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Reseña de Queirolo, Graciela (2018), Mujeres en las oficinas. Trabajo, género y clase en el sector administrativo (Buenos Aires, 1910-1950). Buenos Aires: Biblos. 270 páginas. ISBN 978-987-691-669-1
Anuario del Instituto de Historia Argentina, vol.. 19, núm. 1, 2019
Universidad Nacional de La Plata

Dentro de la historiografía argentina, los trabajadores y trabajadoras han sido un objeto de estudio privilegiado. Sin embargo, dentro de la prolífica producción sobre el mundo del trabajo, la historia de las ocupaciones del sector administrativo y de quienes se desempeñaban en ellas ha ocupado un lugar más bien menor. Este limitado protagonismo dentro de la historiografía se contrapone con la importancia que el sector ha adquirido desde principios del siglo XX en los centros urbanos de Argentina en general y, particularmente, en la ciudad de Buenos Aires. En ese sentido, el libro de Graciela Queirolo, Mujeres en las oficinas. Trabajo, género y clase en el sector administrativo (Buenos Aires, 1910-1950), constituye un aporte sustancial para reponer aquel vacío historiográfico. Allí, la autora repone parte de la historia de las empleadas administrativas o, como fueron definidas hasta mediados del siglo XX, las empleadas de escritorio.

El estudio se inscribe en la intersección de los debates planteados por la historia laboral con perspectiva de género y por la historia de las clases medias. En constante diálogo y discusión con ambas líneas de investigación, la autora se propone, entre otras cosas, dar una respuesta a la clásica pregunta que las ciencias sociales realizaron en torno a la identidad social de los y las empleadas. En ese sentido, la paradoja de la empleada propuesta por Queirolo, permite dar cuenta de las tensiones entre las ventajas distintivas y la inequidad laboral que caracterizaron a estas trabajadoras.

Los cinco capítulos que componen el libro abonan a su hipótesis general que sostiene que las ocupaciones de dactilógrafa, taquígrafa-dactilógrafa y secretaria se feminizaron debido a un incremento de la demanda de mujeres que estuvo vinculada a la expansión de actividades comerciales y administrativas, en especial en el sector privado. Si bien, como muestra la autora, el desempeño en tales ocupaciones revistió de ciertas ventajas distintivas devenidas de un proceso de capacitación profesional que otorgó un relativo prestigio social y cierta jerarquía respecto de las obreras y de otras empleadas, su feminización se vinculó con concepciones sociales que entendieron las capacidades de las mujeres para la realización de tareas administrativas como una prolongación de sus cualidades domésticas y maternales, desestimando así sus aprendizajes profesionales. De esta manera, la brecha salarial y la segregación ocupacional horizontal y vertical que afectaron al conjunto de las mujeres en el mercado de trabajo, no fueron ajenas a las empleadas administrativas y las posicionaron en un lugar inferior respecto a sus compañeros varones. Ventajas distintivas e inequidad laboral se conjugaron generando tensiones entre la experiencia laboral y la identidad social de las administrativas. He allí la paradoja de la empleada.

La imagen de las empleadas administrativas que propone Queirolo es el resultado del análisis de distintos procesos sociales en los que intervinieron instituciones educativas, sindicales y culturales y a través de los cuales se construyeron tanto las ventajas comparativas como los mecanismos de inequidad. De esta manera, la autora da cuenta del conjunto de ideas sobre las que se asentaron la identidad laboral, social y de género de aquellas mujeres que transitaron esta experiencia laboral particular. Para ello, la autora apela a distintos tipos de fuentes que le permiten reconstruir ciertas representaciones sobre el mundo de las empleadas administrativas: censos de población, avisos clasificados, manuales de capacitación comercial, columnas periodísticas, textos legislativos, debates parlamentarios, memorias sindicales, prensa gremial, poesía y novelas, publicidades y viñetas humorísticas, adquieren mayor o menor protagonismo en cada uno de los capítulos.

El libro está organizado en 5 capítulos a los que se suman una introducción y una conclusión. El capítulo 1, “Ciudad, trabajo femenino y empleos administrativos: las empleadas de escritorio en el mercado laboral” explora, por un lado, el contexto general en el que se produjo la expansión de las empleadas administrativas porteñas: la modernización capitalista de la ciudad y la diversificación del mercado de trabajo son claves para comprender dicho proceso. Por otro lado, reconstruye las particularidades de la experiencia laboral cotidiana de las empleadas de escritorio, en las cuales fue central la emergencia de la oficina moderna. El siguiente capítulo, “El proceso de feminización de las ocupaciones administrativas” discute una clásica hipótesis que sostiene que el ingreso masivo de las mujeres al sector administrativo se produjo a partir de 1947. En ese sentido, apelando a una gran cantidad de datos cuantitativos, Queirolo demuestra que este proceso se inició en la década de 1910, siendo para 1940 un fenómeno incuestionable. Como muestra la autora, las ocupaciones de dactilógrafa, taquígrafa-dactilógrafa y secretaria fueron aquellas en las que se produjo un predominio casi exclusivo de mujeres. La idea que se sostiene en el capítulo es que las tareas burocráticas fueron definidas y entendidas socialmente como propias o compatibles con la naturaleza femenina desestimando el carácter adquirido de sus destrezas y, en tanto, de su formación profesional. De esta manera, esa “extensión” de las habilidades domésticas de las mujeres al mundo del trabajo habilitó la equiparación entre las imágenes del “ángel del hogar” y el “ángel de la oficina”.

