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Una polémica rizomática. Más allá de la discusión coyuntural originada en torno a una entrevista a Leonardo Padura en La Nación
OSAL Observatorio Social de América Latina, núm. 36, 2014
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

Miradas sobre Cuba



Resumen: En torno a la entrevista a Leonardo Padura publicada en La Nación se formó un debate sobre el cual en el presente artículo se presta mayor atención a lo referente a la correlación entre la cultura, la política y la Revolución Cubana, así como también al abordaje crítico de la realidad y la transmisión del conocimiento. La reflexión de Alejandra González Bazúa consiste en un recorrido a través de diferentes polémicas que están implicadas en aquella suscitada a partir de la entrevista a Padura, buscando ofrecer una perspectiva rizomática del pensamiento de la problemática actual cubana, principalmente desde la literatura y el arte en general.

Palabras clave: Arte y política, polémica, rizoma, crítica, realidad cubana.

Abstract: This article addresses the debate formed around Leonardo Padura’s interview published in La Nación, paying specific attention to the correlation between culture, politics and the Cuban Revolution, as well as the critical approach to reality and transmission of knowledge. The reflection of Alejandra González Bazúa consists of a review of the different controversies that are implied in the one raised by Padura’s interview, looking to offer a rhizomatic perspective on the thought of the current Cuban problematic, mainly from literature and art in general.

Keywords: Art and politics, polemic, rhizome, critique, Cuban reality.

Cambiábamos de país como de zapatos a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.

Y, sin embargo, sabíamos que también el odio contra la bajeza desfigura la cara.

También la ira contra la injusticia pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros, que queríamos preparar el camino para la amabilidad no pudimos ser amables.

Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos en que el hombre sea amigo del hombre, pensad en nosotros con indulgencia.

Bertolt Brecht

“En búsqueda de una cubanía extraviada”es el subtítulo del libro que Leonardo Padura recientemente presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires. El viaje más largo es el título que aparece en la portada con una fuente casi del mismo tamaño que la del nombre del autor. Pero lo que salta a la vista no son las letras blancas y amarillas, es la fotografía de dos niños que juegan a la pelota, los dos sonríen, el del primer plano sostiene con fuerza un bate, el guante está en aire; el niño que aparece en segundo plano, expectante, también sonríe.

Fue la publicación de una entrevista al escritor cubano a propósito del evento editorial en el que se presentaría este libro la que suscitó una serie de reacciones cuyas consecuencias pueden quedarse en lo meramente anecdótico, o bien contribuir a la historia del pensamiento latinoamericano y su tradición en la problematización de las relaciones entre cultura y política.

Dos datos son imprescindibles para comprender las posteriores reacciones a este hecho; el primero es que la entrevista fue publicada en el diario argentino La Nación, el cual tuvo probados vínculos con el régimen dictatorial argentino y ha sostenido una política editorial en la que son evidentes los ejercicios de censura por determinadas relaciones con estructuras de poderes políticos y económicos (punto sobre el cual cabe ampliar la pregunta e indagar acerca de las relaciónes entre las políticas editoriales de los periódicos, sea cual sea su politicidad, y el ejercicio de la censura en cualquiera de sus formas).

El segundo dato se relaciona directamente con las temáticas abordadas por los ensayos periodísticos compilados en El viaje más largo, a los cuales los une un momento preciso de la Revolución, la década del ochenta, tiempo en el que se percibió una efervecencia creativa en el ámbito cultural, que se expresó como una reacción a las políticas de parametrización y censura llevadas a cabo en los años setenta.

Esta compilación forma parte de una serie de ejercicios de recuperación de la memoria histórica en los cuales es importante resaltar la común intención de periodizar y distinguir diferentes momentos y virajes dentro de la política cultural en Cuba. En este caso particular, Padura hablará de una ruptura en los años ochenta que dará otro vuelco al iniciar el Periodo Especial en los años noventa, el cual, por cierto, es un momento de la historia latinoamericana reciente cuyo conocimiento y problematización pueden dar luces acerca de las relaciones entre soberanía, dignidad, resistencia y las contradicciones sociales, políticas, económicas y culturales en el marco de la hegemonía capitalista.

En un primer momento, esta entrevista fue replicada por Atilio Bórón e Irene Rosa Perpiñal, directora del Museo Ernesto Che Guevara de Buenos Aires; después circularon las opiniones de Guillermo Rodríguez Rivera, Orestes H., Marlene Azor Hernández, Fernando Butazzoni, Juan Carlos Tabío, Arturo Arango, Juan Antonio García Borrero, Jorge Ángel Hernández Pérez, Julio César Pérez Verdecia y algunos más que participaron haciendo comentarios a los textos publicados en la red.

El 11 de mayo apareció una nueva entrevista a Padura realizada por Guillermo E. Pintos, en la que el escritor cubano no responde directamente a Borón, aunque a lo largo de sus argumentaciones existan una serie de pistas que pueden ser pensadas como respuestas. El texto que sí respondió el galardonado en 2012 con el Premio Nacional de Literatura en Cuba, fue el de la cubana Susana Aulet titulado “Leyendo el texto ‘La generación saltada’, de Leonardo Padura”, en el que la autora dice:

En un país hoy más urgido de pensamiento que nunca, acribillado por carencias de todo tipo y empeñado en corregir sus rumbos con el concurso de todos sus hijos, el discurso de Padura, en mi opinión, lejos de nutrirnos como nación o irrigarnos el surco del pensamiento crítico, nos desorienta y desmoviliza. Nos cae encima como una niebla que oculta las piedras más difíciles y tremendas del camino a recorrer (Aulet, 2014).

Padura respondió en una carta abierta publicada en el sitio de Rebelión señalando que además de ser un error que le atribuyan la autoría de “La generación saltada”, le parece que no es su literatura la que genera corrupción, marginalismo, etc. (Padura, 2014b). En la misma argumentación hace referencia al dato de la reciente circulación de un texto del profesor de economía Esteban Morales, experto en relaciones Cuba- Estados Unidos, quien en su blog publica una serie de textos que contribuyen a ampliar los horizontes de esta polémica y, sobre todo, plantearnos preguntas acerca de las nuevas reconfiguraciones geopolíticas y su relación con la dominación económica. Lo que está sucediendo actualmente en América Latina nos da pistas para mirar procesos antes de que sus consecuencias sean más que evidentes, en concreto para alertar acerca de las formas positivas, poco críticas, con las que están siendo asumidos los recientes acuerdos económicos con Rusia y China. Aquí cabe preguntarse si estamos mirando la voracidad neoliberal en cuyo arrasamiento de territorios participan-potencias que se promueven como aliadas de nuestros países.

