Editorial
Recepción: 10 Septiembre 2021
Aprobación: 20 Septiembre 2021
Forma de citar (APA): Chamorro Muñoz, A. N. (2022). Editorial. La amistad como problema filosófico a la luz de Aristóteles. Revista Filosofía UIS, 21(1). https://doi.org/10.18273/revfil.v21n1-2022001
Keywords: rown, L, (2009), Explanatory , En D, Ross (trad, ), The Nicomachean Ethics (pp, 204-268), Oxford World’s Classics
La quinta parte de la Ética a Nicómaco (en adelante, EN) está dedicada al tema de la amistad. Su ubicación dentro del texto —en medio del discurso sobre el placer, el dolor y la eudaimonía— parece responder a que la amistad ya no es una virtud como tal, sino una clase de virtud o está acompañada de la virtud; por tanto, no se encuentra dentro de lo dedicado a la moralística, aunque parece que esta es fundamental dentro de la reflexión de una vida buena. Podría situarse a la amistad dentro de los bienes relacionales, como aquellos absolutamente necesarios para una vida floreciente, pero que no obedecen a una virtud particular, sino que sus acciones se relacionan con el ejercicio de varias de ellas.
También vale la pena apuntar el tratamiento de la philia dentro de un texto dedicado a la cosa pública, lo que evidencia que estamos entendiendo la philia dentro de un contexto amplio de relaciones sociales. El término philia es más extenso que nuestra versión reductiva de amistad, aunque lo implica. La amistad en Aristóteles permite ver la conexión entre las diferentes relaciones sociales que se tejen en una vida floreciente (dimensión familiar, social, política y económica). Así, dentro de un proyecto de vida buena, las actividades de interacción con el otro implican los vínculos de la amistad que permiten lograr la adquisición del bien, ya sea entendido como placer, utilidad y/o virtud.
Lo anterior permite entender la importancia de seguir pensando con Aristóteles sobre el lugar de la amistad en nuestras vidas y la necesidad de un pensar filosófico sobre la amistad. En aras de la exposición, la reflexión sobre la amistad se puede descomponer en los siguientes apartados: la naturaleza de la amistad, el amor a sí mismo y la necesidad de la amistad.
1. Naturaleza de la amistad: reciprocidad, deseo y admiración
A partir de la tradición, Aristóteles comienza a tejer una descripción de la amistad, sustentando la importancia de esta en la vida del hombre y su origen natural, tanto en las relaciones humanas como, incluso, en asociación con los otros seres vivos. A partir de lo anterior, se considera que: “nadie elegiría la vida sin amigos, aunque se tengan todos los otros bienes” (EN, 1155a5). Así, no existiría ninguna condición de la existencia humana en donde no se viera como un bien la amistad. Entonces, la amistad es valiosa para conservar la fortuna y hacer buen uso de ella. También se presenta valiosa en los momentos de riesgo y de tranquilidad, en la juventud como en la vejez. Más allá de lo anterior, parece que gracias a los amigos se está más capacitado para pensar (noesai) y actuar. Aún más, es la amistad la que mantiene la cohesión de las ciudades (polis) y, por tanto, “el legislador se preocupa más por ésta que por la justicia” (EN, 1155a23). En este caso, asumiendo que la concordia y la unidad de la mente (Homonoia) son características de la amistad, se puede considerar que donde los hombres son amigos unos de otros no se necesita la justicia; en cambio, donde hay justicia, aun así, se necesita la amistad. Amistad y justicia deben ser tratadas en relación con el bien común. Por un lado, se basan en el bien personal, pero también se necesita que cada miembro busque el bien común o social como un todo. La amistad perfecta, que parece una justicia de todo perfecta, es aquella en la que cada uno encuentra su bien en el actuar por el bien del otro, a partir del amor hacia ese otro.
Igualmente, la amistad no solo se presenta como necesaria. También es noble y hermosa, en tanto no solo es básica para la justicia y el sostenimiento de la ciudad —es decir, un útil—, sino que hace parte de la virtud y de lo que debe ser querido por sí mismo, por eso son dignos de alabanza los Philophiloi.
