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Notas para una aproximación a la cultura del rebusque en Cuba
OSAL Observatorio Social de América Latina, núm. 36, 2014
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales

Miradas sobre Cuba



Resumen: El texto desarrolla las líneas generales para el estudio de lo que denomina cul- tura del rebusque, concepto con el que se refiere a las actividades informales, ya sean legales o ilegales que realizan las personas para obtener un ingreso para poder sobrevivir en la marginación. Se hace una exploración de las distintas maneras en que se ha abordado el tema de la economía informal en el contexto latinoamericano y se explican las características específicas del caso cubano. En la Isla, la cultura del rebusque se ha expandido en todo el cuerpo social como forma de subsistencia frente a las enormes dificultades económicas sufridas por la población a partir del “Periodo especial”. Finalmente, se realiza una aproximación hacia los espacios, acciones y estructuras que configuran las formas de rebusque con miras al estudio de este fenómeno desde el punto de vista antropológico.

Palabras clave: Cuba, rebusque, cultura, economía informal, mercado negro.

Abstract: The text develops the general aspects for the study of what is called rebusque culture, this concept refers to the informal activities, legal or illegal, that are done in order to get an income and survive marginalization. It explores the different ways informal economy topic has been tackled in the Latin American context explaining the specific characteristics of the Cuban case. In the Island, rebusque culture has expanded to the entire social body as a way to survive and face the enormous economic difficulties suffe- red by the population since the “Special Period”. Finally, the article gives an ap- proach to the spaces, actions and structures that form rebusque culture looking forward to study the phenomenon from an anthropological point of view.

Keywords: Cuba, rebusque, culture, informal economy, black market.

La cultura cubana está profundamente marcada por la intensidad de los cambios -en cierto sentido asincrónicos respecto a su entorno regional-, que registra la historia del país. De ellos no está exenta la actualidad socioeconómica mas reciente. Los que se están produciendo en los últimos años, bajo la orientación política del partido, ponen énfasis en lo económico. El acento puesto a esta dirección es comprensible. Toda la obra social y humana del proceso revolucionario cubano se pondría en entredicho, se desgajaría, si no desarrolla una sólida base económica que la sustente. Mas la cuestión no es sólo de producción, sin restarle nada a la trascendencia que ello tiene en la etapa actual, sino también de reproducción de las condiciones económicas y sociales, del tipo de sociedad a que se aspira; o sea, una sociedad que minimice la explotación del hombre por el hombre y maximice la justicia social y dignificación humana hasta el punto que los limites históricos y sociales permitan aspirar y en la que siempre exista espacio para soñar y actuar en función de trascender dichos límites.

La centralidad económica deja traslucir cierta ausencia de las determinaciones culturales. El agente principal de consecución de todo proceso transformativo, el hombre, aparece subsumido dentro de estructuras o relaciones de este corte que lo desdibujan. Ello es propio de los enfoques económicos y estructuralistas que tienden a diluir al ser humano en las estructuras e instituciones. Desde esta perspectiva, las personas son convertidas en un factor de la producción, en simples piezas de un mecanismo productivo que conforma, en el peor de los casos, una representación reduccionista de lo humano contribuyendo a instituir la noción de lo que he dado en llamar el hombre tuerca. Sin embargo, dichas transformaciones pasan necesariamente por la acción de personas concretas, resultado de experiencias históricas e inscritas en una tradición, una cultura.

Es un hecho innegable que el humano aprende a ser y comportarse como tal. Que esa capacidad de aprender y trasmitir lo aprendido es lo que nos separa y distingue del mundo animal. Es lo que nos determina, en cada época y lugar. Lo que la genética nos aporta para adaptarnos y funcionar en la vida es insignificante, al lado de toda la apropiación de lo creado por generaciones anteriores que necesitamos para existir como personas. No se trata sólo de herencia cultural, sino de un proceso continuo de reactualización y creación de esta en el propio hacer en circunstancias y condiciones determinadas. De este modo, la cultura se nos representa como el resultado de la actividad humana acumulada y acumulable.

La cultura no es la suma de hábitos y costumbres de una sociedad determinada.

Tampoco se reduce a la recreación escenográfica de la misma, ni a la acumulación de conocimientos librescos. Es un fenómeno mucho más complejo, dinámico y contradictorio del que los diversos mecanismos de manipulación de representaciones1 brindan apenas un boceto de trazos muy generales. Está en la esencia misma del devenir y el existir de nuestra humanidad. Envuelve todos nuestros actos en todos los contextos, los condiciona, significa y se recrea en ellos. Forma parte sustancial -y concurren en ella-, del proceso de producción y reproducción tanto simbólica como material de la sociedad, configurando una unidad contextual e históricamente diferenciable y aprehensible. Aparece, por tanto, profundamente imbricada a todas las prácticas y relaciones sociales. No hay seres humanos incultos en sentido estricto, ni cultura sin seres humanos actuantes. El limbo cultural sólo es posible registrarlo en organismos en estado vegetativo.

Esta idea de la cultura induce a romper una concepción del hombre fragmentada que se fue formando desde un orden social sectorizado y verticalista, y una tradición de pensamiento cientificista. Nos evita quedar apresados en la noción, en cierto sentido frustrante para la trasformación social, de una naturaleza humana, esencialista e inamovible. Por el contrario, conduce a mirar al ser humano como un ser actuante en unas circunstancias dadas. En fin, a complejizar la mirada y hacerla más integral. La concepción de la cultura como resultado de la actividad práctica –material y espiritual-, aporta un presupuesto conceptual importantísimo para orientar la labor tras- formadora y de mejoramiento humano: la convicción de que no es la naturaleza, sino la red de formas culturales y prácticas concretas en circunstancias determinadas lo que constituye el ámbito dentro del cual el hombre llega a ser lo que es, lo que nos determina y nos hace.

Llegamos a ser individuos concretos, personas actuantes, guiadas por esquemas culturales, por sistemas de significación históricamente creados en virtud de los cuales formamos, ordenamos, sustentamos y dirigimos nuestras vidas. Este mundo de objetos significados y significaciones, símbolos, representaciones, gobierna nuestras conductas y actos, le dan un sentido y una dirección. Estos forman una especie de programa desde el que leemos y organizamos nuestro accionar. Las anticipaciones culturales que lo configuran son un componente esencial para la práctica y la interpretación de las realidades en las que vivimos.

La vinculación de la cultura con la actividad práctica nos devuelve una noción viva, compleja y alejada de todo esencialismo. Permite comprender cómo en ella se interconectan y ponen en juego valores universales, apócales, nacionales, locales y aun familiares. A la vez, deja traslucir cómo en la práctica las expresiones culturales y las mentalidades que les son concomitantes se actualizan, transforman y recrean en un constante y dinámico proceso.

Ese proceso complejo, contradictorio y multilateral de actualización que experimenta la cultura desde las prácticas, pone en juego, en ocasiones de forma conflictiva, expresiones emergentes con tradiciones y valores hegemónicos. A ello no le es ajeno que formas culturales que permanecen ocultas, inadvertidas o vinculadas a pequeños grupos sociales se puedan actualizar, traspasar las barreras grupales, de clases o regionales, mestizarse, dispersarse y aun generalizarse. Este punto de vista es significativo para comprender lo que sucede con lo que hemos dado en llamar la cultura del rebusque en las condiciones de la crisis cubana de los noventa.

¿Cultura de rebusque?