Sin embargo, más allá de este punto, lo que interesa resaltar en este ensayo es que para Esteban Morales si bien esta coyuntura podría ser favorable para Cuba, habrá que ver lo que sucede al interior: “Aunque los avances externos puedan contribuir sobremanera a la superación de las dificultades de la economía cubana, el centro está en la dinámica interna de la sociedad cubana, en particular, dentro de su economía interna” (Morales, 2014).

Con este ejemplo, existen muchos espacios en los que se difunden posturas críticas hacia el capitalismo y que no obvian ni voltean la mirada para no hacer explícitas las dificultades internas o reconocer las contradicciones que operan desde los espacios más amplios de poder, hasta en lo más íntimo.

Uno de los nudos problemáticos en Cuba relacionado también con la mirada hacia el interior, es que constantemente se reproduce en la cotidianidad un viejo esquema que asume una dicotomía dogmática entre trabajo manual e intelectual. Padura dice al respecto en su respuesta a Susana Aulet:

[…] quiero referirme a sus opiniones sobre el trabajo literario, el mío en particular y el de cualquier escritor en general. Ya sé que usted no pertenece al gremio, que es una humilde cubana, pero también veo que maneja prejuicios contra el trabajo artístico que, casualmente, han estado sobre el tapete de la opinión del “gremio” en los últimos días. Ante todo me parece muy tendenciosa la contraposición que hace entre su filiación y la mía (de intelectual): da la impresión de que todavía estamos en el decenio negro cuando se utilizan esas retóricas y se aplican esas divisiones. Y luego me parece muy peligroso intentar decirle a los escritores sobre qué sectores de la realidad deben escribir y que el hecho de escoger unos u otros puede erosionar su responsabilidad intelectual. La realidad de un país es muy compleja y contradictoria, y precisamente de esas complejidades y contradicciones se vale muchas veces el artista para realizar su trabajo. Además, ¿le va a negar al artista-o al ciudadano más común-el derecho al pesimismo, a la tristeza, a la nostalgia? ¿Se le va a decir al creador sobre qué debe crear y sobre qué no debe hacerlo porque puede resultar pesimista? ¿No le parecen extemporáneos esos juicios, como aquellos otros que alguna vez no endilgaron de ser “intimistas” y cosas por el estilo (Padura, 2014b).

Desde la página de internet de Cubadebate, el reportaje gráfico “Leonardo Padura y Mario Conde, de los más populares en la Feria del libro de Buenos Aires”, del fotógrafo cubano Kaloian Santos, fue un espacio para dar cita a más de cuatro decenas de comentarios cruzados sobre esta polémica en los se despliega una pluralidad de puntos de vista que reasaltan diversos aspectos problemáticos de Cuba.

El pasado 9 de agosto se publicó un artículo en el diario Juventud Rebelde llamado “Gramsci y las cosas de intelectuales” de Mayra García Cardentey (García, 2014), una joven periodista cubana.




Este artículo ha generado una serie de reacciones con vínculos inmediatos a la polémica mencionada que no sólo se relacionan con el punto anteriormente mencionado en torno a la dicotomía entre trabajo manual e intelectual o artístico, sino que ponen en el centro un tema fundamental: la transmisión de experiencia y conocimiento entre generaciones diversas.

Más allá de los cuestionamientos puntuales al artículo, algunos de los cuales se retomarán en líneas subsecuentes, la pregunta que surge es: ¿qué estamos haciendo para transmitir y conocer experiencias acumuladas todos aquellos que pensamos que en este presente es fundamental el conocimiento crítico del pasado para esbozar futuros distintos en medio de la hegemonía neoliberal?

Una tarea pendiente es encontrarnos en la crítica, en la polémica y disenso, no para hacer un elogio estéril de la diversidad política, intelectual, cultural o académica, sino para encontrar algunos nudos problemáticos que compartimos con otras experiencias desplegadas en distintos tiempos y espacios y a partir de los cuales se pueden generar discusiones en varios niveles, en los cuales se encuentren y expliciten de forma más clara tanto las confluencias, como los desacuerdos.

Un rizoma, además de originar nuevas raíces e incluso otros rizomas, tiene la función de almacenar agua y nutrientes. Siendo así, la polémica inciada con la entrevista a Leonardo Padura en La Nación ha sido rizomática porque ha nutrido y provocado nuevos temas de reflexión no sólo en torno al presente cubano, sino a los tiempos actuales en los que se reconfigura de múltiples formas el papel de la cultura en la vida social.

Lo es también porque tendrá una relación con otros tallos subterráneos, aquellos provenientes de la historia de otros debates, confrontaciones, disensos y disputas. De las formas en que recuperemos las polémicas del pasado, cuyas matrices resurgen o se transforman en el presente, depende en parte la creatividad que tengamos para configurar futuros; de otra forma corremos el peligro de entramparnos en una especie de círculos estériles en los que la memoria crítica no tiene lugar porque siempre se vive un presentismo en el que los disensos parecieran surgir por generación espontánea y no formar parte de procesos históricos colectivos.

Etimológicamente la palabra “polémica” hace referencia a la guerra, aunque también se relaciona con la acción de sacudir. Retomemos entonces esta otra raíz para elogiar a la polémica como una práctica indispensable para construir conocimiento acerca de lo social y elaborar preguntas colectivas que sacudan e inciten a la reflexión en torno a las relaciones entre conocimiento y política, entre indagación racional y experiencia. Polemicemos, pero de forma paralela recuperemos críticamente la historia de las formas en las que se han expresado disputas entre distintas concepciones estéticas, políticas y culturales en nuestro continente.

El acto de polemizar habrá que someterlo a una crítica profunda en cuanto a las formas mismas en que se construye y expresa, ¿cómo se polemiza?, ¿en qué medios?, ¿bajo qué formatos?, ¿quiénes participan?, ¿cúando marcamos el comienzo?, ¿cómo se recupera críticamente la memoria de otras polémicas con dilemas similares?, ¿se disputan problemas reales o se inventan falsos disensos?, ¿qué sucede cuando alguno de los participantes acepta un error, omisión o miopía en la perspectiva de su análisis u opinión?, o incluso, ¿hay cabida para expresar el error?, ¿se polemiza también para aprender o sólo para ganar batallas políticas desde el campo del saber?, ¿se practica la acción de escuchar y reflexionar o sólo se generan discursos reactivos de fácil y rápida resolución?, ¿polemizamos entre individuos o entre colectivos o comunidades?

