Dossier
Recepción: 01 Octubre 2019
Aprobación: 01 Noviembre 2019
Publicación: 01 Abril 2020
Resumen: Este trabajo se enfoca en el análisis de un conjunto de artefactos textiles que conforman el acompañamiento de contextos funerarios detectados en el sitio Peñas de las Trampas 1.1, un alero rocoso ubicado a 3582 msnm en Antofagasta de la Sierra (Catamarca), Puna meridional, República Argentina. Las condiciones climáticas de frío y extrema sequedad propiciaron un grado excepcional de preservación de diversos restos arqueológicos de origen orgánico. Las tecnofacturas bajo análisis fueron elaboradas con diferentes materias primas de origen vegetal y animal, las cuales proceden de dos estructuras funerarias situadas en el interior del mencionado alero y se ubican temporalmente dentro del rango ca. 8440-8000 AP, por lo que constituyen las evidencias mortuorias más antiguas de este sector de la Puna argentina. El estudio de las piezas incluyó un abordaje estructural-técnico y formal-funcional y la identificación taxonómica de las fibras de origen vegetal y de las plumas utilizadas para su confección. Igualmente, se presentan algunos resultados obtenidos a partir de estudios de caracterización química elemental (PIXE) aplicados en elementos de cordelería vegetal que presentaban una alteración de su color original. Entre los resultados obtenidos se destaca una alta selectividad en el uso de un recurso vegetal (Acrocomia aculeata) procedente de un área distante unos 600 km, aproximadamente. Lo anterior, sumado a una serie de rasgos técnicos, estructurales y formales presentados por la muestra, permite trazar vínculos con tradiciones textiles indígenas del área oriental y zonas ribereñas como el Gran Chaco. Asimismo, la notable calidad técnica registrada en la mayor parte de los atributos constructivos testimonia una tradición textil cuyo conocimiento en el manejo de las fibras parece remontarse mucho más atrás en el tiempo de lo hasta ahora pensado.
Palabras clave: Arqueología, Acrocomia, Rhea, Pigmento Mineral, Tierras Altas, Tierras Bajas.
Abstract: This work focuses on the analysis of a set of textile artifacts that were part of funerary contexts detected at the Peñas de las Trampas 1.1 site, a rock shelter located at 3582 meters above sea level in Antofagasta de la Sierra (Catamarca), Argentine South Puna. Local climatic conditions have allowed an exceptional degree of preservation of various organic archaeological remains. The artifacts under analysis were made usingvarious raw materials of plant and animal origin, and were collected from two funerary structures located inside the rock shelter, which are chronologically located in the period ca. 8440 - 8000 BP, thus beingthe oldest mortuary evidence inthis sector of the Argentine Puna. The elements were studied using a structural-technical and formal-functional approach, and the plant fibers and feathers used in their making were taxonomically identified. Additionally, we present results obtained from studies of elementary chemical characterization (PIXE), applied to ropes, made fromplant species, that presented alterations totheir original color. Among the results obtained, it is worth noting the marked selectivity in the use of a plant resource (Acrocomia aculeata), which comes from a distant area about 600 km away. These results, together with a series of technical-structural and formal features of the sample, allows us to establish links with indigenous textile traditions that characterizethe eastern area and riverside zones like the Gran Chaco. Likewise, the remarkable technical quality recorded in most of the constructive attributes testifies to a textile tradition whose knowledge of fiber management seems to go much further back in time than previously thought.
Keywords: Archaeology, Acrocomia, Rhea, Mineral Pigment, Highlands, Lowlands.
Resumo: Este trabalho enfoca a análise de um conjunto de artefatos têxteis que compõem o acompanhamento de contextos funerários detectados no sítio Peñas de las Trampas 1.1, um beiral rochoso localizado a 3582 metros acima do nível do mar em Antofagasta da Serra (Catamarca), Puna meridional, República Argentina. As condições climáticas de frio e sequidão extrema levaram a um grau excepcional de preservação de vários restos arqueológicos de origem orgânica. As tecno-faturas em análise foram elaboradas com diferentes matérias-primas de origem vegetal e animal, procedentes de duas estruturas funerárias localizadas no interior do beiral mencionado, e situadas cronologicamente dentro do espectro ca. 8440-8000 AP, constituindo as evidências mortuárias mais antigas deste setor da Puna argentina. O estudo das peças incluiu uma abordagem estrutural-técnica e formal-funcional, e a identificação taxonômica das fibras de origem vegetal e das penas utilizadas para sua confecção. Da mesma forma, são apresentados alguns resultados obtidos a partir de estudos de caracterização química elementar (PIXE) aplicados em elementos de cordoaria vegetal que apresentavam alteração de sua cor original. Entre os resultados obtidos destaca-se uma alta seletividade no uso de um recurso vegetal (Acrocomia aculeata) procedente de uma área cerca de 600 km distante. O anterior, somado a uma série de características técnicas, estruturais e formais apresentadas pela amostra, permite estabelecer vínculos com tradições têxteis indígenas da região oriental e áreas ribeirinhas como o Gran Chaco. Da mesma forma, a notável qualidade técnica registrada na maioria dos atributos construtivos testemunha uma tradição têxtil cujo conhecimento no manuseio de fibras parece remontar-se muito mais no tempo do que o pensado até agora.
Palavras-chave: Arqueologia, Acrocomia, Rhea, Pigmento Mineral, Terras Altas, Terras Baixas.
Una introducción necesaria: criterios para delimitar la muestra en análisis
Partimos del concepto amplio de estructura textil, definida como toda aquella que ha sido lograda a partir de la interacción de elementos flexibles, los que pueden presentarse de forma individual, múltiple o integrados en grupos de elementos (Emery [1966] 2009). En ese marco, el propósito de este trabajo es presentar y discutir algunos aspectos relacionados con un conjunto de tecnofacturas textiles arqueológicas, asociadas a contextos de depositación funeraria que han sido datados en el Holoceno temprano (ca. 8440 a 8000 años AP). Los casos de estudio incluyen ejemplares que utilizan la materia prima vegetal como soporte exclusivo y otros en los que ésta ha sido combinada con ciertas fibras de origen animal (plumas y tejido conectivo). Al respecto de este recorte para el análisis, es necesario mencionar que otro conjunto de artefactos textiles asociados, para cuya confección se emplearon de forma excluyente otros elementos de origen animal: cuero y fibras hiladas (lanillas y pelo), no serán tratados en esta ocasión, principalmente porque consideramos que los procesos/actividades implicados en su obtención y manufactura requieren de una discusión diferencial más amplia.
Es importante aclarar que un abordaje desde una perspectiva tecnológica productiva del material textil que aludimos ha sido presentado previamente en una comunicación oral y sus resultados fueron publicados sólo de forma resumida (López Campeny et al. 2013). Dicho material fue luego analizado, junto a otra muestra textil más amplia, como parte de un Trabajo Final de Carrera de Arqueología que ha permanecido inédito (Schmitz 2014). Esta situación es la que motiva y justifica esta presentación detallada de los materiales en cuestión. Además, como describimos luego, consideramos que parte de la relevancia de dar a conocer estos artefactos asociados a una cronología temprana reside, entre otros aspectos, en el hecho de que se trataría de las estructuras textiles conformadas por un elemento continuo (telas de malla) más tempranas hasta ahora registradas para el actual territorio argentino y otras áreas próximas de Sud América.
El marco espacial, temporal y contextual de los hallazgos
Las primeras señales arqueológicas en la Puna argentina se remontan a casi 11000 años atrás, es decir hacia la parte final del Pleistoceno (Aschero & Podestá 1986; Fernández Distel 1986; Kulemeyer et al. 1999; Hernández Llosas 2000; Martínez et al. 2010; Muscio & López 2011; Angiorama & Del Bel 2013; Martínez 2014). Estas evidencias arqueológicas de grupos cazadores-recolectores representan no sólo las ocupaciones humanas más antiguas de la Puna sino también de todo el NO de Argentina (NOA), manteniéndose por ahora un esquema de “restricción puneña”, en el sentido que los sitios arqueológicos más tempranos fueron detectados exclusivamente en esta ecorregión (Martínez 2018).
