Editorial

Editorial

Editorial

Intervenciones en estudios culturales, vol. 2, núm. 3, 2016

Pontificia Universidad Javeriana

La inutilidad de los estudios culturales

Hace poco menos de dos décadas se publicó Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, libro en el que se compiló el artículo Sobre los ‘estudios culturales’ escrito por Frederic Jameson bajo el título original On ‘Cultural Studies’ que circuló en el primer número de la revista Social Text de 1993; y el texto Multiculturalismo, o la lógica cultural del capitalismo multinacional que publicó Slavoj Žižek en el número 225 de la New Left Review en 1997 bajo el título Multiculturalism, or the Cultural Logic of Multinational Capitalism. Independientemente de si la compilación, los autores o cada uno de los textos son reconocidos como centrales o marginales dentro del proyecto de los estudios culturales –en general o en América Latina en particular-, parece preciso retomar un par de elementos que Eduardo Grüner señaló como una “introducción alegórica” y con la que pretendió mantener abierta la posibilidad de restablecer el espíritu crítico y político de los estudios culturales, que a su juicio, se habían convertido en una práctica intelectual anestesiada, pesadamente asfixiante e intelectualmente tediosa.

Sobra decir que ubicar, o no, a Grüner como un practicante de los estudios culturales es una cuestión problemática y con la que seguramente él mismo se sentiría incómodo. Como quiera que sea, parece que los señalamientos que hizo sobre la práctica de los estudios culturales después de que estos cruzaron el Atlántico continúan vigentes. De igual forma, sobra decir, que las indicaciones de Grüner no desconocen la larga -a veces desgastada- discusión sobre la etiqueta y su relación con la crítica cultural y la ensayística de los intelectuales decimonónicos;[1] por el contrario, desde su crítica a la “fetichización de los particularismos” invita a no circunscribir y restringir lo político solo a la cuestión nominal.[2]

Para Grüner los estudios culturales se habían convertido en una práctica intelectual anestesiada, pesadamente asfixiante e intelectualmente tediosa que precisaría de varios deslizamientos para retomar el rumbo de una teoría crítica de la cultura. Algunos de los elementos que señalaba con ese fin eran: no sacrificar la totalidad y la complejidad por la fetichización de los particularismos y la proliferación de variados reduccionismos; tal apuesta tampoco procuraría resolver la cuestión hacia uno de los polos –universal o particular-, sino más bien jugar en el límite, esa simultaneidad indecible, que articula y separa. Un segundo elemento en su crítica a lo que se habían convertido los cultural studies dentro de la academia estadounidense -a su juicio la versión más problemática de este proyecto intelectual-, era el colapso de la materialidad en lo puramente discursivo: ese textualismo que ha caracterizado el trabajo académico después de la “colonización postestructuralista”. Como tercer elemento de su crítica, puede resaltarse la miopía que señala respecto de las diferencias y el constreñimiento de esa noción a la simple oposición entre identidades plenamente constituidas o las que se pueden manifestar al interior de un texto como unidad sólida; es decir, critica la equivalencia que se ha establecido entre lo real, la realidad, el discurso y el texto. Aunado a esto, habría una concepción “absolutizadora” de la historia que eludiría las historicidades diferenciales o específicas en las que se entretejen las relaciones entre lo real, la realidad y lo discursivo. Un cuarto o quinto elemento de su crítica es la omisión del poder y sus imprecaciones con eso que se ha llamado capitalismo tardío.

Entre los elementos de la crítica que elabora Eduardo Grüner a los estudios culturales, hay uno que amerita especial atención en tanto que advierte sobre los peligros del utilitarismo mercantil que ha comenzado a imperar como criterio de juicio en la producción y circulación de conocimiento en el marco de lo que recientemente Walter Mignolo identificó como “educación corporativa” y que, con un calado de análisis distinto, Renán Vega denominó como la “Universidad de la ignorancia”.[3]

En aquel entonces Grüner mostraba una preocupación por la pérdida del componente crítico en los estudios culturales que habían abandonado el “marxismo complejo” a la par que se habían academizado, despolitizado o, en una palabra, por su falta de pasión, por su desapasionamiento. Aunque en buena medida su crítica está encaminada hacia la baja atención que estaban recibiendo las tradiciones marxistas para pensar aquel presente, sus observaciones también daban cuenta de la despolitización de los estudios culturales, lo mismo que de su rendición a la fetichización de los productos culturales y a la celebración de la cultura como un terreno sin contradicciones ni disputas.[4] En una palabra, la academización de los estudios culturales les ha significado la pérdida de una postura crítica para entender el presente.

