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La biografía y el ?mito personal del escritor?. César Aira y Alejandra Pizarnik
Orbis Tertius, vol.. 23, núm. 27, 2018
Universidad Nacional de La Plata

Dossier: Un arte vulnerable. La biografía como forma


DOI: https://doi.org/10.24215/18517811e075

Resumen: Proponemos una lectura de la biografía literaria escrita por César Aira, ?Alejandra Pizarnik (1936-1972)?, publicada en el año 2001, centrándonos en particular en el modo en el que se resuelve allí el vínculo entre literatura y vida. Tratando de superar la ?leyenda negra? que circula como una versión de su vida, construida por sus exégetas y a veces promocionada por la misma Pizarnik, Aira intenta pensar el proceso creador desde el lado de la vida a partir del ?mito personal del escritor?. La figura es en verdad el procedimiento que le permite considerar la mediación entre vida y literatura como transmutación, esto es, en tanto que reelaboración artística de lo vivido, según una lógica que intentamos describir. Palabras clave: biografía ? vida ? literatura ? mito personal ? César Aira ? Alejandra Pizarnik

Palabras clave: Biografía, Vida, Literatura, Mito personal, César Aira, Alejandra Pizarnik.

Abstract: In this article (Biography and the ?writer?s personal myth?. César Aira and Alejandra Pizarnik) we proposes to read the literary biography ?Alejandra Pizarnik (1936-1972)? ?written by César Aira and published in 2001? focusing on the way the link between literature and life is unraveled.forged. Trying to overcome the ?smear campaign? circulating as a version of her life, built by her exegetes and sometimes promoted by Pizarnik herself, Aira tries to think of the creative process from the side ofthe life viewpoint regarding of the a ?writer?s personal myth.? The figure is actually the a procedure that allows him to consider the mediation between life and literature as a transmutation,, this is, insofar as an artistic reformulation recreation of that lived throughwhat has been lived, according to a logic that wto be describede attempt to describe.

Keywords: Biography, Life, Literature, Personal myth, César Aira Alejandra Pizarnik.

?Montados sobre la línea correcta podemos llegar a cualquier parte.?

Michael Holroyd. Cómo se escribe una vida

César Aira escribió dos veces sobre Alejandra Pizarnik, aunque su nombre aparece con frecuencia en sus ensayos, casi siempre invocado en cuestiones vinculadas a la creación artística. La primera vez se trató del libro publicado en 1998 por Beatriz Viterbo, compuesto por las transcripciones corregidas y resumidas de las charlas que sobre Alejandra Pizarnik dio en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la ciudad de Buenos Aires, durante el mes de mayo de 1996. En la contratapa Aira exponía con estas palabras su propósito:

La intención fue reconstruir el proceso creativo de una poesía y una vida que la leyenda y la inconsistencia crítica han ido oscureciendo. Una puesta en limpio, o al menos un programa de puesta en limpio, de lo que podemos saber y comprender hoy de una poeta en la que culminó una tradición y con la que se cerró, herméticamente y para siempre, un mundo.

Al final de la noticia con la que presenta, en las dos primeras páginas del libro, una breve reseña de la trayectoria de Pizarnik, Aira menciona la aparición, en 1991, de la biografía escrita por Cristina Piña, la primera sobre la escritora, como ?un hecho excepcional en la literatura argentina, que puede adjudicarse al aura de prestigio casi legendario que ha envuelto la vida y la obra de A.P.? 1

La segunda vez que Aira escribió sobre Alejandra Pizarnik fue por encargo y se trató, entonces, de una biografía para la colección ?Vidas Literarias?, dirigida por la novelista catalana Nuria Amat. Como todos los de esa colección, el libro ofrece una antología de la obra del autor en cuestión, considerado en tanto que ?clásico?, titulada ?Selección de textos?, precedida por una biografía escrita por un escritor consagrado, especialmente elegido, y se completa con una lista sumaria de sus obras; en este caso, las setenta páginas de la biografía de Alejandra Pizarnik escritas por Aira anteceden a las cincuenta y seis de la antología, y estas, a las dos de la bibliografía con la que se cierra el volumen. 2

