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Potencia epistémica de un feminismo disidente situado. Un ensayo sobre experiencia, multiplicidad y espacio
Epistemic power of a located dissident feminism. An essay on experience, multiplicity and space
Descentrada. Revista interdisciplinaria de feminismos y género, vol.. 2, núm. 2, 2018
Universidad Nacional de La Plata

Dossier Epistemologías críticas feministas. Aproximaciones actuales Sin sección


Recepción: 20 Octubre 2017

Aprobación: 10 Mayo 2018

Resumen: En esta comunicación construimos un ensayo para el abordaje de los feminismos disidentes situados en la coyuntura actual argentina que se caracterizan por una masiva toma de la calle. La premisa que sostenemos es que dicha toma de la calle tiene potencia epistémica para informar los análisis sociales y con perspectiva de género en los estudios académicos. Aproximándonos desde nociones de experiencia, conocimiento situado y las aportaciones del giro espacial, buscamos contribuir a la producción colectiva de conocimiento con perspectiva feminista.

Palabras clave: Feminismo, Experiencia, Conocimiento Situado, Espacio, Multiplicidad, Argentina.

Abstract: In this communication we build an essay to approach the dissident feminisms located in the current situation in Argentina, which are characterized by a massive taking to the street. The premise that we hold here is that the mentioned taking to the street has epistemic power to inform social analyzes and gender perspectives in academic studies. Approaching from notions of experience, situated knowledge and the contributions of the spatial turn, we seek to contribute to the collective production of knowledge with a feminist perspective.

Keywords: Feminism, Experience, Situated Knowledge, Space, Multiplicity, Argentina.

1.Introducción

A través del presente ensayo, buscamos articular una serie de elementos para generar un espacio de discusión acerca de la posibilidad de un umbral interpretativo desde la coyuntura movilizadora del feminismo en Argentina 1. Partimos de nuestra experiencia, cuyo locus es el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) y las masivas movilizaciones del Ni Una menos, para pensar en cómo esa potencia política puede devenir herramental de disputa dentro de la lógica del conocimiento académico. Este escrito surge a partir de nuestro involucramiento en la coyuntura de movilización de los feminismos actual, constituyéndose como una especie de usina de herramientas teóricas y metodológicas para tensionar la producción de conocimiento social. En este sentido, pensaremos cómo la batalla por la potencia epistémica del feminismo para el estudio de lo social es inescindible de la imaginación de otras narrativas que disputen la hegemonía de los universales comunicacionales de la academia. En la articulación de una voz con una ambición más colectiva es que encontramos uno de los desafíos más profundos y aún no lo suficientemente explorados en los proyectos de perspectivas de género de la ciencia social en la Argentina. Entendemos, en primer lugar, que el formato de ensayo posee la plasticidad necesaria para descentrar la lengua hegemónica del conocimiento científico en tanto permite la aproximación a una serie de reflexiones más cercanas a nuestras experiencias tramadas en un modo colectivo.

En segundo lugar, un elemento fundamental del ensayo, vinculado a nuestra concepción situada de los horizontes experienciales, es el espacio. Es por ello que reflexionaremos sobre el espacio en tanto articulador del locus de movilización de los feminismos en la Argentina. Los lugares, la calle, los espacios públicos han sido históricamente la arena de despliegue de las reivindicaciones de derechos de los movimientos sociales. Nuestra mirada discute su carácter de mero escenario y propone la necesidad de reflexionar teóricamente sobre el espacio en tanto terreno de disputa para la transformación social. Entendemos que constituye una incógnita teórica importante que es preciso discutir, para pensar cómo informar a los análisis sociales con una impronta de giro espacial con perspectiva feminista, como sugeriremos más adelante. Esta concepción espacio-relacional está organizada desde la disidencia que consideramos puede proveerle el movimiento de mujeres, lesbianas y trans actual. Cuando hacemos referencia al carácter disidente del feminismo, pensamos en aquellas manifestaciones cargadas políticamente que cuestionan, tensionan y disputan la hegemonía de sentido normativo, encarnado en la heteronormatividad. Este espacio en el que estamos pensando es un espacio organizado por la multiplicidad que puede proporcionar un instante intersticial. Las movilizaciones en las calles desde junio de 2015 y el dislocamiento heterotópico que se produce en las ciudades donde se realizan los ENM constituyen para nosotras síntomas de la posibilidad de un conocimiento contrahegemónico. El término foucaultiano ?heterotopía? remite a la posibilidad de reflexionar sobre aquellos espacios tramados por órdenes de prácticas otras o que se fugan de los itinerarios normativos corrientes (Foucault, 2010, pp. 74-76).

