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Presentar y servir la comida en la pandemia. Fotografías de prácticas alimentarias en grupos de WhatsApp de comedores comunitarios

Presenting and serving food in the pandemic. Photographs of alimentary practices in WhatsApp groups of soup kitchens.

María Victoria Sordini
Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas / Universidad Nacional de Mar del Plata). Escuela Superior de Medicina - UNMDP, Argentina
Victoria Noelia Cabral
Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC, Universidad Nacional de Mar del Plata- Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas)., Argentina

Intersecciones en Comunicación

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina

ISSN: 1515-2332

ISSN-e: 2250-4184

Periodicidad: Semestral

vol. Vol, núm. 2, 2022

intercom@soc.unicen.edu.ar

Recepción: 11 Agosto 2022

Aprobación: 01 Octubre 2022



DOI: https://doi.org/10.51385/ic.v2i16.157

Resumen: El objetivo de esta investigación es identificar los sentidos sociales de las fotografías que acompañan mensajes instantáneos en grupos de WhatsApp por referentes de comedores comunitarios durante el contexto de aislamiento social preventivo y obligatorio en 2020 debido a la pandemia COVID-19 en el Partido de General Pueyrredon (Buenos Aires, Argentina).

El diseño es cualitativo con el enfoque de la etnografía virtual. Se trabaja con un corpus de 331 fotografías. Para su análisis se realiza una descripción mencionando los patrones estéticos predominantes, los temas generales que expresan y se reflexiona en torno a la imagen como testimonio. Estos aspectos se discuten a partir del tópico de la abundancia que se connota en las fotografías de comida en contraposición al fantasma del hambre, la escasez y la emergencia alimentaria.

Palabras clave: fotografía celular, análisis de la imagen, comedores comunitarios, Covid-19, prácticas alimentarias.

Keywords: camera phone photo messages, image analysis, soup kitchens, Covid-19, alimentary practices

INTRODUCCIÓN

La dificultad de acceso a los alimentos contornea un escenario de emergencia alimentaria en Argentina, decretado por el poder ejecutivo en 2019[1]. Desde allí se lanzaron programas de transferencias de ingresos para atender lo alimentario y, también se ampliaron en su alcance de cobertura otros programas alimentarios vigentes, como por ejemplo las intervenciones de apoyo técnico y financiero para comedores comunitarios. El escenario de emergencia se profundizó en el año 2020 con la pandemia por Covid 19. Además del impacto sanitario, las disposiciones del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) restringieron las posibilidades de diversificar ingresos en amplios sectores sociales que no poseen trabajos registrados.

En el Partido de General Pueyrredon (PGP), localizado en la provincia de Buenos Aires, la organización colectiva de las necesidades constituyó una malla de resistencia ante un escenario de alta incertidumbre y profundización de las desigualdades. Cocinar y comer en un comedor comunitario es una práctica cotidiana que la población con bajos ingresos vivencia desde hace más de tres generaciones (Sordini, 2022). Sin embargo, este momento histórico implicó que las cantidades de comensales se dupliquen o tripliquen en los comedores y que los merenderos barriales también sirvan el almuerzo. Así, los modos de la comensalidad se transformaron. El decreto de aislamiento social preventivo y obligatorio implicó que el acto de comer no se realice en el interior del comedor, sino que un miembro de cada grupo familiar retire las porciones en un tupper o recipiente plástico y coman en su hogar junto a su grupo conviviente. Esta situación activó redes y estrategias en la organización comunitaria. En primer lugar, los Comités Barriales de Emergencia (CBE) implementaron una logística mediante centros de distribución de alimentos que brindan un alcance de cobertura a todos los barrios del PGP. En segundo lugar, los y las referentes de los comedores y los/as cocineros/as requirieron de un activo intercambio de recetas y proporciones ante el aumento de la demanda de porciones diarias. Toda la organización cotidiana fue discutida y consensuada tanto de manera presencial como de manera virtual porque las tecnologías digitales constituyen un espacio de socialización privilegiado en la llamada Sociedad 4.0 (Scribano y Lisdero, 2019)

Los comedores comunitarios forman parte del mundo virtual y su participación en las comunidades virtuales constituye una estrategia para la diversificación de los ingresos, en tanto se convocan y se enlazan donaciones de alimentos para cocinar, utensilios de cocina, equipamiento e infraestructura y otras necesidades. De este modo, el mundo virtual es un escenario más para garantizar el acceso a alimentos y la infraestructura para el funcionamiento del comedor (Sordini, 2020). El uso de distintas plataformas (Facebook, Instagram, WhatsApp) opera como un canal de difusión de pedidos específicos o de eventos que convocan a la donación de alimentos.

Las modalidades de interacción mediante dispositivos tecnológicos ocupan un rol central en la vida cotidiana facilitando una permanente convivencia entre la vida on line y off line (Hine, 2004; Van Dijk, 2016). Dicha socialización adquiere modos particulares de llevarlas a cabo (Simmel, 1986) de acuerdo al diseño de cada plataforma virtual. En el espacio virtual surgen y se consolidan grupos sociales que “emergen de internet cuando suficientes personas se mantienen en una discusión pública, durante suficiente tiempo, con suficiente sentimiento humano como para establecer redes de relaciones personales en el ciberespacio” (Rheingold, 1993:5 citado en Hine, 2004:28).

El espacio virtual se ha vuelto indispensable y relevante para la investigación social principalmente por el modo en que las tecnologías son utilizadas y apropiadas para el despliegue de tramas de interacciones preexistentes o nuevas (Dettano y Cena, 2020). Múltiples trabajos han estudiado el uso de las plataformas virtuales en personas receptoras de programas sociales para socializar en torno al acceso y gestión de los mismos (Cena, 2014 ; Sordini, 2017; Faracce, 2019; Weinmann y Dettano, 2020; Dettano y Cena, 2020). En este trabajo se recuperan las interacciones que referentes, cocineros y cocineras de comedores comunitarios mantienen para el funcionamiento de los mismos y así, garantizar la implementación de los programas alimentarios para comedores (Sordini 2014; 2020).

Cabe destacar que la virtualidad de las comunidades en el espacio online no borra las categorías sociales construidas en el espacio off line (Sandoval Forero, 2007). Las prácticas sociales en el mundo virtual se vinculan de modo estrecho con la materialidad de la vida off line. Las condiciones de producción y reproducción de vida, los grupos de pertenencia, la posición y disposición social y geográfica, el idioma y las prácticas culturales, configuran las formas de acceder, ser, actuar, enunciar y relacionarse en el ciber-mundo (Sordini, 2017).

Además, los dispositivos móviles se han convertido en espacios de producción, edición y vehículo de almacenamiento de imágenes; con su fácil acceso y gestión quienes manejan en sus manos uno de estos dispositivos se han convertido en “hacedores de imágenes” (Scribano, 2017, 2017b). En tanto espacio de interacción, constituye una práctica de mostrar, mostrar(nos) y mostrar(se) a través de la publicación de las imágenes (Scribano, 2017b). “La cámara digital y los teléfonos celulares que la portan, así como webcams, y las plataformas llamadas redes sociales transformaron la práctica de la fotografía, así como a lo fotografiable, sus significados, usos y funciones sociales” (Karina y Schwarz, 2016: 70).

