Artículos
Uso, posesión y conocimiento de las TIC en jóvenes campesinos (Boyacá, Colombia)
Use, ownership, and knowledge about ICT among rural youth (Boyacá, Colombia)
Uso, posse e conhecimento das TIC na juventude rural (Boyacá, Colômbia)
Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
ISSN: 2250-4001
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 26, 2022
Recepción: 28 Junio 2022
Aprobación: 11 Noviembre 2022
Resumen: Entendiendo que el uso de las TIC puede depender notoriamente del contexto, el estudio que se presenta busca identificar los niveles de posesión, frecuencias de uso y niveles generales de conocimiento de estas en jóvenes campesinos de municipios del departamento de Boyacá (Colombia). Para ello se empleó un cuestionario autoadministrado, el cual 101 jóvenes campesinos de la región contestaron vía internet. Los resultados presentan un panorama que muestra un sustancial ingreso de las TIC en la vida de dichos jóvenes; no obstante, se confirman bajos niveles de posesión, frecuencia e importancia atribuida a estas. Se concluye la exigencia de formación en la materia y la necesidad de continuar con la exploración del tema.
Palabras clave: jóvenes rurales, TIC, uso de las TIC, posesión tecnología, estudios rurales.
Abstract: Understanding that the ICT use can be highly dependent on the context, the study seeks to identify the levels of ownership, frequencies of use and general levels of knowledge about ICTs among rural youth from municipalities in the department of Boyacá (Colombia). To that end, a self-administered questionnaire was used, which 101 young people from the region answered via the Internet. The results present a panorama that shows a substantial entry of technology in the lives of these young people; however, low levels of ownership, frequency and importance attributed to technology are confirmed. The study concludes the necessity of education in the subject matter and the demand to continue exploring the issue.
Keywords: rural youth, ICT, ICT use, ICT ownership, rural studies.
Resumo: Entendendo que o uso da TIC pode depender claramente do contexto, o estudo apresentado busca identificar os níveis de posse, frequências de uso e níveis gerais de conhecimento das TICs em jovens agricultores de municípios do departamento de Boyacá (Colômbia). Para isso, foi utilizado um questionário autoaplicável, que 101 jovens agricultores da região responderam via internet. Os resultados apresentam um panorama que mostra uma entrada substancial da tecnologia na vida desses jovens; no entanto, confirmam-se baixos níveis de posse, frequência e importância atribuídas à tecnologia. Conclui-se a necessidade de capacitação no assunto e a necessidade de continuar explorando o assunto.
Palavras-chave: juventude rural, TIC, uso de TIC, posse de TIC, estudos rurais.
Introducción
La extrema cercanía de los jóvenes con las tecnologías de la información y la comunicación (en adelante TIC) se ha dado como un hecho indiscutible por años. Son ellos los primeros en adoptarlas, los que más las consumen, los que —supuestamente— las dominan y los que se sienten más cómodos con ellas (Bennet et al., 2008; Zimic, 2009). Así, el que hayan recibido denominaciones como las de «nativos digitales» (Prensky, 2001), «net generation» (Oblinger & Oblinger (2005) o «generación @» (Feixa, 2000, 2014) no hace más que subrayar que en el imaginario occidental joven y tecnología van de la mano, sugiriendo ideas de progreso, futuro y cambio.
No obstante, numerosos estudiosos han demostrado que dicha cercanía está lejos de poder ser generalizable a todos los jóvenes (Hargittai & Hinnant, 2008): no poseen grandes conocimientos y competencias de manera generalizada (Acosta-Silva, 2022; Calvani et al., 2012; Li & Ranieri, 2010; Ståhl, 2017, entre otros), lo tecnológico no les interesa a todos (Adjin-Tettey, 2020), ni tampoco pueden acceder a las TIC libremente (Thinyane, 2010) y, sobre todo, no las emplean de la misma manera (Brown & Czerniewicz, 2010; Chiecher, 2020; Hatlevik et al., 2015; Helsper & Eynon, 2010). Esta heterogeneidad puede ser explicada en términos individuales, pero también por diferencias culturales de los contextos que habitan. Existe algún nivel de consenso en relación a que dichos contextos particulares pueden ejercer una importante influencia en el uso que se les dé a las TIC; de tal manera, estos pueden alterar cómo estas son adoptadas, comprendidas y empleadas (Fernández, 2016).
Pero si existe un contexto que podría llegar a magnificar dicha influencia, este es el espacio rural (especialmente el latinoamericano), en tanto sus características inherentes marcan notorias diferencias con otros: en primer lugar, posee idiosincrasias, dinámicas y estilos de vida que usualmente lo caracterizan como un espacio marginado cultural, social y económicamente (Fornasari, 2013; Ward, 1990); segundo, en él se obtiene capital social de manera notoriamente diferente a las ciudades (Gilbert et al. 2008, como son citados en Ei Chew, et al., 2011); tercero, de manera generalizada cuenta con problemas y limitantes de acceso a las TIC, incluso en los países más desarrollados (Bell et al., 2004, Salemink et al., 2017; Townsend et al., 2013; Vogels, 2021), lo que continua siendo uno de los mayores rasgos que distinguen al campo de la ciudad (Fennell et al., 2018); y, cuarto, la tecnología es usualmente considerada como un elemento foráneo, el cual se contrasta con las costumbres centradas en lo local con las que se asocia a lo rural (Fornasari, 2013).