El último elemento que vertebra estas páginas es la deconstrucción de narrativas que emergen tanto en la prensa, en los relatos de nosotras como participantes, en los trabajos académicos sobre los ENM y en las marchas Ni Una Menos. Asimismo, pretende ser el apartado que articule dichas narrativas con las consideraciones teórico-metodológicas precedentes, generando la posibilidad de una traductibilidad mutua, una suerte de frontera horizontal entre la potencia del ?estar allí? y la producción académica. Tal traductibilidad implica una enunciación implicada de nosotras como participantes y productoras de una narrativa situada en la frontera de lo académico y lo político capaz de disputar el lugar de supremacía del conocimiento social monolingüe mediante el cruce con otras lenguas emergentes del movimiento feminista en situación.

2. Experiencia, fuga y lengua tartamuda

La topografía de la subjetividad es multidimensional, y también la visión. El yo que conoce es parcial en todas sus facetas, nunca terminado, total, no se encuentra simplemente ahí y en estado original. Está siempre construido y remendado de manera imperfecta y, por lo tanto, es capaz de, unirse a otro, de ver junto al otro sin pretender ser el otro (Haraway, 1988, pp. 331-332).

El universal abstracto que vehiculiza la voz del conocimiento hegemónico es la representación estabilizada de la figura de un varón heterosexual, blanco y burgués. Una apuesta por el conocimiento crítico necesariamente debe intentar asumir la multiplicidad de lo particular como perspectiva. Esta capacidad crítica solo podrá desarrollarse si logramos articular una voz que parta desde donde nuestros pies pisan, desde nuestra posición en las relaciones de subalternidad.

Diferentes autoras han planteado la necesidad de pensar políticas y epistemologías de la localización, del posicionamiento, donde la parcialidad y no la universalidad sean la pretensión (y el presupuesto) del conocimiento. En este sentido, las aportaciones de Donna Haraway (1988) nos hablan de un conocimiento encarnado, in-corporado, que comprometa las visiones totalizadoras. Su trabajo sobre los conocimientos situados llama a posicionar la visión parcial como el rasgo ?objetivo? de las epistemologías feministas. Allí, escruta la visión como una suerte de ortopedia que edifica una estética de la comprensión sobre el mundo profundamente fijada en la condición liminar del sujeto. Más allá de que su disputa por la objetividad pueda discutirse por lo paradójico de la superación de las epistemologías enraizadas en la ideología de la visión directa, sus argumentos alientan una complejización de la mirada desde la multiplicidad, y la deconstrucción incluso de los posicionamientos situados de lxs subyugadxs (Spivak, 1998). Para ella, el feminismo abraza otra ciencia: la del tartamudeo, la de la traducción, la de la comprensión parcial. Para nosotras esa otredad implica trasvasar las dicotomías de conocimiento racional científico o no científico. Eludimos la idea de transparencia, sugerimos un conocimiento basado en el ejercicio de la traducción de lenguajes diversos.

La comprensión del mundo corpórea, mezclada con el tacto sobre lo vivido, permite la articulación de lenguajes fugados del ideal patriarcal de la ciencia y de la objetividad. En este ensayo, el conocimiento situado que puede habilitar una epistemología feminista está desplazado del presupuesto de falsabilidad. No hay condiciones de falsabilidad internas o externas que sentencien la legitimidad del conocimiento. Si es que de legitimidad hablamos, como campo de disputa que pueda edificar una voz contrahegemónica, solo puede estar soportada por la multiplicidad de un enraizamiento colectivo aún si no es coherente, compacto o más o menos coincidente.

¿Qué efecto de verdad se produce de esta manera? Se desprendería de esto que no hay una verdad. Lo cual no quiere decir que esa historia sea irracional ni que esa ciencia sea ilusoria; se confirma, al contrario, la presencia de una historia real e inteligible, de una serie de experiencias colectivas racionales que responden a un conjunto de reglas muy precisas e identificables, en el transcurso de las cuales se construyen tanto el sujeto cognoscente como el objeto conocido (Foucault, 2013, p. 49).

Es en este sentido que nos interesa leer la potencia epistémica y metodológica del feminismo actual en Argentina. Su fortaleza reside en su cualidad colectiva pero en su heterogeneidad inestable, es decir, no en su comunidad de sentido. Para ser más precisas, nos referimos a un estallido de los límites de la división iluminista entre sujeto y objeto del conocimiento.

