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Alessandro Corubolo y Maria Gioia Tavoni, Imprentas nómadas. Artefactos, conspiraciones y propaganda. Buenos Aires, Ampersand, 2019, Scripta Manent, 316 páginas
Javier Planas
Javier Planas
Alessandro Corubolo y Maria Gioia Tavoni, Imprentas nómadas. Artefactos, conspiraciones y propaganda. Buenos Aires, Ampersand, 2019, Scripta Manent, 316 páginas
Orbis Tertius, vol. 25, núm. 31, 2020
Universidad Nacional de La Plata
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Alessandro Corubolo y Maria Gioia Tavoni, Imprentas nómadas. Artefactos, conspiraciones y propaganda. Buenos Aires, Ampersand, 2019, Scripta Manent, 316 páginas

Javier Planas
Orbis Tertius, vol. 25, núm. 31, 2020
Universidad Nacional de La Plata

El título de la obra sugiere una historia atrapante, algo como las aventuras de unos tipógrafos imprimiendo a escondidas volantes y periódicos en medio de un clima político que les fue hostil. El libro cuenta esas historias, pero también es bastante más. En primer lugar, porque el concepto clave que facilita la selección de los casos tratados se sustenta en la idea de imprentas itinerantes (in itinere), que refiere al movimiento, al empleo de las prensas en el tránsito de un lugar a otro, sin importar si la máquina propiamente dicha es un mimeógrafo o una minerva de gran porte. Lo itinerante no es —o no solo es—, entonces, lo portátil. En segundo lugar, porque la noción de itinerancia está asociada a tres dimensiones de análisis que fijan la atención en (1) las situaciones en las que trabajaron los operarios, (2) en las motivaciones que tuvieron y (3) en el tipo documental que compusieron. Asimismo, el arco diacrónico del estudio es generoso: se recuperan historias que transcurrieron entre los siglos XVIII a XX. Y dentro de los márgenes de lo que habitualmente se considera la cultura occidental, se privilegian acontecimientos ocurridos en los países centrales de Europa: Italia, España, Inglaterra y Francia, y se realizan algunas incursiones en los Estados Unidos y, también, se fija un interés en las misiones religiosas en el continente asiático, más exactamente en el Tíbet. Por último, en términos de fuentes documentales, el estudio recoge vestigios de los más variados: periódicos, correspondencias, diarios íntimos, entrevistas, biografías, novelas y una rica cantidad y diversidad de imágenes de los artefactos que fueron utilizados para la impresión.

Por efecto de esa delimitación conceptual y de los principios de análisis mencionados, los capítulos están organizados según un criterio que privilegia un tipo u otro de entrada, aunque invariablemente en el desarrollo de cada uno se yuxtaponen temas y problemáticas que, como resulta previsible, son indisociables. Así, por ejemplo, el capítulo referido a las imprentas que itineraron durante la guerra y el que remite a la producción de periódicos en las trincheras como forma de distracción o consuelo constituyen dos entradas al mismo objeto de conocimiento: las maneras en que se desenvuelve la cultura impresa entre los estruendos de las batallas. De los siete capítulos que componen el libro el primero es, con toda seguridad, el que retiene una especificidad que no se observa en los restantes segmentos y que, al mismo tiempo, los explica desde el punto de vista material. Se trata de la dimensión tecnológica de las imprentas. Todo el contenido restante procura un abordaje antropológico, en el sentido de que insiste en aproximaciones a la sensibilidad de las personas que protagonizaron las historias contadas, en situaciones tan diferente como una fiesta popular o en la cárcel, como propaganda política difundida desde el Estado o desde las casas de la resistencia.