Tanto el libro de Viterbo como la ?Introducción? llevan por título el nombre de la poeta, nombre de autor, rúbrica de su obra, solo que al de la biografía Aira le agrega entre paréntesis las fechas de su nacimiento y de su muerte ?(1936-1972)?, para alinearla, por decirlo así, con el título de la colección, ?Vidas literarias?, nunca tan oportuno como en el caso de la de Alejandra Pizarnik. El agregado, una convención del género y seguramente una exigencia del formato editorial, sirve para indicar, desde el inicio, no tanto un desvío del propósito plasmado en el libro anterior, sino más bien un cambio de énfasis, una variación en el punto de vista elegido para tratar el mismo objeto, que sigue siendo el ?proceso creador?. Solo que esta vez enfocado desde el lado de la vida; se trata de una vida, esto es, de lo que queda comprendido entre dos fechas puntuales ?y sabemos de la importancia de las fechas para César Aira?, entre las que tuvo existencia un mundo; un mundo que nació y murió para siempre con Alejandra Pizarnik. La intención seguirá siendo la misma, porque es el principio activo, por decirlo así, del ejercicio de la crítica literaria según la entiende César Aira, al que no está ajeno esta biografía: la reconstrucción de ese proceso en el que ocurre un vínculo particular entre la vida y la obra.

En las dos ocasiones, y a propósito de este tema, Aira responde a la misma incomodidad frente a la actitud asumida por los exégetas reconocidos de Pizarnik ?críticos y autores ?amigos? de la poeta? y se consagra al mismo ímpetu reparador y justiciero, que manifestó en más de una oportunidad, en pos de traer un poco de claridad al asunto, ante tanta oscuridad y confusión, y por cierto, ante tanta incompetencia.

Todo el malentendido comienza para él por la fascinación que despierta la figura de Alejandra Pizarnik, por ?el aura de prestigio? de la ?leyenda negra? que envuelve su vida, su ?locura? y su muerte, y que Aira reconoce en casi todo lo que ha sido escrito sobre ella, ya sea que se trate de una evocación testimonial, de un ensayo crítico o de una aproximación biográfica. Formas todas que adoptan, por lo general, el modo de la hagiografía, para él un espécimen degradado del género de las ?historias de vida? (cuando no se trata, claro está, de la vida de un santo), escritas, en el caso de Pizarnik, en un estilo convencionalmente poético, plagado de clichés y estereotipos.

Es como si toda la gente que la conoció [y se podría agregar a casi toda la que escribió sobre su obra hasta César Aira] se sintiera irresistiblemente llevada a competir con ella en imágenes cultas y elegantes, y terminaran diciendo siempre lo mismo: su cuarto era el ?barco ebrio?, su presencia la de ?la náufraga deshabitada de sí misma?, la mirada de sus ?grandes ojos verdes? tenía ?el asombro maravillado de la niña en un jardín?, en sus desplazamientos nunca falta la ?maleta de piel de pájaro?, etc. La quincalla poética que ella misma usó con encomiable economía y transmutó en hermosos poemas, la rodeaba como una malla infranqueable ( 2001:48).

Doy fe que la totalidad de los ejemplos convocados por Aira en la cita anterior pertenece a la biografía de Cristina Piña, para quien, en un exceso de confianza que a él tanto le molesta, Alejandra Pizarnik se convierte simplemente en ?Alejandra?. Piña se pierde, como tantos otros, en todo tipo de empeños poéticos, que suenan, todos ellos, de segunda mano. Metáforas y comparaciones remanidas, uso y abuso de la imagen ?desmayadamente literaria?, como diría Ismael Viñas, citas prestigiosas por doquier que funcionan como guiños al lector, tomadas, o bien de la biblioteca Pizarnik, de los autores que ella amaba, o bien del canon de la literatura occidental moderna. Basta repasar los títulos de los capítulos de la biografía: ?A la sombra de las muchachas en flor?; ?Retrato del artista adolescente?; ?El barco ebrio o París era una fiesta?, ?Final del juego?, etc.; o si no, recalar en la desafortunada página 103 donde Piña imagina a Pizarnik ?porque no dispone de testimonios al respecto? arribando al puerto de Le Havre, en su primer viaje a París. 3

