Dossier

La escuela (que se extraña) ante el devenir de la pandemia

The school (which is missed) before the evolution of the pandemic

Gonzalo Martín Yedro
Esc. Sec. N° 57 Dr Mariano Moreno, Argentina

Educación y Vínculos. Revista de Estudios Interdisciplinarios en Educación

Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina

ISSN-e: 2591-6327

Periodicidad: Frecuencia continua

núm. 6, 2020

educacionyvinculos@gmail.com

Recepción: 22 Septiembre 2020

Aprobación: 02 Octubre 2020



Resumen: El presente artículo ofrece una reflexión sobre una serie de modulaciones diversas que la escuela ha adquirido en el contexto actual de la pandemia. Para ello, se retoman aspectos filosóficos, históricos y políticos de la educación, poniendo el acento en el relato y análisis de una experiencia escolar situada en Paraná: programa de radio educativa La escuela de la vida (Escuela Secundaria N° 57 Dr. Mariano Moreno / Radio FM Eco Digital Paraná 105.5). El texto recorre los avatares y las tensiones de la experiencia situada ante el devenir de la pandemia, desmenuzando los modos de extrañamiento a los que se ve sometida la escuela en sus intentos cotidianos por ensayar nuevas prácticas de enseñanza y aprendizaje.

Palabras clave: escuela - pandemia - extrañamiento - experiencia - radio.

Abstract: This article offers a reflection on a series of different modulations that the school has acquired in the current context of the pandemic. For this, philosophical, historical and political aspects of education are retaken, emphasizing the story and analysis of a school experience located in Paraná: educational radio program The School of Life (Secondary School No. 57 Dr. Mariano Moreno / Radio FM Eco Digital Paraná 105.5). The text goes through the ups and downs and tensions of the experience facing the evolution of the pandemic, breaking down the modes of estrangement to which the school is subjected in its daily attempts to rehearse new teaching and learning practices.

Keywords: school - pandemic - estrangement - experience - radio.

Introducción

Este escrito se aventura en el intento de reflexión crítica acerca de los efectos que la pandemia va modulando en la escuela actual, al hilo del relato de una experiencia local de radio educativa. En este sentido, el texto propone primeramente un recorrido analítico en relación con las dimensiones históricas y filosóficas del acontecimiento que nos rodea en tanto sociedad, así como también una panorámica de las fricciones que se suceden a diario en el sostenimiento del quehacer escolar.

Por una parte, se reúnen con perspectiva dialógica e interdisciplinaria un conjunto de voces y discursos que nos permitirán, a modo de aproximación, leer el acontecimiento en tiempo presente, esto es, los interrogantes abiertos para el sistema educativo en su totalidad, las alternativas, los desafíos, las confluencias y los signos de asombro de la escuela azorada en el marco de la pandemia.

Por otro lado, se esbozan algunas de las modulaciones que operan cotidianamente en el espacio escolar, siguiendo las múltiples figuras del extrañamiento. Se trata de recuperar para deconstruir las variadas formas y figuraciones que ha ido adoptando la escuela en la escena de hoy, en sus ensayos por adaptarse a la realidad, por refrendar el vínculo pedagógico inherente al aprendizaje y promover, asimismo, el derecho a la educación.

Finalmente, las instantáneas de la situacionalidad de la experiencia, con sus derivas singulares entre comunicación y educación, habilitan la reconstrucción de una escuela que se hace posible (aún extraña) en los bordes del acontecimiento, a la vez que trazan interpelaciones para la escuela (por)venir.

i. Irrupción, disrupción, acontecimiento

La pandemia es el mensaje, de hecho. Campea, más o menos literalmente, por los territorios de la enseñanza contemporánea. Se ha inmiscuido como signo omnipresente (y esto no es de extrañarse, precisamente, dadas las dimensiones de la calamidad social) en la cotidianidad escolar, en los debates pedagógicos a niveles macro y micro, en las organizaciones comunitarias de distinto tipo, en las prácticas didácticas, en fin, está modulando la trama heteróclita —pero aún insustituible— de las rutinas institucionales situadas, traducidas en la actualidad de la escuela a la virtualidad con distanciamiento social. Más allá y más acá del orden de la experiencia, la pandemia interroga a diario a la escuela y cuestiona sus intentos de prospectiva. No obstante ello, y con el drama sobre las espaldas, tampoco deja de dar lugar a nuevas configuraciones de lo escolar, desandando el intrincado despliegue de los posibles.

