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Experiencias profesionales en intervención psicosocial: el ejercicio narrativo como metodología de reflexividad y vigilancia epistemológica

Professional experiences in psychosocial intervention: the narrative exercise as a methodology of reflexivity and epistemological alertness

Caterine Joanna Galaz
Universidad de Chile, Chile
Maria Gabriela Rubilar Donoso
Universidad de Chile, Chile

Experiencias profesionales en intervención psicosocial: el ejercicio narrativo como metodología de reflexividad y vigilancia epistemológica

Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales, vol. 9, núm. 1, 2019

Universidad Nacional de La Plata

Recepción: 01 Septiembre 2017

Aprobación: 26 Junio 2018

Resumen: Este artículo reflexiona acerca del potencial que posee, a nivel metodológico, la producción de narrativas como prácticas emancipadoras y generadora de crítica al control social. Para ello se recurre a dos experiencias investigativas de carácter cualitativo llevadas a cabo en Chile con profesionales interventores en ámbitos psicosociales. Se analiza el modo en que los profesionales construyen, en sus producciones narrativas, a los sujetos con los cuales trabajan. También se evidencia la forma en que la producción del ejercicio narrativo puede transformar las prácticas de control, normalización y disciplinamiento para promover acciones más emancipadoras y antiopresivas. El artículo muestra la articulación que se genera en el proceso de producción de la narración entre sujeto investigador y profesional de intervención, relación que promueve el desarrollo de un proceso de reflexividad que implica un posicionamiento crítico sobre la acción psicosocial. Así, se explicita la posición teórica-metodológica en el que estas investigaciones se sitúan y se destaca el ejercicio de autoreflexividad y que reconoce la importancia de repensar y examinar la labor tanto de quienes intervienen en lo social como de aquellos que investigan sus prácticas. Palabras Claves: investigación narrativa, reflexividad, discurso crítico, control social, resistencia

Palabras clave: Investigación narrativa, Reflexividad, Discurso crítico, Control social, Resistencia.

Abstract: This article reflects on the potential that has, at the methodological level, the production of narratives as emancipatory practices and generating critique of social control. For that, two research experiences of a qualitative nature carried out in Chile are used with professional in psycho-social fields. It analyzes how professionals build, in their narrative productions, the subjects with whom they work. It also demonstrates how the production of the narrative exercise itself can transform the practices of control, normalization and discipline to promote more emancipatory and anti-oppressive actions. The article shows the articulation that is generated in the process of production of the narration between researcher subject and professional of intervention, relationship that promotes the development of a process of reflexivity that implies a critical positioning on Psycho-social action. Thus, it is explicit the theoretical-methodological position in which these investigations are placed and the exercise of self-reflexivity is emphasized and that recognizes the importance of rethinking and examining the work: who intervene in the social area and who investigate their practices.

Keywords: Narrative research, Reflexivity, Critical discourse, Social control, Resistance.

1. Introducción

En este artículo se comprenderá el ejercicio narrativo de la intervención psicosocial como base para el desarrollo de una reflexividad profesional, en relación con los sujetos investigadores. Este ejercicio puede evidenciar una cierta normativización de la intervención psicosocial, pero también posibilita acciones de emancipación social y deconstrucción de los discursos hegemónicos presentes en los sistemas de intervención, con especial énfasis en los servicios y programas sociales.

Para visualizar este proceso, y desde un enfoque crítico de las ciencias sociales (Galaz y Montenegro, 2015; Rubilar, 2015), se analizan algunas construcciones narrativas de profesionales que desarrollan intervenciones en el ámbito psicosocial. Nos situaremos, entonces, en una posición de investigación situada (Haraway, 1995), con una visión hermenéutica-interpretativa (Gadamer, 1994; Ricoeur, 1996).

Entendemos que el campo de investigación no se refiere a un lugar al cual se accede sólo para recopilar información, la que posteriormente será trasladada a otros espacios para su análisis, sino que da cuenta de procesos de construcción e interpretación continua entre sujetos interventores que realizan la reflexión en conjunto con los sujetos investigadores. Esta manera de entender el proceso de investigación cuestiona también la noción dualista del positivismo que divide al objeto del sujeto; al lugar y tiempo de los hechos, el tiempo de construcción de información y de análisis; y a aquella posición inequívoca del sujeto investigador como único poseedor de la verdad interpretable.

De este modo lo que se considera como realidad social es una construcción de relatos interpretables, entre distintos sujetos sociales, en un contexto sociohistórico concreto y que además, se va transformando. Siguiendo a Haraway (1995, p. 326) y como veremos en los casos que se presentan a continuación, el conocimiento que se produce en este ejercicio de narración se construye a partir de conexiones parciales entre las posiciones materiales y semióticas de los sujetos involucrados (investigadores/as y profesionales). Por tanto, nos situamos en un campo intermedio entre la relevancia de las perspectivas feministas (Haraway, 1995 y 1997; Harding, 1996; Hesse-Biber y Leavy, 2007; Lykke, 2010; Hill-Collins, 1990; Hooks, 2004) y el campo de las epistemologías sociales críticas (Gergen, 1996; Iñiguez, 2007; Kitzinger, 1987; Parker, 2002).

De manera complementaria, la postura hermenéutica (Gadamer, 1994) nos permite establecer mecanismos de interpretación que asuman coherentemente la posición subjetiva de los/las investigadores/as, quienes se conectan con los sujetos que reflexionan sobre su acción psicosocial, no desde el imperativo de la neutralidad, sino como parte de la interpretación misma que se da en la construcción narrativa sobre la realidad social abordada.