Aun teniendo en cuenta estas referencias más o menos explícitas a la biografía de Cristina Piña, que para Aira es inequívocamente un paradigma negativo, pero un paradigma al fin, la suya no se propone como una simple amonestación de aquella, su antecesora; tampoco como una nueva versión, abreviada y corregida, siendo que casi toda la información que maneja la de Aira está tomada de allí (aunque las excepciones son del todo significativas y proliferan a medida que avanza la biografía, tal vez porque el tiempo del relato de la vida de Pizarnik coincide entonces con el momento en el que Aira la conoce personalmente) 4. Por el contrario, y tratándose de Aira, lo que se juega en su biografía de Alejandra Pizarnik es un verdadero tour de force. Y esto porque lo que podría parecer una facilidad ?escribir la biografía de uno de sus autores faro, a quien conoció personalmente, por el que profesa una enorme admiración, sobre el que ya publicó un ensayo crítico acerca de su obra?, bien mirado, es la suma de varias dificultades.

La primera, la más evidente, tiene que ver, justamente, con lo que venimos señalando con él desde el principio, con ?el aura legendaria? que envuelve la vida de Alejandra Pizarnik. Me refiero a que existía ya, antes de la de Aira, si no una biografía, al menos una suerte de relato de su vida que circulaba en ámbitos literarios; un relato ?fabuloso?, como toda leyenda, que se fue armando a través del tiempo con el recuerdo de quienes la conocieron (y el recuerdo, el propio y sobre todo el ajeno, según Borges en su Evaristo Carriego, es la materia de toda biografía 5), con las anécdotas que se contaron sobre ella y hasta con la propia imagen de sí que Alejandra Pizarnik promocionó a través de su ?personaje alejandrino?, figura que emerge primero de la escritura íntima de sus diarios y de su correspondencia y que luego se vuelve pública a expensas de la misma Pizarnik. Y habría que preguntarse una vez más qué ocurre cuando existen autofiguraciones fuertes ya elaboradas de y por el mismo biografiado en escrituras íntimas, cartas, diarios, memorias, etc. ¿Qué se hace con ellas? Digo: ¿cómo se debe tratar ese tipo de información en la escritura de una biografía? ¿Qué valor (de verdad o probatorio) se les debe conferir?

Por cierto, frente a todos los testimonios ?poéticos? o ?poetizantes? acerca de la vida Alejandra Pizarnik ?y en este rubro entrarían tanto el poema de Julio Cortázar ?Aquí Alejandra?, como el ensayo crítico de J. G. Cobo Borda ?Alejandra Pizarnik. La pequeña sonámbula? o la evocación personal de Enrique Molina en ?La hija del insomnio?? Aira no duda en manifestar su preferencia por el personaje de Andrea pergeñado por Elena Garro para su novela Inés (México, Grijalbo, 1995) y esto porque prescinde de ?las habituales untuosidades de la hagiografía?. Su ?despiadado retrato?, que no se ahorra francas alusiones a su fealdad y a su lesbianismo, para Aira supera en clave ficcional cualquiera mezcla ingenua o desaprensiva entre fantasía y realidad.

A esa dificultad primaria ?me refiero al peligro de recalar en la leyenda? se le suma una adicional. De ese personaje se nutre la poesía de Alejandra Pizarnik, procurando convalidarlo en toda referencia que se quiere autobiográfica; no hay que olvidar que su obra responde a una marcada predisposición hacia lo confesional, por demás de explícita, que casi siempre ha sido malinterpretada por sus comentaristas, esto es, interpretada en clave sentimental.

De la ?leyenda negra? al ?mito personal del escritor?

