Artigos

ARQUEOLOGÍA Y GENERO: LA MUJ ER ARUACA EN EL CARIBE ANTIGUO

Lourdes S. Domínguez 5
Oficina del Historiador, Cuba
Academia de Ciencias de Cuba, Cuba

ARQUEOLOGÍA Y GENERO: LA MUJ ER ARUACA EN EL CARIBE ANTIGUO

Cadernos do LEPAARQ (UFPEL), vol. 1, núm. 1, 2004

Universidade Federal de Pelotas

Resumen: El género ha sido y es un tema poco abordado en la historia más antigua del Caribe, el papel jugado por la mujer aborigen en su medio cultural antes de la llegada del europeo conquistador es pocas veces reconocido y mucho menos el rol desarrollado por ella durante el proceso de la conquista y la colonización, en la que sin lugar a dudas fue parte integral del mismo y sobre todo imprescindible en la transculturación inevitable ocurrida en nuestras tierras caribeñas, también la metodología arqueológica nos permite descifrar este discurso olvidado. Estos son los aspectos que trataremos de exponer, pretendiendo dar algo de luz a esta época prácticamente perdida en la literatura histórica actual.

Abstract: Gender is a most unusual subject in the ancient history of the Caribbean. The role of women before the European conquest is seldom acknowledged and even less so in the colonial period, when women were so important in the transculturation process in the Caribbean. Archaeology plays in this respect an important role. These are the subjects dealt with in this paper, unexplored in recent historical studies.

Keywords: gender studies, women in archaeology, Caribbean.

Palavras chave: estudos de gênero, mulheres em arqueologia, Caribe

Que pueblo de América Latina o del resto del Mundo no reconoce como sus verdaderas raíces a los que habitaron sus territorios en los tiempos más antiguos; para las tierras caribeñas, los verdaderos descubridores ( Ortiz, 1972), son los ancestros aruacos. Para una gran mayoría estos orígenes son mostrados con gloria y fervor, por esta razón no podríamos olvidar a nuestro apóstol José Martí, cuando dijo “Ud. ve como con el mismo golpe que se paralizó al indio, se paralizo a la América, y hasta que no se haga andar al indio, no comenzará a andar bien la América” (Martí, 2001). El simbolismo martiano es brillante, hay que conocer nuestra historia antes que la de Grecia o Roma, nuestros aborígenes antes que a los arcontes; es ilógico dar primacía a lo foráneo cuando no se conoce lo propio.

El golpe que paralizó a esta civilización, no puede envarar nuestro pensamiento, ni nuestro desarrollo, no se pretende revitalizar e imponer una cultura que vivió hace quinientos años, como tampoco se trata de que godos y africanos vuelvan a sus tierras de procedencia, sino simplemente entender que lo nuestro es nuevo, y cuales son nuestras verdaderas raíces formadoras y aceptar tácitamente que nuestro origen es multicomponente, pero también estar claros en que no podemos darnos el lujo de obviar y olvidar al indio, por que ellos están ahí todavía.

La supuesta desaparición física de los pobladores de la etnia Aruaca, no determina la pérdida de la posibilidad de ser parte integrante de una nueva cultura, por que la cultura precolombina quedó subyacente, utilizada por el colonizador para sobrevivir, por el negro, por que era similar a la de él en África, por tener el mismo estadío socioecomico y por el propio indio, para no perderla. (Guanche, 1996)

Son aceptables los procesos de asimilación indohispánica, aunque estemos seguros de que este proceso sociológico resultó por ambos lados, una especie de “toma y daca” como diría Fernando Ortiz, para centrar la transculturación (Ortiz, 1968) y que no es otra cosa que el surgimiento de algo nuevo, como una simbiosis que abarca lo existente y lo que llega.