El sitio Peñas de las Trampas 1.1 (PT1.1) se ubica en Antofagasta de la Sierra (ANS), departamento del noroeste de la provincia de Catamarca, en el sector meridional de la Puna argentina, el cual se caracteriza por un clima extremadamente árido, con escasas e irregulares precipitaciones estivales. En este sentido, ANS pertenece ambientalmente a la Puna Salada (sensuTroll 1958) la cual tiene la particularidad de contar con la menor productividad primaria neta de toda la Puna (Fig. 1).
Las investigaciones arqueológicas sistemáticas en ANS se iniciaron en el año 1983 (a cargo de Carlos A. Aschero y Daniel Olivera), y la detección del sitio en 1999 resultó de un plan de prospecciones tendiente a ampliar la base de datos sobre sitios pertenecientes al Holoceno temprano y medio inicial en la citada microrregión (sensuAschero 1988), en particular en el sector Este de la misma.
Peñas de las Trampas 1.1 consiste en un alero de grandes dimensiones ubicado en el extremo Este de un farallón de ignimbrita (Fig. 2a). Tiene 23m de frente y una profundidad máxima de 10m. Dicho frente o boca del alero se orienta hacia el Este, contando con una superficie cubierta aproximada de 140m2, aunque la misma no es totalmente apta para su ocupación debido a la presencia de grandes e irregulares bloques desprendidos del techo por derrumbes. Dentro del espacio bajo reparo fueron detectadas dos estructuras funerarias, que cuentan con enterratorios secundarios múltiples (Fig. 2b). Se trata de dos estructuras de cavado revestidas con gramíneas (Fig. 3), y cuya confección se asocia a dos dataciones de ca. 8400 y 8200 años AP, respectivamente (Martínez 2012, 2014). Estas estructuras están separadas dentro del alero, pero son cuasi sincrónicas, registrándose como acompañamiento un gran número de elementos culturales junto a restos óseos humanos pertenecientes a seis individuos (tres en cada estructura, aunque no están representadas todas las partes esqueletarias). Las cronologías obtenidas por radiocarbono para todos los individuos se acotan al rango ca. 8230-8000 años AP, a partir de las cuales se plantea una práctica funeraria singular que consistía en depositar y remover en forma secuenciada distintas partes óseas de los individuos –en su mayoría neonatos e infantes– en ambas estructuras (Martínez & Aschero 2005; Martínez et al. 2007; Martínez 2012, 2014). Para el caso particular de PT1.1, queda pendiente definir qué factores ocasionaron la muerte de estos individuos de baja edad dentro de este breve lapso, donde es probable una correlación con cambios paleoclimáticos registrados para este momento cercano al inicio del Holoceno medio, en un marco de creciente desertización para toda la Puna (Tchilinguirian 2009). Estos hallazgos permitieron empezar a explorar la dimensión social y simbólica que subyace en este tipo de prácticas mortuorias antiguas llevadas a cabo por las sociedades cazadoras puneñas. Este tipo de culto puede ser visto como un probable indicador de una temprana circunscripción espacial o territorialidad, donde los muertos, como ancestros, garantizan derechos sobre accesos a recursos para ciertos grupos, líneas de parentesco o linajes (Aschero 2007).
Las tecnofacturas del acompañamiento reflejan una gran complejidad artesanal. Se trata de cordeles de color rojizo y mallas elaborados con Acrocomia aculeata (proveniente de los bosques de Yungas) (Rodríguez & Aschero 2005), elementos plumarios, cueros gamuzados y pintados, cuentas de collar de semillas, cuyas materias primas son en la mayoría de los casos de origen extra-puneño. Es notoria la presencia de materias primas alóctonas procedentes del área valliserrana, de Yungas, del Bosque Chaqueño e incluso de la costa del océano Pacífico (valvas de moluscos marinos usadas como cuentas de collar). Todo esto alude a la existencia de tempranos mecanismos de interacción a una escala suprarregional dentro de los Andes Centro-Sur.
La muestra textil: presentación sintética de la materialidad y propuesta de clasificación
Desde una perspectiva estructural (Emery [1966] 2009) se puede clasificar a las evidencias textiles recuperadas en los contextos mencionados en dos grandes grupos. Por una parte, discriminamos el conjunto integrado por los elementos de cordelería logrados por torsiones sucesivas y, por el otro, a las estructuras textiles per se.
En el primer caso, un cordel puede ser definido como un agregado continuo de fibras de longitud limitada que han sido previamente obtenidas, seleccionadas y procesadas, para ser finalmente torsionadas de forma conjunta. Esta unidad material (cordel) tendrá una determinada dirección de torsión, longitud, diámetro, medida de tensión, y otras diversas variables/atributos de construcción, según sean los fines tecnológicos, estéticos, funcionales, de confort y/o de performance, etc. que se requieran/busquen para la producción textil. Estos elementos pueden ser confeccionados con el fin de ser usados de forma independiente, o bien con el objetivo de integrarlos luego como partes constituyentes de estructuras textiles, al interactuar de formas diversas con otros elementos, análogos (o no), en la nueva composición estructural.
En segundo lugar entonces, discriminamos a las estructuras textiles propiamente dichas, es decir aquellas conformadas por uno o más elementos, o grupos/series de elementos flexibles, los que se integran entre sí a partir de diversas formas de interacción. Así, y siguiendo un criterio de clasificación estructural, que parte de identificar el número de elementos textiles presentes (es decir: ¿cuántos?) y el modo (es decir: ¿cómo?) en que éstos interactúan para conformar la estructura, diferenciamos dos tipos principales de construcciones en la muestra bajo estudio: 1) mallas vegetales y 2) artefactos plumarios.
La distribución espacial del conjunto textil así organizado, según la unidad funeraria de procedencia, se sintetiza en la Tabla 1 en donde, tanto para los elementos de cordelería como para las estructuras se consigna la cantidad (n) de ítems/fragmentos recuperados. En segundo lugar, como parámetro estimativo y, a la vez, comparativo de su magnitud de representación, en el caso de los cordeles y los artefactos plumarios se presenta el valor numérico resultante de la suma de sus longitudes individuales (L: longitud acumulada total) mientras que para las estructuras de mallas vegetales se calculó el área (A: área) o superficie total que cubren todos los fragmentos conservados de cada tipo.
A continuación, analizamos la muestra en detalle, de acuerdo con los criterios clasificatorios antes explicitados.
Análisis técnico estructural, abordaje formal-funcional y antecedentes
El conjunto de cordelería
Acerca del procedimiento de elaboración de cordeles vegetales con fibras semirrígidas como las aquí analizadas, existe una tradición muy difundida entre las poblaciones indígenas del área oriental o Amazónica y de zonas ribereñas como el Gran Chaco, que consiste en el torsionado manual (sin huso) de las fibras por frotación, usando la palma de la mano sobre la pierna (Millán de Palavecino 1973; Arenas 2003; Roquero 2006; entre otros)[1]. Relata von Kochitzky (1992, p. 29) que, luego de colocar el manojo de fibras en el sector de muslo: “Con la mano derecha se tuerce, primero, la mitad de las fibras, en dirección contraria al cuerpo. Después de hacerlo también con la segunda mitad se puede, con un movimiento hacia el cuerpo, retorcer las dos partes juntas”. Los diferentes sentidos de estos movimientos sucesivos (contra y hacia el cuerpo), determinan que los cordeles elaborados presenten una primera torsión en dirección derecha (S) y una retorsión final, o visible, en sentido izquierdo (Z).
