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EL HOMBRE DENTRO DE LA CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO
THE MAN WHITHIN THE CONSTRUCTION OF KNOWLEDGE
Dialéctica. Revista de Investigación Educativa, núm. 2018-2, 2018
Universidad Pedagógica Experimental Libertador

Ensayos

2018 Instituto Pedagógico Rural Gervasio Rubio. Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

EL HOMBRE DENTRO DE LA CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO

El ser humano tiene dos grandes ámbitos de reflexión y estudio. Uno es el mundo exterior, para éste se formulan preguntas como: ¿Cuál es el origen del universo? ¿Por qué los materiales tienen algunas propiedades? ¿Por qué los cuerpos se comportan de determinada manera bajo condiciones específicas? En busca de respuestas a éstas interrogantes han surgido ciencias que se ocupan de diferentes parcelas como la física, la química, la biología o la astronomía.

El otro gran ámbito de reflexión lo constituye el propio ser humano, la comprensión de sí mismo y sus organizaciones sociales hasta el sentido de su existencia en la tierra. Para este segundo aspecto hay otro conjunto de ciencias, disciplinas o áreas del saber cómo la filosofía, la sociología, antropología o las religiones.

De acuerdo con Chomsky (1988) pareciera que nos faltan conceptos para explicar nuestra propia mente, o al menos no los tenemos en el mismo grado en que disponemos de categorías para explicar el mundo físico, donde contamos con las nociones de tiempo, espacio, causalidad e incluso necesidad lógica. Nuestros estados mentales ni siquiera están sujetos al principio de la no contradicción: así que podemos amar y no amar y hasta odiar a la vez y, a menudo, no estamos seguros de si esto es en realidad una contradicción.

Cabe destacar, que las medidas que se formulan para el mundo físico parecen que no se ajustan bien a las que caracterizan nuestra subjetividad. En tal sentido, el tiempo y espacio subjetivo no se corresponde con lo que miden los relojes y reglas de medir de la física. Así que el tiempo que pasa mientras vivimos momentos felices, no transcurre al mismo ritmo que, por ejemplo, el tiempo de espera o en una actividad no motivante.

A tal efecto, es conveniente hacer una revisión acerca de las principales ideas y pensadores que han contribuido con el surgimiento de los enfoques educativos. Desde sus orígenes más remotos en la prehistoria, pasando por la antigua Grecia, integrando las diversas concepciones frente a cómo llegamos a conocer los seres humanos, hasta cerrar con los aportes del positivismo y del evolucionismo.

Para Burk (1966) y Díaz García (1977), el hombre de la prehistoria explicaba el mundo a través de mitos; y se enfrentaba a su medio circundante con los recursos de la magia. El mito es una narración en lenguaje simbólico que describe el origen de los principios básicos de una civilización. Los mitos se relacionan con la religión por cuanto hablan de dioses y procesos sobre naturales. Por su parte, la magia es el arte de influir en el curso de los acontecimientos o adquirir conocimientos por medios sobre naturales, se relaciona con la alquimia, el ocultismo, el espiritismo, la superstición y la brujería.

Es por ello, que la reflexión sobre los sueños y la muerte indujeron al hombre a interpretarse a sí mismo como un cuerpo mortal, en el que residía un espíritu invisible e inmortal. Creía que mientras dormía, su espíritu abandonaba su cuerpo para vagar por regiones extrañas, donde se encontraba hasta con los amigos difuntos. En pleno neolítico (hace unos 20.000 años) el hombre edificaba verdaderos monumentos a los espíritus y les tributaba culto religioso. Desde entonces se mantiene la concepción de que hay dos realidades: una material, perceptible y transitoria y otra espiritual, imperceptible e inmortal. La creencia de que el alma puede existir independiente del cuerpo se encuentra en todas las culturas conocidas.

Por otra parte, si bien la educación procede de muy diversas fuentes, sus orígenes, como la mayor parte del pensamiento racional y científico, hay que buscarlos en las ideas que se desarrollaron en Grecia a partir del siglo VI antes de Cristo. Allí, un grupo de hombres que recibieron el nombre de filósofos (amantes del saber) iniciaron un nuevo y revolucionario modo de pensar y educar en el cual abandonaban los mitos y los dioses para buscar la verdad por ellos mismos valiéndose de los instrumentos de la lógica.