El término rebusque se define en los diccionarios como buscar o escudriñar con mucho cuidado y ahínco, mirar en algún sitio para sacar algo o para seleccionar lo mejor. También con el sentido de recoger lo que queda en el campo después de la recolección.

En contextos como los de Argentina, Nicaragua, Uruguay, Colombia y Venezuela se utiliza con el significado de acción y efecto de rebuscársela y también en sentido de solución ocasional e ingeniosa con que se resuelve una dificultad. En tal sentido se utiliza indistintamente para referirse a fenómenos tales como, tipos de actividad comercial muy modesta, trabajos ocasionales, tarea adicional que permite complementar los ingresos que se requieren para subsistir. En general se identifica el rebusque con la actividad informal ya que este es el escenario en que prolifera con mayor visibilidad. En consecuencia, al abordar la cuestión de la llamada cultura del rebusque es necesario considerar las características que adopta la informalidad en el contexto concreto en el que se reproduce.

En determinadas corrientes psicológicas la idea de rebusque se define como una conducta emotiva inadecuada, patológica, modelada por los padres o figuras parentales de la infancia, que sustituye a una emoción auténtica no permitida o prohibida. Generalmente tiene un carácter manipulador que tiende a encubrir una reacción emocional que no es permitida o que se considera mal juzgada. Con frecuencia entre lo que se siente y lo que se llega a expresar hay mucha diferencia. No hay permiso para expresar lo que se siente y se reemplaza por un “rebusque” o sentimiento sustituto. Por estas razones en ocasiones se le denomina también sentimiento parásito.

El núcleo de la idea deja traslucir varios elementos fundamentales en interacción que lo caracterizan. Uno, el vínculo de lo que se denomina rebusque con condiciones de desventaja, fundamentalmente con la pobreza o escasez de recursos. Otro tiene que ver con la inmediatez de las actitudes y prácticas que despliega. Un tercero hace referencia a condiciones de opresión, en muchas ocasiones determinada por una normatividad hegemonizada, que propicia la simulación y el escapismo.

Tales prácticas no son nuevas. Es posible seguir su rastro en prolongados espacios temporales en los sectores más empobrecidos de la población. En la literatura picaresca española del siglo XIX se describen múltiples ejemplos de dichas conductas. En documentos antiguos, como la biblia, encontramos relatos que hacen testimonio de estas manifestaciones. Ello le asigna una cierta profundidad y continuidad histórica que induce a pensar en respuestas humanas relativamente estandarizadas a condiciones de desventajas en las que se vive, se actúa y se siente. Se estructuran desde las prácticas de sobrevivencia de los sectores excluidos o limitados en el acceso a los medios de producción, los bienes producidos, el poder y los saberes de todas las sociedades jerarquizadas y clasistas que han existido a lo largo de la historia. Las mismas ponen de manifiesto actos y acciones, relaciones, moldes de comportamiento y una cierta subjetividad que al instaurarse en determinados grupos le da un sello cultural.

Aunque no son privativas de los grupos subordinados, dichas formas culturales existen y se hacen visibles en nichos de pobreza y marginación. Tienen mucho que ver con la manera en que son vividas, experimentadas y sentidas las condiciones de vida. Resultan de la inmediatez con que se vive el cotidiano en esos entornos y las tensiones que imponen a la vida la escasez y la precariedad. En gran medida, ello determina que permanezcan como poco visibles o muy circunscritas en la mayoría de las sociedades.

Generalmente el deber ser que instituye ciertas formas de hegemonía cultural tiende a ocultar y a estigmatizar a tales expresiones. Las élites y grupos dominantes tratan de apartarse, de distanciarse de estas realidades a pesar de que muchas de dichas prácticas reproducen -en pequeña escala y desde las condiciones de subordinación y deslegitimación en que actúan los grupos dominados-, moldes de comportamiento que el campo de batalla de la competencia y el modelo de relaciones capitalistas instituyen y, en cierto, sentido enmascaran y legitiman con la parafernalia ideológica y legal del sistema. El competidor es el otro al que debo derrotar y convertir en objeto de mi propia ventaja a toda costa y sin detenerme ante ningún escrúpulo. Tal actitud no es ajena ni a la competencia ni a ciertas formas de rebusque.

No todo lo que produce la informalidad y el consecuente rebusque, es disfuncional, se hace disfuncional en determinadas circunstancias. En Argentina, personas que vivían de la basura, se auto-organizaron para crear formas cooperadas de la actividad. El trabajo se dignificó y ha generado lo que puede ser una rama económica con base en la localidad: la industria de la basura, con resultados humanos y ecológicos inapreciables. La modificación de las circunstancias que han propiciado tales prácticas abre un panorama de posibilidades dignificadoras y creadoras de bienestar material y humano que no debe ser subestimado.

En su extensión la idea del rebusque hace referencia a una gama muy amplia de prácticas encaminadas a obtener ingresos complementarios que van desde la venta de objetos personales, reventas o trabajos circunstanciales, hasta pequeños fraudes y tácticas de apropiación. Los modos en que se interconectan y manifiestan dichas prácticas determinan un posicionamiento ante el sistema legal imperante. Incluye formas y expresiones legales e ilegales, así como otras manifestaciones que contravienen las normas, la legitimidad o el deber ser establecido por la costumbre del sistema económico y social dominante. Muchas de estas manifestaciones pueden ser entendidas como estrategias de sobrevivencia a las que se acude de modo coyuntural. Sin embargo, cuando se inscriben de forma estable y normalizada en los comportamientos y prácticas de determinados grupos adquieren un carácter cultural, se configura como una cultura del rebusque.

En el acto del rebusque es posible descubrir el despliegue de una serie de tácticas encaminadas a sacar ventaja. Estas son contextuales, de situación, momento y se enfilan al resultado inmediato. El después no cuenta o cuenta muy poco. Se basan en el conocimiento del terreno o la actividad que se realiza, por lo que tiende a aprovechar las circunstancias de tiempo y lugar para el logro de los beneficios. No se estructuran con una proyección de crecimiento progresivo. El tipo de relaciones que se generan son más reticulares, flexibles e inestables, que estructuradas y estables. El resultado obtenido se encamina fundamentalmente a la satisfacción de necesidades inmediatas, y sólo en casos excepcionales a la acumulación.

Un ejemplo de cómo las circunstancias de tiempo, lugar y conocimiento del terreno son consustanciales al rebusque es el la utilización de las monedas de tres cup en los vueltos en cup. Esta práctica se basa en el parecido en cuanto tamaño y color de la moneda metálica de tres cup con la de un cuc y en el modo que funcionan en un mismo contexto dos sistemas de valores monetarios a pesar de su limitada segmentación estructural. También en el conocimiento de las condiciones de aglomeración, del tipo de personas que concurren al lugar y el ambiente en el que se realiza la transacción.

A pesar de que el valor nominal de la primera es mayor, la tasa de cambio existente determina que al enfrentarse -y en el cotidiano de la gente, por encima de las consideraciones tecnocráticas, los dos sistemas de valores se enfrentan intensa y sistemáticamente-, la de un cuc sea 8 veces más valiosa. Tal diferencia garantiza una ganancia sustanciosa que estimula el acto de pasar una por la otra. A la vez, la relación objeto- objeto que entraña el timo, pone de manifiesto el vínculo entre espacios económicos concebidos como segmentados.

