Reseñas Bibliográficas

Sangre y Deuda. Ciudades, Estado y construcción de nación en América Latina. (2014). Miguel Ángel Centeno. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Urbanos. 439 páginas.

Blood and Debt. Cities, State and Nation Building in Latin America. (2014). Miguel Ángel Centeno. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia, Instituto de Estudios Urbanos. 439 páginas.

Pedro Piedrahíta Bustamante
Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia. , Colombia

Revista Ciudades, Estados y Política

Universidad Nacional de Colombia, Colombia

ISSN: 2462-9103

ISSN-e: 2389-8437

Periodicidad: Cuatrimestral

vol. 1, núm. 2, 2014

revcep_bog@unal.edu.co



El sociólogo e historiador, Miguel Ángel Centeno, aborda en este libro el tema del frágil desarrollo de los Estados latinoamericanos. El marco de análisis utilizado por el autor es el propuesto por Charles Tilly (1993), a partir del modelo de formación de Estados europeos que se resume en una frase clásica: los Estados hacen la guerra y la guerra hace a los Estados. Con base en esta perspectiva, dice Centeno que “las guerras ayudan a construir la base institucional del Estado moderno ya que requieren de un grado de organización y eficiencia que solamente pueden ofrecer las nuevas estructuras políticas” (Centeno, 2014, p. 156).

El modelo belicista es utilizado, según el autor, porque resulta directo, se puede aplicar a diferentes lugares, deja estudiar las consecuencias de la guerra y permite entender la contribución del entorno internacional al desarrollo del Estado (Centeno, 2014, pp. 4344). El análisis comprende, especialmente, el estudio de las guerras durante el siglo xix, en América Latina, comparándolas con la experiencia europea. La principal pregunta que busca resolver el libro es: ¿Por qué el Estado latinoamericano ha sido débil? Una respuesta rápida al respecto, que se plantea en el inicio de la obra, dice que el Estado latinoamericano no ha hecho la guerra. Sin embargo, el asunto es mucho más complejo y, a lo largo del libro, se tienen en cuenta otras consideraciones que permiten dar, finalmente, una respuesta más completa.

En la primera parte del texto se evidencia que, históricamente, los Estados latinoamericanos fueron débiles y limitados, debido a la ausencia de un poder centralizado que permitiera desarrollar la logística y la administración de los recursos, para emprender grandes guerras que modificaran las lógicas geopolíticas heredadas desde la implosión de la corona española. De ahí que las guerras en América Latina se concentraran en disputas internas y luchas entre regiones, representadas por ciudades que buscaban, precisamente, el dominio del poder político. El autor define cinco tipos de guerras internas: rebeliones regionales, batallas ideológicas, guerras caudillistas, guerras por raza/etnia y revoluciones (Centeno, 2014, pp. 103-107).

En este punto, Centeno diferencia además entre dos tipos de guerras: las guerras totales, desarrolladas principalmente en Europa, que permitieron aumentar la extracción de recursos, la centralización del poder y el capital, el fortalecimiento de vínculos emocionales y la transición de sujetos a ciudadanos; y las guerras limitadas, propias de América Latina, que produjeron crisis fiscales, fueron conducidas por ejércitos que no contaron con una participación popular considerable, generaron la pérdida de sentimientos y símbolos patrios, y originaron grandes depresiones. Estas características explican por qué, en Europa, se desarrollaron Estados basados en la “sangre y hierro” y en América Latina, en la “sangre y deuda” (Centeno, 2014, pp. 53-54).

De esta manera, el papel de la guerra en la formación del Estado latinoamericano fue diferente a la experiencia de los Estados europeos. En Europa, el Estado garantizó seguridad a sus ciudadanos, a cambio de la aceptación y el cumplimiento de un conjunto de reglas básicas, lo que implicó una mayor centralización del poder y también el monopolio sobre la violencia, para que ningún ciudadano se levantara en contra del poder establecido. Aunque en el libro queda claro que esto no significaría el final de las luchas sociales, sino que el Estado sería quien en última instancia resolvería las controversias (Centeno, 2014, p. 165). En América Latina ocurrió todo lo contrario, pues a partir del enfrentamiento de regiones, representadas por ciudades y núcleos urbanos, las guerras crearon escisiones en los niveles político, social, económico y cultural que, en palabras de Centeno, generaron soberanías fragmentadas donde las ciudades principales buscaban imponer su poder político en el territorio, pero otras tenían la capacidad de disputárselo a través de la guerra. Por ejemplo, fueron comunes las disputas Buenos Aires vs. Provincias, La Paz vs. Sucre y Lima vs. La Sierra, entre otras. La fragmentación generada por las disputas entre ciudades llevó a la conformación de Estados con capacidad limitada, que no lograron los atributos que sí se dieron en el caso europeo.

