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DESIGUALDAD TERRITORIAL Y AGRONEGOCIO. ESTRATEGIAS DE REPRODUCCIÓN SOCIAL EN EL AGRO ARGENTINO (JUNÍN E IGUAZÚ, ARGENTINA)
TERRITORIAL INEQUALITY AND AGRIBUSINESS. SOCIAL REPRODUCTION STRATEGIES IN ARGENTINE AGRICULTURE (JUNÍN AND IGUAZÚ, ARGENTINA)
Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural, vol.. 11, núm. Esp.21, 2021
Universidad Nacional de Quilmes

Dossier

Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
ISSN: 2250-4001
Periodicidad: Semestral
vol. 11, núm. Esp.21, 2021

Recepción: 23 Junio 2020

Aprobación: 30 Septiembre 2020

Resumen: El objetivo de este artículo es analizar a partir del paradigma de la geografía crítica las estrategias de reproducción de agricultores familiares y trabajadores rurales en el marco del proceso del afianzamiento y avance del agronegocio en el Departamento de Iguazú (Misiones) y en Junín (Buenos Aires). A partir de dos investigaciones etnográficas analizamos cómo se expresa la desigualdad territorial producida por el agronegocio en los distintos territorios. Si bien en cada uno de los casos las consecuencias del avance del agronegocio adquieren características específicas, concluimos que el desplazamiento territorial, la desposesión y el arrinconamiento de las poblaciones producen prácticas similares en ambos territorios tales como el pluriempleo, las redes sociales y vínculos solidarios que permiten, en última instancia, la reproducción social.

Palabras clave: Agronegocio, Desigualdad, Territorio, Iguazú, Junín.

Resumen: El objetivo de este artículo es analizar a partir del paradigma de la geografía crítica las estrategias de reproducción de agricultores familiares y trabajadores rurales en el marco del proceso del afianzamiento y avance del agronegocio en el Departamento de Iguazú (Misiones) y en Junín (Buenos Aires). A partir de dos investigaciones etnográficas analizamos cómo se expresa la desigualdad territorial producida por el agronegocio en los distintos territorios. Si bien en cada uno de los casos las consecuencias del avance del agronegocio adquieren características específicas, concluimos que el desplazamiento territorial, la desposesión y el arrinconamiento de las poblaciones producen prácticas similares en ambos territorios tales como el pluriempleo, las redes sociales y vínculos solidarios que permiten, en última instancia, la reproducción social.

Palabras clave: Agronegocio, Desigualdad, Territorio, Iguazú, Junín.

Abstract: The purpose of this article is to analyze, from critical geography paradigm, the reproduction strategies of family farmers and rural workers within the framework of the process of consolidation and advancement of agribusiness in the Department of Iguazú (Misiones) and in Junín (Buenos Aires). From two ethnographic investigations we analyze how territorial inequality produced by agribusiness in the different territories is expressed. Although in each case the consequences of the advance of agribusiness acquire specific characteristics, we conclude that the territorial displacement, dispossession and cornering of populations produce similar practices in both territories such as moonlighting, social networks and solidarity ties which ultimately allow for social reproduction.

Keywords: Agribusiness, Inequality, Territory, Iguazú, Junin.

Introducción

El objetivo de este artículo es analizar a partir del paradigma de la geografía crítica las estrategias[1] de reproducción de agricultores familiares[2] y trabajadores rurales en el marco del proceso del afianzamiento y avance del agronegocio en el Departamento de Iguazú (Misiones) y en Junín (Buenos Aires). A partir de dos investigaciones etnográficas analizamos cómo este avance produce desigualdad social y territorial. Si bien en cada uno de los casos las consecuencias del avance del agronegocio adquieren características específicas, concluimos que el desplazamiento territorial, la desposesión y el arrinconamiento de las poblaciones producen prácticas similares en ambos territorios tales como el pluriempleo, las redes sociales y vínculos solidarios que permiten la reproducción social en los márgenes del agronegocio. Retomamos la categoría de márgenes de López Castro (2013), quien estudia la persistencia de la producción familiar en los “márgenes del modelo”.

Si bien la categoría de desigualdad territorial no ha sido abordada en profundidad en el ámbito de la geografía, para este trabajo nos referimos a ésta en tanto la expresión de las diferencias económicas y sociales plasmadas en los distintos territorios. Es decir, cómo las posibilidades de acceso a educación, capitalización de bienes, adquisición de servicios y créditos se relacionan con las distintas estrategias de reproducción tomadas por los agricultores familiares. En ocasiones, las conceptualizaciones centro periferia parecen sólo aplicables a escala global, en este trabajo consideramos que la desigualdad territorial debe abordarse de forma multiescalar.

Las investigaciones etnográficas a las que hacemos referencia y sobre las cuales proponemos un análisis desde la geografía crítica fueron desarrolladas durante los años 2014 a 2019. A través del enfoque etnográfico y por medio del uso de técnicas tales como entrevistas abiertas, semiestructuradas y observación participante procuramos comprender los sentidos en torno a las experiencias de trabajo en medios rurales y periurbanos, así como a dar cuenta de sus transformaciones a lo largo de las últimas décadas. En ambos casos el desarrollo y avance del agronegocio implicó profundos cambios socioambientales y productivos que serán recuperados a lo largo de este artículo a través de la perspectiva de sus propios actores.

Pensar el agronegocio desde la geografía crítica

Pensar el agronegocio desde la Geografía Crítica[3]significa incorporar la dimensión de las relaciones sociales, de poder, la historia y el conflicto (Altschuler, 2013).

Pensar el territorio del agronegocio implica diferenciar teóricamente las categorías de espacio y territorio, categorías centrales para comprender el fenómeno de estudio. Al interior de la geografía, el estudio del espacio ha sido objeto de análisis desde distintas corrientes teóricas (Haesbaert, 2004, Hiernaux y Lindón 1993, Soja 1993, 1997, Lefebvre 1974, Massey 2005, Santos, 2000, 2002). Según Blanco (2007) para los autores mencionados el espacio participa como condicionante de los procesos sociales pero también como producto, estableciéndose una relación dialéctica entre ambos. El espacio es más que un soporte material, el mismo es producido y reproducido a partir de las relaciones sociales.