El lugar es otro aspecto que se pone en juego en el acto. Él se produce en el mercado minorista. Un espacio compartido por personas para las que este es su espacio que ocupan todos los días, al menos durante 8 horas -los que se sitúan del lado de la oferta, los vendedores-, y por otras que concurren circunstancialmente, los que están del lado de la demanda que están en una situación de no lugar. Es una situación de encuentro de un lugar con un no lugar. Los primeros son expertos que se mueven y actúan en su lugar y enfrentan todos los días a ese público que circula. Las aglomeraciones y la amplia circulación de personas en determinados mercados y el ansia que se produce en el comprador, favorecen al ofertante. Las características del espacio y el tipo de oferta también facilitan el acto. Las condiciones de semioscuridad de muchos centros nocturnos y restaurantes, así como el tipo de consumo disipador y alegre con- figuran las condiciones ideales para obtener ventaja.

La concurrencia de extranjeros y turistas se torna una ventaja ideal. Por un lado, estos no están adaptados al sistema monetario del país y, por otro, esa fracción, ante su experiencia y niveles de ingresos, tiene muy poca significación para ellos. Encontrar una moneda distinta, con la imagen del Che Guevara, en la fracción que le devuelven, le resulta curioso y hasta puede llegar a resultar una especie de suvenir que obtiene por “casualidad”. En la mirada del objeto se ponen en juego dos experiencias cultura- les distintas y dos maneras de significarlo.

La táctica es muy simple, introducir una moneda de 3 cup en la vuelta en cuc, generalmente camuflada junto a otras de esta última denominación. Los riesgos son mínimos porque siempre queda la posibilidad de la justificación del error si la persona se percata. Tres o cuatro monedas que introduzca de este modo, le genera un ingreso complementario de entre 66 y 88 cup diarios. Aunque en estos medios existen tácticas más sustanciosas ello constituye una alternativa poco riesgosa para los días malos.

La economía sumergida y/o el sector informal urbano, espacios del rebusque...

La idea del rebusque aparece vinculada con la informalidad, la economía sumergida o no registrada. Se impone, por tanto, considera el tratamiento que ha tenido la cuestión en las ciencias sociales. En Cuba, las pocas aproximaciones que se han hecho son muy puntuales y han estado focalizadas a algunos de los ángulos de la cuestión. Generalmente se han concentrado en el diagnostico de la informalidad o en aproximaciones desde nociones como la de mercado negro o economía sumergida. El tratamiento cultural del fenómeno es prácticamente inexistente. Un ejemplo de ello lo encontramos en la definición que hace Alfredo González (1995), de lo que él denomina la economía sumergida. Esta la define como:

[…] El espacio económico de las transacciones de bienes y servicios no autorizados oficialmente, de carácter legal o ilegal que surgió en nuestro país por la insuficiencia del surtido de la oferta estatal a la población y se acrecentó y consolidó por la emisión monetaria sin contrapartida mercantil …Este espacio económico tiende a la formación de un mercado donde operan las leyes de la oferta y la de- manda y la circulación del dinero, a diferencia de las economías de mercado, en la cubana los precios son superiores a la estatal lo que evidencia de que se trata no tanto de una estrategia de captación de ingresos de capas marginadas de la población, sino de un mercado que se creó por desequilibrio entre la oferta y la demanda […] (González, 1995).

En la definición que propone el autor se atribuye la existencia de la economía sumergida a dos condiciones: 1) Desbalance estructural entre la oferta y la demanda; 2) el exceso de liquidez y su transformación en demanda.

Es incuestionable la influencia de estos factores en el crecimiento e impacto social que tuvo durante la crisis de los años noventa la economía sumergida, informal, el mercado negro o como guste llamarlo. Sin embargo la definición tiene una serie de limitaciones lógicas que no contribuye a la comprensión integral del fenómeno. Entre ellas es posible destacar:

1. Limita el fenómeno a la esfera de la circulación y en sentido estricto al área del mercado o el cambio no autorizado.

2. La relación de este tipo de actividad con el orden legal, al ser apenas esbozada resulta poco descriptiva y se torna contradictoria. ¿Cómo explicar una actividad que no está autorizada pero que es legal? Lo que la ley legitima está de hecho autorizado. Por otro lado, lo que es legal no tiene ninguna razón para sumergirse. La definición termina encerrada en la autorización.

3. Uno de los rasgos esenciales de la definición es la formación de un mercado en el que opera la oferta y la demanda y en el que circula el dinero. La oferta y la de- manda y la circulación del dinero, con independencia de las constricciones que puedan tener en determinadas circunstancias, es consustancial a cualquier mercado o al mercado. En tal sentido resulta tautológica. La circulación del dinero es universal en la sociedad cubana. Aunque la oferta y la demanda influyen en la circulación de bienes y servicios en la economía sumergida, esta está influenciada de forma específica por su ilegalidad, los tiempos en los que se mueve, las fuentes de su aprovisionamiento, etc.

Una gran mayoría de los bienes y servicios que se mueven en este espacio provienen de la economía estatal y una buena parte de ellos se realiza en ese entorno, por lo que más que una economía sumergida se le puede definir, por lo menos a la parte que tiene por fuente y escenario al sector estatal, como una economía del raspado2.

4. Plantea como una de las características que particulariza la economía sumergida en Cuba el hecho de que los precios son superiores a los de la economía estatal. Aunque en muchos bienes escasos y en la punta de las redes de come1rcialización este es el comportamiento, no es posible afirmar que sea así absolutamente. Muchos bienes se realizan por debajo de lo que ofertan las cadenas comerciales y al interior de las cadenas, estos generalmente bajan. Depende de la masa de productos, la forma en que fueron obtenidos, la prisa por realizarlos y el nivel de organización y vitalidad de las redes. Los preciso lo que hacen es mirarse unos a los otros para mostrase en la oferta. En este sentido se configura un vínculo invisible con la economía estatal.

5. Se hace una incursión al aspecto sociológico del problema, pero muy fugaz. Deduce de los precios superiores que no se trata de una estrategia de captación de ingresos de capas marginadas de la población. ¿Por qué caminos se puede llegar de la premisa anterior a tal conclusión? Este tipo de deducción introduce una visión de los actores sociales en la que no aparecen diferencias entre ellos. Una noción de ellos en general, sin determinaciones sociales. Aun con precios superiores, pueden ser estrategias para unos y lucro para otros. Todo depende del lugar que ocupen en la red de intercambio y, en consecuencia con ello, de la forma en que se distribuyen las ganancias. Llama la atención que la relación costo-ganancia, que se sitúa más al centro del fenómeno y en las determinaciones del mismo, no se relaciona en el concepto. Reducir el análisis a la categoría precio, al margen de la relación anterior, es dejar la cuestión en sus manifestaciones externas.

6. Por último el concepto que se propone, al situar el fenómeno como una simple expresión del desbalance estructural entre la oferta y la demanda y la conversión del exceso de liquidez en demanda (cuestión esta última que constituye un momento del desbalance señalado), le quita profundidad histórica a la cuestión.

En el concepto la cuestión es presentada como resultado de la coyuntura. La per- vivencia en toda la historia anterior es borrada. En este aspecto llega a asumir una de las debilidades metodológicas fundamentales que ha tenido un buen número de aproximaciones conceptuales a la economía informal o sector informal urbano.