Ahora, como es de esperar en un trato aristotélico de un tema, el filósofo también apunta los desacuerdos[1] que se tienen sobre el sentido de la amistad: 1) la amistad es lo mismo que la semejanza, como son nuestros dichos comunes de “tal para cual”, “Dios los hace y ellos se juntan”; 2) la amistad solo se da entre lo opuesto, en tanto “dos del mismo oficio nunca están de acuerdo”; 3) en cuanto al problema moral humano, “si la amistad surge en todas las personas o si es imposible para los malvados ser amigos y si la amistad es de una especie o de más de una” (EN, 1155b10).
Por tanto, Aristóteles se ocupará de desatar las dificultades encontradas y sostendrá que la amistad es una cuestión absolutamente necesaria dentro de una vida humana floreciente, que requiere ciertas similitudes, fundamentalmente un querer la perfección o un camino hacia la excelencia por parte de los dos amigos. Así, parece que se puede dar luz a partir de definir qué tipos de cosas se nos presentan dignas de ser amadas (Philêta). Recordemos que el bien es lo que se presenta al “hombre bueno” como bien, mientras que el “hombre malo” puede tomar cualquier cosa que se le presenta como bien. Entonces, se ama lo bueno que se presenta (phainomenon agathon) y, si lo amable fuera bueno en absoluto, de un absoluto más allá de las características reconocidas por el agente, de todas maneras, cada uno amaría el bien para sí mismo y amaría lo que se le presenta como bien: “lo amable será lo que parece ser tal” (EN, 1155b25). De tal manera, lo amable (philēton) parece relacionarse con lo bueno, lo placentero o lo útil.
Pero, antes de pasar a ver cada uno de estos tres tipos, es necesario recalcar que toda amistad necesita 1) el reconocimiento recíproco de la buena voluntad, entendida como el desear el bien al otro; 2) el actuar bien por el otro y 3) la afirmación del vínculo existente por uno y otro. Así, de las relaciones de amistad se excluye el amor a los objetos sin vida, pues no se desea el bien para ese objeto, ni existe reciprocidad, como también se excluye el benévolo que desea lo mejor para todos, pero no se logra la reciprocidad ni la convivencia.
Entonces, si al hombre se le presentan tres aspectos de lo amable —por placer, por utilidad y por lo virtuoso del carácter— se generarán tres diferentes formas de las amistades, pues, con base en el fundamento que genera el amor, se desarrollan conexiones con los otros a partir de encontrar en ellos placer, utilidad o virtud. Las amistades relacionadas con la utilidad y el placer son amistades por accidente, ya que lo que se ama no es al otro en cuanto otro en sí mismo, sino por algún bien de él que es útil o placentero en la relación con el yo. Por tanto, son amistades que son fáciles de disolver, porque sus fines están arraigados en lo más mudable del sujeto, conforme lo útil cambie o lo placentero ya no lo sea se acabará la amistad.
Por su parte, la “amistad perfecta (teleia) es la amistad de los hombres que son buenos y similares en la virtud; pues éstos desean el bien del otro en cuanto el otro es bueno, y ellos son buenos en sí mismos” (EN, 1156b6). Esta es una amistad en sí y de modo total que no cae en una versión de las amistades por accidente. Así, perdura en el tiempo en cuanto la virtud (lo bueno) es estable y también en cuanto los dos amigos se presentan en igualdad. De la misma manera, en cuanto son hombres virtuosos, virtuosas serán sus actividades similares, pues serán recíprocamente tanto útiles como placenteras en relación con el bien, dando al otro lo mismo que recibe.
Sin embargo, este tipo de amistad no es frecuente al no ser usual esta calidad de hombres, ni se tiene generalmente el suficiente tiempo de convivencia que permita formar los hábitos (sunētheia) y mostrarse el uno al otro como digno de ser amado y de confianza.