Sócrates (470 a. C. – 399 a.C.), Platón (427 a.C. – 347 a.C) y Aristóteles (384 a.C. – 322 a. C.), junto con otros filósofos griegos, se preguntaron algunas cuestiones básicas de la educación que aún hoy son objeto de estudio: ¿Nace el hombre con ciertas aptitudes y habilidades y con una determinada personalidad o se forman como consecuencia de la experiencia? ¿Cómo llega el hombre a conocer el mundo que lo rodea?

Unos de los filósofos más destacados de la antigüedad fue Aristóteles, entre sus obras escribió el primer tratado que se edita hoy todavía con el título Sobre el Alma. Ya no se trata de una serie de aspectos de índole religioso, sino racional o filosófica, puesto que en ella se desechan las enseñanzas sacerdotales y las creencias populares.

Frente a la pregunta ¿Qué es el hombre?, Aristóteles considera que todo está compuesto por dos principios que son: una porción de materia y una forma organizadora de esta materia. Así, todo es como por su forma y por su materia. De allí que Aristóteles llama psiques (almas) a las formas que organizan la materia de vida vegetal, animal y humana. Para Aristóteles el alma es un principio vital; es la última suprema causa que organiza la materia de los individuos vegetales, animales y humanos. Es alma es como una especie de respiración vital que fluye por todos los seres vivos. La psique humana es el principio natural que organiza la materia en individuos humanos, vivientes y pensantes. Este principio organizador o alma es indestructible y eterno.

Por su parte, Descartes (1596- 1650) rechaza la doctrina aristotélica de que la alama es el principio vital del cuerpo, en su lugar la concibe como algo que piensa. Aprecia que la experiencia nos enseña que los deseos más vehementes de la alama no impiden la enfermedad, vejez y muerte. A ese algo que piensa, Descartes prefiere denominarlo espíritu. ¿Cuál es entonces el agente o principio que organiza la vida? Descartes produce una respuesta atrevida e innovadora: no existe tal principio vital, el organismo funciona mecánicamente.

En tiempo de Descartes aparecieron los primeros artefactos que llevan por dentro su propia motricidad lo que indujo a pensar que la naturaleza fabricaba mecanismos incomparablemente más perfectos que relojes, fuentes automáticas y figuras que se movían a fuerza de resortes. Plantas y animales eran mecanismos naturales que poseían hasta los dispositivos de su propia reproducción, por tanto, también el cuerpo humano es un mecanismo, pero lo guía un espíritu. Hoy no diríamos que el organismo es un mecanismo, es más bien un complejo e incesante proceso fisicoquímico. Pero el pensamiento cartesiano es fundamentalmente correcto: la biología actual no recurre a un principio vital, a una fuerza especial o cosas por el estilo que gobiernen el proceso vital.

Es de acotar, que Descartes es uno de los principales pensadores en la respuesta a la pregunta sobre cómo conocer el ser humano. Quiso utilizar el método matemático en la reflexión y probar verdades filosóficas más o menos de la misma manera como se demuestra un teorema matemático. También quiso emplear la misma herramienta que se emplea cuando se trabaja con números, es decir la razón, pues creía que solamente la razón proporciona conocimientos seguros.

Descartes, sin embargo, intento partir de cero en la búsqueda del conocimiento. En su famoso libro “Discurso del Método” (1673), expone que podemos dudar de todo (de lo que percibimos), pero de una cosa no podemos dudar, es la de estar dudando; y si estoy dudando es que pienso, y si pienso es que existo. De aquí su conocida frase “pienso, luego existo” (cogito ergo sum).

El neocartesianismo en la educación asume que la estructura mental debe explicarse en función de contenidos mentales innatos, es decir, hay algo del orden del conocimiento que ya viene dado de nacimiento. Un ejemplo es la teoría lingüística de Chomsky, para quien el niño nace con ciertas estructuras (nace sabiendo) que luego se actualizarán con la experiencia. Así como nace con brazos y piernas, también se nacería con órganos metales que tienen una estructura cognitiva. Para Chomsky, mediante el órgano del lenguaje los seres humanos aprehenden verdades en forma innata, pues la mente ya está desde el nacimiento intricadamente estructurada.

Ahora bien, a diferencia de la creencia racionalista de que el conocimiento se basa, en gran medida, en la razón, para el empirismo todo conocimiento tiene su origen y fundamento en la experiencia. Empírico es pues lo que se capta por los sentidos en oposición a lo que se comprende o alcanza mediante la razón. Hace referencia al experimento o a los hechos; se dice también factico o factual, por ejemplo cuando hablamos de ciencias empíricas o ciencias fácticas.

