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LA GUERRA. UN FENÓMENO PARADÓJICO.
FLABIÁN NIEVAS
FLABIÁN NIEVAS
LA GUERRA. UN FENÓMENO PARADÓJICO.
Diferencias. Revista de Teoría Social Contemporánea, vol. 1, núm. 6, 2018
Universidad de Buenos Aires
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Introducción

LA GUERRA. UN FENÓMENO PARADÓJICO.

FLABIÁN NIEVAS
Diferencias. Revista de Teoría Social Contemporánea, vol. 1, núm. 6, 2018
Universidad de Buenos Aires

La guerra es un fenómeno paradójico interna y externamente. Desde fuera del mismo, se lo suele ver como una de las máximas expresiones de brutalidad, animalidad, deshumanización, en síntesis, de incivilización. Pero, a la vez, es la máxima expresión del mejor producto de la humanidad: la ciencia y la tecnología. “La guerra”, sostenía Mumford, “es la salud de la máquina”. Casi todos los desarrollos científico-tecnológicos que conforman parte de nuestra cotidianeidad fueron productos de los esfuerzos bélicos; la energía nuclear, las transfusiones de sangre, la aviación, internet, la telefonía celular, técnicas quirúrgicas, buena parte de la farmacología, el GPS, las imágenes satelitales y la lista podría seguir. La paradoja, entonces, de que sus destrucciones construyen, de que la humanidad debería agradecer los servicios prestados por el fenómeno más destructivo que ella misma realiza. En cuanto a lo interno, la guerra presenta la paradoja de que la victoria puede ser la condena, como le ocurrió a Pirro, pero además de que la derrota depende de uno mismo, ya que es uno quien decide abandonar el combate y rendirse, mientras que la victoria depende del enemigo, pues mientras él siga resistiendo, yo no he ganado; dependo, por lo tanto, de su acción para poder ser victorioso. No se agotan allí las paradojas internas. La historia nos inunda de ejemplos en los que el débil es el vencedor y el fuerte termina humillado; desde David y Goliat a Irak, pasando por Vietnam y otras tantas guerras; pero, si la guerra es una medición de fuerzas, quizás la más radical e irrecurrible de todas las formas, entonces, ¿quién gana no es acaso el más fuerte? Si aceptamos esto, David sería el gigante y Goliat el pequeño, Vietnam la superpotencia y Estados Unidos el país atrasado. La historia demuestra que en la guerra no siempre quien tiene mayor fuerza gana. ¿Sirve entonces tener el mayor y mejor equipado ejército? Como se ve, las paradojas abundan en la guerra.

Y abunda también el desconocimiento de las mismas. Clausewitz, quien teorizó la aparente paradoja de que la guerra no la desata el atacante sino el defensor —si ante un ataque no hay resistencia, no hay guerra; ésta comienza con el acto de defenderse por parte del agredido—, sostenía que “una gran parte de la información que se recibe en la guerra es contradictoria, una parte aún mayor es falsa y con mucho la mayor parte está sometida a bastante incertidumbre.” Si eso es así para los protagonistas, ¿cómo conocer el fenómeno desde fuera? Se dice que la primera víctima en una guerra es la verdad; cada bando ofrecerá su versión, casi seguramente en un todo diferente a la que ofrece el enemigo. No hay información sobre la guerra, sino que la información forma parte de la guerra. Saber sobre mi enemigo y que él no sepa sobre mí es el principio más elemental en toda guerra, y que desarrollan los servicios de inteligencia. Pero, mejor aún, que sepa sobre mí, pero falsedades, parcialidades, que acceda a informaciones que lo desorienten, eso es la contrainteligencia. No hay, por lo tanto, nada parecido a la verdad en la guerra. Lo que hay son conjeturas plausibles. Los hechos raramente son verificables, y se los suele reconstruir en base a estimaciones.