En los últimos años se registra un interés por el abordaje de plataformas virtuales para el análisis de prácticas comunicativas, tal es el caso de WhatsApp. Antecedentes previos, dan cuenta de la riqueza creativa que nutre al intercambio de mensajes en esta aplicación a partir de la combinación de stickers, emojis, audios y fotografías, favoreciendo nuevas formas de comunicación y vinculaciones sociales (Wesch, 2009). Aspectos como la circulación de memes (Ballesteros Doncel, 2016) y el vínculo entre texto escrito y emojis (Sampietro, 2016) son algunos de los tópicos explorados. En cuanto a las investigaciones que abordan la pandemia, se identifica un especial interés en reflexionar acerca de los procesos de enseñanza desarrollados mediante WhatsApp en diversos países de América Latina. Por ejemplo, atendiendo a las posibilidades de aprendizaje colaborativo (Montenegro Díaz, 2020) y como herramienta de comunicación educativa entre docentes y padres de familia (Loor Ramos, et al., 2022). También, se destacan trabajos que desde una mirada metodológica, epistémica y teórica refieren al uso de WhatsApp para la investigación social. Por ejemplo, se detalla el proceso de la entrevista virtual por WhatsApp, implementando el uso de memes como disparadores de la conversación, para indagar la regulación motivacional que se produce en los intercambios cotidianos en el mundo laboral de los y las emprendedores/as. (Quattrini, 2018). También se indaga sobre el uso de WhatsApp como medio para el registro/envío, en y a través de un “grupo de difusión”, de la “situación conflictual” que un grupo de estudiantes y becarios de investigación vivenciaban en sus recorridos cotidianos en la Ciudad de Buenos Aires. Esta investigación permitió explorar los caminos que ofrecía WhatsApp para captar la proximidad/distancia entre mirar/ver/observar (Scribano, 2017).

Ahora bien, ¿qué particularidades es posible hallar en las fotografías enviadas en grupos de WhatsApp sobre comedores comunitarios? ¿Qué rasgos adquiere la comensalidad en la pandemia? ¿Cómo es la presentación de la porción de comida? ¿Qué estructura de sensibilidades y sentidos es posible hallar en las fotografías vinculadas a la emergencia alimentaria y las prácticas del comer?

El objetivo de esta investigación es identificar los sentidos sociales de las fotografías compartidas en grupos de WhatsApp por referentes de comedores comunitarios. Las imágenes fotográficas tomadas con celular sobre las entregas de mercadería y la comida preparada para su consumo acompañan el reporte diario del menú del comedor en los grupos de WhatsApp sobre saberes, sabores, preparaciones, recetas, recomendaciones sobre cantidades para la preparación de las comidas. Sin desconocer que las fotografías dialogan con otras materialidades significantes (emojis, texto, audio) nos interesa detenernos en las fotografías por su potencial de dar cuenta de las prácticas alimentarias y las comensalidades en los sectores sociales más vulnerables del PGP.

Como punto de partida consideramos que la fotografía opera como prueba o huella de una escena específica, “atestigua indudablemente la existencia de los que da a ver” (Dubois, 1986: 20). Así, la fotografía celular es un testimonio sobre qué se cocina, cómo se sirve, se come y se comparte la comida en comedores comunitarios durante el contexto de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) en 2020 debido a la pandemia COVID-19.

La estrategia argumentativa se organiza en primer lugar con una síntesis sobre el problema alimentario y las políticas alimentarias focalizadas a comedores comunitarios. Luego se reconstruyen las intersecciones entre sociología y fotografía. En tercer lugar, en el apartado metodológico, se detallan las estrategias de etnografía virtual que se implementaron. Estas permiten profundizar la potencialidad de las redes sociales y la captura y expansión de las imágenes para cristalizar procesos de estructuración social en contextos de necesidad alimentaria. A continuación, el análisis se estructura de la siguiente manera: a) se realiza una descripción del corpus de fotografías mencionando los patrones estéticos predominantes, los temas generales que expresan y se reflexiona en torno a la imagen como testimonio; b) se profundiza el análisis e interpretación respecto a la abundancia y saturación que se connota en las fotografías de comida en contraposición al fantasma del hambre, la escasez y la emergencia alimentaria. Finalmente, en las consideraciones finales se retoma el ejercicio reflexivo y de vigilancia epistemológica que implica una crítica a una economía política de la mirada (Lisdero, 2017) como una posibilidad de comprender el problema alimentario.

POLÍTICAS ALIMENTARIAS Y COMEDORES COMUNITARIOS EN EL CONTEXTO DE PANDEMIA

En los contextos de desigualdad social la organización cotidiana del comer estructura a la vida cotidiana. La diversificación de los ingresos mediante trabajos registrados, informales, cooperativas, redes familiares y de vecinos para intercambiar bienes, la inserción comunitaria mediante organizaciones de la sociedad civil y las políticas sociales nutren a la composición de las comidas diarias. Desde fines de la década de 1980 los comedores comunitarios se desplegaron en las zonas de segregación territorial de los centros urbanos en Argentina. Con diversas trayectorias e intermitencia se han mantenido vigentes como acción directa a la necesidad colectiva de comer y fueron acompañados por diversos programas alimentarios que les brindaron apoyo técnico y financiero (Sordini, 2020).

El contexto de pandemia por la COVID-19 profundizó las dificultades para la diversificación de los ingresos. En el PGP se profundizó la organización comunitaria y se potenció a partir de la creación de los los Comité Barriales de Emergencia que concentraron a Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), Centros de Extensión Universitaria, Centros de Atención Primaria de Salud en articulación con el gobierno municipal. La mayor demanda de asistencia fue tanto para el ámbito sanitario como para el problema alimentario. En este contexto, durante 2020 en el PGP se registraron 369 centros comunitarios activos en los que funcionan comedores y merenderos, con un total de 41.285 viandas semanales y 2.912 voluntarias y voluntarios, de los cuales en su 70% son mujeres (CBE, 2020). En torno a los comedores comunitarios se articularon múltiples estrategias para descentralizar hacia todos los barrios de la ciudad alimentos secos, en mayor medida, y frescos a los centros comunitarios.

La situación de pandemia requirió la reestructuración de algunas prácticas de elaboración y consumo de la comida. Allí participaron de manera activa múltiples OSC (religiosas, políticas partidarias, ONG, universitarias, etc) con donaciones (materiales de higiene, materiales descartables, alimentos secos y frescos), tareas de logística y protocolos para la manipulación de los alimentos. Los comedores duplicaron y triplicaron la cantidad de viandas que entregaban antes de la pandemia; en otros casos, los espacios comunitarios que funcionaban como merenderos comenzaron también a elaborar el almuerzo o la cena. Desde los Comités Barriales de Emergencia se organizó el relevamiento de comedores comunitarios vigentes en cada barrio de Mar del Plata, la articulación de demandas alimentarias con el municipio y la organización para la distribución de entregas de mercadería. De este modo, el PGP se dividió en cuatro zonas en las que se radican aproximadamente 31 comités barriales de emergencia que representan a uno, dos o tres barrios cada uno. Toda esta articulación protagonizó múltiples comunicaciones en diversos grupos de WhatsApp vinculados a la alarma alimentaria, el acceso a las entregas de mercadería, la distribución de las mismas, las preparaciones realizadas y las entregas de viandas.