Esto permite generar un proceso metodológico que privilegia lo intersubjetivo como unidad de análisis, es decir, la relación entre sujetos sociales, lo que llamaremos articulación (Haraway, 1995), como unidad básica del ser (ontológico) y del conocer (epistemológico). Esto se da en una construcción textual, no lineal sino procesual a manera de espiral recurrente, donde el ejercicio construido es fruto de varios encuentros entre sujeto investigador y profesional (Rubilar, 2013a). En estos encuentros, se va cambiando y reformando el texto de lo conversado hasta llegar a un consenso discursivo para la construcción de una narrativa final sobre los temas tratados.

Por otro lado, desde el socioconstruccionismo, se plantea que la realidad social se construye en relación permanente a una historia, cultura y contexto, lo que ha hecho evidenciar que el conocimiento es una construcción, y no sea visto como universal y objetivo (Gergen, 1985). Este giro, hace los/as agentes productores de conocimiento emerjan como voces múltiples, ubicados en diferentes espacios de poder. De esta manera, la narración discursiva no es un reflejo de algo situado fuera, como un todo exterior a una unidad fija y cerrada, sino que constituye en sí misma a la realidad, la construye (Garay, Iñiguez y Martínez, 2005; Danow, 1991; Bajtín, 1979 [1982]).

Como plantea Ricoeur (2000), la temporalidad situada de estos relatos narrativos es lo común a esa articulación entre sujetos. De este modo, comprender la intervención psicosocial solo se puede a partir de la misma narración hecha y reflexionada desde los sujetos agentes. Seguimos a Ricoeur para señalar que la acción narrativa que se produce en la articulación entre sujeto investigador y participante de la intervención sirve para señalar, articular y aclarar la experiencia temporal a partir de una construcción textual que tiene un principio de organización diferente al orden del habla cotidiano. Según el autor, la elaboración de esta trama consiste, principalmente, en la selección y en la disposición de los acontecimientos y las acciones narradas, que hacen del relato una historia completa y entera que consta de principio, medio y fin (Ricoeur, 2000). Por tanto, el fin de la relación obedece a una metareflexión temática que intenta posicionarse como saber teórico, más que una recopilación meramente experiencial y emergente.

2. Metodología: La construcción de ejercicios narrativos

En este trabajo asumimos como punto de partida lo afirmado por Mora Nawrath quien entiende el método y, por tanto, la metodología, como “el producto de un proceso creativo” (2017, p. 1) que conlleva un desafío cognoscitivo y también práctico.

Tradicionalmente en la investigación social se hace un ejercicio de poder al tomar las voces de los participantes y subsumirlas en las propias categorías analíticas. En el fondo, el sujeto investigador se arroga el privilegio de dar voz o bien de representar a ciertos colectivos sociales. Desde el ejercicio narrativo se parte de una articulación político-epistémica que intenta romper este supuesto, posibilitando una producción de significados conjuntos y no un afán de reflejo de hechos externos. Así, se establece una construcción discursiva de creación entre sujetos investigados e investigadores (Troncoso, Galaz y Álvarez, 2017).

El propósito de este tipo de métodos es generar una construcción nueva y más compleja, que se desarrolla en el juego de interpelación-reflexión entre sujeto participante e investigador. Se busca huir de la reproducción de un discurso y de la tradición cartesiana de la certeza. Ricoeur (1986) dirá que el sujeto da sentido a la dimensión temporal de la vida a partir de instrumentos lingüísticos de carácter analítico. En cierta forma, a través de la narración habla de una historia de forma indirecta, lo que permite que su identidad se vuelva narrativa. Y de allí su concepción como obra abierta, ya que en este tipo de producciones el sujeto narrador es una persona “que continúa viviendo e interactuando en un espacio social y en tiempos reales, que continúan” (Beverley, 2013 [1994], p. 246).

Tomando en cuenta lo anterior, en los ejercicios narrativos de las investigaciones que presentaremos en este artículo, ha sido importante la construcción de significados en relación a sus contextos de uso (Bajtín, 1979 [1982]). La significación puede llegar a existir sólo cuando dos o más voces se ponen en contacto: la voz de un oyente que responde a la interpelación de un hablante, implicando un proceso en el que los enunciados entran en contacto y se confrontan. Así se produce una enunciación conjunta, que no proviene de un sujeto-individuo sino de un sujeto múltiple atravesado por ejes de diferenciación cotidianos (etnicidad, clase, género, edad, entre otros). Se produce una acción narrativa localizada.

De esta manera, construir un ejercicio narrativo es hacer un relato recursivo con lógica argumentativa en el que se organizan las ideas a partir de los temas tratados, sin la pretensión de ser un registro o compendio de datos si no una narración que busca exponer las tensiones sobre lo conversado y en vinculación con el contexto donde emerge. Así, el ejercicio narrativo hace prevalecer el carácter dialógico y situado del lenguaje, que se encamina más hacia el diálogo que a la pregunta-respuesta.

Si bien en este artículo se presentan extractos de narrativas para ejemplificar de qué manera se visualiza el desarrollo de la vigilancia epistemológica y la reflexividad, cabe señalar que en ambas investigaciones no se desarrolló un análisis de contenido a partir de las narrativas desarrolladas, sino más bien se concretaron en dichos estudios operaciones retóricas y discursivas donde se dio una articulación de reflexión entre las personas participantes y las personas investigadoras.

