Artículos de divulgación

Análisis lingüístico-literario de “La fiesta ajena”, de Liliana Heker

Literary-linguistic analysis of “The stolen party”, by Liliana Heker

Paulina Pinarello
Bachillerato de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Plurentes. Artes y Letras

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 1853-6212

Periodicidad: Anual

núm. 14, e066, 2023

revistaplurentesunlp@gmail.com

Recepción: 04 Septiembre 2023

Aprobación: 15 Septiembre 2023

Publicación: 27 Octubre 2023



DOI: https://doi.org/10.24215/18536212e066

Resumen: En este trabajo presentamos un análisis del cuento “La fiesta ajena”, de Liliana Heker, a partir de un enfoque lingüístico-literario, con la finalidad de observar la manera en la que se construye la otredad bajo el binomio “nosotros/los otros” y sus distintas variantes. Se consideran aportes teóricos pertenecientes a la lingüística tales como la teoría de la relevancia, el contexto y la cortesía, a fin de demostrar el modo en que éstos refuerzan los objetivos literarios. A lo largo de este análisis se pone en evidencia por qué el relato es titulado “La fiesta ajena”.

Palabras clave: nosotros, otros, relevancia, contexto, cortesía.

Abstract: An analysis of the short story "La fiesta ajena" (The stolen party) by Liliana Heker is presented, based on a literary-linguistic approach, in order to see how otherness is built on the "us/them" dichotomy and its different variants. Contributions of the theory of linguistics are considered such as the theory of relevance, context and courtesy, to show how these reinforce the literary objectives. Throughout this analysis it becomes evident why the story is called "La fiesta ajena".

Keywords: us, them, relevance, context, courtesy.

Introducción

En el presente trabajo nos proponemos analizar el cuento “La fiesta ajena” de Liliana Heker bajo una mirada lingüística y literaria, contemplando la manera en la que éstas se relacionan y se refuerzan a la hora de construir al relato1. Se analizarán desde lo lingüístico, aspectos principalmente relacionados con el contexto (Levinson, 1983), la teoría de la relevancia (Sperber y Wilson, 1986) y la cortesía (Brown y Levinson, 1987). Los aspectos literarios serán analizados a partir de la dicotomía “nosotros/los otros”: la construcción del “otro” bajo los prejuicios del “yo”, binomio que podemos comprender como propio de la historia argentina. Estos son conceptos presentados bajo el marco de los Estudios Culturales con autores, por ejemplo, como Todorov (2010), para quien la cultura occidental se ha basado en el otro, a quien ha necesitado excluirlo como operación privilegiada para instituir el yo; la subjetividad se constituye por oposición más que por complementariedad. También nos proponemos responder algunas preguntas tales como: ¿por qué el cuento es titulado “La fiesta ajena”?

En una fiesta de ricos

El relato comienza con la invitación a una fiesta (ajena) y la situación previa a ésta en la casa de nuestra protagonista Rosaura y su madre Herminia. Debido a las diferencias diatópicas encontradas en el primer párrafo, podemos contextualizar la historia en la Argentina. Véanse palabras tales como: “Nomás, vos, pavadas”, entre otras que se despliegan a lo largo del relato.

Nuestro primer enfoque es la opinión de la madre de nuestra protagonista, frente a la invitación que ésta ha recibido: “No me gusta que vayas- le había dicho. Es una fiesta de ricos” (Heker, 1982, p. 81). Aquí el lector puede comenzar a implementar su capacidad para realizar inferencias sobre la situación. Se crea desde un comienzo el primer binomio basado en clases sociales: “ellas/los ricos”. Herminia, además, afirma “¿Sabés lo que sos vos para todos ellos? Sos la hija de la sirvienta, nada más.” (Heker, 1982, p. 81), por lo que podemos asumir que ellas no pertenecen a este último grupo social mencionado, sino a una clase más cercana a la clase baja. La madre de Rosaura, como adulta de la casa, es la primera en crear esta separación que las menosprecia. Se devela una relación de poder basada en roles sociales: “las sirvientas/los ricos”.