La Tabla 2 presenta de forma detallada el conjunto de elementos de cordelería vegetal analizados, discriminados primeramente de acuerdo con su asociación a cada uno de los dos depósitos funerarios. El criterio de clasificación seguido a continuación corresponde al número total de cabos o hebras, o mínima unidad de torsión conjunta de fibras que pudo identificarse, seguido de la dirección final de torsión, o dirección visible: ya sea hacia la izquierda (Z) o hacia la derecha (S). Finalmente, los ejemplares se agruparon tentativamente en diferentes “Tipos”, según la regularidad –o diversidad– registrada en los demás atributos de construcción: el diámetro y las variables asociadas a la tensión de la torsión, es decir, ángulo medido y número de segmentos o torsiones por unidad de medida lineal (cm). Para efectuar estas descripciones y mediciones de la cordelería se siguieron los criterios generales propuestos por Emery ([1966] 2009) y Hurley (1979); de acuerdo con algunas modificaciones propias (López Campeny 2000).
Sobre la base de lo relevado podemos concluir, en primer lugar, que el conjunto de cordelería asociado a la estructura funeraria 1 (en adelante EF1) es el que presenta la mayor frecuencia de hallazgos (n) y uniformidad tecnológica, en términos comparativos con la estructura funeraria 2 (en adelante EF2). Se destaca especialmente un lote (Tipo a) conformado por 60 ejemplares[2], formados por 4 cabos con primera torsión (To) en Z, que han sido plegados (Pl), de a pares, en idéntica dirección (Z) y finalmente retorsionados (Re) de forma conjunta en sentido final inverso (S). Al respecto, no es una situación frecuente identificar direcciones sucesivas de torsión que sean idénticas (no inversas), pero se han documentado otros casos arqueológicos, aunque en proporciones menores al 2 % (cfr. Dransart, 2002: Tabla 8.1, p. 209). Por otro lado, si bien la medida del diámetro entre los elementos que conforman este conjunto muestra cierta variación (1,5 a 0,76 mm), el hecho de que los cordeles comparten los mismos valores de tensión y, principalmente, una notable coloración rojiza artificial (Color Munsell: 10 R 4/8), nos permite proponerlos como un grupo con cierta unidad (Fig. 4). Esta interpretación se sostiene además en su recuperación como un conjunto espacialmente asociado en el contexto de depositación.
En el caso de la EF2, únicamente dos ejemplares (Tipo d) muestran las mismas direcciones sucesivas de torsión que el lote de cordeles rojos (Tipo a), aunque se diferencian de estos últimos por la ausencia de la notable pigmentación y porque presentan valores menores de tensión. La muestra restante de la EF2 exhibe siempre direcciones finales de torsión izquierda (Z), tanto para los ejemplares de 2 como de 4 cabos, y en todos los casos las direcciones sucesivas de torsión registradas son inversas entre sí.
En términos de la muestra total (nº de casos), la tendencia observada en el conjunto es un predominio de la dirección final (S), lo que está determinado por el lote numeroso (n= 60) de cordeles rojos que conforman el 66 % del total de cordelería. Asimismo, es posible concluir que la dirección final (S) sólo está representada en cordeles de 4 cabos que presentan retorsión. Pero, si en cambio se tienen en cuenta los diferentes Tipos de cordeles, discriminados como unidades, y se consideran además a los que conforman las estructuras o piezas textiles (Tablas 3a y 3b), se puede concluir, por el contrario, que existe un claro predominio de la dirección final (Z) en la muestra. Esto último confiere mayor unidad y diferenciación al lote de cordeles rojos (a), que exhiben una dirección final (S) y sentidos idénticos de primera torsión y plegado (Z). Pero volveremos en detalle sobre este conjunto más adelante, cuando analicemos el aspecto de su particular coloración.
En cuanto a los demás atributos constructivos, no podemos dejar de destacar que, más allá de las leves diferencias tecnológicas de construcción que nos permitieron integrar a los cordeles en diferentes Tipos, la muestra en su conjunto exhibe una notable homogeneidad. En este sentido se trata de ejemplares que mayoritariamente (98 %) pueden ser descritos como “muy delgados y ajustados”, en lo que a las medidas de diámetro y tensión se refieren. En el caso de la primera variable, los ítems no alcanzan los 2 mm de espesor, salvo en un caso registrado para la EF2 (Tipo k). Este último fragmento de cordel ha sido relacionado, por su valor levemente más elevado de diámetro, con el elemento sostén –o cuerda guía– que conforma la estructura de suspensión en los artefactos plumarios. En el caso de la EF1, contamos con un solo cordel que presenta un diámetro notablemente mayor al resto de la muestra (Tipo c, Fig. 5a). En cuanto al ajuste de la torsión, se registran valores altos, tanto para los ángulos, como en el número de torsiones por cm, lo que se traduce en una muestra integrada por cordeles de tensión ajustada y muy ajustada.
Sobre la base de lo anterior, y desde un punto de vista formal funcional, interpretamos que una porción de la muestra corresponde a cordeles que formaron parte de estructuras textiles (Tipo i, Fig. 5b; Tipo k), mientras que otros podrían haber sido elaborados con el fin de integrarse luego a ellas. Otra alternativa posible es que los elementos más delgados se usaran para enhebrar cuentas, sobre todo si se tiene en cuenta el hallazgo, en los mismos contextos, de este tipo de ítems, elaborados con semillas/ frutos no disponibles en el ambiente próximo y valvas de moluscos posiblemente de origen marino (Martínez 2014). Esto podría ser una función especialmente sugerente para el conjunto de cordeles pigmentados (Fig. 4). Por otra parte, en contextos funerarios de la tradición Chinchorro (ca. 4000 años AP) es frecuente que los cuerpos porten “cintillos cefálicos” que consisten en cordeles muy delgados –muchas veces coloreados– dispuestos de forma circular, en sucesivas vueltas sobre la cabeza y en el sector de la frente (Arriaza & Standen 2009). El cordel de mayor grosor (Tipo c, Fig. 5a), por su parte, podría haber conformado un elemento independiente (por ejemplo: cuerda o soga), o bien ser parte de una correa para bolsa[3].
Las estructuras textiles
Mallas vegetales
Los cuatro fragmentos recuperados corresponden al grupo de estructuras conformadas por un elemento individual y de longitud limitada (single element, Emery [1966] 2009, p. 30), que se repite en sucesión continua y que son más comúnmente conocidas como estructuras de mallas y redes (mesh fabrics, Seiler-Baldinger 1994, p. 7). Debido a que la longitud del elemento textil es necesariamente limitada, éste continuamente debe extenderse mediante la adición de nuevos tramos hilados, a medida que se va conformando la malla. Para lograr estas uniones los extremos que se empalman generalmente no se anudan, sino que se retorsionan juntos sin que se note la unión, de forma tal que en el producto final da la impresión de tratarse de un hilo único e ilimitado (von Kochitzky 1992, p. 39). En cuanto a su elaboración, este tipo de estructuras pueden construirse usando sólo los dedos, o bien pueden emplearse implementos que funcionen como agujas[4] (con ojo) o lanzaderas (en las que se enrolla el cordel), fundamentalmente cuando los hilos son de gran longitud, lo que a su vez dependerá de los requerimientos de tamaño de la malla. Además, tiras angostas conformadas con hojas u otro material se suelen emplear para medir la regularidad de las hileras de la estructura, y también marcos bastidores y palillos (Millán de Palavecino 1960, 1973; von Kochitzky 1992; Seiler-Baldinger 1994).
Las Tablas 3a y 3b sintetizan una serie de atributos dimensionales y tecnológicos presentados por los textiles identificados como mallas vegetales. En cuanto a su integridad, en todos los casos se trata de piezas fragmentarias, que además no han conservado porciones de bordes, inicios ni terminaciones y que, como puede notarse en las tablas, presentan muy reducidas dimensiones.
Los cuatro fragmentos recuperados se pueden clasificar, a su vez, dentro del subgrupo de estructuras de malla logradas por enlazado en espiral o bucle (looping). Un bucle (loop) se obtiene cuando el hilo se dobla sobre sí mismo para dejar una abertura entre los cabos por la que puede pasar otro tramo del hilo. En este tipo de estructura ambas caras son idénticas, es decir que no se distingue un anverso de un reverso de la pieza (Seiler-Baldinger1994; Emery [1966] 2009).
