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Los salarios de los peones albañiles en la ciudad de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX
The Wages of Construction Laborers in the city of Buenos Aires during the first half of nineteenth century
Anuario del Instituto de Historia Argentina, vol. 21, núm. 2, e146, 2021
Universidad Nacional de La Plata

Artículos

Anuario del Instituto de Historia Argentina
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 2314-257X
Periodicidad: Anual
vol. 21, núm. 2, e146, 2021

Recepción: 14 Marzo 2021

Aprobación: 23 Junio 2021

Publicación: 01 Noviembre 2021


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: El estudio de los salarios de los trabajadores urbanos de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX demanda nuevos aportes empíricos y metodológicos. Con esta meta, este artículo reconstruye la serie de los jornales cobrados por los peones albañiles, los trabajadores poco calificados del sector de la construcción. Las fuentes principales son los registros contables de diversas obras de refacción encaradas en instituciones de la ciudad de Buenos Aires entre 1815 y 1851. Se presenta en detalle el proceso de construcción de la serie. Se establece una periodización de la marcha del jornal nominal y se compara con los ingresos salariales de otros tipos de trabajadores. También se ofrece un acercamiento a su poder adquisitivo en términos de algunos bienes básicos. Los jornales nominales de los peones exhibieron una marcada tendencia al crecimiento, a través de ciclos de estabilidad y de crisis. En particular, la década de 1840 mostró un fuerte incremento, que parece haberse traducido también a los salarios reales. Sostenemos que estas tendencias pueden interpretarse por la acción de dos fuerzas: la presión inflacionaria por problemas monetarios y fiscales, y la dinámica del mercado de trabajo.

Palabras clave: Salarios, Ingresos, Sector de la Construcción, Trabajo, Nivel de vida.

Abstract: The study of the wages of urban workers in Buenos Aires during the first half of the 19th century requires new empirical and methodological contributions. With this goal in mind, this article reconstructs the series of day’s wages paid to bricklayers laborers, unskilled workers in the construction sector. The main sources are the accounting records of various construction works carried out in institutions in the city of Buenos Aires between 1815 and 1851. The detailed building up of the series is presented, a time periodization of the nominal wage rate is established, these wages are compared with the wage income of other types of workers, and an approach to the purchasing power of wages in terms of some basic goods is offered. The nominal wages of laborers exhibited a marked tendency to grow, through cycles of stability and crisis. In particular, the 1840s showed a strong increase, which seems to have translated into real wages as well. We argue that these trends can be understood by the action of two forces: inflationary pressure due to monetary and fiscal problems; and the dynamics of the labor market.

Keywords: Nominal Wages, Incomes, Construction Sector, Labor, Living Standard.

1. Introducción

Entre las variables clave de la historia económica se encuentran los salarios de los trabajadores urbanos. Los salarios tienen múltiples usos para entender las economías del pasado. Su utilidad para el estudio de los niveles de vida los hace muy requeridos. Tanto a nivel europeo,1 latinoamericano,2 como rioplatense,3 se han venido multiplicando los trabajos en esta senda para los siglos XVIII y XIX y, con ellos, los debates metodológicos e interpretativos.

En este artículo ofrecemos un aporte empírico y metodológico a la cuestión de los salarios nominales en la ciudad de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX y, asimismo, proponemos algunas hipótesis explicativas de su evolución. Para ello, reconstruimos la serie de los jornales cobrados por los peones albañiles, es decir, los trabajadores poco calificados del sector de la construcción. La fuente principal son los registros contables de diversas obras de construcción y refacción encaradas por establecimientos estatales en la ciudad porteña entre 1815 y 1851. Complementamos estos datos con los obtenidos de fuentes secundarias para algunos años.

La revisión de la bibliografía sobre salarios y niveles de vida en Buenos Aires deja en claro la existencia de algunas demandas prioritarias, en consonancia con los mencionados debates historiográficos, y permite ubicar nuestro aporte.4 En primer lugar, se observa la necesidad de ampliar los datos disponibles sobre salarios e ingresos. En el panorama regional, el caso porteño ha sido uno de los más estudiados; sin embargo, está incompleto y fragmentado para el período señalado. Esto se ha ido subsanando, pero todavía las series salariales están concentradas en algunos tipos de trabajadores rurales, el personal militar y los empleados del Estado.

En segundo lugar, se requiere poner esta nueva evidencia en función de desentrañar el impacto en el nivel de vida popular que tuvieron las transformaciones económicas vividas en Buenos Aires luego de 1820.

La ciudad de Buenos Aires, como el marco provincial del cual era capital, conocieron entonces un intenso proceso de crecimiento económico motorizado por la demanda exportadora de bienes pecuarios, aunque con fuerte volatilidad, como consecuencia de la inestabilidad política, la guerra y los ciclos comerciales. La ciudad fue centro de las redes comerciales que unían la zona productora rural con los mercados atlánticos, que proveían de importaciones manufactureras, y con las provincias de la Confederación Argentina. La propia región bonaerense, y la ciudad (que contaba con cerca de 90 000 habitantes circa 1850), constituían un sólido mercado interno, que era provisto por actividades como las artesanías, el comercio minorista y mayorista, los variados servicios, el transporte y la burocracia estatal.5

Los resultados ahora disponibles muestran que esta dinámica socio-económica habilitó una trayectoria positiva de los niveles de vida en el período, y en el nivel comparativo internacional (Santilli, 2020a). Las preguntas pendientes incluyen: la situación relativa de los distintos tipos de trabajadores, las variaciones y coyunturas dentro del período estudiado, y cuáles fueron los factores específicos y los mecanismos que nos pueden permitir comprender los movimientos de los salarios y de los niveles de vida.

En este marco, nuestro estudio aporta una nueva serie salarial para hombres trabajadores urbanos poco calificados, de un sector económico relevante en la ciudad, el de la construcción. Se suma así a una gama creciente de tipos de salarios que va reflejando de manera más acertada la diversidad ocupacional de la economía bonaerense y las variables trayectorias de ingresos dentro de sus trabajadores. Un propósito específico de este artículo es clarificar detalladamente el proceso de confección de esta serie, describir las fuentes usadas, y con ello contribuir al debate sobre los fundamentos empíricos y metodológicos.

El objetivo principal es aprovechar esta información serial para identificar diferentes coyunturas y armar una periodización sobre la evolución de los salarios nominales. Además, en este artículo proponemos que las tendencias de los salarios nominales pueden interpretarse en dos niveles de análisis: en el corto plazo, la presión de los precios al alza por procesos críticos monetarios y fiscales; en el mediano/largo plazo, por la dinámica del mercado de trabajo.6 Sostenemos que este enfoque nos permite conectar esta serie con algunos de los factores principales que han sido empleados para estudiar el ritmo y el formato del crecimiento económico de la provincia y de la ciudad en las décadas que siguieron a la crisis del orden colonial.

Es preciso aclarar que la serie de salarios diarios nominales es el primer paso para la elaboración de un indicador del nivel de vida de los trabajadores. Se necesita conocer, además, la cantidad de días trabajados al año, la composición de la canasta de consumo representativa y la evolución de los precios (y/o cantidades) de los bienes y servicios que conforman esa canasta. Igualmente, es preciso averiguar la conformación de los hogares y los ingresos aportados por sus diversos componentes (hombres, mujeres, niños). En este artículo el aporte se concentra en el primer paso. No obstante, en diálogo con estudios previos, ofrecemos un acercamiento al poder de compra de los salarios.