Sin embargo, desde el comienzo podemos encontrar otra mirada sobre la invitación, que se genera en Rosaura: una niña de nueve años, caracterizada por ser la mejor alumna de su grado, que se considera amiga de la cumpleañera. Ésta no parece distinguir una diferencia de poder entre ella y su amiga, aunque sí es capaz de entender las diferencias económicas y de sus estilos de vida. Rosaura desea ser parte de “los ricos” en un futuro, ya que ha nacido sin poder tener acceso a ese mundo “opuesto”, al que tampoco pertenece su madre. Interpretamos también que es importante a la hora de analizar la obra, tener en cuenta la idea de que Herminia representa lo contrario a lo que Rosaura quiere ser, así como también representa una advertencia ante el resultado de la fiesta. Incluso cuando Rosaura se imagina siendo parte de “los ricos”, su madre sigue estando del otro lado del binomio: “Si un día llegaba a vivir en un hermoso palacio, ¿su madre no la iba a querer tampoco a ella?” (Heker, 1982, p. 82).

Siguiente a la discusión madre e hija, en donde se nos plantean las dos miradas sobre la posición que ellas ocupan frente a un “otro”, podemos notar el detalle mayor sobre la imagen. Su madre le prepara el vestido de Navidad: signo característico de una clase social media/baja, la posesión de una única prenda para ocasiones sumamente importantes y especiales. Así como también le arregla el cabello con vinagre de manzanas. A Herminia le importa la imagen que su hija dé frente a esta familia, particularmente en la fiesta de cumpleaños, ya que podemos caracterizar al ritual de la fiesta como una posible –aunque percibe falsa- inclusión de su hija con otros niños, de clase alta. La fiesta puede analizarse históricamente como una presentación en sociedad, una actividad casi guionada en la que los individuos participan con resultados determinantes en su futuro. Resulta decisiva la acción de quienes participan y los roles que estos ocupan, así como también la exclusión de quienes no forman parte de dichos rituales.

La ilusión de una fiesta propia

Destacamos en este relato la presencia de un narrador con focalización interna en Rosaura. Este recurso permite una construcción de la realidad interpretada por la protagonista que refuerza el mensaje que la historia nos quiere dar. Aquí es donde podemos aplicar la teoría de la relevancia de Sperber y Wilson, la cual intenta calcular las inferencias. Una inferencia es el proceso que surge de la creación de un supuesto, es decir, de un pensamiento que un individuo tiene catalogado como representaciones del mundo real, a partir de otro (Escandell Vidal, 1996, p. 111).

Si bien a lo largo del relato se nos permite realizar inferencias contextuales a los lectores para posicionarnos en un marco social y cultural, también nos parece importante analizar las inferencias que Rosaura va realizando a la hora de construir su experiencia. Nos permitimos partir de preguntas tales como: ¿Qué sabemos nosotros como lectores que Rosaura desconoce? o ¿Cuáles son las señales y condiciones que hacen que ella interprete una versión distinta a la que puede llegar el lector?

Para formular algunas de las respuestas a estas preguntas, nos interesa a su vez tomar una definición de contexto dada por Levinson y citada por Calsamiglia Blancafort y Tusón Valls (1999, p. 109):

(…) incluye como mínimo las creencias y suposiciones de los usuarios del lenguaje acerca del marco temporal, espacial y social; las acciones (verbales y no verbales) anteriores, en curso o futuras y el estado de conocimiento y atención de los que participan en la interacción social que se está efectuando (Levinson, 1983, pp. 19-20).

Ignorando las advertencias de su madre, debemos comprender que Rosaura observa y comprende su mundo desde la mirada de una niña de nueve años. Por lo que intentaremos analizar las relaciones que ella va teniendo con el resto de los participantes, y cómo, en especial una figura adulta, se propone enmascarar la realidad para que Rosaura no perciba el verdadero propósito y la verdadera mirada de ésta por sobre ella. Nos estamos refiriendo al personaje de la señora Inés, madre de nuestra cumpleañera Luciana, pieza clave para el desarrollo de nuestra historia. Con ella comienza una relación encubierta con cortesía y modales que Rosaura terminará malinterpretando.