Los aportes de Lefebvre (1974) recuperan la mirada dialéctica del espacio que radica en pensar cómo el capitalismo ha transformado el espacio, tanto en zonas rurales como en la ciudad, generando un nuevo movimiento: la producción de espacios dominantes y dominados. En este marco Milton Santos (2000) realiza un aporte central a la geografía crítica en torno al concepto de espacio, que entiende que está:

formado por un conjunto de sistemas de objetos y sistemas de acciones, en el que confluyen categorías analíticas como el paisaje, la división territorial del trabajo, las rugosidades, y el espacio productivo. Es un conjunto indisoluble, solidario y contradictorio de sistemas de objetos y acciones que no deben considerarse aisladamente sino como contexto en el que se realiza la historia. (Santos, 2000, p. 51).

Santos (2000) amplía su definición y sostiene que al entenderlo como un sistema de objetos y acciones es posible comprender sus categorías analíticas internas, lo cual resulta fundamental para conocer el espacio social conformado por el agronegocio en las zonas bajo estudio. El autor considera relevante entender al espacio como participante de la condición de lo social y de lo físico, como un híbrido. Pensar al espacio social como un híbrido por un lado implica dar cuenta de la fusión de materialidades, acciones y de su carácter dialéctico. Por otra parte, sostener que el espacio social es un híbrido (Latour, 1991 en Santos, 2000) se sustenta en que “en el mundo de hoy es imposible para el hombre común distinguir, claramente, entre las obras de la naturaleza y las obras de los hombres e indicar dónde termina lo puramente técnico y dónde comienza lo puramente social” (Santos, 2000, p. 85). El proceso de producción del espacio se da, siguiendo a Santos, en el momento en que la sociedad se apropia de la naturaleza y este proceso es global y diferenciado (Zusman, 2002).

Así como la categoría de espacio ha sido y es objeto de análisis en las ciencias sociales, sucede lo mismo con el territorio, categoría analítica que atraviesa la problemática de estudio en este artículo. Este concepto ha sido retomado por las corrientes de la geografía crítica, como señala Blanco (2007), y generalmente sus definiciones incluyen las nociones de apropiación, ejercicio del dominio y control de una superficie terrestre, así como también incluye la idea de pertenencia.

Si bien, siguiendo a Benedetti (2011), el territorio ocupó un lugar secundario en la obra de Santos (principalmente se enfocó en las categorías de espacio, lugar y paisaje) resulta pertinente retomar su definición para las discusiones de este artículo:

El territorio no es apenas el resultado de la superposición de un conjunto de sistemas naturales y un conjunto de sistemas de cosas creadas por el hombre. El territorio es la tierra más la población, es decir, una identidad, el hecho y el sentimiento de pertenecer a aquello que nos pertenece. El territorio es la base del trabajo, de la residencia, de los intercambios materiales y espirituales y de la vida, sobre los cuales él influye. Cuando se trata sobre territorio se debe, pues, desde luego, entender que se está hablando sobre el territorio usado, utilizado por una población dada. (Santos, 2000, p. 96-97, en Benedetti, 2011 p.39)

En línea con esta definición, Haesbaert (2011) afirma que el territorio debe considerarse en un sentido amplio, multidimensional y multiescalar. A diferencia de lo que plantean algunas corrientes teóricas que proponen el fin de los territorios y el avance de la desterritorialización, Haesbaert (2011, 2013) sostiene que la llamada desterritorialización es más bien la vivencia de una multiterritorialidad y nunca puede disociarse de procesos de reterritorialización. El movimiento de desterritorialización explicita la conflictualidad y las contradicciones de las relaciones socio espaciales y socioterritoriales. En este sentido, se da de manera simultánea la expansión y la destrucción, la creación y el reflujo, proceso geográfico conocido como TDR (territorialización, desterritorialización, reterritorialización) (Haesbaert, 2004).

En este artículo el territorio será entendido, siguiendo a los autores mencionados, como un concepto multidimensional y multiescalar donde se producen relaciones sociales, económicas, políticas, ambientales y culturales. Partimos del supuesto según el cual las relaciones sociales transforman el espacio en territorio y viceversa, siendo el espacio un a priori y el territorio un a posteriori (Mançano Fernandes, 2005, p.4). Estos aportes nos permiten iluminar ciertos procesos que adquieren relevancia en el marco del agronegocio y asimismo pueden ser articulados con el planteo de Harvey (2005) acerca de la noción de acumulación por desposesión. Es decir, al acumular y desposeer (comunidades, territorios) se producen procesos geográficos de territorialización, desterritorialización, reterritorialización.

Los cambios en el modo de producción agrario y en la industria alimenticia, a lo largo del siglo XX, han tenido dos grandes etapas a escala global: la primera que se ubica a fines de 1960 (Reboratti, 2010) denominada también “Revolución verde” es cuando se comienzan a introducir en la producción agraria las primeras semillas OGM (Organismo Genéticamente Modificado), esto vino acompañado de grandes procesos de concentración de capital entre pocas empresas trasnacionales y una lucha por el aumento de la productividad y la ganancia.

Craviotti (2014) afirma que las transformaciones producidas coinciden con la profundización de la globalización alimentaria y, en nuestro país, con la implementación de políticas neoliberales del último cuarto del siglo XX. Gras y Hernández (2016) señalan que, en Argentina, a partir de 1975, con la primera expansión sojera se comienza con el proceso de agriculturización y se abre un período en el que se profundiza el rol de Argentina en tanto proveedor de alimentos y bioenergía. Además se produce una explotación de recursos naturales con uso de distintas tecnologías tales como semillas GM, siembra directa, y prácticas como fumigaciones, entre otras. En este contexto comienza a afianzarse, bajo los distintos gobiernos nacionales, el rol de los commodities,[4], productos que ocupan un lugar central en nuestra economía desde fines del siglo XIX (Palmisano, 2014; Rodríguez y Seain, 2007).