De esta manera, las voces académicas intentaron descentrar su posicionamiento de saber-poder, para dar espacio a la cocreación y el análisis in situ con las mismas participantes. Por tanto, las investigaciones como estrategia metodológica siguieron la apuesta de una metodología de producción de datos y de análisis emergente como es la Producción Narrativa (Balasch y Montenegro, 2003), la cual consiste en establecer diversos encuentros con las personas participantes para el desarrollo de un producto narrativo que en sí mismo tiene valor de análisis, ya que no sólo expone sobre una temática, sino que articula elementos teóricos y conclusivos sobre las temáticas tratadas.

Por otro lado, esta metodología implementa un método de análisis narrativo (Fraser, 2004), en el cual se busca hacer dialogar el planteamiento teórico, las narrativas desarrolladas con las agentes participantes y la propia reflexión de la investigadora, para luego ser interrogada nuevamente por las participantes de la investigación.

Tomando en cuenta lo anterior, en este artículo queremos mostrar cómo la articulación entre investigadores/as e interventores/as psicosociales puede contribuir a un camino de emancipación y de agencia social de los sujetos con los que se trabaja, pero también de sí mismos.1Se intenta mostrar, a través de diversos ejemplos, que la apuesta metodológica en la construcción de ejercicios narrativos puede ser un camino que haga posible este movimiento, sobre todo por dos acciones: el cuestionamiento e inversión a la tradicional relación jerárquica entre sujeto investigador y participantes, y la reflexividad que aporta el proceso mismo de construcción narrativo.

En ese sentido, seguimos con especial atención los trabajos que han desarrollado un grupo de investigadores cualitativos, quienes reflexionan en torno a sus experiencias investigativas, analizan críticamente su quehacer y desarrollan una práctica de vigilancia epistemológica (Wainerman y Sautu, 2004; Castillo, Valles y Wainerman, 2009; Riessman, 2015).

Para visualizar cómo se da este proceso de vigilancia epistemológica, consideramos algunos ejemplos de textualizaciones de narrativas de dos investigaciones cualitativas: la primera buscó analizar cómo se constituían los dispositivos de intervención psicosocial en el caso de mujeres inmigradas en la región metropolitana de Chile, y la segunda analiza el quehacer investigativo de un grupo de trabajadores sociales, quienes profundizan acerca del papel de los sujetos investigados en sus producciones de investigación y generación de conocimiento.

En la primera investigación se desarrollaron 12 narrativas con diversos profesionales-interventores/as, del espacio público y la sociedad civil en Santiago de Chile. En la segunda investigación se construyeron 27 testimonios autobiográficos narrativos con investigadores/as que desarrollan su quehacer en distintos centros urbanos de Chile.

Al respecto es importante precisar que ambas investigaciones fueron desarrolladas bajo las directrices de perspectivas críticas de investigación cualitativa, donde las narrativas adquieren un papel preponderante. El uso de las narrativas en cada caso responde a objetivos distintos, pero permite a quienes las generan activar procesos de reflexividad en torno a su quehacer, en el sentido planteado por Guelman y Borda cuando afirman que es posible “identificar la emergencia de la reflexividad en el acto de rememoración de sucesos del pasado, en donde la narración, la temporalidad y la resignificación identitaria comienzan a ser cada vez más visibles en el contexto dialógico” (2014, p. 8).

3. Resultados y Discusión

3.1. Los efectos de poder en la acción profesional

Teniendo en cuenta que nos planteamos desde una visión crítica de la metodología cualitativa, veremos que en el ejercicio narrativo la preocupación está centrada en cómo se nombran las cosas y cómo en ello se construye al objeto y sujeto de la intervención psicosocial. En el nombrar no existe, por tanto, asepsia científica, como muchas veces se ha pretendido. En el nombrar existe construcción social de los contextos y de los sujetos referidos.

Veremos que en los relatos inscritos en determinados contextos de intervención se destilan categorizaciones que tienen efectos psicosociales en los sujetos, posibilitando determinadas formas de organización y de control, normalización y hasta disciplinamiento de estos cuerpos intervenidos (Foucault, 1998 [1975]), pero a la vez, también, posibilidades de resistencia y líneas de fuga (Deleuze y Guattari, 1988[2012]).

Foucault (2008 [1975] y 2001) planteará que la nominación de una realidad se convierte en ejercicio de un poder de designación de los principios de identidad que, en un momento dado y en una cultura concreta, llevan a establecer un número limitado y definido de posibilidades, para lo que se puede o no se puede hablar, para lo que se puede y no puede hacer. Asimismo, el autor dirá que los discursos que se establecen no son sólo las expresiones que se dicen cotidianamente, sino que son prácticas sociales específicas que implican representaciones asociadas.

Esto lo podemos ver en el siguiente extracto donde se recurre a un imaginario de “mujer migrante” con poca agencia y requerida de que la intervención le provea de herramientas para que pueda agenciarse, desconociendo el capital social que estas mujeres puedan poseer:

Hay que ser asistencialistas, dar la ayuda inmediata. Pero también tenemos que potenciar el empoderamiento de estas mujeres, que no saben qué hacer o cómo moverse en los espacios, hay que darles herramientas de capacitación para que puedan ubicarse.Hay que hacer la capacitación pero luego seguimiento para ver si esto sirve o continúan igual. La verdad es que nos ha sorprendido que la participación se mantenga en el tiempo y después empiecen a innovar… (Narrativa profesional servicio público, región metropolitana, 2015).

