Artículos

Escrituras, cuerpos femeninos y medios. El 8M en la Argentina

Writing, Woman’s Bodies and Media. 8M in Argentina

Alejandra Cebrelli
Universidad Nacional de Salta, Argentina
(CONICET), Argentina

Improntas de la historia y la comunicación

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 2469-0457

Periodicidad: Frecuencia continua

núm. 5, 2017

revistaimprontas@perio.unlp.edu.ar

Recepción: 20 Agosto 2017

Aprobación: 27 Octubre 2017



Resumen: El trabajo reflexiona sobre escrituras antagónicas realizadas sobre el cuerpo femenino (de la violencia y del empoderamiento). Para ello, se centra en la Marcha del 8 de marzo de 2017 y en la cobertura realizada por diarios y por portales de Buenos Aires y de Salta (Argentina). A partir de allí, se identifican dos figuras retóricas, el oxímoron y el quiasmo, que remiten al orden de la cultura, es decir, a las matrices de sentido a la base de estos procesos sociales y discursivos. El abordaje se focaliza en los estudios de los signos, los lenguajes y los discursos en diálogo con las teorías del periodismo y con los estudios de género de base antropológica y sicoanalítica.

Palabras clave: escrituras, mujer, orden retórico, periodismo.

Abstract: The work reflects on antagonistic writings performed on the female body (violence and empowerment). For this, it focuses on the March 8, 2017 and the coverage made by newspapers and portals of Buenos Aires and Salta (Argentina). From there, two rhetorical figures, the oxymoron and the chiasmus, are identified. They refer to the order of culture, that is, to the matrices of meaning at the base of these social and discursive processes. The approach focuses on the studies of signs, languages and discourses in dialogue with the theories of journalism and gender studies based on anthropological and psychoanalytical.

Keywords: writings, women, rhetorical order, journalism.

Contextos

La violencia contra el cuerpo de las mujeres se ha convertido en un flagelo cada vez más grave en América Latina, en general, y en la Argentina, en particular, al punto de que se produce un femicidio1 cada 30 horas. Cada nuevo caso se transforma en un acontecimiento mediático en tanto se caracteriza por una transgresión de normas morales lo suficientemente seria como para provocar respuestas públicas masivas (Thompson, 2001) que en la Argentina se expresan en marchas multitudinarias convocadas bajo el lema «Ni Una Menos».2

Desde el punto de vista mediático, entonces, cada femicidio se transforma en un acontecimiento que posee dos elementos centrales: la desaprobación y la expresión pública de ese juicio. Como afirma Judith Butler (2017), en cada cuerpo hay una potencia referencial que se agudiza cuando se encuentra junto a otros cuerpos, pues el conjunto construye una zona visible para la cobertura mediática; son cuerpos que denuncian la amenaza sobre su propia vida, haciendo palpable la precariedad de la existencia.

La violencia de género, en tanto se expresa y marca un cuerpo, puede entenderse como una forma de escritura macabra. Rita Segato, en La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez(2013), afirma que tanto la violación como el aniquilamiento de la víctima constituyen actos de habla, al punto de considerar a estos crímenes como un sistema de comunicación con un alfabeto violento que, por la repetición y por la eficacia de los mensajes, se transforma en un lenguaje estable y pasa a naturalizarse como cualquier idioma.

Las mujeres se transforman en objetos desechables en los que se inscribe el discurso de una «violencia expresiva» (Segato, 2013, p. 21) que desborda los límites de lo sexual para inscribir un mensaje: el control absoluto de una voluntad sobre otra. Por ello, Segato los denomina «crímenes del poder» (2013, p. 80) cuyo lenguaje es extremadamente truculento: no basta con violar y con asesinar, sino que se tortura a las víctimas (se las viola en banda, se las empala, se las quema, se las obligar a tragar vidrio molido o cualquier práctica que asegure una muerte lenta y dolorosa) para terminar de escribir sobre el cuerpo ya sin vida y con múltiples laceraciones, tirándolo a la basura o dándoselo a animales como alimento.

Estas prácticas construyen una retórica, entendida acá como el «arte» de inscribir la violencia machista sobre cuerpos tradicionalmente «no guerreros». Se trata de una escritura que tiende, también, a la búsqueda de una espectacularización que le asegura la reproducción indispensable para convertirse, a la vez, en práctica social. Esa circulación en la formación discursiva epocal (Foucault, 2002) depende, en gran medida, de los medios masivos, muchos de los cuales, haciendo oídos sordos a las recomendaciones de organismos internacionales y de organizaciones femeninas y/o feministas sobre el tratamiento periodístico de estos crímenes, no solo revictimizan a estas mujeres sino que, además, hacen hincapié en los matices morbosos de cada caso: fotos y descripciones de cadáveres —marcados por la mano de sus asesinos— circulan, una y otra vez, en diarios y en pantallas para pasar a las redes sociales, donde la viralización es imparable.

De allí la necesidad de descifrar ese lenguaje para identificar y para localizar a sus autores y para desentrañar esos mensajes. Segato (2013) sostiene, además, que el enunciado implícito en una violación o en un femicidio se dirige a varios destinatarios: a los pares, en primer término, pero también a la sociedad y, muy particularmente, al periodismo, pues este asegura la circulación de esa escritura, su espectacularización y, de acuerdo al tipo de tratamiento que reciba, su reproducción, es decir, la puesta en acto de una «pedagogía de la crueldad». Dicho de otro modo, cuando uno de estos sucesos se convierte en un producto de consumo mediático tiende a hegemonizar hábitos, ritos o prácticas, en este caso, patriarcales y violentos.

Al mismo tiempo, al realizar la cobertura de estos acontecimientos, la prensa produce nuevas escrituras sobre estos cuerpos violentados y sobre las protestas colectivas mediante las cuales la ciudadanía exige justicia a sus gobernantes. En la Argentina, el número creciente de femicidios provoca movilizaciones con una concurrencia importante de manifestantes, las cuales llevan carteles con diferentes consignas de protesta e, inclusive, leyendas pintadas en los rostros, en los brazos y en los torsos, a veces desnudos, con lo que se producen nuevas escrituras.

En síntesis, la violencia contra la mujer (vcm) construye una serie de escrituras sobre los cuerpos femeninos: la de la violencia depredadora; la del empoderamiento, escrita por las mismas mujeres organizadas para protestar por esos crímenes; y la de un periodismo que informa sobre esos dos casos: las violaciones, los abusos y los femicidios, por un lado, y las marchas de protesta, por el otro. Cada una posee características propias y su análisis contrastivo constituye el objeto del presente artículo, pues se relacionan complejamente entre sí y con los horizontes de referencia culturales de los actores que experimentan estos sucesos, que participan de las marchas y que se informan sobre los mismos a través de los medios.

Desde el punto de vista periodístico, las manifestaciones constituyen lo que Aníbal Ford (1999) denomina casos notables, pues significan la ruptura de una normalidad y, por lo mismo, pueden organizar la opinión pública. Las marchas quiebran la rutina de la vida social, lo cual les asegura una vía de acceso a lugares privilegiados de la agenda. Los medios, por lo tanto, suelen ser el escenario de los debates que se suscitan alrededor de estos sucesos protagonizados por multitudes de mujeres. La estrecha relación entre estos casos notables y su repercusión mediática establece complejas tramas con la estructura social y cultural, sobre todo, con el horizonte de representación desde donde son interpretadas estas escrituras que, por la heterogeneidad de sus sustancias, por un lado, y por sus diferentes y hasta opuestos lugares de enunciación, por el otro, mantienen un diálogo siempre tensivo.

Damián Fernández Pedemonte (2015) lo explica de otro modo. Para él, los hechos de la realidad deben tener un carácter singular y sobresaliente para entrar en agenda, deben responder a ciertos criterios de noticiabilidad (Martini, 2000; Luchessi, 2010) que, por lo general, son determinados por los medios y compartidos por quienes participan del mismo espacio social en el contexto de sus contratos comunicacionales particulares. De allí, la relación entre estos casos que él denomina «conmocionantes» y el horizonte de referencia cultural donde acontecen los hechos y donde se hacen las coberturas. Por lo mismo, el análisis de estos casos permite la emergencia de «conflictos estructurales latentes» que hasta entonces no circulaban manifiestamente en los discursos mediáticos. Y su discernimiento aporta claves a la deconstrucción de la escritura violenta sobre el cuerpo de las mujeres, tal como propone Segato.

