objetivo de la Junta Militar de “salvataje” del país (Calveiro, 2006). No olvidemos que en el marco de la estrategia psicosocial del régimen se buscó regular el comportamiento de la ciudadanía en pos de lograr mayor adhesión y participación en este proceso (Risler, 2018) que consistía en lograr “un estilo de vida occidental y cristiano”, como explicaba el propio Jorge Rafael Videla en 1977 (Gilbert, Vitagliano, 1998: 31). En la misma línea, en la documentación rectora del archivo general del Ente Autárquico Mundial 78[3] se incluye como una de las tareas de la gerencia de asuntos especiales “Asesorar, proponer, planear y controlar la ejecución de las medidas de acción psicológica, relacionadas con el EAM ´78 y el XI Campeonato mundial de Fútbol de 1978”.
En este sentido es que podemos indagar en la manera en que durante la Dictadura las operaciones cívico-militares se ocuparon de un reparto de lo sensible a través de la política cultural y comunicacional en el marco del cual los medios de comunicación desarrollaron una estratégica construcción discursiva del ciudadano modelo que debería aparecer en pleno disfrute de la Copa del Mundo. Y es que, si tenemos en cuenta las campañas públicas y las alocuciones periodísticas, más allá de la promesa del éxito deportivo, la apuesta del Proceso en el mundial se centró en proyectar una buena imagen al exterior a partir de la buena conducta de los ciudadanos (Bauso, 2018). Las publicidades del momento, por ejemplo, en su gran mayoría apelaban al campeonato mundial, aunque no tanto para referirse de manera directa al fútbol sino para resaltar los valores de la argentinidad que se pondrían en juego desde el momento en que toda la prensa internacional focalizara su mirada hacia nosotros. La incidencia del EAM ‘78 se hace presente incluso en estos ámbitos, en una campaña que hace con Coca Cola, por ejemplo, donde vuelve a aparecer la función apelativa dirigida al ciudadano argentino y se resalta el valor de la unión recordando “el Mundial también es confraternidad… y usted juega de argentino” (Gilbert, Vitagliano, 1998: 33). Si analizamos con atención la idea del juego argentino a la que se hace referencia en diversas ocasiones es el juego de la demostración, de la puesta en escena de una identidad argentina disciplinada a la que refieren las distintas estrategias psicológicas en dictadura.
Además, a pocas semanas de empezado el mundial, la televisión argentina repetía a toda hora una campaña explícitamente destinada a promover el buen trato y la cordialidad de los ciudadanos a los turistas extranjeros. El mensaje se reforzó también en una editorial de La Nación titulado “A pocas hora del Mundial” que destacaba que el resultado importaba menos que “el desenvolvimiento de los factores con los cuales se armó la estructura de la organización” para concluir que se buscaba que “los extranjeros que nos visiten recogerán la firma impresión de que nada ha faltado a la atención cordial que se quiso y se pudo dispensarles” (Gilbert, Vitagliano, 1998: 34).
Este recorrido, aunque breve, nos permite apreciar de qué manera durante la dictadura la estrategia cultural y comunicacional se ocupó, como una de las tareas centrales, del reparto de lo sensible, es decir, de proponer “un sistema de evidencias sensibles que al mismo tiempo hace visible la existencia de un común y los recortes que allí definen los lugares y las partes respectivas” (Rancière, 2009) que configuró la imagen del hombre argentino que juega porque es capaz de conseguirlo todo, como también resaltaba la propaganda del auto argentino coupé Torino TSX apelando a “el poder del hombre que se sabe diferente. Que puede hacer suyo todo lo que desea.” (Gilbert, Vitagliano, 1998: 33).