Elogiar la polémica como acción y método de conocimiento y praxis implica también mirar históricamente cómo se han expresado en la dimensión cultural de nuestras sociedades algunos de los disensos y confrontaciones. Diversos ánimos polemistas han estado presentes en la historia cultural de América Latina.

Sin tener pretensiones de exhaustividad sobre el tema, bastará con recordar algunos ejemplos de interesantes polémicas que expresaron y sintetizaron las complejas relaciones entre cultura y política en nuestro continente durante o después de los años sesenta.

El proceso revolucionario cubano generó un gran consenso entre la izquierda mundial no sólo por la radicalidad de transformaciones sociales que se llevaron a cabo en esa pequeña isla en un tiempo bastante corto, sino porque rompía con los textos normativos acerca de cómo debería darse una revolución, en palabras de Fernando Martínez Heredia era una revolución socialista de liberación nacional cuya naturaleza no aparecían en los textos de marxismo que circulaban en Cuba por aquellos años.

Ese carácter le fue dado por la praxis consciente y organizada, primero de una minoría combatiente que se ganó el apoyo popular, y a partir del triunfo, de cientos de miles de personas que se concientizaban y organizaban, y de un consenso popular muy activo y muy decidido. De ese modo, la Revolución rompió una y otra vez los límites de lo posible, y creó nuevas realidades. Por consiguiente, el hecho mismo de la Revolución, su fuerza y su pervivencia, no se explicaban por un requisito fijado por aquellos textos tan normativos: la obligada correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción; más bien lo contradecían. Unir la liberación nacional y el socialismo fue un gran logro revolucionario que Cuba le aportó a la cultura del siglo XX (Martínez Heredia, 2014).

Una primera etapa de la Revolución produjo un pensamiento creativo; de hecho la apropiación masiva del poder emancipador de la palabra escrita fue una de las primeras concreciones de la Revolución Cubana, y junto a ella vino la necesidad imperante de generar un pensamiento no dogmático.

El llamado Caso Padilla fue uno de los primeros momentos que evidenciaron el resquebrajamiento de esta especie de consenso que había existido acerca de la Revolución Cubana. No es que durante los años sesenta no se tuvieran disensos sobre determinadas concepciones políticas y culturales sobre Cuba y la Revolución, para dar cuenta de ello bastaría con mencionar el libro compilado por Graciela Pogolotti Polémicas culturales de los sesenta, sino que el caso Padilla fue un hito a nivel internacional porque generó una nueva alineación de intelectuales y artistas que se detractaron del apoyo que habían mostrado a la Revolución Cubana.

De hecho, a propósito de la reciente polémica en torno a la entrevista de Padura en La Nación, Irene Rosa Perpiñal comienza su texto con la siguiente frase: “Nunca leeremos a Padura, ya tuvimos bastante con Vargas Llosa” (Perpiñal, 2014).

En este enunciado existe una evocación directa a una época en la que algunos defendían la idea de que no habría que leer a los autores con los que se discrepara profundamente en lo político, independientemente de las consideraciones acerca de la calidad literaria de su obra o de la politicidad de la misma.

El ensayo Calibán, de Roberto Fernández Retamar, debe ser leído en relación con las disputas sobre la cultura, la política y la revolución en un contexto en el que se estaban redefiniendo las relaciones entre el trabajo intelectual y artístico y el devenir político no sólo de la revolución cubana, sino de otros procesos emancipatorios en América Latina y el mundo. Con un sentido histórico hay que leer no sólo Calibán, sino los posteriores textos que escribió Retamar en los que acotaba, criticaba o redefinía lo dicho en aquel escrito de 1971 y que en conjunto muestran el proceso de construcción de ideas a partir del debate con otros pensamientos y concepciones.

El libro Literatura en la revolución y revolución en la literatura comparte el mismo origen de preguntas y disensos que el que dio origen a Calibán. Esta compilación de textos recupera un debate entre Óscar Collazos, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa que apareció originamente en la publicación uruguaya Marcha y en la cual se leen tensiones en torno a las relaciones entre lo político, el lenguaje, la realidad, la creación, la cultura y lo latinoamericano.

Como parte del mismo rizoma del que forma parte Calibán, la polémica anteriormente mencionada y una gran diversidad de textos producidos por varios autores al calor de aquella coyuntura, puede verse el diálogo compilado en forma de libro bajo título El intelectual y la sociedad, en el que se dan cita las voces de Roque Dalton, René Depreste, Edmundo Desnoes, Roberto Fernández Retamar, Ambrosio Fornet y Carlos María Gutiérrez para bordar acerca de una relación que en aquel entonces estaba en disputa: la del intelectual con la sociedad.

¿Qué será lo que tendrán que decirnos todos estos diálogos y polémicas en un momento en el que nuevamente se pone sobre la mesa no sólo la relación del intelectual con la sociedad, sino la propia concepción de intelectual y sociedad? Más adelante veremos cómo la reciente polémica sucitada por la entrevista de Leonardo Padura tiene una estrecha relación con cuestionamientos del pasado, lo cual no quiere decir que las polémicas actuales se reduzcan a interrogantes ya planteadas.

Dada la importancia histórica que han tenido los diferentes procesos de la Revolución Cubana, la recuperación de las polémicas culturales en torno a ella puede darnos luces para, por ejemplo, problematizar una de las frases finales de la entrevista otorgada por Padura después de haber sido cuestionado por el futuro cubano y sus anhelos: “¡Esta es la pregunta que nunca me deberían hacer! Todavía no tengo la bola mágica. Y como anhelo, pues anhelo la normalidad. Un país que sea normal, no excepcional” (Padura, 2014a)

Podríamos preguntarle a Padura por qué la pregunta por el futuro cubano es problemática, pero también podemos preguntarnos por qué siempre y de manera casi obligada se pretende que los cubanos respondan acerca de sus deseos futuros en relación con su singularidad histórica y su presente. ¿Por qué Cuba ha sido un excepción que se pone a pie de página en estudios generales sobre América Latina? La Revolución del 59 la hace singular, pero también hay procesos compartidos con otras latitudes. ¿En qué radica esta singularidad y por qué puede decir algo sobre el futuro más allá de su insularidad? ¿Qué la hace un espacio social profundamente diferenciado en ciertos procesos? ¿Qué la une a otros? ¿Qué la relaciona con el Caribe? ¿Qué con América Latina? ¿Qué con Argelia y Angola?

Quizá quienes preguntan por Cuba fuera de ella están indagando acerca de ellos mismos y sus futuros, preguntan para corroborar que el desánimo por el porvenir es generalizable, que el futuro prometido en décadas pasadas no se encontraba al doblar la esquina del siglo XX al XXI o, en caso contrario, preguntan buscando respuestas para no tecnificar el futuro, no hacerlo un lugar de llegada en términos teleológicos sino de contrucción colectiva e incesante.