Leamos atentamente las formas que utiliza la señora Inés, por ejemplo, cuando le permite a Rosaura ingresar a la cocina: “Vos sí pero ningún otro, son muy revoltosos, capaz que rompen algo” (Heker, 1982, p. 83); aquí se genera una nueva división con doble interpretación, un nuevo binomio: Rosaura/los otros niños. Por supuesto que, teniendo en cuenta las “creencias y suposiciones” de nuestra protagonista, podríamos interpretar el trato de la señora Inés como uno especial y considerado hacia la niña. Esto se ve reflejado en las inferencias que ella realiza. Este trato es efectivo, Rosaura comienza también a compararse con los demás niños, creyendo que tiene más derechos que ellos sobre el espacio que transitan: la fiesta. Observemos el siguiente fragmento:

Ni siquiera tuvo problemas con la jarra de naranjada, cuando la llevó desde la cocina al comedor. La sostuvo con mucho cuidado y no volcó ni una gota. Eso que la señora Inés le había dicho: “¿Te parece que vas a poder con esa jarra tan grande?”. Y claro que iba a poder: no era de manteca, como otras. (Heker, 1982, p. 83)

Con la finalidad de comprender qué recursos lingüísticos utiliza la señora Inés y por qué lo hace, tomamos la definición de cortesía desde una perspectiva pragmática como un conjunto de estrategias conversacionales destinadas a atenuar o evitar conflictos entre los hablantes, así como también para no hacer uso de imposiciones directas. Por esto se dice que la cortesía es el principio que justifica el empleo de formas indirectas, ya que éstas fingen un campo de posibilidades sobre lo que se está manifestando. La señora Inés, utiliza un tipo de cortesía que podemos denominar “abierta y directa con cortesía positiva” (Brown y Levinson, 1987). Con un uso adecuado del lenguaje es que logramos conseguir la colaboración del destinatario, y lo que este personaje está creando es una ilusión de plataforma común para la interacción, una muestra de “camaradería” y una utilización de halagos que guían a Rosaura de manera positiva hacia las actividades que desean que realice. Retomemos por ejemplo cómo se le proporciona el acceso a la cocina y cómo se le pide ayuda para servir las salchichas: “Vos sí pero ningún otro, son muy revoltosos, capaz que rompen algo”. (Heker, 1982, p. 83) “(…) Le dijo a Rosaura si no la podía ayudar a servir las salchichas, ella que conocía la casa mejor que nadie.” (Heker, 1982, p. 84). Aquí se está recurriendo a un proceso de atenuación denominado “camelador”, que consiste en utilizar cortesía valorizante. Otra forma más directa de expresar la primera frase podría ser “Vos que, a diferencia del resto, sos muy cuidadosa, podés ingresar a la cocina”.

También se formula una pregunta irónica en el siguiente ejemplo: “Eso que la señora Inés le había dicho: “¿Te parece que vas a poder con esa jarra tan grande?” (Heker, 1982, p. 83). Esto habilita a que Rosaura eleve su imagen pública positivamente, concepto también desarrollado por Brown y Levinson (1987).

Retomemos el acceso a la cocina, interpretado por Rosaura como un privilegio. Ese es el estado de conocimiento que ella va a tener a lo largo del evento: una creencia de privilegio por sobre el resto, una ilusión de propiedad sobre la fiesta. Sin embargo, como lectores podemos pensar ¿de qué manera le es útil esto a la señora Inés?, ¿qué rol está cumpliendo Rosaura con las actividades que lleva a cabo a lo largo de la fiesta? También se nos presenta el ejemplo de la señora Inés pidiéndole a Rosaura que la “ayude” a servir la torta. ¿Está realmente ayudando o está cumpliendo el rol de empleada en la que “los ricos” la encasillan? El verbo “ayudar” está siendo utilizado como un subjetivema que oculta y refuerza las intenciones de su enunciadora. Le proporciona a Rosaura un sentido de utilidad, de confianza y de “camaradería” con aquella. Resulta esencial para la señora Inés, que Rosaura posea una creencia de dominio espacial.