La segunda etapa se produce a mediados de la década de 1990, período en el que se consolida el agronegocio y se aprueba el uso de semillas genéticamente modificadas, resistentes a pesticidas. Asimismo, siguiendo a Craviotti (2014, p. 22), “Desde el punto de vista simbólico se evoca también la conformación de una cierta cultura del agronegocio (Patrouilleau, Saavedra, Patroullieau y Gauna, 2012), que subraya la importancia de capacitarse e innovar y de los saberes especializados (agronómicos, pero sobre todo relacionados al manejo del negocio) por sobre los saberes transmitidos de generación en generación”.

El agronegocio, entonces, puede pensarse como un modo de acumulación y como un marco ideológico que construye sentido y legitima esta nueva lógica productiva (Córdoba, 2015). Recuperamos la propuesta de pensarlo como concepto amplio (Lucero y Rosso, 2018), es decir, que no solamente se enfoque en la agricultura extensiva en el territorio de la pampa húmeda, sino que pueda abarcar otros los sectores afectados por las transformaciones estructurales en el sector agropecuario (Gras y Hernández, 2014). La definición propuesta por Ramirez (2017), quien retoma a Gras (2013), recupera algunas características generales cuando sostiene “el agronegocio se caracteriza por el desarrollo de pocas actividades agropecuarias en los territorios en los que se inserta, es decir, implica una tendencia al monocultivo que se expresa en el aumento sostenido de la superficie cultivada y el desplazamiento de otros usos del suelo” (Ramírez, 2017, p. 37).

Caracterización de las zonas de estudio

A continuación, se presenta la cartografía que ubica ambos casos de estudio en el territorio nacional.


FIGURA 1
Ubicación de la Localidad Colonia Wanda en el Departamento Iguazú, Provincia de Misiones
Elaboración propia con base en datos del Instituto Geográfico Nacional[5]


FIGURA 2
Ubicación de la Localidad de Junín en la Provincia de Buenos Aires
Elaboración propia con base en datos del Instituto Geográfico Nacional

La foresto industria en el Alto Paraná, Misiones: un caso del avance del agronegocio forestal y sus efectos

El afianzamiento de la foresto industria en provincia de Misiones, en particular la zona del Alto Paraná, permite mostrar las formas que adquiere la expansión del agronegocio en territorios específicos. Actualmente, Misiones es una de las principales provincias forestales del país[6] y más del 60% de las plantaciones forestales se encuentran en los departamentos que están sobre el río Paraná (Ramírez, 2017). Ahora bien, el aprovechamiento de recursos forestales del Alto Paraná tiene una profundidad histórica que se remonta a fines del siglo XIX y que está estrechamente articulada a “la historia de la formación y transformación de los procesos capitalistas en Argentina” (Ramírez, 2017, p. 31). La historia de la producción forestal altoparanaense puede organizarse en tres etapas, siguiendo a Mastrangelo, Scalerandi y Figueroa (2011). 1) Extractivista con mínima elaboración local (1874-1920); 2) Extractivista con elaboración mecánica (1930-1960) y 3) Centrada en la reforestación con transformación mecánica y química (1970-presente). En este artículo, aludimos sobre todo a la tercera etapa pues en ese período ubicamos los procesos de desposesión que tienen como consecuencia el arrinconamiento y desplazamiento de poblaciones que formaron parte de nuestras propias investigaciones. Durante la primera etapa, la actividad forestal estuvo asociada a la deforestación de la selva nativa, a la extracción de madera que era usada como leña para el sapecado[7] y secado de la yerba mate, para abrigo y elaboración de alimentos locales así como también para la comercialización fuera de la provincia que se realizaba por vía fluvial en jangadas. La segunda etapa se caracteriza por el “comienzo de la industrialización de las llamadas maderas blancas en fábricas en el campo, con villas obreras y población campesina que abastece en su entorno” (Mastrangelo, 2012, p.18) así como por la persistencia del transporte de maderas por vía fluvial que progresivamente irá cambiando a la vía terrestre. Durante estas décadas la explotación forestal generó dos núcleos de trabajo en el monte: “los obrajes -donde se extraía en sus inicios madera nativa y luego, entre 1940 y 1979, Araucaria reforestada- y aserraderos, fábricas de laminados y terciados con su villa obrera” (p. 22). Por último, la tercera etapa se caracteriza por la reforestación con especies de rápido crecimiento aptas para la producción de celulosa, la inversión trasnacional, la orientación exportadora, el pasaje al monocultivo y la concentración de la renta y propiedad agraria (Mastrangelo, Scalerandi y Figueroa, 2011). Precisamente debido a esta modalidad que adquiere la actividad forestal en esta etapa, sobre todo a partir de la década de 1990, Ramírez (2017) sostiene que es pertinente entenderla como parte del agronegocio (Gras y Hernández, 2014) que se desarrolla en Argentina en un contexto capitalista de globalización de la agricultura. A través de cambios institucionales, tecnológicos, productivos y financieros se afianzó la producción agroforestal en pocos cultivos exportables (que tienden al monocultivo y en el caso del Alto Paraná se trata del monocultivo de pino) aumentando la superficie cultivada y desplazando otros usos del suelo (Gras, 2013 citado en Ramírez, 2017).

En efecto, la provincia de Misiones fue la que más inversiones recibió entre 1992 y 2000 y en su mayoría se orientaron a la implantación y adquisición de plantaciones forestales y de grandes empresas, como por ejemplo la compra de Celulosa Puerto Piray y de Alto Paraná por parte de la forestal chilena Arauco (Arzeno y Ponce, 2014). La reforma neoliberal del Estado argentino durante la década de 1990 “estableció un marco jurídico extremadamente favorable para el sector"[8] y fue clave para permitir la Inversión Extranjera Directa (IED) hacia el complejo foresto-industrial durante el período mencionado (Gómez Lende, 2016). Como consecuencia de esta política, la superficie forestada “casi se duplicó entre 1992 y 2004, pasando de las 260.700 hectáreas a 420.700, lo cual significó un ritmo de crecimiento de 17.000 hectáreas por año” (Arzeno y Ponce, 2014, p. 81-82). La actividad forestal continuó creciendo y siendo subsidiada por el Estado nacional, por ejemplo, a través de la Ley Nacional 25.080 “Régimen de Promoción Forestal de Inversiones para Bosques Cultivados” de 1999, que tuvo vigencia hasta 2009 y fue extendida por diez años más a través de la Ley 26.432/08 (Arzeno y Ponce, 2014).