Comienzo otra vez, como corresponde, por el principio. La biografía de César Aira sobre Alejandra Pizarnik es una biografía de escritor. El tema central de las biografías de escritores es la relación entre la vida y la obra. Y si bien el género se encuentra fuertemente codificado ?se repiten muchos tópicos y motivos en las versiones más estandarizadas?, lo que atenta contra toda originalidad no es esa prescripción, sino más bien el modo en el que se postula en cada oportunidad (en cada autor) el problema central que lo estructura, que está en la base como su fundamento; allí es donde se asegurará el éxito o el fracaso de la biografía.

De hecho, Aira recurre en esta biografía de Alejandra Pizarnik a lo que podría ser la lista más o menos completa de los motivos que suelen componer gran parte de las biografías literarias: el despertar de la vocación (en la adolescencia); la etapa de la formación (leer, escribir, estudiar) y el rol de sus mentores (Juan Jacobo Bajarlía, Raúl Gustavo Aguirre y Antonio Porchia, entre otros); la relación con los pares (Aira la llama ?socialización? y considera los vínculos de amistad con Olga Orozco, Ivonne Bordelois, Octavio Paz o Julio Cortázar); las alternativas de la lucha por la consagración (la publicación de los libros, el reconocimiento de los pares y de la crítica, etc.) y la consecución de una obra pensada como un proceso que responde a la narrativa propia del relato de aprendizaje, con la consabida cuota de idealismo épico (se piensa en una conquista o en el recorrido de un camino arduo, lleno de obstáculos).

El ideal que se busca en ese recorrido es, según Aira, ?la conquista de la brevedad? como vía de acceso directo hacia la perfección formal, consumado en el ?poema joya?. Aira entiende el proyecto artístico de Pizarnik como un aprendizaje a partir de la metáfora del camino, un trayecto recorrido con sus comienzos y recomienzos, con sus avances y retrocesos, con sus atajos y sus desvíos y una meta final que, al mismo tiempo, es el punto de llegada y un callejón sin salida, por el que ?no se puede ir más lejos?, como se lee en la página 56 de la biografía.

Pero vuelvo a la cuestión de la composición. A lo que me refería es que antes de seleccionar el material que va a componer el relato, el conjunto de datos reunidos en la investigación que se convertirán en motivos de la biografía, lo que hay que pensar es la mediación, lo que media entre un extremo y otro del vínculo y nos permite postular un trayecto de ida y vuelta, de la vida a la obra y también a la inversa. Aira lo sabe bien porque lo ha pensado antes de escribir esta biografía, en ocasión de su trato con otros autores (Copi, Lamborghini) 6 y ha encontrado ya el término preciso que le da nombre y espesura teórica a la relación (no es indistinto que lo haya tomado de Nietzsche): se trata de la transmutación, esto es, de la reelaboración artística de lo vivido pensada a partir de una lógica que intentaré explicitar. Ahí, en ese punto, que está al principio, se juega todo lo que vendrá después.

De ?la leyenda negra? al ?mito personal del escritor?: en el recambio que Aira hace del modelo para escribir su biografía lo que se desestima es la causalidad clásica que presupone una relación unívoca de causa y efecto. La vida incidiendo en la obra como lo que está antes; la obra plasmando luego, a través de la escritura, lo que ya tuvo lugar.

Aira lo piensa de otro modo, como el encadenamiento de sucesivos estadios y mediaciones (que son contextos de inteligibilidad) en el que el primer término, al que podríamos denominar, ?lo vivido?, quedará definitivamente perdido. ?Lo vivido? es puro caos, magma desordenado de sensaciones y reacciones, de percepciones y de afectos que ocurren en un presente puro, donde no hay divisiones o donde las hay en exceso. Y esto porque todavía no se accedió al umbral de la experiencia. Es la experiencia la que formatea ese caos al convertirlo en relato (una historia completa, con principio, desarrollo y final, de la que el viaje sería el ejemplo paradigmático) y el relato, es sabido, lo es siempre de algo que ya pasó y que, en tanto que escrito (en un sentido amplio del término, que excede el hecho físico de la escritura), se convierte en necesario, o en definitivo.

