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Oscar Jara Holliday: «La extensión es el motor de la relación universidad-sociedad»
Oscar Jara Holliday: «The extension is the motor of university-society relationship»
Extensión en red, núm. 10, e013, 2019
Universidad Nacional de La Plata

Entrevistas

Extensión en red
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 1852-9569
Periodicidad: Frecuencia continua
núm. 10, e013, 2019

Recepción: 03 Mayo 2019

Aprobación: 29 Junio 2019


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: En esta entrevista, Oscar Jara Holliday da cuenta de qué es la sistematización de experiencias y cuál es la importancia de producir conocimiento sobre nuestras propias prácticas, desde una perspectiva teórico-política. El reconocido educador popular caracteriza los distintos momentos metodológicos de este proceso, señala algunos de los problemas que se les presentan a los equipos al sistematizar y aporta herramientas para sortearlos. Finalmente, reflexiona sobre la práctica de extensión a partir de concebirla como el motor de la relación universidad-sociedad.

Palabras clave: sistematización, experiencias, extensión, procesos.

Abstract: In this interview, Oscar Jara Holliday gives an account of what is the systematization of experiences and what is the importance of producing knowledge about our own practices, from a theoretical-political perspective. The well-known popular educator characterizes the different methodological moments of this process, points out some common problems that the teams present when systematizing and provides some tools to overcome them. Finally, he gives some reflections on the practice of extension from conceiving it as the engine of the university-society relationship

Keywords: systematization, experience, extension, processes.

Oscar Jara Holliday es un prestigioso sociólogo y educador popular, director general del Centro de Estudios y Publicaciones Alforja, en Costa Rica, y presidente del Consejo de Educación Popular de América Latina y el Caribe (CEAAL). En 2018, recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Brasil.

En abril de 2019, y en el marco del curso de capacitación «Extensión universitaria crítica y sistematización de las experiencias: explorando los modos de producción y circulación del conocimiento desde una perspectiva de ecología de saberes», que dictó en la Escuela de Verano de la Universidad Nacional de La Plata, dialogó en exclusiva con Extensión en red.



Oscar Jara Holliday

¿Qué es la sistematización de experiencias y en qué se diferencia de la sistematización?

La diferencia entre la sistematización, como término general, y sistematización de experiencias está situada en que la palabra sistematización surge, en muchas disciplinas, como una manera de entender que hay que ordenar, clasificar o catalogar e, incluso, hacer tipologías de un conjunto de datos y de informaciones dispersas. Y ordenarlas y clasificarlas implica sistematizarlas. Este término se usó en los años sesenta, vinculado al trabajo social y a un proceso de reconceptualización del trabajo social. En este sentido, la profesora Leila Lima, de la Universidad de Belo Horizonte (Brasil), escribió una ponencia en 1971 que decía que las experiencias del trabajo social tenían que construir un conocimiento sistemático para poder darle consistencia disciplinaria al trabajo social, con relación a la sociología y a la antropología, que estaban surgiendo en ese momento. En su texto, ella usa esta frase: es importante producir un conocimiento sistemático desde nuestras experiencias de trabajo social y, por eso, debemos sistematizar experiencias; que supone un compromiso social, un compromiso político, un trabajo con distintos actores en contextos muy diversos. Es mucho más que un conjunto de datos y de informaciones dispersas; por lo tanto, utilizamos la misma palabra, pero no en el mismo sentido. Entendemos que sistematizar experiencias es un proceso que nos permite construir y recuperar desde la historia vivida en las experiencias, recuperar aprendizajes y que sean significativos. Y no solamente para dar cuenta de lo que pasó en las experiencias, sino para orientar a dónde queremos impulsarlas. Nos sirve para apropiarnos del pasado vivido pero, fundamentalmente, para poder apropiarnos del futuro que queremos construir. Y el énfasis central no está reducido a la parte de clasificación de datos y de informaciones.

¿Cómo se encara el proceso de sistematización?