Cabe destacar que las intervenciones de las políticas sociales poseen un carácter organizativo que otorga a cada sector social determinada responsabilidad para la satisfacción de las necesidades de la sociedad, articulando la relación entre la esfera doméstica, mercantil, estatal y relacional (Adelantado, 2009). De esta manera, la intervención del Estado sobre la cuestión alimentaria implica la articulación de múltiples actores sociales en el territorio que dinamizan las entregas de alimentos secos, frescos y productos comestibles. Dichas entregas requieren ser complementadas con otras redes de asistencia, ayuda y apoyo. Por ello, las políticas sociales no son solamente un elemento que permite paliar las desigualdades existentes, sino que además, opera como una intervención con la capacidad de gestionarlas, asignando a cada una de las esferas un determinado rol en la asignación, distribución y garantía de satisfactores. La implementación de las políticas alimentarias implica el despliegue de lazos relacionales que articulan la interacción entre las distintas esferas para que, bajo los patrones alimentarios y culturales, se implementen políticas moralmente aceptables para alcanzar la integración social. Es decir, los requisitos para abrir un comedor comunitario y recibir el financiamiento estatal, los tipos de mercadería que se entrega, los montos de las transferencias monetarias de ingresos que implican los programas alimentarios configuran modos de atender y dar respuesta al problema alimentario.

La jerarquización de necesidades en el campo de la subsistencia, como es el caso de la alimentación, se disputa en relación a la definición de lo necesario e interviene directamente en las modalidades de prestación alimentaria. La entrega de alimentos directa, los criterios de selección de esos productos, la regularidad de la entrega, la composición nutricional, la cantidad y variedad de alimentos, los montos de las transferencias monetarias de ingresos y la oferta del mercado connotan un régimen de bienestar. Este régimen articula patrones alimentarios y culturales, lógicas de acumulación y de expropiación de las energías y del excedente, prácticas políticas y un régimen de sensibilidades (Scribano, 2012; De Sena, 2016; Cena, 2017) que configura una economía política de la moral (Marx, 2011) que moldea los esquemas de visión del mundo (Bourdieu, 1999) y la percepción de sí mismo y de los otros.

Además, las políticas sociales son performativas porque en sus clasificaciones del mundo y en las definiciones de la problemática social subyacen las soluciones posibles, las acciones esperables de los/as destinatarios/as para mantener la prestación, los/as responsables de las problemáticas. Así, la intervención de las políticas sociales prescribe prácticas del saber-hacer en los esquemas de sociabilidad que los programas configuran. De esta manera las prestaciones alimentarias delimitan a las preparaciones posibles a partir de dichas entregas. En este sentido, las políticas alimentarias para comedores configuran modos de cocinar, esquemas de comensalidad y sabores en las personas que concurren a diario.

Las familias que complementan su alimentación con programas alimentarios, comen de manera itinerante en el hogar, en el comedor escolar y en el comunitario (Sordini, 2020). En la mesa de todos esos escenarios la comida se comparte en base a normas culturales que regulan la distribución de las preparaciones y, además, se parte y reparten valores que le dan sentido al comer. A lo largo de las sucesivas generaciones, se ha transformado la comensalidad, es decir, se modificaron los modos de compartir los alimentos en el interior de los grupos humanos. Por ello la mesa es el espacio de socialización por excelencia donde se transmiten los fundamentos que organizan la vida familiar y social (Aguirre et al., 2015). De esta manera, en la comensalidad se cristaliza el reconocimiento porque en la acción de comer el-uno-con-el-otro se entraman relaciones sociales en las que subyace aceptarse y aceptar al otro en tiempo y espacio (Mintz, 1999). Además, los cuerpos/emociones de las personas intervenidas por los programas alimentarios están situadas socialmente y en relación inter-subjetiva y estructural con los otros/as (De Sena, 2016). Por ello, los modos de vivenciar las prácticas alimentarias y de comensalidad que se organizan en los comedores comunitarios no implican estados íntimos e individuales sino constituyen el resultado de la interacción con los otros en el contexto social.

ELEMENTOS PARA PENSAR EL VÍNCULO ENTRE SOCIOLOGÍA Y FOTOGRAFÍA CELULAR

Desde sus inicios, la fotografía se ha utilizado como una herramienta para la exploración de la sociedad (Becker, 1974). Para Sontag (2006), las fotografías procuran pruebas, son una evidencia de aquello sobre lo cual se puede dudar. Así, la fotografía es una interpretación del mundo, y “fotografiar es apropiarse de lo fotografiado” (p.16). Las imágenes producen significados y construyen el mundo social porque en ellas subyace las condiciones de posibilidad que la producen, la hacen circular y permiten su consumo. Indagar en las funciones sociales que subyacen al acto de capturar la imagen y comunicarse a través de ella implica problematizar las necesidades o motivaciones de la captura sin disociar las aspiraciones de la situación concreta en la que surgen las capturas de las fotografías, las cuales se encuentran determinadas por las condiciones de vida y las normas sociales (Bourdieu, 1998). Por ello, las imágenes fotográficas en tanto representaciones son constructos culturales que adquieren significado en relación a los contextos en que fueron elaboradas y observadas (Torricella y D’Angelo, 2013) y de las relaciones que mantenemos con ellas (Soto Ramírez, 2015). Es decir, permiten descubrir el sentido del grupo social que las produce (Suárez, 2005).

Desde esta mirada, las fotografías implican prácticas de la vida cotidiana que requieren de la construcción de esas imágenes. Desde las expectativas, el acto de capturar la imagen, las posibilidades tecnológicas y los géneros fotográficos se constituye la elaboración de las imágenes. También, esas prácticas se relacionan con la utilidad posterior de esas fotografías y con lo que las imágenes muestran de su autoría y de la voz de los sujetos (Torricella, 2018)

Apropiamos el mundo desde los sentidos y lo significamos. Por ello, la mirada se configura desde la práctica del sentir, en tanto sentido de la visión, que percibe y significa desde su condición corporal y en relación a los otros. Esta apropiación del mundo evoca sensaciones que se asocian a emociones en tanto prácticas (Scribano, 2012). De esta manera, la construcción social de ver radica en la intersección entre el contexto socio-histórico, las condiciones de vida, las prácticas culturales y las políticas de las sensibilidades, que marcan los valores y las preferencias jerarquizadas de lo aceptado y aceptable en la sociedad (De Sena y Scribano, 2020)

Los trabajos de Lisdero (2017, 2017b) contribuyen a una propuesta teórica-metodológica que hace hincapié en la reflexividad en la investigación social y en la vigilancia epistemológica sobre las implicancias entre el ojo, lo que es visto y la mirada. El autor propone comprender la política de la mirada como parte del objeto de investigación y como acto reflexivo sobre los supuestos que constituyen las condiciones para una estrategia de indagación de/con lo visual.

“La política de la mirada” (de la que hace parte el investigador/a o de la persona que investiga tanto como los sujetos que integran los casos a indagar) se inscribe en un régimen de sensibilidades específico, y que en tanto expresión la especificidad la fotografía-imagen se constituye en un medio/objeto privilegiado para acceder al estudio de las sensibilidades sociales (Lisdero, 2017:86).

La indagación sobre las imágenes que tomaron las personas que cocinan en comedores comunitarios y que comparten mediante WhatsApp implica el análisis sobre una mirada que se inscribe según los modos socialmente aceptados y aceptables para regular los flujos de intercambio de los sujetos con otros sujetos, como también con el entorno, material y simbólico, y con sí mismo (Lisdero, 2017). Se trata de observar el intersticio, entre la unidad de análisis y la unidad de observación, en el cual radica la expresividad que Scribano (2011) define como unidad de experienciación.

“la unidad de experienciación es pensada como un nodo por donde se vectorializa la vivencia que implican las cromaticidades de las distancias y proximidades entre experiencia y expresividad. Un nodo que permite identificar y sistematizar el conjunto de superposiciones emocionales que advienen en un acto expresivo.” (p. 23).