De esta manera, los discursos que se concretan en las narraciones sobre la intervención psicosocial van configurando las realidades y a las mismas relaciones sociales, imponiendo unas formas de hacer que, finalmente, dotan de existencia a esas realidades designadas que, al ser usadas por las comunidades sociales, pueden terminar siendo canónicas.

Estas construcciones pueden llegar a tal punto de internalización que son revestidas de un aura naturalista-esencialista que invisibiliza precisamente los mecanismos de construcción que las supeditaron. Así, Said (2003) planteará que los procesos de comprensión desde una posición concreta sobre otra no simplemente nombran y categorizan, sino que crean esa realidad que es nombrada. Se pueden forjar entonces geografías imaginarias (Said, 2003), para referirse a esas fronteras entre lo que unos consideran su territorio y el territorio más alejado.

Lo anterior es especialmente relevante, cuando se constata que, en disciplinas como el trabajo social o psicología, las narraciones forman parte del quehacer profesional (Burgos, 2011; Völter, 2008); y, por lo mismo, representan un recurso cotidiano del ejercicio profesional de quienes intervienen con sujetos. Acostumbrados a preguntar a otros/as, en el ejercicio narrativo se invierten los papeles habituales y se pide a los/las interventores/as que asuman el rol de protagonistas para narrar sus experiencias de trabajo con sujetos diversos (Rubilar, 2013a). De este modo, se brinda un espacio que exhorta a reflexionar acerca de situaciones que suponen formas de control y disciplinamiento ante aquello que se considera fuera de la norma.

Como veremos en el ejemplo siguiente, esta geografía imaginaria se visualiza en las narraciones de los/las profesionales de la intervención psicosocial, legitimando a veces ciertos discursos que se asumen como evidentes sobre sujetos provenientes de ciertos marcos sociales y culturales, los que aparecen como realidades asibles, comprensibles y con características fijas de identidad asignadas. En la siguiente narrativa, se puede visualizar cómo la profesional construye a un sujeto “otro en falta” (Galaz, 2015), que les posibilita su actuación y legitima su intervención psicosocial como dispositivo de control:

Sobre todo las mujeres dominicanas o las colombianas, el tema de la vestimenta, tan ajustadas, pero están aquí, en tu espacio, en tu mundo social… aquí en su casa se puede vestir como quiera pero si quiere encontrar trabajo y no ser discriminada… en un trabajo quizás sea mal vista. Ella se notaba que sabía mucho, es muy educada… pero ya es llamativa por sus formas y altura, y además la ropa que usa es bastante, como decirlo, llamativa para como somos los chilenos. Entonces claro, sabes que si va así, como son aquí, van a pensar cualquier cosa y capaz que ni la contraten o lo hagan por bajo salario. Le expliqué de forma sutil, como tengo confianza con ella, que igual tenía que tratar de verse más como se viste la gente aquí, para poder conseguir ese trabajo. Hay que ser realistas y se les tiene que decir las cosas para que puedan ver ellas mismas que quieren hacer, cachai? (...) (Narrativa de profesional. Servicio municipal 1, Región Metropolitana, Chile, 2015).

Por tanto, vemos que a veces en un relato narrativo se contribuye a reproducir estas fronteras identitarias, llevando a que las realidades heterogéneas se vean como conjuntos estancos que se alejan o se acercan a los cánones normalizados o considerados como válidos. Por ello, creemos que esas representaciones estancas que a veces surgen en los ejercicios narrativos sobre la otredad refuerzan, por un lado, lo considerado como normal o fuera de lo común para el contexto social y, por otro, moviliza a la intervención psicosocial en determinados sentidos, excluyendo otras posibilidades (en las narrativas expuestas, la instalación de programas de asistencia y capacitación).

Asimismo, ese efecto de los discursos narrativos tiene relación directa en la forma cómo se generan los procesos de subjetización presentes en las intervenciones sociales. Desde la perspectiva de Teresa de Laurentis (1984), la subjetividad va creciendo en una tensión compleja entre la construcción y constricción social y los componentes subjetivos individuales. Entenderemos entonces como subjetivación al camino por el cual transitan los sujetos –en nuestro caso, quienes intervienen en lo social y sus sujetos de intervención– para terminar narrándose a sí mismos, a través de los juegos de verdad, que se sostienen en los marcos de los discursos sociales disponibles actualmente (Foucault, 2001).

En la siguiente situación, vemos la construcción de subjetividad que realiza una interventora en relación a estos juegos de verdad que pone en juego:

Mi rol como profesional está claro: tengo que intentar que ellas se inserten. Soy trabajadora social ante todo. Tengo que atenderlas e implicará sacarles la ficha de protección social, acompañarlas en el proceso, y así promover que ellas postulen a los fondos que encontremos disponibles. Soy una facilitadora para que ellas puedan encontrar una vía de inserción rápida y puedan instalarse más tranquilamente. (Narrativa profesional servicio público 3, Región Metropolitana, 2015).