En el primer tipo de malla (Malla 1) la variante corresponde a lo que se conoce como enlazado simple, sin torsión (para otros términos usados de forma equivalente ver la Tabla 3a). Para lograr esta estructura el hilo se une a la malla de la fila anterior y forma un bucle al cruzarse consigo mismo, moviéndose en dirección derecha o izquierda. Está representada por un único fragmento procedente de la EF1 (Fig. 6) en el que la dirección de confección o cruce observada es idéntica en todas las filas (de izquierda a derecha o S), por lo que puede inferirse que la ejecución de la pieza ha sido siguiendo una trayectoria de forma espiral (vuelta y vuelta). La malla es abierta y muy fina debido al escaso diámetro del hilo, además, debido al tipo de enlace, su trama es bastante elástica. El fragmento presenta una mancha de coloración rojiza tenue, en un pequeño sector, de distribución discontinua y sin patrón claro, por lo que parece ser el producto del contacto entre la malla y algún material con propiedades pigmentarias (Fig. 6a).
El segundo tipo de malla (Malla 2) corresponde a la variante de enlazado con torsión (para otros términos usados de forma equivalente ver la 3b). En este caso el lazo se formó por la adición de una torsión o un giro del elemento sobre sí mismo, por lo que el bucle es más alargado y la puntada más firme que en el enlazado simple. Los casos identificados corresponden a dos fragmentos recuperados en la EF1 y un tercero, de muy reducidas dimensiones, asociado a la EF2 (Fig. 7). La dirección de confección observada es también idéntica en todas las filas (S) en los tres fragmentos, por lo que la elaboración tuvo que ser igualmente de forma espiral en todos ellos. La malla presenta cierta elasticidad y es más abierta que en el caso anterior por el agregado de la torsión en el lazo, lo que se traduce en un porcentaje de cobertura y un peso por unidad de medida (g/m2) notablemente menores que en la denominada Malla 1 (Tabla 3b).
Ahora bien, más allá de las claras diferencias estructurales que existen entre los dos tipos de enlazado registrados, es destacable que los elementos (cordeles) que conforman ambos tipos de mallas presentan una gran uniformidad en la mayoría de sus atributos técnicos de elaboración tales como: número de cabos, diámetro, direcciones sucesivas de torsión y tensión de la torsión (ángulo y segmentos por cm), lo que habla de una cierta estandarización o alta regularidad en el producto hilado obtenido.
Por otro lado, una aproximación desde un punto de vista formal y/o funcional se ve limitado por las reducidas dimensiones de los fragmentos, sumado a la ausencia de sectores de borde, inicios o terminaciones. A partir de la observación de una dirección de trabajo idéntica en las sucesivas hileras, es posible inferir la elaboración de piezas de forma cónica, tubular o, bien, circular plana. Esto permite plantear la posibilidad que se trate de fragmentos correspondientes a contenedores, ya que una cualidad de las mallas enlazadas, de tramas abiertas, es su gran elasticidad. En cuanto al número de piezas, y a la posibilidad de que cada tipo de enlazado correspondiera a una independiente (en el caso de la EF1), es importante considerar que entre las bolsas recuperadas en el sitio Inca Cueva 7 (Jujuy) se registra el uso combinado de ambos puntos de enlazado en un mismo contenedor, los que se diferencian por sectores: se emplea el enlazado simple en el inicio y primeras hileras y luego se cambia por enlazado con torsión hasta el final (Aguerre et al. 1973, p. 207). Esta práctica de combinar diferentes técnicas de malla, en distintos sectores de una misma pieza, se registra aún en la actualidad entre los grupos Wichí/Mataco(von Kochitzky 1992).
Otros referentes arqueológicos posibles, además de bolsas, corresponden a gorros (de tipo “cofias”), piezas también de forma tubular y/o circular, que han sido elaboradas con técnica de mallas (cfr. Aguerre et al. 1973; Rolandi 1973). Por el contario, las estructuras de malla asociadas a piezas de vestimenta, como camisas o chalecos (cotas de malla), suelen tener un entramado más cerrado que el de las piezas aquí analizadas, producto del uso de otras técnicas (por ejemplo: enlazado en cordón: von Kochitzky 1992, p. 45). La característica de una estructura de malla más apretada y, a la vez, más resistente que las logradas por técnicas de enlace simple, son muy valoradas entre las poblaciones Wichí/Mataco, en relación con su capacidad para proteger el cuerpo de diversas lesiones y peligros (camisa-coraza, en términos de Millán de Palavecino 1973, p. 74) como las espinas del bosque y los ataques enemigos:
“Los varones llevan…un camisón o cota de malla… muy bien tejidas por las chinas… que fabrican con la fibra del chaguar… En cualquier caso, estas cotas son no sólo una prenda de ropa sino un arma defensiva en la que se embota la flecha más enérgicamente disparada y aún el golpe de lanza con punta de madera endurecida, asestado cuerpo a cuerpo.” (Baldrich 1889, p. 220, en von Kochitzky 1992, pp. 71-72).
Finalmente, y volviendo a los contenedores de malla, bolsas de todo tipo se emplean, entre las poblaciones de tierras bajas orientales, para transportar, guardar, almacenar y recolectar diferentes tipos de productos. Éstas suelen ser “… tan elásticas que, según el contenido, una pequeña bolsa puede adquirir un tamaño extraordinario, sin perder el ajuste necesario para que los objetos no se pierdan” (Pelleschi 1897, p. 213, en von Kochitzky 1992, p. 39).Y en relación a la identificación de la mancha rojiza en el fragmento de malla 1, es importante mencionar que bolsas de malla estrecha se usan entre mujeres Wichí/Mataco para recolectar arcilla y elementos pequeños (ibíd.: 71; Millán de Palavecino 1973, p. 67), y que es frecuente que fragmentos de telas de mallas se reciclen para otros usos como, por ejemplo, colar arcilla (ibíd.: 69).
Asimismo, y si consideramos el contexto de recuperación de las piezas, es sugerente destacar que se cuenta con datos etnográficos que documentan el uso de las bolsas de malla vegetal –del mismo tipo de las empleadas para transporte de diversos ítems– como contenedores funerarios (Métraux 1929; Palavecino 1944; von Kochitzky 1992). Sobre esta práctica se describen dos modalidades estacionales. En el caso de producirse la muerte en el invierno, y debido a la dureza del suelo, los cuerpos se cuelgan de los árboles, en el interior de bolsas, para que se sequen protegidos de los animales. Luego, en el verano siguiente se pueden enterrar las partes no descompuestas, o bien, todo el cuerpo se coloca en el interior de la bolsa que se entierra también, si la muerte se produce en esa estación (von Kochitzky 1992, p. 63).
Artefactos plumarios
A diferencia de las mallas, de composición íntegramente vegetal, se conjuga en la conformación estructural de estas piezas el uso de materias textiles tanto de naturaleza vegetal como animal. En el último caso los soportes usados corresponden a fibras externas (plumas) y a fibras internas (tejido conectivo: tendón). En el caso del tejido conectivo esta materia prima no ha sido, hasta ahora, identificada de forma específica (Fig. 8, 9, 10, 11).
A partir de la observación de los extremos de los cordeles (vegetal y tendón) puede concluirse que todos los elementos plumarios recuperados son fragmentarios (Tabla 4). Sin embargo, es importante destacar la identificación de un total de tres nudos (ver a continuación), ubicados en los extremos de dos de los fragmentos recuperados en la EF2, los que podrían estar señalando sectores de terminación o bordes de las piezas (Figs. 9 y 11).