En este proceso de repartición de funciones y lugares observamos, entonces, que los medios de comunicación resultaron ser un aliado fundamental para la tarea de legitimación del régimen durante el mundial. No por nada se habló de “el mundial de los periodistas” en referencia al modo en que los periodistas se ocuparon de llamar la atención del periodismo internacional para que luego este hablara bien de la situación en el país; como denunciara en el diario La prensa el único periodista opositor al mundial: Dante Panzeri (Llonto, 2003: 102-104). La Junta Militar había establecido a tal fin un riguroso procedimiento de control del comportamiento de los medios de comunicación que incluía la elaboración de normativas, la aplicación de censuras y prohibiciones y hasta persecuciones (Risler, 2018). Es así como el accionar de la prensa argentina cooperó -por decisión u obligación, este punto excede nuestro eje de análisis- en el reparto de lo sensible desde una lógica que podríamos llamar de embrutecimiento entendiendo, en términos de Jacques Rancière (2010), el embrutecimiento como aquella relación de desigualdad entre un sujeto que es poseedor de un saber, una capacidad, una energía, que el otro desconoce y que, entonces, le permite ubicarse en el rol del experto para explicar e iluminar a ese otro. De un lado, el “pedagogo embrutecedor”, los medios de comunicación, que buscaban la transmisión directa de lo idéntico, que se entregaron a la tarea de reproducir hacia la población una representación jerárquica del reparto de lugares, espacios y funciones claramente predeterminadas a los “alumnos”, es decir, en este caso, a los espectadores civiles del mundial que debían ver, sentir, disfrutar, jugar el mundial desde un rol protagónico para mostrar ante los medios internacionales que “los argentinos somos derechos y humanos”.
La escena mundialista, en otras palabras, permitía al Estado actuar bajo la lógica embrutecedora a través de los medios de comunicación (que ya estaban bajo su control) para transmitir un mensaje, para imponer una forma de conciencia sobre aquello que sería percibido, sentido, comprendido.
El mundial y las mujeres
Ahora bien, en este escenario, ¿dónde aparecían las mujeres? Históricamente las mujeres han quedado relegadas de la cancha de fútbol, tanto en su rol de jugadoras como en su rol de espectadoras. Y es que entre sus históricas funciones ideológicas el deporte incluye el hábito del sometimiento de la mujer al excluirla de ciertas prácticas e impedirle ver una perspectiva de liberación. Siguiendo el objetivo de enriquecer la mirada en el campo de estudio sobre los mecanismos de coerción operados durante la dictadura en el proceso de reparto de lo sensible nos interesa focalizar la mirada en la construcción discursiva del rol de la mujer en el mundial. Al respecto, en su exhaustivo libro sobre aquel mundial 78 historia oral del mundial, Matías Bauso (2018) afirma que la participación femenina fue de los pocos aspectos no revisitados con anticipación por el aparato propagandístico. Es a partir de esta observación que surgía la curiosidad por la manera en que fue construido, jerarquizado y representado el papel de la mujer durante el mundial en distintas publicaciones periódicas de la época, por parte del Estado y otros protagonistas de la escena cultural. Una de las primeras preguntas acerca de las mujeres con respecto al fútbol en el mundial la podemos encontrar el 22 de junio de 1978, a pocos días del mundial, cuando Clemente[4] se preguntaba “¿Qué van a hacer las mujeres?” y se preocupaba “Porque junio va a ser el mes de las viudas del fulbo. Todo el mundo va a andar borrado viendo cuanto partido se juegue o se transmita.” (Bauso, 2018). Hasta el director técnico del seleccionado nacional, César Luis Menotti, opinaba al respecto: “Antes estaba equivocada. No se animaba a participar en nuestro fútbol. Claro que necesita una comodidad distinta. No se puede ir a una tribuna popular, por ejemplo.” (Gilbert, Vitagliano, 1998: 132). Con el mundial ya comenzado, la preocupación de Clemente por lo que podrían hacer las mujeres se disipa ya que se reconoce su participación en la tribuna. ¿Pero de qué modo? Nos interesa insistir en la persistencia de la pregunta por las mujeres, pero desde otro ángulo, más allá de lo que se esperaba que hicieran lo que efectivamente hicieron. Recordemos que tomamos como punto de partida la lógica embrutecedora que se desplegó con respecto a la temática mundialista en las publicaciones periódicas de la época, la asignación de roles, espacios y lugares para la mujer no quedó afuera de esta operación.