De esta manera, el análisis de imágenes para comprender las emociones, que cristalizan la estructura social en la que las experiencias se despliegan, requiere comenzar a desplazar a la “palabra” como recurso privilegiado para el análisis e interpretación cualitativa, generando las condiciones que den lugar a una experiencia creativa desde la cual conocer la realidad social. Por ello, la unidad de experienciación implica trascender la dicotomía unidad de análisis-unidad de observación (Scribano, 2016). Lisdero también enfatiza en el desplazamiento desde la noción de “dato visual” hacia las “experiencias visuales” para establecer una crítica a la “política de la mirada” como condición de posibilidad para re-pensar esta relación entre sociología y fotografía.

Al trabajar con fotografías resulta de gran utilidad, dar cuenta de cómo, desde dónde, con quiénes y qué cuentan las expresiones que se registran. Además es necesario advertir las omisiones y silencios del recorte fotográfico. Se trata de un espacio de interacción que anuda la percepción de sí mismo y cómo nos mostramos en el entorno social. Todo ello vehiculiza a “recuperar la trama de expresividad de las sensaciones que se experimentan en las emociones que provocan la expresividad” (Scribano, 2016: 31). Es decir, interpretar el momento de construcción de la fotografía, porque las emociones que se vivencian en el acto de tomar la fotografía organizan dicha acción. Las emociones, en tanto prácticas, dan cuenta de los modos aceptados y aceptables del sentir para cada contexto. Así, las emociones reflejan una operación de seleccionar e interpretar situaciones y acontecimientos que estamos manejando (Luna Zamora, 2007) porque no son meras representaciones, sino que configuran y organizan las experiencias del mundo social.

Al analizar las fotografías recuperamos los aportes de Bourdieu (1998) para atender a los usos y prácticas sociales de la fotografía en la vida cotidiana. Para dar cuenta del contenido de las mismas, se recurre a los conceptos centrales de Barthes (1980): studium que permite entender la foto e informar y punctum como ese detalle o pinchazo que interpela al espectador. Además, su distinción entre aspectos connotativos y denotativos. Estos últimos son los que permiten un primer acercamiento a los objetos y temas fotografiados mientras que los connotativos conllevan un análisis más complejo que requiere atender ciertos aspectos para dar cuenta del “segundo sentido del mensaje fotográfico” (Barthes, 1986: 16). Estos aspectos son: trucaje, pose, objetos, fotogenia, esteticismo y sintaxis y permiten conocer las técnicas y retoques empleados, como también la comprensión conjunta del encadenamiento de fotografías para arribar al significante de connotación.

Consideramos que la fotografía celular puede ser abordada tanto desde sus aspectos semiológicos como de sus usos sociales atendiendo a la particularidad de que se trata de un tipo de fotografía doméstica e instantánea. Como fotografía personal, busca dar cuenta del entorno del yo. Más allá de su uso instrumental entra en juego el afecto al operar usos expresivos de la misma (Gurevich y Sued, 2014). En este sentido, los aspectos de la sociología de las emociones mencionados anteriormente nos brindan pistas para su abordaje, ya que “lo que la persona está sintiendo y experimentando muchas veces no está en la imagen, sino en el acto de comunicarla en tiempo presente” (p. 347).

En síntesis, cada fotografía reúne una conjunción de intenciones y sentidos que motivan a la acción de tomar la fotografía. Siguiendo a Schutz (2015) el sentido es el resultado de una interpretación de una experiencia pasada contemplada desde el presente. Las acciones son comportamientos ideados de antemano que se materializan y ejecutan porque se basan en un proyecto y constituyen una intención como por ejemplo, tomar una fotografía y enviarla por WhatsApp. La comunicación presupone un entendimiento mutuo, un conocimiento de sentido común socialmente compartido que se apoya en la reciprocidad de perspectivas (Schutz, 2015) entre los y las interlocutores. Como sostiene el autor, ello implica la idealización de la intercambiabilidad de los puntos de vista y la idealización de la congruencia de los sistemas de significatividades. De este modo, en la pertenencia a un determinado grupo subyacen esquemas referenciales, contextuales que son aceptados y típicamente significativos para sus integrantes. Por ello, indagar los sentidos sociales de las fotografías compartidas en grupos de WhatsApp por referentes de comedores comunitarios permite comprender los contextos en los que las fotografías fueron elaboradas.

Los modos de ver el mundo y de otorgar sentidos y significados se asocian a sensaciones y emociones que se traducen en acción (Bericat, 2000; Scribano 2012). La trama de sensibilidades que se anudan en la práctica de tomar la fotografía se cristaliza en los modos ver la realidad que se pretende capturar y mostrar. Siguiendo a Matthews (1992) “la emoción no es un estado interno de la existencia como tampoco es producto de las acciones propias, individuales, más aún, es un sentimiento directamente dirigido a, y causado por, la acción de los otros” (p.151). Por ello, observar fotografías sobre los modos de presentar y servir la comida en comedores brinda pistas para analizar las tramas de sensibilidades que las crearon en tanto unidad de experienciación contextualizada en una época y, en acción de testimoniar sobre la comida preparada en comedores comunitarios en la pandemia por Covid-19.

METODOLOGÍA

El diseño del estudio es cualitativo porque permite una aproximación a las subjetividades y a las intersubjetividades desde la propia comprensión que cada persona tiene de la realidad social que experimenta (Denzin y Lincoln, 1994; Tylor y Bogdan, 1996). Para este trabajo se implementó el enfoque de la etnografía virtual realizado durante 2020, en particular, en los meses de agosto, septiembre y octubre en contexto de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio debido a la pandemia por COVID-19 (DNU 297/2020). La etnografía virtual es la participación/observación continuada del investigador en los escenarios virtuales donde se desarrollan prácticas, interacciones, transacciones, intercambios de información, que son objeto de análisis. De esta manera, Internet constituye un “hipermedio” que concentra hipertextualidad, reticularidad, utilización y circulación de nuevos lenguajes y reconfiguración de las categorías témporo-espaciales (De Sena y Lisdero, 2015). “La etnografía virtual implica una etnografía estructurada en torno a casos concretos dentro y fuera de la red, vinculados entre sí por medio de complejas relaciones mediadas por artefactos tecnológicos, de los que internet solo sería uno más de ellos” (Dominguez Figaredo, 2007:59).

La inmersión de campo implica observaciones en el entorno virtual que constituyen una aproximación al objeto de estudio. Definir qué se considerará como entorno de la etnografía virtual requiere de un proceso de explicitación, reflexividad y fundamentación teórico-metodológica (Dettano y Cena, 2020). Definir la observación de las fotografías de la mercadería recepcionada en comedores comunitarios, de las preparaciones realizadas a partir de las mismas y de los modos de servir las porciones de comida implicó una inmersión temática y metodológica previa en la que se exploró el entorno virtual en el que se produjeron dichas imágenes. Entonces, en tanto inmersión de trabajo de campo y exploración del entorno virtual se definió la plataforma de WhatsApp como el espacio que habilita y sostiene a las interacciones que constituyen al objeto de indagación de este estudio. Los componentes del entorno virtual seleccionado son el nombre de los grupos de WhatsApp, su descripción, foto de perfil, cantidad de participantes, administradores-as, fotos de perfil de los y las participantes, su información de perfil y publicaciones de estados. Aquellos elementos constituyen información sobre el entorno virtual en el que se despliegan las interacciones y sus observaciones se registran en las notas de campo.