A los fines del presente artículo, se analiza la escritura de las mujeres que salen a la calle para denunciar estos hechos y la de las coberturas realizadas por medios nacionales y locales respecto de una marcha en particular, la del 8 de marzo de 2017. Para ello, se apoya en el análisis minucioso de la escritura sobre el cuerpo de las mujeres violadas y asesinadas que realiza Segato en varios escritos publicaciones hasta la fecha (2003, 2007 y 2016) y en numerosas conferencias y entrevistas.

Cabe aclarar que para este trabajo se han considerado diarios gráficos de referencia dominante nacional y provincial (Arrueta, 2010), en particular de Salta, una de las provincias con estadísticas más altas de violencia de género en el país en relación con el número de habitantes. Se incluyeron, también, algunos portales, pues en esta ciudad dichos medios se caracterizan por utilizar las representaciones más estigmatizantes sobre las mujeres empoderadas, lo que permite reconstruir en parte el imaginario social y el sentido común dominante.

Abordajes, métodos y enfoque

La evidente complejidad del problema que se pretende analizar (las formas heterogéneas de escritura referidas a prácticas sociales muy diferentes) obliga a realizar un abordaje pluridisciplinar que considera las especificidades del objeto de estudio. Cabe aclarar que el foco deviene de una perspectiva que se privilegia sobre las demás —algo inevitable al considerar que quien analiza posee una formación disciplinar de base—. En este caso, el enfoque se construye desde varias teorías relacionadas con el estudio de los signos, los discursos y los lenguajes: la semiótica de la cultura (Lotman, 1996; Barei & Molina, 2008); la translingüística (Bajtín, [1975] 1989, [1982] 1990); la pragmalingüística (Austin, 1955); el análisis del discurso, en general (Verón, 2009), y de la información, en particular (Charaudeau, 2003) y, en menor medida, la teoría de la deconstrucción (Derrida, 1971). Tal enfoque posibilita entender la primacía que adquiere en este trabajo la noción de escritura, entendida como huella que otorga inteligibilidad y que posibilita su diseminación (Derrida, 1971) en significantes diversos: cuerpos, papel, Internet. Y, a la vez, explica la importancia que se le otorga a las figuras del lenguaje en el nivel de las prácticas y de los discursos, en tanto remiten al orden retórico de la cultura (Barei & Molina, 2008), lo que permite acercar algunas respuestas a la función que cumplen las escrituras en este estado de sociedad.

Las figuras retóricas3 que se han identificado como matrices del orden de la cultura (Barei & Molina, 2008) son el oxímoron y el quiasmo. El oxímoron es del orden lógico y semántico, en tanto une y agrupa conceptos opuestos. El quiasmo —figura retórica que identifica Butler (2016) en las asambleas y en las marchas— es del orden sintáctico y supone un paralelismo cruzado, es decir, una repetición con una particularidad: los elementos que se repiten aparecen primero en un orden (por ejemplo, AB) y luego en el inverso (BA), lo que generalmente conlleva una significación antitética.

Cabe aclarar que el oxímoron funciona a nivel del lenguaje, tanto en las proclamas y en las consignas libertarias expresadas por las mujeres que protestan como en los medios que cubren las marchas. El quiasmo da cuenta de la relación que establecen las formas de performatividad lingüística4 y la performatividad corporal.5 Como bien sostiene Butler (2017), ambas se superponen y no son idénticas, pero los actos del discurso están implicados en las condiciones corporeizadas de vida. De allí la importancia de utilizar una metodología contrastiva y analítica que compare, por un lado, los acentos y la entonación6 que se le da a los testimonios y, por el otro, la importancia del cotexto, es decir, del resto de los artículos que aparecen publicados en la misma edición del diario o del portal del texto analizado, relativos a sucesos que aunque aparentemente poco o nada tienen que ver con la Marcha contienen representaciones femeninas muy estigmatizantes y suelen leídos en forma sucesiva, contaminando semántica e ideológicamente el proceso de producción de sentido de los artículos.

En tanto el objeto es la escritura sobre el cuerpo femenino se dialoga con los estudios feministas —deudores de teorías antropológicas, decoloniales (Segato, 2013, 2014) y sicoanalíticas (Butler, 2016; Kristeva, 1991)—. De acá derivan las categorías analíticas relacionadas con la orientación ideológica de los enunciados en relación con el patriarcado y con sus efectos en las prácticas sociales.

Por último, también se consideran teorías del periodismo. En este caso, interesan las relacionadas con los estudios de estilos periodísticos (Martini, 2000), de rutinas (Luchessi, 2010; Arrueta, 2010) y de agenda (Aruguete, 2015), junto con nociones como las de casos notables (Ford, 1999) y casos conmocionantes (Fernández Pedemonte, 2015).

La metodología contrasta el tratamiento periodístico realizado por diarios de referencia dominante a nivel nacional con el realizado por los diarios de la provincia de Salta, con la finalidad de analizar el impacto de los medios rioplatenses sobre los de esa provincia a la hora de informar sobre un mismo hecho: la marcha del 8 de Marzo de 2017. La metodología contrastiva en el ámbito del análisis del discurso de la información (Charaudeau, 2003) pone en evidencia características locales, lo que permite situar geopolíticamente las retóricas, las estrategias y el tipo de tratamiento. De este modo, se evita caer en generalizaciones que tienden a aplanar la compleja heterogeneidad de la producción periodística en las diferentes regiones del país (Cebrelli, 2016).

Escrituras y figuras del orden retórico

El trabajo analiza escrituras que se dan en dos niveles: el de las prácticas cotidianas opuestas y paradojales, en tanto surgen de posiciones y de modelos de mundo enfrentados (machismo/feminismo), de roles opuestos (víctima/guerrera) y de manos genéricamente diferenciadas (masculinas/femeninas), y el de las prácticas periodísticas que entonan (dan un valor positivo o negativo) las representaciones femeninas que entraman en sus coberturas, favoreciendo o no la reproducción del lenguaje de la violencia, es decir, participando de una pedagogía de la crueldad o de una pedagogía liberadora y esperanzadora.

Esta multiplicidad de cuerpos y de escrituras remite a un orden retórico, es decir, a un tipo de organización cultural sostenida en discursos que utilizan ciertas figuras, recursos y estrategias, privilegiados según las condiciones de producción epocal (Barei & Molina, 2008). La identificación de las figuras del orden retórico pone en evidencia las que funcionan como matrices de sentido, asegurando los procesos de reproducción de los modos de hacer y de decir.

En este caso, es de particular importancia el oxímoron, en tanto su particular constitución semántica posibilita develar lo que habitualmente queda silenciado o resulta indecible en un estado de sociedad (Grupo µ, 1987). A la vez, también es iluminadora la figura del quiasmo, pues —en tanto figura compuesta de una doble antítesis donde los términos se cruzan (Lausberg, 1975)— pone en evidencia el modo en el que se articulan el nivel de las prácticas y el de los discursos, haciendo hincapié tanto en la contradicción estructural que comparte con el oxímoron como en la duplicidad y la ambigüedad de la significación cuando ambas figuras operan a la vez en las escrituras que a continuación se analizan.

En este punto cabe aclarar que, desde una perspectiva semiótica, la cultura funciona como un texto políglota, es decir, posee una multiplicidad de lenguajes; sin embargo, es posible reconocer en esa heterogeneidad constitutiva una organización semiótico-estructural interna que permite anular ciertas diferencias y que posibilita la repetición asegurando que la cultura tenga rasgos distintivos (Lotman, 1996); en otras palabras, que sea identificable y que posibilite la adscripción identitaria a sus integrantes. El orden retórico es ese mecanismo que asegura la homogeneidad. De este modo, textos y lenguajes (desde acá, cualquier tipo de agencia —por ejemplo, una marcha— también constituye un texto) repiten una misma matriz aunque trasmitan diferente información. En tanto que la cultura está hecha al modo del lenguaje natural, las figuras retóricas pueden traspolarse al resto de los lenguajes culturales.