Se trata de la irrupción totalizadora de lo ominoso (Freud, 1972) como acontecimiento plenamente histórico en la escena pública, mediando y permeando subrepticiamente todas las dimensiones de la vida social, una por una y con múltiples modulaciones. En los márgenes de lo pensable, la pandemia va cubriendo con su manto los límites del sentido. Vamos siendo indefectiblemente envueltos por ella, que seguirá tejiendo(nos) con su alambrado. La escuela no escapa, en tanto caja de resonancia de la sociedad en la que se inscribe. También ella se extrañó ante el advenimiento de la misma, extrañando en derredor los discursos, las prácticas, las institucionalidades, los sujetos.

Podría decirse, quizás, que la pandemia trajo aparejado, sin tapujos, lo indecidible (Derrida, 2006); la vivencia pura de lo social, ahí lo disruptivo que amenaza con quedarse… ¿Qué artes de decir, qué artes de hacer (De Certeau, 1996) pueden sacarse a relucir en la escuela hoy en día, así como en otras esferas de lo social, frente a la incertidumbre global que reina, frente a las nuevas intemperies y errancias (Duschatzky, 2007) que instala la pandemia en su ineluctable devenir? ¿Qué situacionalidad escolar es deseable y practicable, medianamente, en nuestros escenarios cotidianos fuertemente trastocados? Estos son solo algunos de los innumerables interrogantes que despuntan, por momentos fantasmáticamente, las actuales formas de lo escolar. Constituyen, aquí y allá, un cúmulo de ensayos por sostener la escuela como espacio simbólico (no meramente instructivo), institución forjadora de subjetividades, constructora de ciudadanía y motor de sueños colectivos para las futuras generaciones (Bleichmar, 2008), irreemplazable por de pronto.

ii. Extrañamientos

Contadas veces, probablemente, como en esta ocasión, nos toparemos tan de lleno con la propia historicidad. Aquí estamos, en los albores del siglo xxi, contemplando las ruinas de las supuestas certezas modernas que enarbolaron, entre otros constructos, al artificio escolar pertrechado con sus clásicas formas (Baquero et al., 2007). La estantería de los posibles se sacudió en un santiamén y con ello crujen las posibilidades de enunciar el acontecimiento; el hecho trasciende nuestra capacidad de simbolización. Huelgan las palabras… Solicitan ayuda para representar lo dado y nosotros a ellas. Queremos hablar, de nuevo, la escuela, pese al halo de extrañamientos que se cierne en el horizonte. Lo real indecidible e indecible, los excesos —humanos, demasiado humanos— tensan la dialéctica posible/imposible. Con todo, resistiendo otra crisis más, promediando el ciclo lectivo 2020, la escuela se habrá sostenido —otra vez— como Sísifo empujando la piedra, horadando la realidad, apostando al vínculo pedagógico y al orden de la experiencia, condiciones sine quanon para el aprendizaje.

Poco tiempo después del reconocimiento global de la pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), comenzaron a alzarse mundialmente una serie de voces que pretendieron dar respuesta a las inquietudes virales o, al menos, abordarlas críticamente. No tardaron en señalar el componente infodémico de la catástrofe, es decir, cierto plusvalor del virus circulando, también, como agente eminentemente semiótico. Baste citar al respecto el paradigmático debate entre Žižek y Byung-Chul Han (ASPO, Comps., 2020) a propósito del virus como problema filosófico, recogido en el libro digital de libre acceso Sopa de Wuhan. Para uno, el virus heriría de muerte la lógica capitalista; para el otro, coadyuvaría en la consolidación de las sociedades de control, ya anunciadas por Deleuze (2005) en su Posdata. En el medio, infinidad de matices que articulan el abanico de los posibles y los pensables, discutiendo viejas y nuevas normalidades, naufragando entre apocalípticos e integrados, por seguir la dicotomía de un clásico texto de Umberto Eco (1984), respecto de la globalización y la cultura de masas.