Para empezar, destaquemos la mirada presente en la película documental La fiesta de todos[5],el film dirigido y escrito por Sergio Renán a partir de más de 120 horas de material registrado durante campeonato. Mientras Renán afirmaba que “El film buscará reproducir las sensaciones y emociones que vivíamos los argentinos, (...) la adhesión masiva del público femenino” lo que se reproduce es la exclusión de la mujer del fútbol cuando al momento de una discusión hogareña entre hombres, estos les anuncian a sus convivientes: “¿Sabés lo que sos vos? Una viuda. Mientras dure el Mundial los hombres en esta casa no estamos. ¿Entendés? No existimos”. Modelo machista que es reafirmado incluso en la participación de Nélida Lobato que aunque afirma que “el fútbol dejó de ser una propiedad masculina” y que la presencia de las mujeres “no fue solamente decorativa” porque podían aportar “detalles importantes que habían pasado desapercibidos para los torpes ojos de los hombres”, lo que se muestra de fondo acerca de estos detalles no es más que la frivolidad del aspecto físico de los jugadores, poniendo en plano la cintura de un jugador cuando recorre una cancha. Otro aspecto que se refuerza cuando Marta Lynch aparece para afirmar que las mujeres tenían ideas propias acerca del seleccionado nacional y en realidad se muestra a dos mujeres refiriéndose a cuestiones estéticas de los jugadores: los ojos, la barba, etc. mientras sus maridos se quejan porque sus mujeres habían desatendido sus tareas de ama de casa habituales: la preparación de la comida y el planchado de camisas. Hasta la artista plástica Marta Minujín, reconocida por sus obras vanguardistas, retrató de manera irónica esta realidad en su obra Mi mundial, que se expuso en la Gordon Gallery ese año, que muestra a una mujer en ropa interior, en pose sensual, enjabonada, sobre un estadio (Gilbert, Vitagliano, 1998: 142) (imagen 1).
Sin embargo, dentro de este desalentador panorama, resultará esperanzador también indagar en la emergencia de posiciones y movimientos de ruptura con esta repartición jerárquica de posiciones, lugares y saberes. Es en este aspecto en el que se espera avanzar en un análisis de la manera en que este acontecimiento renovó y fortaleció la capacidad de enunciación de algunas mujeres, para de este modo ampliar el campo de estudios sobre el mundial 78.
Revista Gente
La decisión de comenzar el análisis de publicaciones periódicas con la revista Gente responde a la magnitud del alcance que tenía su lectura: la revista Gente llegaba a más de 400000 hogares argentinos y fue un modelo para la mayoría de las otras redacciones donde se llegaba a pedir que “hicieran notas como las que salieron en Gente” (Llonto, 2003: 104).