Además de esta Introducción, este artículo cuenta con cinco partes y unas conclusiones. En la primera parte, presentamos las fuentes y la metodología empleada. En la segunda parte, introducimos la serie salarial nominal y señalamos sus principales ciclos y tendencias. Luego, nos abocamos a poner esta serie salarial en el contexto de las otras disponibles para la ciudad y la provincia. En la cuarta parte, hacemos un ejercicio aproximativo para medir el poder de compra de los salarios de los peones. En la quinta sección, se retoman los principales resultados y se proponen hipótesis explicativas generales.

2. La construcción de la serie: fuentes y métodos

Los registros que sirven de base principal para este artículo son los libros de gastos de diversas dependencias estatales de Buenos Aires que contabilizaron obras de mantenimiento, refacción o ampliación de los inmuebles que ocupaban. A diferencia de otros trabajos, sobre todo de la época colonial, que utilizan las cuentas de grandes obras públicas como murallas, canales, edificios gubernamentales o eclesiásticos (Johnson, 2011; Llorca-Jaña y Navarrete Montalvo, 2015; Moraes y Thul, 2018), en el caso que aquí analizamos se trata más bien de obras modestas que ocuparon a lo sumo varios meses.7 Esto presenta un desafío, ya que la naturaleza irregular de estas obras dificulta obtener observaciones homogéneas y continuas para el lapso temporal definido. Por lo tanto, un objetivo fundamental de este artículo es presentar los pasos de construcción de la serie, de forma tal de transparentar el proceso de decisiones metodológicas y, por ende, permitir el debate.8

En la primera mitad del siglo XIX hubo pocas obras públicas de magnitud en la ciudad de Buenos Aires. Las restricciones fiscales del Estado se hicieron sentir en este rubro, como en tantos otros del presupuesto (fuera de los destinados a sostener la maquinaria militar). En la década de 1810, los gastos de la militarización revolucionaria paralizaron buena parte de las obras arquitectónicas. Durante los primeros años de la década siguiente, conocidos como los de la “Feliz experiencia”, existieron numerosos proyectos y algunas concreciones de mejoras urbanas, obras públicas y privadas (Aliata, 1993, 2006). Según los estudiosos de la arquitectura, la obra de mayor magnitud en este período fue la de la Catedral, por lo menos entre 1822 y 1835 (Aliata, 1994). Entre 1826 y 1834, se sintieron las carencias de fondos por las guerras con el Brasil y las civiles, y se interrumpieron varios planes de construcción.9 La segunda etapa de gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852) habría estado marcada “por la inacción en cuanto a las necesidades edilicias de la ciudad, que vive (...) un principio de decadencia urbana que recién comenzará a revertirse en los últimos años de la década del '40” (Aliata, 1998, p. 13). Por contraste, las obras arquitectónicas de magnitud tuvieron una gran revitalización luego de 1852.

Ante este panorama, la estrategia elegida ha sido recopilar las cuentas de las modestas tareas de mantenimiento de los edificios públicos, como reparación de techos, goteras, paredes, pisos, levantamiento de nuevas habitaciones, etc. Esto exige una revisión amplia de la contabilidad estatal. Luego de la evaluación del trabajo hasta ahora emprendido, decidimos elaborar este artículo como una versión de datos sólidos. En la medida que resta por indagar algunas dependencias, nuevas rendiciones de cuentas sobre labores de construcción permitirán mejorar estos resultados. El grueso de los registros usados para este artículo proviene del mantenimiento de los Hospitales de la ciudad (en especial, el de Mujeres), del Parque de Artillería y de la Catedral. Podemos mencionar también establecimientos con obras asentadas en nuestra base de datos, como la Iglesia de Santo Domingo, el Convento Betlemita, la Casa de Huérfanas, la Quinta de Palermo del gobernador Rosas, la casa del ministro plenipotenciario Tomás Guido, el muro de la Alameda y Paseo de Julio, escuelas de primeras letras, entre otros.10

¿Cuáles eran los formatos genéricos de estas cuentas de las cuales extraemos los datos? Eran documentos confeccionados y/o firmados por el maestro albañil, contratista o encargado de la obra, quien detallaba los gastos realizados en materiales y mano de obra. Luego, estas planillas eran visadas y recopiladas por los responsables contables de cada institución para ser elevadas al Ministerio de Hacienda (la “rendición de cuentas”). Lo más frecuente era que estos documentos se confeccionaran cada semana, mientras duraba la obra, en coincidencia con el ritmo de pago y trabajo. Otras planillas, las menos, describían toda una obra completa, sin detalle semanal. Estos documentos por semana u obra son la primera unidad analítica de la base de datos. Dentro de cada planilla, en cuanto a la mano de obra, se marcaba, para cada trabajador, el rango de peón, oficial u otro, la cantidad de días trabajados y el jornal pagado, en reales o pesos de moneda corriente.11 Usualmente también se anotaban los nombres de los peones y otros trabajadores. En la base de datos de este artículo no trasladamos estas listas nominativas, pero estos campos podrían ser útiles para abordar otros problemas ligados a la historia socio-laboral.

Como adelantamos, estas obras de mantenimiento se vieron sujetas a los ciclos irregulares de la construcción financiada por el Estado bonaerense, lo cual señala algunos límites para una reconstrucción serial completa y homogénea del período. Para dar una idea de la irregularidad temporal de los datos, en la Tabla 1 del Anexo mostramos, en la primera columna, la cantidad de observaciones de la base de datos por año. Las observaciones resultan de multiplicar los días trabajados por la cantidad de trabajadores en cada planilla por semana/obra y luego sumar estos resultados para el lapso de un año. Sobre un total de 20.274 observaciones, que constituyen una masa significativa de datos, se identifica que la cantidad de ellas es relativamente reducida para el período 1815-1826 y que hay “huecos” o años sin información, en especial entre 1838-1840 y 1846-1847. En total, poseemos observaciones para el 76 % de los años de la serie.12

Como opción ante estos faltantes, recurrimos a una fuente secundaria: los salarios recopilados por Fernando Barba (1999, p. 182). Para los peones albañiles, esta recopilación muestra coincidencia con los datos en nuestra base; por lo tanto, resulta una buena guía inicial para completar los “huecos”.13 La única observación anormal de la serie de Barba resulta la de 1825, muy superior al resto de los años cercanos. Por lo tanto, decidimos descartarla. No podemos ir mucho más allá en la evaluación de esta serie. El historiador recopiló estos datos de los papeles de la Contaduría de la provincia conservados en el Archivo de la Provincia de Buenos Aires (La Plata, Argentina). Pero, lamentablemente, no informó con suficiente detalle otras características fundamentales de la información recogida (cantidad de observaciones, tipos de obras, rango de dispersión de los valores, etc.).

El resto de años de los cuales no tenemos observaciones ni en nuestra base ni en la de Barba (años 1816, 1820, 1822, 1846) los hemos completado por interpolación simple.