Se seleccionaron para la observación grupos de WhatsApp en los que se comunica el menú elaborado en el día y la cantidad de porciones. Esa información, en todas las interacciones del chat, fue acompañada por fotografías. Los grupos han sido propuestos y administrados por referentes comunitarios en el marco de las estrategias de emergencia alimentaria articuladas por distintas Organizaciones de la Sociedad Civil del Partido de General Pueyrredón. Los grupos de WhatsApp se crearon con la consigna de intercambiar recetas y preparaciones dado que por un lado, la demanda de porciones se elevó a partir de la crisis económica que se desprendió del escenario de pandemia; por otro lado, numerosos merenderos comenzaron a preparar almuerzos y/o cenas. Se relevaron los mensajes y fotos que comunicaban el menú y la cantidad de viandas entregadas en dos grupos de WhatsApp con una cantidad de miembros que osciló entre 80 y 100.

Para el análisis e interpretación de las fotografías se construyeron dos matrices: una de sistematización y otra de análisis de contenido. La primera se construyó a partir de los registros de publicaciones en grupos de WhatsApp. Allí se identificaron 85 publicaciones/mensajes describiendo los siguientes componentes: fecha, nombre del comedor, preparación de la comida (receta, elaboración), cantidad de viandas y fotografías. Cada uno de estos casos fue acompañado por una cantidad de fotografías que osciló entre 3 y 10. De esta manera, se registró un total de 331 fotografías a partir de las cuales se construyeron las siguientes categorías referidas a prácticas alimentarias (Arnaiz, 1996): recepción de mercadería o abastecimiento; lavar, pelar, picar; cocción de la comida; momento de servir; porción de comida; el postre (Figura 1).

A partir de estas categorías se seleccionaron 6 fotografías representativas de estos procesos las cuales son analizadas en el siguiente apartado. La decisión de puntualizar en ellas se debe a que cada una refiere o contiene elementos de otras fotografías, exponiendo de este modo la saturación y repetición de información. Es decir, la selección de fotografías es representativa en sus características cualitativas porque las mismas muestran elementos (objetos y/o sujetos), recortes y enfoques que caracterizan al corpus general en las dimensiones conceptuales que representan. Para su abordaje se construyó una matriz de análisis recuperando la propuesta de Mauad (2005) en la cual se detallaron los siguientes elementos de la forma del contenido: año, lugar retratado, tema retratado, personas retratadas, objetos retratados, atributos de los objetos, atributos del pasaje. También se detallaron los siguientes elementos de la forma de la expresión: tamaño de la fotografía, formato y soporte, relación con el texto que acompaña a la fotografía, tipo de foto, encuadre I (sentido horizontal o vertical), encuadre II (dirección izquierda, derecha, centrada), encuadre III (distribución de planos), encuadre IV (objeto central disposición y equilibrio), nitidez I (foco), nitidez III (iluminación), productora/a (amateur o profesional) y observaciones.

Cabe destacar que el ASPO se planteó desde el mes de marzo y allí comenzaron a articularse todos los actores sociales que intervinieron en el abastecimiento, distribución y entrega de mercadería, que complementa de manera extraordinaria a los programas alimentarios vigentes, para la mitad del año dicha logística funcionó con regularidad. Desde el mes de diciembre comenzaron a disminuir en cantidad y regularidad de entrega múltiples donaciones y entregas estatales de mercadería; profundizar este último aspecto excede a los objetivos de este trabajo. Por estos motivos, el recorte temporal de observación de este trabajo se posiciona en un periodo de mayor despliegue, articulación y organización de las redes comunitarias y estatales para las entregas de mercadería en comedores.

Tanto la etnografía virtual y la elaboración de la matriz fue acompañada por notas de campo. El trabajo de reflexividad permanente y de vigilancia epistemológica (Bourdieu, 2008) atraviesa todo el proceso de investigación. El análisis de imágenes requiere mantenernos alerta ante el sesgo de lo visible vinculado al problema alimentario. Siguiendo a Becker (1974) cada parte de la imagen fotográfica lleva alguna información que contribuye a su declaración total. En este sentido, la responsabilidad del espectador es ver, de la manera más literal, todo lo que está allí y responder a él. Por ello el autor subraya que lo que muestra y denota la imagen, la evaluación moral y las conexiones causales que sugiere, se construyen a partir de esos detalles.

TOMAR FOTOGRAFÍAS DE COMIDA EN CONTEXTO DE EMERGENCIA ALIMENTARIA

Siguiendo el aporte teórico-metodológico de Mauad (2005) abordamos la fotografía como un todo integrado que hace a la producción de sentido, considerando que existen códigos de representaciones sociales que son elaborados en la práctica social. En términos metodológicos adherimos su propuesta de descomponer las imágenes en unidades culturales atendiendo al contenido (personas, objetos, lugares) y la expresión (técnicas, encuadre, iluminación, contraste, color). El análisis atendió a categorías espaciales (p. 8) en las cuales se registra el espacio fotográfico entendido como práctica digital y comunicativa al desarrollarse en la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp. El espacio geográfico al que refiere son comedores del Partido de General Pueyerredon durante el ASPO. En cuanto a los objetos, entendidos como atributos de las imágenes fotográficas encontramos en primer lugar platos de comida. Respecto a la figuración, se registran escasas fotografías con personas, que atendiendo al contexto podrían ser quienes preparen los alimentos o los reciban. Por último, el espacio de la vivencia, que en este contexto refiere principalmente a una reconfiguración de la comensalidad, un movimiento en los modos de servir y comer en comedores comunitarios durante la pandemia reflejado en la ausencia de comensales “en la mesa”. Por disposición del ASPO los comedores comunitarios entregaron viandas para consumir en el hogar. Solo un integrante de cada grupo familiar realizó una fila en el horario acordado para retirar sus porciones de comida.

Del corpus de 331 fotografías se distinguen, en la Figura 1, temas generales que engloban distintas prácticas alimentarias: recepción de mercadería, proceso de elaboración de la preparación, proceso de cocción, momento en el que la comida está lista para servir (en la fuente u olla), momento de servir las porciones de comida (en el tupper que se entrega para cada hogar o grupo familiar), el postre servido, carteles con el nombre del menú (refiere al momento de la planificación de la comida), fotografías de personas realizando alguna de dichas prácticas. Es pertinente mencionar la ausencia de registros sobre el momento de limpieza que implica todo el despliegue para cocinar alrededor de 100, 150 o 200 porciones. Por otro lado, no se observaron fotografías que referencian a la infraestructura de la cocina (heladeras, frezzer, hornos, cocinas, bachas etc.)

Todas las fotografías que circulan en el grupo mantienen una estética, asociada al contenido de la fotografía y a sus modos de expresión, que resulta similar y a su vez modela los modos aceptados y aceptables de registrar y compartir lo que sucede en las cocinas de los comedores comunitarios durante la pandemia. Cabe destacar que en su mayoría, no se trata de fotografías con retoques digitales o filtros que brindan las aplicaciones digitales. Hay gran cantidad de imágenes fuera de foco o con poca luz lo cual da cuenta de cierta rapidez para enviar la fotografía. Por el contrario, son escasas las fotografías en las cuales se evidencia un cuidado estético como la ubicación y disposición de los elementos retratados.

Figura 1. Temas generales de las fotografías compartidas en grupos de WhatsApp.