El filósofo Virilio (2010) llamó alguna vez la atención sobre el reverso latente en cada uno de los supuestos progresos técnicos de nuestra modernidad occidental. Otra forma de nombrar, tal vez, el germen de autodestrucción presente en la relación de dominio que hemos establecido con la naturaleza, típica de la racionalidad instrumental (Horkheimer y Adorno: 1998), colocándonos por fuera. ¿Qué afuera? ¿Afuera de qué? En el tren subyace el descarrilamiento, en el barco el naufragio, en la bomba atómica la guerra… La pandemia es el mensaje. El virus es el mensaje. En la metáfora macluhaniana de la aldea global, como subterfugio, pudo anidar la circulación comunitaria total, también de lo indecidible, también de la esperanza… La tarea educativa es política, por eso no ha de abandonarse aunque, jugando con las resonancias de la palabra, todo en el escenario nos resulte cada vez más extraño. La filosofía es extrañamiento en sí misma. Nos brinda, quizás, la medida del tiempo para reflexionar sobre la realidad inscribiéndonos políticamente en ella. De ahí el valor que dicho conjunto de voces filosóficas entraña a la hora de pensar la pandemia.

Para la escuela, lamentablemente, no hubo demasiado margen para pensar. Aún extraña a sí misma, alienada en muchos sentidos, en las fronteras de lo extrañamente lejano y familiar (que Freud nombra, asimismo, como lo siniestro), con su cotidiano desarticulado, estallados sus órdenes, tuvo que ensayar formas de rehacerse en el desconcierto, tuvo que modularse otra vez, sea cual fuere su situacionalidad. De un momento a otro, la escuela tuvo que virtualizarse, ponerse online, disponibilizarse a distancia, demandando esfuerzos nunca antes vistos por parte de sus diversos actores. De algún modo, hubo que fundar una nueva institucionalidad posible para la escuela, para todas y para cada una, alojadas y desamparadas en sus microcosmos. Es la escuela (que se extraña) mientras va tramitándose socialmente el devenir de la pandemia.

La figura del extrañamiento permite pensar, por un lado, los objetos perdidos de la rutina escolar (que, claramente, se extrañan, se echan de menos), así como también una suerte de enajenación de la escuela en relación con su imaginario fundacional. En el campo de la pedagogía esta palabra comienza a sintonizarse (Skliar, 2020). El confinamiento y el distanciamiento social obligatorio pusieron de relieve para la comunidad educativa en su conjunto el carácter simbólico del espacio físico. ¿Cómo sostener el vínculo pedagógico ante la distancia impuesta y necesaria para el orden social? ¿Qué alternativas y lenguajes podrían acotar esa distancia social, sortearla, revertirla, seducirla…?