Así, el crecimiento de la actividad forestal (articulado a medidas neoliberales que lo hicieron posible), y en particular su demanda de grandes extensiones de superficie para que las empresas obtengan un elevado volumen de producción anual con destino industrial que asegure su rentabilidad, constituye una forma de avance del agronegocio que a su vez generó presión sobre la demanda de tierras para el desarrollo de otras actividades, como la agricultura familiar, y obligó a muchos pequeños y medianos agricultores a “abandonar la producción directa y liquidar sus explotaciones” (Chiafarelli, 2010 citado en Ramírez, 2017, p. 41) y a migrar. Sobre este tipo de consecuencias específicas nos detendremos en los próximos apartados.

El siguiente gráfico muestra el crecimiento de la superficie con bosque y monte implantado (CNA) en Misiones entre 1988 a 2017. Esa superficie es de 257635 ha. en 1988, 372165 en 2002 y 419000 en 2017. En 29 años la superficie destinada al bosque y monte implantado creció un 41%.


Figura 3
Evolución de bosque y monte implantado en Misiones entre 1998 – 2017
Elaboración propia en base a Censo Nacional Agropecuario 1998, 2002 e Inventario Forestal Provincial y Censo Nacional de Industria 2017. Subsecretaría de Desarrollo Forestal de Misiones Ministerio de Agroindustria de la Nación

El partido de Junín: territorio del agronegocio

Si partimos de entender la lógica productiva del agronegocio como el afianzamiento del capital financiero en el agro, la concentración productiva y la tendencia al monocultivo podemos marcar el año 1996 como un hito importante, en marzo de ese año se aprobaba la resolución (167/1996) que autorizaba la producción y comercialización de las semillas, productos y subproductos de soja tolerantes al herbicida glifosato. Esta variedad también es conocida como Soja RRTM (Roundup ReadyTM) nombre comercial de la empresa Monsanto/Bayer, su principal propiedad es ser resistente al glifosato (herbicida de amplio espectro que acaba con las malezas sin afectar la soja, factible de ser aplicado en cualquier momento del ciclo agrario) y la adaptación a diversos suelos y ecotonos. Cuando se consolida la utilización de semillas genéticamente modificadas comienza a utilizarse el sistema de “siembra directa” o “labranza cero”. Este sistema deja el suelo intacto antes de la siembra, utilizando maquinaria preparada para colocar la semilla a la profundidad necesaria. De esta forma, el suelo queda cubierto del rastrojo de la cosecha anterior por lo que minimiza la erosión y se conserva su humedad (Alapin, 2008), pero al no eliminarse los residuos de cosecha anterior genera malezas que serán combatidas por mayor cantidad de agroquímicos o con productos de más amplio espectro como el glifosato o 2.4D (Reboratti, 2010).

Martínez Dougnac (2008) afirma que este modo de acumulación profundizó la sojización, sostiene que ésta no fue el resultado de una expansión productiva planificada, sino el resultado del avance del capital (principalmente financiero) en la producción agraria, incluyendo la desaparición del marco regulatorio de décadas anteriores, como por ejemplo la disolución de la Junta Nacional de Granos en 1991, y la eliminación de los precios sostén. Argentina se convierte a partir del 2000 en uno de los principales productores de soja, harina de soja y pellets de soja genéticamente modificada (Krapovickas et al. 2010). Distintos autores (Constantino, 2012; Carrasco, et al. 2012; Ybran y Lacelli, 2016) señalan que nuestro país produce aproximadamente el 19% de granos soja del mundo y de lo producido exporta alrededor del 88%. A nivel nacional se producen principalmente productos industriales como aceite (70% de la producción) y harinas, siendo el principal exportador mundial de aceite de soja (que se utiliza para el consumo o biocombustibles) y pellets de soja, (utilizado para la alimentación ganado porcino). Bisang et al (2008) señalan que desde fines de 1990 ha ido tomando forma un modelo de organización con centro en la separación entre los dueños de la tierra y las empresas de producción agropecuaria, que tienden a des-verticalizar parte de sus actividades en dos direcciones 1) contratación masiva de servicios como la siembra, fumigación, cosecha (esto da lugar al afianzamiento de otro conjunto de agentes económicos como son los contratistas), 2) compra externa de insumos claves en el paquete productivo (como semillas y herbicidas).

La imagen a continuación muestra analiza el crecimiento de la superficie destinada al cultivo de soja en la provincia de Buenos Aires, particularmente a partir de la campaña 1998-1999 con un crecimiento sostenido hasta la actualidad. Por el contrario, la superficie destinada al trigo comienza en 1990 con una superficie mucho mayor a la de la soja, pero con un decrecimiento a partir de la campaña 1997–1998 llegando a su pico mínimo de superficie sembrada en la campaña 2012 – 2013 y un leve crecimiento hasta la actualidad. En cambio, el maíz se mantiene con una superficie mucho menor con respecto a los otros cultivos con un ligero aumento a partir de 2012. Esto podría explicarse debido a la elección del maíz como cultivo elegido a la hora de rotar el sembrado, y la modificación genética de las semillas para sembrarlo en áreas donde antes no era posible, como por ejemplo el sudoeste bonaerense.


Imagen 4
Evolución de hectáreas sembradas en provincia de Buenos Aires. Años 1990-2016
elaboración propia sobre información proveniente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca Argentina https://datos.agroindustria.gob.ar/ (Acceso 05/04/2020)

Estas características registradas a nivel provincial tienen su correlato, en gran medida, en el partido de Junín (imagen 5), con una leve diferencia en cuanto al cultivo de maíz, aunque también se registra un aumento. Se evidencia un avance del cultivo de soja frente al trigo.