De acuerdo al etnólogo ruso Y. Bromley, es la familia la reproductora del carácter étnico específico en la vida cotidiana y en donde se dan los cambios y el surgimiento de los nuevo, eso nuevo ha dado en llamarse: criollo y podemos asegurar que lo criollo fue “un producto del proceso sociológico transcultural en toda América Latina”. (Bromley, 1986)

En esta primera etapa hay una clara idea de la autoconciencia étnica, lo que sucede es que los “vencidos” en el Caribe no dejaron nada escrito, las Crónicas las hicieron después, los vencedores, imbuidos de sus conceptos ya que nunca entendieron a la cultura Aruaca, ni les interesó entenderla, de aquí la poca información que se consignó en estos documentos. (Marrero, 1972)

No hay lugar a dudas que la madre de los primeros criollos fue la mujer indígena, la que tuvo a su cargo la crianza de esta nueva generación nacida en América y quedó bajo su abrigo y tutela, cuando el padre partió, a buscar nuevas tierras para conquistar y engrandecer la heredad. Bajo la mano firme de la mujer indígena se desarrolló la enseñanza de esos hijos “nacidos de sangre” en el Nuevo Mundo (Dávila, 1979) los cuales en su gran mayoría no pisaron jamás tierra europea. (Evans-Pritchard, 1975)Aparentemente se “españolizó” rápidamente, a la fuerza o a partir de la inteligencia, solo utilizó el ritual del bautismo cristiano para la adquisición de un nuevo nombre, pero jamás perdió su lengua, su religión, sus destrezas y sus costumbres, estas cosas no entraban en su juego.

El espacio Caribe, históricamente conformado y no geográficamente determinado, existe, es un concepto espacial sustentado desde los tiempos más antiguos, mucho antes de la llegada del europeo (Wood, 1989) que se presenta en una región con homogeneidad visible

Por ser el Caribe el primer territorio descubierto y colonizado, es donde se decide el destino de América, esta catástrofe lo llevó a uno de los procesos de colapso demográfico más injusto dentro del genocidio cultural y físico que se perpetró en los albores del siglo XVI, poco juzgado por la historia. (Bagú, 1987) La balcanización y atomización de esta región, que era considerada desde sus orígenes como uno sola, un sin fin de Cronistas y Viajeros atestiguan su unidad originaria, (Du Puis, 1652, Pellepart, 1655, Rochefort, 1666, Du Tertre, 1667, De la Borde, 1674, Labat, 1693-1705 y Bretón, 1892) y, mantienen la idea a partir de los avatares del establecimiento de un orden diferente por parte de los conquistadores del espacio y un “dejar hacer” por parte de los conquistados. (Farr, 1999; Morales Padrón, 1996)

La idea de un desarrollo local lo prueba la arqueología, así como también las Crónicas iniciales o clásicas para el Caribe como son las de Bartolomé de Las Casas, Fernández de Oviedo yMártyr de Anglería, las cuales queriendo o no, atestiguan la existencia de un pueblo, étnicamente definido, con lengua, cultura y territorio homogéneo que nos hace inferir una sociedad unificada culturalmente. (Casas, 1965, Fernández de Oviedo 1959, Mártyr de Angleria, 1944)El primero que acotó que la gente que moraba en este lugar era de “una misma calidad y costumbre” fue Cristóbal Colón en su primer viaje, diciendo además: “toda la lengua es también una y todos amigos”(Colón, 1961); era tan ostensible que desde el primer momento así lo anotó en su diario de viaje. (Trincado, 1997)

Hemos decidido demarcar cronológicamente una etapa bien polémica y de la cual se posee poca información escrita, los finales de la etapa precolombina y el inicio del siglo XVI ya que nuestros aborígenes no dejaron memoria escrita, por esto sustentamos su historia a partir de la arqueología en gran parte.

Es también real el hecho de la casi inexistencia de trabajos investigativos sobre la etapa, también lo es de la mujer en los tiempos prehispánicos y mucho menos en los primeros años de la conquista, se habla en realidad de las mujeres de rango pero nunca de las que conformaban el pueblo aborigen que vivía en estas islas, también fue así con las pocas europeas que vivieron en estos tiempos de la colonización y de estas solo se hace notificación escueta y de las que poseían alta alcurnia. (Rostowrwski, 1987;Muriel, 1992)

Lo que pudo ocurrir entre 1492 y 1542 en que se promulgan las Leyes Nuevas (Morales Padrón, 1979) en nuestros territorios antillanos fue un verdadero ensayo de la vida y para la vida que continuaría en lo sucesivo, ya que ni en América se vivió como en Europa, ni en Europa se quiso saber como se vivía en América. (Vincent, 1975) En los casi cincuenta años que median entre una fecha y otra, prácticamente una generación, se conformó un modo de vida nuevo, teniendo en cuenta sus lógicas variantes, fue el preámbulo de la gesta americana de la conquista. Esto le valió al Caribe ser el que recibiera el choque frontal del proceso que comenzó en los albores del siglo XVI. (Ladero, 1992)