Volviendo a la última frase de lo dicho por Padura nos preguntamos: ¿qué significa vivir en un país normal?, ¿existe algún país normal?, ¿lo normal lo entendemos en relación con la norma o con la justicia y dignidad?

En torno a este tema entran en disputa las nociones de justicia, libertad, democracia, dignidad y la propia idea de revolución incesante en donde todo aquello que se asuma como normal tendría que ser puesto en cuestión; cómo resolver en la práctica la articulación entre estas nociones es lo que está en juego en Cuba, esa es una de las razones por las que son tan potentes y complejos los debates internos.

Es verdad que un gran número de las polémicas con un mayor grado de sistematicidad suelen desarollarse vía intranet, lo que reduce el número de participantes y condiciona su procedencia social. Sin embargo, lo cierto es que a pesar de que se construyen en un campo intelectual determinado, son muestra de la confrontación y encuentro de una pluralidad de posturas que dan cuenta de las limitaciones de aquellas visiones que reducen la experiencia social del presente en Cuba a una serie de esquemas binarios que aún se reproducen al momento de pensar o problematizar las realidades de aquel país: el adentro versus el afuera, lo revolucionario versus lo contrarrevolucionario, lo popular versus lo culto, lo estatal versus lo autónomo, trabajo intelectual versus trabajo manual, etc.

Para ejemplificar este dinamismo, bastará con mencionar algunos de los disensos o disputas en torno a la dimensión cultural de la vida social que se han difundido en los últimos tiempos. Aunque ya han pasado siete años de este aluvión de polemizantes correos electrónicos, esta exposición de ejemplos no puede omitir aquel momento en el que un programa de televisión sucitó una larga polémica en la que participaron varias decenas de personas de diferente nacionalidad, edad, género, disciplina artística, residencia, postura política, profesión, experiencia, etc.

El 5 de enero de 2007, en el programa Impronta del canal de televisión Cubavisión apareció Luis Pavón Tamayo, quien fue un polémico personaje de la cultura cubana, al ser uno de los principales ejecutores de las políticas de censura y parametrización cultural durante la década del setenta. Posteriormente se realizaron una serie de conferencias en las que participaron varios intelectuales cubanos cuyas ponencias conforman el libro La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión1 y el cual fue signo de que en Cuba se tenía no sólo la necesidad de revisitar críticamente el pasado de las políticas culturales, sino las formas de transmitir diversas experiencias a las generaciones venideras.

Dicho programa tenía como objeto hacer breves cápsulas sobre personalidades que hubiesen dejado una huella en la cultura cubana. Luis Pavón Tamayo lo había hecho aunque su papel en la cultura cubana no fuese valorado positivamente, lo cual se puede rastrear en la instantánea reacción a este programa televisivo, cuyas participaciones rebasan la centena y fueron acopiadas en formato digital por la revista Consenso desde Cuba.2

El 2011 terminó en Cuba con la polémica en torno a la nominación a los Premios Lucas del videoclip de la canción “Chupi chupi” del reguetonero Osmani García, en el cual tanto la letra como el contenido visual reproducen códigos compartidos por aquello que podría generalizarse como cultura del reguetón. La nominación se realizó mediante el envío de mensajes vía celular, lo que agregó a la discusión el factor socioeconómico del público.

Temas como lo culto y el gusto, el papel de la cultura en la educación, la relación del PCC y el Estado con la formación de gusto artístico, el poder y las relaciones de género, sexualidad y representación, tradición y modernidad, fueron ejes problemáticos en una serie de participaciones en torno al tema que, claramente, evidenciaron la existencia de disensos en torno temas fundamentales no sólo de la cultura, sino de su relación con otras dimensiones de lo social.

El Centro Teórico y Cultural Criterios, espacio que propició el encuentro mencionado sobre la política cultural del periodo revolucionario y la posterior publicación escrita de las participaciones orales, ha procurado que la discusión sea un elemento constante en la construcción de la esfera pública cubana. A propósito de sus cuarenta años de existencia, este Centro organizó una sesión de pláticas, en febrero de 2012, sobre la esfera pública que tuvieron una gran acogida en un público en el que se observó amplia presencia de jóvenes. Dos de los panelistas en aquella presentación participaron de la polémica actual sobre la entrevista de Padura: el entrevistado por el periódico La Nación, es decir el propio autor de El hombre que amaba a los perros, y el también escritor Arturo Arango.

A propósito de las condiciones existentes para el debate y la discusión pública en Cuba, Leonardo Padura señaló en su presentación, titulada Sentidos y sinsentidos de la esfera pública cubana, que “el debate público implica no solo la existencia de diversas opiniones, sino la posibilidad de expresarlas y, como bien lo dice su nombre, debatirlas” (Padura, 2012a).

El panel en el que se expresó este par de escritores cubanos, también se escucharon las opiniones de Rafael Hernández, director de la revista Temas, Jorge Luis Acanda, Yasmín Portales autora del blog “En 2310 y 8225”, Roberto Veiga editor de la revista Espacio Laical, y Mario Castillo.

Como eje de las presentaciones se tomaron algunas de las ideas planteadas por Bernhard Peters en su texto El sentido de la esfera pública. De las apropiaciones de este texto a partir de la experiencia cubana, vale la pena citar dos ideas, la primera es la expresada por Arturo Arango en el sentido de pensar que en Cuba

[…] la conversión del término ‘disidente’ en sinónimo de oposición contrarrevolucionaria opera también a favor de la demonización del disenso, y en contra no ya de su necesidad sino, incluso, de su legitimidad. Es una palabra que el pensamiento revolucionario cubano se ha dejado arrebatar, y que es imprescindible recuperar. De esta manera, el disenso ha sido víctima del “empleo de un vocabulario con fuerte carga moral”, lo que, de acuerdo con Peters, “obliga a aquellos a quienes se dirige la palabra a meterse en el lenguaje preestablecido y con ello asumir tácitamente ciertas premisas de valores” (Arango: 2012)

La experiencia como editor de la revista Espacio Laical, del Consejo Arquidiocesano de Laicos de La Habana, llevó a Roberto Veigas a formular la idea de que si bien existe un diálogo entre cubanos sobre

[…] la cosa pública, en la familia, el barrio y entre amistades”, habría que dar un paso hacia su institucionalización aunque exista “un cansancio provocado por el diálogo sin respuestas efectivas”, ya que “la diversidad de la nación tiene que expresarse políticamente” y se “debe crear un clima de confianza política entre quienes piensan diferente”, para llegar a un consenso público mediado por “los criterios de las mayorías y las minorías” (Veiga, 2012).