En el empirismo se concibe al sujeto como una tabula rasa; es decir, una hoja en blanco absolutamente limpia en la que se irán registrando todas las impresiones recibidas a través de los sentidos. Las ideas serian copias que recoge la mente de esas impresiones. Por tanto, el origen del conocimiento serían las sensaciones, hasta el punto de que ninguna idea podría contener información que no hubiese sido antes recogida por los sentidos. Es por ello, que el conocimiento se alcanza mediante la asociación de las ideas según los principios de semejanza (relacionando las cosas parecidas), contraste (observando diferencias) y contigüidad (recordando cosas que están juntas en espacio y tiempo).

De igual forma, dentro de la construcción del conocimiento encontramos la filosofía trascendental de Kant (1724-1804), en donde las proposiciones pueden ser divididas en dos tipos: se puede decir la casa es blanca que es una proposición empírica, a posteriori, se produce después de examinar el asunto de que se trata y depende sólo de la percepción. También hay proposiciones como: dos más dos son cuatro que son previas al examen del asunto de que se trata, son principios a priori y no se basan en la percepción. Estos últimos principios lo consideran Kant universales y necesarios en su aplicación a la experiencia, son formas y categorías, como espacio, tiempo, causalidad, sustancia y relación que la mente aporta a las sensaciones y son anteriores a la experiencia.

Con esta solución, el autor mencionado anteriormente, da por terminado el enfrentamiento entre racionalismo y empirismo por cuanto concibió su sistema como una síntesis y superación de dos grandes corrientes de la filosofía de la época: el racionalismo que enfatizaba la preeminencia de la razón como forma de conocer la realidad y el empirismo que concedía la primacía a la experiencia. Opinaban que ambos tenían parte de la razón, pero también opinaban que los dos se equivocaban en algo.

Frente a la pregunta: ¿Qué podemos saber del mundo? Se mencionaron dos posibilidades: ¿el mundo es exactamente como lo percibimos? o ¿es cómo se presenta a nuestra razón? Kant opinaba que tanto la percepción como la razón juegan un importante papel en la construcción del conocimiento. Pero pensaba que los racionalistas exageraban en lo que puede aportar la razón y creía que los empiristas habían hecho demasiado hincapié en la percepción.

Cabe destacar, que Kant en principio, está de acuerdo con los empiristas en que todos nuestros conocimientos sobre el mundo provienen de las percepciones. Pero, y en este punto les da la mano a los racionalistas, también hay en nuestra razón importantes condiciones de cómo captamos el mundo. Hay ciertas condiciones en la mente del hombre que contribuyen a determinar nuestro concepto de mundo.

Así, todo lo que vemos, lo percibimos ante todo como un fenómeno en el tiempo y en el espacio, a los que consideraba como las dos formas de sensibilidad del hombre y subraya que éstas son anteriores a cualquier experiencia, son formas a priori. Esto significa que antes de experimentar algo, sabemos que, sea lo que sea, lo captaremos como un fenómeno en el tiempo y en el espacio, las cuales son cualidades de nuestra razón y no cualidades del mundo.

En función a lo antes mencionado, se puede decir que la mente humana no es un ente pasivo que solo recibe las sensaciones desde fuera. Por el contrario, moldea activamente y contribuye a formar nuestro concepto del mundo. Tal vez se pueda comparar con lo que ocurre cuando se echa agua en una jarra. El agua se adapta a la forma de la jarra. De la misma manera se adaptan las sensaciones a nuestras formas de sensibilidad.

En cierta manera los racionalistas se habían olvidado de la importancia de la experiencia y los empiristas habían desconocido como la razón modifica nuestra percepción del mundo. Kant considera que no podemos saber nada seguro sobre cómo es el mundo en sí. Sólo podemos saber cómo es para mí, es decir, para cualquier ser humano. Esta separación que hace Kant entre la cosa en sí y la cosa para mí, constituye su aporte más importante a la filosofía.

Nunca podremos saber del todo como son las cosas en sí. Sólo podemos saber cómo las cosas aparecen ante nosotros. La última realidad de Kant llama la cosa en sí, la ignoramos; su conocimiento nos queda vedado. Lo que sea el alma, la mente o el espíritu en sí, no lo sabemos. Podemos hacer del alma un objeto de especulación religiosa, ética y estética; pero no la podemos aprehender científicamente.