Con relación a la metodología de la sistematización de experiencias, muchas veces se busca una receta establecida de pasos y, en realidad, nuestra propuesta –que surge de una reflexión que hemos hecho de una práctica de educación popular– habla de momentos metodológicos más generales que los hemos ejemplificado en cinco:

  1. 1. Vivir la experiencia. Quien sistematiza es quien ha vivido la experiencia. Yo no puedo sistematizar tu experiencia, puedo contribuir a que vos la sistematices pero no puedo suplirte en esta recuperación de aprendizajes significativos.
  2. 2. El Plan de sistematización. Por un lado, tenemos que proponernos qué queremos sistematizar, para qué queremos hacerlo, en torno a qué aspecto principal vamos a centrarnos y qué fuentes de información tenemos para poder hacer esa reflexión crítica; y, por otro lado, cómo y cuándo lo vamos a llevar a cabo. Este momento, que tiene distintas técnicas y procedimientos, puede ser muy variable.
  3. 3. La recuperación del proceso de la experiencia vivida. Si yo quiero rescatar aprendizajes tengo que volver a recorrer ese camino, pero con una mirada crítica y analítica. Hay un proceso de reconstrucción de experiencias que es típico de esta forma de producción de conocimiento. Hay otras formas de investigación de la práctica, como son la evaluación y la investigación- acción participativa que tocan elementos vinculados a experiencias, pero no todas esas modalidades reconstruyen el proceso. Este es un momento clave porque, al hacerlo, empiezo a tomar distancia de lo que he vivido. A la hora de identificar los registros, las notas, lo que la gente dijo, lo que hicimos, en primer lugar, voy a descubrir muchas cosas que no recordaba que estaban; en segundo lugar, voy a descubrir la lógica y la secuencia que tuvo el proceso y que yo no lo hice intencionalmente, entonces explicito y descubro la lógica del proceso; en tercer lugar, voy a tener una mirada panorámica que no solemos tener, voy a recorrer lo hecho para saber por qué camino llegamos a donde estamos.
  4. 4. La interpretación crítica. Es el momento realmente clave: cómo convertir el relato de lo que hemos vivido en aprendizaje significativo. Esto supone un trabajo de teorización, de reflexión crítica que relacione los elementos. Al identificar los momentos de cambio y de lógica del proceso, podemos empezar a interpretar la intencionalidad de lo que queríamos hacer y ver lo que realmente pasó (las distancias, las diferencias) y, a partir de ahí, construir un aprendizaje y decir, por ejemplo: «En nuestra experiencia hemos aprendido que la participación de la gente ha sido clave cuando nosotros logramos engancharnos con las propuestas que la gente traía. Porque cuando lo hicimos a partir de algo que nos interesaba, pero no recogimos las propuestas de la gente, no nos funcionó». De los errores y de los avances vamos rescatando aprendizajes y esa interpretación crítica se convierte en recomendaciones para el futuro. Esto significa que la próxima vez que vayamos a participar de una experiencia similar tomaremos en cuenta lo que en nuestra experiencia ha ocurrido. No «meter la pata» en el mismo lugar y que otros no la metan donde nosotros la hemos metido.
  5. 5. Comunicar y compartir estos aprendizajes. Hacerlo con las personas con las que viví la experiencia, con las personas que tienen experiencias similares o con otras que es necesario que sepan lo que hemos hecho.

Estos son los momentos clave para identificar una experiencia: hacer un plan, reconstruir históricamente, interpretarla, obtener aprendizajes y comunicarla. Puede ser que dure una semana o varios meses; también se puede hacer en un día. No hay una receta, pero con este procedimiento se puede sistematizar cualquier experiencia que tengamos que haya sido interesante, tanto colectiva como personal.

¿Cuál es la dimensión participativa en el proceso de sistematización y cómo garantizarla?