Si bien en el continente tuvieron lugar algunas guerras de carácter internacional, durante el siglo XIX, los efectos esperados distaron bastante de la experiencia europea. Esto, por varias razones que sustenta Centeno a partir de una serie de indicadores como censos, desarrollo de infraestructura de transporte, desarrollo comercial, dependencia aduanera y capacidad de recaudación de impuestos. De cualquier modo, las guerras internas fueron la constante. Así mismo, el autor señala otros factores que incidieron, como las barreras sociales, raciales y geográficas, que fueron determinantes en el momento de desarrollo del Estado. Aun así, Centeno afirma que estos factores también estuvieron presentes en Europa e incluso en los Estados Unidos, lo que muestra que el tema de fondo es que en Latinoamérica no se consolidó un núcleo institucional previo para el posterior surgimiento de las naciones-Estado (Centeno, 2014, p. 239).

En la segunda mitad del libro, el autor se aleja del análisis sobre el control formal del Estado, basado en el ejercicio de la guerra y en el establecimiento de la autoridad, y pasa a abordar consideraciones sobre el desarrollo político, como la legitimidad y la creación de sentimientos de nacionalismo que se convierten en la unión de la sociedad y en el reconocimiento que ésta hace al Estado, como la máxima autoridad (Centeno, 2014, p. 243).

Sin apartarse del modelo de Charles Tilly, Centeno analiza el papel que desempeñó la guerra en la creación de iconografías nacionales; luego, indaga acerca del papel que tuvieron los monumentos en la construcción de una memoria nacional; y finalmente, analiza el papel desempeñado por los militares en la formación de ciudadanos y en la generación de nacionalismo y patriotismo. Frente al nacionalismo, de entrada se afirma que, salvo los casos de Paraguay, México y Chile, “las guerras no construyeron naciones en Latinoamérica” (Centeno, 2014, p. 245). Respecto a los monumentos, Centeno asevera que éstos hacen alusión a figuras culturales y científicas, y que salvo algunas excepciones, no existen referentes de sacrificio colectivo, referidos a batallas gloriosas. De ahí que el autor se pregunte, “¿cómo es posible construir un espíritu nacionalista lo suficientemente amplio como para incluir grandes partes de la población?” (Centeno, 2014, p. 279). De esta forma, la ausencia de una identidad que permita la formación de un nacionalismo que cohesione a la sociedad, es otro de los factores que explica la debilidad del Estado latinoamericano.

Tanto el nacionalismo como el patriotismo constituyen una especie de poder simbólico que, para el autor, resultan fundamentales y que, de hecho, son los menos entendidos en América Latina. Por lo tanto, Centeno concretiza de forma novedosa ambos conceptos, que generalmente resultan confusos y son usados como sinónimos: “El patriotismo es la fe; el nacionalismo es la iglesia” (Centeno, 2014, p. 247). En este orden de ideas, en América Latina el nacionalismo fue débil a causa de profundas divisiones étnicas y raciales que no permitieron la creación de un discurso de nación que lograra unificar a la sociedad bajo una misma institución política; mientras el patriotismo lo fue por la ausencia de guerras que permitieran definir roles de poder sobre la sociedad y, al mismo tiempo, factores de unidad; es decir, que los ciudadanos confiaran en el Estado. A diferencia de lo anterior, es común que en América Latina el Estado fuera visto como un mal que no representaba los intereses de la sociedad, lo cual reflejó —y refleja— una baja legitimidad y, en consecuencia, una limitada capacidad de autoridad sobre el territorio.