En el corpus elegido se lee un tipo particular de ordenamiento relacionado con la tensión que se produce entre la violencia del patriarcado contra la mujer y ciertas modalidades de resistencia expresadas en la Marcha 8M. En este clivaje se construye una escritura ambivalente sobre los cuerpos que es reproducida en la prensa; es ambivalente porque se trata de escrituras contradictorias y ambiguas sintetizadas en el oxímoron, a nivel de lenguaje natural, y en el quiasmo, en el nivel performativo de las prácticas.

La arbitrariedad lógica y semántica de estas figuras vuelve a las representaciones sociales que entraman extremadamente lábiles y vacilantes. Por lo mismo, poseen una potencia polisémica capaz de representar cabalmente situaciones sociales conflictivas y violentas, donde se enfrentan brutalmente dos modelos de mundo —los crímenes contra las mujeres y su empoderamiento, situaciones sociales a la base de estos procesos semióticos— lo que da cuenta, además, de la coexistencia nada pacífica del patriarcado y de las ideologías que lo resisten (feminismo, teorías y prácticas queer, entre otras) sin que la balanza se incline definitivamente para ninguno de los dos lados (de ahí la vacilación y la ambigüedad que se lee en los diferentes tratamientos periodísticos sobre la Marcha).

En Género en disputa(2016), Butler revisa diferentes propuestas en torno al modo en el que se pueden llevar a cabo actos de subversión del sistema de poder impuesto por la ley heteronormativa.7 A su entender, las normas de género no son «causas» sino «efectos» de una serie de actos performativos que, a partir de su reiteración, se naturalizan dentro del discurso de poder. Por esto, sostiene que la visibilización de estas normas de género mediante actos performativos es lo que permite subvertir el discurso hegemónico dominante. A esta subversión se pretende aportar con las presentes reflexiones.

Escenarios y corpus

La Marcha que en este escrito nos interesa tuvo lugar en una Argentina que pasó de un Estado de bienestar, claramente comprometido con los reclamos populares y con la equidad de género,8 a uno neoliberal, que día a día estrecha los espacios laborales, los recursos y los bienes (de consumo, pero también de subsistencia) y en el que reina un discurso oficial arraigado en valores patriarcales.9

El 8 de Marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. En 2017, la movilización se realizó en 54 países10 y convocó a millones de manifestantes que salieron a la calle para reclamar por sus derechos. En EE.UU., por ejemplo, la marcha de mujeres convocó a cuatro millones de personas.11 Ese año, además, se incorporó a la protesta una medida hasta entonces inédita: un Paro Internacional de Mujeres.

En la Argentina, el evento fue convocado por el colectivo «Ni Una Menos» y por otras agrupaciones feministas y LGTBIQ,12 y fue conocido como 8M. Más de 60 ciudades se plegaron a la medida. Las actividades se iniciaron a las 12 horas con un «ruidazo» (bocinazos, tamborileos, gritos, etc.), al que le siguió un paro total durante dos horas en los espacios domésticos y en los lugares de trabajo donde, en algunos casos, se hicieron asambleas apoyadas por diversos gremios. En Buenos Aires, a las 17 se organizaron columnas que convocaron a miles de personas en el Congreso y que luego se dirigieron hacia Plaza de Mayo.

Aunque con matices, las consignas se expresaron contra la violencia machista y a favor de la libertad reproductiva; también reclamaron por la igualdad de posibilidades para hombres y mujeres, por los derechos lgtbiq y por la ley de cupo trans, entre otras reivindicaciones. Marta Dillon, referente feminista, al ser consultada sobre el 8M, señaló: «Es un hecho histórico en un contexto en el cual, a partir de la reivindicación del Ni Una Menos, las mujeres conseguimos un canal de lucha, de acción y de participación que nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia» (Giacometti, 2017, en línea).

Frente a un movimiento sindical con poca capacidad de acción, el protagonismo de la protesta y la primera movilización multitudinaria en contra del actual gobierno lo tuvo esta movilización.13 «El paro a Macri se lo hicimos las mujeres» (9/3/2017), tituló Página/12 citando parte del cántico que se escuchó durante la marcha.

Página/12 fue el único diario de Buenos Aires que dedicó casi toda la edición del día siguiente a este acontecimiento. Tanto la jerarquía como la entonación eufórica del tratamiento periodístico sobre la marcha son congruentes con la línea editorial del diario, históricamente identificada con la defensa de los DDHH. Ello contrasta con la variabilidad de jerarquías que tuvo la noticia en la agenda de otros diarios de referencia dominante, como Clarín, La Nación o Ámbito Financiero, que oscilaron entre un lugar más o menos destacado entre los títulos del día a otros de menor importancia.

Al analizar el acento de las diferentes coberturas es posible construir un arco que va de la valoración y la jerarquización extrema del evento a un tratamiento periodístico casi «en sordina» que atenúa al máximo su importancia y su impacto social. La variedad de entonaciones da cuenta de la vacilación propia del oxímoron.

La provincia de Salta es el otro escenario elegido para el análisis porque, como se adelantó, tiene el triste récor de ocupar los primeros puestos en las estadísticas de vcm, al punto de que en 2014 se promulgó el Decreto Ley de Emergencia de Género, recientemente prorrogado. De hecho, en los Tribunales hay femicidios no caratulados como tales, pese a la presión de los organismos de género para que estos delitos se reconozcan de este modo y para que los culpables reciban la pena que les corresponde, cadena perpetua. Uno de ellos es el caso de Daniela Guantay, cuyos restos fueron encontrados el 7 de marzo —el día anterior al paro y movilización— a orillas de uno de los ríos que bordean la ciudad. La imposibilidad de tipificar el tipo de delito es otra huella del funcionamiento de la figura del oxímoron en el orden retórico de la cultura local, si bien acá se pone en evidencia en otros tipo de escritura, la de los expedientes policiales y judiciales, donde también se lee el funcionamiento del oxímoron aunque su análisis exceda el alcance del presente trabajo.

Escrituras libertarias

Si, como sostiene Butler (2016), el género suele ser invisibilizado, normalizado como producto de un régimen estricto de socialización, las marchas de mujeres posibilitan interpelar esas regulaciones. Una de sus características es la multiplicidad de carteles con consignas que visibilizan sus demandas; los medios periodísticos y los mismos participantes fotografían estos cuerpos sobreinscriptos que, de este modo, adquieren un doble estatuto de espectacularización: por exponerse en la calle y por reproducirse en las fotografías que circulan en diarios, en portales, en telediarios y en redes sociales.

El 8 de marzo se leían algunas que seguían la agenda de femicidios por entonces reciente («Yo soy Carolina Saracho», en Buenos Aires; «Justicia por Daniela Guantay», en Salta) o el encarcelamiento injustificado de mujeres («Libertad para Belén»,14 «Libertad para Higui»,15 «Libertad para Milagro Sala»,16 en casi todo el país); junto con otras de corte feminista más o menos contestatarias y que, sin dudarlo, acudían a registros líricos o humorísticos: «Despatriarcalizadas», «Aborto legal, seguro y gratuito», «Nos mueve el deseo», «Linda es la que lucha», «La revolución viene oliendo a jazmín», «Disculpe por la molestia, nos están asesinando», «Soy la mujer de mi vida» (letreros que se repitieron en las marchas de casi todas las ciudades del país) .

Entre los carteles y los pasacalles caseros, en su mayoría, resaltaban mensajes de cuerpos intervenidos: rostros, torsos desnudos y panzas embarazadas de mujeres que habían escrito con marcadores sobre la propia piel: «Ni puta, ni tuya», «Sacá tu rosario de mis ovarios», «Yo elijo cómo parir», «Sin yuta (policía), no hay trata».

La imaginación y el hábito del maquillaje pintaron rayas y ojeras negras, dibujaron flores escritas con las letras de alguna consigna o las tiñeron de blanco y negro en clara alusión a los asesinatos de sus pares. Se trataba de cuerpos intervenidos mediante prácticas de inscripción, apoyadas en la escritura, y prácticas de incorporación —sostenidas en la gestualidad, en este caso, la ropa negra o lila que se llevaba a modo de luto colectivo— que transformaban su caminar en actos vitales cuya teatralidad indudable trasmitía el mensaje de la marcha a la sociedad.