El segundo término (economía informal), se fue acuñando para describir un fenómeno característico de los países de la periferia capitalista3. En estos escenarios, condicionado por las particularidades de la implantación y despliegue de las relaciones capitalistas, aparece una serie de características distintivas de este tipo de economía; muchas de las cuales ya se habían intentado describir con el concepto de subdesarrollo propuesto por la CEPAL.

La idea de sector informal ha tenido diferentes elaboraciones teóricas. Para los neoliberales, con su noción de espíritu de emprendimiento que se enfrenta y trata de burlar el exceso de normativas de los Estados, constituye una justificación ideológica del efecto pernicioso previsto de la acción de las trasnacionales sobre el empleo en los contextos nacionales. Los marxistas, por su parte, relacionan este concepto con el ejército industrial de reserva o el polo marginal consustancial al sistema en su propensión a mantener altas tasas de ganancias a costa de la explotación de los trabajadores. La OIT, a quien se debe la primacía en la definición del concepto, realza las condiciones de inserción de la fuerza de trabajo en un mercado de trabajo limitado y segmentado.

En general el concepto ha sido utilizado para destacar: a) un conjunto de unidades económicas, individuos y empresas; b) un segmento de la población económicamente activa; c) un estrato socioeconómico de la población.

Según el posicionamiento, cada uno de estos enfoques asigna juegos distintos de hipótesis y abordajes de la cuestión. El primero centra la mirada en el tamaño de la empresa, el capital, el tipo de tecnología y los niveles de producción. La segunda, enfila la atención hacia el mercado del trabajo y la facilidad de acceso al empleo determinada por los bajos capitales y requisitos de habilidad. Como estrato social, el sector informal, alude a los sectores más empobrecidos de la población, principalmente de las áreas urbanas.

La idea sector informal trata de referirse a un conjunto de circunstancias que pueden variar de un país a otro. De aquí su ambigüedad. En ella se engloba una amplia gama de actividades, tales como la de los vendedores de las calles, el servicio doméstico, los de reparaciones domésticas, los de vigilancia, los patrones de las microempresas y sus empleados.

Un fenómeno característico de algunos de los países que han vivido la experiencia colonial, es la permanencia de vestigios más o menos desestructurados de modos de producción pre-capitalistas, sobre todo en el ámbito rural. En determinada literatura estos aparecen referidos como sector tradicional, comunidades tradicionales, etc. Al emigrar parte de estas poblaciones hacia las ciudades llevan consigo hábitos, formas de producción y costumbres que adaptan a los nuevos escenarios. Ello constituye un imperativo de adaptación a las condiciones. Por lo general se trata de personas no calificadas para incorporarse al sector moderno de la economía, con un alto índice de analfabetismo y, en ocasiones, hasta de desconocimiento de la lengua vehicular de estos países. Tampoco cuentan con experiencias de producción en las condiciones de la organización del trabajo de la economía moderna. De este modo, al sumarse a la masa de desempleados y subempleados que genera el escaso y deforme desarrollo industrial, contribuye a enrarecer el cuadro económico social. La noción de sector informal, trata de aprehender estas realidades, que se presentan en oposición al sector moderno. En tal sentido lo describen como el resultado de la existencia de dos regímenes productivos4, a saber, el taylorista-fordista, propio de la organización del trabajo en la industria moderna y la filiales de las transnacionales en estos países y el de cooperación simple, arraigado en las economías tradicionales. Con ello, llegan a acuñar cierto dualismo, que esconde muchas de las dinámicas que se producen en estos países.

Los estudios de la cuestión en Cuba generalmente tienden a identificar al sector informal con el de los trabajadores por cuenta propia. Tal enfoque se basa en el tamaño de las microempresas y la capacidad de generar autoempleos. Sin embargo, este es un sector que paga impuestos y aparece registrado y legitimado por la legislación. En las condiciones de la crisis de la década del noventa se ha desarrollado bajo un marco de legalidad. La informalidad en este caso se da en determinadas relaciones que se reproducen en su interior dadas las condiciones en las que se han venido desarrollando. Por otro lado, otras características de sociedades multiétnicas y de grandes contrastes culturales y socioeconómicos en la población que dieron lugar al a elaboración del concepto de sector informal urbano, no existen con la misma intensidad en el país.

La cultura cubana es resultado de intensos procesos de transculturación en el que no pervivieron sectores poblacionales fuertemente contrastantes. Los grupos humanos autóctonos, poco numerosos y en un estadio de desarrollo propio de la comunidad primitiva fueron prácticamente extinguidos muy tempranamente. Salvo pequeñísimas comunidades en la región oriental del país que conservaron el fenotipo a la vez que comparten los rasgos distintivos de la cultura cubana, no han tenido una significativa visibilización en el escenario sociodemográfico del país. Sus aportes culturales y tecnologías productivas se han anclado en lo cubano. Por otro lado, la forma particular de apropiación del suelo en los primeros años de la colonización y conquista y el tipo de poblamiento de la Isla, esencialmente por inmigrantes -con la fuerza y por la fuerza, como dijera don Fernando Ortiz-, influyeron en la configuración del cuadro sociocultural de la isla, marcando la diferencia con otros contextos. La propiedad del suelo la detentaron fundamentalmente los inmigrantes europeos, imponiendo los sistemas productivos. Los representantes de los pueblos africanos, se incorporaron a la economía cubana como simples bestias de trabajo, por lo que necesariamente fueron asimilados por las condiciones productivas imperantes.

El dualismo de base que permea muchas de las definiciones del sector informal urbano, no solo ha contribuido a brindar una visión fragmentada de los contextos estudiados, sino también a que se defina más por lo que no es, que por lo que es: lo informal como lo no formal, como lo no registrado, lo no legalizado.

No obstante, el carácter ilegal, no registrado de estas actividades constituye un as- pecto significativo para su comprensión. Este marca significativamente el tipo de relaciones sociales que se reproducen en él. El estudio del tipo de relaciones de producción que se gestan, tanto en las unidades de producción, como en las cadenas y redes existentes, constituye un enfoque prometedor para su caracterización. En general las relaciones de producción en el sector informal que se reproducen en estas condiciones de ilegalidad se caracterizan por generar compromisos de palabra y relaciones reticulares en las que la confianza y el intercambio de información sufren constantes tensiones. Los contratos y el despido de los empleados se efectúan verbalmente y con base en acuerdos imprecisos por lo que los trabajadores no son protegidos por las leyes y los derechos laborales, lo que redunda en claras ventajas para los patrones que quedan con las manos libres para la explotación más despiadada de estos.

Ambos conceptos esbozados tratan de describir un espacio económico y social con pretensiones de ser medidos, contabilizados. La idea del rebusque que se utiliza en este trabajo hace referencia fundamentalmente a las prácticas y relaciones que se estructuran en esas condiciones de desventaja social. Se enfila más a la comprensión del problema que a su medición. Aunque de alguna forma se vinculan, tales prácticas desbordan la informalidad y los ambientes marginales. Están en condiciones de expandirse en el cuerpo social.

Ante tales circunstancias es posible comprender que ni los problemas, ni las características que se le atribuyen a la categoría de sector informal se verifican en el caso cubano. Si se tienen en cuenta, además, la ambigüedad que se le atribuye a este concepto, se comprenderá por qué no es aconsejable asumirla como concepto analítico fundamental para estructurar estudios que pretendan aproximarse al conocimiento de esa parte de la economía no registrada que se verifica en la realidad cubana.

El rebusque en Cuba, sus determinaciones contextuales.