El conocimiento académico otorga el poder de dar sentido a la universalidad, de cifrar la empiria de acuerdo a teorías pretendidamente des-subjetivadas. Sin embargo, tal como nos recuerda Spivak (1998, p. 18): ?el itinerario del sujeto no ha sido trazado para ofrecerle un objeto de seducción al intelectual en su designio representacional?. En la grilla de inteligibilidad propuesta por el intelectual universal, el subalterno no puede hablar. Así, se pone de manifiesto el silencio que ella y tantos otros denuncian, el silencio del sujeto subalterno en la producción de conocimiento, la univocidad del intelectual que pretende hacerse lengua de representación de estos sujetos. Esta erección colonialista y heteropatriarcal del intelectual universal es la que impide toda posible construcción crítica, plurivocal del conocimiento.

Al articular con Haraway (1988), podemos encontrar algunos indicios de orden teórico-metodológico que allanen la reflexión. Para ella, existe un yo dividido y contradictorio que debe reconocerse parcial y en construcción, y solo así será capaz de unirse a otro y ver junto a otro sin pretender mantenerlo estático. El reconocimiento de nuestra posición parcial y la habilitación de una reflexividad situada es lo que resulta particularmente aterrador y al mismo tiempo tiene potencia transformadora, ya que implica la imbricación del sujeto en la producción de conocimiento al punto de reconocer las tramas y relaciones que nos constituyen, no como sujetos aislados sino en interrelación, como sujetos atravesados por dinámicas de poder que nos exceden y que reactualizamos de diferentes maneras. Insistimos en la necesidad de reflexionar acerca de la posición que ocupamos en las múltiples relaciones de subalternidad, la diferencia y las identidades lábiles y contradictorias que habitamos. La posibilidad de realizarlo radica en la construcción de un vínculo crítico con nuestras prácticas y experiencias, ya que desde la microfísica de las relaciones con el entorno es donde puede habilitarse el reconocimiento crítico de nuestros posicionamientos.

Hacemos énfasis en la capacidad crítica porque ya Joan Scott (1992) ha advertido acerca de los problemas que conlleva pensar la experiencia como evidencia, como fundamento ontológico de una identidad establecida. En cambio, ella plantea que debe entenderse la experiencia en su carácter discursivo, dotada de sentido por el sujeto, pasible de ser interpretada. De esta forma, la experiencia permite la reflexión sobre las tramas específicas de un sujeto fracturado y cambiante. Allí está la clave que para nosotras configura una potencialidad: la experiencia como algo multisituado, como un entramado de significaciones que cuestiona la cristalización que puede hacerse desde la grilla de producción del conocimiento académico. Si nos hacemos eco del planteo de Catalina Trebisacce (2016), creemos que las subjetividades que informan la experiencia como herramienta epistémica tienen que estar tramadas en la coyuntura donde se despliegan. Es por ello que es imprescindible investigar, labor que excede este ensayo, el movimiento de mujeres, lesbianas y trans en la Argentina, del que formamos parte, para combinar las herramientas que orienten las visiones sobre el conocimiento en ámbitos académicos. Nos parece importante resignificar la idea de habitar un exilio:

El Exilio no es sólo vacío y silencio, es también la ocasión de reinventar mundos, lenguas, ficciones. Puede ser la oportunidad de celebrar nuevas voces. Habitar el propio exilio es, si somos dichosxs, poblarlo de un sentido nuevo, de una palabra que desafíe la inequidad de la inteligibilidad y la realidad. Es transformar un ?Silencio Caníbal? en la voz viva de un nosotras (Cano, 2015, p. 36).

Además, es precisamente en esa dinámica cambiante y heterogénea donde la experiencia adquiere valor gnoseológico y de política situacional. Del mismo modo, nos parece que a través de esta perspectiva es posible generar estrategias de hibridación que finalmente vulneren la dicotomización entre conocimiento del sentido común y aquél llamado científico o racional.