«Ni Una Menos. Vivas Nos Queremos», se reiteraba tanto en el registro sonoro (cánticos, gritos, letanías al son de instrumentos de percusión) como en el visual. La heterogeneidad de los soportes y los materiales (tela, cartón, cartulina, papel escritos con témpera, fibra, pintura o mediante diversos modos de impresión) producía una repetición con variaciones cuasi al infinito y, con ella, se aseguraba la inteligibilidad de los lemas y las consignas. El quiasmo, figura de repetición, se lee en esta superposición cruzada de escrituras.

Durante la marcha, los cuerpos femeninos —antes vulnerados, lacerados y victimizados por la violencia machista— se habían transformado en cuerpos guerreros. La representación femenina se vuelve brifronte, oximorónica. Las mujeres argentinas marcharon con la plena conciencia de luchar por sus derechos y aunque una de las consignas fue «Paren la guerra contra las mujeres, construyamos la paz» —como en muchos lugares de América Latina— conocían la contraparte opuesta y negativa, una especie de efecto boomerang ya habitual: el aumento de la violencia simbólica y mediática por parte del periodismo oficialista, fuertemente patriarcal, y alguna forma —también ya habitual— de represión policial activa.

De hecho, en Buenos Aires hubo incidentes frente a la Catedral Metropolitana, cuestión que se desarrollará más adelante. Ahora interesa destacar que la respuesta de la policía a los cánticos politizados y a una fogata encendida por un pequeño grupo de militantes fue exacerbada: lanzó gases lacrimógenos y balas de goma que dejaron a varias manifestantes heridas, y detuvo con violencia a una veintena; entre ellas, a dos periodistas.

Desde la lógica patriarcal, la represión cumple una función: restaurar el «honor» de los machos frente a la potente y masiva interpelación femenina, una jerarquía social «solo por ser hombre», y, a la vez, reinstalar en la sociedad el paquete de valores heteronormativos. Basta recordar que el control del patriarcado se ejerce como represión policial, en lo social, y como censura, en el ámbito de lo simbólico (Segato, 2003), y, en este caso, en el discurso mediático. El quiasmo reaparece una y otra vez en las prácticas con un valor antagónico: los cuerpos violentados y pacíficos se transforman en guerreros; el reclamo pacífico (nadie estaba armado) tiene su contraparte represiva y violenta. Es una repetición de elementos que aparecen en un orden que luego se invierte.

Cabe aclarar que el oxímoron funciona a nivel del lenguaje, tanto en las proclamas y en las consignas libertarias expresadas por las mujeres que protestan como en los medios que cubren las marchas y, no por casualidad, estos ponen en agenda otras notas sobre casos de vcm, aunque hayan sucedido en otros lugares y, aparentemente, no tengan relación con la movilización. El quiasmo da cuenta de la relación que establecen las formas de performatividad lingüística y la performatividad corporal en los discursos y en las prácticas.

De la gesta a la criminalizaciónNarrativas y retóricas mediáticas

La mirada porteña

La Marcha del 8M/Paro Internacional de Mujeres estuvo en agenda toda la semana en medios de referencia nacional, regional y local de la Argentina. Fue cubierto mediante narrativas y retóricas cuya variedad estuvo en estrecha relación con las líneas editoriales y con los encuadres de cada uno aunque, en una sociedad patriarcal como la argentina, predominaron las coberturas más críticas.

Uno de los efectos performativos de estas marchas es que instalan en la sociedad y en los medios —a veces por poco tiempo— un valor positivo respecto de estas y, —mientras la noticia está en agenda— muchos/as periodistas y conductores/as de programas de radio y TV tratan de respetar este valor o de atenuar posiciones más duras y machistas, enunciando durante ese lapso desde una posición «políticamente correcta» (Cebrelli, 2016). Esto se debe a que, al adjudicársele un valor de noticiabilidad (Martini, 2000), adquiere también un valor de venta y de consumo. Como resultado, la cobertura no es exclusivamente estigmatizante sino que suma matices que incluyen tanto la atenuación (Ámbito Financiero le dio un mínimo espacio en la tapa a una foto de una sola mujer, con plano americano, sin titulación alguna), como la despolitización por el uso de la retórica de la objetividad (La Nación le dedicó la mitad de la portada y el título se centró en los datos «duros»: número de manifestantes, lugares, organizaciones participantes) y el elogio (el caso más evidente es el de Página/12), entre un abanico de posibilidades.17

Si bien en algunos medios esta vacilación se lee en un mismo ejemplar (la nota de la Marcha responde a criterios de calidad periodística, pero en el mismo ejemplar se lee una noticia sobre algún caso policial que estigmatiza la figura femenina), la tendencia a una entonación negativa o positiva se define por la línea editorial. En algunos casos, como en el de Página/12, el encuadre comprometido con la defensa de los DDHH le impide la aludida ambigüedad. De hecho, tituló la portada «Libertad, igualdad, comunidad» —en clara alusión al ideario de la Revolución Francesa y a su línea editorial opositora a la individualidad propia del neoliberalismo— y destinó casi todas las notas y las crónicas al evento, dándole la palabra —y el sentido del relato— a sus protagonistas.

En la nota «Voces desde la marcha» (P/12, 9/3/2017), se ofrece el relato de breves historias de vida, contadas de manera de presentar a sus narradoras y a sus narradores (jubiladas, adolescentes, militantes, padres de hijas pequeñas) como actores integrados y socialmente valorables.

«A años luz de la paridad»

Juan Morato (empleado público): Para Sabina, la más chica, es su primera marcha. Silvina ya me acompañó el año pasado a las primeras manifestaciones de Ni Una Menos. Como padre, siento que mi misión es remarcarles que tienen los mismos derechos que cualquier hombre, que pueden elegir qué hacer de sus vidas. […] Y hoy vengo por eso: para que se respete a las mujeres. Para que no las maten más. Para que no las violen más. Para que haya igualdad […] (P/12, 9/3/2017).

Las palabras de este padre, comprometido con la lucha por la equidad de género, adquieren una entonación muy positiva, precisamente, porque salen de la boca de un varón, lo que da cuenta de la construcción de nuevas formas de entender la masculinidad.

«Dar una fuerte batalla»

Ana Paula Pérez y Laura Levin: Estamos en medio de una gran transformación y hoy participamos de la marcha porque queremos ser parte de este colectivo que convierte el miedo de la mujer en una pulsión que contribuye a una sociedad más igualitaria. En los últimos quince años, observamos en Latinoamérica cómo varias mujeres se convirtieron en líderes y ocuparon cargos importantes en la función pública, lo que obligó a los hombres, como pocas veces en la historia, a callarse y a tener que escuchar. Pero este cambio es un proceso lento y afecta a todos los sectores de la sociedad. En el campo cultural es donde hay que dar una fuerte batalla (P/12, 9/3/2017).

El testimonio de las dos militantes da cuenta de la transformación que se lee en los cuerpos y en los carteles durante la marcha: de ser víctimas pasan al liderazgo de la lucha por la equidad. La estrategia utilizada es la de hacer casi desaparecer la voz narrativa a nivel de la enunciación, cediendo la palabra a la voz ajena que, de este modo, adquiere un protagonismo indiscutible, produciéndose un efecto de polifonía (Bajtín, [1975] 1989) que reproduce a nivel discursivo la heterogeneidad de la marcha. A la vez, los relatos de los participantes presentan la experiencia como un acto de superación, casi heroico. Así, en esta narrativa la marcha se transforma en una gesta.

En contraste, otros medios de referencia nacional dominante (particularmente, el diario Clarín y su canal de noticias TN —que, cabe aclarar, definen la agenda del día en Buenos Aires y en el país—) declararon que sus periodistas fueron agredidos por las militantes durante la manifestación. La versión en línea del diario Clarín tituló:

Hubo fuego, golpes y tensión

Incidentes frente a la Catedral, tras la marcha por el Día de la Mujer

Militantes con sus rostros tapados arrojaron piedras y prendieron fuego frente al vallado que protegía al templo católico. Hubo enfrentamientos con un joven que llevaba una bandera del Vaticano. A última hora se registraron varias detenciones (Clarín, 8/3/2017).

La retórica utilizada se basa en un conjunto de estrategias discursivas propias del discurso de la información y de los formatos textuales periodísticos. En este caso, la titulación orienta ideológicamente la noticia: la volanta y la bajada construyen la representación de los y las militantes como representantes del infierno: la recurrencia de «fuego» y de «fogata», por un lado, y el supuesto enfrentamiento con un joven con la bandera del Vaticano, por otro. A la vez, el hecho de mencionar los rostros tapados, al modo de los delincuentes y de los terroristas, termina de devaluar esa representación.