Tiene varias dimensiones y formas de expresión. Es muy difícil pensar que haya un proceso de extensión universitaria que se haga de manera individual, porque participan desde las comunidades hasta docentes y estudiantes. Entonces, ahí ya hay un nivel de participación en la experiencia. La propuesta metodológica que nosotros trabajamos trata de involucrar a la mayor cantidad de actores que vivieron la experiencia en la sistematización. Primero, hay que encontrar una motivación, que es juntar a los distintos actores que dijeron que les interesa rescatar aprendizajes de lo vivido. Una pista es que pensemos que la sistematización no es un proceso de cierre de lo que pasó. Si estoy haciendo un proyecto de extensión en una zona rural, aparecen productores, técnicos, estudiantes y docentes y ese proyecto continúa. Podríamos preguntar cuál es el interés que cada actor tiene en recuperar lo que pasó en ese proceso. Por lo general, a los participantes de procesos que han ido muy bien les interesa reflexionar sobre lo que ocurrió y tomar las lecciones que tienen para continuar mejor. Si el proyecto no salió bien o no funcionó, podemos pensar en cómo lo hicimos para aprender.

En esto hay un arte, que no es una receta sino una propuesta para identificar de qué manera incorporamos el interés de los distintos actores. Para esto no hay que hacer un plan larguísimo o complicado, sino construir un momento de reflexión crítica a partir de lo que hemos hecho y que también nos motive a decir que tenemos que revisar otras cosas: qué materiales o técnicas utilizamos. El propio proceso va abriendo posibilidades, pero la misma gente va construyendo las posibilidades, más allá de que alguien tenga un plan de sistematización, llegue con ese proyecto y los obligue a hacer. El punto clave es la motivación, que genere un interés (que puede ser diverso) y que la gente pueda participar activamente. Esto puede ser muy variable, pero la dimensión participativa tiene que ver con la motivación, con el interés de las personas que participaron del proceso para involucrarse.

¿Cuáles son los problemas que habitualmente tienen los equipos al sistematizar una experiencia y, en esos casos, qué estrategias pueden darse para sortear los obstáculos?

Muchas veces, los responsables de ejecutar el proyecto de extensión tiene interés en sistematizar una experiencia, pero no tienen asignados ni recursos ni tiempos para hacerlo. Entonces, se dificulta encontrar un espacio para la sistematización, pues hay que dedicarle un tiempo que debió estar planificado en el proyecto.

Un segundo problema es la dificultad para pasar de lo descriptivo a lo interpretativo. Decíamos que la sistematización de experiencias supone una reflexión del proceso vivido, lo que podemos hacer con una relativa facilidad si tenemos los registros, pero hacer un análisis interpretativo de por qué ocurrió algo supone desarrollar una capacidad reflexiva que a veces cuesta. Si esto no sucede, nos quedamos en el relato, en la narración, en lo descriptivo y fallamos en lo esencial de la sistematización de experiencias, que es, justamente, la reflexión crítica. En otras palabras, podemos contar nuestras experiencias, pero si no compartimos nuestros aprendizajes no estamos sistematizando.

Y un tercer problema es que, en muchas ocasiones, se dedica tiempo para sistematizar y se logra elaborar un resultado, un producto de esa sistematización, pero luego no se comparte, sino que queda entre quienes lo hicieron. A veces, pareciera que se agarra el molde de una tesis, donde yo retomo, escribo y lo guardo, en lugar de utilizarlo como un elemento para seguir alimentando el proceso o para animar otros. Es decir, salir de la propia experiencia de sistematización para alcanzar una proyección más larga.

¿Qué diferencias o similitudes se pueden encontrar entre la sistematización de experiencias y la Investigación Acción Participativa (IAP)?