3.2. Ejercicios narrativos como reflexividad profesional

A pesar que esta subjetivación está enmarcada en esta matriz de poder, semiótico y material, también se materializa un margen de acción para la libre constitución y autonomía. En otras palabras, un espacio donde pueden desarrollarse la agencia personal y la resistencia. En los ejercicios narrativos de los sujetos queda un exceso psíquico más allá de lo que ha sido nombrado y fuera del cual la agencia es posible (Butler, 1997). En este margen, la resistencia puede emerger porque las categorías sociales identitarias siempre fallan en su intento de identificarlo todo definitivamente.

En el ejercicio narrativo que promueve la investigación, se intenciona procesos de reflexividad y de vigilancia epistemológica a través de una serie de encuentros de diálogo. Entenderemos la reflexividad en el sentido propuesto por Longhofer y Floersch, quienes plantean que esta es “our human capacity to consider ourselves in relation to our contexts, and our contexts in relation to ourselves.” (2011, p. 22). Lo anterior se puede observar en el siguiente ejemplo narrativo, que se construye producto de este diálogo entre estudiantes mapuche y no mapuche y entre sujetos investigadores y sujetos investigados:

“La tesis la hicimos cuatro estudiantes: dos mapuches y dos no mapuches, pero también sensibles con la temática, así es que fue, también muy bonito poder explorar en ese tema. Y me encontré con gente conocida en esa comunidad a donde fuimos a hacer entrevistas semi estructuradas y observación no participante. Recuerdo que entrevistamos autoridades mapuches, a dirigentes comunitarios, y a familias para conocer también las tradiciones que se mantenía ¿cómo eran las relaciones interpersonales? Esa tesis fue en el año 2001 e implicó varias emociones importantes. Por una parte una de las sorpresas de la tesis es que me encontré con dos personas que eran precisamente de una comunidad cercana a la mía y ellas también se emocionaron mucho cuando yo les dije: “de dónde venía, mis apellidos” y ahí me dijeron “tú eres la hija de tal persona”. Ellas eran de la misma generación, habían sido compañeras de la escuela, así es que fue bonito recoger sus experiencias, pero al mismo tiempo me sentía un poco frustrada de ver cómo la comunidad ya se estaba instalando esto de las competencias debido a las políticas sociales que en ese momento se estaban implementando que eran muy individualistas, entonces estaba haciendo que la comunidad se separara, que hubieran conflictos (Testimonio 35, investigadora en formación, IX Región de la Araucanía, Chile, 2014).

La narrativa da cuenta de la forma en que se construye la identidad de profesional e investigativa de esta participante en una investigación, e introduce elementos críticos en torno al quehacer investigativo desarrollo por otros. Este proceso de reflexividad se vincula con los elementos de vigilancia epistemológica enunciados en el apartado anterior.

Hemos considerado a la vigilancia epistemológica como un ejercicio de autoreflexividad disciplinaria en tanto que reconoce la importancia de repensar y examinar su propia labor, sometiéndola constantemente a revisión, análisis y cuestionamiento (Bourdieu y Wacquant, 2005, p. 33). En el campo de las ciencias sociales destacamos los trabajos de Bourdieu (2000, 2012 y 2013) y Dubet (2010) como parte del movimiento de sociología reflexiva; y en antropología los aportes de Ghasarian (2008) y Fassin y Bensa (2008).

Siguiendo esta lógica de vigilancia epistemológica, destacamos el siguiente fragmento de una trabajadora social, donde se observa una narración acerca de un quehacer que se construye inicialmente desde los destinatarios de un programa social, pero que atraviesa íntegramente a quien investiga transformando su propia visión y quehacer profesional:

Entonces lo que yo he hecho fue como en la lectura del propio terreno y relevando de manera muy válida la propia sensibilidad del investigador, es que yo construyo como las categorías de mi tesis. Y en función de esa lectura vuelvo al texto para construir una nueva narrativa de lo mismo, que es descriptiva. Entonces el análisis es lo que estructura el terreno, por eso mi plan (de escritura) era muy relevante, porque es en el plan de escritura, es ahí donde están puestas las categorías de análisis. Mi método no está operando ni por saturación ni por relevancia estadística, simplemente por aquellas cosas que emergieron en mi experiencia investigativa como relevantes del proceso mismo. Y eso tiene la etnografía, que está el investigador todo el rato presente. El límite con la literatura es súper difuso, de hecho yo sigo leyendo método porque siempre está la incertidumbre de no saber si lo estoy haciendo de manera correcta (Testimonio 14, investigadora en formación, Región Metropolitana, Chile, 2013).

En esta narración se pueden distinguir distintos niveles de reflexividad. El primer grado corresponde a la vigilancia simple: señalar aquello que se espera, la expectativa profesional. En ella, surge la confianza de una construcción de verdad que se asume como tal y no se cuestiona. El segundo grado de vigilancia puede percibirse cuando reflexiona acerca de los métodos empleados en su acción cotidiana. En el tercer grado, aparece la interrogación propiamente epistemológica y no sólo acerca de los métodos. Es el instante de la problematización sobre su discurso y acción y, por tanto, de la crítica. En este tercer momento de vigilancia, se problematiza teórica y metodológicamente acerca de la intervención que se concreta.

Así, la reflexividad emerge a partir de la relación dialógica que se produce entre distintos agentes que participan de los procesos de intervención psicosocial y las concepciones que estos tienen en torno a ella.