La imagen como testimonio, da cuenta de cómo se utilizaron las entregas de mercadería (Fotografía 1), muestra las preparaciones de comida y registra el proceso de elaboración. Los participantes del grupo de WhatsApp constituyen al público receptor de la imagen. Por ello, las imágenes que allí circulan se construyen desde una política de la mirada (Scribano y Lisdero, 2018) que se inscribe en los modos aceptados y aceptables de gestionar el comedor comunitario, de cocinar y servir la comida. Así, se regulan los intercambios entre los y las participantes del grupo. Ello se observa al identificar los patrones que priman en dichas interacciones. Cada intervención en el chat se estructura en un formato similar: se menciona el nombre del comedor comunitario, el menú del día, la cantidad de porciones y se añaden fotografías. A su vez, las fotografías mantienen algunos patrones que dan pistas sobre cómo se organiza la mirada para construir la captura y comunicar el reporte diario en el grupo de WhatsApp.

Fotografía 1: Entrega de mercadería. Ver fotografía 1a

Encuadrar, enfocar y recortar la realidad desde el objetivo de la cámara es construir el testimonio del trabajo en la cocina realizado. ¿A quién se le muestra esa imagen? Los y las participantes del grupo de WhatsApp son pares en tanto son referentes y cocineros/as de otros comedores. Pero también participan del grupo referentes barriales de los CBE y de equipos de extensión universitaria (estudiantes, becarios/as, docentes) que coordinan el proceso de la alarma alimentaria en comedores en el PGP en el contexto de pandemia y por ello, se vuelven actores centrales en la red de abastecimiento de mercadería que constituye a los ingredientes de dichas preparaciones. En las imágenes sobre recepción de mercadería se repiten los siguientes alimentos o productos comestibles: leche, pan, paquetes de fideos secos, arroz o polenta. De las 34 fotografías que captaron el momento de recepción de mercadería en 3 aparecen cajones de frutas y en todas hay pan y leche. En este sentido, las fotografías testimonian sobre los alimentos infaltables en las cocinas de los comedores y sobre aquellos que aparecen algunas veces como las frutas.

De manera sistemática se publican todos los días, desde distintos comedores la misma escena. Se repite el modo de disponer, ordenar y enfocar los alimentos empaquetados, el pan o la leche larga vida. La disposición de la mercadería, recibida por donaciones particulares o entregas de mercadería por parte del Estado, en la mesa da cuenta de la cantidad de insumos para la elaboración, aspecto que es tenido en cuenta en el registro fotográfico ya que se han utilizado planos horizontales y se han registrado en secuencias fotográficas, los mismos objetos desde distintos ángulos. Dejar registro de los alimentos recién llegados, de la mercadería recibida por distintas vías (públicas o privadas) se establece como momento inaugural de la cocina diaria.

Sin embargo, el momento más retratado es cuando la preparación se encuentra realizada. Del corpus de fotografías, la mitad retrata a la comida lista para servir o a la comida servida en porciones (Fotografía 2). La mayoría de estas preparaciones se enfocan en un primer plano, no aparece relación figura-fondo o la totalidad de la imagen es ocupada por la comida. Por ejemplo, la olla con guiso, la fuente con fideos con salsa de tomate o la tarta de verdura (Fotografías 3, 4 y 5).

En las fotografías encontramos un mensaje contundente: alimentos para cocinar; la comida preparada y lista para servir; la comida servida en la porción. Un testimonio de prioridades en un contexto de emergencia alimentaria y sanitaria. Por ejemplo, en la fotografía 4, el humo es indicador de un momento preciso: la comida está lista. Es el momento de servir y comer. La fotografía 5 convoca a “adentrarnos” en la olla, a “asomarnos” a la preparación y sentir su aroma, ver su textura. La tapa apenas levantada, sin despegarse completamente del borde de la olla invita a la “intimidad” de la preparación en tu etapa de cocción. Como si fuera una experiencia que solo se puede ver de a una persona a la vez, solo es posible acercarnos a la olla y vivenciar sus aromas en los instantes previos a su punto de cocción definitivo. El acto de invitar a “oler” y posiblemente “probar” es una acción de intimidad entre el o la cocinera y, en este caso, los y las destinatarias de la fotografía. Ver la imagen nos emula a estar frente a esa olla. La imagen es tomada en un punto de ebullición de la preparación, el humo que es efecto del momento de hervor genera la pérdida de nitidez de los ingredientes de la preparación. El recorte del objeto evoca a extender de modo masivo, en la totalidad de espectadores de la imagen (miembros del grupo de WhatsApp), un momento de intimidad en la cocina. Esa intimidad refiere a una interacción cara a cara de proximidad mediada por el objeto “olla caliente con su preparación en su punto de cocción”. También testimonia un anuncio “la comida está lista para servir”. Si bien el encuadre de la imagen no permite apreciar las dimensiones de la olla, en comparación con otros objetos que acompañan al contexto de esa preparación, el tamaño de la manija de la olla (que ocupa casi todo el ancho del plano) constituye un dato visual sobre sus dimensiones. Parece que se trata de una cacerola industrial de aluminio reforzado, sus manijas denotan una capacidad de volumen superior a 15 litros. Es secundario el dato exacto sobre la capacidad de la olla, en cambio, cobra relevancia en la imagen y su encuadre cómo se denota una comensalidad masiva. Así también, el público destinatario de la fotografía es masivo. Cocinar y comer es un acto tan íntimo como colectivo.

La imagen indica el momento previo a servir. No aparecen personas, no muestra el proceso de elaboración de la comida. La imagen denota un guiso de lentejas listo para servir y es acompañada por el texto “guiso de lentejas pan leche y facturas. 206 porciones”. El recorte realizado expresa una tarea cumplida que implica numerosas prácticas alimentarias tales como pensar y decidir el menú, conocer la receta, abastecimiento de mercadería, lavar y pelar vegetales, cortar vegetales, preparar legumbres, controlar los tiempos de cocción, lavar utensilios, etc. (Arnaiz, 1996).

La inmediatez que se connota de ese recorte dice también sobre el contexto de emergencia alimentaria. Afuera emergencia alimentaria, el interior de la fotografía hay comida lista para comer. La foto es un testimonio y también es una denuncia. La fotografía es un hecho: comer ahora. La fotografía explicita algo: se cumplió la tarea de cocinar, ya todo está listo para servir y comer. Mirar la fotografía implica mirar lo que la foto dice, grita o susurra (Gamarnik, 2018): aquí la comida está lista y allí subyace todo el trabajo comunitario que la hizo posible mientras que la la foto calla u oculta el hambre.

FANTASMAS Y FANTASÍAS SOCIALES: SOBRE LA ABUNDANCIA EN LAS FOTOGRAFÍAS

Las distancias y proximidades entre la experiencia y la expresividad (Scribano, 2011) resulta nodal a los modos de vivenciar la gestión del comedor y las estrategias de preparación de la comida. Los textos que acompañan cada intervención de los y las participantes, y por ende acompañan a las fotografías, mencionan el nombre de la preparación y la cantidad de porciones. Este último dato, además de ofrecer una noción sobre la magnitud del trabajo en la cocina invita al intercambio, mediante el chat de WhatsApp, sobre las proporciones de las recetas implementadas. Entonces, la unidad de experienciación identifica y sistematiza diversas superposiciones emocionales que advienen en el acto expresivo (Scribano, 2011), en este caso, tomar la fotografía. ¿Cómo se vivencia cocinar para 200 personas y cómo se expresa? ¿Cómo aparece en la imagen la magnitud del trabajo y la masividad de los comensales? ¿Cómo se expresa la tarea realizada, la tarea cumplida? Sobre cada preparación se repiten entre 8 y 10 fotografías similares por día. A su vez, las distintas intervenciones en el chat muestran fotografías similares en su contenido, la receta, y en sus formas de expresión, el ángulo, la luz, la nitidez, el enfoque.