La tradición racionalista occidental que ha moldeado el quehacer intelectual obliga a discurrir sobre el papel del cuerpo en el conocimiento situado. Las fracturas del sujeto a las que hacemos alusión no son del tipo cartesiano; el dualismo mente-cuerpo ha devenido en multiplicidad de prácticas e identidades en las cuales la corporalidad resulta un punto de partida fundamental. El cuerpo ya no es la carne que corrompe el alma con sus pasiones, ya no es un objeto ni una máquina: es parte indisoluble del sujeto cognoscente. Interesa pensar el cuerpo en situación, en interrelación con el mundo y como productor de sentido. En estos términos, la reflexión sobre la corporalidad constituye la condición de posibilidad del conocimiento situado. El cuerpo está en la calle, por el cuerpo pasan los sentires y los deseos que se fugan de los lineamientos normativos, por el cuerpo transitan los dolores de las múltiples violencias. Entre cuerpos se celebran los ENM, el roce de los cuerpos se hace trama en las marchas contra la violencia machista. Desde el estar en un cuerpo con otros, experimentamos la textura del mundo que deviene experiencia y significado. Solo hay que traducir esa lengua serpenteante para desbordar otros ámbitos (Imagen 1).


Imagen 1
Foto: Eloísa Molina. ENM Chaco 2017.
Fuente: Publicado en La Tinta. Periodismo hasta mancharse.

3. Borde y política de lugar: espacio como otro

[?] y si se me niega la posibilidad de regresar a casa, tendré que ponerme de pie y reclamar mi espacio, creando una nueva cultura -una cultura mestiza- con mi propia madera, mis propios ladrillos y mortero y mi propia arquitectura feminista (Anzaldúa, 2016, p. 64).

La idea de un conocimiento situado e informado por la experiencia nos conduce a pensar el tema del espacio como fundamento de lo que llamamos una política de la localización habilitada por una epistemología feminista. El entrelazamiento entre espacialidad y feminismos no ha sido un campo de trabajo explotado y sus clivajes son casi nimios en la Argentina 2. Desde la década de 1980 el llamado giro espacial en las ciencias sociales delimitó una serie de cuestiones que llamaban, en la línea de los desarrollos filosóficos de Henri Lefebvre, a robustecer los análisis sociales incorporando el vínculo entre sujeto, experiencia y espacio. Es por ello que nos resulta interesante ofrecer una lectura para pensar, desde la potencia de aquellas performatividades plurales corporeizadas al decir de Butler (2017), la recreación de una mirada espacializada. En Cuerpos aliados y lucha política, enfatiza la potencialidad de los cuerpos en asamblea para torcer las dinámicas y construcciones del activismo político. Existe, en la contigüidad corporal experimentada, una estrategia de significación no dirigida que excede las palabras e incluso los gestos y que sólo hace sentido en la simultaneidad de la acción. Nuestra observación, en consonancia con este planteo, enfatiza el papel del estar siendo y creando un espacio de despliegue de la contigüidad corporal que resignifica los modos normativos en que el espacio dispone nuestra corporalidad y subjetividades cotidianamente, desde la reivindicación de los feminismos del derecho a habitar una vida vivible.

Como muestra de lo que nosotras llamamos una interseccionalidad de narrativas, las palabras de María Pía López iluminan esta idea:

Nuestra coyuntura es el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y transexuales en Argentina, movimiento de muchos rostros, tonos, lenguajes, sensibilidades pero que de algún modo es parido por la calle. Se discute, en algunos ámbitos, si esta ola es la del feminismo de la calle [?]. Mientras la palabra puede ser unívoca, identitaria, monológica; el cuerpo siempre es, a la vez, singular y plural. Es singular en tanto diferencia que constituye heterogeneidad y es plural porque es siempre una alianza, un ensamble o una asamblea. Es menos una entidad, que un ?conjunto de relaciones vivas?. Requiere de otros para realizarse y para persistir. La palabra feminista, que traduce esa experiencia vivida, se pronuncia siempre enraizada, reconoce la corporalidad y la interdependencia antes que proclamar una autonomía de la conciencia (López, 2017, s/p).

Para ello sugerimos que hay una serie de elementos para armar conceptualmente una caja de herramientas y darle forma a una imaginación espacial que es a un tiempo concepto y modo de hacer. Las ideas de autores como Lefebvre (2014), Foucault (2010) y Soja (2010) acercan cuestiones que resultan interesantes para situarnos desde una perspectiva espacial. El Espacio vividode Lefebvre, el espacio entendido como instancia otra de un itinerario normativo y normalizador (heterotopía) y el tercer espacio (Soja, 2010) que triangula las dimensiones materiales, simbólicas y experimentadas requieren de un descentramiento desde los feminismos de/en la calle para oficiar de herramientas. Tales desarrollos conceptuales han puesto en evidencia el carácter esencialista con que las ciencias sociales administraron al espacio negando la cualidad subjetiva de su construcción.