La postura que esta revista tomó hacia el mundial se hizo explícita en vísperas de la inauguración, el 1 de junio de 1978, cuando el entonces director de la revista Samuel “Chiche” Gelblung tituló un editorial de dos páginas con tamaño afiche: “A pesar de”. Allí enumeró uno a uno los elementos “a pesar de” los cuales “los argentinos hicimos el Mundial”. “A PESAR DE TODO Y CONTRA TODO” (las mayúsculas son propias de la revista). La postulación de un enemigo fue una de las principales estrategias legitimadoras del régimen que se dedicó abiertamente desde 1976 a la apelación a la unidad de todos los argentinos para combatir al enemigo, por lo que podemos concluir que la revista Gente, con esta editorial, se posicionaba abiertamente en alianza con las estrategias de la dictadura como se puede leer en las siguientes imágenes del artículo analizado. (Imagen 2)
En el caso de la revista Gente la lógica del embrutecimiento que toma como punto de partida la desigualdad de las capacidades para separar claramente a quienes son capaces de ver, conocer y decidir dentro de una comunidad se hace evidente en primer lugar por la escasez de artículos dirigidos a las mujeres. Las mujeres quedan excluidas del mundial. Si se la representa es como acompañante del futbolista: “Dos chicas de la colectividad iraní de Córdoba, con trajes típicos, agasajaron a sus futbolistas” se menciona cuando entre las fotos de las delegaciones aparece la imagen de dos mujeres el 1 de junio de 1978. (Imagen 3)
Y si no agasaja, espera pacientemente como podemos leer en la previa al mundial, el 25 de mayo de 1978, cuando se narra la historia del noviazgo de la modelo Pata Villanueva y el número tres de la selección nacional, Alberto Tarantini que se pueden ver solo cuando Menotti los deja. (Imagen 4)
U Olga, la esposa del arquero Fillol, que mientras él juega espera junto a su hija de dos meses en la casa de Quilmes, como se la muestra en la revista del 22 de junio de 1978. (Imagen 5)
Cuando por fin la mujer aparece como partícipe del mundial, lo hace desde el lugar de la ignorancia. Tómese como ejemplo el artículo del 15 de junio de 1978 en que se ofrecía un “Curso acelerado de fútbol para mujeres” donde impera un tono pedagógico e imperativo. (Imagen 6)
Revista Gente n°673, 15 de junio de 1978
Desde el primer párrafo se afirma: “Usted no puede seguir sin entender nada”. Y el motivo de dicho imperativo no responde a una voluntad inclusiva, sino a que el fútbol se hubiera tornado finalmente en un espacio permitido desde el momento en que adoptaba una lógica familiar: “la gente se porta bien y el fútbol se convierte en un espectáculo familiar”. Es decir que responde una vez más a un mandato tradicional de ocupar el espacio íntimo de la institución familiar. Además, de modo conservador, el saber de la mujer aparece sometido al saber del hombre: “Mientras estudia este cuadernillo relámpago, puede consultar con sus maridos. A los hombres les encanta dar interminables explicaciones”. Siguiendo con el tono didáctico del artículo, la mujer, entonces, para acceder al mundial debe estudiar y rendir examen para que “una vez que se haya recibido de hincha, (...) ir a la cancha, gritar, patalear y pelearse como cualquier simpatizante”. Más allá de aclarar las dudas, como anuncia el copete de la nota, hay otro objetivo explícito “discuta mejor con su marido, novio o hermano”. Pareciera no haber forma de integrarse al mundial de forma autónoma.
Revista Para ti
Por otro lado, la elección de Para ti como corpus de análisis se debe a que fue una publicación pionera en las revistas femeninas argentinas que apareció por primera vez en 1922 en la misma editorial: Atlántida. Como emprendimiento pionero siempre se preocupó de presentar en sus páginas a las modelos y personalidades del momento, adaptando las secciones permanentemente a los avances en los intereses de la mujer argentina. Llegó incluso a publicar una exclusiva entrevista a la feminista Simone de Beauvoir, ya que se preocupaba por equilibrar temas como la libertad, la igualdad, la maternidad, la inserción profesional con temas tradicionales como la moda, los peinados, etc. Por ello, las mujeres de la revista Para ti también llegaron al mundial, aunque tardíamente.