El tercer capítulo “La capacitación profesional en los empleos administrativos: movilidad ocupacional y jerarquías de género” aborda, como lo anuncia su título, el proceso de capacitación profesional de los empleos administrativos. Tanto la alfabetización que promovió la escuela primaria como la adquisición de técnicas comerciales como la mecanografía, la estenografía o la contabilidad en instituciones privadas como las conocidas Academias Pitman, formaron parte de una importante red educativa que contribuyó a la profesionalización de los saberes comerciales. Dicha capacitación, que dotó a las mujeres y a los varones de ciertas habilidades y saberes específicos, es uno de los componentes de la ya mencionada paradoja de la empleada: permitió una diferenciación social para quienes los poseían y, por lo tanto, una aspiración a cierta movilidad ocupacional. Sin embargo, dichas capacitaciones, muy diferentes para varones y mujeres, redundaron en la construcción de una dinámica de inequidad que preparó a estas últimas para desempeñar posiciones subordinadas respecto de los primeros.

El capítulo 4, “La Federación de Empleados de comercio y la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas frente al trabajo femenino”, focaliza en uno de los tópicos más clásicos de la historia de los trabajadores: la organización gremial. Discutiendo con algunas hipótesis tradicionales y alineándose con los estudios que incorporaron la perspectiva de género para estudiar los conflictos en el mundo del trabajo, la autora focaliza en el accionar en dos importantes organizaciones gremiales que interpelaron a las empleadas administrativas. A pesar de las diferentes ideologías y estrategias de intervención social que caracterizaron a cada una (y de que la FEC convocó tanto a varones como a mujeres y la FACE solo a estas últimas) Queirolo muestra que, acorde a las ideas imperantes en la primera mitad del siglo XX, ambas organizaciones defendieron la identidad maternal y doméstica de las mujeres y solo admitieron su participación en el mundo del trabajo asalariado desde la perspectiva de la necesidad económica, abonando a la idea de la excepcionalidad del trabajo femenino así como a la inequidad laboral.

Por último, el capítulo 5, “El ‘hada del teclado’ y la ‘empleada oprimida’: las empleadas de escritorio en el campo cultural”, analiza algunas representaciones sociales que se construyeron en torno a esas dos figuras. La autora realiza un análisis de las imágenes difundidas en el campo cultural a través de crónicas, poesías, viñetas humorísticas, entre otras, y muestra que las representaciones en torno al ‘hada del teclado’ y la ‘empleada oprimida’ formaron parte de un proceso de construcción de sentido que problematizó la presencia femenina en el sector burocrático y, en tanto, en el mercado laboral y que, de esa forma, contribuyeron a crear y a difundir las nociones de excepcionalidad. Mientras la primera difundió la idea del trabajo asalariado de las mujeres asociado al consumo banal y como parte de la carrera matrimonial; la segunda lo asoció a la necesidad económica y, en consecuencia, a la opresión y explotación laboral.

El libro nos permite entrar a las oficinas de la primera mitad del siglo XX y a las experiencias profesionales de quienes se desempeñaron allí. Sin embargo, el estudio trasciende el espacio meramente laboral y da cuenta de la multiplicidad de elementos que intervinieron en la conformación del perfil de las empleadas administrativas: el mercado laboral porteño, las instituciones educativas, las organizaciones gremiales, la prensa, la literatura, etc. fueron claves en dicho proceso. Como muestra la autora a lo largo del libro, el lugar particular que este conjunto de trabajadoras ocupó en la estructura social y de clases urbana exige pensar el problema desde múltiples perspectivas.

En ese sentido, la paradoja de la empleada, logra dar cuenta de la complejidad, tanto en términos teóricos como empíricos, que reviste el abordaje de las experiencias de estas mujeres e introduce nuevos elementos para el análisis del mundo laboral. La tensión entre empleo, distinción e inequidad que históricamente pueden identificarse para distintos trabajos -sobre todo del sector terciario-, es minuciosamente abordada en cada uno de los capítulos e invita a reflexionar en torno a las categorías con que pensamos e interpretamos este tipo de actividades. De esta manera, el trabajo de Queirolo constituye una referencia ineludible dentro del campo de la historia social con perspectiva de género y realiza valiosos aportes tanto para la historia de los trabajadores y trabajadoras como para la historia de las clases medias, dado que su problema y su perspectiva dialogan, en un plano de igualdad, con los ambos campos de estudio.

Notas

* Profesora y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Doctora en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional de Quilmes y becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Es coautora del libro Senderos que se bifurcan. Servicio doméstico y derechos laborales en la Argentina del siglo XX (Eudem: Mar del Plata, 2018). Ha publicado varios artículos académicos en revistas científicas argentinas y extranjeras. Sus investigaciones se centran en la historia del trabajo doméstico remunerado y de los trabajadores y trabajadoras del sector de servicios desde una perspectiva de género.


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