Todos los días desde distintos comedores comunitarios se registran preparaciones similares dando cuenta de la repetición del menú. Al sistematizar el menú de cada una de las intervenciones del chat de los grupos de WhatsApp se registró la cantidad de veces que se repitieron alimentos y preparaciones durante el periodo observado. En más de la mitad de las 85 publicaciones analizadas se mencionó como parte del menú pan, leche y facturas. Respecto al plato de comida principal predominó el guiso de arroz, lentejas o fideos acompañado por pollo o cerdo, fideos o polenta con estofado de pollo, cerdo o albóndigas. Facturas y galletitas se repitió el doble de veces que las publicaciones que incluyen frutas. De los 85 menú analizados se reitera ocho veces ensaladas y tarta, tortilla o canelones de verdura.

Se observa en distintos aspectos la saturación de información: a) en la variedad del menú; b) en la cantidad de fotos repetidas en cada publicación en la que se informa desde cada comedor la preparación realizada; c) la masividad de la cantidad de porciones; d) las porciones fotografiadas servidas al límite máximo del recipiente enfocando o priorizando un acercamiento a la comida

La fotografía celular mediante la plataforma WhatsApp se construye y se comunica de manera instantánea e inmediata, se toman fotografías y se envían. Se escribe poco (en relación a la cantidad de imágenes que se envían en cada intervención) y se muestran muchas fotografías. Cada comedor participa consensuando el modelo de comunicación que venimos describiendo. Los dispositivos de todos los participantes visualizan y descargan a diario decenas de fotos como las que describimos en este trabajo. Se va configurando un esquema de comunicación que mantiene un formato y jerarquiza modos de ver y de mostrar la comida del comedor comunitario. Desborda la cantidad de fotos en los dispositivos móviles y desborda la comida en las porciones fotografiadas. Desborda la cantidad de comidas monótonas y desborda la cantidad de comedores comunitarios en el PGP.

La fantasía de la “abundancia” opera ocluyendo el conflicto porque es eficiente en ocultar los antagonismos. Como sostiene Scribano (2004), “las fantasías sociales ocultan mostrando. Hacen aceptables conflictos estructurales invisibilizándolos, desplazando la mirada social hacia a otros objetos de la escenificación fantasmática” (p.9).

Así, emerge la abundancia de comida, la comida servida hasta el borde del recipiente como un horizonte deseable. Las fotografías muestran la comida lista para servir, la comida servida en porciones lista para llevar y comer en el hogar. En las fotografías hay comida (Fotografía 2, 3 y 4); no cabe en esas imágenes escasez ni hambre. Las comunicaciones instantáneas por WhatsApp reportan información sobre una tarea cumplida, allí solo se expresan las preparaciones realizadas porque los grupos fueron creados para promover el intercambio de recetas y proporciones, el intercambio de saberes y de sabores. La fantasía guía al deseo ocultando las causas estructurales de la desigualdad y el hambre.

Crear la fotografía es crear una experiencia de experiencias que involucran al espacio de interacción y co-presencia que implica cocinar en el comedor comunitario. La persona que toma la fotografía da cuenta de cómo se cocina, desde dónde se cocina, con quiénes. La fotografía constituye un dato visual sobre los procesos que construyeron al recorte de la imagen tomada. En esa preparación, en ese modo de servir la comida subyace una historia de cada uno de los ingredientes: su procedencia y su recorrido en los distintos tipos de aprovisionamiento -donantes particulares, prestaciones de programas alimentarios estatales, compras de cocineros/as y referentes del comedor, etc-. En la creación de la imagen subyacen las condiciones materiales del dispositivo con el que toma la fotografía; también las condiciones materiales que se inscriben en los objetos que aparecen en la imagen: tupper de plástico o cartón de tetra pack reutilizado como recipientes de cada porción de comida.

Mientras que existe una precariedad de utensilios, la cantidad y exuberancia son rasgos distintivos de las porciones. Encontramos que, en ellas recurrir a cortar las porciones genera el efecto visual de la abundancia (Fotografía 2). Allí aparece la porción servida en un recipiente plástico, en plano detalle. Toda la imagen es el contenido del tupper. El borde de la imagen coincide en su mayoría con el contorno del recipiente plástico. En la fotografía 2 se observa el humo caliente de la porción, mayor presencia de carne que de polenta, pedazos de huesos con carne, abundante salsa de tomate. Es un recipiente lleno. En la mitad de las fotografías del corpus se observa una configuración de la mirada centrada en el “plato detalle” o “recipiente plástico detalle”. No se toman fotografías de lejos, se enfoca el detalle, casi toda la imagen es el contenido de la porción en el recipiente plástico o la fuente u olla llena de comida, casi desbordando. Las secuencias de fotos enviadas en cada intervención muestran cantidad y magnitud que las aproxima a la abundancia.

La construcción del mensaje connotado en la imagen constituye un puente para reflexionar/indagar sobre las ausencias y lo que queda fuera del recorte. En las fotografías relevadas también emergen dos ausencias centrales. No aparecen fotografías que referencian al trabajo de limpieza que implica cocinar ni a la infraestructura de la cocina. No se ven hornos completos, no se ven heladeras. Sólo aparecen algunas partes de los recipientes que contienen a las preparaciones y se ven algunas mesas en las que se ubica la mercadería de alimentos o productos comestibles que se reciben. De este modo, aparecen por su omisión o en segundo plano, el proceso del trabajo que implica cocinar 200 porciones: las personas que realizan las prácticas alimentarias de planificar el menú a partir de los ingredientes disponibles, lavar y limpiar utensilios, los saberes sobre recetas e ingredientes y tiempos de cocción, la logística de gestionar el listado de personas que reciben la comida, el momento de entrega de las porciones y todas las prácticas de higiene para la prevención de Covid 19.

Por último, nos interesa detenernos brevemente en las fotografías en las que aparecen personas. En 38 imágenes (N=331) las personas son retratadas de cuerpo entero y la mitad de ellas solo se observan sus manos sosteniendo un tupper lleno de comida. Desde allí se interpreta que se prioriza el registro de la entrega de la comida a las personas que concurren a retirarla. En cambio, en otras fotografías(Fotografía 6) las personas son retratadas en un segundo plano, priorizando alguna de las prácticas alimentarias (lavar, pelar y cortar verdura, revolver una preparación, servir una porción, etc.) La particularidad de estas imágenes es la ausencia de rostros. Ante ello nos preguntamos cuál es la intención de dejar el rostro por fuera de la imagen y priorizar las acciones vinculadas a prácticas alimentarias. Aquí, las personas ocupan un segundo lugar, privilegiando las prácticas alimentarias. Si el rostro porta la identidad y refiere a la individualidad, dejarlo por fuera del recorte, invita a pensar la pluralidad en la cual es difícil identificar líderes o jerarquías. Ante la hegemonía del rostro en el mundo virtual expresando principalmente en las selfies y su “recreación de un ideal de belleza” (Murolo, 2019:118) como condición para su registro y publicación de fotografías en redes sociales, aquí los elementos descritos anteriormente habilitan el cuestionamiento de los modos de la visualidad en sectores sociales de bajos ingresos, en los cuales se destaca la capacidad de testimonio por sobre los atributos estéticos de las fotografías. No mostrar el rostro, conlleva la invisibilización de las mujeres que llevan adelante a los comedores y que en definitiva sostienen la vida cotidiana[2]. En los modos de enfocar y recortar la realidad desde el objetivo de la cámara subyace una política de los modos de ver que organiza las relaciones sociales que resisten a la situación de emergencia alimentaria. El modo de presentar socialmente la tarea diaria es priorizando qué se cocinó y para quién se cocinó.