En ese proceso, la pérdida produce plusvalía (?el devenir vida de la vida? o ?la vida que se trasforma en vida?, en palabras de Aira).

Para Aira hay escritura antes de la literatura, hay algo que ya ha sido escrito antes de que alguien lo escriba. A eso lo llama ?vida?, al cúmulo de experiencias-relatos que se encadenan en una secuencia narrativa y conforman una historia de vida, que, a su vez, cuando sea nuevamente escrita, será biografía.

Pero antes de que esto ocurra, y cuando le ocurre a un escritor, es necesario franquear un umbral nuevo, que no es ni más ni menos que el de la literatura. La experiencia cobra más realidad y plenitud en el interior de la literatura que la repite como relato o como poesía. ?La literatura empieza cuando uno se ha vuelto literatura ?dice Aira? y si hay una vocación literaria no es otra cosa que una transubstanciación de la experiencia?? ( 2005:61) 7. Lo que implica que a ese relato primigenio que se sobreimprime sobre el caos amorfo de lo vivido y lo trasforma en vida, cuando de la vida de un escritor se trata, vuelve a ser reconfigurado por un nuevo relato que adopta la forma de un mito, del ?mito personal del escritor?, ?complejo que forma su vida y su obra, que es su fórmula, que es su estilo?.

Del mito lo primero que podríamos decir es que es un relato póstumo; la muerte es su condición de posible relato, y en tal caso, de que se trate de un relato completo y coherente, cerrado sobre sí mismo, en el que cada elemento ocupa su lugar: una sintaxis narrativa en sentido extenso 8.

Todo mito personal de un escritor es un mito de origen, el relato de los orígenes, de la primera vez, sí, pero en permanente estado de reactualización, en un continuo recomienzo. En ese relato se nos cuenta cómo alguien quiso y llegó a ser un escritor. La vida de un escritor sería entonces ese revivir, a lo largo de toda su vida, del momento de la primera vez, de la vez que pudo inventar lo nuevo; instancia a la que Aira también le encuentra el nombre preciso: la innovación. La innovación no es otra cosa que el momento de la fundación de un campo de experimentación artística que, como se dijo antes, en el caso de Alejandra Pizarnik, surge de una serie de restricciones en la conquista de un estilo cuyos rasgos sobresalientes son: la pureza y la brevedad, un riguroso control de calidad y una combinatoria reducida de términos poéticamente prestigiosos al servicio de producir un efecto de densidad autobiográfica.

Así entendida la innovación, se explica la preferencia de Aira por datar todo tipo de comienzos, tratando de mostrar su sentido inaugural ?y no se trata de ninguna redundancia: el primer poema, el primer libro, o incluso el epígrafe que lo antecede. Según una creencia sostenida exprofeso, en ese momento de pura invención, se apuesta, para Aira, al porvenir, a lo que seguirá acto seguido 9.

Entonces: la creación literaria transmuta la vida en obra y la obra vuelve a la vida. Así cuenta César Aira la vida de Alejandra Pizarnik, reconstruyendo su versión del ?mito personal del escritor?:

(De ida) Flora Pizarnik tiene serias dificultades para ?lidiar con la vida? (y subrayo la elegancia de César Aira para decir con estas palabras lo que otros llaman ?locura?, ?esquizofrenia?, ?desquicio psicológico?). En su adolescencia, cuando estas se agudizan, se inventa un personaje como recurso posible de supervivencia, al que llama ?Alejandra?; nombre y personaje encarnarán desde ese momento una profunda vocación literaria. Alejandra Pizarnik, que es una gran lectora, tan intensa como selectiva, quiere ser, además, una Gran Poeta, la Mejor. Para llegar a serlo toma como modelo a los escritores que ama, Rimbaud, Artaud, Lautréamont, remedos todos de la figura del poeta maldito, tan cara al surrealismo, bajo cuya estela Alejandra Pizarnik vivió, leyó y escribió toda su obra. El ideal, según lo propone el modelo, se vuelve un absoluto. De todos modos Alejandra Pizarnik logra realizarlo.