Estas ideas pueden contribuir a pensar problemáticamente el presente cubano, en particular interesa resaltar aquellos conflictos o disensos en los que claramente están en juego visiones, posturas, experiencias e intenciones distintas acerca de lo político y su relación con lo cultural. Además de la polémica que ocupa un espacio central en este texto, existen tres ejemplos de relaciones en torno a lo cultural, en los que están presentes desencuentros, disensos o disputas de diversa índole.

El primero se originó a raíz de la publicación de un texto de Roberto Zurbano, director del Fondo Editorial de Casa de las Américas, aparecido en diario estadounidense The New York Times bajo el título “Para los negros cubanos, la revolución no ha comenzado”(Zurbano, 2013). Más allá de indagar acerca de si el diario respetó o no el sentido original del título puesto por Zurbano, lo cierto es que el revuelo ocasionado tras su publicación evidenció que es un tema sobre el cual se tienen experiencias y puntos de vista encontrados.

Aunque no se trató de una polémica, en sentido estricto, también es imprescindible mencionar al que quizás pueda ser uno de los conflictos de más largo alcance. A partir de mayo de 2013, enterados de que el Estado había emprendido transformaciones en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) sin contar con la participación y sin consultar a los artistas, los cineastas se reunieron en una asamblea abierta, exigieron formar parte del proceso, y eligieron un grupo que los representara en su diálogo con las instituciones estatales. Desde entonces, se han realizado varias asambleas abiertas en las que han sido puestos en discusión todas las decisiones y documentos en proceso, se logró cambiar la manera en que las transformaciones estaban siendo concebidas, y se ha establecido un diálogo fluido y constructivo entre los artistas del audiovisual y los directivos del ICAIC. Es un proceso lento que busca la legalización del cine independiente y la discusión acerca de una nueva Ley de Cine.

El tercer dato con el cual se ejemplifican puntos de quiebre y disenso tiene que ver con el espacio cibernético. Hace meses que el portal Cartas desde Cuba, cobijado entonces por la BBC de Londres, se separó de ese consorcio de la comunicación por pretender cambiar el sentido de los reportajes del periodista Fernando Ravsberg, el cual denunciaba tanto el bloqueo estadounidense como las condiciones deplorables en las que viven (y mueren) los enfermos de un hospital público psiquiátrico.

El espacio que actualmente dedica la BBC a Cuba cambió de nombre a Voces desde Cuba, en el cual publican, en palabras del propio consorcio “El escritor Leonardo Padura, la bloguera opositora Regina Coyula, el periodista oficialista Yuris Nórido y el joven emprendedor Alejandro Rodríguez”3. Las preguntas que ha provocado este cambio tienen que ver con un tema coyuntural: la llamada democratización de los medios ¿Así se traduce esta exigencia social?, ¿la democratización pasa solamente por hacer coincidir en un espacio a voces divergentes?, ¿es más cómodo lidiar con este disenso aparentemente ordenado que con posturas complejas expresadas por un autor que no reducen al blanco y negro la realidad cubana?

Después de mostrar algunas de las posibilidades rizomáticas de ver la reciente polémica en torno a la entrevista que La Nación le hizo a Padura, las siguientes líneas expondrán algunos nudos problemáticos presentes en las distintas opiniones vertidas a raíz de este hecho. De las respuestas del escritor cubano a la entrevistadora Astrid Pikielny resaltaremos aquellas en las que se centrarán los posteriores comentarios.

La periodista argentina no pregunta, sino afirma que, a cincuenta años de la Revolución Cubana, se advierte que hay anhelos truncos y promesas que no sucedieron, a lo que Padura responde

Yo recuerdo que se hablaba mucho del futuro, de un futuro que llegaría en algún momento y cuando ese futuro llegó, no trajo esas promesas que nos habían hecho. Más bien por el contrario, fue esa década del noventa en que mi generación está su momento de primera madurez y apogeo y nos sorprende una crisis que paraliza al país y que fundamentalmente paraliza a las personas. No hubo muchas posibilidades de desarrollo. Yo tuve la suerte de que mis posibilidades de expresión estaban en la literatura y que en esos años la literatura me salvó de la desesperación y de la locura (Padura, 2014 a).

Atilio Borón publicó, en el sitio de Rebelión, algunos señalamientos a la entrevista al escritor cubano en torno a varios de los puntos de vista expresados por Padura. En su texto “Padura en Buenos Aires” el politólogo y sociólogo argentino comienza con una pregunta eje sobre la cual girarán algunas otras opiniones: “¿Cómo es posible que los fracasos o distorsiones de la revolución, que, según Padura provocan ‘la nostalgia, el desencanto, las esperanzas perdidas’ de una sociedad puedan ser señaladas sin decir una palabra sobre el imperialismo norteamericano y su criminal bloqueo de 55 años a Cuba?” (Borón, 2014).

Desagregando elementos de este enunciado podemos plantearnos la pregunta por las formas en las que se construyó la idea de futuro desde la izquierda a partir del triunfo de la Revolución Cubana y hasta la derrota sandinista en las urnas. ¿Qué función se le otorgó a la acción de los hombres en la configuración de esa idea futura? ¿Cómo opera la nostalgia por esas utopías que se teleologizaron? ¿Nos quedamos en el simple regodeo melancólico o pensamos, con Tomás Segovia, que habrá de defender el derecho de una nostalgia por el futuro?

Atilio Borón es un estudioso del Imperialismo, para él ese concepto es fundamental para comprender la realidad mundial actual, por lo tanto su mirada supone el realce del imperialismo frente a otros temas.

¿Padura y Borón entenderán lo mismo por Imperialismo? Sí en una dimensión más lega y coloquial que les permite comunicarse en una primer momento, pero no en cuanto a la capacidad de esta palabra para dar cuenta de la complejidad de la realidad.

Habrá que ver desde qué contexto habla Borón de imperialismo, en el cual es generalizable la complicidad de los medios con el poder económico. En el caso cubano es pertinente el cuestionamiento acerca de cómo se ha construido una idea de imperialismo que, de tanto repetirse de manera casi mecánica en muchos espacios sociales, ha dejado de nombrar aquella realidad de la que pretende dar cuenta. El bloqueo estadounidense está presente de muchas maneras en las novelas de Padura; el lector podrá mirar la complejidad en la recreación literaria de la vida cotidiana; la politicidad de sus novelas no obvia la existencia del bloqueo, pero los conflictos que Padura recrea en sus novelas no se reducen a esta mirada.