Frente a la amistad de mejor tipo, las otras se parecen y se diferencian: la del placer, en cuanto la amistad completa es también agradable, y la de utilidad, en cuanto los buenos son recíprocamente útiles. Además, en todos los tipos de amistad se cumple lo visto anteriormente: reciprocidad y reconocimiento del afecto del otro y deseo de lo bueno para el otro, conforme al tipo de querer (EN, 1156a6). En efecto, se podrá mantener una amistad más estable en tanto el placer o la utilidad se den de modo recíproco. De esta manera, puede que la amistad derivada no implique simplemente el deseo propio y el uso del otro, en tanto satisfaga nuestras necesidades, sino que se le desea el bien y se hace lo bueno por él, solo que no se conoce lo suficiente y se está limitado por un aspecto: el lazo de la amistad[2]. Parece, igualmente, que la relación de amor basada en la utilidad es menos verdadera en cuanto es menos constante, ya que no ama nada en el otro más allá de lo que es el útil deseado. De esta forma, se explican las diversas vías de conexiones humanas:
Por placer o utilidad, entonces, incluso los hombres malos pueden ser amigos unos de otros, o los hombres buenos de malos, o el que no es ni bueno ni malo puede ser un amigo de cualquier tipo de persona, pero claramente sólo los hombres buenos pueden ser amigos por ellos mismos; pues los hombres malos no se deleitan en los demás a menos que alguna ventaja venga de la relación. (EN, 1157a16-20)
Se considera que todas se llaman amistad, pero en sentido propio es amistad solo la de los hombres buenos y, por semejanza, las demás, que serán por accidente al determinarse en las cualidades del hombre en sí mismo, sino en meros aspectos contextuales. Según Brown (2009):
Aristóteles no dice exactamente lo mismo en EE y EN, en EE dice que son un tipo de homonimia, que él denomina significado focal. En EN, se permite más una semejanza y entonces éstas tiene el derecho de llamarse amistad [traducción propia]. (p. 254)
Así, los malos pueden ser amigos, pero solo por semejanza y no en sentido propio. Estas amistades podrían mantenerse cercanas a la amistad en sentido estricto en tanto se mantenga el reconocimiento de la valía del otro, por haber disfrutado conjuntamente o haber hecho una buena alianza que los beneficie conjuntamente y se desee el bien y se haga el bien por el otro. Sin embargo, el problema de estas amistades por interés es su inestabilidad constitutiva, lo cual la hace una amistad de paso, accidental. La amistad por utilidad y por placer se llaman amistad en cuanto su semejanza con la amistad completa, y no son amistad en cuanto su diferencia. Una de las desemejanzas es que la amistad total y verdadera esta fuera de la calumnia y tiene una mayor permanencia[3].
Igualmente, se debe diferenciar entre la acción de la amistad y la sensación de la amistad, pues, igual que la virtud es la amistad: de unos se dice en cuanto poseen las características y de otros en cuanto que hacen las actividades. Los que conviven ejercen activamente la amistad. Los que están separados o dormidos pueden tener la disposición, pero no estar activos en la amistad. De tal manera, puede que la distancia no rompa la amistad verdadera, sino a la actividad de esta. Igualmente, se debe diferenciar entre el afecto amoroso y la amistad perfecta. El primero es una afección —que también se siente por las cosas— y el segundo es parte del carácter, del modo de ser, en cuanto implica la elección. También presente en la EE: “solamente cuando poseen ya la capacidad de elección, pues entonces su entendimiento discrepa de su apetito” (1240b, 33). A partir de lo anterior, se puede considerar que la amistad perfecta no se puede lograr con muchos hombres, ni tampoco es fácil de conseguir, en comparación de las otras amistades.
2. El amor a sí mismo como punto de salida y llegada
Existen muy buenas razones para reprochar el amor a sí mismo —como egoísmo—, pero también para exaltarlo —como buena valoración—. Por tanto, Aristóteles muestra qué tipo de amor a sí mismo se necesita para poder ser un amigo virtuoso y qué tipo de personas deben ejercer el amor a sí mismo y quiénes no.