Además de lo anterior, también se debe considerar que los jóvenes campesinos poseen particularidades que también, en general, los diferencian de sus contrapartes urbanos. Entre otras, trabajan y forman familia desde muy corta edad, su permanencia en el sistema educativo es difícil (González, 2003), de manera que presentan mayores tasas de analfabetismo, un menor promedio de años de estudio, menores probabilidades de terminar la educación secundaria y un limitado acceso a la educación universitaria en comparación con los jóvenes urbanos (Díaz & Fernández, 2017).
Por otra parte, y en relación a las oportunidades laborales, se presenta una disminución de los hogares que se dedican a la agricultura o de manera exclusiva a ella, acompañado de un aumento de aquellos dedicados a empleos rurales no agrícolas, particularmente entre las mujeres y los jóvenes (Guiskin, 2019). Así mismo, también existe una importante falta de oportunidades para las jóvenes con respecto a los hombres, ya que en las zonas rurales se presenta una mayor migración femenina del campo a la ciudad, como consecuencia de sus menores oportunidades de trabajo (Dirven, 2016, como es citado en Guiskin, 2019). Lo anterior lleva a definir tres tendencias de ocupación laboral de los jóvenes rurales: empleo agrícola familiar no remunerado, empleo rural no agrícola y una hibridación de los dos anteriores alrededor del empleo por cuenta propia. Finalmente, ellos y ellas están muy marcados por la dificultad de acceder a la tierra propia, trayendo consigo un gran impacto en el desarrollo de sus estrategias de vida y en sus procesos de arraigo, identidad y empoderamiento (Dirven, 2016, como es citado en Guiskin, 2019).
Así las cosas, nuestro proyecto partió de la sospecha de que las anteriores características podrían generar en los jóvenes campesinos una serie de prácticas, pautas de uso y apropiaciones de las TIC (Andrés, 2014) que les son propias y que no han sido exploradas con la profundidad que se merecen. De tal manera, nos preguntamos: ¿cuáles son los principales usos, prácticas y apropiaciones tecnológicas de los jóvenes campesinos de municipios del departamento de Boyacá (Colombia)? En el presente documento presentaremos los resultados obtenidos luego de finalizar la primera fase del proyecto, la cual se focalizó en identificar los niveles de acceso, posesión, uso y conocimientos sobre las TIC de los jóvenes de la región analizada.
Ahora, si bien es cierto que los procesos de inclusión de las TIC en el campo se han estudiado con cierta profundidad (Salemink et al., 2017), el análisis de cómo los jóvenes campesinos se acercan a ellas es un tema prácticamente inexplorado. Ya desde la década pasada Awan y Gaunlett (2013) advertían de la poca investigación sobre el tema, situación que parece no haberse alterado, ni en Latinoamérica ni en el resto del mundo. Nuestra revisión sistemática en busca de estudios únicamente nos presentó 16 estudios sobre el tema [1] (aunque representan investigaciones de cuatro continentes; tabla 1) y, de estos, solamente tres poseen objetivos que de alguna manera se acercan a los nuestros: Onuekwusi y Anyanwu (2010) analizaron el nivel de acceso y uso de las TIC por jóvenes rurales en Nigeria; por su parte, Fornasari (2013; 2014) quiso estudiar cómo jóvenes campesinos argentinos apropiaban la tecnología; mientras que Lægran (2002) analizó la «domesticación» social de internet por parte de jóvenes campesinos noruegos. Lo anterior justifica la necesidad de realizar estudios como el nuestro, a fin de ampliar los conocimientos sobre este tema.
En ese orden de ideas, hemos considerado como escenario de investigación el departamento de Boyacá, el cual se constituye en un territorio diverso e intercultural que se localiza en el centro oriente de Colombia, en su región Andina. Presenta una heterogénea topografía con diversidad de pisos térmicos, paisajes, ecosistemas y agroecosistemas que se entretejen a lo largo de la cordillera oriental. Sus pobladores han habitado y labrado el territorio desde épocas prehispánicas, moldeándolo y dotándolo de significado e identidad. El departamento de Boyacá ocupa una posición privilegiada y estratégica para la integración y cooperación regional. Limita al norte con los departamentos de Santander y Norte de Santander, al noreste con Arauca y Venezuela, al oriente con Casanare, al sur con Cundinamarca y al Occidente con Caldas y Antioquia. Con una extensión de 23 189 km2 y una densidad poblacional de 55.39 habitantes/km2, Boyacá es un departamento que, a través del trabajo de sus campesinos, aporta diversidad de alimentos, servicios, materias primas, talento humano, entre otros, al desarrollo social y económico de la región y de Colombia (Gobernación de Boyacá & Boyacá Avanza, 2020).