Como quedó dicho, el capítulo que abre el libro trata sobre la cuestión tecnológica. No contiene, sin embargo, una descripción exhaustiva de los mecanismos de la imprenta ni una tipología absoluta de los aparatos, aunque se encuentra un poco de cada asunto. En todo caso, como observan los autores, se trata más bien de un inventario que asocia las innovaciones técnicas a las necesidades sociales de uso. En ese plano, si bien se reconocen ciertas creaciones ligadas a un tipo singular de itinerancia lenta, pesada, como la que exigieron las prensas militares que fueron empleadas para la impresión en alta calidad de mapas y otros documentos de precisión; el desarrollo del texto se concentra en las máquinas livianas, que según se puede concluir, comenzaron a fabricarse a partir de la segunda mitad del siglo XVIII para satisfacer los deseos de entretenimientos de aristócratas y burgueses. Pero la portabilidad y la relativa eficacia que se alcanzó de manera progresiva con las platinas, las impresoras de galera, las litografías y un sinfín de tipos de polígrafos (autopolígrafo, hectopolígrafo, velocígrafo, mimeógrafo, duplicador, ciclostil, etc.) posibilitaron usos muy diversos de aquellos y, a la inversa, nuevas necesidades posibilitaron estos desarrollos. Los contextos sociales y políticos —se subraya con insistencia— acomodaron en cada momento los aprovechamientos. Así, mientras que en Inglaterra se alentó la producción de estos artefactos con fines comerciales; en Francia un inspector de policía, tras confiscar a un vendedor ambulante unas imprentas portátiles, anotaba en su informe: “las encuentro peligrosas, sobre todo porque posibilitan la impresión de versos ofensivos y panfletos de pocos renglones de forma rápida y en el lugar donde uno se encuentre” (p. 50).

Los capítulos centrales —el último se caracteriza por añadir un corte metodológico de género— tratan un cúmulo de historias diversas, nucleadas en grandes grupos temáticos. Esta serie queda inaugurada por las ocasiones en que la prensa fue empleada en fiestas y celebraciones: cortejos religiosos, carnavales y acontecimientos socioculturales extraordinarios, como la feria que se montó en el invierno de 1683 sobre el grueso hilo del río Támesis. En todos los casos, los tipógrafos supieron aprovechar las oportunidades para distribuir recuerdos impresos en el momento. Pero el evento que marca este pasaje es, sin duda, la descripción de las gestas gutenberguianas y las rivalidades históricas de dos ciudades que se disputaron el lugar de la invención: Maguncia y Estrasburgo. Las fiestas que se montaron para el aniversario 400 de la imprenta, con sus desfiles de aparatos, con sus impresiones ambulantes de odas a Gutenberg y con las estatuas que se inauguraron de su figura contribuyeron, como se sabe, a fijar una idea romántica del origen de la imprenta, adherida hasta hace poco tiempo al efecto eureka que se despierta en la imaginación de un genio.

Desde el polo opuesto, dos capítulos —como se expresó más arriba— trabajan sobre los usos de la imprenta en situaciones bélicas: uno analiza las motivaciones de los altos mandos de los ejércitos; el otro repara en la sensibilidad de los sodados. En “Prensas itinerantes en las guerras”, Corubolo y Tavoni elijen privilegiar la historia de Napoleón por sobre otras que también narran en este mismo pasaje. Y es que su perfil como lector, autor y hábil comunicador se expresó con toda solvencia en el empleo que hizo de las prensas durante sus operaciones militares: unas veces para despertar el ánimo de las tropas; otras, para consolidar su figura política o construir relaciones con las ciudades conquistadas. Para esto último requirió poner énfasis en las cuestiones estrictamente materiales, al dotar a sus imprentas de varios juegos de tipografías, incluidos los de caracteres griegos y árabes. Con todo, aseveran los autores, si Napoleón no fue el primero en utilizar las imprentas en campaña, sin duda le otorgó nuevas e intensas modalidades de uso. Por otro lado, en “Como consuelo en las trincheras, en la prisión, en las naves”, se concede preponderancia a las experiencias que tuvieron lugar durante Primera Guerra Mundial. Lo sustancioso de este capítulo radica en el modo en que se describen las vivencias singulares y colectivas de los soldados en torno a la producción de periódicos y hojas sueltas, que comprometió tanto los procedimientos de escritura y edición —generalmente artículos de novedades y humorísticos, caricaturas y dibujos satíricos—, como las operaciones relativas a la impresión —composición, entintado, prensa, etc. Entre los varios motivos que alimentaron esta actividad se destaca uno: sustraerse a las desgracias de la guerra.