(De vuelta) En esa creencia (?siempre en proceso?, dice Aira) de ser una Gran Poeta, Alejandra Pizarnik logra escribir una obra extraordinaria que, además, se convierte en ?cura shamánica? de aquella primaria ?dificultad de vivir?; eso sí, hasta un determinado momento, cuando el efecto curativo deja de funcionar. Y es que entre los atributos del personaje, entre los cuales está su adolescencia definitiva, la dependencia económica y emocional hacia sus padres, su propensión al insomnio, sus varios complejos (de ser gorda, fea, de tener acné y padecer de tartamudez, etc.), su lesbianismo; entre todos estos rasgos, digo, está el del convencimiento de que la creación poética es puro sacrificio que todo lo exige, que todo lo pide, hasta la vida misma 10. Es un círculo vicioso: ?La vida perdida para la literatura por culpa de la literatura. Por hacer de mí un personaje literario en la vida real fracaso en mi intento de hacer literatura con mi vida real pues esta no existe: es literatura?. 11

El empuje, la fuerza que hace avanzar la vida de Pizarnik en tanto que vida literaria, es el vaivén entre dos creencias en constante relevo: entre la de ? seruna gran poeta? y la de ? llegar a seruna gran poeta?, en ese orden y también a la inversa. Una convicción que se vuelve anhelo; un anhelo que se convierte en convicción. Tal como la piensa Aira, lo que se llama vocación poética nace de ese pliegue en el tiempo a través del cual ?se pasa la vida entera?: se es escritor antes de serlo (extraña certeza que es también un deseo) y a punto de dejar de serlo (no hay que olvidar que el abandono está inscripto en la decisión). Y también: para ser escritor es necesario creer que uno lo es. Pero el que está convencido nunca llega a serlo. Se trata de una ?creencia en proceso?, o mejor, de una ?creencia en suspenso?.

Coda

Aira escribe la biografía de Alejandra Pizarnik tomando distancia del ?personaje alejandrino? pero para mejor describir el proceso en el que se configura a instancias de la consecución de una obra prodigiosa, genial. ¿Cómo se escribe la vida de alguien que la construyó con premeditación y alevosía? Pues redoblando la apuesta ??su personaje, es decir, su vida?? se lee en la página 41?. La biografía de Aira podría llevar entonces por título: De cómo Alejandra Pizarnik llegó a ser Alejandra Pizarnik.

Se trata, como venimos diciendo, de mediaciones y las mediaciones no son más que el modo en el que se toma distancia. Tal el reparo de Aira con Alejandra Pizarnik, que es contemplación al mismo tiempo que desacato:

La voluntad de la autora se respetó siempre, al pie de la letra: lo hizo el psicoanalista que prefería poetizarse a tratarla, el público al leer su poesía como una emanación del personaje poético, sus amigos al entrar en el juego del shamanismo trascendental de ?la palabra?, y sus biógrafos haciendo la cronología de ?la pequeña náufraga autodestructiva?. Es como si la historia que ella contó hubiera sido demasiado buena para mejorarla (2003: 34).

A esa historia demasiado intencionada Aira le contrapone el mito, un relato formalmente acotado, una invención regulada en la que cada detalle, como lo quiere Borges, tendrá ?proyección ulterior?. O lo que es lo mismo: en la que lo contingente se volverá necesario, incluso lo que tiene que ver con el azar (en este caso, tratándose de Alejandra Pizarnik, con el azar objetivo) 12. Y esto por efecto del todo, que es indiviso ?no hay dobleces ni duplicidad en el mito, tampoco desdoblamientos del personaje y mucho menos presentados bajo el signo del cuadro patológico.