De esta manera, en el libro se introduce otro análisis que hace referencia al papel que desempeñaron los militares en la formación de ciudadanos y de comunidades. Como en los otros apartes, de nuevo los militares latinoamericanos no fueron exitosos en esta tarea y mucho menos en ser instructores del nacionalismo y del patriotismo (Centeno, 2014, p. 313). Esta situación se explica a partir de los bajos niveles de reclutamiento que, históricamente, se dieron en el continente, a causa del desarrollo de guerras limitadas. Como consecuencia de esto, se perdió el estímulo para la conformación de sociedades que reconocieran mayores niveles de legitimidad a los Estados y la conformación de los ejércitos no resultó representativa de un conjunto amplio de la población.

Con base en este amplio contexto, Centeno llega a una respuesta mucho más estructurada, para resolver la pregunta inicial que plantea el libro: los Estados latinoamericanos, al no tener la capacidad logística y administrativa para hacer guerras totales, quedaron inmersos en una inquebrantable paradoja: paz internacional y constante violencia interna. Esta condición no permitió que el Estado garantizara cuatro poderes básicos: el control sobre el territorio, el crecimiento económico, la generación de una infraestructura —educativa, económica, judicial e impositiva— y la conformación de un poder simbólico. Es decir, la creación de una identidad nacional y la conformación de una base de ciudadanos que otorgara mayor legitimidad a la autoridad del Estado.

En consecuencia, el argumento del autor es que la guerra, por sí sola, no crea Estados. Se necesita un mínimo de organización política para que el ejercicio de la guerra se convierta en un estímulo para el crecimiento del Estado (Centeno, 2014, p. 160). De manera que la guerra no fue determinante en la formación de los Estados latinoamericanos, en parte por la falta de odios consistentes dentro de los ejércitos y dentro de la sociedad —entendidos como una forma organizada de dirección de la violencia—, y en parte, por la capacidad limitada de los Estados para hacer la guerra (Centeno, 2014, p. 152). En definitiva, la guerra limitada generó Estados limitados.

Centeno concluye que el caso de la formación de los Estados europeos e incluso, el de los Estados Unidos, resulta siendo la excepción y no la regla. Por lo tanto, deja abierta la puerta para nuevos trabajos que profundicen en el tema. Con esto, Centeno termina por replantear un poco la hipótesis de formación de los Estados europeos propuesta por Tilly, afirmando que más allá de que la guerra construya a los Estados, es un mecanismo acelerador que permite fortalecer a los Estados (Centeno, 2014, p. 390), pues antes de ir a la guerra, se necesita la presencia de los elementos básicos que se mencionaron con anterioridad.

Sangre y Deuda. Ciudades, Estado y construcción de nación en América Latina es una gran obra que, desde una perspectiva novedosa —la hipótesis de Tilly—, aporta bases históricas, conceptuales y analíticas que contribuyen al estudio en profundidad del Estado y de la relación que éste tiene con las ciudades, así como de la importancia de temas como la identidad nacional. La primera edición de este libro fue publicada en inglés, en el año 2003, bajo el nombre Blood and Debt. War and Nation-State in Latin America. Once años después, aparece la edición en español, traducida por el profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Carlos Alberto Patiño Villa, que se convierte en una oportunidad para profundizar conocimientos y generar nuevas discusiones alrededor de la formación de los Estados en América Latina.

Finalmente, como señala el propio Centeno en la primera parte de su libro, “los cuentos bien contados deberían atraer a un público con una buena historia, al tiempo que les deja una moraleja general” (Centeno, 2014, p. 49). Este, en efecto, es un libro bien contado y con una buena historia que, sin duda, despertará interés en los lectores, aclarará temas, resolverá dudas y, lo más importante, generará críticas.

Referencias

Centeno, M. (2014). Sangre y Deuda. Ciudades, Estado y construcción de nación en América Latina. (C. Patiño, trad.) Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - Instituto de Estudios Urbanos.

Notas de autor

Politólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Candidato a Magíster en Seguridad y Defensa Nacionales de la Escuela Superior de Guerra de Bogotá. Integrante del Grupo de Investigación en Estudios Urbanos y Regionales IEU-UN del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: pdpiedrahitab@unal.edu.co
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