Recuperando una fórmula de Walter Benjamin, Grüner recuerda que las modas son una manifestación del creciente fetichismo de las mercancías en la modernidad; a lo que agrega, que justamente por ello son, también, un síntoma ideológico y cultural. Para el caso, la creciente visibilidad de los estudios culturales estaría acompañada de la circunscripción exclusiva al ámbito académico y, allí, a la adopción de un relativismo que niega las contradicciones y decreta la muerte de las posibilidades abiertas de una historia inconclusa. En suma, la preocupación de Grüner en este punto es sobre las versiones instrumentales del análisis social, que declinan ante las demandas de utilidad y olvidan la importancia de la tragedia, de las disputas, las contradicciones y, en general, de la cultura como un campo de lucha.

Estas críticas de Grüner parecen muy provocadoras ahora que las universidades se han convertido en empresas, los estudiantes en clientes, los docentes en gestores, los rectores en administradores (Vega, 2015) y, especialmente, cuando los programas de postgrado en estudios culturales muestran una tendencia hacia el aumento y con presencia en varios países de la región: Chile, Argentina, Perú, Colombia, Ecuador, Brasil y México. Cabe la pregunta, entonces, ¿cómo los estudios culturales se entienden a sí mismos en este contexto? ¿no se precisaría de más estudios culturales para entender el lugar de los estudios culturales en las academias contemporáneas? ¿cómo incluir estas transformaciones a la discusión sobre la especificidad de los estudios culturales en América Latina?

Seguramente aún es pronto para resolver estos cuestionamientos y cada vez serán más los que se sumen, pero lo cierto es que la discusión no es menor y se debe conservar su vigencia. Encuentros internacionales como el realizado en Ecuador el año pasado, los que se han realizado en Bolivia, Brasil, Chile y Colombia,[5] -solo por mencionar algunos- e incluso algunos artículos publicados en esta revista contribuyen a alimentar la discusión, pero ¿bastará con eso? A lo mejor sea momento de hacer de los estudios culturales una práctica todavía más inútil. Tal vez sea momento de recuperar la incomodidad del ejercicio intelectual que caracterizó en algún momento a este proyecto.

Este número pone a disposición de los lectores dos textos que originalmente fueron publicados en inglés. El primero es una conferencia que dio Stuart Hall en 1999 sobre patrimonio británico en el marco de la conferencia Patrimonio ¿de Quién? El impacto de la diversidad cultural en el patrimonio vivo británico; un texto que a pesar del tiempo transcurrido todavía guarda vigencia en términos de la desnaturalización de los discursos patrimoniales y de nación; adicionalmente es un texto que puede brindar elementos para entender lo que recientemente se ha conocido como “Brexit”. El otro texto, es producto de las elaboraciones de Lawrence Grossberg sobre los estudios culturales como una práctica intelectual comprometida y difícil que entiende el contextualismo radical como una forma de intervención.

En concordancia con la apuesta de la revista por permitir que la especificidad de los estudios culturales en América Latina se haga visible, este número permitirá un acercamiento a los contextos mexicano, chileno y colombiano en la sección de artículos.