En la base de datos confeccionada sólo contamos con una parte muy menor de jornales provenientes de obras privadas, registradas en testamentarías o en los cuadernos de contratos laborales particulares gestionados ante la Policía. Tanto la observación de estos casos, como la impresión más general sobre la economía urbana, nos hacen suponer que los salarios pagados no deberían haber diferido sustancialmente entre obra pública y privada. El Estado pudo haber recurrido a mecanismos coactivos para reclutar mano de obra, pero, como veremos enseguida, este reclutamiento parece haber sido reducido. La mayor parte de las construcciones se hicieron de manera descentralizada y encabezadas por algún maestro-contratista, de forma similar a la operación privada. Sólo algunas obras más grandes, como la de la Catedral, fueron realizadas directamente por los ingenieros arquitectos, funcionarios de la provincia. En un mercado de trabajo no plenamente formado, pero caracterizado por la fluidez de trabajadores tanto espacial como sectorial, y todavía más dentro de los asalariados poco calificados, deberíamos esperar una convergencia de los jornales entre los ámbitos público y privado.

De las categorías de albañiles presentes en las planillas analizadas, en este artículo nos hemos concentrado en procesar los jornales de los peones. Dejamos a un lado otros tipos de oficios de la construcción (blanqueadores, pintores, carpinteros, etc.) y otras categorías de calificación (maestros y oficiales).14 En futuros trabajos, la observación de estas categorías nos permitirá medir el nivel de la prima salarial por calificación (skilled premium).

Los valores que consignamos en la serie son los pagos monetarios diarios. No incluyen retribuciones no monetarias como comida u otros bienes (por ejemplo, yerba o tabaco). De todas las planillas de pago sólo unas pocas, en la década de 1820, aclaran explícitamente (con su valor o cantidad) la existencia de este tipo de compensación. Aunque la ausencia de esta práctica en la gran mayoría de los registros restantes nos resulta sugestiva, no puede llevarnos a descartarla de plano, ya que se la ha observado para el período tardocolonial (Johnson, 2011, p. 240). Es posible que esta costumbre fuese reduciéndose en el período.

Estas incertidumbres nos llevan a enfatizar lo poco que conocemos sobre la historia específica del sector de la construcción en Buenos Aires, sus agentes, el proceso de trabajo y las formas laborales y de pago que los vinculaban. Aunque fragmentario, este conocimiento es necesario para la interpretación de los salarios diarios que vamos a analizar.15

Sabemos que albañiles, blanqueadores, pintores, horneros revistaban entre los oficios específicos del sector.16 Junto a ellos, una multitud de peones y jornaleros trabajaban en las obras y en la fabricación de materiales para la construcción. Ligados a este sector había muchos carpinteros y herreros. Organizados en pequeñas empresas, todos estos trabajadores ejecutaban la construcción por encargo, que era la forma dominante, bajo la conducción de algún maestro-contratista.17

Los datos disponibles y la información de contexto nos hacen suponer que la mayoría de estos trabajadores eran asalariados libres. Hasta avanzado el período bajo estudio había una presencia menor, pero significativa, de esclavos, que tenía raíces en la organización laboral tardocolonial (Johnson, 2011, pp. 232-233), en la que se mezclaban trabajadores libres y esclavizados. Luego de 1820, y con fuerza hacia mediados del siglo, el mundo laboral urbano, y el sector de la construcción, se caracterizaron por el reemplazo de los trabajadores esclavizados por mano de obra libre, y por un predominio del salario como forma articuladora de las relaciones laborales (Salvatore, 2003, pp. 61-94). Se iban profundizado las tendencias ya marcadas por Johnson (2011, pp. 240-241) para la ciudad borbónica, en el sentido de que el salario constituía la principal fuente de ingresos de la mayoría de las familias de los sectores populares y, por lo tanto, un elemento determinante de su nivel de vida.

En las obras públicas, como hemos mencionado, podían usarse trabajadores coaccionados, como presos (Sabato y Romero, 1992, pp. 175-177), inmigrantes endeudados o reclutas del ejército, pero su incidencia no parece haber sido elevada, si bien es difícil de medir (aunque algunos datos de las fuentes pueden darnos pistas, como veremos más abajo). Por lo tanto, dentro del proceso de formación del mercado de trabajo porteño, los jornaleros albañiles pueden considerarse representativos de un vasto sector de trabajadores masculinos que recibían una parte fundamental de su ingreso proveniente de salarios, poco calificados, con circulación espacial y movilidad entre patrones y actividades, y sujetos a pronunciados ciclos de ocupación, anuales y económicos.

Si pasamos a la estadística descriptiva de la base de datos, hemos estimado varios tipos de parámetros de tendencia central, debido a las características heterogéneas de las fuentes. Así, para ofrecer un dato resumido por año, calculamos el promedio simple de los valores de jornal registrados; el promedio ponderado por la cantidad de jornales pagada a cada tarifa; la mediana y la moda. En el Anexo, Tabla 1, tabulamos estos tres últimos parámetros. No hay una disparidad acusada entre las diferentes medidas, lo que nos permite colegir que las tendencias son robustas y no dependerán mayormente de la elección de una u otra forma de medir.

Figura 1
Jornales de los peones albañiles: dispersión de los valores registrados y medida de tendencia central. En pesos moneda corriente. Buenos Aires, 1815-1851

Fuente: Elaboración propia. Véase “Fuentes documentales utilizadas” y Anexo, Tabla 1. Nota: Para cada año se grafican los valores de jornales que se registran en la base de datos. La medida de tendencia central resulta del promedio de esos valores ponderado por la cantidad de jornales pagada a cada tarifa.

Por otro lado, la Figura 1 muestra, para cada año, la dispersión de los valores de jornal registrados. Por ejemplo, en 1834 el jornal de un peón albañil podía ser de $2, $2 ½ o $3. Claro está que dentro de este rango había valores que eran más frecuentes o que tenían más observaciones. Para captar esto hemos preferido, como medida de tendencia central, el promedio ponderado. Con este indicador elaboramos los análisis seriales que siguen.

Volviendo a la Figura 1, se percibe que en la década de 1840 hay una mayor dispersión a nivel de cada año y, de manera relacionada, también hay una gran volatilidad interanual de alzas y bajas. Este movimiento “en serrucho” (por la forma gráfica que toma la serie) no es un comportamiento esperable de la variable. La experiencia histórica muestra que los salarios nominales tendían a mantener cierta fijeza año a año, seguida de saltos específicos. Por lo tanto, debemos razonar sobre diferentes causas que podrían estar influyendo en este formato particular de la serie.

Un origen de distorsiones puede identificarse en los cuerpos documentales. Por ejemplo, en el año 1849 registramos tres obras que forman nuestra base: la del muro de contención del río que se estaba construyendo en la zona conocida como la Alameda y las refacciones en el Parque de Artillería y en el Hospital de Mujeres. En la primera, encontramos un jornal medio del peón de cerca de $10, mientras que en la segunda y tercera era de $18. Por lo tanto, la dificultad para asegurar la homogeneidad de fuentes, dentro de cada año y de forma interanual, puede explicar parte de los ruidos observados.