Los fenómenos culturales se enmarcan en contextos concretos. Se producen y reproducen dentro de escenarios temporales y espaciales específicos de interacciones y prácticas sociales. Si bien, en sentido general es posible identificar el campo de con- figuración de la cultura del rebusque en los nichos de pobreza, el contexto regional y nacional aporta particularidades a la cuestión.

El contexto contiene muchos elementos de historia, tradiciones, situación e interinfluencias de los entornos socioeconómicos y sociales en el que se reproducen y encuentran sus particularidades tales expresiones. En consecuencia, para aproximarse a la cuestión del rebusque en Cuba se requiere considerar un conjunto de aspectos, tanto de carácter histórico como estructurales, que lo condicionan y particularizan.

La informalidad y las consecuentes prácticas de rebusque que le son concomitantes no es un fenómeno nuevo en el contexto cubano. Incluso, en cierto sentido es posible afirmar que lo cubano es resultado de la transgresión y la informalidad. Mucho le debió al comercio de contrabando o de rescate, el desarrollo de la región de Bayamo en la que comenzaron a germinar las gestas por la independencia de Cuba.

El país en su historia comparte muchas de las deformaciones estructurales de los países del sur. La estructura económica de país monoproductor de azúcar, no sólo generó una dependencia comercial y tecnológica de los Estados Unidos, sino también una clase trabajadora que debió adaptarse al carácter cíclico de esta industria. La culminación de la zafra, marcaba para una masa de unos 250 mil trabajadores el comienzo de una etapa de sobrevivencia que se extendía hasta el comienzo de la próxima cosecha. En los centros urbanos existía también una masa de informales y/o buscavida que se desempeñaba en las más disimiles ocupaciones. El latifundio, por otra parte, sometía a la masa de campesinos no propietarios en verdaderos parias del campo. Sobrevivir para esa población, constituyó un imperativo y una práctica que por reiterada y constante se fue instaurando en las mentalidades y las conductas. Las circunstancias los hicieron rebuscadores consuetudinarios.

A grandes rasgos, ese era el cuadro social y económico que se encontró la revolución cuando triunfa el primero de enero de 1959. A las deformaciones estructurales encontradas se sumó el hecho de que las divisas del país habían sido robadas, cargadas en maletas, apropiadas y llevadas a Estados Unidos, por los personeros del gobierno de Batista. Toda la labor de transformación comenzó, desde el primer minuto, con una escasez crónica de recursos financieros y materiales. Una balanza comercial negativa a lo largo de la historia del proceso revolucionario acuñó como un rasgo estructural: las tensiones financieras y la capacidad de compra del país.

Las primeras medidas de carácter nacionalista adoptadas por la dirección de la revolución, enfocadas en cambiar la estructura deformada y deformante del país, dio lugar al conflicto de intereses con los Estados Unidos y el consecuente diseño de la política hacia Cuba, uno de cuyos ejes básicos es el bloqueo económico o embargo, como los norteamericanos gustan llamarlo. Un país dependiente casi en su totalidad de la tecnología norteamericana-de lo cual es testimonio la cantidad de autos viejos que todavía circulan por las calles en un paisaje único-, como consecuencia de esta política no pudo recibir ni una pieza de repuesto más. De este modo no sólo se quedó sin dinero y desconectado del socio comercial fundamental, sino también sin tecnologías. Toda se hizo obsoleta, haciendo de su reconversión un imperativo de la sobrevivencia del proyecto revolucionario.

Tales circunstancias contribuyeron a ir gestando una mentalidad centralizadora que se manifestó en la práctica, los estilos de hacer y la organización de las instituciones. El analfabetismo, los bajos niveles de instrucción y formación técnica del sujeto popular que asumió en sus manos la dirección de los procesos sociales reafirmó la configuración de esta mentalidad. El “socialismo real” que nos llegó con la ayuda de la URSS, la acuñó y contribuyó a darle un carácter institucional. El costoso modelo administrativo que persiste en la organización, gestión y dirección de la economía nacional es su manifestación más clara.

La etapa siguiente se caracterizó por las continuas y aceleradas nacionalizaciones. Este proceso se puede considera terminado para 1968 cuando se produce la llamada ofensiva revolucionaria. En ese momento se liquidó al sector informal preexistente, al expropiarse, nacionalizarse y pasar a la administración del Estado todos los pequeños negocios, puestos de fritas y hasta los limpiabotas que existían. Este sin embargo no desapareció. Se sumergió y siguió existiendo de modo clandestino. Ello se reflejó en el campo de la actividad delictiva. De este modo, en los años setenta los delitos de mal- versación, fraude y contra la economía nacional acusaron un notable incremento, pasando a ser el 13% de la actividad delictiva nacional y el 37 % en ciudad de la Habana5.

Una mirada a los bienes específicos que más eran sustraídos, en una especie de arqueología social, nos muestra que estos eran alimentos, dinero en efectivo, artículos de ferretería, electrodomésticos, materiales de construcción, tejido, combustible y bebidas alcohólicas. Todos relacionados con el consumo directo de la población, siempre constreñido. No hay que tener mucha imaginación para prever el curso que estos siguieron: un mercado sumergido. Cuando a principios de la década del ochenta se liberaron determinados segmentos de mercado, resurgió con una vitalidad ostensible. Todo lo anterior, constituyen elementos y hechos que niegan por sí mismos la tesis que atribuye la economía sumergida a una situación coyuntural y actual. A la vez, deja ver una característica que fue adquiriendo el sector informal en Cuba, su vínculo con la economía estatal en tanto fuente de aprovisionamiento y condicionamiento de la oferta.

No obstante, este se producía dentro de determinados segmentos de la población y en escalas controlables por medidas punitivas. El estado de relativo bienestar y satisfacción de necesidades básicas alcanzadas y una movilidad social asentada fundamentalmente en la calificación en este periodo, hacían de estas actividades un fenómeno marginal y rechazado por la población. No tenían un impacto profundo en el modo de vida de los cubanos.

A finales de los noventa se producen acontecimientos que arrastran al país a una nueva crisis. Se había apostado a la tecnología y el intercambio con los países socia- listas con los cuales el país tenía algo más del 80% de su intercambio comercial. Los acontecimientos son conocidos, y como resultado de los mismos Cuba se ve nueva- mente sin dinero, sin vínculos comerciales y con el parque tecnológico, que había sus- tituido, prácticamente obsoleto. En estas condiciones se produce un recrudecimiento de la política del bloqueo económico con la promulgación de las leyes Helms Burton y Torricelli por el gobierno de los EEUU, en un franco y declarado intento de rematar lo que ya les parecía muerto.

En sentido general el contexto que se configura a partir de ese momento presentaba los rasgos siguientes:

- Su conexión directa con los procesos de desintegración del campo socialista y la URSS, por lo que el impacto que produjo no fue sólo en el terreno material, sino también en las ideas e ideales sociales. Llegó aparejada a una crisis del modelo económico y social a nivel global, lo que ha tenido su repercusión en la psicología social.

- Un brusco descenso de la economía en un corto período de tiempo. En apenas cuatro años el PIB descendió casi un 34%. Muchas industrias se paralizaron al faltar los insumos. El sector energético se resintió sensiblemente, se limitaron las posibilidades de la industria y los apagones se convirtieron en parte del modo de vida de la población. Según Marquetti Nodarse (1997: 50), para 1993 apenas el 13% de la capacidad industrial del país se utilizaba, lo cual trajo aparejado un aumento del desempleo y de la subutilización de la mano de obra.