Lo que se ha podido saber de la mujer india es a partir de la vida material que descubre y descifra la arqueología o que se infiere por de la etnología comparada, de igual modo por las notas cronicales, asimismo por los estudios sociológicos que explican algunos procesos de ese modo de vida antiguo; de lo que aconteció después de la llegada de los europeos da fe el hecho real del mestizaje inicial, un rasgo que caracterizó a la población oriunda de estos cincuenta años americanos, el mestizo, hijo de español e india, {el criollo}, indicaba la unión y por ende la valoración de la mujer aborigen como hembra reproductora a la falta de la goda por excelencia. A la vez y solo debido a las circunstancias se le permitió y se entendió que era madre, maestra y hasta conservadora del caudal adquirido, no había otra opción.

Este primer momento de beligerancia es el que no se recoge en los documentos, se soslaya, por que no era propio que se supiera en España, pero representó la única forma de adueñarse de lo poco que le quedaba a los indios, dueños aún de algunas tierras asimismo la única forma de sobrevivir en este medio. (Olachea, Labayen, 1992)

Para poder esclarecer el verdadero status femenino en este período, tanto la mujer india, como la poca europea que llego, hay que hacer una verdadera proeza analítica e inferencial de las Crónicas, de la Legislación de la época y como es lógico limpiar en el buen sentido de la palabra el corpus escrito de tanto pensamiento discriminatorio, de tanta injuria al género y sobre todo de tanto silencio. (MacEwans, 1971)

La estructura familiar en las comunidades agroalfareras mas evolucionadas en el Caribe en el momento de la conquista, reconocía la descendencia por línea hereditaria matrilineal, pero no se puede decir que se presentaba entre ellos la figura sociológica del matriarcado como tal. (Potrony, 1985), existían una serie de aspectos que se mantenían éticamente dentro del grupo como el hecho de no tomar a la hermana como esposa, la sucesión jerárquica de mando era por la vía materna, todo lo que nos lleva al producto de un posible matrimonio por grupo. (Guanche, 2001)

Los europeos implantaron e impusieron un tipo de familia que tenía en sus entrañas un sin fin de contradicciones que el indígena obviamente no entendía y no podía explicarse a partir de su propio pensamiento al respecto, para el español el matrimonio era una institución jurídico económica con una pantalla religiosa inmutable al servicio del status financiero familiar, para el indio era una manera de sobrevivencia natural.

El ideal femenino europeo era similar al implantado por la religión cristina, en que la mujer virgen, capaz de ser madre de Dios, totalmente fuera de la idea de sexo – la mujer debía, para ser respetada, desconocer la expresión de la sexualidad – de esta forma lo que se encontró en la sociedad Aruaca era todo lo contrario, la mujer aborigen no era considerada objeto, sino parte de la comunidad en que vivía, cualquiera que fuere su posición o status (Herrem, 1991), y sus ideas sobre el manejo del sexo tan naturales como la vida misma.

Coincide con la representación gráfica de la mujer Arauca un poco mas entrado el siglo XVII, que es bien esclarecedor, ya que la pintan a partir del ideal clásico, de la belleza helénica (Fig. 1 y 2) y la representación de la pareja monógama, como lo entendían en Europa, forzando una visión del indígena a su manera (fig. 3, 4 y 5) (Tomado de Alain Yacou, 1993)

Si exceptuamos la obra de Bartolomé de las Casas, en ninguna comunicación se habla de lo cotidiano, y mucho menos de su actuación como parte del grupo, ni de lo que verdaderamente representó la mujer india para aquel solitario hombre de guerra, venido a menos en su tierra y que llegó de un Mundo Viejo para quedarse. (Domínguez, 2001)

No hay lugar a dudas que el universo Arauco o Taíno, como en toda sociedad agrícola, la mujer por su capacidad reproductora ha estado asociada simbólicamente a la tierra y al proceso de producción, en especial a la producción humana, la más importante y la mas necesaria en ese momento. Que rol le tocó jugar a esta mujer en ese momento tan crucial, es uno de los puntos menos tratados en la historiografía actual, en que solo predominan reseñas contemporáneas y estudios de género. (Haviser, 1992; Arroyo, 1988) Tuvo a su cargo tareas imprescindibles en la economía, sobre todo en las faenas agrícolas, tanto en la siembra como en la recogida de los frutos, en especial con el cultígeno de la Yuca ( Manihoc Sculenta Grantz) exigidos por sus creencias y no trasladables a nadie mas del grupo. Igualmente en la preparación y en la preservación de los mismos y en la realización de artesanias y la producción alfarera, esto puede ser considerado como un segmento del poder tribal. (Sued Badillo, 1979; Cassá, 1992)