Método
Diseño de la investigación
El proyecto está diseñado como una investigación mixta de fases conectadas, empleando una estrategia secuencial explicativa (Creswell, 2009), con el peso exploratorio/descriptivo en la fase cuantitativa y el explicativo/comprensivo en la cualitativa [quan -> QUAL]. Ello implica que la fase cuantitativa es seguida de un análisis completo de los resultados, sobre los cuales se diseñará y construirá la fase cualitativa, a fin de que esta última pueda explorar y tratar de dar mayor nivel de comprensión a dichos datos. Desde luego, al finalizar la segunda fase se realizará el análisis de sus propios resultados y se los compararán con los de la primera, de manera que unos y otros ayuden a la comprensión y explicación final del fenómeno.
En este documento presentaremos los resultados de la primera fase. Esta se diseñó con un alcance exploratorio y descriptivo, a fin de poder establecer los usos, frecuencias y conocimientos sobre las TIC de nuestros participantes.
Participantes
Trabajar con la categoría jóvenes siempre implica tomar una compleja decisión en términos de quiénes se estimarán como parte de la muestra. En nuestro caso consideramos que en la ruralidad los niños pasan a ser jóvenes mucho más temprano que en la ciudad, en tanto se vinculan a las actividades agropecuarias a muy temprana edad; estas pueden incluir: el acompañamiento a sus madres, padres y abuelos en el ordeño, en recogida de leña para el fogón, en la alimentación del ganado, en las faenas de siembra y cosecha o, incluso, asistiéndolos en la realización de actividades de jornal en otras fincas. Así, se constituyen en sujetos económicos desde la infancia, con labores desde las que contribuyen de manera importante al sostenimiento de su familia (Ávila, 2011; Cusiánovich, 2009; Fals, 2017; Forero et al., 2002). Por esta razón, quisimos contar con participantes de un rango de edad mucho más amplio que en otros estudios, el cual cubriera de los 10 a los 30 años [2].
Así las cosas, se utilizó un muestreo no aleatorio, por conveniencia y de variación máxima (Tamayo, 1999), buscando, además de lo ya expresado, lograr una muestra lo más representativa que fuese posible de los jóvenes de la región, incluyendo tanto estudiantes como jóvenes trabajadores. Esto implicó que el principal de los criterios de inclusión fuera que el participante estuviese dispuesto a realizar el cuestionario, pero sin estar limitado a ser estudiante activo. Como criterio de exclusión se tuvo el que no vivieran en la región, que fueran menores de 10 años o mayores de 30 y que no respondieran más del 60 % del cuestionario. Las invitaciones a participar fueron enviadas por medio de docentes y conocidos mediante correo electrónico, WhatsApp y llamadas telefónicas.
Según lo anterior, se eliminaron las respuestas de 3 participantes menores de 10 años y de una participante que solo contestó el 10 % del cuestionario. De tal manera, la muestra final estuvo constituida por 101 jóvenes campesinos (66 % mujeres) de 24 municipios diferentes del departamento, con edades de los 10 a 27 años (promedio: 15.8 años, moda: 16). El 89 % eran estudiantes al momento de la investigación (5 de primaria, 86 de secundaria), mientras que los demás ya se habían graduado de la educación media. La mayor parte de los estudiantes estaban cursando el último grado de educación media. Por otra parte, la mayoría (60%) vivía con sus dos padres y sus hermanos (de tener); la principal labor del padre era trabajar en su propia finca (33%), mientras que la de la madre era el trabajo del hogar (66%)[3].
Instrumentos y reactivos
Luego de una revisión previa de la literatura, a través de la cual se analizaron los diferentes instrumentos empleados en el análisis de nuestro objeto de estudio y se seleccionaron las temáticas más significativas frente a nuestras metas, llegamos a la conclusión que, en tanto nuestros objetivos se alineaban a los perseguidos por otros previamente, no era necesario crear instrumentos ex profeso, sino emplear cuestionarios ya validados. De tal manera, se adaptaron los desarrollados anteriormente para la misma población por Caudillo (2016) y Vega (2016, 2018). Este proceso implicó elegir los reactivos que más nos interesaban, adaptarlos al contexto colombiano y añadir un grupo pequeño para cubrir nuestras necesidades particulares.
Así, el cuestionario estuvo constituido por 40 reactivos (con preguntas tanto abiertas como cerradas), divididos en cinco secciones, así: 1) datos sociodemográficos (edad, género, nivel de estudios, municipio de procedencia, etc.), compuesta de 9 preguntas; 2) posesión y acceso a las TIC, con 6 preguntas; 3) patrones de uso (tiempo, frecuencia, herramientas más empleadas, etc.), con 14 preguntas; 4) conocimientos sobre tecnología (cómo han aprendido, percepción de capacidades, etc.), con 5 preguntas; y 5) interés y apego a las TIC, con 6 preguntas. Versiones previas del cuestionario fueron piloteadas con un pequeño grupo de estudiantes, así como enviadas a juicio de dos expertos. Como resultado de este proceso se cambiaron algunas de las redacciones de las preguntas, así como otras se las dividió en dos partes para evitar que las opciones de respuesta fueran demasiado extensas o confusas. La versión final puede ser observada en https://forms.gle/tKCqohmfPCe3kjPh7
Procedimiento
El cuestionario (autoadministrado) fue dispuesto en línea para que los participantes lo contestaran de manera individual y anónima. Este iniciaba con la presentación y objetivo del estudio, así como con la presentación de las instrucciones generales.