La escuela ha sido, hasta aquí, tiempo y espacio compartidos en situación, en su dimensión eminentemente comunitaria. El dispositivo escolar tradicional supuso y dispuso hegemónicamente una serie de agrupamientos, temporalidades, espacialidades, ritmos; una distribución y dosificación de saberes, roles y funciones; algo así como unas reglas del juego escolar, que aún gozan su vigencia histórica, no nos engañamos respecto de ello. Todo eso se traduce, en lo cotidiano, en: las aulas, la oralidad, los recreos, los patios, los timbres y las campanas, los juegos adolescentes, los roces, la corporalidad, los pasillos, la grupalidad, la distribución regular de tareas y recursos; el más o menos sólido reticulado disciplinario que aprendimos a tramar y resignificar, oficiando el lazo (Frigerio et al., 2017)… Y aunque coexistan cotidianamente en la escuela diversas perspectivas y posicionamientos en relación con el artificio escolar en sí mismo, vale decir que constituye gran parte de ese hilo invisible que teje el vínculo pedagógico, crucial para cualquier aprendizaje posible. Indudablemente es eso lo que se nos está extrañando de la escuela, sobre todo en contextos de alta vulnerabilidad socioeconómica, donde es mucho más difícil suplir la distancia, debido a barreras de accesibilidad comunicacional. La distancia de la enseñanza se duplica y se lastima el derecho a la educación. Damos por sentado que la escuela no es solo el edificio, pero cómo sostenerla sin posibilidades reales (físicas o virtuales) de encuentro. Resulta extraño. El establecimiento de cada espacio escolar es empíricamente localizable y, hoy nos damos cuenta cabal de ello, también profundamente significado. ¿Cómo reponer todo lo que se extraña de la escuela en superficies digitales? ¿Cómo propiciar aprendizajes verdaderamente significativos, más allá de lo dado? ¿Hasta dónde puede un cuerpo docente que desea enseñar dadas las condiciones materiales de existencia? ¿Cómo hablar de futuro con los jóvenes cuando el lenguaje escolar con el que pretendemos enunciar se nos resquebraja? ¿Cómo recuperar colectivamente, sistematizar y dar sustentabilidad a las experiencias pedagógicas felices, que van surfeando la pandemia, a pesar de las adversidades?

iii. Experiencias (de frecuencia modulada)

Entre las múltiples y variadas modulaciones de educación a distancia situadas que se han esbozado a lo largo y ancho de nuestro país en el marco de la pandemia nos interesa destacar aquí el papel y las potencialidades para la escuela de las experiencias de frecuencia modulada. Con esta denominación nos referimos al conjunto, heterogéneo por cierto, de propuestas locales y regionales de mediación pedagógica (Prieto Castillo, 2004) que tomaron a la radio —o al lenguaje radiofónico en general— como soporte y estrategia complementaria para desarrollar la enseñanza en contextos de distanciamiento social preventivo y obligatorio.

En un recorrido panorámico por las principales bases de datos y observatorios de noticias educativas, fundamentalmente en los primeros tramos de la cuarentena, puede advertirse el rol clave que jugó la comunicación social en su totalidad (y la radio particularmente) como modalidad, más o menos al alcance de la mano según las condiciones de posibilidad de cada comunidad educativa, para reducir las distancias operadas por la pandemia (Schijman, 2020). Si durante años y años figuró como anhelo, a modo de propósito transversal, la apropiación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en nuestros proyectos institucionales y en las planificaciones curriculares específicas, ahora se convertía en una auténtica necesidad. Casi en un imperativo, inclusive. ¿Cómo establecer y/o sostener el vínculo pedagógico, cómo permanecer cerca, dada la palpable brecha de accesibilidad digital entre los estudiantes de nuestras escuelas públicas, situadas en contextos de alta marginalidad social? Allí la radio, ese medio de comunicación tradicional tantas veces sentenciado a muerte, mostró su vigencia y versatilidad y abrió sus brazos para abrigar entramados escolares. A propósito de ello, sumamente importante ha sido el lugar de las radios comunitarias —tanto en ámbitos rurales como urbanos— así como el de una serie de radios privadas que, inscribiéndose en procesos de construcción comunitaria, habilitaron espacios para el aprendizaje.