Imagen 5
Evolución de superficie sembrada- Partido de Junín. Años 1990-2016
elaboración propia sobre información proveniente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca Argentina https://datos.agroindustria.gob.ar/ (Acceso 05/04/2020)

El descenso de la superficie destinada a la soja a partir del año 2014 se relaciona también con el descenso del precio de la tonelada del commodity en el mercado mundial (Ybran, y Lacelli, 2016). Este escenario de expansión de la superficie sembrada está relacionada con la comercialización del paquete tecnológico utilizado en la pampa húmeda que incluye soja genéticamente modificada y agrotóxicos, encadenamiento de la producción nativa con empresas químicas transnacionales, que dan relevancia entre los productores a la figura del “ingeniero agrónomo”, cada unidad de producción en cada ciclo agrario cuenta con el asesoramiento experto de un profesional.

Desigualdad territorial y agronegocio

Partiendo de la definición del espacio como un conjunto indisoluble, solidario y contradictorio de sistemas de objetos y acciones (Santos, 2000) que deben considerarse de forma dialéctica, pensamos el territorio del agronegocio como lleno de contradicciones.

Comprender el territorio del agronegocio en el marco de los procesos geográficos de TDR (territorialización, desterritorialización, reterritorialización) significa que cuando se piensa en el agronegocio no solamente tienen relevancia los grandes capitales, números, dólares y toneladas de importación. Más bien, la forma en que los productores rurales se relacionan con el mercado (semillas, maquinaria, transporte, agroquímicos) no está orientada solamente por estrategias racionales y al mercado, sino que éstas están atravesadas por relaciones de reciprocidad por lo que en este apartado analizaremos cómo se reterritorializan aquellos que quedaron en los márgenes.

Si bien se trata de dos territorios distintos y actividades económicas diferentes que a su vez implican una experiencia diferente de cada uno de los actores sociales implicados, consideramos que en ambos casos se pueden encontrar distintas estrategias desarrolladas en función de los cambios sociales y tecnológicos que implicó el avance del agronegocio en sus territorios.

Con el afianzamiento del agronegocio los agricultores familiares (de distintas escalas) se vieron forzados a desarrollar distintas estrategias en cuanto a la organización del trabajo, y también en relación a pensar en nuevas formas de organización de la producción. Como plantea Craviotti (2001) existe una necesidad propia de las explotaciones, especialmente las de menor escala, que es la de asegurar la ocupación y reproducción del grupo doméstico.

En función del objetivo de este artículo vinculado a conocer qué pasó con aquellos que operan en los márgenes o desplazados por el agronegocio, nos preguntamos ¿Qué pasa con los que no lograron sumar tecnología a su producción? ¿Qué prácticas sociales generó el avance del agronegocio? ¿Cómo modificó los usos del suelo? ¿Qué estrategias de subsistencia se desarrollaron frente al arrinconamiento y desplazamiento de las poblaciones?

La preponderancia que adquirió la foresto-industria en Misiones durante las últimas décadas está estrechamente vinculada a las migraciones que se producen durante 1990 desde áreas rurales hacia la periferia de las ciudades, aunque este fenómeno social no se reduce a esta actividad económica ni se da solamente en las ciudades del norte de Misiones. Ahora bien, en la zona del Alto Paraná durante este período muchos colonos vendieron sus chacras y migraron a ciudades en las que se vieron forzados a asalariarse en empresas forestales como peones, hacer changas, carpidas, cosechar yerba mate, las mujeres en especial a tomar empleos domésticos y desarrollar tareas de cuidado de otros/as y, en el caso particular de una localidad del Departamento de Iguazú, a la extracción y venta de gemas de manera informal (Mastrangelo, 2006).

Estos procesos migratorios, de concentración de la propiedad de la tierra e intensificación de uso forestal del suelo coincidieron con los fenómenos de ocupación de tierras periurbanas como consecuencia de la venta o abandono de chacras de zonas rurales que se destinaron a la forestación. Las plantaciones avanzaron incluso hasta cercar ciudades en las localidades del Departamento de Iguazú que son epicentros de la foresto-industria (Colonia Wanda, Puerto Libertad y Puerto Esperanza). Así, las poblaciones subordinadas de la estructura agraria misionera (Baranger, 2008) quedaron arrinconadas en el marco de un proceso de desposesión (Harvey, 2005).

El caso de Jerónimo (64 años), un misionero que transitó su infancia en una colonia del noroeste de Misiones, Colonia Lanusse, (lugar al que se refiere localmente como “el monte”) da cuenta por un lado de las especificidades de la vida en zonas rurales previo al afianzamiento de la foresto-industria así como también de los cambios sociales y tecnológicos que produjo la aparición de empresas forestales décadas más tarde.

Mi abuelo me enseñó diámetros, me enseñó a medir, multiplicar y vos sabías cuántos metros cúbicos de madera había. Lo mismo una carpida, una macheteada: yo medía, multiplicaba y te daba los metros cuadrados, lo calé. Cuando vos no tenés un maestro la necesidad te obliga, si o si tenía que saber lo que estaba haciendo. Y ahí lo único que queda es poner empeño, esfuerzo y sacar. Y así me fui haciendo hombre (Entrevista, Jerónimo, 2016).

Jerónimo aprendió a manipular herramientas de trabajo desde los 9 años y ya desde los 12 años volteaba madera, “con hacha y azada a fuerza de pulmón, llueva o no llueva hasta que llegó el pino, la motosierra y cambió todo, y pensar que ahora eso está terminando”. A través de la mención de usos, auges y decadencias de estas tecnologías, él da cuenta desde su propia experiencia biográfica del proceso histórico más general de aprovechamiento de recursos forestales de la selva altoparanaense que fue mencionado anteriormente. Esto es, el paso del hacha y la azada para volteo de madera nativa hacia la motosierra y el pino implantado se corresponde con las etapas que Mastrangelo, Scalerandi y Figueroa (2011) llamaron extractivista con elaboración mecánica (1930-1960) y reforestación con transformación mecánica y química (1970-presente), respectivamente.