Se contactó a las directivas de los colegios de la región a fin de obtener los permisos y los contactos generales que permitieran acercarse a los posibles participantes. Gracias a ello, se pudo enviar a través de docentes el enlace del cuestionario a sus estudiantes, los cuales aceptaron voluntariamente su contribución con el estudio; estos no recibieron remuneración de ningún tipo por ello. Se recibieron respuestas desde diciembre de 2020 hasta marzo 2021.
Proceso de análisis
Como estrategia de análisis de datos se empleó la estadística descriptiva para las preguntas cerradas y una codificación básica en vivo para las abiertas, a fin de generar categorías generales que permitieran sintetizar y tabular las respuestas. Los datos se dividieron en cada una de las cinco secciones y se procesaron luego estadísticamente por medio del software Numbers (Apple Co., v. 11.2).
Resultados
Presentaremos los resultados tomando como referencia cuatro [4] de las cinco categorías analíticas establecidas para el estudio.
Acceso y posesión
Al explorar cuáles son los aparatos tecnológicos que poseen los jóvenes encontramos que, de las 18 opciones presentadas, solo cuatro de ellas son reportadas por más del 50 % de los participantes: celulares, memorias USB (flash), audífonos y televisión [5]. Por su parte, solo dos (televisión y radio) son reportadas como parte de las posesiones de la familia a las que los jóvenes tienen acceso. Finalmente, para todos los aparatos se señala alguna posibilidad de que los jóvenes puedan pedirlos prestados; sin embargo, pocos toman este camino: solo un caso es reportado por más del 20 % de los participantes.
Frente a los aparatos a los que no tienen acceso o no usan, los más altos porcentajes son los de los teléfonos fijos, las consolas de videojuegos y los relojes inteligentes (todos por encima del 40 %). Estos resultados señalan de entrada un acceso muy limitado a las TIC. Sin embargo, llaman la atención dos elementos: primero, que la radio, a diferencia de otras latitudes y de los contextos urbanos, se mantiene con un importante nivel de posesión (tanto propia como en el ámbito familiar); y, segundo, que los computadores portátiles hagan parte de las posesiones de un tercio de los participantes.
Ahora bien, frente a su deseo de poseer aparatos tecnológicos, estos se concentran principalmente en tener impresora, computador portátil y tabletas, aunque valores cercanos al tercio pueden observarse en la mayoría de los aparatos, exceptuando los que ya poseen (celular, memorias USB y audífonos) y al teléfono fijo que es el que menos poseen y el que menos les interesa. Frente al deseo de otros aparatos diferentes a los ya presentados, solo el 10 % incluyó nuevas opciones (como el deseo de un dron o una impresora 3D). Es así que estas cifras indican un interés moderado por adquirir aparatos tecnológicos [6].
Por otra parte, quisimos indagar cómo era el acceso a las dos principales tecnologías del momento: los computadores e internet. En relación a los primeros, el acceso directo es el más común; ya sea porque poseen un computador portátil (34 casos) o este hace parte de las posesiones familiares (31 casos). No obstante, todavía 1 de 4 participantes no tienen ningún tipo de acceso a esta tecnología. Para el caso de internet, esta tiene un nivel de penetración mucho más fuerte e inmediato: el 62 % acceden directamente, ya sea desde su celular o su computador, indirectamente gracias a sus familiares o amigos (19 %), o por medio de computadores de terceros (10 %); mientras que solo el 8 % no tiene acceso en absoluto [7].
Para finalizar esta sección quisimos pesquisar cómo se adquieren las más importantes TIC. Es así como nos informaron que en la mayoría de los casos son los padres quienes las adquieren, salvo en un caso significativo: el celular; para este, los jóvenes pagan por estos en casi la misma proporción (40 % padres versus 38 % jóvenes).
Uso
Sobre el tiempo en que llevan empleando las TIC es significativo observar cómo estas, en la mayoría de los casos (y para los pocos aparatos que emplean), son nuevas en sus vidas: los porcentajes más altos indican menos de un año de empleo para computadores portátiles, memorias USB, audífonos, computadores portátiles y, extrañamente, también celulares. Mientras que solo dos casos reportan más de 4 años de uso como el rango más importante: la televisión y la radio (lo que no es de extrañar, en tanto que son los medios de comunicación tradicionales). Pero en este análisis es mucho más claro que el resto de las opciones presentadas (13 de 19) simplemente no son empleadas por un número significativo de los jóvenes de la muestra. En relación al tiempo de uso de internet, las cifras son similares: 39 de los participantes llevan menos de un año empleándola y solo 10 de ellos más de cinco años [8].