La sistematización de experiencias se relaciona muy estrechamente con la Investigación Acción Participativa (IAP), pero tiene una característica particular: la idea es que primero la investigación sirva para la acción y que luego la gente participe del proceso de investigación. Puede entrar cualquier temática, podemos hacer una investigación, por ejemplo, de la problemática sanitaria de un barrio o con relación a los usos del suelo o la producción o sobre nuestras raíces étnicas. Todos esos podrían ser objetos de la IAP. Pero si queremos hacer una sistematización de experiencias, tenemos que hacer una reflexión sobre la experiencia de esos sujetos, de esos protagonistas, de esas situaciones que hacen su propia reflexión, teniendo un carácter participativo y también de resultado para la acción.

No se sistematiza cualquier temática, sino la experiencia vivida. Ese es el aporte particular que puede, perfectamente, combinarse con otros procesos de la IAP o con otros proyectos de investigación. Por ejemplo, si estoy trabajando en una zona rural y con los actores sistematizamos una experiencia de un proceso de extensión que se ha desarrollado, seguramente van a aparecer temas relacionados con la agricultura, la economía, la química, con un análisis de suelo, del cambio climático, de las condiciones ambientales, etcétera. Podrían meterse elementos de otras disciplinas, e incluso, de investigaciones que se relacionan con la experiencia que estamos sistematizando. Y ahí hay una doble alimentación: la experiencia concreta y la sistematización que aportan a una experiencia más global, así como esa investigación-acción más global aporta al proceso de sistematización. No se niega una con la otra. Es más, nosotros tenemos una propuesta en esta tríada de docencia, investigación y extensión. Muchas veces se piensa que son áreas que deberían estar juntas pero que están separadas, y que unas están por encima de las otras. Se piensa que son más importantes la investigación y la docencia, y la extensión termina siendo secundaria.

Me gusta utilizar un símil anatómico: a veces pareciera que la extensión es un apéndice del trabajo universitario, pero qué tal si la pensáramos como el corazón; es decir, como el motor de la relación entre universidad-sociedad de donde deben surgir los temas de investigación, donde se juega el sentido de la docencia, la relación entre docentes y alumnos, donde aparecen los contenidos sobre los cuales trabajar en el espacio universitario y mediante la cual los muros de los claustros universitarios se caen para permitir que la problemática de la sociedad y los saberes de la gente penetren en los saberes académicos. Romper esas distancias es fundamental, y por eso en algunos países los proyectos no se los llama «de extensión» –que vienen de la universidad y se extienden hacia otro lado– sino que son de acción social.

¿Es posible desarrollar procesos de sistematización de experiencias en el ámbito del Estado?

Desde los organismos del Estado hay muchas experiencias sobre sistematización. En Ecuador, por ejemplo, hay un consorcio de manejo de recursos naturales que es una entidad pública de la que participan organizaciones sociales y gubernamentales que sistematizan las experiencias de formación técnica en el campo en distintos ámbitos. En Brasil también se han hecho sistematizaciones desde los gobiernos locales o municipales sobre los presupuestos participativos, sobre la aplicación de esos procesos. Hay muchos programas de alfabetización en Brasil, en Nicaragua y en Cuba en los que las personas que han hecho la alfabetización participaron en la sistematización de sus propias experiencias de formación.

Esto debería ser, incluso, algo incorporado en las políticas públicas, que no hay que entenderlas como políticas gubernamentales: para que una política sea pública tiene que ser entendida como una política de toda la población, asumida por ella, donde debe ser protagonista. El gobierno también tiene protagonismo, entonces es una propuesta gubernamental que construye con la gente la política pública, por lo que se construyen como derechos. Y no hay derechos sin que la población los ejerza y los conquiste. Un gobierno genera una propuesta que incorpora los saberes de la población y hace que una política sea pública porque garantiza sus derechos. Para la ejecución de esas políticas, para evaluar sus resultados, para participar de su reformulación –es decir, en toda la tarea de construcción democrática– la sistematización de experiencias podría ser un instrumento muy importante. De allí la relevancia de recoger aprendizajes de la ejecución de la política, de resignificar la política que tenemos y de construir política pública con participación ciudadana y democrática efectiva.



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