Leonardo Padura afirma que la necesidad que él tiene de comunicar se vale del uso de la palabra, la cual comunica

[…] las más disímiles actitudes, realidades, sentimientos. Cuando uno escribe literatura o periodismo tiene que preguntar para qué lo escribe. Y muchas veces la respuesta a esa pregunta está en un pequeño detalle de la vida cotidiana o en un gran acontecimiento. Depende de muchas razones que no siempre son las mismas. A veces veo a una persona y eso me da pie para crear un personaje literario o escribir una crónica periodística, pero siempre tratando de que eso tenga una dimensión dentro de la sociedad que yo vivo y me permita comunicar una historia de esa sociedad y le permita al lector, identificarla (Padura, 2014).

Así, cabe decir que una reflexión rizomática y nutricia puede cuestionar el largo proceso de mercantilización de la literatura y sus autores, ¿qué se espera que diga Padura en una entrevista periodística?, ¿por qué en téminos mediáticos no basta con la difusión de la existencia de sus libros y se busca entrevistarlo?, ¿por qué darle centralidad a lo dicho en un medio como La Nación sin relacionar su postura con las formas de identificación del lector con, por ejemplo, las experiencias del personaje Mario Conde?

A propósito de la politicidad de lo que se escribe atendiendo no sólo a lo dicho, sino a lo callado, vale la pena hacer una digresión histórica a la que se ha hecho referencia en esta polémica en el sentido de traer a la memoria el año de 1882, cuando Bartolomé Mitre, entonces director de La Nación, remitió una carta a José Martí en la que le comunicó que suprimiría una parte de una carta enviada a propósito de las duras y precisas críticas hacia la política de los Estados Unidos.

La anéctoda acerca de la censura del texto martiano tiene una segunda parte que no ha sido mencionada en el debate en cuestión. Efectivamente, la primera carta que Martí envió a La Nación fue censurada; a pesar de ello, Martí decidió seguir publicando durante varios años en este periódico argentino, tiempo en que dio cuenta, aunque fuera de la mano de ciertos silencios o nombrando las cosas indirectamente, de la crudeza y violencia que el gobierno de Estados Unidos reproducía no sólo afuera de sus fronteras, sino en sus entrañas.

Roberto Fernández Retamar, en el prólogo a una compilación de escritos del autor de Nuestra América, analiza este suceso y menciona que la dirección del periódico le hizo saber que la carta enviada había sido juzgada “en su escencia, extremadamente radical en la forma asoluta de las conclusiones”, las cuales se apartaban de la dirección que el periódico deseaba que tuviera la sección de cartas martianas.

Martí se encontró pues, al inicio mismo de su enjuiciamiento de los Estados Unidos para La Nación, con esta amarga disyuntiva: o perdía esa tribuna leída en todo el ámbito de la lengua, o procedía de manera astuta e indirecta. Optó, naturalmente por lo segundo. Hechos así explican que a unas horas de su muerte, al confesarle a su amigo mexicano Manuel Mercado que cuanto había hecho y haría era luchar para impedir la expansión criminal de los Estados Unidos sobre nuestras tierras le añadiera: “En silencio ha tenido que ser y como indirectamente” (Fernández, 1985: 31).

En aquellos años lo que Martí defendió “en silencio y como indirectamente” fue la politicidad de sus cartas en un sentido profundo, el cual siempre sostuvo una clara visión crítica del capitalismo norteamericano. Por lo tanto sin duda es importante indagar acerca del medio en el que aparecen las opiniones con las que cuales se disiente, pero también mirar más allá de lo evidente.

En este caso particular habría que preguntarse por qué Leonardo Padura, teniendo conciencia del medio en el que publicaba, optó por poner el acento en las formas de ejercicio del poder por parte del Estado al esbozar algunos problemas de la Cuba actual y no mencionó la relación existente entre la crisis cubana y el bloqueo estadounidense.

¿Por qué poner el acento en una parte y no en otra?, ¿por qué no hablar tanto del bloqueo como de la corrupción interna?, ¿por qué no hablar del imperialismo no como entidad externa, sino en su dimensión y despliegue cultural al interior de Cuba?, ¿por qué reproducir en un medio como La Nación una mirada que pareciera reforzar las simples dicotomías en donde se pone el foco en los errores internos?, ¿por qué no hacerle saber a los muchos lectores de un periódico de circulación nacional que para entender a Cuba lo que menos sirve son planos bifocales y que por lo tanto se puede denunciar la escasez de medicamentos provocada por el bloqueo al tiempo que se señalan los límites existentes en la representación popular?, ¿por qué no colocarse en un lugar tanto de denuncia por la política económica interna, como de señalamiento de las nuevas formas de imperialismo (las cuales, por cierto, no son privativas de Estados Unidos e incluso podemos encontrarlas en las relaciones entre países latinoamericanos)? Pero también cabe preguntarse, ¿por qué hablar de los errores internos impediría hacer visibles las admirables muestras de resistencia, creatividad, dignidad y emancipación que se viven en Cuba cotidianamente?, ¿tienen escucha aquellos puntos de vista en los que están presentes tanto el imperialismo, la corrupción interna, el neoliberalismo en su dimensión cultural y la resistencia y creatividad que genera la educación popular?

En todo caso, lo que se defiende es el valor de uso de la literatura y no el valor de cambio, habrá que atender a la politicidad del arte y del pensamiento. El personaje Mario Cuende puede desplegar una politicidad disrruptiva, que opere transgrediendo en el marco de la micropolítica los cánones establecidos. Mario Conde es tan complejo como la realidad cubana, pero también como muchos sujetos que habitan el mundo actual. Es un personaje a veces desencantado, triste, agobiado, melancólico y gris, tal como se revela el presente en muchos momentos, pero también es un gran des-encubridor, un detective que busca más allá de lo visible, desempolva huellas no para tomarlas como simples indicios, sino para cuestionarlas en su carácter de huellas, porque lo que le importa a un detective no son sólo las huellas evidentes, sino lo que ha sido borrado ex profeso. ¿No es acaso esta mirada una exigencia de nuestro presente? Nuestras preguntas, ¿en algo están contribuyendo a recuperar los pasados empolvados y acallados?, ¿esta mirada no es indispensable para reencantar el futuro sin tecnificarlo? ¿Qué hubiese dicho Mario Conde si fuese él el entrevistado por La Nación?

Regresando a los cuestionamientos que Borón le hace a Padura por la ausencia en sus explicaciones de elementos que recreen en un plano analítico la totalidad del momento histórico, habría que citar la conclusión a la que llega.