Sin embargo, estas no son las únicas acciones en las que participa la niña. Ella también es incluida en las actividades de la fiesta y se relaciona a la par del resto de los invitados. Rosaura, en el ámbito de lo social infantil, logra adaptarse e integrarse con la mayoría de los niños ya que estos desconocen su identidad. Las diferencias de poder no son realizadas más que por los personajes que conocen su origen, y por lo tanto pueden manifestar sus prejuicios.

Por estos motivos, se genera una contradicción entre las inferencias realizadas por Rosaura, y las inferencias que el lector es capaz de realizar. Nosotros podemos llegar a anticipar las intenciones de la señora Inés, mientras que nuestra protagonista no. Ésta no posee la capacidad necesaria para comprender las segundas intenciones enmascaradas bajo las estrategias lingüísticas previamente explicadas. La fiesta sigue siendo un acto enmarcado en un entorno social, en donde los individuos interpretan roles, y en donde dichos roles tienen posiciones de poder. Sin embargo, podemos ver, por ejemplo en esta cita, cómo Rosaura se siente superior en la relación de poder con los otros. Cree poseer un poder de decisión determinante, otorgado por la dueña de la casa:

(…) porque todos los chicos se le vinieron encima y le gritaban “a mí, a mí”. Rosaura se acordó de una historia donde había una reina que tenía derecho de vida y de muerte sobre sus súbditos (…) A Luciana y a los varones les dio los pedazos más grandes, y a la del moño una tajadita que daba lástima. (Heker, 1982, p. 85)

Es en realidad el rol de “empleada” en el que la señora Inés considera que Rosaura debe estar. Sobre la mirada de “los ricos”, Rosaura y su madre solo pueden pertenecer al plano de un “otro” distinto y separado de su concepción de “nosotros”. Se retoma entonces el primer binomio planteado por su madre: “las sirvientas/los ricos”. Podríamos creer que las inferencias de Rosaura son un ejemplo de que el principio de relevancia no garantiza que la interpretación del destinatario sea equivalente a lo que el emisor pretende transmitir, dado que el destinatario puede llegar a conclusiones que le resultan altamente relevantes partiendo de supuestos equivocados que nada tienen que ver con los objetivos de su interlocutor (Escandell Vidal, 1996, p. 115). Pero en realidad deberíamos detenernos en los verdaderos objetivos de nuestra interlocutora, la señora Inés, quien enmascara sus intenciones. Su comunicación hacia Rosaura no es directa y desde un principio no hay intenciones de presentarle la realidad como realmente es: la niña no es una invitada de la fiesta, sino una empleada. Con esto queremos remarcar que la confusión de Rosaura no está fundada completamente en sus malinterpretaciones, sino también en un proceso de manipulación intencional.

Aquí podemos advertir cómo de un mismo binomio se puede lograr una doble interpretación, dependiendo de dónde se focalice el poder. Por un lado “Rosaura/los otros niños”, en donde Rosaura es vista como una favorita de la fiesta, con poder de acceso a lugares donde “los otros” no acceden y con poder de decisión sobre este grupo mencionado. Una Rosaura más valiente y cuidadosa que el otro extremo del binomio, preferida primera para los juegos, elegida por el mago y siempre solicitada y “confiada” por la señora Inés. Una Rosaura potencialmente merecedora de un regalo más que el resto de los invitados. La “condesa”, que para construir su imagen superior, podríamos pensar que de manera inconsciente, necesita a un “otro” con el que compararse y a quien menospreciar, de la misma forma en la que “los ricos” menosprecian a “las sirvientas”.