La mayoría de los hombres se dejan llevar por la parte irracional de su alma, así que no sabrán sino obedecer a sus pasiones. Estos hombres, conducidos por la parte que debería ser conducida, son los que generan la opinión peyorativa del amor a sí mismo. Pero, el que ama de sí mismo la mejor parte de sí y la sigue en todo momento será bueno y útil a su sociedad. De esta manera, el amor a sí mismo no se contradice con dar la vida por la comunidad, pues al dar la vida buscando para sí mismo lo noble, el hombre bueno “se reserva para sí el bien mayor”. Entonces, Aristóteles afirma:
Aquellos, entonces, que se ocupan en un grado excepcional con acciones nobles, todos los hombres aprueban y alaban; y si todos estaban esforzándose hacia lo que es noble y tensan cada nervio para hacer las obras más nobles, todo sería como debe ser para el bien común, y todo el mundo aseguraría para sí los bienes que son mayores, ya que la virtud es el más grande de los bienes. (EN, 1169a6-12)
Ahora bien, no habría una competición entre amarse a sí mismo y amar al otro en el caso de los hombres buenos, pues ellos, por amor a sí mismos, pueden dar todo por el otro. Incluso, en el nivel paradójico de no actuar para que el amigo actúe y gane nobleza por su acto, pues, por dejarlo actuar, el hombre bueno sería también noble.
3. La necesidad de la amistad
Como último punto, este texto se ocupará de una parte sumamente importante dentro de la visión aristotélica de la amistad: ¿por qué para una vida floreciente se necesitan amigos? Parece que el hombre feliz, al estar completo, no necesitaría de otro yo, ni en lo útil, ni en lo placentero, ni en lo virtuoso, pues, quienes han sido bendecidos con la auto-suficiencia no necesitan amigos[4]. Pero, parece que un hombre feliz debe tener amigos —en tanto estos se consideran el mayor de los bienes externos— para poder hacer el bien y ejercer la virtud, en cuanto el hombre es un ser social (EN, 1097b7-10).
Así, primero, se entiende que la felicidad es una actividad y no una posesión. El hombre virtuoso necesita amigos virtuosos, en cuanto es más fácil ser activo con otro que en soledad (EN, 1170a4-11). Es en el convivir con hombres buenos donde se produce la virtud y donde es posible contemplarla de manera concreta y efectiva. En este caso, es interesante la comparación con el músico que desea escuchar buena música. Igualmente, el hombre virtuoso desea contemplar actos virtuosos; actividades compartidas, como las que necesitan en su acción a por lo menos dos personas, con intereses propios y mutuos; actividades que por la misma limitación humana deben ser compartidas, pues dentro de su constitución necesitan a los otros o actividades que son más perfectas en la compañía de otros, como el arte. Lo anterior implica que el amigo virtuoso es deseable en sí mismo, en cuanto es bueno e importante en las actividades racionales.
Segundo, la vida en los hombres se nos hace patente en la facultad de sentir y pensar y sus respectivas acciones. La vida es deseable, sobre todo para los buenos. Dentro de este deseo de la vida se encuentra el deseo de la vida del amigo, en tanto el hombre virtuoso está dispuesto para el amigo, en cuanto el amigo es otro yo, pero, no como el ganado que pasta en el mismo lugar, sino con la conciencia, que hace deseable que el amigo exista, aunque no esté en el mismo espacio (Nussbaum, 2004). Un hombre no tendría sino una conciencia oscura de sí mismo si solo pudiera obtenerla de sus propias acciones y trato con los útiles (Cooper, 1980).
Ahora bien, si se desea la amistad por excelencia no puede ser posible tener muchos amigos, sino que su número está limitado a aquellos con los que se pueda convivir y amarlos por sí mismos, pues la exageración hace a los amigos superfluos y un obstáculo para la vida noble. Finalmente, la amistad total, como actividad, requiere la convivencia, que permite el perfeccionamiento cuando se cuenta de buenas personas o el daño si son malas personas.