Se construye, así, un campo semántico donde lo /bueno/ (la Iglesia y sus valores, el orden represivo, lo masculino —legible en «el joven» abanderado—), se opone a lo /malo/ (lo pecaminoso, la militancia, la criminalidad, el feminismo y lo femenino). El cuerpo de la nota aminora la gravedad de los incidentes (fueron apenas unos cánticos politizados, la fogata prendida y algunas patadas a los vallados) pero desde la construcción de una representación negativa de la militancia y de toda práctica crítica al gobierno nacional y su ideario neoliberal.

Se escuchaba el cántico: «Iglesia, basura, vos sos la dictadura».18 Y también: «Macri, basura, vos sos la dictadura». La Policía, entonces, comenzó a tirar gases lacrimógenos contra los manifestantes, quienes denunciaron en esos momentos represión (Clarín, 8/3/2017).

Con la cita se abre un abanico de argumentos falaces para justificar la represión policial. En primer lugar, se criminaliza a esta y a otras marchas organizadas por feministas al afirmar que «los episodios ocurrieron también en anteriores ediciones de los actos del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer» (Clarín, 8/3/2017).

La entonación negativa se sostiene en un paquete de herramientas que operan a nivel del relato. Por un lado, se utiliza el desvío, es decir, la cobertura se hace una especie de travelling del foco narrativo que se corre de la multitud hacia un grupo ínfimo de manifestantes que «hicieron una fogata a pocos metros de la Catedral, al mismo tiempo que arrojaban elementos y pateaban el vallado, detrás del cual se encontraba la Policía» (Clarín, 08/03/2017). El movimiento de foco pone en evidencia el funcionamiento del quiasmo: al centrar la noticia de la marcha en este recorte se atenúa su importancia y se invisibiliza su carácter masivo. Por otro, la represión se termina de legitimar al colocarse el medio como víctima de los disturbios, recurriendo a la hipérbole o a la exageración, lo que naturaliza la perspectiva ideológica de esta y de otras notas sobre el 8M.

Los incidentes tuvieron un pico de tensión cuando los periodistas y los móviles de televisión que cubrían la noticia, como en el caso de Marina Abiuso, de TN, empezaron a ser, también, agredidos por algunos manifestantes. Tanto los equipos de Todo Noticias, como de Canal 26 y de C5N fueron blanco del enojo de las mujeres que se manifestaban y cuestionaban a los medios por, supuestamente, «estar en favor de la Iglesia» (Clarín, 8/3/2017).

La eficacia de este paquete de herramientas discursivas se apoya en el discurso hegemónico que circula en medios oficiales, que son la mayoría en el país. Su carácter de palabra autoritaria y monológica (Bajtín, [1975] 1989) se orienta a la construcción de una representación negativa de toda toma política del espacio público, sea con los propios cuerpos puestos en las calles o con los «cuerpos» virtuales (fotografías, imágenes y textos) puestos a circular por ciudadanos que criticaron la represión policial.

A última hora del día, a través de las redes sociales se denunciaron una serie de detenciones que la policía efectuó en las inmediaciones de Plaza de Mayo. […] Además de las imágenes sobre lo acontecido, se difundieron listas con las supuestas identidades de las detenidas y su paradero, todas ellas alojadas en distintas comisarías de la Ciudad. También se informó sobre tres mujeres heridas a causa del maltrato policial que fueron derivadas al Hospital Argerich, situado en el barrio porteño de La Boca. Los datos aún no fueron confirmados oficialmente (Clarín, 8/3/2017).

El recurso, en este caso, es negar la verosimilitud de los registros testimoniales tomados por los teléfonos celulares de los militantes. La suposición, la perspectiva sesgada y la falta de chequeo, recaen en los registros de quienes estaban presentes en el lugar de los hechos, pese a que en otras noticias el mismo medio suele tomarlos como fuentes documentales y utilizarlos a modo de chequeo.

Las coberturas de Página/12 y de Clarín señalan los dos extremos de la validación que recibieron tanto la marcha como sus manifestantes. Al leer una y otra contrastivamente se construye esa representación femenina bifronte y monstruosa, heroica y demoníaca según la ideología —la cadena equivalencial, al decir de Laclau (1996)— desde donde signifique. Allí, se lee con claridad el oxímoron que alude a las dos ideologías en pugna en la Argentina, la neoliberal y la populista/progresista, pugna sintetizada en una metáfora que también alude al orden retórico de la cultura nacional, la tan mentada «grieta».

El tratamiento de la marcha menos estigmatizado o con una atenuación más cercana a la retórica de la objetividad propia del periodismo de calidad da cuenta de la vacilación entre esos dos extremos de la grieta, efecto, también, del funcionamiento del oxímoron en la matriz de producción de sentido.

La mirada del interior. El caso de Salta

Las mismas estrategias estigmatizantes (desenfoque y recorte, criminalización de la marcha, titulaciones muy orientadas a la deslegitimación y al repudio de esta y de otras protestas) se repitieron en muchos otros medios del país. Pocos medios y portales fueron elogiosos o analizaron el impacto político del 8M al modo de Página/12. En el mejor de los casos, se realizó una cobertura que utilizó la retórica de la objetividad como en el noroeste argentino. Junto a una nota intencionalmente más «neutra», en el mismo ejemplar se leyeron otras que deslegitimaban la marcha —e, indirectamente— al género. En ocasiones, se observan modalidades de violencia mediática y simbólica contra las manifestantes.

La vacilación que, como se dijo, reproduce en el espacio mediático la doble escritura oximorónica de los cuerpos femeninos, se lee, incluso, en las versiones virtuales de los diarios de referencia dominante de dos provincias del noroeste argentino: Tucumán y Salta. De hecho, la titulación resulta muy explícita al respecto.

En Tucumán, el día posterior a la marcha La Gaceta tituló «La Iglesia repudió que se haya parodiado a la Virgen en la marcha de mujeres» (9/3/2017) y, al día siguiente, indicó: «Partidarios y detractores del grupo feminista que protagonizó el acto frente a la Catedral usaron Facebook, Twitter y Whatsapp para sentar sus posturas».

En Salta, como ya se indicó, la ambigüedad en el tratamiento periodístico fue muy evidente en el diario El Tribuno de Salta, el medio gráfico de mayor relevancia provincial. La edición impresa del 8 de marzo privilegió en su agenda noticias que tenían como protagonistas a mujeres. La tapa, con diseño de abrazadera, dedicó el mayor espacio, al centro y a la derecha, a comunicar que habían rescatado a una beba recién nacida tirada por su madre a un pozo ciego. La foto, de gran tamaño pero algo borrosa, lleva una titulación con tamaño de fuente mediano y hace hincapié en la gravedad del hecho y en el lugar donde estaba abandonada. En lo no dicho, casi de manera espectral, se construye una imagen femenina muy negativa (la mala madre que pretende deshacerse de la peor manera de su propia hija). El lado izquierdo de la cabeza compartida, con una foto de menor tamaño, lo ocupa la noticia del hallazgo del cuerpo de Daniela: «Un posible femicidio enciende la alarma en Salta», nota que se desarrolla con otra titulación en el interior del diario. Abajo y a la derecha, una noticia sobre la expresidenta de la Nación, Cristina Fernández, a la que le atribuye una personalidad histriónica: «Cristina otra vez se victimizó en Tribunales». La imagen de mujer que se construye va de la madre casi monstruosa (intenta matar a su beba tirándola en un lugar deleznable) a la histérica y falsa. La representación femenina así estigmatizada termina de diseñarse con la de la víctima de un femicidio cuyo resultado fue un cadáver particularmente «escrito» (se lo encontró desmembrado y parcialmente comido por los perros).

La nota que acompaña a la del caso Guantay da cuenta de la vacilación entre esta representación negativa y una positiva (efecto del oxímoron) aunque, considerando la tapa ya descripta, la entonación general del ejemplar tiende a desvalorizar a la mujer. El título indica: «Brutal 2017 para Salta: cada diez días se registró un femicidio».19 La volanta, «Día Internacional de la Mujer», sugiere algún tipo de celebración, sentido que desaparece al leer el título, construyendo una tensión semántica que deja entrever el uso de la ironía. La bajada acentúa la inversión propia de esa estrategia: «Entre enero y febrero hubo seis muertes en contexto de violencia de género. Ayer se sumó otro caso. En 2016 fueron diez víctimas fatales. El 2011 y el 2014 fueron los años de más casos, con 18 cada uno» (ETS, 8/3/2017).