En cuanto a la frecuencia de uso, esta nos refuerza los resultados previos: la mayoría de las propuestas de aparatos son empleados casi nunca o nunca, mientras que solo cinco aparatos son empleados todos los días por más de un tercio de la muestra (televisión, radio, audífonos y computador portátil), siendo el celular el de mayor presencia (80 %). Otra historia es internet: 39 de los participantes se podrían considerar como usuarios asiduos (más de cinco horas diarias), pero también el 36 % reporta un uso alto, que va de una a cinco horas diarias. Ese alto número de horas lo emplean fundamentalmente entreteniéndose (escuchando música, viendo películas o series, jugando) y socializando (empleando herramientas de mensajería, llamadas y redes sociales). De manera coherente con lo anterior, los servicios o herramientas que dicen ser sus preferidas son YouTube y Google, seguidas (aunque mucho más lejos) de WhatsApp y Facebook. Si bien la socialización es fundamental, de las redes sociales solo Facebook manda la parada. Otras redes, que tienen ya una marcada presencia en la vida de jóvenes urbanos y de otros países (como Instagram, TikTok o Snapchat), apenas si llegan a la mitad del uso de Facebook [9].
Ahora, en tanto el celular se presenta casi como la TIC por antonomasia, lo exploramos con mayor profundidad. Este se presenta como la «navaja suiza digital», en tanto que claramente reemplaza a otros aparatos dadas sus múltiples funciones. Es así que el 67 % de los participantes reportaron emplear de 4 a 9 funciones diferentes (de las 13 posibilidades presentadas), siendo las más importantes chatear, hacer y recibir llamadas, escuchar música, navegar por internet, enviar mensajes y ver videos. Sus comunicaciones a través de esta herramienta están centradas en sus amigos (el 70 %) y sus padres (54 %), aunque también en altos niveles sus hermanos y otros familiares. Por último, el celular se presenta como la más importante herramienta para paliar el aburrimiento (31 %) [10].
Para finalizar esta sección quisimos incluir dos preguntas sobre la percepción de los jóvenes de la muestra en relación a las posibles diferencias que tiene el uso que ellos y ellas le dan a las TIC frente al que podrían darle tanto los adultos y como los jóvenes urbanos. En relación a la primera opción, las diferentes respuestas fueron bastante parejas en su distribución porcentual: algunos consideran que los adultos tienen menos habilidades o conocimientos sobre las TIC, por lo que las utilizan en menor medida que ellos (17 %), les dan otros usos diferentes (15 %) o tienen gustos o intereses que no son los mismos (10 %). Pero también están los que piensan que no existen diferencias (14 %). Para el segundo caso, solo dos respuestas poseen un peso porcentual importante: 31 % considera que no hay diferencias con los jóvenes urbanos, mientras que el 17 % cree que sí, específicamente porque estos tienen un mejor o mayor acceso a las TIC [11].
Conocimientos
Nuestros participantes reportaron una alta independencia en la adquisición de sus conocimientos sobre las TIC. La mitad de la muestra dice haber aprendido de manera autodidacta, mientras que la otra mitad aprendió de otras personas, especialmente de sus pares (hermanos y amigos). Llama la atención que solo siete reportan a sus docentes como su principal fuente de conocimientos. Pero, además de autodidactas, también son «profesores» en materia tecnológica de sus padres (68 % de su madre y 48 % de su padre), de sus abuelos (36 %) y de otros familiares (36 %), lo que implica un significativo proceso de retrosocialización (Morduchowicz, 2008). No obstante, son pocos los que se consideran expertos en el manejo de las TIC; por el contrario, se ven más como aprendices que, en la mayoría de las opciones presentadas (11 de 18), apenas si «conocen lo suficiente» [12].
Para explorar de manera un poco más precisa cuál es su nivel de competencia percibido, preguntamos si se creían capaces de realizar ciertas tareas básicas (editar imágenes, instalar y desinstalar programas o comprimir archivos). De las 8 opciones presentadas, solo dos de ellas (hacer una copia de seguridad y comprimir archivos) fueron reportadas por menos de la mitad los participantes. Mientras que solo tres fueron reportadas por dos tercios de la muestra. Estas respuestas indican vacíos importantes (y, por ende, problemáticos) en su conocimiento, en tanto que, como planteamos arriba, las opciones presentaban tareas extremadamente básicas. Por último, al preguntarles si han tenido algún problema para entender o aprender sobre alguna TIC, los resultados fueron muy homogéneos: un tercio informa que sí, otro tercio que no y el resto no responde.
Importancia de las TIC en sus vidas
En la última sección exploramos la importancia que los jóvenes campesinos de la región le otorgan a las TIC. Al respecto, si bien para una amplia mayoría estas les atraen (al 56 % les llaman mucho la atención y al 28 % les gustan), no son consideradas como un elemento fundamental de sus vidas. Salvo el celular, expresan que perder acceso a ellas no les importaría y solo pequeños porcentajes (cercanos al 10 %) consideran que no podrían vivir sin ellas [13].
En tanto que el celular es la tecnología en la que se expresa más apego, lo indagamos en un par de preguntas adicionales. Estas nos indican que, si bien es un aparato que los acompaña prácticamente en todos los momentos de su día, el no tenerlo con ellos no les significa mayor angustia. Ahora, en general, son conscientes de que las TIC —y, de manera específica, internet— han reemplazado otras actividades diarias; entre estas, las más desplazadas han sido la lectura (40 %) y el estar con su familia (38 %) [14].