Si bien los relatos de Junín distan de los anteriores en varios aspectos, nos interesa mostrar que en ambos encontramos la memoria de un pasado, un territorio de abundancia y un presente en el que se despliegan diversas prácticas en un territorio que presenta situaciones de desigualdad y marginación.

Un ejemplo de esto puede ser la entrevista realizada a un trabajador rural, (Lucas) que nos decía:

Trabajo en el campo hace unos 20 años, tengo un pedazo de campo 60 hectáreas, pero lo arriendo, lo heredamos con mi hermano, era de mis padres pero no nos alcanza para trabajarlo, ahora en el campo que estoy hace 9 años que estoy fijo, hago de todo, arreglo herramientas, fumigo, todo (Entrevista, Lucas, 2018).

Lucas tiene el conocimiento de cómo se “trabaja en el campo”, y también tiene dónde trabajar, lo que no tiene es capital para hacerlo, por lo que no le queda más remedio que arrendarlo y trabajar para otra persona. En el agronegocio 60 hectáreas sin financiamiento y maquinarias significa asfixia asegurada. Distinto sería el panorama en otro modelo productivo.

La comparación entre el presente y el pasado se observa también en la entrevista con Marcos, hijo de un productor agropecuario que ahora está a cargo de la explotación (100 hectáreas), relata su frustración ante la presión del sistema para comprar nuevas maquinarias y tecnología:

El campo siempre lo trabajamos nosotros, lo ayudaba a mi papá mientras se hizo la labranza convencional. Viste que antes se araba y todo eso. Después cuando vino la directa, necesitábamos otro equipamiento para sembrar, como mi papá no lo tenía comenzó a contratar y tercerizar los trabajos. Para poder comprar maquinaria nos terminamos endeudando. Es una carrera dónde nunca llegás a la meta (Entrevista, Marcos, 2018).

Como se presentó en el apartado anterior, el avance del agronegocio en el territorio significó un proceso de modernización y cambio tecnológico. Esto, sumado al ajuste estructural de la década de 1990 hizo que los agricultores familiares deban adecuarse para poder producir en esta nueva forma de organización, endeudarse para adquirir maquinaria fue una de las estrategias adoptadas, profundizando su vulnerabilidad.

En estos extractos de entrevistas presentados se evidencia un avance de la producción del espacio dominante (el agronegocio), pero a partir de las referencias teóricas abordadas en el primer apartado, aquellas recuperadas de la geografía crítica, podemos entender el espacio social en tanto híbrido y múltiple. Comprender esto significa considerar que no siempre quienes son expulsados por el modo de acumulación hegemónico desaparecen, ni que quienes resisten triunfan. Hay prácticas de subsistencia que se producen en el territorio como la autoexplotación de los agricultores familiares y el pluriempleo.

Volviendo a Misiones, el relato de Leo (28 años), uno de los hijos de Jerónimo, da cuenta de ello porque muestra específicamente cómo la extracción y venta de piedras preciosas a turistas emergió como una estrategia de subsistencia frente al desempleo al que se refiere su padre cuando dice “ahora eso está terminado”. Durante su niñez vendió piedras en la calle por la que pasaban los turistas que iban a visitar los yacimientos mineros formalizados, actividad que realizaba junto con su familia y vecinos del barrio, en su adolescencia trabajó como tarefero y haciendo raleo en la empresa Alto Paraná y retornó a la venta de piedras por los motivos que explica a continuación:

Varios volvimos a esto (vender piedras) cuando empezó a caer toda la maquinaria y quedamos sin trabajo, éramos miles de personas”. “Acá había ponele casi 60 contratistas y todos tenían 3 o 4 grupos de gente. Después, cuando Alto Paraná puso las máquinas, la empresa daba cursos a los motosierristas y ahí iban eligiendo quién se quedaba, y el resto afuera, contratistas, todo, todos afuera. Fijate que ahora mismo ya casi no hay motosierristas (Entrevista, Leo, 2015).

Efectivamente, este “cambio cualitativo en las empresas forestales relacionado con la mecanización de la actividad sobre todo en la etapa de la cosecha” (Ramírez, 2017, p.42) producido entre los años 2008 y 2010 repercutió drásticamente en el mercado laboral altoparanaense. Migraciones internas, hacia otras provincias, changas, tarefa y “vuelta” a la venta de piedras (Frasco Zuker, 2019) fueron algunas de las consecuencias de dicho cambio. Cabe señalar que todas actividades laborales forman parte de un esquema de pluriempleo, sobre todo el caso de la venta de piedras que depende directamente del turismo. Por ese motivo, varias familias lo hacen solamente para “temporada alta” (vacaciones de verano, invierno, Semana Santa).

Esta dinámica social del empleo, pluriempleo y falta de trabajo recurrente debido a la informalidad laboral explica también la trayectoria de Rubén (65 años) y su familia. La infancia de Rubén transcurrió en Paraguay, en una chacra en la que todos los miembros de su unidad doméstica (madre, padre, hermanas y hermanos) se ocupaban de trabajar. Si bien Rubén sostiene que era pobre, la vida en la chacra es caracterizada para él como abundancia y aprendizaje, pues tenían “de todo para cultivar: batata, maíz, poroto, mandioca, caña dulce” y ahí, desde muy temprana edad, aprendió cómo se trabaja con la tierra, “desde los 5 años, cada uno tenía su azadita”. Esto le permitió a él y a sus hermanos varones, sobre todo, la posibilidad de tener varios trabajos en el futuro gracias a saber cómo carpir, machetear y cuidar la tierra con “remedios caseros, sin usar nada de químicos como ahora” (Entrevista, Rubén, 2015). Esos trabajos fueron en su mayoría en la foresto-industria.