En cuanto a la estructura textil de conformación, los fragmentos procedentes de ambas unidades funerarias presentan aspectos generales compartidos y también algunas leves diferencias. En todos los fragmentos plumarios el cálamo, o parte inferior de cada pluma, ha sido curvado sobre sí en su sector basal y luego “montado” sobre un cordel de fibra vegetal, el que hace las veces de elemento principal o sostén estructural (Tabla 4, Fig. 9a). De este modo, de un lado de la pieza (reverso) se ubican todas las bases dobladas y del otro (anverso), las plumas quedan suspendidas en su mayor longitud (por el sector de estandarte o vexilo). Para asegurar las bases de las plumas al cordel vegetal, se empleó un segundo elemento textil conformado por un cordel de tendón (Fig. 9b). Éste se encuentra orientado en un plano paralelo al cordel vegetal y, por ende, perpendicular al eje o raquis de las plumas. El cordel de tendón conforma un torsionado de tramas (weft twining, Seiler-Baldinger 1994, p. 61), de fila única o individual, con dirección de torsión idéntica (Z) en los seis fragmentos. Las tramas se entrecruzan encerrando, en cada torsión o cruce de cabos, los cálamos plegados sobre el cordel vegetal principal y el raquis correspondiente (Fig. 10). Los vástagos de las plumas funcionan a modo de elementos de urdimbre fijos, que quedan encerrados por el torsionado de tramas. Esta es la forma de interacción principal que se observa en los seis fragmentos plumarios, entre los tres elementos textiles: cordel vegetal, plumas y cordel de tendón. Las diferencias que pudimos identificar sobre este patrón en común corresponden a dos variantes, dependiendo de si el cordel de tendón encierra las plumas como elementos individuales (un cálamo más un raquis, es el caso de los fragmentos: 1, 2, 3 y 4) o las toma de a pares (dos cálamos y dos raquis, para los fragmentos 5 y 6).
Desde este punto de vista estructural, las piezas plumarias de Antofagasta de la Sierra presentan semejanzas con las técnicas usadas entre poblaciones Tupí Guaraníes para asegurar las plumas al conformar diversos ornamentos plumarios (Métraux 1928, p. 132, fig.10). Ejemplares etnográficos similares –en términos formales y constructivos– a los aquí presentados, se han relevado entre las colecciones del Museo Folklórico Provincial Gral. Manuel Belgrano, Ente Cultural Tucumán (Fig. 12), sito en San Miguel de Tucumán y en el Museo Etnográfico A. Barbero, en Asunción, Paraguay (Pusineri 1989, Lam. 32: “En un cordoncillo de caraguatá se enlazan cada cañón de las plumas de avestruz”). En ambos casos, corresponden a materiales asociados con pueblos indígenas de la gran área del Chaco, lo que nuevamente traza vínculos con tradiciones textiles de las áreas orientales.
Al igual que ocurre con las mallas, la condición fragmentaria de estos elementos textiles, sumada al hecho de que no presentaban una asociación anatómica a los cuerpos, dificulta una asignación funcional clara. Sólo es posible plantear –al menos de modo tentativo– que, en base a su morfología general y, especialmente a la presencia del cordón vegetal, podrían haber formado parte de algún tipo de aditamento/complemento (¿corporal?) que se usara sujetándose por medio de una atadura. En el caso específico del fragmento nº 3, se observó que el cordel vegetal se extiende por poco más de 3 cm luego de que la sucesión de plumas presenta un nudo final en el entramado de tendón, dando mayor sustento a la posibilidad de que este segmento vegetal haya funcionado como un elemento de sujeción para el uso colgante de la pieza plumaria.
Si nos apoyamos nuevamente en la información histórica y etnográfica, el panorama muestra que los adornos plumarios se relacionan, en numerosas comunidades del área oriental, con un poderoso lenguaje socio-ceremonial: las plumas integran atavíos de distinción jerárquica, como por ejemplo en los penachos que portan algunos caciques o “brujos” y también se emplean como ornamentos con fines de distinción identitaria formando collares, brazaletes, entre otros aditamentos (Métraux 1928; Millán de Palavecino 1973; Paucke 2010). Dice respecto de su uso Millán de Palavecino (1973, pp. 73-74): “Las plumas de avestruz, puestas en hilera sujeta mediante un cordel de fibra al que están amarradas hoy es de uso exclusivo del brujo en un área restringida del Pilcomayo. Como vestimenta se usó como pollerín o como especie de capa cubriendo el torso y el pecho. Fue adorno personal para determinadas ocasiones”.
Particularmente, las polleras elaboradas con plumas de ñandú constituyen un atuendo que se ciñen los hombres durante las danzas ceremoniales realizadas en ocasión de la conclusión de la fiesta iniciática. La danza interpreta una competencia de los "canilleros", buenos caminantes, buenos corredores de campo y, por ende, buenos cazadores. Es que, a través de la mitología, el suri/ñandú, como ave corredora, identifica al cazador (Pusineri 1989). También en relación con el ámbito masculino y con las actividades de caza se registran entre poblaciones Wichí/Mataco el empleo de “disfraces” elaborados con plumas de ñandú “sujetas con hilos de chaguar”, durante la actividad de caza de estas aves (von Kochitzky 1992, p. 65). Asimismo, entre estas poblaciones se atribuye al suri/ñandú una cualidad particular, la rapidez, atributo que representa una gran ventaja para quienes practican la caza y la guerra. Así, el motivo textil llamado “lomo de ñandú” sobre una cota de malla transfiere, a quien la porta, la capacidad de ser veloz y evitar las flechas enemigas, y también protege al grupo (ibíd., p.72, 74).
Nudos
Finalmente, debemos mencionar que se han identificado un total de cinco nudos en relación con tramos tanto de elementos de cordelería independientes, como a otros que forman parte de estructuras textiles; en todos los casos en asociación a ítems de la EF2. Estos nudos pueden clasificarse en tres tipos, de acuerdo con su función o finalidad primaria: a) de unión, b) de empalme y c) de tope.
a) Se trata de un nudo de unión localizado en los tramos internos de dos cordeles idénticos (Tipo e, Tabla 1). Su morfología (Fig. 13a-d) no ha podido ser homologada con un tipo/nombre específico, aunque muestra cierta similitud con algunos de los nudos fijos (fixed knots) usados para la confección de redes [sheet bend or weaver’s knot; fishnet knot, Emery ([1966] 2009), pp. 38-39; Seiler-Beldinger (1994, p. 22)]. Sin embargo, debido a que se trata de un nudo individual, no es posible aseverar que los cordeles hayan sido parte de una estructura anudada mayor.
b) Si bien la acción de empalmar implica unir, usamos aquí el término de forma más restringida para aludir a la unión del sector terminal, o extremos de dos cordeles, con el fin de lograr un elemento de mayor longitud. Un nudo de empalme ha sido identificado sobre un tramo del cordel de tendón perteneciente al fragmento plumario nº 5 (Figs. 10 y 13e), localizado en el reverso de la pieza. Puede ser descrito como un nudo sencillo o medio nudo [simple knot or half hitch, Emery ([1966] 2009, pp. 34-35)], pero que ha sido realizado tomando a la vez los dos extremos que se unen, y anudándolos de forma doble (binder’s knot).
c) Los tres casos restantes corresponden a nudos de tope, es decir, que han sido realizados en los extremos del cordel, con el fin de evitar que se desarme o deshilache. En todos los casos corresponden a nudos sencillos o medios nudos. Uno se encuentra ubicado en un extremo del cordel de tendón del fragmento plumario nº 3 y los otros dos en ambos tramos finales del cordel vegetal y animal que conforman el fragmento nº 6. Como hemos anticipado, es posible que estos nudos estén señalando sectores terminales de las piezas (Figs. 9, 11 y 13f).
Identificación taxonómica y análisis composicional químico de las fibras
La materia prima vegetal. Metodología y resultados de su identificación taxonómica
Para determinar taxonómicamente el material vegetal utilizado en la confección textil se analizaron muestras de fibras procedentes de las estructuras de mallas y de otros cordeles independientes (ver detalle en Tabla 5).