Discusión
Nuestros resultados proporcionan un panorama de la posesión, uso, conocimientos e interés de los jóvenes campesinos de Boyacá sobre las TIC que, como era de esperarse, presenta tanto puntos distintivos como tendencias similares a las de los jóvenes de otras latitudes. Entre los primeros destacamos su limitado acceso y posesión de los aparatos tecnológicos explorados, mientras que mantienen otros (específicamente la radio) que han caído en desuso en la ciudad. También su relativo desinterés por adquirirlos, salvo algunos que parecen haber adquirido notoriedad en el año de la pandemia (como los computadores y las impresoras). Por otro lado, es también notorio como las TIC ha sido un recurso relativamente nuevo en la mayoría de sus vidas, al cual se han enfrentado de manera notoriamente autodidacta. Solo dos elementos rompen estas tendencias generales: los celulares e internet. Acá sus niveles de posesión, frecuencia de uso, modos de empleo e interés general son mucho más cercanos a los de otros jóvenes en el mundo.
En lo que sigue presentaremos nuestra interpretación de estos resultados, sumando las similitudes y diferencias que tienen frente a lo reportado por la literatura. Sin embargo, es importante tener en cuenta dos variables de dichos estudios que afectan profundamente las comparaciones y que no permiten que estas sean por completo sólidas. En primer lugar, la mayoría de las investigaciones, si bien focalizadas en jóvenes campesinos, están ancladas en contextos rurales muy diferentes al colombiano y latinoamericano; y, en segundo lugar, tan solo dos de los 16 estudios encontrados son recientes (del 2018 en adelante), mientras que ocho tienen más de una década, así que es muy posible que algunas (o muchas) de sus conclusiones ya no se mantengan, desde luego debido al incesante cambio asociado a la tecnología.
Siguiendo el mismo orden de presentación que tomamos en la sección anterior, iniciemos con el tema del acceso y posesión. En este caso la cuestión sobre la limitada penetración de las TIC en sus vidas entendemos que se explica fundamentalmente por razones económicas. Simplemente su capacidad de compra (y la de sus familias) no les permite hacerse de muchos aparatos. Solo cuando la necesidad se hace patente (como ha sido el caso durante la pandemia) las familias hacen el esfuerzo —seguramente significativo— para poder adquirir un aparato que consideran importante (como vimos en el caso de los portátiles). Esta limitada posesión también es posible que se deba a una poca exposición a lo tecnológico, ya sea porque sus pares tampoco poseen aparatos o porque no están disponibles para adquirirlos en la región. Ello tal vez explicaría también porque no demuestran mayor deseo en adquirir TIC.
Ahora, nada de lo anterior aplica al aparato que, como vimos, es el máximo representante de lo tecnológico en sus vidas: el celular (preeminencia que se ha planteado también en otros estudios, como el de Fennell et al., 2018). Esta supremacía no solo se explica en términos de la necesidad que este implica en términos de posibilidades de comunicación, sino también por su multifuncionalidad. Es el aparato que les permite acceder a internet, a los consumos culturales que les son relevantes e, incluso, el que han empleado en pandemia para acceder a la educación. De tal manera, llegan al punto incluso de gastar su propio dinero para lograr adquirirlo.
Estos niveles bajos de acceso a las TIC de los jóvenes de la región estudiada se contrastan notoria y obviamente con los de jóvenes rurales de los países desarrollados analizados en otros estudios. Ya en 2011 Lemoine y Ramsey reportaban que solo el 4 % de sus participantes (canadienses) no tenían acceso a internet en su hogar, mientras que más de la mitad ya disfrutaban de internet en banda ancha. Por su parte, en 2008, Dooris et al. planteaban que el 98.4 % de su muestra (jóvenes de 15 a 19 años de los Países Bajos) tenía acceso en sus hogares a internet y que la calidad del servicio frente a las grandes ciudades era prácticamente la misma. Ello presenta un enorme contraste con la situación en Boyacá en donde, como mencionamos, no solo el acceso es limitado, sino que los jóvenes se quejan constantemente de su calidad. Lo mismo es reportado por García y Barreto (2014), en cuyo contexto (Perú) el uso de internet es aún más limitado y más nuevo que en el nuestro; por ejemplo, plantean que solo existía un puñado de computadores en uno de los poblados estudiados.
Pasemos ahora a analizar el uso que reportan darle a las TIC. En este caso, la absoluta novedad de estas en sus vidas y el poco uso que hacen de los aparatos tecnológicos en general (con las salvedades ya presentadas) tal vez se deba precisamente a los factores que acabamos de analizar: solo hasta el momento en el que las TIC se hicieron absolutamente necesarias (por la crisis sanitaria) fueron adquiridas por las familias. Mientras que otras (como las consolas de videojuegos) que son menos utilitarias y mucho más suntuarias, continúan sin ser usadas de forma generalizada.