Por otro lado, cambiando el foco de poder, el binomio “los niños/Rosaura”, previamente mencionado como “los ricos/las sirvientas”, en donde el poder está focalizado en el primer grupo. Éstos, representados principalmente en el personaje de la señora Inés, tienen el verdadero control de la situación y van a ser quienes terminen determinando el rol social de Rosaura, y por lo tanto la realidad. Este binomio es el que finalmente se termina develando frente a nuestra protagonista, así como también frente a los lectores.

Ganado en buena ley

La primera instancia en la cual a Rosaura se le cuestiona su lugar en la fiesta, es cuando se nos presenta “la del moño”, una niña que es prima de Luciana. Ésta, sin ningún tipo de modestia, le pregunta a Rosaura por su identidad, recibiendo la respuesta “Soy amiga de Luciana”, y aquí es cuando niega esta realidad que Rosaura le presenta. “La del moño”, como la llama Rosaura de manera despectiva, le dice que no puede ser amiga de Luciana, ya que ella es su prima y conoce a todas sus amigas, y como a Rosaura la desconoce, no califica en el grupo de las amigas de Luciana. Sin embargo, nuestra protagonista insiste: “Y a mí que me importa- dijo Rosaura-, yo vengo todas las tardes con mi mamá y hacemos los deberes juntas” (Heker, 1982, p. 83).

Las niñas no se comunican utilizando ningún tipo de cortesía ni sutileza, las formas de los niños son distintas a las formas utilizadas por los adultos: el grupo de los niños se expresa defendiendo la realidad que cree verdadera, sin intención de negociar con o de convencer a su receptor. La prima de Luciana defiende tener la razón, lo mismo sucede con Rosaura. Y esto se debe a que ninguna logra empatizar ni comprender la realidad diferente que se les está presentando.

“La del moño” continúa interrogando a Rosaura, disconforme con las respuestas que recibe. ¿Hacen los deberes juntas pero no van al mismo colegio? ¿Entonces de dónde podía conocer a Luciana?

Hay un aspecto que se nos presenta a continuación de esta pregunta: “¿Y entonces de dónde la conoces?” que consideramos importante analizar.

Su madre se lo había dicho bien claro: Si alguno te pregunta, vos le decís que sos la hija de la empleada, y listo. También le había dicho que tenía que agregar: y a mucha honra. Pero Rosaura pensó que nunca en su vida se iba a animar a decir algo así. (Heker, 1982, p. 84)

Si volvemos un instante al comienzo del relato, podemos recordar cómo Herminia había dicho, en el ámbito de lo privado, dentro de su hogar frente a su hija: “Sos la hija de la sirvienta, nada más” (Heker, 1982, p. 82). Sin embargo, cuando expone la presentación en la esfera pública, el término que la madre le dice a Rosaura que utilice es el de “empleada”. Brevemente podemos analizar qué binomios y qué relaciones se derivan de cada uno de estos conceptos. Por un lado, el concepto de “sirviente” depende de la idea de un “amo” mucho más elevado en cuanto al poder y una relación de sumisión. Una “empleada” en cambio, si bien necesita de un “empleador”, se encuentra en un plano de igualdad mayor y en una relación de necesidad mutua. Podemos relacionarlo como un concepto más moderno, que engloba los derechos que esta figura posee en la actualidad, además de ser uno más ambiguo. Herminia sabe qué tipo de reacciones puede recibir su hija dependiendo de qué manera se presente, por lo que opta por el término más justo y “honrado”. Se puede sentir tanto por parte de la madre como por parte de la hija, un poco de vergüenza por su identidad.

De todas maneras, aunque Rosaura sigue los consejos de su madre, la presentación no es efectiva debido a esta ambigüedad. “¿Qué empleada? -dijo la del moño. ¿Vende cosas en una tienda?” (Heker, 1982, p. 84) Esta niña realmente no es capaz de comprender el lugar de Luciana en la fiesta y rechaza la posibilidad de que esa figura de un “otro” desconocido pueda pertenecer a su percepción del “nosotros”. “La del moño” es la primera en expresar el sentimiento ajeno sobre Rosaura como invitada de la fiesta.