La temática mundialista no aparece como eje central sino hasta el número del 12 de junio de 1978 cuando en la editorial de la periodista Lucrecia Gordillo bajo el título “Entre nosotras” (repetido en varios idiomas para la ocasión) se narra la asistencia de cuatro periodistas de la revista a uno de los partidos del mundial.[6]
(imagen 7)
Lo primero que llama la atención es la mencionada demora en sumarse a la fiebre mundialista cuando la mayoría de las revistas desde mucho antes de comenzado el certamen ya lo tenían en agenda. Pero, además, el relato de la periodista nos permite reconocer el lugar de enunciación: enfatiza primero sus sentimientos de aversión hacia ese espacio tradicionalmente masculino que es el fútbol: “Nunca el fútbol ha sido de nuestra devoción. De eso no cabe ninguna duda.” Y no se trata de una mera cuestión de gustos, la distancia adquiere un matiz bélico al adentrarse en la cuestión: “Siempre lo sentimos como un deporte masculino, como un enemigo que nos robaba maridos, novios y amigos.”[7] Sin embargo, luego aparece el orgullo y la sorpresa: “Ahora algo cambió”. Un cambio asociado al “orgullo de ser argentinos” y la posibilidad de participar de “la fiesta emotiva, imponente”. Es notable que el posicionamiento supuestamente disruptivo de estas mujeres no responda más que a la lógica imperante de la junta: la fiesta de todos, ellas también la comenzaban a jugar. ¿Cómo? Sienten ganas de “ser amables, de ayudar en todo lo posible, de esforzarnos desde nuestro para que todo saliera ‘10 puntos’” Es decir, asumen ese lugar preestablecido de la mujer: los buenos modales. E inmediatamente después, destacan su decisión de “vestirse de celeste y blanco”. Si bien es cierto que vestir la camiseta del propio equipo forma parte del folklore tradicional del fútbol es llamativo que su motivo de orgullo sea poder participar del mundial sin alejarse de sus intereses permitidos: la moda. De hecho, el segundo artículo sobre el mundial en este mismo número, que fue motivo de la imagen de portada, alude a la moda: “Un gol al frío”, que presenta todos los abrigos de moda en aquel invierno con imágenes montadas que ubican a las modelos en canchas junto a los jugadores del mundial. (Imágenes 8 y 9)
La narrativa del cambio, a su vez, no deja de insistir en esa sensación de extrañamiento hacia el espacio: sienten “vergüenza” y “miedo al ridículo”. Y la posibilidad de reconfortarse en ese nuevo lugar solo es posible cuando los y las demás las aplauden en señal de reconocimiento de su audacia. Mayor sorpresa y placer cuando el reconocimiento es “hasta de los chicos de El gráfico”, donde el modalizador “hasta” remarca la oposición radical entre la publicación deportiva, y por ende con mayoría de hombres que tienen la autoridad suficiente para reconocer el valor del gesto de las mujeres alentando en un partido del mundial. Tanto es así que están agradecidas porque ellos les dedicaron “un rinconcito” de su revista, donde el diminutivo es revelador. El extrañamiento es aún mayor cuando se habla del espacio del estadio, ese lugar al que solo es posible que accedan porque se ha transformado en un espacio familiar donde todos las tratan amablemente, las reciben con una sonrisa, con cariño y simpatía. En pocas palabras, se avanza en una narrativa de la hazaña organizada a partir de la relación y la reacción de los autorizados en la materia: los chicos de El Gráfico, el acomodador y algún que otro señor, entre ellos el policía, todos sujetos masculinos que enmarcan la experiencia mundialista para estas mujeres. El final nos permite revelar el verdadero misterio que esconde semejante cambio, “el secreto de todo” como dice la propia Lucrecia Gordillo, se trata de “dar nuestro mensaje”, “hacer el país todos los días” como una “gran fiesta”. (Imagen 7)
En definitiva, lo que al principio parecía presentarse como un acto liberador, casi como una emancipación en términos de Rancière: un proceso que desajusta una distribución arbitraria de roles finalmente no fue más que una confirmación de su rol, un acto que cumple con la asignación prevista para sí en el espacio de lo común: mujeres que forman parte del fútbol bajo el ala del impulso machista que lo sostiene. Si las mujeres habían podido pasar del hogar y de la cocina para seguir con atención goles, tablas de posiciones, tácticas y estrategias era solo bajo el ala protectora de sus maridos, padres, novios o amigos. Ese era el sitio que les estaba designado por los hombres de antemano. “Porque desde siempre habían aprendido que, así como los hombres no deben llorar, ellas deben ser sensibles, detallistas y sacrificadas.” (Gilbert, Vitagliano, 1998: 140-141).