Ariel vive en Junín desde que nació, se recibió de profesor de música y posteriormente se hizo cargo de la explotación de sus suegros, sigue trabajando de profesor, pero también tiene otros emprendimientos comerciales “Acá también hacemos cría de chanchos, tenemos huerta, gallinas, frutales para hacer conservas, unas vides y próximamente vamos a hacer turismo rural” (Entrevista, Ariel, 2017).

El relato de Ariel oscila entre la diversificación productiva y el pluriempleo, ya que las conservas se producen para vender en los comercios locales y la incursión al turismo rural será para lograr otro ingreso que permita la reproducción familiar. Él afirma que la necesidad de extender las actividades económicas radica en que el campo “tiene muchos gastos” y que “las inundaciones les están afectando mucho”.

Otra estrategia es la tercerización de servicios al mismo tiempo que se trabaja en su campo, este es el caso de Omar quién trabaja, junto a su hermano, 100 hectáreas del campo de su padre porque “ya está viejo”, relata que antes el padre no le dejaba opinar por lo que estuvo mucho tiempo “sin meterse”. Comenzó a trabajarlo debido a problemas económicos ya que “los números no daban” y empezó a peligrar la producción. Para poder subsistir dejó de contratar maquinaria para las tareas de siembra y cosecha, pidió un crédito, compró unas máquinas que no funcionaban y las desarmó y armó de nuevo, además con esas mismas máquinas empezó a trabajarle algunas hectáreas a los campos vecinos. Esta situación de tercerización de labores la lleva adelante mientras trabaja arreglando aires acondicionados.

Estas experiencias de pluriempleo y tercerización de servicios son distintas a las halladas en Misiones, pero ambas, con matices, se producen en los “márgenes” del agronegocio (López Castro, 2013). En última instancia, todos los agricultores familiares han tenido que recurrir a distintas estrategias para garantizar su reproducción social.

El siguiente extracto pertenece a una entrevista con Gonzalo, que arrienda 180 hectáreas en una localidad cercana a Junín, es hijo de un productor agropecuario dueño de su tierra, pero por diferencias familiares no continuó trabajando con su padre. Menciona las complicaciones que tiene a la hora de producir y las redes que va tejiendo en el territorio que le permiten sostener su producción, trabaja en el campo desde pequeño, y relata cómo las redes sociales y afectivas le permiten subsistir:

Yo le puedo vender a ellos (B; empresa local) o, puedo vender directamente a Rosario. He hablado con AFA (Agricultores Federados Argentinos), pero a ver. ¿Por qué no lo hago? Cuando yo arranqué, arranqué sin ningún centavo, y necesité una mano para poder empezar a sembrar. Ni siquiera gasoil tenía. ¿Y quién me dio la mano? Por conveniencia o no, no sé, pero B. fue el que me dio la mano. Entonces, me dicen: "Vos sos el dueño del cereal, y vos hace lo que vos quieras, vos se lo vendes al que quieras" Sí, estoy de acuerdo. Pero ¿qué pasa si a mí, en uno de estos años me va mal? ¿Y no tengo trabajo? Si necesito a alguien ¿Va a venir Nidera a ayudarme? ¿Va a venir el corredor al que yo le vendo en Rosario a ayudarme? Entonces no podés cagar al que te dio una mano, te fuiste y después volvés cuando te fue mal otra vez. Entonces, yo sé que, vendiendo en otro lado por ahí, hay una diferencia. O como los productos. Por ahí el glifosato, ponele, le compro a un chico que viene de Tandil, y que hay mucha diferencia, pero bueno, es glifosato solo, entonces le compro un poco al chico y eso. Pero el resto le compro a B. porque le puedo pagar pos cosecha y me financia (Entrevista, Gonzalo, 2017).

Gonzalo no puede comprar o vender a otra empresa, por más que le genere rédito económico, primero porque siente que la empresa del pueblo le ayuda siempre y no puede traicionar esa relación, segundo porque siempre puede pasar que en algún momento necesite de ellos, y si queda como desagradecido, B. no le ofrecerá la ayuda cuando la necesite. Las redes que se constituyen en el territorio de pequeños productores, son redes establecidas con el fin de permanecer en el territorio. Los productores rurales que formaron parte de la investigación en Junín, se unieron para mantener los caminos rurales ante la falta de mantenimiento estatal “Uno le pegaba una disqueada, el otro le pasaba el rabasto y más o menos así lo manteníamos”.

Estas redes de ayuda mutua se observaron también actualmente entre familias o vecinos que venden piedras preciosas en el norte de Misiones. Un ejemplo de ello se asocia a la reciente incorporación del molino eléctrico para el armado de artesanías típicas y su uso compartido entre vecinos. Dicha incorporación se explica por la dificultad cada vez mayor de ir al monte a extraer piedras preciosas con las cuales luego se hacían árboles artesanales[9], como señalaron varios/as, “lo que antes sacabas de la superficie de la costa del Río Paraná, al tiempo tenías que hacer un pozo de 1 metro, después de 2 metros y después cada vez más profundo” (Entrevista, Leo, 2015). Volviendo al ejemplo del molino, las unidades domésticas que poseen dicho recurso socializan el uso del molino para otros/as vecinos/as que también venden árboles artesanales y piden a cambio un aporte monetario para el pago de servicio de electricidad de esa vivienda.

Por otro lado, estas redes también son dotadas de sentido, concretamente de “ayuda” hacia quienes “más lo necesitan”. Así, quienes venden sólo para temporada alta de turismo muchas veces les compran árboles artesanales a quienes venden eso durante todo el año (en vez de hacerlos ellos/as mismos/as) pues saben que su principal ingreso de dinero proviene de allí. Es decir, comprarle a aquellos/as que “más lo necesitan” y a aquellos/as por quienes se siente afecto constituyen formas de sostener y afianzar lazos sociales en este territorio.

En estos casos puede verse claramente que hay múltiples sentidos en torno al dinero que exceden ampliamente su valor monetario. Tal como sostiene Godelier (1998), con el dinero circulan realidades materiales y simbólicas que pueden construir, reforzar o destruir relaciones sociales. Los fragmentos de entrevistas dan cuenta que es mucho más que un cálculo racional lo que se pone en juego, se trata de afectos, sentidos sobre la ayuda, moralidades.