- La tecnología existente, ante la necesidad de reabrirse a mercados más competitivos y las nuevas condiciones de intercambio, fue sufriendo un deterioro moral.

- La política planteada en el momento de no lanzar a nadie a la calle sin protección determinó que la masa de dinero en circulación aumentara exponencialmente.

- La parálisis de la producción y la interrupción o reducción al mínimo de un intercambio comercial del que se dependía en más del 80% y que incluía no sólo energéticos, medios de producción y materias primas, sino también rubros importantes del consumo de la población, contrajo la oferta social hasta límites insostenibles. De modo que esta se presentó como una crisis de oferta deprimida. Todo escaseaba, desde la alimentación hasta los más elementales artículos de aseo personal. La vida cotidiana de todas las capas y grupos de la población se vio drásticamente afectada.

- Los precios de los productos de primera necesidad en el mercado de libre oferta se lanzaron hasta niveles que rayaban en lo absurdo. Una libra de aceite de mesa de soya o girasol de tercera calidad se llegó a vender en el mercado negro en 150 pesos y ese era el salario mensual de casi el 50 % de la fuerza laboral activa en el país. O sea, una libra de aceite se llegó a cambiar por un mes de trabajo. El deterioro del salario real fue abismal. Todo llegó a valer menos el trabajo, situación de la que todavía no se ha podido salir.

- A la poca disponibilidad de recursos financieros, se unía una deuda externa que según Carranza (1997: 35), llegó a abarcar más del 58% del PIB.

- Todo ello generaba una especie de círculo vicioso del que aparentemente era imposible salir. El desaliento y la falta de visión de futuro asentándose en sectores significativos de la población

- En estas circunstancias tan adversas se estructuraron diversas estrategias de so- brevivencia en toda la sociedad. Las redes sociales se pusieron en función y movilizaron recursos. Las sociedades nacionales –españolas, de chinos, árabes, judías, etc-, que en la década del ochenta languidecían como cobijos de la nostalgia de ancianos nacionales, se activaron, florecieron y comenzaron a movilizar recursos desde el exterior. En muchas de ellas han venido floreciendo prósperos negocios. De la ciudad circularon hacia el campo productos de la industria y de este, a través de las redes familiares llegaban a la ciudad alimentos y productos del agro. Todo el que contó con algún capital social, cultural o material, lo puso en función de sobrevivir.

Las estrategias fueron muy diversas y de carácter tanto legal o como ilegal, pero en su mayoría conllevaron un reajuste de los valores preexistentes. Comprendieron las más disímiles actividades, desde la limitación y la jerarquización del consumo en los hogares, dando determinadas prioridades a los niños y ancianos, pasando por la refuncionalización y/o venta de objetos ya en desuso, hasta la comisión de delitos para la obtención de recursos. Las prácticas para captar ingresos o recursos necesarios se expandieron por todo el cuerpo social. La noción popular de la lucha o luchar las acuñó con un término que justificaba y aun enaltecía dichas prácticas que en otros contextos y momentos llegaron a ser reprochables. Se luchaba por la vida con lo que se tenía a mano, ya sea el cuerpo, la vivienda o el recurso bajo su custodia o manipulación.

Las formas de rebusque y la informalidad se hicieron presentes en todos los ámbitos de la vida social y todos los sectores económicos, a pesar de tener una mayor visibilidad en el sector terciario y en especial en el comercio. El mercado negro fue el punto universal de encuentro de todos, consumidores y vendedores clandestinos.

Su expansión en el cuerpo social fue evidente. En los informes policiales de la década del setenta, las pérdidas económicas a la economía nacional que resultaban de los delitos económicos se estimaban en algo más de unos 5 millones de pesos. Para mediados de los noventa, los estimados que hiciera Alfredo González (1995), del capital que movía la economía sumergida, comprendía un porcentaje considerable del PIB, superior al 35%. Se trataba en este contexto de miles de millones de pesos comprometidos en la movilización de recursos y la acumulación de capitales, redes sociales y relaciones, muchas de las cuales se legitiman y lavan hoy bajo el impulso de la nueva reforma. Este, sin embargo, no fue el peor mal, ni refleja todas las pérdidas económicas y sociales que esconden dichas cifras.

El comercio estatal no estuvo al margen de estas realidades. De este modo, entre 1996 y el 2000 se importaron un promedio de 5.800 toneladas de trapos y ropas viejas, destinándose unos 9,1 millones de dólares6 promedio anual a su importación (ONE, 2003:152). Ello permitió abastecer a las populares trapishoping, en las que una gran parte de la población satisfacía una buena parte de sus necesidades de vestuario y alimentación al convertir algunas de las piezas compradas en objetos de trueque con campesinos o personas de las áreas rurales. La práctica de un doble rebusque, al seleccionar las piezas y al convertirla en objeto de trueque, se fue asentando para muchas de estas personas como actos normales de su cotidianidad.

Las medidas de ajuste económico que se adoptaron dieron efectos limitados. Logra- ron una recuperación momentánea pero no la necesaria vitalidad a la economía para rebasar la crisis. Esta se ha prolongado durante un largo periodo de tiempo. Muchos de sus efectos perniciosos se conservan aun hoy, 24 años después del momento en que empieza la brusca caída del PIB. O sea, un tercio de la expectativa de vida de una persona en Cuba. Al menos la siguen reflejando el salario real, o mejor, las condiciones cambio del trabajo con una masa de productos esenciales para la vida. Todavía en la actualidad, para acceder a un kilo de carne de cerdo un trabajador con un salario mínimo debe trabajar unas 50,9 horas, algo más de una semana. Ese aumento desmesura- do del mundo de las cosas ha venido trayendo aparejado la disminución proporcional del mundo de los seres humanos y del trabajo como principio estructurador de cualquier sociedad y en particular de una sociedad que aspira al socialismo. De este modo, la doble circunstancia de la caída muy brusca de los niveles de actividad económica y el intercambio –lo cual constituyó de hecho un shock social-, y la prolongación de la situación de crisis por aproximadamente un tercio de vida de las personas, han gene- rado que las condiciones para muchas de las estrategias de sobrevivencia adoptadas ante la coyuntura hayan pasado a instituirse como pautas culturales. Configuran y forman parte del modo de ser y hacer de una parte significativa de la población actual de Cuba. En consecuencia, cualquier modelo de reajuste o enfrentamiento a la crisis que no considere este factor cultural puede conducir a resultados inesperados.

La idea de rebusque como práctica-ya instituida culturalmente-, permite aproximarse a un conocimiento más dinámico de la realidad social. Examinarla en sus manifestaciones y consecuente vínculo con la actividad delictiva y las formas de corrupción sin generar etiquetas que tiendan a confundir. Del mismo modo permite distinguirlas tanto por el tipo de redes sociales que configuran, como por los escenarios en los que tienen lugar.

Espacios, actores y estructuras del rebusque

Uno de los efectos más visibles del llamado período especial ha sido la expansión del rebusque por todo el cuerpo social. Tiene presencia en todos los sectores y ámbitos de la vida. De él se participa directa o indirectamente, como sujeto o como objeto o víctima del mismo. Sus manifestaciones y tácticas son muy variadas y están en relación con los espacios desde los que se estructuran, el tipo de actividad, los posicionamientos ante el sistema legal y el delito, las fuentes de aprovisionamientos y las características de las redes que se configuran. Estas condiciones se presuponen y condicionan para generar un cuadro complejo y abigarrado ante el cual siempre se está en peligro de esquematizar cuando se intenta describirlo.