A pesar de esto, previo al final de la fiesta, ninguna acción es suficiente para que Rosaura abandone su percepción sobre la realidad. Cuando llega su madre le dice: “Yo fui la mejor de la fiesta” (Heker, 1982, p. 87). Rosaura había comenzado el evento sintiendo un enojo hacia Herminia, pero a medida que la fiesta avanzaba y se iba integrando con los demás niños, el enojo se fue convirtiendo en emoción por contarle sus experiencias. Rosaura creía haber separado con éxito su identidad privada (posiblemente interpretada como su madre) de su identidad ahora pública (la fiesta), se creía parte de un “nosotros” dentro de “los ricos”, objetivo que su madre había proclamado absurdo e imposible. Herminia representa el extremo “malo” del binomio “los ricos/las sirvientas”, y Rosaura, como niña de nueve años, cree ser capaz de acceder al extremo “bueno”. “Era así su madre. Rosaura no tenía ganas de explicarle que le daba vergüenza ser la única distinta” (Heker, 1982, p. 87). Nuestra protagonista no se percibe distinta al resto de los invitados.

El punto de inflexión de este relato se inicia con un acto de cortesía valorizante, realizado por la señora Inés: “Qué hija que se mandó, Herminia” (Heker, 1982, p.87), expresa, evaluando a Rosaura, quien espera recibir los regalos de la fiesta.

(…) ella también inició el movimiento de adelantar el brazo. Pero no llegó a completar ese movimiento. Porque la señora Inés no buscó nada en la bolsa celeste, ni buscó nada en la bolsa rosa. Buscó algo en su cartera. En su mano aparecieron dos billetes. -Esto te lo ganaste en buena ley- dijo, extendiendo la mano. Gracias por todo, querida. (Heker, 1982, p. 87)

Rosaura esperaba un regalo de despedida de la fiesta de cumpleaños, pero aquí se hace entrega de un sueldo, una remuneración por un trabajo, por un servicio. Rosaura no estaba “ayudando”, como le fue pedido en varias ocasiones, sino que estaba sirviendo. El dinero simboliza su identidad y su posición en la fiesta, ambas construidas por un otro. Esta entrega de dinero desea dejar un fuerte mensaje que categoriza todas las acciones previas que la protagonista realizó. Aquí se está asentando una marca de poder que derriba todo lo que Rosaura había construido.

Consideramos que esta acción determinante de la entrega de dinero actúa como forma de monopolizar el discurso, de controlar la realidad, ya que condiciona toda versión de realidad, por lo tanto, toda “verdad”, que Rosaura tenía. Se trata de “ser la mejor de la fiesta” en contraposición a “la fiesta ajena”. La niña deja de poder valorar su experiencia y su diversión, porque la “verdad” y el logos siempre estuvieron en el poder de un otro. El poder de Inés sobre la realidad de Rosaura es irreparable. Se cancela toda verdad en donde se crea que la niña, hija de la sirvienta, participó en calidad de igual con otros niños de clase alta en una fiesta de cumpleaños. Rosaura nunca fue una invitada a la fiesta, sino una empleada. Y esta situación es comprendida inmediatamente por la niña:

Ahora Rosaura tenía los brazos muy rígidos, pegados al cuerpo, y sintió que la mano de su madre se apoyaba sobre su hombro. Instintivamente se apoyó contra el cuerpo de su madre. Nada más. Salvo su mirada. Su mirada fría, fija en la cara de la señora Inés. La señora Inés, inmóvil, seguía con la mano extendida. Como si no se animara a retirarla. Como si la perturbación más leve pudiera desbaratar este delicado equilibrio. (Heker, 1982, p. 88)