Entre medio de los capítulos citados, aparece el titulado “Imprentas en movimiento sobre nuevos medios de transporte”, donde los autores recorren las vicisitudes de la imprenta a bordo de trenes, aviones y barcos. Las historias, asimismo, tienen sus anclajes en motivos políticos, comerciales y de entretenimiento. En cuanto a los primeros, se abordan los esfuerzos sistemáticos realizados por la Unión Soviética para distribuir, en su inmensa superficie, periódicos y folletos con las novedades gubernamentales —que Corubolo y Tavoni no dudan en identificar como propaganda. El propio León Trotsky estuvo al frente de un tren blindado que recorría el territorio soviético con un taller de imprenta en uno de sus vagones, en el que se producía un periódico para distribuir en cada parada. Con anterioridad a la Revolución Rusa del 1917, en Estados Unidos, y también sobre las vías del tren, en 1862 un joven Thomas Alva Edison había puesto a circular un diario de modesta factura para la lectura de los pasajeros, producido con una imprenta de galeras de segunda mano. Las extensas travesías de los trenes de antaño se prestaron a estos usos de la imprenta, del mismo modo que sucedió con las experiencias que tuvieron lugar en los barcos transatlánticos. Si bien la invención de Guillermo Marconi fijó un antes y un después para la comunicación oceánica y, con ello, se transformó también el contenido de los periódicos impresos en alta mar, el tiempo libre de los pasajeros fue siempre el porqué de estos emprendimientos.

“Para evitar las censuras o allanamientos” es el pasaje en el que los autores enfatizan la cualidad de lo portable de los artefactos de imprenta, en un extenso recorrido temporal que se inicia en la mitad del siglo XVIII, con la historia del filósofo iluminista suizo Peter Forsskål, y se cierra con las resistencias antifascistas en la década de 1940, encabezadas principalmente por militantes ligados al comunismo.Todo el capítulo está centrado, con algunas excepciones —como la citada de Forsskål—, en la historia italiana. Su organización comprende la constitución de dos polos metodológicos fundamentales y, en cierto sentido, trascendentes a todas las historias de la censura: de un lado, la descripción de las características de aquello que se identifica con la autoridad, con lo instituido, y que como tal está dotado de poder coercitivo; de otro, lo que se opone a ese poder, por lo regular con menos elementos y recursos de acción, y que por lo tanto emplea métodos y tácticas que procurar erosionar el consenso social que conservan los dominantes antes de pasar a un enfrentamientos directo. Entre estos extremos se desarrollan los casos narrados, que privilegian sin embargo los ardides de los militantes para moverse de un lado a otro, para fabricar tipos, para ocultar los mimógrafos y, en fin, para distribuir a hurtadillas o desde un avión las hojas sueltas con las ideas fuertes de cada movimiento político de oposición.

El último capítulo, como lo indica su nombre, constituye una extensión del pasaje anterior, pero con un corte metodológico que aísla y describe la participación de las militantes italianas. “Publicaciones antifascistas de las mujeres en la clandestinidad y en la patria” describe, fundamentalmente pero no de modo excluyente, la historia de dos de periódicos emblemáticos de la época: La Voce delle Donne y Noi Donne. Los autores constatan, luego de una minuciosa reconstrucción que involucra el cruce de testimonios orales y escritos —además del análisis de los impresos—, que el segundo es, en rigor, una continuación del primero y que, por lo tanto, los dos títulos estuvieron comprometidos con los mismos objetivos: difundir la voz de las mujeres en la lucha antifascista. Como otras publicaciones, estas fueron preparadas en la ilegalidad, ya sea fuera o dentro de Italia, siempre con recursos materiales escasos, pero con el valor intangible del esfuerzo y el compromiso de las militantes. La multiplicación es, quizá, la palabra clave que permite unir y comprender a un mismo tiempo los efectos producidos por la reunión de esas voluntades y el uso de la imprenta: la multiplicación de las resistencias, de los periódicos y de las hojas sueltas, del poder de convencimiento en una causa y de los títulos devenidos en esas experiencias —Donne in Lotta, Rinascitadelle Donne, La Donna Friulana, etc. Multiplicación, en fin, de los espacios y los momentos de expresión en tiempo aciagos.

La obra de Corubolo y Tavoni presenta una infinidad de casos sobre situaciones de la prensa in itinere, trabajados desde una variada cantidad y tipología de documentos y testimonios que, en conjunto, muestran un panorama de los usos de la imprenta que viene a complementar, enriquecer y complejizar estudios sobre los talleres tipográficos y sobre la prensa clandestina. La investigación representa, asimismo, una fuente de inspiración, que a su tiempo podrá iluminar las historias que tuvieron lugar en otras latitudes.

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