Madres y abuelas de plaza de Mayo
El panorama destacado muestra un dispositivo concentracionario diseminado en toda la sociedad que constata la dimensión productiva del poder para producir subjetividades, modos de actuar, posibilidades -o no- de decir… (Calveiro, 2006). Pero hay otro poder en escena que nos interesa en su dimensión política en tanto que interrumpe el orden natural de las dominaciones (Rancière, 2012). Es el que Rancière (2010) llama “el poder común a los espectadores” y define como “el poder que tiene cada uno o cada una de traducir a su manera aquello que él o ella percibe, de ligarlo a la aventura intelectual singular que los vuelve semejantes a cualquier otro aun cuando esa aventura no se parece a ninguna otra.” (p.23). Es el poder de inventar y componer subjetividades por fuera de la distribución de lo sensible dispuesta en función de un estatus dentro de la máquina estatal. Es el poder que borra las jerarquías representadas y permite a cada sujeto moverse y reposicionarse, correrse de la jerarquía representada en la cual la mujer padece el mundial o pide permiso y autorización para que la ayuden a aprender a disfrutarlo.
En el contexto dictatorial hace falta remitirse al 30 de abril de 1977 para encontrar uno de los gestos más importantes en la disociación del orden de asignaciones. Es el día que por primera vez un grupo de madres, cansadas de no tener respuesta sobre el paradero de sus hijos e hijas ni en la policía, ni en las iglesias, ni en ningún otro organismo de derechos humanos optó por ocupar el espacio público con el cuerpo: “hasta que nos vean” sentenciaba Azucena Villaflor de De Vincenti. Era sábado, se encontraron a las 17 horas en Plaza de Mayo que, como era un día no laborable de otoño, estaba desierta. Esto es lo que las llevó a acordar que volverían la semana siguiente, pero en un día laboral, más temprano, para que coincidiera con la hora de mayor tránsito en el microcentro porteño y así asegurarse mayor visibilidad. Con el mismo objetivo, ese mismo año se sumaron a la peregrinación a Luján para “hacerse visibles” en la única manifestación masiva permitida, que no por casualidad se trataba de una manifestación religiosa, respondiendo a la primacía de los valores cristianos como pilares del nuevo orden social buscado por la Junta Militar. Es allí, en la peregrinación a Luján, cuando deciden usar un pañal en la cabeza para ser reconocidas, incluso en la noche, pañal que se transformaría en el icónico pañuelo blanco que las representa hasta la actualidad. Sin dudas, aquel grupo de mujeres con pañuelo en la cabeza llamó la atención de los peregrinos que empezaron a preguntarse quiénes eran. Aunque el suceso no salió más que en un diario local de Luján, la noticia corrió por todas partes, recordaría Juana de Párgament, una de las mujeres de aquella jornada. Aquella primera irrupción en la Plaza el 30 de abril fue el primer paso para trazar su propia aventura y afirmar su propia capacidad de romper la adecuación a asignaciones previas de lugares y funciones.[8] Es en este sentido de “hacerse visibles”, de aparecer en escena, de hablar cuando el régimen llamaba a silencio, de mostrarse ante las cámaras, de no ceder el espacio físico de la Plaza los jueves, que podemos pensar el accionar de las abuelas y madres de Plaza de Mayo como un gesto de ruptura con la lógica policial del momento.