La imaginación sobre el espacio y su correlato de distinción entre lo público y lo privado ha sido históricamente moldeada por una mirada masculinizante (Rose, 1993). Concebir una crítica sobre la manera en que se ha representado e imaginado la vinculación entre lo femenino/abyecto y la espacialidad implica el descentramiento operado por la visión heteropatriarcal colonizadora. Cuando señalamos la edificación de un horizonte de sentido masculinizante sobre el espacio no estamos, por mera retórica, diluyendo el componente esencial de tal principio de subordinación: la violencia. Asimismo, como correlato de esta configuración heteropatriarcal de la visión, los análisis que desde la década del ochenta han puesto el foco en el espacio como instancia renovadora del análisis social, han reproducido y recreado la mirada masculinizante. Es por ello que entendemos que la potencia de la espacialidad en tanto concepto/herramienta debe ser descentrada y puesta a funcionar en un espacio paradójico de pensamiento. Algunos desarrollos de feministas norteamericanas (chicanas, afroamericanas, lesbianas) han delineado una fuga de sentido que nos parece pertinente para escribir la senda que nos permita fraguar esta imaginación en nuestras latitudes, a partir de heridas más próximas, de experiencias más locales recreadas por las existencias subalternas de América Latina.

Para nosotras no existe una ?forma correcta? ni de producir teoría ni de utilizarla (Anzaldúa, 2016). Nuestras lecturas acompasan los nudos de sentido solapándose -a veces contradiciéndose, otras ajustándose- siempre en interrelación. Un nudo conceptual vinculado con la espacialidad otra es el de intersticio. Intersticial para nosotras representa aquello que de maneras múltiples se fuga de los sentidos preestablecidos para la praxis social. No solo puede aplicarse para pensar itinerarios relacionales en un espacio concreto sino también para escrutar las representaciones de lxs sujetxs situadxs. Es decir, no sólo pensamos al intersticio como una instancia inherente a la subjetividad sino que sostenemos que la edificación de un umbral de fuga en la subjetividad está conectada con un proceso similar en la espacialidad concreta y simbólica donde ella se inscribe.

La apropiación del espacio comporta un actuar político. La comprensión de dichas maneras de adjudicación mediante el conocimiento social también. Es entonces desde una perspectiva que asume al margen como potencialidad, como ?espacio de apertura radical? (hooks, 1984) que pensamos que los análisis de género en relación al Movimiento Nacional de Mujeres podrían complejizarse propiciando una reflexividad sobre lo ?que está ocurriendo? cuando no se articula un sentido verbal específico.

El tema del feminismo, por tanto, depende de una geografía paradójica con el fin de reconocer tanto el poder de los discursos hegemónicos como para insistir en la resistencia. Esta geografía describe aquella subjetividad tanto como prisionera y como exiliada, permite que la cuestión del feminismo ocupe tanto el centro como el margen, el interior y el exterior (Rose, 1993, p. 124).

bellhooks, en Choosing the margin as a space of radical openess, pone de relieve algunas ideas sobre el margen que resultan estimulantes. El lenguaje, o la narrativa, sobre la experiencia de lxscuerpxs en las calles, puede constituirse en un espacio de combate contra el sentido hegemónico que subyuga a las clases subalternizadas, a las sexualidades fugadas de la normativa y a la condición étnica. La modulación de un modo situado de nombrar aquello que ocurre cuando las mujeres, lesbianas y trans en su condición múltiple aparecen en el espacio público tiene la capacidad de forjar otros modos de conocimiento social. La marginalidad como espacio elegido dentro de una lógica de subordinación habilita una refundación estética y política de las maneras de mirar:

Para mí, esta apertura radical de espacio es un margen, una arista profunda. Localizarse una misma es difícil aunque necesario. No es un lugar seguro [?] Yo estoy situada al margen. Hago una distinción clara entre la marginalidad impuesta por las estructuras opresivas y la marginalidad que una elige como lugar de resistencia, como localización de una apertura y posibilidad radical? (hooks, 1984, p. 146) (Traducción de las autoras).

También desde la mirada de margen, la voz de Gloria Anzaldúa (2016)nos permite pensar en cómo emprender una política de la localización o, como señala de Lauretis, una voz desde lo otro que habita en el intersticio. La producción de conocimiento para nosotras es, quizás, un ejercicio permanente que asume la potencia de ?estar fuera del plano? (de Lauretis, 2013 [1989]).