El inventario de los errores y las insuficiencias de la Revolución es incomprensible, un galimatías infernal, en ausencia de una adecuada contextualización. Creo, modestamente, que quien no esté dispuesto a hablar del imperialismo norteamericano debería llamarse a un prudente silencio a la hora de emitir una opinión sobre la realidad cubana (Borón, 2014).

Después de otras intervenciones que mencionaremos más adelante, Fernando Butazzoni, escritor uruguayo que vivió en Cuba durante varios años, plantea con razón que si Padura se hubiese quedado en un “prudente silencio”, no tendríamos el gran relato La novela de mi vida acerca del poeta universal José María Heredia, o la recuperación de experiencias periodísticas y literarias expuestas en El viaje más largo. “Sin esos libros”, dice Butazzoni,

[…] Padura no sería quien es, Cuba no tendría hoy a una de sus glorias nacionales, La Nación no lo hubiera entrevistado y Borón no habría reflexionado sobre ello […] En cuanto al imperialismo norteamericano, es indudable que la política exterior de Estados Unidos ha causado grandes estragos y sufrimiento alrededor del mundo. Es indiscutible que la misma ha condicionado muchos procesos políticos en la América latina y, en el caso particular de Cuba, es clarísimo que su incidencia en la vida social ha sido determinante aun desde antes de su tardía independencia. Pero también me parece necesario señalar que, en muchas ocasiones, el “imperialismo norteamericano” (así, con infames comillas) ha sido y sigue siendo apenas una gran coartada para que, desde ciertos ámbitos de la izquierda, se eluda la reflexión autocrítica, se evite la rectificación de políticas equivocadas y se desatiendan las demandas urgentes de los ciudadanos, en aquellos países en que esa misma izquierda detenta el gobierno o incluso el poder” (Butazzoni, 2014).

Vale la pena acercarse a otro brote rizómatico de esta polémica que despliega sus raíces más profundas en Cuba, pero cuyos nutrientes pueden alimentar pensamientos y prácticas de otras latitudes. Fue Guillermo Rodríguez Rivera la primer voz que habló desde Cuba; en su texto“Padura, la literatura, el compromiso”(Rodríguez: 2014), reflexiona acerca de las relaciones entre política y arte, o llevándolo a un terreno más amplio, entre política y cultura.

La primera entrevista que el diario La Nación hiciera a Padura a propósito del éxito de su novela El hombre que amaba a los perros, se tituló “Leonardo Padura: No se puede jugar a la política desde el arte” (Padura, 2012b). En aquel entonces la periodista Hilde Pomeraniec, a propósito de la temática central de su novela, le planteó la pregunta: ¿hasta dónde es un sujeto capaz de llegar por una idea? ¿Le parece que existe todavía en el mundo el modelo de ciudadanos o colectivos militantes por una idea? A la cual el autor respondió:

Los compromisos de las militancias, ya sean políticas, religiosas, hasta deportivas, que impliquen una aceptación acrítica y muchas veces fanática de una idea, la realización de un acto o la entrega de la voluntad individual, son siempre asuntos muy complejos que deben verse cada uno en su contexto y condición. Por principio creo que el ser humano no tiene por qué responder afirmativa y fanáticamente a una política determinada sólo por fidelidad a una pertenencia o militancia. Siempre pienso que el hombre tiene el deber de pensar y luego la responsabilidad de aceptar (Padura, 2012b).

Esta idea es fundamental para comprender no sólo la intervención de Guillermo Rodríguez Rivera, sino el posterior intercambio de correos electrónicos entre él, Juan Carlos Tabío y Arturo Arango. Dice Rodriguez Rivera que contrario a las opiniones de Padura en el sentido de un compromiso del artista que deriva de su militancia, argumenta que casi siempre la relación es a la inversa, “Son las grandes conmociones históricas las que han impulsado a grandes artistas a eso que Padura llama (minimizándolo) jugar con la política desde el arte” (Rodríguez, 2014), y es que en aquella entrevista, el escritor cubano dijo que

Los artistas comprometidos de manera militante con un partido, filosofía, Estado o poder terminan siendo siempre -o casi-marionetas de ese poder. No se puede jugar a hacer política desde el arte porque al final los políticos son los que utilizan a los artistas para sus fines políticos. Creo que el compromiso del artista debe ser con la ética ciudadana, con su sentido de la verdad y de la justicia, o cuando menos, con su arte, con la mayor distancia posible de los círculos de decisión política y con la intención de hacer política desde el arte (Padura, 2012b).

Entonces Rodríguez Rivera, a propósito de esta idea, trajo a la memoria el poema de Neruda Explico algunas cosas que escribió el poeta chileno en medio de la Guerra Civil Española: “Preguntaréis por qué su poesía/no nos habla del sueño, de las hojas,/de los grandes volcanes de su país natal?/Venid a ver la sangre por las calles,/venid a ver/ la sangre por las calles,/venid a ver la sangre/por las calles!” (Neruda, 1937).

Y también habla del “Guernica” de Picasso, cuyos trazos dan cuenta del brutal bombardeo de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana a la población civil de la ciudad de Guernica. Ni ellos, ni Alberti, Maiacovski, Bertolt Brecht, Paul Eluard, Roque Dalton, dice Rodríguez Rivera “se resisten a degradarlos, y mi lengua –y me precio de tenerla bien mala– rechaza cometer el parricidio de llamarlos marionetas” (Rodríguez, 2014).

El cineasta Juan Carlos Tabío entra a la polémica con un acertado punto de vista dirigido, en un primer momento, a lo expresado por Atilio Borón. El cineasta dice que está de acuerdo en que alguien que emprenda un análisis global de carácter histórico sobre la realidad cubana estaría en la obligación de situar el bloqueo como un elemento clave. Sin embargo, se cuestiona si “la nostalgia, el desencanto y las ilusiones perdidas” son provocadas por el imperialismo y el bloqueo, o por “el inmovilismo y las absurdas restricciones que nuestra querida burocracia ha impuesto verticalmente durante todos estos años” (Tabío, 2014). Y continúa su argumentación “¿Es que cada vez que en un artículo periodístico, en una novela o en una película, se aborda de manera reflexiva, de manera crítica, algún aspecto de nuestra realidad actual [...], habría que comenzar con la coletilla previa del imperialismo y del bloqueo?” (Tabío, 2014).