En cuanto a la metodología, la identificación del material arqueobotánico se realizó por comparación anatómica con material actual de referencia. Para llevar a cabo este análisis comparativo se procedió previamente del siguiente modo: se incluyeron en parafina pequeños trozos del material arqueológico y luego se cortaron con ULTRACUT E Reichert Jung. Se obtuvieron de este modo secciones muy delgadas, de 1µ en dirección transversal, las que luego se colorearon con safranina fast-green. Los cortes obtenidos fueron observados y fotografiados con microscopio óptico Zeiss Axioplan[5].
De acuerdo con el análisis realizado a nivel microscópico, se concluyó que el material arqueobotánico corresponde a haces vasculares foliares de la especie Acrocomia aculeata (Jacq.) Lodd. Ex Mart., familia Arecaceae (palmeras), cuyos nombres vernaculares son “chunta” o “chonta”. El material actual examinado corresponde a Acrocomia chunta Covas & Ragonese procedente de Argentina, Salta, Dpto. Orán, Pedregosa, ruta 50, entre Aguas Blancas y Río Pescado, 11-V-1971, Krapovickas, Mroginski & Fernández 19572 (SI).
Las seis muestras analizadas (Tabla 5) comparten los siguientes caracteres, observados en corte transversal, correspondientes al mencionado taxón: tejidos vasculares rodeados por dos vainas; la más externa es parenquimatosa y no contiene cloroplastos. Estas células se distinguen de las adyacentes correspondientes al mesófilo (Tomlinson 1961). En los haces vasculares de mayor tamaño, como el utilizado en este caso, esta capa es incompleta y muchas veces está interrumpida por fibras. La vaina más interna está muchas veces esclerosada, frecuentemente multiseriada y rodeada de tejidos vasculares. El xilema, situado adaxialmente, incluye abundante parénquima xilemático; sus células son elongadas, a menudo esclerosadas. El floema, situado abaxialmente, presenta células acompañantes y células parenquimáticas. Estos tejidos vasculares están acompañados por paquetes de fibras perifloemáticas con paredes ornamentadas y fibras con paredes gruesas (Fig. 14 a-d).
El hábito, status, distribución y sinónimos de esta especie se indican en la Tabla 6, de acuerdo con el Catálogo de las Plantas Vasculares del Cono Sur (Zuloaga et al. 2008).
El área más próxima al sitio en estudio, en donde crece actualmente Acrocomia aculeata, está situada en las proximidades de los ríos Tarija y Pescado, en el Departamento de Orán (Salta), cerca del límite entre Argentina y Bolivia (Covas & Ragonese 1941; Boelcke 1986). Por el momento, se asume que la distribución geográfica de esta especie durante el Holoceno temprano y medio coincide con la actual, ya que no hay datos paleoambientales que indiquen cambios en este aspecto (Rodríguez & Aschero 2007). Esto implica que se trata de un recurso textil procedente de un área distante a unos aproximadamente 600 km de distancia mínima, en relación con su lugar de recuperación.
Por último queremos destacar que, con respecto al conjunto homogéneo de cordeles con intensa coloración rojiza y retorsión final en S (Tipo a, Tabla 2) y otros elementos de cordelería procedentes de la estructura funeraria 1, realizamos una serie de análisis con el fin de identificar taxonómicamente las fibras, cuyos resultados se dieron a conocer previamente (Rodríguez & Aschero 2005). Es interesante aclarar que coinciden en ambos casos en cuanto al taxón identificado para la elaboración de estos textiles (Acrocomia aculeata). Por lo tanto, podemos concluir que la muestra presenta una gran uniformidad y alta selectividad en el uso de una misma materia prima vegetal como sustancia soporte para la confección textil, tanto de cordeles como de estructuras.
La materia prima vegetal. Sobre la adición del color en los cordeles
Como mencionamos, un conjunto numeroso de cordeles (Tipo a), integrado originalmente por un poco más de 60 ítems, exhibe una intensa coloración rojiza (10 R 4/8). La observación –a distintos aumentos– con el empleo de lupa binocular permitió observar, en primer término, que este color presentaba una distribución uniforme sobre la superficie del cordel la que, sin embargo, se tornaba discontinua al aflojar las sucesivas torsiones, ya que se observaba una secuencia de segmentos de la fibra que no estaban coloreados (Fig. 4 der.). Esto permitió inferir que los cordeles habían adquirido esta coloración luego de terminados, es decir, luego de efectuada la última retorsión y no en etapas previas de su confección. Lo anterior es coincidente con lo que se registra a nivel etnográfico, ya que “…se tiñe el hilo terminado, para evitar que se pierda el color de la fibra durante el proceso de hilado que implica frotamiento” (von Kochitzky 1992, p. 29). En segundo lugar, la observación de las fibras vegetales al microscopio óptico mostró una coloración superficial, es decir, que no se observaba una penetración del color a nivel de la estructura (Fig. 15 a-d). Esta segunda característica permite deducir, con altas probabilidades, que la modificación del color natural se habría logrado por frotado de sustancias pigmentarias en las fibras vegetales, y no a consecuencia de procesos de tinción que implican la unión del tinte/colorante y otros elementos auxiliares a la estructura química de la fibra, al aplicarse en un medio acuoso (Babot et al. 2006; Roquero 2006). Ambas inferencias, que nos remiten a prácticas y procesos culturales implicados en la adición del color a los cordeles, se sostienen sobre la base de análisis químicos complementarios.
En este sentido, se realizaron estudios de caracterización química, mediante la aplicación de la técnica de Emisión de Rayos X inducidos por partículas (Particle Induced X-ray Emission Spectroscopy) o PIXE, a una muestra textil procedente de nueve sitios arqueológicos de ANS, cuya ocupación cubre una cronología extensa (entre ca. 8400 años AP y momentos coloniales-republicanos, ca. 200 años AP) e incluye contextos de asociación variables: depósitos funerarios de características diversas, áreas residenciales, contextos de descarte y depósitos intencionales de posible significancia ritual (López Campeny et al. 2018). Esta indagación particular se propuso dar continuidad a una serie de estudios previos que, mediante otras técnicas analíticas, vienen planteando un análisis integral sobre las fuentes potenciales del color y aditivos usados en la limpieza, fijado de tintes y modificación del color, su composición y los procesos implicados en su agregado a diversos soportes textiles, así como sus continuidades y cambios en el largo plazo (Babot et al. 2006, 2010; Babot & Apella 2018).
La muestra bajo análisis por técnica de PIXE incluyó dos cordeles de fibra vegetal procedentes del sitio PT1.1. El primero de ellos no mostraba evidencias de coloración artificial (EF2, Capa 3 3º) y se tomó como muestra testigo y control de referencia composicional. El segundo correspondió a un cordel del aquí llamado Tipo a (Nº 9/11 a), con claras evidencias de alteración de su color natural. Los elementos químicos identificados en las muestras (n= 20) se cuantificaron en términos de concentración (ppm) y se obtuvieron los correspondientes espectros PIXE, en los que el diagrama resultante en cada caso es el resultado de la composición promedio. Ahora bien, los resultados que aquí nos interesan remarcar, de forma muy sintética, son los que se desprenden de la comparación específica entre los espectros composicionales de ambos cordeles del sitio en estudio (M1 y M5 respectivamente en el trabajo citado). En el diagrama (Fig.16) puede observarse que las líneas que corresponden al hierro (Fe) es donde se observan las principales diferencias de composición entre ambos cordeles, por lo que se concluyó que el empleo de compuestos inorgánicos de Fe, como material cromóforo o pigmento, podría ser el causante de la coloración roja observada en este cordel (López Campeny et al. 2018). Al respecto, Babot & Apella (2018, pp. 324-325) mencionan, entre los recursos locales que conforman fuentes alternativas de pigmento rojo, a las arcillas ferruginosas y minerales de hierro rojizos (p.e. hematita, limonita), que se habrían empleado combinados con algún elemento ligante, como por ejemplo grasa animal y un diluyente como el agua. En cuanto al procedimiento de coloración, implicaría una pigmentación superficial de la materia textil. Esto último es coincidente con el patrón de distribución del color observado en las fibras a nivel microscópico y ha sido confirmado también a partir de los análisis químicos previos, en los que se aplicaron técnicas de caracterización complementarias (Babot et al. 2006; López Campeny et al. 2018).