Mediante el empleo heurístico de la diferenciación entre “estudios sobre la cultura” y “estudios culturales” Mario Rufer aborda la especificidad –declarando un desconcierto ante la multiplicidad de genealogías y apuestas- de los estudios culturales en México. Rufer trata la cuestión desde tres ámbitos: las relaciones entre el concepto de cultura y las apuestas por su definición en ámbitos disciplinares en un país en el que el Estado ha sabido capitalizarlo como parte de su relato nacional y en lo que la antropología ha sido fundamental; la emergencia de los estudios culturales en el marco de la universidad pública post 1968, animada por la concreción del marxismo y el trabajo de intelectuales exiliados desde el cono sur que abordaron los problemas de la comunicación, la cultura y el poder desde los estudios de la comunicación y la antropología; la institucionalización, plantea Rufer, se ha dado recientemente y como manifestación de una descentralización geográfica y disciplinaria respecto de la cultura, la comunicación y el poder. Finalmente, propone lo que llama los “estudios culturales con perspectiva postcolonial”.

En otro artículo, Paz López señala la tensión que todavía se sostiene entre el proyecto de los estudios culturales y la crítica cultural en el contexto Chileno, destacando el modo en esta última propuesta es un necesario desmarque de lo que se venía realizando desde los Estados Unidos; un desmarque inevitable para pensar las relaciones entre cultura y política desde la experiencia sensible de un país en medio del tránsito de una dictadura a una postdictadura.

Haciendo uso de entrevistas realizadas por ella misma y de otras previamente registradas, Sandra Camelo, pone en evidencia los deseos y tensiones que han acompañado el proceso de institucionalización de los estudios culturales en la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá. Su análisis del proceso permite entender que a pesar de que los estudios culturales se constituyeron en una maestría en la universidad, siguen siendo un proyecto, quizá solo una intención.

De otra parte, los textos de Arturo Escobar y Alejandro Grimson ponen en cuestión la relación entre el trabajo intelectual en América Latina y el pensamiento progresista. En sus elaboraciones invitan a repensar el lugar de los intelectuales y la idea misma de lo que une o separa a América Latina y sus sociedades.

Arturo Escobar hace un llamado a la necesidad de renovar la pregunta por la praxis, incluyendo la relevancia del trabajo intelectual en la vida social de las sociedades contemporáneas; aunado a esto cuestiona la relación entre el pensamiento crítico latinoamericano, el pensamiento de izquierda y los gobiernos progresistas. Su apuesta está en desnaturalizar la idea de unicidad continental unificada por una historia y una cultura y, en abordar y entender el pluriverso que se manifiesta en el nuevo léxico del Abya Yala/Afro/Latino-América en el que se inscribe un sinnúmero de vivencias, movimientos y prácticas de pensamiento crítico. Su propuesta es sumar a la fórmula del zapatismo “desde abajo y por la izquierda” las epistemologías “de la Tierra”.

El texto de Alejandro Grimson invita al ejercicio de la antropología comprometida, contextual, una antropología que entienda su ubicación política, geográfica e histórica y responsable de las formas de representación que produce y de los sentidos comunes que acepta. Una antropología desde el sur, indica, no debe asumir una esencia común para el sur o para latinoamérica; por el contrario, supone el entendimiento de una historia compartida pero afrontada de formas diferentes en relación y de acuerdo a las desiguales relaciones de poder. El momento político y económico de los países del sur únicamente parece justificar la existencia de la disciplina antropológica, no solo porque contribuye al entendimiento, sino también porque permite visualizar posibilidades menos miopes o chatas en relación con el mundo. Esto supone que la antropología debe empezar a agregar estudios y a elaborar generalizaciones que, claro, deben desnaturalizar los sentidos comunes sobre los que se apoyan y cuestionar los relativismos que sustentan buena parte de la tradición antropológica. En esto resulta fundamental el entendimiento de que las sociedades son constitutivamente heterogéneas y conflictivas y que, por tanto, los arreglos hegemónicos que en ellas se dan son contingentes. De igual forma, sería preciso atender a las estructuras de sentimiento que hacen visibles ciertas desigualdades y no otras. Su planteamiento aboga por una antropología que atienda a procesos políticos y que tenga la capacidad de descentrarse, de cuestionar los sentidos comunes que sostienen el proceso político.