Podemos consignar al enfrentarnos a este tema, que la información que se recibe del corpus textual de la crónica se puede considerar casual en lo que corresponde a la actuación de la mujer aborigen, menospreciada su figura ya que de esa raza sometida “solo se quieren los brazos para el trabajo y a las mujeres para concubinas”. (Pichardo Viñals, 1966) La profunda desigualdad de sexos, la dependencia servil, la desproporción y el antagonismo que regía en las relaciones sociales medievales, tocante a este tema en el mundo, trajo por consecuencia este olvido voluntario de un ser tan importante como lo fue la mujer aborigen en la conquista y colonización del Caribe y del Nuevo Mundo en general. (Larguía y Doumoulin, 1983; DiZerega, 1995)

No adentrarse en la verdadera realidad de este momento histórico se debe a una razón muy clara y bien definida y que es el pobre concepto de género, tan limitado en esa época que solo es parte de una hechologia casuística. Algunos Cronistas tuvieron críticas acérrimas a la mujer, como por ejemplo Fernández de Oviedo que decía de ellas “… son las mayores bellacas e más deshonestas y libidinosas” (Fernández de Oviedo, 1959) pero no creo que sto fuera real en verdad, parece solo un mal entendimiento de las costumbres aborígenes, en cuanto a forma de vida, y sobre todo en el comportamiento sexual o un problema personal del Cronista.

Los españoles en esta temprana época, pocas veces repudiaron la unión con las mujeres aborígenes y en mas de una Real Cedulas se autorizó y propició el matrimonio legal entre las dos partes (Pichardo Moya, 1945); en el Caribe el favorecimiento de estos enlaces estuvo relacionado con la imposición legal de la herencia a la forma de las Leyes Españolas, incluidas la supresión de las obligaciones de tipo avuncular (Potrony, 1985) resultando de esta forma muchas uniones entres conquistadores ya radicados como colonos y mujeres indias, que eran parte de los grupos de jeraquía que quedaron con sus tierras, como pudo ser el caso de Vasco Porcallo de Figueroa en Cuba, el cual fundó una extensa familia mestiza, con lo que adquirió al mismo tiempo y producto de esto, grandes riquezas y un extenso patrimonio en tierras, a por sus uniones matrimoniales, que favorecían el engrandecimiento de sus caudales, debido al entronque de linajes con la mal llamada “nobleza aborigen”. (Rojas, 1947)

La mujer europea en este momento se presenta en cantidad ínfima pero estaba expuesta también a una profunda desigualdad, creada por las condiciones sociales de dependencia y de antagonismo que regian en sus relaciones de clases y a la ineliduble propiedad de los medios de producción, acrecentada además por la no-adaptabilidad al medio, ya que se veía solo como un objeto, teniendo en cuenta algunas excepciones muy especiales. (Friede, 1966)

Entre 1497 y 1498 en los viajes de Cristóbal Colón, de acuerdo a los documentos, solo llegaron 30 mujeres españolas, posiblemente en el tercer viaje, lo que vinieron a hacer en tan temprano momento, la documentación no lo consigna, son prácticamente inexistentes, hay una idea de para que sirvieron muchas de ellas, pero como es lógico no es motivo para consignar en ningún documento oficial. (MacEwans 1991)

Vale plantear que en los inicios del XVI o tal vez un poco mas tardíamente, la herencia de bienes por vía materna, no solo se asociaba a las sociedades gentilicias sino que en muchos casos este tipo de sucesión era también la usada por el conquistador y colonizador y en algunos casos perduró estrechamente vinculada a la propiedad territorial, dados los índices de emigración masculina tan elevado con relación a las mujeres europeas. (Pérez de la Riva, 1946)

Hay una serie de ejemplos que ilustran este estudio realizado con los documentos del Archivo de Protocolos de la Habana, expuesto en el Archivo Nacional de Cuba donde se observa y se ve reflejada esta problemática numéricamente representada, en la transición de bienes y caudales por vía materna en casi todo el siglo XVI. (Domínguez Rives, 1993)