Un factor adicional de variabilidad parece estar ligado a la mezcla de distintos tipos de trabajadores en las obras de construcción. Si bien hemos sido rigurosos en extraer sólo los datos de los peones o similares, aun entre éstos podían existir diferencias de paga por diversos motivos (habilidad relativa, incentivos, edad, estatus jurídico libre o no libre, coacción laboral, etc.). Es razonable suponer que los peones que cobraban los mínimos registrados en la década de 1840, en torno a los 5-6 pesos diarios, hayan sido o muy jóvenes (aprendices) y/o coaccionados, como esclavos o presos. Para el año 1844 hemos podido identificar que se pagaba $5 al “negrito” (posiblemente un esclavizado) del maestro Valentín Ruiz, quien cobraba $30. El salario diario medio de ese año rondaba los $10. De manera análoga, podemos considerar que los valores de $5 a $6 de las construcciones de 1849, especialmente si eran encaradas desde la sección de obras públicas de la Policía, hayan implicado la utilización de trabajadores coaccionados, que por ello cobraban un menor estipendio. Lamentablemente, las fuentes no suelen incluir información sobre el tipo de características personales de los trabajadores o sus formas de reclutamiento laboral.

Otros factores pueden haber sido coyunturales, ya que observamos que buena parte de esta variabilidad se da durante y a la salida del bloqueo anglo-francés del puerto (1845-1848). En menor medida, estas variaciones parecen deberse al momento del año en que se realiza la obra. Como es sabido, y nuestra base lo corrobora, las tareas de construcción tendían a acumularse en los meses de otoño y primavera y eran menos frecuentes en el invierno y en el verano. De todas formas, el ciclo estacional es un tema que requiere profundizarse.

Dadas estas características de las observaciones, podemos tomar algunas decisiones metodológicas para atenuar sus dificultades. Podemos calcular medias móviles cada tres o cinco años, de manera de reducir la fluctuación interanual y observar las tendencias depuradas. Apostamos a que el incremento de las observaciones, con nuevas fuentes documentales, servirá en el futuro para corregir o precisar estas fluctuaciones.

Las tendencias de los salarios nominales

Los salarios nominales, como el resto de los otros precios de la economía bonaerense de la primera mitad del siglo XIX, suelen presentarse en dos unidades monetarias: el peso moneda corriente ($m/c) y el peso fuerte o plata ($F). Hasta 1825 estas unidades eran coincidentes. Pero luego el peso papel, que se había convertido en el medio de pago de las transacciones cotidianas, comenzó a depreciarse en términos de moneda “dura”, lo que obliga a la presentación de los salarios en dos unidades monetarias para mantener la coherencia. Así, en la Figura 2 se representa la serie anual de ambas unidades y usando el promedio ponderado por cantidad de observaciones.

Ahora bien, aquella devaluación se acompañó con un proceso de elevación del nivel general de los precios. Por ello suele usarse la serie de salarios en pesos fuertes como una suerte de indicador de los salarios deflactados, lo que es parcialmente cierto, ya que la devaluación y la inflación tenían una gran correlación, pero el grado de ésta dependía del tipo de bienes que consideremos (Schmit, 2020, pp. 17-19).18

Figura 2
Jornal de los peones albañiles. En pesos moneda corriente y pesos fuertes. Buenos Aires, 1815-1851

Fuente: Elaboración propia, véase “Fuentes documentales utilizadas” y Anexo, Tabla 2. Notas: Medias móviles previas de 3 años. Las conversiones de peso m/c a peso fuerte siguen las tablas de promedios anuales de Álvarez (1929).

De la inspección de la Figura 2, podemos identificar fases de estabilización en la marcha de los salarios nominales, junto con coyunturas de quiebre.

En la primera fase (1815-1825) los jornales de los peones albañiles rondaron los 4 reales (o medio peso plata). Es perceptible, empero, un alza no menor entre 1822 y 1825, que alcanzó el 50 %. Desde 1826, los jornales nominales siguieron ascendiendo en moneda corriente (aumentaron un 96 % entre 1826 y 1830), pero empezaron a perder valor en moneda fuerte. Este doble movimiento se explica por la tempestuosa coyuntura generada por la guerra del Brasil, el bloqueo naval de la ciudad y la guerra civil de 1828-1829, con su secuela de problemas monetarios, comerciales y presión inflacionaria.

En la segunda fase de estabilización (1831-1838), el jornal tuvo un alza más moderada en peso papel y una cierta recuperación en moneda dura. Se aproximó a los 2 pesos m/c, en promedio (o $0,3 en peso fuerte).

Esta coyuntura terminó con otro episodio de derrumbe del salario nominal en pesos plata, correspondiente a la gran crisis de 1838-1840, con un nuevo bloqueo del puerto, esta vez por parte de la escuadra francesa, a lo que se sumaron múltiples amenazas político-militares que pusieron en jaque al régimen del gobernador Juan Manuel de Rosas. En lo peor de la crisis, que derivó en un fuerte parate económico, se observa una suba moderada de los jornales en pesos moneda corriente hasta 1840.

Pero el ajuste post-crisis fue inmediato. Para 1841-1842, los salarios nominales realizaron un salto notable (del 200 % entre 1839 y 1841). Este nuevo nivel se mantuvo en la década de 1840, cuando el jornal tuvo un valor promedio de poco más de $12 m/c, aunque con subas y bajas volátiles, a las que ya nos hemos referido. Las medias móviles, menos afectadas por estas volatilidades, pero que marcan ciclos, nos permiten señalar que al alza inicial de los años 1840 le siguió una caída, coincidente con el momento más efectivo del bloqueo anglo-francés del puerto, y luego una recuperación significativa.19 Más allá de estos vaivenes, es notable que el nuevo nivel nominal de la década de 1840 permitió recuperar y superar los valores en moneda de plata que habían sido habituales hasta 1825. En esta fase (1842-1851), el jornal tuvo un valor promedio de 0,8 pesos fuertes.

Los jornales de los peones albañiles frente a otros sueldos y salarios

Es preciso poner esta serie de salarios en el contexto de las otras disponibles para la ciudad y la provincia durante el período de la primera mitad del siglo XIX. Podremos observar si las tendencias recién descriptas fueron comunes o divergentes según los tipos de ocupaciones y sectores. Es creciente nuestro conocimiento sobre la diversidad de la estructura de retribuciones en este período. La mayor parte de las series disponibles hacen referencia a ingresos salariales de empleados públicos, desde las más altas jerarquías políticas, hasta los porteros, los soldados y las enfermeras y sirvientas que trabajaban para el Hospital de Mujeres (Barba, 1999; Gelman y Santilli, 2014; Guzmán, 2016). Para el mundo rural contamos con series de sueldos y jornales para peones diarios, mensuales y capataces (Gelman y Santilli, 2014).

En este apartado, tomaremos los salarios diarios y mensuales de trabajadores de baja calificación. Debido a estos dos formatos de computar el tiempo para el pago, en primer término comparamos las series nominales disponibles para los peones albañiles y los peones rurales (Figura 3).

Figura 3
Jornales de peones albañiles y rurales. En pesos fuertes. Provincia de Buenos Aires, 1815-1851

Fuentes: “Peón albañil”: Elaboración propia. Véase “Fuentes documentales utilizadas” y Anexo, Tablas 1 y 2; “Peón rural”: Gelman y Santilli (2014).