Arango también se sumó al debate alarmado por los ataques a Padura, el cual comparte con Reina María Rodriguez el haber sido galardonado con el Premio Nacional de Literatura y formar parte de los escritores que escriben obras “inconformes, adoloridas, críticas, centradas en la Cuba que han vivido” (Arango, 2014). Al también guionista cubano le interesa alertar sobre el resurgimiento de visiones que subordinan la creación y las fronteras entre lo decible en el arte, la literatura, las ideas a las grandes batallas políticas. El arte y el pensamiento, entendido de esta forma difundida y practicada en Cuba durante los años setenta, tendría que ocultar las contradicciones en las propias luchas y procesos revolucionarios en pos de mantener la unidad nacional o la cohesión de bloques, lo cual tendría que alertarnos sobre cómo concebimos las relaciones entre arte y política.

El intercambio entre estos correos fue mucho más profundo y detallado de lo que se expone en estas líneas, sin embargo, lo que evidencia más allá de los pliegues finos, es que existen interrogantes que reaparecen en el tiempo y que la experiencia acumulada, el lugar de enunciación y la visión de futuro juegan un papel crucial en el sentido de las respuestas y la calidad del allanamiento a interrogantes más amplias.

La revista El Caimán Barbudo, con la elocuencia que la caracteriza, también participó en este debate que se enmarca no sólo en los comentarios suscitados tras la entrevista de Padura en La Nación, sino del revuelo causado por el texto que Juventud Rebelde publicó y en el que la periodista habla de su primo mecánico que

[…] no es “intelectual” o al menos como usualmente lo clasifican. No le gusta la música de cámara, no resiste un concierto de jazz y de seguro no podrá deletrear o conocer el significado de palabras como multidisciplinario, empoderamiento, deconstrucción, panóptico o hipertexto […] Mi primo, por supuesto, tampoco sabe diferenciar entre Bukowski y Chaikovski y de seguro los confundirá con el bálsamo de Shostakovski. ¡Vamos! Que a más de uno le puede pasar eso, ¿no? (García, 2014).

Más adelante sigue argumentando que su primo de vez en cuando le dice “Sigue leyendo que te vas a volver loca. Si quieres de verdad escribir, deja el libro y sal al mundo. Conocer lo que hicieron otros te servirá pero ya está dicho. Aprende de la vida, que sólo los que viven pueden escribir grandes textos”. El primo mecánico, a decir de la autora, no necesitó libros, ni ínfulas de seudolector, le enseñó que la realidad no se lee: se siente, e “—indispensablemente—se la acepta y uno se integra a ella, o se la rechaza por incompatibilidad de piel o conveniencias personales”, frase que para la periodista Mayra García refleja la capacidad de su primo de expresar“cosas de intelectuales” (García, 2014).

El hecho de que estas ideas fuesen publicadas un diario tan importante como Juventud Rebelde nos lleva a preguntarnos por los procesos que están sucediendo en Cuba que llevan a una joven periodista a reproducir esta visión de los artistas e intelectuales en la que se reproducen ideas antinómicas que, por cierto, no podrían ser puestas en boca de Gramsci.

El Caimán Barbudo desempolvó un texto de Abel Prieto publicado en 1996 en un momento en el que se expresaron opiniones acerca del trabajo artístico e intelectual en el que parecían reproducirse la imagen fabulesca de la cigarra haragana y la hormiga trabajadora.

Dice Abel Prieto:

Existe una visión dogmatizada acerca del trabajo intelectual y manual, la cual se recrea en la fábula de la cigarra y la hormiga […] El dogma es sinónimo de incultura, estrechez mental, sectarismo, rigidez antidialéctica, mediocridad intelectual, subvaloración de los ámbitos espirituales en que ese Hombre (con mayúsculas) se realiza. ¿Puede el dogma llevarnos a alguna parte? […] Y no sólo obstaculiza el arribo a una cultura humanista, solidaria, socialista: el dogma puede cerrarnos el camino hacia ese socialismo renovado, marxista, leninista y martiano, al que no hemos renunciado ni renunciaremos. Un socialismo de ciudadanos “libres y cultos”, que disfruten de una “prosperidad” colmada de poesía (Prieto, 1996).

Múltiples experiencias nos hacen ver que la articulación entre diversos dogmas vuelve sedentario al pensamiento. Cuando Félix Guattari y Gilles Deleuze hablaron de los libros como rizomas, apuntan no a pensar al libro en sí, sino a las relaciones en él implicadas, habría siempre que pensar no en una cosa y la otra, en un acto y otro, sino en aquello que sucede entre ellos; un camino reflexivo similar podríamos recorrer al volver la mirada a rizomas de las muchas polémicas de nuestra historia. “Haced rizoma y no raíz”, (Deleuze y Guattari, 2013) decían estos autores franceses en los años setenta; hoy, en medio de la hegemonía neoliberal contra la que se manifiestan multiplicidad de luchas y resistencias, es indispensable practicar y ejercitar la crítica, la polémica, el disenso, la controversia, ello para hacer rizoma y no raíz, para escapar del dogma y el fanatismo; pero también, retomando el poema A los hombres futuros de Bertolt Brecht, cuya pertinencia se alarga hasta el presente, habremos de pensar en cómo polemizar sin que se juzgue el acto de hablar sobre los árboles como casi un crimen, o cómo hacer para saber que, si bien la lucha contra la injusticia endurece el rostro y pone ronca la voz, es urgente la escucha no para imponer la unanimidad de pensamiento, sino para aprender.

Justamente sucede que tanto el pensamiento crítico, como las prácticas contrahegemónicas, emancipadoras y/o libertarias, tienen mucho que aprender y escuchar acerca de las experiencias recientes vividas en Cuba; aquellas que se remiten a la historia de la Revolución para establecer puntos de quiebre y continuidad con el presente; que hablan de sus contradicciones para hacer más fuertes sus rebeldías, su dignidad; aquellas que no esconden su desazón o incertidumbre pero tampoco se conforman con la quietud derrotista de brazos caídos; que se reconocen en la poesía cubana, tanto la de José Martí, José María Heredia, Roberto Fernández Retamar o de Luis Rogelio Nogueras o Reina María Rodríguez; y que también se buscan en la poesía de jóvenes como Sergio García Zamora o Jamila Medina Ríos, quien comienza su poema Emigro con las palabras “Hay algo ahí con la desposesión: raíces sin tener dónde agarrar”. Así, polemizar rizomáticamente no enraizados en dogmas, puede darnos múltiples puntos de apoyo no para agarrarnos, sino para sacudir profundamente al pensamiento y la práctica.

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Notas

1 El libro completo puede consultarse en el sitio «http://www.criterios.es/pdf/navarrointrociclo.pdf»
2 El debate originado puede consultarse en el sitio «http://www.desdecuba.com/polemica/articulos/25_01.shtml»


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