Atendiendo al tipo de actividad fundamental se pueden distinguir las de tipo em- presarial-productivo, las laborales, las mercantiles y las apropiativas. Las formas de rebusque de tipo empresarial-productivo incluye a los que reciclan piezas y partes de equipos electrodomésticos de la basura para reconstruir, reparadores, llenadores de fosforeras, hasta a quienes laboran en las fábricas clandestinas de tabaco, refrescos y otros rubros. En las laborales se encuentran desde los que se emplean después de su jornada trabajo en el sector formal en diferentes ocupaciones-jardinería, mantenimiento constructivo menor de la vivienda, jornaleros de ocasión, etc.-, pasando por los empleados domésticos hasta los que laboran en las empresas ilegales. Las mercantiles son muy diversas y se expresan sobre todo en la expansión que ha tenido el mercado negro en todo este periodo. Las apropiativas, por su parte, son el conjunto de prácticas que desde determinada posición de las personas se realizan para obtener ingresos. Esta última está muy vinculada a la pequeña corrupción o corruptela. Incluye desde la vieja práctica de agua al vino, hasta la coima que el funcionario saca aprovechando su posición de poder.

Las fuentes de aprovisionamiento y el ámbito en el que tiene su origen permiten diferenciar las actividades que se despliegan en el sector privado, las que suceden en el público o la economía estatal y sus relaciones mutuas. Las características de las redes que se estructuran en la actividad y las relaciones a que ellas dan lugar permiten por su parte ver los nexos entre las diferentes manifestaciones.

La relación con el delito es un problema complejo y de múltiples aristas. La misma puede ser abordada desde el punto de vista jurídico, económico, sociológico y cultural. Cada enfoque por separado, puede descubrir puntos de convergencia o tangenciales en los que se verifica la relación, pero también, poner en evidencia áreas en la que una y otra cuestión se tornan indiferentes.

En su sentido más amplio, se trata de dos fenómenos distintos, pero con puntos comunes. El delito está relacionado con el incumplimiento o violación del sistema legal que en determinado contexto histórico, sociológico y cultural la sociedad define e impone para regular la vida y la actividad común de sus miembros. Su definición está determinada por el principio formalista de la legalidad7, acuñado por el pensamiento liberal: son delitos sólo aquellos actos de mayor o menor peligrosidad social que hayan sido prescritos por la ley. Por tanto, abarca una gama de familias y figuras delictivas diversas. El rebusque, por su parte se refiere a un sin número de prácticas que pueden dar lugar a la comisión de delitos o no. Muchas quedan en el campo de la trasgresión legal o ética y otras sencillamente son perfectamente legítimas. En determinadas expresiones son propiciadoras de estos o llegar involucrarse indirectamente. Algo semejante sucede con los actos de corrupción administrativa, aunque su campo más visible es el de la pequeña corrupción o corruptela.

Por la cantidad de determinaciones que influyen en cada una de sus partes, dicha relación constituye en sí misma un problema que exige examinarla en cierto orden metodológico. Con la intención de que se vayan descubriendo los trazos del objeto de estudio, se han separado tres momentos lógicos principales en los que dicha relación encuentra explicación. Estos son:

1. El primero tiene que ver con el contexto en el que subsisten los elementos de la relación. Las condiciones históricas y sociales en las que ambos fenómenos se reproducen y los vinculan de algún modo.

2. El segundo apunta a la dinámica de aquellas familias de delitos más próximas al rebusque y una de sus expresiones es el mercado negro o sumergido. Ello conduce a plantearse: ¿cuáles son estas familias?, ¿cuál es el peso y la dinámica experimentada por estos delitos?

3. El tercer momento, inseparable del anterior, hace énfasis en el aspecto cualitativo de la relación, y está encaminado a comprender cómo, desde que ángulo, las diferentes familias delictivas se relacionan con el fenómeno que nos ocupa.

No obstante, el carácter ilegal o transgresor de este tipo de actividad impone sus características a su realización, organización y el sistema de relaciones. En este sentido, estar situado al margen de la ley le plantea a una pregunta a este tipo de actividad: ¿qué diferencias le impone el hecho de ser ilegales? Ante la cual aparecen diferencias de significación para su estudio, entre las que se pueden señalar:

1. Los bienes y servicios que intervienen en las transacciones y el propio acto del intercambio suceden al margen de la ley. Es la ilegalidad lo que determina la existencia de condiciones especiales para los actores que toman parte de los procesos de producción e intercambio.

2. Están en primer lugar expuestos al riesgo de la persecución policial y de con- fiscación de los bienes.

3. Los actores no pueden exigir ningún tipo de garantías legales en sus relaciones comerciales. No pueden exigir ni el cumplimiento de los contratos, ni aspirar a la integridad personal, ni a la protección de la propiedad.

En la actividad económica ilegal se organizan también procesos de transforma- ción que se configuran de manera diferente, según sean las condiciones específicas del mercado, el producto y la producción. Ellos deben resolver problemas funcionales normales, tales como la consecución y ubicación de materias primas, el reclutamiento y la socialización del personal, la distribución y venta de productos, etc. Sin embargo, la ilegalidad es la que impone el sello distintivo a este tipo de actividad. Aparecen dilemas especiales que deben ser calculados al emprender este tipo de negocios y que los caracterizan en sus relaciones con el medio, así como en la estructura interna que adoptan.

En el mercado, los actores se enfrentan a un gran dilema. Por un lado, tienen que procurar el secreto, el encubrimiento de sus operaciones. Reprimir la salida de información hacia el exterior con el fin de protegerse de la persecución estatal. Pero por otro lado, como empresa o negocio económico, no puede cumplir sus objetivos, concurrir a un tipo de mercado, si no difunde información. Debe difundir información específica como cualquier otra empresa si quiere manejar exitosamente los negocios.

Las sociedades secretas para no permitir que la información trascienda y reducir los riesgos de la persecución evitan hacerse visibles y procuran impedir que los miembros puedan llevar información hacia fuera que permita su identificación y re- presión, lo que se logra mediante: a) el compromiso del silencio; b) reforzando este compromiso con el juramento o la amenaza; c) por la transmisión de esa información de modo oral; d) la estigmatización y castigo de los violadores; e) compartimentando la información. De este modo los riesgos se neutralizan o disminuyen; f) por medio de jerarquías y subordinaciones compartidas que limita las interacciones directas entre personas y con ello el conocimiento de los implicados; aunque sin sustraerlos a las relaciones de autoridad y de lealtad, el compromiso y la legitimidad.

Las empresas ilegales procuran encubrir sus operaciones dependiendo de las expectativas de riesgo: 1) separando las diferentes fases de la producción; 2) manteniendo reducidos los volúmenes de producción y almacenamiento; 3) cambiando continuamente de ubicación a fin de reducir al máximo las pérdidas eventuales; 4) configurando su estructura de manera que contribuya a reducir los prejuicios.