Como la serie de los trabajadores del campo presenta marcadas discontinuidades, podemos extraer algunos hechos con cautela y matices. Por un lado, el peón rural contratado por jornal percibía una retribución superior, lo que se correspondería con un trabajador con alguna especialización, que era requerido para tareas específicas en momentos álgidos del calendario agrario. Al comienzo del período esta distancia en el valor de los jornales era considerable; empero, se trata de una única observación, por lo que hay que ser precavidos con las conclusiones. Por otro lado, se observa una tendencia similar en los movimientos para las coyunturas que hemos llamado de quiebre, como 1826-1831 y 1838-1841. También se percibe que ambas series subieron con fuerza en los primeros años de la década de 1840 y luego oscilaron de forma acentuada. La hipótesis que supone que no habría “grandes distancias entre los salarios de los trabajadores urbanos y rurales, al menos en sus escalones más bajos y menos especializados, dada la gran articulación del mercado de trabajo entre ambos sectores” (Gelman y Santilli, 2014, p. 92) es concordante con este ejercicio comparativo preliminar que muestra tales convergencias, aunque no hay que perder de vista los problemas metodológicos señalados.

Si pasamos a la comparación con los trabajadores que recibían sueldos mensuales, la Figura 4 nos sirve para analizar las tendencias de varios tipos de retribuciones de trabajadores poco calificados, como peones mensuales rurales, soldados, celadores de la policía urbana, porteros y trabajadoras de servicios. Anualizamos los ingresos de los peones de la construcción, multiplicando el jornal por 250 días de trabajo por año,20 y así obtenemos una base común para comparar con los sueldos mensuales, habituales entre los empleados públicos. Recordemos también que tampoco aquí sumamos raciones u otros complementos no monetarios en estos ingresos.

Figura 4
Ingresos salariales anuales de trabajadores poco calificados. En pesos fuertes. Provincia de Buenos Aires, 1815-1851

Fuentes: “Peón rural mensual”: Gelman y Santilli (2014); “Portero Hospital”: Barba (1999); “Trabajadoras Hospital”: Guzmán (2016); “Peones albañiles”: Elaboración propia, véase Anexo, Tabla 2.

Los niveles y las tendencias de los ingresos anuales de los peones albañiles eran similares a los de otros trabajadores del medio urbano y rural durante buena parte del período. Hubo, no obstante, algunas particularidades. En la crisis de finales de la década de 1820, los peones albañiles lograron resistir mejor algunos años el ajuste a la baja provocado por la depreciación monetaria. Sin embargo, para 1830, sus niveles de retribución se habían acercado a los de las otras categorías. Por otra parte, en algunos años de la década de 1830 los empleados del Estado tuvieron una recomposición significativa de ingresos nominales que no parece haber sido tan notoria en otros sectores y actividades. En todo caso, este despegue duró poco, pues fue absorbido por la gran crisis del bloqueo francés. En la década de 1840 el movimiento común de estos salarios poco calificados cambió y los peones albañiles se despegaron del resto, de forma acentuada (algo que sucedió también, en menor medida, entre los peones mensuales rurales).21 Comenzando la década de 1850, varias categorías de empleados estatales de la ciudad tuvieron un alza de sus sueldos (Barba, 1999). La más notoria, por el piso bajo del que partían, fue el de las empleadas de servicios (enfermeras, sirvientas, cocineras, lavanderas, etc.) (Guzmán, 2016). Con todo, los peones albañiles permanecerían en un escalón de ingresos por encima.

Estas comparaciones nos permiten reforzar la importancia del alza nominal a comienzos de la década de 1840, como elemento que resulta característico de los salarios de los peones albañiles, o de los trabajadores temporarios en general. Los sueldos estatales estuvieron más controlados en esos años, incluso los de la escala más baja, lo que se revirtió, parcialmente, cuando cayó la administración rosista.

Aproximaciones al poder de compra del jornal

Hasta este momento hemos presentado la serie nominal de jornales. Este es el primer paso para una evaluación del nivel de vida por medio de un enfoque desde los ingresos de los individuos (y de sus familias). El siguiente paso es deflactar esta serie nominal con el valor de una canasta de consumo representativa de las preferencias de los trabajadores. Los estudios de Gelman y Santilli (2018) y Santilli (2020a) nos ofrecen los primeros acercamientos fundados a la composición y el valor de esa canasta para varios momentos del período que estamos analizando (1818-1819, 1825, 1835 y 1849). Mientras de forma paralela se ensaya con estas canastas y con series continuas de precios de los productos de esas canastas,22 en este artículo proponemos recurrir a una solución algo más básica para aproximarnos al nivel de vida.

Se trata de medir el poder adquisitivo de los jornales en términos de algunos bienes frecuentes en el consumo porteño: el pan, la carne, el azúcar y la yerba.23 Según los cálculos de los autores mencionados, en 1835, para una canasta de subsistencia, la carne, el pan y la yerba aportaban el 96 % de las calorías y representaban el 63,5 % del gasto para comprarla; y para una canasta “respetable” –es decir, con mayor variedad de bienes– aquellos cuatro bienes aportaban el 89 % de las calorías y representaban el 50,5 % del gasto (Gelman y Santilli, 2018).

Entonces, estamos hablando de bienes fundamentales, lo que también se confirma al examinar listas de artículos comprados para alimentar a trabajadores o presos. Por ejemplo, en 1834 el Parque de Artillería conchabó a trece peones durante tres días para mover una gran cantidad de pólvora. La cuenta de gastos incluyó el valor de bienes usados “para la mantención de dicha gente”, lo que comprendía: carne, pan, verduras, azúcar y yerba.24 Otro ejemplo: para la subsistencia de una veintena de trabajadores “españoles” destinados al Parque de Artillería, en 1846 y 1847, se gastó en pan, carne, arroz, verduras, yerba mate tipo Paranaguá y tabaco negro. El pan (54 %), la carne (16 %) y la yerba (14 %) eran los rubros principales del gasto.25

Figura 5
Índice del poder de compra del jornal de peón albañil en trigo, carne, azúcar y yerba. Año base 1824=100. Buenos Aires, 1815-1851

Fuentes: Precios de trigo, carne y azúcar: Gelman y Santilli (2013); Yerba: Schmit (2016). Jornal: Elaboración propia, véase Anexo, Tabla 2. Nota: El poder adquisitivo es medido por la cantidad (en kg) de cada mercancía que podía ser comprada por el jornal, a los precios promedio vigentes. Por ejemplo, en 1824, el jornal podía comprar 1 (un) kilo de yerba.

En la Figura 5 desplegamos las series de la cantidad de trigo –como sustituta del pan, pues el precio del pan estaba fijo, pero se modificaba el peso en onzas según la variación de la materia prima esencial–, carne, azúcar de la variedad brasileña y yerba de Paranaguá que se podían comprar con un jornal de peón albañil, a los precios y jornales promedio de cada año.