En la sección de debates, presentamos un texto escrito por María Graciela Rodríguez en el que visceralmente da cuenta de lo que ella identifica como la “restauración neoliberal” que encarna la alianza Cambiemos que, como “aplanadora psicópata“ ha destruido lo que se había erigido en la última década en Argentina. Su texto hábilmente acompasa datos cuantitativos que evidencian los efectos de los cambios introducidos, junto con las estrategias discursivas que aligeran y naturalizan el retorno a un país “normal”. Parte de su análisis está concentrado en la articulación entre cultura y política donde las izquierdas aparecen como demasiado lentas para entender e intervenir en el cambiante sentido común, que logra justificar la “brutalidad” de un gobierno neo cons.

Entre materiales, artículos y debates pretendemos, entonces, plantear en este número unas líneas de reflexión que puedan convertirse en una respuesta a los cuestionamientos aquí enunciados. De modo que el lector debería situar el abordaje de estos documentos en un punto previo a las certezas de los estudios culturales en América Latina para construir un campo específico de los mismos, siempre dispuesto a la transformación.

Referencias

Jameson, Frederic; Žižek, Slavoj y Eduardo Grüner. 1998. Estudios culturales: Reflexiones sobre el multiculturalismo. Buenos Aires: Paidós.

Szurmuk, Mónica y Robert McKee Irwin. 2009. Diccionario de estudios culturales latinoamericanos. México, D.F: Instituto Mora.

Vega Cantor, Renán. 2015. La universidad de la ignorancia: Capitalismo académico y mercantilización de la educación superior.

Notas

[1] Es decir, esa parte del continuo histórico que Mónica Szurmuk y Robert McKee Irwin identificaron como estudios culturales avant la lettre.
[2] Dos manifestaciones recientes de esta apuesta también están presentes en los artículos de María Graciela Rodríguez y Víctor Vich que publicamos en el segundo número del primer volumen de la revista y donde se aborda la cuestión desde la configuración argentina y peruana, respectivamente.
[3] Mignolo fue uno de los invitados al “Seminario Internacional ‘Educación Superior latinoamericana y la geopolítica del conocimiento. Universidad democrática y autónoma vs. universidad colonial’” que organizaron la Universidad Andina Simón Bolívar y la Fundación Rosa Luxemburgo en mayo del 2015. En su intervención realizó una taxonomía de la universidad como institución que ha mutado desde el siglo IX, con la universidad teológica humanista -formadora de cristianos y súbditos, sobre todo con la expansión colonialistahasta el presente con la figura de la universidad corporativa -reproducción del conocimiento para el desarrollo-; pasando por la universidad kantianahumboldtiana que también se encargó de formar ciudadanos. Por su parte Vega señala las implicaciones epistemológicas, económicas y sociales que se han desprendido de la neoliberalización de la educación en general y, de la educación superior en particular: la universidad como empresa, los estudiantes como clientes, la administración como lengua constitutiva y la calidad como meta, por mencionar algunos de los elementos de su análisis.
[4] Para una discusión sobre la relación entre estudios culturales y economía política se pueden consultar: Farnham, Nicholas. “Economía política y estudios culturales: ¿reconciliación o divorcio?”. Causas y azares, IV (6) (primavera 1997): pp. 33-46 y Grossberg, Lawrence. “Estudios culturales vs. economía política: ¿quién más está aburrido con este debate? Causas y azares, IV (6) (primavera 1997): pp. 47-60
[5] Bolivia: II Seminario Internacional La universidad pública en América Latina frente a los desafíos de su reforma, CIDES-UMSA, julio de 2016. Brasil: II Seminario privatización de la educación en América latina y el Caribe, Sao Pablo, marzo 2014. Chile: Seminario Privatización de la educación en América latina y caribe, mayo 2012. Educación pública y privatización, Universidad de Chile, septiembre de 2015 Colombia: Cultura e investigación. ¿por qué? y ¿para qué medir?, Universidad Nacional de Colombia, mazo de 2015; Universidad del Tolima, octubre de 2015. Políticas y modelos de investigación para las ciencias sociales y las humanidades, Cinep, febrero de 2016.
HTML generado a partir de XML-JATS4R