El cuerpo de la nota responde al periodismo de datos, lo que crea un fuerte efecto de verosimilitud. Agrega cifras alarmantes de todo tipo de vcm extraídas de organismos oficiales. La relación matemática entre el tiempo transcurrido entre los homicidios y su cantidad le imprime a la nota un tinte macabro que contradice por completo el sentido de la volanta, lo que torna más eficiente la ironía de la titulación. Cabe destacar que esta figura mantiene, a la vez, un valor positivo y otro negativo, si bien predomina el segundo sobre el primero.

Este tipo de coberturas contradictorias desde el punto de vista ideológico es coherente con el tipo de tratamiento periodístico que el matutino realiza a la hora de dar cuenta tanto de los casos de violencia contra la mujeres como de las marchas o de los encuentros que organizan las agrupaciones feministas para denunciar estos hechos. Sin solución de continuidad, y siempre en el mismo ejemplar, publica notas, columnas o cartas de lectores muy marcadas por el machismo y por la misoginia que tienen como protagonistas a mujeres y que contrastan con otras referidas a violaciones o a femicidios, elaboradas desde una perspectiva de género, en total acuerdo con las recomendaciones de la responsabilidad mediática emanadas de la RED PAR (2016)20 o de la Defensoría del Público (2016).21 De este modo, el lector de El Tribuno de Salta recibe una imagen de mujer oximorónica que se construye en el mismo ejemplar con solo leer el diario y pasar, por ejemplo, de Policiales22 a Carta de Lectores.23 Esta ambivalencia es propia del orden retórico aludido y, por lo mismo, se lee en el nivel de las prácticas sociales, en general, y de las periodísticas, judiciales y policiales, en particular.

La vacilación entre entonaciones positivas y negativas respecto de las representaciones femeninas puede interpretarse como el impacto performativo de la toma del espacio público por mujeres, uno de cuyos hitos fue el inicio de las marchas que comenzaron el 3 de junio de 2015 en la Argentina, bajo el lema «Ni Una Menos». Si se compara el tipo de tratamiento periodístico en Salta antes y después de ese 3 de junio (Cebrelli, 2016) se observa un aumento del uso de representaciones de género más equitativas y cuidadas según líneas editoriales. A la vez, en medios más conservadores, se agudiza la estigmatización de las figuras femeninas militantes, e inclusive de las víctimas de vcm, a modo de resistencia de los sectores más duros del patriarcado al innegable avance de una aceptación masiva de la necesidad de acabar con este estrago por parte de la ciudadanía.

Los portales salteños más populares, y con una fuerte tendencia al sensacionalismo, centraron la cobertura en imágenes estigmatizantes de la marcha, de las feministas y de las mujeres en general. En estos casos, el tratamiento periodístico se apoya en un sistema de creencias fuertemente patriarcal y católico, muy arraigado en el imaginario local.24

El portal Informatesalta (https://informatesalta.com.ar/) utiliza la misma estrategia que Página/12, ceder la palabra a lectores, si bien la distancia entre la calidad periodística y el encuadre ideológico de uno y otro medio los sitúa en las antípodas.

«Vergüenza», la palabra más utilizada por la violencia de mujeres en la marcha

Los incidentes provocados por un grupo minoritario en la marcha en Buenos Aires, quedaron como la postal de una jornada que tenía otro fin. Muchos se expresaron al respecto, y dijeron sentir vergüenza por lo ocurrido (IS, 9/3/2017)

Los comentarios de lectores a la breve nota aludida dan cuenta, por un lado, de la fuerte impronta machista de la sociedad local a la que se hizo referencia y, por otro, del contrato de lectura con el medio en cuestión.

Javier Viñabal: Como te ven te tratan.... respeten para ser respetadas... menos mal que ese grupo no representan a las mujeres, sino destruirían el género... ah! Ya lo hicieron.

De Argentina Charly: son anarquistas infiltradas y comunistas escondidas bajo la fachada de «ni una menos» revolucionarias llenas de odio, ateas y satánicas. Solo son desechos de la sociedad, basura.

Maximiliano Pereira: Primero que nada muy difícil que veas anarquistas marchando junto a comunistas... Segundo la sociedad basura es la que vivís... (IS, 9/3/2017)

El tenor de los subjetivemas —«basura», «satánicas»—, por una parte, y la alusión a la adscripción ideológica —«anarquistas», «infiltradas», «comunistas»— con claras huellas de los discursos propios de la última Dictadura, por otra, ponen en evidencia que el contrato de lectura pasa por la coincidencia ideológica con el portal. Al realizar un seguimiento de las noticias publicadas por estos días en Informatesalta (https://informatesalta.com.ar/), resulta evidente el uso de representaciones femeninas estigmatizantes en noticias que tienen a mujeres como protagonistas.

En la nota titulada «Encontró a su hija “desaparecida” desnuda en la cama con cuatro sujetos» (IS, 10/3/2017),25 la estrategia es orientar la titulación en contradicción total o parcial con el cuerpo de la nota. En este caso, hay que leer el artículo completo para descubrir que el hecho ocurrió en Santiago del Estero y que la protagonista, con retraso madurativo, había sido drogada y prostituida por su pareja. De este modo, el título orienta temática e ideológicamente la noticia y la encuadra en el orden heteronormativo, según el cual la joven tendría una conducta promiscua. El mismo día, el portal publicó una noticia sobre un hecho sucedido en México: «Escalofriante caso: una abuela encadenó y torturó a su nieta durante meses» (IS, 10/3/2017). De este modo, la imagen femenina pasa de la supuesta promiscuidad del caso anterior a la perversión y al abuso.

En estos casos, el efecto de la pedagogía de la crueldad se apoya en dos rutinas de lectura: a) la velocidad de la información y el ritmo de vida llevan a leer, en la mayoría de los casos, solo la titulación; b) los medios digitales ofrecen supuestas noticias afines mediante el link «Te puede interesar», lo que permite leer una noticia tras otra y multiplicar el efecto ideológico. De allí, la importancia de analizar el cotexto, como ya se dijo antes.

El caso del portal Noticias Iruya (https://noticias.iruya.com/a/) merece un párrafo aparte. La nota se titula «Esa maldita costilla» (NI, 10/3/2017) y califica como «víboras del monte que saltan a la yugular» a las dirigentes de organizaciones feministas o de grupos LGTBIQ que asistieron a la marcha en Salta. A nivel retórico, el discurso de la animalización y la demonización sugerida por el animal elegido (en la iconografía católica el diablo suele representarse con una serpiente) resultan extremadamente violentos. En el texto predomina un tono irónico y, a la vez, recriminatorio: se acusa a las feministas de pretender «acabar con los varones» y, además, de «quemar la Iglesia». La clara inscripción del discurso religioso no deja dudas sobre el lugar desde el cual se construyen estos estereotipos descalificadores.

En el contexto del 8M, estas notas semantizan las noticias relacionadas con las militantes, en tanto las representaciones de unas y de otras se sobreimprimen por su condición de mujer y, en los dos portales, son presentadas como por «fuera de la norma» patriarcal. En estas y en otras publicaciones digitales no interesa si la noticia se sostiene en fuentes confiables, o si alude a un hecho local u ocurrido en Santiago del Estero o en México. Las historias se descontextualizan de sus lugares de origen y se recontextualizan en un aquí y en un ahora —efecto del contrato de lectura del discurso de la información—, adquiriendo nuevos significados. La recontextualización es una estrategia efectiva para producir deslizamientos entre valores (de positivo a negativo) referidos a una representación, en este caso, femenina. Sobre estos deslizamientos se sostienen los cimientos de una narrativa en la que se invierten los roles de víctima y de victimario junto con las atribuciones, las jerarquías y las entonaciones: la estrategia discursiva transforma la violencia en una cualidad femenina y se demonizan los cuerpos y las prácticas «guerreras» de las mujeres en la marcha.