En el período 1815-1840, aproximadamente, se observa una estabilidad en la capacidad de compra, pero con algunos ciclos para destacar: el empeoramiento asociado a la coyuntura inflacionaria de finales de los años de 1820, la mejora de mediados de la década de 1830 y la caída en el nivel de vida asociada con la crisis de 1839-1840. En esta última coyuntura, es importante notar el juego contrapuesto entre la carne, con tendencia estable, y el trigo, con fuerte tendencia al alza. Debieron de existir sustituciones parciales de productos, en particular cuando los trabajadores tenían acceso a un bien abundante y nutritivo como la carne vacuna, y que, además, era protegido por un gobierno atento al humor de los consumidores urbanos.26 Por otra parte, el trigo presentaba variaciones interanuales muy marcadas, lo que no podía transmitirse automáticamente al pan porque también existían regulaciones estatales sobre precios y cantidades para este bien básico.

Resulta manifiesto que, luego de 1840, los jornales ganaron poder de compra relativo a estos productos básicos, sobre todo carne, azúcar y yerba. Estos dos últimos, bienes importados de origen brasileño, tuvieron fuertes incrementos y gran volatilidad (Schmit, 2020, pp. 11-13), pero la capacidad de compra de los jornales respondió positivamente a estos movimientos. En cuanto al trigo, los jornales se limitaron a acompañar –lo que no es menor– el crecimiento veloz de los precios del trigo en la década de 1840, caracterizada por cambios locales e internacionales en el mercado de este cereal (Djenderedjian, 2008, pp. 172-181). Y hacia finales de la década, los jornales ganaron poder adquisitivo, cuando los precios del trigo cayeron. Los jornales también respondieron favorablemente frente al azúcar.

Todos estos son cálculos algo rudos, pero establecen unos hechos seriados que están en línea con los análisis recientes (Gelman y Santilli, 2013, 2018; Santilli, 2020a; Guzmán y Schmit, 2020). El nivel de vida de los trabajadores porteños menos calificados y más expuestos a condiciones de mercado (a diferencia de los empleados públicos) presentó importantes mejoras en la década de 1840.27 En cambio, en las décadas anteriores el nivel de vida habría estado caracterizado por un juego entre una relativa estabilidad y fases de crecimiento (especialmente a comienzos de la década de 1820 y durante mediados de la década de 1830). Tendencia puntuada, claro está, por fuertes desequilibrios hacia la baja en las coyunturas críticas inflacionarias.

Entre las perturbaciones fiscales y monetarias y el dinamismo del mercado de trabajo: argumentos para una interpretación de la serie

¿Cuáles fueron los factores que podrían explicar los movimientos de los jornales que hemos descripto? El primero que tendríamos que considerar es el efecto de las perturbaciones monetarias y fiscales. La financiación inflacionaria del déficit fiscal habría estado detrás de aquellas perturbaciones, que condujeron a ciclos de depreciación del papel moneda (Amaral, 1988; Irigoin, 2000). Y el déficit fiscal fue el resultado de los desequilibrios generados por un Estado en construcción, asediado por los conflictos intra-elite, y por las disputas con otros Estados. Estos desequilibrios tuvieron manifestaciones coyunturales agudas (guerras y bloqueos navales), bien conocidas y estudiadas por la historiografía.

Frente a la presión inflacionaria, los montos nominales de sueldos y jornales debieron responder. Evaluar de qué forma lograron posicionarse frente al resto de los precios es primordial para entender no sólo la evolución del nivel de vida de los asalariados sino también otros aspectos clave de la dinámica socio-económica (Amaral, 1989). Con respecto a la prima del peso fuerte, los jornales quedaron rezagados luego de 1825. Sin embargo, desde 1840 se rompió esta relación y pasaron a ganar frente a la depreciación del papel moneda. Por otra parte, de los datos recogidos observamos que el jornal acompañó la evolución de algunos precios de bienes de consumo de primera necesidad entre 1815 y 1839. Pero que ello tuvo que producirse por reajustes ante picos inflacionarios o situaciones críticas de corto plazo. Y también que en la década de 1840 se incrementó significativamente el poder adquisitivo del jornal respecto de aquellos bienes.

Recientemente, Schmit (2020) ha difundido un índice general de precios para Buenos Aires, basado en precios mayoristas para el período 1824-1850, que nos permite estimar más certeramente el juego de la inflación y los salarios.28 Los salarios perdieron frente a la inflación entre 1826-1830. Luego comenzaron a recuperarse y a ganar una mejor posición relativa frente a los otros precios, y alcanzaron un pico hacia 1833-1834. La disparada inflacionaria de finales de la década los impactó de lleno, hasta el piso de 1840, cuando se ubicaron casi 40 % debajo del nivel de 1824. El salto nominal de comienzos de la década de 1840 permitió recuperar lo perdido y alcanzar y superar los máximos de la década de 1830. Una nueva caída se dio en 1846-1847, pero para 1848-1850 volvía el mejor escenario, con precios en baja y salarios estables o en alza.

Por lo tanto, sumando todas estas evidencias, puede decirse que los salarios de los trabajadores no calificados de la construcción lograron hacer frente a los marcados vaivenes y alzas abruptas de los otros precios fundamentales de esta economía. Es preciso, entonces, seguir buscando formas de medir cómo esto se tradujo en mejoras en su bienestar material, en particular para evaluar la decisiva coyuntura de los años de 1840.

Junto con el análisis de los efectos de los shocks monetarios, es fundamental una perspectiva desde el mercado de trabajo. Aquellos momentos de crisis impactaron sobre ese mercado, por la desorientación de los actores, el parate de las actividades urbanas que habría reducido el empleo, la extracción de hombres para la guerra y el reflujo de las migraciones. Ahora bien, el mercado laboral estuvo caracterizado, de forma estructural, por ser de “frontera” o “zona abierta”, esto es, por una avidez de la demanda y una escasez de la oferta. Esto podría explicar por qué los salarios nominales pudieron elevarse, más o menos rápidamente, a la salida de aquellas coyunturas adversas.

En particular, el alza de los salarios nominales de la década de 1840 tuvo que responder a una escasez agudizada de mano de obra. En ella confluyeron algunos elementos concordantes: en primer término, luego del bloqueo francés de 1838-1840, el sector agrario exportador, y sus ramificaciones urbanas, como las actividades portuarias, emergió con un dinamismo nuevo y acelerado, y presionaba sobre la demanda de trabajo (Newland, 1998; Rosal y Schmit, 2004). También, se constata un grado de militarización de la población que permaneció elevado luego de la “gran crisis” del régimen de Rosas, con un ejército que permanentemente demandaba hombres, y unos hombres que hacían valer su poder de negociación dentro de una economía política rosista que había sobrevivido, en buena medida, gracias a ellos (Garavaglia, 2003, 2004; Salvatore, 2003; Gelman, 2009).

El sector de la construcción, pública y privada, no fue afectado por aquel dinamismo sino más tarde, hacia finales de la década, como permiten observarlo los permisos de edificación otorgados por el Departamento Topográfico. Desde el suelo de permisos que se alcanzó en el quinquenio 1839-1843, los años siguientes vieron una recuperación hacia los niveles típicos de la década anterior, para finalmente alcanzar un pico histórico en el quinquenio 1849-1853.29 Quizás otros sectores de la economía urbana volcados al mercado interno también tardaron en reaccionar.