En el siguiente fragmento de un texto narrativo de una profesional, podemos visualizar cómo en la reflexividad dada por la articulación entre investigador y sujeto participante se da un punto de inflexión sobre la concepción misma que se tiene de la intervención y los efectos que esta tiene sobre los sujetos intervenidos/as:

Para mí intervenir a nivel social siempre ha implicado intentar cambiar las cosas, las situaciones precarias en que están las personas, su falta de derechos. Yo hasta hace poco pensaba que estaba haciendo cosas positivas a favor de las mujeres inmigrantes porque consideraba que eran sujetos vulnerables, que no disponían de todas las posibilidades en igualdad que los nacionales y que teníamos que hacer algo concreto para poder insertarlas en la cadena laboral, en el mercado. Obviamente que darles un camino de integración al mercado es un avance antes de no hacer nada. Les contactamos con empresas y encontraron trabajo. Hacemos de puente entre las empresas y ellas. Por tanto, se podría decir que conseguimos el objetivo planteado. Pero ahora puedo ver que en verdad también las ubicamos sólo en ciertos espacios, en esos que los chilenos no quieren estar, en espacios que la sociedad permite, excluyéndolas de otros. En el fondo sólo les permitimos ciertos caminos pero no hicimos nada para que puedan entrar en otros espacios laborales mejor pagados y no tan precarizados. En el fondo igual, aunque no lo quisimos en un primer momento, nuestra acción de encontrarle trabajo, que es una necesidad urgente, reproduce a la vez una injusticia. Esto es importante, porque nos tiene que enseñar a buscar otras formas creativas para mejorar la intervención y poder romper este círculo y encontrar otros espacios que valoren de verdad a estas mujeres. (Narrativa 1, Profesional interventora, ONG que trabaja con inmigrantes, Región Metropolitana, Chile, 2015).

En estos espacios profesionales, la construcción de ejercicios narrativos a partir de la investigación, hace posible un giro en las formas de concebir la producción de conocimiento y la propia idea de intervención, lo que supone transitar a un orden de ideas distinto, y en algún sentido alterado (Rubilar, 2013b), donde la identidad (de quien es intervenido, de quien interviene y de quien investiga) se transforma. Las autorías y los protagonismos en los procesos de intervención se desdibujan, al mismo tiempo que los/las investigadores/as revierten su papel de expropiación y devuelven el protagonismo a quienes tradicionalmente lo habían perdido.

Este proceso permite a los individuos y grupos construir identidades nuevas (de resistencia, diría Kornblit, 2004). Estas van mutando constantemente a partir del proceso reflexivo de ser y de pertenecer, y del anhelo de pertenecer (Riessman, 1993 y 2015).

Dentro de esa reflexividad del sujeto interventor, pueden emerger visiones críticas que posibiliten líneas de fuga (Calveiro, 1998), de desplazamientos, incertezas o resistencias no directas a los planteamientos más hegemónicos en cuanto al sistema de intervención psicosocial imperantes.

En el siguiente texto podemos ver algunos de estos desplazamientos que desarrolla una profesional que es investigadora sobre la situación de las mujeres y en la posibilidad de pensar su trabajo investigativo como una forma de visibilización y denuncia:

La primera vez que me encontré con la investigación fue creo que cuando hice mis prácticas en los centros comunitarios atendidos por las mujeres. Yo creo que ahí fue la primera vez que pensé que el trabajo social tenía mucho que decirle a las disciplinas, y tenía mucho que contarle a las (otras) disciplinas, porque al final lo que cuenta del trabajo social, lo que narra el trabajo social son las historias de las mujeres. En ese tiempo era la historia de los centros, la historia de las primeras movilizaciones del programa de empleo mínimo... Y ahí me pregunté ¿cómo hacer? Para que todo lo que uno hacía no quedara encerrado, sino cómo le dabas un puente, un camino para que pudiera salir (Testimonio 3, investigadora, Región Metropolitana, Chile, 2013).

En ese sentido, es evidente que existen zonas de potencia donde el poder hegemónico de lo que se considera una acción legítima extiende su poder, como ocurre en este caso con la necesidad de traspasar los límites de una intervención y avanzar en acciones de visibilización y denuncia. Pero también se visualizan zonas de incertidumbre, donde la dominación no alcanza a actuar, que son aprovechadas para otras dinámicas de poder, es decir de resistencia, como las que se observan en el texto anterior que emerge desde quien vive su profesión con la concepción de una disciplina que ocupa una posición de subordinación ante otras disciplinas de las ciencias sociales.

De esta manera, vemos que ante las dominaciones no siempre existen respuestas contestatarias, si no también otras formas de evadirlas, produciendo otras prácticas no confrontacionales por parte de los/las profesionales interventores/as o de los/las investigadores/as. Una de las características de la resistencia es precisamente la lateralidad, es decir, que no necesariamente se ve, no necesariamente es explícita y develada y por eso puede incidir en los espacios débiles del sistema, rompiendo los códigos del poder hegemónico (Calveiro, 1998). Por ejemplo, esta lateralidad se puede visualizar en la narración que desarrolla una interventora quien muestra cómo a través de una acción no esperada pudo incidir en un cambio respecto de la intervención profesional en general:

Nosotras representamos una institucionalidad, y existen normativas que no podemos saltarnos. Sin embargo, podemos buscar puentes de acción con otros actores sociales que efectivamente nos ayuden a desbloquear algunos sistemas que son demasiado cerrados para las mujeres inmigrantes. Por ejemplo, normativamente se da el derecho a que los hijos de mujeres inmigrantes no regularizadas, puedan asistir a la escuela. Tuvimos que buscar caminos para sensibilizar a algunos colegios para que se ejecutara esta norma… porque siempre existen formas para que no se cumpla, se buscan excusas. Lo logramos. Pero al hacerlo con un director que estaba altamente sensibilizado, pudimos ver que era una forma de encontrar la regularización para la familia completa. Entonces lo hicimos, y esa familia pudo regularizarse. Entonces podíamos tomar dos caminos: dejar eso como algo anecdótico o bien pasar la información a diversas entidades y establecimientos educacionales, incluso a las autoridades más comprometidas con esta problemática para que efectivamente esa gente pudiera regularizarse y no quedara al margen de otros beneficios sociales. Eso fue hace unos años. Ahora vemos cómo se ha difundido y cómo en varios colegios se están llevando a cabo regularizaciones de personas inmigrantes, de familias… es algo que no buscamos intencionalmente al inicio. (Narrativa 2, profesional-interventora, entidad pública, Región Metropolitana, Chile, 2015).

De esta manera, las líneas de fuga no se conciben únicamente desde una resistencia articulada, si no que se ubica en lo no programado, en lo inesperado (Godard, 1996, p. 18); son expresiones que pueden resquebrajar el sistema pero que deambulan en esos intersticios donde no llega el control. Por tanto, se ubican en un lugar de exterioridad o de innovación, posibilitando otros sentidos. Las formas de resistencia de algunas de las profesionales toman trayectorias inciertas, divergentes de los poderes instituidos, y con capacidad para revertir ciertas lógicas de control.

Las resistencias en el ámbito de la investigación se observan en narrativas que dan cuenta de la necesidad de traspasar los límites disciplinarios, las diferencias de género e incluso los prejuicios sociales. Así lo muestra una investigadora en un fragmento de su narrativa cuando afirma:

Cuando hicimos la ceremonia de lanzamiento del proyecto FONDEF me dediqué a decir explícitamente que: “este proyecto había sido inventado por tres mujeres”, en su origen. Me acuerdo que lo dije y la gente se miraba y se moría de la risa: “y que nosotros no teníamos ningún problema en meter hombres, ¡pero que trabajaran!” Y ahí tiré mi palo a quién correspondía y agregué: “¡y las tres somos trabajadoras sociales!”. Entonces hay un ego, relacionado con la disciplina, y que dice relación con el contexto de la universidad donde el proyecto se radica, porque esa universidad no tiene Trabajo Social, porque encuentran que es intelectualmente rasca. Entonces para ellos ganarnos el proyecto fue un golpe, porque este proyecto fue el primer proyecto FONDEF que se adjudicaban como entidad beneficiaria principal. Y lo dije a propósito en la ceremonia de lanzamiento, había mucha gente que se reía y la gente que me conoce, sabía que no iba a desaprovechar la oportunidad de decir: “soy mujer, soy trabajadora social, no soy rasca y soy directora de un proyecto FONDEF” (…) Mientras esperaba que me llamaran, me di la lata de contar cuántas mujeres habían, porque me llamó la atención que todos eran hombres, y gente más vieja, y eran 41 hombres y 10 mujeres en esa generación de proyectos FONDEF. 41 directores y 10 directoras de proyectos. Ahí me quedó clarísima la diferencia, muy pocas mujeres (…) y del ámbito social menos, éramos cuatro proyectos en el ámbito de educación (Testimonio 13, investigadora Región Metropolitana, Chile, 2013).

En una estrategia distinta a la visibilidad, el siguiente relato muestra cómo las resistencias de profesionales de la intervención puede ser fructífera precisamente porque se hacen difícilmente detectables, a tal punto que parecen reforzar la apariencia del ejercicio de poder mientras lo socavan de hecho:

Nosotras antes hacíamos lo mismo que otros servicios, buscábamos como fuera un espacio laboral para las personas inmigrantes. Asumíamos que esto era lo más urgente, lo que se requería en la situación y que nuestra intervención cumplía con una función de garante social ante la demanda laboral externa y la necesidad de las personas inmigrantes. Así, entonces también respondíamos a llamados particulares, a personas que buscaban ‘cierto tipo de trabajador’ con características concretas… es decir, nos decían que no querían negros, que buscaban sólo hombres fuertes, que ojalá no fueran de características personales ‘problemáticas’, nos pedían de cierta nacionalidad y no de otras, entre muchas otras. Al final hacíamos una labor casi de selección de personal para estas empresas o personas individuales. Pensábamos que el bien mayor era que la persona inmigrante encontrara dónde trabajar. Sin embargo, con el tiempo nos hemos dado cuenta que no da lo mismo el lugar ni las condiciones donde estas personas van a trabajar, por mucho que se les asegure el sueldo y el contrato. Entonces, luego de una larga reflexión y debate interno, decidimos no aceptar ofertas de personas individuales que buscaran por ejemplo, personas para cuidados o para aseo doméstico. ¿Por qué debíamos enviar a mujeres bien preparadas sólo a estos espacios? Tampoco aceptamos las ofertas de cualquier empresa… si no aquellas que dieran un trato digno a sus trabajadores. Es cierto que se reducen las posibilidades de acción que tenemos actualmente, sin embargo, las mediaciones laborales que hacemos garantizan un trato digno que es lo que estamos buscando. (Narrativa 3, Profesional interventora ONG, Región Metropolitana, Chile, 2015).