Los propios jugadores del plantel de la selección nacional recuerdan aún el eco que produjo el accionar de estas mujeres durante el mundial:
Luque archiva insólitas intromisiones. Cuenta que en el micro del plantel había una motorola por la cual se filtraban voces con amenazas a los militares y los equipos; voces imperativas y crípticos planes, malos augurios del tipo ‘sos boleta’ o ‘van a palmar’ (...) Otra motorola hablaba de un incidente en el microcentro, el 8 de junio. La agencia Noticias Argentinas hacía su reporte: ‘Un grupo de mujeres, en su mayoría madres de personas desaparecidas, intentó promover, ayer por la tarde, una demostración pública en la calle Florida. El hecho se registró en la intersección de esa arteria y Tucumán, alrededor de las 16.30. Las mujeres, doce, aproximadamente, comenzaron a proferir gritos reclamando información sobre sus parientes y, de acuerdo con comentarios recogidos en el lugar, algunas de ellas habrían exhibido retratos de personas por las cuales clamaban. La actitud de las manifestantes halló escasos eco entre los transeúntes e, incluso, despertó la reacción adversa de una parte de ellos. Se escucharon gritos y expresiones que reprochaban a las mujeres por su proceder, atribuyéndoles la intención de impresionar a los visitantes extranjeros. Efectivos policiales se movilizaron con discreción. Habrían llevado en un patrullero a una de las mujeres. (Gilbert, Vitagliano, 1998: 134-135)
No es casualidad que el 8 de junio el gobierno militar prestara especial atención a esta manifestación y tratara de negar su poder de resistencia. Y es que el 1 de junio de 1978, día del acto inaugural del mundial, que sería seguido por el primer partido entre Alemania y Polonia, a diferencia de todos los otros medios nacionales e internacionales que se limitaron a cubrir estos sucesos en el Estadio Monumental, la televisión pública holandesa cubrió otro hecho: la ronda de las madres en Plaza de Mayo. Fue la primera vez que esta escena, que llevaba más de un año repitiéndose cada jueves, tuvo visibilidad y proyección mundial. Aunque al día siguiente el Buenos Aires Herald lo describiera como un encuentro entre los medios de TV y las “madres locas”, el testimonio fílmico resultaba conmovedor:
Nosotras solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Nos dicen que los argentinos en el extranjero están dando una falsa imagen de la Argentina. Nosotras que somos argentinas, vivimos en la Argentina, les podemos asegurar que hay miles y miles de hogares sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación y tristeza porque no nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos. Nos han quitado lo más preciado que puede tener una madre. Angustia porque no sabemos si están enfermos, si tienen frío, si tienen hambre. No sabemos nada. Y desesperación, señor, porque ya no sabemos a quién recurrir. Consulados, embajadas, ministerios, iglesias, en todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. Por favor, ayúdennos, ayúdennos, por favor. Son nuestra última esperanza.[9]
La ausencia en otras publicaciones del episodio de aquel jueves en Plaza de Mayo es sin duda llamativa, si además tenemos en cuenta el contraste de estas palabras con lo rimbombante y festivo de los títulos que aparecieron aquel mismo día en otras publicaciones: La Nación tituló “Fue una fiesta total… sobria, medida, de buen gusto… Fue una fiesta argentina para el mundo”, en referencia a la ceremonia inaugural. Gente lo mencionó como “un día histórico” para el que “pasará más de un siglo para que el fenómeno se repita”. En el epígrafe a la imagen del acto inaugural aclaraba: “Es el símbolo del esfuerzo de todo un país. El símbolo de un triunfo que no tiene nada que ver con el resultado de los partidos”. (Imagen 10)
Así queda en evidencia que los 25 millones de argentinos llamados a jugar el mundial no incluía a este grupo de mujeres que veían en el mundial la ocasión de finalmente proyectar las denuncias de los crímenes de estado cometidos por la Junta Militar hacia el exterior.
No sería la última vez que este grupo de mujeres se enfrentara a los medios para deshacer su lógica de censura y encubrimiento de la realidad. Cuando en agosto y septiembre de 1978 la revista Para Ti lanzó la “Campaña Argentina Toda La Verdad” que ofrecía tarjetas postales troqueladas para que cada lectora pudiera enviar a las personalidades internacionales que se habían ocupado de “la campaña anti-Argentina en el exterior” las madres y abuelas salieron masivamente a comprarla y cumplieron con aquella tarea, solo que en lugar de una falsa imagen del país se dedicaron a llenar las postales denunciando con nombre y apellido la desaparición de sus hijos e hijas.