Pero otros datos del contexto económico señalan que, en una mirada de mediano plazo, la economía urbana estaba viviendo, en la década de 1840, la salida final del reajuste que la Revolución de Mayo le había impuesto. La crisis del orden colonial borbónico luego de 1810, dentro del cual la ciudad había ganado tanto, provocó un período de readaptación de la economía urbana, que parece haber sido menos veloz que la del mundo rural circundante. Para los años de 1840, ese reajuste había concluido. El crecimiento poblacional se aceleraba de la mano de una creciente inmigración, que conoció en aquella década el primer pico de afluencia, que luego se repetirá en la de 1850 (Massé, 2006). Con evidentes vaivenes, la economía urbana pujante que los observadores admiraron hacia 1855 tenía sus raíces en los años previos de la pax rosista. Al fin y al cabo, el ajuste al alza de los sueldos de los empleos públicos más subalternos luego de 1852 no sólo fue el resultado de un nuevo régimen que quería congraciarse con posibles clientelas urbanas. Era un tardío reconocimiento a un mercado de trabajo cuyos niveles de remuneración no podían seguir siendo ignorados.

Conclusiones

En este artículo hemos analizado los principales movimientos de la serie del precio del jornal de los peones de la construcción. Los valores nominales en moneda corriente –con la que se pagaba a los peones cada sábado o al momento de liquidar una obra y se realizaban los cálculos de costos de las empresas contratistas– evidenciaron una tendencia general al aumento en el período, con fases de estabilización y otras de aceleración. Entre estas últimas, se destacó la de comienzos de la década de 1840. Luego de compartir tendencias similares, fue entonces que los ingresos salariales de los peones jornaleros se diferenciaron frente a varias categorías de trabajadores/as del escalón más bajo de la estructura ocupacional. Esta tendencia se replicó en el poder de compra de esos salarios respecto de algunos bienes básicos de consumo popular. Para comprender estos movimientos pusimos a prueba hipótesis ligadas a factores en distintos niveles, tanto la presión inflacionaria general como la dinámica del mercado de trabajo, que permiten vincular los resultados obtenidos con las transformaciones del mundo urbano bonaerense.

En el contexto de una creciente exploración sobre la temática de los salarios e ingresos de los trabajadores, aspiramos a que nuestro aporte alimente el debate metodológico e incite futuros estudios; por ejemplo, para rescatar nueva documentación, revisar los años faltantes, o con pocas observaciones relativas o con mayor dispersión de valores.

Asimismo, es preciso profundizar en las relaciones laborales, en particular la penetración del salario, la relevancia de este tipo de ingreso para la reproducción cotidiana de los trabajadores y sus familias, y los ritmos de trabajo entre los trabajadores poco calificados. Hay temas significativos que, desde las perspectivas de una historia social y económica del trabajo y los trabajadores, deben formar parte de la agenda; entre ellos: las formas de pago, los niveles de ocupación/desocupación, los ciclos estacionales y cálculos de cantidad de días trabajados al año, el posible funcionamiento de los efectos sustitución y renta sobre la oferta de trabajo, los conflictos laborales y la interacción entre formas libres y coactivas de trabajo. Todos estos temas permitirán enriquecer la interpretación del fenómeno salarial en el contexto histórico estudiado.

Por otra parte, la serie aquí presentada podrá ser usada para dialogar con los estudios globales y, sobre todo, con otros casos en la región y en América Latina. En los trabajos comparativos, esta categoría de trabajadores de jornaleros de la construcción suele utilizarse como indicador del conjunto de los trabajadores de baja calificación de las economías urbanas.

Sin duda, la serie y las hipótesis aquí ofrecidas deberán ser revisadas, a la luz de nuevas evidencias e interpretaciones. Pero nos parece que los datos que hemos presentado contribuyen a explorar, con alguna guía, las complejas relaciones entre salarios, niveles de vida y cambio económico en Buenos Aires.

Fuentes documentales utilizadas (Entre paréntesis se indica/n el/los año/s de las observaciones de jornales extraídas del legajo citado)

Archivo General de la Nación (Buenos Aires, Argentina):

Casa de Huérfanas. Rendición de cuentas: III-17-07-05 (1835).

Hospital de la Residencia. Cuenta de Gastos: III-35-05-10 (1817-1819, 1821).

Hospital de Mujeres. Rendición de cuentas: X-13-3-8 (1823-1824); III-16-9-3 (1829-1831, 1834-1837); X-15-10-4 (1832); III-16-9-4 (1841-1845); III-16-9-5 (1849-1850).

Hacienda. Hospitales: X-21-10-1 (1815); X-43-09-08 (1817); X-40-8-10 (1826); X-22-08-04 (1828); X-43-09-09 (1834, 1850).

Obras públicas: X-14-2-2 (1826); X-44-04-06 (1828).

Parque de Artillería. Rendición de cuentas: III-6-2-2 (1835); III-6-2-3 (1836); III-7-2-4; III-7-2-5 (1849-1851).

Policía: X-31-9-5 (1830, 1833)

Secretaría de Rosas: X-23-8-4 (1829); X-24-6-3 (1832); X-43-01-04 (1836); X-26-04-02 (1844); X-42-10-06 (1844); X-26-08-04 (1849).

Sucesiones: n.º 3480 (1825); n.º 6321 (1848).

Museo Histórico del Hospital “Bernardino Rivadavia” (Buenos Aires, Argentina):

Libro de Gastos del Hospital de Mujeres (1833, 1834).

Estadísticas

Registro estadístico del Estado de Buenos Aires correspondiente al semestre 2o de 1854 (1855). Buenos Aires: Imprenta de Mayo.

Registro oficial del Gobierno de Buenos Aires. Libro decimo-quinto. 1836 (1836). Buenos Aires: Imprenta del Estado.

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Anexo: Serie del jornal de los peones albañiles. Ciudad de Buenos Aires, 1815-1851

Tabla 1
Jornal del peón albañil: cantidad de observaciones y medidas de tendencia central (en pesos moneda corriente). Ciudad de Buenos Aires, 1815-1851




Fuentes: Véase “Fuentes documentales utilizadas”.Notas: (a) Las observaciones resultan de multiplicar los días trabajados por la cantidad de trabajadores en cada planilla por semana/obra y luego sumar estos resultados para el lapso de un año.

(b) El promedio ponderado resulta de promediar los valores de jornales registrados, usando como ponderador la cantidad de jornales pagada a cada tarifa.

Tabla 2
Jornal del peón albañil. En pesos m/c. Ciudad de Buenos Aires, 1815-1851




Fuentes: “Serie Barba”: (Barba, 1999, p. 182). “Serie propia”: Véase “Fuentes documentales utilizadas”.Notas: (a) Promedio ponderado por la cantidad de jornales, véase Anexo, Tabla 1.

(i) Valores obtenidos por interpolación simple del año anterior y el posterior.