Cabe mencionar que este cúmulo de experiencias aludidas no sucede de la noche a la mañana ni de un día para otro. Por un lado, representan el sedimento de décadas de intensos diálogos entre comunicación y educación, que se han ido tejiendo crecientemente en nuestro continente latinoamericano. Es la genealogía de la comunicación con sus variopintos apellidos y linajes: democrática, para el desarrollo, para el cambio social. Por otro, responden a las redes intersectoriales locales que cada escuela ha podido construir en su propia historia institucional en los tiempos precedentes. Son deudoras, seguramente, de las experiencias pioneras de alfabetización de adultos en la ruralidad, donde resuena la estela freireana de la educación popular, de gran raigambre en la región. Y asimismo de aquellas que proceden de las variantes de la comunicación comunitaria, popular y alternativa. Sin profundizar mayormente en los debates sugeridos al respecto (Huergo, 2000), es decir, si asistimos o no a la fundación de un nuevo campo de saberes y prácticas —el de comunicación/educación— o si más bien se trataría de un espacio de intersecciones, articulaciones, préstamos y retroalimentaciones —comunicación y educación; comunicación en la educación; educación para los medios—, ahondaremos en el relato de una experiencia (con sus momentos), que podrá servirnos, tal vez, de indicio para el análisis de los procesos señalados.

Momento 1: «¡Somos Moreno!»

Con esta expresión, cargada de connotaciones en lo micro, los actores de una comunidad educativa nos reconocemos cotidianamente (@prender, 2020). Sabemos a qué nos referimos, de qué hablamos: somos parte de una escuela que nos contiene (a estudiantes, familias y docentes), con sus desavenencias y virtudes. La frase ha recorrido progresivamente aulas, actos escolares, salidas, producciones, pasillos y, como no podía ser menos, también hizo ecos a partir de la pandemia. Echando mano a este dixit, la asesoría pedagógica y el equipo de conducción de la Escuela Secundaria N° 57 Dr. Mariano Moreno de Paraná, propusieron a los docentes hacer la radio. Si bien no sería la primera vez que se trabajaría este soporte (se trata de una escuela con orientación específica en comunicación), la apuesta ahora era mayor. Aprovechando los saberes previos, es decir, la sensibilización con el lenguaje radial en los distintos espacios curriculares, así como los antecedentes prácticos (la radio abierta anual La Moreno comunicando; las visitas a la radio de la UNER para participar del ciclo Va con onda), los recursos humanos (docentes de comunicación del ciclo orientado predispuestos a ponerle el cuerpo a la propuesta, para sostenerla) y la generosidad de un ex docente de la escuela que cedió un espacio fijo en la grilla de su radio privada con frecuencia oficial —además de hacer la conducción del programa—, comenzó a modularse la experiencia.

Momento 2: La escuela de la vida

Con este nombre, Julio Galera —Prof. de Historia, ex docente de Moreno y propietario de Radio FM Eco Digital Paraná 105.5— bautizó al ciclo que inició una siesta de marzo, con una escena fundante y continuó semanalmente hasta el receso de invierno. En dicha escena, Julio abrió la partida, reflexionando sobre la pandemia como acontecimiento social, sobre las implicancias que desde su punto de vista tendría para la escuela y haciendo memorias de radio. Reverberaron en este programa inicial recuerdos de la escuela tradicional habitada (con sus espacios físicos extrañados), imágenes de los recados de campo enviados a través de la radio rural, popularísimas historias y personajes de radioteatros clásicos de la radiofonía argentina, sonidos, silencios, canciones, jingles, publicidades y algunos que otros baches propios de las primeras salidas al aire. Fue el puntapié inicial. Con el correr del ciclo, se sumó otro ex docente de Moreno y compañero de Julio en la radio —el Prof. Sebastián Palacios— a la co-conducción del programa. También se incorporaron a la experiencia otras escuelas primarias y secundarias de la ciudad y alrededores, que quisieron tomar la palabra y alzar su voz. Poco a poco fueron sumándose a la frecuencia modulada más docentes, referentes institucionales, estudiantes y familias. Se invitó especialmente a la Escuela Secundaria N° 19 Raúl H. Záccaro, que comparte con Moreno la orientación en comunicación y la zona de pertenencia en Paraná, a acompañar la experiencia, resultando así, con el transcurrir de las semanas, un proyecto participativo y colaborativo.