Reflexiones Finales

En este artículo buscamos analizar las estrategias de reproducción de agricultores familiares y trabajadores rurales en el marco del proceso del afianzamiento y avance del agronegocio a través de una interpretación desde la geografía crítica.

Situamos nuestros análisis haciendo una caracterización de las zonas de estudio, destacando algunos hitos importantes de su historia productiva y explicitando cómo se desarrolló y afianzó el agronegocio en cada uno de los casos. Dicha caracterización permite mostrar los rasgos específicos de cada área de estudio, pero también los elementos comunes del afianzamiento del agronegocio. Entre ellos destacamos: el arrinconamiento de las poblaciones, la desposesión de la tierra y la posibilidad de trabajarla con dificultad, lo que, como señalamos, explica la persistencia del pluriempleo.

La lógica interna de este modo de acumulación se basa en la competencia: entre las personas que lo conforman, entre las empresas y entre los cultivos (se siembra según el precio más conveniente de exportación). Así, la competencia es intrínseca al modelo, por eso está fuertemente internalizada la idea de quien no triunfa es porque no se esfuerza o trabaja lo suficiente. Son las relaciones sociales que produce y reproduce el agronegocio las que generan ganadores y perdedores. Por eso consideramos que el territorio del agronegocio produce relaciones capitalistas que suponen desplazamientos y desigualdad territorial, ambas cuestiones inherentes al modelo.

Los territorios no son solamente un soporte material sino territorios usados por diversas poblaciones, son “la base del trabajo, de la residencia, de los intercambios materiales y espirituales y de la vida, sobre los cuales él influye” (Santos, 2000, p. 96-97 en Benedetti, 2011, p. 39). En este sentido, nos interesa resaltar que en los territorios no hay sujetos pasivos, sino una gama de estrategias y resistencia al orden dominante.

Consideramos que un ejercicio como el que presentamos en este artículo, basado en el análisis de dos investigaciones en distintos territorios permite dar cuenta de la capacidad de agencia de los sujetos y mostrar respuestas específicas al avance del agronegocio, así como también entenderla en el marco del capitalismo agrario.

Si bien mostramos que son las redes de solidaridad las que plantean formas específicas de reproducción social, a su vez encuentran limitaciones estructurales por lo que sostenemos que sin un cambio de paradigma que establezca otra relación con la tierra, entre las personas y se plantee una escala de explotación óptima entre volúmenes de producción y superficie serán siempre subordinadas y continuarán los procesos de acumulación por desposesión.

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Notas

[1] Pensamos en la noción de estrategias siguiendo a Bourdieu (2012) quién desde la teoría de la práctica, aborda la relación estructura-agencia-reproducción. Discute con la posición estructuralista, específicamente con la noción de sujeto que reproduce las determinaciones de la estructura y contra la visión interaccionista, que considera al mundo social como un producto de construcción constante de los agentes. El autor afirma que cada persona tiene su propio habitus, (los habitus son las disposiciones que nos permiten realizar acciones – prácticas – y están incorporadas en la conciencia y en nuestro cuerpo) lo que permite elegir estrategias dentro de la estructura.
[2] “Agricultura familiar es una categoría de uso relativamente reciente en el ámbito académico y político argentino, y se trata de un concepto en construcción, marcado por la heterogeneidad de sujetos que procura incluir y los lenguajes que se cruzan en su elaboración (Schiavoni, 2010). Refiere a unidades productivas que centran su funcionamiento en la mano de obra familiar e incluye tanto a familias productoras más o menos capitalizadas (tradicionalmente identificadas como chacareras o farmers), unidades campesinas, pescadores artesanales y grupos pertenecientes a pueblos originarios”. (López Castro, 2019, p.31)
[3] La geografía crítica es posterior a la geografía radical marxista y surge del “rechazo hacia los excesos del estructuralismo condujo a la marginalización de la geografía radical y a la irrupción de una geografía crítica que, aunque próxima a la economía política inspirada por los trabajos marxistas, ya no se reducía a un análisis de clase” (Gintrac, 2013, p. 55), aunque algunos autores pueden analizarse desde ambas corrientes.
[4] Los commodities son productos indiferenciados, en el sentido de que no hay distinciones originadas o plasmadas en marcas comerciales. Eso implica que cotizan con un precio mundial semejante para todos los productores (Rodríguez y Seain, 2007, p. 58).
[5] La elaboración de este mapa fue realizada con el Sofware QGIS 2.18.21 por la Licenciada en Información Ambiental Micaela Fanucce, a quien agradezco especialmente por su excelente predisposición y el tiempo dedicado.
[6] Debido al peso relativo de plantaciones. “Misiones concentra el 25% de la superficie total de bosques implantados a nivel nacional, seguida por Corrientes y Entre Ríos (Ferrero, 2006 citado en Ramírez, 2017, p. 40).
[7] Exposición breve de las hojas verdes de la yerba mate al fuego intenso para reducir la humedad y detener el proceso natural de oxidación de la materia prima.
[8] El Régimen de Promoción de Plantaciones Forestales y el Plan Nacional de Desarrollo Forestal (1992-1995) desregularon la foresto-industria y adjudicaron subsidios a la plantación de especies de rápido crecimiento y alto valor económico. Sólo en el marco del RPPF, el Estado nacional desembolsó más de 141 millones de dólares; el 77% fue absorbido por Misiones y Corrientes, que entre 1992 y 1999 aumentaron la superficie implantada un 293,6% y un 678,9%, respectivamente (PMF, 2003). (Gómez Lende, 2016, p.45)
[9] Las familias que se dedican a la venta de piedras de manera informal las comercializan tal como son extraídas del monte (con un lavado previo con agua y jabón para retirarle la tierra que le queda adherida) o bien las parten en partes pequeñas que son usadas pegadas a un árbol elaborado con alambre. Actualmente, también se utiliza el vidrio molido en vez de partes pequeñas de piedras preciosas.


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