Las descripciones al final del relato comienzan a estar más separadas por la puntuación, generando un ambiente de tensión, que también puede verse reflejado en lo no verbal. La última palabra la tiene la señora Inés, y luego de eso, la comunicación se da puramente desde lo no verbal. La posición de Rosaura: brazos rígidos, pegados al cuerpo, paralizada por lo que acaba de suceder. Y Herminia, su madre, quien presencia ante sus ojos su mayor miedo sobre la fiesta. Rosaura se apoya en ésta, regresa de un golpe a refugiarse en su identidad y observa a la señora Inés con una mirada fría. “Ganado en buena ley”, con honradez, con dignidad quiere decir la señora Inés. Y sin embargo éste es un acto desvalorizante y humillante. Rosaura no estaba buscando “ganarse” nada, su amabilidad fue aprovechada, y sin embargo la señora Inés pretende estar realizando una buena acción.

Nos quedamos entonces con esta frase: “Como si la perturbación más leve pudiera desbaratar este delicado equilibrio” (Heker, 1982, p. 88). La señora Inés está generando distancia entre “las sirvientas” y “los ricos”. Está denominando su territorio, y por lo tanto el de “los otros” que lo transitan, pone un límite y una advertencia. Podemos interpretar ese equilibrio como una balanza social, una “armonía” que la señora Inés considera natural: “nosotros” pertenecemos dentro de estas actividades, creadas por y para nuestra identidad, mientras que “los otros” solo pueden acceder a ellas con límites determinados y con roles específicos, para el beneficio de los primeros. Rosaura creyó poder romper con ese equilibrio, o quizás encontrarlo en la igualdad, pero la sociedad termina estableciendo otro tipo de equilibrio, que, por más delicado, no puede ser cuestionado. Incluso aunque su comportamiento sea igual al de los otros niños y se pueda integrar con facilidad, su rol inicial es el principal. Su posición socioeconómica supondrá siempre una diferencia y una separación.

Conclusión

A partir de lo expuesto previamente podemos concluir que el cuento “La fiesta ajena” resulta efectivo a la hora de representar el mecanismo de binomios que se han generado históricamente en la Argentina, mediante la construcción del “otro” bajo los prejuicios del “yo”. Esto ha sido logrado mediante la contraposición de dos clases sociales baja/alta en el marco de una fiesta infantil, así como también utilizando la dicotomía infante/adulto, que permite explorar la realidad desde distintas perspectivas y concepciones. Esta narración está además reforzada por aspectos lingüísticos que permiten la construcción de un relato subjetivo y rico en relevancia. En este cuento pudimos observar cómo incluso en una fiesta infantil se puede encontrar esta separación de clases y de identidades basadas simplemente en un prejuicio de nacimiento, que no corresponden necesariamente al sujeto al que se le aplica. Toda relación de poder posee un grado de desigualdad, y el grupo que posea más poder será aquel con la posesión de la verdad, eclipsando las experiencias de los grupos menospreciados.

La fiesta es ajena para Rosaura, ya que nunca fue pensada como una integrante de ésta. Su rol impuesto dentro de esta actividad era el de servir a los verdaderos invitados. La fiesta es entonces de un “otro” diferente, opuesto y con más poder a ella, al cual nunca va a lograr pertenecer mientras se mantenga en un grupo social y económico considerado “peor” en comparación a “los ricos”. Se trata de una construcción de identidad siempre opuesta a un “otro”, al cual se intentará menospreciar con el objetivo de enaltecer la imagen del “yo”.

Referencias

Calsamiglia Blancafort, H. y Tusón Valls, A (1999). Las cosas del decir. Ariel.

Escandell Vidal, M. V. (1996). Introducción a la pragmática. Ariel.

Heker, L. (1982). La fiesta ajena. Cántaro.

Todorov, T. (2010). La experiencia totalitaria. Galaxia.

Notas

1 Trabajo final presentado en: “Discurso, lenguaje, cultura y comunicación”, Espacio Optativo de Profundización del Departamento de Lenguas y Literatura de 7mo año del Bachillerato de Bellas Artes, que aborda especialmente el uso del lenguaje, el estudio de recursos y estrategias comunicativas y el panorama literario/cultural de nuestro país.
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