El reconocimiento del pasado más antiguo, donde la mujer aborigen se hizo valer a partir del papel fundamental que tuvo, permite llegar a la convicción de que se poseía una autoconciencia étnica (Guanche, 1996) por ende se dio paso al proceso de transculturación francamente en este momento inicial de nuestra historia, aunque se piense que fue fallido. (Domínguez, Rives, 1993)

Por lo menos en los centros poblacionales que generaron documentación protocolar los enlaces se hacían a la manera europea, es decir teniendo en cuenta la trasmisión de apellidos y la herencia de bienes, generalmente por vía paterna, pero hay rasgos de supervivencia de sucesión matrilineal como lo expresa S. Culin en 1902 al estudiar los poblados de Yara, Yateras y Caridad de los Indios en Cuba, donde el mantenimiento de formas jurídicas matrilineales estaban vivas aún. (Rives, Domínguez, Perez, 1991)

La rápida desarticulación de las comunidades primitivas que existían en el Caribe al contacto entre aborígenes y europeos, según algunos estudiosos representó la posibilidad de una total extinción de los indoantillanos, otros investigadores plantean que no necesariamente en este proceso se perdieron tan drásticamente los elementos culturales de persistencia étnica, sino que los mismos se enmascararon, y que se puede hablar de procesos tempranos de transculturación (Guanche, 1983) y se asegura que existen descendientes amerindios, o naturales de la tierra hasta muy entrado el siglo XIX. (Salas, 1960)

No ponemos en duda que la mayoría de la referencia histórica más antigua del Caribe se determina por la arqueología, el estudio de los elementos materiales exhumados dentro de las áreas de acción humana, son la expresión material de esos pueblos y de su quehacer cotidiano, a partir de los mismos se infiere y su modo de vida.

El mundo de sus creencias religiosas y su mitología ha sido bien reflejado en la obra del primer etnólogo de América, Fray Ramón Pané quien en 1493 por órdenes de Cristóbal Colón rescató el pensamiento cosmogónico de los aruacos, el cual con algunas adiciones fue también expresado en la obra de los Cronistas de Indias. En esta obra se dedica un espacio limitado a la mujer indígena, pero si se hace hincapié en la figura femenina en el discurso mítico religioso. (Arrom, 1989; Fariñas, 1995; Pané, 1990)

Igualmente la arqueología nos ha proporcionado testimonios seguros y expeditos en el estudio de la mujer aborigen, representado plásticamente en su ajuar a la figura femenina a partir de sus cánones de belleza y a sus estatutos plásticos a todo lo largo del territorio caribeño (Domínguez, 1986; Dacal, 1972; Dacal, Domínguez, 1988) indicando con esto la posición prominente de la mujer en el discurso mítico antillano (Pastor, 1983) y que no es otra cosa que el reflejo de su sociedad. (López Baralt, 1985)

Atendiendo a estos planteamientos podemos tomar como ejemplo la representación del cemi divino de Atabeira madre del Dios principal Yocahú, del cual Pané indica “... tiene madre, más no tiene principio y a este llaman Yucahu, Bagua, Maorocoti y a su madre llaman Atabey, Yermano, Guácar, Apito y Zuimaco, que son cinco nombres “(Pané, 1990); la cantidad de nombres responde a un mecanismo de diferenciación social, la madre tiene cinco nombres y el hijo, a pesar de ser tan principal, solo tiene tra. (Stevens-Arroyo, 1988)

También encontramos en el relato mítico la intervención de la mujer en la representación de Guabonito, la mujer que sale del mar, la que cura la sífilis o el “mal de bubas” y la de Itiba-Cahubaba, la madre del bien, la que murió de parto al traer a la vida a los gemelos violentadores de las nuevas pautas culturales en su mundo cosmógonico (Sued Badillo, 1986) y Gubancex la dueña de los vientos y las aguas violentas, que representa los males que podían traer consigo las catástrofes como por ejemplo los huracanes, muy bien utilizada por Fernando Ortiz en su obra Huracán así como también Caguana, la madre procreadora por excelencia. (Guarch, Querejeta, 1993; Arrom, 1989; Rodríguez.1982)