Momento 3: Transcurso

Lo que comenzó tímidamente como un espacio semanal de dos horas, con el objetivo primordial de estar cerca de los estudiantes (reduciendo lo más posible las distancias físicas y virtuales), empezó a crecer y consolidarse como producto. En su punto más álgido, durante los meses de abril y mayo, contamos con dos y hasta tres programas semanales de dos horas de duración cada uno. Todo ello significó un enorme esfuerzo de producción pedagógico-periodística, a cargo del equipo docente de Moreno, pero a la vez permitió permanecer en contacto con una comunidad escolar que había evidenciado serios problemas de conectividad. Las actividades a distancia se iban adaptando, llegaban a las escuelas los cuadernillos Seguimos educando elaborados por el Ministerio de Educación de la Nación y aquí La escuela de la vida permitía ir procesando colectivamente el devenir de la escuela ante la pandemia. Con todos los avatares imaginables para el caso, la radio vino de nuevo a salvar las distancias. Circularon por allí saberes, pareceres y contenidos (traducidos a un formato radiofónico). Desde la receta de un bizcochuelo y los procesos químicos comprendidos en la cocina, hasta nociones sobre el movimiento para la educación física y su importancia en situaciones de aislamiento.

La propuesta del programa originariamente consistió en una serie de entrevistas telefónicas con directivos, referentes y docentes de las escuelas involucradas, quienes en el intercambio con los conductores iban intercalando reflexiones sobre la realidad, efemérides, lecturas varias, novedades en relación con el desarrollo del ciclo lectivo y orientaciones acerca de la resolución de las actividades escolares consignadas en las distintas asignaturas. Se intentó, en algunas ocasiones con éxito y en otras no tanto, que los estudiantes fueran protagonistas del ciclo y no solo oyentes. Se los estimuló a participar activamente, a salir al aire narrando vivencias de la escolaridad acuarentenada, a seleccionar temas de interés y música, a colaborar en la producción periodística de las emisiones, a diagramar los guiones, en fin, a hacer ellos también la radio desde sus hogares y con sus posibilidades técnicas. Como pinceladas de estos intentos, vale señalar por ejemplo la participación de la mamá de Valentina, una estudiante de quinto año de Moreno, quien conversó en vivo con Julio sobre la escuela y sobre la vida, mientras preparaba el almuerzo familiar. También Martín (quinto año) y Brian (sexto año), entre otros, llevaron la voz de Záccaro y su transitar del año escolar. Más aún, nos dimos el lujo de tener en una oportunidad a la Directora de Educación Secundaria del Consejo General de Educación, la Prof. María Alejandra Ballestena, quien celebró la experiencia y compartió palabras de aliento, dando envión a la continuidad de la experiencia.

Y la audiencia no quedó ahí solamente. Radio Eco Digital Paraná forma parte de una red local de multimedios, por lo cual su alcance se extiende hasta Colonia Avellaneda y población de alrededores. Además de contar con radiofrecuencia, transmite su programación vía streaming y cuenta con una página web. Así, comenzaron a llegar mensajes de apoyo al ciclo, saludos y felicitaciones desde distintos lugares y sectores. De este modo, el público de La escuela de la vida resultó ser más amplio que los integrantes de las escuelas participantes y esto incentivó la producción de programas más diversos y con perspectiva interdisciplinaria.

Surgieron, entonces, los especiales temáticos que enriquecieron la propuesta. Siguiendo la misma lógica de producción e intercambio dialógico, se realizaron programas especiales sobre temas relevantes de la agenda escolar y mediática: Memoria sobre Malvinas; Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas; la bajante del río Paraná; periodismo, literatura y escritores locales; día del periodista y comunicación comunitaria; los jóvenes y el futuro. Allí aparecieron en el dial referentes barriales y voces especializadas en cada una de las temáticas abordadas, tales como Carlos López —vecino y pescador de barrio Puerto Sánchez—, Pablo Felizia —autor de Crónicas patrias—, Mariana Páez —especialista en ESI—, periodistas deportivos, escritores y referentes locales del campo comunicacional tales como Julián Stopello, Washington Varisco, Fabián Reato, Aixa Boeykens, Pablo Russo, Irene Roquel, Ramiro García y Mariana Bolzán, entre otros. Además de dar a conocer sus experiencias cotidianas, emprendimientos, libros y publicaciones, revistas y/o líneas de investigación vigentes, supieron entrar en diálogo con los conductores y con los docentes involucrados, matizando las miradas y análisis.