4. Conclusiones

En este artículo quisimos relevar cómo dentro de ejercicios narrativos promovidos por la investigación se producen procesos de reflexividad de los agentes participantes. En este caso, quisimos poner de relieve la reflexividad de profesionales vinculados a dispositivos de intervención psicosocial que, como efecto en cadena, hacen emerger diversos niveles de agencia como sujetos y un cambio sobre sus propias formas de ver la intervención y a los sujetos con los que se relacionan.

Para posibilitar ello, se estableció metodológicamente una relación de reciprocidad, sobre la base de un desdibujamiento de la jerarquía y del reconocimiento de la mutua colaboración e influencia. En el fondo a través de los ejemplos expuestos vemos que la narración que se construye sobre la intervención psicosocial no surge como algo abstracto y natural, reflejo de una realidad independiente del quehacer cotidiano de las personas, sino que se estructura, se construye y se potencia frente a un llamado explícito efectuado desde la academia y que permite mirar desde el exterior la propia acción de intervención. Vemos que esta posibilidad de reflexión afectará a los modos de ser, hacer y estar de los/las profesionales que intervienen en los diferentes contextos sociales. En otras palabras: reflexionar en los espacios que abre la investigación cualitativa, sobre esos modos de ser, hacer y estar de profesionales sociales, puede servir como base para un cambio en sus respectivas acciones sociales y reconfigurar sus identidades profesionales.

Como vimos en los fragmentos de las narraciones de profesionales, sin duda se evidencian posibilidades de dominación de los sujetos que intervienen; pero, a la vez, siempre algo se escapa de estas nominaciones, lo que abre la posibilidad de pensar en estrategias emancipadoras. Muchas veces, vimos que la reflexividad alcanza un punto máximo como para llegar a deconstruir y problematizar la propia acción interventora, el rol del sujeto interventor y los efectos que producen sus acciones. Por tanto, si bien las nominaciones discursivas tienen efecto de constitución en las subjetividades, estas siempre se sitúan en un exceso que pueden subvertir y generar otras posibilidades de ser sujeto, en este caso, de ser interventor, y hacer intervención social.

En ese sentido, ante las interpelaciones que va haciendo el sujeto investigador, se puede ir profundizando el grado de reflexividad y el propio cuestionamiento de las prácticas. Reforzando lo señalado por de Laurentis (1984), en la respuesta que emerge en la narración, emergen figuras de resistencia, entidades que se niegan a acceder a los órdenes prevalecientes y a los modos de saber. A partir de los casos expuestos, los ejercicios narrativos permiten desarrollar procesos reflexivos y críticos sobre la acción misma de profesionales que hablan de otros sujetos, los/as intervenidos/as.

Pero estos ejercicios narrativos no sólo inciden en la acción de profesionales, sino también en la acción investigativa como tal, de varias maneras: por un lado, la construcción narrativa nos puso constantemente como investigadores/as a pensar con qué fines se producen y transmiten los conocimientos y de qué manera nos relacionamos con quien nos brinda información; y por otro, nos impactó también en las formas tradicionales de relación en la investigación, abriendo caminos para deconstruir las dinámicas de poder en los que tradicionalmente ha estado la academia como sujeto-hablante y único enunciador de verdades. Renombrar, re-apalabrar implica también ayudar a construir otras realidades posibles, y otras articulaciones encarnadas con sujetos sociales distantes de la academia. Decir de otro modo, nos lleva a develar la colonización del saber, pero también abrir posibilidades de agencia de los sujetos con los que nos relacionamos en el quehacer de investigación y los contextos donde nos insertamos.

Haraway dirá que existimos en un mar de relatos poderosos. Ellos son la condición de la racionalidad finita y de las historias de vida personales y colectivas. Según la autora, no hay camino fuera de los relatos. Por eso, la apuesta metodológica por crear ejercicios narrativos reflexivos, permite vías de emancipación de todos los sujetos en relación (en nuestro caso, interventores/as e investigadores/as). En el fondo, posibilitar el cambio de los relatos a partir de la construcción de ejercicios narrativos “es una intervención modesta que merece la pena” (Haraway, 1997, p. 63).

Agradecimientos

Las reflexiones vertidas en este artículo se basan en las investigaciones emanadas del proyecto de investigación CONICYT / FONDECYT Nº 1170417.

Part of this article was also elaborated in the context of INCASI Network, an European project that has received funding from the European Union’s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Skłodowska-Curie GA N° 691004.

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Notas

1 Es importante consignar que ambas investigaciones que se reseñan en este artículo no sólo desarrollaron articulaciones narrativas con personas interventoras de lo social, sino también con sus sujetos de intervención. Por tanto, cada investigación también desarrolló un proceso de reflexividad con las personas que son muchas veces objeto de políticas públicas. Sin embargo, para objeto de este artículo sólo nos centramos en visualizar los procesos de reflexividad y de vigilancia epistemológica de las personas “interventoras”, sobre todo para visualizar cómo estas pueden reificar procesos de normativización de sujetos o contextos, o bien también a partir de procesos reflexivos variar o cuestionar sus propias prácticas y discursos sobre la intervención y los sujetos sobre los que actúa. En ese sentido, en las investigaciones los sujetos de reflexividad son tres: investigadores/as, interventores/as y sujetos-objeto de la intervención.
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