De todo este panteón Aruaco o Taíno encontramos, gracias a la investigación arqueológica, con una buena cantidad de manifestaciones plásticas, en diferentes géneros, que nos permiten valorar la tecnificación alcanzada por sus artífices para la exposición de sus ideas, infiriendo así el desarrollo de las fuerzas productivas y por ende sus relaciones de producción y dentro del cual el arte, como forma de la conciencia social refleja la base económica que permite esa producción artística acorde al discurso cosmogónico reflejado en la obra de Pané y de otros Cronistas. (García Arévalo, 1988)

Dentro del estudio de las manifestaciones del arte aborigen cubano y caribeño encontramos la representación de la figura femenina abundamentemente con diferentes expresiones y variantes tanto en forma, diseño y material, así como en la utilización y en contenido, fenómeno poco estudiado en la plástica caribeña. (Pons, 1980; Dacal, 1972; Domínguez, 1986; Valcarcel, 2000)

La arqueología hace especial hincapié en el estudio de la producción cerámica Aruaca, tanto en la producida para la vida cotidiana como la de ejemplos de excepción dedicados al ritual religioso. El proceso tecnológico de la cerámica indica que hay excelencia en el mismo y esto a su vez manifiesta un mayor desarrollo social. (Sued Badillo, 1979; Domínguez, 1986)La productividad de los enseres cerámicos es uno de los quehaceres principales de la mujer y esto como es lógico la reafirma en su posición relevante en el grupo, además por que ella tendrá otras tareas asociadas de gran envergadura como son la siembra, la confección de alimentos, la preparación medicinal cotidiana con el conocimiento de la flora, el cuido de la prole, su enseñanza del idioma y de los deberes comunales y la más importante la procreación misma, sin la mujer no hay grupo humano.

De cerámica son hechas en su gran mayoría las figurinas o estatuillas femeninas, moldeadas en barro y cocidas posteriormente, piezas exclusivas de los ritos agrarios (Dacal, 1972), también usadas para el proceso de gestación y sobre todo para el parto, ya que sus creencias planteaban que con ellas puestas en el vientre de la parturienta se desenvolvía bien la operación de traer un ser a la vida, aspecto de mucha importancia en estos grupos humanos. (Arrom, 1989; Petigean- Roget, 1988)

Cuando se efectúan excavaciones arqueológicas en lugares con características mortuorias de estos grupos aruacos, hemos podido constatar que hay un marcado uso de objetos suntuarios tanto en los entierros masculinos como en los femeninos, se entierra con los atributos que corresponden a su posición social y a sus costumbres, Ejemplo de esto lo podemos ver en los trabajos arqueológicos realizados en el sitio Chorro de Maita, cementerio Aruaco de grandes proporciones en el oriente de Cuba en el cual se presentan entierros de mujeres con abalorios de especial elaboración como son cascabeles de oro, pequeñas placas de oro martillado, dijes del mismo material y la figura de un pájaro sofisticado hecho en láminas de oro martillado e hilos de oro como decoración. (Guarch, 1995)

De acuerdo a las circunstancias que dieron motivo a la ruptura de la continuidad étnica del aborigen en el Caribe, las relaciones de parentesco y familia permitieron que se mantuviera una toma de conciencia de la ascendencia india, la que claramente se ve aplicada en la documentación generada protocolarmente en el siglo XVI temprano y simultáneamente debió desarrollarse una tendencia resultante de la asimilación de técnicas y costumbres de una parte y de otra del binomio inicial de la conquista, en todas ellas la mujer indígena jugó su más grande e importante papel en esta historia en esto la evidencia arqueológica en los objetos materiales los cuales sensiblemente transformados llegan y se incorporan al proceso de transculturación, por ejemplo el buren, el consumo de alimentos netamente aborígenes como el casabe, el maiz, en otros aspectos como son la toponimia, que ha llegado hasta hoy por los mantenimientos de formas idiomáticas, las creencias que se entrelazan en la formación de religiones de origen africano y que viven en la actualidad como elemento netamente americanos, los lazos familiares y su necesaria persistencia para la heredad, lo que argumenta la persistencia de elementos de la organización gentilicia muy entrado el siglo XVI en el Caribe. (García, 1978)

La mujer aborigen no ha sido estudiada en su marco originario, dicen que es imposible hacerlo, esto que hemos expuesto es solo un preámbulo para lo que en verdad puede ser una verdadera investigación que ayudaría a los estudios de género en America Latina.

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Notas de autor

5 Pesquisadora da Oficina del Historiador (La Habana) e integrante da Academia de Ciencias de Cuba.
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