Pero cuando las emplean, la comunicación (especialmente con amigos, familiares y personas de su propia comunidad) y el mantenimiento de las relaciones sociales es el uso fundamental que se les da. Este es el principal resultado que nuestro estudio comparte con otros. Así lo hallaron Ei Chew et al. (2011) en su estudio de las relaciones virtuales de jóvenes rurales norteamericanos del estado de Michigan; Lemoine y Ramsey en su análisis de jóvenes canadienses (2011); Samsuddin et al. (2011) con jóvenes malayos; Shava & Chinyamurindi (2018) con jóvenes sudafricanos; Valentine & Holloway (2001) en el Reino Unido y García y Barreto (2014) en su estudio del uso del celular en mujeres jóvenes peruanas. Ahora bien, Awan y Gaulett (2013) también plantearon que sus participantes empleaban las redes sociales, pero especialmente para fomentar sus relaciones existentes, mas no para buscar nuevas. De manera similar, Fornasari (2013) indica que para algunos de los jóvenes campesinos argentinos que estudió el principal uso que le dan a la computadora es el mantenimiento de sus relaciones. Sin embargo, «los vínculos cara a cara, directos y en situación de copresencia se valoran y mantienen más allá de la práctica del uso de la computadora» (p. 131). Este aprecio por los contactos cara a cara también aparece en Lægran (2002) en Noruega, Lemoine y Ramsey (2011) en Canadá y Quiroz (2011) en jóvenes chilenos semirurales.
Otro de los usos comunes de las TIC por parte de los jóvenes (esta vez sí en cualquier latitud) es el entretenimiento (Morduchowicz, 2008). Ello al punto de que es una de las principales competencias digitales que poseen (Gulatee & Combes, 2018; Romaniuk, 2015), tanto como una de las formas clave para paliar el aburrimiento que en algunos momentos les pueda generar el campo (Awan & Gauntlett, 2013; Muñoz, 2010; Peláez, 2010; Valentine & Holloway, 2001), así como también una manera de reforzar su identidad juvenil [15] (Morduchowicz, 2008; Peláez, 2010). En el caso particular de los rurales, tanto en nuestros participantes como en los de otras investigaciones, se observa un amplio consumo de música en formato digital. Awan y Gaulett (2013) reportaron que sus participantes (jóvenes rurales británicos de 14 y 15 años) escuchaban frecuentemente música, usualmente para expresar sus emociones y estados de ánimo. Resultados similares se obtuvieron en otras exploraciones en el Reino Unido (Valentine & Holloway, 2001), la India (Fennell et al., 2018) y en el Perú (García & Barreto, 2014). Esta centralidad de la música es posible que explique por qué la radio todavía se mantenga como uno de los más importantes consumos culturales de nuestros participantes.
En relación a cómo se comparan en la literatura las frecuencias de uso frente a las de sus contrapartes urbanos, el estudio de García y Barreto (2014) nos plantea que esta es estadísticamente insignificante; conclusión que también comparte Quiroz (2011), si bien en su caso analizó jóvenes urbanos y semirurales. Lo que desde luego no ocurre de la misma manera en el contexto analizado (precisamente derivado de los problemas de acceso y conectividad). Sobre el particular, en una de las preguntas abiertas que realizamos, uno de nuestros participantes planteaba lo siguiente sobre las diferencias frente a los jóvenes de las grandes ciudades: «ellos tienen buena señal y pueden acceder a muchas páginas, ver películas, escuchar y ver lo que sea de su gusto, y a las personas de la zona rural nos toca economizar y usarlo para lo estrictamente necesario». Este problema frente a la falta de acceso a internet no solo implica un mero problema práctico para los jóvenes campesinos, sino que se ha encontrado que al mejorarla se aumenta el acceso a salud y educación, se incrementan las relaciones comunales y se tiende a reducir otras condiciones que llevan a los campesinos a migrar a la ciudad (Ei Chew et al., 2011).
Por otro lado, tenemos la cuestión sobre su proceso de alfabetización tecnológica. Aquí nuestros resultados son los esperados, en tanto que la formación en estas temáticas es notoriamente exigua en Colombia, Latinoamérica e, incluso, en países como España (Pérez-Escoda et al., 2016). Ello deja a los jóvenes campesinos con profundos y significativos vacíos de conocimiento y con la única opción de enfrentar esta brecha digital de manera autodidacta o con la ayuda de sus pares o familiares (Fernández et al., 2017; González, 2018; Ng, 2012; Pérez-Escoda et al., 2016). Así también lo indican García y Barreto (2014), aunque en su caso las posibilidades aprendizaje son tan absolutamente limitadas que el número de autodidactas no es muy grande. Esta situación es otro ejemplo que justifica la necesidad ingente de apostar por una mayor potencia en la educación en lo digital (Álvarez-Flores et al. 2017; Chiecher, 2020; Granado, 2019), especialmente de las poblaciones marginales.
Frente a esta situación, llaman la atención dos cuestiones: la consciencia que tienen nuestros participantes de las limitaciones que tienen en sus conocimientos tecnológicos y, no obstante, su papel de transmisores (hacia sus pares o hacia los adultos de su contexto) de los pocos conocimientos que poseen. Ello implica que el proceso de retrosocialización (Morduchowicz, 2008) puede ocurrir incluso en un nivel de conocimientos inicial.