En la producción teórico/poética de feministas chicanas como Anzaldúa, hay algunas ideas para calibrar al sur, incorporando también una mirada de lo poscolonial, una especie de ?cultura oposicional? en términos de conocimiento y también de política del lugar. Tal cultura es la de la ?mestiza?:

Ella debe moverse continuamente, alejándose de las formaciones habituales, del pensamiento convergente, del razonamiento analítico que tiende a usar la racionalidad para avanzar hacia un objetivo único (un modo occidental) y acercándose hacia el pensamiento divergente, caracterizado por un movimiento de alejamiento de los patrones y objetivos establecidos y hacia una perspectiva más total, una perspectiva incluyente más que excluyente (Anzaldúa, 2016, p. 136).

Estar en el borde del sentido, de los rituales sociales ordenadores y disciplinadores, significa la disolución ontológica de las identidades en pos de una concepción múltiple de expresión del mundo. Tal concepción de lo múltiple, de lo mezclado, de lo híbrido, para nombrar la toma de las calles, durante los ENM por ejemplo, pone en acto una instancia teórica, creemos nosotras, novedosa. Vuelve a la calle trinchera, hogar, lengua que tartamudea un estallido de significados (Imagen 2).


Imagen 2
Eloísa Molina. ENM Chaco 2017.
Publicado en La Tinta. Periodismo hasta mancharse.

4. Los feminismos toman la calle: reflexiones epistémico-políticas

Si el saber dominante se caracteriza por una pretensión de monolingüismo, entonces los saberes situados son heteroglosias. El saber-vampiro es una tecnología de traducción entre y a través de una multiplicidad de lenguas (?) (Preciado, 2013, p. 2).

Un recorrido superficial por algunos trabajos que han indagado sobre la significación política de los ENM, permite inscribir nuestro planteo en una producción sobre el tema, al tiempo que refuerza la novedad de la mirada que proponemos sobre esta potencia política. Es decir, al atravesar cómo se ha estudiado este fenómeno ofrecemos una especie de narrativa alternativa que pondera los encuentros y los feminismos que toman la calle como herramienta epistémica y metodológica.

Uno de los grandes aportes al estudio de los ENM lo realizan Amanda Alma y Paula Lorenzo (2009) con su libro Mujeres que se encuentran. Una recuperación histórica de los Encuentros Nacionales de Mujeres en Argentina (1986-2005). Las autoras buscan sistematizar la historia de casi 20 años para recuperar la historia reciente del movimiento de mujeres, largamente excluida de la producción de conocimiento. En la introducción al volumen, señalan que existe una perspectiva de las mujeres que se expresa en los feminismos y que ellas se fueron construyendo desde ese lugar e intentaron hablar desde allí (Alma y Lorenzo 2009). Aquí se presenta un primer problema al respecto de la consideración del sujeto mujer, que si bien denuncia una posición subordinada también puede subsumir las relaciones de subalternidad al interior de esta categoría. Este libro contiene, según sus autoras, principalmente,

la voz de aquéllas que se encuentran con nuestras voces, en un entramado de mujeres que tomamos la palabra, la ponemos en circulación y contamos, analizamos y pensamos, en primera persona, la realidad en la que vivimos, en una lucha incansable para transformarla (Alma y Lorenzo, 2009, p. 12).

A partir de esta cita, cabe la pregunta de si existen mujeres que no se encuentran con sus voces, quiénes son, quiénes toman la palabra y en qué contextos pueden hacerlo. Asimismo, resta el interrogante sobre cuáles son sus voces, desde qué posición las articulan. Sobre esto señalan en el primer capítulo:

Ser mujeres, participantes de los ENM nos sitúa próximas al objeto de investigación en una relación democrática y horizontal. Esto nos permite comprender el sentido que las personas (en este caso participantes de los ENM) dan a sus conductas (Alma y Lorenzo, 2009, p. 14).

La apelación a su cualidad de mujeres participantes de los ENM se utiliza para situarse en pie de igualdad con las mujeres que constituyen el objeto de investigación. Así, aparece la experiencia común como fundamento de una comunidad de significaciones entre ?sujeto? y ?objeto?. A partir del análisis de Joan Scott al que ya hemos referido, podemos desnaturalizar la experiencia como objetiva, pre-reflexiva y conducente a las mismas reflexiones para componer la experiencia misma, en su carácter discursivo, en objeto de pregunta (Scott, 2001 [1992]). La proposición de Scott nos invita a analizar la construcción del relato de la experiencia y la subjetivación diferencial de quienes participan del ENM.