La materia prima animal (plumas). Metodología y resultados de su identificación taxonómica
La presencia de plumas es, en sí misma, un rasgo definitorio, exclusivo de la clase taxonómica aves (López-Albors et al. 1999). Estos autores proponen que, tanto por su compleja estructura, como por la variedad de tipos y formas, el estudio anatómico de las plumas constituye uno de los apartados más complejos. No obstante, las numerosas muestras de plumas recuperadas en las estructuras funerarias de PT1.1 fueron asignadas a la Familia Rheidae, específicamente a Rhea pennata garleppi(Chubb 1913) un tipo de ave no voladora típica de la Puna argentina (nombre común: ñandú de la Puna). Esta asignación se basa en la comparación de diferentes tipos de aves propias de la ecorregión Puna y en el análisis estructural de las barbas, bárbulas y barbillas de los estandartes de las plumas, los cuales tienen en general una muy baja cohesión y rigidez (Diego Ortiz 2018, comunicación personal).
Los hallazgos textiles del sitio PT1.1 en escala temporal y espacial
La dimensión temporal: correlaciones arqueológicas y tradiciones textiles en Sud América
La Tabla 7 presenta de manera sintética un conjunto de hallazgos textiles, correspondientes al Holoceno (temprano, medio y tardío) dados a conocer para gran parte del área andina sur, que poseen rasgos estructurales en común con la muestra aquí analizada. Allí puede observarse que las evidencias más antiguas de manipulación de fibras, con fines textiles, corresponden a la elaboración de cordeles por técnicas de torsión y a la confección de nudos sobre diferentes tramos de los mismos. Así, los cordeles más tempranos, datados de forma directa, rondan los 12.000 años de antigüedad (Jolie et al. 2011) y corresponden a elementos elaborados íntegramente en fibra vegetal que fueron recuperados en el sitio Cueva del Guitarrero, en Perú (Adovasio & Lynch 1973). En el caso del actual territorio argentino, los hallazgos proceden de dos sitios emplazados en la Puna septentrional (Jujuy). Corresponden a un conjunto de cordeles (de fibra vegetal y animal) recuperados en la capa 2, fechada en ca. 10.600 años AP, en el sitio Inca Cueva 4 (Aschero 1979, 1984) y en la capa E3 de la cueva de Huachichocana III, datada en aprox. 9600 años AP (Aguerre et al. 1975).
En cuanto a textiles formados por elementos inter-funcionales [interworked elements, Emery ([1966] 2009, p. 27ss)], los más antiguos de los que se tiene registro para Sud América corresponden a estructuras conformadas por dos grupos de elementos vegetales, que exhiben torsionados de trama (close and open twinning) en fibras vegetales semiflexibles, que se unen con otro grupo de elementos de urdimbre vegetal rígida (esteras). También fueron recuperados en el sitio Cueva del Guitarrero y se han fechado de modo directo en aproximadamente 11.200 años AP (Jolie et al. 2011). Otros sitios de Sud América que presentan evidencias de piezas elaboradas por técnica de twined, asociadas a fechados de fines del Holoceno temprano e inicios del medio corresponden al denominado sitio Paloma, también en Perú (Vallejos 1988) y a los contextos mortuorios de la tradición Chinchorro, en la costa norte de Chile (Arriaza & Standen 2009). Las subsiguientes fechas posteriores a estos contextos tempranos corresponden a estructuras textiles con torsionado de tramas recuperadas en el territorio argentino, en asociación con dataciones entre el quinto y cuarto milenio antes del presente (sitios: Inca Cueva 4, capa 1A, Aschero 1984; Inca Cueva 7, capa 2, Aguerre et al. 1973).
Finalmente, en cuanto a las estructuras conformadas por un elemento continuo, o telas de malla y redes, éstas tienen hasta el momento para Sud América, un registro más tardío que las de los entramados, correspondiendo el más temprano –hasta ahora dado a conocer– a una antigüedad de poco más de siete milenios (sitio Paloma, Perú: Vallejos 1988). Para el actual territorio argentino las telas de malla más antiguas hasta ahora conocidas poseen una cronología, determinada de modo indirecto, de un poco más de 5000 años en el sitio Inca Cueva 4, capa 1A, (Aschero 1984, 2000) y las piezas recuperadas en asociación a los sitios de enterratorios de tradición Chinchorro (norte de Chile) presentan fechados similares, en torno a los 4500 a 4000 años de antigüedad, en el sitio: Morro 1 (Arriaza & Standen 2009).
ca.
La dimensión espacial: Acrocomia aculeata como materia prima textil en la Puna
La identificación del género Acrocomia como la materia prima textil soporte de la cordelería y demás artefactos del contexto de PT1.1 marca el inicio de una larga secuencia local de hallazgos textiles producidos con este recurso vegetal, con un claro predominio de recuperación en contextos funerarios. Esta secuencia se continúa hace ca. 7900 a 7100 años AP en el sitio Peñas de la Cruz 1 (López Campeny et al. 2013) y en Quebrada Seca 3 (Rodríguez 1999), se registra nuevamente ca. 3600 años AP en Punta de la Peña 11 (Aschero et al. 2002) y luego en torno a los 1400-1300 años AP en Punta de la Peña 9 III (López Campeny 2000) y Punta de la Peña 13 (PP13) (López Campeny et al. 2014), para momentos prehispánicos. Asimismo, el registro de Acrocomia sp. muestra continuidad de uso durante el período histórico en piezas textiles recuperadas en ANS, en el sitio Peñas Coloradas 3 cumbre (Martínez 2017), según las identificaciones realizadas por una de las autoras (M.F.R.).
Ante la presencia de este recurso distante en los sitios de Puna algunas preguntas posibles involucran indagar en qué etapa/s de la cadena de producción textil arribó y qué tipo/s de logística/s y/o mecanismos pusieron en juego las poblaciones que ocuparon los sitios de ANS para acceder a este recurso no inmediato. A partir de allí se desprenden otros numerosos cuestionamientos, vinculados y vinculantes a estos dos primeros que, de ningún modo, agotan una discusión más profunda y de gran complejidad.
Respecto de la primera pregunta, Millán de Palavecino (1973) registra en situaciones etnográficas la circulación tanto de fibras, como de hilados y tejidos vegetales entre poblaciones chaqueñas; por lo que pensamos que también es factible esperar situaciones variables en el pasado. Como anticipamos, la mayoría de los contextos de recuperación arqueológica en ANS son de tipo funerarios, y el recurso Acrocomia sp. se presenta en ellos siempre en la forma de artefactos culminados. En el caso particular del sitio PP13 (ca. 1300 años AP) el análisis integrado desde múltiples líneas de evidencia del conjunto funerario permitió inferir el traslado –desde tierras bajas– de piezas textiles completas, elaboradas con especies vegetales procedentes de áreas distantes, tales como los géneros Acrocomia y Bromelia. Algunas de estas piezas fueron, en algún momento posterior a su confección, reparadas parcialmente, posiblemente “en viaje”, ya que para ello se emplearon recursos vegetales (familias Poaceae y Cyperaceae), disponibles tanto localmente[6], como en la posible ruta seguida camino a la Puna (cfr. López Campeny et al. 2014).
Evidencias macroscópicas que permiten plantear otro tipo de situaciones proceden del sitio Peñas de la Cruz 1 (Martínez 2007) y corresponden a dos manojos de fibras vegetales torsionadas y un conjunto de cabos sueltos, que podrían remitir a actividades de elaboración in situ de tecnofacturas en Acrocomia (Schmitz 2014, según identificación de una de las autoras M.F.R.). De modo más indirecto, implementos accesorios posiblemente asociados a estas tareas están representados, en el mismo sitio, por espinas de Trichocereus pasacana(Schmitz 2014), al igual que en Quebrada Seca 3 (Rodríguez 1999). Las mismas son similares a las que se emplean en poblaciones etnográficas como agujas para la confección de mallas (Millán de Palavecino 1973; von Kochitzky 1992; Seiler-Baldinger 1994).