CONSIDERACIONES FINALES

La vivencialidad del hambre da cuenta de las diversas maneras de transitar la experiencia de la falta de nutrientes en relación a uno mismo y al entorno. Cocinar y comer en el comedor comunitario implica horizontes e intensidades de las interacciones sociales que configuran la organización cotidiana del comer, los esquemas de valoraciones y preferencias de un grupo social en torno a la emergencia alimentaria.

Las prácticas de cocinar en el comedor, de gestionarlo, de tomar la fotografía para compartir en el grupo de WhatsApp dan pistas sobre una estructura social, sobre cómo se organiza la emergencia alimentaria y cuál es el régimen de sensibilidades que las contiene. La acción de tomar la fotografía, como cualquier otra acción, da cuenta de una dialéctica entre la autopercepción de mí mismo, cómo creo que me ven los otros y cómo me presento ante las demás personas (Scribano, 2012). Así se teje un proceso de socialización en espacios comunitarios que configuran a los cuerpos/emociones que transitan los comedores comunitarios.

Cocinar para 100, 150 o 200 personas se muestra mediante fotografías de fuentes y ollas con la comida lista para servir. Se observa una jerarquía en el mensaje en el que el recorte que realiza la mirada es el proceso de elaboración de la comida acabada. En un contexto de emergencia alimentaria la comunicación inmediata, instantánea es la comida lista para servir y comer. Se construyen los modos de presentar la tarea realizada y de servir la comida.

El corpus de fotografías observadas mantiene patrones estéticos respecto a las fuentes y ollas llenas y a los recipientes de plástico. En las fotografías predomina la abundancia casi al desborde de los recipientes. También se observan indicios de que la comida fotografiada está caliente, recién salida del horno, en su punto máximo de cocción. Se trata de imágenes inmediatas. Además, estas gramáticas de la acción se inscriben en una política de la mirada que cristaliza algunas ausencias. En el corpus analizado tiene poco protagonismo el proceso de elaboración y de limpieza: planificar el menú; gestionar el abastecimiento de los combustibles para cocinar; lavar, cortar y picar la verdura; lavar los utensilios; gestionar el abastecimiento de productos de limpieza.

En el contexto considerado, subyace un clima social de aumento del desempleo, crecimiento de la pobreza y emergencia sanitaria. Mientras que afuera del comedor la amenaza es el hambre, en las cocinas de los comedores la comida está lista para servir y comer. La organización colectiva de referentes barriales, cocineros, cocineras y diversos actores convergen en actuar ante las demandas de la comunidad. La fotografía muestra la acción directa: la comida está hecha. La tarea está cumplida. En las fotografías no predomina quienes participaron del proceso de abastecimiento, preparación, cocción y limpieza.

La matriz analítica de la sociología de los cuerpos/emociones contribuye a pensar las conexiones entre las formas de los cuerpos y las gramáticas de la acción. Consideramos que estas gramáticas se hacen presente en el acto de fotografiar, al brindar una imagen al mundo y en el cual los dispositivos móviles constituyen una extensión del propio cuerpo. Además, las fotografías fueron tomadas en el transcurrir cotidiano de las experiencias de preparación y presentación de la comida en comedores; no se trata de fotografías que fueron solicitadas a los fines de esta investigación. Desde allí, se recupera e interpreta el sentido social de la captura que es tomada para mostrar, en este caso, en el grupo de WhatsApp de referentes de comedores comunitarios.

Se denota una política de la mirada que recorta un objeto: la comida lista. Los cuerpos de las personas que realizan la acción aparecen cortados (sin hombros ni cabeza, aparece un dedo, aparece un brazo), el encuadre de la imagen prioriza la comida. Se instala en este espacio virtual el intercambio de imágenes con estas características. Se estructura un modo de ver y un modo de “no ver”. Se reproduce una invisibilidad que resulta estructural. El trabajo, principalmente de las mujeres, en comedores comunitarios se normatiza y normaliza como silencioso. La imagen que se muestra constituye un espacio de la experiencia y de construcción de sentidos.

En diálogo con los autores mencionados, ¿qué usos sociales de las fotografías es posible encontrar? ¿Cuál es el contenido de las mismas en cuanto mensaje y testimonio fotográfico? Atendiendo a la pregunta presentada al inicio de este trabajo que busca indagar en la estructura de sensibilidades y sentidos en torno a la pandemia, consideramos que son los elementos que quedan por fuera de las fotografías los que brindan pistas al respecto. Nos permiten además abrir nuevos interrogantes en torno a la invisibilización de las personas encargadas de llevar adelante y garantizar las prácticas alimentarias. Como se mencionó en los apartados anteriores, el recorte de lo que se muestra y de lo que queda por fuera de los objetos fotografiados mantiene patrones similares en todas las interacciones del chat de WhatsApp. Existe una saturación de información en los contenidos de las fotografías y en el modo de expresarlo que se corresponde con el menú repetido día a día en distintos comedores pero poco se muestra respecto de quienes se encargan por ejemplo, de las tareas de limpieza de los elementos necesarios para cocinar para 200 personas. En síntesis, apelar a la abundancia desde fotografías que registran el plato rebalsado de comida, conlleva el sentido del trabajo y la tarea colectiva cumplida que, en tiempos de restricciones sanitarias y ante el fantasma del hambre, aún pudieron lograrse.

Temas generales de las fotografías
compartidas en grupos de WhatsApp
1
Temas generales de las fotografías compartidas en grupos de WhatsApp
Fuente: Elaboración propia

Entrega de mercadería
1a
Entrega de mercadería
Fotografía relevada en el trabajo de campo. (E48, Comunicación en grupo de WhatsApp, 6 de septiembre de 2020)

Recipiente de plástico con porción
de de polenta con tuco y pollo/cerdo
2
Recipiente de plástico con porción de de polenta con tuco y pollo/cerdo
Fotografía relevada en el trabajo de campo. (E37, Comunicación en grupo de WhatsApp, 12 de septiembre de 2020)

Tarta de verdur
3
Tarta de verdur
Fotografía relevada en el trabajo de campo. (E79, Comunicación en grupo de WhatsApp, 14 de agosto de 2020

 Fideos tirabuzón con salsa de
tomate
4
Fideos tirabuzón con salsa de tomate
Fotografía relevada en el trabajo de campo. (E24, Comunicación en grupo de WhatsApp, 2 de septiembre de 2020)

Comida lista para servir
5
Comida lista para servir
Fotografía relevada en el trabajo de campo. (E80, Comunicación en grupo de WhatsApp, 24 de agosto de 2020)

Momento de servir la comida
6
Momento de servir la comida
Fotografía relevada en el trabajo de campo. (E39, Comunicación en grupo de WhatsApp, 29 de agosto de 2020)

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Notas

1] Ley 27.519 de Emergencia Alimentaria Nacional, que prorroga hasta el 31 de diciembre del año 2022 lo dispuesto por el decreto 108/2002.
2] En este sentido, los estudios desde la economía del cuidado invitan a pensar los saberes y prácticas de subsistencia que sostienen la vida cotidiana y que el capitalismo naturalizó como propio del ámbito doméstico y privado (Federici, 2015; Carrasco, 2009).
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