También, analizamos el trabajo de Laura Masson (2007)quien define los ENM como un evento crítico en donde se ponen en acto las complejidades del feminismo en un espacio de mujeres, es decir, no solo de feministas. Sin embargo, se dedica principalmente a reponer la participación de las mujeres denominadas feministas cuyo rasgo común sería la capacidad de acceso a la educación superior. Para esto realiza una descripción del ENM Mendoza 2004, donde en algunos pasajes se deja ver su propio itinerario en él. Concluye que en un primer momento hay arduas disputas entre organizaciones y partidos políticos por diferentes razones: decisiones en la comisión organizadora, por el recorrido de la marcha, lugar en la marcha, etc; y en un segundo momento, a partir de las afrentas de las/os católicas/os, las diferencias se subsumen en torno a este enemigo común.

Por su parte, Cristina Viano (2014), en su artículo ?Voces (des)encontradas en los Encuentros Nacionales de Mujeres?, los caracteriza como el ?mirador excepcional? del movimiento de mujeres. Allí analiza, mediante entrevistas, las significaciones y percepciones del ENM por parte de tres grupos distintos: las feministas fundadoras de los ENM, las militantes de Amas de Casa del País (organización vinculada al Partido Comunista Revolucionario) y las mujeres militantes de Pan y Rosas (Partido de los Trabajadores Socialistas).

En los tres casos mencionados se pone de manifiesto un análisis de los ENM a partir de ciertos grupos participantes: en el caso de Masson (2007) y Viano (2014), de manera explícita, y en el de Alma y Lorenzo (2009), implícitamente, ya que sistematizan las perspectivas de la comisión organizadora en cada edición. Respecto de la posición de las autoras, solo en Masson (2007)es detectable la puesta en juego de su itinerario en el ENM como modo de construcción de sentido; en Alma y Lorenzo (2009), como ya hemos señalado, la perspectiva es acrítica acerca de su lugar como sujetos de enunciación, y en Viano (2014), no encontramos esta preocupación.

A diferencia de estos trabajos académicos que inquieren sobre los encuentros, encontramos que algunas narrativas de la prensa feminista (periodistas nucleadas en Ni Una Menos) involucran el carácter situado de sujeto de enunciación para acercarse a la potencia de la movilización y sentido de estos eventos. El análisis de los encuentros de mujeres que aquí proponemos tiene como eje fundamental el uso y representación de un repertorio de prácticas situadas espacialmente. En términos de política del acontecimiento, estos eventos poseen la peculiaridad de darse en el marco de una especie de trastocamiento del cotidiano en una ciudad. El espacio público como forma social asociada a ciertas expresiones de inscripción ciudadana es un elemento interesante para futuros abordajes. En los días en que el ENM se materializa en los centros urbanos que lo convocan, se delinea un espacio intersticial donde se irrumpe en la escena pública reclamando otros patrones de enunciación. Es por ello que entendemos que se despliega allí una suerte de imaginación geográfica contrahegemónica que articula sentidos quizás dispersos y desordenados, pero que quiebran una hegemonía de organización del lugar como expresión de relaciones sociales arraigadas. Entendemos que el evento edifica un umbral de espacialidad otra (Soja, 2010). Configura un margen simbólico sobre el que se puede pensar en relación a la potencia del feminismo como alternativa epistémico política al ordenamiento regular de las prácticas corporales y mentales. Tal alternativa epistémica la focalizamos en la potencia performática de los feminismos puestos en acto en las marchas de cierre, en las plazas feministas, en las peñas y festivales, donde el desvío de la norma se puso en evidencia tras los disturbios que impidieron la finalización del itinerario en el caso del ENM Rosario 2016, aunque un análisis semejante podría aplicarse a algunas de sus ediciones anteriores (Mar del Plata 2015 y Chaco 2017). Cuando decimos desvío de un itinerario normativo, nos referimos al dislocamiento del deber ser que organiza el espacio urbano, el uso de la calle, las plazas, los espacios recreativos (Imagen 3). Tal desvío de la norma lo asociamos a los modos otros de apropiación del espacio materializados en la exhibición de corporalidades y actuares fugados de los trayectos heteropatriarcales.