El carácter ilegal también se refleja en la organización y las relaciones sociales. De este modo: a) los riesgos de la persecución policial y estatal determinan la existencia de formas de organización descentralizadas, poco formalizadas en la división del trabajo y en cuanto a los flujos de información; b) los procesos laborales se coordinan por estructuras de tipo más reticulares que jerárquicos; c) los contactos personales son reducidos; d) la información sobre las personas y las transacciones aun dentro de la empresa es estrictamente controlada y fragmentada; e) los miembros de los sub- sistemas descentralizados conocen muy poco del personal de dirección, sólo unas cuantas personas se desempeñan como puentes de comunicación entre la dirección y la pandilla; f ) los participantes están especialmente comprometidos al silencio y este compromiso se sanciona, incluso por medio de la violencia; g) las estructuras internas de los negocios no están definidas con rigor; h) las relaciones entre diferentes negocios son relativamente abiertas y, en gran medida, esporádicos; i) las relaciones laborales son más bien puntuales y laxas, suelen producirse solamente en torno a tareas determinadas y están altamente personalizadas.

Un ejemplo en el que se pueden comprobar estas formas es en el sistema de organización de la bolita8. El banco sólo es conocido por uno o dos recogedores, cuya función es establecer el contacto con un grupo limitado de listeros a los que, en ocasiones, se les subordinan otros listeros. De este modo se protege el banco mediante la limitación de relaciones y funciones. Otro caso a estudiar puede ser el de la producción y venta ilícita de tabaco. Este es todo un sistema bien compartimentado, de producción, distribución y venta. Las redes son muy extensas y segmentadas. De un lado aparecen los productores clandestinos, generalmente artesanos especializados que cuentan con los instrumentos necesarios para el desempeño del arte de producir un buen habano. Pero estos requieren materia prima, envases y etiquetas de modo que la falsificación responda a las exigencias del mercado. El suministro de estas genera redes que penetran tanto en la economía privada (campesinos que les venden de las cosechas), como la estatal, que incluye desde las marcas y anillos de los puros provenientes de la industria litográfica, las cajas y en ocasiones los propios puros o el tabaco en rama para su elaboración. Esta diversidad de fuentes da lugar a nodos de redes muy flexibles y de fácil reconstitución si son descubiertas. En ocasiones el artesano se limita a la producción del puro, dejando la cuestión del anillado y embalaje para otros en la red, en otras desarrolla el proceso completo. La realización de la mercancía es otro segmento de la red generalmente separada de la producción. En la punta de estas se encuentran los jineteros de calle. Estos ganan una comisión que puede ser de entre 5 a 10 cuc por identificar y llevar al cliente hasta el punto de venta. En este lugar, generalmente un edificio multifamiliar, existen dos o tres viviendas comprometidas en el negocio. En una se esconde la mercancía o parte de ella, y en otra se realiza el negocio, de modo que si son sorprendidos infraganti, sólo ocupen las muestras al cliente.

Los participantes en actividades económicas ilícitas se enfrentan a un dilemaespecial. Necesitan de una gran confianza para la regularidad de los negocios y la seguridad de las personas. Sin embargo, ni las motivaciones de las personas, ni las estructuras de organización ayudan a construir la confianza.

Es difícil generar y asegurar la confianza mediante la organización propia en me- dio de relaciones que se definen como puramente instrumentales en torno al nexo del dinero. Por otro lado, los instrumentos para sancionar la violación de las normas son muy rudimentarios: la exclusión del negocio y la violencia, aunque esta es un último recurso ya que la misma provoca acciones de retaliación, de represalias, poniendo en peligro la estabilidad de los involucrados.

El dinero y la violencia no bastan para imponer la normatividad y la confiabilidad. En estas circunstancias de inseguridad, en las cuales los riesgos personales dependen irremediablemente del comportamiento de los otros, las relaciones demandan un alto grado de fiabilidad, la cual se procura, durante la organización del negocio, mediante: a) la seguridad normativa del negocio solo se alcanza en la medida que los intereses sean compatibles. Es por eso que: b) en el sistema de interacciones el atractivo más importante para el socio está en la perspectiva de una buena ganancia. El lucro se ubica bien por encima de las expectativas que tiene en los trabajos legales similares. El precio de un alto riesgo se paga; c) la elección cuidadosa de los socios comerciales brinda cierta seguridad contra la traición y la denuncia; d) la complicidad mutua ofrece cierta protección; e) la violencia, especialmente su amenaza creíble, contribuye al desarrollo confiable del negocio.

El conjunto de circunstancias enumeradas, descubre la existencia de una serie de actitudes, normativas y comportamientos en las personas involucradas en este tipo de actividad, que sugiere la conformación de un tipo de mentalidad y pautas cultura- les específicas, lo que permite que se aborde e interprete el fenómeno desde el punto de vista antropológico.

Bibliografía

Carranza, Julio 1997, “Las finanzas externas y los límites del crecimiento” en La economía cubana en 1996. Resultados, problemas y perspectivas (La Habana: CECC/Fundación Friedrich Ebert)

Contreras Carbajal, Javier 1997, Enfoque crítico sobre las teorías del sector informal urbano en América Latina, Tesis de maestría, Facultad de Economía (México: UNAM)

Dirección de Información del MININT 1976, Tesis sobre los delitos de malversación, fraude y contra la economía nacional popular, Doc. 240-e, (La Habana: MININT)

González, Alfredo 1995, “La economía sumergida en Cuba” en Cuba. Investigación Económica, No. 2 (La Habana: ISIE)

Marquetti Nodarse, Hiram 1997, “Cuba: El desempeño del sector industrial en 1996” en La economía cubana en 1996. Resultados, problemas y perspectivas (La Habana: CECC/Fundación Friedrich Ebert)

Oficina Nacional de Estadísticas 2003, Anuario estadístico de Cuba 2002 (La Habana: ONE)

Notas

1 Cuando decimos mecanicos de manipulacion de representaciones nos referimos a todo ese complejo entramadode industrias culturales, medios de difusion de masas, y sistemas de creacion intelectual puestas al servicio de crear y sostener ciertas hegemonias.
2 Raspado deriva del verbo raspar y tiene como sinónimos en el sentido que se utiliza, arañar, frotar, rasguñar, rasgar, desgarrar, escarbar. De este modo, cuando se hace referencia a una economía del raspado se alude a las fuentes y los procedimientos en los que se ceba esta. Desde esta perspectiva es posible comprender al rebusque como una manifestación cultural que se sustenta y retroalimenta en esa economía.
3 La variedad de circunstancias que trata de explicar este concepto ha dado lugar a que las características atribuidas a dicho sector, con el correr del tiempo, hayan ido creciendo de 7 que originalmente propuso la OIT, a 18 que identificó la CEPAL, hasta 21 que registró Lautier.
4 Se asume la propuesta que hace Javier Contreras Carbajal cuando escribe: “[…] por régimen productivo estoy entendiendo el conjunto de normas de los distintos procesos de trabajo que se han presentado en la historia del capitalismo como la cooperación simple, manufactura, gran industria y taylorista- fordista” (Contreras Carbajal, 1997).
5 Ver Dirección de información del MINIT (1976), tesis sobre los delitos de malversación, fraude y contra la economía nacional popular. Doc. 240-e, La Habana.
6 Estas cifras permiten calcular el costo aproximado de importación de un, 1,5 dólares el kilo. En este tipo de comercio ello se recupera con la venta de de una sola pieza. En ocasiones una sola pieza deja ya una cierta ganancia.
7 En el código penal cubano, capitulo 1 artículo 8,1 se considera delito toda acción u omisión socialmente peligrosa prohibida por la ley bajo conminación de una sanción penal.
8 Sistema de lotería clandestina e ilegal.


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