Pero se trata de una conjetura, de una otraconstrucción deliberada que apuesta por el posiblede una vida (y esta podría ser una definición amplia del género de la biografía). Aira elige entonces tomar distancia también de cualquier afirmación apodíctica en lo que respecta a las motivaciones de los acontecimientos comprendidos en esa vida ?no así cuando expresa juicios críticos sobre la obra, que suelen ser contundentes?, recurriendo entonces al procedimiento que más le conviene. Me refiero a la repetición, en todas sus variantes, del ?debe de haber sido? con el que modula la narración desde las primeras páginas de la biografía, siempre fiel al encanto de la suposición. 13

BIBLIOGRAFÍA

Aira, César (1988). ?Prólogo? a Osvaldo Lamborghini: Novelas y cuentos. Barcelona, Ediciones del Serbal, pp. 5-7.

Aira, César (1991). Copi. Rosario, Beatriz Viterbo.

Aira, César (1991). Nouvelles Impressions du Petit-Maroc. Saint-Nazaire, Arcane 17.

Aira, César (1995). ?La innovación?, en Boletín/4 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, Rosario, pp. 27-33.

Aira, César (1997). ?El último escritor?, en El Banquete, N° 1, pp. 11-17.

Aira, César (1998). Alejandra Pizarnik. Rosario, Beatriz Viterbo.

Aira, César (2000). ?La nueva escritura?, en Boletín/8 del Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, Rosario, pp. 165-170.

Aira, César (2001). ?Particularidades absolutas?, en Nueve perros, Año 1, N° 1, pp. 11-14.

Aira, César (2001). Alejandra Pizarnik. Barcelona, Ediciones Omega.

Aira, César (2001). Las tres fechas. Rosario, Beatriz Viterbo.

Aira, César (2002). ?El miedo creador?, en Babelia - El país, 17 de agosto de 2002.

Aira, César (2006). ?El todo que surca la nada? en Letras libres N° 92, pp. 56-62. En línea: https://www.elpais.com/diario/2002/08/17/babelia/

Pizarnik, Alejandra (2003). Diarios. Barcelona, Lumen.