Un fenómeno sobre el que lo único certero es la incerteza pareciera quedar por fuera del abordaje sistemático. Sin embargo, no es así. La dificultad radica en su naturaleza de doble volatilidad: es volátil como fenómeno de violencia colectiva, pero también es cambiante la violencia como tal. Crettiez nos advierte en Las formas de la violencia “que la violencia debe ser nombrada para existir, que no existe en cuanto tal, sino que es fruto a la vez de un contexto y de una lucha de poder”, por lo tanto, inestable, variable.

La guerra es, ostensiblemente, un objeto de conocimiento esquivo y complejo, pasible de múltiples abordajes. En este número de Diferencias presentamos un dossier sobre la guerra, con cuatro artículos que dan cuenta de esta posibilidad de discurrir por andariveles independientes. Rita Canto Vergara (UNAM) se interna en el ámbito de la subjetividad sufriente en el capitalismo, a través del seguimiento de las huellas de la guerra en la psiquis, conocida como Desorden de Estrés Post-traumático, cuya afectación desborda el fenómeno bélico y se instala en el núcleo de las relaciones capitalistas. Para dicho rastreo se sirve de la teoría psicoanalítica. El artículo de Flabián Nievas (UBA-CONICET) aborda el problema de la variación de la violencia y cuestiona la mirada clásica de oposición entre paz y guerra y nos propone coordinadas para observar la reestructuración de la violencia colectiva organizada, que ya no sería propiamente “guerra”, pero tampoco “paz”. Hurgando en los fundamentos de la teoría social actual, Pablo Bonavena (UBA-UNLP) analiza la relación contradictoria de Durkheim con este fenómeno, al que consideraba —como en general quedó inscripto en el marco de la Ilustración— predestinado, si no a desaparecer, al menos a mermar en intensidad y frecuencia, razón por la que lo menospreció intelectual y moralmente, hasta que la historia lo enfrentó con la Gran Guerra (1914-1918), y su sentido cívico lo llevó al nacionalismo concordante con la época de fortalecimiento de las naciones.

Alejandro Rabinovich (CONICET-UNLPam) nos propone, en cambio, un estimulante viaje analítico al pasado; en el que nos invita a realizar un análisis social a través del examen de las armas utilizadas en las guerras de la independencia rioplatense.

Además de los artículos, hay una extensa y reveladora entrevista que realizó Darío de Benedetti a Darío Azzelini, un investigador que actualmente trabaja en Estados Unidos, y que ha sido uno de los que más ha indagado en el fenómeno de privatización de la violencia a través de las compañías militares privadas y sus vinculaciones con cuestiones aparentemente distantes, tales como el trabajo, el extractivismo y el neocolonialismo. También se incluye un trabajo de Juan Carlos Marín, surgido de una serie de actividades que internamente se desarrollaban en CICSO en la década del ’80 y que luego aparecían publicadas en forma de “Cuadernos”. Dejados de editar por CICSO, en 2009 lo publicó el Programa de Investigaciones de Cambio Social, que se reproduce aquí. Se trata de una reflexión teórica a partir de Clausewitz y Marx sobre el poder y sus condiciones de posibilidad.

Tal vez sea innecesario decir que un fenómeno tan complejo no se puede agotar con cuatro miradas, pero también es cierto que cuatro enfoques (o tal vez menos), pueden despertar el interés para que más personas lo sumen a sus reflexiones y observaciones, ya que está más cerca de nosotros de lo que podemos admitir. Para bien o para mal, la sociedad se ha imbuido de la guerra y nuestras herramientas más fuertemente incorporadas, como he señalado al inicio, son tributarias de los esfuerzos de guerra.

Solo resta invitar a los lectores a este breve pero apasionante recorrido por tan espinoso tema, catalizador de virtudes y ruindades, teniendo siempre presente las palabras de Heráclito de Efeso: “La guerra es el padre y el rey de todas las cosas. A algunos ha convertido en dioses, a otros en hombres; a algunos ha esclavizado y a otros liberado.” No es, por tanto, objeto de juicio moral, sino de conocimiento.

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