Notas

1 La bibliografía sobre salarios reales en Europa tiene una larga y sostenida tradición. Una nueva ola de estudios tomó impulso desde la aparición de los trabajos de Robert Allen (2001, 2009). Hatcher y Stephenson (2018) proponen un balance crítico de estas nuevas líneas de investigación.
2 Los casos latinoamericanos, en el marco de una historia comparada global, no han sido ajenos a las tendencias internacionales en los años recientes, como lo atestiguan, entre otros: Allen, Murphy y Schneider (2012), Arroyo Abad, Davies y van Zanden (2012), Arroyo Abad (2013, 2014), Dobado González y García Montero (2014), Challú y Gómez-Galvarriato (2015), Llorca-Jaña y Navarrete Montalvo (2015) y Zegarra (2020).
3 La bibliografía sobre el nivel de vida medido por salarios y canastas de consumo está en permanente crecimiento para los espacios rioplatenses. Para dar cuenta de la diversidad regional, mencionamos, entre otros: Djenderedjian (2020), Djenderedjian y Martirén (2015, 2020), Martirén (2020), Moraes y Thul (2018), Olguín y Bragoni (2020), Parolo (2019) y los trabajos reunidos en Santilli (2020b).
4 La historiografía reciente sobre el nivel de vida medido por salarios y precios de consumo en Buenos Aires entre 1780 y 1850 incluye: Johnson (1992, 2011), Gelman y Santilli (2013, 2018), Santilli (2020a), Guzmán y Schmit (2020). Los trabajos con un tratamiento específico de los salarios de trabajadores de Buenos Aires son: Johnson (1990, 1992, 2011), Barba (1999), Cuesta (2012) y Gelman y Santilli (2014).
5 Djenderedjian (2013) ofrece una síntesis actualizada sobre el cambio económico durante este período.
6 La inspiración de este argumento se encuentra en Özmucur y Pamuk (2002).
7 De mayores similitudes es el diseño metodológico de Challú y Gómez-Galvarriato (2015) para la ciudad de México.
8 Cuesta (2015) brinda una buena introducción a los desafíos heurísticos y metodológicos de la construcción de serie de salarios para el caso de Buenos Aires.
9 Las dificultades quedaron plasmadas en el mensaje a la Legislatura del gobernador Juan Manuel de Rosas en mayo de 1831: “Las obras del Estado se han circunscripto a las de pura reparación” (Mabragaña, 1910, vol. 1, p. 255).
10 Véase el detalle de los legajos analizados en la sección “Fuentes documentales utilizadas”.
11 Algunas pocas planillas solamente hacen cuentas globales del estilo: “se emplearon tantos peones durante tantos días a tal jornal”.
12 En Anexo, Tabla 1, también se incluye una columna de cantidad promedio de jornales por trabajador y por año. Esta permite evaluar la significación de las observaciones teniendo en cuenta la densidad de obreros contratados. Como se observa, en la mayoría de los años los jornales se reparten en un número acorde, más o menos extenso, de peones, excepto para los primeros años de la década de 1830, que corresponden a obras con unos pocos trabajadores que laboran durante muchos días o meses.
13 Véase Anexo, Tabla 2, con la serie recopilada por nosotros, la serie de Barba y la serie compuesta resultante.
14 La base de datos aquí analizada incluye observaciones de peones “media cuchara”, es decir, algo más calificados o con más experiencia que el peón raso, pero que no llegaban a oficiales. Asimismo, incluye algunos peones albañiles que también hacían blanqueos, habilidad que estaba frecuentemente asociada con las otras tareas de albañilería, aun existiendo un oficio particular.
15 La importancia de contextualizar los salarios y analizar la historia socio-laboral del sector de la construcción ha sido resaltada por la historiografía. Es el caso de Quiroz (2016), sobre los trabajadores de las obras públicas en la ciudad de México, y de Thul (2016), para Montevideo. Stephenson (2018) plantea también el problema para el mundo inglés de los siglos XVII y XVIII. Para Buenos Aires no contamos con análisis particularizados del sector de la construcción, aunque Otero (2005) brinda agudos argumentos sobre el período tardocolonial.
16 Los trabajadores de la construcción (incluye fabricación de materiales de construcción) representaban alrededor del 4 % de la PEA masculina (libre) en 1827, y un 6 % en 1855. Había carpinteros y herreros ligados al sector, aunque son difíciles de discriminar desde las fuentes censales. Los datos resultan de la elaboración de una muestra de los censos poblacionales de esos años (Guzmán, 2014).
17 La autoconstrucción era frecuente para la vivienda familiar, especialmente en los márgenes de la ciudad, donde los ranchos y casas precarias daban cuenta de los saberes rurales y de las formas de solidaridad vecinal para el trabajo de levantar el techo de tantas familias.
18 Cortés Conde (1979, pp. 216, 219, 239-240) realiza la misma observación para un período posterior.
19 El impacto del bloqueo naval anglo-francés al puerto de Buenos Aires fue prolongado (1845-1848), pero la bibliografía tiende a evaluarlo como menos disruptivo que los anteriores (Halperin Donghi, 2005, pp. 202-216) y concentrado en los primeros años (Brown, 2002, pp. 171-174).
20 Este supuesto responde al estándar de 250 días de trabajo al año que se emplea en los trabajos comparativos internacionales (Allen, 2001; Gelman y Santilli, 2018) y a la estimación de 245 días de trabajo por año realizada para el período tardocolonial porteño (Johnson, 2011, pp. 238-240).
21 En el mismo sentido, para los primeros años de la década de 1840, Halperin (2005, pp. 204-205) llamó la atención sobre el alza de los jornales frente al congelamiento de los sueldos de los funcionarios, de los trabajadores manuales mensualizados (como empedradores) y de los policías.
22 Guzmán y Schmit (2020) combinan los precios mayoristas de plaza recopilados en la prensa, las series de salarios nominales y la canasta de subsistencia confeccionada por Gelman y Santilli, para analizar los salarios reales en el período 1824-1850.
23 Un ejercicio similar, para salarios rurales y del ejército, fue aplicado por Gelman y Santilli (2013). Dobado (2015) ha defendido el enfoque de medir los salarios en términos de las cantidades de trigo, maíz, carne y otros bienes alimenticios que se podían comprar, como mejor alternativa a la metodología de la canasta de consumo.
24 Parque de Artillería. Rendición de Cuentas. Archivo General de la Nación (AGN), Argentina, Sala III, Legajo 6-2-2.
25 Parque de Artillería. Rendición de Cuentas. AGN, Sala III, Legajo 7-2-4.
26 Desde 1836 se estableció un precio máximo para la carne por parte de una Comisión Reguladora compuesta por hacendados y cuyas decisiones eran refrendadas por el Poder Ejecutivo (Registro oficial del Gobierno de Buenos Aires. Libro decimo-quinto. 1836, 1836, pp. 100-119).
27 En la comparación internacional, el nivel de vida de los asalariados porteños habría estado, hacia 1849, entre los más elevados de varias ciudades de Europa y América (Gelman y Santilli, 2018, pp. 104-105).
28 Los precios son mayoristas y tomados de la prensa periódica. El índice general de precios se compone de bienes importados (textiles, aceite, yerba mate, azúcar, arroz, fideos, vino, aguardiente, galleta y sal) y bienes locales (carne, trigo, maíz y leche). Los ponderadores son 30 % y 70 %, respectivamente. Más detalles, en Schmit (2020).
29 La serie de solicitud de nuevas construcciones para el período 1829-1853 se encuentra en Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires correspondiente al semestre 2o de 1854 (1855, p. 53).


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