Momento 4: Cierre (provisorio) y nuevas aperturas

El ciclo radial La escuela de la vida se cerró durante la misma semana en la cual culminaban las clases virtuales, arribando, precisamente, al receso de invierno en nuestra provincia de Entre Ríos. La decisión ya había sido consensuada con las autoridades escolares, con los docentes involucrados y con el propietario de la radio, quien tan generosamente había cedido el espacio en este período y sostenido la conducción del programa. Quedaron las puertas abiertas de la radio FM Eco Digital Paraná, según manifestó Julio en varios pasajes, para retomar la experiencia en un hipotético escenario post-pandemia, bajo modalidades a acordar. Mucho de lo transitado ahí sirvió de insumo, posteriormente, para rearticular la propuesta de continuidad pedagógica a distancia y como bagaje para futuras propuestas. Incluso, mientras el ciclo se clausuraba (hasta nuevo aviso), tuvimos la oportunidad de compartir impresiones de la experiencia en un conversatorio virtual (Facultad de Ciencias de la Educación/UNER, 2020). Un equipo de docentes e investigadores de la Facultad nos convocó a reflexionar en torno de los Debates sobre vínculo pedagógico y distanciamiento social, narrando y reinterpretando los pormenores del proyecto. Dicha instancia fue abierta al público general y contó con la participación de estudiantes, investigadores, extensionistas y docentes de distintas provincias, además de habilitar el relato en primera persona y las inflexiones por parte de sus hacedores.

iv. Interpelaciones (un tiempo después)

Llegando ya casi al final del artículo, ofrecemos sumariamente un puñado de preguntas, inquietudes y resonancias, que pretenden oficiar como interpelaciones a mediano y largo plazo para la escuela extrañada ante la pandemia. Son interrogantes que no esperan recetas mágicas ni respuestas inmediatas, sino un tiempo de reflexión.

Por una parte, cabe destacar el enorme cúmulo de experiencias educativas innovadoras que se viene desarrollado a lo largo y ancho del territorio nacional, particularmente en la tan castigada —pero aún de pie y con la frente bien en alto— escuela pública, que habitamos hoy a la distancia. Lo creativo e innovador en las prácticas didácticas no viene, cabe pensar, de por sí con lo estrictamente nuevo, en términos de recursos y técnicas. En el caso descripto, más bien, se trata de la puesta en valor y resignificación de un lenguaje por largo tiempo visitado y trabajado en las aulas, como es el lenguaje radiofónico, que justamente este año festeja su centenario de nacimiento. El mundo de la sonoridad en general (y el de la radio en particular) nos provee el cuerpo sutil de la voz, reduciendo, a su forma, las distancias sociales reinantes. La audición es el sentido de las emociones, de la imaginación, de una cercanía que el texto escrito o la visualidad no siempre pueden lograr. Históricamente la radio ha sido compañía para sus oyentes, telón de fondo del entramado familiar y comunitario, complemento placentero o tranquilizador para la concreción de otras actividades. Situados en la pandemia, nos permitió estar cerca de los estudiantes, hablarles al oído, textualizar los saberes a enseñar de otra manera, ensayar otras transposiciones didácticas (Chevallard, 1997), abrir un espacio comunicacional de diálogo y escucha, allí donde la desigualdad educativa no pudo garantizar la conectividad y por ende el aprendizaje… ¿Cuánto de ello hubiera sido posible sin la generosidad de un ex docente, comprometido con su comunidad y con su historia, que puso a disposición la frecuencia modulada, los equipos y hasta la conducción del ciclo, desinteresadamente? ¿Y sin el esfuerzo autogestivo de un cuerpo docente que se empeñó, sin seguridad de tener éxito, en superar las inequidades, las barreras de acceso, el rotundo deterioro de las condiciones materiales de enseñanza y aprendizaje en la actualidad, para reconocer plenamente el derecho a educarse? ¿Qué políticas públicas de educación podrían haber coadyuvado en la realización y sostenimiento de experiencias de esta índole y sin embargo brillaron por su ausencia? ¿Qué, de lo construido en este tránsito pandémico, se traducirá en futuras modalidades, verdaderamente interdisciplinarias, transversales y formativas para los estudiantes? ¿Cuál es el lugar que tienen, en lo cierto, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en las escuelas?