Nuestro último resultado refería a cómo los jóvenes de nuestra muestra no se sienten muy cercanos a las TIC; ello posiblemente se debe tanto a las condiciones contextuales propias del campo como a su limitado nivel de uso: si no las emplean, de allí también se deriva que no sientan mayor apego frente a ellas. Esta situación también la han encontrado otros estudios: para Awan y Gaulett (2013) fue claro que sus participantes las empleaban especialmente cuando estas les permitía cumplir un propósito práctico inmediato y que preferían las actividades físicas ante las digitales. Este resultado también lo comparte el estudio de Fornasari (2013, 2014); en su caso, la mayoría de participantes expresaron que, si bien las consideran importantes, tenían un lugar secundario en sus vidas, prefiriendo otras actividades, entre las que se encontraban las recreativas, domésticas y deportivas (a esto la autora lo denomina una «apropiación lejana» de la tecnología).
Específicamente frente a este último punto, y a diferencia del anterior estudio, nuestros jóvenes sí afirman haber dejado de lado actividades por estar «conectados» a una pantalla; pero ello no significa que, al menos por el momento, las TIC sean centrales en sus vidas. Recordemos que incluso el celular (el más importante para ellos) no lo consideran algo con lo que no podrían vivir. De tal manera, se mantienen en un punto medio entre la lejanía a lo tecnológico y la importancia que le otorgan en ciertos momentos o para ciertas actividades. En este punto también se encontraban la mayoría de los jóvenes argentinos, norteamericanos y españoles consultados por Centeno (2016), los chilenos del estudio de Quiroz (2011), así como los jóvenes nigerianos del estudio de Onuekwusi y Anyanwu (2010), quienes, además, cuentan con patrones de uso relativamente cercanos a los de nuestra muestra (aunque con una diferencia de 10 años).
Para finalizar, es importante recalcar que los usos observados, si bien poseen las tendencias generales que hemos resumido en estas líneas, en realidad representan una multiplicidad y heterogeneidad de usos, así como una amplia variación en la adopción de las TIC por parte de los jóvenes que no se puede olvidar, la cual ha sido presentada previamente en muchos estudios (entre otros, Chiecher, 2020; Judd, 2018; Hargittai, 2010; Margaryan et al., 2011; Thulin & Vilhelmson, 2019). Esto es, no podemos generalizar estas tendencias a todos los jóvenes campesinos (dentro y fuera de Colombia), especialmente al recordar la predominancia de mujeres en nuestra muestra: no todos tienen acceso, no a todos les interesa, no todos son expertos, no todos están absortos detrás de las pantallas. Ello desde luego puede estar mediado por cuestiones de falta de recursos y conocimientos (productores de la famosa brecha digital), pero también puede ser una decisión personal o cultural.
En relación a las limitaciones del presente estudio, consideramos que una de las más significativas es el reducido número de varones, lo que seguramente afectó los resultados, en tanto los usos no presentan un panorama amplio con respecto a los géneros y se puede inferir que haya una tendencia femenina en los resultados. La literatura ha señalado en varias ocasiones que los varones usualmente son mucho más cercanos a la tecnología (Thulin & Vilhelmson, 2019), autodidactas (Dornaleteche-Ruiz et al., 2015), interesados y competentes (Ståhl, 2017). Mientras que las mujeres suelen utilizarla más para comunicarse (García & Barreto, 2014; Sánchez et al., 2011). En segundo lugar, nuestro cuestionario fue algo extenso, lo que hizo que algunos de los ítems no fueran contestados por todos los participantes. En tercer lugar, y derivado de lo anterior, cubrimos una amplia selección temática sino profundizar en ninguna. Y, finalmente, no realizamos análisis que cruzaran diferentes variables (edad, género, etc.) con las diferentes respuestas o temáticas exploradas.
En cuanto a su importancia, consideramos que hemos trabajado un tema que, como ya comentamos, ha sido muy poco explorado. No solo los jóvenes rurales continúan en el olvido (académico, estatal, etc.), sino que las investigaciones sobre su relación con las TIC (como ha sido patente en esta sección) son mínimas, especialmente en el último quinquenio. De ahí que la más obvia recomendación es continuar explorando las vidas digitales en este contexto tan particular y, precisamente por ello, tan interesante.
Asimismo, lo anterior también se ve justificado por el número de preguntas que quedan sin resolver, entre otras: ¿su relativa lejanía a lo tecnológico se desvanecerá a medida de que aumente su uso?, ¿por qué no muestran un apego muy fuerte a los aparatos, pero sí a internet? Y, sobre todo, la pregunta que trataremos de responder en la siguiente etapa de nuestra investigación: ¿cuáles son las apropiaciones —culturalmente particulares a su contexto— que hacen los jóvenes de las TIC?
Materiales suplementarios
https://bit.ly/3G2JdnQ (html)
Agradecimientos
Agradecemos a la Corporación Universitaria Unitec y a Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia por la financiación del proyecto Juventud rural, ¿juventud digital?: prácticas y apropiaciones de las TIC por jóvenes de dos municipios de Boyacá, código I-0220020. Así mismo, a todos los jóvenes campesinos que nos colaboraron con su tiempo y disposición para participar del proyecto.
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Notas
Información adicional
Nota de los autores: : Una síntesis del análisis previo de la información fue presentada en IV Bienal latinoamericana y caribeña en primera infancia, niñez y juventudes. Manizales, agosto de 2021.