No es lo mismo la violencia de un macho que se ejerce sobre un cuerpo de mujer, que inscribe sobre ella la brutalidad mediante la violación y/o el asesinato, el empalamiento, las múltiples cuchilladas o las formas de desecharlo (en la basura, enterrado de cabeza, desmembrado o incinerado), que la de unos carteles, de unos cánticos de denuncia o de escrituras libertarias escritas por las mismas mujeres sobre su cuerpo cubierto o parcialmente desnudo; ni siquiera se igualan los actos que podrían considerarse vandálicos, tales como pintadas en las paredes o las fogatas encendidas en la calle durante una protesta. No son comparables, pero la magia de la retórica periodística y su potencia doblemente espectacular impacta en las audiencias y provoca la reacción esperada: la falsa sensación de un mundo al revés, la necesidad, el deseo de restauración de las viejas y tranquilizadoras lógicas y valores machistas. Ergo, toda forma de violencia contra la mujer queda legitimada, toda transgresión a los valores heteronormativos desaparece bajo la «claridad» y la rigidez del dogma patriarcal. El andamiaje discursivo asegura la performatividad buscada: el lector/a siente furia, impotencia y rechazo. De este modo, un caso notable como la Marcha del 8M reinstala y refuerza los valores más retrógrados como resultado de este tipo de tratamiento periodístico.

La retórica estigmatizante descripta produce un proceso de ficcionalización que resulta verosímil porque responde, en líneas generales, al canon de las narrativas periodísticas. La contradicción entre titulación y cuerpo, el uso de la hipérbole, la animalización y, sobre todo, la recontextualización pueden responder a la categoría de factoide (Brunetti, 1995), estrategia del discurso periodístico que utiliza recursos del discurso literario para llevar al límite el contrato de veredicción, un exceso habitual en el estilo sensacionalista. Cuando se utilizan en un medio de referencia dominante, como Clarín, las estrategias son menos evidentes, pero cuando se emplean en algunos portales locales, de un modo más burdo, la caja de herramientas y la manipulación ideológica quedan a la vista.

Lo que dejó el temblor

«Cuando las mujeres nos organizamos, la tierra tiembla», aseguraron las dirigentes de las organizaciones de género. Y los temblores abren grietas por las que se cuelan representaciones y valores con perspectiva de género a través de la cobertura ambigua de estas marchas, efecto performativo de las escrituras dobles y superpuestas, del funcionamiento del quiasmo y del oxímoron en el nivel de las prácticas y de los discursos.

En este texto se ha visto cómo los encuadres de las coberturas de este tipo de marchas de mujeres dependen de muchos factores. La multitudinaria convocatoria realiza un corte abrupto de la vida cotidiana: por un lado, los medios modifican sus agendas y, por otro, las audiencias destinan tiempos del trabajo o del descanso para mantenerse informadas sobre un evento que se percibe como histórico. La importancia del suceso obliga a los medios a cubrirlo y a informar desde un lugar ideológico que resulta de la negociación entre el impacto que tuvo en la sociedad (y en sus consumidores) y de la línea editorial del medio. A la vez, se contextualiza en un orden retórico definido por la metáfora de la grieta, lo que permite que allí operen otras figuras retóricas relacionadas con la antítesis y con la contradicción, como el oxímoron y el quiasmo.

El resultado es dual y contradictorio: las representaciones femeninas pasan por diversas formas de estigmatización, un abanico que va de la atenuación o de la violencia simbólica, para llegar, casi en las antípodas ideológicas, a la construcción de una gesta donde sus actores, las mujeres, se presentan como las únicas capaces de liderar una oposición política no solo al patriarcado sino a un Estado neoliberal y altamente excluyente.

En el medio, quedan las coberturas que dan cuenta del hecho con calidad periodística y que acuden a la retórica de la objetividad o al periodismo de datos; sin embargo, la tendencia a caer en uno de los dos extremos —resultado del orden de la cultura— es mucho más marcada, y reproduce —a nivel mediático— la ambigüedad de los cuerpos femeninos que en este tipo de manifestaciones (re)presenta en el espacio público el lugar de la víctima (en carteles y en cánticos con los nombres de quienes sufrieron la violencia machista) y el de la mujer empoderada que sale a luchar por sus derechos de género y de ciudadanía. Estas escrituras duales remiten a un orden retórico también dual, en el cual el sistema de representación patriarcal aparece fuertemente interpelado por perspectivas equitativas del género. Inclusive en las escrituras más tendenciosas, aparece la figura «opuesta» de mujer de un modo espectral, que da cuenta de una tensión que permite predecir el triunfo de alguna de las dos ideologías enfrentadas.

Para Julia Kristeva (1991), la enunciación es una articulación del lenguaje en curso que supone el intento de captar el presente en su paso hacia el futuro y, como tal, está íntimamente ligada al reconocimiento que, en el ámbito de las minorías, es un reclamo a la autoridad por parte de un grupo emergente que busca reafirmar su identidad colectiva. En este caso, la aspiración se asocia al reclamo «Ni Una Menos» y está cargada de futuridad.

Cabe preguntarse, entonces, sobre el efecto performativo de estas marchas de aquí en adelante. Sobre todo, considerando que los femicidios o las violaciones no han disminuido ni en número ni en el sadismo sobre las víctimas. Sin embargo, las escrituras oximorónicas y quiásmicas analizadas dan cuenta de un cambio en los regímenes de visibilidad de estos casos en el espacio público, efecto de ese espejo algo deformante pero siempre amplificador de los medios.

La sororidad femenina y los cuerpos empoderados pueden hacer vacilar y rasgar el sistema heteronormativo, estrechamente relacionado con las formas de colonialidad más arraigadas y naturalizadas en la estructura estatal. Como se mostró en el caso de las coberturas mediáticas, la hegemonía tiende a estabilizar «el temblor» que produce una multitud de mujeres organizadas en el espacio público, mediante estrategias represivas aplicadas sobre sus cuerpos y sobre sus palabras (de las cuales muchos medios se hacen eco), creando el efecto de que el orden patriarcal-colonial es universal, eterno, indiscutible, único y verdadero.

Cuando las estructuras vacilan, se visibiliza la duda, la ambigüedad. Se abre un resquicio por donde asoma una esperanza; como decía uno de los cánticos: «Abajo el patriarcado / se va a caer / Arriba la rebeldía que no para de crecer».

Para concluir, la instalación masiva en el espacio público de esos cuerpos que aprendieron a hacerse visibles mediante las figuras contradictorias ya señaladas, proponen un nuevo orden retórico; un orden capaz de poner en cuestión y en duda las falaces certezas que llevaron a las diversas formas de patriarcado a cristalizar la representación de que la mujer es un objeto de goce, de reproducción y/o de descarte. De este modo, se concreta la esperanza de una futuridad que promete un mundo más justo y equitativo para todas y para todos.