Notas

1 Se refiere a Alejandra Pizarnik. Buenos Aires: Planeta, 1991, 254 páginas.
2 Alejandra Pizarnik. Barcelona: Ediciones Omega, 2001; 136 páginas. En la misma colección Juan Goytisolo escribe la biografía del Arcipreste de Hita; Enrique Lynch la de Francisco de Quevedo; Carlos Fuentes la de Alfonso Reyes; Fernando Savater la de Jorge Luis Borges; Alberto Manguel la de Miguel de Cervantes; Julio Ortega la de Rubén Darío y Jorge Edwards la de Fernando Pessoa. ?Muchas de las parejas nacieron a propuesta mía ?dice Nuria Amat?, otras, tras una charla con los autores, pero siempre insistiendo en que ellos estuvieran a gusto con los clásicos de los que van a escribir (?) Cada libro ofrece al lector la vida y la obra del escritor narrado en un estilo personal y literario. De este modo, el lector disfrutará con la lectura de una obra única en su género al tiempo que obtendrá también el retrato del personaje biografiado y su obra más representativa?. En: http://www.nuriaamat.com/2011/01/ediciones/ (consultado el 8/02/2017).
3 No solo Cristina Piña se siente compelida hacia lo poético por obra y gracia de la obra de Alejandra Pizarnik. El caso más extremo, o al menos el que más irrita a César Aira, es el de León Ostrov, su primer analista, que describe así su relación ¿profesional? con Pizarnik. ?Alejandra me traía, habitualmente, un poema, páginas de su diario, un dibujo (había comenzado a asistir al taller de Batlle Planas). Y ahora lo puedo decir: no podía sustraerme al goce estético que su lectura y su visión suscitaban en mí, y quedaba, en ocasiones, si no olvidada, postergada mi específica tarea profesional, como si yo hubiera entrado en el mundo mágico de Alejandra no para exorcizar sus fantasmas sino para compartirlos y sufrir y deleitarme con ellos, con ella. No estoy seguro de haberla siempre psicoanalizado; sé que siempre Alejandra me poetizaba a mí.? Alejandra Pizarnik / León Ostrov, Cartas. Córdoba: Euvim, 2012; 221 páginas.
4 Entre las ?fuentes? que maneja Aira figuran algunas cartas de la primera edición de Correspondencia Pizarnik de Ivonne Bordelois (Seix Barral, 1998) y la nota introductoria que Pizarnik escribió para la Antologíade 1964, edición preparada por ella misma que, según refiere Aira, se había perdido en su momento y fue encontrada veinticinco años después. Con respecto a los diarios se dice que Aira no quiso consultarlos pero quizás tampoco hubiera podido ya que se recordará que, antes de llegar a Princeton en el año 2006, estaban en poder de Aurora Bernárdez y Ana Beciú. En la biografía de Cristina Piña, los fragmentos citados están tomados del libro de Frank Graziano, Alejandra Pizarnik. A Profile, aparecido en 1987, que la autora tradujo del inglés debido a que no pudo consultar los originales en español.
5 Imposible dejar de citar aquí la célebre frase del comienzo en la que Borges define al género señalando la complejidad de las dos o tres cuestiones que de veras importan: ?Que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupación esa paradoja, es la inocente voluntad de toda biografía.?
6 Para este punto es insoslayable la lectura de ?La novela del artista? de Sandra Contreras, que sugiere que los ensayos sobre escritores de Aira tienen la forma de una "celebración póstuma de la vida?. En Las vueltas de César Aira. Rosario: Beatriz Viterbo, 2002; 320 páginas.
7 La cita pertenece a ?El todo que surca la nada?, publicado bajo el título de ?Cuento? en una sección de la revista de México Letras libres N° 92, en agosto de 2006.
8 Ese efecto de cierre que la muerte le da a cualquier vida en tanto que historia de vida se amplifica en el caso de Pizarnik a causa de su suicidio, una verdadera contrariedad adicional para su biografía tal como la piensa Aira, pero también para la de cualquier otro escritor suicida. Y es que el suicidio hace de una vida, de cualquier vida, un relato del todo inducido. La vida en tanto historia se vuelve demasiado premeditada, todo se dispone según un ordenamiento tendencioso hacia la decisión final. Sobre este punto son muy interesantes las consideraciones de Miguel Dalmaroni (a propósito de una cita de Guillermo Saavedra) en las primeras páginas de su artículo ?Sacrificio e intertextos en la poesía de Alejandra Pizarnik?, aparecido en Orbis Tertius, Año 1, N° 1, 1996; páginas 93-116.
9 La obra de Alejandra Pizarnik es ejemplar desde este punto de vista ya que ilustra esa creencia. También lo es la página 55 de la biografía de Aira en la que así lo manifiesta: ?En la obra de Pizarnik hubo algo así como el mito del primer poema, en el que todo se consuma y hace innecesarios a los demás Es un mito accesorio al de la brevedad o al de la perfección. Aquí el primer poema tiene por único título el número 1 y sucede en apenas tres versos: ?He dado el salto de mí al alba??.?
10 De todos los ?atributos? del personaje hay uno que funciona como metáfora y emblema de todos los demás. Me refiero a esa figura paradójica, esa suerte de oxímoron que propone Aira con la figura de la ?adolescente definitiva?. Y digo oxímoron porque la adolescencia es transición, pasaje de la infancia a la madurez. Todos los demás atributos de la lista parecen ser una posible realización parcial de esa figura.
11 Anotación de la entrada del 11 de abril de 1961, reproducida en la página 200 de Diarios. Barcelona, 2003; 504 páginas.
12 Doy solo un ejemplo: Aira hace notar el hecho de que en la esquina del mítico departamento de la calle Montevideo, el último en el que vivió Pizarnik, hubiera un café llamado ?El Cisne?, o sea, ?El cisne de Montevideo?, agrega Aira, para promover la alusión (poética, metafórica y graciosa) a Lautréamont, escritor adorado por la poeta.
13 ?Debe de haberse debido a?; ?debió de ser por ella que??, ?Debió de ser como si??, etc. En términos preciso se trata de una de las llamadas ?perífrasis modales de infinitivo? (?deber de + infinitivo?) por la que, a juicio del que enuncia, algún estado de cosas pasado se presenta como posible o probable.


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