Este grupo de mujeres logró romper la lógica disciplinar, el discurso en tono épico y el ambiente de fiesta y jolgorio que se imponía en torno al Campeonato Mundial de Fútbol. Ellas lograron quebrar el silenciamiento de la dictadura y la censura de la prensa con gran repercusión internacional y así se aseguraron que el Mundial no fuera esa fiesta de propaganda organizada por la dictadura para ocultar sus crímenes y combatir la “campaña anti argentina”
Consideraciones finales
En el análisis realizado de distintos discursos circulantes durante los meses previos y posteriores a la realización del mundial y, sobre todo, en el transcurso de su realización, destacamos de qué manera diversos productos comunicacionales y culturales en torno al Campeonato Mundial de Fútbol se ocuparon de fijar el rol que le cabía a los espectadores durante dicho evento como participantes activos que pudieran colaborar con el objetivo de reflejar una imagen positiva del país que ayudaría a la Junta Militar a lograr mayor aceptación, más que nada a nivel internacional. Se trataba, como vimos, de una asignación de roles que en mayor medida excluía a las mujeres de una participación activa y autónoma ya que estas quedaban relegadas al tradicional modelo de la mujer ama de casa, madre, pareja o espectadora superficial e ignorante del fútbol. Las publicaciones reproducían a tal fin un discurso embrutecedor que proponía la identificación de cada sujeto en la sociedad civil con un lugar específico dentro de esa comunidad.
Lo que se pone en evidencia a partir del análisis del corpus realizado es, en términos de Jacques Rancière, el problema del espectador en el reparto de lo sensible en una comunidad. Mientras las revistas Para ti . Gente en sus modalidades discursivas dan cuenta de la reiteración de modelos de sociabilidad existentes antes de crear otras nuevas, ¿se puede reducir las tareas del espectador a la mera pasividad? ¿Es el espectador un sujeto sin la capacidad de conocimiento y de acción que espera directivas para actuar? ¿No fue posible, en este contexto, romper con dicha identificación con un gesto de subjetivación política?
En este contexto de disciplinamiento colectivo que describimos, nos interesaba buscar el poder de los espectadores de salirse de ese lugar, como dice Rancière, de activar esa posibilidad de traducir esos signos de otra manera y aventurarse en un nuevo espacio de incertidumbre. Es por ello que fue importante también resaltar de qué manera el actuar de algunos sujetos sociales, en este caso, las madres y abuelas de Plaza de Mayo, logró escapar a estos mandatos y así se puso en evidencia que es posible romper con el orden simbólico que regula una comunidad –o, en términos de Rancière, con el reparto de lo sensible–; y que en todo grupo humano puede emerger una palabra que desde un nuevo lugar proponga una distribución otra de los cuerpos y así genere una ruptura entre las expectativas y la actualización performática. Es revelador de qué manera este grupo de mujeres logró una reconfiguración aquí y ahora de la división del espacio y del tiempo, del trabajo y del tiempo libre.
El gesto dislocador de las abuelas y madres de Plaza de Mayo nos permite confirmar lo que dijera Raymond Williams: “que ningún modo de producción y por lo tanto ningún orden social dominante ni ninguna cultura dominante jamás en realidad incluye o agota toda la práctica humana, toda la energía humana y toda la intención humana” (Williams, 2009: 166) y nos invita entonces a siempre creer en la capacidad humana de trastornar el reparto de lo sensible, de aventurarse en experiencias emancipadoras insospechadas que lo lleven por lo desconocido a atravesar las fronteras preestablecidas.
Este primer acercamiento general a las particularidades de las estrategias comunicativas llevadas a cabo durante la dictadura durante el mundial, que nos permitió descubrir una lógica embrutecedora dentro del reparto de lo sensible, nos invita a seguir pensando estas operaciones, pero sobre todo a buscar las que fueron de ruptura, en un corpus más amplio de las producciones culturales de la época y sobre la época.
Bibliografía
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Notas