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Notas

1 Feminicidio o femicidio es un crimen de odio, que consiste en el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer. El concepto define un acto de máxima gravedad, en un contexto cultural e institucional de discriminación y de violencia de género, que suele ser acompañado por torturas, mutilaciones, quemaduras, ensañamiento y violencia sexual contra las mujeres y niñas víctimas del mismo. En la Argentina, en 2012 se incluyó en el Código Penal de la Nación la figura del «femicidio» como un tipo agravado de homicidio cuya pena es la reclusión o la prisión perpetua «cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género» e incluye como causales «placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión».
2 «Ni Una Menos» se inicia como una marcha contra la violencia machista cuando el promedio de femicidios subió a uno cada 30 horas en el país. La convocatoria nació de un grupo de periodistas, activistas, artistas, pero la sociedad la hizo suya y la convirtió en una campaña colectiva que se instaló en la agenda pública y política. La primera fue el 3 de junio de 2015 y se reiteró varias veces desde entonces en la Plaza del Congreso de Buenos Aires y en cientos de plazas de todo el país. La más reciente coincidió con el Día Internacional de la Mujer y con un Paro Internacional organizado por organizaciones feministas de todo el mundo, el 8 de marzo de 2017. En Argentina se conoció como el 8 M.
3 Se está trabajando con los Elementos de retórica, de H. Lausberg (1975), un manual clásico y, a la vez, con la revisión en clave semiopragmática que realizara en Retórica General el Grupo µ (1987). Este grupo de investigadores ha renovado la retórica clásica al trabajar el concepto de figura introduciéndola en el circuito de producción y de recepción. Según su propuesta, las figuras retóricas pertenecen al ámbito de la función poética del lenguaje y son palabras o frases que se alejan del uso habitual pues se emplean para producir cierto efecto de recepción (1987).
4 Por enunciados performativos o realizativos se conoce a uno de los tipos posibles de enunciados descritos por John Austin en Cómo hacer cosas con palabras(1955), obra que resume su teoría de los actos de habla. Austin llama enunciado performativo al que no se limita a describir un hecho sino que por el mismo hecho de ser expresado realiza el hecho y que no puede evaluarse en términos de verdad o de falsedad. La expresión performativa puede requerir de un contexto: para que «Yo te bautice» sea acto se requiere de un sacerdote y de una pila bautismal. Austin traza una tipología de los enunciados performativos: los locutivos se refieren a la frase dicha en sí misma; los ilocutivos, a la intención de la frase; los perlocutivos, a la conducta que causa la frase. Sin embargo, demuestra que cualquier acto es performativo. Para él, hablar siempre es actuar.
5 Butler usa la categoría performativa para referirse a prácticas y a discursos de forma indistinta, aunque no son iguales. La primera deriva de la de performance, expresión artístico-corporal que se produce en los espacios públicos y que, en general, pretende enfrentar las normas sociales (Taylor, 2012). Para diferenciarlas, uso performatividad y acto performativo en el sentido de Butler y de Taylor; la de enunciado performativo se refiere al «hacer con palabras», proveniente de la pragmática y de Austin (1955).
6 Para Bajtín (1989, 1990) las palabras conllevan valores positivos o negativos que remiten a la ideología o al lugar de enunciación (acentuación). A la vez, estas son reacentuadas o entonadas al ser citadas (voz ajena) en, por ejemplo, un artículo periodístico.
7 Ley heteronormativa es un régimen social, político y económico que impone las prácticas sexuales heterosexuales mediante diversos mecanismos médicos, artísticos, educativos, religiosos, jurídicos, etc. y mediante diversas instituciones que presentan la heterosexualidad como necesaria para el funcionamiento de la sociedad y como el único modelo válido de relación sexoafectiva y de parentesco. Tiene como base un sistema dicotómico y jerarquizado (Butler, 2016).
8 De 2003 a 2015, durante el gobierno de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner, se implementó un paquete de políticas públicas orientadas a la inclusión social. En este marco se aprobaron las leyes 26.485 de Protección Integral a las Mujeres, 26.618 y Decreto 1052/10 de Matrimonio Civil (Ley de Matrimonio Igualitario) y 26.743 de Identidad de Género, todas orientadas a la defensa de los derechos de la mujer y de los grupos LGTBIQ.
9 El gobierno de Mauricio Macri efectuó recortes presupuestarios que significaron el cierre de las casas de contención para las víctimas de la violencia de género y de trata en las dependencias nacionales.
10 Además de la Argentina, se plegaron Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Canadá, Cambodia, Chad, Chile, Colombia, República Dominicana, Corea del Sur, Costa Rica, República Checa, Ecuador, El Salvador, Fiji, Finlandia, Francia, Guatemala, Alemania, Honduras, Hungría, Irlanda del Norte, la República de Irlanda, Israel, Italia, México, Montenegro, Nicaragua, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, Puerto Rico, Rusia, Escocia, Senegal, España, Suecia, Tailandia, Turquía, Ucrania, Uruguay, el Reino Unido, Estados Unidos, Venezuela y Lituania.
11 La marcha de mujeres contra los dichos misóginos del presidente Donald Trump, el 21 de enero de 2017, se considera la mayor protesta en la historia de EE.UU. con una convocatoria que, se estima, superó los cuatro millones de personas. Véase al respecto http://www.eluniversal.com.mx/articulo/mundo/2017/01/24/marcha-de-mujeres-contra-trump-mayor-protesta-en-historia-de-eu
12 El Colectivo lgtbiq congrega a personas lesbianas, gays, trans (transexuales, travestis, transgénero) bisexuales, intersex y queer. La inclusión de esas categorías en la sigla pretende dar cuenta de la diversidad de género desde el lenguaje.
13 En un país donde los partidos políticos —de innegable jerarquización patriarcal— están perdiendo legitimidad y valor representacional, este protagonismo ha sido reconocido por la ciudadanía, al punto de ser motivo de crítica social y foco del humor político. Un popular artista cordobés, Emanuel Rodríguez, alias «Peroncho», declama durante sus monólogos que «los dirigentes gremiales son tan gentiles que dejan pasar a las damas primero», en clara alusión a la tibieza sindical aludida.
14 Joven tucumana condenada por haber llegado al hospital con un aborto espontáneo y liberada unos meses después de la marcha.
15 Mujer acusada de homicidio porque se defendió de los hombres que la estaban violando en banda.
16 Milagro Sala es una líder comunitaria de la Organización Tupac Amaru. Desde 2001 organizó a uno de los sectores más pobres de la ciudad de San Salvador de Jujuy (provincia fronteriza de Salta, Bolivia y Chile) y logró fundar un barrio de casas autogestionadas, fábricas de artículos de construcción y piletas de natación en Alto Comedero. También fundó una escuela primaria, secundaria y terciaria. Posee medios de comunicación propios. La organización generaba puestos de trabajo genuino y se extendió por varias provincias argentinas. Sala fue elegida durante las elecciones diputada del Parlasur, cargo que nunca asumió porque el gobernador electo, Gerardo Morales, la encarceló por delitos nunca comprobados, salvo el de instigación a cometer ilícitos y disturbios. Varios organismos internacionales y nacionales de DDHH denunciaron que es un caso de prisión política donde intervienen prejuicios de clase, de género y de etnia. Sala estuvo un corto tiempo en prisión domiciliara por presión de la CIDH y fue nuevamente encarcelada. Sus abogados denuncian que es sometida a malos tratos.
17 Las tapas fueron consultadas, el 12 de julio de 2017, en http://www.minutouno.com/notas/1540427-tapas-diarios-del-jueves-9-marzo-2017
18 Los destacados corresponden al texto original que se cita.
19 La nota es de Verónica Casasola.
20 Decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra la mujer. Recuperado de https://issuu.com/redpar/docs/decalogo_red_par_-2010-
21 Guía para el tratamiento mediático responsable de casos de violencia contra las mujeres (2016). Recuperado de http://www.defensadelpublico.gob.ar/wp-content/uploads/2016/10/guia_violencia_contra_mujeres_pdf.pdf
22 Las primeras noticias sobre casos de violaciones, de abusos a niñas y a adolescentes o de femicidios suelen ir siempre en Policiales. Se sabe que esta sección suele tener matices muy amarillistas que suelen revictimizar a la víctima o cosificarla al negarle sus atributos humanos y al presentarla como un objeto para la satisfacción masculina. Si la noticia se serializa pasa a otra sección (Salta, por ejemplo) y es redactada por Jimena Granados o por Bernardita Ponce de León, que son extremadamente respetuosas con el tipo de cobertura que realizan.
23 El Tribuno de Salta ha publicado artículos muy marcados por el machismo y la misoginia. Un claro ejemplo es la misiva firmada por el entonces concejal Andrés Suriani, quien no dudó en calificar a las mujeres militantes como «una nueva inquisición laica» (https://www.quepasasalta.com.ar/nota/noticia-161099/) o una «nueva Gestapo» en contraste con la «mujer-mujer» (aquella que acepta el lugar donde la ubicó el patriarcado). La carta, titulada «La nueva inquisición laica», fue bajada de la edición en línea de El Tribuno de Salta pero la reprodujo el portal QuePasaSalta, 26 de octubre de 2016.
24 Para no realizar un desarrollo que excede los límites de este trabajo, se citan dos datos que dan cuenta de la impronta católica del imaginario social: según la Ley Provincial de Educación (7546/08), las escuelas públicas tienen Religión como materia obligatoria, cuestión que se está debatiendo actualmente en la Suprema Corte de Justicia. La Universidad Nacional de Salta tiene en su campus una Iglesia donde se dicta misa y se realizan rituales como la confesión, la comunión y las procesiones, entre otros.
25 La noticia fue «levantada» de http://www.nuevodiarioweb.com.ar/ de Santiago del Estero, donde aconteció el hecho, sin cita de fuente.
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