A escala microscópica se cuenta con el registro de microfósiles de procesamiento de hoja y/o pecíolo de Arecaceae (aff. Acrocomia sp.), asociados con artefactos de molienda, en varios sitios de ANS (QS3, CSal y PP9 I), vinculados a una cronología amplia (Babot 2009). Al respecto, es sugerente que la información etnográfica documenta que durante las tareas de extracción y limpieza de las fibras, las hojas pueden ser golpeadas para separar las porciones de parénquimas adheridas. Asimismo, se destaca que todas las tareas tendientes a la separación de las fibras deben hacerse de inmediato, o en el corto plazo (a más tardar al otro día si se regresó al anochecer), ya que si se espera demasiado el material se seca y es difícil trabajarlo (von Kochitzky 1992). Esto llevaría a plantear que es muy poco probable que las hojas de la palmera resistieran un viaje prolongado, además de que retirar la fibra de la pulpa carnosa facilita su transporte (Millán de Palavecino 1973). Es por ello que consideramos que las evidencias microfósiles en los morteros podrían estar remitiendo, con mayores posibilidades, no al machacado de hojas, sino en todo caso al de fibras ya previamente tratadas. Esto sería coincidente con la propuesta de Babot (2009) respecto de que la presencia de estos residuos podría corresponder a remanentes del machacado de las fibras en relación con la manufactura, reciclaje y/o mantenimiento de artefactos. Lo que sí es importante de considerar es que una vez tratadas, las fibras limpias y secas pueden ser almacenadas hasta su uso, lo que podría posibilitar su transporte a distancia, sin que el material dejara de ser adecuado.
Ahora bien, sostener la hipótesis de que el recurso vegetal Acrocomia sp. pudo haber llegado a los sitios de ANS como fibras y/o hilados para la posterior manufactura textil, implica necesariamente la presencia de artesanos y/o artesanas, en los sitios de la Puna, con la experticia necesaria para la confección de las diversas tecnofacturas vegetales en esta materia prima procedente de tierras bajas. Situación que, a su vez, conlleva otras implicancias que enriquecen y complejizan más esta discusión respecto de la obtención del recurso vegetal.
Podemos concluir que, hasta el momento, la mayoría de los hallazgos y contextos de recuperación locales parecen apuntar a un ingreso, a los sitios de la Puna, de elementos textiles ya manufacturados en esta fibra de palmera distante (cordeles, telas de malla y cestería).
Reflexiones finales y un largo camino por recorrer
Aunque el acceso desde momentos tempranos, por parte de las poblaciones que ocuparon ANS, a recursos de pisos ecológicos distantes (valles, tierras bajas orientales, costa pacífica), está al presente ampliamente documentado, numerosos interrogantes siguen abiertos. Entre estos, los que se refieren a las dinámicas particulares vinculadas al movimiento/traslado de estos materiales, especialmente poder definir si se trató de un acceso directo o hubo algún tipo de intercambio con otras poblaciones que habitaron esos espacios y, en el segundo caso, a la naturaleza de las relaciones entabladas entre sus participantes, cuáles fueron los grupos o agentes que sostuvieron estas interacciones o llevaron adelante la logística necesaria para la obtención de estos recursos, entre algunas de las tantas cuestiones que deben seguir siendo indagadas. En este sentido coincidimos con Aschero & Yacobaccio (1998-1999) en que es difícil establecer qué es un recurso local en una sociedad con alta movilidad, y en situaciones en las que es muy complejo delimitar un territorio de uso. Sin embargo, para distancias como las que implican el abastecimiento de esta fibra vegetal se ha planteado para el área de estudio la existencia de redes para el intercambio, que podrían haber estado basadas en sistemas de parentesco (Aschero 2007; López Campeny et al. 2014). Y, en este sentido, considerar “a los muertos-niños y a esos entierros como actos fundacionales y fuertemente [vinculados] con el tema de los linajes y los territorios” (Aschero 2007, p. 105).
Sea cual sea que haya sido el mecanismo para su obtención, la fibra de palmera no es el único material que procede de ambientes distantes entre los que integran el conjunto recuperado en los contextos funerarios de PT1.1 (Martínez 2014) y situaciones análogas han sido destacadas para otros contextos de ocupación temprana en sitios de la Puna argentina norte y sur (Fernández Distel 1974; Aguerre et al. 1975; Rolandi de Perrot & Pérez de Micou 1985; Aschero & Yacobaccio 1998-1999; Rodríguez 1999; Aschero 2000; Rodríguez & Aschero 2005, 2007), por lo que el acceso a bienes de otros ambientes fue una práctica ampliamente establecida entre estas sociedades tempranas.
Desde un punto de vista más específico, y para resumir aspectos que se han desarrollado a lo largo del trabajo, podemos concluir que varios rasgos técnico-estructurales y formales presentados por la muestra aquí analizada permiten, por una parte, trazar vínculos con tradiciones textiles indígenas del área oriental o Amazónica y de zonas ribereñas como el Gran Chaco y, por otra, plantear una lograda experticia en la producción de cordeles, telas de malla y artefactos plumarios y en el manejo de técnicas para modificar el color natural de las fibras vegetales, ya bien establecidas para una cronología asociada al Holoceno temprano. La notable estandarización y la calidad técnica registrada en la mayor parte de los atributos constructivos hablan de una tradición textil que no parece encontrarse en sus etapas experimentales o iniciales de manejo de fibras vegetales, lo que permite postular un conocimiento que podría remontarse mucho más atrás en el tiempo de lo que hasta el presente se ha pensado.
Finalmente, en cuanto a la significancia desde una esfera simbólica y ritual, ya mencionamos que la particular conformación de ambos contextos mortuorios impide trazar una asociación directa entre cuerpos y materiales textiles, sumado al hecho de que ciertos datos bioantropológicos de las personas inhumadas–entre estos el sexo–, no pudieron determinarse. Sin embargo, nos parece importante destacar la corta edad de las mismas (individuos neonatos e infantes), por lo que la presencia de ajuar parecería remitir a roles sociales marcados desde el mismo nacimiento. Asimismo, la recurrencia de bienes y recursos asociados con materias primas distantes nos habla de movilidades y paisajes contrastados jugando un rol crucial en la esfera de lo mortuorio. Fuentes históricas y etnográficas ofrecen información sustancial y valiosa sobre los diferentes ámbitos de participación y significancia de este tipo de artefactos textiles en la vida (y la muerte) de las comunidades, por lo que pensamos que estudios subsiguientes nos permitirán profundizar en el planteo de hipótesis relacionadas con aspectos vinculados al amplio campo de lo simbólico/ontológico.
Agradecimientos
A Diego Ortiz (Reserva Experimental de Horco Molle, Facultad de Ciencias Naturales e IML-UNT), por la identificación de las plumas y la información relacionada. A Andrés Romano, por el registro fotográfico de las fibras vegetales al microscopio y la toma de fotografías originales de los materiales textiles, aunque aclaramos que las ediciones posteriores son nuestras. A Carlos Piñero, Encargado del Museo Folklórico Provincial Gral. Manuel Belgrano, dependiente del Ente Cultural de Tucumán, por el acceso a la consulta y por permitir el registro fotográfico de las piezas plumarias que integran la colección etnográfica. A los Editores Invitados, por la invitación a integrar el presente volumen.
Referencias
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Aguerre, A., Fernández Distel, A. & Aschero, C. (1975) “Comentarios sobre nuevas fechas en la cronología arqueológica precerámica de la provincia de Jujuy”, Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología IX, pp. 211-214
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Notas