Asimismo, Kant en su célebre obra “critica a la razón pura”, demuestra que la razón sólo es capaz de hacer ciencia de lo perceptible, del mundo fenoménico. Sin experiencia sensorial (empírica) la mente no se desarrolla; no podría obtener ninguna idea, ningún conocimiento. Ahora bien, nuestro mundo no es la realidad en sí; es un mundo configurado de acuerdo al funcionamiento de la mente humana.

Sus planteamientos pueden resumirse en tres afirmaciones:

No podemos llegar a conocer la esencia de las cosas, la cosa en sí, lo que son éstas en última instancia.

Tenemos que tenernos a lo perceptible, a lo manifiesto de las cosas (empirismo), al mundo de los fenómenos.

Tenemos una categoría preinstalada que nos permiten organizar lo que percibimos del mundo (racionalismo).

En definitiva, la pregunta ¿Cómo conocemos? Se le han dado básicamente tres respuestas: 1) mediante la razón (racionalismo); 2) mediante lo que percibimos por los sentidos (empirismo); y, 3) una combinación de las dos anteriores. Desde una perspectiva racionalista Descartes afirmaba que el cuerpo humano era como una maquinaria de relojería, pero que cada mente (alma) era independiente y única. Mantenía que la mente tiene ciertas ideas innatas, cruciales para organizar la experiencia que los individuos tienen del mundo.

Desde el punto de vista empirista Hobbes (1568-1679) y Locke (1632-1704) resaltaron el papel de la experiencia en el conocimiento del hombre. Locke creía que toda la información sobre el mundo físico pasaba a través de los sentidos y que las ideas correctas podían y debían ser verificadas con la información sensorial de la que procedían. Siguiendo con el mismo orden de ideas, y haciendo énfasis en la importancia que reviste el hombre dentro de la construcción del conocimiento es conveniente hacer referencia acerca de la importancia que reviste el positivismo como corriente filosófica y científica que surge en el siglo XIX, cuando los descubrimientos científicos y los avances técnicos habían hecho creer que el hombre podía dominar la naturaleza.

El positivismo quiso oponer las abstracciones de la teología y la metafísica, al método experimental y objetivo de la ciencia, en la cual se establece que el conocimiento se ha de construir sobre la base de hechos objetivamente observables, susceptibles de cuantificación y de experimentación. Es de señalar, que esta corriente filosófica se sustenta de dos afirmaciones básicas: 1) todo conocimiento acerca de los hechos de la realidad está basado en los datos de la experiencia; 2) más allá del ámbito de los hechos se encentra el de la lógica y las matemáticas. Además, el conocimiento debe ser positivo, esto es, debe contribuir al progreso de la humanidad.

Comte (1798-1857) elaboró un sistema de ciencias donde excluyó la psicología por considerar que el análisis de la mente debía hacerse mediante un proceso de introspección, es decir, mediante el conocimiento por reflexión de los propios estados y afirmó que no sería posible para el conocedor, conocerse a sí mismo, con lo cual se hacía de sujeto y objeto simultáneamente.

Cabe resaltar, que el positivismo influyó en el desarrollo del conocimiento del hombre, su énfasis en los hechos observables plantea la necesidad del método experimental para el estudio de los fenómenos y asumir la ciencia natural como modelo de conocimiento.

Finalmente, se puede decir que a lo largo de la historia de la educación se han presentado avances que ayudan de manera directa la evolución de la misma, desde su aparición por allá en la edad antigua, pasando por la edad romana, edad media, la modernidad y ubicándose hoy día dentro del pensamiento postmoderno todo ha conllevado a determinar que la misma responde aun aparto ideológico que coloca la hombre en el centro de esta gran cosmovisión y es tarea de todos los que estamos dentro de este contexto, es decir, la educación generar constructos e ideas que contribuyan en su evolución.

REFERENCIAS

Bachelard, G. (1981). La Formación del Espíritu Científico. México: Siglo XXI

Marías, J. (1981). Historia de la Filosofía. (32ª. Ed.). Madrid: Hunab Ku. Proyecto Baktun. Biblioteca de la Revista de Occidente

Novack, J. (1999). Aprendiendo a Aprender. Barcelona: Martínez Roca.

Vygostski, L. (1995). Pensamiento y Lenguaje. Buenos Aires: Ediciones Fausto.



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