Imagen 3
Plaza Pública RNM Rosario 2016.
Foto: Manifiesta. Publicado en La tinta Periodismo hasta Mancharse

La plaza feminista hierve, bajo un sol brillante como la piel sudada de todas las que estábamos allí entre cientos de puestos de millones de objetos, comiendo, mateando, cantando, bailando, riendo, polemizando, leyendo, chapando, tomando birras del pico que se calentaba ya sea por el calor, ya sea por la emoción de los encuentros. 3 Éramos distintas. Adolescentes, adultas, niñas, madres, indias, negras, blancas, trabajadoras, estudiantes, artistas, profesionales, militantes, lesbianas, heteras, trans, tímidas, exaltadas, bellas todas articulando una lengua códice. Porque esta belleza es incodificable por el patriarcado. De esta manera, Marta Dillon (2016) define ese instante como:

Un acto político, en definitiva, que pese al mayoritario silencio mediático, busca diseñar un destino otro a ese que ofrece la derecha restauradora y que teje sus propios acuerdos con cada vez más vez vocación de poder. Porque es una corriente de poder la que se siente correr entre las piernas como un viento que llega del río, el poder de ocupar con el cuerpo el espacio público siendo a la vez parte de un cuerpo colectivo (Dillon, 2016).

Pensar en la espacialidad encuentrera o en una espacialidad disidente implica en este ensayo recuperar los márgenes de una imaginación alegórica sobre cómo trasgredir, cómo poner en acto un haz de posibilidades para aquellxs colocados en el lugar de la clausura, de lo invivible, de lo innombrable. En relación con la apreciación de Butler (2017), nosotras señalamos que en la liminaridad heterótopica que se abre durante los encuentros, existe una afirmación subjetiva que reclama el derecho a una vida habitable, vivible, que no está en consonancia con la imaginación que la coloca en un sitio de subordinación, abyección e invisibilidad. Y justamente en la no habilitación de ese lugar, en la performática que se abre en el intersticio de lo no autorizado, lo denunciado, lo catalogado como violento e improcedente, se configura un locus de sentido por lo menos pleno de posibilidades (Imagen 4).


Imagen 4
ENM Chaco 2017.
Publicada en Manifiesta, cooperativa de comunicación feminista.

5. A modo de cierre/apertura

En este breve escrito nos propusimos pensar formas de mirar y construir narrativas acerca de esos instantes en que los feminismos toman la calle y ponen en acto una multiplicidad de cuerpos, prácticas, subjetividades que quiebran la ordenación heteronormada del espacio público. En este sentido, expusimos una miscelánea teórica parcial y en construcción para aproximarnos a la potencialidad epistémica de la experiencia feminista situada.

El objetivo fue poner en palabras e informar teóricamente los sentires que habitamos en los ENM, entre otros momentos clave de toma de la calle en la coyuntura actual del feminismo. Intentando una especie de traductibilidad mutua entre aquello que nos pasa por el cuerpo y los lenguajes académicos. La potencialidad de la transformación performática de la calle implica un trabajo colectivo de tejer narrativas sobre lo que pasa en esos instantes. Los lenguajes que pueden emerger de esas experiencias, planteamos nosotras, tienen una potencialidad para poner en juego nuevas maneras de mirar la producción de conocimiento y de dar una disputa al interior de los espacios institucionales de producción de sentido.

Referencias

Alma, Amanda y Lorenzo, Paula (2009). Mujeres que se encuentran. Una recuperación histórica de los Encuentros Nacionales de Mujeres en Argentina (1986-2005). Buenos Aires: Feminaria Ediciones.

Anzaldúa, Gloria (2016). Borderlands/La Frontera. La nueva mestiza. Barcelona: Capitán Swing.

Butler, Judith (2017). Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea. Buenos Aires: Paidós.

Cano, Virginia (2015). Ética tortillera. Ensayos en torno al ethos y la lengua de las amantes. Buenos Aires: Editorial Madreselva.

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Notas

1 La aceleración de la movilización y organización política de los feminismos en la Argentina desde 2015, en consonancia con un movimiento mundial, multiplicó las acciones y narrativas que disputan el hacer en cada vez más sitios de enunciación, instituciones y órdenes de prácticas públicas y privadas. La escalada de violencia contra las mujeres visibilizada en las marchas ?Ni Una Menos? impulsó la consolidación de la potencia política de este colectivo. La coyuntura de gobierno actual restauradora de consensos normativos reaccionarios alimentó la labor de resistencia de este colectivo múltiple.
2 Además del libro de Masson (2007), podemos referir dos trabajos donde el tema del espacio aparece organizando el análisis: Varela (2015) y Sciortino (2012).
3 Referencias del lenguaje coloquial: ?mateando? significa tomando mate; ?chapando?, besándose en la boca; ?tomando birras del pico?, tomando cervezas de la botella.


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