4. Conclusiones
A partir de lo anterior, se ha visto cómo Aristóteles hace un análisis de la importancia de la amistad para la vida floreciente, que supera, no sin dificultades, las diversas visiones que de esta se tiene y que generaban varias aporías. Bartlett (2011) acertadamente comienza su ensayo de interpretación con la siguiente acotación:
Aristóteles ofrece una extensa reflexión sobre lo que ahora podemos ver, son dos de nuestras preocupaciones más profundas: poseer el mayor bien para nosotros mismos, o para ser feliz, y dedicarnos con nobleza y de todo corazón a la virtud. La Amistad en el mejor de los casos puede ofrecer las dos cosas [traducción propia]. (p. 287)
De esta manera, la amistad responde a los más altos requerimientos de una vida humana que pueda ser considerada feliz; pero, al mismo tiempo, exige al hombre las más altas cualidades y acciones para poder lograr la amistad en sentido perfecto o pleno.
La amistad perfecta implica que el hombre bueno ame a sus amigos como son en sí mismos y desee los mayores bienes para ellos; pero, a su vez, también los quiere como un bien para sí, como el mayor de los bienes externos. En la amistad se da una mixtura entre el bien particular y el general, el bien interesado y desinteresado, donde en la verdadera amistad se logra una perfecta armonía.
Así, se tienen como características de la relación de amistad las siguientes: 1) un amigo desea y hace lo que parece bueno para la otra persona; 2) un amigo desea vivir por el bien del amigo; 3) los amigos conviven y 4) ellos comparten los sufrimientos y las alegrías. Dentro de lo anterior, se convierte en fundamental la forma en que la intersubjetividad se revela en esta visión de la amistad, pues, aunque se considera que el amigo es otro yo, Aristóteles entiende que el yo no se puede auto-comprender sino a partir de ver y convivir con ese otro; aún más, de las acciones de ese otro en las que involucra al yo y de las cuales este toma participación. Igualmente, es imposible comprender una vida floreciente sin, al mismo tiempo, desear y alegrarse de la vida floreciente de los amigos. Aristóteles se decidiría por valorarla, sin importar su relación con lo precario y cambiante; o, mejor dicho, teniendo en cuenta la vulnerabilidad del ser humano, se hace más patente la necesidad de la amistad como un espacio estable para la vida, que, sin embargo, requiere un trabajo arduo y de todos los días.
Referencias
Aristóteles (2009). The Nicomachean Ethics. (D. Ross, trad.). Oxford World’s Classics.
Bartlett, R. C. (2011). Interpretive Essay. En R. C. Bartlett & S. D. Collins (trads.), Aristotle’s Nicomachean Ethics (pp. 237-302). The University of Chicago Press.
Brown, L. (2009). Explanatory Notes. En D. Ross (trad.), The Nicomachean Ethics (pp. 204-268). Oxford World’s Classics.
Cooper, J. M. (1980). Aristotle on Friendship. En A. Rorty (Ed.), Essays on Aristotle's Ethics (pp. 301-340). University of California Press.
Nussbaum, M. (2004). La fragilidad del bien, fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega. (A. Ballesteros, trad.). Antonio Machado Libros.
Plato (1903). Platonis Opera. En J. Burnet (Ed.). Oxford University Press.
Zingano, M. (2005). Amistad, unidad focal y semejanza. Apuntes filosóficos (27), 199-213. http://saber.ucv.ve/ojs/index.php/rev_af/article/view/13210/12889
Notas
Notas de autor
Información adicional
Forma de citar
(APA): Chamorro Muñoz, A. N. (2022). Editorial. La amistad como problema filosófico a la
luz de Aristóteles. Revista Filosofía UIS, 21(1). https://doi.org/10.18273/revfil.v21n1-2022001