No solo para los estudiantes, sino también para los docentes, enfrascados como estamos, de un tiempo a esta parte, en la búsqueda de una didáctica de la comunicación que no caiga en posturas instrumentalistas (Gamarnik y Margiolakis: 2011), La escuela de la vida significó la apuesta por trascender el como si y animarse a hacer un programa de verdad para y con los estudiantes y con la comunidad educativa toda, habilitando y diversificando la palabra, poniendo en valor los antecedentes, es decir, ese complejo y suculento magma de pequeñas acciones en relación con la exploración y apropiación de las alternativas del mundo de la sonoridad. Y en el caso de las escuelas que no han tenido la chance de apoyarse en un medio de comunicación como la radio, o que teniendo las intenciones de hacerlo no cuentan con las facilidades para lograrlo, ¿cómo se las ingeniaron para diagramar y sostener, en tiempo record, proyectos institucionales de educación a distancia?

Pasan los meses y la incertidumbre crece, tanto a nivel social como en el ámbito educativo. ¿Cómo evaluar estos procesos de reinvención de la escuela (que se extraña) ante el devenir de la pandemia? ¿Qué, de la vieja normalidad, retornará más adelante y cuánto de la nueva llegó para quedarse? ¿Cuánto de esta experiencia de lo indecidible podremos recuperar para resignificar la relación con el saber, el vínculo pedagógico, la enseñanza y el aprendizaje? ¿Qué nuevas espacialidades podremos crear para la escuela sin que se nos extrañe tanto? ¿Cómo nos afecta, en términos subjetivos, este extrañamiento de nuestros espacios escolares de pertenencia? ¿Qué espacios simbólicos de alojamiento seremos capaces de construir? ¿Existirá una nueva normalidad para la escuela?

La crisis de la escuela, en particular para la escuela secundaria y para la escuela pública (sobre la que tanto se ha hablado y escrito), no es nueva en nuestro país y en el continente. Sigue modulándose, con nuevos ropajes. Las políticas neoliberales han hecho estragos en ella, acentuando la inequidad, la exclusión, la desigualdad. Nuevas crisis para viejos dilemas. Hace largo tiempo se vienen exigiendo para la escuela nuevos formatos, nuevos agrupamientos, nuevas propuestas (verdaderamente interdisciplinarias e integrales), nuevos saberes que superen a los ya envejecidos, nuevas modalidades, nuevas didácticas… Una arista más en torno de la figura del extrañamiento puede ser el saludable ejercicio crítico de desnaturalizar lo heredado, para develar. La escuela es un dispositivo disciplinario tradicional ciertamente reacio a repensarse y cuestionarse históricamente. Al menos hasta aquí. El embate de la pandemia la interpela como nunca antes. ¿Podrá extrañarse para dar un salto?

Habrá que sostener, mientras siga siendo la escuela el espacio privilegiado de la educación formal, las preguntas. Ha lugar todas las preguntas, todas. Son estas, también, interpelaciones en devenir. Ya sea a modo de críticas constructivas, demandas, reclamos, desafíos, puntualizaciones para construir experiencias. Destinadas una y otra vez al Estado en sus distintos niveles como decisor de políticas públicas para la educación; para los docentes en tanto trabajadores de la enseñanza y oficiantes del lazo; para las familias como sostén insustituible de las trayectorias educativas de los jóvenes y para los estudiantes mismos, como sujetos del aprendizaje y flamantes herederos del porvenir.

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